MONASTERIO BENEDICTINO DE LAS CONDES
Una obra de arquitectura patrimonial
Una obra de arquitectura patrimonial
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MONASTERIO BENEDICTINO DE LAS CONDES
Una obra de arquitectura patrimonial
MONASTERIO Y CIUDAD
N
Santiago, Chile
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MONASTERIO Y ENTORNO
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Pablo Altikes
Pablo Altikes
Pablo Altikes
Archivo Monasterio Benedictino
Archivo Monasterio Benedictino
IGLESIA
13
Pablo Altikes
Pablo Altikes
Fotos archivo Monasterio Benedictino
Fotos archivo Monasterio Benedictino
Mª Luisa Godoy
Archivo Monasterio Benedictino
Archivo Monasterio Benedictino
Rafael Rosende
Fotos archivo Monasterio Benedictino, revista AOA
Archivo Monasterio Benedictino
Fotos archivo Monasterio Benedictino
Fotos Sofía Rosende
Rafael Rosende
31
Archivo Monasterio Benedictino
Fotos Rafael Rosende
CUERPO DE CELDAS
Fotos Patricio Gross
Archivo Monasterio Benedictino
Patricio Gross
Fotos archivo Monasterio Benedictino
CLAUSTRO
Fotos archivo Monasterio Benedictino
Fotos archivo Monasterio Benedictino
SALA CAPITULAR
Archivo Monasterio Benedictino
Patricio Gross
Fotos Patricio Gross / Mª Luisa Godoy
HOSPEDERÍA
BIBLIOTECA
Fotos archivo Monasterio Benedictino
Patricio Gross
PORTERÍA Y REFECTORIO
Fotos archivo Monasterio Benedictino
Archivo Monasterio Benedictino
Patricio Gross
Sofía Rosende
HOSPEDERÍA FEMENINA
Fotos Mª Luisa Godoy
Archivo Monasterio Benedictino
Pablo Altikes
PLAZUELA DE ACCESO
Sofía Rosende
54
CEMENTERIO
Fotos archivo Monasterio Benedictino
EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
Vicerrectoría de Comunicaciones
Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, Santiago, Chile
editorialedicionesuc@uc.cl
www.ediciones.uc.cl
MONASTERIO BENEDICTINO DE LAS CONDES
Una obra de Arquitectura Patrimonial
Segunda edición 2021
© Inscripción Nº 2021-A-7296
Derechos reservados
Agosto 2021
ISBN N° 978-956-14-2868-3
ISBN digital N° 978-956-14-2869-0
Dibujo y Levantamiento de Planos:
Paz Riera
Iván González
Fotografías:
Archivo Monasterio Benedictino
Sergio Gelcich R.
Juan Purcell M.
Jorge Swinburn P.
Patricio Gross F.
Pablo Altikes
María Luisa Godoy B.
Rafael Rosende A.
Sofía Rosende G.
Diseño, Diagramación y Producción:
María Luisa Godoy B.
Corrección de Textos:
Óscar Aedo I.
Impresión:
Ograma impresores
CIP- Pontificia Universidad Católica de Chile
Gross, Patricio, 1938-, autor.
Monasterio Benedictino de Las Condes: una obra de arquitectura
patrimonial / Patricio Gross Fuentes, Enrique Vial Briceño. Segunda edición.
Incluye Bibliografía.
1. Monasterios – Chile – Diseño y planos.
2. Monasterio Benedictino de la Santísima Trinidad de las Condes (Chile) –
Diseño y planos.
I. t.
II. Vial, Enrique, 1956-, autor.
2021 126.7098331 + DDC23 RDA
MONASTERIO BENEDICTINO DE LAS CONDES
Una obra de arquitectura patrimonial
Patricio Gross Fuentes
Enrique Vial Briceño
ÍNDICE
1 PRESENTACIÓN DE LA SEGUNDA EDICIÓN 4
2 PRÓLOGO 7
3 ADVERTENCIA PRELIMINAR DE LA PRIMERA EDICIÓN 11
4 VIDA MONACAL E HISTORIA DEL MONASTERIO BENEDICTINO 13
• Pensando en el Monasterio, Juan de Dios Vial C. 14
• Monasterio Benedictino
de la Santísima Trinidad de Las Condes, Gabriel Guarda O.S.B.† 20
5 ANTECEDENTES DE LA CONSTRUCCIÓN DEL MONASTERIO 34
6 EDIFICIOS Y LUGARES QUE COMPONEN EL MONASTERIO 62
• Cuerpo de celdas 70
• Cementerio 88
• Hospedería 92
• La iglesia 104
• Refectorio y portería 130
• Plazuela de acceso 140
• Biblioteca 144
7 CONSTRUCCIONES POSTERIORES A 1988 150
8 SIGNIFICADO ARQUITECTÓNICO Y PATRIMONIAL DEL MONASTERIO 157
9 MI EXPERIENCIA EN EL MONASTERIO
Patricio Gross 158
10 AGRADECIMIENTOS 161
11 LISTADO DE DIBUJOS Y PLANOS 162
12 LISTADO DE FOTOS 164
13 BIBLIOGRAFÍA 167
1 PRESENTACIÓN DE LA SEGUNDA EDICIÓN
En diciembre de 1988, hace ya cerca de 33 años, la Pontificia
Universidad Católica de Chile, a través de Ediciones UC,
publicó el libro “El Monasterio Benedictino de Las Condes.
Una obra de arquitectura patrimonial”, en homenaje a los
100 años de la universidad y a los 50 años del Monasterio
Benedictino de la Santísima Trinidad de Las Condes. El
libro contó con el auspicio del Chase Manhattan Bank y se
encabezó con dos presentaciones, una del padre Gabriel
Guarda O.S.B., a la época Abad del Convento, y otra de
Juan de Dios Vial Correa, en ese momento rector de la
Universidad.
Como autores de la primera edición sentimos una sincera
alegría por la acogida que recibió, tanto nacional como
internacional, agotándose hace ya mucho tiempo, y
recogiendo desde muchos sectores, incluidos los propios
monjes, el interés por su reedición. Sin duda que ello ha
sido el resultado de la calidad de la obra arquitectónica
expuesta, declarada Monumento Nacional en 1981, la que
a través del libro puede ser comprendida a cabalidad,
así como el espíritu que siempre animó el conjunto de
las edificaciones, desde el volumen inicial de las celdas
proyectado por Jaime Bellalta, hasta lo construido hasta
la fecha desde la publicación original. Igualmente, hemos
querido traducir, de la mejor manera posible, el sello de
austeridad de los monjes benedictinos que se encarna en
el monasterio y la vida de ascetismo y contemplación que
los anima.
Es preciso señalar que este libro probablemente no se
habría escrito sin considerar el hecho de que uno de sus
autores conoció y participó muy activamente desde sus
inicios en todo el desarrollo del proyecto de la iglesia,
así como también diseñó y dirigió la construcción de la
4
Hospedería de Hombres, todo lo cual lo realizó viviendo en
el monasterio por cerca de tres años a partir de 1961. Del
mismo modo, relevante fue la investigación realizada por
ambos autores bajo el alero de la Pontificia Universidad
Católica en 1988, investigación a la que se incorporó el
arquitecto Enrique Vial y que permitió conocer de primera
fuente los pensamientos y experiencias de los distintos
arquitectos que participaron en las sucesivas etapas de
diseño y construcción del Monasterio y hacer una vasta
recopilación de material gráfico y antecedentes históricos,
incluyendo los del concurso inicial, muchos de ellos
hasta entonces dispersos en las oficinas y talleres de sus
distintos autores.
La ocasión de reeditar este libro nos permite, en primer
lugar, actualizarlo con las obras realizadas después de
1988, agregar algunos pocos acápites que nos parecen
relevantes a la luz de los años transcurridos, como
también llevar a cabo mejoras fotográficas y añadir vistas
en color que permiten una mejor lectura de los espacios
y volúmenes del convento, así como de su extraordinaria
luminosidad interior, todo ello a través de una nueva
diagramación y acorde con los recursos materiales y
tecnológicos actuales.
Al igual que en la edición anterior, hemos querido
mantener como título del libro “El Monasterio Benedictino
de Las Condes”, como es públicamente conocida esta
obra, no obstante que, en función del número de monjes
con votos solemnes, la independencia económica del
convento y la voluntad de llevarlo a cabo, significó en 1981
su reconocimiento en la categoría de abadía, siendo su
primer Abad el padre Eduardo Lagos, O.S.B. y quedando
desde entonces como la “Abadía Benedictina de la
Santísima Trinidad de Las Condes”.
Queremos señalar que hemos incluido textualmente los
escritos del entonces rector Juan de Dios Vial Correa,
posteriormente nombrado rector emérito y el entonces
Abad padre Gabriel Guarda O.S.B. de la primera edición
de 1988, publicada como homenaje a los 100 años de la
Pontificia Universidad Católica de Chile y a los 50 años
del Monasterio de la Santísima Trinidad de Las Condes.
Son dos textos invaluables en sí mismos, más allá de su
contribución a este libro, impresionando la profunda
espiritualidad católica del rector como también su
conocimiento teologal e histórico de la Iglesia, en especial
de la Regla de San Benito. Por su parte, la presentación
del padre Guarda es un verdadero regalo pues ofrece
una completa cronología, con amplios antecedentes y
anécdotas de la creación del Monasterio, hoy día Abadía,
desde que fue apenas una idea hasta su realización en
dicha época, producto sin duda de sus más queridas
investigaciones históricas.
El Capítulo 8, significado arquitectónico y patrimonial
del Monasterio, también se ha mantenido en su versión
original, destacando las citas sobre la arquitectura inicial
del Monasterio, proyecto de Jaime Bellalta, y su inserción
en el Movimiento Moderno, comentarios que entonces
le merecieron al arquitecto Mario Pérez de Arce Lavín,
Premio Nacional de Arquitectura 1989.
Finalmente, rendimos un sentido homenaje y
reconocimiento a todas aquellas personas fallecidas que
fueron actores relevantes en la concepción y concreción
de esta obra, así como a quiénes hicieron posible la
publicación inicial de este libro en 1988 bajo el sello
Ediciones Universidad Católica de Chile.
5
2 PRÓLOGO
La reedición de este libro, que fue publicado originalmente
en 1988 con motivo de los 50 años del Monasterio y los
100 años de la Pontificia Universidad Católica de Chile, es
una iniciativa que valoramos y agradecemos. Sus autores,
Patricio Gross y Enrique Vial, se han empeñado y, venciendo
cualquier obstáculo, han podido finalmente llevar a buen
puerto este proyecto con la valiosa colaboración de la
Corporación Patrimonio Cultural de Chile y la Pontificia
Universidad Católica de Chile.
Para la comunidad de monjes que habitamos este lugar,
los edificios que aquí se describen forman parte de nuestro
entorno cotidiano desde donde, a través del ora et labora,
nos empeñamos en la búsqueda de Dios, tomando por
guía el Evangelio. Al mismo tiempo, para los alumnos
de arquitectura que tantas veces vienen aquí a dibujar,
especialmente la iglesia, y para tantos otros visitantes,
esperamos que la reedición de este libro pueda serles un
instrumento útil para que puedan gustar más allá de la
arquitectura el espíritu que ha animado el conjunto de esta
obra, considerada ya en nuestro país como de arquitectura
patrimonial.
+Benito Rodríguez, O.S.B.
Abad
7
Esta segunda edición del libro “El Monasterio Benedictino
de Las Condes, una obra de arquitectura patrimonial”, cuya
primera publicación se enmarcó en la celebración de los 100
años de nuestra Universidad y los 50 años del Monasterio,
es motivo de gran alegría. Nos permite poner en valor
nuevamente una obra de arquitectura patrimonial que no
solo hace un aporte a la ciudad en términos arquitectónicos,
sino que también lo hace desde el diseño, la historia, la
espiritualidad y el arte religioso.
Desde la Universidad vemos en la reedición de esta obra
una oportunidad invaluable de reavivar la historia del
Monasterio Benedictino de Las Condes y de ponerlo al
alcance de nuevas generaciones, las que podrán conocer
a través de él la acabada investigación y recopilación de
datos realizadas por sus autores Patricio Gross y Enrique
Vial, y que ahora además se ve realzada con la inclusión de
obras posteriores a 1988 y por la tecnología que nos provee
de mejores fotografías.
Finalmente, este libro nos invita también a conocer la
espiritualidad monástica de la Orden de San Benito, a partir
del estudio de los espacios que la acogen –especialmente
pensados para la reflexión– y que en 1981 fuera declarado
Monumento Histórico. Cuando algo no se conoce, no se
aprecia; y a través de Ediciones UC y su trabajo en esta
nueva publicación, la Universidad ha querido reconocer el
valor de resguardar el patrimonio, de difundirlo y de esta
manera preservarlo para las futuras generaciones.
Ignacio Sánchez D.
Rector
Pontificia Universidad Católica de Chile
8
Es una gran satisfacción para la Corporación Patrimonio
Cultural de Chile ser partícipe de la segunda edición de este
libro de los arquitectos Patricio Gross y Enrique Vial acerca
de una obra fundamental del patrimonio arquitectónico
moderno en nuestro país.
La edificación del Monasterio Benedictino de Las Condes
–actualmente Abadía– se inicia en 1953 en base a un
proyecto del arquitecto Jaime Bellalta. El conjunto toma
forma definitiva con la construcción de su importante
iglesia, en la primera mitad de la década del 60, de la mano
de dos monjes benedictinos: Martín Correa y Gabriel Guarda.
Esta es declarada Monumento Nacional en 1981.
Arquitecto y Premio Nacional de Historia –y por muchos
años Abad del Monasterio– el padre Gabriel Guarda, cuya
memoria homenajeamos, sostuvo siempre un estrecho
vínculo de amistad y colaboración profesional con nuestra
Corporación.
Esta publicación responde a la importancia de difundir una
valiosa obra patrimonial y vanguardista, cuya propuesta
escapa a los cánones tradicionales de las edificaciones
religiosas, apostando por el minimalismo y el protagonismo
de la luz en los espacios. La presente reedición permite no
sólo mejorar y completar la documentación y las fotografías
referidas a ella, sino también recoger las intervenciones
realizadas después de 1988, año en que fue publicada la
primera edición con el apoyo de la Universidad Católica.
La iglesia, diseñada en base a tres volúmenes cúbicos,
alberga una escultura de la Virgen realizada por los
destacados artistas Marta Colvin y Francisco Gacitúa. El
mobiliario del coro fue diseñado por el arquitecto Raúl
Irarrázabal y en él se ubica el órgano construido en 1919 por
Oreste Carlini.
Es así que este libro transmite una noción de patrimonio
vivo, que se transforma, se recrea y es dotado de significado
por quienes lo proyectan y lo habitan, dando cuenta del
acoplamiento de diversos creadores en función del espíritu
de austeridad, reflexión y contemplación que identifica
al monumento. Nuestros sinceros agradecimientos a los
autores y a todos quienes han comprometido su tiempo
y su trabajo en esta iniciativa editorial. Así también, a las
familias: Álvarez Marín, Antúnez Soza, Claro Vial, Cordero
Barrera, De la Cerda Gandarillas, Guarda Aura, Guarda Fisher,
Guarda Weiss, Irarrázabal Covarrubias, Larraín Peña, Peralta
Alba, Romero Goenaga, Ross Amunátegui, Rabat Joannon,
Raby Guarda y a la Ley de Donaciones Culturales, que han
hecho posible la concreción de este volumen.
Roberto Fuenzalida G.
Director Ejecutivo
Corporación Patrimonio Cultural de Chile
9
3 ADVERTENCIA PRELIMINAR DE LA PRIMERA EDICIÓN
La convicción de que se hace imprescindible a la vez
que urgente ampliar el conocimiento y la difusión
del patrimonio arquitectónico nacional constituyó la
motivación inicial de este estudio. Patrimonio entendido
no solo como el monumento o cuando más el conjunto
total de ciertas obras con sus paisajes, sino como la
manifestación sensible y la expresión de la identidad
del hombre, de la riqueza creadora de su espíritu y de
los incesantes esfuerzos que hace en ese sentido (1),
buscando “hacer construible, perceptible, representable
lo perenne” (2).
Por lo mismo, tampoco puede reducirse el patrimonio
al solo estudio del pasado; el valor de las obras en su
interacción con las personas, lo sagrado y el transcurrir
hacia la permanencia, no solo es una prerrogativa de
algunos testimonios antiguos, sino que también es
posible descubrirlo en construcciones del presente.
Fue así como se eligió el Monasterio Benedictino de
Las Condes, el que de acuerdo a nuestros conceptos
anteriores integra con propiedad el patrimonio histórico
del país, constituyéndose por su “notable valor… en un
pilar de nuestra identidad cultural”(3) y en una de las obras
de arquitectura contemporánea de mayor relevancia
nacional y continental, declarado Monumento Nacional
en 1981.
Para mejor conocer, comprender y contemplar el
monasterio, era necesario generar un registro del mismo,
a través de una investigación que reuniera un conjunto
de documentos y recuerdos, hasta ahora dispersos y
deshilvanados, que pudieran dar cuenta del contexto
histórico y religioso en que se inscribe la obra. Junto
con lo anterior, se volvía insoslayable la recopilación y
procesamiento sistemáticos de todos los antecedentes
bibliográficos, gráficos y planimétricos, la gran mayoría
inéditos, que existen del monasterio.
Asimismo, y como una manera de penetrar más
profundamente en los valores y el sentido patrimonial
de la obra, parecía preciso el estudio de los objetivos
y fundamentos arquitectónicos que los arquitectos,
autores de cada uno de los proyectos que conforman
el monasterio, declaraban explícitamente respecto de
sus proyectos, tanto en su relación con el paisaje y con
los edificios y planes preexistentes, como la manera de
acoger, ayudando a ser, la vida contemplativa.
También se hacía necesario realizar los levantamientos
planimétricos de lo que no se disponía información, así
como el redibujo del material gráfico seleccionado, con
el fin de obtener una lectura unitaria del conjunto de los
edificios que componen el monasterio, acompañando
todo ello con un recorrido fotográfico que mostrara su
espacialidad, volumetría y materialidad.
Todo este heterogéneo conjunto de elementos
recopilados se ordenó finalmente, de modo que escritos,
planos y fotografías permitieran un conocimiento
científico y poético del monasterio, difundiendo a una
amplia audiencia uno de los valores del patrimonio
arquitectónico chileno.
11
No podríamos terminar esta advertencia preliminar sin
agradecer a todos los que han hecho posible este libro.
Entre ellos es preciso recordar a los arquitectos que en
muy distintos momentos y circunstancias participaron
en los proyectos de monasterio y nos entregaron
generosamente sus memorias y dibujos, destacando de
manera muy especial al Hno. Martín Correa, O.S.B., y al padre
Gabriel Guarda, O.S.B., actual Abad, quien además escribió
una documentada historia de los benedictinos en Chile;
a Juan de Dios Vial Correa, que como Oblato de la Orden
Tercera de San Benito plasmó vitalmente algunos rasgos de
la vida monacal; al Chase Manhattan Bank y a la Pontificia
Universidad Católica de Chile, a través de su Dirección de
Investigación y su Departamento Editorial, gracias a cuya
comprensión y apoyo ve la luz este largo caminar en el año
que se conmemoran el cincuentenario del Monasterio de la
Santísima Trinidad de Las Condes y el centenario de nuestra
Universidad.
(1) Juan Pablo II, Discurso a la UNESCO, 1980.
(2) César Naselli: “Ideología de la preservación patrimonial:
divagaciones subyacentes a un concepto” en revista
“Sumarios” Nº 123, mayo –junio 1988, Buenos Aires, Argentina.
(3) Consejo de Monumentos Nacionales:
“declaratoria de Monumento Nacional”, 1981.
12
4 VIDA MONACAL
E HISTORIA DEL MONASTERIO BENEDICTINO
f. 1
13
Pensando en el Monasterio
Juan de Dios Vial Correa+
Rector Pontificia Universidad Católica de Chile. (1984-2000)
Cuando hace cincuenta años fue fundado el monasterio de
la Santísima Trinidad de Las Condes, llegó hasta nuestra
ciudad la rica tradición monástica de la orden benedictina,
orientada por muchos siglos a la búsqueda de Dios en una
vida recogida, primordialmente consagrada a la oración, al
estudio y al trabajo, en un ambiente familiar de comunidad,
abierta a la hospitalidad para quienes acuden al monasterio
en busca de silencio y oración.
San Benito quiso “…instituir una escuela del servicio del
Señor…”(2).
Una Escuela sirve primero a los que están incorporados a
ella, pero, cuando es auténtica, irradia una enseñanza que
llega lejos de sus confines materiales, y que les permite a
muchos hombres y mujeres enriquecerse en alguna medida
en el sentido que la inspira.
