BLACKBOOK IDILIO ISLEÑO Desde la izquierda: Terraza es el pabellón y restaurante al aire libre del lodge; Casita Grande, con cuatro dormitorios y terraza, es una de las nueve casitas de huéspedes en Islas Secas El lodge es relativamente accesible, sin embargo, el archipiélago parece un mundo aparte. olas se alzan como ordenadas crestas de agua salada. Rob me explica a voz en grito que esto se debe a la tormenta que se ha formado en el Pacífico. Me viene a la mente la palabra oceánico. Y también me acuerdo del verso de Ariel en La Tempestad acerca de los cambios que se producen en el mar (“tu padre yace en el fondo/sus huesos ya son de coral...”). El trayecto de una hora en barco hasta Islas Secas, a solo 30 kilómetros frente al continente, proyecta una sombra acuosa sobre la imaginación, como las grandes odiseas a las islas Cícladas, a San Kilda o a la Isla de la Fantasía. El lodge es relativamente accesible –en mi viaje de regreso, salgo al amanecer y llego a mi casa en Estados Unidos a la hora de la cena–, sin embargo, el archipiélago parece un mundo aparte. La magia se hace realidad en Islas Secas. Las necesidades modernas, como el auto o la televisión, se reemplazan por senderos, noches de oscuro firmamento, colonias de aves marinas, arrecifes de coral apenas explotados y playas cubiertas de conchas como ágatas talladas que algún despreocupado comerciante de gemas ha abandonado por la arena. Por las dimensiones y el paisaje, el archipiélago se asemeja a un parque nacional privado. Panamá, más allá de la Zona del Canal, es una gran desconocida para la mayoría de los posibles visitantes, sin embargo, la geografía es lo que define a este país como un punto de intersección. Situado entre dos continentes y dos océanos, los recursos aparentemente contradictorios del país incluyen desde una buena y cuidada infraestructura comercial hasta ecosistemas inexplorados de relevancia mundial. La naturaleza virgen pervive sobre todo en los rincones más recónditos del planeta, pero Islas Secas es un rincón cercano aún por descubrir. Es como Costa Rica, pero sin las multitudes. Desde el mar en el golfo de Chiriquí, Islas Secas da la sensación de ser simples rayas verdes en el horizonte, una especie de código Morse transmitido en una era geológica. Pero, al aproximarse, esas rayas verdes se convierten en montículos frondosos e islotes rocosos; nobles mensajeros del esplendor de Isla Cavada, la isla más grande y la única desarrollada de las 14 que componen el archipiélago. Los cuadernos de bitácora de los marineros del siglo xvi calificaron a estas islas de secas, pero no por falta de agua dulce, sino por las intensas mareas que drenan las bahías durante la bajamar. Jairo reduce la velocidad y se interna en una caleta poco profunda con un muelle. A primera vista no se observan rastros de desarrollo; 75 por ciento del archipiélago se ha sometido a un acuerdo de servidumbre ecológica por parte del estadounidense Louis Bacon, dueño de la propiedad además de gestor de fondos y fundador de Moore Charitable Foundation (una institución dedicada a la conservación ambiental). El portafolio inmobiliario de Bacon incluye otras propiedades que abarcan paisajes ecológicamente vulnerables. La más extensa, situada en las montañas Sangre de Cristo de Colorado, es Trinchera Ranch, un rancho de 70,000 hectáreas dirigido hoy como un lodge para actividades al aire libre, que Bacon compró a la familia Forbes por US5 millones. Otras propiedades incluyen Taos Ski Valley en Nuevo México y Tordrillo Mountain Lodge en Alaska. En Islas Secas, el desarrollo de Isla Cavada se insinúa entre su exuberante vegetación. Además del embarcadero al que llegamos, el pequeño edificio principal dispone de cocina junto con un bar y una biblioteca elegantemente amueblados. Las nueve casitas que miran al continente tienen capacidad para un máximo de 18 huéspedes. FOTOGRAFÍAS IAN ALLEN 26 CENTURION-MAGAZINE.COM
