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Agosto 2010 Número 476<br />

■ A. S. Pushkin ■ Fiódor M. Dostoievski ■ Joseph Frank ■ Jorge Herral<strong>de</strong><br />

■ Claudio Albertani ■ George Steiner<br />

ISSN: 0185-3716


Sumario<br />

El profeta 3<br />

A. S. Pushkin<br />

Polzunkov, (Polzunkov, 1847) 4<br />

Fiódor M. Dostoievski<br />

Introducción 11<br />

Joseph Frank<br />

Mis viajes a México 18<br />

Jorge Herral<strong>de</strong><br />

El último exilio <strong>de</strong> un revolucionario:<br />

Victor Serge en México (1941-1947) 20<br />

Claudio Albertani<br />

Bajo la mirada <strong>de</strong> Oriente (1976) 27<br />

George Steiner<br />

Ilustraciones <strong>de</strong> las páginas 23, 25 y 26 dibujos <strong>de</strong><br />

Vlady, cortesía <strong>de</strong> Centro Vlady.<br />

Ilustraciones <strong>de</strong> las páginas 11, 13 y 15 tomadas<br />

<strong>de</strong>l libro <strong>de</strong> Joseph Frank, Dostoievski. El manto <strong>de</strong>l<br />

profeta, 1871-1881, publicado por el fce.<br />

Ilustraciones <strong>de</strong> portada e interiores tomadas <strong>de</strong>l<br />

libro <strong>de</strong> Heinz Mo<strong>de</strong>, Animales fabulosos y <strong>de</strong>monios,<br />

publicado por el fce.<br />

número 476, agosto 2010 la Gaceta 1


Director general <strong>de</strong>l FCE<br />

Joaquín Díez-Canedo<br />

Director <strong>de</strong> la Gaceta<br />

Luis Alberto Ayala Blanco<br />

Jefa <strong>de</strong> redacción<br />

Moramay Herrera Kuri<br />

Consejo editorial<br />

Martí Soler, Ricardo Nu<strong>de</strong>lman, Juan<br />

Carlos Rodríguez, Tomás Granados,<br />

Bárbara Santana, Omegar Martínez,<br />

Max Gonsen, Karla López, Heriberto<br />

Sánchez.<br />

Impresión<br />

Impresora y Encua<strong>de</strong>rnadora<br />

Progreso, sa <strong>de</strong> cv<br />

Formación<br />

Ernesto Ramírez Morales<br />

Versión para internet<br />

Departamento <strong>de</strong> Integración<br />

Digital <strong>de</strong>l fce<br />

www.fondo<strong>de</strong>culturaeconomica.com/<br />

LaGaceta.asp<br />

La Gaceta <strong>de</strong>l <strong>Fondo</strong> <strong>de</strong> <strong>Cultura</strong> <strong>Económica</strong><br />

es una publicación mensual editada<br />

por el <strong>Fondo</strong> <strong>de</strong> <strong>Cultura</strong> <strong>Económica</strong>,<br />

con domicilio en Carretera<br />

Picacho-Ajusco 227, Colonia Bosques<br />

<strong>de</strong>l Pedregal, Delegación Tlalpan,<br />

Distrito Fe<strong>de</strong>ral, México. Editor responsable:<br />

Moramay Herrera. Certifi -<br />

cado <strong>de</strong> Licitud <strong>de</strong> Título 8635 y <strong>de</strong><br />

Licitud <strong>de</strong> Contenido 6080, expedidos<br />

por la Comisión Califi cadora <strong>de</strong><br />

Publicaciones y Revistas Ilustradas el<br />

15 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1995. La Gaceta <strong>de</strong>l<br />

<strong>Fondo</strong> <strong>de</strong> <strong>Cultura</strong> <strong>Económica</strong> es un nombre<br />

registrado en el Instituto Nacional<br />

<strong>de</strong>l Derecho <strong>de</strong> Autor, con el número<br />

04-2001-112210102100, el 22<br />

<strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 2001. Registro Postal,<br />

Publicación Periódica: pp09-0206.<br />

Distribuida por el propio <strong>Fondo</strong> <strong>de</strong><br />

<strong>Cultura</strong> <strong>Económica</strong>.<br />

ISSN: 0185-3716<br />

Correo electrónico<br />

moramay.herrera@fondo<strong>de</strong>culturaeconomica.com<br />

2 la Gaceta número 476, agosto 2010


El profeta*<br />

A. S. Pushkin<br />

*Joseph Frank, Dostoievski. El manto <strong>de</strong>l profeta, 1871-1881, Traducción<br />

<strong>de</strong> Juan José Utrilla, fce, México, 2010.<br />

Abrumado por la sed <strong>de</strong>l espíritu, crucé<br />

Un <strong>de</strong>sierto infi nito hundido en el pesar,<br />

Y un ángel con sus seis alas acudió<br />

Don<strong>de</strong> cesaban las huellas y me hallaba extraviado.<br />

Dedos tenues cual un sueño puso<br />

Sobre mis párpados; por completo abrí<br />

Mis ojos para mirar como un águila vigilante en <strong>de</strong>rredor.<br />

Puso sus <strong>de</strong>dos en mis oídos,<br />

Que se llenaron <strong>de</strong> formidable sonido:<br />

Comprendí la música <strong>de</strong> las esferas,<br />

El vuelo <strong>de</strong> ángeles por los cielos,<br />

El camino <strong>de</strong> las bestias reptando bajo el mar,<br />

El embriagante ascenso <strong>de</strong> la viña;<br />

Y, como un amante que me besara,<br />

Me arrancó esta lengua mía<br />

Llena <strong>de</strong> mentira y vanidad;<br />

Abrió mis labios trémulos<br />

Y, con la mano diestra ensangrentada,<br />

Me armó con un dardo <strong>de</strong> serpiente;<br />

Con <strong>de</strong>slumbrante espada me abrió el pecho;<br />

Hacia él saltó palpitando mi corazón;<br />

Un carbón ardiente oprimió<br />

Contra el fondo <strong>de</strong> la herida.<br />

Allí en el yermo quedé muerto,<br />

Y Dios me llamó y dijo:<br />

“Levántate, profeta, y oye y ve.<br />

Y haz que vean y oigan mis obras<br />

Todos los que se apartan <strong>de</strong> mí,<br />

Y quémalos con mi palabra llameante”. G<br />

número 476, agosto 2010 la Gaceta 3


Polzunkov, (Polzunkov, 1847)*<br />

Fiódor M. Dostoievski<br />

Me quedé mirando con atención a aquel hombre. Hasta en su<br />

aspecto externo había algo tan peculiar que, por muy distraído<br />

que estuviera uno, involuntariamente obligaba a mirarlo con fi -<br />

jeza para estallar al instante en una incontenible risa. Justo eso<br />

fue lo que me sucedió a mí. Es preciso señalar que los ojillos <strong>de</strong><br />

aquel caballero eran tan vivos o, mejor dicho, que todo él era tan<br />

receptivo al magnetismo <strong>de</strong> cualquier mirada que se le pusiera<br />

encima, que se percataba casi instintivamente <strong>de</strong> que lo observaban;<br />

al momento se daba la vuelta hacia el que lo estuviera<br />

observando e, impaciente, se ponía a analizar su mirada. Por<br />

su continua movilidad e inquietud, se asemejaba por completo<br />

a una veleta. ¡Cosa curiosa! Parecía temer la burla, cuando su<br />

forma <strong>de</strong> ganarse el pan era ser un eterno payaso que ponía sumisamente<br />

su cabeza para recibir capirotazos; ello, tanto en el<br />

sentido moral como en el físico, <strong>de</strong>pendiendo <strong>de</strong> la compañía en<br />

que se encontrara. Los payasos que lo son por voluntad propia<br />

ni siquiera inspiran lástima. Pero yo enseguida me percaté <strong>de</strong><br />

que se trataba <strong>de</strong> un ser extraño, <strong>de</strong> que ese hombre ridículo no<br />

era en absoluto un payaso <strong>de</strong> profesión. Aún conservaba algo<br />

<strong>de</strong> nobleza. Su nerviosismo y el eterno y enfermizo temor por<br />

su persona hablaban a su favor. Daba la impresión <strong>de</strong> que todo<br />

su <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> agradar se <strong>de</strong>bía más a su buen corazón que a las<br />

ventajas materiales. Consentía complacido que <strong>de</strong>l modo más<br />

in<strong>de</strong>coroso se burlaran abiertamente <strong>de</strong> su persona; pero al mismo<br />

tiempo —y esto podría jurarlo— su corazón gemía y sangraba<br />

ante la sola i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que sus oyentes fueran tan innobles y<br />

crueles como para reírse no ya <strong>de</strong> sus gracias, sino <strong>de</strong> él, <strong>de</strong> toda<br />

su persona, <strong>de</strong> su corazón, su cabeza, su apariencia y su ser <strong>de</strong><br />

carne y hueso. Estoy convencido <strong>de</strong> que en aquellos momentos<br />

sentía plenamente la ridiculez <strong>de</strong> su situación; pero al instante<br />

la rebeldía se sofocaba en su pecho, aunque <strong>de</strong> nuevo volviera<br />

a encen<strong>de</strong>rse con dignidad. Estoy seguro <strong>de</strong> que todo ello era<br />

a causa <strong>de</strong> su generoso corazón y no <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sventaja material<br />

<strong>de</strong> que se le echara a empujones sin recibir el préstamo: aquel<br />

caballero pedía dinero prestado siempre, es <strong>de</strong>cir, que ésa era<br />

su forma <strong>de</strong> pedir limosna, pues, tras hacer bastantes payasadas<br />

y divertir lo suyo al público, sentía que <strong>de</strong> alguna manera tenía<br />

<strong>de</strong>recho a pedir un préstamo. ¡Pero Dios mío! ¡Qué aspecto tenía<br />

al pedirlo! No podía ni imaginarme que en una superfi cie<br />

tan pequeña como era el rostro arrugado y anguloso <strong>de</strong> aquel<br />

hombre pudieran caber a la vez tantas muecas <strong>de</strong> diferente tipo,<br />

tantas extrañas y características sensaciones como insufribles<br />

* Fiódor M. Dostoievski, Cuentos completos, Traducción <strong>de</strong> Bela<br />

Martinova, Siruela/ fce, México, 2010.<br />

impresiones. ¡Nada faltaba allí! Había vergüenza, falso <strong>de</strong>scaro<br />

y <strong>de</strong>specho con repentino sonrojo <strong>de</strong> cara; cólera y timi<strong>de</strong>z por<br />

el fracaso; súplica <strong>de</strong>l perdón por el atrevimiento <strong>de</strong> importunar;<br />

conciencia <strong>de</strong> la propia dignidad y completa consciencia<br />

<strong>de</strong> su propia insignifi cancia: todo ello recorría su cara como un<br />

relámpago. Llevaba seis años abriéndose paso así en este mundo<br />

<strong>de</strong> Dios, sin conseguir hasta entonces mostrar un aspecto<br />

concreto en el momento crucial <strong>de</strong>l préstamo. Claro está que<br />

jamás podía portarse enteramente <strong>de</strong> un modo duro y vil. ¡Su<br />

corazón era <strong>de</strong>masiado inquieto y ardiente! Diré algo más: en<br />

mi opinión, se trataba <strong>de</strong> un hombre <strong>de</strong> lo más honesto y noble<br />

que había sobre la faz <strong>de</strong> la tierra, pero con un pequeño <strong>de</strong>fecto:<br />

podía cometer una bajeza, bondadosa y <strong>de</strong> manera <strong>de</strong>sinteresada,<br />

a la primera or<strong>de</strong>n, con tal <strong>de</strong> agradar al prójimo. En una<br />

palabra, era una persona completamente blan<strong>de</strong>ngue. Lo que<br />

resultaba más gracioso era que se vestía casi igual que todos,<br />

ni mejor ni peor; iba aseado e incluso con cierto refi namiento<br />

y cierta pretensión <strong>de</strong> seriedad y dignidad personal. Aquella<br />

igualdad externa y aquella <strong>de</strong>sigualdad interna, la inquietud por<br />

su persona a la vez que la continua humillación, producían un<br />

fuerte contraste, y el tipo era digno <strong>de</strong> risa y lástima. Si estuviera<br />

por completo convencido (cosa que siempre le sucedía a pesar<br />

<strong>de</strong> su experiencia) <strong>de</strong> que todos sus espectadores eran las personas<br />

más bondadosas <strong>de</strong>l mundo, <strong>de</strong> que se reían sólo <strong>de</strong> sus<br />

gracias y no <strong>de</strong> su con<strong>de</strong>nado ser, se quitaría con agrado el frac,<br />

se lo pondría como pudiera <strong>de</strong>l revés e iría por las calles con ese<br />

atuendo para agradar autocomplacido a los <strong>de</strong>más, con tal <strong>de</strong><br />

hacer reír a sus protectores y darles gusto a todos. Pero jamás<br />

lograba sentirse en pie <strong>de</strong> igualdad en nada. Tenía otro rasgo<br />

más: el muy estrafalario tenía amor propio, y en ocasiones, sólo<br />

en caso <strong>de</strong> no correr peligro, incluso era magnánimo. Había que<br />

ver y oír cómo sabía respon<strong>de</strong>r a veces, sin apiadarse <strong>de</strong> sí mismo<br />

y, por tanto, arriesgándose incluso heroicamente, a alguno<br />

<strong>de</strong> sus protectores que le hubiera sacado <strong>de</strong> quicio. Pero esto<br />

sucedía en contadas ocasiones… En una palabra, era un mártir<br />

en el pleno sentido <strong>de</strong> la palabra, pero, al mismo tiempo, el más<br />

enfermizo y, por lo tanto, el más cómico.<br />

Entre los huéspe<strong>de</strong>s estalló una discusión. De pronto vi<br />

cómo mi hombre estrafalario saltó sobre una silla y se puso a<br />

gritar con todas sus fuerzas intentando acaparar la palabra.<br />

—Escuche —me susurró el dueño <strong>de</strong> la casa—: a veces cuenta<br />

cosas <strong>de</strong> lo más interesante… ¿No le interesa?<br />

Asentí con la cabeza y me introduje en la muchedumbre. Y,<br />

realmente, el aspecto <strong>de</strong> un caballero bien vestido que se había<br />

subido a una silla, y que gritaba con todas sus ganas, acaparó la<br />

atención <strong>de</strong> todos. Muchos <strong>de</strong> los que no conocían al hombre<br />