La oración litúrgica, así como el trabajo y la formación bíblica
y patrística de los monjes, se hallan asentados en una vida
estable en el monasterio, ordenada a consolidar la relación
fraterna entre los monjes. En esa forma se mantiene la
fidelidad al carisma del fundador.
La orden benedictina tiene ya casi quince siglos de vida. San
Benito, nacido en el año 480, se inspiró en el movimiento
monástico, originado principalmente en Egipto, y formado
por cristianos que no podían aceptar la contaminación
pagana de la Iglesia y que buscaban caminos de perfecta
fidelidad a Jesucristo. Al comienzo se trataba de verdaderos
solitarios eremitas, pero luego fueron apareciendo nuevas
formas de vida comunitaria, gobernadas según diversas
reglas, de acuerdo a la inspiración de sus respectivos
fundadores (1).
Cuando, por encargo del R.P. Abad de Las Condes, un amigo
me pidió estas líneas, pensé que ellas eran la ocasión para
decir algo sobre lo que significa un monasterio benedictino
para los laicos que reciben la gracia de llegar a conocerlo.
Eso es lo que ha ocurrido a través de los siglos con los
monasterios benedictinos, que le han dado una especial
presencia en el mundo a esa enseñanza del servicio del
Señor. Lo han hecho con la misma suavidad con que San
Benito quería caracterizar a la escuela que fundaba: “…en
cuya institución esperamos no establecer nada que sea
áspero ni duro…”, como una especie de recuerdo de Jesús
que llamaba a descansar en Él a los que estaban fatigados,
y les aseguraba alivio “…porque mi yugo es suave, y carga
ligera…”.
(Mt. 11, 30).
Un monasterio es un lugar de acogida. “Todos los huéspedes
que llegan sean recibidos como Cristo…”. El monasterio ve
en el huésped a Cristo, a quien está siempre esperando. Por
eso lo acoge, y con ese solo acto reconoce en el transeúnte
algo que tal vez este mismo ni siquiera recuerda, luego
de haber andado caminos sin destino. Por vagabundo y
extraviado que sea el que llega, la acogida descubre en él
la presencia de Cristo y le devuelve su verdadera, y a veces
olvidada, dignidad, que es la que corresponde a los hijos, a
(1) Los párrafos precedentes están tomados del folleto
“Monasterio Benedictino de Las Condes, Santiago, Chile,
publicado con motivo del 15º centenario del nacimiento de
San Benito.
(2) Salvo cuando se indica expresamente otra cosa, las citas
están tomadas de la Santa Regla, edición de la Abadía de
San Benito de Buenos Aires, 1978.
14
f. 2
los que tienen una casa paterna, donde los están esperando.
La acogida reconoce la dignidad de los hombres.
Quien llega al monasterio, llega a un sitio de silencio. No solo
a la ausencia de ruido, sino a una invitación a un silencio
interior. Porque el bullicio de las calles, su inquietud, no nos
son exteriores, sino que los llevamos adentro, y lo destructivo
que tiene el vivir abierto al exterior y a su estrépito material y
moral, es que él pasa a habitar en nuestra propia intimidad, y
nos acompaña dondequiera que estemos. El silencio exterior
del monasterio no es un simple descanso, ni una especie de
limpieza mental, sino una invitación a escuchar. Así empieza
la Regla de San Benito: “Escucha, hijo, los preceptos del
Maestro, e inclina el oído de tu corazón…”. El monasterio
repone el silencio del desierto o de la montaña, y envuelve
en él, para que el hombre llegue a escuchar.
El lugar del monasterio está ligado a una comunidad, en
el cual se hace voto de estabilidad. La Regla habla de “…el
recinto del monasterio y la estabilidad en la comunidad…”.
Milton delineó una turbulenta aspiración del hombre, al hacer
decir de Satanás: “¿Qué importa dónde, si yo soy siempre el
mismo?”. Pero el ojo del espíritu descubre que no todos los
lugares son iguales para todos los hombres. Cada cual tiene
el suyo, que es como su propio taller, su propio campo, al
cual fue llamado por su nombre. El monasterio recuerda esa
15
condición humana, y la destaca. Hay un lugar propio, físico
o moral, que le corresponde a cada uno, y cuya expresión
ejemplar es “el recinto del monasterio y la estabilidad en
la comunidad”, que son como “…el taller donde debemos
trabajar diligentemente todas estas cosas…”, o sea, “…los
instrumentos de las buenas obras”, que empiezan por “…
amar al Señor Dios de todo corazón, con toda el alma y con
todas las fuerzas, y después al prójimo como a sí mismo…”.
Hay muchas formas de tiempo. Hay un simple transcurrir,
hay un aguardar ansiosamente, hay un tiempo que se ahorra
hasta la avaricia, hay un “pequeño tiempo que se escurre”,
como decía Rilke. Pero, en último término, lo único que
podemos dar gratuitamente, porque nadie nos lo puede
devolver, es nuestro tiempo. Y el tiempo regalado adquiere un
valor, un peso propio, como lo tienen los cambios naturales,
la mañana, el mediodía o el crepúsculo. Así son los tiempos
marcados en la vida del monasterio, dados irrevocablemente
a Dios. Cada hora es como un espacio distinto y abierto,
como una ventana diferente hacia Su eternidad. Y el lento
ritmo de las horas monásticas invita al que viene de fuera a
recuperar el sentido del tiempo en su vida.
f. 3
Lugar y tiempo nos están dados, a los de afuera del
monasterio, tal como a los de adentro, para correr un
trabajoso camino, “…para que vuelvas por el trabajo de
la obediencia a Aquel de quien te habías alejado por la
desidia de la desobediencia…”. La Regla urge: “… ya es
hora de levantarnos del sueño…”; “…corred, mientras tenéis
la luz de la vida…”; “…sigamos su camino… corriendo con
actos buenos…”; “…para militar bajo la santa obediencia…”;
“debemos correr…”; “…córrese el camino de los
mandamientos de Dios…”. Se trabaja con “los instrumentos
de las buenas obras”; se erige en el alma la escala de
Jacob para subir las gradas trabajosas de la humildad, que
empiezan en el temor de Dios, y terminan cuando hasta
la misma actitud corporal está penetrada por Él “…el Señor
espera que respondamos diariamente con obras a sus
santos avisos…”, “…¿qué libro de los Santos Padres Católicos
16
f. 4
17
no nos llama para que en recta carrera lleguemos a nuestro
creador?...”; “…quienquiera pues, que te apresuras hacia la
patria celestial…”; “…corred mientras tenéis la luz de la vida…”.
Prisa, urgencia, carrera, trabajo, son la respuesta del que dijo:
“…Yo…”, a la pregunta: “… ¿Quién es el hombre que quiere la
vida y desea ver días buenos?...”.
Entre todas las cosas buenas, útiles ya atrayentes, “…pocas
cosas son necesarias, o más bien, una sola…” (Luc. 10, 41). El
monje, y tras él todos los hombres y mujeres, están llamados
a ser como el profeta, “…varón de deseos…” (Dan. 9, 23), lo
que significa desear esa cosa necesaria, sin tregua y sin
distracción. Al que vive así, se le podrá aplicar la palabra del
señor: “…Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán
a Dios…” (Mt. 5, 8).
Al llamar la Regla a correr con actos buenos y a militar bajo
las banderas de la santa obediencia está diciendo algo que
va contra la sensibilidad del siglo. Es la imitación de Cristo,
del que “…aprendió por sus padecimientos, la obediencia, y
por ser consumado, vino a ser para todos los que le obedecen
causa de salud eterna…”. (Heb. 5: 8, 9). Esto nos pone lejos del
espíritu que mira en la desobediencia una forma de libertad
y de realización personal.
Aquí en cambio la desobediencia es desidia. Para otros, la
obediencia parecerá renuncia a la propia responsabilidad.
Para la Regla, es “…el trabajo para volver a Aquel de quien
te habías alejado…”. La clave puede estar en el pasaje de la
Carta a los Hebreos. Hay una obediencia que aprender, que
consiste en entrar a la intención de Dios sobre el mundo, y
preferirla. No puede haber forma más exaltada de realización
personal que ésta, que es participar en la vida de Dios, pero
para alcanzarla es menester arrancarse a la tiranía de sí
mismo, para que Dios pueda actuar.
“Nada, pues, se anteponga a la obra de Dios”. La obra
de Dios es lo que Dios hace, lo que quiere hacer usando
instrumentos humanos. Es puro regalo. En el texto de la
Regla, esa obra es la alabanza y la acción de gracias que le
dirige a Dios la comunidad. La Eucaristía, el Oficio Divino, no
son cosa de hombres, por comprometidos que ellos sean.
Son lo que hace Dios por medio de los hombres, y es por
eso que traen una presencia especial de ÉL. “…Creemos
que Dios está presente en todas partes, y que los ojos del
Señor vigilan en todo lugar a los buenos y los malos, pero lo
creemos principalmente, sin duda alguna, cuando asistimos
a la Obra de Dios…”. El ofrecimiento de Cristo el Padre Eterno,
por medio del Espíritu Santo, esa es la presencia de Dios con
nosotros, es el sentido de la Creación entera, y es la realidad
de la Liturgia. En testimonio de esta realidad, antes que
cósmica, divina, el rito se cubre de esplendor. Así anuncia
que el centro de la vida del cristiano es la misa, que toda vida
cristiana auténtica halla su sentido en la misa. Dice entonces
la Regla, “…consideremos, pues, cómo conviene estar en la
presencia de la Divinidad y de sus ángeles…”. Esa presencia
de Dios es lo que en la Escritura se llama Su gloria.
La primera vez que asistí a misa en el monasterio de Las
Condes fue para la Epifanía, y escuché una homilía sobre
la gloria de Dios. Fue la proclamación de esa realidad,
no la magnificencia del rito, ni la belleza de la música, ni
ninguna forma de contacto personal, lo que me atrajo a esa
comunidad.
Escuchar, permanecer, trabajar, obedecer, alabar, son
actitudes a la que insta la existencia misma del monasterio.
18
Difíciles sin duda adentro, difíciles también afuera de él.
Frente a ellas se prueba una y otra vez nuestra fragilidad.
Tal vez por eso mismo, es que San Benito, que conocía a
los hombres, dejó como el último de los “…instrumentos de
buenas obras…”, “…no desesperar nunca de la misericordia
de Dios…”.
f. 5
19
Monasterio Benedictino
de la Santísima Trinidad de Las Condes
Gabriel Guarda, O.S.B.+
Abad del Monasterio Benedictino de la Santísima Trinidad de Las Condes. (1987-1999)
GÉNESIS
No obstante la venerable antigüedad de los benedictinos,
siglo VI, y consecuentemente, la abundancia de monasterios
que pueblan el Viejo Mundo testimoniando públicamente
su existencia, América española, por expresa disposición de
sus reyes, se vio privada de tal testimonio. Se estimó desde
principios del siglo XVI que la introducción de órdenes
contemplativas masculinas restaría vocaciones a los
mendicantes, en perjuicio de la urgente tarea de evangelizar
a los naturales. De tal modo se prescindió de un activante
elemento espiritual en la construcción de la cristiandad
del Nuevo Mundo, no superado hasta fines del siglo XIX.
Es de notar que en los dominios americanos de la corona
portuguesa no se observó análogo criterio, fundándose
varias casas en el mismo siglo XVI.
El primer monasterio benedictino del Cono Sur en América
española será el de Niño Dios, en la provincia argentina
de Entre Ríos en 1899, correspondiendo la iniciativa a la
abadía francesa de Belloc, de la Congregación Benedictina
Sublacense. La primera fundación hecha en Chile fue el
priorato de Nuestra Señora de las Nieves, en el camino a
Puente Alto, ocurrió en marzo de 1920 como iniciativa de
la abadía gallega de Samos, de la misma Congregación
Sublacense.
Los orígenes del monasterio de la Santísima Trinidad de Las
Condes se remontan más o menos a 1916, cuando don Juan
Subercaseaux, futuro Arzobispo de La Serena, estudiaba en
el colegio Pío Latinoamericano de Roma. Allí había tenido
la oportunidad de conocer a los benedictinos de Solesmes,
concibiendo la idea de que pudiesen efectuar una fundación
en Chile.
De septiembre del citado 1916 data una carta en la que confía
a una de sus hermanas tales proyectos. Concertábanse en
tal iniciativa, explicaba, don Manuel y don Jorge Larraín,
futuros Obispos de Talca y Chillán, monseñor Luis Enrique
Izquierdo, que lo era de Concepción, y nada menos que el
cardenal Billot.
El padre Mauro Matthei ha relatado con detalle los orígenes
de la abadía de Las Condes y dentro de ellos el resultado
de estas primeras iniciativas de don Juan Subercaseaux:
“ante todo –dice– le faltaba a él y a sus amigos la voluntad de
entrega personal: se deseaba tener benedictinos en Chile,
pero ninguno de ellos pensaba ser benedictino”. Sería Pedro
Subercaseaux, hermano de Juan, quien, por providencial
designio y bajo otras circunstancias, llevaría a cabo la idea.
DOM PEDRO SUBERCASEAUX
Era hijo de don Ramón Subercaseaux Vicuña, que había sido
Ministro de Relaciones Exteriores y Embajador en Berlín,
Roma y el Vaticano, notable pintor y escritor, y de doña
Amalia Errázuriz Urmeneta, dama de excepcionales virtudes.
El padre Pedro nació en Roma el 10 de enero de 1880. Recibió
esmerada educación en un marco de vida profundamente
cristiano, tanto en el seno de su ejemplar familia como en los
mejores colegios de las misiones diplomáticas de su padre
le permitieron frecuentar. Por sobre todo, su extraordinaria
disposición para el dibujo y la pintura movió a su padre, pintor
20
al fin, a proporcionarle todas las facilidades posibles para
desarrollar este don natural, en contacto con los profesores
e instituciones más capacitadas que Europa podía ofrecer a
este fin.
El pintor de las glorias de Chile, como se le ha llamado, destacó
ya en París, en los tiempos de estudio en la Academia de
Julian, en los bocetos relativos a composiciones “de género” ,
uno de los cuales, el abrazo de Maipú, esbozado en esa época,
habría de servirle de base para el gran cuadro presentado
al concurso internacional en Buenos Aires, con motivo del
Centenario de la independencia Argentina. Puede decirse
que no hubo suceso de nuestra historia que escapara a su
imaginación de artista, siendo traducido a evocadoras telas
marcadas por su inconfundible sello, considerándosele con
justicia uno de los más importantes valores de la plástica
contemporánea.
En 1906 contrajo matrimonio con Elvira Lyon Otaegui, dama
de extraordinaria finura espiritual y profundamente cristiana.
En un viaje a Europa en 1919 visitaron diversos monasterios
y, estando en misa en Quarr Abby, en la isla de Wight,
f. 6 / Fray Pedro Subercaseaux en su taller de pintor.
21
Inglaterra, donde estaba trasladada por razones políticas la
comunidad de Solesmes, les tocó la lectura del evangelio de
Mateo 19, 27: “todo aquel que haya dejado casas, hermanos,
padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el
ciento por uno y heredará la vida eterna”. De común acuerdo
sintieron ambos esposos el llamado divino, sobre el cual
habían conversado antes muchas veces y decidieron dar los
pasos para llevarlo a la práctica.
Al efecto, en una audiencia privada tenida con Benedicto
XV, confiaron al Santo Padre su decisión, recibiendo
paternalmente su apoyo, los indultos necesarios y sus
bendiciones. Doña Elvira ingresó al noviciado de las Damas
Catequistas de Loyola, España, el 15 de agosto de 1920,
haciéndolo su esposo a continuación al monasterio de Quarr.
La decisión fue comunicada por carta a sus padres, que
sufrieron por esta determinación tan extraordinaria como
imprevista. Don Ramón, incluso, interpuso su poderosa
influencia en las esferas vaticanas para ver de lograr disuadir
a su hijo de un experimento peligroso, poniéndose para
ello en contacto con monseñor Tedeschini, sustituto de
la Secretaría de Estado. En su respuesta éste diría a don
Ramón: “El Santo Padre es de opinión de que la decisión
de Dom Pedro no fue ni precipitada, ni producto de influjos
externos. Su edad y su carácter lo capacitan para obrar con
pleno conocimiento. Su entrada al monasterio se debe a la
eximia devoción que siempre a ornado su alma y de la cual
solo son ‘culpables’ sus padres tan amados. Su hijo Pedro,
que era feliz en el mundo y en la libertad y que sin embargo
prefirió la pobreza de Jesucristo para seguir el camino de
perfección, se convertirá en un luminoso ejemplo para todos
y dará nuevo lustre a la nobleza de su familia”.
En su nuevo género de vida, Dom Pedro no pensaba en
fundaciones benedictinas en Chile; su formación transcurrió
en plena paz y separación del mundo, siempre trabajando
en sus pinturas, según el deseo de sus superiores. En cierta
ocasión el Abad Dom Delatte le pidió que ilustrara una vida
de San Benito, agregando, “pero no se apresure. Hágalo con
mucha paz, porque el trabajo de un benedictino debe brotar
de la paz y conducir a ella”. El Monasterio de Las Condes
conserva las acuarelas originales de esta vida.
UN LARGO PROCESO FUNDACIONAL
Con ocasión de la muerte de doña Amalia, acaecida al
llegar a Barcelona en marzo de 1930, Dom Pedro fue
autorizado para acompañar a su padre a Chile, oportunidad
en el que se le hizo manifiesto el vivo deseo de numerosas
personas e instituciones de Iglesia respecto a la fundación
de un monasterio benedictino. Entre otros monseñor
Carlos Casanueva, rector de la Universidad Católica, hacía
proposiciones formales, si bien un tanto fantásticas,
ofreciendo terrenos en el cerro San Cristóbal. Dom Juan
Subercaseaux, a la sazón rector del seminario, era otro de
los interesados, lo que no es de extrañar, si se tiene presente
sus primeras iniciativas durante su época de estudiante de
Roma.
Por entonces, un seminarista de Santiago, Eduardo Lagos
Arraño, que manifestara a su rector su vocación a la vida
monástica, fue enviado a Quarr, profesando allí en febrero
de 1932. Futuro monje de Las Condes, el padre Eduardo sería
su primer Abad en 1980.
Durante estos años, Dom Pedro, ya entusiasmado con la
idea, interesaba a sus superiores en Quarr, con encomiable
22
f. 7 / Virgen de Las
Condes, cuadro de Fray
Pedro Subercaseaux.
f. 8 / Fray Pedro
Subercaseaux,
sus alegorías históricas.
23
diligencia, mientras un caracterizado grupo de seglares
y eclesiásticos se movía en Chile para lograr la deseada
fundación. Don Juan los capitaneaba.
Sucede entonces un largo y farragoso período de gestación
y concreción del plan fundacional, que tropezaba con la
prudente resistencia por parte del Abad de Solesmes, Dom
Cozien. Una fundación tan lejana no dejaba de plantear
graves interrogantes y este género de obras debían ser
probadas. Su verificación sería el triunfo de la paciencia ante
voluntades aparentemente inconmovibles.
Es digno de resaltar, durante todo este tiempo, el esfuerzo
no solo de Dom Juan, sino de toda la familia de Dom Pedro,
que, oportuna e inoportunamente, movió todos los resortes
al alcance de su mano para lograr el deseado objetivo. Entre
los muchos capítulos de aquel auténtico drama, resalta la
intervención de don León Subercaseaux, el hermano menor.
Agregado a la Embajada cerca de la Santa Sede, que en
1935 traba contacto con el Cardenal Secretario de Estado,
Monseñor Pacelli, a fin de que presionara algo al Abad de
Solesmes y decidiera la fundación.
planteamiento, con pequeñas modificaciones, se verificaría
de hecho en la práctica.
Hubo aun más. En 1936, con ocasión de una visita del obispo
castrense, monseñor Rafael Edwards, a Roma, después de
tratar el tema con el Abad primado y el célebre cardenal
Schuster, Arzobispo benedictino de Milán, visitaba al Abad
de Solesmes, a nombre de los obispos de Chile. Al informar
a don Juan Subercaseaux del resultado de la entrevista
expresaba:
“Le he manifestado con cierta tenacidad que todos los
obispos de Chile deseamos vehementes esta fundación y que
pensamos que ella es un complemento del establecimiento
de la Iglesia en Chile. Le he agregado que deseamos que
sea Solesmes quien funde; por el gran poder de irradiación
que tiene en Francia y éste su admirable monasterio y
que no nos mueve el desear esta fundación el simple
deseo de tener más operarios del Evangelio en Chile (que
harto lo necesitamos), si no el deseo de introducir la vida
contemplativa y benedictina entre los hombres para rendir
culto más perfecto a Dios, para atraernos mayores gracias y
para señalar este ideal a nuestros fieles”.
