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La Placeta de Lorca - nº 98 - Octubre 2022

En octubre toca hacer balance del mes de septiembre, plagado de actos. Hacemos un repaso visual por la feria, pero ta,bién por el XXV aniversario de las coronaciones canónicas de las imágenes titulares del Paso Azul y Blanco, y también por los Juegos Deportivos del Guadalentín. Como cada mes, nuestras secciones y recomendaciones de lectura y cosas por hacer. Volvemos en noviembre con el especial del patrón San Clemente.

En octubre toca hacer balance del mes de septiembre, plagado de actos. Hacemos un repaso visual por la feria, pero ta,bién por el XXV aniversario de las coronaciones canónicas de las imágenes titulares del Paso Azul y Blanco, y también por los Juegos Deportivos del Guadalentín. Como cada mes, nuestras secciones y recomendaciones de lectura y cosas por hacer. Volvemos en noviembre con el especial del patrón San Clemente.

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Texto: José Quiñonero Hernández

Parece como si en el último año los azares y destemplanzas de

la vida se hubiesen concitado en torno al Catedrático de

Literatura, para teñir de tragedia y de muerte lo que había

sido una existencia vivida y trabajada con entrega e ilusión durante

los casi diez años de su estancia en Lorca. O al menos eso podía pensar

él aquellos primeros días de noviembre de 1937.

Tras el levantamiento militar del 18 de julio del 36, había asistido

impotente a la destrucción y la quema del patrimonio de la

ciudad, a las algaradas y asesinatos de decenas de personas a

manos de criminales sin juicio ni conciencia, y había visto cómo la

desolación se apoderaba del viejo Instituto de la calle Zapatería

con la huida y persecución del director, el absentismo de profesores

y subalternos temerosos de represalias, la llamada a filas de

docentes y alumnos mayores, la ausencia de dirección durante largos

meses y, finalmente, su nombramiento en febrero como director

de un claustro despoblado, que había de nombrar profesores

ayudantes para suplir la ausencia de titulares, sin contar con los

medios necesarios para el trabajo en las aulas. Espejo todo de una

sociedad dividida y enfrentada por unas ideas y unos comportamientos

irreconciliables que sacudían a la pequeña urbe provinciana,

como al resto de España.

También su vida personal y familiar se iba abocando sin remedio

a la tragedia. Un día cualquiera le llegaba la noticia de que el

21 de noviembre de aquel desgraciado 36 tuvo lugar el fusilamiento

injusto de su hermano Manuel, también catedrático de

Literatura, en León, su tierra, a manos de los rebeldes franquistas

por el grave delito de no pensar como ellos. Al mismo tiempo, su

mala salud de hierro iba siendo minada por una tuberculosis incurable

que iba consumiendo su cuerpo y sus fuerzas. Hasta el 25

de noviembre del 37, en que el claustro del viejo Instituto se constituyó

en sesión permanente como expresión de duelo por el fallecimiento

inesperado del director. Una muerte natural, a los 41

años, que se anticipaba un par de años al riesgo seguro que habría

sufrido su vida, tras el fin de la guerra, a manos de los vencedores.

El profesor Santamaría, según cuenta en sus memorias don

José Pascual, compañero en la docencia y rival en el activismo político,

había llegado al Ayuntamiento de Lorca el 17 de octubre

de 1928, a las doce del mediodía, para tomar posesión de su plaza

de Catedrático de Literatura del Instituto Local que pocos días

después se inauguraba, cumpliendo así con la vieja aspiración de

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