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Desmadre_Ilustrado_3

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— 4/11 —<br />

| Diciembre de 2012 |<br />

[ExTRAcTO DE AhORA, EScRIBO,] — Por Lolita Bosch —<br />

Vivo en la casa vacía<br />

en la que casi chocan los pájaros<br />

pero no los escucho quebrarse.<br />

Mi estado es mineral.<br />

Anterior a la carne.<br />

Ahora, fui al centro histórico de la Ciudad de<br />

México a ver a un evangelista y le pedí que me<br />

escribiera una carta anónima como si yo fuera<br />

alguien que tuviera algo concreto que decirse.<br />

Cualquier cosa que todos fuéramos capaces<br />

de entender. Lenguaje compartido. Como si<br />

yo fuera alguien que había saltado afuera de ese movimiento<br />

absoluto que no alcanzaba a comprender y que, sin embargo,<br />

extrañaba. Como si yo fuera la palabra universo que había expulsado<br />

un minúsculo cazamariposas que sujeta un compás<br />

en su parte exterior. Alguien así de pequeña. Un bosque talado<br />

sin un solo árbol, sin mí. Alguien que recuerda un ritmo<br />

externo al que no logra incorporarse porque ya no lo escucha.<br />

Como si yo fuera un sonido que ignoro en dónde queda.<br />

Porque llevaba un Año De Escritura No y durante ese<br />

tiempo solo conseguía pensar en un lugar donde la escritura<br />

fuera, en efecto, sin nostalgia, sin abstracción, con normalidad,<br />

algo estrictamente útil. Como las fresas, los plátanos, los<br />

melocotones, las ciruelas y las peras. Como un cerdo, tres tipos<br />

de pájaro, un perro, una oveja, un elefante, un león y dos<br />

gatos cuyas voces no van a ser grabadas.<br />

Y se me ocurrió que finalmente visitar Aquel Único<br />

Lugar Así quizás podía orientarme. Ayudarme a volver.<br />

—¿Cómo regreso, cómo escribo de nuevo? —había preguntado<br />

recientemente.<br />

—Tienes que esperar a que suceda algo insólito —me dijeron—.<br />

Un momento extraordinario.<br />

Aunque cuando escuché aquella respuesta recuerdo haber<br />

pensado que tal vez no: que tal vez la escritura solo penetra en<br />

lugares prácticamente humanos y que es difícil detectarla.<br />

Subirse en ella.<br />

Cabalgar.<br />

De modo que me levanté una mañana y caminé hasta el<br />

portal de Santo Domingo donde los evangelistas escriben<br />

cartas para los analfabetos. Y antes de pedirle a uno de ellos<br />

que redactara una carta para animar a Lolita Bosch a continuar<br />

escribiendo, concluí, a escondidas, a hurtadillas de los<br />

escribanos, para mí, en una libreta que escondí en mi bolso,<br />

una sola frase escrita:<br />

Que limpias, las palabras, podían significar algo.<br />

Y luego el evangelista me dijo:<br />

De modo que fui al portal de Santo Domingo para hallar al<br />

que más me convenía de entre todos los escribanos que redactan<br />

y leen cartas para los analfabetos. Que imaginan referencias<br />

personales. Que no temen inventar lo que las cosas son.<br />

Que saben a quién dirigirle sus textos. Que ven en la literatura<br />

una herramienta, un tornillo, la sierra de un carpintero, un<br />

arco. Que está sentado en un confesionario, tres pies por encima<br />

del suelo, y relee las tragedias de Esquilo mientras espera.<br />

—Buenos días, señor.<br />

—Buenos días.<br />

—Necesito que por favor me escriba una carta para una<br />

amiga.<br />

—Yo no redacto. Solo tomo dictado. Vaya con Don Memo<br />

—y levanta la barbilla para señalar discretamente a un hombre<br />

que viste unos jeans gastados y un suéter rojo de deporte.<br />

Y luego, vuelve a Esquilo.<br />

Tres horas más tarde, tras preguntarme sin pudor algunas

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