En el intercambio de correspondencia habida en esta
ocasión se manifestó claramente el interés de la Santa
Sede en esta iniciativa, a la vez que las ideas personales
del futuro Pío XII. Así se lo expresó en abril de 1936 al Abad
Primado de los benedictinos padre Fidelis von Stotzingen
y posteriormente a la esposa de don León. En la mente
del cardenal Pacelli, la congregación de Solesmes debería
emprender la fundación “hasta que llegado el momento
pudiese formarse una congregación sudamericana”. Si la
abadía francesa se negaba a esta iniciativa, “se recurriese a
la archiabadía alemana de Beuron”. Cabe adelantar que este
Este planteamiento que definía con gran exactitud el
objetivo y orientación de la futura casa, sería acogido con
benevolencia por Dom Cozien, quien manifestó a monseñor
Edwards que en último término el Capítulo General de su
Congregación resolvería la petición. Este se reunió en julio de
1937 y, entre otras importantes materias, aprobó la elevación
a abadía del priorato de Quarr y la fundación del monasterio
chileno, encargándole a la citada comunidad su verificación.
Entretanto el mismo año se había constituido aquí una
“Sociedad Mobiliaria de Las Condes”, encargada de recaudar
24
los fondos para la futura casa y administrarlos. Su presidente
sería el distinguido historiador don Carlos Peña Otaegui,
amigo de Dom Pedro desde su juventud y primo hermano
de doña Elvira; integraban el directorio don Horacio
Valdés, cuñado del mismo padre, el presbítero Elías García
Huidobro, don Juan Lyon. Un considerable aporte de la
insigne benefactora doña Loreto Cousiño de Lyon permitiría
la adquisición de la chacra Lo Herrera y la construcción del
edificio.
Cupo al primer Abad de Quarr, Dom Gabriel Tissot, como se
dijo, abordar la obra, para cuyo efecto se trasladó a Santiago
con Dom Pedro Subercaseaux en febrero de 1938. Aquí
desplegó extraordinaria actividad, estableciendo contacto
con las instancias pertinentes y elaborando un plan entre
cuyos puntos destacaban los criterios para la admisión de
los primeros postulantes, posibles trabajos comunitarios,
incluidos los artísticos. “El señor Arzobispo –expresaba– ha
manifestado que tiene mucho interés en dejar que la obra
se funde y desarrolle en toda libertad, según sus propias
tradiciones y sin injerencia de parte suya que pudiese
desviar a la comunidad de su ideal monástico. Todos están
de acuerdo en reconocer las ventajas que aportaría un
monasterio cuyo ideal sería, en el fondo, Solesmes”.
El padre Subercaseaux quedaría en Santiago y Dom Tissot,
de regreso a Quarr, preparaba el envío de los fundadores.
En la correspondencia con la Santa Sede, entablaba con el
objetivo de obtener las licencias canónicas para el nuevo
establecimiento, el cardenal Pacelli le manifestaba en julio,
en una detallada carta y refiriéndose al Santo Padre: “Debe
Él sin embargo expresar un deseo: y es que sean tomadas las
precauciones y las medidas necesarias a fin de que puedan
ser guardadas la regularidad y el fervor de la vida monástica.
d. 1 / San Benito en el cono sur.
Poblaciones.
Monjes benedictinos.
Monjes citercienses.
Monjas benedictinas.
Monjas citercienses.
Hermanas.
25
f. 9 / Monjes procedentes del Monasterio Solesmes, Francia.
Su intención es, pues, que desde el momento en que la
construcción del nuevo monasterio lo permita, los religiosos
que deban ocuparlo sean enviados en número suficiente
como para que la Regla monástica pueda ser observada
plenamente”. Oportunamente se verá la profunda exactitud
que tendrían estas sabias prevenciones.
doble cargo de maestro de canto y organista; retornaría a
Quarr en julio de 1948, para desempeñar esos oficios con su
natural maestría, en septiembre de aquel año, en que debió
hacerse cargo, hasta 1950, del Pontificio Instituto de Música
Sagrada de Roma. El hermano Rafael van Hecke sería el
encargado de los trabajos agrícolas.
El viernes 28 de octubre de 1938 llegarían a Santiago los
fundadores. De Prior venía Dom Henri Berard, nacido en
agosto de 1880, habiendo profesado el 29 de mayo de 1904.
Ordenado sacerdote el 24 de junio de 1909, desempeñaría,
antes de venir a Chile, el importante cargo de Prior de
Solesmes. El ecónomo celerario sería Dom Marcel Blazy. A él
se le deben las primeras páginas de la crónica del monasterio
desde el momento de su instalación y, desgraciadamente,
como consecuencia de la guerra, sería pronto llamado a
Francia. Allí sería elegido Abad de Sante-Anne de Kergonan
el 27 de mayo de 1963. Dom Jean Desrocquettes vino con el
El padre Pedro Subercaseaux, que se uniría al grupo aquí, los
esperaba junto al Ministro de Francia y numerosos amigos
de la fundación, cuyo primer domicilio sería la chacra Lo
Fontecilla, de don Carlos Peña. De inmediato comenzaría la
recitación del Oficio Divino y la vida regular.
EN LA CONGREGACIÓN SOLESMENSE
El 4 de diciembre se verificaría la solemne bendición
de la primera piedra del futuro monasterio, proyectado
noblemente en albañilería reforzada, con ladrillo aparente,
26
f. 10 / Casas de Lo Fontecilla, primer domicilio de Benedictinos
de Solesmes en Chile.
por el arquitecto Juan Lyon. Hoy constituye el pabellón
más antiguo del Hospital de la Fuerza Aérea. Sin embargo
la construcción se dilataría por un par de años, de modo
que la generosa hospitalidad brindada por don Carlos
Peña debió ampliarse más a lo previsto. La hermosa casa
de Lo Fontecilla, construidas a partir de 1647, se prestaron
admirablemente para acoger a la pequeña comunidad,
privando automáticamente a su dueño de uso, que debió
limitarse a un pequeño departamento independiente sobre
la sacristía de la antigua capilla.
En ésta celebrábase con puntual devoción y dignidad la
diaria misa conventual y el oficio, quedando como recuerdo
un crucifijo diseñado y pintado por el padre Pedro, al igual
que una placa con el lema PAX sobre el portón de ingreso a
las casas.
f. 11 / Abadía de San Pedro Solesmes, Francia.
Aunque no faltaron los candidatos, la precariedad de
aquella pequeñísima comunidad, pronto reducida por el
regreso de Dom Blazy, sería un factor que conspiró contra
la perseverancia de las primeras vocaciones. El padre
Mauro Matthei, cuya historia del monasterio hemos venido
parafraseando, atribuye a esta causa las dificultades iniciales;
acotando las palabras del cardenal Pacelli, antes citadas,
expresa: “Habría de tener consecuencias desfavorables
para el Monasterio… el que estas sabias disposiciones de la
máxima autoridad de la Iglesia no hubiesen sido tomadas
suficientemente en cuenta… el pequeño grupo de cuatro
monjes… no pudo proyectar una imagen de la vida monástica
suficientemente convincente como para atraer y sobre
todo retener a postulantes”. El casi inmediato estallido de la
guerra mundial impediría el reaprovisionamiento material
y espiritual por parte de la abadía fundadora, en tanto que
el desconocimiento local de la vida monástica tornaba
lentísimo el eventual flujo de buenos candidatos.
27
f. 12 / Monjes procedentes del Monasterio de Beuron, Alemania.
A pesar de que a partir de 1943 se contó con el padre
Eduardo Lagos, la vida comunitaria se vio muy limitada en su
capacidad de desarrollo, de modo que cuando cuatro años
después se verifica la visita canónica de la casa, se acuerda
su supresión.
Quedaba a los padres Subercaseaux y Lagos la tarea de
obtener, como último esfuerzo antes de reintegrarse a Quarr,
el patrocinio de alguna de las congregaciones benedictinas
para asumir la fundación. Se contó en este trance, con la
colaboración de diversas amistades, entre ellas don Pedro
Errázuriz y don Gustavo Lagos, quienes, en el entendido
de que el padre Abad de Solesmes se había inhibido de tal
búsqueda, prohibiendo a la vez a los padres chilenos realizar
gestiones por su propia cuenta, debieron establecer los
contactos pertinentes. El segundo de los citados, tratando
de interesar al Abad Dom Martín Muchler, traba contacto
en Río de Janeiro con el padre Pablo Gordan, monje de
Beuron, quien sí tomó particular interés en el sostenimiento
de la fundación chilena, logrando luego que su archiabadía
asumiera tal tarea.
28
El padre Eduardo recuerda que en determinado momento
se tuvo el “sí” de dos importantes abadías europeas
dispuestas a heredar a Solesmes en el sostenimiento de Las
Condes; en la duda decidieron, con el padre Pedro, consultar
la opinión del Nuncio Apostólico, quien, después de oírlos
atentamente, les respondió con la más absoluta seguridad:
“ni pensarlo, los alemanes…”.
EN LA CONGREGACIÓN DE BEURON
Los cuatro primero monjes beuronenses arribaron a Santiago
el 4 de diciembre de 1948, iniciándose el 8, fiesta de la
Inmaculada Concepción, la instalación oficial. En este primer
grupo habían llegado el padre Prior Odón Haggenmuller,
posteriormente Prior de Beuron y actualmente de Lliu Lliu,
en la diócesis de Valparaíso; el padre Silvestre Stenger y los
hermanos Antonio Maunz y Leonardo Koch. A continuación
se agregarían el padre Bruno Seeger, el padre Pablo Gordan,
el padre Desiderio Schmitz y el hermano Baltazar Kurfess.
f. 13 / Primer convento construido para los Benedictinos en Chile, actual hospital FACH.
Aún se agregarían los padres Bonifacio Sultrup y Angel
Graf y los hermanos Teodoro Omonsky y Enrique Hugler, en
total doce monjes, apreciable dotación que permitiría una
implantación completa de la vida regular. Al igual que en
el caso de los fundadores solesmenses, la archiabadía de
Beuron había cedido miembros óptimamente capacitados
para cubrir las diversas responsabilidades de la comunidad.
Debe agregarse a los citados el padre Adalberto Metzinger,
quien sucedería en 1959 al padre Odón como Prior, hasta
1970, regresando a Beuron en 1972.
Pronto afluirían las primeras vocaciones chilenas y, en el
plan jurídico, la casa sería elevada a Priorato conventual el
6 de julio de 1956. El hermoso edificio, parte de un proyecto
f. 14 / Abadía San Martín, Beuron, Alemania.
29
más amplio, sería vendido en 1953 a la Fuerza Aérea, que,
como se indicó, lo habilitó como hospital. La comunidad
había adquirido sus actuales terrenos y, en plena etapa
de construcción, hubo de desalojar la casa anterior para
permitir su adaptación al nuevo destino. Desde agosto de
1955 y durante todo el año siguiente debió de gozar de la
hospitalidad de la Congregación del Holy Cross, a los pies
del cerro Calán.
EN LA CONGREGACIÓN DE LA SANTA CRUZ
Después de una larga etapa de gestación y cumplidos los
períodos previos establecidos por el derecho, la Santa Sede
creaba, el 27 de diciembre de 1976, la nueva Congregación
Benedictina de la Santa Cruz. Integraba los monasterios del
Cono Sur del continente, Argentina, Chile y Uruguay y más
tarde Paraguay.
Cupo al padre Prior Odon la responsabilidad de emprender
la construcción del nuevo monasterio; a su sucesor, el padre
Adalberto, la de la iglesia y hospedería; al cuarto superior,
padre Eduardo, la de la portería, refectorio, servicios y
biblioteca, con lo que se completaron las construcciones.
Durante este período el padre Metzinger obtuvo las
licencias necesarias para elevar los estudios del monasterio
a teologado, aprovechando la existencia, dentro de la
comunidad, de varios monjes con los títulos y conocimientos
adecuados para poder impartir clases dentro del nivel
exigido, completando la dotación del currículum académico
con el recurso a profesores invitados, que fácilmente podían
acudir desde Santiago.
Este teologado se puso a disposición de los monasterios
hermanos más próximos, que así aprovecharían la posibilidad
de dar a sus jóvenes la adecuada formación dentro del marco
propio de la vida regular. Entre los estudiantes se contó con
grupos de los monasterios de Puente Alto, Viña del Mar, y de
Los Toldos y El Sambión en Argentina.
Con la consolidación del monasterio, bajo el impulso de la
Congregación de Beuron, la divina providencia cumpliría el
deseo –¿vaticinio?– del cardenal Pacelli, que ya en 1936 había
sugerido del patrocinio.
La comunidad que desde el priorato del padre Metzinger
se había esforzado en afianzar los lazos fraternos entre los
monasterios de los citados países y que había creado su
teologado para reforzarlos y servir al bien común, participó
activamente en el proceso conducente a la obtención de
esta nueva instancia, cuya efectividad resultaba evidente,
y tuvo el honor de que se eligiera a su Prior, padre Lagos,
como su primer presidente.
Bajo este nuevo status jurídico el monasterio sería elevado
al rango de Abadía en 1980, siendo bendecido su primer
abad, el citado padre Lagos, por su Excelencia el cardenal
Eduardo Pironio, Prefecto de la Congregación de Religiosos,
el 22 de noviembre, en una solemne Eucaristía que contó
con la asistencia de todos los superiores de la congregación,
reunidos en capítulo general.
Víctima de una grave enfermedad, el padre Eduardo hubo
de dimitir en abril de 1982,siendo elegido en su reemplazo el
reverendo padre Pedro Pérez Errázuriz, en mayo. Después de
su dimisión, acaecida en noviembre de 1985, sería designado
Prior Administrador el autor de estas líneas, a su vez elegido
Abad el 19 de noviembre de 1987.
Inspirado en la tradición recibida de sus mayores. Subraya el
trabajo y el estudio en la medida de las capacidades de sus
miembros y las condiciones del lugar.
Su hospedería o casa de retiros espirituales, abierta
especialmente para sacerdotes, religiosos, seminaristas y
30
seglares, es particularmente frecuentada por jóvenes que
buscan compartir con la comunidad, por unos días, su
género de vida. Anima grupos de comentario y reflexión
bíblica para seglares y oblatos, proporciona dirección y
asistencia espiritual a quienes llegan hasta la casa, muchos
en busca del sacramento de la penitencia.
Realiza un servicio de asistencia a los pobres del vecindario
y de ayuda a otras instituciones de Iglesia en el plano
social. Dentro de esta esfera, durante el gobierno del
padre Adalberto se creó un escuela agrícola, dotada con
óptimos edificios, a la que sucedería una cooperativa para
la fabricación de muebles, proporcionando el monasterio los
locales, maquinaria, organización y diseño de los muebles.
En 1983 le cupo al monasterio la responsabilidad de adecuar
los edificios de la primera fundación de monjas benedictinas,
hecha por la Abadía de San Pelayo de Oviedo, España,
colaborando en la medida de sus posibilidades en su etapa
de implantación.
En su cincuentenario la comunidad cuenta con 17 miembros.
f. 15 / 1954 Hno. Duvauchelle, P. Bonifacio, P. Lagos, Hno. Baltazar, P. Odón, Hno. Antonio, Abad visitante Martín Michler, P. Desiderio, P. Pedro, P. Gregorio,
P. Bruno, P. Silvestre, Hno. Martín, Hno. León, P. Mauro, Hno. Sebastián, Hno. Luis.
31
f. 16 / Permiso municipal de edificación del primer edificio del actual
convento.
f. 17 / Ceremonia de colocación
de la primera piedra de la iglesia presidida por
Raúl Silva Henríquez, S.D.B., Arzobispo de Santiago. 01/11/61
32
33
5 ANTECEDENTES DE LA CONSTRUCCIÓN DEL MONASTERIO
f. 18 / Foto aérea al momento del inicio de las obras (IGM, 1954).
34
“El edificio que había construido la comunidad benedictina
en el camino de Las Condes, recordado por el padre Gabriel
Guarda en el capítulo anterior, y que formaba parte de un
proyecto más ambicioso, fue vendido a la Fuerza Aérea el
año 1953”. Entretanto, la Orden había adquirido sus actuales
terrenos al oriente del loteo denominado Los Dominicos,
siendo asesorada por el padre Gabriel Guarda, entonces
estudiante de arquitectura, y por Raúl Labarca, ambos en su
calidad de amigos del padre Pablo Gordan O.S.B., a quien le
ofrecían en donación el cerro contiguo de Los Piques.
“Según contó en una ocasión el padre Gabriel Guarda a
uno de los autores del presente libro, cuando realizaron la
visita de inspección para evaluar la conveniencia del terreno,
entraron por el Cerro Los Piques caminando a media ladera
de poniente a oriente. Ya a mitad de camino, con el asomo de
la cordillera y la vista al Valle de La Dehesa, sus expresiones
de satisfacción eran ‘gritos de júbilo’. El lugar les parecía
perfecto”.
Ese mismo año se decide realizar un concurso privado de
arquitectura para elegir el proyecto de un nuevo monasterio.
No se ha podido establecer a ciencia cierta el número ni
los nombre exactos del total de los participantes, a pesar
de haberse realizado una gran cantidad de consultas e
investigado en distinto archivos. Ninguno de los arquitectos
que fehacientemente se sabe que participaron, ni tampoco
la Orden, guardan antecedentes sobre este concurso, ya sea
planos, maquetas, fotos, bases técnicas o administrativas,
etc., excepto unos poquísimos documentos que se exponen
más adelante.
En todo caso, puede afirmarse que las bases habrían sido
elaboradas por el arquitecto Juan Lyon, proyectista del
anterior monasterio y cuñado de Fray Pedro Subercaseaux,
uno de los principales responsables de la presencia de la
Orden en Chile. Entre los arquitectos invitados a participar
estaban León Prieto Casanova, que al parecer concursó
solo; Hernán Riesco junto a Jorge Larraín; Juan Echeñique
con Ignacio Tagle; Jaime Bellalta y equipo, incluyendo a su
d. 2 / Direcciones Espaciales
del proyecto inicial,
original de Jaime Bellalta.
35
mujer Esmée Cromie como paisajista; Sergio Larraín G.M. y
Asociados, entre los cuales figuraban Emilio Duhart y Oscar
Praguer; un grupo peruano a cargo de un arquitecto de
nacionalidad alemana o austríaca y apellidado Linden; todos
ellos entre probablemente otro equipos cuya identidad
resulta imposible de identificar hoy día, como por ejemplo
un proyecto que habría concursado desde Londres.
f. 19
f. 20
El concurso de anteproyectos se juró el mismo año 53,
siendo presidente del jurado el arquitecto Carlos Bresciani,
eligiéndose la propuesta que había dirigido Jaime Bellalta
del Instituto de Arquitectura de la Universidad Católica
de Valparaíso. Dado que este proyecto se comenta más
adelante en forma detallada, no nos detendremos por
ahora en él, haciendo, en la medida que se cuenta con
alguna información, breves referencias sobre las diversas
proposiciones y algunos de los comentarios que despertaron.
f. 19 / 20 / 21 / Vistas de la maqueta de estudio del proyecto de Bellalta.
36
d. 3 / Croquis a vuelo de pájaro del proyecto original, de Jaime Bellalta.
37
f. 22 / Interior de la capilla provisoria.
El proyecto del arquitecto Linden no contemplaba un
claustro tradicional, si no que era un monasterio “a la
griega”, según el decir de otro de los concursantes. Uno
de los proyectistas califica hoy día su proposición como
“neovernacular”, imitando, al parecer, la fisonomía de
las casas rurales cercanas y también sus materiales de
construcción, mientras que la disposición de los volúmenes
se basaba en dos curvas concéntricas formando tres lados
hacia el valle, las que se cerraban por un cuarto costado con
una columnata de unos 80 metros de largo, proposición que,
a juicio de un tercero, tenía un marcado carácter “medieval”.
Entre los mismo concursantes los juicios sobre los proyectos
resultaron muy controvertidos; a algunos no solo les bastó
con considerarlos malos, aun los calificaron de detestables y
hasta de “caja de zapatos”.
Al parecer las opiniones estuvieron muy divididas, no solo
entre los concursantes, sino que también al interior de la
Orden, donde muchos monjes tomaron un decidido partido
por una u otra de las soluciones, quedando algunos de ellos
38
profundamente desilusionados por el proyecto finalmente
elegido y creándose problemas que perduraron por muchos
años. No obstante lo anterior, el Prior de la época le dio un
fuerte impulso al proyecto ganador, el que contaba, por lo
demás, con ardientes partidarios internos, iniciándose su
construcción el año 1954. No puede dejar de comentarse,
a propósito de lo señalado más arriba, el impacto que una
obra de arquitectura puede provocar entre sus futuros
usuarios, más allá de las discrepancias que pudieran existir
sobre su funcionamiento y su costo; la discusión se centraba
en aspectos arquitectónicos sustantivos del edificio, como
su forma y su espacio, y en la que no debe haber estado
ausente la milenaria tradición benedictina de construcción
de monasterios.
