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Revista-de-ODI

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Es momento <strong>de</strong> inspiración<br />

“Salvador y la ofrenda”<br />

Hace mucho tiempo, en los tiempos <strong>de</strong> nuestros ancestros el<br />

Dios Kukulcán, dios <strong>de</strong>l viento y el agua, que vigilaba constantemente<br />

a los humanos, se cansó <strong>de</strong> ver como éstos<br />

<strong>de</strong>sperdiciaban el agua que él les otorgaba.<br />

Así que, ese día alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las once <strong>de</strong> la mañana el Dios<br />

Kukulcán convocó a las nubes con vientos furiosos. Las<br />

gran<strong>de</strong>s nubes negras cubrieron el majestuoso sol que hacía<br />

ese día; truenos y relámpagos, dando un grandioso espectáculo<br />

<strong>de</strong> luces en el cielo.<br />

La gente huyó directo a su casa, pues aquello era una señal<br />

<strong>de</strong> que algo andaba mal.<br />

Salvador, uno <strong>de</strong> los habitantes <strong>de</strong> aquel pueblo que era un<br />

agricultor, observa con temor el cielo, aquello no era para<br />

nada normal.<br />

Corrió <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su casa llamando a su mujer.<br />

-Mujer- gritó Salvador <strong>de</strong>sesperado<br />

-Ven aquí, mujer.<br />

-¿Qué suce<strong>de</strong>?- la mujer llegó <strong>de</strong>sesperada, pues los gritos<br />

<strong>de</strong> su marido la alteraban.<br />

-Mujer… mira el cielo- apuntó por la ventana <strong>de</strong> la humil<strong>de</strong><br />

casa– El Dios Kukulcán nos castiga…<br />

Un trueno iluminó el negro cielo, el hombre se angustió, no<br />

por él, sino por sus cultivos, lo único que mantenía vivos a<br />

su familia.<br />

Salvador, miró como el diluvio caía sobre el pueblo que<br />

habitaba. No sabía cómo calmar la furia <strong>de</strong> su Dios, éste<br />

<strong>de</strong>bía estar realmente furioso si llegaba al punto <strong>de</strong> mandar<br />

ese tormentoso aguacero.<br />

“GRACIAS”<br />

El movimiento se escucha;<br />

fricciones, roces y pasos.<br />

Son las zapatillas que eliminan la brecha<br />

entre el público joven y el <strong>de</strong> <strong>de</strong>masiados años.<br />

Se mueve. Extensión <strong>de</strong>l escenario<br />

que semeja ser infinita.<br />

Todos absortos: atentos a la caída.<br />

Se levanta. No mira a nadie<br />

pero el sueño idílico se ha esfumado.<br />

Ella sonríe y <strong>de</strong>spués ríe<br />

porque cada sueño se ha resquebrajado.<br />

Aplausos en el lugar<br />

ecos <strong>de</strong> silbidos<br />

y una sonrisa atina a pintar.<br />

Quizás, y sólo quizás, no falló<br />

todos están felices...<br />

y un “Gracias” alegre al final murmuró.<br />

Por: Paulina Mendoza Bernal<br />

Corrió rápidamente hacia don<strong>de</strong> se encontraban los animales.<br />

Ya en aquel lugar, tomó a uno <strong>de</strong> sus más jóvenes becerros<br />

y se lo llevó. “Una ofrenda”, pensaba el joven agricultor<br />

“con una ofrenda la ira <strong>de</strong>l Dios Kukulcán se calmará... o eso<br />

espero”.<br />

El hombre <strong>de</strong> taparrabos corrió hasta don<strong>de</strong> se encontraba la<br />

imagen <strong>de</strong>l Dios Kukulcán, una serpiente con plumas; alzó<br />

con ambas manos al becerro y con diferentes pintura que<br />

tenía a su disposición, pintó su rostro y la piel <strong>de</strong> ese animal,<br />

con diferentes formas y signos; un intento <strong>de</strong>sesperado por<br />

salvar a su pueblo y su cultivo.<br />

El hombre postró al becerro sobre el altar, y susurrando<br />

palabras ceremoniales en maya, clavó el cuchillo cerca <strong>de</strong>l<br />

corazón <strong>de</strong>l animal, sacándolo, y mostrándolo al Dios Kukulcán.<br />

-Dios Kukulcán, acepta la ofrenda <strong>de</strong> este humil<strong>de</strong> servidor<br />

<strong>de</strong> estas tierras- el hombre alzó el corazón <strong>de</strong>l animal, mostrándolo<br />

como ofrenda hacia los cielos- por favor, Dios<br />

Kukulcán, perdónanos si hemos provocado tu furia.<br />

Después <strong>de</strong> aquel día, el Dios Kukulcán no volvió a manifestar<br />

ningún diluvio, ni pensaba hacerlo, pues al parecer,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo sucedido la gente comenzó a cuidar más el<br />

agua.<br />

Por: Mariela Martínez<br />

Rivero<br />

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