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CO-HABITACIONES

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Cohabitaciones

Patrimonio, taxidermia y autoconstrucción en Valparaíso



Cohabitaciones

Patrimonio, taxidermia y autoconstrucción en Valparaíso





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10 · 22 · 32 · 42

TEXTOS

Residencia expandida

Pep Dardanyà y Paulina Varas

La historia en ruinas

Pablo Aravena

La ciudad como escenario “taxidérmico”

Claudio Astudillo

La eterna disidencia

Pau Faus

Relatos de cerro Cordillera

Eugenia Guerrera, Caupolican Acevedo,

Consuelo Araos, Sra. María, Gustavo Núñez

y Ricardo San Martín

44

PROYECTO

La Casa Inacabada

Intervención en cerro Cordillera

Un proyecto de Claudio Astudillo

y Pau Faus

Con la participación de Caupolican Acevedo,

Emanuela Di Felice, Héctor Silva,

Colectivo Muro y el TAC Cordillera


Residencia expandida

Pep Dardanyà

Director de Can Xalant (Centre de Creació d’Arts Visuals i Pensament Contemporani)

Mataró, Barcelona (España)

Paulina Varas

Directora del CRAC (Centro de Residencias para Artistas Contemporáneos)

Valparaíso (Chile)

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A finales del año 2009 abrimos una convocatoria conjunta entre Can Xalant, Centro de

Creación y Pensamiento Contemporáneo de Mataró (Barcelona), y CRAC, Centro de Residencias

para Artistas Contemporáneos de Valparaíso, para seleccionar a dos personas

que accederían a la residencia de intercambio entre estos dos centros. Tal iniciativa hace

parte de nuestra participación en la Red Iberoamericana de Residencias Independientes,

donde muchos espacios independientes o de administración autónoma de Latinoamérica

y España, desarrollamos proyectos para re-pensar hoy en día qué significa realizar residencias

artísticas en nuestros espacios, y sobre todo pensar como articular una red de intercambio

de experiencias, saberes y modelos de trabajo para apoyar nuestras gestiones.

Este intercambio, que denominamos “Residencia Expandida”, fue una proposición que

diseñamos para problematizar algunas condiciones en relación a las ciudades desde las

que enunciamos nuestros proyectos. En principio se trataba de “expandir” o “deslocalizar”

nuestros ejercicios críticos en relación al lugar que “ lo local” ocupa en nuestros escenarios

culturales. Deslocalizar la producción de sentido desde el arte contemporáneo a partir de

la “expansión” de sus modos de hacer, toma sentido en relación a dos espacios de producción

que mantienen una condición crítica sobre los modelos de producción y con las condiciones

de vida en el mundo del arte contemporáneo. Expandir un escenario de trabajo,

no significa solamente intercambiar un producto cultural, si no que distribuir la experiencia

que nos atraviesa y re-pensar desde distintos “locales” nuestra posición frente a grandes

iniciativas que administran la cultura en formatos que muchas veces neutralizan la vida

cotidiana y normalizan las formas de acceder y manifestarse en cultura.

En concreto, la problemática de la convocatoria giraba en base a una serie de situaciones

y problemáticas que se desprendían de las observaciones alrededor de la organización de

la tercera edición del Forum Universal de las Culturas que se realizó en Valparaíso, seis

años después de su primera edición en Barcelona. En su día, el Forum de Barcelona se

publicitó como “un acontecimiento que cambiará el mundo” y comportó grandes inversiones

en infraestructuras que tenían que mejorar la ciudad y el entorno donde tenía lugar. La

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residencia expandida se planteó como una investigación, tanto en la ciudad de Barcelona

como en la de Valparaíso, de los rastros y cambios que representó la celebración del evento

Fórum de las Culturas en estas ciudades. La idea era presentar una dimensión crítica

y ciudadana desde la reflexión del arte contemporáneo sobre los ejes de desarrollo que

planteó dicho evento como parte de sus objetivos.

Esta residencia tenía la particularidad de desarrollarse en dos plazos y hacer coincidir así

a ambos artistas en ambas ciudades. Quedaba a criterio de los dos seccionados la decisión

de realizar o bien un trabajo compartido o bien dos individuales. Claudio Astudillo (Valparaíso)

y Pau Faus (Barcelona) fueron los artistas seleccionados por un jurado de cada

ciudad. El resultado final de este cruce de miradas entre los dos artistas tomó diversos

caminos. Por un lado, inicialmente, Claudio Astudillo aprovechó su vista a Barcelona para

desarrollar, a modo individual, una comparativa cartográfica sobre el uso de los espacios

públicos del Forum y de sus barrios colindantes. En ella evidenció que la planificación de

un espacio público (en este caso el Forum) no es siempre sinónimo de uso por parte de

una ciudadanía que, paradójicamente, prefiere en este caso los descampados anexos o

los espacios residuales entre bloques para sus encuentros cotidianos.

Bajo esta misma mirada sobre las prácticas autónomas de la ciudadanía, y el modo en

que estas cristalizan en el espacio público, Pau Faus planteó su trabajo en Valparaíso en

colaboración con algunas organizaciones sociales de la ciudad. El Forum servía de nuevo

en la ciudad porteña como punto de partida desde donde evidenciar la diferencia entre un

discurso oficial y una cotidianidad real.

En su coincidencia en Valparaíso ambos artistas encontraron la complicidad necesaria

para abordar conjuntamente la segunda fase de esta Residencia y desarrollar el proyecto

que se muestra en esta publicación. No es este un proyecto que deba entenderse como un

trabajo concluido, sino como una investigación abierta que sigue pensándose progresivamente.

Lo que en este libro se presenta es una suma de intentos por narrar las prácticas

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cotidianas en el espacio público, entendidas aquí como elementos articuladores de relaciones

y generadores del paisaje urbano.

Las particularidades de la ciudad de Valparaíso -protagonista exclusiva de las siguientes

páginas- son a su vez aplicables a muchas otras ciudades del mundo que, bajo el fenómeno

del turismo cultural global, se van transformando según parámetros a menudo ajenos

(sino antagónicos) a sus verdaderas necesidades locales. Acontecimientos como el Forum

Universal de las Culturas (2010) o como la inclusión de los barrios históricos de la ciudad

en la lista de “Patrimonio Mundial” de la UNESCO (2003), no son más que fórmulas encubiertas

de un capitalismo tardío, que ha sabido encontrar en la cultura un nuevo tentáculo

para moldear a su gusto tanto las políticas de transformación urbana de las ciudades contemporáneas,

como sus diversas formas de vida.

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“De hecho, te aseguraría yo que el 80% de las construcciones en

Valparaíso están fuera de norma, o sea, me refiero a que no tienen

permiso de construcción, porque lo hace la misma gente… acá todos

son constructores, todos son arquitectos y todos son dibujantes.”