4 la Gaceta número 476, agosto 2010


estrafalario se miraban perplejos entre sí; otros se reían en voz<br />

alta.<br />

—¡Yo conozco a Fedoséi Nicoláich! ¡Conozco mejor que<br />

nadie a Fedoséi Nicoláich! —gritaba el hombre ridículo <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

su altillo—. Caballeros, permítanme contarles. ¡Les contaré<br />

cosas interesantes acerca <strong>de</strong> Fedoséi Nicoláich! ¡Conozco una<br />

historia que es una maravilla…!<br />

—¡Cuéntela, Osip Mijáilych! ¡Cuéntela!<br />

—¡Cuéntela!<br />

—Escuchen, pues…<br />

—¡¡¡Escuchen, escuchen!!!<br />

—Allá voy; pero, caballeros, esta historia es muy particular…<br />

—¡Está bien, está bien!<br />

—Es una historia cómica.<br />

—¡Muy bien, estupendo, maravilloso! ¡Manos a la obra!<br />

—Se trata <strong>de</strong> un episodio <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> su humil<strong>de</strong> servidor…<br />

—Pero ¿para qué se esfuerza usted en anunciar que se trata<br />

<strong>de</strong> una historia cómica?<br />

—¡Es incluso algo trágica!<br />

—¡¿Ah?!<br />

—En una palabra, se trata <strong>de</strong> aquella historia que les ofrece<br />

a uste<strong>de</strong>s el placer <strong>de</strong> escucharme ahora, caballeros; la historia a<br />

raíz <strong>de</strong> la cual me vi ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> una compañía tan interesante.<br />

—¡Sin calambures!<br />

—Aquella historia…<br />

—En una palabra, aquella historia. Pues termine ya la introducción;<br />

aquella historia, que vale algo —añadió con voz<br />

queda un joven caballero rubio con bigote, metiendo la mano<br />

en su levita y haciendo que sacaba <strong>de</strong> ella sin darse cuenta un<br />

mone<strong>de</strong>ro en lugar <strong>de</strong>l pañuelo.<br />

—Se trata <strong>de</strong> aquella historia, señores míos, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la<br />

cual me hubiera gustado ver a muchos <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s en mi lugar.<br />

Y, por último, ¡aquella historia por la cual no me casé!<br />

—¡Casarse…! ¡Una mujer…! ¡Polzunkov quería casarse!<br />

—¡Confi eso que me habría encantado conocer ahora a madame<br />

Polzunkova!<br />

—Permita la curiosidad <strong>de</strong> saber: ¿cómo se llamaba la tal<br />

madame Polzunkova? —gritó con voz estri<strong>de</strong>nte un joven,<br />

abriéndose paso hacia el orador.<br />

—Y bien; capítulo primero, caballeros: esto sucedió hace<br />

ahora justo seis años, en primavera, el treinta y uno <strong>de</strong> marzo<br />

(anoten la fecha, caballeros), en vísperas <strong>de</strong>…<br />

—¡El primero <strong>de</strong> abril! 1 —exclamó el joven <strong>de</strong> pelo rizado.<br />

—Es usted extraordinariamente perspicaz. Ocurrió una tar<strong>de</strong>.<br />

Sobre el distrito N* <strong>de</strong> la ciudad se con<strong>de</strong>nsaba el crepúsculo<br />

y la luna estaba a punto <strong>de</strong> salir… bueno, y lo que siga…<br />

Bien, a última hora <strong>de</strong>l crepúsculo, en silencio, emergí yo <strong>de</strong><br />

mi pisucho, tras <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> mi poco comunicativa y ya difunta<br />

abuela. Disculpen, caballeros, por utilizar una expresión<br />

tan mo<strong>de</strong>rna, que oí por última vez estando en casa <strong>de</strong> Nicolái<br />

Nicoláich. Pero lo cierto es que mi abuela vivía completamente<br />

aislada: era ciega, muda, sorda y algo mentecata, ¡no le faltaba<br />

<strong>de</strong> nada…! Confi eso que yo estaba amedrentado, dispuesto<br />

para una gran hazaña. Mi corazón latía igual que el <strong>de</strong> un gatito<br />

cuando una mano huesuda lo agarra por el cogote.<br />

1 El 1º <strong>de</strong> abril en Rusia es el día <strong>de</strong> los Santos Inocentes. [T.]<br />

—¡Disculpe, monsieur Polzunkov!<br />

—¿Qué quiere?<br />

—¡Cuente usted <strong>de</strong> un modo más sencillo! ¡Por favor, no se<br />

esfuerce <strong>de</strong>masiado!<br />

—A sus ór<strong>de</strong>nes —dijo algo turbado Osip Mijáilych—. Entré<br />

en la (bienadquirida) casa <strong>de</strong> Fedoséi Nicoláich. Como es<br />

bien sabido, Fedoséi Nicoláich no era precisamente un compañero,<br />

sino todo un jefe. Anunciaron mi presencia y enseguida<br />

me hicieron pasar. Parece que lo estoy viendo: la habitación<br />

estaba casi a oscuras y no habían llevado las velas. Veo que entra<br />

Fedoséi Nicoláich. Y así nos quedamos los dos solos y a<br />

oscuras…<br />

—¿Qué ocurrió entonces entre uste<strong>de</strong>s? —preguntó un ofi -<br />

cial.<br />

—¿Y usted qué cree? —preguntó Polzunkov, volviéndose<br />

inmediatamente con la cara estremecida hacia el joven <strong>de</strong> cabello<br />

rizado—. Así pues, caballeros, aquí se dio una situación un<br />

tanto extraña. Mejor dicho, allí no había nada raro, sino que se<br />

trataba <strong>de</strong> una cuestión cotidiana: sencillamente, yo saqué <strong>de</strong><br />

mi bolsillo un fajo <strong>de</strong> papeles, y él a su vez otro <strong>de</strong>l suyo, sólo<br />

que <strong>de</strong>l <strong>de</strong> los ofi ciales…<br />

—¿Papel moneda?<br />

—Sí; y nos los intercambiamos.<br />

—Apuesto a que aquí la cosa huele a soborno —dijo un caballero<br />

joven, bien vestido y <strong>de</strong> cabello corto.<br />

—¡Soborno! —replicó Polzunkov—. ¡Ah! ¡Pue<strong>de</strong>n consi<strong>de</strong>rarme<br />

un liberal, <strong>de</strong> los muchos que he visto!<br />

—Y si alguna vez le tocara a usted prestar servicio en una<br />

provincia y no pudiera calentarse las manos en el fogón <strong>de</strong> la<br />

patria… Como dijo un poeta: “¡Hasta el humo <strong>de</strong> la patria nos<br />

resulta dulce y agradable!” ¡Nuestra querida patria, caballeros,<br />

es nuestra madre, nuestra madre, señores! ¡Y nosotros, sus crías<br />

que nos amamantamos <strong>de</strong> ella…!<br />

Estalló una carcajada general.<br />

—Sólo créanme, caballeros: yo jamás me <strong>de</strong>jé sobornar<br />

—dijo Polzunkov mirando con <strong>de</strong>sconfi anza a todos los presentes.<br />

Pero una risa homérica, incapaz <strong>de</strong> sofocarse, apagó <strong>de</strong> golpe<br />

las palabras <strong>de</strong> Polzunkov.<br />

—Es cierto, caballeros…<br />

Pero en ese momento se quedó callado mirando a todos<br />

los asistentes con una extraña expresión en la cara. Pue<strong>de</strong> que<br />

(¿quién sabe?) en aquel momento se le pasara por la cabeza que<br />

era más honrado que muchas <strong>de</strong> las personas <strong>de</strong> aquella honorable<br />

compañía… Sólo que la expresión seria <strong>de</strong> su cara no se le<br />

fue <strong>de</strong>l semblante hasta fi nalizar la algarabía general.<br />

—Y bien —dijo Polzunkov cuando todos se hubieron callado—,<br />

aunque jamás me había prestado yo a un soborno, en<br />

aquella ocasión me reconozco culpable; me guardé en el bolsillo<br />

el dinero <strong>de</strong>l sobornador… La cuestión es que me había<br />

encontrado con unos cuantos documentos que, <strong>de</strong> haber querido<br />

enviárselos a alguien, podían hacer que Fedoséi Nicoláich<br />

lo pasara mal.<br />

—¿De modo que él se los compró a usted?<br />

—Así es.<br />

—¿Y pagó mucho?<br />

—Pagó por aquello la cantidad por la que hoy día uno hubiera<br />

vendido su alma en todas sus variaciones… si quisieran<br />

comprársela. Sólo que yo me puse hecho una grana cuando me<br />

metí el dinero en el bolsillo. A <strong>de</strong>cir verdad, no sé por qué<br />

número 476, agosto 2010 la Gaceta 5


siempre me suce<strong>de</strong> esto, caballeros… El caso es que yo estaba<br />

petrifi cado, moviendo los labios y temblándome las piernas;<br />

bueno, pues tengo la culpa, soy culpable, me sentía avergonzado<br />

y dispuesto a pedirle perdón a Fedoséi Nicoláich…<br />

—Y bien, ¿le perdonó?<br />

—No lo hice… únicamente estoy contando lo que sucedió<br />

en aquel momento; yo, bueno, tengo un corazón apasionado.<br />

Veo que me mira fi jamente a los ojos:<br />

“—No teme usted a Dios, Osip Mijáilych.<br />

”Pero ¿qué iba a hacer? Yo, por cumplir, me quedé parado<br />

con la cabeza inclinada hacia un lado:<br />

”—¿Por qué no había <strong>de</strong> temer a Dios, Fedoséi Nicoláich?<br />

—pero lo <strong>de</strong>cía por <strong>de</strong>cir, por <strong>de</strong>coro… cuando lo cierto era<br />

que quería que me tragara la tierra.<br />

”—¡Siendo durante tanto tiempo amigo <strong>de</strong> la familia, podría<br />

<strong>de</strong>cirse que como un hijo… y quién sabe lo que aún nos pue<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>parar la suerte, Osip Mijáilych! ¡Y <strong>de</strong> pronto, una <strong>de</strong>nuncia!<br />

¡Está dispuesto a <strong>de</strong>nunciarme! ¡Vaya cosa!… Después <strong>de</strong> esto,<br />

¿qué pue<strong>de</strong> uno pensar <strong>de</strong> la gente, Osip Mijálych?<br />

”¡Pues sí, señores, fue como una exhortación!<br />

”—No —me dijo—. Dígame, ¿qué es lo que pue<strong>de</strong> pensar<br />

uno <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esto, Osip Mijáilych?<br />

”¡Y qué había <strong>de</strong> pensar! ¿Saben? Me carraspeaba la garganta,<br />

me temblaba la vocecilla, y, ya sintiendo mi vergonzosa<br />

actitud, eché mano al sombrero…<br />

”—¿Adón<strong>de</strong> va usted, Osip Mijáilych? ¿Es posible que en<br />

vísperas <strong>de</strong> un día así…? ¿Acaso también ahora me va usted a<br />

guardar rencor? ¿Qué es lo que le he hecho?<br />

”—¡Fedoséi Nicoláich! —le dije yo—. ¡Fedoséi Nicoláich!<br />

”Bueno, es <strong>de</strong>cir, me ablandé, caballeros, me <strong>de</strong>rretí como<br />

un terrón <strong>de</strong> azúcar. ¿Qué iba a hacer? Incluso el fajo <strong>de</strong> billetes<br />

que tenía en el bolsillo parecía gritarme: ‘¡eres un <strong>de</strong>sagra<strong>de</strong>cido,<br />

un bandido, ladrón con<strong>de</strong>nado’… como si pesara cinco<br />

pu<strong>de</strong>s… 2 (¡Y, si fuéramos sinceros, eso era lo que pesaba…!)<br />

”—Estoy viendo… —dijo Fedoséi Nicoláich—, estoy viendo<br />

su arrepentimiento…; sabe usted que mañana…<br />

”—Es el día <strong>de</strong> santa María <strong>de</strong> Egipto.<br />

”—Bueno, no llore —dijo Fedoséi Nicoláich—, está bien:<br />

pecó y se arrepintió. ¡Vamos! ¡Quizá todavía consiga conducirle<br />

<strong>de</strong> nuevo por el buen camino!… Tal vez mis mo<strong>de</strong>stos<br />