La obra se concluyó en 1956, año en que los monjes se
trasladaron desde los recintos que les había facilitado la
Congregación de la Holy Cross a sus nuevas instalaciones,
que inicialmente solo consistía en el primer edificio del plan
general , vale decir, el cuerpo de celdas (Block A), además de
una capilla, cocina y refectorio provisorios. Por esa época, el
Hno. Martín Correa desarrolló el cementerio del monasterio,
por encargo del propio Bellalta.
A pesar de la escasa información disponible sobre el conjunto
ganador, pueden deducirse varios hechos arquitectónicos
de singular importancia para el monasterio y su desarrollo
posterior. En primer lugar, el emplazamiento a media ladera
del cerro y en un punto preciso que orienta la disposición de
los edificios de acuerdo a referentes geográficos próximos y
lejanos. En segundo lugar, la adopción de un lenguaje formal
que marcó una impronta muy fuerte a toda la obra, distintiva
del convento de la Santísima Trinidad de Las Condes.
f. 23 / Exterior nevado.
Aún cuando los autores del plan solo pudieron construir
una pequeña parte del total propuesto, varios de sus
planteamientos se mantienen perfectamente vigentes
hasta el día de hoy, mientras que otros han sufrido serias
modificaciones. Junto con el Block A se había proyectado
una pequeña capilla, casi privada, y que además de a algunos
locutorios constituían la zona de acceso al monasterio en el
lugar que hoy en día está emplazada la hospedería. Este
cuerpo, denominado Block B, tuvo un desarrollo proyectual
bastante avanzado y su ubicación justifica la actual rampa
que lleva a la casa de huéspedes. La iglesia definitiva solo
estaba insinuada como un paralelepípedo, pero en el mismo
lugar que se ha levantado la existente.
Quizás la modificación más importante que se le hizo al plan
de Bellalta fue el cambio en el camino de acceso, el cual
llegaba hasta el monasterio primitivamente por el oriente
39
f.
f. 24
40
f. 25
f. 25 / 26 / 27 / 28/ 29
Cuerpo de celdas y edificio provisorio recién construidos.
f. 26
f. 27
f. 28
f. 29
41
42
f. 30 / Cuerpo de celdas
(recién construido),
cementerio
y cuerpo de capilla
y refectorio provisional.
f. 32
f. 31
f. 34
f. 33
f. 35
43
f. 31 / 32 / 33 / 34 / 35 / 36
Cuerpo de celdas recién construido.
f. 36
f. 37
f. 38
f. 37 / 38 / 39 Interior y exterior cuerpo de celdas.
44
f. 40
f. 41
f. 40 / 41 / 42 Escalera cuerpo de celdas.
45
d. 4 / Propuesta
de Alberto Cruz C.
y equipo, Universidad
Católica de Valparaíso.
del cerro Los Piques y cuya justificación del trazado puede
verse más adelante. Aunque todavía existe, su uso está
restringido a la Orden habiéndosele criticado su sentido
inicial al considerar que restaba intimidad al claustro y
dividía al monasterio de las actividades agrícolas situadas al
otro extremo de la propiedad benedictina.
En el año 1960, estando Jaime Bellalta radicado en Inglaterra
y sin su participación, un nuevo equipo del Instituto de
Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso,
integrado por Alberto Cruz, Arturo Baeza y José Vial, propuso
una reformulación del plan inicial, de acuerdo a lo solicitado
por la Orden. Este plan alternativo contenía, por primera
vez, un acceso al Monasterio por el poniente del cerro Los
Piques, emplazando el conjunto de los nuevos edificios más
próximos a la cima del cerro y a partir de la actual portería.
Si bien se conservaba el claustro propuesto por Bellalta, los
nuevos patios desplazados al surponiente se conectaban
mediante un eje en diagonal con respecto a la ortogonalidad
inicial. En general, se aumentaba significativamente el
volumen edificado y se incorporaba un trama de vías que
relacionaba varios puntos significativos del predio de los
monjes con los edificios.
La Orden no se sintió interpretada por el nuevo plan,
considerándolo desproporcionado, tanto a sus necesidades
como a sus posibilidades, “una verdadera ciudad”, lo que
coincidía con la urgencia de contar con una iglesia definitiva
que reemplazara la pequeña capilla provisoria.Desautorizada
la propuesta de Valparaíso y contando el monasterio con dos
monjes arquitectos, aunque muy jóvenes y sin experiencia
de obras anteriores, el capítulo benedictino decidió, luego
de un largo debate, encargarles la capilla del monasterio y el
desarrollo del proyecto completo del conjunto.
Aceptar el encargo no fue fácil para ambos; la opción que
habían adoptado por la vida monacal excluía otras tareas,
aun las de su profesión inicial. A ello se sumaba su vinculación
con Bellalta, abriéndose la posibilidad de que éste retomara
46
d. 5 / Isométrica, propuesta de Alberto Cruz C. y equipo,
Universidad Católica de Valparaíso.
47
48
f. 43 / Maqueta de estudio propuesta de Alberto Cruz C. y equipo, Universidad Católica de Valparaíso.
d. 6
d. 7
d. 6 / 7 / 8 / Estudios para iglesia definitiva de Alberto Cruz C. y equipo, Universidad Católica de Valparaíso.
49
PROPUESTA
DE ALBERTO CRUZ C. Y EQUIPO,
UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO.
d. 9 /
a) Creación de una clausura
general, cierros del terreno.
b) Creación de una clausura
conventual para los monjes
en la arquitectura.
c) Tres alternativas de acceso.
d. 10 /
En la zona agrícola se crea:
un centro I (tres alternativas
de ubicación 8); un sistema
de senderos, una doble
relación con la zona
arquitectónica II (e, f) y
cuatro clases de caminos: de
doble vía (6 m),
de una vía (3 m), para
peatones (2 m) huellas
agrícolas (2 o 3 m).
50
9 /
EN EL TERRENO
Acceso Monasterio
A
Estacionamiento
B
Acceso por San Francisco C
Circulación a puerta de servicio D
Circulación al trabajo campo E
Circulación al trabajo campo F
Circulación trabajo cerro G
Caminos existentes
H
Gallineros
J
Instalaciones existentes K
Arboledas
L
Pinos
M
ZONA ARQUITECTÓNICA
UNIDAD IGLESIA
Iglesia: Superior 1
Inferior 2
Sacristías 3
Acceso a iglesias
(lugares de formación)
UNIDAD CONJUNTO
Capítulo 5
Refertorio 6
Biblioteca 7
Sala de clases 8
Enfermería 9
Servicios 10
UNIDAD DE CELDAS
Celdas existentes 11
Nuevas 12
Sala de recreo 13
UNIDAD DE TALLERES
En actual block provisorio 14
UNIDAD PORTERÍA
Celdas 17
Servicios comunes 18
Claustro 19
Patio de servicio 20
Patio de huéspedes 21
Explanada acceso 22
Circulación vehículos 23
Cementerio 24
Explanada cumbre 25
Área zona arquitectura 26
d. 11 / Plano de conjunto propuesta
de Alberto Cruz C. y equipo,
Universidad Católica de Valparaíso.
51
d. 12
d. 12 / 13 / 14 / 15
Croquis de estudio de los arquitectos
de la Universidad Católica de Valparaíso.
d. 13
52
d. 14
d. 15
53
el proyecto original. Así, se comprometieron mutuamente a
no aceptar por ningún motivo el encargo.
Sin embargo, el Hno. Gabriel estaba muy afectado por las
insistentes presiones a las que estaban sometidos por la
Orden. Fue así que un día acudió a la capilla a rezar y a pedir
una “señal divina” sobre cómo proceder. Interpretaría como
tal el hecho el que nada más saliendo de sus profundas
cavilaciones le avisan que lo llaman por teléfono en la
portería. El llamado era para comunicarle que le habían
recién concedido el premio al mejor proyecto de título del
año, otorgado por el Colegio de Arquitectos, y con el cual
se había recibido justo antes de entrar a la vida monacal.
Era la señal que esperaba para aceptar el encargo. Decidió
entonces partir con unos dibujos, pero sin comunicárselo al
Hno. Martín, posiblemente por no saber cómo lo tomaría.
El Hno. Martín cuenta por su parte que al descubrir por
casualidad a Guarda en este trabajo inicial –el que no le
convenció del todo– se vio impelido a unírsele, rompiendo
así tácitamente el acuerdo.
Si bien ambos monjes arquitectos se complementaron muy
bien en el trabajo, el desarrollo de la iglesia no fue fácil. A
ciertas presiones externas que intentaron disuadirlos,
dado que la Orden se merecía “un proyecto de calidad”,
“incluyendo delegaciones de connotados arquitectos que
visitaban de tanto en tanto al Prior para intentar hacerlo
cambiar de opinión”, se sumó nuevamente un cierto sector
del propio monasterio que, al ver los primeros planos,
planteó duras críticas y su disconformidad con la solución y el
“estilo” propuesto. Sin embargo, una vez terminada la iglesia
e iniciado el culto sagrado, vino un gran reconocimiento,
tanto nacional como internacional, destacando el valor de la
obra y el aporte que representaba dentro de la arquitectura
latinoamericana.
d. 16
Normalmente se afirma en revistas especializadas que en la
iglesia hay una clara influencia del arquitecto, suizo–francés
Le Corbusier, muerto en 1965, quien dominó gran parte del
quehacer arquitectónico a mediados del presente siglo.
54
d. 17
d. 16 / 17
Croquis del trazado y secuencia de las vistas del nuevo camino,
original padre Gabriel Guarda O.S.B.
55
d. 18 / Esquemas del estudio de la iglesia,
originales Hno. Martín Correa,O.S.B.
f. 44
56
d. 19 / Perspectivas del proyecto de la iglesia, original padre Gabriel Guarda O.S.B.
57
Los autores del proyecto reconocen explícitamente un
intento por “asimilarse” a la arquitectura del cuerpo de
celdas de Bellalta y una fuerte inspiración en la pequeña
capilla no construida de ese arquitecto, especialmente en
los efectos de iluminación natural.
Antes de la construcción de la iglesia, se trazó y abrió el
actual camino de acceso, el que estuvo a cargo del Hno.
Martín Correa, quien, con un maestro, y una manguera
de nivel, demarcó en el terreno los trabajos, siguiendo,
aproximadamente, lo señalado en el plan general estudiado
por el Instituto de Arquitectura de la Universidad Católica de
Valparaíso.
Al inicio del proyecto de la capilla, e invitado por el Hno.
Gabriel, se incorporó a este trabajo Patricio Gross, quien fue
a vivir al monasterio, habilitándose un espacio al final del
cuerpo de las celdas como taller de arquitectura. Guarda
partía poco tiempo después a estudiar filosofía con los
benedictinos de Los Toldos, en Argentina, quedando a cargo
del desarrollo de la iglesia el Hno. Martín. Junto con colaborar
en esta tarea hasta fines de 1964, Patricio Gross tuvo bajo su
responsabilidad el proyecto y construcción de la hospedería
entre 1962 y 1963.
al público, el padre Gabriel hizo abrir una ventana hacia
el poniente con el fin de que desde el refectorio pudiera
mirarse el cerro Manquehue.
El proyecto anterior estaba bastante encadenado con el fin
del camino del acceso y la entrada a la iglesia y al monasterio.
Al separarse, en el año 1974, el arquitecto Raúl Irarrázabal
de la oficina de Sergio Larraín, éste le ofreció hacerse cargo
de lo relativo a los benedictinos. Es así como Irarrázabal
proyectó la plazuela de acceso en 1975, la que intentó ser
inicialmente un lugar para ceremonias y liturgias de carácter
masivo, lo que no fructificó por estar ausente del espíritu de
la Orden; y la biblioteca en 1980, entre el cuerpo de celdas
y la hospedería, “inspirada en la Laurenciana de Miguel
Angel”, al decir de su autor; último cuerpo del plan general
que habían reformulado los Hnos. Martín y Gabriel. Al mismo
arquitecto se le pidió el diseño de los muebles definitivos del
coro de la iglesia y la instalación de las campanas.
Para terminar estos antecedentes de la construcción del
monasterio, es preciso recordar que el 9 de abril de 1981 se
declaró por ley a todo el conjunto arquitectónico Monumento
La hospedería se levantó en el sector que el proyecto de
Jaime Bellalta había destinado originalmente a capilla y
refectorio. El Hno. Martín Correa colaboró activamente en la
discusión del proyecto y en una de sus vacaciones en Chile,
el Hno. Gabriel Guarda hizo algunos valiosos aportes con el
fin de destacar las vistas a los cerros lejanos.
Alrededor de 1972, y decididos los monjes arquitectos a no
participar más en trabajos de arquitectura después de lo
avatares ocurridos en torno a la iglesia, la Orden le encomendó
a la oficina de Sergio Larraín G.M. y Asociados el proyecto de
la portería–refectorio, tarea que asumió directamente Jorge
Swinburn. En el muro poniente de dicha obra , que viene a
significar el cierro del monasterio hacia la zona de acceso
d. 20
58
21
d. 20 / 21 Croquis de estudio de la hospedería,
original Patricio Gross F.
f. 45 / 46 / Hospedería (fotos actuales).
59
Nacional (Decreto Nº 1661), en reconocimiento a su aporte al
patrimonio cultural de la nación, mientras que los cerros Los
Piques y San Benito pasaron a integrar lo que se denomina
“zona típica y de protección”. Con esta última acción se pudo
evitar la instalación de una estación repetidora de televisión
en la cumbre del cerro Los Piques, lo que, sin duda, hubiera
constituido una agresión a la paz y a la armonía entre paisaje
y arquitectura.
f. 47 / Portería y refectorio (foto actual).
d. 22 / Croquis de estudio de portería y refectorio, original Jorge Swinburn.
60
d. 23
d. 23 / 24 Croquis de la biblioteca y de la plaza de acceso, originales de Raúl Irarrázabal.
61
6 EDIFICIOS Y LUGARES QUE COMPONEN EL MONASTERIO
f. 48 / Foto aérea del Monasterio en 1984 (SAF, 1984).
62
En este capítulo del libro se explicarán en detalle los
diversos edificios que comprende el monasterio, siguiendo
un orden cronológico de acuerdo a la antigüedad de su
diseño y construcción. Para llevar a cabo esta tarea, y
como complemento del conocimiento que los autores de
la publicación tienen respecto del convento, se realizó una
consulta a los diferentes arquitectos que intervinieron en los
proyectos y en su construcción, especialmente a aquellos
que fueron los responsables directos de la obra. Este
método, además de enriquecer la descripción objetiva de
los edificios del conjunto arquitectónico, permitió conocer
más profundamente las motivaciones e idea– fuerza que los
inspiraron.
Para ello, se solicitó una memoria explicativa de acuerdo
a una pauta que, aunque planteada para ser respondida
libremente, contenía, al menos, las principales interrogantes
del estudio: identificación del edificio, fecha del proyecto
y de su construcción; profesionales que participaron,
fundamentos arquitectónicos en que se sustenta la
proposición, relación con los edificios preexistentes, con el
plan general y con el paisaje circundante; descripción del
programa, aspectos funcionales y materialidad.
cuerpo de celdas, y por la dificultad de establecer contacto
con el arquitecto Jaime Bellalta, quien se encuentra desde
hace años en el extranjero, se solicitó la memoria a un
estrecho colaborador suyo, el arquitecto León Rodríguez, a
quien pertenecen las citas, excepto el párrafo inicial que es
del propio Bellalta.
El texto de la hospedería pertenece a Patricio Gross, mientras
que el del cementerio y la iglesia son del Hno. Martín Correa.
Sin embargo, este último es el resultado de una síntesis entre
su escrito y el texto de un antiguo trabajo de su autoría, junto
al padre Gabriel Guarda, y que tenía por destino persuadir
en su momento al resto de la Orden de las cualidades del
proyecto en cuestión.
Jorge Swinburn escribió lo referente al edificio del refectorio
y locutorios, en tanto que Raúl Irarrázabal es el autor de la
memoria de la plazuela de acceso y la biblioteca.
Junto con lo anterior se solicitó tener acceso al material
gráfico disponible, ya fueran planos, perspectivas, croquis o
diagramas, así como fotografías, especialmente de la época
de la respectiva construcción, sin perjuicio de la búsqueda
que al respecto realizaba el equipo investigador.
Es así como se ha preparado el presente capítulo, en base,
principalmente, a las respuestas recogidas. Las letras cursivas
reproducen fielmente párrafos de los textos entregados y, en
general, se siguen las ideas de los respectivos autores. En el
63
p. 1 / EL CONVENTO EN 1988
PLANO DE UBICACIÓN
1. Acceso
2. Monasterio
3. Cementerio
4. Servicios
5. Mueblería
6. Gallineros
64
65
p. 2 / EL CONVENTO EN 1988
PLANO DE CONJUNTO
Nivel claustro
1. Plazuela de acceso
2. Locutorios (bajo cuerpo Refectorio)
3. Corredor del Claustro
4. Claustro
5. Biblioteca
6. Depósito de libros
7. Hospedería
8. Iglesia
9. Antigua Capilla
10. Antiguo Refectorio
1
66
7
8
6
4
3
5
2
10
9
0 5
67
68
f. 49
69
Cuerpo de celdas y anteproyecto para capilla y refectorio
El autor del proyecto del cuerpo de las celdas de los monjes,
arquitecto Jaime Bellalta, escribió en 1956 lo siguiente:
Esta es una obra que no es constructiva ni constructivizante. No
es equipada, no está encerrada dentro de su propia modulación.
No es simbólica. No es “benedictina” exclusivamente. No es un
juego espacial, no es elástica y sin definición de límites. No es
el ir, ni el estar; es el ser.
Yo afirmo que es una obra valiosa de la arquitectura
contemporánea.
Es valiosa porque afirma su libertad en su participación en la
poesía espacial; su libertad en su uso; su libertad en su destino;
su libertad en su belleza; su libertad en su edad siempre nueva
y ya una ruina. Fiel a todos los postulados, a todos los traiciona.
Solo responde al destino de su lugar; no es ni más ni menos
que el lugar donde se asienta hecho arquitectura.
Es un lugar con sus estaciones, luces, nubes y monjes. Aunque
no exista más, ya transforma el lugar haciéndolo comparecer.
Si la arquitectura muestra esto se hace obra, se hace obra del
lugar, del espacio, del viento, del sol, del hombre, para el lugar,
para el viento, para el sol, para el hombre.
Este edificio corresponde al único que se construyó del
anteproyecto del monasterio que triunfó en el concurso de
1953, y que formaba parte de un conjunto mucho mayor
que se realizaría en una segunda etapa. Además del cuerpo
de celdas se proyectó con bastante detalle, aunque no se
construyó, un volumen emplazado en la actual ubicación de la
hospedería y que comprendía un pequeña capilla, locutorios y
portería, coincidiendo con la zona de acceso propuesta por el
anteproyecto.
El equipo ganador estuvo encabezado por Jaime Bellalta,
profesor de la Escuela de Arquitectura de la Universidad
Católica de Valparaíso, y un grupo de egresados constituido por
Fernando Mena, León Rodríguez y Octavio Sotomayor, quienes
fueron inicialmente invitados a participar en el concurso.
El anteproyecto se desarrolló en Viña del Mar y Bellalta fue
propiamente el autor del mismo.
Canta solamente a su lucha por existir –no a sí misma– y por su
existencia dar testimonio del uso que quiere ser hecho de ella.
La arquitectura se hace obra en la medida de lo que se hace
de ella, se posesiona de ella y comprende su destino.
¿Acaso la arquitectura no es la habitación del hombre? Y la
habitación del hombre ¿no es el habituarse a su medio, a sus
posibilidades, a su destino?
Para el desarrollo posterior del proyecto, una vez que éste
se hubo adjudicado, se incorporó durante algunos meses el
arquitecto Miguel Eyquem, a quien remplazó posteriormente
Pedro Burchard, el que se mantuvo hasta el final de esta etapa
y durante la construcción que se inició en 1954. Según el Hno.
Martín, fue Pedro Burchard quien desarrolló la escalera del
cuerpo de celdas. En este tiempo se retiró Rodríguez, siendo
seguido por Mena y, finalmente, por Sotomayor.
Nota: Los textos en cursiva corresponden en este capítulo a redacción del propio autor de esta edificación, arquitecto Jaime Bellalta.
