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MONASTERIO BENEDICTINO DE LAS CONDES

Una obra de arquitectura patrimonial

Una obra de arquitectura patrimonial

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MONASTERIO BENEDICTINO DE LAS CONDES

Una obra de arquitectura patrimonial


MONASTERIO Y CIUDAD

N

Santiago, Chile

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MONASTERIO Y ENTORNO

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Pablo Altikes



Pablo Altikes



Pablo Altikes



Archivo Monasterio Benedictino



Archivo Monasterio Benedictino


IGLESIA

13


Pablo Altikes


Pablo Altikes


Fotos archivo Monasterio Benedictino



Fotos archivo Monasterio Benedictino



Mª Luisa Godoy


Archivo Monasterio Benedictino


Archivo Monasterio Benedictino


Rafael Rosende


Fotos archivo Monasterio Benedictino, revista AOA



Archivo Monasterio Benedictino



Fotos archivo Monasterio Benedictino



Fotos Sofía Rosende


Rafael Rosende

31


Archivo Monasterio Benedictino


Fotos Rafael Rosende


CUERPO DE CELDAS


Fotos Patricio Gross


Archivo Monasterio Benedictino


Patricio Gross


Fotos archivo Monasterio Benedictino



CLAUSTRO

Fotos archivo Monasterio Benedictino



Fotos archivo Monasterio Benedictino


SALA CAPITULAR


Archivo Monasterio Benedictino

Patricio Gross


Fotos Patricio Gross / Mª Luisa Godoy

HOSPEDERÍA


BIBLIOTECA

Fotos archivo Monasterio Benedictino


Patricio Gross


PORTERÍA Y REFECTORIO

Fotos archivo Monasterio Benedictino


Archivo Monasterio Benedictino

Patricio Gross

Sofía Rosende


HOSPEDERÍA FEMENINA

Fotos Mª Luisa Godoy


Archivo Monasterio Benedictino


Pablo Altikes

PLAZUELA DE ACCESO


Sofía Rosende


54

CEMENTERIO


Fotos archivo Monasterio Benedictino


EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

Vicerrectoría de Comunicaciones

Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, Santiago, Chile

editorialedicionesuc@uc.cl

www.ediciones.uc.cl

MONASTERIO BENEDICTINO DE LAS CONDES

Una obra de Arquitectura Patrimonial

Segunda edición 2021

© Inscripción Nº 2021-A-7296

Derechos reservados

Agosto 2021

ISBN N° 978-956-14-2868-3

ISBN digital N° 978-956-14-2869-0

Dibujo y Levantamiento de Planos:

Paz Riera

Iván González

Fotografías:

Archivo Monasterio Benedictino

Sergio Gelcich R.

Juan Purcell M.

Jorge Swinburn P.

Patricio Gross F.

Pablo Altikes

María Luisa Godoy B.

Rafael Rosende A.

Sofía Rosende G.

Diseño, Diagramación y Producción:

María Luisa Godoy B.

Corrección de Textos:

Óscar Aedo I.

Impresión:

Ograma impresores

CIP- Pontificia Universidad Católica de Chile

Gross, Patricio, 1938-, autor.

Monasterio Benedictino de Las Condes: una obra de arquitectura

patrimonial / Patricio Gross Fuentes, Enrique Vial Briceño. Segunda edición.

Incluye Bibliografía.

1. Monasterios – Chile – Diseño y planos.

2. Monasterio Benedictino de la Santísima Trinidad de las Condes (Chile) –

Diseño y planos.

I. t.

II. Vial, Enrique, 1956-, autor.

2021 126.7098331 + DDC23 RDA


MONASTERIO BENEDICTINO DE LAS CONDES

Una obra de arquitectura patrimonial

Patricio Gross Fuentes

Enrique Vial Briceño



ÍNDICE

1 PRESENTACIÓN DE LA SEGUNDA EDICIÓN 4

2 PRÓLOGO 7

3 ADVERTENCIA PRELIMINAR DE LA PRIMERA EDICIÓN 11

4 VIDA MONACAL E HISTORIA DEL MONASTERIO BENEDICTINO 13

• Pensando en el Monasterio, Juan de Dios Vial C. 14

• Monasterio Benedictino

de la Santísima Trinidad de Las Condes, Gabriel Guarda O.S.B.† 20

5 ANTECEDENTES DE LA CONSTRUCCIÓN DEL MONASTERIO 34

6 EDIFICIOS Y LUGARES QUE COMPONEN EL MONASTERIO 62

• Cuerpo de celdas 70

• Cementerio 88

• Hospedería 92

• La iglesia 104

• Refectorio y portería 130

• Plazuela de acceso 140

• Biblioteca 144

7 CONSTRUCCIONES POSTERIORES A 1988 150

8 SIGNIFICADO ARQUITECTÓNICO Y PATRIMONIAL DEL MONASTERIO 157

9 MI EXPERIENCIA EN EL MONASTERIO

Patricio Gross 158

10 AGRADECIMIENTOS 161

11 LISTADO DE DIBUJOS Y PLANOS 162

12 LISTADO DE FOTOS 164

13 BIBLIOGRAFÍA 167


1 PRESENTACIÓN DE LA SEGUNDA EDICIÓN

En diciembre de 1988, hace ya cerca de 33 años, la Pontificia

Universidad Católica de Chile, a través de Ediciones UC,

publicó el libro “El Monasterio Benedictino de Las Condes.

Una obra de arquitectura patrimonial”, en homenaje a los

100 años de la universidad y a los 50 años del Monasterio

Benedictino de la Santísima Trinidad de Las Condes. El

libro contó con el auspicio del Chase Manhattan Bank y se

encabezó con dos presentaciones, una del padre Gabriel

Guarda O.S.B., a la época Abad del Convento, y otra de

Juan de Dios Vial Correa, en ese momento rector de la

Universidad.

Como autores de la primera edición sentimos una sincera

alegría por la acogida que recibió, tanto nacional como

internacional, agotándose hace ya mucho tiempo, y

recogiendo desde muchos sectores, incluidos los propios

monjes, el interés por su reedición. Sin duda que ello ha

sido el resultado de la calidad de la obra arquitectónica

expuesta, declarada Monumento Nacional en 1981, la que

a través del libro puede ser comprendida a cabalidad,

así como el espíritu que siempre animó el conjunto de

las edificaciones, desde el volumen inicial de las celdas

proyectado por Jaime Bellalta, hasta lo construido hasta

la fecha desde la publicación original. Igualmente, hemos

querido traducir, de la mejor manera posible, el sello de

austeridad de los monjes benedictinos que se encarna en

el monasterio y la vida de ascetismo y contemplación que

los anima.

Es preciso señalar que este libro probablemente no se

habría escrito sin considerar el hecho de que uno de sus

autores conoció y participó muy activamente desde sus

inicios en todo el desarrollo del proyecto de la iglesia,

así como también diseñó y dirigió la construcción de la

4


Hospedería de Hombres, todo lo cual lo realizó viviendo en

el monasterio por cerca de tres años a partir de 1961. Del

mismo modo, relevante fue la investigación realizada por

ambos autores bajo el alero de la Pontificia Universidad

Católica en 1988, investigación a la que se incorporó el

arquitecto Enrique Vial y que permitió conocer de primera

fuente los pensamientos y experiencias de los distintos

arquitectos que participaron en las sucesivas etapas de

diseño y construcción del Monasterio y hacer una vasta

recopilación de material gráfico y antecedentes históricos,

incluyendo los del concurso inicial, muchos de ellos

hasta entonces dispersos en las oficinas y talleres de sus

distintos autores.

La ocasión de reeditar este libro nos permite, en primer

lugar, actualizarlo con las obras realizadas después de

1988, agregar algunos pocos acápites que nos parecen

relevantes a la luz de los años transcurridos, como

también llevar a cabo mejoras fotográficas y añadir vistas

en color que permiten una mejor lectura de los espacios

y volúmenes del convento, así como de su extraordinaria

luminosidad interior, todo ello a través de una nueva

diagramación y acorde con los recursos materiales y

tecnológicos actuales.

Al igual que en la edición anterior, hemos querido

mantener como título del libro “El Monasterio Benedictino

de Las Condes”, como es públicamente conocida esta

obra, no obstante que, en función del número de monjes

con votos solemnes, la independencia económica del

convento y la voluntad de llevarlo a cabo, significó en 1981

su reconocimiento en la categoría de abadía, siendo su

primer Abad el padre Eduardo Lagos, O.S.B. y quedando

desde entonces como la “Abadía Benedictina de la

Santísima Trinidad de Las Condes”.

Queremos señalar que hemos incluido textualmente los

escritos del entonces rector Juan de Dios Vial Correa,

posteriormente nombrado rector emérito y el entonces

Abad padre Gabriel Guarda O.S.B. de la primera edición

de 1988, publicada como homenaje a los 100 años de la

Pontificia Universidad Católica de Chile y a los 50 años

del Monasterio de la Santísima Trinidad de Las Condes.

Son dos textos invaluables en sí mismos, más allá de su

contribución a este libro, impresionando la profunda

espiritualidad católica del rector como también su

conocimiento teologal e histórico de la Iglesia, en especial

de la Regla de San Benito. Por su parte, la presentación

del padre Guarda es un verdadero regalo pues ofrece

una completa cronología, con amplios antecedentes y

anécdotas de la creación del Monasterio, hoy día Abadía,

desde que fue apenas una idea hasta su realización en

dicha época, producto sin duda de sus más queridas

investigaciones históricas.

El Capítulo 8, significado arquitectónico y patrimonial

del Monasterio, también se ha mantenido en su versión

original, destacando las citas sobre la arquitectura inicial

del Monasterio, proyecto de Jaime Bellalta, y su inserción

en el Movimiento Moderno, comentarios que entonces

le merecieron al arquitecto Mario Pérez de Arce Lavín,

Premio Nacional de Arquitectura 1989.

Finalmente, rendimos un sentido homenaje y

reconocimiento a todas aquellas personas fallecidas que

fueron actores relevantes en la concepción y concreción

de esta obra, así como a quiénes hicieron posible la

publicación inicial de este libro en 1988 bajo el sello

Ediciones Universidad Católica de Chile.

5



2 PRÓLOGO

La reedición de este libro, que fue publicado originalmente

en 1988 con motivo de los 50 años del Monasterio y los

100 años de la Pontificia Universidad Católica de Chile, es

una iniciativa que valoramos y agradecemos. Sus autores,

Patricio Gross y Enrique Vial, se han empeñado y, venciendo

cualquier obstáculo, han podido finalmente llevar a buen

puerto este proyecto con la valiosa colaboración de la

Corporación Patrimonio Cultural de Chile y la Pontificia

Universidad Católica de Chile.

Para la comunidad de monjes que habitamos este lugar,

los edificios que aquí se describen forman parte de nuestro

entorno cotidiano desde donde, a través del ora et labora,

nos empeñamos en la búsqueda de Dios, tomando por

guía el Evangelio. Al mismo tiempo, para los alumnos

de arquitectura que tantas veces vienen aquí a dibujar,

especialmente la iglesia, y para tantos otros visitantes,

esperamos que la reedición de este libro pueda serles un

instrumento útil para que puedan gustar más allá de la

arquitectura el espíritu que ha animado el conjunto de esta

obra, considerada ya en nuestro país como de arquitectura

patrimonial.

+Benito Rodríguez, O.S.B.

Abad

7


Esta segunda edición del libro “El Monasterio Benedictino

de Las Condes, una obra de arquitectura patrimonial”, cuya

primera publicación se enmarcó en la celebración de los 100

años de nuestra Universidad y los 50 años del Monasterio,

es motivo de gran alegría. Nos permite poner en valor

nuevamente una obra de arquitectura patrimonial que no

solo hace un aporte a la ciudad en términos arquitectónicos,

sino que también lo hace desde el diseño, la historia, la

espiritualidad y el arte religioso.

Desde la Universidad vemos en la reedición de esta obra

una oportunidad invaluable de reavivar la historia del

Monasterio Benedictino de Las Condes y de ponerlo al

alcance de nuevas generaciones, las que podrán conocer

a través de él la acabada investigación y recopilación de

datos realizadas por sus autores Patricio Gross y Enrique

Vial, y que ahora además se ve realzada con la inclusión de

obras posteriores a 1988 y por la tecnología que nos provee

de mejores fotografías.

Finalmente, este libro nos invita también a conocer la

espiritualidad monástica de la Orden de San Benito, a partir

del estudio de los espacios que la acogen –especialmente

pensados para la reflexión– y que en 1981 fuera declarado

Monumento Histórico. Cuando algo no se conoce, no se

aprecia; y a través de Ediciones UC y su trabajo en esta

nueva publicación, la Universidad ha querido reconocer el

valor de resguardar el patrimonio, de difundirlo y de esta

manera preservarlo para las futuras generaciones.

Ignacio Sánchez D.

Rector

Pontificia Universidad Católica de Chile

8


Es una gran satisfacción para la Corporación Patrimonio

Cultural de Chile ser partícipe de la segunda edición de este

libro de los arquitectos Patricio Gross y Enrique Vial acerca

de una obra fundamental del patrimonio arquitectónico

moderno en nuestro país.

La edificación del Monasterio Benedictino de Las Condes

–actualmente Abadía– se inicia en 1953 en base a un

proyecto del arquitecto Jaime Bellalta. El conjunto toma

forma definitiva con la construcción de su importante

iglesia, en la primera mitad de la década del 60, de la mano

de dos monjes benedictinos: Martín Correa y Gabriel Guarda.

Esta es declarada Monumento Nacional en 1981.

Arquitecto y Premio Nacional de Historia –y por muchos

años Abad del Monasterio– el padre Gabriel Guarda, cuya

memoria homenajeamos, sostuvo siempre un estrecho

vínculo de amistad y colaboración profesional con nuestra

Corporación.

Esta publicación responde a la importancia de difundir una

valiosa obra patrimonial y vanguardista, cuya propuesta

escapa a los cánones tradicionales de las edificaciones

religiosas, apostando por el minimalismo y el protagonismo

de la luz en los espacios. La presente reedición permite no

sólo mejorar y completar la documentación y las fotografías

referidas a ella, sino también recoger las intervenciones

realizadas después de 1988, año en que fue publicada la

primera edición con el apoyo de la Universidad Católica.

La iglesia, diseñada en base a tres volúmenes cúbicos,

alberga una escultura de la Virgen realizada por los

destacados artistas Marta Colvin y Francisco Gacitúa. El

mobiliario del coro fue diseñado por el arquitecto Raúl

Irarrázabal y en él se ubica el órgano construido en 1919 por

Oreste Carlini.

Es así que este libro transmite una noción de patrimonio

vivo, que se transforma, se recrea y es dotado de significado

por quienes lo proyectan y lo habitan, dando cuenta del

acoplamiento de diversos creadores en función del espíritu

de austeridad, reflexión y contemplación que identifica

al monumento. Nuestros sinceros agradecimientos a los

autores y a todos quienes han comprometido su tiempo

y su trabajo en esta iniciativa editorial. Así también, a las

familias: Álvarez Marín, Antúnez Soza, Claro Vial, Cordero

Barrera, De la Cerda Gandarillas, Guarda Aura, Guarda Fisher,

Guarda Weiss, Irarrázabal Covarrubias, Larraín Peña, Peralta

Alba, Romero Goenaga, Ross Amunátegui, Rabat Joannon,

Raby Guarda y a la Ley de Donaciones Culturales, que han

hecho posible la concreción de este volumen.

Roberto Fuenzalida G.

Director Ejecutivo

Corporación Patrimonio Cultural de Chile

9



3 ADVERTENCIA PRELIMINAR DE LA PRIMERA EDICIÓN

La convicción de que se hace imprescindible a la vez

que urgente ampliar el conocimiento y la difusión

del patrimonio arquitectónico nacional constituyó la

motivación inicial de este estudio. Patrimonio entendido

no solo como el monumento o cuando más el conjunto

total de ciertas obras con sus paisajes, sino como la

manifestación sensible y la expresión de la identidad

del hombre, de la riqueza creadora de su espíritu y de

los incesantes esfuerzos que hace en ese sentido (1),

buscando “hacer construible, perceptible, representable

lo perenne” (2).

Por lo mismo, tampoco puede reducirse el patrimonio

al solo estudio del pasado; el valor de las obras en su

interacción con las personas, lo sagrado y el transcurrir

hacia la permanencia, no solo es una prerrogativa de

algunos testimonios antiguos, sino que también es

posible descubrirlo en construcciones del presente.

Fue así como se eligió el Monasterio Benedictino de

Las Condes, el que de acuerdo a nuestros conceptos

anteriores integra con propiedad el patrimonio histórico

del país, constituyéndose por su “notable valor… en un

pilar de nuestra identidad cultural”(3) y en una de las obras

de arquitectura contemporánea de mayor relevancia

nacional y continental, declarado Monumento Nacional

en 1981.

Para mejor conocer, comprender y contemplar el

monasterio, era necesario generar un registro del mismo,

a través de una investigación que reuniera un conjunto

de documentos y recuerdos, hasta ahora dispersos y

deshilvanados, que pudieran dar cuenta del contexto

histórico y religioso en que se inscribe la obra. Junto

con lo anterior, se volvía insoslayable la recopilación y

procesamiento sistemáticos de todos los antecedentes

bibliográficos, gráficos y planimétricos, la gran mayoría

inéditos, que existen del monasterio.

Asimismo, y como una manera de penetrar más

profundamente en los valores y el sentido patrimonial

de la obra, parecía preciso el estudio de los objetivos

y fundamentos arquitectónicos que los arquitectos,

autores de cada uno de los proyectos que conforman

el monasterio, declaraban explícitamente respecto de

sus proyectos, tanto en su relación con el paisaje y con

los edificios y planes preexistentes, como la manera de

acoger, ayudando a ser, la vida contemplativa.

También se hacía necesario realizar los levantamientos

planimétricos de lo que no se disponía información, así

como el redibujo del material gráfico seleccionado, con

el fin de obtener una lectura unitaria del conjunto de los

edificios que componen el monasterio, acompañando

todo ello con un recorrido fotográfico que mostrara su

espacialidad, volumetría y materialidad.

Todo este heterogéneo conjunto de elementos

recopilados se ordenó finalmente, de modo que escritos,

planos y fotografías permitieran un conocimiento

científico y poético del monasterio, difundiendo a una

amplia audiencia uno de los valores del patrimonio

arquitectónico chileno.

11


No podríamos terminar esta advertencia preliminar sin

agradecer a todos los que han hecho posible este libro.

Entre ellos es preciso recordar a los arquitectos que en

muy distintos momentos y circunstancias participaron

en los proyectos de monasterio y nos entregaron

generosamente sus memorias y dibujos, destacando de

manera muy especial al Hno. Martín Correa, O.S.B., y al padre

Gabriel Guarda, O.S.B., actual Abad, quien además escribió

una documentada historia de los benedictinos en Chile;

a Juan de Dios Vial Correa, que como Oblato de la Orden

Tercera de San Benito plasmó vitalmente algunos rasgos de

la vida monacal; al Chase Manhattan Bank y a la Pontificia

Universidad Católica de Chile, a través de su Dirección de

Investigación y su Departamento Editorial, gracias a cuya

comprensión y apoyo ve la luz este largo caminar en el año

que se conmemoran el cincuentenario del Monasterio de la

Santísima Trinidad de Las Condes y el centenario de nuestra

Universidad.

(1) Juan Pablo II, Discurso a la UNESCO, 1980.

(2) César Naselli: “Ideología de la preservación patrimonial:

divagaciones subyacentes a un concepto” en revista

“Sumarios” Nº 123, mayo –junio 1988, Buenos Aires, Argentina.

(3) Consejo de Monumentos Nacionales:

“declaratoria de Monumento Nacional”, 1981.

12


4 VIDA MONACAL

E HISTORIA DEL MONASTERIO BENEDICTINO

f. 1

13


Pensando en el Monasterio

Juan de Dios Vial Correa+

Rector Pontificia Universidad Católica de Chile. (1984-2000)

Cuando hace cincuenta años fue fundado el monasterio de

la Santísima Trinidad de Las Condes, llegó hasta nuestra

ciudad la rica tradición monástica de la orden benedictina,

orientada por muchos siglos a la búsqueda de Dios en una

vida recogida, primordialmente consagrada a la oración, al

estudio y al trabajo, en un ambiente familiar de comunidad,

abierta a la hospitalidad para quienes acuden al monasterio

en busca de silencio y oración.