Ricardo San Martín

“Yo construyo al gusto mío, a las necesidades mías. Todo, todo esto

está hecho por mis manos, desde afuera en las fachadas hasta acá

mismo. En el caso mio siento una satisfacción de estar viviendo en

lo que yo construí, viviendo en lo propio...un orgullo muy grande.”

Gustavo Núñez

“Ahí empezamos ya a cavar todos, todos trabajábamos, todos

picábamos: los niños, los grandes…hasta que echamos abajo

el pedazo de cerro pa’ empezar a hacer el cimiento… y yo me

acuerdo que mientras no teníamos ni ventanas, ni puertas,

aquí teníamos una lata, nada más...”

Sra. María


Living-Comedor

Camino Cintura 3165 (Cerro Cordillera)


La historia en ruinas

Habitar en el Valparaíso patrimonial/postindustrial

Pablo Aravena Núñez

Universidad de Valparaíso / Universidad de Viña del Mar

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“Pues así como somos los resultados de anteriores

generaciones, somos también los resultados de sus

desviaciones, pasiones y errores, hasta crímenes; no es

posible desprenderse totalmente de esta cadena.”

Friederich Nietzche

I. El presente exige historia

Ningún presente exige más conocimiento histórico que aquel en que parecen impensables

otras alternativas de futuro. En donde el discurso del poder manda a reproducir lo existente.

Cuando se genera consenso en torno a cual debe ser nuestro futuro, la historiografía

debe recordarnos que cada presente-pasado fue el escenario en el que lucharon una

diversidad de sujetos, que este presente en el que mal habitamos es la concreción del

proyecto de otro, pero que puede ser también el lugar para levantar proyectos para que el

futuro no sea la mera repetición del presente. En contra de un recurrente sentido común,

podemos afirmar –con la historia– que no es natural que unos vivan bien y otros mal, que

unos se enriquezcan y otros se hagan más pobres (nada de esto está determinado por

una supuesta “naturaleza humana”: la historia y la etnología nos han colmado de formas

de organización social llenas de dispositivos para evitar el abuso y la pauperización de los

individuos).

Pero la avalancha de productos seudohistoriográficos a la que nos vemos expuestos cotidianamente

–sea en una ciudad “patrimonio” o en un país “bicentenario”– tiende a devaluar

“la función historiadora”. La historiografía, de ser una herramienta para comprender y

salir del presente, se ha convertido en un repertorio de técnicas para embalar productos

culturales o, peor aún, para definir de una vez nuestra “identidad”. Nuestro presente exige

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historiografía en la misma medida que necesita zafarsela esa “historia pop” (Jameson).

Sobre todo nuestro presente local porteño, en el que ya todos parecen estar de acuerdo

en que el destino de la ciudad es “la cultura”.

II. Censura del pasado, hipoteca del futuro

El presente de Valparaíso comienza con dos hechos que conforman un solo acontecimiento:

la última gran protesta portuaria, llamada “El Puertazo” (1999), y el inicio de los

trámites para hacer de Valparaíso “Patrimonio de la Humanidad” (1997). El primero no

fue un movimiento para defender mejores condiciones de trabajo, sino fundamentalmente

para negociar buenas condiciones de retiro y reconversión. El segundo fue la seña de la

decisión gubernamental de instalar un nuevo modelo de desarrollo para Valparaíso, en el

que ya no ocupaba un lugar central la actividad portuaria. En otro lugar he planteado (1)

que la proyección de Valparaíso, o parte de él, como Patrimonio de la Humanidad, marca

–por parte de las autoridades de turno– una definición de la estrategia de desarrollo de

una zona que ha visto extinguirse sus tradicionales actividades económicas (zonas que se

señalan usualmente como “históricas”, lo que en el imaginario político quiere decir muertas

económica y socialmente). Es el caso en Chile no sólo de Valparaíso y su abortada actividad

portuaria, sino también de otras ciudades como Lota luego de la muerte decretada

de la minería del carbón. No es casual que en todos los casos se trate de la extinción de

nuestra sudaca versión de explotación industrial. Ser patrimonio es el destino postindustrial

de Valparaíso.

Para comenzar a entender cómo llegamos a este punto deberíamos tener en cuenta que

el mar de Valparaíso es uno de los contados lugares de la geografía de Chile que tiene la

profundidad suficiente para proyectarse como puerto a lo menos por cien años más. Ese

lugar es el sector norte del puerto (Barón). Pero alguien decidió por nosotros focalizar la

actividad portuaria en el sector sur y levantar en el sector norte un gran proyecto inmobiliario.

A primera vista la extinción de la actividad portuaria no obedece a ningún destino fatal

(1)

Aravena, Pablo y otros

Trabajo, memoria y experiencia.

Fuentes para la historia de la

modernización del puerto de

Valparaíso, Valparaíso, ARCIS,

CNCA, CEIP, 2006. También

en: Aravena, Pablo y Sobarzo,

Mario, Valparaíso: Patrimonio,

Mercado y Gobierno, Concepción,

Ediciones Escaparate,

2009.

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–ningún agotamiento natural– sino a un proyecto del que se benefician distintos sujetos.

Menos la ciudad, menos sus habitantes. La cabal comprensión de la actualidad demandaría

una “Historia de la modernización del puerto de Valparaíso”.

Sin embargo, a este peculiar presente de Valparaíso el pasado se integra de la única

manera que puede tener sentido en el contexto de la lógica del capitalismo avanzado:

en primer término como una eventual reintegración del “aura” a unos espacios u objetos

obsoletos socialmente. Mercado y Gobierno se benefician en distinta medida de este uso

del pasado, motivo por el cual lo impulsan y prolongan.

Se trata de la generación de riqueza a partir de la puesta en marcha de las llamadas “industrias

culturales”, que tienen a la producción de patrimonio como actividad principal. En

efecto, la actual demanda de diferencia –de un turista primermundista vitalmente anémico,

como ha sostenido Žižek– es demanda de pasado como seña de una diferencia “original”,

que es justamente lo que escasea en tiempos de una industria cultural global que produce

mercancías en serie y de un proceso de globalización que tiende a homologarlo todo en su

esencia para diferenciarlo todo en superficie: “lo aurático como estrategia de marketing”,

ha sugerido Andreas Huyssen. (2)

(2)

Huyssen, Andreas

En busca del futuro perdido.

Cultura y memoria en tiempos

de la globalización, México,

Fondo de Cultura Económica /

Goethe Institut, 2002, p. 29.

