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una cosa así con un desconocido, pero descubro que me encanta.

Instintivamente me acerco a él. Lo tiento. Veo que cierra los ojos y acerca su

nariz a mis braguitas. Doy un paso atrás y noto que se mosquea. Sonrío con malicia

y él me imita. Con una sensualidad que yo no sabía que tenía, me bajo un tirante

del sujetador, luego el otro y vuelvo a acercarme a él. Esta vez me agarra con

fuerza por las nalgas y ya no puedo escapar. Vuelve a acercar su nariz a mis

braguitas y me estremezco cuando siento su aliento y un dulce mordisco en mi

depilado monte de Venus.

Sin hablar, levanta la cabeza y con una mano me saca del sujetador el pecho

derecho. Me acerca más a él y se mete el pezón en su boca con un gesto posesivo.

¡Dios! Estoy tan excitada que voy a gritar. Juguetea con mi pecho mientras yo le

revuelvo el pelo y lo aprieto contra mí. Vuelvo a sentirme poderosa. Sensual.

Voluptuosa. Me miro en los espejos de mi armario y la imagen es, como poco,

intrigante. Morbosa. Cuando creo que voy a explotar, me separa de él y, sin

necesidad de que diga nada, sé lo que quiere. Me quito el sujetador y las bragas y

quedo totalmente desnuda ante él. Durante unos segundos veo cómo me recorre

con su mirada hasta que dice:

—Eres preciosa.

Oír su ronca voz cargada de erotismo me hace sonreír y, cuando él me tiende la

mano, yo se la acepto. Se levanta. Me besa y siento sus poderosas manos por todo

mi cuerpo. Me deleito. Me tumba en la cama y me siento pequeña. Pequeñita. Eric

Zimmerman me mira altivo y un gemido sale de mi interior en el momento en que

él me coge de las piernas y me las separa.

—Tranquila, Jud, lo deseas.

Se quita la camisa y vuelvo a gemir. Aquel hombre es impresionante con su

sensual torso. Aún con los pantalones puestos se pone a cuatro patas sobre mí y

coge uno de los artilugios que me ha regalado.

—Cuando un hombre regala a una mujer un aparatito de éstos —murmura,

mientras me lo enseña—, es porque quiere jugar con ella y hacerla vibrar. Desea

que se deshaga entre sus manos y disfrutar plenamente de sus orgasmos, de su

cuerpo y de toda ella. Nunca lo olvides. —Como siempre, asiento como una tonta

y él prosigue—: Esto es un vibrador para tu clítoris. Ahora cierra los ojos y abre las

piernas para mí —susurra—. Te aseguro que tendrás un maravilloso orgasmo.

No me muevo.

Estoy asustada.

Nunca he utilizado un vibrador para el clítoris y oír lo que él me dice me

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