2 Antigua medida rusa que equivale a 16.3 kg. [T.]<br />

6 la Gaceta número 476, agosto 2010


penates —recuerdo que dijo exactamente, eso, penates, el muy<br />

bandido— le hagan otra vez entrar en calor a su endu… —no<br />

dijo endurecido, sino “extraviado corazón”…<br />

”Me tomó <strong>de</strong>l brazo, caballeros, y me condujo don<strong>de</strong> sus<br />

familiares. Yo sentía escalofríos en la espalda. ¡Temblaba! Y<br />

pensé: ‘¿con qué cara voy a mirarlos…?’ Pero han <strong>de</strong> saber,<br />

caballeros… ¿cómo <strong>de</strong>cirlo?… que había aquí, en el fondo, una<br />

cuestión <strong>de</strong> licada”.<br />

—¿No sería, tal vez, la señora Polzunkova? —le preguntaron.<br />

—María Fedoséievna. Sólo que, por lo que se ve, no le estaba<br />

<strong>de</strong>stinado ser la tal señora, como usted la llama. ¡No tuvo<br />

el honor! Pero Fedoséi Nicoláich tenía razón al <strong>de</strong>cir que en<br />

su casa me trataban como si fuera un hijo. Esto sucedía hace<br />

medio año, cuando aún estaba en vida el llamado Mijaíl Maksímych<br />

Dvigáilov, un ca<strong>de</strong>te retirado. Sólo que la voluntad <strong>de</strong><br />

Dios dispuso que falleciera habiendo <strong>de</strong>jado siempre su testamento<br />

para otro momento; y así fue como sucedió que <strong>de</strong>spués<br />

no encontraron el testamento por ningún sitio…<br />

—¡Ah!<br />

—Bueno, ¡qué se le va a hacer! ¡Disculpen, caballeros! Me fui<br />

<strong>de</strong> la lengua. Es malillo el calambur; pero no pasa nada porque<br />

sea malillo; ya que la cosa se puso aún peor cuando me hube <strong>de</strong><br />

quedar, por así <strong>de</strong>cirlo, con cero perspectivas; porque el ca<strong>de</strong>te<br />

retirado, aunque no me <strong>de</strong>jaban poner los pies en su casa (vivió<br />

como un marqués, porque tenía la mano larga), pue<strong>de</strong> que no<br />

se equivocara consi<strong>de</strong>rándome como un hijo natural.<br />

—¡Ah!<br />

—¡Sí, así fue! Bueno, y empezaron a ponerme malas caras<br />

en casa <strong>de</strong> Fedoséi Nicoláich. Yo me daba cuenta <strong>de</strong> ello, me<br />

hacía el fuerte, pero <strong>de</strong> pronto, para mi <strong>de</strong>sgracia (y pue<strong>de</strong> que<br />

también para mi suerte), como un aluvión <strong>de</strong> nieve que cae<br />

sobre la cabeza <strong>de</strong> uno, llegó a nuestra ciudad un remontista.<br />

Su trabajo, a <strong>de</strong>cir verdad, era <strong>de</strong> mucha movilidad, nada duro,<br />

<strong>de</strong> caballería ligera; sólo que se estableció en casa <strong>de</strong> Fedoséi<br />

Nicoláich como una bala que se incrusta en la pared. Yo, que<br />

era amigo <strong>de</strong> la casa, me sentí relegado y le dije suavemente a<br />

Fedoséi Nicoláich:<br />

“—Entre otras cosas… ¿por qué me ofen<strong>de</strong>?<br />

”En cierto modo a mí ya se me consi<strong>de</strong>raba como un hijo…<br />

¿cuánto tiempo más había <strong>de</strong> esperar… lo paternal… lo paternal?<br />

Y él, señor, me contestó. Bueno; se puso a hablar recitándome<br />

todo un poema en doce cantos; no me quedó más<br />

remedio que escuchar, relamerme y hacer dulces gestos con las<br />

manos, sin que tuviera sentido alguno, es <strong>de</strong>cir, ¿qué sentido<br />

tenía? No se entendía ni comprendía nada. Me sentía como un<br />

estúpido, y él venga a nublarme la vista dando vueltas como una<br />

peonza y volviéndose <strong>de</strong>l revés; con talento, con verda<strong>de</strong>ro talento,<br />

es un don que da miedo. Me puse a dar vueltas <strong>de</strong> un lado<br />

para otro. Me <strong>de</strong>jé llevar por sus romanceros, escuché sus frases<br />

acarameladas, sus calambures; entre ayes y suspiros le dije:<br />

”—¡Ah! Me duele el corazón —le dije—; <strong>de</strong> amor me duele<br />

—y solté las lágrimas para las confi <strong>de</strong>ncias. ¡Qué ingenuas somos<br />

las personas! ¡Él no había comprobado con el sacristán los<br />

libros <strong>de</strong> la parroquia e ignoraba que yo ya pasaba <strong>de</strong> los treinta!<br />

¡Vaya! ¡Venirme a mí con astucias! ¡Hasta allí podíamos llegar!<br />

Las cosas no me salían bien, mientras que en torno a mí se oían<br />

risas y burlas. ¡Y bueno! ¡Me entró una rabia como si me tomaran<br />

por el pescuezo! ¡Y me escabullí pensando no poner más<br />

el pie en esa casa! Estuve dándole vueltas y tramando poner la<br />

<strong>de</strong>nuncia. Reconozco que actué vilmente, quise <strong>de</strong>nunciar a un<br />

amigo, confi eso que había sufi ciente material para ello, y un<br />

material glorioso, un asunto capital. ¡Me dieron mil quinientos<br />

rublos en plata cuando fui a cambiarlos junto a la <strong>de</strong>nuncia!”<br />

—¡Ah! ¡Y ya está aquí el soborno!<br />

—Sí señor, eso habría sido un soborno; y el sobornador me<br />

habría dado el dinero. (Y no sería pecado, en verdad que no.)<br />

Bueno y ahora vuelvo a mi historia: ni vivo ni muerto me condujo,<br />

si me permiten uste<strong>de</strong>s recordarlo, al cuarto <strong>de</strong>l té; me recibieron<br />

todos como si estuvieran ofendidos, es <strong>de</strong>cir, no justo así,<br />

sino sencillamente afl igidos… Bueno, <strong>de</strong>strozados, por completo<br />

<strong>de</strong>strozados, y, al mismo tiempo, refulgiéndoles los rostros <strong>de</strong><br />

importancia, y con la mirada seria, es <strong>de</strong>cir, algo paternal, familiar…<br />

el hijo pródigo ha regresado a casa. ¡Eso es! Me invitaron<br />

a tomar el té, cuando yo, con los pies helados, sentía hervir el<br />

samovar en mi pecho. Estaba rezando, asustado. María Fominishna,<br />

su esposa, la consejera <strong>de</strong>l juzgado <strong>de</strong> provincias (y actualmente<br />

consejera colegiada) <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio se dirigió a mí:<br />

“—¿Cómo es que has a<strong>de</strong>lgazado tanto, padrecito? —me<br />

dijo.<br />

”—Pues nada, que estoy indispuesto, María Fominishna…<br />

—le dije. Me temblaba la vocecilla. Y ella, la muy hipócrita, va<br />

<strong>de</strong> pronto y, sin ton ni son, me suelta:<br />

”—¡Parece que la conciencia te viene gran<strong>de</strong> al alma, padrecito<br />

mío, Osip Mijáilych! ¡Has querido traicionar nuestra sal y<br />

nuestro pan familiar! ¡Las lágrimas <strong>de</strong> sangre que habré vertido<br />

yo por ti!<br />

”Lo juro por Dios, que eso fue lo que dijo, yendo contra su<br />

propia conciencia. ¡Qué tipa más astuta! Y así permaneció, sentada<br />

y sirviendo el té. Y yo pensando para mis a<strong>de</strong>ntros: ‘si te<br />

vieras en el mercado, querida, gritarías más que todas esas mujeres<br />

juntas’. ¡Así es como era nuestra consejera! Y he aquí que,<br />

para mi <strong>de</strong>sgracia, entró la hija, María Fedoséievna, con toda su<br />

inocencia, un poco pálida, los ojillos enrojecidos <strong>de</strong> haber llorado,<br />

y yo, como un estúpido, me quedé petrifi cado en el sitio.<br />

Después resultó que había estado llorando por el remontista,<br />

mientras que éste se largó, sólo <strong>de</strong>sapareció, porque han <strong>de</strong> saber<br />

uste<strong>de</strong>s (viene ahora al caso mencionarlo) que le llegó el<br />

momento <strong>de</strong> partir, se le pasaba el plazo, pero no precisamente<br />

el ofi cial, sino… Ya <strong>de</strong>spués fue cuando se enteraron los disgustados<br />

padres. Pero ¿qué iban a hacerle? Guardaron a cal y canto<br />

la pena en casa. ¡Vi que yo no tenía salida! ¡La miré y me sentí<br />

perdido, sencillamente perdido! Miré <strong>de</strong> reojo mi sombrero,<br />

me entraban ganas <strong>de</strong> agarrarlo y salir corriendo; pero no: me<br />

cambiaron el sombrero <strong>de</strong> sitio… He <strong>de</strong> confesar que estaba<br />

dispuesto a salir corriendo incluso sin él; pero vi que no podía<br />

ser, pues habían cerrado la puerta con el pestillo. Y empezaron<br />

las risitas amigables, los guiños <strong>de</strong> ojos y el embaucamiento;<br />

yo estaba confuso, solté una mentira, me puse a hablar sobre<br />

el amor; y ella, mi palomita, se sentó a tocar el clavicordio y,<br />

en tono melancólico, se puso a cantar la romanza <strong>de</strong> un húsar<br />

apoyado en su sable. ¡Santo Dios!<br />

”—Y bien —dijo Fedoséi Nicoláich—, ¡todo está olvidado!<br />

¡Ven, ven a mis brazos!<br />

”Y yo, tal y como estaba, apreté mi cara contra su chaleco.<br />

”—¡Mi bienhechor, mi padre natural! —le dije, y me eché a<br />

llorar a lágrima viva. ¡Dios mío, la que se montó! Lloraba él, su<br />

mujer, Máshenka… también una pequeña rubia que había por<br />

allí… y empezaron a salir <strong>de</strong> todos los rincones niños (¡Dios<br />

había ben<strong>de</strong>cido su hogar!) que también lloraban… ¡cuántas<br />

número 476, agosto 2010 la Gaceta 7


lágrimas, es <strong>de</strong>cir, cuántos perdones, qué alegría, el encuentro<br />

con el hijo pródigo, como si fuera un soldado que regresa a la<br />

patria! Se pusieron a servir dulces, a jugar a las prendas: ‘¡Oh,<br />

cómo duele!’; ‘¿Qué te duele?’; ‘El corazón’. ‘Y ¿por qué?’. La<br />

palomita se puso toda colorada. El viejo y yo nos tomamos un<br />

ponche, y <strong>de</strong>spués nos separamos; me sentía por completo almibarado…<br />

”Regresé a casa con la abuela. Estaba mareado; durante todo<br />

el camino me iba riendo y al llegar estuve un par <strong>de</strong> horas dando<br />

vueltas por el <strong>de</strong>sván; <strong>de</strong>sperté a la vieja y la hice partícipe<br />

<strong>de</strong> la felicidad.<br />

”—Pero ¿te dio el dinero, el muy tunante? —me preguntó.<br />

”—¡Me lo dio, abuela, me lo dio, querida, la dicha ha llegado<br />

a nuestra casa, abre la puertas!<br />

”—¡Bueno, y ahora cásate, que ya va siendo hora! —me dijo<br />

la vieja—; ¡se ve que mis plegarias han sido escuchadas!<br />

”Desperté a Sofrón.<br />

”—¡Sofrón —le dije—, quítame las botas! —Sofrón se puso<br />

a quitarme las botas—. ¡Bueno, Sofrosha! ¡Felicítame, dame un<br />

beso! ¡Me caso, hermano, sencillamente me caso! ¡Emborráchate<br />

mañana y pásatelo bien —le dije—, que se casa tu señorito!”<br />

”Tenía el corazón juguetón y alegre… Ya me estaba quedando<br />

dormido cuando <strong>de</strong> pronto me <strong>de</strong>sperté; me quedé sentado<br />

y pensando. Entonces se me pasó por la cabeza que el día siguiente<br />

iba a ser el primero <strong>de</strong> abril, un día tan claro y bullicioso.<br />

¿Y qué suce<strong>de</strong>ría si…? ¡Y se me ocurrió la i<strong>de</strong>a, señores! Me<br />

levanté <strong>de</strong> la cama, encendí la vela y, tal como estaba, me senté<br />

al escritorio; quiero <strong>de</strong>cir que estaba bien <strong>de</strong>spierto y fuera <strong>de</strong><br />

mí: ¿saben, caballeros, cuando uno está completamente fuera<br />

<strong>de</strong> sí? Me di con toda la cara en el lodo, señores. Vamos, que<br />

es una cuestión <strong>de</strong> carácter: ellos te agarran un poco, y tú les<br />

entregas mucho. En efecto, tomen uste<strong>de</strong>s también esto. Ellos<br />

te dan una bofetada y tú, encantado, vas y les ofreces la espalda<br />

entera. Después, te seducen con un pedazo <strong>de</strong> pan, mientras<br />

tú, con toda el alma, les pones las patitas encima y les das lengüetazos.<br />

¡Si al menos ahora, señores…! ¡Están uste<strong>de</strong>s riendo<br />

y hablando en voz baja, si lo estoy viendo! Después, cuando<br />

ya les cuente todo el intríngulis, se reirán <strong>de</strong> mí y se burlarán<br />

