Libro CARMILLA de Sheridan Le Fanu
Carmilla SHERIDAN LE FANU Sinopsis Relato que había de forjar el arquetipo del vampiro femenino en la literatura universal, "Carmilla", publicado por primera vez en la revista "The Dark Blue" en 1871, es sin duda la obra más famosa del irlandés Sheridan Le Fanu (1814-1873). Además del diseño que éste imprimió a su figura central, hacen del mismo una pieza maestra el nervio de la acción, el vigor de los personajes y el inquietante clima crepuscular, casi siempre a caballo entre día y noche, entre sueño y vigilia, que impregna la obra. Este precedente y sustrato indudable del "Drácula" de Bram Stoker —obra que aparecería poco menos de treinta años más tarde— figura por derecho propio en la galería más selecta de las letras fantásticas europeas.
Carmilla
SHERIDAN LE FANU
Sinopsis
Relato que había de forjar el arquetipo del vampiro femenino en la literatura universal, "Carmilla", publicado por primera vez en la revista "The Dark Blue" en 1871, es sin duda la obra más famosa del irlandés Sheridan Le Fanu (1814-1873). Además del diseño que éste imprimió a su figura central, hacen del mismo una pieza maestra el nervio de la acción, el vigor de los personajes y el inquietante clima crepuscular, casi siempre a caballo entre día y noche, entre sueño y vigilia, que impregna la obra. Este precedente y sustrato indudable del "Drácula" de Bram Stoker —obra que aparecería poco menos de treinta años más tarde— figura por derecho propio en la galería más selecta de las letras fantásticas europeas.
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Philip Le Fanu
la visita del general y su sobrina, pues ella prometía ser
una nueva amiga para mí.
—¿Entonces cuándo van a venir? –le pregunté.
—No antes del otoño. En un par de meses, me
imagino –respondió mi padre–. Y ahora me pongo
feliz de que no hayas conocido a mademoiselle Rheinfeldt.
—¿Por qué? –le pregunté, mortificada y a la vez
curiosa.
—Porque la pobre muchacha ha muerto –respondió–.
Se me olvidó que no te lo había contado,
pero tú no estabas conmigo cuando recibí la carta del
general esta tarde.
Quedé aterrada. Seis o siete semanas antes, en
una primera carta, el general había mencionado que la
niña no estaba tan bien de salud como él quisiera, pero
nada indicaba ni la remota sospecha de que existiera
un peligro.
—Aquí tienes la carta del general –me dijo papá
al entregármela–. Me temo que el general está hondamente
afectado. Me parece que ha redactado esta carta
en un estado lamentable de angustia.
Nos sentamos en una banca rústica a la sombra
de unos limeros. Nos encontrábamos a la orilla
del arroyo que corre al lado de nuestro castillo, debajo
del viejo puente de piedra que serpentea, como ya he
dicho, entre una cantidad de nobles árboles. De hecho
la corriente fluía prácticamente a nuestros pies. En el
horizonte silvestre se estaba poniendo el sol con todo
su melancólico esplendor, y en el agua se reflejaba el
rojo vivo del cielo que poco a poco se iba destiñendo.
La carta del general Spielsdorf era tan extraordinaria,
tan vehemente, y en algunos apartes tan contradicto-
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