70
p. 3 / ANTEPROYECTO 1953
PLANO DE CONJUNTO
Nivel claustro
1. Celdas
2. Capilla y refectorio
3. Futura iglesia
4. Claustro
71
p. 4 / Planta 1 er nivel
p. 5 / Corte A–A
p. 6 / Corte B–B
72
CAPILLA REFECTORIO 1953
Anteproyecto
1. Acceso
2. Portería
3. Clausura
4. Refectorio
5. Cocina
6. Bodegas
7. Celdas
8. Acceso fieles
9. Comulgatorio
10. Capilla
11. Sacristía
12. Salida claustro
p. 7 / Planta 2 er nivel
p. 8 / Planta 3 er nivel
73
p. 9 / Elevación poniente
p. 10 / Elevación oriente
74
p. 11 / Elevación norte
p. 12 / Elevación sur
75
El proyecto se fundamentó en tres ideas principales. En
primer lugar, en una comprensión de la vida cotidiana
benedictina contemporánea, en que fue particularmente
importante el concepto de que todos los lugares y objetos
del monasterio eran como los vasos de altar, sagrados, y lo
mismo los actos. Lo anterior requería, por lo tanto, una alta
cantidad de la forma en todos los elementos que componían
la obra.
Un segundo aspecto decía relación con la decisión, que era
preciso adoptar, frente al espacio existente del cerro Los
Piques, en el que el edificio se emplazaba. Este se estableció
a mediafalda para no tocar la cumbre, dejándola libre para
la clausura monástica y ubicándolo de manera tal que, por
una parte el acceso desde Santiago permitiera reconocer la
ciudad al llegar (reconocer el origen), y por otra parte, la obra
se viera como un signo desde la zona habitada. El camino de
llegada al monasterio estaba proyectado al oriente del cerro
y corresponde, en parte, al que se usa hoy día como acceso a
los galpones y zona de trabajo, desviándose luego hasta una
pequeña plazuela que se abre visualmente a la cordillera, el
valle de La Dehesa y las casas en un primer plano. Todo el
entorno se graduó cuidadosamente midiendo la relación
monasterio –lugar, sea como paisaje, vista, como ámbito de
trabajo o paseo, o como material –mineral– piedra en sus
muros.
Finalmente, el proyecto se fundamentó también en
la enseñanza de los maestros de la arquitectura
contemporánea, como un camino sin compromiso con “los
estilos” (neos), para poner la obra a la luz y en el espíritu del
momento presente.
El cuerpo de las celdas de los monjes, al ser el primero en
el cerro, no requirió de la armonización con otras obras
f. 50
76
77
2
1
p. 13 / Planta 1 er nivel
6
4
7
3
5
CUERPO DE CELDAS 1954
1. Vestíbulo
2. Corredor claustro
3. Hall
4. Biblioteca
5. Terraza
6. Celdas
7. Taller de arquitectura (1961)
8. Acceso
9. Celdas
10. Sala Multiuso
11. Pieza costura
8
p. 14 / Planta 2 er nivel
9
10
10
11
11
p. 15 / Planta 3 er nivel
78
preexistentes y por lo tanto se estableció libremente y en
correspondencia con el ámbito circundante, conformando
una relación de contraste entre lo construido, asentadamente
geométrico, rectilíneo y cúbico y lo paisajístico, que se
intentó mantener y acentuar en su condición natural (piedra,
principalmente) y conformar de manera curvada.
El programa para este edificio contemplaba un bloque de
celdas con algunas salas y baños de uso común, así como
algunas construcciones provisorias, tales como la capilla,
comedor y cocina, todo lo cual formaba parte, como se
ha dicho, de un plan maestro. Este estaba concebido
como una abadía más o menos al modo europeo de ese
momento, con monjes –presbíteros y hermanos legos, con
todo lo requerido, claustro, capítulo, biblioteca, refectorio,
hospedería, etc.
f. 51
p. 52
79
p. 16 / Corte A–A
p. 17 / Corte B–B
p. 18 / Corte C–C
80
f. 53 f. 54
81
f. 55
p. 19 / Elevación oriente
p. 20 / Elevación poniente
p. 21 / Elevación norte
p. 22 / Elevación sur
82
La disposición básica de los recintos en torno a corredores
fue pensada en el contrapunto benedictino de “ora et
labora”, dándole a esos y al sistema general de circulación
una dimensión e intensidad capaz de acoger al orante.
Los materiales predominantes en esta obra son el hormigón
armado, tanto en bruto como estucado, la albañilería de
ladrillo revocado con mortero de cemento, el metal en
los perfiles de ventanas y ciertos pilares aislados, el vidrio
y algunos elementos de madera, tales como el parquet,
puertas y repisas. En general, los muros están pintados de
blanco, contrastando con las negras líneas de las piezas
metálicas.
Paralelamente con la edificación del cuerpo de celdas,
próximo al núcleo de circulaciones verticales y al acceso
provisorio del monasterio, Jaime Bellalta realizó un pequeño
volumen de construcción ligera, destinado a capilla,
refectorio y cocina. De estructura metálica, cubierta de fierro
galvanizado y paramentos exteriores de madera y vidrio,
dicho volumen contenía un espacio íntimo y religioso en el
que se creaba una hermosa luminosidad interior, gracias al
desplazamiento de ciertos muros, anticipando algunas de
las soluciones que posteriormente aparecerían en la iglesia.
César Barros realizó el cálculo estructural del cuerpo de
celdas y edificios provisorios, mientras que la empresa
constructora fue Juan Ureta y Cía. Ltda., siendo 1954 el año
de inicio de la obra.
f. 56
83
f. 57
84
f. 58 f. 59
f. 60
85
CUERPO DE CELDAS 1953
1. Acceso fieles
2. Fieles
3. Monjes
4. Altar
5. Ambón
6. Nicho Virgen
7. Sacristía
8. Acceso monjes
9. Refectorio
10. Repostero
11. Cocina
12
11
10
9
7
8
4
3 +1.41 +1.05
p. 23 / Planta nivel único
1
±0.0
5
2
6
1
+1.05
p. 24 / Elevación norte
p. 25 / Elevación oriente p. 26 / Elevación poniente
86
f. 61
f. 62
f. 63
87
Cementerio
Mientras se ejecutaba el cuerpo de celdas, el Hno. Martín
Correa tomó a su cargo, en acuerdo con Jaime Bellalta, el
proyecto y construcción del cementerio del monasterio. El
sitio elegido estaba situado en el costado oriente del cerro
Los Piques, mirando hacia la cordillera, la salida del sol, la
zona más tranquila dentro de lo previsible… y vinculándose
directamente con la que en ese entonces era la capilla, un
cuerpo provisorio junto al edificio principal.
f. 64
Se buscó hacer del cementerio un lugar recogido e íntimo,
que fuera para los monjes un espacio de meditación y
oración, y, al mismo tiempo, alegre, como corresponde a
una visión cristiana de la muerte, en que todo apunta hacia
la resurrección. Por ello se trató de crear un espacio lleno
de vegetación, cuyas tumbas solo están marcadas por unas
piedras, y en que el contorno que lo limita con el resto del
cerro es una cinta de albañilería blanca con rectas y curvas.
El terreno se rellenó, contenido por un muro de piedra,
conformando un plano que está constituido por un simple
camino central a cuyos lados y en forma perpendicular están
enterrados, literalmente, los hermanos difuntos. Las tumbas,
al despegarse de la tierra que sigue la pendiente natural,
anuncia el inicio de su liberación. Una cruz de concreto, con
el texto “VEN SEÑOR JESÚS” bajo relieve, termina por crear,
entre los que periódicamente van a visitarlos y esperan
seguirlos, el clima de tensión y de esperanza de los que allí
se han adelantado.
Nota: Los textos en cursiva corresponden en este capítulo a redacción del propio autor de esta edificación, arquitecto Hno. Martín Correa, O.S.B..
88
89
f. 65
CEMENTERIO 1954
1. Acceso
2. Fuente
3. Cruz
4. Sepulturas
5. Cipreses
6. Olmo
A
B
4
5
1
2
6
3
p. 27 / Planta
A
B
0 5
90
p. 28 / Corte A–A 0 5
p. 29 / Corte B–B
0 5
f. 66
91
Hospedería
A partir de la función que se le había asignado a la hospedería,
los fundamentos arquitectónicos y las propuestas que
ellos generaron pueden ser ordenados desde el punto de
vista de la forma, el espacio y la materialidad. El edificio
estaba destinado a acoger los huéspedes que acuden al
monasterio, misión encargada a los benedictinos por la
Regla de San Benito, ofreciéndoles un lugar propicio para
el estudio, la meditación y el retiro. La construcción debía
ofrecer un mínimo de confort y el programa consistía en
un vestíbulo de entrada, una sala de reunión y trabajo,
baño común y varias celdas con espacio para una cama,
un pequeño escritorio, una silla, una repisa de noche, un
lavatorio y un clóset.
Cuando se proyectó la hospedería el año 1962, solo existían
el edificio que albergaba las celdas de los monjes, con
una pequeña biblioteca y la sala del capítulo, así como
el cuerpo de construcción ligera en que funcionaban la
capilla y refectorio, ambos diseñados por Jaime Bellalta y
su equipo. El primero de los edificios nombrados imponía
al conjunto un estilo racionalista de líneas muy depuradas,
bellas proporciones y una volumetría de muros blancos que
se recortaba nítidamente contra el cielo y el cerro.
La hospedería, de tamaño e importancia menor que el
edificio anterior, se propuso un lenguaje formal muy simple
que armonizara con lo existente, expresándose también con
formas cúbicas y muros que predominaran por sobre los
vanos, excepto en muy pocos paños donde el ventanal era
completo. La simplicidad de los volúmenes se compensaba
mediante un juego controlado de los distintos cuerpos que
componen la obra, a lo que se añade la textura del hormigón
y la albañilería no revocados, como la riqueza de la línea
negra de los marcos y batientes de las ventanas sobre el
plano blanco de los muros. Subrayando la horizontalidad
del edificio, intencionadamente se fijó su altura para que
no sobrepasara el borde superior del muro de piedra que
contiene el claustro, mientras en su disposición en forma
paralela al cuerpo de las celdas de los monjes reforzaba la
ortogonalidad del incipiente conjunto arquitectónico.
La forma de la hospedería establecía con el paisaje
circundante una relación similar a la que se daba en el
caso del edificio existente, vale decir, de contraste con
la irregularidad del plano inclinado y la coloración del
terreno y la vegetación de estepa de secano. La volumetría
de blancos muros descansa en una base de hormigón
que sigue la pendiente del cerro, independizándose del
suelo y agregando en la pendiente natural una forma
inequívocamente artificial.
Consecuente con la intención original, la hospedería intenta
un espacio que refleje la búsqueda de la pobreza y la
sencillez benedictinas, enriqueciéndose solo por lo ajustado
de las proporciones; la diferente iluminación en los muros e
interiores de los distintos recintos, gracias a los cambios en
las orientaciones y en los tamaños en los vanos exteriores;
y un recorrido que permita descubrir una variedad de
situaciones, desde los lugares de actividad común hasta la
privacidad de la celda.
El acceso a la hospedería , que se inicia desde el claustro,
situado en la parte baja del edificio de las celdas de
los monjes, desciende por una rampa que sumerge al
Nota: Los textos en cursiva corresponden en este capítulo a redacción del propio autor de esta edificación, arquitecto Patricio Gross.
92
p. 67
93
p. 30 / Planta primer nivel
HOSPEDERÍA 1961–62
1. Acceso
2. Sala de estar
3. Patio
4. Celdas
5. Terrazas
6. Bodega
p. 31 / Planta segundo nivel
94
f. 68
caminante entre la actual biblioteca y un pétreo muro de
contención del claustro, perdiendo la vista lejana. Al final
de la rampa y previo al ingreso a la hospedería un muro
oblicuo abre hacia la izquierda la visión al cerro Manquehue.
Una vez en su interior, se nos ofrece la alternativa de subir o
bajar medio piso a los pasillos de las celdas, pasar a la sala
de reunión o, de frente, contemplar un pequeño patio con
una viga que enmarca la vista hacia el valle, el Cajón de El
Arrayán y el macizo de El Plomo en el cordón cordillerano.
f. 69
Las circulaciones se mantienen en una semipenumbra,
iluminadas por dos quiebres verticales en los muros sur que
dirigen la vista a las montañas del Ramón, contrastando con
el espacio luminoso del vestíbulo de entrada que conecta
con la sala de trabajo. Esta vuelve a ofrecer, a través de
una ventana frente al acceso, la presencia del Manquehue,
95
f. 70
f. 71
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p. 32 / Corte A–A
p. 33 / Corte B–B
p. 34 / Corte C–C
100
mientras que una pequeña abertura lateral a todo lo alto
del recinto, recuerda la visión que se tenía desde el amplio
ventanal del hall que se acaba de dejar. El muro norte de la
sala está recortado a lo largo y a una altura tal que recién
al sentarse en la gran mesa de reunión aparecen el valle y
la cordillera.
El tamaño de las celdas es pequeño, con una ventana
cuadrada junto a la mesa escritorio, y el espacio intenta
crear una interioridad que invita al huésped a un encuentro
íntimo con sí mismo.
La hospedería está construida con muros del albañilería,
empleando a la vista ladrillo hueco hecho a máquina y
ladrillo muralla para panderetas interiores, estas últimas
revocadas. Pilares, vigas, cadenas y losas son de hormigón
a la vista, para el cual se especificó moldaje de tabla de
pino en bruto cuidando su disposición. Para evitar pilares de
hormigón en fachada, se estructuraron los muros exteriores
de albañilería mediante el empleo de enfierraduras
verticales distribuidas por el interior de los huecos de los
ladrillos.
Los pavimentos de todos los recintos son de baldosín
cerámico, excepto en los baños donde se empleó baldosa
de cemento al líquido. Los marcos de ventanales y ventanas
son de fierro en perfil doblado, de doble contacto, pintados
negro, contrastando con el blanco de los muros. La baranda
de la escalera se dejó sin teñir, manteniendo el color natural
del hormigón. Los marcos de las puertas interiores son de
raulí, siendo sus hojas y la de la puerta de acceso de terciado
teñido y encerado.
f. 77
La hospedería fue proyectada por Patricio Gross, egresado
un año antes de Arquitectura de la Universidad Católica y
aún no titulado, contando con la estrecha colaboración del
Hno. Martín Correa y algunos aportes del entonces Hno.
Gabriel Guarda. Sergio Rojo actuó como ingeniero calculista,
siendo la empresa constructora Eugenio Browne y Cía. Ltda.,
la quien inició las obras a fines del año 1962.
Los materiales elegidos responden al mismo criterio de
simplicidad y austeridad que inspiró al edificio, intentando
significar el espíritu benedictino de la obra.
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p. 35 / Elevación oriente p. 36 / Elevación poniente
p. 37 / Elevación sur
p. 38 / Elevación norte
102
f. 78
f. 79
103
La iglesia
La obra que el capítulo benedictino encargó a los arquitectos
monjes Hnos. Martín y Gabriel consistía en una iglesia para
unos 35 miembros de la comunidad monástica, incluyendo
también, en el mismo espacio que servía a los monjes, 10 o
12 huéspedes que participan habitualmente por unos días de
la vida del monasterio. Debería, además, tener una nave con
capacidad para 180 personas aproximadamente.
El Hno. Martín nos relata: A 10 años de mi ingreso, durante
los cuales estudié dos años de filosofía y cuatro de teología,
gracias a una donación importante se planteó la posibilidad
de edificar la iglesia. Para entonces Jaime Bellalta se había
ido a Inglaterra, y mi compañero en arquitectura Gabriel
Guarda acababa de ingresar al monasterio. Entonces el
Prior, padre Adalberto Metzinger, nos consultó la posibilidad
de que ambos asumiéramos el proyecto. Mi respuesta fue
que al no estar Jaime correspondía pedir un anteproyecto
al Instituto de Arquitectura de Valparaíso. Así se hizo, y
presentaron un trabajo que cambiaba fundamentalmente
el partido original. Un plan maestro que era una ciudad.
Como la comunidad no lo aprobó, recayó sobre nosotros
el encargo. Para mí era algo imposible, me sentía incapaz
de tamaño desafío: continuar la obra de Jaime. Además,
porque yo había abandonado la profesión para dedicarme
a la tarea monástica, que iba a quedar interrumpida y con
mucho temor a la crítica de mis compañeros arquitectos y
la de mi propia comunidad. Por consiguiente, insistí en no
participar hasta que un día noté que Gabriel instalaba una
mesa de dibujo, hacía comprar papel mantequilla, regla T,
lápices… Me sentí en una tremenda encrucijada, seguir al
margen o integrarme.
f. 80 / Hno. Martín Correa, O.S.B. y padre Gabriel Guarda, O.S.B.
Nota: Los textos en cursiva corresponden en este capítulo a redacción de uno de los autores de esta edificación, arquitecto Hno. Martín Correa, O.S.B..
104
105
f. 81
FIELES
Decidí esto último. Aunque lo sentía como una gran
irresponsabilidad. Pero lo que prima, según nuestra regla
benedictina, es la obediencia al superior.
MONJES
¿Cómo partir? Partimos por lo elemental: un espacio que
reuniera a las dos comunidades, fieles y monjes, en torno
al altar, símbolo de Jesucristo y centro de la celebración
eucarística. Como la vida monástica busca por definición
cierta separación, al no tener tarea pastoral directa, entonces
se deseaba marcar esta independencia mediante elementos
arquitectónicos tales como gradas, comulgatorio y quizás
una posible angostura, tal vez un arco que delimitara el
presbiterio de la nave de los fieles. Dicho programa se podía
lograr con un esquema en forma de paralelepípedo, cosa
que me parecía demasiado elemental.
FIELES
MONJES
Los dos ámbitos de la iglesia
Observando las baldosas de una capilla provisoria en que nos
hallábamos y desplazando imaginariamente una baldosa
respecto de la otra, descubrí que pasaban cosas interesantes
al no relacionar la baldosa superior con la inferior propia del
paralepípedo, sino con la opuesta en diagonal.
Esta solución formal producía dos zonas vecinas pero unidas
por un estrechamiento en donde estaría ubicado el altar,
el que así sirve de nexo y separación entre ambas zonas.
El eje diagonal, por su parte, daría una mayor longitud
y perspectiva al espacio. Así se llegó a la idea de los dos
cubos esenciales penetrados por las aristas, uno más alto y
adyacente al claustro, constituido por el presbiterio y el coro
de los monjes, y otro algo más bajo y próximo al acceso de
los fieles.
Esquemas del estudio de la iglesia,
originales Hno. Martín Correa.
Una segunda idea, que se deseaba conciliar con la anterior,
era la de separar claramente a los monjes de los fieles. Ello
se conseguía mediante una nítida delimitación entre ambos
espacios: diferentes alturas, angostura del comulgatorio,
altar que une y separa a la vez, cuatro gradas de desnivel,
diferencias de Iuz. Todo esto hace que el coro esté completo
en sí mismo, de tal manera que la nave de los fieles es un
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f. 82
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f.83
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f. 86 / Hno. Martín Correa durante la construcción de la Iglesia.
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accidente de este y, por tanto, su vacío durante la semana
no se vuelve desolador. Además, se buscaba acentuar la
centralidad del altar tanto en la zona de los monjes como de
los fieles, para lo cual debía converger hacia el altar, como
centro focal, la inclinación de los techos y de los muros.
En definitiva, se distinguen en el conjunto tres zonas: dos
convergentes (inclinación de techos y dirección de muros)
hacia una central del altar (con techo plano más alto). Con
ello se logra una jerarquía en los espacios, manteniéndose
una ascensión continua desde el exterior hasta el altar. Así la
misa se celebraría los días festivos de cara al pueblo tal como
lo establecía por eso días la instrucción Inter Oecumenici,
emanada del Consilium encargado de llevar a cabo la
reforma litúrgica deseada por el Concilio Vaticano II y los
días de semana, hacia Ia comunidad, cosa que facilitaría
su mejor participación. Una disposición circular en torno al
altar expresaría de mejor manera la reunión del banquete
eucarístico.
Además, dicho nicho se destaca ya desde fuera y en el interior
adquiere máxima importancia, por estar al final de la rampa
de entrada de los fieles y donde está la mesa de las ofrendas.
Por último, dicha rampa de ingreso a la iglesia es una subida,
prolongación del ascenso que ayuda a recogerse y guardar
silencio. A la izquierda, la flecha luminosa del muro apunta
hacia una cumbre: el nicho de la Virgen. Y a la derecha, el
muro azul impide que desde le entrada se vea el espacio total,
que solo se adivina y se descubre a medida que se sube. Hay
un dinamismo de la luz que va del espacio más oscuro en la
rampa a uno con más luz en la Virgen, y continúa con menos
luz en la nave de los fieles hasta el máximo de luminosidad en
el presbiterio. La imagen de la Santísima Virgen es la meta de
los fieles que ingresan, pero también despide a quienes salen.
Con todo lo dicho, pareciera que la obra podía lograr su fin
práctico funcional, pero experimentábamos que faltaba lo
más importante, un alma para ese espacio.
Otro tema importante era la ubicación del sagrario, que
fue dispuesto en una capilla lateral la cual se presta para
la adoración de los que acceden, sea fieles o monjes y que
se adivina a través de una ventana desde la nave. Además,
dicha capilla está directamente conectada con el altar.