<strong>de</strong> mí, pero tengo que contarles todo. Pero ¿quién me habrá<br />

mandado? ¿Quién me apresura? Pues uno que está <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> mí<br />

susurrándome: “¡vamos, dilo, cuéntalo!” Y yo cuento y penetro<br />

en sus almas cual si fueran todos uste<strong>de</strong>s para mí hermanos,<br />

amigos íntimos… ¡Eh!…<br />

8 la Gaceta número 476, agosto 2010


La risa que poco a poco empezaba a subir <strong>de</strong> tono por todos<br />

los rincones sofocó por fi n la voz <strong>de</strong>l narrador, que en verdad<br />

había llegado a una especie <strong>de</strong> éxtasis; se quedó callado recorriendo<br />

con la mirada al público durante unos minutos, y <strong>de</strong>spués,<br />

cual si se <strong>de</strong>jara <strong>de</strong> pronto llevar por un vendaval, hizo un<br />

a<strong>de</strong>mán con la mano, soltó una carcajada, como si realmente le<br />

pareciera ridícula su situación, y <strong>de</strong> nuevo se puso a narrar:<br />

—Apenas pegué ojo aquella noche, caballeros; estuve toda la<br />

noche <strong>de</strong>jando correr la pluma. ¿Han visto lo que me inventé?<br />

¡Ah, señores! ¡Con sólo recordarlo me remuer<strong>de</strong> la conciencia!<br />

¡Y a<strong>de</strong>más por la noche! ¡Con la vista nublada, me sentía ahogado,<br />

me enredé con las san<strong>de</strong>ces, y, cómo no, mentí! Por la<br />

mañana, cuando me <strong>de</strong>sperté, vi que sólo había dormido un par<br />

<strong>de</strong> horas. Me vestí, me lavé, me ricé el pelo, me di pomada, me<br />

puse el frac nuevo y me fui directamente a la fi esta <strong>de</strong> Fedoséi<br />

Nicoláich con el papel metido en el sombrero. Me recibió él<br />

mismo con los brazos abiertos y <strong>de</strong> nuevo me invitó a que me<br />

apoyara en su chaleco paternal. Yo me mantuve fi rme, pues lo<br />

ocurrido el día anterior me daba vueltas en la cabeza. Retrocedí<br />

un paso.<br />

“—¡No! —le dije—; Fedoséi Nicoláich, si es tan amable,<br />

¡haga el favor <strong>de</strong> leer este papelito! —y le tendí la nota. ¿Y<br />

saben lo que <strong>de</strong>cía el papel? Que Osip Mijáilovich, por esto y<br />

por lo otro, se <strong>de</strong>spedía <strong>de</strong> él y fi rmaba la solicitud. ¡Eso fue lo<br />

que se me ocurrió, señores! ¡No se me había ocurrido nada mejor!<br />

Es <strong>de</strong>cir, como era el 1 o <strong>de</strong> abril, para bromear, adopté la<br />

postura <strong>de</strong> que no se me había pasado la ofensa; <strong>de</strong> que durante<br />

la noche cambié <strong>de</strong> opinión, lo pensé mejor, me puse echo un<br />

basilisco y me enfurecí aún más; en <strong>de</strong>fi nitiva: ‘aquí tienen, mis<br />

queridos bienhechores, que no quiero saber nada ni <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s<br />

ni <strong>de</strong> su hija; el dinerito me lo metí ayer en el bolsillo, estoy<br />

bien servido, <strong>de</strong> manera que le entrego mi renuncia. ¡No <strong>de</strong>seo<br />

prestar servicios bajo una dirección como la <strong>de</strong> Fedoséi Nicoláich!<br />

Buscaré otro trabajo, y <strong>de</strong>spués pondré la <strong>de</strong>nuncia’.<br />

¡Representé ese papel tan vil! ¡Se me ocurrió darles el susto! ¡Y<br />

encontré con qué dárselos! ¿A que está bien, señores? O sea,<br />

como se mostraron tan cariñosos el día anterior, me permití<br />

gastarles una bromita familiar, burlarme <strong>de</strong>l corazoncito <strong>de</strong> Fedoséi<br />

Nicoláich…<br />

”En cuanto él tomó el papel y lo abrió, vi que le cambió la<br />

expresión <strong>de</strong> la cara.<br />

”—¿Y bien, Osip Mijáilych?<br />

”—¡Es el 1 o <strong>de</strong> abril! —le dije como un estúpido—. ¡Le felicito<br />

la festividad, Fedoséi Nicoláich! —como un niño pequeño<br />

que se escon<strong>de</strong> a hurtadillas <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l sillón <strong>de</strong> la abuela y <strong>de</strong>spués<br />

le da un susto gritándole al oído. ¡Se me ocurrió darle un<br />

susto! Sí… sí, sencillamente me da vergüenza incluso contarlo,<br />

caballeros. ¡Que no! ¡No voy a contarlo, señores!”<br />

—¿Y qué sucedió <strong>de</strong>spués?<br />

—¡Que no, que no, cuéntelo! ¡No! ¡Cuéntelo! —se empezó<br />

a oír <strong>de</strong> todos los lados <strong>de</strong> la sala.<br />

—Pues comenzaron los comentarios, chismorreos y exclamaciones.<br />

Yo era un pilluelo y un chistoso que les había dado un<br />

buen susto, pero, a pesar <strong>de</strong> ello, oía tantas palabras dulces, que<br />

<strong>de</strong> lo avergonzado que me sentí me quedé pensativo y asustado:<br />

¿cómo un pecador así pue<strong>de</strong> estar en un lugar tan sagrado?<br />

“—¡Ay, querido! —gritó la consejera—, ¡vaya susto que me<br />

has dado, que hasta ahora me siguen temblando las piernas, apenas<br />

me tengo en pie! Enloquecida, salí corriendo don<strong>de</strong> Masha:<br />

‘¡Máshenka! —le dije—, ¿qué va a ser <strong>de</strong> nosotros? ¡Mira<br />

lo que ha resultado ser tu novio!’ ¡Como he pecado, perdona<br />

querido a esta vieja, que no da pie con bola! ¡Se me ocurrió<br />

pensar que ayer cuando se fue a su casa se puso a darle vueltas y<br />

posiblemente creyera que le habíamos hecho <strong>de</strong>masiado la corte;<br />

que pretendíamos engatusarle; y me quedé helada! ¡Bueno,<br />

Máshenka, está bien, Osip Mijáilych no es ningún extraño para<br />

nosotros! ¡Soy tu madre, no diré nada <strong>de</strong> más! ¡Gracias a Dios<br />

no tengo veinte años, sino cuarenta y cinco…!<br />

”¿Y qué creen, caballeros? ¡Me faltó poco para ponerme a<br />

sus pies! ¡Y <strong>de</strong> nuevo se pusieron a llorar! ¡Y otra vez a darse<br />

besos! Empezaron a bromear. A Fedoséi Nicoláich también se<br />

le ocurrió gastar una broma por el 1 o <strong>de</strong> abril. Dijo que vino<br />

volando el Ave Fénix con su pico <strong>de</strong> diamantes y le traía una<br />

carta. ¡También quería engañar! ¡Y qué risa les entró! ¡Qué<br />

conmovedor! ¡Uf! ¡Hasta da vergüenza contarlo!<br />

”¡Y bien, señores míos! ¡Eso es todo! Pasó un día, otro, y<br />

otro más, y una semana. A mí ya se me consi<strong>de</strong>raba formalmente<br />

como su novio. Se habían encargado las alianzas, se fi jó el<br />

día <strong>de</strong> la boda, sólo querían guardar el secreto hasta que llegara<br />

el momento; se aguardaba al inspector. La espera se me hizo<br />

eterna y mi suerte parecía <strong>de</strong>tenerse en ella. ‘Cuanto antes me<br />

lo quite <strong>de</strong> encima, tanto mejor’, pensé. Mientras, Fedoséi Nicoláich,<br />

entre broma y broma, fue <strong>de</strong>scargando sobre mí todo<br />

su trabajo: yo llevaba las cuentas, hacía informes, llevaba libros<br />

<strong>de</strong> contabilidad, balances, etc. Había un terrible <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, todo<br />

estaba manga por hombro, el enredo era gran<strong>de</strong>. ‘¡Bueno, me<br />

esforzaré por mi suegro!’, pensaba yo. Siempre estaba pachucho,<br />

se puso enfermo y a medida que pasaban los días se iba<br />

encontrando cada vez peor, mientras que yo me iba quedando<br />

más <strong>de</strong>lgado que un alfi ler, no dormía por las noches y temía<br />

caer enfermo. ¡Sin embargo, terminé felizmente el trabajo! ¡Lo<br />

acabé a tiempo! De pronto, me envían un recado. ‘¡Date prisa!<br />

—me dicen—, ¡Fedoséi Nicoláich se encuentra mal!’ Salgo corriendo<br />

a toda velocidad. ‘¿Qué habrá pasado?’, pensé. Veo que<br />

mi Fedoséi Nicoláich está sentado con la cabeza envuelta en<br />

compresas <strong>de</strong> vinagre, frunciendo el ceño y quejándose:<br />

”—¡Ay, ay! ¡Alma mía, querido! —me dijo—. Me estoy muriendo.<br />

¿Quién se encargará <strong>de</strong> mis polluelos? —vino su mujer<br />

con los niños y también Máshenka llorando. Bueno, y yo mismo<br />

también me eché a llorar—. ¡Pues no! —dice—, ¡Dios será<br />

justo! ¡No os hará pagar a todos vosotros por mis pecados!<br />

”Y, llegado ese momento, les hizo salir a todos, y les or<strong>de</strong>nó<br />

cerrar la puerta tras ellos para quedarnos él y yo a solas:<br />

”—¡Tengo que pedirte algo!<br />

”—¿De qué se trata?<br />

”—Entre otras cosas, hermano mío, ni en el lecho <strong>de</strong> muerte<br />

tendré paz: necesito dinero.<br />

”—¿Cómo es eso? —en aquel momento me <strong>de</strong>lató el sonrojo<br />

y se me paralizó la lengua.<br />

”—Pues así, hermano, tengo que pagar al fi sco. ¡No he reparado<br />

en gastos para el bien común, sacrifi cando incluso mi propia<br />

vida! ¡No vayas a pensar mal <strong>de</strong> mí! Me siento triste porque<br />

me han calumniado ante ti… Te equivocaste y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces<br />

la pena me hizo encanecer. El inspector está a punto <strong>de</strong> llegar,<br />

a Matvéiev le faltan siete mil rublos y yo soy el responsable.<br />

¡Imagínate! ¡Me los pedirán a mí, hermano! ¡No se los van a<br />

pedir a Matvéiev! ¡Para qué ponerle el hacha encima al pobre!<br />

”‘¡Qué santo! —pensé—. ¡Esto es un hombre pío! ¡Esto es<br />

un alma!’ Y él va y me dice:<br />

”—No quiero tomar el dinero <strong>de</strong> la dote <strong>de</strong> mi hija; es di-<br />

número 476, agosto 2010 la Gaceta 9


nero sagrado. Es verdad que tengo dinero, sólo que se lo he<br />

prestado a otros, ¿cómo podría reunirlo todo ahora?<br />

”Y yo, según estaba, caí <strong>de</strong> rodillas ante él.<br />

”—¡Eres mi bienhechor! —exclamé—. ¡Te he ofendido y<br />

faltado, los difamadores han levantado calumnias contra ti; no<br />

lo rechaces y toma nuevamente tu dinero!<br />

”Me miró y <strong>de</strong> sus ojos brotaron las lágrimas.<br />

”—¡Esperaba esto <strong>de</strong> ti, hijo mío! ¡Levántate! En su día te<br />

perdoné por las lágrimas <strong>de</strong> mi hija; y ahora también te perdona<br />

mi corazón. Has curado mis úlceras —me dijo—. ¡Te bendigo<br />

por los siglos <strong>de</strong> los siglos!<br />

”Y en cuanto me hubo ben<strong>de</strong>cido, caballeros, me eché a<br />

correr a toda prisa a casa para traerle el dinero que le había<br />

prometido:<br />

”—¡Aquí tiene todo, padrecito; sólo gasté cincuenta rublos!<br />

—le dije.<br />

”—No pasa nada —dijo—, no hay que poner peros a todo;<br />

hay prisa, <strong>de</strong> modo que escribe una nota con fecha atrasada,<br />

diciendo que a cuenta <strong>de</strong>l sueldo solicitas un a<strong>de</strong>lanto <strong>de</strong> cincuenta<br />

rublos. Y yo enseñaré a los jefes que se te dio el anticipo…”<br />

¡Y bien, caballeros! ¿Qué creen uste<strong>de</strong>s? ¡Escribí la nota!<br />