Lo problemático es que la industria patrimonial que se aplica a Valparaíso ha venido conformando

un repertorio de objetos y épocas “dignas de ser recordadas”, que lentamente

hemos ido asumiendo como la memoria de la ciudad. Se trata de una selección, pero también

de una trama pre-fabricada, de la que “participamos” pasivamente, es decir, desarrollando

y profundizando sus componentes. Es a este fenómeno que aludo con el concepto

de hegemonía: una forma de dominación aparentemente sin violencia, cuya operación

fundamental es la producción de consenso o acuerdo, en este caso, sobre el sentido de

la historia de Valparaíso. La mayor de las veces toma la forma de un “pensamiento único”,

que termina excluyendo otras propuestas por absurdas o conflictivas.

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Desde el inicio de las gestiones para hacer de Valparaíso “Patrimonio de la Humanidad”,

se ha llevado adelante un despliegue publicitario –lógica en la que se insertan igualmente

los discursos políticos– que buscan acentuar la riqueza cultural del puerto, asumiendo

un pre-concepto de cultura que se asocia a la lógica de lo espectacular: culturales son

las casonas antiguas de herencia europea, como también los bares y recovecos que nos

remiten a una bullante bohemia de puerto, culturales también son los ingenios de los ascensores,

la antigua iglesia La Matriz, la excéntrica casa-museo de Neruda, las escaleras

interminables y las casas colgadas del cerro, que el municipio promueve pintar de colores

visibles desde el plan. Así se va armando un collage de la ciudad y que es al que nos remitimos

cuando se nos pregunta por Valparaíso.

Falta desde luego el trabajo empírico, “la encuesta” que confirme que estas son las imágenes

con las que el habitante medio de Valparaíso identifica su ciudad. Estoy convencido,

por mi experiencia cotidiana en ella, de que es así. Y más seguro estoy que son exactamente

estos mismos contenidos los que maneja el turista como expectativa antes de

embarcarse. Entremos por el problema que nos plantea este primer desajuste: ¿cómo se

explica que habitantes y turistas –extranjeros– compartan hoy un mismo preconcepto de

la ciudad?.

III. La política del patrimonio

Lo he sugerido más arriba: vivimos en un mundo en que nadie logra sustraerse del influjo

de los medios y la lógica publicitaria. Esta actúa tanto al servicio de la industria privada

como del gobierno. Unos promoviendo el consumo y generando deseo y el otro generando

cohesión social, la unidad y consenso necesarios para llevar adelante un buen gobierno,

es decir, desestimar cualquier conflicto o prevenir la emergencia de algún sujeto que obstaculice

el negocio o proyecto presupuestado.

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La publicidad, como las estadísticas, son hace ya mucho tiempo herramientas para el

gobierno, y los adelantos tecnológicos no han hecho otra cosa que refinar y hacer más

eficiente su operatoria. Hasta aquí el lector ya podría pensar –tal como me propongo que

haga– que vivimos en un pseudototalitarismo (totalitarismo suave en el concepto del historiador

chileno Luis Corvalán Marquez), que nuestra relación con lo real está construida

mayormente por los medios. Exactamente. Y no deseo agregar ningún matiz que suavice

mi afirmación (tan afirmada por lo demás). Más aun, deseo reforzarla apelando a la rusticidad

de los argumentos con que los defensores de la publicidad suelen contestar: “siempre

he sentido que la publicidad es uno de los mayores democratizadores que nuestra sociedad

haya conocido nunca, porque suministra a las masas la información sobre los nuevos

productos y los nuevos servicios, reservadas antes a una elite” (3). De este modo la crítica

al influjo de los medios se presenta como el esfuerzo de una elite intelectual que quiere

resguardar su lugar privilegiado, es decir: negando la lógica publicitaria los intelectuales

promueven la ignorancia y obstaculizan la democracia. Así, invirtiendo las cosas, los promotores

de la lógica publicitaria esconden lo que hacen (aunque pocos publicistas sepan

lo que hacen).

(3)

R. Berman, “Advertising and

society”

Citado por Armand & Michèle

Mattelart, Pensar sobre los

medios. Comunicación y crítica

social, Santiago de Chile, LOM,

2000, p. 177.

(4)

Ibidem., p. 177.

(5)

Ibidem., p. 175.

Armand & Michèle Mattelart, de quien he tomado el anterior ejemplo, dan una sugerente

pista para pensar lo que ha venido ocurriendo con la memoria de Valparaíso: “En la estela

de la racionalidad publicitaria, se imponen nuevos conformismos que desarman al espíritu

crítico y socavan las voluntades de comprender lo que ocurre. La cultura obrera, la memoria

popular, ya no están convidadas al nuevo espacio público en que se convierte el

espacio publicitario” (4). Habrá que aclarar la última parte: si para los Mattelart la memoria

popular ya no tiene nada que hacer en la tarea de comprender de modo crítico nuestra realidad,

es porque ya no es “lo otro” del discurso de los medios, sino que hace tiempo está

siendo constituida por los medios: la memoria popular ha devenido en cultura de masas:

“la cultura popular, hoy día, es la creación publicitaria, esas pequeñas historias recogidas

en los spots que, al igual que los cuentos populares de antaño, cultivan a nuestros hijos”. (5)

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IV. ¿Memoria sin sujeto?

Para el caso mi propuesta es la misma: el discurso patrimonialista ha sido uno de los

últimos fenómenos que ha ido extinguiendo la memoria popular-obrera del puerto para reemplazarla

por un collage que funciona como relato maestro de cómo entender el pasado

y qué esperar del futuro de Valparaíso. Lo propio de una cultura de masas es homologar

las conciencias y las memorias de los individuos, ponerlos a todos de acuerdo en lo fundamental

para disentir en lo superficial.

Se ha impuesto una “memoria patrimonial” de la que los individuos son corrientemente entusiastas

promotores. Cada “emprendedor” del patrimonio puede participar de la memoria

de la ciudad “capacitándose” como guía de rutas patrimoniales, o bien armando una historia

barrial o local no demasiado política, mas bien que acentúe “lo bello” de Valparaíso, las

costumbres antiguas, el “cómo era aquí antes”.

De esta lógica no escapan ni los más radicales centros culturales (esa extraña forma de

organización que toma hoy la política) ¿Qué más da, o a quien le incomoda, que se lleven

hasta el extremo las “diferencias” que alberga un puerto: las figuras del travesti, el cafiche,

el bohemio, en fin, los rostros de “lo popular”? ¿No es acaso lo que espera ver el turista?

¿Debemos esperar, sólo por que son “diferencia”, “alteridad”, un potencial crítico? La verdad

es que se llevan por entero con la industria del patrimonio.

