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avejentado trasluce una mirada algo cansada, pues, no en vano, en
un par de meses cumplirá 76 años.
A su lado, sentado también en un taburete, hay un sacerdote
de edad provecta vestido con sotana, tal vez pariente o amigo del
fotógrafo, con los brazos también sobre la mesa y, al parecer, concentrado
en sus pensamientos. Ajeno a ellos, al otro lado de la
amplia mesa de caballete y dispuesto ligeramente de espaldas y
de perfil, está Pedro Menchón, con bigote y vestido con bata, uno
de los aprendices del maestro. Con un largo pincel retoca un negativo
fotográfico colocado en un pupitre al que aplica una máscara
con cartulina o papel opaco para eliminar parte del aquel o
ayudar a su encuadramiento. A su izquierda, apreciamos sobre
la mesa el retrato fotográfico montado ya sobre cartón de un
hombre de mediana edad, amén de otros objetos, como un cuadernillo,
cazo, tijeras, cajas de negativos y varias placas de vidrio
apiladas. Más a la derecha, prácticamente de espaldas y sentado
en una silla, un joven Blas Aledo, también discípulo de Rodrigo,
retoca con un lápiz otro positivo de gran formato con el retrato
de medio cuerpo de una mujer. O sea, los dos aprendices realizan
técnicas de retoque y refinamiento esenciales en los métodos y
procedimientos fotográficos, empleadas tanto en los negativos
como en los positivos, con el fin de lograr los efectos y acabados
deseados, esto es, tonalidad, texturas, redefinir luces y sombras,
eliminar imperfecciones, etc. En la pared del pequeño habitáculo
cuelgan láminas con paisajes y escenas costumbristas, anuncios
publicitarios, un termómetro y un almanaque que señala la fecha,
lunes 6 de octubre, que nos permite saber que la fotografía es del
año 1913.
José Rodrigo, pionero de la fotografía en Lorca, destacó por
la producción de una obra personal, de técnica y temática diversa,
con tomas excelentes, estéticamente muy logradas, que lo encumbran
como uno de los grandes fotógrafos españoles de la segunda
mitad del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX. Sus magníficas
imágenes de la minería almeriense en Sierra Almagrera y
de todo el levante murciano hasta Mazarrón, la construcción del
puerto de Águilas, la Cartagena cantonal sitiada y bombardeada
en 1873, sus magníficos retratos de estudio ‒entre los que sobresalen
la serie de personajes de la Semana Santa de Lorca‒, monumentos,
vistas y paisajes rurales y urbanos, etc., son buena
muestra del alto nivel de su producción fotográfica. Varias de sus
fotografías ilustraron el libro de Amador de los Ríos Murcia y
Albacete, publicado a finales de la década de 1880, con imágenes
de monumentos y paisajes de estas dos provincias. En los años
70 fue premiado en varias de las exposiciones organizadas en
Lorca por la Sociedad Económica de Amigos del País, y a lo largo
de su larga actividad, que se extendió durante más de 50 años,
logró general reconocimiento y prestigio profesional.
A la muerte de Rodrigo, en 1916, Pedro Menchón Peñas (1875-
1955) heredó el equipo y gran parte del archivo de imágenes de su
predecesor, así como su estudio de la calle Selgas n.º 24, y allí trabajó
hasta pocos años antes de su fallecimiento. En sus anuncios y al
dorso de sus fotografías Menchón incluía en sus primeros años el
distintivo «Sucesor de Rodrigo» para aprovechar la fama lograda por
su maestro. Blas Aledo López (1894-1959), por su parte, en 1916
marchó a realizar el servicio militar en Ceuta, ciudad en la que permaneció
cuatro años adiestrándose en el arte fotográfico en el estudio
de José y Manuel Calatayud. Tras regresar en 1920 a Lorca, se
estableció como fotógrafo independiente en su gabinete de la calle
Fernando el Santo, muy cerca del establecimiento que ahora regía
Menchón en la calle Selgas. Con Blas Aledo comenzaría una saga de
fotógrafos que perdura hasta la actualidad.
La mayor parte del fondo fotográfico de Rodrigo y Menchón,
constituido por los miles de negativos en cristal y, en menor medida,
positivos en muy variados formatos, fue adquirido en 1986
por el Ayuntamiento de Lorca y se custodia desde entonces en el
Archivo Municipal de la ciudad.