San Benito quiso “…instituir una escuela del servicio del

Señor…”(2).

Una Escuela sirve primero a los que están incorporados a

ella, pero, cuando es auténtica, irradia una enseñanza que

llega lejos de sus confines materiales, y que les permite a

muchos hombres y mujeres enriquecerse en alguna medida

en el sentido que la inspira.

La oración litúrgica, así como el trabajo y la formación bíblica

y patrística de los monjes, se hallan asentados en una vida

estable en el monasterio, ordenada a consolidar la relación

fraterna entre los monjes. En esa forma se mantiene la

fidelidad al carisma del fundador.

La orden benedictina tiene ya casi quince siglos de vida. San

Benito, nacido en el año 480, se inspiró en el movimiento

monástico, originado principalmente en Egipto, y formado

por cristianos que no podían aceptar la contaminación

pagana de la Iglesia y que buscaban caminos de perfecta

fidelidad a Jesucristo. Al comienzo se trataba de verdaderos

solitarios eremitas, pero luego fueron apareciendo nuevas

formas de vida comunitaria, gobernadas según diversas

reglas, de acuerdo a la inspiración de sus respectivos

fundadores (1).

Cuando, por encargo del R.P. Abad de Las Condes, un amigo

me pidió estas líneas, pensé que ellas eran la ocasión para

decir algo sobre lo que significa un monasterio benedictino

para los laicos que reciben la gracia de llegar a conocerlo.

Eso es lo que ha ocurrido a través de los siglos con los

monasterios benedictinos, que le han dado una especial

presencia en el mundo a esa enseñanza del servicio del

Señor. Lo han hecho con la misma suavidad con que San

Benito quería caracterizar a la escuela que fundaba: “…en

cuya institución esperamos no establecer nada que sea

áspero ni duro…”, como una especie de recuerdo de Jesús

que llamaba a descansar en Él a los que estaban fatigados,

y les aseguraba alivio “…porque mi yugo es suave, y carga

ligera…”.

(Mt. 11, 30).

Un monasterio es un lugar de acogida. “Todos los huéspedes

que llegan sean recibidos como Cristo…”. El monasterio ve

en el huésped a Cristo, a quien está siempre esperando. Por

eso lo acoge, y con ese solo acto reconoce en el transeúnte

algo que tal vez este mismo ni siquiera recuerda, luego

de haber andado caminos sin destino. Por vagabundo y

extraviado que sea el que llega, la acogida descubre en él

la presencia de Cristo y le devuelve su verdadera, y a veces

olvidada, dignidad, que es la que corresponde a los hijos, a

(1) Los párrafos precedentes están tomados del folleto

“Monasterio Benedictino de Las Condes, Santiago, Chile,

publicado con motivo del 15º centenario del nacimiento de

San Benito.

(2) Salvo cuando se indica expresamente otra cosa, las citas

están tomadas de la Santa Regla, edición de la Abadía de

San Benito de Buenos Aires, 1978.

14


f. 2

los que tienen una casa paterna, donde los están esperando.

La acogida reconoce la dignidad de los hombres.

Quien llega al monasterio, llega a un sitio de silencio. No solo

a la ausencia de ruido, sino a una invitación a un silencio

interior. Porque el bullicio de las calles, su inquietud, no nos

son exteriores, sino que los llevamos adentro, y lo destructivo

que tiene el vivir abierto al exterior y a su estrépito material y

moral, es que él pasa a habitar en nuestra propia intimidad, y

nos acompaña dondequiera que estemos. El silencio exterior

del monasterio no es un simple descanso, ni una especie de

limpieza mental, sino una invitación a escuchar. Así empieza

la Regla de San Benito: “Escucha, hijo, los preceptos del

Maestro, e inclina el oído de tu corazón…”. El monasterio

repone el silencio del desierto o de la montaña, y envuelve

en él, para que el hombre llegue a escuchar.

El lugar del monasterio está ligado a una comunidad, en

el cual se hace voto de estabilidad. La Regla habla de “…el

recinto del monasterio y la estabilidad en la comunidad…”.

Milton delineó una turbulenta aspiración del hombre, al hacer

decir de Satanás: “¿Qué importa dónde, si yo soy siempre el

mismo?”. Pero el ojo del espíritu descubre que no todos los

lugares son iguales para todos los hombres. Cada cual tiene

el suyo, que es como su propio taller, su propio campo, al

cual fue llamado por su nombre. El monasterio recuerda esa

15


condición humana, y la destaca. Hay un lugar propio, físico

o moral, que le corresponde a cada uno, y cuya expresión

ejemplar es “el recinto del monasterio y la estabilidad en

la comunidad”, que son como “…el taller donde debemos

trabajar diligentemente todas estas cosas…”, o sea, “…los

instrumentos de las buenas obras”, que empiezan por “…

amar al Señor Dios de todo corazón, con toda el alma y con

todas las fuerzas, y después al prójimo como a sí mismo…”.

Hay muchas formas de tiempo. Hay un simple transcurrir,

hay un aguardar ansiosamente, hay un tiempo que se ahorra

hasta la avaricia, hay un “pequeño tiempo que se escurre”,

como decía Rilke. Pero, en último término, lo único que

podemos dar gratuitamente, porque nadie nos lo puede

devolver, es nuestro tiempo. Y el tiempo regalado adquiere un

valor, un peso propio, como lo tienen los cambios naturales,

la mañana, el mediodía o el crepúsculo. Así son los tiempos

marcados en la vida del monasterio, dados irrevocablemente

a Dios. Cada hora es como un espacio distinto y abierto,

como una ventana diferente hacia Su eternidad. Y el lento

ritmo de las horas monásticas invita al que viene de fuera a

recuperar el sentido del tiempo en su vida.

f. 3

Lugar y tiempo nos están dados, a los de afuera del

monasterio, tal como a los de adentro, para correr un

trabajoso camino, “…para que vuelvas por el trabajo de

la obediencia a Aquel de quien te habías alejado por la

desidia de la desobediencia…”. La Regla urge: “… ya es

hora de levantarnos del sueño…”; “…corred, mientras tenéis

la luz de la vida…”; “…sigamos su camino… corriendo con

actos buenos…”; “…para militar bajo la santa obediencia…”;

“debemos correr…”; “…córrese el camino de los

mandamientos de Dios…”. Se trabaja con “los instrumentos

de las buenas obras”; se erige en el alma la escala de

Jacob para subir las gradas trabajosas de la humildad, que

empiezan en el temor de Dios, y terminan cuando hasta

la misma actitud corporal está penetrada por Él “…el Señor

espera que respondamos diariamente con obras a sus

santos avisos…”, “…¿qué libro de los Santos Padres Católicos

16


f. 4

17


no nos llama para que en recta carrera lleguemos a nuestro

creador?...”; “…quienquiera pues, que te apresuras hacia la

patria celestial…”; “…corred mientras tenéis la luz de la vida…”.

Prisa, urgencia, carrera, trabajo, son la respuesta del que dijo:

“…Yo…”, a la pregunta: “… ¿Quién es el hombre que quiere la

vida y desea ver días buenos?...”.

Entre todas las cosas buenas, útiles ya atrayentes, “…pocas

cosas son necesarias, o más bien, una sola…” (Luc. 10, 41). El

monje, y tras él todos los hombres y mujeres, están llamados

a ser como el profeta, “…varón de deseos…” (Dan. 9, 23), lo

que significa desear esa cosa necesaria, sin tregua y sin

distracción. Al que vive así, se le podrá aplicar la palabra del

señor: “…Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán

a Dios…” (Mt. 5, 8).

Al llamar la Regla a correr con actos buenos y a militar bajo

las banderas de la santa obediencia está diciendo algo que

va contra la sensibilidad del siglo. Es la imitación de Cristo,

del que “…aprendió por sus padecimientos, la obediencia, y

por ser consumado, vino a ser para todos los que le obedecen

causa de salud eterna…”. (Heb. 5: 8, 9). Esto nos pone lejos del

espíritu que mira en la desobediencia una forma de libertad

y de realización personal.

Aquí en cambio la desobediencia es desidia. Para otros, la

obediencia parecerá renuncia a la propia responsabilidad.

Para la Regla, es “…el trabajo para volver a Aquel de quien

te habías alejado…”. La clave puede estar en el pasaje de la

Carta a los Hebreos. Hay una obediencia que aprender, que

consiste en entrar a la intención de Dios sobre el mundo, y

preferirla. No puede haber forma más exaltada de realización

personal que ésta, que es participar en la vida de Dios, pero

para alcanzarla es menester arrancarse a la tiranía de sí

mismo, para que Dios pueda actuar.

“Nada, pues, se anteponga a la obra de Dios”. La obra

de Dios es lo que Dios hace, lo que quiere hacer usando

instrumentos humanos. Es puro regalo. En el texto de la

Regla, esa obra es la alabanza y la acción de gracias que le

dirige a Dios la comunidad. La Eucaristía, el Oficio Divino, no

son cosa de hombres, por comprometidos que ellos sean.

Son lo que hace Dios por medio de los hombres, y es por

eso que traen una presencia especial de ÉL. “…Creemos

que Dios está presente en todas partes, y que los ojos del

Señor vigilan en todo lugar a los buenos y los malos, pero lo

creemos principalmente, sin duda alguna, cuando asistimos

a la Obra de Dios…”. El ofrecimiento de Cristo el Padre Eterno,

por medio del Espíritu Santo, esa es la presencia de Dios con

nosotros, es el sentido de la Creación entera, y es la realidad

de la Liturgia. En testimonio de esta realidad, antes que

cósmica, divina, el rito se cubre de esplendor. Así anuncia

que el centro de la vida del cristiano es la misa, que toda vida

cristiana auténtica halla su sentido en la misa. Dice entonces

la Regla, “…consideremos, pues, cómo conviene estar en la

presencia de la Divinidad y de sus ángeles…”. Esa presencia

de Dios es lo que en la Escritura se llama Su gloria.

La primera vez que asistí a misa en el monasterio de Las

Condes fue para la Epifanía, y escuché una homilía sobre

la gloria de Dios. Fue la proclamación de esa realidad,

no la magnificencia del rito, ni la belleza de la música, ni

ninguna forma de contacto personal, lo que me atrajo a esa

comunidad.

Escuchar, permanecer, trabajar, obedecer, alabar, son

actitudes a la que insta la existencia misma del monasterio.

18


Difíciles sin duda adentro, difíciles también afuera de él.

Frente a ellas se prueba una y otra vez nuestra fragilidad.

Tal vez por eso mismo, es que San Benito, que conocía a

los hombres, dejó como el último de los “…instrumentos de

buenas obras…”, “…no desesperar nunca de la misericordia

de Dios…”.

f. 5

19


Monasterio Benedictino

de la Santísima Trinidad de Las Condes

Gabriel Guarda, O.S.B.+

Abad del Monasterio Benedictino de la Santísima Trinidad de Las Condes. (1987-1999)

GÉNESIS

No obstante la venerable antigüedad de los benedictinos,

siglo VI, y consecuentemente, la abundancia de monasterios

que pueblan el Viejo Mundo testimoniando públicamente

su existencia, América española, por expresa disposición de

sus reyes, se vio privada de tal testimonio. Se estimó desde

principios del siglo XVI que la introducción de órdenes

contemplativas masculinas restaría vocaciones a los

mendicantes, en perjuicio de la urgente tarea de evangelizar

a los naturales. De tal modo se prescindió de un activante

elemento espiritual en la construcción de la cristiandad

del Nuevo Mundo, no superado hasta fines del siglo XIX.

Es de notar que en los dominios americanos de la corona

portuguesa no se observó análogo criterio, fundándose

varias casas en el mismo siglo XVI.

El primer monasterio benedictino del Cono Sur en América

española será el de Niño Dios, en la provincia argentina

de Entre Ríos en 1899, correspondiendo la iniciativa a la

abadía francesa de Belloc, de la Congregación Benedictina

Sublacense. La primera fundación hecha en Chile fue el

priorato de Nuestra Señora de las Nieves, en el camino a

Puente Alto, ocurrió en marzo de 1920 como iniciativa de

la abadía gallega de Samos, de la misma Congregación

Sublacense.

Los orígenes del monasterio de la Santísima Trinidad de Las

Condes se remontan más o menos a 1916, cuando don Juan

Subercaseaux, futuro Arzobispo de La Serena, estudiaba en

el colegio Pío Latinoamericano de Roma. Allí había tenido

la oportunidad de conocer a los benedictinos de Solesmes,

concibiendo la idea de que pudiesen efectuar una fundación

en Chile.

De septiembre del citado 1916 data una carta en la que confía

a una de sus hermanas tales proyectos. Concertábanse en

tal iniciativa, explicaba, don Manuel y don Jorge Larraín,

futuros Obispos de Talca y Chillán, monseñor Luis Enrique

Izquierdo, que lo era de Concepción, y nada menos que el

cardenal Billot.

El padre Mauro Matthei ha relatado con detalle los orígenes

de la abadía de Las Condes y dentro de ellos el resultado

de estas primeras iniciativas de don Juan Subercaseaux:

“ante todo –dice– le faltaba a él y a sus amigos la voluntad de

entrega personal: se deseaba tener benedictinos en Chile,

pero ninguno de ellos pensaba ser benedictino”. Sería Pedro

Subercaseaux, hermano de Juan, quien, por providencial

designio y bajo otras circunstancias, llevaría a cabo la idea.

DOM PEDRO SUBERCASEAUX

Era hijo de don Ramón Subercaseaux Vicuña, que había sido

Ministro de Relaciones Exteriores y Embajador en Berlín,

Roma y el Vaticano, notable pintor y escritor, y de doña

Amalia Errázuriz Urmeneta, dama de excepcionales virtudes.

El padre Pedro nació en Roma el 10 de enero de 1880. Recibió

esmerada educación en un marco de vida profundamente

cristiano, tanto en el seno de su ejemplar familia como en los

mejores colegios de las misiones diplomáticas de su padre

le permitieron frecuentar. Por sobre todo, su extraordinaria

disposición para el dibujo y la pintura movió a su padre, pintor

20


al fin, a proporcionarle todas las facilidades posibles para

desarrollar este don natural, en contacto con los profesores

e instituciones más capacitadas que Europa podía ofrecer a

este fin.

El pintor de las glorias de Chile, como se le ha llamado, destacó

ya en París, en los tiempos de estudio en la Academia de

Julian, en los bocetos relativos a composiciones “de género” ,

uno de los cuales, el abrazo de Maipú, esbozado en esa época,

habría de servirle de base para el gran cuadro presentado

al concurso internacional en Buenos Aires, con motivo del

Centenario de la independencia Argentina. Puede decirse

que no hubo suceso de nuestra historia que escapara a su

imaginación de artista, siendo traducido a evocadoras telas

marcadas por su inconfundible sello, considerándosele con

justicia uno de los más importantes valores de la plástica

contemporánea.

En 1906 contrajo matrimonio con Elvira Lyon Otaegui, dama

de extraordinaria finura espiritual y profundamente cristiana.

En un viaje a Europa en 1919 visitaron diversos monasterios

y, estando en misa en Quarr Abby, en la isla de Wight,

f. 6 / Fray Pedro Subercaseaux en su taller de pintor.

21


Inglaterra, donde estaba trasladada por razones políticas la

comunidad de Solesmes, les tocó la lectura del evangelio de

Mateo 19, 27: “todo aquel que haya dejado casas, hermanos,

padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el

ciento por uno y heredará la vida eterna”. De común acuerdo

sintieron ambos esposos el llamado divino, sobre el cual

habían conversado antes muchas veces y decidieron dar los

pasos para llevarlo a la práctica.

Al efecto, en una audiencia privada tenida con Benedicto

XV, confiaron al Santo Padre su decisión, recibiendo

paternalmente su apoyo, los indultos necesarios y sus

bendiciones. Doña Elvira ingresó al noviciado de las Damas

Catequistas de Loyola, España, el 15 de agosto de 1920,

haciéndolo su esposo a continuación al monasterio de Quarr.

La decisión fue comunicada por carta a sus padres, que

sufrieron por esta determinación tan extraordinaria como

imprevista. Don Ramón, incluso, interpuso su poderosa

influencia en las esferas vaticanas para ver de lograr disuadir

a su hijo de un experimento peligroso, poniéndose para

ello en contacto con monseñor Tedeschini, sustituto de

la Secretaría de Estado. En su respuesta éste diría a don

Ramón: “El Santo Padre es de opinión de que la decisión

de Dom Pedro no fue ni precipitada, ni producto de influjos

externos. Su edad y su carácter lo capacitan para obrar con

pleno conocimiento. Su entrada al monasterio se debe a la

eximia devoción que siempre a ornado su alma y de la cual

solo son ‘culpables’ sus padres tan amados. Su hijo Pedro,

que era feliz en el mundo y en la libertad y que sin embargo

prefirió la pobreza de Jesucristo para seguir el camino de

perfección, se convertirá en un luminoso ejemplo para todos

y dará nuevo lustre a la nobleza de su familia”.

En su nuevo género de vida, Dom Pedro no pensaba en

fundaciones benedictinas en Chile; su formación transcurrió

en plena paz y separación del mundo, siempre trabajando

en sus pinturas, según el deseo de sus superiores. En cierta

ocasión el Abad Dom Delatte le pidió que ilustrara una vida

de San Benito, agregando, “pero no se apresure. Hágalo con

mucha paz, porque el trabajo de un benedictino debe brotar

de la paz y conducir a ella”. El Monasterio de Las Condes

conserva las acuarelas originales de esta vida.

UN LARGO PROCESO FUNDACIONAL

Con ocasión de la muerte de doña Amalia, acaecida al

llegar a Barcelona en marzo de 1930, Dom Pedro fue

autorizado para acompañar a su padre a Chile, oportunidad

en el que se le hizo manifiesto el vivo deseo de numerosas

personas e instituciones de Iglesia respecto a la fundación

de un monasterio benedictino. Entre otros monseñor

Carlos Casanueva, rector de la Universidad Católica, hacía

proposiciones formales, si bien un tanto fantásticas,

ofreciendo terrenos en el cerro San Cristóbal. Dom Juan

Subercaseaux, a la sazón rector del seminario, era otro de

los interesados, lo que no es de extrañar, si se tiene presente

sus primeras iniciativas durante su época de estudiante de

Roma.

Por entonces, un seminarista de Santiago, Eduardo Lagos

Arraño, que manifestara a su rector su vocación a la vida

monástica, fue enviado a Quarr, profesando allí en febrero

de 1932. Futuro monje de Las Condes, el padre Eduardo sería

su primer Abad en 1980.

Durante estos años, Dom Pedro, ya entusiasmado con la

idea, interesaba a sus superiores en Quarr, con encomiable

22


f. 7 / Virgen de Las

Condes, cuadro de Fray

Pedro Subercaseaux.

f. 8 / Fray Pedro

Subercaseaux,

sus alegorías históricas.

23


diligencia, mientras un caracterizado grupo de seglares

y eclesiásticos se movía en Chile para lograr la deseada

fundación. Don Juan los capitaneaba.

Sucede entonces un largo y farragoso período de gestación

y concreción del plan fundacional, que tropezaba con la

prudente resistencia por parte del Abad de Solesmes, Dom

Cozien. Una fundación tan lejana no dejaba de plantear

graves interrogantes y este género de obras debían ser

probadas. Su verificación sería el triunfo de la paciencia ante

voluntades aparentemente inconmovibles.

Es digno de resaltar, durante todo este tiempo, el esfuerzo

no solo de Dom Juan, sino de toda la familia de Dom Pedro,

que, oportuna e inoportunamente, movió todos los resortes

al alcance de su mano para lograr el deseado objetivo. Entre

los muchos capítulos de aquel auténtico drama, resalta la

intervención de don León Subercaseaux, el hermano menor.

Agregado a la Embajada cerca de la Santa Sede, que en

1935 traba contacto con el Cardenal Secretario de Estado,

Monseñor Pacelli, a fin de que presionara algo al Abad de

Solesmes y decidiera la fundación.

planteamiento, con pequeñas modificaciones, se verificaría

de hecho en la práctica.