Hoy se “participa” de la memoria patrimonial extendiendo y remarcando unos contenidos

predefinidos e internalizados. Se crea la ilusión de diferencia participante por el solo hecho

de aportar desde el barrio la pieza del rompecabezas completo que es la memoria patrimonial

de Valparaíso. ¿Podemos en esta circunstancia hablar de memoria propiamente

tal? ¿No estamos en el terreno de la pura ideología? Habrá que considerar al respecto lo

señalado por filósofo español Manuel Cruz: “Ahora, la selección nos viene dada: apenas

hay lugar, con tanto regreso al pasado con el que se nos agobia por todas partes, para

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que los individuos recuerden por su cuenta. Resultado: la memoria ha sido desactivada.

Ha dejado de pertenecernos, ni tan siquiera en parte”. (6)

(6)

Cruz, Manuel

Las malas pasadas del pasado.

Identidad, responsabilidad,

historia, Anagrama, Barcelona,

2005, p. 170.

(7)

García Canclini, Nestor

“El turismo y las desigualdades”,

p. 8. En Ñ. Revista de Cultura,

Nº 120, Buenos Aires, El Clarín,

2006. François Hartog afirmará

más tarde: “Los lugares de

la memoria concluían en el

diagnóstico de la ‘patrimonialización’,

precisamente de la

historia de Francia, sino es que

de Francia misma”, en: Regímenes

de historicidad, México,

Universidad Iberoamericana,

2007, p.180.

Enfrentados a la gestión patrimonial no se puede hablar propiamente de memoria, pues el

concepto es inseparable de otras dos categorías: las de sujeto y proyecto. La memoria es

el saber propio del sujeto que organiza de un modo particular su pasado de acuerdo a sus

dilemas presentes y proyectos futuros. Hablar de memoria a propósito de la industria patrimonial

resulta, en estricto rigor, un abuso. Pues ¿la memoria de quien es el collage que

reúne los contenidos del Valparaíso patrimonial? No hay memoria porque no hay sujeto y

no hay sujeto porque no hay espacios de participación en el que se pueda conformar (es

nuestra herencia dictatorial agravada por el nihilismo posmoderno). Esos contenidos, por

decirlo de alguna manera (bastante imprecisa), “nos vienen desde fuera”: “quienes absolutizan

la actividad mercantil suelen desentenderse de los sentidos acumulados en esa

historia de los usos. Seleccionan un ritual o una época, y desprecian otros, según puedan

convertirse en espectáculo vendible” ha sostenido García Canclini acerca de la industria

del patrimonio. (7) ¿No se deja ver algo de esto acaso en esa última industria instalada en

nuestro puerto, como lo es el Forum, que convierte cada ciudad en que se posa en un

cliché?

Esos fragmentos de Valparaíso, que se nos hacen pasar como la memoria de la ciudad,

son los demandados por la industria del patrimonio y el turismo. Figuradamente podríamos

decir que el collage del patrimonio es la “memoria del mercado”, fórmula a todas vistas

imposible. Pero si bien el mercado no es un sujeto (no se plantea dilemas, no decide, ni es

responsable), la memoria que impone –a partir de una apelación constante a la emotividad

de los habitantes del puerto– encubre una “estrategia”, o, más bien limita, por impensables,

otros proyectos posibles.

Pero, como ya se ha señalado, no se trata de una imposición coactiva, violenta, sino del

acotamiento del repertorio de los futuros pensables, las alternativas posibles (hegemonía).

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En efecto, el sentido propuesto en esta trama del collage es el de “Valparaíso: ciudad cultural”.

Pero ¿a qué nos predispone una imagen tal de la ciudad? ¿Qué futuro de la ciudad

se impone convencidos de que somos una ciudad cultural? Y aquí entra con fuerza la función

del discurso identitario: “Valparaíso es distinto porque tiene una identidad particular

y esa identidad es el ser cultural”. Según lo ha postulado Ricoeur: “El poder siempre se

encuentra vinculado al problema de la identidad, ya sea personal o colectiva. ¿Por qué?

Porque la cuestión de la identidad gira en torno de la pregunta ‘¿quién soy?’ y dicha pregunta

depende esencialmente de esta otra: ‘¿qué puedo hacer?’, o bien, ‘¿qué no puedo

hacer?’. La noción de identidad se encuentra, por tanto, estrechamente vinculada a la de

poder”. (8)

En la definición de la identidad patrimonial los habitantes de Valparaíso se juegan, no precisamente

su pasado, sino su futuro: no da lo mismo asumir que la seña de esa identidad

pasa por lo “bohemio, poético, exótico” que insistir en el trabajo portuario. En un caso se

asume el esteriotipo comerciable y en el otro se afirma una estrategia de desarrollo de

la ciudad que no es la que han previsto para nosotros los gobernantes (una suerte de

“contra-identidad”). Es en este sentido que vislumbro la memoria obrera portuaria como

memoria contrahegemónica. La memoria del trabajo portuario es la genealogía que viene

a la pregunta por el ¿por qué no hay trabajo, o no lo hay de calidad, hoy en Valparaíso?

Y allí viene una historia de violencia, traición, corrupción y deudas pendientes, pero sobre

todo evidencia un campo de posibilidades, de lo que hay que hacer: Valparaíso no está

obligado a dejar de ser puerto. (Es lo que veo, por ejemplo, en las lecturas del pasado

hecha por la Federación de Trabajadores Portuarios, FTP, de Valparaíso).

Como se verá no se trata de un mero “antipatriamonialismo”, propio de una elite intelectual

que pone cortapisas a los modos en que el mundo popular, o la sociedad civil, articula su

pasado al margen de la institución de los historiadores, como lo denunciara el historiador

británico Raphael Samuel, sino de discriminar entre esas otras memorias en cual se está

articulando la historicidad de un sujeto, es decir, cual de ellas es memoria con proyecto y

(8)

“Paul Ricoeur: memoria,

olvido y melancolía”

(entrevista de Gabriel Aranzueque),

en Revista de Occidente

N° 198, Madrid, 1997, p. 112.

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cual es mero apilamiento de datos y antigüedades en la misma dirección que la memoria

patrimonial manda.

Queda por ver como es que esas tácticas cotidianas, esa dinámica molecular, o esas “formas

de hacer” –como lo formulara Michel de Certeau–, en las que buscan la mejor manera

de dar curso a sus vidas los porteños, pueden tramar una historicidad de más largo aliento

de la que estamos acostumbrados a ver aquellos que –conservadoramente para algunos–

seguimos apostando por lo que pueda dar aún el sujeto del trabajo. La labor investigativa

y experimental de Pau Faus y Claudio Astudillo, de la que se da cuenta en los textos que

siguen, será para mi la ocasión de pensar en las formas que adopta la historicidad humana.

Porque el modo en que las clases populares fueron poblando los cerros de Valparaíso

fue solo en parte respuesta a una “necesidad”, el resto lo hizo la absoluta “falta de respeto”

a la ley –y sabemos que sin este tipo insolencia no anda la historia. Esa experiencia sigue

actualizándose día a día en cada nueva crecida de los límites de la ciudad, como en cada

nuevo piso agregado a la casa. “Autoconstrucción” es una afortunada palabra. Se trataría

de una memoria puesta en obra.

