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Razón y conciencia
Vicente Luis Jiménez Ontiveros
ganador de la categoría Adulto
ES
2 018
—Y ese es el dilema del prisionero, que ya conocemos de lecciones
anteriores. ¿Alguien sabría decirme qué sucede si el juego se repite un
número indeterminado de veces?
—En ese caso, la estrategia óptima en el juego único, defraudar, deja
de serlo.
—Muy bien, Diana. En el caso del dilema del prisionero iterado, la
estrategia óptima depende de la estrategia de los demás jugadores.
Xenia, ¿cómo crees que sería una buena estrategia para este juego?
—Bien, profesor, creo que habría que empezar cooperando, para
indicar que no es tu intención defraudar. No obstante, tampoco se puede
ser un optimista empedernido y propiciar el comportamiento egoísta,
hay que mostrar que se está dispuesto a castigar esos comportamientos.
Pero también hay que saber perdonar, si no los comportamientos
vengativos no pararían. Y finalmente, no se puede ser envidioso. El
querer tener más puntos que tu adversario conduce a un incremento del
comportamiento egoísta y eso se traduce en una pérdida de puntos
global.
—Buen análisis, Xenia. Ese sería un comportamiento inteligente, sin
embargo, a algunas personas les resulta difícil examinar estos problemas
racionalmente. Se podría decir que esa capacidad de obviar la razón es
lo que define al ser humano, aunque sea capaz de mantenerse coherente
dentro de su incoherencia. Por eso resulta curioso que al inicio de la era
de la información, cuando se buscaba el desarrollo de inteligencia
artificial, existiera el llamado test de Turing, que pretendía evaluar la
habilidad de una máquina para mostrar un comportamiento inteligente
similar al de un ser humano o indistinguible de este. Básicamente...
—Pero profesor, ¿no es eso algo subjetivo? No parece muy científica
esa definición...
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