Calaveras y Ofrendas 2012 Calaveras y Ofrendas 2012 - Esperanza

LA VOZ de ESPERANZA • November 2012 Vol. 25 Issue 9•
20
Remedios Varo
Anna Marie Sanchez, author of
La Leyenda de la Hielera, was born
on the West Side of San Antonio
during the last century. She loves
words, loves to paint, and is the
mother of three grown children
and abuelita of six.
Late, pero sin ese ritmo interno
–causa de la música de tu amor.
Me sostiene, por el momento
dándome vida –el motor de mi cuerpo.
En su espacio –completamente vacío
corren mis tristes lágrimas
–color rojo, llenas de dolor.
Su alma –se largó…
por culpa de la decepción.
Corriendo con lo más mínimo de energía,
–me lo arrancó y te lo entregó.
¿Para qué me sirve este corazón calavera?
Tal vez sí…, tal vez no…
Todo es cuestión de otro amor!
–Caroline Rivera
La leyenda de la Hielera
Había una casita cerca de un monte donde vivían tres hermanitas y tres
hermanitos. El papá quedó viudo y los niños huérfanos de mamá. El padre con
un dolor en el alma tenia que dejar a los niños solitos cuando iba a trabajar. El
padre se iba a trabajar duro todos los días, viendose obligado a dejar lo niños
solitos sin bañarles o darles de comer. Los niños se entretenían jugando para
apaciguar el hambre y la ausencia de su madre a quien extrañaban con cuerpo y alma.
Un día llegó el papá del trabajo cansado y hambriento. Se sorprendió cuando entró
a la casita para encontrar que todo estaba limpio; los niños bañados y que había sabrosa
comida calientita sobre la mesa. Al abrir la hielera encontró que había leche y alimentos
para todos. El sorprendido señor muy agradecido y feliz, preguntó a los niños que quién
era responsible por la milagrosa transformación. Los niños encogieron los hombros y no
dijeron nada. El papá muy cansado y bien cenado besó a los niños y se fué a dormir.
Los niños se amontonaron en su propia cama como lo hacían cada noche y se durmieron
también.
Asi pasaron muchos meses mientras los niños crecian saludables. Cada día para cuando
llegaba el papá, los niños habían aprendido algo nuevo de números, de letras y de rezos. Le
contaban al papá de cuentos de hadas, historias de angelitos, de milagros tras milagros y
cuentos muy bonitos. La hielera siempre estaba llena. Un día regresó el papá del trabajo y
encontró frente a su casita un jardín lleno de flores y verduras. Alrededor de la casita había
crisantemos de todos colores y rosas blancas y rojas y amarillas en plena floración. Nada
de esto estaba allí cuando el padre salió para el trabajo.
Pasaron tres años y en el día de los muertos, los niños cortaron flores de todas la clases
y colores. Al cortar la flores, nuevas flores brotaban en las plantas. La familia llevó las
flores al cementerio y allí las arreglaron sobre la tumba de la madre. Luego le hablaron y
rezaron por ella.
Al siguiente día el padre besó a sus hijos y partió al trabajo. Más bien eso era que él
quería que los niños creyeran, pues en realidad se escondió tras un arbusto para espiar la
casita. Dentro de la casita se oían risas y conversaciones alegres. Poco antes que cayera la
noche se abrió la puerta, los niños salieron y en el antejardín formaron un círculo. Alguien
estaba en el centro del círculo. Esta persona y los niños fueron rodedos de bellos colores
vibrantes. El papá no puedo aguantar su curiosidad; salió del escondite y se acercó al
círculo. En este él vió a su esposa en carne viva. Se miraron a los ojos en los cuales se
Corazón Calavera
reflejaba el amor. Con mucho cariño
la mamá abrazó y besó a cada niño.
Luego abrazó a su marido y les
dijo a todos: “les quiero con toda el
alma y corazón pero ya me voy a
descansar en paz. Síganse amando
y portandose bien. Cuiden a su papá
a quien quise y sigo queriendo aún
después de la muerte. El me dió el
regalo de su amor y unos hermosos
hijos”. Poco a poco su imagen se
fué desvaneciendo hasta no verse
más. Al fin le contaron los niños
al padre el motivo por el cual no le
habían dado una explicación de los
milagros en la casa. Le dijeron que
su mamá les advirtió que el día en
que su esposo la viera ya no iba a
poder regresar. Aún así, les dejaba
los recuerdos de todos aquellos
momentos que pasaron juntos. Y
colorín colorado este cuento se ha
acabado. v