Hubo aun más. En 1936, con ocasión de una visita del obispo

castrense, monseñor Rafael Edwards, a Roma, después de

tratar el tema con el Abad primado y el célebre cardenal

Schuster, Arzobispo benedictino de Milán, visitaba al Abad

de Solesmes, a nombre de los obispos de Chile. Al informar

a don Juan Subercaseaux del resultado de la entrevista

expresaba:

“Le he manifestado con cierta tenacidad que todos los

obispos de Chile deseamos vehementes esta fundación y que

pensamos que ella es un complemento del establecimiento

de la Iglesia en Chile. Le he agregado que deseamos que

sea Solesmes quien funde; por el gran poder de irradiación

que tiene en Francia y éste su admirable monasterio y

que no nos mueve el desear esta fundación el simple

deseo de tener más operarios del Evangelio en Chile (que

harto lo necesitamos), si no el deseo de introducir la vida

contemplativa y benedictina entre los hombres para rendir

culto más perfecto a Dios, para atraernos mayores gracias y

para señalar este ideal a nuestros fieles”.

En el intercambio de correspondencia habida en esta

ocasión se manifestó claramente el interés de la Santa

Sede en esta iniciativa, a la vez que las ideas personales

del futuro Pío XII. Así se lo expresó en abril de 1936 al Abad

Primado de los benedictinos padre Fidelis von Stotzingen

y posteriormente a la esposa de don León. En la mente

del cardenal Pacelli, la congregación de Solesmes debería

emprender la fundación “hasta que llegado el momento

pudiese formarse una congregación sudamericana”. Si la

abadía francesa se negaba a esta iniciativa, “se recurriese a

la archiabadía alemana de Beuron”. Cabe adelantar que este

Este planteamiento que definía con gran exactitud el

objetivo y orientación de la futura casa, sería acogido con

benevolencia por Dom Cozien, quien manifestó a monseñor

Edwards que en último término el Capítulo General de su

Congregación resolvería la petición. Este se reunió en julio de

1937 y, entre otras importantes materias, aprobó la elevación

a abadía del priorato de Quarr y la fundación del monasterio

chileno, encargándole a la citada comunidad su verificación.

Entretanto el mismo año se había constituido aquí una

“Sociedad Mobiliaria de Las Condes”, encargada de recaudar

24


los fondos para la futura casa y administrarlos. Su presidente

sería el distinguido historiador don Carlos Peña Otaegui,

amigo de Dom Pedro desde su juventud y primo hermano

de doña Elvira; integraban el directorio don Horacio

Valdés, cuñado del mismo padre, el presbítero Elías García

Huidobro, don Juan Lyon. Un considerable aporte de la

insigne benefactora doña Loreto Cousiño de Lyon permitiría

la adquisición de la chacra Lo Herrera y la construcción del

edificio.

Cupo al primer Abad de Quarr, Dom Gabriel Tissot, como se

dijo, abordar la obra, para cuyo efecto se trasladó a Santiago

con Dom Pedro Subercaseaux en febrero de 1938. Aquí

desplegó extraordinaria actividad, estableciendo contacto

con las instancias pertinentes y elaborando un plan entre

cuyos puntos destacaban los criterios para la admisión de

los primeros postulantes, posibles trabajos comunitarios,

incluidos los artísticos. “El señor Arzobispo –expresaba– ha

manifestado que tiene mucho interés en dejar que la obra

se funde y desarrolle en toda libertad, según sus propias

tradiciones y sin injerencia de parte suya que pudiese

desviar a la comunidad de su ideal monástico. Todos están

de acuerdo en reconocer las ventajas que aportaría un

monasterio cuyo ideal sería, en el fondo, Solesmes”.

El padre Subercaseaux quedaría en Santiago y Dom Tissot,

de regreso a Quarr, preparaba el envío de los fundadores.

En la correspondencia con la Santa Sede, entablaba con el

objetivo de obtener las licencias canónicas para el nuevo

establecimiento, el cardenal Pacelli le manifestaba en julio,

en una detallada carta y refiriéndose al Santo Padre: “Debe

Él sin embargo expresar un deseo: y es que sean tomadas las

precauciones y las medidas necesarias a fin de que puedan

ser guardadas la regularidad y el fervor de la vida monástica.

d. 1 / San Benito en el cono sur.

Poblaciones.

Monjes benedictinos.

Monjes citercienses.

Monjas benedictinas.

Monjas citercienses.

Hermanas.

25


f. 9 / Monjes procedentes del Monasterio Solesmes, Francia.

Su intención es, pues, que desde el momento en que la

construcción del nuevo monasterio lo permita, los religiosos

que deban ocuparlo sean enviados en número suficiente

como para que la Regla monástica pueda ser observada

plenamente”. Oportunamente se verá la profunda exactitud

que tendrían estas sabias prevenciones.

doble cargo de maestro de canto y organista; retornaría a

Quarr en julio de 1948, para desempeñar esos oficios con su

natural maestría, en septiembre de aquel año, en que debió

hacerse cargo, hasta 1950, del Pontificio Instituto de Música

Sagrada de Roma. El hermano Rafael van Hecke sería el

encargado de los trabajos agrícolas.

El viernes 28 de octubre de 1938 llegarían a Santiago los

fundadores. De Prior venía Dom Henri Berard, nacido en

agosto de 1880, habiendo profesado el 29 de mayo de 1904.

Ordenado sacerdote el 24 de junio de 1909, desempeñaría,

antes de venir a Chile, el importante cargo de Prior de

Solesmes. El ecónomo celerario sería Dom Marcel Blazy. A él

se le deben las primeras páginas de la crónica del monasterio

desde el momento de su instalación y, desgraciadamente,

como consecuencia de la guerra, sería pronto llamado a

Francia. Allí sería elegido Abad de Sante-Anne de Kergonan

el 27 de mayo de 1963. Dom Jean Desrocquettes vino con el

El padre Pedro Subercaseaux, que se uniría al grupo aquí, los

esperaba junto al Ministro de Francia y numerosos amigos

de la fundación, cuyo primer domicilio sería la chacra Lo

Fontecilla, de don Carlos Peña. De inmediato comenzaría la

recitación del Oficio Divino y la vida regular.

EN LA CONGREGACIÓN SOLESMENSE

El 4 de diciembre se verificaría la solemne bendición

de la primera piedra del futuro monasterio, proyectado

noblemente en albañilería reforzada, con ladrillo aparente,

26


f. 10 / Casas de Lo Fontecilla, primer domicilio de Benedictinos

de Solesmes en Chile.

por el arquitecto Juan Lyon. Hoy constituye el pabellón

más antiguo del Hospital de la Fuerza Aérea. Sin embargo

la construcción se dilataría por un par de años, de modo

que la generosa hospitalidad brindada por don Carlos

Peña debió ampliarse más a lo previsto. La hermosa casa

de Lo Fontecilla, construidas a partir de 1647, se prestaron

admirablemente para acoger a la pequeña comunidad,

privando automáticamente a su dueño de uso, que debió

limitarse a un pequeño departamento independiente sobre

la sacristía de la antigua capilla.

En ésta celebrábase con puntual devoción y dignidad la

diaria misa conventual y el oficio, quedando como recuerdo

un crucifijo diseñado y pintado por el padre Pedro, al igual

que una placa con el lema PAX sobre el portón de ingreso a

las casas.

f. 11 / Abadía de San Pedro Solesmes, Francia.

Aunque no faltaron los candidatos, la precariedad de

aquella pequeñísima comunidad, pronto reducida por el

regreso de Dom Blazy, sería un factor que conspiró contra

la perseverancia de las primeras vocaciones. El padre

Mauro Matthei, cuya historia del monasterio hemos venido

parafraseando, atribuye a esta causa las dificultades iniciales;

acotando las palabras del cardenal Pacelli, antes citadas,

expresa: “Habría de tener consecuencias desfavorables

para el Monasterio… el que estas sabias disposiciones de la

máxima autoridad de la Iglesia no hubiesen sido tomadas

suficientemente en cuenta… el pequeño grupo de cuatro

monjes… no pudo proyectar una imagen de la vida monástica

suficientemente convincente como para atraer y sobre

todo retener a postulantes”. El casi inmediato estallido de la

guerra mundial impediría el reaprovisionamiento material

y espiritual por parte de la abadía fundadora, en tanto que

el desconocimiento local de la vida monástica tornaba

lentísimo el eventual flujo de buenos candidatos.

27


f. 12 / Monjes procedentes del Monasterio de Beuron, Alemania.

A pesar de que a partir de 1943 se contó con el padre

Eduardo Lagos, la vida comunitaria se vio muy limitada en su

capacidad de desarrollo, de modo que cuando cuatro años

después se verifica la visita canónica de la casa, se acuerda

su supresión.

Quedaba a los padres Subercaseaux y Lagos la tarea de

obtener, como último esfuerzo antes de reintegrarse a Quarr,

el patrocinio de alguna de las congregaciones benedictinas

para asumir la fundación. Se contó en este trance, con la

colaboración de diversas amistades, entre ellas don Pedro

Errázuriz y don Gustavo Lagos, quienes, en el entendido

de que el padre Abad de Solesmes se había inhibido de tal

búsqueda, prohibiendo a la vez a los padres chilenos realizar

gestiones por su propia cuenta, debieron establecer los

contactos pertinentes. El segundo de los citados, tratando

de interesar al Abad Dom Martín Muchler, traba contacto

en Río de Janeiro con el padre Pablo Gordan, monje de

Beuron, quien sí tomó particular interés en el sostenimiento

de la fundación chilena, logrando luego que su archiabadía

asumiera tal tarea.

28


El padre Eduardo recuerda que en determinado momento

se tuvo el “sí” de dos importantes abadías europeas

dispuestas a heredar a Solesmes en el sostenimiento de Las

Condes; en la duda decidieron, con el padre Pedro, consultar

la opinión del Nuncio Apostólico, quien, después de oírlos

atentamente, les respondió con la más absoluta seguridad:

“ni pensarlo, los alemanes…”.

EN LA CONGREGACIÓN DE BEURON

Los cuatro primero monjes beuronenses arribaron a Santiago

el 4 de diciembre de 1948, iniciándose el 8, fiesta de la

Inmaculada Concepción, la instalación oficial. En este primer

grupo habían llegado el padre Prior Odón Haggenmuller,

posteriormente Prior de Beuron y actualmente de Lliu Lliu,

en la diócesis de Valparaíso; el padre Silvestre Stenger y los

hermanos Antonio Maunz y Leonardo Koch. A continuación

se agregarían el padre Bruno Seeger, el padre Pablo Gordan,

el padre Desiderio Schmitz y el hermano Baltazar Kurfess.

f. 13 / Primer convento construido para los Benedictinos en Chile, actual hospital FACH.

Aún se agregarían los padres Bonifacio Sultrup y Angel

Graf y los hermanos Teodoro Omonsky y Enrique Hugler, en

total doce monjes, apreciable dotación que permitiría una

implantación completa de la vida regular. Al igual que en

el caso de los fundadores solesmenses, la archiabadía de

Beuron había cedido miembros óptimamente capacitados

para cubrir las diversas responsabilidades de la comunidad.

Debe agregarse a los citados el padre Adalberto Metzinger,

quien sucedería en 1959 al padre Odón como Prior, hasta

1970, regresando a Beuron en 1972.

Pronto afluirían las primeras vocaciones chilenas y, en el

plan jurídico, la casa sería elevada a Priorato conventual el

6 de julio de 1956. El hermoso edificio, parte de un proyecto

f. 14 / Abadía San Martín, Beuron, Alemania.

29


más amplio, sería vendido en 1953 a la Fuerza Aérea, que,

como se indicó, lo habilitó como hospital. La comunidad

había adquirido sus actuales terrenos y, en plena etapa

de construcción, hubo de desalojar la casa anterior para

permitir su adaptación al nuevo destino. Desde agosto de

1955 y durante todo el año siguiente debió de gozar de la

hospitalidad de la Congregación del Holy Cross, a los pies

del cerro Calán.

EN LA CONGREGACIÓN DE LA SANTA CRUZ

Después de una larga etapa de gestación y cumplidos los

períodos previos establecidos por el derecho, la Santa Sede

creaba, el 27 de diciembre de 1976, la nueva Congregación

Benedictina de la Santa Cruz. Integraba los monasterios del

Cono Sur del continente, Argentina, Chile y Uruguay y más

tarde Paraguay.

Cupo al padre Prior Odon la responsabilidad de emprender

la construcción del nuevo monasterio; a su sucesor, el padre

Adalberto, la de la iglesia y hospedería; al cuarto superior,

padre Eduardo, la de la portería, refectorio, servicios y

biblioteca, con lo que se completaron las construcciones.

Durante este período el padre Metzinger obtuvo las

licencias necesarias para elevar los estudios del monasterio

a teologado, aprovechando la existencia, dentro de la

comunidad, de varios monjes con los títulos y conocimientos

adecuados para poder impartir clases dentro del nivel

exigido, completando la dotación del currículum académico

con el recurso a profesores invitados, que fácilmente podían

acudir desde Santiago.

Este teologado se puso a disposición de los monasterios

hermanos más próximos, que así aprovecharían la posibilidad

de dar a sus jóvenes la adecuada formación dentro del marco

propio de la vida regular. Entre los estudiantes se contó con

grupos de los monasterios de Puente Alto, Viña del Mar, y de

Los Toldos y El Sambión en Argentina.

Con la consolidación del monasterio, bajo el impulso de la

Congregación de Beuron, la divina providencia cumpliría el

deseo –¿vaticinio?– del cardenal Pacelli, que ya en 1936 había

sugerido del patrocinio.

La comunidad que desde el priorato del padre Metzinger

se había esforzado en afianzar los lazos fraternos entre los

monasterios de los citados países y que había creado su

teologado para reforzarlos y servir al bien común, participó

activamente en el proceso conducente a la obtención de

esta nueva instancia, cuya efectividad resultaba evidente,

y tuvo el honor de que se eligiera a su Prior, padre Lagos,

como su primer presidente.

Bajo este nuevo status jurídico el monasterio sería elevado

al rango de Abadía en 1980, siendo bendecido su primer

abad, el citado padre Lagos, por su Excelencia el cardenal

Eduardo Pironio, Prefecto de la Congregación de Religiosos,

el 22 de noviembre, en una solemne Eucaristía que contó

con la asistencia de todos los superiores de la congregación,

reunidos en capítulo general.

Víctima de una grave enfermedad, el padre Eduardo hubo

de dimitir en abril de 1982,siendo elegido en su reemplazo el

reverendo padre Pedro Pérez Errázuriz, en mayo. Después de

su dimisión, acaecida en noviembre de 1985, sería designado

Prior Administrador el autor de estas líneas, a su vez elegido

Abad el 19 de noviembre de 1987.

Inspirado en la tradición recibida de sus mayores. Subraya el

trabajo y el estudio en la medida de las capacidades de sus

miembros y las condiciones del lugar.

Su hospedería o casa de retiros espirituales, abierta

especialmente para sacerdotes, religiosos, seminaristas y

30


seglares, es particularmente frecuentada por jóvenes que

buscan compartir con la comunidad, por unos días, su

género de vida. Anima grupos de comentario y reflexión

bíblica para seglares y oblatos, proporciona dirección y

asistencia espiritual a quienes llegan hasta la casa, muchos

en busca del sacramento de la penitencia.

Realiza un servicio de asistencia a los pobres del vecindario

y de ayuda a otras instituciones de Iglesia en el plano

social. Dentro de esta esfera, durante el gobierno del

padre Adalberto se creó un escuela agrícola, dotada con

óptimos edificios, a la que sucedería una cooperativa para

la fabricación de muebles, proporcionando el monasterio los

locales, maquinaria, organización y diseño de los muebles.

En 1983 le cupo al monasterio la responsabilidad de adecuar

los edificios de la primera fundación de monjas benedictinas,

hecha por la Abadía de San Pelayo de Oviedo, España,

colaborando en la medida de sus posibilidades en su etapa

de implantación.

En su cincuentenario la comunidad cuenta con 17 miembros.

f. 15 / 1954 Hno. Duvauchelle, P. Bonifacio, P. Lagos, Hno. Baltazar, P. Odón, Hno. Antonio, Abad visitante Martín Michler, P. Desiderio, P. Pedro, P. Gregorio,

P. Bruno, P. Silvestre, Hno. Martín, Hno. León, P. Mauro, Hno. Sebastián, Hno. Luis.

31


f. 16 / Permiso municipal de edificación del primer edificio del actual

convento.

f. 17 / Ceremonia de colocación

de la primera piedra de la iglesia presidida por

Raúl Silva Henríquez, S.D.B., Arzobispo de Santiago. 01/11/61

32


33


5 ANTECEDENTES DE LA CONSTRUCCIÓN DEL MONASTERIO

f. 18 / Foto aérea al momento del inicio de las obras (IGM, 1954).

34


“El edificio que había construido la comunidad benedictina

en el camino de Las Condes, recordado por el padre Gabriel

Guarda en el capítulo anterior, y que formaba parte de un

proyecto más ambicioso, fue vendido a la Fuerza Aérea el

año 1953”. Entretanto, la Orden había adquirido sus actuales

terrenos al oriente del loteo denominado Los Dominicos,

siendo asesorada por el padre Gabriel Guarda, entonces

estudiante de arquitectura, y por Raúl Labarca, ambos en su

calidad de amigos del padre Pablo Gordan O.S.B., a quien le

ofrecían en donación el cerro contiguo de Los Piques.

“Según contó en una ocasión el padre Gabriel Guarda a

uno de los autores del presente libro, cuando realizaron la

visita de inspección para evaluar la conveniencia del terreno,

entraron por el Cerro Los Piques caminando a media ladera

de poniente a oriente. Ya a mitad de camino, con el asomo de

la cordillera y la vista al Valle de La Dehesa, sus expresiones

de satisfacción eran ‘gritos de júbilo’. El lugar les parecía

perfecto”.

Ese mismo año se decide realizar un concurso privado de

arquitectura para elegir el proyecto de un nuevo monasterio.

No se ha podido establecer a ciencia cierta el número ni

los nombre exactos del total de los participantes, a pesar

de haberse realizado una gran cantidad de consultas e

investigado en distinto archivos. Ninguno de los arquitectos

que fehacientemente se sabe que participaron, ni tampoco

la Orden, guardan antecedentes sobre este concurso, ya sea

planos, maquetas, fotos, bases técnicas o administrativas,

etc., excepto unos poquísimos documentos que se exponen

más adelante.

En todo caso, puede afirmarse que las bases habrían sido

elaboradas por el arquitecto Juan Lyon, proyectista del

anterior monasterio y cuñado de Fray Pedro Subercaseaux,

uno de los principales responsables de la presencia de la

Orden en Chile. Entre los arquitectos invitados a participar

estaban León Prieto Casanova, que al parecer concursó

solo; Hernán Riesco junto a Jorge Larraín; Juan Echeñique

con Ignacio Tagle; Jaime Bellalta y equipo, incluyendo a su

d. 2 / Direcciones Espaciales

del proyecto inicial,

original de Jaime Bellalta.

35


mujer Esmée Cromie como paisajista; Sergio Larraín G.M. y

Asociados, entre los cuales figuraban Emilio Duhart y Oscar

Praguer; un grupo peruano a cargo de un arquitecto de

nacionalidad alemana o austríaca y apellidado Linden; todos

ellos entre probablemente otro equipos cuya identidad

resulta imposible de identificar hoy día, como por ejemplo

un proyecto que habría concursado desde Londres.

f. 19

f. 20

El concurso de anteproyectos se juró el mismo año 53,

siendo presidente del jurado el arquitecto Carlos Bresciani,

eligiéndose la propuesta que había dirigido Jaime Bellalta

del Instituto de Arquitectura de la Universidad Católica

de Valparaíso. Dado que este proyecto se comenta más

adelante en forma detallada, no nos detendremos por

ahora en él, haciendo, en la medida que se cuenta con

alguna información, breves referencias sobre las diversas

proposiciones y algunos de los comentarios que despertaron.

f. 19 / 20 / 21 / Vistas de la maqueta de estudio del proyecto de Bellalta.

36


d. 3 / Croquis a vuelo de pájaro del proyecto original, de Jaime Bellalta.

37


f. 22 / Interior de la capilla provisoria.

El proyecto del arquitecto Linden no contemplaba un

claustro tradicional, si no que era un monasterio “a la

griega”, según el decir de otro de los concursantes. Uno

de los proyectistas califica hoy día su proposición como

“neovernacular”, imitando, al parecer, la fisonomía de

las casas rurales cercanas y también sus materiales de

construcción, mientras que la disposición de los volúmenes

se basaba en dos curvas concéntricas formando tres lados

hacia el valle, las que se cerraban por un cuarto costado con

una columnata de unos 80 metros de largo, proposición que,

a juicio de un tercero, tenía un marcado carácter “medieval”.

