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Centurion Argentina Winter 2014

Centurion Argentina 2014 Winter Edition

SIGUIENDO LAS

SIGUIENDO LAS INSTRUCCIONES DE BRANDO, LA PLAYA PERMANECERÁ libre de cualquier DESARROLLO COMERCIAL depuesto líder de HMS Bounty. Sin embargo, para la realeza tahitiana el atolón era básicamente lo que hoy en día es St. Barthélemy para los adinerados vacacionistas rusos. Así que tenía cierto sentido que este atolón fuera comprado en 1966 por uno de los miembros de la realeza de Hollywood (después de un periodo particularmente embarazoso en el que Tetiaroa estuvo en manos de un acaudalado dentista canadiense). Brando pagó US0,000 por toda la isla, un acto al que concedió cierta espiritualidad, ya que, además de ser su segunda residencia, sería el lugar donde algún día se esparcirían sus cenizas. Más que nada, el empeño del actor era llevar a Tetiaroa de regreso al futuro. Limpió el desastre que los dueños anteriores habían dejado atrás y, al mismo tiempo, se propuso proteger y preservar el ecosistema natural del atolón. «Si de mí depende –afirmó–, Tetiaroa permanecerá eternamente como un lugar que recuerde a los tahitianos quiénes son y lo que fueron hace siglos». Brando repetía este sermón a casi toda la gente que conocía. Entre ellos a Mike Medavoy, un famoso ejecutivo de Hollywood que, durante su carrera como administrador de tres estudios (Orion, TriStar y United Artists), produjo un gran número de clásicos del cine como Annie Hall, Toro salvaje, Network, Amadeus y El silencio de los inocentes. Medavoy y Brando se hicieron amigos mientras colaboraban en Apocalipsis ahora y Missouri. «Tetiaroa era para Brando el lugar perfecto para apartarse de todas las cosas que usted y yo hacemos cada día en Hollywood: estar en constante movimiento, hablar con todo el mundo… –expresaba Medavoy–. Siempre recordaré el email que me envió cuando me concedieron una estrella en el paseo de la fama en Hollywood. Lo llamé y le dije “Marlon, me han dicho que pida a un par de amigos que escriban algo bonito sobre mí”. Y me mandó una carta que decía: “Estaré tumbado sobre la arena de una playa de Tetiaroa. Estaré contemplando las estrellas y pensando en todos los pájaros que se estarán cagando sobre tu estrella. No necesitas una estrella para saber quién eres”». Para Medavoy, a quien Brando acabaría nombrando su albacea testamentario, la reputación de ermitaño antisocial de Brando era totalmente injustificada. Entre los proyectos favoritos de Brando estaba la construcción en Tetiaroa de un (muy) modesto albergue ecosustentable. «Hizo venir a mucha gente –recordaba Medavoy–. Sé que muchas personas fueron hasta donde estaba Brando. Hablé con Robert De Niro, que pasó varias semanas en la isla, y también con Quincy Jones que también anduvo por allí algún tiempo». Finalmente, el proyecto del albergue estaba tan lleno de buenas intenciones como falto de funcionalidad y amenidades. En un destino tropical tan húmedo y pegajoso como éste, pocos visitantes llegaban a tolerar la ausencia de aire acondicionado. Por ello, en un esfuerzo por crear un hotel de ambiente refrescante y elegante a la vez, Brando se sumergió en la lectura de revistas y libros especializados en el clima y consultó a expertos como el doctor John Craven, Desayuno en la playa antiguo director científico de la Oficina de Proyectos Especiales de la Marina de los Estados Unidos. «Quiero construir un resort que sea 100% autosuficiente y funcione con energías renovables», explicó a sus inversionistas potenciales. Esto fue a finales de los noventa cuando el término “energía renovable” no era sino un concepto muy de moda utilizado únicamente por las clases sociales más comprometidas con el medio ambiente. «Imposible», replicaba Richard Bailey, presidente y consejero delegado del destacado grupo hotelero Pacific Beachcomber. En una isla con escasa infraestructura, sin electricidad ni agua corriente, «la energía necesaria para refrescar el ambiente es demasiado grande», afirmaba Bailey «Sí que es posible», contestaba Brando. espués de tres días de húmeda y D lluviosa estancia en Papeete, las nubes sobre el océano Pacífico estaban rabiosas e inestables; tanto como yo. Uno de los subdirectores de Bailey, un jovial y eficiente francés llamado Laurent Darcy, me informó repetidamente que nuestro piloto tenía prohibido despegar con una visibilidad tan limitada, 56 CENTURION-MAGAZINE.COM