—Bueno; bien. Pero ¿en qué quedó todo eso?<br />

—Después <strong>de</strong> escribir la nota, señores míos, así terminó la<br />

cosa:<br />

Al día siguiente, por la mañana temprano, me trajeron un<br />

sobre certifi cado y sellado. Lo miré, ¿y qué creen que vi? ¡El<br />

<strong>de</strong>spido! Es <strong>de</strong>cir, que entregara los asuntos, que terminara las<br />

cuentas y a mí que me partiera un rayo.<br />

—¿Cómo era posible?<br />

—¡Cómo era posible, señores!, exclamé yo lanzando blasfemias.<br />

¿Por qué me zumbarían los oídos?, pensé. Creí que no<br />

era nada, que quizás el inspector iba a llegar a la ciudad. ¡El corazón<br />

se me estremeció! “Está bien”, me dije. Y, según estaba,<br />

salí corriendo a casa <strong>de</strong> Fedoséi Nicoláich.<br />

“—¿Qué? —le dije.<br />

”—¿Qué qué? —me respondió.<br />

”—¡Pues el <strong>de</strong>spido!<br />

”—¿Qué <strong>de</strong>spido?<br />

”—¿Y esto qué es?<br />

”—¡Pues eso, el <strong>de</strong>spido!<br />

”—¿Acaso lo he solicitado?<br />

”— Pero ¡cómo!, ¿acaso no lo solicitó el 1 o <strong>de</strong> abril? —(¡yo<br />

no me había quedado con la nota!).<br />

”—¡Fedoséi Nicoláich! ¿Son mis ojos los que lo ven y mis<br />

oídos los que lo escuchan?<br />

”—¡Es una lástima, señor mío, me da mucha pena que haya<br />

<strong>de</strong>cidido usted retirarse tan pronto <strong>de</strong>l servicio! Un hombre<br />

joven tiene que estar en activo, y a usted, señor, le ha dado una<br />

ventolera. Y en cuanto al certifi cado, estése tranquilo, yo me<br />

encargaré <strong>de</strong> él. ¡Tiene usted unos informes excelentes!<br />

”—¡Pero si fue una broma, Fedoséi Nicoláich! ¡Yo no tenía<br />

intención, y entregué el papel como una broma familiar… eso<br />

es!<br />

”—¿Cómo? ¿Qué broma?… señor. ¿Acaso se pue<strong>de</strong> bromear<br />

con cosas <strong>de</strong> este tipo? Cualquier día, por una cosa así,<br />

le <strong>de</strong>portan a Siberia. Y ahora, adiós. Tengo prisa, estamos esperando<br />

al inspector y el servicio está antes que nada. Usted<br />

pue<strong>de</strong> quedarse <strong>de</strong> brazos cruzados, mientras que a nosotros<br />

el <strong>de</strong>ber nos espera. Ya le redactaré un certifi cado como Dios<br />

manda. Por cierto, compré la casa <strong>de</strong> Matvéiev; nos mudaremos<br />

uno <strong>de</strong> estos días; y espero tener el placer <strong>de</strong> no verle en<br />

mi nuevo domicilio. ¡Suerte!<br />

”Eché a correr a toda prisa a casa:<br />

”—¡Estamos perdidos, abuela! —exclamé. Ella sollozaba. Y<br />

en aquel momento vimos que venía corriendo un mensajero <strong>de</strong><br />

parte <strong>de</strong> Fedoséi Nicoláich, y que traía una nota y una jaula con<br />

un estornino <strong>de</strong>ntro; el estornino se lo había regalado yo un día<br />

que me sentía generoso. La nota sólo <strong>de</strong>cía: ‘Primero <strong>de</strong> abril’,<br />

y nada más. ¡Esto es, caballeros! ¿Qué opinan?”<br />

—Y bien, ¿qué más?<br />

—¿Que qué más? Un día me crucé con Fedoséi Nicoláich, y<br />

me dieron ganas <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle que era un sinvergüenza…<br />

—Y ¿qué?<br />

—¡Pues nada, señores! ¡Que no pu<strong>de</strong> articular palabra! G<br />

10 la Gaceta número 476, agosto 2010


Introducción*<br />

Joseph Frank<br />

Los últimos diez años <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> Dostoievski, tema <strong>de</strong>l presente<br />

volumen, señalan el fi n <strong>de</strong> una extraordinaria carrera literaria<br />

y <strong>de</strong> una vida que llegó a las cumbres y a las profundida<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> la sociedad rusa. Durante estos años se volvió costumbre,<br />

incluso entre personas que disentían (y a veces violentamente)<br />

<strong>de</strong> Dostoievski acerca <strong>de</strong> las cuestiones sociales y políticas,<br />

contemplarlo con cierta reverencia, y sentir que sus obras encarnaban<br />

una visión profética que iluminó Rusia y su <strong>de</strong>stino.<br />

Uno <strong>de</strong> sus poemas favoritos, que a menudo leía en voz alta,<br />

era “El profeta”, <strong>de</strong> Pushkin, obra po<strong>de</strong>rosamente evocadora;<br />

y cada vez que lo hacía, quienes lo escuchaban fascinados sentían<br />

siempre que él estaba asumiendo esta función. La estatura<br />

sin prece<strong>de</strong>ntes que alcanzó ha <strong>de</strong>jado asombrados hasta a sus<br />

amigos y admiradores, y ha rebasado todas las fronteras personales<br />

y políticas. A ojos <strong>de</strong> la gran mayoría <strong>de</strong>l público lector,<br />

se convirtió en símbolo vivo <strong>de</strong> todos los pa<strong>de</strong>cimientos que<br />

* Joseph Frank, Dostoievski. El manto <strong>de</strong>l profeta, 1871-1881, Traducción<br />

<strong>de</strong> Juan José Utrilla, fce, México, 2010.<br />

la historia había impuesto al pueblo ruso, así como <strong>de</strong> todo su<br />

anhelo <strong>de</strong> un mundo i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> amor fraternal (cristiano) y <strong>de</strong><br />

armonía.<br />

Muy diversos factores contribuyeron a la posición única <strong>de</strong><br />

que Dostoievski disfrutó durante el <strong>de</strong>cenio <strong>de</strong> 1870. En su<br />

Diario <strong>de</strong> un escritor (hoy poco leído), obra periodística escrita<br />

mensualmente por él durante dos años, comentó el escenario<br />

contemporáneo con pasión, energía y elocuencia, y también<br />

incluyó recuerdos literarios, cuentos y bocetos. Estas entregas<br />

periódicas <strong>de</strong> carácter personal tuvieron un éxito enorme, llegando<br />

a un público más numeroso que ninguna publicación<br />

anterior <strong>de</strong> comparable seriedad intelectual; <strong>de</strong> este modo,<br />

aunque muchas <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as allí expresadas no representan lo<br />

mejor <strong>de</strong> Dostoievski, sí obtuvieron una enorme respuesta, que<br />

lo convirtió en la voz pública más importante <strong>de</strong> la época. Fue<br />

el Diario <strong>de</strong> un escritor, junto con sus apariciones en diversos<br />

foros como lector y orador, lo que ayudó a crear su condición<br />

“profética”. A<strong>de</strong>más, durante los dos últimos años <strong>de</strong> su vida<br />

mantuvo fascinada a toda la Rusia culta con las entregas mensuales<br />

<strong>de</strong> su más gran<strong>de</strong> novela, Los hermanos Karamázov. Su<br />

número 476, agosto 2010 la Gaceta 11


conmocionante tema situaba el asesinato <strong>de</strong> un padre en un<br />

vasto contexto religioso y moral-fi losófi co, y ningún lector<br />

ruso <strong>de</strong> la época pudo <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> relacionar sus profundas páginas<br />

con la actualidad, a saber, los intentos cada vez más frecuentes<br />

<strong>de</strong> asesinar al zar.<br />

Dostoievski no se mostró renuente a adoptar ese papel profético,<br />

que bien pudo sentir que el <strong>de</strong>stino mismo le asignaba.<br />

Su vida lo había colocado en una posición extraordinaria <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

la cual le era posible interpretar los problemas <strong>de</strong> la sociedad<br />

rusa, y su evolución artístico-i<strong>de</strong>ológica encarna y expresa todos<br />

los confl ictos y las contradicciones que integraban el panorama<br />

<strong>de</strong> la vida sociocultural rusa. Asimismo, en ningún momento<br />

estuvo la opinión pública rusa más dispuesta a buscar un guía<br />

que en el periodo crítico por el cual estaba entonces pasando el<br />

país. Esta época tormentosa e inestable llegó a su clímax precisamente<br />

un mes <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Dostoievski, con<br />

el asesinato <strong>de</strong> Alejandro II, el zar liberador, a quien él había<br />

reverenciado.<br />

Para colocar la triunfal apoteosis <strong>de</strong> Dostoievski en la perspectiva<br />

a<strong>de</strong>cuada, echemos un vistazo al transcurso <strong>de</strong> su vida<br />

hasta aquel punto. Nacido en 1821, pertenecía a una familia<br />

jurídicamente clasifi cada como “nobleza” según la tabla <strong>de</strong> los<br />

rangos establecida por Pedro el Gran<strong>de</strong>. Pero ésta era, simplemente,<br />

una graduación <strong>de</strong>l servicio civil, y no daba a su familia<br />

una posición social equiparable con la <strong>de</strong> la clase establecida <strong>de</strong><br />

aristócratas terratenientes <strong>de</strong> la que <strong>de</strong>scendían, por ejemplo,<br />

Turgueniev y Tolstoi, los más importantes literatos entre sus<br />

contemporáneos. Mijaíl Andreevich, el padre <strong>de</strong> Dostoievski,<br />

era un médico <strong>de</strong>l ejército que había ascendido a base <strong>de</strong> esfuerzo,<br />

y cuyos padres habían pertenecido al clero provinciano,<br />

grupo cuyo prestigio en Rusia distaba mucho <strong>de</strong> ser elevado. La<br />

familia <strong>de</strong> su madre era <strong>de</strong> comerciantes, y aunque sus miembros<br />

habían adquirido una cierta cultura, este origen seguía colocándolos<br />

en los peldaños inferiores <strong>de</strong> la escala social rusa.<br />

Vemos así que la posición <strong>de</strong>l propio Dostoievski era ambigua<br />

en la jerarquía rusa. Legal pero no socialmente, era igual a los<br />

vástagos <strong>de</strong> la nobleza; y por las observaciones que hace acerca<br />

<strong>de</strong> Turgueniev en una carta sabemos cuánto resintió la superfi<br />

cial amabilidad <strong>de</strong> los modales típicamente aristocráticos <strong>de</strong><br />

éste. Así, la intensidad <strong>de</strong> los sentimientos <strong>de</strong> Dostoievski ante<br />

el tema <strong>de</strong> la humillación probablemente brotaba <strong>de</strong> las anomalías<br />

<strong>de</strong> su propia situación.<br />

Cualesquiera que fuesen los <strong>de</strong>fectos morales <strong>de</strong>l padre <strong>de</strong><br />

Dostoievski, los cuales han sido ampliamente analizados en<br />

otra parte, Mijaíl Andreevich cuidó concienzudamente <strong>de</strong> su<br />

familia y les dio a sus hijos la mejor educación posible. Los<br />

envió a escuelas privadas para protegerlos <strong>de</strong> castigos físicos, y<br />

a su casa acudieron preceptores para instruirlos en francés y en<br />

religión. Dostoievski recordaba haber aprendido a leer en un<br />

manual religioso, y también rememoraba las peregrinaciones<br />

anuales con su piadosa madre al convento <strong>de</strong> la Trinidad y San<br />

Sergio, a unas sesenta verstas <strong>de</strong> Moscú, así como las visitas a<br />

las muchas catedrales que hay <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la ciudad misma. Se<br />

le enseñó así a reverenciar la tradición religiosa rusa, y a esas<br />

tempranas impresiones atribuyó una infl uencia <strong>de</strong>cisiva sobre<br />

su <strong>de</strong>sarrollo ulterior. Este aspecto religioso <strong>de</strong> su educación lo<br />

aparta, asimismo, <strong>de</strong> la pauta habitual <strong>de</strong> la clase aristocrática<br />

(aunque no <strong>de</strong> toda, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, ya que los eslavófi los <strong>de</strong>votos<br />

eran <strong>de</strong> la misma cepa). Pero, en su mayor parte, entre la clase<br />

superior la fe religiosa había sido socavada por Voltaire y por<br />

el pensamiento francés <strong>de</strong>l siglo xviii, y los hijos <strong>de</strong> la nobleza<br />

recibían poca o ninguna instrucción religiosa, cuyos preceptos<br />

<strong>de</strong> autosacrifi cio y <strong>de</strong> reverencia por el martirio los absorbían<br />

principalmente <strong>de</strong> boca <strong>de</strong> sus sirvientes.<br />

El padre <strong>de</strong> Dostoievski había <strong>de</strong>stinado a sus dos hijos mayores,<br />

Mijaíl y Fiódor, a la carrera militar, y Fiódor logró pasar<br />

el examen <strong>de</strong> admisión <strong>de</strong> la Aca<strong>de</strong>mia <strong>de</strong> Ingenieros Militares<br />

<strong>de</strong> San Petersburgo. Recibió, pues, la educación <strong>de</strong> un ofi cial<br />

y <strong>de</strong> un caballero, aunque no mostrara ningún interés por la<br />

ingeniería militar y, al parecer, tampoco tuviera talento para<br />

ella. Por fortuna, la aca<strong>de</strong>mia también incluía cursos <strong>de</strong> literatura<br />

rusa y francesa, y Dostoievski mostró una auténtica apreciación<br />

<strong>de</strong>l clasicismo francés (en particular admiró a Racine),<br />

así como un buen conocimiento <strong>de</strong> las últimas producciones<br />

<strong>de</strong> escritores socialmente progresistas como George Sand y<br />

Victor Hugo, a quienes hasta cierto punto ya conocía. Des<strong>de</strong><br />

que aprendiera a leer, la literatura había sido su pasión, y ya <strong>de</strong><br />

tiempo atrás había <strong>de</strong>cidido que <strong>de</strong>seaba ser escritor, como su<br />

ídolo Pushkin; en una ocasión dijo que si no hubiese llevado ya<br />

luto por su madre, fallecida en 1837, se habría puesto <strong>de</strong> luto<br />

cuando Pushkin fue muerto en un duelo, ese mismo año. Uno<br />

<strong>de</strong> los más gran<strong>de</strong>s triunfos públicos <strong>de</strong> Dostoievski, precisamente<br />

un año antes <strong>de</strong> su muerte en 1881, fue su discurso pronunciado<br />

en las ceremonias que acompañaron la inauguración<br />

<strong>de</strong> un monumento a Pushkin, en Moscú.<br />

Según un rumor local en el que se ha creído durante largo<br />

tiempo, el padre <strong>de</strong> Dostoievski fue asesinado por sus siervos<br />