Entre los mismo concursantes los juicios sobre los proyectos

resultaron muy controvertidos; a algunos no solo les bastó

con considerarlos malos, aun los calificaron de detestables y

hasta de “caja de zapatos”.

Al parecer las opiniones estuvieron muy divididas, no solo

entre los concursantes, sino que también al interior de la

Orden, donde muchos monjes tomaron un decidido partido

por una u otra de las soluciones, quedando algunos de ellos

38


profundamente desilusionados por el proyecto finalmente

elegido y creándose problemas que perduraron por muchos

años. No obstante lo anterior, el Prior de la época le dio un

fuerte impulso al proyecto ganador, el que contaba, por lo

demás, con ardientes partidarios internos, iniciándose su

construcción el año 1954. No puede dejar de comentarse,

a propósito de lo señalado más arriba, el impacto que una

obra de arquitectura puede provocar entre sus futuros

usuarios, más allá de las discrepancias que pudieran existir

sobre su funcionamiento y su costo; la discusión se centraba

en aspectos arquitectónicos sustantivos del edificio, como

su forma y su espacio, y en la que no debe haber estado

ausente la milenaria tradición benedictina de construcción

de monasterios.

La obra se concluyó en 1956, año en que los monjes se

trasladaron desde los recintos que les había facilitado la

Congregación de la Holy Cross a sus nuevas instalaciones,

que inicialmente solo consistía en el primer edificio del plan

general , vale decir, el cuerpo de celdas (Block A), además de

una capilla, cocina y refectorio provisorios. Por esa época, el

Hno. Martín Correa desarrolló el cementerio del monasterio,

por encargo del propio Bellalta.

A pesar de la escasa información disponible sobre el conjunto

ganador, pueden deducirse varios hechos arquitectónicos

de singular importancia para el monasterio y su desarrollo

posterior. En primer lugar, el emplazamiento a media ladera

del cerro y en un punto preciso que orienta la disposición de

los edificios de acuerdo a referentes geográficos próximos y

lejanos. En segundo lugar, la adopción de un lenguaje formal

que marcó una impronta muy fuerte a toda la obra, distintiva

del convento de la Santísima Trinidad de Las Condes.

f. 23 / Exterior nevado.

Aún cuando los autores del plan solo pudieron construir

una pequeña parte del total propuesto, varios de sus

planteamientos se mantienen perfectamente vigentes

hasta el día de hoy, mientras que otros han sufrido serias

modificaciones. Junto con el Block A se había proyectado

una pequeña capilla, casi privada, y que además de a algunos

locutorios constituían la zona de acceso al monasterio en el

lugar que hoy en día está emplazada la hospedería. Este

cuerpo, denominado Block B, tuvo un desarrollo proyectual

bastante avanzado y su ubicación justifica la actual rampa

que lleva a la casa de huéspedes. La iglesia definitiva solo

estaba insinuada como un paralelepípedo, pero en el mismo

lugar que se ha levantado la existente.

Quizás la modificación más importante que se le hizo al plan

de Bellalta fue el cambio en el camino de acceso, el cual

llegaba hasta el monasterio primitivamente por el oriente

39


f.

f. 24

40


f. 25

f. 25 / 26 / 27 / 28/ 29

Cuerpo de celdas y edificio provisorio recién construidos.

f. 26

f. 27

f. 28

f. 29

41


42

f. 30 / Cuerpo de celdas

(recién construido),

cementerio

y cuerpo de capilla

y refectorio provisional.


f. 32

f. 31

f. 34

f. 33

f. 35

43

f. 31 / 32 / 33 / 34 / 35 / 36

Cuerpo de celdas recién construido.

f. 36


f. 37

f. 38

f. 37 / 38 / 39 Interior y exterior cuerpo de celdas.

44


f. 40

f. 41

f. 40 / 41 / 42 Escalera cuerpo de celdas.

45


d. 4 / Propuesta

de Alberto Cruz C.

y equipo, Universidad

Católica de Valparaíso.

del cerro Los Piques y cuya justificación del trazado puede

verse más adelante. Aunque todavía existe, su uso está

restringido a la Orden habiéndosele criticado su sentido

inicial al considerar que restaba intimidad al claustro y

dividía al monasterio de las actividades agrícolas situadas al

otro extremo de la propiedad benedictina.

En el año 1960, estando Jaime Bellalta radicado en Inglaterra

y sin su participación, un nuevo equipo del Instituto de

Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso,

integrado por Alberto Cruz, Arturo Baeza y José Vial, propuso

una reformulación del plan inicial, de acuerdo a lo solicitado

por la Orden. Este plan alternativo contenía, por primera

vez, un acceso al Monasterio por el poniente del cerro Los

Piques, emplazando el conjunto de los nuevos edificios más

próximos a la cima del cerro y a partir de la actual portería.

Si bien se conservaba el claustro propuesto por Bellalta, los

nuevos patios desplazados al surponiente se conectaban

mediante un eje en diagonal con respecto a la ortogonalidad

inicial. En general, se aumentaba significativamente el

volumen edificado y se incorporaba un trama de vías que

relacionaba varios puntos significativos del predio de los

monjes con los edificios.

La Orden no se sintió interpretada por el nuevo plan,

considerándolo desproporcionado, tanto a sus necesidades

como a sus posibilidades, “una verdadera ciudad”, lo que

coincidía con la urgencia de contar con una iglesia definitiva

que reemplazara la pequeña capilla provisoria.Desautorizada

la propuesta de Valparaíso y contando el monasterio con dos

monjes arquitectos, aunque muy jóvenes y sin experiencia

de obras anteriores, el capítulo benedictino decidió, luego

de un largo debate, encargarles la capilla del monasterio y el

desarrollo del proyecto completo del conjunto.

Aceptar el encargo no fue fácil para ambos; la opción que

habían adoptado por la vida monacal excluía otras tareas,

aun las de su profesión inicial. A ello se sumaba su vinculación

con Bellalta, abriéndose la posibilidad de que éste retomara

46


d. 5 / Isométrica, propuesta de Alberto Cruz C. y equipo,

Universidad Católica de Valparaíso.

47


48

f. 43 / Maqueta de estudio propuesta de Alberto Cruz C. y equipo, Universidad Católica de Valparaíso.


d. 6

d. 7

d. 6 / 7 / 8 / Estudios para iglesia definitiva de Alberto Cruz C. y equipo, Universidad Católica de Valparaíso.

49


PROPUESTA

DE ALBERTO CRUZ C. Y EQUIPO,

UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO.

d. 9 /

a) Creación de una clausura

general, cierros del terreno.

b) Creación de una clausura

conventual para los monjes

en la arquitectura.

c) Tres alternativas de acceso.

d. 10 /

En la zona agrícola se crea:

un centro I (tres alternativas

de ubicación 8); un sistema

de senderos, una doble

relación con la zona

arquitectónica II (e, f) y

cuatro clases de caminos: de

doble vía (6 m),

de una vía (3 m), para

peatones (2 m) huellas

agrícolas (2 o 3 m).

50


9 /

EN EL TERRENO

Acceso Monasterio

A

Estacionamiento

B

Acceso por San Francisco C

Circulación a puerta de servicio D

Circulación al trabajo campo E

Circulación al trabajo campo F

Circulación trabajo cerro G

Caminos existentes

H

Gallineros

J

Instalaciones existentes K

Arboledas

L

Pinos

M

ZONA ARQUITECTÓNICA

UNIDAD IGLESIA

Iglesia: Superior 1

Inferior 2

Sacristías 3

Acceso a iglesias

(lugares de formación)

UNIDAD CONJUNTO

Capítulo 5

Refertorio 6

Biblioteca 7

Sala de clases 8

Enfermería 9

Servicios 10

UNIDAD DE CELDAS

Celdas existentes 11

Nuevas 12

Sala de recreo 13

UNIDAD DE TALLERES

En actual block provisorio 14

UNIDAD PORTERÍA

Celdas 17

Servicios comunes 18

Claustro 19

Patio de servicio 20

Patio de huéspedes 21

Explanada acceso 22

Circulación vehículos 23

Cementerio 24

Explanada cumbre 25

Área zona arquitectura 26

d. 11 / Plano de conjunto propuesta

de Alberto Cruz C. y equipo,

Universidad Católica de Valparaíso.

51


d. 12

d. 12 / 13 / 14 / 15

Croquis de estudio de los arquitectos

de la Universidad Católica de Valparaíso.

d. 13

52


d. 14

d. 15

53


el proyecto original. Así, se comprometieron mutuamente a

no aceptar por ningún motivo el encargo.

Sin embargo, el Hno. Gabriel estaba muy afectado por las

insistentes presiones a las que estaban sometidos por la

Orden. Fue así que un día acudió a la capilla a rezar y a pedir

una “señal divina” sobre cómo proceder. Interpretaría como

tal el hecho el que nada más saliendo de sus profundas

cavilaciones le avisan que lo llaman por teléfono en la

portería. El llamado era para comunicarle que le habían

recién concedido el premio al mejor proyecto de título del

año, otorgado por el Colegio de Arquitectos, y con el cual

se había recibido justo antes de entrar a la vida monacal.

Era la señal que esperaba para aceptar el encargo. Decidió

entonces partir con unos dibujos, pero sin comunicárselo al

Hno. Martín, posiblemente por no saber cómo lo tomaría.

El Hno. Martín cuenta por su parte que al descubrir por

casualidad a Guarda en este trabajo inicial –el que no le

convenció del todo– se vio impelido a unírsele, rompiendo

así tácitamente el acuerdo.

Si bien ambos monjes arquitectos se complementaron muy

bien en el trabajo, el desarrollo de la iglesia no fue fácil. A

ciertas presiones externas que intentaron disuadirlos,

dado que la Orden se merecía “un proyecto de calidad”,

“incluyendo delegaciones de connotados arquitectos que

visitaban de tanto en tanto al Prior para intentar hacerlo

cambiar de opinión”, se sumó nuevamente un cierto sector

del propio monasterio que, al ver los primeros planos,

planteó duras críticas y su disconformidad con la solución y el

“estilo” propuesto. Sin embargo, una vez terminada la iglesia

e iniciado el culto sagrado, vino un gran reconocimiento,

tanto nacional como internacional, destacando el valor de la

obra y el aporte que representaba dentro de la arquitectura

latinoamericana.

d. 16

Normalmente se afirma en revistas especializadas que en la

iglesia hay una clara influencia del arquitecto, suizo–francés

Le Corbusier, muerto en 1965, quien dominó gran parte del

quehacer arquitectónico a mediados del presente siglo.

54


d. 17

d. 16 / 17

Croquis del trazado y secuencia de las vistas del nuevo camino,

original padre Gabriel Guarda O.S.B.

55


d. 18 / Esquemas del estudio de la iglesia,

originales Hno. Martín Correa,O.S.B.

f. 44

56


d. 19 / Perspectivas del proyecto de la iglesia, original padre Gabriel Guarda O.S.B.

57


Los autores del proyecto reconocen explícitamente un

intento por “asimilarse” a la arquitectura del cuerpo de

celdas de Bellalta y una fuerte inspiración en la pequeña

capilla no construida de ese arquitecto, especialmente en

los efectos de iluminación natural.

Antes de la construcción de la iglesia, se trazó y abrió el

actual camino de acceso, el que estuvo a cargo del Hno.

Martín Correa, quien, con un maestro, y una manguera

de nivel, demarcó en el terreno los trabajos, siguiendo,

aproximadamente, lo señalado en el plan general estudiado

por el Instituto de Arquitectura de la Universidad Católica de

Valparaíso.

Al inicio del proyecto de la capilla, e invitado por el Hno.

Gabriel, se incorporó a este trabajo Patricio Gross, quien fue

a vivir al monasterio, habilitándose un espacio al final del

cuerpo de las celdas como taller de arquitectura. Guarda

partía poco tiempo después a estudiar filosofía con los

benedictinos de Los Toldos, en Argentina, quedando a cargo

del desarrollo de la iglesia el Hno. Martín. Junto con colaborar

en esta tarea hasta fines de 1964, Patricio Gross tuvo bajo su

responsabilidad el proyecto y construcción de la hospedería

entre 1962 y 1963.

al público, el padre Gabriel hizo abrir una ventana hacia

el poniente con el fin de que desde el refectorio pudiera

mirarse el cerro Manquehue.

El proyecto anterior estaba bastante encadenado con el fin

del camino del acceso y la entrada a la iglesia y al monasterio.

Al separarse, en el año 1974, el arquitecto Raúl Irarrázabal

de la oficina de Sergio Larraín, éste le ofreció hacerse cargo

de lo relativo a los benedictinos. Es así como Irarrázabal

proyectó la plazuela de acceso en 1975, la que intentó ser

inicialmente un lugar para ceremonias y liturgias de carácter

masivo, lo que no fructificó por estar ausente del espíritu de

la Orden; y la biblioteca en 1980, entre el cuerpo de celdas

y la hospedería, “inspirada en la Laurenciana de Miguel

Angel”, al decir de su autor; último cuerpo del plan general

que habían reformulado los Hnos. Martín y Gabriel. Al mismo

arquitecto se le pidió el diseño de los muebles definitivos del

coro de la iglesia y la instalación de las campanas.

Para terminar estos antecedentes de la construcción del

monasterio, es preciso recordar que el 9 de abril de 1981 se

declaró por ley a todo el conjunto arquitectónico Monumento

La hospedería se levantó en el sector que el proyecto de

Jaime Bellalta había destinado originalmente a capilla y

refectorio. El Hno. Martín Correa colaboró activamente en la

discusión del proyecto y en una de sus vacaciones en Chile,

el Hno. Gabriel Guarda hizo algunos valiosos aportes con el

fin de destacar las vistas a los cerros lejanos.

Alrededor de 1972, y decididos los monjes arquitectos a no

participar más en trabajos de arquitectura después de lo

avatares ocurridos en torno a la iglesia, la Orden le encomendó

a la oficina de Sergio Larraín G.M. y Asociados el proyecto de

la portería–refectorio, tarea que asumió directamente Jorge

Swinburn. En el muro poniente de dicha obra , que viene a

significar el cierro del monasterio hacia la zona de acceso

d. 20

58


21

d. 20 / 21 Croquis de estudio de la hospedería,

original Patricio Gross F.

f. 45 / 46 / Hospedería (fotos actuales).

59


Nacional (Decreto Nº 1661), en reconocimiento a su aporte al

patrimonio cultural de la nación, mientras que los cerros Los

Piques y San Benito pasaron a integrar lo que se denomina

“zona típica y de protección”. Con esta última acción se pudo

evitar la instalación de una estación repetidora de televisión

en la cumbre del cerro Los Piques, lo que, sin duda, hubiera

constituido una agresión a la paz y a la armonía entre paisaje

y arquitectura.

f. 47 / Portería y refectorio (foto actual).

d. 22 / Croquis de estudio de portería y refectorio, original Jorge Swinburn.

60


d. 23

d. 23 / 24 Croquis de la biblioteca y de la plaza de acceso, originales de Raúl Irarrázabal.

61


6 EDIFICIOS Y LUGARES QUE COMPONEN EL MONASTERIO

f. 48 / Foto aérea del Monasterio en 1984 (SAF, 1984).

62


En este capítulo del libro se explicarán en detalle los

diversos edificios que comprende el monasterio, siguiendo

un orden cronológico de acuerdo a la antigüedad de su

diseño y construcción. Para llevar a cabo esta tarea, y

como complemento del conocimiento que los autores de

la publicación tienen respecto del convento, se realizó una

consulta a los diferentes arquitectos que intervinieron en los

proyectos y en su construcción, especialmente a aquellos

que fueron los responsables directos de la obra. Este

método, además de enriquecer la descripción objetiva de

los edificios del conjunto arquitectónico, permitió conocer

más profundamente las motivaciones e idea– fuerza que los

inspiraron.

Para ello, se solicitó una memoria explicativa de acuerdo

a una pauta que, aunque planteada para ser respondida

libremente, contenía, al menos, las principales interrogantes

del estudio: identificación del edificio, fecha del proyecto

y de su construcción; profesionales que participaron,

fundamentos arquitectónicos en que se sustenta la

proposición, relación con los edificios preexistentes, con el

plan general y con el paisaje circundante; descripción del

programa, aspectos funcionales y materialidad.

cuerpo de celdas, y por la dificultad de establecer contacto

con el arquitecto Jaime Bellalta, quien se encuentra desde

hace años en el extranjero, se solicitó la memoria a un

estrecho colaborador suyo, el arquitecto León Rodríguez, a

quien pertenecen las citas, excepto el párrafo inicial que es

del propio Bellalta.

El texto de la hospedería pertenece a Patricio Gross, mientras

que el del cementerio y la iglesia son del Hno. Martín Correa.

Sin embargo, este último es el resultado de una síntesis entre

su escrito y el texto de un antiguo trabajo de su autoría, junto

al padre Gabriel Guarda, y que tenía por destino persuadir

en su momento al resto de la Orden de las cualidades del

proyecto en cuestión.

Jorge Swinburn escribió lo referente al edificio del refectorio

y locutorios, en tanto que Raúl Irarrázabal es el autor de la

memoria de la plazuela de acceso y la biblioteca.

Junto con lo anterior se solicitó tener acceso al material

gráfico disponible, ya fueran planos, perspectivas, croquis o

diagramas, así como fotografías, especialmente de la época

de la respectiva construcción, sin perjuicio de la búsqueda

que al respecto realizaba el equipo investigador.

Es así como se ha preparado el presente capítulo, en base,

principalmente, a las respuestas recogidas. Las letras cursivas

reproducen fielmente párrafos de los textos entregados y, en

general, se siguen las ideas de los respectivos autores. En el

63


p. 1 / EL CONVENTO EN 1988

PLANO DE UBICACIÓN

1. Acceso

2. Monasterio

3. Cementerio

4. Servicios

5. Mueblería

6. Gallineros

64


65


p. 2 / EL CONVENTO EN 1988

PLANO DE CONJUNTO

Nivel claustro

1. Plazuela de acceso

2. Locutorios (bajo cuerpo Refectorio)

3. Corredor del Claustro

4. Claustro

5. Biblioteca

6. Depósito de libros

7. Hospedería

8. Iglesia

9. Antigua Capilla

10. Antiguo Refectorio

1

66


7

8

6

4

3

5

2

10

9

0 5

67


68

f. 49


69


Cuerpo de celdas y anteproyecto para capilla y refectorio

El autor del proyecto del cuerpo de las celdas de los monjes,

arquitecto Jaime Bellalta, escribió en 1956 lo siguiente:

Esta es una obra que no es constructiva ni constructivizante. No

es equipada, no está encerrada dentro de su propia modulación.

No es simbólica. No es “benedictina” exclusivamente. No es un

juego espacial, no es elástica y sin definición de límites. No es

el ir, ni el estar; es el ser.

Yo afirmo que es una obra valiosa de la arquitectura

contemporánea.

Es valiosa porque afirma su libertad en su participación en la

poesía espacial; su libertad en su uso; su libertad en su destino;

su libertad en su belleza; su libertad en su edad siempre nueva

y ya una ruina. Fiel a todos los postulados, a todos los traiciona.

Solo responde al destino de su lugar; no es ni más ni menos

que el lugar donde se asienta hecho arquitectura.

Es un lugar con sus estaciones, luces, nubes y monjes. Aunque

no exista más, ya transforma el lugar haciéndolo comparecer.

Si la arquitectura muestra esto se hace obra, se hace obra del

lugar, del espacio, del viento, del sol, del hombre, para el lugar,

para el viento, para el sol, para el hombre.

Este edificio corresponde al único que se construyó del

anteproyecto del monasterio que triunfó en el concurso de

1953, y que formaba parte de un conjunto mucho mayor

que se realizaría en una segunda etapa. Además del cuerpo

de celdas se proyectó con bastante detalle, aunque no se

construyó, un volumen emplazado en la actual ubicación de la

hospedería y que comprendía un pequeña capilla, locutorios y

portería, coincidiendo con la zona de acceso propuesta por el

anteproyecto.

El equipo ganador estuvo encabezado por Jaime Bellalta,

profesor de la Escuela de Arquitectura de la Universidad

Católica de Valparaíso, y un grupo de egresados constituido por

Fernando Mena, León Rodríguez y Octavio Sotomayor, quienes

fueron inicialmente invitados a participar en el concurso.

El anteproyecto se desarrolló en Viña del Mar y Bellalta fue

propiamente el autor del mismo.

Canta solamente a su lucha por existir –no a sí misma– y por su

existencia dar testimonio del uso que quiere ser hecho de ella.

