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Rock Bottom Magazine Número 7

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She got the TV eye....

“The Jinx: El gafe”.

La condición humana lleva intrínseca multitud de circunstancias que hacen de nuestra especie un

compendio de valores que, en teoría, la distinguen del resto de animales. Sin embargo, de igual forma

que la bondad o la empatía forman parte de ese ser humano, también coexisten con estos loables

sentimientos los más retorcidos y profundamente malvados, esos que manejan a veces la psique

humana desde las entrañas del subconsciente manejando la maleable voluntad de las personas. En

“The Jinx” el concepto de cinismo adquiere un concepto tan solo comparable con la brillantez del

propio documental.

Aunque parezca complicado a

estas alturas aún hay trabajos

que consiguen sorprenderte,

seguramente porque la realidad

termina siendo mucho más

extraña que la más compleja de las

ficciones. A lo largo de esta serie

documental, el hábil y meticuloso

Andrew Jarecki (responsable de

la imprescindible “Capturing the

Friedmans”, de 2003) consigue

hilvanar la intrigante historia

de Robert Durst, primogénito

del imperio inmobiliario Durst,

llevándote de la mano a través de

una serie de acontecimientos que

van a mostrar quién es realmente

Robert Durst… o no.

Las primeras imágenes hacen

referencia a un macabro

descubrimiento una fría mañana

de 2001, en Galveston, una ciudad

perdida en la costa de Texas:

flotando en el agua aparecen

varias bolsas que contienen

lo que parecen los miembros

cercenados de lo que un día fue

un cuerpo humano. La cabeza

nunca apareció, pero se consigue

identificar a la víctima como

Morris Black. Inmediatamente

se considera a su vecino como

principal sospechoso, un extraño

tipo que llegó a vivir al pueblo

vestido de mujer y que alquilaba

un agujero infecto como vivienda.

La sorpresa fue mayúscula al

comprobar que este vecino no

era ni más ni menos que Robert

Durst, perteneciente a una de

las familias más poderosas y

ricas de Nueva York. Se da la

circunstancia de que Durst estaba

fugado y en busca y captura en

varios estados. ¿Las razones?

Comencemos por el principio…

Robert Durst se había casado

con Kathleen McCormack y

en enero de 1982, Kathleen

desaparecía sin dejar rastro. La

duda razonable de que su esposo

hubiese tenido algo que ver se

difuminó rápidamente gracias a la

seguridad de su declaración y al

relato perfectamente hilvanado en

el que dejaba a Kathy en la parada

del tren camino a Manhattan.

Robert rehízo su vida sin olvidar a

su esposa, manteniendo siempre

el relato. Pero en diciembre del

año 2000 la mala suerte parecía

volver a cebarse en Durst al

aparecer muerta la que había sido

su mejor amiga, Susan Berman,

una guionista de Hollywood que

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