En el lado opuesto a la capilla del Santísimo está el ambón,
lugar donde se leen las lecturas aplicándolas a la vida en las
homilías, ubicado justamente en el sector de encuentro de
ambos cubos y pensado para la prédica a los fieles asistentes.
También el programa de la iglesia incluía un espacio especial
para la Santísima Virgen María, madre y guía de los cristianos.
Para ella se instaló en un nicho estratégicamente colocado
en el extremo opuesto al altar mayor y visible directamente
desde los sitiales de los monjes. En este lugar, que es todo
dirección y camino hacia la Virgen, ella prepara a los que
ingresan, los separa del mundo exterior, para así conducirlos
al altar, a Cristo. Aquí cesarían los paisajes, se impondría el
silencio, sería la ”statio” de la iglesia.
El edificio inicial de Jaime Bellalta que habitábamos, ya unos
cinco años, nos había marcado por su veracidad, austeridad y
alegría. El paso de esta tradición viva era una responsabilidad
muy grande, pero a la vez una inspiración cierta. Fue así
como, buscando el alma de nuestra iglesia, me encontré un
día en medio de un bosque de pinos en que en un espacio
pequeño sin árboles, caía una luz matizada por las ramas.
Era un espacio recogido, silencioso, como sagrado. Este era el
desafío. O se lograba en nuestra iglesia crear una atmosfera
de recogimiento que invitaba a la oración o no sería iglesia,
aunque la llenáramos de símbolos cristianos.
Entonces nos quedó claro, como nunca, que la luz sería el
alma del conjunto, el que de otro modo permanecería inerte.
Desde ese momento la búsqueda se trasladó a los planos y
a la maqueta. Dos cubos blanco de cartón de 70 cm por 70
cm colgados del techo, permitieron introducir la cabeza y
experimentar en la forma más realista las posibilidades de la
luz, haciendo aberturas.
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p. 39 / Planta primer nivel 1963 – 1964
con mobiliario
IGLESIA 1963–64
1. Acceso
2. Rampa
3. Fieles
4. Confesionarios
5. Púlpito
6. Altar
7. Monjes
8. Capilla Santísimo
9. Sacristía
p. 40 / Planta primer nivel 1963 – 1964
sin mobiliario
112
f. 88 f. 89
Otra vertiente importante de inspiración fue preguntarse
por el espacio que los monjes en los orígenes escogieron
en su camino de búsqueda de Dios. Este espacio fue el
desierto como el lugar más apto para el encuentro consigo
mismo y con Dios. El monje auténtico tiene verdadera
nostalgia del desierto. San Benito posteriormente, con su
carisma creador y realista, emplazó el monasterio no en el
desierto, pero sí en lugares apartados, lejos del mundanal
ruido, como forma de lograr una purificación equivalente.
Hemos querido que ese espíritu se reflejara en nuestra iglesia
de algún modo, por su simplicidad, austeridad y silencio que
evocara una trascendencia en las personas que la visitaran.
Todo esto explica el porqué de los muros blancos, toscos,
rugosos, con ausencia de decoraciones.
Y así, buscando una expresión sagrada, optamos por un
espacio cerrado al exterior, por tentador que fueran los
paisajes que nos rodean. Un espacio interior que a su vez no
fuera claustrofóbico. Para lograrlo recurrimos a ventanas
que no se ven pero que permiten la entrada de la luz en
forma indirecta, que cae desde arriba como cascada por los
muros y que varía durante el día, dándole especial sentido
a los siete momentos en que celebramos la liturgia de las
horas.
La luz, por su ser inmaterial, es por excelencia la imagen de
las realidades espirituales. Por algo Cristo dijo “Yo soy la luz
del mundo … “ Y como también dijo ser el “nuevo templo”,
nosotros somos igual templos vivos, porque Él vive en cada
uno de nosotros. La iglesia como construcción, por tanto,
es espacio sagrado porque acoge este misterio divino. El
edificio es “una imagen de asamblea reunida”, según dice
el Misal Romano en su introducción general. Mientras más
anónimo y mejor contribuya a la celebración del encuentro
del Señor con los cristianos en la liturgia, y en la eucaristía
especialmente, el espacio será más logrado. Esto fue lo que
pretendimos: crear un espacio interior con atmósfera de
oración, luminoso, austero, que disponga al encuentro con el
Dios vivo, consigo mismo y con el hermano, una tienda para
el Pueblo de Dios en camino, experimentando la alegría de
la comunión.
113
PLANTA PRIMER
NIVEL ZÓCALO
ANTEPROYECTO 1960
1. Cripta
2. Altar
3. Altares monjes
4. Sacristía
5. Bodega
p. 41 / Planta primer nivel zócalo
Anteproyecto 1960
PLANTA PRIMER NIVEL
ZÓCALO PROYECTO
DEFINITIVO 1963–64
1. Cripta
2. Altar
3. Altares monjes
4. Sacristía
5. Sala uso general
6. Bodega
p. 42 / Planta primer nivel zócalo
Anteproyecto 1963 – 1964
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f. 91
f. 90
115
Así como en sus líneas formales la iglesia debía armonizar
con lo ya edificado y diseñado por Bellalta, la materialidad
no podía sino ser el hormigón armado. Más aun por sus
dimensiones esbeltas, muros de 12 m de alto por 14 m de
ancho y solo 20 cm de espesor y sin una losa de hormigón
que los uniera, ya que la techumbre está formada por una
placa de estructura metálica que en gran parte cuelga por
tensores de acero ocultos en los perfiles metálicos de las
ventanas. La impresión de un visitante es gráfica: El espacio
parece limitado por placas misteriosamente unidas que
podrían en cualquier momento desarmarse. El que esto
no haya pasado después de dos terremotos es mérito del
calculista. El tratamiento de los muros pintados a la cal es
concreto a la vista. Gracias a la imperfección de los moldajes
de madera de pino en bruto, que entonces era lo corriente,
intencionadamente mediante cuñas se forzaron los quiebres
entre las tablas, obteniéndose una superficie aún más
rugosa. La luz rasante de las ventanas superiores le da a esta
rugosidad una belleza especial, y contribuye a la intención
de la arquitectura de austeridad ascética que buscábamos.
El pavimento interior es una carpeta de concreto afinado
sobre la losa y con canterías que recortan el piso. Dichas
canterías dan dirección al caminante hacia los puntos más
importantes como hacia la Virgen, la capilla del Santísimo y
especialmente hacia el altar mayor.
En cuanto a la relación de la obra con el entorno, debe tenerse
presente que al momento de proyectarse la iglesia solo
existían en el lugar el block de celdas, el que miraba hacia el
valle de La Dehesa y servía como respaldo de la plataforma
rectangular que sería el patio del claustro. Ya se había decidido
que el acceso al monasterio sería por el poniente del cerro Los
Piques y que la iglesia debía estar ubicada como remate de
dicho acceso junto a la portería del convento.
El trazado del camino estaba por hacerse. Para ello sería
determinante la presencia del valle de Las Condes, el que
se experimentaba como una gran corriente espacial, llena
de dinamismo hacia el valle de El Arrayán, cada vez más
estrecho culminando con las altas cumbres cordilleranas de
El Altar y El Plomo. Aprovechando esta flecha dinámica del
valle, el camino, que debía haber doblado junto a las cotas
naturales del cerro, se lanzó en línea recta hacia ese centro
focal cordillerano a costa de un buen terraplén. Y la iglesia,
que prudentemente podría haber estado bien asentada
y empotrada en el cerro, se sacó al encuentro del camino,
interceptándolo. De este modo la iglesia se recortaría contra
la cordillera haciendo de esta su propio telón de fondo.
Por último no puedo dejar de dar cuenta de algo esencial:
La iglesia es un verdadero regalo de Dios, dada nuestra real
incompetencia y el resultado obtenido, cosa de la que he
llegado a tener plena conciencia con el paso del tiempo.
Los proyectistas de Ia iglesia fueron el Hno. Martín Correa
y el entonces Hno. Gabriel Guarda, llevándose a cabo
Ia construcción durante los años 1963 y 1964. Colaboró
estrechamente durante todo el desarrollo del proyecto y
Ia construcción Patricio Gross, egresado de la Escuela de
Arquitectura de la Universidad Católica. Raúl Ramírez, junto
a su ayudante Carlos Wiegand, estuvo a cargo del cálculo
estructural y Salinas y Fabres y Cía. Ltda. actuó como empresa
constructora a través de uno de sus socios, Fernando Salinas.
116
f. 92 f. 93
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p. 43 / Corte A–A
p. 44 / Corte B–B p. 45 / Corte C–C
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p. 46 / Elevación norte
Proyecto 1960
p. 47 / Elevación norte
Proyecto 1963 –1964
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p. 48 / Elevación poniente
Proyecto 1963 –1964
p. 49 / Elevación oriente
Proyecto 1963 –1964
p. 50 / Elevación sur
Proyecto 1963 –1964
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LA VIRGEN DE LA IGLESIA
Un lugar privilegiado estaba destinado a la escultura de
la Virgen, un nicho que interiormente está en el eje norte
opuesto al coro de los monjes que pueden contemplarla sin
obstáculo. Nicho que exteriormente llama la atención, con su
ventana vertical, e interiormente porque es el punto focal de
los fieles que suben por la rampa de acceso.
Todo esto exigía una imagen que tocara el corazón de quienes
la vieran. Buscando el escultor adecuado, el Hermano Martín
pensó en Marta Colvin, gran y reconocida escultora ya en esa
época. Providencialmente venía a Chile por unos días, desde
Francia donde vivía.
Acogió bondadosamente en su taller al monje benedictino,
el que le propuso hacerse cargo de la escultura. Pero ella le
advirtió que solo podría hacer una maqueta debido al poco
tiempo del que disponía. Pasado unos días lo llamó para
entregarle la maqueta, una figura de unos 30 cm en yeso.
Una imagen bella y sugerente en que la Virgen sostiene a un
niño Jesús con los brazos abiertos en cruz. Ahora se trataba
de encontrar a la persona que pudiera realizarla y a mayor
tamaño, es decir de unos 2 metros de alto.
Era 1969 cuando venía frecuentemente al monasterio, como
huésped, Francisco Gazitúa, un joven estudiante de escultura
en el Bellas Artes. El hermano Martín le propuso entonces la
tarea y le sugirió hacerla en madera, pero no a partir de un
tronco sino por la sumatoria de pequeñas piezas. Además,
facilitaba las cosas el hecho de que el mismo Hermano había
formado un taller de carpintería en que había muchos trozos
sobrantes. “Pancho Gazitúa“ se puso a la obra y al poco
tiempo se pudo colgarla en el lugar destinada para ella.
El resultado es una escultura muy en consonancia con
la iglesia. Sin dejar de ser suficientemente figurativa
para despertar sentimientos de piedad, es también
suficientemente abstracta conforme con la arquitectura que
la acoge.
Francisco Gazitúa, galardonado recientemente con el Premio
Nacional de Artes Plásticas 2021, ha querido relatar él mismo
su vivencia de entonces en el monasterio:
Desde mi experiencia personal, porque estuve ahí y de alguna
manera todavía estoy, lo que hace único, singular y diferente
este templo, es lo que quisiera contar a continuación.
Trabajé ahí durante cuatro meses desarrollando mi primera
escultura en el espacio público: la Virgen del templo. Tenía 24
años en 1969, fue encargo para mi maestra Marta Colvin de
quien yo era profesor ayudante en su cátedra de escultura
de la Universidad de Chile. Marta se fue a trabajar a su taller
de París y dejó el encargo de realizar una virgen de piedra a
tamaño natural, desde una pequeña maqueta de yeso. Los
monjes-arquitectos, recomendaron el cambio a un material
más liviano, tuve que cambiar de piedra a madera por la
resistencia de la loza.
Trabajé en la carpintería de la abadía, con “lo que había”,
la madera de álamo. De los moldajes para los muros de
concreto del templo, construí ́la imagen con pequeños
y grandes trozos de madera, haciendo eco de las líneas
marcadas en el hormigón del muro por esas mismas tablas.
Mientras trabajaba comencé a tomarle el peso al encargo,
presentamos en el lugar muchas veces la Virgen, el
esqueleto de madera con sus ejes al principio, agrandamos
o alivianamos la figura, la fuimos adecuando a la luz, a
ejemplo de Gabriel y Martín quienes me repitieron que ellos
hicieron lo mismo con el templo, haciendo y rehaciendo
mil veces la proposición original, de acuerdo a las luces de
diferentes horas del día, y las estaciones del año, siendo
modificada en cada etapa.
El color del álamo se confundía con el blanco del templo, lo
barnizamos con tintura de nogal. En el boceto de Marta, la
virgen y el niño no tenían rostro, probé varias opciones de
cabezas y miradas hasta llegar a la de hoy.
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Ciento veinte días viví con los monjes, comía y cantaba con ellos,
poco a poco tomé conciencia que estaba construyendo una
escultura dentro de otra escultura. Al final, al instalar la virgen,
Gabriel, historiador puso en su interior una carta, enrollada dentro
de un tubo hermético una especie de bitácora del proceso de
construcción de la escultura, siguiendo su ejemplo, los fieles
siempre esconden papelitos doblados en las junturas de las
maderas con petitorios o agradecimientos, recados para el Buen
Dios.
Los monjes-arquitectos Martín Correa y Gabriel Guarda, siguieron
un camino muy cercano al de la escultura, modelaron diría yo “a
mano”, sus dos cubos de hormigón consubstanciados –mirando al
sudeste– creando desde las juntas de sus volúmenes, una partitura
exacta para la luz en el blanco de sus muros. Hoy después de 50
años sé que el templo, como las esculturas, fraguan en el tiempo,
al templo no solo le fraguaron las losas, (que se movían mucho al
principio) sino que más bien fraguó su presencia, lo que no se ve
de una obra de arte, (que es lo único que importa), algo así como
el alma, lo invisible y a la vez lo real por excelencia, su ambiente
permanente, lo que queda “después de cerrar el libro”. Cada vez
que camino hacia fuera, bajando el cerro Los Piques, conmigo baja
el mensaje invisible, y ese mensaje, esa luz, que me acompaña hoy
aquí lejos en el cerro de Pirque mientras escribo, quizá la mejor
prueba que hace de esa esa arquitectura, Arte Mayor.
Trabajé como dije sobre un partido general de Marta Colvin, un
magnífico boceto en yeso de 30 centímetros. No hubo creatividad,
en el sentido actual de la palabra: “la búsqueda afiebrada de lo
nunca visto”. Fue solamente profundización, y diálogo con la luz
reverberante de estos muros de hormigón, usando la más modesta
de las maderas, el álamo.
En palabras simples tendría que decir: creí en esa escultura,
la Virgen y su Templo, trabajé por ella, no sentí el esfuerzo,
simplemente me sumé como un navegante más al río del canto
de los monjes, que llenaban el templo al amanecer al medio día
y al atardecer con la oración. Hay presencia Divina en el lugar
(¡No sé cómo lo hicieron!). No sé tampoco, cuál es la clave que
debería transmitirse; la enseñanza del templo son miles las claves.
Que cada lector descubre la suya. Trasmito la mía. El secreto de
la belleza de ese lugar habría que buscarla en mis preguntas de
hace 50 años:
Cuando el templo era apenas una apuesta y no estaba todavía
en la “Historia de la Arquitectura Chilena” y no había revistas de
arquitectura, los árboles a su alrededor no daban sombra, la viña
estaba recién plantada. Trabajábamos juntos con los monjes, ellos
labrando la tierra o estudiando, yo de carpintero. Al poco tiempo se
desvanecieron las categorías monje o escultor. Desde esa posición,
como simples seres humanos, comencé a preguntar:
¿En qué y para quién trabajan?
¿Ante quién dan examen?
¿Qué hacen y deshacen cada día en el aire fino?
¿A quién le canta cada uno de ellos?
¿Dónde se acumula, en qué lugar del universo queda guardado
todo ese canto?
¿En qué temporalidad viven?
¿Con quién apuestan, en la cumbre de este cerrito, rodeados en
verano de campos de rulo, cactus y espinos?
Considerando que el templo hoy es una de las joyas mayores de
arte público de Chile trataré de ahondar la motivación privada que
lo generó. Arquitectura pública–arquitectura privada, es el misterio
en que me sumió el templo y el canto de sus monjes a los 24 años.
Arte público–gestión privada, es la clave del misterio del cual
deberemos hablar mucho más, para entender y preservar el
templo.¿Cuán profundamente privada fue la gestión y origen de
ese templo, hoy Monumento Público?
Privado en lo más profundo, en lo intocable y misterioso del destino
de Martín y Gabriel.
Confluyen en el templo, el talento arquitectónico y la valentía
de cada uno, su formación, sus profesores de la escuela de
arquitectura, sus maestros en la fe, el mismísimo San Benito, más
atrás Jesús, hijo de Dios, carpintero de Nazaret, Espíritu y Materia,
Naturaleza y Gracia, Cielo y Tierra, Inteligencia e Intuición, Arte y
Ciencia, Arte y Oficio.
128
Habría que preguntar de qué manera los dos monjes, siendo
tan distintos, y cada uno a su manera, formaron equipo, en una
aleación de letrados–artesanos, para finalmente entregarnos
en su obra silenciosa “lo mejor de los dos mundos”; lo público
y lo privado, callada muestra donde son inseparables planos,
maquetas, fundaciones, hormigón y luz. Inseparables de la
decisión de los autores de dedicarle la vida a Dios: ¡Cara a Cara!
No hay arte público si ese arte no está arraigado en lo más
profundo del alma privada del artista, identificado con la valiente
busqueda de su misión en La Tierra.
El templo en la ciudad es, al fin, solamente presencia, resonancia y
testimonio de un viaje, al mando de dos arquitectos y una tripulación
de albañiles, carpinteros topógrafos, ingenieros, construyendo un
Arca. Una navegación de cuatro años, asentándose al fin en la
cumbre de Los Piques, un cerrito protegido por el gigantesco muro
de fondo del complejo andino San Ramón-Provincia.
Ese entendimiento místico, esta lucha acompañada del “Ángel de
la materia”, fue la opción privada de vida y trabajo de dos artistas
que se hace pública en la enseñanza encerrada por los muros del
templo.
La verdad es que no sé cuál es la clave, son muchas, cada una
más misteriosa que la anterior, a cambio de eso cuento lo que allí
aprendí:
Trabajando con ellos, entendí que el arte no es un caballo a la fama,
ni se hace porque hay escuelas de arte que lo enseñan, ni para
guiar alguna vanguardia o moda… A ejemplo de ellos emprendí
una carrera larga, independiente y en paz, sabiendo que no tenía
nada que crear, solamente ir más adentro en un camino poéticomaterial
identificando la inteligencia de la materia y de nuestro
destino común: La Escultura.
En la Virgen al templo quedó algo muy mío, pero para bien de
mi proposición y mi trabajo, se agregó la fuerza mística de los
monjes, que está brillando hasta hoy en su madera y su mirada.
Brilla también, toda la vida de mi querida maestra Marta Colvin,
mostrando su cruz.
“Te muestro mi cruz” es el nombre de la Virgen.
La arquitectura del templo se dirige a las gentes, uno a uno sin
prisa, en una temporalidad sin tiempo, casi desde el otro lado de
los muros del tiempo, inexorablemente inmóvil. Mientras todas las
otras artes caminan en el espacio sideral y son vistas por millones
de seres humanos a la vez. Esta detención del tiempo y del lugar,
fuera de toda pantalla, en apariencia la gran debilidad de esa
arquitectura, es paradojalmente su gran fortaleza, El templo,
“hace muy pocas cosas” y en ese casi no hacer está toda su fuerza.
129
f. 104
Refectorio y portería
f. 105
130
El encargo que recibió el arquitecto era el de proyectar una
portería y un refectorio, con sus servicios anexos, en forma
contigua a la iglesia, cerrando el monasterio hacia el camino
de llegada y que a la fecha se encontraba solo con un cierro
provisorio de madera. Por lo mismo, había que ordenar el
acceso a la iglesia y al conjunto formando una plaza.
Una gran admiración y respeto por la obra ya ejecutada
a la fecha… fue muy importante en las decisiones que se
tomaron durante el desarrollo del diseño… La preocupación
fundamental fue lograr una composición armónica con
los edificios existentes, especialmente con la iglesia, con
el volumen de las celdas que mostraba su lado menor
inconcluso hacia el acceso y con el cerro. El desafío era
formar una composición armónica y jerarquizar entre sí los
volúmenes blancos y cerrados jugando en el desnivel del
cerro.
…el diseño se centró principalmente en lograr un muro de
cierro que continuara un trozo que ya tenía construido
la iglesia. Este muro remontaría el cerro y en él estaría el
boquete del acceso al convento y sobre dicho boquete
avanzaría el techo desde el interior cobijando al visitante.