(9)

Benjamin, Walter

“Historia y coleccionismo:

Eduard Fuchs”, en: Discursos

interrumpidos I. Filosofía del arte

y de la historia, Buenos Aires,

Taurus, 1989.

Pero la lógica patrimonial –como lo propusiera Benjamin (9)– prefiere pensar la historia

como el “inventario de bienes” que Valparaíso le ha donado a “la humanidad”. Así cosifican

la cultura, fosilizan la ciudad. Pero queda pendiente un problema ¿De qué humanidad nos

hablaran los promotores del patrimonio si los únicos que gozan esos bienes son los sectores

acomodados de nuestro país y los turistas del primer mundo? Hay un tufillo neocolonial

en todo esto, porque pese a los revestimientos del marketing gubernamental, Chile sigue

siendo un país subdesarrollado, hoy más dependiente que ayer. ¿Qué otra cosa que administrar

el subdesarrollo puede significar para un país como el nuestro el “incorporarse”

a la globalización?

21


“La mayoría aquí en el cerro fueron construyendo de acuerdo a sus

necesidades, en el caso nuestro, le agregue un dormitorio, le amplié

la cocina y le hice un baño en forma debida. Y así como yo habemos

muchos acá...y cada uno adaptando su vivienda de acuerdo a las

necesidades, y de acuerdo al bolsillo naturalmente. Así ha ido

sucediendo y yo creo que seguirá sucediendo.”

Gustavo Núñez

“Tú como que quieres más lo que vas logrando de a poquito que la

casa que compras hecha, y la miras, y no tienes nada que hacer...”

Consuelo Araos

“Creo en lo principal que tú cuando te construyes tu casa es otro

el amor que le sientes, es otro el cariño que sientes por mantener

esa propiedad, que no es el mismo al comprar una, nueva o usada,

como sea. Cuando la construyes tú, tú sabes como construíste,

tú sabes la firmeza que tiene...tú sabes lo que has hecho…”

Ricardo San Martín


Vestíbulo

Camino Cintura 3151 (Cerro Cordillera)


La ciudad como

escenario “taxidérmico”

Imitación y realidad en el patrimonio urbano contemporáneo

Claudio Astudillo Barra

Arquitecto. Universidad Tecnica Federico Santa Maria (Chile)

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“Disimular es fingir no tener lo que se tiene. Simular es

fingir tener lo que no se tiene. Lo uno remite a una

presencia, lo otro a una ausencia.”

Jean Baudrillard (1)

I. Simulacro, Taxidermia y Patrimonio

El taxidermista (2), con la habilidad propia de su arte emplea el escalpelo como herramienta

que le permite retirar íntegra la piel del animal o bien vaciar cuidadosamente a éste de sus

vísceras y órganos. Así, es posible conservarlos muertos, pero con la apariencia de vivos;

una evidencia física pero a la vez simbólica del animal disecado.

El arquitecto como taxidermista opera en el patrimonio con la habilidad de la restauración,

complejos estudios históricos, ejercicios constructivos y de composición que permiten restituir

al edificio la apariencia original del edificio.

(1)

Baudrillard, Jean

Simulacra and Simmulation ,

The University of Michigan 1994,

p. 3.

(2)

Según www.rae.es. f. Arte

de disecar los animales para

conservarlos con apariencia

de vivos. Consultado el 7 de

noviembre de 2010.

La declaración como patrimonio de la humanidad el año 2003 parece ser una sombra que

se cierne sobre Valparaíso al momento de pensar qué es lo que hay que preservar. Y pese

a que aflora una operatividad clara sobre la ciudad –a cual determina un casco histórico,

un área protegida por la UNESCO, y un complejo conjunto de decisiones y restricciones

proyectuales que permite a gran parte de las fachadas de los edificios sobrevivir al tiempo

y los intereses económicos– cabe, nuevamente, preguntarse ¿es el patrimonio sólo una

“cáscara”, una representación idéntica de la ciudad en la antigüedad? ¿Una añoranza

congelada, inmune al paso del tiempo? Y aún si se lograra la reconstrucción textual del

aspecto original del edificio, ¿es su mera apariencia la dimensión patrimonial absoluta del

edificio?

25


Cabe, al menos, sospechar de esto. Sobre todo por que la arquitectura como taxidermia

no solo restituye la piel e imagen, sino porque de paso genera un despojo interior; ella

misma vacía de contenido al original.

“No se trata ya de imitación ni de reiteración, incluso

ni de parodia, sino de una suplantación de lo real por

los signos de lo real, es decir, de una operación de

disuasión de todo proceso real por su doble operativo,

máquina de índole reproductiva, programática,

impecable, que ofrece todos los signos de lo real y, en

cortocircuito, todas sus peripecias.” (3)

Este “real” - el original del edificio pero con sus prácticas incluidas - es suplantado por su

imagen vacía por dentro. Se construye una cáscara historicista, imitación que, al menos,

no logra poseer todo el valor del original. Y el mismo Baudrillard reconoce el poder mortífero

de las imágenes “asesinas de lo real, asesinas de su propio modelo”. ¿De que manera

estas intervenciones “simuladas” construyen un falso patrimonio?

II. Cotidianeidad

Primeramente, estas intervenciones taxidérmicas tienden a la museificación del patrimonio,

transformándolo en una cáscara pétrea, inerte, lejano a la liquidez viva propia de la

ciudad. La riqueza y vida del edificio radica en gran medida en sus programas, el papel

programático, actividades y rutinas que alberga. Es cierto, todo edificio posee un valor

(3)

Baudrillard, Jean

Simulacra and Simmulation,

The University of Michigan 1994,

p. 3.

Taxidermists Mounting

Hippopotamus

Smithsonian Institution Archives,

History Division.

Taxidermists Julian S. Warmbath,

Charles R. Aschemeier,

Watson M. Perrygo, and William

L. Brown work on mounting a hippopotamus

for exhibition in the

United States National Museum

(now the National Museum of

Natural History) in the 1930s.

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contextual, urbano alusivo a su imagen. Pero tal valor semiótico no es necesariamente

practicable o aprehensible desde la experiencia.

Así, el patrimonio museificado olvida la naturaleza inmaterial que da origen y vida al edificio,

y que ninguna reminiscencia meramente material puede contenerla o al menos representarla.

¿Dónde está contenida, por tanto, esta dimensión experiencial del patrimonio?