(aunque ofi cialmente se dijo que había sufrido un ataque <strong>de</strong><br />

apoplejía) y se fue a la tumba en 1839. Ciertas investigaciones<br />

recientes han arrojado dudas sobre la versión <strong>de</strong>l asesinato, basada<br />

enteramente en testimonios <strong>de</strong> oídas, y rechazada en la<br />

época por una investigación judicial; con todo, ha sido extremamente<br />

difundida <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el célebre artículo <strong>de</strong> Freud sobre “Dostoievski<br />

y el parricidio”. No ha podido <strong>de</strong>terminarse si el propio<br />

Dostoievski creyó en los rumores, bien conocidos por la familia,<br />

<strong>de</strong> que su padre había sido asesinado. Un mo<strong>de</strong>sto ingreso<br />

<strong>de</strong> sus fi ncas le permitió renunciar a su comisión <strong>de</strong>l ejército en<br />

1844, en primer lugar, sin duda, para <strong>de</strong>dicarse por completo a<br />

la literatura pero también porque uno <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>beres ofi ciales<br />

—la supervisión <strong>de</strong>l castigo disciplinario <strong>de</strong> los azotes— le había<br />

repugnado hasta lo más hondo. Años antes había empezado<br />

a escribir ya seriamente, y dos <strong>de</strong> sus tragedias poéticas (el género<br />

literario <strong>de</strong> mayor prestigio en esa época) lamentablemente<br />

se han perdido. Sin embargo, pronto se <strong>de</strong>jó arrastrar por el<br />

nuevo movimiento literario que impulsara el virulento crítico<br />

Vissarión Belinski, quien se había convertido al socialismo utópico.<br />

Belinski apremió a los miembros <strong>de</strong> la nueva generación<br />

literaria rusa a fi jar su atención en el mundo que los ro<strong>de</strong>aba,<br />

y, particularmente, a seguir la guía <strong>de</strong>l Gógol <strong>de</strong> El capote y<br />

<strong>de</strong> Las almas muertas, en que revelaba las injusticias palmarias<br />

<strong>de</strong> la sociedad rusa. Gógol distaba mucho <strong>de</strong> ser progresista<br />

(¡todo lo contrario!), y su intención era satírica y cómica, antes<br />

que subversiva. Pero la aguda mirada que echaba hacia las<br />

incongruencias <strong>de</strong> la sociedad rusa expuso objetivamente toda<br />

una realidad aborrecible.<br />

Los jóvenes escritores que se agruparon en torno <strong>de</strong>l programa<br />

<strong>de</strong> Belinski llegaron a ser conocidos como la Escuela<br />

Natural, y entre ellos se contaban muchos <strong>de</strong> los creadores importantes<br />

<strong>de</strong> la novela rusa <strong>de</strong>l siglo xix: Turgueniev y Goncharov,<br />

así como Dostoievski, para no mencionar al poeta “cí-<br />

12 la Gaceta número 476, agosto 2010


vico” Nekrásov. La primera novela <strong>de</strong> Dostoievski, Pobres gentes<br />

(1845), fue saludada por Belinski como la obra más importante<br />

producida hasta entonces bajo su inspiración, e inmediatamente<br />

colocó a su joven autor en la primera fi la <strong>de</strong> la escena literaria<br />

rusa. Su conocimiento personal <strong>de</strong> Belinski —personalidad<br />

vibrante y po<strong>de</strong>rosa, que <strong>de</strong>jó una impresión in<strong>de</strong>leble sobre<br />

sus amigos y sobre su época— resultaría <strong>de</strong> la mayor importancia<br />

al forjar su propia evolución moral-espiritual e i<strong>de</strong>ológica.<br />

En el Diario <strong>de</strong> un escritor abundan referencias a Belinski, y un<br />

artículo en particular, que registra una conversación sostenida<br />

unos treinta años antes con el gran crítico, contiene el núcleo<br />

<strong>de</strong> lo que llegaría a ser la Leyenda <strong>de</strong>l Gran Inquisidor.<br />

Pobres gentes ya ejemplifi ca ciertos rasgos que seguirían distinguiendo<br />

el arte literario <strong>de</strong> Dostoievski. Escrita en forma <strong>de</strong><br />

un intercambio epistolar, muestra su preferencia por una poética<br />

<strong>de</strong> la subjetividad en que sus personajes expresan directamente<br />

sus pensamientos y sentimientos más íntimos; y en todas<br />

sus novelas posteriores continuaría favoreciendo los monólogos<br />

o diálogos dramáticos, en lugar <strong>de</strong> la exposición en tercera<br />

persona. Aun en las ocasiones en que se vale <strong>de</strong> un narrador en<br />

tercera persona, como en su siguiente obra, El doble, este narrador<br />

nunca es un observador puramente objetivo y distanciado:<br />

se fusiona con la conciencia <strong>de</strong>l personaje <strong>de</strong> una manera que ya<br />

hace prever ulteriores <strong>de</strong>sarrollos <strong>de</strong> la técnica <strong>de</strong> la corriente<br />

<strong>de</strong> conciencia (también <strong>de</strong>nominada monólogo interior). Sin<br />

embargo, El doble no tuvo éxito, y Belinski lo censuró acremente<br />

por centrarse en un personaje “psicópata”, atípico (crítica<br />

que Dostoievski seguiría escuchando durante toda su vida).<br />

Entre 1845 y 1849 probó suerte con varios tipos <strong>de</strong> cuentos,<br />

pero éstos no lograron levantar una reputación que había sido<br />

gravemente dañada por las invectivas <strong>de</strong> Belinski. Fracasaron<br />

básicamente porque ya no ofrecían el evi<strong>de</strong>nte patetismo social<br />

tan conmovedoramente expresado en Pobres gentes. Pero Dostoievski<br />

no había perdido el interés en las cuestiones sociales<br />

que por entonces agitaban a la intelligentsia rusa. Antes bien,<br />

estaba experimentando con modos artísticos que les dieran expresión<br />

más indirectamente, por medio <strong>de</strong> su efecto sobre el<br />

carácter y la personalidad.<br />

En 1847, Dostoievski empezó a frecuentar las reuniones <strong>de</strong>l<br />

círculo <strong>de</strong> Petrashevski, grupo <strong>de</strong> jóvenes que se juntaban una<br />

número 476, agosto 2010 la Gaceta 13


vez por semana para distraerse y conversar, y <strong>de</strong> quienes se sabía<br />

que eran discípulos <strong>de</strong> una u otra escuela <strong>de</strong>l socialismo utópico<br />

(predominaban las teorías <strong>de</strong> Charles Fourier). Dostoievski no<br />

se convirtió a ninguna <strong>de</strong> estas escuelas y compartió la opinión<br />

<strong>de</strong> su amigo, el joven crítico literario Valerian Maikov, <strong>de</strong><br />

que todas ellas ponían <strong>de</strong>masiadas limitaciones a la libertad <strong>de</strong>l<br />

individuo para ser completamente aceptables. (Esta preocupación<br />

por la libertad <strong>de</strong>l individuo llegaría a ser, <strong>de</strong>spués, uno <strong>de</strong><br />

los leitmotivs dominantes en la obra <strong>de</strong> Dostoievski.) Sin embargo,<br />

recibió un profundo adoctrinamiento en el pensamiento<br />

socialista, y estas enseñanzas <strong>de</strong>jarían una huella permanente<br />

sobre sus i<strong>de</strong>as y valores. El concepto <strong>de</strong> una transformación<br />

utópica <strong>de</strong> la vida terrenal en lo que habría <strong>de</strong> ser, en efecto,<br />

una realización <strong>de</strong>l i<strong>de</strong>al cristiano <strong>de</strong>l Paraíso como un ámbito<br />

<strong>de</strong> amor mutuo nunca <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> rondar por su imaginación…<br />

aunque dista mucho <strong>de</strong> ser claro hasta qué punto creyó literalmente<br />

que fuera posible.<br />

Las discusiones un tanto <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nadas <strong>de</strong> las reuniones <strong>de</strong><br />

Petrashevski se animaron mucho como resultado <strong>de</strong> las revoluciones<br />

europeas <strong>de</strong> 1848, y la oleada <strong>de</strong> levantamientos que<br />

recorrió Europa llegó, aunque en batida, hasta las costas <strong>de</strong> Rusia.<br />

Los <strong>de</strong> Petrashevski, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, estaban <strong>de</strong>dicados a la<br />

persuasión pacífi ca, pero Nikolái Speshnev, probablemente el<br />

prototipo <strong>de</strong>l personaje <strong>de</strong> Stavroguin en Los <strong>de</strong>monios —a quien<br />

Dostoievski por entonces llamaba su “Mefi stófeles”—, formó<br />

una pequeña sociedad secreta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l círculo. El propósito<br />

<strong>de</strong> este grupo clan<strong>de</strong>stino era hacer circular propaganda entre<br />

los campesinos, con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> crear una revolución contra la<br />

condición <strong>de</strong> los siervos. Dostoievski participó raras veces en las<br />

discusiones públicas sobre teoría que entablaran los miembros<br />

<strong>de</strong>l grupo más numeroso, pero en las pocas ocasiones en que habló<br />

fue para fustigar, con apasionada indignación, la intolerable<br />

injusticia <strong>de</strong> esta piedra <strong>de</strong> toque <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n social ruso. Por ello,<br />

no es sorpren<strong>de</strong>nte que se uniera al grupo revolucionario <strong>de</strong><br />

Speshnev y que tratara <strong>de</strong> reclutar a otros para la causa.<br />

En 1849, los <strong>de</strong> Petrashevski fueron ro<strong>de</strong>ados por la policía<br />

secreta <strong>de</strong> Nicolás I, quien, en vista <strong>de</strong> la oleada revolucionaria<br />

que recorría Europa, había <strong>de</strong>cidido no tolerar que ni siquiera<br />

se discutiesen esas i<strong>de</strong>as subversivas. Sin embargo, aunque<br />

se sospechaba la existencia <strong>de</strong> la organización auténticamente<br />

revolucionaria, ésta no fue revelada en la investigación consiguiente,<br />

y tan sólo se la <strong>de</strong>scubrió en 1922. De hecho, fue en<br />

1956 cuando salieron a la luz los nombres <strong>de</strong> sus siete miembros.<br />

Dostoievski pasó toda su vida sabiendo que había sido alguna<br />

vez revolucionario, que no había retrocedido ante la i<strong>de</strong>a<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>rramar sangre, y su profunda comprensión <strong>de</strong> la psicología<br />

<strong>de</strong> los personajes atraídos por las i<strong>de</strong>as radicales seguramente<br />

pue<strong>de</strong> atribuirse a semejante historia.<br />

Su arresto, con su secuela, indiscutiblemente fue uno <strong>de</strong> los<br />

mo-mentos <strong>de</strong>cisivos (tal vez el momento <strong>de</strong>cisivo) <strong>de</strong> su vida.<br />

Fue sometido —junto con los <strong>de</strong>más— a la terrible prueba <strong>de</strong> un<br />

simulacro <strong>de</strong> ejecución, y estuvo en la segunda fi la <strong>de</strong> quienes,<br />

supuestamente, serían fusilados. Se convenció <strong>de</strong> que pronto<br />

acabarían con su vida, pero aun cuando el terror <strong>de</strong> ese momento<br />

se nos comunica en El idiota, por los recuerdos <strong>de</strong> otro petrashevista<br />

sabemos que también creía en alguna forma <strong>de</strong> vida ulterior.<br />

A Speshnev, convencido ateo, le dijo: “Estaremos con Cristo”.<br />

Pero Speshnev sólo respondió irónicamente, señalando al suelo:<br />

“Un puñado <strong>de</strong> polvo”. Este enfrentamiento con la eternidad<br />

marcó la transición entre el Dostoievski <strong>de</strong>l <strong>de</strong>cenio <strong>de</strong> 1840<br />

—cristiano, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, pero que esencialmente enfocaba los<br />

problemas <strong>de</strong> la vida terrenal— y el Dostoievski posterior, para<br />

quien los orígenes <strong>de</strong>l mundo y <strong>de</strong> la existencia humana, como<br />

lo escribió en Los hermanos Karamázov, se encontraban en ámbitos<br />

ultramundanos. El Dostoievski religioso-metafísico <strong>de</strong> las<br />

gran<strong>de</strong>s novelas brotó <strong>de</strong> esta sádica farsa organizada por Nicolás<br />

I, aunque sus efectos tardarían mucho en ser asimilados y<br />

dominados con fi nes artísticos.<br />

No menor importancia tienen los cuatro años siguientes,<br />

pero en un nivel distinto. Dostoievski fue enviado a Siberia y<br />

vivió en un campamento para presos, principalmente con reos<br />

campesinos, muchos <strong>de</strong> los cuales habían cometido algún asesinato.<br />

Se encontró así Dostoievski en una situación que muy<br />

pocos miembros <strong>de</strong> su clase habían tenido jamás que soportar, y<br />

siempre atribuyó la mayor importancia a este contacto —sobre<br />

la base <strong>de</strong> una situación <strong>de</strong> igualdad, si no <strong>de</strong> inferioridad— con<br />

las terribles realida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong>l campesino ruso. Sintió<br />

que como resultado <strong>de</strong> sus tribulaciones había adquirido una<br />

percepción especial <strong>de</strong>l carácter <strong>de</strong>l pueblo ruso, y que su Calvario,<br />

como <strong>de</strong>spués escribiría en el Diario <strong>de</strong> un escritor, había<br />

conducido a “la regeneración <strong>de</strong> [sus] convicciones”.<br />

Dostoievski había supuesto que algunos miembros <strong>de</strong> la intelligentsia<br />

