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de que esto podía cuajar de verdad?
¿Hay algún punto de inflexión? Porque
últimamente no paráis y vuestros
trabajos están en todos lados.
A: Sí, vamos creciendo, seguimos
creciendo… Pero yo siempre estoy
acojonado y con la mosca detrás de
la oreja y pienso “esto puede parar en
cualquier momento, no puede durar
tanto”, aunque siguen llamando.
J: Llevamos tres años sin altibajos,
subiendo.
A: Lo que nos pasa a todos los autónomos
es que la seguridad no existe. Ir al banco
a pedir un crédito me parece ciencia
ficción, comprar un piso... Para empezar
yo no sé cómo estaré dentro de un mes.
J: Pero la verdad es que ahora tenemos
una locura de curro, a veces se nos
acumulan los encargos y tenemos que
decir que no. Los Zigarros me llamaron
antes de Navidad para irme a Valencia
con ellos y no pude, porque no me daba
la vida. En el fondo está guay porque nos
dedicamos a lo que nos apasiona y, de
hecho, en mis vacaciones me voy a ver
conciertos, festivales, porque mis amigos
por ahí tocando. Y al final mi trabajo es mi
día a día y mi pasión.
Pero eso es un arma de doble filo,
porque después no desconectas
nunca.
A: Ya. Juan sí que tiene la posibilidad
de seguir trabajando cuando está
de vacaciones, pero yo me voy de
vacaciones y le dan por culo a todo el
mundo (Risas).
Sí, pero seguro que te estás inspirando
constantemente, cosa que el que hace
tornillos en una fábrica no le ocurre.
A: Sí, lo que hago yo es el resultado de
la cultura visual y pop que nos rodea.
Me encanta el cine, me encanta el arte,
me encanta la música, me encantan las
revistas, y es por gusto.
J: Es imposible no hacerlo, estás todo el
rato pensando en ello.
Pero al final es trabajo... ¿Le veis alguna
ventaja además de inconvenientes?
J: Yo voy a conciertos porque me
apasionan y además tengo la posibilidad
de ir a muchos porque me invitan. Hoy me
voy a ver a Mario Cobo, el viernes voy
a ver a Los Vancouvers. Estoy yendo
a tres o cuatro conciertos semanales
como mínimo. Además voy a El Sol y
conozco a todo el mundo, me lo veo en
la terracita entre la mesa de luces y la de
sonido, sentadito en una silla ¡y me traen
cervezas! (Risas). ¡Es un lujo! En serio,
no me puedo quejar, al final es que me
encanta ver conciertos y disfruto de una
manera especial por eso.
Podríamos reflexionar acerca de cómo
han evolucionado las cosas con el
paso de los años. Si estuviéramos
en los setenta estaríais forrados, y
ahora simplemente vivís dignamente
de esto, y encima parece que tendríais
que dar las gracias.
A: Ahora esto ha cambiado, la cosa no da
para lujos.
Pero es triste, si te lo planteas: tíos
con talento y con todos los contactos
que tenéis, trabajando para gente
con mucho nombre y estando
prácticamente en la cima de vuestras
profesiones...
A: Sí, pero a mí me pasa lo mismo con
los músicos.
Ya, bandas tan grandes como Sex
Museum y que no sean millonarios.
A: A mí es que este tema me obsesiona
un poco. Me trastocaron mucho los
documentales de Pixies y Ramones,
que son dos de mis referentes musicales,
que para mí son los dioses… Y uno de
los Pixies está haciendo magia en un
garito de mierda y el otro está filmando…
¡Pero si son los Pixies! ¿Cómo es que
esta gente no puede vivir de ello? Y eso
pasa con mil grupos, tú has dicho Sex
Museum, pero hay un montón de gente
que se está dejando el culo, que son
buenos, que tienen éxito... Y todos tienen
sus trabajos porque de la música no se
puede vivir. Si los músicos no pueden
vivir de la música y nosotros vivimos de
los músicos, la cosa está jodida.
Sí, pero no es lo mismo... Los músicos
viven de ellos mismos y vosotros vivís
de muchos músicos. Y sumando, sin
unas grandes aspiraciones, podéis
salir adelante.
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