La particularidad de Valparaíso, pese a ser reconocido por su configuración edificada especial,

no está basada solamente en tal dimensión material. De hecho, ésta es más bien

un plano de decantación de una serie de vectores inmateriales. Allí se experimenta una

especie de cultura topográfica, una estrategia tácita que modela la ciudad permanentemente

y que le permite generar, por ejemplo, la antes mencionada tipología de vivienda

que coloniza el cerro, que superpone las casas creando formas de vecindad diferentes a

la usual, y que a su vez propicia relaciones cotidianas diversas.

Así ocurre en el caso de la vivienda intervenida en el Cerro Cordillera en el ejercicio “La

casa inacabada”, en donde la configuración material de la vivienda obedecía por un lado

a una estrategia de domesticación de la pendiente topográfica, a la vez que en ella misma

se hilvanan las sucesivas generaciones familiares y transforman su hábitat en una materialización

de su genealogía.

Es de ese modo como en la estratificación de la vivienda es legible la historia familiar y su

evolución aún inacabada; la vivienda actual es solo un estado de los posibles de la misma,

un frame intermedio en la línea de tiempo generacional. Esto también queda reflejado en

que la vivienda nunca se termina, nunca alcanza un estado de “vivienda definitiva” sino

que permanece abierta al devenir.

“Lamenta la canela”

Imágenes extraídos del

videoclip de Pascuala Ilabaca.

Trinacrio Ltda. 2010

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Ese escenario inconcluso es, sin embargo, uno en permanente construcción, en el cual

el paisaje cotidiano es mutable y ambigüo, en donde no existe un arquitecto que planifica

sino solo el instinto en donde la improvisación se convierte en una estrategia que redefine

una y otra vez la ciudad en su dimensión morfología y matérica.

Por otro lado, esa improvisación táctica se transforma en un proceso iterativo. Mientras

nace de una condición inmaterial y construye materialmente individualidades dentro de la

ciudad, decanta posteriormente sobre el imaginario colectivo constituido por un sin fin de

prácticas - como ésta de la vivienda - condicionadas también a la lógica topográfica. Las

maneras de bajar, de subir, de ver el mar, de jugar, y de proyectar constituyen la manera

en que cada habitante vive, imagina y construye la ciudad.

Ese capital individual, que se ramifica genealógicamente, es capaz de establecer modalidades

de colectividad de la cual emerge finalmente la ciudad como la conocemos; sin

clichés ni mayores pretensiones sino con la autenticidad de aceptar la el cambio, la reinvención

y la incertidumbre como una virtud.

Ese capital, que trasciende al edificio y que es incapaz de ser contenido por una cáscara

de taxidermia, constituye una forma de patrimonio inaprensible a la vez que inexorable,

cuya esencia etérea es capaz de plasmar su huella como una herencia que perdura en el

tiempo y la materia.

Fachadas

Recopilación de fachadas

de los cerros de Valparaíso

(Fotografías: Pau Faus)

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“Lo aprendí todo mirando, todo yo, a mi nadie me dijo

‘hay que hacer esto’...todo yo solo mirando, de adonde había

que poner un cable, de adonde había que sacar la corriente,

donde había que hacer esto, lo otro…la luz, los puntos,

y todo eso, todo…”

Caupolican Acevedo

“O sea, siempre la gente acá está como agregándole cosas a la casa

¿ya?... sacan el techo y suben un segundo piso, o de repente miras y

la están pintando de otro color, o le están agregando una ventana…

acá todos están siempre preocupados haciendo cosas a las casas,

como agregando y agregando casitas unas sobre las otras, ¿ya?”

Consuelo Araos

“En la medida en que tú dispongas del dinero para la construcción,

es lo que tú puedes hacer, o hasta donde pudiste llegar. Y de hecho

generalmente ocurre que tú compras el material, y hasta donde

llegaste con el material comprado hasta ahí construíste.”

Ricardo San Martín


Cocina

Camino Cintura 3151 (Cerro Cordillera)


La eterna disidencia

Modernidad, localismos y autonomía

Pau Faus

Arquitecto y Artista visual. Barcelona (España)

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“La casa no se diseñó. La casa se hizo.”

Habitante anónimo. Población Simón Bolivar. Santiago (Chile)

I. El acontecimiento como pretexto

Hay algo de déjà vu cuando uno llega a Valparaíso procedente de Barcelona y detecta

todas las transformaciones que la ciudad porteña está planeando en pro del turismo. Nos

guste o no, Barcelona es un referente turístico a nivel mundial y no son pocas las ciudades

que se reflejan en ella. Todo parece indicar que Valparaíso es un ejemplo más y que su

camino apunta en esa misma dirección. Es por ello que la organización aquí de la tercera

edición del Forum de las Culturas, seis años después de su primera celebración en Barcelona,

no debe interpretarse como una simple coincidencia. Como tampoco lo es que dos

centros artísticos de ambas ciudades aprovechen la ocasión para plantear un análisis crítico

respecto a lo que representan este tipo de acontecimientos. Del mismo modo en que

se crean vínculos transoceánicos entre los intereses político-financieros, también se alían

las disconformidades locales. Y llegados a este punto, ya poco importa que absolutamente

nadie (sin excepción) sepa en Valparaíso, a escasos meses de su inauguración, qué es

el Forum. Lo más significativo del caso es constatar como el amplío esfuerzo publicitario

que siempre antecede a este evento, no sólo ha topado de nuevo con el desinterés de la

población local sino que, al igual que sucedió en sus anteriores ediciones, tampoco ha

logrado suplantar su verdadera esencia mercantil. (1)

(1)

Ver las reflexiones de Pablo

Aravena en esta misma publicación

respecto a la declaración

de Valparaíso como “Patrimonio

de la Humanidad”. (p. 12-21)

Durante el desarrollo de este proyecto pronto entendimos que el Forum, como tal, debía

ser algo anecdótico. Su única utilidad sería -como ocurrió en Barcelona- la de detectar y

evidenciar aquello a lo que el evento daba la espalda. Planteado así se diría que cualquier

escenario alejado del foco de atención turístico-cultural era válido para ensayar nuestras

reflexiones, pero lo cierto es que nos interesó desde el primer momento el modo en que la

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ciudad de Valparaíso crece autónomamente, tapizando los cerros con sus construcciones

y produciendo un paisaje en perpetuo estado de tránsito. Vimos en esa práctica disidente

tan generalizada, sobre la que se sustenta la inmensa mayoría de la ciudad (2), una contundente

respuesta a una política patrimonial empeñada en domesticar y folklorizar un paisaje

insurgente por definición.

