Vidal Souto - Centroculturaldeourense.com
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pero no. El orgullo herido de no poder ponerse<br />
delante de Manolo con el vino de su cosecha<br />
lo consumía por dentro, desmoronándolo.<br />
Seguía abrevando. Ultrapasando las agujas<br />
del reloj. Discutiendo con su eterno enemigo<br />
con sed animal de entrar en su bodega.<br />
Tenía que buscarle una salida honorable a<br />
esta desgraciada situación. Manolo estaba a<br />
punto de ceder, pero su terquedad se lo<br />
impedía. Al cabo de un tiempo lo encontré<br />
muy decaído, últimamente le pasaba al atardecer.<br />
–¿Luisito, que cojones che pasa?<br />
–¡Todos están contra min! Nadie me quere,<br />
nin a miña afillada. Facíame falta unha rapaza<br />
<strong>com</strong>o a túa na casa. ¡Que maravilla! (refiriéndose<br />
a cuando la oye cantar sones cubanos,<br />
cruzada de brazos en la ventana, a<strong>com</strong>pañándose<br />
rítmicamente con el cuerpo), e<br />
non o asqueroso do meu irmao qué sempre<br />
está rosmando–.<br />
Pero Luisito, eso es mentira. Te quieren. Eres<br />
indispensable en el pueblo, tes que <strong>com</strong>edirte<br />
cas mulleres non chamandolles vellas. ¡Xa<br />
veremos a quen acuden cuando axa que botar<br />
unha mao!–. Nada más decirle esto, se le<br />
encendieron un millón de lámparas <strong>com</strong>o<br />
cuando Edison alumbró New York y llamando<br />
a Manolo le espetó: ¡Mira lagañoso! Non<br />
entrarei na túa bodega pero, ¿quen che vai a<br />
lavar as cubas cuando as teñas valeiras?<br />
Manolo quedó pensativo. Luísito es el único<br />
del pueblo que cabe por las bocas de los<br />
pipotes.<br />
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