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MÉRIDA SEMANA SANTA 2021 www.semanasantademerida.es
COFRADES EN CASA #SSMERIDA2020VIRTUAL
Todo se ha Cumplido
José Miguel Galán-Sánchez Cortés.
Hermano del Calvario
Son las doce de la noche y comienza la Madrugada
del Viernes Santo. Este año, sin embargo, mi túnica
está guardada en el armario y en ella no hay restos
de cera del Martes Santo. Llevo mi medalla del
Calvario colgada al cuello y eso me hace sentir conectado
con mis hermanos allí donde estén.
Por un momento parece que nada de todo esto tiene
sentido. Me asomo a la ventana y a lo lejos, en lo alto de El
Barrio, me parece escuchar el eco de una campana que toca
a muerto, y de repente todo parece más oscuro: todo Mérida
se oscurece y solo se ve en el cielo el leve resplandor que
indica que en algún lugar hay una luz. Miro mi reloj y ya
es tarde, una fuerte somnolencia me invade; cierro los ojos,
¿acabó para mí ya esta Madrugada?
Siento frío y en la oscuridad, en medio del silencio,
escucho cada vez con más claridad aquella campana lejana
y el resplandor de la luz se acerca a lo lejos hacia mí hasta
que consigo distinguir cada uno de los cirios.
No sé cómo es posible pero se acerca hacia mí el cortejo
procesional de la Hermandad del Calvario. “Los moraos”
van pasando a mi lado en absoluto silencio, portando cada
uno de ellos un cirio que apenas ilumina el suelo que pisan.
Giro la vista y aparece ante mí la imponente visión del
Santísimo Cristo del Calvario crucificado portado por
hombres que parece que avanzaran sin mover sus pies; su
discurrir es lento y me permite observar, como cada
madrugada de Viernes Santo, cada una de las heridas que
hay en el cuerpo inerte de Jesús, el Nazareno.
Siento una sensación de mareo, vértigo y movimiento;
y al momento, cuando recupero el equilibrio, estoy junto a
la cruz. La campana ya no suena y solo queda un silencio
ensordecedor, que provoca que yo escuche cada latido que
golpea mi pecho. No sé como, pero estoy subido a una
escalera y el rostro de Jesús casi pega con mi cara.
Él está muerto, pero su expresión es dulce. Ha sufrido
y padecido, pero ahora desprende una inmensa paz. Su piel
es blanca, muy blanca, y no puedo dejar de desear quitarle
esos clavos que le amarran todavía al madero. “Dulce
madero, dulces clavos que habéis sido elegidos para sostener
al Rey de los Cielos”.
Es entonces cuando le toco, cojo su mano, y no sé si yo
sujeto su mano o es Él, el que me sostiene a mí, porque ya
no existe escalera, ni silencio, ni noche; por un momento, en
el mundo solamente existimos Él y yo, solos, en la oscuridad
y el silencio, o ni siquiera eso: en la nada, o quizá en el todo.
Santísimo Cristo del Calvario.
Solamente hay una gran luz en medio de todo el vacío
y surge de su rostro, de sus manos, de su costado, de sus pies.
Mientras dejo caer suavemente su mano sobre las caderas,
parece que es el mundo el cae hacia no sé dónde. Una vez
sin clavos que le aten al suplicio la hora toca a su fin, en
definitiva “Todo está cumplido”. Como si de un niño se
tratara, lo cojo en mis brazos: no pesa, pero parece que
tuviera en mis brazos el peso del Tiempo, de toda una
Humanidad que sufre.
Es hora de que descanse en paz, descanse en el mejor de
los lechos que pueda darle, un lecho de terciopelo morado,
... pero este mundo no puede estar mucho sin Él, no puede
olvidarnos y olvidar su promesa: sólo tres días. Tres días
habremos de esperar para ver su resplandor restablecido.
Descansa ahora buen Jesús del Calvario, pero pronto la
eternidad será tuya, serás Tú mismo en tu Gloria, junto con
el Padre, que has hecho nuestro Padre.
De pronto, vuelvo a escuchar el silencio, vuelvo la mirada
y veo de nuevo las túnicas moradas y las capas blancas de
mis hermanos que inundan todo a mi alrededor. Se alejan
y quedo en completa oscuridad, cierro los ojos, pierdo la
consciencia.
Cuando consigo abrir de nuevo los ojos la luz del día me
ciega, ¿qué ha pasado? Estoy apoyado junto a mi ventana,
aun llevo en mi pecho mi medalla del Calvario y mis zapatillas
están llenas de cera.
Tengo una sensación de esperanza que me hace sentir
pleno. Pienso en lo que viví en la noche y siento que no he
sido el único, esta madrugada, como cada año, los cofrades
del Calvario hemos cumplido, con corazón abierto y
dispuesto, al acompañar a Jesús en su Cruz y dejar todo
dispuesto para que como cada Viernes Santo, el cortejo del
Santo Entierro pueda teñir de morado las calles de Mérida.
No sé cómo pero en 2020, hubo Estación de Penitencia
en la Madrugada de Mérida.
96 INTERÉS TURÍSTICO INTERNACIONAL