<strong>de</strong> la clase alta podían encabezar la revolución social<br />

que él y el grupo <strong>de</strong> Speshnev habían estado planeando. Por<br />

medio <strong>de</strong> su amarga experiencia personal, <strong>de</strong>scubría ahora que<br />

la brecha cultural y espiritual entre las clases era tan enorme<br />

que no era posible ninguna auténtica comprensión entre ellas.<br />

Y se convenció <strong>de</strong> que ningún futuro tolerable para su patria<br />

podría comenzar hasta que fuese colmada esta brecha. En un<br />

nivel más personal, su intuición sobre la importancia que reviste<br />

para la personalidad humana una captación <strong>de</strong> su propia<br />

libertad, ya presente en su rechazo <strong>de</strong> los programas socialistas,<br />

se hizo incomparablemente más profunda. Sus observaciones<br />

<strong>de</strong> sus compañeros <strong>de</strong> prisión le revelaron que la libertad <strong>de</strong> la<br />

voluntad o el libre albedrío no sólo era algo socialmente <strong>de</strong>seable,<br />

no sólo un postulado religioso, sino también una necesidad<br />

primordial <strong>de</strong> la personalidad humana. Acciones que podrían<br />

parecerle insensatas o irracionales a un observador superfi cial<br />

brotaban irresistiblemente, entre los presos vigilados noche y<br />

día, <strong>de</strong>l “intenso e histérico anhelo <strong>de</strong> autoexpresión, <strong>de</strong>l inconsciente<br />

<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> tener una personalidad, <strong>de</strong>l afán… <strong>de</strong> afi rmar<br />

[una] personalidad oprimida, un <strong>de</strong>seo que <strong>de</strong> pronto se<br />

apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> [alguien] y llega al punto <strong>de</strong> la furia, <strong>de</strong>l <strong>de</strong>specho,<br />

<strong>de</strong> la aberración mental”. Dostoievski comparó esta furia incontenible<br />

con la reacción <strong>de</strong> un hombre enterrado vivo y que,<br />

sin esperanza, golpea la tapa <strong>de</strong> su ataúd; el conocimiento cierto<br />

<strong>de</strong> la inutilidad <strong>de</strong> sus esfuerzos no contendrá su <strong>de</strong>sesperación<br />

visceral. Des<strong>de</strong> entonces, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que la racionalidad o<br />

la razón podían consi<strong>de</strong>rarse como fuerza dominante y <strong>de</strong>cisiva<br />

en la vida humana le pareció el colmo <strong>de</strong>l absurdo.<br />

Horrorizado al principio por las barbarida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los campesinos<br />

que eran sus compañeros <strong>de</strong> prisión, la actitud <strong>de</strong><br />

Dostoievski hacia ellos fue cambiando gradualmente. Llegó a<br />

compren<strong>de</strong>r que muchos <strong>de</strong> sus crímenes habían sido provocados<br />

por (y eran una rebelión contra) las impla-cables cruelda<strong>de</strong>s<br />

que habían tenido que soportar, y empezó a <strong>de</strong>tectar<br />

(o creyó que podía <strong>de</strong>tectar), bajo las brutalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su conducta<br />

aparente, la bondad y gentileza que había encontrado<br />

mucho tiempo antes entre los campesinos <strong>de</strong> la pequeña propiedad<br />

<strong>de</strong> su padre. En un esbozo revelador, “El campesino<br />

14 la Gaceta número 476, agosto 2010


Marei”, Dostoievski pinta su repulsión ante el espectáculo <strong>de</strong><br />

los campesinos presos embriagándose ruidosamente un día <strong>de</strong><br />

fi esta, pero luego recuerda la ternura <strong>de</strong> Marei, el siervo <strong>de</strong> su<br />

padre, que lo había tranquilizado y lo había ben<strong>de</strong>cido, siendo<br />

él un niño asustado. ¿No eran todos estos escandalosos salvajes<br />

otros tantos Mareies, si se pudiera mirar en sus corazones?<br />

Tanto más cuanto que, cualesquiera que fuesen sus crímenes,<br />

siempre los habían reconocido como tales, y “cuando [durante<br />

la Pascua], con el cáliz en las manos el sacerdote leyó las palabras<br />

‘Acéptame, oh, Señor, aun como ladrón’, casi todos ellos<br />

se prosternaron hasta el suelo, haciendo sonar sus ca<strong>de</strong>nas”. La<br />

fe <strong>de</strong> Dostoievski en las innatas virtu<strong>de</strong>s cristianas <strong>de</strong>l campesinado<br />

ruso, las cuales le pareció discernir aun bajo el repelente<br />

exterior <strong>de</strong> aquellos empe<strong>de</strong>rnidos criminales campesinos,<br />

nunca vaciló en el futuro y llegó a ser una <strong>de</strong>cisiva —si bien<br />

muy discutible— piedra <strong>de</strong> toque <strong>de</strong> su i<strong>de</strong>ología ulterior.<br />

A su regreso a Rusia en 1860, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> servir durante seis<br />

años como soldado y como ofi cial <strong>de</strong>l ejército ruso, Dostoievski<br />

encontró enteramente cambiada la atmósfera sociocultural.<br />

Pertenecía a la generación <strong>de</strong>l <strong>de</strong>cenio <strong>de</strong> 1840, que había sido<br />

inspirada por un socialismo utópico francés, imbuido <strong>de</strong> una<br />

veneración a Cristo, y cuyas i<strong>de</strong>as fi losófi cas absorbió <strong>de</strong> los<br />

espaciosos horizontes metafísicos <strong>de</strong>l i<strong>de</strong>alismo alemán <strong>de</strong> Hegel,<br />

Schelling y Schiller. Ahora la vida cultural rusa estaba dominada<br />

por una generación nueva, la <strong>de</strong> los sesenta, y sus guías,<br />

Nikolái Chernishevski y N. A. Dobroliubov, eran hijos <strong>de</strong> familias<br />

<strong>de</strong> sacerdotes. Educados en seminarios religiosos pero<br />

<strong>de</strong>silusionados <strong>de</strong> la Iglesia, se habían convertido al radicalismo<br />

sociopolítico y buscaban alimento fi losófi co en el ateísmo<br />

<strong>de</strong> Feuerbach, el materialismo y racionalismo <strong>de</strong>l pensamiento<br />

francés <strong>de</strong>l siglo xviii y el utilitarismo inglés <strong>de</strong> Jeremy Bentham.<br />

Así, el radicalismo ruso adquirió una nueva base i<strong>de</strong>ológica,<br />

que fue formulada por Chernishevski como doctrina <strong>de</strong>l<br />

“egoísmo racional”.<br />

Al mismo tiempo, el ambiente sociopolítico <strong>de</strong>l país también<br />

estaba pasando por un cambio trascen<strong>de</strong>ntal. El nuevo zar,<br />

Alejandro II, había <strong>de</strong>cidido abolir la esclavitud, y este enorme<br />

acontecimiento, que se llevó a cabo con relativa tranquilidad en<br />

1861, <strong>de</strong>jó una profunda impresión en Dostoievski. Lo habían<br />

enviado a Siberia por su odio a aquel <strong>de</strong>testable aherrojamiento<br />

número 476, agosto 2010 la Gaceta 15


<strong>de</strong> una gran mayoría <strong>de</strong>l pueblo, y ahora la esclavitud era eliminada<br />

por “la mano <strong>de</strong>l zar”… sin las sangrientas revoluciones<br />

que habían sido necesarias para mejorar las condiciones <strong>de</strong> las<br />

clases inferiores en Europa (para no mencionar la Guerra Civil<br />

que ahora había estallado en los Estados Unidos). Dostoievski<br />

se sintió, así, más confi rmado aún en su convicción, expresada<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus días <strong>de</strong> Petrashevski, <strong>de</strong> que Rusia no necesitaba buscar<br />

en Europa la solución <strong>de</strong> sus propios problemas sociales.<br />

Más aún: <strong>de</strong> mucho tiempo atrás había estado convencido <strong>de</strong><br />

que el pueblo ruso (los campesinos) no respon<strong>de</strong>rían a agitadores<br />

revolucionarios <strong>de</strong> la intelligentsia, que predicaban panaceas<br />

esencialmente europeas. Lo que más temía era que tal agitación<br />

obstaculizara o anulara las reformas que estaba haciendo el zar<br />

liberador, no sólo con respecto a los esclavos sino también en el<br />

ejército, el sistema jurídico y otras áreas <strong>de</strong> gobierno.<br />

Dostoievski volvió a la vida literaria <strong>de</strong> comienzos <strong>de</strong> los<br />

sesenta como director <strong>de</strong> dos periódicos: Vremya (El Tiempo) y<br />

Epokha (La Época), que propugnaban una doctrina llamada pochvennichestvo<br />

(<strong>de</strong> pochva, tierra natal). Pedían encarecidamente<br />

a los miembros <strong>de</strong> la europeizada intelligentsia rusa y a los <strong>de</strong><br />

la clase alta en general que retornaran a los valores <strong>de</strong> su patria.<br />

A su vez, la intelligentsia aportaría <strong>de</strong> su educación europea<br />

los benefi cios supuestamente civilizadores <strong>de</strong> su cultura; no<br />

obstante, al correr <strong>de</strong>l tiempo fue perdiendo importancia este<br />

último aspecto <strong>de</strong>l programa. Para Dostoievski, la enajenada<br />

intelligentsia estaba obligada a dar el primer paso para salvar<br />

el abismo asimilando las creencias y la psicología <strong>de</strong>l pueblo,<br />

arraigadas en su tradicional fe religiosa. Los radicales, por su<br />

parte, insatisfechos ahora con las condiciones económicas con<br />

que se había liberado a los siervos, estaban intentando causar<br />

disturbios, y Dostoievski se oponía a esta agitación porque estaba<br />

provocando la reacción que él temía. Sin embargo, había<br />

algo más importante: la doctrina <strong>de</strong>l “egoísmo racional” chocaba<br />

<strong>de</strong> lleno con la modifi cación <strong>de</strong> sus convicciones, resultante<br />

<strong>de</strong> su arresto y sus años en prisión. Creer que todas las<br />

necesida<strong>de</strong>s y los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> la personalidad humana podían ser<br />

satisfechos por la simple razón era, según él, prueba <strong>de</strong> la más<br />

miope ingenuidad; a la vez, tomar el egoísmo como base <strong>de</strong> una<br />

fi losofía moral no sólo era algo contradictorio en sus términos<br />

sino que podía justifi car los peores abusos. Después <strong>de</strong> Siberia,<br />

Dostoievski había llegado a consi<strong>de</strong>rar los valores cristianos <strong>de</strong><br />

amor y autosacrifi cio como posesión inerradicable <strong>de</strong> la psique<br />

social-moral rusa, y como el único rayo <strong>de</strong> luz que brillaba en<br />

medio <strong>de</strong> las tinieblas morales circundantes.<br />

La casa <strong>de</strong> los muertos, una semifi cticia autobiografía <strong>de</strong> sus<br />

experiencias en prisión, fue unánimemente aclamada, y restauró<br />

la reputación literaria <strong>de</strong> Dostoievski. Escrita en un estilo<br />

totalmente distinto <strong>de</strong> las exploraciones psicológicas <strong>de</strong> sus<br />

novelas, también revela lo multifacético <strong>de</strong> su talento; estas<br />

memorias agudamente observadas y objetivamente escritas las<br />

admiraba con fervor Tolstoi, quien en cambio criticaba acerbamente<br />

ciertos rasgos <strong>de</strong> las obras <strong>de</strong> fi cción más conocidas. Nadie<br />

había expuesto antes este mundo cerrado <strong>de</strong> los campamentos<br />

<strong>de</strong> prisión, ni mostrado tanta comprensión y simpatía hacia<br />

sus habitantes. La siguiente obra importante <strong>de</strong> Dostoievski, su<br />

novela corta Memorias <strong>de</strong>l subsuelo, pasó en gran parte inadvertida,<br />

pero hoy con justicia se le consi<strong>de</strong>ra como una creación<br />

sumamente original. Pre<strong>de</strong>cesora <strong>de</strong> toda una línea <strong>de</strong> mo<strong>de</strong>rnos<br />

retratos <strong>de</strong> personajes cínicos y atrabiliarios, también es el<br />

preludio <strong>de</strong>l gran periodo creador <strong>de</strong> Dostoievski.<br />

Aquí lanza Dostoievski un ataque en gran escala contra las<br />

premisas <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>ología radical mediante la dramatización <strong>de</strong> sus<br />

consecuencias sobre la personalidad <strong>de</strong> su hoy célebre “hombre<br />

<strong>de</strong>l subsuelo”. Con gran penetración muestra a un personaje<br />

lleno <strong>de</strong> resentimiento reprimido y <strong>de</strong> rabia tanto contra sí mismo<br />

como contra los <strong>de</strong>más, y atribuye todos sus rasgos malignos<br />

a la aceptación <strong>de</strong> ciertas i<strong>de</strong>as radicales. Ningún escritor<br />

pue<strong>de</strong> compararse con Dostoievski en su capacidad <strong>de</strong> retratar<br />

esta relación entre las i<strong>de</strong>as y sus efectos sobre la personalidad<br />

humana. ¿Qué signifi caría realmente para la conducta humana<br />

si se aceptara, como lo hace el hombre <strong>de</strong>l subsuelo, la negación<br />

que hace Chernishevski <strong>de</strong> la realidad <strong>de</strong> la libre voluntad o<br />

libre albedrío? La primera parte <strong>de</strong> esta obra, la que ha ejercido<br />

mayor infl uencia, muestra la lucha que empren<strong>de</strong> el hombre<br />