Detrás del muro se desarrollaría el gran volumen del
refectorio, volcado hacia el interior y las demás dependencias
con sus relaciones.
El conjunto de la portería y refectorio se planteó como un
volumen descompuesto y muy cerrado hacia la plaza y el
poniente. Las… ventanas de las dependencias contiguas al
muro se tratarían como pequeñas perforaciones, salvo la del
refectorio que mira al poniente y que fue hecha a solicitud
de los monjes, durante la construcción, para la observación
desde el interior del refectorio del cerro Manquehue.
Las relaciones del edificio mismo se presentaban muy
complejas. El refectorio es un lugar muy importante en
la vida de la comunidad. Había que buscar un relación
procesional a través del claustro con la iglesia. Por un lado,
los servicios del refectorio debían tener una relación con los
monjes que participan en las labores de preparación y lavado
de platos. La portería, a su vez, tenía que recibir y retener al
visitante y evitar su paso por la clausura.
Esto generó en el proyecto dos zonas de encuentro, una
para el contacto del convento con el exterior, que es el patio
de la portería y las visitas, contiguo al claustro pero cerrado
por él, con dos locutorios adyacentes para tal efecto; y otra,
en un nivel superior para el encuentro de los monjes que es
el patio cubierto de acceso al refectorio donde convergen
varias circulaciones internas…
A la nueva plaza exterior estarían dando el boquete de
entrada a la iglesia y el boquete de la portería, muy visibles
en este gran muro blanco, cuya forma se enriquecía hacia
la iglesia y adquiría la sencillez de un simple muro hacia la
portería.
Nota: Los textos en cursiva corresponden en este capítulo a redacción del propio autor de esta edificación, arquitecto Jorge Swimburn.
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p. 51 / Planta 1 er nivel
REFECTORIO 1972
1. Acceso
2. Celda
3. Locutorios
4. Dormitorio
5. Bodega
6. Cocina
7. Refectorio
8. Plaza
p. 52 / Planta 2 º nivel
132
f. 106
El refectorio está en un piso más arriba que el patio de la
portería, lo que lo independiza y a su vez lo relaciona con la
parte posterior del convento hacia el cerro. Desde el claustro
se sube por una ancha escalera hacia el refectorio, recorrido
que los monjes realizan varias veces al día viniendo desde la
iglesia o las celdas. El refectorio es un espacio volcado hacia
el interior, con vistas hacia el exterior muy controladas,
secundarias y puntuales. Solo se abre una ventana de
ángulo haca el claustro y la cordillera y una opuesta que,
como se ha señalado, mira hacia el cerro Manquehue y el
poniente.
La respuesta arquitectónica guarda estrecha relación con la
forma en que los monjes comen, mirando hacia el centro
del espacio donde está la mesa de huéspedes, centrados,
callados en la comida y escuchando al lector.
En la cocina lo relevante es un mueble central diseñado para
que los monjes preparen y laven los platos conversando
alrededor… La cocina y repostero tienen luz cenital, que
además sirve de ventilación, mientras que hacia el sur hay
una ventana corrida mirando el cerro y el patio donde llega
el vehículo con las provisiones.
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p. 53 / Corte A–A
p. 54 / Corte B–B
p. 55 / Corte C–C
p. 56 / Corte D–D
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p. 57 / Elevación poniente
p. 58 / Elevación norte
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El refectorio posee una gran losa de cubierta, la que se diseñó
de viguetas para darle mayor riqueza formal y condiciones
acústicas al espacio. El techo es plano e impermeabilizado,
como el resto del convento, buscando la pureza formal de la
volumetría del conjunto. Predominantemente, el edificio es
de albañilería reforzada a la vista y pintado a la cal.
El encargo de este edificio fue hecho al arquitecto Jorge
Swinburn, quien, en esa época, formaba parte de una
sociedad con Sergio Larraín G.M. e Ignacio Covarrubias. El
proyecto se desarrolló en la oficina de dicha sociedad el
año 1971 y estuvo a cargo de Swinburn. La estructura fue
calculada por los ingenieros Víctor Rivera, Leopoldo Balada,
Andrés Lederer y Marcial Baeza, iniciándose su construcción
en 1972 por la Empresa Anguita y Lederman, y terminándose
en febrero de 1973.
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f. 113
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Plazuela de Acceso
De acuerdo a la reformulación del proyecto del conjunto
del monasterio realizado por el equipo de arquitectos de
la Universidad Católica de Valparaíso, el Hno. Martín Correa
O.S.B. definió y ejecutó, al momento de edificarse la Iglesia,
el camino de acceso al convento en su ubicación actual.
En el tramo final del camino se proyectó, a un lado y contra
la pendiente del cerro, un muro de contención de piedra
de río partida por la mitad, que sirve para proteger la
clausura… y que siempre acompaña hasta la puerta del
monasterio, siguiendo el relieve en forma fluida… Al otro
lado, una alineación de olmos que dan sombra en verano
y cuyos troncos sirven para modular la visión que se tiene
desde el cerro hacia la ciudad.
Al llegar a la iglesia, el camino se ensancha formándose una
plazuela longitudinal que tiene primero un estacionamiento
de automóviles, y luego un recinto peatonal con tres niveles
que suben gradualmente. Esta plazuela sirve como atrio o
espacio intermedio, con árboles de sombra antes de entrar
a la luz más controlada de la iglesia. También es el lugar
de celebraciones litúrgicas como la del Fuego Pascual o el
Domingo de Ramos, mirador de Santiago y lugar de reunión
después de la misa.
La plazuela fue proyectada el año 1975 por el arquitecto Raúl
Irarrázabal y ejecutada en esa misma fecha.
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p. 59 / PLAZUELA DE ACCESO
Planta general
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Biblioteca
La biblioteca completa por su costado oriente el tercer lado
del claustro principal, dado que hacia el sur se encuentra
el cuerpo de celdas y al poniente la iglesia, mientras que
la hospedería, al estar en un nivel inferior, no constituye un
límite hacia el norte. Desde el nivel del claustro tiene una
altura mínima de 3,20 metros, para permitir el máximo de
visión hacia la cordillera de los Andes.
Se eligió una expresión plástica que siguiera el mismo espíritu
de los volúmenes anteriormente construidos para no alterar
la armonía del conjunto. Interiormente, la biblioteca tiene un
sentido longitudinal: se entra primero a una antesala, para
luego bajar a la sala de lectura y, finalmente, al depósito de
libros que tiene dos pisos. Los libros están en el fondo de la
perspectiva, protegidos por un ventanal metálico, como un
patrimonio de gran valor.
La materialidad de la biblioteca está, básicamente,
conformada por muros de hormigón y albañería a la vista,
cubiertos con cal. Los marcos y batientes de los ventanales
son metálicos, así como barandas y pilares interiores, todos
ellos pintados de negro.
El edificio fue proyectado por Raúl Irarrázabal en 1980. La
construcción se realizó ese mismo año y estuvo a cargo de la
empresa constructora Cruz del Sur. El cálculo estructural fue
realizado por la oficina de ingenieros Rivera, Balada, Lederer
y Baeza.
El avance visual está modulado por la estructura de pilares
y vigas de concreto armado, y está acompañado por un
aumento progresivo de la altura, pues, mientras por un lado
se mantiene el nivel del cielo, por el otro, el piso va bajando
junto con el desnivel del terreno natural.
Los libros tienen una luz medida para que no se dañen,
a través de ventanas verticales que corresponden a los
pasillos transversales y mediante los cuales se accede a las
estanterías. La sala de lectura tiene amplios ventanales hacia
el oriente y la cordillera.
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Nota: Los textos en cursiva corresponden en este capítulo a redacción del propio autor de estas edificaciones, arquitecto Raúl Irarrázabal.
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p. 60 / Planta primer nivel
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p. 61 / Planta nivel zócalo
BIBLIOTECA 1980
1. Acceso conexión–celdas
2. Salas de lectura
3. Depósito de libros
4. Bodega
p. 62 / Corte A–A
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p. 63 / Elevación oriente
p. 64 / Elevación poniente
p. 65 / Elevación norte p. 66 / Corte B–B
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7 CONSTRUCCIONES POSTERIORES A 1988
Desde la publicación de esta obra en 1988 la orden ha
encargado sucesivamente al arquitecto Raúl Irarrázabal
Covarrubias (algunas de cuyas acotaciones aquí citamos)
el diseño de una serie de nuevos recintos y adecuaciones
internas al conjunto del monasterio, actualizándolo y
adaptándolo a nuevas necesidades. Ello, siempre bajo el
concepto de ir construyendo un conjunto unitario, siguiendo
estrictamente la impronta asceta establecida desde el inicio
por el proyecto de Jaime Bellalta. Conjunto arquitectónico
que resultó en una feliz síntesis de la modernidad del
Bauhaus y la tradición de Chile Central, trabajando
diferentes arquitectos como si fueran uno solo, siguiendo el
ideal de San Benito de austeridad y paz.
Así, a principios de los años 90 se renovaron las bancas
de madera del coro de la Iglesia, pasando éstas a tener
respaldos. Trabajo realizado –al igual que su fabricación
original– en el propio taller de carpintería del monasterio.
En 1993 se le introdujeron mejoras al claustro, incorporándole
una fuente central, caminos de piso de ladrillo de chonchón,
tazas para los naranjos– que en el proyecto se regaban por
gravedad desde la fuente de agua– muchos maceteros
con alegres cardenales, dos palmas de Las Canarias para
encuadrar el paisaje del valle y una higuera generosa.
Estas obras incluyeron cerrar su lado poniente para evitar
los resfríos de los monjes, quienes diariamente transitan
desde antes del alba hacia la iglesia para las maitines, laudes
y prima.
Luego, en 1996, se realizaron una serie de obras de adelanto.
En primer lugar, se construyó una portería, la que incluyó una
tienda de planta triangular, con un lucernario central y un
banco de espera que enfrenta la librería. Este nuevo recinto
ayudó a conformar un pequeño “patio de los locutorios” por
estar estos flanqueando dicho espacio, al que se le instaló
una fuente de agua, completando la composición con dos
cipreses mediterráneos (Cupressus sempervirens).
Asimismo, ese año, se construyó una anhelada sala
capitular, igualmente con lucernarios cenitales, los que
iluminan, pero conservan la intimidad: uno para el lugar del
abad, otro para iluminar una plancha recordatoria con la
historia de la fundación del monasterio y un tercero para
iluminar el cuadro de la Virgen de Las Condes de Fray
Pedro Subercaseaux y que en nuestra edición de 1988 se
mostraba en el recibidor de la hospedería masculina. Luego,
dado la ancianidad de algunos monjes, en el costado sur del
claustro, se instaló un ascensor para llegar hasta el tercer
piso, agregándose una enfermería con una terraza soleada,
celdas para los monjes y un oratorio con un muro curvo de
fondo que recibe la luz solar, degradándola. Se acondicionó
allí también una sala para los novicios con un sombreadero.
Y finalmente, en ese afanoso 1996, en el subterráneo de la
Iglesia, anteriormente un espacio no del todo valorado, se
habilitó una sala múltiple, un pequeño auditórium y una
bodega. Recordemos que ese espacio estuvo en sus inicios
destinado a alojar múltiples altares dado las disposiciones
Nota: Los textos en cursiva corresponden en este capítulo a redacción del propio autor de estas edificaciones, arquitecto Raúl Irarrázabal.
150
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1
2
3
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p. 67 / Planta de conjunto actual
eclesiásticas a la época del diseño y construcción de la
iglesia, la que antecedió al Concilio Vaticano II, y en que no
era posible concelebrar misa.
Pero de todas las adiciones y renovaciones posteriores a
1988, la de mayor envergadura fue sin duda la construcción
en 2001 de la Hospedería externa. Ésta se construyó al norte
de la Iglesia, donde pueden alojar mujeres y un matrimonio.
La entrada a este volumen se realiza desde la plazuela de
acceso al monasterio. Para tener independencia … se [le]
hizo un pasillo con luz cenital y una sala de estar que tiene
una terraza sombreada por una pérgola. Esta última con
una bella vista norte hacia el valle.
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p. 68 / Corte 1–1
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p. 69 / Corte 2–2
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p. 70 / Corte 3–3
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p. 71 / Elevación norte
0 5
p. 72 / Elevación poniente
155
8 SIGNIFICADO ARQUITECTÓNICO
Y PATRIMONIAL DEL MONASTERIO
El conjunto de edificios que conforman el monasterio
Benedictino de Las Condes fueron proyectados y construidos
en un período de 27 años, que va desde 1953, en que se
convoca el concurso inicial, hasta 1980 en que se levanta
la biblioteca. Los arquitectos que realizaron dichas obras
pertenecen a una generación que se formó en el espíritu del
movimiento moderno internacional y muy especialmente
en la huella de Le Corbusier y el Bauhaus de Walter Gropius.
Si bien aparecen en la arquitectura nacional intentos por
reproducir muy fielmente los vocabularios formales de los
maestros, las condiciones locales, entre las que destacan
las exigencias antisísmicas y las restricciones económicas,
hicieron modificar los modelos iniciales, produciendo obras
de una cierta claridad formal y sencillez de materiales.
La mentalidad racionalista, poco imaginativa, el temor al
ridículo, resultado de la educación nacional, y por otra parte
el peso de una tradición de orden que tal vez se expresaba
en el simple clasicismo de la arquitectura más o menos
espontánea, favorecieron dentro del movimiento moderno
la aparición de obras discretas, equilibradas, lejanas a la
exuberancia y a la fuerte originalidad de las creaciones
brasileñas o mexicanas de la época(1).
Sin desconocer la inserción del monasterio dentro del
movimiento moderno y el empleo de todos sus elementos
técnicos y formales, de los cuales ya el primer edificio
proyectado por Jaime Bellalta es un buen ejemplo y cuya
huella se descubre en todo lo que sigue, las obras de Las
Condes poseen una novedad que arranca del desafío de
acoger la vida contemplativa de un conjunto de monjes
benedictinos en un medio geográfico que es asumido como
determinante del proyecto. Hay una articulación de espacios
y volúmenes puros, de hormigón coloreado de blanco, que
demuestran una particular interpretación de la arquitectura
contemporánea con un alto grado de expresión poética y
calidad estética(2).
No obstante la diversidad de arquitectos que participaron en
el monasterio, pero debido, indudablemente, a su fidelidad
al modelo inicial y a una formación más o menos común,
el resultado es una obra unitaria, con inflexiones propias
de cada uno de los edificios que conforman el conjunto.
La composición formal que sigue una geometría nítida, el
elaborado juego de planos y el control de la luz, que en la
iglesia alcanza una “corporeidad inmaterial”, recuerdan la
lección básica de Le Corbusier: la arquitectura como el sabio
manejo de los volúmenes bajo la luz.
Pero, junto al anterior, hay en el monasterio benedictino
una fuerza que nace de la voluntad de hacer realidad
el encuentro de la arquitectura, como manifestación
cultural, con la fe cristiana. La fe se intenta encarnar en la
arquitectura y a través de la materialidad arquitectónica, del
espacio y la forma de los edificios, expresar los fundamentos
trascendentes que sustentan, guían y ordenan lo construible.
(1) Mario Pérez de Arce L.: “Notas sobre arquitectura moderna en
Chile”, en “Revista del Arte y la Arquitectura en América Latina”,
Nº 8, Vol.2, Colombia, 1982.
(2) Ibid.
157
9 MI EXPERIENCIA EN EL MONASTERIO
Patricio Gross Fuentes
Con toda honestidad y respeto por todos los que han
trabajado en la construcción del Monasterio, actual Abadía,
creo que es preciso señalar que probablemente este libro no
se habría realizado sin el hecho de que conocí y participé muy
activamente en todo el desarrollo del proyecto de la iglesia y
proyecté y participé en la construcción de la Hospedería de
Hombres, viviendo en el convento por casi cuatro años.
Mi vinculación con el Monasterio Benedictino data
de mi época de estudiante de arquitectura cuando
aproximadamente en 1958 conocí a Fernando Guarda, diez
años mayor y quién había estudiado, al igual que yo entonces,
en la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad
Católica. Él, como varios estudiantes y ex estudiantes de
esta escuela, arrendaba un pequeño taller a la iglesia de la
VeraCruz en el Barrio Lastarria, a pasos de nuestra escuela
en calle Villavicencio, la que ocupaba dos casas contiguas
para los cursos de tercero, cuarto y quinto año de la carrera,
mientras que los dos primeros se impartían en el cuarto
piso del edificio central en la Alameda. Ello cambió en 1959
cuando a comienzos del año toda la Escuela de Arquitectura,
junto con la Escuela de Arte, se trasladaron a Lo Contador,
antigua casa de hacienda de los siglos 18 y principios del
19, en el actual barrio de Pedro de Valdivia Norte. Ello por
iniciativa del decano Sergio Larraín García–Moreno, que
convenció a la universidad de esta compra, adquiriendo él
una casa contigua de inquilino como su residencia.
La cercanía con Guarda, próximo a entrar a la orden
Benedictina, se dio, entre otras razones, por una común fe
religiosa, por el interés en la historia y por supuesto, a través
de nuestra vocación por la arquitectura. Lo apoyé en aquel
tiempo con algunos dibujos de su proyecto de título: “Mercado
de Valdivia”, antes de él irse al monasterio. Años después, en
1964, el entonces Hermano Gabriel, me regaló dos preciosas
perspectivas para la entrega de mi proyecto de titulación.
Cuando el Prior padre Adalberto Metzinger les encomienda
a los hermanos Martín Correa y Gabriel Guarda el proyecto
de la iglesia, este último me invita a ayudarlos con su
desarrollo. Pero con una condición: irse a vivir al monasterio
para estar en contacto con el hermano Martín, ya que él
partiría por un largo tiempo a estudiar filosofía al monasterio
de Los Toldos, en Argentina. Acepté entusiasmado ante
la perspectiva de vivir esta experiencia. Yo, a la época, era
solo un recién egresado de arquitectura. Como base para mi
trabajo, recibí de parte de los monjes un plano a pequeña
escala y una maqueta de trabajo, elementos que sí definían
claramente la idea de los dos cubos intercalados, la rampa
de acceso y el volumen proyectándose hacia el vacío.
A partir de allí, con sistemáticas reuniones en las tardes
con Martín, a continuación de las oraciones de sextas, se
fue desarrollando el proyecto definitivo. Ocupaba
yo dos celdas del edificio de Bellalta, arquitecto que
conocí muy bien algunos años después y quien llegó a
ser mi jefe en la Corporación de Mejoramiento Urbano y
compadre: una para dormir y otra para la mesa de dibujo.
Allí fueron desarrollados los planos generales, de detalles,
perspectivas, maquetas y especificaciones técnicas.
También salidas a reuniones con calculistas y otros
especialistas, como también a comprar materiales, lo que
me obligaba permanentemente bajar el cerro para esperar
la “micro” y regresar al monasterio, a veces al anochecer.
Todo ello, hasta que un día, preocupado por mi peregrinar
dado que el cerro Los Piques era entonces un lugar alejado
de la ciudad, el econo del Convento, padre Eduardo Lagos,
propuso comprarme una citroneta para desplazarme con
158
mayor facilidad, la que pagaría con cargo a mis honorarios.
El vehículo, mi primer auto, resultó ser verdaderamente
imprescindible, especialmente cuando se acercaba la
construcción de la obra, ya a fines de 1963, especialmente
para las reuniones con la empresa constructora.
Permanecí en esta vida monacal y formativa hasta inicios
de 1964 cuando comenzó la construcción de la iglesia, pues
para entonces hube de dedicarme de lleno a desarrollar
mi propio proyecto de título de arquitecto, el que debía
aprobar como condición ineludible para hacer uso de una
beca a Alemania ese mismo año. Titulación que había
postergado algunos años por la no transable experiencia
de estar inmerso y trabajando en el extraordinario proyecto
del monasterio Benedictino de Las Condes.
159
10 AGRADECIMIENTOS
Los autores quieren manifestar sus agradecimientos a
todos los que han hecho posible esta segunda edición y
muy especialmente a las siguientes entidades y personas:
a la Corporación del Patrimonio Cultural de Chile, impulsora
y auspiciadora de la reedición, a través de Roberto
Fuenzalida, su director Ejecutivo y a Elena Cruz, directora
de Proyectos; a Ediciones UC, que facilitó los originales
de la primera edición y autorizó esta segunda edición,
especialmente a María Angélica Zegers, su directora; a los
autores de las nuevas fotografías en color, quienes las han
facilitado para su inclusión en el texto; al arquitecto Iván
González, quien redibujó las nuevas planimetrías; a María
Luisa Godoy por el nuevo diseño y producción, como por su
gran interés y dedicación, lo que ha permitido dar forma
a esta nueva edición; al muy estimado hermano Martín
Correa O.S.B. por su entusiasmo y aporte constante para
revisar y completar los escritos e imágenes, ayudándonos
muy de cerca con el objetivo de entregar una segunda
edición que honre la obra arquitectónica y refleje el espíritu
que la anima.
