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Centurion Mexico Autumn 2018

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BLACKBOOK GUSTO PERSONAL

BLACKBOOK GUSTO PERSONAL La vida de color de rosa Más que un gran lobby o una habitación con vistas, lo que realmente llama la atención de SADIE STEIN es el color del hotel y, en concreto, la tonalidad más romántica Me empecé a obsesionar con los hoteles rosas cuando tenía ocho años. Ese año ocurrieron dos cosas. Por un lado, me leí The Pink Motel (El motel rosa), un cuento infantil de 1959 escrito por Carol Ryrie Brink. Es la historia de una familia de Wisconsin que hereda una posada en Florida –rosa, evidentemente– llena de huéspedes excéntricos, mágicos e, incluso, criminales. ¡Me encantó! Por otro, esa misma primavera visitamos por primera vez una versión de este motel en la vida real en San Petersburgo, Florida. Por supuesto, no es casualidad que al Don CeSar (doncesar. com), construido a una escala mucho mayor, se lo conozca como el “palacio rosa”. Situado en un imponente edificio de estilo art deco, este fabuloso y sofisticado hotel recuerda a las comedias alocadas de los años 30, con sus travesuras y engaños. Fue mi primera experiencia en un hotel de lujo y quedé maravillada con los jugos recién exprimidos, las sombrillas de playa rosas o los ceniceros del lobby en los que la arena creaba grabados con diferentes formas. ¡Eran los 80! De algún modo, para mí estas dos cosas se convirtieron en una y, de ambos lugares, uno imaginario y otro real, surgió una idea en mi mente infantil: los mejores hoteles son rosas. ILUSTRACIÓN JEANNIE PHAN 40 CENTURION-MAGAZINE.COM MOMENTOS INOLVIDABLES CON FINE HOTELS & RESORTS CENTURION-MAGAZINE.COM/FHR

Por su propia naturaleza, un hotel rosa no se toma muy en serio a sí mismo y, por lo tanto, tampoco lo hacen los demás Incluso de adulta, sigo pensándolo en secreto y, aunque he disfrutado de estancias en hoteles de todos los tipos y colores, hay algo en los rosas que me sugiere un glamour efervescente y una pizca de tontería. Por su propia naturaleza, un hotel rosa no se toma muy en serio a sí mismo y, por lo tanto, tampoco lo hacen los demás. El rosa sigue manteniendo su atractivo, especialmente ahora que, de forma un tanto irónica, se ha convertido en seña de identidad de una nueva clase de empoderamiento para las jóvenes. En un principio, era un color para niños –una versión atenuada del rojo para hombres– y no llegó a ser un tono femenino hasta finales del siglo xix. Resulta muy favorecedor en cualquier persona, así que se ha prestado a todo tipo de apariencias: insinuante en retratos de Lady Hamilton, pero dulce en uno de un niño de esa misma época. En el siglo xx, esta tonalidad representaba las vulgares características aniñadas de Mamie Eisenhower, Barbara Cartland y Jayne Mansfield, pero también mostraba sofisticación cuando lo elegían Schiaparelli, Babe Paley y Jackie Kennedy. En arquitectura, el rosa siempre se ha usado, incluso mucho antes de que la diseñadora India Mahdavi redecorara Sketch, el restaurante londinense rosa y muy “instagrameable”. Jaipur, conocida también como la Ciudad Rosa, y las construcciones de adobe del suroeste de Estados Unidos tienen ese tono por las piedras rosas de la zona. En decoración, el tono rosa siempre ha sido una elección sorprendentemente popular, por no decir atrevida. En el siglo xviii, los objetos rosas causaban furor entre las elites –una tendencia que empezó en parte con Madame de Pompadour, la influyente amante del rey Luis XV– y las casas no eran ninguna excepción. Desde la Casa Rosada en Buenos Aires hasta el palacio Ostankino en Moscú o el edificio rosa en Macao, los aristócratas de todo el mundo ansiaban demostrar su legitimidad eligiendo un color estridente que fuera dominio exclusivo de los ricos. Algunas de estas connotaciones de lujo sobrevivieron en el siglo xix y a comienzos del xx, con una proliferación de hoteles rosas como el Royal Hawaiian Hotel ( royalhawaiian.com) de Honolulu, conocido como el “gigante rosa”; el Don CeSar; el Beverly Hills Hotel ( dorchestercollection.com); la Villa Rose-Pierre en el Grand-Hôtel du Cap-Ferrat ( fourseasons.com) en la Costa Azul, que ahora es un hotel Four Seasons; el Hamilton Princess ( thehamiltonprincess. com) en las Bermudas; el señorial Hotel de Russie ( roccofortehotels.com) en Roma, restaurado de forma ingeniosa en el año 2000 cuando la cadena Rocco Forte tomó las riendas del hotel; la sorprendente Villa Cora ( villacora.it) de Florencia, una estructura en tonos rosados que se encuentra en un jardín con un centenar de variedades de rosas, y The Broadmoor (broadmoor.com) en Colorado Springs. Hay una razón muy clara: como ocurre con un atardecer, un hotel rosa es espectacular si va acompañado del océano azul, las playas de arena blanca o las palmeras verdes. ¿Y todos esos palacios de recreo en color carne que yacen como sirenas en el mar? Son sensuales de una manera poco subliminal… ¡y nunca recatados! Porque lo bueno de los hoteles rosas es que pueden ser inocentes y seductores a la vez. Es igual que con las vacaciones; para cada persona tienen un significado distinto, pero siempre son algo agradable. Entrar en uno de ellos es aventurarse en un universo de champaña burbujeante, donde el anticuado y aburrido blanco y el hastiado y viejo ladrillo se visten con aires veraniegos. Cuando echo un vistazo a la lista que recientemente elaboré con los hoteles que deseaba visitar –el majestuoso Mirador (www.hotelmirador.mx) en la ladera de una montaña en Chihuahua; el suntuoso Amanjena ( aman.com) en Marrakech, con sus muros de tierra rosada comprimida, y el honorable Belmond Mount Nelson Hotel ( belmond.com) en Ciudad del Cabo– me doy cuenta de que varios tienen algo en común: son rosas. Con solo mirar las fotos de estos hoteles me siento feliz porque sé que cuando me detenga delante de uno de ellos, estaré dejando la vida real para entrar en un sueño. Pero primero tengo que volver a un lugar, al Don CeSar, donde nunca es invierno y jamás te haces mayor. PARA RESERVACIONES CONTACTE AL SERVICIO DE CENTURION CENTURION-MAGAZINE.COM 41

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