Boletín Julio 2023

A la escuela primaria la hizo en la propia colonia, en la Escuela 320 que aún existe. La secundaria
en cambio en 25 de Mayo, en la Escuela de Comercio Nro. 11. Completó el tercer año y ya no
pudo continuar, es que tuvo que ir a trabajar para ayudar al presupuesto familiar.
Por contactos consiguió entrar en una casa de familia de El Tigre, en Buenos Aires, donde la
trataron muy bien. Alli lo conoció a quién sería su esposo, José María Nunes.
Con él se radicó en el barrio La Trinidad en 1986. Fueron papás de Mariana, José, Valeria, Lucrecia
y Hernán. Se dedicaron al cultivo de flores.
El año 1991 fue clave para Teresa y por
añadidura para su familia y para el
vecindario.
Es que fue cuando la hija mayor, Mariana
comenzó a ir a catequesis. Es que para
tener esa formación fundamental para la
primera comunión había que ir hasta
Camet, algo que a muchos vecinos de La
Trinidad les resultaba difícil.
Acompañada por sacerdotes a los que hoy recuerda con mucho cariño, como es el caso de
Fray Miguel Guevara, se le ocurrió enseñar el evangelio y preparar chicos para la primera
comunión en su propia casa. Su casa pasó a ser “la casa de la catequesis”.
Pero no solo era evangelizar. En aquellas reuniones salían a la superficie muchas
necesidades y entonces surgió Cáritas, que poco tiempo después comenzó a traer ayuda
con la entrega de alimentos, ropas y muebles.
En las casas vecinas había cierta reticencia, por lo general en los papás.
Se esposo, José la ayudó mucho. Como vio que en el patio de la casa ya no había lugar
suficiente, preparo un sector del invernadero y las reuniones, en pleno invierno, fueron en
mejores condiciones.
La llegada del doctor Julio Gallaso y de su señora Bety al barrio fue muy importante. Es que
comenzaron a ver que los días sábado la casa de Teresa se convertía en una romería de
chicos felices, que tomaban el mate cocido que les preparaba José y luego jugaban a la
pelota. “El apreció que en casa había algo bueno” -dice ahora Teresa. Comenzó a hablar de la
donación de un terreno en el que se pudieran llevar a cabo esas actividades. Era en 1994.
“También Sandra Gallaso fue muy promotora. Conseguía alimentos y creó un comedor al
que venía mucha gente. Finalmente los terrenos se compraron en 1998.
Todos los días había que luchar. Había que trabajar y en lo posible adelantarse a los
problemas. Teresa se inspiraba en una frase de Monseñor Angelelli, “hay que seguir
andando”. Y ella hacía lo propio.
Comenzó con la construcción de la Capilla, en 1998, que fue apadrinada por la parroquia
Nuestra Señora de Fátima y de la Escuela de San Agustín. Primero con algo muy humilde.
Consiguieron donaciones pero todo cuanto se hizo fue con el esfuerzo de los vecinos.
-Este año cumplimos 30 – nos comenta con orgullo- desde que comenzamos a trabajar en el
terreno.
Aquel pequeño cobertizo de chapa, hoy es la hermosa capilla que además de cumplir con
las funciones que les son propias, llevar el evangelio, preparar los chicos para la comunión.
oficiar misas y confirmaciones, hacer el trabajo social, además de eso, le aporta identidad al
barrio.
En 1996 comenzamos a pertenecer a la parroquia de Cristo Rey Y como la tarea de llevar
adelante la Capilla y la de celebrar el evangelio es inacabable, Teresa se repite aquello de
Angelelli:
-“hay que seguir andando”