Finalmente, a todos aquellos que nos han alentado durante
este tiempo para llevar a feliz término este libro, así como
a quienes han contribuido y aportado recursos para la
presente publicación.
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11 LISTADO DE DIBUJOS Y PLANOS
LISTADO DE DIBUJOS
d. 1 San Benito en el Cono Sur Postal/Arch. Conv. Benedictino 25
d. 2 Direcciones espaciales, orig. Bellalta Arch. Jaime Bellalta 35
d. 3 Croquis proyecto, orig. Bellalta ´´ 37
d. 4 Propuesta de A. Cruz y equipo Arch. Esc. Arquitectura U.C.V 46
d. 5 Propuesta de Isométrica del conjunto Alberto Cruz C. y equipo, U.C.V 47
d. 6/7/8 Estudios para iglesia definitiva ´´ 49
d. 9 Proposición sobre clausura y accesos ´´ 50
d. 10 Proposición agrícola y relación con arquitectura ´´ 50
d. 11 Plano de conjunto, Inst. Arq. U.C.V ´´ 51
d. 12/13 Croquis Inst. Arq. U. Católica de Valparaíso ´´ 52
d. 14/15 Croquis Inst. Arq. U. Católica de Valparaíso ´´ 53
d. 16 Trazado nuevo camino, orig. Hno. Martín Correa Arch. Conv. Benedictino 54
d. 17 Secuencia vistas camino, orig. padre G. Guarda, O.S.B. ´´ 55
d. 18 Esquema de la iglesia, orig. Hno. Martín ´´ 56
d. 19 Perspectiva de la iglesia, orig. padre G. Guarda, O.S.B. ´´ 57
d. 20/21 Estudios de la hospedería, orig. P. Gross Arch. Patricio Gross F. 58/59
d. 22 Estudio de la portería, orig. J. Swinburn Arch. Jorge Swinburn P. 60
d. 23 Croquis de la biblioteca, orig. R. Irarrázabal Arch. Raúl Irarrázabal P. 61
d. 24 Croquis plaza de acceso, orig. R. Irarrázabal ´ ´´ 61
d. 25 Corte diagonal iglesia, orig. Hno. Martín Arch. Conv. Benedictino 124
162
LISTADO DE PLANOS
p. 1 Convento 1988 Plano de ubicación 64/65
p. 2 ´´ Plano de conjunto 66/67
p. 3 Anteproyecto 1953 Plano de conjunto 71
p. 4 Capilla Refectorio Planta 1er nivel 72
p. 5 ´´ Corte A–A 72
p. 6 ´´ Corte B–B 72
p. 7 ´´ Planta 2º nivel 73
p. 8 ´´ Planta 3er nivel 73
p. 9 ´´ Elevación poniente 74
p. 10 ´´ Elevación oriente 74
p. 11 ´´ Elevación norte 75
p. 12 ´´ Elevación sur 75
p. 13 Cuerpo de Celdas 1954 Planta 1º nivel 78
p. 14 ´´ Planta 2º nivel 78
p. 15 ´´ Planta 3er. nivel 78
p. 16 ´´ Corte A–A 80
p. 17 ´´ Corte B–B 80
p. 18 ´´ Corte C–C 80
p. 19 ´´ Elevación oriente 82
p. 20 ´´ Elevación poniente 82
p. 21 ´´ Elevación norte 82
p. 22 ´´ Elevación sur 82
p. 23 Cuerpo Inicial 1953 Planta nivel único 86
p. 24 ´´ Elevación norte 86
p. 25 ´´ Elevación oriente 86
p. 26 ´´ Elevación poniente 86
p. 27 Cementerio 1954 Planta 90
p. 28 ´´ Corte A–A 91
p. 29 ´´ Corte B–B 91
p. 30 Hospedería 1961–62 Planta 1er nivel 94
p. 31 ´´ Planta 2º nivel 94
p. 32 ´´ Corte A–A 100
p. 33 ´´ Corte B–B 100
p. 34 ´´ Corte C–C 100
p. 35 ´´ Elevación oriente 102
p. 36 ´´ Elevación poniente 102
p. 37 ´´ Elevación sur 102
p. 38 Hospedería 1961–62 Elevación norte 102
p. 39 Iglesia 1963–64 Planta 1er nivel con muebles 112
p. 40 ´´ Planta 1er nivel sin muebles 112
p. 41 Iglesia Anteproyecto 1960 Planta nivel zócalo 114
p. 42 Iglesia Anteproyecto 1963 Planta nivel zócalo 114
p. 43 ´´ Corte A–A 118
p. 44 ´´ Corte B–B 118
p. 45 ´´ Corte C–C 118
p. 46 Anteproyecto 1960 Elevación norte 119
p. 47 Proyecto Iglesia 1963–64 Elevación norte 119
p. 48 ´´ Elevación poniente 121
p. 49 ´´ Elevación oriente 121
p. 50 ´´ Elevación sur 121
p. 51 Refectorio 1972 Planta 1er nivel 128
p. 52 ´´ Planta 2º nivel 128
p. 53 ´´ Corte A–A 134
p. 54 ´´ Corte B–B 134
p. 55 ´´ Corte C–C 134
p. 56 ´´ Corte D–D 134
p. 57 ´´ Elevación poniente 136
p. 58 ´´ Elevación norte 136
p. 59 Plazuela Acceso 1975 Planta general 142
p. 60 Biblioteca 1980 Planta 1er nivel 146
p. 61 ´´ Planta nivel zócalo 146
p. 62 ´´ Corte A–A 146
p. 63 ´´ Elevación oriente 148
p. 64 ´´ Elevación poniente 148
p. 65 ´´ Elevación norte 148
p. 66 ´´ Corte B–B 148
p. 67 Construcciones
posteriores a 1988 Planta conjunto actual 152
p. 68 ´´ Corte 1–1 153
p. 69 ´´ Corte 2–2 153
p. 70 ´´ Corte 3–3 153
p. 71 ´´ Elevación norte 155
p. 72 ´´ Elevación poniente 155
163
12 LISTADO DE FOTOS
f. 1 Ceremonia primera piedra iglesia Arch. C. Benedictino 13
f. 2 Claustro al atardecer ’’ 15
f. 3 Celdas a la puesta del sol ’’ 16
f. 4 Claustro al amanecer ’’ 17
f. 5 Subiendo el cerro Los Piques ’’ 19
f. 6 Fray Pedro en su taller ’’ 21
f. 7 Cuadro Virgen de Las Condes Postal/Arch. C. Benedictino 23
f. 8 Fray Pedro pintando Arch. C. Benedictino 23
f. 9 Monjes procedentes del Solesmes ’’ 26
f. 10 Casas de Lo Fontecilla Sergio Gelcich R. 27
f. 11 Abadía de Solesmes, Francia Arch. C. Benedictino 27
f. 12 Monjes procedentes de Beuron ’’ 28
f. 13 Primer convento construido en Chile ’’ 29
f. 14 Abadía de Beuron, Alemania ’’ 29
f. 15 Hermanos y padres benedictinos 1954 ’’ 31
f. 16 Permiso municipal de la obra ’’ 32
f. 17 Primera piedra de la iglesia ’’ 33
f. 18 Aérea, al inicio de las obras, 1954 Instituto Geográfico Militar 34
f. 19/20/21 Maqueta Estudio, proyecto Bellalta Arch. C. Benedictino 36
f. 22 Interior de la capilla provisoria ´ ’’ 38
f. 23 Exterior nevado de edificio provisorio ’’ 39
f. 24 Cuerpo de celdas recién construidos,
cuerpo inicial de capilla y refectorio provisionales ’’ 40
f. 25 a 29 Cuerpo de celdas recién construidos ’’ 41
f. 30 Cuerpo de celdas, cementerio, cuerpo de capilla
y refectorio provisional. Arch. Histórico José Vial A.
Escuela de Arq. y Dis. PUCV. 42
f. 31 a 36 Cuerpo de celdas recién construido ’’ 43
f. 37 a 39 Interior y exterior cuerpo de celdas ’’ 44
f. 40 a 42 Escalera cuerpo de celdas ’’ 45
f. 43 Propuesta de maqueta Alberto Cruz C. y equipo, U.C.V 48
f. 44 Maqueta de la iglesia Arch. C. Benedictino 56
f. 45/46 Hospedería actual Patricio Gross 59
f. 47 Portería y refectorio, actual ’’ 60
164
f. 48 Aérea al estado de 1984 Serv. Aerofotogramétrico FACH 62
f. 49 Conjunto desde el nororiente, 1988 Sergio Gelcich R. 68
f. 50 Cuerpo de celdas, 1953 Arch. C. Benedictino 77
f. 51 Interior de una celda Sergio Gelcich R. 79
f. 52 Vista oriente del cuerpo de celdas ’’ 79
f. 53 Vista poniente del cuerpo de celdas Arch. C. Benedictino 81
f. 54 Claustro hacia el norponiente ’’ 81
f. 55 Claustro hasta el surporiente ’’ 81
f. 56 Escala acceso a las celdas Sergio Gelcich R. 83
f. 57 Vista sur del cuerpo de celdas ’’ 83
f. 58 Vista ventanas del pasillo al atardecer ’’ 84
f. 59 Caja escala, cuerpo de celdas ’’ 84
f. 60 Caja escala, cuerpo de celdas ’’ 85
f. 61 Exterior del edificio provisorio Arch. C. Benedictino 87
f. 62 Interior del pasillo de acceso a celda Sergio Gelcich R. 87
f. 63 Interior capilla provisoria Arch. C. Benedictino 87
f. 64 Cementario nevado desde afuera ’’ 88
f. 65 Cruz presidiendo el cementerio ’’ 89
f. 66 Cementario recien terminado ’’ 91
f. 67 Hospedería desde el nororiente Sergio Gelcich R. 93
f. 68 Acceso a la hospedería ’’ 95
f. 69 Pasillo de la hospedería ’’ 95
f. 70/71 Vista norponiente de la hospedería ’’ 96
f. 72 Vista norponiente de la hospedería actual ’’ 97
f. 73 Detalle exterior ventanas del comedor hospedería ’’ 98
f. 74 Comedor de huéspedes ’’ 98
f. 75 Detalle interior ventanas del comedor hospedería ’’ 98
f. 76 Comedor de huéspedes ’’ 99
f. 77 Celda para huéspedes ’’ 101
f. 78 Hospedería desde el oriente ’’ 103
f. 79 Detalle fachada norte ’’ 103
f. 80 Hno. Martín Correa y Gabriel Guarda, O.S.B. ’’ 104
f. 81 Vista a eje hacia el altar de la iglesia Sergio Gelcich R. 105
f. 82 Vista a eje desde el coro de monjes ’’ 107
f. 83 a 85 Construcción de la iglesia 1963–1964 Arch. C. Benedictino 108
f. 86 Hno. Martín Correa en construcción de la iglesia ’’ 109
f. 87 Rampa interior de acceso Sergio Gelcich R. 111
165
f. 88 La Virgen desde el altar ’’ 113
f. 89 Pasada del altar mayor al Santísimo ’’ 113
f. 90 Escala a la cripta ’’ 115
f. 91 Claraboya en bajada a la cripta Sergio Gelcich R. 115
f. 92 Altar del Santísimo ’’ 117
f. 93 Misa en el altar ’’ 117
f. 94 Iglesia desde el norte ’’ 120
f. 95 Exterior del nicho de la Virgen de noche ’’ 122
f. 96 El Campanil ’’ 122
f. 97 Exterior del nicho de la Virgen ’’ 122
f. 98 Vista desde el poniente ’’ 125
f. 100/101 Maqueta de la Virgen Marta Colvin 127
f. 102/103 Escultura de la Virgen Francisco Gazitúa 127
f. 104 Monjes con la virgen Rafel Rosende 129
f. 105 Portería desde plaza de acceso Jorge Swinburn P. 130
f. 106 Refectorio de los monjes ’’ 133
f. 107 Llegada a la portería ’’ 135
f. 108 Reja de la portería ’’ 137
f. 109/110/111 Volúmenes de portería y refectorio ’’ 137
f. 112 Alero de la portería–refectorio ’’ 138
f. 113 Detalle de ventanas en la portería ’’ 138
f. 114 Patio del refectorio ’’ 139
f. 115 Plazuela de acceso como explanada Sergio Gelcich R. 141
f. 116 Plazuela de acceso ’’ 143
f. 117 Biblioteca a nivel del claustro ’’ 144
f. 118 Biblioteca limitando el claustro ’’ 145
f. 119 Ventanas del depósito de libros ’’ 147
f. 120 Biblioteca desde el poniente ’’ 147
f. 121 Textura del moldaje en la biblioteca ’’ 149
f. 122 Bancas de la iglesia con respaldos ’’ 151
f. 123 Tienda y patio de los locutorios 1996 ’’ 151
f. 124 Patio del claustro 1993 ’’ 151
f. 125 Hospedaje de mujeres ’’ 154
166
13 BIBLIOGRAFÍA
Durante la investigación que dio origen a este libro se
intentó identificar toda la publicación que, de un modo u
otro, tuviera relación con la arquitectura del monasterio,
desde aquellas que solo hacen una simple mención hasta las
que dedican la edición completa al tema, incluyendo libros,
informes de investigación, revistas y artículos de diarios y
semanarios. También se revisó bibliografía vinculada a la
obra en el contexto de la arquitectura religiosa y arquitectura
contemporánea latinoamericana.
SEGRE, ROBERTO (Relator)
América Latina en su arquitectura, parte segunda: La
arquitectura, capítulo II: Influencias externas y significado de
la tradición, por Max Cetto. Ed. Siglo XXI. México, 1975.
BAYON, DAMIAN; GASPARINI, PAOLO
Panorama de la arquitectura latinoamericana, capítulo:
Chile, entrevista a Emilio Duhart. Editorial Blume/UNESCO.
Barcelona,1977.
En general, la bibliografía se refiere principalmente a la
iglesia del monasterio, sin considerar el resto de los edificios,
destacando el valor de la obra dentro de un panorama
de la arquitectura en Chile y en Latinoamérica. Los
artículos periodísticos no aportan mayores antecedentes,
comentando la arquitectura principalmente a través de una
entrevista a sus autores y haciendo mención al impacto que
la obra a provocado en el medio nacional.
Puede decirse con propiedad que no existe a la fecha
ninguna publicación que entregue una documentación
completa del monasterio, su historia y una reflexión sobre su
significación y aporte al patrimonio arquitectónico.
LIBROS
BULLRICH, FRANCISCO
New directions in latin american architecture, capítulo
Monumental architecture. Ed. Studio Vista. Londres, 1969.
Existe otra edición simultánea en Nueva York de George
Brazilier.
GUTIÉRREZ, RAMÓN
Arquitectura y urbanismo en Iberoamérica. Ed. Manuales de
Arte Cátedra. Madrid, 1984.
ELIASH D., HUMBERTO; MORENO G., MANUEL
Arquitectura moderna en Chile: 1930–1960. Testimonio.
Reflexiones. Cuadernos Luxalon. Santiago, sin fecha.
FERNANDO PÉREZ OYARZÚN, ALEJANDRO ARAVENA,
JOSÉ QUINTANILLA
Los Hechos de la Arquitectura; Ediciones ARQ, Pontificia
Universidad Católica de Chile. Santiago, 2002, (3a edición /
mayo 2007). ISBN: 956–14–0564–4. (Incluye capítulo sobre
el Monasterio Benedictino de Las Condes).
INFORMES DE INVESTIGACIÓN
KENNON, PAUL A. Y OTROS
The church at Las Condes: architecture at Rice 20. Rice
University School of Architecture, Houston, Texas, 1967.
BENEVOLO, LEONARDO
Historia de la arquitectura moderna, 5ª. Edición ampliada.
Ed. Gustavo Gili, 1974 (1ª. Edición), 1982 (5ª. Edición).
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HARVEY, MARTÍN HOLMES
La Iluminación Natural en el Interior de la Iglesia del
Monasterio Benedictino de Las Condes, Santiago, Chile,
Tesina Final de Máster. Máster Oficial Teoría y Práctica del
Proyecto Moderno, Tutora: Teresa Rovira línea: La forma
moderna ETSAB_UPC_Barcelona, Julio de 2009.
file:///C:/Users/EV/Downloads/Tesina%20M.%20Holmes.pdf
La Iglesia del Monasterio Benedictino de la Santísima
Trinidad de Las Condes: la luz como generatriz del espacio
moderno litúrgico, dirigida por Víctor Pérez Escolano e
inscrita en febrero del 2010, en el Departamento de Historia,
Teoría y Composición Arquitectónica, ETSA, Universidad de
Sevilla, España. 6 de abril y aceptado el 2 de agosto de 2012.
http://revistas.ubiobio.cl/index.php/AS/article/view/792/749.
MÜLLER, FÁBIO
O templo cristão na modernidade, Permanências Simbólicas
& Conquistas Figurativas, Capítulo 3.5 Virtuosismos Técnicos
e Sensibilidade Lírica, Pág. 205. Dissertação sob orientação
do Prof. Arq. Ph. D. Heitor da Costa Silva e co–orientação
do Prof. Arq. Dr. Carlos Eduardo Dias Comas, apresentada
ao Programa de Pós–Graduação em Arquitetura da
Universidade Federal do Rio Grande do Sul – PROPAR/
UFRGS –, para obtenção do título de Mestre em Arquitetura.
Porto Alegre, primeiro semestre de 2006. http://livros01.
livrosgratis.com.br/cp028692.pdf
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Una Arquitectura Ausente Ilumina la Celebración del
Misterio. La Iglesia del Monasterio Benedictino de Las
Condes, Entrevista al arquitecto Martín Correa, O.S.B.
Boletín Académico. Revista de investigación y arquitectura
contemporánea, Escuela Técnica Superior de Arquitectura.
Universidade da Coruña. ISSN 2173–6723. Número 2 (2012).
Páginas 56–63. Fecha de recepción 01.10.2011. Fecha de
aceptación 02.02.2012.
http://ad010cdnd.archdaily.net/wp–content/uploads/2012/
04/1333806888–entrevista–Martín–correa.pdf
MUÑOZ RODRÍGUEZ, RUBÉN
La iglesia del Monasterio Benedictino de la Santísima
Trinidad de Las Condes. Tesis doctoral. Propuestas
precedentes: Arquiteturarevista, vol. 6, núm. 2, julio–
diciembre, 2010, pp. 106–126 Universidade do Vale do Rio dos
Sinos. São Leopoldo, Brasil.
https://www.redalyc.org/pdf/1936/193617358003.pdf
ARTÍCULOS DE REVISTAS, PRENSA, FOLLETOS, BLOGS,
VIDEOS Y PLATAFORMAS WEB
CORREA, HERMANO MARTÍN; GUARDA, PADRE GABRIEL
Die klosterkirche von Las Condes, revista Erbe und Auftrag,
Nº 42, págs. 71–73. Beuron/Hohenzollern. Enero, 1966.
Iglesia del Monasterio Benedictino de Las Condes, sin autor.
Revista AUCA, Nº 6–7, págs. 59–62. Santiago, enero, 1967.
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La arquitectura en Chile, revista Summa, Nº 11 (número
especial dedicado a la arquitectura chilena contemporánea),
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Iglesia del Monasterio de Las Condes, Santiago, sin autor.
Revista Summa”, Nº 11. Buenos Aires, abril, 1968.
MUÑOZ RODRÍGUEZ, RUBÉN
Una arquitectura coreográfica: el cuerpo en movimiento. La
iglesia del Monasterio Benedictino de Las Condes. Artículo
basado en la investigación en desarrollo de la tesis doctoral:
TREBBI DEL TREVIGIANO, ROMOLO
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Las maravillas del siglo XX, sin autor. Revista Ercilla, Nº 2411,
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El convento (sic) Benedictino o Una cuerda geografía, diario
La Tercera, págs. 38–39. Santiago, 6 febrero 1982.
Monasterio Benedictino: una muestra moderna, diario El
Mercurio, pág. C–2. Santiago, 30 abril, 1982.
Premios nacionales – tres hicieron fama, sin autor, revista
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“Seminario Arquitectura del Bicentenario 10 Charlas – 10
Tiempos, 1960 Iglesia Monasterio Benedictino”. Expositores:
Hermano Martín Correa, León Rodríguez, Patricio Gross.
Santiago 10 de agosto de 2009. En: Plataforma Arquitectura.
Santiago, 13 de agosto de 2009. ISSN 0719–8914.
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seminario–arquitectura–del–bicentenario–10–charlas–10–
tiempos–1960–monasterio–benedictino
171
SANTIAGO DE CHILE / 2021