La arquitectura se hace obra en la medida de lo que se hace

de ella, se posesiona de ella y comprende su destino.

¿Acaso la arquitectura no es la habitación del hombre? Y la

habitación del hombre ¿no es el habituarse a su medio, a sus

posibilidades, a su destino?

Para el desarrollo posterior del proyecto, una vez que éste

se hubo adjudicado, se incorporó durante algunos meses el

arquitecto Miguel Eyquem, a quien remplazó posteriormente

Pedro Burchard, el que se mantuvo hasta el final de esta etapa

y durante la construcción que se inició en 1954. Según el Hno.

Martín, fue Pedro Burchard quien desarrolló la escalera del

cuerpo de celdas. En este tiempo se retiró Rodríguez, siendo

seguido por Mena y, finalmente, por Sotomayor.

Nota: Los textos en cursiva corresponden en este capítulo a redacción del propio autor de esta edificación, arquitecto Jaime Bellalta.

70


p. 3 / ANTEPROYECTO 1953

PLANO DE CONJUNTO

Nivel claustro

1. Celdas

2. Capilla y refectorio

3. Futura iglesia

4. Claustro

71


p. 4 / Planta 1 er nivel

p. 5 / Corte A–A

p. 6 / Corte B–B

72


CAPILLA REFECTORIO 1953

Anteproyecto

1. Acceso

2. Portería

3. Clausura

4. Refectorio

5. Cocina

6. Bodegas

7. Celdas

8. Acceso fieles

9. Comulgatorio

10. Capilla

11. Sacristía

12. Salida claustro

p. 7 / Planta 2 er nivel

p. 8 / Planta 3 er nivel

73


p. 9 / Elevación poniente

p. 10 / Elevación oriente

74


p. 11 / Elevación norte

p. 12 / Elevación sur

75


El proyecto se fundamentó en tres ideas principales. En

primer lugar, en una comprensión de la vida cotidiana

benedictina contemporánea, en que fue particularmente

importante el concepto de que todos los lugares y objetos

del monasterio eran como los vasos de altar, sagrados, y lo

mismo los actos. Lo anterior requería, por lo tanto, una alta

cantidad de la forma en todos los elementos que componían

la obra.

Un segundo aspecto decía relación con la decisión, que era

preciso adoptar, frente al espacio existente del cerro Los

Piques, en el que el edificio se emplazaba. Este se estableció

a mediafalda para no tocar la cumbre, dejándola libre para

la clausura monástica y ubicándolo de manera tal que, por

una parte el acceso desde Santiago permitiera reconocer la

ciudad al llegar (reconocer el origen), y por otra parte, la obra

se viera como un signo desde la zona habitada. El camino de

llegada al monasterio estaba proyectado al oriente del cerro

y corresponde, en parte, al que se usa hoy día como acceso a

los galpones y zona de trabajo, desviándose luego hasta una

pequeña plazuela que se abre visualmente a la cordillera, el

valle de La Dehesa y las casas en un primer plano. Todo el

entorno se graduó cuidadosamente midiendo la relación

monasterio –lugar, sea como paisaje, vista, como ámbito de

trabajo o paseo, o como material –mineral– piedra en sus

muros.

Finalmente, el proyecto se fundamentó también en

la enseñanza de los maestros de la arquitectura

contemporánea, como un camino sin compromiso con “los

estilos” (neos), para poner la obra a la luz y en el espíritu del

momento presente.

El cuerpo de las celdas de los monjes, al ser el primero en

el cerro, no requirió de la armonización con otras obras

f. 50

76


77


2

1

p. 13 / Planta 1 er nivel

6

4

7

3

5

CUERPO DE CELDAS 1954

1. Vestíbulo

2. Corredor claustro

3. Hall

4. Biblioteca

5. Terraza

6. Celdas

7. Taller de arquitectura (1961)

8. Acceso

9. Celdas

10. Sala Multiuso

11. Pieza costura

8

p. 14 / Planta 2 er nivel

9

10

10

11

11

p. 15 / Planta 3 er nivel

78


preexistentes y por lo tanto se estableció libremente y en

correspondencia con el ámbito circundante, conformando

una relación de contraste entre lo construido, asentadamente

geométrico, rectilíneo y cúbico y lo paisajístico, que se

intentó mantener y acentuar en su condición natural (piedra,

principalmente) y conformar de manera curvada.

El programa para este edificio contemplaba un bloque de

celdas con algunas salas y baños de uso común, así como

algunas construcciones provisorias, tales como la capilla,

comedor y cocina, todo lo cual formaba parte, como se

ha dicho, de un plan maestro. Este estaba concebido

como una abadía más o menos al modo europeo de ese

momento, con monjes –presbíteros y hermanos legos, con

todo lo requerido, claustro, capítulo, biblioteca, refectorio,

hospedería, etc.

f. 51

p. 52

79


p. 16 / Corte A–A

p. 17 / Corte B–B

p. 18 / Corte C–C

80


f. 53 f. 54

81

f. 55


p. 19 / Elevación oriente

p. 20 / Elevación poniente

p. 21 / Elevación norte

p. 22 / Elevación sur

82


La disposición básica de los recintos en torno a corredores

fue pensada en el contrapunto benedictino de “ora et

labora”, dándole a esos y al sistema general de circulación

una dimensión e intensidad capaz de acoger al orante.

Los materiales predominantes en esta obra son el hormigón

armado, tanto en bruto como estucado, la albañilería de

ladrillo revocado con mortero de cemento, el metal en

los perfiles de ventanas y ciertos pilares aislados, el vidrio

y algunos elementos de madera, tales como el parquet,

puertas y repisas. En general, los muros están pintados de

blanco, contrastando con las negras líneas de las piezas

metálicas.

Paralelamente con la edificación del cuerpo de celdas,

próximo al núcleo de circulaciones verticales y al acceso

provisorio del monasterio, Jaime Bellalta realizó un pequeño

volumen de construcción ligera, destinado a capilla,

refectorio y cocina. De estructura metálica, cubierta de fierro

galvanizado y paramentos exteriores de madera y vidrio,

dicho volumen contenía un espacio íntimo y religioso en el

que se creaba una hermosa luminosidad interior, gracias al

desplazamiento de ciertos muros, anticipando algunas de

las soluciones que posteriormente aparecerían en la iglesia.

César Barros realizó el cálculo estructural del cuerpo de

celdas y edificios provisorios, mientras que la empresa

constructora fue Juan Ureta y Cía. Ltda., siendo 1954 el año

de inicio de la obra.

f. 56

83

f. 57


84

f. 58 f. 59


f. 60

85


CUERPO DE CELDAS 1953

1. Acceso fieles

2. Fieles

3. Monjes

4. Altar

5. Ambón

6. Nicho Virgen

7. Sacristía

8. Acceso monjes

9. Refectorio

10. Repostero

11. Cocina

12

11

10

9

7

8

4

3 +1.41 +1.05

p. 23 / Planta nivel único

1

±0.0

5

2

6

1

+1.05

p. 24 / Elevación norte

p. 25 / Elevación oriente p. 26 / Elevación poniente

86


f. 61

f. 62

f. 63

87


Cementerio

Mientras se ejecutaba el cuerpo de celdas, el Hno. Martín

Correa tomó a su cargo, en acuerdo con Jaime Bellalta, el

proyecto y construcción del cementerio del monasterio. El

sitio elegido estaba situado en el costado oriente del cerro

Los Piques, mirando hacia la cordillera, la salida del sol, la

zona más tranquila dentro de lo previsible… y vinculándose

directamente con la que en ese entonces era la capilla, un

cuerpo provisorio junto al edificio principal.

f. 64

Se buscó hacer del cementerio un lugar recogido e íntimo,

que fuera para los monjes un espacio de meditación y

oración, y, al mismo tiempo, alegre, como corresponde a

una visión cristiana de la muerte, en que todo apunta hacia

la resurrección. Por ello se trató de crear un espacio lleno

de vegetación, cuyas tumbas solo están marcadas por unas

piedras, y en que el contorno que lo limita con el resto del

cerro es una cinta de albañilería blanca con rectas y curvas.

El terreno se rellenó, contenido por un muro de piedra,

conformando un plano que está constituido por un simple

camino central a cuyos lados y en forma perpendicular están

enterrados, literalmente, los hermanos difuntos. Las tumbas,

al despegarse de la tierra que sigue la pendiente natural,

anuncia el inicio de su liberación. Una cruz de concreto, con

el texto “VEN SEÑOR JESÚS” bajo relieve, termina por crear,

entre los que periódicamente van a visitarlos y esperan

seguirlos, el clima de tensión y de esperanza de los que allí

se han adelantado.

Nota: Los textos en cursiva corresponden en este capítulo a redacción del propio autor de esta edificación, arquitecto Hno. Martín Correa, O.S.B..

88


89

f. 65


CEMENTERIO 1954

1. Acceso

2. Fuente

3. Cruz

4. Sepulturas

5. Cipreses

6. Olmo

A

B

4

5

1

2

6

3

p. 27 / Planta

A

B

0 5

90


p. 28 / Corte A–A 0 5

p. 29 / Corte B–B

0 5

f. 66

91


Hospedería

A partir de la función que se le había asignado a la hospedería,

los fundamentos arquitectónicos y las propuestas que

ellos generaron pueden ser ordenados desde el punto de

vista de la forma, el espacio y la materialidad. El edificio

estaba destinado a acoger los huéspedes que acuden al

monasterio, misión encargada a los benedictinos por la

Regla de San Benito, ofreciéndoles un lugar propicio para

el estudio, la meditación y el retiro. La construcción debía

ofrecer un mínimo de confort y el programa consistía en

un vestíbulo de entrada, una sala de reunión y trabajo,

baño común y varias celdas con espacio para una cama,

un pequeño escritorio, una silla, una repisa de noche, un

lavatorio y un clóset.

Cuando se proyectó la hospedería el año 1962, solo existían

el edificio que albergaba las celdas de los monjes, con

una pequeña biblioteca y la sala del capítulo, así como

el cuerpo de construcción ligera en que funcionaban la

capilla y refectorio, ambos diseñados por Jaime Bellalta y

su equipo. El primero de los edificios nombrados imponía

al conjunto un estilo racionalista de líneas muy depuradas,

bellas proporciones y una volumetría de muros blancos que

se recortaba nítidamente contra el cielo y el cerro.

La hospedería, de tamaño e importancia menor que el

edificio anterior, se propuso un lenguaje formal muy simple

que armonizara con lo existente, expresándose también con

formas cúbicas y muros que predominaran por sobre los

vanos, excepto en muy pocos paños donde el ventanal era

completo. La simplicidad de los volúmenes se compensaba

mediante un juego controlado de los distintos cuerpos que

componen la obra, a lo que se añade la textura del hormigón

y la albañilería no revocados, como la riqueza de la línea

negra de los marcos y batientes de las ventanas sobre el

plano blanco de los muros. Subrayando la horizontalidad

del edificio, intencionadamente se fijó su altura para que

no sobrepasara el borde superior del muro de piedra que

contiene el claustro, mientras en su disposición en forma

paralela al cuerpo de las celdas de los monjes reforzaba la

ortogonalidad del incipiente conjunto arquitectónico.

La forma de la hospedería establecía con el paisaje

circundante una relación similar a la que se daba en el

caso del edificio existente, vale decir, de contraste con

la irregularidad del plano inclinado y la coloración del

terreno y la vegetación de estepa de secano. La volumetría

de blancos muros descansa en una base de hormigón

que sigue la pendiente del cerro, independizándose del

suelo y agregando en la pendiente natural una forma

inequívocamente artificial.

Consecuente con la intención original, la hospedería intenta

un espacio que refleje la búsqueda de la pobreza y la

sencillez benedictinas, enriqueciéndose solo por lo ajustado

de las proporciones; la diferente iluminación en los muros e

interiores de los distintos recintos, gracias a los cambios en

las orientaciones y en los tamaños en los vanos exteriores;

y un recorrido que permita descubrir una variedad de

situaciones, desde los lugares de actividad común hasta la

privacidad de la celda.

El acceso a la hospedería , que se inicia desde el claustro,

situado en la parte baja del edificio de las celdas de

los monjes, desciende por una rampa que sumerge al

Nota: Los textos en cursiva corresponden en este capítulo a redacción del propio autor de esta edificación, arquitecto Patricio Gross.

92


p. 67

93


p. 30 / Planta primer nivel

HOSPEDERÍA 1961–62

1. Acceso

2. Sala de estar

3. Patio

4. Celdas

5. Terrazas

6. Bodega

p. 31 / Planta segundo nivel

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f. 68

caminante entre la actual biblioteca y un pétreo muro de

contención del claustro, perdiendo la vista lejana. Al final

de la rampa y previo al ingreso a la hospedería un muro

oblicuo abre hacia la izquierda la visión al cerro Manquehue.

Una vez en su interior, se nos ofrece la alternativa de subir o

bajar medio piso a los pasillos de las celdas, pasar a la sala

de reunión o, de frente, contemplar un pequeño patio con

una viga que enmarca la vista hacia el valle, el Cajón de El

Arrayán y el macizo de El Plomo en el cordón cordillerano.

f. 69

Las circulaciones se mantienen en una semipenumbra,

iluminadas por dos quiebres verticales en los muros sur que

dirigen la vista a las montañas del Ramón, contrastando con

el espacio luminoso del vestíbulo de entrada que conecta

con la sala de trabajo. Esta vuelve a ofrecer, a través de

una ventana frente al acceso, la presencia del Manquehue,

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f. 70

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f. 76

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p. 32 / Corte A–A

p. 33 / Corte B–B

p. 34 / Corte C–C

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mientras que una pequeña abertura lateral a todo lo alto

del recinto, recuerda la visión que se tenía desde el amplio

ventanal del hall que se acaba de dejar. El muro norte de la

sala está recortado a lo largo y a una altura tal que recién

al sentarse en la gran mesa de reunión aparecen el valle y

la cordillera.

El tamaño de las celdas es pequeño, con una ventana

cuadrada junto a la mesa escritorio, y el espacio intenta

crear una interioridad que invita al huésped a un encuentro

íntimo con sí mismo.

La hospedería está construida con muros del albañilería,

empleando a la vista ladrillo hueco hecho a máquina y

ladrillo muralla para panderetas interiores, estas últimas

revocadas. Pilares, vigas, cadenas y losas son de hormigón

a la vista, para el cual se especificó moldaje de tabla de

pino en bruto cuidando su disposición. Para evitar pilares de

hormigón en fachada, se estructuraron los muros exteriores

de albañilería mediante el empleo de enfierraduras

verticales distribuidas por el interior de los huecos de los

ladrillos.

Los pavimentos de todos los recintos son de baldosín

cerámico, excepto en los baños donde se empleó baldosa

de cemento al líquido. Los marcos de ventanales y ventanas

son de fierro en perfil doblado, de doble contacto, pintados

negro, contrastando con el blanco de los muros. La baranda

de la escalera se dejó sin teñir, manteniendo el color natural

del hormigón. Los marcos de las puertas interiores son de

raulí, siendo sus hojas y la de la puerta de acceso de terciado

teñido y encerado.

f. 77

La hospedería fue proyectada por Patricio Gross, egresado

un año antes de Arquitectura de la Universidad Católica y

aún no titulado, contando con la estrecha colaboración del

Hno. Martín Correa y algunos aportes del entonces Hno.

Gabriel Guarda. Sergio Rojo actuó como ingeniero calculista,

siendo la empresa constructora Eugenio Browne y Cía. Ltda.,

la quien inició las obras a fines del año 1962.

Los materiales elegidos responden al mismo criterio de

simplicidad y austeridad que inspiró al edificio, intentando

significar el espíritu benedictino de la obra.

101


p. 35 / Elevación oriente p. 36 / Elevación poniente

p. 37 / Elevación sur

p. 38 / Elevación norte

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f. 78

f. 79

103


La iglesia

La obra que el capítulo benedictino encargó a los arquitectos

monjes Hnos. Martín y Gabriel consistía en una iglesia para

unos 35 miembros de la comunidad monástica, incluyendo

también, en el mismo espacio que servía a los monjes, 10 o

12 huéspedes que participan habitualmente por unos días de

la vida del monasterio. Debería, además, tener una nave con

capacidad para 180 personas aproximadamente.

El Hno. Martín nos relata: A 10 años de mi ingreso, durante

los cuales estudié dos años de filosofía y cuatro de teología,

gracias a una donación importante se planteó la posibilidad

de edificar la iglesia. Para entonces Jaime Bellalta se había

ido a Inglaterra, y mi compañero en arquitectura Gabriel

Guarda acababa de ingresar al monasterio. Entonces el

Prior, padre Adalberto Metzinger, nos consultó la posibilidad

de que ambos asumiéramos el proyecto. Mi respuesta fue

que al no estar Jaime correspondía pedir un anteproyecto

al Instituto de Arquitectura de Valparaíso. Así se hizo, y

presentaron un trabajo que cambiaba fundamentalmente

el partido original. Un plan maestro que era una ciudad.

Como la comunidad no lo aprobó, recayó sobre nosotros

el encargo. Para mí era algo imposible, me sentía incapaz

de tamaño desafío: continuar la obra de Jaime. Además,

porque yo había abandonado la profesión para dedicarme

a la tarea monástica, que iba a quedar interrumpida y con

mucho temor a la crítica de mis compañeros arquitectos y

la de mi propia comunidad. Por consiguiente, insistí en no

participar hasta que un día noté que Gabriel instalaba una

mesa de dibujo, hacía comprar papel mantequilla, regla T,

lápices… Me sentí en una tremenda encrucijada, seguir al

margen o integrarme.

f. 80 / Hno. Martín Correa, O.S.B. y padre Gabriel Guarda, O.S.B.

Nota: Los textos en cursiva corresponden en este capítulo a redacción de uno de los autores de esta edificación, arquitecto Hno. Martín Correa, O.S.B..

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f. 81


FIELES

Decidí esto último. Aunque lo sentía como una gran

irresponsabilidad. Pero lo que prima, según nuestra regla

benedictina, es la obediencia al superior.

MONJES

¿Cómo partir? Partimos por lo elemental: un espacio que

reuniera a las dos comunidades, fieles y monjes, en torno

al altar, símbolo de Jesucristo y centro de la celebración

eucarística. Como la vida monástica busca por definición

cierta separación, al no tener tarea pastoral directa, entonces

se deseaba marcar esta independencia mediante elementos

arquitectónicos tales como gradas, comulgatorio y quizás

una posible angostura, tal vez un arco que delimitara el

presbiterio de la nave de los fieles. Dicho programa se podía

lograr con un esquema en forma de paralelepípedo, cosa

que me parecía demasiado elemental.

FIELES

MONJES

Los dos ámbitos de la iglesia

Observando las baldosas de una capilla provisoria en que nos

hallábamos y desplazando imaginariamente una baldosa

respecto de la otra, descubrí que pasaban cosas interesantes

al no relacionar la baldosa superior con la inferior propia del

paralepípedo, sino con la opuesta en diagonal.

Esta solución formal producía dos zonas vecinas pero unidas

por un estrechamiento en donde estaría ubicado el altar,

el que así sirve de nexo y separación entre ambas zonas.

El eje diagonal, por su parte, daría una mayor longitud

y perspectiva al espacio. Así se llegó a la idea de los dos

cubos esenciales penetrados por las aristas, uno más alto y

adyacente al claustro, constituido por el presbiterio y el coro

de los monjes, y otro algo más bajo y próximo al acceso de

los fieles.

Esquemas del estudio de la iglesia,

originales Hno. Martín Correa.

Una segunda idea, que se deseaba conciliar con la anterior,

era la de separar claramente a los monjes de los fieles. Ello

se conseguía mediante una nítida delimitación entre ambos

espacios: diferentes alturas, angostura del comulgatorio,

altar que une y separa a la vez, cuatro gradas de desnivel,

diferencias de Iuz. Todo esto hace que el coro esté completo

en sí mismo, de tal manera que la nave de los fieles es un

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f.83

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f. 86 / Hno. Martín Correa durante la construcción de la Iglesia.

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accidente de este y, por tanto, su vacío durante la semana

no se vuelve desolador. Además, se buscaba acentuar la

centralidad del altar tanto en la zona de los monjes como de

los fieles, para lo cual debía converger hacia el altar, como

centro focal, la inclinación de los techos y de los muros.