II. La resistencia de lo cotidiano

Antes de viajar a Chile, tuve la oportunidad de visitar en Madrid la muestra “Desvíos de

la deriva. Experiencias, travesías y morfologías” (3). La exposición era una extensa revisión

de algunas propuestas arquitectónicas experimentales realizadas en Brasil y Chile

entre los años 1930-1970. Los proyectos expuestos testimoniaban un periodo en que los

países latinoamericanos, alejados de los epicentros de la modernidad, se erigieron como

fructíferos campos de experimentación desde donde rebatir -a partir de lo pedagógico,

lo lúdico y lo poético- el carácter funcional y racional de la arquitectura y el urbanismo

moderno. La muestra exponía claramente las dificultades que siempre ha encontrado el

movimiento moderno para dialogar con esa incomoda diversidad cultural que continuamente

se antepone en su camino. En este sentido, sostiene el filósofo Slavoj Žižek que las

interpretaciones locales de la modernidad no deben entenderse como partes de un discurso

moderno supuestamente moldeable, sino que por el contrario, deberían verse como

formas de rebelión contra un modelo autoritario cuyas pretensiones son universalistas (4).

No se trataría entonces, como argumentan algunos teóricos de la modernidad, de intentar

amoldar el discurso moderno a ciertas singularidades locales, sino de ver precisamente en

esas incompatibilidades la evidencia de una confrontación.

Este desencuentro se manifiesta hoy claramente en las actuales políticas de planificación

urbana donde los métodos homogeneizadores (heredados de la modernidad) siguen colisionando

con las particularidades propias de cualquier realidad local. El resultado de ello

es el creciente distanciamiento entre la planificación urbana y el modo real en que se usa

(2)

Se calcula que el 80% de la ciudad

de Valparaíso se encuentra

en los cerros. Exceptuando los

cerros más acomodados y consolidados

como cerro Alegre o

Concepción, el resto se cimienta

mayoritariamente sobre la

práctica de la autoconstrucción.

(3)

“Desvíos de la deriva.

Experiencias, travesías y

morfologías”

Museo Nacional Centro de Arte

Reina Sofía (Madrid, España)

4 de mayo/23 de agosto (2010)

(4)

Žižek, Slavoj

“The Reality of the Virtual”

www.vimeo.com/18458495

No Soy Fórum (2010)

Serie de carteles

Pedro Joel Larraín

Valparaíso, Chile

http://pjlarrain.wordpress.com

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la ciudad. La modernidad, enemiga por definición de lo heterogéneo, se ha consolidado

así como una eficaz arma frente a la complejidad urbana (sino humana). Su naturaleza reduccionista

se ha impuesto, extendiéndose hasta el último rincón de la retaguardia. “Less

is more” dijo alguien, y de tanto repetirlo y traducirlo lograron que la mayoría acabara por

creerlo. Pero basta caminar cinco minutos por los cerros de Valparaíso para que esas tres

palabras monolíticas exploten en mil pedazos. Viéndolo uno diría que le dieron la vuelta

al embudo y lo convirtieron en un atronador altavoz. Los responsables de tal osadía no

son otros que sus habitantes que, al igual que sus padres y los padres de sus padres,

siguen poblando los cerros a su antojo, sobreponiendo estrato sobre estrato y redibujando

continuamente los límites de algo que más tarde algún urbanista decidirá llamar ciudad.

Se trata de una suerte de disidencia espontánea, indiferente a unas reglas del juego que

les son ajenas, cuyos actos son simplemente la herencia de una autonomía conquistada.

III. La lucha por lo biográfico

Durante el desarrollo de este proyecto decidimos ensayar estas reflexiones asentándonos

durante unas semanas en el mismo paisaje de los cerros que estábamos explorando. Lo

hicimos construyendo una instalación que dialogara con el entorno intervenido. Nuestra

construcción tendría una particularidad, sería hueca, sin fachadas. Se trataba con ello

de realzar el valor vivencial y humano que habita y modula las casas de los cerros, cuya

riqueza está muy por encima del mero aspecto que proyectan al exterior. Nuestra presencia

sería además un pretexto para conocer mejor el lugar y sus habitantes. Durante esas

semanas, pudimos relacionarnos con el vecindario y traspasar el límite que hasta entonces

habían representado sus fachadas. Nos adentramos en las casas y descubrimos el

sinfín de readaptaciones que las han ido transformando según las necesidades de cada

momento. Entendimos que aquí las partes de la vivienda no se definen únicamente bajo

nombres genéricos como “habitación”, “terraza” o “baño”, sino que responden a sucesos

como “el nacimiento de una hija”, “la celebración del año nuevo” o “el regreso de un nieto”.

Las casas son aquí una acumulación de vivencias sedimentadas y no un producto pre-

Torres de agua (1974)

Arquitectura experimental

Escuela de Arquitectura

y Diseño (PUCV)

Ciudad Abierta, Ritoque

(Región de Valparaíso, Chile)

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diseñado de antemano. Una incesante suma de bocetos construidos los unos encima de

los otros. ¿Qué la familia crece? ¡Pues la casa también! El habitar hecho arquitectura,

donde el usuario modula la forma y no a la inversa. Aquí el aspecto de la vivienda no es

más que la cristalización (siempre efímera) de una suma de acontecimientos biográficos.

La provisionalidad reinante es -más allá de las limitaciones económicas- la constatación

de una evidencia: Lo que está a medio hacer siempre puede cambiar con mayor agilidad.

Esa extendida interpretación arquitectónica acerca de lo patrimonial, donde un edificio

para ser respetado debe tornarse estático y obediente, resulta en Valparaíso deliberadamente

errónea. Si hay algo que caracteriza a esta ciudad es precisamente su naturaleza

mutante. Su indiscutible valor se encuentra, tal y como argumenta Claudio Astudillo (5),

justo al otro lado de su transitoria piel. No es de extrañar pues que algunas voces críticas

vean en esa creciente taxidermia institucionalizada (que restaura fachadas y expulsa a

sus ocupantes) una ruptura de la simbiosis morador/morada sobre la que se sustenta

todo este paisaje. Resulta paradójico constatar que en nombre del patrimonio se destruye

aquello que precisamente produce lo que se presume defender.

Intentar atajar o reconducir esta involución es hoy en día más pertinente que nunca. Son

muchos los que advierten en el momento actual el inicio de un cambio peligrosamente irreversible.

La transformación urbana que está sufriendo Valparaíso está dando la espalda

a sus habitantes más humildes. Así, mientras la reducida área patrimonial de la ciudad se

embellece y se acondiciona para satisfacer las necesidades del lucrativo turismo, el resto

de los cerros envejece y contempla con resignación como las generaciones más jóvenes

se trasladan, año tras año, a las torres habitacionales que crecen imparablemente a las

afueras de la ciudad. El futuro se antoja melancólico, la cadena hereditaria que sostiene

todo este paisaje generacional empieza a quebrase. Pero a pesar de todo, son todavía

una gran mayoría los habitantes que se resisten con orgullo a partir. De ellos, y de nadie

más, dependerá el devenir de los cerros. Siempre fue así y así seguirá siendo.

