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Queridos Hermanos y Hermanas:
Tanto camino recorrido como hijos de una misma Madre que espera, acompaña y anima
a sus hijos a no perder la Esperanza. Tantos subsidios trabajados, compartidos, rumiados, usados
para Evangelizar en este tiempo de Pandemia. Tantas canciones, oraciones y meditaciones que,
a lo largo de estos 18 meses, fuimos gestando con la única intención de conocer a la Madre de
Jesús, amarla e imitarla en sus virtudes y sentimientos.
Que, en este tiempo de Adviento,
podamos decir como la Madre del Salvador: “He
Aquí la Esclava del Señor, hágase en Mi según Tu
Palabra”. Que podamos mirar en Ella la
Inmaculada, la Pura y limpia Concepción, para que
pensemos y apostemos a la vida desde el mismo
instante de gestación. Ella que reina en México, que se
aparece a un inocente niño aborigen, que representa nuestra
sangre, nuestras raíces, y lo mucho que hay en este suelo
americano. Ella, la Guadalupana, la Rosa más hermosa que
brilla cada 12 de diciembre. Es la misma que se hizo Madre del
Salvador en un pesebre, la que estará entre nosotros en Navidad, y se sentará en nuestra mesa,
en nuestra cama de hospital, en la calle, en la iglesia, en el comedor del barrio para decirlos
como en las Bodas de Caná:” Hagan lo que Él les diga”.
Que María, Madre del Adviento, pura y limpia Concepción, la Inmaculada, la
Guadalupana, la de la Sagrada Familia, la que corrió para cuidar al Salvador y lloró por la muerte
de los Niños Inocentes, siga sosteniendo
nuestras vidas, nuestras familias,
nuestros amaneceres y
nos anime a seguir soñando
con un mundo más humano,
más justo y
más fraterno.
A Ñ O M A R I A N O N A C I O N A L 2 0 2 0 Página 2