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Edición No. 2 Revista Oopart: Nación

Hernando Téllez, escritor y periodista colombiano, nos contó en Espuma y nada más la historia del barbero que tuvo la oportunidad de asesinar a uno de sus enemigos, pero finalmente concluyó: Y tan fácil como resultaría matarlo. Y lo merece. ¿Lo merece? No, ¡qué diablos! Nadie merece que los demás hagan el sacrificio de convertirse en asesinos. ¿Qué se gana con ello? Pues nada. Vienen otros y otros y los primeros matan a los segundos y éstos a los terceros y siguen y siguen hasta que todo es un mar de sangre. En un mes de agosto que tuvo como protagonista a la muerte vestida de masacres, desde abordamos el imaginario de Nación. Desafortunadamente ni las palabras, ni los homenajes, ni la indignación ni los actos simbólicos nos devolverán la vida de quienes se fueron sin siquiera saber por qué.

Hernando Téllez, escritor y periodista colombiano, nos contó en Espuma y nada más la historia del barbero que tuvo la oportunidad de asesinar a uno de sus enemigos, pero finalmente concluyó:
Y tan fácil como resultaría matarlo. Y lo merece. ¿Lo merece? No, ¡qué diablos! Nadie merece que los demás hagan el sacrificio de convertirse en asesinos. ¿Qué se gana con ello? Pues nada. Vienen otros y otros y los primeros matan a los segundos y éstos a los terceros y siguen y siguen hasta que todo es un mar de sangre.
En un mes de agosto que tuvo como protagonista a la muerte vestida de masacres, desde abordamos el imaginario de Nación.
Desafortunadamente ni las palabras, ni los homenajes, ni la indignación ni los actos simbólicos nos devolverán la vida de quienes se fueron sin siquiera saber por qué.

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a integrarse a ninguno de los modelos

intelectuales ni culturales de dichos

círculos sino, por el contrario, supo

vivir -como el modesto hijo de un

relojero- los desgarros del mundo de

su tiempo y supo pensar -en la piel de

un aldeano más- la soledad y la

incomprensión de ser una persona de

la vida real y que, como se puede ver

en sus Confesiones, supo demostrar

que su vida era, ante todo, visceral, de

sentimiento.

Una vida real, una vida de

hombre de carne y hueso: una vida de

exilio y de ensoñación, cuyo único

propósito se hallaba en sentir antes de

pensar -aquel destino común de la

verdadera humanidad- para

permitirse, como cualquier

campesino de azadón y pala, como

cualquier madre cabeza de hogar,

soñar con una sociedad perfecta y, así,

legar la reconstrucción del principio

más importante de todos los hombres

y mujeres que han pisado esta tierra:

"amarás a tu prójimo como a ti mismo"

y, en el estilo de Rousseau,

"renunciarás a la libertad individual

en favor del bien colectivo:

renunciarás a ser uno solo para ser un

todo": un verdadero contrato social.

Empero, ¿qué hubo de las

aspiraciones altruistas y,

principalmente, visionarias de este

gran pensador suizo?, ¿en dónde

quedó sa volonté générale que

depositaba en el pueblo la soberanía

política y social de las naciones?, ¿en

dónde podemos ver o encontrar sus

ideas republicanas cuya base se

sustentaba en la participación activa y

total de todas las gentes como único e

intocable juez?, ¿realidad o ficción?

Bueno, imposible por la

naturaleza misma del hombre,

inconcebible por ser -cada personaun

punto único y especial en donde los

fenómenos del mundo se cruzan de

manera singular (Hermann Hesse,

1919), esta posibilidad de cambio, este

sueño de unión y de fundación de una

vida diferente y posible para todos, no

ha resultado más que en la utopía o -en

honesto sentido racional como lo

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