En definitiva, se distinguen en el conjunto tres zonas: dos

convergentes (inclinación de techos y dirección de muros)

hacia una central del altar (con techo plano más alto). Con

ello se logra una jerarquía en los espacios, manteniéndose

una ascensión continua desde el exterior hasta el altar. Así la

misa se celebraría los días festivos de cara al pueblo tal como

lo establecía por eso días la instrucción Inter Oecumenici,

emanada del Consilium encargado de llevar a cabo la

reforma litúrgica deseada por el Concilio Vaticano II y los

días de semana, hacia Ia comunidad, cosa que facilitaría

su mejor participación. Una disposición circular en torno al

altar expresaría de mejor manera la reunión del banquete

eucarístico.

Además, dicho nicho se destaca ya desde fuera y en el interior

adquiere máxima importancia, por estar al final de la rampa

de entrada de los fieles y donde está la mesa de las ofrendas.

Por último, dicha rampa de ingreso a la iglesia es una subida,

prolongación del ascenso que ayuda a recogerse y guardar

silencio. A la izquierda, la flecha luminosa del muro apunta

hacia una cumbre: el nicho de la Virgen. Y a la derecha, el

muro azul impide que desde le entrada se vea el espacio total,

que solo se adivina y se descubre a medida que se sube. Hay

un dinamismo de la luz que va del espacio más oscuro en la

rampa a uno con más luz en la Virgen, y continúa con menos

luz en la nave de los fieles hasta el máximo de luminosidad en

el presbiterio. La imagen de la Santísima Virgen es la meta de

los fieles que ingresan, pero también despide a quienes salen.

Con todo lo dicho, pareciera que la obra podía lograr su fin

práctico funcional, pero experimentábamos que faltaba lo

más importante, un alma para ese espacio.

Otro tema importante era la ubicación del sagrario, que

fue dispuesto en una capilla lateral la cual se presta para

la adoración de los que acceden, sea fieles o monjes y que

se adivina a través de una ventana desde la nave. Además,

dicha capilla está directamente conectada con el altar.

En el lado opuesto a la capilla del Santísimo está el ambón,

lugar donde se leen las lecturas aplicándolas a la vida en las

homilías, ubicado justamente en el sector de encuentro de

ambos cubos y pensado para la prédica a los fieles asistentes.

También el programa de la iglesia incluía un espacio especial

para la Santísima Virgen María, madre y guía de los cristianos.

Para ella se instaló en un nicho estratégicamente colocado

en el extremo opuesto al altar mayor y visible directamente

desde los sitiales de los monjes. En este lugar, que es todo

dirección y camino hacia la Virgen, ella prepara a los que

ingresan, los separa del mundo exterior, para así conducirlos

al altar, a Cristo. Aquí cesarían los paisajes, se impondría el

silencio, sería la ”statio” de la iglesia.

El edificio inicial de Jaime Bellalta que habitábamos, ya unos

cinco años, nos había marcado por su veracidad, austeridad y

alegría. El paso de esta tradición viva era una responsabilidad

muy grande, pero a la vez una inspiración cierta. Fue así

como, buscando el alma de nuestra iglesia, me encontré un

día en medio de un bosque de pinos en que en un espacio

pequeño sin árboles, caía una luz matizada por las ramas.

Era un espacio recogido, silencioso, como sagrado. Este era el

desafío. O se lograba en nuestra iglesia crear una atmosfera

de recogimiento que invitaba a la oración o no sería iglesia,

aunque la llenáramos de símbolos cristianos.

Entonces nos quedó claro, como nunca, que la luz sería el

alma del conjunto, el que de otro modo permanecería inerte.

Desde ese momento la búsqueda se trasladó a los planos y

a la maqueta. Dos cubos blanco de cartón de 70 cm por 70

cm colgados del techo, permitieron introducir la cabeza y

experimentar en la forma más realista las posibilidades de la

luz, haciendo aberturas.

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f. 87

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p. 39 / Planta primer nivel 1963 – 1964

con mobiliario

IGLESIA 1963–64

1. Acceso

2. Rampa

3. Fieles

4. Confesionarios

5. Púlpito

6. Altar

7. Monjes

8. Capilla Santísimo

9. Sacristía

p. 40 / Planta primer nivel 1963 – 1964

sin mobiliario

112


f. 88 f. 89

Otra vertiente importante de inspiración fue preguntarse

por el espacio que los monjes en los orígenes escogieron

en su camino de búsqueda de Dios. Este espacio fue el

desierto como el lugar más apto para el encuentro consigo

mismo y con Dios. El monje auténtico tiene verdadera

nostalgia del desierto. San Benito posteriormente, con su

carisma creador y realista, emplazó el monasterio no en el

desierto, pero sí en lugares apartados, lejos del mundanal

ruido, como forma de lograr una purificación equivalente.

Hemos querido que ese espíritu se reflejara en nuestra iglesia

de algún modo, por su simplicidad, austeridad y silencio que

evocara una trascendencia en las personas que la visitaran.

Todo esto explica el porqué de los muros blancos, toscos,

rugosos, con ausencia de decoraciones.

Y así, buscando una expresión sagrada, optamos por un

espacio cerrado al exterior, por tentador que fueran los

paisajes que nos rodean. Un espacio interior que a su vez no

fuera claustrofóbico. Para lograrlo recurrimos a ventanas

que no se ven pero que permiten la entrada de la luz en

forma indirecta, que cae desde arriba como cascada por los

muros y que varía durante el día, dándole especial sentido

a los siete momentos en que celebramos la liturgia de las

horas.

La luz, por su ser inmaterial, es por excelencia la imagen de

las realidades espirituales. Por algo Cristo dijo “Yo soy la luz

del mundo … “ Y como también dijo ser el “nuevo templo”,

nosotros somos igual templos vivos, porque Él vive en cada

uno de nosotros. La iglesia como construcción, por tanto,

es espacio sagrado porque acoge este misterio divino. El

edificio es “una imagen de asamblea reunida”, según dice

el Misal Romano en su introducción general. Mientras más

anónimo y mejor contribuya a la celebración del encuentro

del Señor con los cristianos en la liturgia, y en la eucaristía

especialmente, el espacio será más logrado. Esto fue lo que

pretendimos: crear un espacio interior con atmósfera de

oración, luminoso, austero, que disponga al encuentro con el

Dios vivo, consigo mismo y con el hermano, una tienda para

el Pueblo de Dios en camino, experimentando la alegría de

la comunión.

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PLANTA PRIMER

NIVEL ZÓCALO

ANTEPROYECTO 1960

1. Cripta

2. Altar

3. Altares monjes

4. Sacristía

5. Bodega

p. 41 / Planta primer nivel zócalo

Anteproyecto 1960

PLANTA PRIMER NIVEL

ZÓCALO PROYECTO

DEFINITIVO 1963–64

1. Cripta

2. Altar

3. Altares monjes

4. Sacristía

5. Sala uso general

6. Bodega

p. 42 / Planta primer nivel zócalo

Anteproyecto 1963 – 1964

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f. 91

f. 90

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Así como en sus líneas formales la iglesia debía armonizar

con lo ya edificado y diseñado por Bellalta, la materialidad

no podía sino ser el hormigón armado. Más aun por sus

dimensiones esbeltas, muros de 12 m de alto por 14 m de

ancho y solo 20 cm de espesor y sin una losa de hormigón

que los uniera, ya que la techumbre está formada por una

placa de estructura metálica que en gran parte cuelga por

tensores de acero ocultos en los perfiles metálicos de las

ventanas. La impresión de un visitante es gráfica: El espacio

parece limitado por placas misteriosamente unidas que

podrían en cualquier momento desarmarse. El que esto

no haya pasado después de dos terremotos es mérito del

calculista. El tratamiento de los muros pintados a la cal es

concreto a la vista. Gracias a la imperfección de los moldajes

de madera de pino en bruto, que entonces era lo corriente,

intencionadamente mediante cuñas se forzaron los quiebres

entre las tablas, obteniéndose una superficie aún más

rugosa. La luz rasante de las ventanas superiores le da a esta

rugosidad una belleza especial, y contribuye a la intención

de la arquitectura de austeridad ascética que buscábamos.

El pavimento interior es una carpeta de concreto afinado

sobre la losa y con canterías que recortan el piso. Dichas

canterías dan dirección al caminante hacia los puntos más

importantes como hacia la Virgen, la capilla del Santísimo y

especialmente hacia el altar mayor.

En cuanto a la relación de la obra con el entorno, debe tenerse

presente que al momento de proyectarse la iglesia solo

existían en el lugar el block de celdas, el que miraba hacia el

valle de La Dehesa y servía como respaldo de la plataforma

rectangular que sería el patio del claustro. Ya se había decidido

que el acceso al monasterio sería por el poniente del cerro Los

Piques y que la iglesia debía estar ubicada como remate de

dicho acceso junto a la portería del convento.

El trazado del camino estaba por hacerse. Para ello sería

determinante la presencia del valle de Las Condes, el que

se experimentaba como una gran corriente espacial, llena

de dinamismo hacia el valle de El Arrayán, cada vez más

estrecho culminando con las altas cumbres cordilleranas de

El Altar y El Plomo. Aprovechando esta flecha dinámica del

valle, el camino, que debía haber doblado junto a las cotas

naturales del cerro, se lanzó en línea recta hacia ese centro

focal cordillerano a costa de un buen terraplén. Y la iglesia,

que prudentemente podría haber estado bien asentada

y empotrada en el cerro, se sacó al encuentro del camino,

interceptándolo. De este modo la iglesia se recortaría contra

la cordillera haciendo de esta su propio telón de fondo.

Por último no puedo dejar de dar cuenta de algo esencial:

La iglesia es un verdadero regalo de Dios, dada nuestra real

incompetencia y el resultado obtenido, cosa de la que he

llegado a tener plena conciencia con el paso del tiempo.

Los proyectistas de Ia iglesia fueron el Hno. Martín Correa

y el entonces Hno. Gabriel Guarda, llevándose a cabo

Ia construcción durante los años 1963 y 1964. Colaboró

estrechamente durante todo el desarrollo del proyecto y

Ia construcción Patricio Gross, egresado de la Escuela de

Arquitectura de la Universidad Católica. Raúl Ramírez, junto

a su ayudante Carlos Wiegand, estuvo a cargo del cálculo

estructural y Salinas y Fabres y Cía. Ltda. actuó como empresa

constructora a través de uno de sus socios, Fernando Salinas.

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p. 43 / Corte A–A

p. 44 / Corte B–B p. 45 / Corte C–C

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p. 46 / Elevación norte

Proyecto 1960

p. 47 / Elevación norte

Proyecto 1963 –1964

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p. 48 / Elevación poniente

Proyecto 1963 –1964

p. 49 / Elevación oriente

Proyecto 1963 –1964

p. 50 / Elevación sur

Proyecto 1963 –1964

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LA VIRGEN DE LA IGLESIA

Un lugar privilegiado estaba destinado a la escultura de

la Virgen, un nicho que interiormente está en el eje norte

opuesto al coro de los monjes que pueden contemplarla sin

obstáculo. Nicho que exteriormente llama la atención, con su

ventana vertical, e interiormente porque es el punto focal de

los fieles que suben por la rampa de acceso.

Todo esto exigía una imagen que tocara el corazón de quienes

la vieran. Buscando el escultor adecuado, el Hermano Martín

pensó en Marta Colvin, gran y reconocida escultora ya en esa

época. Providencialmente venía a Chile por unos días, desde

Francia donde vivía.

Acogió bondadosamente en su taller al monje benedictino,

el que le propuso hacerse cargo de la escultura. Pero ella le

advirtió que solo podría hacer una maqueta debido al poco

tiempo del que disponía. Pasado unos días lo llamó para

entregarle la maqueta, una figura de unos 30 cm en yeso.

Una imagen bella y sugerente en que la Virgen sostiene a un

niño Jesús con los brazos abiertos en cruz. Ahora se trataba

de encontrar a la persona que pudiera realizarla y a mayor

tamaño, es decir de unos 2 metros de alto.

Era 1969 cuando venía frecuentemente al monasterio, como

huésped, Francisco Gazitúa, un joven estudiante de escultura

en el Bellas Artes. El hermano Martín le propuso entonces la

tarea y le sugirió hacerla en madera, pero no a partir de un

tronco sino por la sumatoria de pequeñas piezas. Además,

facilitaba las cosas el hecho de que el mismo Hermano había

formado un taller de carpintería en que había muchos trozos

sobrantes. “Pancho Gazitúa“ se puso a la obra y al poco

tiempo se pudo colgarla en el lugar destinada para ella.

El resultado es una escultura muy en consonancia con

la iglesia. Sin dejar de ser suficientemente figurativa

para despertar sentimientos de piedad, es también

suficientemente abstracta conforme con la arquitectura que

la acoge.

Francisco Gazitúa, galardonado recientemente con el Premio

Nacional de Artes Plásticas 2021, ha querido relatar él mismo

su vivencia de entonces en el monasterio:

Desde mi experiencia personal, porque estuve ahí y de alguna

manera todavía estoy, lo que hace único, singular y diferente

este templo, es lo que quisiera contar a continuación.

Trabajé ahí durante cuatro meses desarrollando mi primera

escultura en el espacio público: la Virgen del templo. Tenía 24

años en 1969, fue encargo para mi maestra Marta Colvin de

quien yo era profesor ayudante en su cátedra de escultura

de la Universidad de Chile. Marta se fue a trabajar a su taller

de París y dejó el encargo de realizar una virgen de piedra a

tamaño natural, desde una pequeña maqueta de yeso. Los

monjes-arquitectos, recomendaron el cambio a un material

más liviano, tuve que cambiar de piedra a madera por la

resistencia de la loza.

Trabajé en la carpintería de la abadía, con “lo que había”,

la madera de álamo. De los moldajes para los muros de

concreto del templo, construí ́la imagen con pequeños

y grandes trozos de madera, haciendo eco de las líneas

marcadas en el hormigón del muro por esas mismas tablas.

Mientras trabajaba comencé a tomarle el peso al encargo,

presentamos en el lugar muchas veces la Virgen, el

esqueleto de madera con sus ejes al principio, agrandamos

o alivianamos la figura, la fuimos adecuando a la luz, a

ejemplo de Gabriel y Martín quienes me repitieron que ellos

hicieron lo mismo con el templo, haciendo y rehaciendo

mil veces la proposición original, de acuerdo a las luces de

diferentes horas del día, y las estaciones del año, siendo

modificada en cada etapa.

El color del álamo se confundía con el blanco del templo, lo

barnizamos con tintura de nogal. En el boceto de Marta, la

virgen y el niño no tenían rostro, probé varias opciones de

cabezas y miradas hasta llegar a la de hoy.

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Ciento veinte días viví con los monjes, comía y cantaba con ellos,

poco a poco tomé conciencia que estaba construyendo una

escultura dentro de otra escultura. Al final, al instalar la virgen,

Gabriel, historiador puso en su interior una carta, enrollada dentro

de un tubo hermético una especie de bitácora del proceso de

construcción de la escultura, siguiendo su ejemplo, los fieles

siempre esconden papelitos doblados en las junturas de las

maderas con petitorios o agradecimientos, recados para el Buen

Dios.

Los monjes-arquitectos Martín Correa y Gabriel Guarda, siguieron

un camino muy cercano al de la escultura, modelaron diría yo “a

mano”, sus dos cubos de hormigón consubstanciados –mirando al

sudeste– creando desde las juntas de sus volúmenes, una partitura

exacta para la luz en el blanco de sus muros. Hoy después de 50

años sé que el templo, como las esculturas, fraguan en el tiempo,

al templo no solo le fraguaron las losas, (que se movían mucho al

principio) sino que más bien fraguó su presencia, lo que no se ve

de una obra de arte, (que es lo único que importa), algo así como

el alma, lo invisible y a la vez lo real por excelencia, su ambiente

permanente, lo que queda “después de cerrar el libro”. Cada vez

que camino hacia fuera, bajando el cerro Los Piques, conmigo baja

el mensaje invisible, y ese mensaje, esa luz, que me acompaña hoy

aquí lejos en el cerro de Pirque mientras escribo, quizá la mejor

prueba que hace de esa esa arquitectura, Arte Mayor.

Trabajé como dije sobre un partido general de Marta Colvin, un

magnífico boceto en yeso de 30 centímetros. No hubo creatividad,

en el sentido actual de la palabra: “la búsqueda afiebrada de lo

nunca visto”. Fue solamente profundización, y diálogo con la luz

reverberante de estos muros de hormigón, usando la más modesta

de las maderas, el álamo.

En palabras simples tendría que decir: creí en esa escultura,

la Virgen y su Templo, trabajé por ella, no sentí el esfuerzo,

simplemente me sumé como un navegante más al río del canto

de los monjes, que llenaban el templo al amanecer al medio día

y al atardecer con la oración. Hay presencia Divina en el lugar

(¡No sé cómo lo hicieron!). No sé tampoco, cuál es la clave que

debería transmitirse; la enseñanza del templo son miles las claves.

Que cada lector descubre la suya. Trasmito la mía. El secreto de

la belleza de ese lugar habría que buscarla en mis preguntas de

hace 50 años:

Cuando el templo era apenas una apuesta y no estaba todavía

en la “Historia de la Arquitectura Chilena” y no había revistas de

arquitectura, los árboles a su alrededor no daban sombra, la viña

estaba recién plantada. Trabajábamos juntos con los monjes, ellos

labrando la tierra o estudiando, yo de carpintero. Al poco tiempo se

desvanecieron las categorías monje o escultor. Desde esa posición,

como simples seres humanos, comencé a preguntar:

¿En qué y para quién trabajan?

¿Ante quién dan examen?

¿Qué hacen y deshacen cada día en el aire fino?

¿A quién le canta cada uno de ellos?

¿Dónde se acumula, en qué lugar del universo queda guardado

todo ese canto?

¿En qué temporalidad viven?

¿Con quién apuestan, en la cumbre de este cerrito, rodeados en

verano de campos de rulo, cactus y espinos?

Considerando que el templo hoy es una de las joyas mayores de

arte público de Chile trataré de ahondar la motivación privada que

lo generó. Arquitectura pública–arquitectura privada, es el misterio

en que me sumió el templo y el canto de sus monjes a los 24 años.

Arte público–gestión privada, es la clave del misterio del cual

deberemos hablar mucho más, para entender y preservar el

templo.¿Cuán profundamente privada fue la gestión y origen de

ese templo, hoy Monumento Público?

Privado en lo más profundo, en lo intocable y misterioso del destino

de Martín y Gabriel.

Confluyen en el templo, el talento arquitectónico y la valentía

de cada uno, su formación, sus profesores de la escuela de

arquitectura, sus maestros en la fe, el mismísimo San Benito, más

atrás Jesús, hijo de Dios, carpintero de Nazaret, Espíritu y Materia,

Naturaleza y Gracia, Cielo y Tierra, Inteligencia e Intuición, Arte y

Ciencia, Arte y Oficio.

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Habría que preguntar de qué manera los dos monjes, siendo

tan distintos, y cada uno a su manera, formaron equipo, en una

aleación de letrados–artesanos, para finalmente entregarnos

en su obra silenciosa “lo mejor de los dos mundos”; lo público

y lo privado, callada muestra donde son inseparables planos,

maquetas, fundaciones, hormigón y luz. Inseparables de la

decisión de los autores de dedicarle la vida a Dios: ¡Cara a Cara!

No hay arte público si ese arte no está arraigado en lo más

profundo del alma privada del artista, identificado con la valiente

busqueda de su misión en La Tierra.

El templo en la ciudad es, al fin, solamente presencia, resonancia y

testimonio de un viaje, al mando de dos arquitectos y una tripulación

de albañiles, carpinteros topógrafos, ingenieros, construyendo un

Arca. Una navegación de cuatro años, asentándose al fin en la

cumbre de Los Piques, un cerrito protegido por el gigantesco muro

de fondo del complejo andino San Ramón-Provincia.

Ese entendimiento místico, esta lucha acompañada del “Ángel de

la materia”, fue la opción privada de vida y trabajo de dos artistas

que se hace pública en la enseñanza encerrada por los muros del

templo.

La verdad es que no sé cuál es la clave, son muchas, cada una

más misteriosa que la anterior, a cambio de eso cuento lo que allí

aprendí:

Trabajando con ellos, entendí que el arte no es un caballo a la fama,

ni se hace porque hay escuelas de arte que lo enseñan, ni para

guiar alguna vanguardia o moda… A ejemplo de ellos emprendí

una carrera larga, independiente y en paz, sabiendo que no tenía

nada que crear, solamente ir más adentro en un camino poéticomaterial

identificando la inteligencia de la materia y de nuestro

destino común: La Escultura.

