Réquiem de Navidad

El significado del réquiem.
“Réquiem” es una palabra de origen latino que se refiere al “descanso” o al “reposo” que llega con
la muerte. En el latín romano, heredado por la cultura judeo-cristiana, cuando una persona muere,
los amigos y familiares del difunto se dirigen a Dios con una plegaria que dice: “réquiem aeternam
dona eis Domine” (Dale Señor el descanso eterno) o “requiescant in pace” (descanse en paz). Esta
simple oración se ha ido modificando a lo largo del tiempo y de las culturas. Por ejemplo, en el
mundo anglosajón utilizan el “R.I.P” como las siglas de las palabras latinas (“requiescant in pace”)
o en su defecto, de las palabras en inglés: “rest in peace”. En el mundo iberoamericano se emplean
las letras “q.e.p.d.” (“Que en paz descanse”), haciendo alusión al término heredado del latín.
En el mundo de la música, el “réquiem” es un tipo de obra de origen clásico que se componía
para las Misas de difuntos y que contaba con una estructura definida por varios movimientos,
según el rito litúrgico utilizado durante la ceremonia. Normalmente tenía 8 partes: el introito con la
antífona “réquiem aeternam dona eis Domine”; el Kyrie; una secuencia que se realizaba durante la
liturgia de la palabra (Dies irae, tuba mirum, Rex tremende maiestatis, recordare Iesu pie, confutatis
maledictis, etc.); luego seguía el offertorium, seguido del Sanctus, Benedictus, el Agnus Dei y
finalmente terminaba con la Communio en donde se incoaban las palabras finales para el difunto
“lux aeterna…”
El réquiem más reconocido en la historia de la música fue el que escribió Mozart en 1791, y que
no logró concluir a causa de su pronta muerte; su discípulo Sussmayer se encargó de terminarla
según el espíritu mozartiano. Cuentan los historiadores que unas semanas antes de su muerte se
le apareció un extraño personaje, totalmente cubierto por indumentarias oscuras, y le encargó la
composición de una misa de réquiem. Mozart interpretó ese extraño personaje como la visita de
su propia muerte: “mi cerebro está trastornado, y no puedo apartar de la vista la imagen de ese
ser extraño. Lo veo continuamente, solicitándome y exigiendo con impaciencia mi trabajo… Sé,
porque lo siento, que ha llegado mi hora; estoy a punto de morir, me voy antes de haber disfrutado
de mi talento (…), de modo que debo terminar cuanto antes mi propio funeral” (Carta de Mozart a
Da Ponte, cit. en Comellas, 1995).
Esta particular anécdota de la vida de Mozart siempre me ha impresionado y cada vez que escucho
su réquiem intento entender el espíritu de su creador. Es por eso que tanto la música de
Mozart como el peso simbólico de su vida me han inspirado para construir mejor los personajes y
su relación con la música, una relación totalmente natural entre el hombre y su música.
Muchos otros compositores han escrito réquiems muy significativos como el caso del francés
Gabriel Fauré, quien quiso añadir un nuevo movimiento llamado “In Paradissam” (en el paraíso).
Sin embargo, el réquiem compuesto para el cortometraje es una versión moderna y no guarda la
estructura del réquiem clásico, sino que es una propuesta mucho más contemporánea: una sola
pieza instrumental que establece diálogos entre los diferentes instrumentos y que desarrolla variaciones
sobre un tema melódico propio.
En este sentido, el “Réquiem de Navidad” se identifica más con la propuesta musical del compositor
australiano Peter Sculthorpe y su obra “Requiem for cello alone”. Es un réquiem que no se rige
bajo los cánones litúrgicos sino por una búsqueda más personal sobre el sentido de la vida, de la
muerte y del más allá.
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