(5)

Ver texto de Claudio Astudillo

en esta misma publicación.

(p. 24-31)

7, Rebolling Street (1985)

Tira cómica

Francisco Ibáñez

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“Entonces ahí después se fue ampliando la casa, a medida que

la mamá iba teniendo hijos e hijas, porque nosotros éramos

como nueve hijos, después murieron dos y quedamos siete…

así mientras la familia crecía la casa crecía también, porque

habían hijos hombres e hijas mujeres y nunca iban a estar

todos juntos los hombres y las mujeres po’, asi que

una pieza pa’ los hombres otra pa’ las mujeres

y así vamos haciendo…agrandando la casa.”

Eugenia Guerrera

“Y de apoco nos fuimos proyectando en decir ‘chuta, no tenemos

baño’, teníamos que ir a la casa de mi suegra al baño arriba.

Entonces, ellos empezaron a picar y como están las salidas de los

cañones del baño de mi suegra, pues empezaron a hacer como un

cuartito, se fue armando, y se hizo el baño. No teníamos cocina,

porque la cocina la teníamos aquí dentro del comedor, y también se

fueron agregando unos pilares, unos palos, pa’ acá pa’ allá,

y se hizo un cuartito de cocina.”

Consuelo Araos


Dormitorio

Camino Cintura 3116 (Cerro Cordillera)


La casa inacabada

Una intervención en Cerro Cordillera (Valparaíso)

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Un proyecto de Claudio Astudillo y Pau Faus

Con la participación de Caupolican Acevedo, Emanuela Di Felice,

Héctor Silva, Colectivo Muro y el TAC Cordillera.

····

14-28 de Agosto de 2010


I. Exploración Inicial

La investigación parte de la inquietud por encontrar el

carácter patrimonial de la ciudad al margen de la imagen

turistificada de Valparaíso.

Exploramos los cerros en busca del algún lugar donde

asentarnos. Documentamos la convivencia entre cotidianidad

y pendiente. Los particulares modos de acceso

a las viviendas. La constante estratificación de las

construcciones.

En ese contexto emerge el Cerro Cordillera, un escenario

propicio que posee una autenticidad única. Este

cerro aparece como marginal en sentido geográfico respecto

al centro de la ciudad, y también respecto a los

circuitos turísticos frecuentados por personas ajenas al

lugar.

Además, su manera de asentarse en la pendiente resulta

muy propia del lugar en donde es posible apreciar un

know-how constructivo, resultado de una experiencia

generacional. Este mismo carácter “familiar” fue el que

pudimos intuir en las viviendas existentes y que posteriormente

pudo ser entendido como una lógica biográfica

de construir.

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II. Montaje

Para poder realizar la intervención “La Casa Inacabada”

fue necesario arrendar el techo de una vivienda

durante dos semanas. La casa ideal resultó ser

la de la Sra. Eugenia, cuyo techo sobrevuela la pendiente

y queda a ras de la calle.

Una vez logrado el acuerdo, con una mano de obra

rotativa de cinco personas, pudimos armar la plataforma

de madera en cuatro días. El contingente

de trabajo fue incorporando gradualmente a Caupolicán

(hijo de la propietaria), quien de a poco fue interesándose

en el proyecto hasta estar largas horas

al día trabajando con nosotros.

La construcción fue realizada con madera aserrada

de pino y un sistema constructivo similar al que se

realiza en los cerros de Valparaíso. Por otro lado, al

estar situada contiguamente a la calle, la construcción

del proyecto fue motivo de toda serie de especulaciones

por parte de los vecinos que transitaban

diariamente por el lugar, hasta que pudieron entender

finalmente el propósito de la instalación.

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III. Acciones

Una parte esencial del proyecto consistía en que la

plataforma fuese una capa intermedia entre lo público

y lo privado, que extendiera parte de las actividades

de la vivienda hacia la calle, y que trajera a su

vez programas externos hacia la casa.

Se realizó un encuentro con niños del vecindario y

también una exposición con fotos históricas del cerro.

Se construyó una mesa y bancos para alojar las

actividades. Se programó una exposición audiovisual

nocturna, en donde se proyectaron imágenes

con fachadas e interiores de las viviendas vecinas.

Un audio relataba las historias que los vecinos nos

contaron sobre el lugar que habitan y la lógica autoconstructiva

genealógica que allí existe.

Finalmente, se organizó un “asado” en donde se

trasladó el almuerzo de la familia de la vivienda intervenida

a este escenario visible desde lo público.

Todos los participantes en el montaje fueron invitados

y acudió la familia casi completa, incluyendo a

otros familiares que no viven en la casa, pero que

se han trasladado en las inmediaciones del mismo

cerro.

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IV. Desmontaje

La manera en que el proyecto concluye es trasladando

el material de “La Casa Inacabada” al Taller

de Acción Comunitaria (TAC). El TAC es un espacio

para la participación comunitaria muy consolidado

en cerro Cordillera. Fueron ellos quienes nos ayudaron

a contactar a los vecinos que intervinieron en el

proyecto a cambio de que, una vez terminada la intervención,

les donáramos el material para reconstruir

la plataforma en su anfiteatro.

Dado que el TAC queda muy cerca de donde construimos

el proyecto, los mismos voluntarios del centro

trasladaron los materiales. Para ello fue necesario

partir la plataforma en dos y contar con la ayuda

de unos 20 colaboradores. Todo el trabajo fue realizado

durante una mañana.

El material sobrante y el mobiliario construído quedó

en manos de la familia de la vivienda intervenida.

Con esas maderas construyeron por su cuenta una

nueva escalera en el interior de su casa.

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Agradecimientos

Paulina Varas

Isabel Ibáñez

Pep Dardanyà

Delicia Burset

José Llano

Eugenia Guerrera

Caupolican Acevedo

TAC Cordillera

Emanuela Di Felice

Héctor Silva

Colectivo Muro

Consuelo Araos

Gustavo Núñez

Sra. María

Ricardo San Martín

Sergio Guillem

Andres Garcés

Pablo Aravena

Pedro Joel Larraín

Paola Gamboa

Karen Villanueva

Bar Liberty

Diseño

Claudio Astudillo y Pau Faus

Fotografías color

Pau Faus

(excepto pg.52 Emanuela Di Felice

y pg.71-72 Claudio Astudillo)

····

Impreso en Multitext. Barcelona (Abril 2011)

residenciaexpandida.wordpress.com

(Fotografía)

Caupo y Quena

Los propietarios de la

vivienda intervenida con

un recuerdo/obsequio de

“La Casa Inacabada”

Actividad realizada con la

ayuda del Ministerio de Cultura



Un proyecto de Claudio Astudillo y Pau Faus

Residencia Expandida - CRAC (Valparaíso) · Can Xalant (Mataró, Barcelona)

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