En la Virgen al templo quedó algo muy mío, pero para bien de

mi proposición y mi trabajo, se agregó la fuerza mística de los

monjes, que está brillando hasta hoy en su madera y su mirada.

Brilla también, toda la vida de mi querida maestra Marta Colvin,

mostrando su cruz.

“Te muestro mi cruz” es el nombre de la Virgen.

La arquitectura del templo se dirige a las gentes, uno a uno sin

prisa, en una temporalidad sin tiempo, casi desde el otro lado de

los muros del tiempo, inexorablemente inmóvil. Mientras todas las

otras artes caminan en el espacio sideral y son vistas por millones

de seres humanos a la vez. Esta detención del tiempo y del lugar,

fuera de toda pantalla, en apariencia la gran debilidad de esa

arquitectura, es paradojalmente su gran fortaleza, El templo,

“hace muy pocas cosas” y en ese casi no hacer está toda su fuerza.

129

f. 104


Refectorio y portería

f. 105

130


El encargo que recibió el arquitecto era el de proyectar una

portería y un refectorio, con sus servicios anexos, en forma

contigua a la iglesia, cerrando el monasterio hacia el camino

de llegada y que a la fecha se encontraba solo con un cierro

provisorio de madera. Por lo mismo, había que ordenar el

acceso a la iglesia y al conjunto formando una plaza.

Una gran admiración y respeto por la obra ya ejecutada

a la fecha… fue muy importante en las decisiones que se

tomaron durante el desarrollo del diseño… La preocupación

fundamental fue lograr una composición armónica con

los edificios existentes, especialmente con la iglesia, con

el volumen de las celdas que mostraba su lado menor

inconcluso hacia el acceso y con el cerro. El desafío era

formar una composición armónica y jerarquizar entre sí los

volúmenes blancos y cerrados jugando en el desnivel del

cerro.

…el diseño se centró principalmente en lograr un muro de

cierro que continuara un trozo que ya tenía construido

la iglesia. Este muro remontaría el cerro y en él estaría el

boquete del acceso al convento y sobre dicho boquete

avanzaría el techo desde el interior cobijando al visitante.

Detrás del muro se desarrollaría el gran volumen del

refectorio, volcado hacia el interior y las demás dependencias

con sus relaciones.

El conjunto de la portería y refectorio se planteó como un

volumen descompuesto y muy cerrado hacia la plaza y el

poniente. Las… ventanas de las dependencias contiguas al

muro se tratarían como pequeñas perforaciones, salvo la del

refectorio que mira al poniente y que fue hecha a solicitud

de los monjes, durante la construcción, para la observación

desde el interior del refectorio del cerro Manquehue.

Las relaciones del edificio mismo se presentaban muy

complejas. El refectorio es un lugar muy importante en

la vida de la comunidad. Había que buscar un relación

procesional a través del claustro con la iglesia. Por un lado,

los servicios del refectorio debían tener una relación con los

monjes que participan en las labores de preparación y lavado

de platos. La portería, a su vez, tenía que recibir y retener al

visitante y evitar su paso por la clausura.

Esto generó en el proyecto dos zonas de encuentro, una

para el contacto del convento con el exterior, que es el patio

de la portería y las visitas, contiguo al claustro pero cerrado

por él, con dos locutorios adyacentes para tal efecto; y otra,

en un nivel superior para el encuentro de los monjes que es

el patio cubierto de acceso al refectorio donde convergen

varias circulaciones internas…

A la nueva plaza exterior estarían dando el boquete de

entrada a la iglesia y el boquete de la portería, muy visibles

en este gran muro blanco, cuya forma se enriquecía hacia

la iglesia y adquiría la sencillez de un simple muro hacia la

portería.

Nota: Los textos en cursiva corresponden en este capítulo a redacción del propio autor de esta edificación, arquitecto Jorge Swimburn.

131


p. 51 / Planta 1 er nivel

REFECTORIO 1972

1. Acceso

2. Celda

3. Locutorios

4. Dormitorio

5. Bodega

6. Cocina

7. Refectorio

8. Plaza

p. 52 / Planta 2 º nivel

132


f. 106

El refectorio está en un piso más arriba que el patio de la

portería, lo que lo independiza y a su vez lo relaciona con la

parte posterior del convento hacia el cerro. Desde el claustro

se sube por una ancha escalera hacia el refectorio, recorrido

que los monjes realizan varias veces al día viniendo desde la

iglesia o las celdas. El refectorio es un espacio volcado hacia

el interior, con vistas hacia el exterior muy controladas,

secundarias y puntuales. Solo se abre una ventana de

ángulo haca el claustro y la cordillera y una opuesta que,

como se ha señalado, mira hacia el cerro Manquehue y el

poniente.

La respuesta arquitectónica guarda estrecha relación con la

forma en que los monjes comen, mirando hacia el centro

del espacio donde está la mesa de huéspedes, centrados,

callados en la comida y escuchando al lector.

En la cocina lo relevante es un mueble central diseñado para

que los monjes preparen y laven los platos conversando

alrededor… La cocina y repostero tienen luz cenital, que

además sirve de ventilación, mientras que hacia el sur hay

una ventana corrida mirando el cerro y el patio donde llega

el vehículo con las provisiones.

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p. 53 / Corte A–A

p. 54 / Corte B–B

p. 55 / Corte C–C

p. 56 / Corte D–D

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p. 57 / Elevación poniente

p. 58 / Elevación norte

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137


El refectorio posee una gran losa de cubierta, la que se diseñó

de viguetas para darle mayor riqueza formal y condiciones

acústicas al espacio. El techo es plano e impermeabilizado,

como el resto del convento, buscando la pureza formal de la

volumetría del conjunto. Predominantemente, el edificio es

de albañilería reforzada a la vista y pintado a la cal.

El encargo de este edificio fue hecho al arquitecto Jorge

Swinburn, quien, en esa época, formaba parte de una

sociedad con Sergio Larraín G.M. e Ignacio Covarrubias. El

proyecto se desarrolló en la oficina de dicha sociedad el

año 1971 y estuvo a cargo de Swinburn. La estructura fue

calculada por los ingenieros Víctor Rivera, Leopoldo Balada,

Andrés Lederer y Marcial Baeza, iniciándose su construcción

en 1972 por la Empresa Anguita y Lederman, y terminándose

en febrero de 1973.

f. 112

f. 113

138


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Plazuela de Acceso

De acuerdo a la reformulación del proyecto del conjunto

del monasterio realizado por el equipo de arquitectos de

la Universidad Católica de Valparaíso, el Hno. Martín Correa

O.S.B. definió y ejecutó, al momento de edificarse la Iglesia,

el camino de acceso al convento en su ubicación actual.

En el tramo final del camino se proyectó, a un lado y contra

la pendiente del cerro, un muro de contención de piedra

de río partida por la mitad, que sirve para proteger la

clausura… y que siempre acompaña hasta la puerta del

monasterio, siguiendo el relieve en forma fluida… Al otro

lado, una alineación de olmos que dan sombra en verano

y cuyos troncos sirven para modular la visión que se tiene

desde el cerro hacia la ciudad.

Al llegar a la iglesia, el camino se ensancha formándose una

plazuela longitudinal que tiene primero un estacionamiento

de automóviles, y luego un recinto peatonal con tres niveles

que suben gradualmente. Esta plazuela sirve como atrio o

espacio intermedio, con árboles de sombra antes de entrar

a la luz más controlada de la iglesia. También es el lugar

de celebraciones litúrgicas como la del Fuego Pascual o el

Domingo de Ramos, mirador de Santiago y lugar de reunión

después de la misa.

La plazuela fue proyectada el año 1975 por el arquitecto Raúl

Irarrázabal y ejecutada en esa misma fecha.

140


141

f. 115


142

p. 59 / PLAZUELA DE ACCESO

Planta general


f. 116

143


Biblioteca

La biblioteca completa por su costado oriente el tercer lado

del claustro principal, dado que hacia el sur se encuentra

el cuerpo de celdas y al poniente la iglesia, mientras que

la hospedería, al estar en un nivel inferior, no constituye un

límite hacia el norte. Desde el nivel del claustro tiene una

altura mínima de 3,20 metros, para permitir el máximo de

visión hacia la cordillera de los Andes.

Se eligió una expresión plástica que siguiera el mismo espíritu

de los volúmenes anteriormente construidos para no alterar

la armonía del conjunto. Interiormente, la biblioteca tiene un

sentido longitudinal: se entra primero a una antesala, para

luego bajar a la sala de lectura y, finalmente, al depósito de

libros que tiene dos pisos. Los libros están en el fondo de la

perspectiva, protegidos por un ventanal metálico, como un

patrimonio de gran valor.

La materialidad de la biblioteca está, básicamente,

conformada por muros de hormigón y albañería a la vista,

cubiertos con cal. Los marcos y batientes de los ventanales

son metálicos, así como barandas y pilares interiores, todos

ellos pintados de negro.

El edificio fue proyectado por Raúl Irarrázabal en 1980. La

construcción se realizó ese mismo año y estuvo a cargo de la

empresa constructora Cruz del Sur. El cálculo estructural fue

realizado por la oficina de ingenieros Rivera, Balada, Lederer

y Baeza.

El avance visual está modulado por la estructura de pilares

y vigas de concreto armado, y está acompañado por un

aumento progresivo de la altura, pues, mientras por un lado

se mantiene el nivel del cielo, por el otro, el piso va bajando

junto con el desnivel del terreno natural.

Los libros tienen una luz medida para que no se dañen,

a través de ventanas verticales que corresponden a los

pasillos transversales y mediante los cuales se accede a las

estanterías. La sala de lectura tiene amplios ventanales hacia

el oriente y la cordillera.

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Nota: Los textos en cursiva corresponden en este capítulo a redacción del propio autor de estas edificaciones, arquitecto Raúl Irarrázabal.

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p. 60 / Planta primer nivel

4

p. 61 / Planta nivel zócalo

BIBLIOTECA 1980

1. Acceso conexión–celdas

2. Salas de lectura

3. Depósito de libros

4. Bodega

p. 62 / Corte A–A

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p. 63 / Elevación oriente

p. 64 / Elevación poniente

p. 65 / Elevación norte p. 66 / Corte B–B

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7 CONSTRUCCIONES POSTERIORES A 1988

Desde la publicación de esta obra en 1988 la orden ha

encargado sucesivamente al arquitecto Raúl Irarrázabal

Covarrubias (algunas de cuyas acotaciones aquí citamos)

el diseño de una serie de nuevos recintos y adecuaciones

internas al conjunto del monasterio, actualizándolo y

adaptándolo a nuevas necesidades. Ello, siempre bajo el

concepto de ir construyendo un conjunto unitario, siguiendo

estrictamente la impronta asceta establecida desde el inicio

por el proyecto de Jaime Bellalta. Conjunto arquitectónico

que resultó en una feliz síntesis de la modernidad del

Bauhaus y la tradición de Chile Central, trabajando

diferentes arquitectos como si fueran uno solo, siguiendo el

ideal de San Benito de austeridad y paz.

Así, a principios de los años 90 se renovaron las bancas

de madera del coro de la Iglesia, pasando éstas a tener

respaldos. Trabajo realizado –al igual que su fabricación

original– en el propio taller de carpintería del monasterio.

En 1993 se le introdujeron mejoras al claustro, incorporándole

una fuente central, caminos de piso de ladrillo de chonchón,

tazas para los naranjos– que en el proyecto se regaban por

gravedad desde la fuente de agua– muchos maceteros

con alegres cardenales, dos palmas de Las Canarias para

encuadrar el paisaje del valle y una higuera generosa.

Estas obras incluyeron cerrar su lado poniente para evitar

los resfríos de los monjes, quienes diariamente transitan

desde antes del alba hacia la iglesia para las maitines, laudes

y prima.

Luego, en 1996, se realizaron una serie de obras de adelanto.

En primer lugar, se construyó una portería, la que incluyó una

tienda de planta triangular, con un lucernario central y un

banco de espera que enfrenta la librería. Este nuevo recinto

ayudó a conformar un pequeño “patio de los locutorios” por

estar estos flanqueando dicho espacio, al que se le instaló

una fuente de agua, completando la composición con dos

cipreses mediterráneos (Cupressus sempervirens).

Asimismo, ese año, se construyó una anhelada sala

capitular, igualmente con lucernarios cenitales, los que

iluminan, pero conservan la intimidad: uno para el lugar del

abad, otro para iluminar una plancha recordatoria con la

historia de la fundación del monasterio y un tercero para

iluminar el cuadro de la Virgen de Las Condes de Fray

Pedro Subercaseaux y que en nuestra edición de 1988 se

mostraba en el recibidor de la hospedería masculina. Luego,

dado la ancianidad de algunos monjes, en el costado sur del

claustro, se instaló un ascensor para llegar hasta el tercer

piso, agregándose una enfermería con una terraza soleada,

celdas para los monjes y un oratorio con un muro curvo de

fondo que recibe la luz solar, degradándola. Se acondicionó

allí también una sala para los novicios con un sombreadero.

Y finalmente, en ese afanoso 1996, en el subterráneo de la

Iglesia, anteriormente un espacio no del todo valorado, se

habilitó una sala múltiple, un pequeño auditórium y una

bodega. Recordemos que ese espacio estuvo en sus inicios

destinado a alojar múltiples altares dado las disposiciones

Nota: Los textos en cursiva corresponden en este capítulo a redacción del propio autor de estas edificaciones, arquitecto Raúl Irarrázabal.

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3

1

2

3

1

0 5

p. 67 / Planta de conjunto actual

eclesiásticas a la época del diseño y construcción de la

iglesia, la que antecedió al Concilio Vaticano II, y en que no

era posible concelebrar misa.

Pero de todas las adiciones y renovaciones posteriores a

1988, la de mayor envergadura fue sin duda la construcción

en 2001 de la Hospedería externa. Ésta se construyó al norte

de la Iglesia, donde pueden alojar mujeres y un matrimonio.

La entrada a este volumen se realiza desde la plazuela de

acceso al monasterio. Para tener independencia … se [le]

hizo un pasillo con luz cenital y una sala de estar que tiene

una terraza sombreada por una pérgola. Esta última con

una bella vista norte hacia el valle.

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p. 68 / Corte 1–1

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p. 69 / Corte 2–2

0 5

p. 70 / Corte 3–3

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p. 71 / Elevación norte

0 5

p. 72 / Elevación poniente

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8 SIGNIFICADO ARQUITECTÓNICO

Y PATRIMONIAL DEL MONASTERIO

El conjunto de edificios que conforman el monasterio

Benedictino de Las Condes fueron proyectados y construidos

en un período de 27 años, que va desde 1953, en que se

convoca el concurso inicial, hasta 1980 en que se levanta

la biblioteca. Los arquitectos que realizaron dichas obras

pertenecen a una generación que se formó en el espíritu del

movimiento moderno internacional y muy especialmente

en la huella de Le Corbusier y el Bauhaus de Walter Gropius.

Si bien aparecen en la arquitectura nacional intentos por

reproducir muy fielmente los vocabularios formales de los

maestros, las condiciones locales, entre las que destacan

las exigencias antisísmicas y las restricciones económicas,

hicieron modificar los modelos iniciales, produciendo obras

de una cierta claridad formal y sencillez de materiales.

La mentalidad racionalista, poco imaginativa, el temor al

ridículo, resultado de la educación nacional, y por otra parte

el peso de una tradición de orden que tal vez se expresaba

en el simple clasicismo de la arquitectura más o menos

espontánea, favorecieron dentro del movimiento moderno

la aparición de obras discretas, equilibradas, lejanas a la

exuberancia y a la fuerte originalidad de las creaciones

brasileñas o mexicanas de la época(1).

Sin desconocer la inserción del monasterio dentro del

movimiento moderno y el empleo de todos sus elementos

técnicos y formales, de los cuales ya el primer edificio

proyectado por Jaime Bellalta es un buen ejemplo y cuya

huella se descubre en todo lo que sigue, las obras de Las

Condes poseen una novedad que arranca del desafío de

acoger la vida contemplativa de un conjunto de monjes

benedictinos en un medio geográfico que es asumido como

determinante del proyecto. Hay una articulación de espacios

y volúmenes puros, de hormigón coloreado de blanco, que

demuestran una particular interpretación de la arquitectura

contemporánea con un alto grado de expresión poética y

calidad estética(2).

No obstante la diversidad de arquitectos que participaron en

el monasterio, pero debido, indudablemente, a su fidelidad

al modelo inicial y a una formación más o menos común,

el resultado es una obra unitaria, con inflexiones propias

de cada uno de los edificios que conforman el conjunto.

La composición formal que sigue una geometría nítida, el

elaborado juego de planos y el control de la luz, que en la

iglesia alcanza una “corporeidad inmaterial”, recuerdan la

lección básica de Le Corbusier: la arquitectura como el sabio

manejo de los volúmenes bajo la luz.

Pero, junto al anterior, hay en el monasterio benedictino

una fuerza que nace de la voluntad de hacer realidad

el encuentro de la arquitectura, como manifestación

cultural, con la fe cristiana. La fe se intenta encarnar en la

arquitectura y a través de la materialidad arquitectónica, del

espacio y la forma de los edificios, expresar los fundamentos

trascendentes que sustentan, guían y ordenan lo construible.

(1) Mario Pérez de Arce L.: “Notas sobre arquitectura moderna en

Chile”, en “Revista del Arte y la Arquitectura en América Latina”,

Nº 8, Vol.2, Colombia, 1982.

(2) Ibid.

157


9 MI EXPERIENCIA EN EL MONASTERIO

Patricio Gross Fuentes

Con toda honestidad y respeto por todos los que han

trabajado en la construcción del Monasterio, actual Abadía,

creo que es preciso señalar que probablemente este libro no

se habría realizado sin el hecho de que conocí y participé muy

activamente en todo el desarrollo del proyecto de la iglesia y

proyecté y participé en la construcción de la Hospedería de

Hombres, viviendo en el convento por casi cuatro años.

Mi vinculación con el Monasterio Benedictino data

de mi época de estudiante de arquitectura cuando

aproximadamente en 1958 conocí a Fernando Guarda, diez

años mayor y quién había estudiado, al igual que yo entonces,

en la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad

Católica. Él, como varios estudiantes y ex estudiantes de

esta escuela, arrendaba un pequeño taller a la iglesia de la

VeraCruz en el Barrio Lastarria, a pasos de nuestra escuela

en calle Villavicencio, la que ocupaba dos casas contiguas

para los cursos de tercero, cuarto y quinto año de la carrera,

mientras que los dos primeros se impartían en el cuarto

piso del edificio central en la Alameda. Ello cambió en 1959

cuando a comienzos del año toda la Escuela de Arquitectura,

junto con la Escuela de Arte, se trasladaron a Lo Contador,

antigua casa de hacienda de los siglos 18 y principios del

19, en el actual barrio de Pedro de Valdivia Norte. Ello por

iniciativa del decano Sergio Larraín García–Moreno, que

convenció a la universidad de esta compra, adquiriendo él

una casa contigua de inquilino como su residencia.

La cercanía con Guarda, próximo a entrar a la orden

Benedictina, se dio, entre otras razones, por una común fe

religiosa, por el interés en la historia y por supuesto, a través

de nuestra vocación por la arquitectura. Lo apoyé en aquel

tiempo con algunos dibujos de su proyecto de título: “Mercado

de Valdivia”, antes de él irse al monasterio. Años después, en

1964, el entonces Hermano Gabriel, me regaló dos preciosas

perspectivas para la entrega de mi proyecto de titulación.

Cuando el Prior padre Adalberto Metzinger les encomienda

a los hermanos Martín Correa y Gabriel Guarda el proyecto

de la iglesia, este último me invita a ayudarlos con su

desarrollo. Pero con una condición: irse a vivir al monasterio

para estar en contacto con el hermano Martín, ya que él

partiría por un largo tiempo a estudiar filosofía al monasterio

de Los Toldos, en Argentina. Acepté entusiasmado ante

la perspectiva de vivir esta experiencia. Yo, a la época, era

solo un recién egresado de arquitectura. Como base para mi

trabajo, recibí de parte de los monjes un plano a pequeña

escala y una maqueta de trabajo, elementos que sí definían

claramente la idea de los dos cubos intercalados, la rampa

de acceso y el volumen proyectándose hacia el vacío.