Se puede explorar la laguna color aguamarina en un va’a, la tradicional canoa polinesia con balancín especialmente teniendo en cuenta que el único avión disponible era un monomotor con una hélice que el propio Darcy describió como «algo estrecho». Darcy me presentó a Bailey, un tipo esbelto y fornido que, como casi todos los implicados en The Brando, parecía haber salido directamente del folleto de una agencia de viajes. Bailey dirige seis hoteles y resorts en la Polinesia y me pareció el típico ejecutivo del que Brando habría desconfiado instintivamente. Y mi intuición era correcta. «Sucio capitalista», le llamaba Brando. «Actor chiflado», le contestaba Bailey. Durante cinco años, los dos hombres se esforzaron por conjugar el pragmatismo de Bailey con el idealismo de Brando. El actor, obsesionado con los octágonos, quería un hotel diseñado con esa forma. «Mmm –razonaba Bailey–. Resulta bastante complicado amueblar un octágono». A Brando se le ocurrió otra idea que finalmente tuvo que desechar, contó Bailey. «Pensó en construir una plataforma flotante en la laguna que hiciera las veces de bar y adornarla con papalotes o equipos de parasailing. También quería anclar la plataforma al fondo de la laguna con la intención de que los papalotes elevaran el bar por encima del agua». Sin embargo, poco a poco ambos fueron acercando posturas, en especial cuando Bailey entendió que Brando, a pesar de su “extraña” obsesión por las energías renovables, era más astuto de lo que aparentaba. A mediados de la primera década del siglo xxi, las tecnologías limpias habían avanzado tanto que el aire acondicionado podía funcionar con agua de mar. Para entonces, Bailey ya lo había conseguido en un resort de Bora Bora. «Brando estaba realmente entusiasmado –dijo Bailey–. Quería venir a verme para celebrarlo. Por desgracia nunca llegó a hacerlo». Este periodo coincidió con el empeoramiento de los problemas personales del actor; el más grave de todos la tragedia que se cernió sobre el hijo mayor de Brando, Christian, y su hija tahitiana Cheyenne. En 1990, Christian disparó mortalmente al novio de Cheyenne, Dag Drollet, hijo de un distinguido ciudadano de Papeete, durante una alcoholizada disputa doméstica en la mansión que su padre tenía en Beverly Hills. Christian fue a prisión y Cheyenne se suicidó más tarde. Su padre falleció el 1 de julio de 2004 y, justo diez años después, The Brando abrió sus puertas al público. «Debemos irnos ahora», dijo Darcy. Estaba amaneciendo y la lluvia concedía una tregua. «Crucemos los dedos». En cuestión de minutos seis pasajeros nos apretujamos en el diminuto avión y comenzamos un viaje de 25 minutos con destino a Tetiaroa. El avión, sobrevolando ruidosamente el Pacífico, se introdujo directamente en un grueso cúmulo de nubes, que se exteendía en todas direcciones sobre el océano, hasta atravesarlo. El agua salpicó las ventanillas, lo que hacía casi imposible ver nada más que neblina. Entonces, como por encanto, salimos a la deslumbrante luz del sol que develó frente a nosotros lo que parecía un vertido psicodélico de petróleo. Eso es Tetiaroa. Gracias a sus arrecifes coralinos, que crean una barrera externa protectora, Tetiaroa se asienta en medio de una amplia laguna poco profunda que resplandece en un eléctrico azul turquesa CENTURION-MAGAZINE.COM 57

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