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La gran señora del espiritismo - Federación Espírita Española

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España, creciendo en su alma la idea <strong>del</strong> suicidio, tan cruel era el dolor que lo asaltaba.<br />

Angustiado vagaba un día por las calles en Francia- país que le era tan funesto -, y vio en una<br />

vitrina de una librería un <strong>gran</strong> cartel anunciando que se acababa de recibir "El Libro de los<br />

Espíritus". El librero tiene que abrir una de las cajas para atender su pedido.<br />

Se dirige a un café próximo. A su alrededor estaba el <strong>gran</strong> mundo cruel. El Sol iluminaba<br />

fulgurante el caserío... <strong>La</strong>gier y Pomares, a nada de eso dio importancia, ávido de enfrascarse<br />

sobre la lectura <strong>del</strong> libro recién adquirido, adivinando que en sus páginas encontraría<br />

consuelo para sus desdichas. Nada ocupaba su espíritu más que el deseo de profundizar en<br />

aquella lectura. A medida que ésta transcurría, iba adquiriendo la certeza de que encontraba<br />

lo que buscaba en una intuitiva inquietud.<br />

Sintió que le tocaban en el brazo. Era el dueño <strong>del</strong> café que deseaba cerrar y lo invitaba a<br />

retirarse. Con los ojos nublados de lágrimas, salió deambulando por la noche, convencido de<br />

que en el libro iba a encontrar la luz, el consuelo, la fe que tanto necesitaba para proseguir<br />

viviendo y vencer la terrible idea <strong>del</strong> suicidio que se la volvía obsesión. Terminada la lectura<br />

de "El Libro de los Espíritus" con un coraje nuevo, dispuesto a recomponer su vida. Pasa a<br />

trabajar para otra compañía armadora. Al inicio se siente tenso. Acepta, la colocación para<br />

garantizar su sustento y el de su familia y, también, para prestar tributo a la liberación de su<br />

patria. Le cabe colaborar con las huestes políticas que se mueven <strong>del</strong> exilio, subrepticiamente<br />

favor de España, transportando líderes, con peligro de su vida, en su barco. Ya no teme la<br />

muerte. Tiene absoluta convicción de su inmortalidad y ocupa su efímera existencia en<br />

acciones que resultan en bien y alivio de los sufridores. En breve ve morir a los tres hijos que<br />

le quedaban, uno de ellos recién licenciado en la abogacía. Su nueva fe lo mantiene firme, sin<br />

caer en desespero.<br />

Decide abandonar el mar e ir a residir a una propiedad rural que poseía en Elche donde,<br />

abriendo surcos en la tierra, empuñando el arado y plantando árboles, llevaba una vida simple<br />

y moderada. Cariñoso con todos, amando a los niños, supo <strong>gran</strong>jear allí muchas simpatías.<br />

Contrae nuevas nupcias con una gentil campesina, de cuya unión nace un niño. Estas dos<br />

almas fueron el dulce consuelo de su vejez. Con el advenimiento de la República es<br />

nombrado alcalde de Alicante, en reconocimiento de sus dones morales: todavía bien pronto<br />

debe renunciar al cargo, teniendo en cuenta las mezquinas ambiciones que le rodean. Vuelve<br />

entonces a Elche. Allí, en medio de la Naturaleza pasa sus últimos días, querido y respetado<br />

por todos. Sufriera tanto - reedición bíblica de Job -, que podía haber pasado esos instantes<br />

maldiciendo su suerte y la de cuantos le rodeaban, sino fuera por la consoladora esperanza<br />

que renaciera en su alma al leer las obras de Kardec.<br />

Comprendiera sintiendo en la carne el bálsamo que constituía la doctrina que abrazaba.<br />

Prosiguió divulgándola incansablemente. Tanto en Alicante entre los humildes y los doctos,<br />

como en Elche, entre los campesinos, sembró la fe y la esperanza. Al mismo tiempo que<br />

enseñaba a los simples y rústicos la agricultura, les hablaba también al respecto de la<br />

astronomía. Y ellos, al mismo tiempo que se incumbían mejor de sus tareas rurales, tomaban<br />

cobro <strong>del</strong> inmenso como de que hacían parte. Debiendo mudarse para Santapola, para allá<br />

lleva la sublime enseñanza que le hiciera emerger <strong>del</strong> desespero. Con Manuel Ansó y Ramón<br />

Alba, compuso un trío que desconocía el cansancio y que lanzó por primera vez en aquella<br />

parte de España, la simiente <strong>del</strong> ideal espirita, en una tierra conservadora, fanáticamente<br />

católica y, al parecer, librándose de las nuevas ideas.

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