A partir de allí, con sistemáticas reuniones en las tardes

con Martín, a continuación de las oraciones de sextas, se

fue desarrollando el proyecto definitivo. Ocupaba

yo dos celdas del edificio de Bellalta, arquitecto que

conocí muy bien algunos años después y quien llegó a

ser mi jefe en la Corporación de Mejoramiento Urbano y

compadre: una para dormir y otra para la mesa de dibujo.

Allí fueron desarrollados los planos generales, de detalles,

perspectivas, maquetas y especificaciones técnicas.

También salidas a reuniones con calculistas y otros

especialistas, como también a comprar materiales, lo que

me obligaba permanentemente bajar el cerro para esperar

la “micro” y regresar al monasterio, a veces al anochecer.

Todo ello, hasta que un día, preocupado por mi peregrinar

dado que el cerro Los Piques era entonces un lugar alejado

de la ciudad, el econo del Convento, padre Eduardo Lagos,

propuso comprarme una citroneta para desplazarme con

158


mayor facilidad, la que pagaría con cargo a mis honorarios.

El vehículo, mi primer auto, resultó ser verdaderamente

imprescindible, especialmente cuando se acercaba la

construcción de la obra, ya a fines de 1963, especialmente

para las reuniones con la empresa constructora.

Permanecí en esta vida monacal y formativa hasta inicios

de 1964 cuando comenzó la construcción de la iglesia, pues

para entonces hube de dedicarme de lleno a desarrollar

mi propio proyecto de título de arquitecto, el que debía

aprobar como condición ineludible para hacer uso de una

beca a Alemania ese mismo año. Titulación que había

postergado algunos años por la no transable experiencia

de estar inmerso y trabajando en el extraordinario proyecto

del monasterio Benedictino de Las Condes.

159



10 AGRADECIMIENTOS

Los autores quieren manifestar sus agradecimientos a

todos los que han hecho posible esta segunda edición y

muy especialmente a las siguientes entidades y personas:

a la Corporación del Patrimonio Cultural de Chile, impulsora

y auspiciadora de la reedición, a través de Roberto

Fuenzalida, su director Ejecutivo y a Elena Cruz, directora

de Proyectos; a Ediciones UC, que facilitó los originales

de la primera edición y autorizó esta segunda edición,

especialmente a María Angélica Zegers, su directora; a los

autores de las nuevas fotografías en color, quienes las han

facilitado para su inclusión en el texto; al arquitecto Iván

González, quien redibujó las nuevas planimetrías; a María

Luisa Godoy por el nuevo diseño y producción, como por su

gran interés y dedicación, lo que ha permitido dar forma

a esta nueva edición; al muy estimado hermano Martín

Correa O.S.B. por su entusiasmo y aporte constante para

revisar y completar los escritos e imágenes, ayudándonos

muy de cerca con el objetivo de entregar una segunda

edición que honre la obra arquitectónica y refleje el espíritu

que la anima.

Finalmente, a todos aquellos que nos han alentado durante

este tiempo para llevar a feliz término este libro, así como

a quienes han contribuido y aportado recursos para la

presente publicación.

161


11 LISTADO DE DIBUJOS Y PLANOS

LISTADO DE DIBUJOS

d. 1 San Benito en el Cono Sur Postal/Arch. Conv. Benedictino 25

d. 2 Direcciones espaciales, orig. Bellalta Arch. Jaime Bellalta 35

d. 3 Croquis proyecto, orig. Bellalta ´´ 37

d. 4 Propuesta de A. Cruz y equipo Arch. Esc. Arquitectura U.C.V 46

d. 5 Propuesta de Isométrica del conjunto Alberto Cruz C. y equipo, U.C.V 47

d. 6/7/8 Estudios para iglesia definitiva ´´ 49

d. 9 Proposición sobre clausura y accesos ´´ 50

d. 10 Proposición agrícola y relación con arquitectura ´´ 50

d. 11 Plano de conjunto, Inst. Arq. U.C.V ´´ 51

d. 12/13 Croquis Inst. Arq. U. Católica de Valparaíso ´´ 52

d. 14/15 Croquis Inst. Arq. U. Católica de Valparaíso ´´ 53

d. 16 Trazado nuevo camino, orig. Hno. Martín Correa Arch. Conv. Benedictino 54

d. 17 Secuencia vistas camino, orig. padre G. Guarda, O.S.B. ´´ 55

d. 18 Esquema de la iglesia, orig. Hno. Martín ´´ 56

d. 19 Perspectiva de la iglesia, orig. padre G. Guarda, O.S.B. ´´ 57

d. 20/21 Estudios de la hospedería, orig. P. Gross Arch. Patricio Gross F. 58/59

d. 22 Estudio de la portería, orig. J. Swinburn Arch. Jorge Swinburn P. 60

d. 23 Croquis de la biblioteca, orig. R. Irarrázabal Arch. Raúl Irarrázabal P. 61

d. 24 Croquis plaza de acceso, orig. R. Irarrázabal ´ ´´ 61

d. 25 Corte diagonal iglesia, orig. Hno. Martín Arch. Conv. Benedictino 124

162


LISTADO DE PLANOS

p. 1 Convento 1988 Plano de ubicación 64/65

p. 2 ´´ Plano de conjunto 66/67

p. 3 Anteproyecto 1953 Plano de conjunto 71

p. 4 Capilla Refectorio Planta 1er nivel 72

p. 5 ´´ Corte A–A 72

p. 6 ´´ Corte B–B 72

p. 7 ´´ Planta 2º nivel 73

p. 8 ´´ Planta 3er nivel 73

p. 9 ´´ Elevación poniente 74

p. 10 ´´ Elevación oriente 74

p. 11 ´´ Elevación norte 75

p. 12 ´´ Elevación sur 75

p. 13 Cuerpo de Celdas 1954 Planta 1º nivel 78

p. 14 ´´ Planta 2º nivel 78

p. 15 ´´ Planta 3er. nivel 78

p. 16 ´´ Corte A–A 80

p. 17 ´´ Corte B–B 80

p. 18 ´´ Corte C–C 80

p. 19 ´´ Elevación oriente 82

p. 20 ´´ Elevación poniente 82

p. 21 ´´ Elevación norte 82

p. 22 ´´ Elevación sur 82

p. 23 Cuerpo Inicial 1953 Planta nivel único 86

p. 24 ´´ Elevación norte 86

p. 25 ´´ Elevación oriente 86

p. 26 ´´ Elevación poniente 86

p. 27 Cementerio 1954 Planta 90

p. 28 ´´ Corte A–A 91

p. 29 ´´ Corte B–B 91

p. 30 Hospedería 1961–62 Planta 1er nivel 94

p. 31 ´´ Planta 2º nivel 94

p. 32 ´´ Corte A–A 100

p. 33 ´´ Corte B–B 100

p. 34 ´´ Corte C–C 100

p. 35 ´´ Elevación oriente 102

p. 36 ´´ Elevación poniente 102

p. 37 ´´ Elevación sur 102

p. 38 Hospedería 1961–62 Elevación norte 102

p. 39 Iglesia 1963–64 Planta 1er nivel con muebles 112

p. 40 ´´ Planta 1er nivel sin muebles 112

p. 41 Iglesia Anteproyecto 1960 Planta nivel zócalo 114

p. 42 Iglesia Anteproyecto 1963 Planta nivel zócalo 114

p. 43 ´´ Corte A–A 118

p. 44 ´´ Corte B–B 118

p. 45 ´´ Corte C–C 118

p. 46 Anteproyecto 1960 Elevación norte 119

p. 47 Proyecto Iglesia 1963–64 Elevación norte 119

p. 48 ´´ Elevación poniente 121

p. 49 ´´ Elevación oriente 121

p. 50 ´´ Elevación sur 121

p. 51 Refectorio 1972 Planta 1er nivel 128

p. 52 ´´ Planta 2º nivel 128

p. 53 ´´ Corte A–A 134

p. 54 ´´ Corte B–B 134

p. 55 ´´ Corte C–C 134

p. 56 ´´ Corte D–D 134

p. 57 ´´ Elevación poniente 136

p. 58 ´´ Elevación norte 136

p. 59 Plazuela Acceso 1975 Planta general 142

p. 60 Biblioteca 1980 Planta 1er nivel 146

p. 61 ´´ Planta nivel zócalo 146

p. 62 ´´ Corte A–A 146

p. 63 ´´ Elevación oriente 148

p. 64 ´´ Elevación poniente 148

p. 65 ´´ Elevación norte 148

p. 66 ´´ Corte B–B 148

p. 67 Construcciones

posteriores a 1988 Planta conjunto actual 152

p. 68 ´´ Corte 1–1 153

p. 69 ´´ Corte 2–2 153

p. 70 ´´ Corte 3–3 153

p. 71 ´´ Elevación norte 155

p. 72 ´´ Elevación poniente 155

163


12 LISTADO DE FOTOS

f. 1 Ceremonia primera piedra iglesia Arch. C. Benedictino 13

f. 2 Claustro al atardecer ’’ 15

f. 3 Celdas a la puesta del sol ’’ 16

f. 4 Claustro al amanecer ’’ 17

f. 5 Subiendo el cerro Los Piques ’’ 19

f. 6 Fray Pedro en su taller ’’ 21

f. 7 Cuadro Virgen de Las Condes Postal/Arch. C. Benedictino 23

f. 8 Fray Pedro pintando Arch. C. Benedictino 23

f. 9 Monjes procedentes del Solesmes ’’ 26

f. 10 Casas de Lo Fontecilla Sergio Gelcich R. 27

f. 11 Abadía de Solesmes, Francia Arch. C. Benedictino 27

f. 12 Monjes procedentes de Beuron ’’ 28

f. 13 Primer convento construido en Chile ’’ 29

f. 14 Abadía de Beuron, Alemania ’’ 29

f. 15 Hermanos y padres benedictinos 1954 ’’ 31

f. 16 Permiso municipal de la obra ’’ 32

f. 17 Primera piedra de la iglesia ’’ 33

f. 18 Aérea, al inicio de las obras, 1954 Instituto Geográfico Militar 34

f. 19/20/21 Maqueta Estudio, proyecto Bellalta Arch. C. Benedictino 36

f. 22 Interior de la capilla provisoria ´ ’’ 38

f. 23 Exterior nevado de edificio provisorio ’’ 39

f. 24 Cuerpo de celdas recién construidos,

cuerpo inicial de capilla y refectorio provisionales ’’ 40

f. 25 a 29 Cuerpo de celdas recién construidos ’’ 41

f. 30 Cuerpo de celdas, cementerio, cuerpo de capilla

y refectorio provisional. Arch. Histórico José Vial A.

Escuela de Arq. y Dis. PUCV. 42

f. 31 a 36 Cuerpo de celdas recién construido ’’ 43

f. 37 a 39 Interior y exterior cuerpo de celdas ’’ 44

f. 40 a 42 Escalera cuerpo de celdas ’’ 45

f. 43 Propuesta de maqueta Alberto Cruz C. y equipo, U.C.V 48

f. 44 Maqueta de la iglesia Arch. C. Benedictino 56

f. 45/46 Hospedería actual Patricio Gross 59

f. 47 Portería y refectorio, actual ’’ 60

164


f. 48 Aérea al estado de 1984 Serv. Aerofotogramétrico FACH 62

f. 49 Conjunto desde el nororiente, 1988 Sergio Gelcich R. 68

f. 50 Cuerpo de celdas, 1953 Arch. C. Benedictino 77

f. 51 Interior de una celda Sergio Gelcich R. 79

f. 52 Vista oriente del cuerpo de celdas ’’ 79

f. 53 Vista poniente del cuerpo de celdas Arch. C. Benedictino 81

f. 54 Claustro hacia el norponiente ’’ 81

f. 55 Claustro hasta el surporiente ’’ 81

f. 56 Escala acceso a las celdas Sergio Gelcich R. 83

f. 57 Vista sur del cuerpo de celdas ’’ 83

f. 58 Vista ventanas del pasillo al atardecer ’’ 84

f. 59 Caja escala, cuerpo de celdas ’’ 84

f. 60 Caja escala, cuerpo de celdas ’’ 85

f. 61 Exterior del edificio provisorio Arch. C. Benedictino 87

f. 62 Interior del pasillo de acceso a celda Sergio Gelcich R. 87

f. 63 Interior capilla provisoria Arch. C. Benedictino 87

f. 64 Cementario nevado desde afuera ’’ 88

f. 65 Cruz presidiendo el cementerio ’’ 89

f. 66 Cementario recien terminado ’’ 91

f. 67 Hospedería desde el nororiente Sergio Gelcich R. 93

f. 68 Acceso a la hospedería ’’ 95

f. 69 Pasillo de la hospedería ’’ 95

f. 70/71 Vista norponiente de la hospedería ’’ 96

f. 72 Vista norponiente de la hospedería actual ’’ 97

f. 73 Detalle exterior ventanas del comedor hospedería ’’ 98

f. 74 Comedor de huéspedes ’’ 98

f. 75 Detalle interior ventanas del comedor hospedería ’’ 98

f. 76 Comedor de huéspedes ’’ 99

f. 77 Celda para huéspedes ’’ 101

f. 78 Hospedería desde el oriente ’’ 103

f. 79 Detalle fachada norte ’’ 103

f. 80 Hno. Martín Correa y Gabriel Guarda, O.S.B. ’’ 104

f. 81 Vista a eje hacia el altar de la iglesia Sergio Gelcich R. 105

f. 82 Vista a eje desde el coro de monjes ’’ 107

f. 83 a 85 Construcción de la iglesia 1963–1964 Arch. C. Benedictino 108

f. 86 Hno. Martín Correa en construcción de la iglesia ’’ 109

f. 87 Rampa interior de acceso Sergio Gelcich R. 111

165


f. 88 La Virgen desde el altar ’’ 113

f. 89 Pasada del altar mayor al Santísimo ’’ 113

f. 90 Escala a la cripta ’’ 115

f. 91 Claraboya en bajada a la cripta Sergio Gelcich R. 115

f. 92 Altar del Santísimo ’’ 117

f. 93 Misa en el altar ’’ 117

f. 94 Iglesia desde el norte ’’ 120

f. 95 Exterior del nicho de la Virgen de noche ’’ 122

f. 96 El Campanil ’’ 122

f. 97 Exterior del nicho de la Virgen ’’ 122

f. 98 Vista desde el poniente ’’ 125

f. 100/101 Maqueta de la Virgen Marta Colvin 127

f. 102/103 Escultura de la Virgen Francisco Gazitúa 127

f. 104 Monjes con la virgen Rafel Rosende 129

f. 105 Portería desde plaza de acceso Jorge Swinburn P. 130

f. 106 Refectorio de los monjes ’’ 133

f. 107 Llegada a la portería ’’ 135

f. 108 Reja de la portería ’’ 137

f. 109/110/111 Volúmenes de portería y refectorio ’’ 137

f. 112 Alero de la portería–refectorio ’’ 138

f. 113 Detalle de ventanas en la portería ’’ 138

f. 114 Patio del refectorio ’’ 139

f. 115 Plazuela de acceso como explanada Sergio Gelcich R. 141

f. 116 Plazuela de acceso ’’ 143

f. 117 Biblioteca a nivel del claustro ’’ 144

f. 118 Biblioteca limitando el claustro ’’ 145

f. 119 Ventanas del depósito de libros ’’ 147

f. 120 Biblioteca desde el poniente ’’ 147

f. 121 Textura del moldaje en la biblioteca ’’ 149

f. 122 Bancas de la iglesia con respaldos ’’ 151

f. 123 Tienda y patio de los locutorios 1996 ’’ 151

f. 124 Patio del claustro 1993 ’’ 151

f. 125 Hospedaje de mujeres ’’ 154

166


13 BIBLIOGRAFÍA

Durante la investigación que dio origen a este libro se

intentó identificar toda la publicación que, de un modo u

otro, tuviera relación con la arquitectura del monasterio,

desde aquellas que solo hacen una simple mención hasta las

que dedican la edición completa al tema, incluyendo libros,

informes de investigación, revistas y artículos de diarios y

semanarios. También se revisó bibliografía vinculada a la

obra en el contexto de la arquitectura religiosa y arquitectura

contemporánea latinoamericana.

SEGRE, ROBERTO (Relator)

América Latina en su arquitectura, parte segunda: La

arquitectura, capítulo II: Influencias externas y significado de

la tradición, por Max Cetto. Ed. Siglo XXI. México, 1975.

BAYON, DAMIAN; GASPARINI, PAOLO

Panorama de la arquitectura latinoamericana, capítulo:

Chile, entrevista a Emilio Duhart. Editorial Blume/UNESCO.

Barcelona,1977.

En general, la bibliografía se refiere principalmente a la

iglesia del monasterio, sin considerar el resto de los edificios,

destacando el valor de la obra dentro de un panorama

de la arquitectura en Chile y en Latinoamérica. Los

artículos periodísticos no aportan mayores antecedentes,

comentando la arquitectura principalmente a través de una

entrevista a sus autores y haciendo mención al impacto que

la obra a provocado en el medio nacional.

Puede decirse con propiedad que no existe a la fecha

ninguna publicación que entregue una documentación

completa del monasterio, su historia y una reflexión sobre su

significación y aporte al patrimonio arquitectónico.

LIBROS

BULLRICH, FRANCISCO

New directions in latin american architecture, capítulo

Monumental architecture. Ed. Studio Vista. Londres, 1969.

Existe otra edición simultánea en Nueva York de George

Brazilier.

GUTIÉRREZ, RAMÓN

Arquitectura y urbanismo en Iberoamérica. Ed. Manuales de

Arte Cátedra. Madrid, 1984.

ELIASH D., HUMBERTO; MORENO G., MANUEL

Arquitectura moderna en Chile: 1930–1960. Testimonio.

Reflexiones. Cuadernos Luxalon. Santiago, sin fecha.

FERNANDO PÉREZ OYARZÚN, ALEJANDRO ARAVENA,

JOSÉ QUINTANILLA

Los Hechos de la Arquitectura; Ediciones ARQ, Pontificia

Universidad Católica de Chile. Santiago, 2002, (3a edición /

mayo 2007). ISBN: 956–14–0564–4. (Incluye capítulo sobre

el Monasterio Benedictino de Las Condes).

INFORMES DE INVESTIGACIÓN

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The church at Las Condes: architecture at Rice 20. Rice

University School of Architecture, Houston, Texas, 1967.

BENEVOLO, LEONARDO

Historia de la arquitectura moderna, 5ª. Edición ampliada.

Ed. Gustavo Gili, 1974 (1ª. Edición), 1982 (5ª. Edición).

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Tesina Final de Máster. Máster Oficial Teoría y Práctica del

Proyecto Moderno, Tutora: Teresa Rovira línea: La forma

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La Iglesia del Monasterio Benedictino de la Santísima

Trinidad de Las Condes: la luz como generatriz del espacio

moderno litúrgico, dirigida por Víctor Pérez Escolano e

inscrita en febrero del 2010, en el Departamento de Historia,

Teoría y Composición Arquitectónica, ETSA, Universidad de

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MÜLLER, FÁBIO

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& Conquistas Figurativas, Capítulo 3.5 Virtuosismos Técnicos

e Sensibilidade Lírica, Pág. 205. Dissertação sob orientação

do Prof. Arq. Ph. D. Heitor da Costa Silva e co–orientação

do Prof. Arq. Dr. Carlos Eduardo Dias Comas, apresentada

ao Programa de Pós–Graduação em Arquitetura da

Universidade Federal do Rio Grande do Sul – PROPAR/

UFRGS –, para obtenção do título de Mestre em Arquitetura.

Porto Alegre, primeiro semestre de 2006. http://livros01.

livrosgratis.com.br/cp028692.pdf

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aceptación 02.02.2012.

http://ad010cdnd.archdaily.net/wp–content/uploads/2012/

04/1333806888–entrevista–Martín–correa.pdf

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https://www.redalyc.org/pdf/1936/193617358003.pdf

ARTÍCULOS DE REVISTAS, PRENSA, FOLLETOS, BLOGS,

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Die klosterkirche von Las Condes, revista Erbe und Auftrag,

Nº 42, págs. 71–73. Beuron/Hohenzollern. Enero, 1966.

Iglesia del Monasterio Benedictino de Las Condes, sin autor.

Revista AUCA, Nº 6–7, págs. 59–62. Santiago, enero, 1967.

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La arquitectura en Chile, revista Summa, Nº 11 (número

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Monasterio Benedictino: una muestra moderna, diario El

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seminario–arquitectura–del–bicentenario–10–charlas–10–

tiempos–1960–monasterio–benedictino

171


SANTIAGO DE CHILE / 2021

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