<strong>de</strong>l subsuelo como ser humano por reconciliarse emocionalmente<br />

con todas las implicaciones <strong>de</strong> semejante doctrina sobre<br />

la vida real (aunque lo haga <strong>de</strong> manera tan tortuosa e intrincada<br />

que esta fuente i<strong>de</strong>ológica pue<strong>de</strong> ser pasada por alto). No obstante,<br />

este <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong> la relación entre la i<strong>de</strong>ología y la<br />

psicología o, más bien, el genio <strong>de</strong> Dostoievski para mostrar<br />

todos los sutiles entresijos <strong>de</strong> su interrelación, se convirtió en<br />

la característica <strong>de</strong> su talento particular y allanó el camino a sus<br />

gran<strong>de</strong>s creaciones novelísticas.<br />

Las tres novelas que escribió entre 1865 y 1871 siguen, todas<br />

ellas, el camino hollado por las Memorias <strong>de</strong>l subsuelo. Crimen y<br />

castigo tiene por punto <strong>de</strong> partida el componente utilitario <strong>de</strong> la<br />

i<strong>de</strong>ología radical —“una muerte y cien vidas a cambio: simple<br />

aritmética”—, combinado con las i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> otro infl uyente radical,<br />

Dimitri Pisarev, quien había esbozado los lineamientos <strong>de</strong><br />

un nuevo héroe protonietzscheano, un Superhombre embriónico,<br />

para quien el bien y el mal (incluyendo el asesinato) sólo eran<br />

cuestión <strong>de</strong> gusto y <strong>de</strong> inclinación personal. Raskólnikov había<br />

imaginado, así, ser un “gran hombre” <strong>de</strong>dicado a mejorar el <strong>de</strong>stino<br />

<strong>de</strong> la humanidad, pero <strong>de</strong>scubre que un hombre verda<strong>de</strong>ramente<br />

gran<strong>de</strong> no se preocupa por los <strong>de</strong>más, y que él no pue<strong>de</strong><br />

llegar a serlo precisamente porque es psíquicamente incapaz <strong>de</strong><br />

eliminar el elemento moral <strong>de</strong> su personalidad. Atrapado en esta<br />

traicionera dialéctica <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as radicales, a Raskólnikov le resulta<br />

imposible suprimir su heredada conciencia cristiana, y el retrato<br />

<strong>de</strong> su lucha interna no tiene igual <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Macbeth.<br />

En El idiota intenta Dostoievski mostrar su propio i<strong>de</strong>al <strong>de</strong>l<br />

“hombre perfectamente bello”, la fi gura —semejante a Cristo—<br />

<strong>de</strong>l príncipe Mishkin, cuyo resplandor inspira a otros pero<br />

que, a su vez, se hun<strong>de</strong> en la congoja porque la universalidad<br />

<strong>de</strong> su compasión cristiana resulta incompatible con las limitaciones<br />

<strong>de</strong> su naturaleza terrenal <strong>de</strong> ser humano. En la única<br />

<strong>de</strong>claración directa que jamás hiciera <strong>de</strong> sus convicciones religiosas,<br />

escrita en un cua<strong>de</strong>rno <strong>de</strong> notas mientras velaba al lado<br />

<strong>de</strong>l ataúd <strong>de</strong> su primera esposa, escribió Dostoievski: “Es imposible<br />

amar a otro como a uno mismo, según el mandamiento<br />

<strong>de</strong> Cristo. La ley <strong>de</strong> la personalidad en la tierra nos enca<strong>de</strong>na.<br />

El ego se entromete… pero Cristo fue un perpetuo i<strong>de</strong>al eterno<br />

al que el hombre aspira y al que, <strong>de</strong> acuerdo con la ley <strong>de</strong> la<br />

naturaleza [pue<strong>de</strong> presumirse, <strong>de</strong> la naturaleza humana], <strong>de</strong>be<br />

aspirar”. Estas melancólicas refl exiones quedan dramatizadas<br />

en la historia <strong>de</strong>l príncipe Mishkin, ciertamente el más conmovedor<br />

héroe cristiano <strong>de</strong> toda la literatura mo<strong>de</strong>rna, cuya<br />

psicología fue <strong>de</strong>terminada por las propias cavilaciones <strong>de</strong> Dostoievski<br />

sobre el signifi cado <strong>de</strong> la encarnación <strong>de</strong> Cristo para la<br />

vida humana.<br />

16 la Gaceta número 476, agosto 2010


Dostoievski escribió El idiota durante su estadía <strong>de</strong> cuatro<br />

años en el extranjero (1867-1871), originalmente planeada<br />

como breve viaje <strong>de</strong> vacaciones pero prolongada por temor a<br />

ser arrojado, al regresar, a la prisión por <strong>de</strong>udas. Éstos fueron<br />

años <strong>de</strong> resignada pobreza y aislamiento, aliviados tan sólo por<br />

la compañía <strong>de</strong> Anna Grigórievna, su segunda esposa, siempre<br />

leal, <strong>de</strong>dicada y mucho más joven que él, y que también le sirvió<br />

<strong>de</strong> amanuense. Fue aquél, asimismo, el periodo <strong>de</strong> su fi ebre <strong>de</strong>l<br />

juego, esporádico vicio al que le han prestado excesiva atención<br />

los biógrafos que buscan la clave <strong>de</strong> su obra en un aspecto patológico<br />

<strong>de</strong> su personalidad. Se <strong>de</strong>be tener en cuenta que en estos<br />

años, Dostoievski escribió El idiota en circunstancias prácticas<br />

extremadamente difíciles, así como dos brillantes novelas cortas:<br />

El jugador y El eterno marido. También apuntó algunas notas<br />

para una magna obra, en varios volúmenes, que nunca llegó a<br />

escribir: La vida <strong>de</strong> un gran pecador, <strong>de</strong> la que sacó materiales<br />

para Los <strong>de</strong>monios y para Los hermanos Karamázov.<br />

Dostoievski empezó a escribir Los <strong>de</strong>monios estando aún en<br />

el extranjero, y con esta coruscante creación, probablemente la<br />

más gran<strong>de</strong> novela jamás escrita acerca <strong>de</strong> conspiraciones políticas,<br />

volvió al ataque contra la i<strong>de</strong>ología radical ya iniciado<br />

antes. En Crimen y castigo sólo había imaginado que las i<strong>de</strong>as<br />

radicales pudieran conducir al asesinato, pero ahora un grupo<br />

clan<strong>de</strong>stino encabezado por Serguéi Nechaev había asesinado a<br />

uno <strong>de</strong> sus propios miembros, probablemente por temor a ser<br />

traicionado. Dostoievski vio este acontecimiento como confi rmación<br />

<strong>de</strong> sus peores temores acerca <strong>de</strong> los efectos moralmente<br />

peligrosos <strong>de</strong> los principios radicales, que durante sus años <strong>de</strong><br />

exilio había llegado a consi<strong>de</strong>rar como una infección <strong>de</strong> la sociedad<br />

europea que ahora estaba invadiendo el cuerpo político<br />

ruso. Proponiéndose al principio esbozar un breve “panfl eto<br />

político” acerca <strong>de</strong>l asunto Nechaev, vio que la obra crecía en<br />

alcance y complejidad, y para completarla necesitó mucho más<br />

tiempo <strong>de</strong>l que había planeado.<br />

A la postre, la obra se convirtió en parte en un replanteamiento<br />

<strong>de</strong>l tema <strong>de</strong>l confl icto <strong>de</strong> generaciones tratado tan magistralmente<br />

por Turgueniev en Padres e hijos, pero captado en<br />

una etapa ulterior. El débil y ridículo pero encantador y fundamentalmente<br />

humano i<strong>de</strong>alista liberal Stepan Trofímovich Ver-<br />

jovenski personifi ca la generación <strong>de</strong> los cuarenta; las maquinaciones<br />

totalmente cínicas y <strong>de</strong>spiadadas <strong>de</strong> su hijo Piotr (que<br />

pone en práctica las i<strong>de</strong>as inmisericor<strong>de</strong>mente maquiavélicas<br />

<strong>de</strong> Nechaev y provoca el asesinato) representan la <strong>de</strong>sastrosa<br />

culminación <strong>de</strong>l “egoísmo racional” <strong>de</strong> la generación <strong>de</strong> los sesenta.<br />

Este tema es combinado con el <strong>de</strong> Stavroguin, personaje<br />

tomado <strong>de</strong> La vida <strong>de</strong> un gran pecador: un brillante y byroniano<br />

dandy, a la manera <strong>de</strong> Eugene Oneguin, que ha perdido la fe<br />

religiosa y que vanamente busca una causa a la que pueda <strong>de</strong>dicar<br />

sus fuerzas. Los <strong>de</strong>monios es la más intelectualmente rica<br />

<strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s novelas, prácticamente una enciclopedia <strong>de</strong> la<br />

cultura <strong>de</strong>cimonónica rusa fi ltrada a través <strong>de</strong> una perspectiva<br />

can<strong>de</strong>ntemente irrisoria y, a menudo, grotescamente graciosa.<br />

Ninguna otra novela muestra tan claramente el subestimado<br />

talento <strong>de</strong> su autor como satírico.<br />

Dostoievski retornó a Rusia en 1871 con Los <strong>de</strong>monios escrito<br />

sólo a medias, y su terminación en 1872 inició una nueva fase<br />

<strong>de</strong> su carrera artístico-i<strong>de</strong>ológica. Pues <strong>de</strong>scubrió que el radicalismo<br />

ruso había <strong>de</strong>sarrollado ahora unas i<strong>de</strong>as que, al menos en<br />

parte, estaban mucho más cerca <strong>de</strong> las suyas que en el pasado.<br />

Especialmente, los radicales estaban ahora dispuestos a aceptar<br />

la vali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> los valores morales cristianos (aunque no <strong>de</strong> la religión<br />

misma). Éstos eran los mismos valores antes ridiculizados<br />

y <strong>de</strong>scartados que Dostoievski había difundido y propagado en<br />

sus obras durante todos los sesenta. Por ello, sus escritos durante<br />

los setenta serían po<strong>de</strong>rosamente afectados por esta mutación<br />

<strong>de</strong> la i<strong>de</strong>ología radical, y hasta lo llevarían a una alianza temporal<br />

con los populistas <strong>de</strong> izquierda, en cuyo periódico Otechestvenniye<br />

Zapiski (Notas <strong>de</strong> la Patria) publicó su siguiente novela.<br />

La condición <strong>de</strong> profeta que ahora había alcanzado Dostoievski<br />

pue<strong>de</strong> atribuirse en parte a esta alteración <strong>de</strong>l punto <strong>de</strong> vista<br />

radical, cuyos partidarios ya no rechazarían automáticamente<br />

y <strong>de</strong> inmediato toda <strong>de</strong>claración escrita en términos <strong>de</strong> moral<br />

cristiana. Pero esto nos lleva al comienzo <strong>de</strong>l presente volumen,<br />

y a esos asombrosos diez años <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> Dostoievski<br />

que culminaron, no sólo en un triunfo personal, sino también<br />

en Los hermanos Karamázov, la respuesta artística <strong>de</strong> su genio a<br />

todas las tormentosas agitaciones <strong>de</strong> aquéllos. G<br />

número 476, agosto 2010 la Gaceta 17


Mis viajes a México* 1<br />

Jorge Herral<strong>de</strong><br />

Tantísimos y excitantes y gozosos viajes a México <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los<br />

años setenta me obligan a reseñar, en este módico formato, tan<br />

sólo una serie <strong>de</strong> impresiones.<br />

El primer encuentro, en noviembre <strong>de</strong> 1973, fue poco editorial:<br />

uno <strong>de</strong> aquellos tumultuosos viajes organizados por Bocaccio<br />

(la discoteca <strong>de</strong> la gauche divine, etc.), en un avión cuyos<br />

pasajeros tenían como leitmotiv divertirse a tope durante unos<br />

diez días, mientras el cuerpo aguantase. Llegamos el Día <strong>de</strong><br />

Muertos y nos llevaron a un pueblo cercano, asistimos a la apoteosis<br />

<strong>de</strong> lo macabro, tan normal para los nativos. Luego, entre<br />

tequila y tequila, en el bar <strong>de</strong>l Hotel <strong>de</strong>l Prado con el famoso<br />

mural <strong>de</strong> Diego Rivera, se planeaban los obligados safaris turísticos:<br />

las pirámi<strong>de</strong>s, los jardines <strong>de</strong> Xochimilco, la visita a un<br />

cabaret tan cutre y, digamos, buñuelesco que hacía pali<strong>de</strong>cer a<br />

los más osados <strong>de</strong> Barcelona, el <strong>de</strong>smadre <strong>de</strong> los mariachis en<br />

la plaza Garibaldi, el impresionante Museo <strong>de</strong> Antropología,<br />

la bulliciosa explanada <strong>de</strong>l Zócalo frente a la Catedral, la traca<br />

fi nal en Acapulco, con el espectáculo a priori kamikaze <strong>de</strong><br />

los clavadistas <strong>de</strong> La Quebrada lanzándose <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> la<br />

escarpada a las olas que emergían unos segundos, salvadoras,<br />

entre las rocas.<br />

Entre los viajeros estaban mis amigos Manolo Vázquez<br />

Montalbán y el Perich. Con ellos y nuestras parejas, Jordi Sivillá,<br />

el distribuidor <strong>de</strong> Enlace Mexicana, que se ocupaba <strong>de</strong> sus<br />

libros y <strong>de</strong> los <strong>de</strong> Anagrama, nos llevó a visitar la se<strong>de</strong> <strong>de</strong> la empresa<br />

y luego a una librería recién inaugurada, que recuerdo <strong>de</strong><br />

tamaño escaso, la Gandhi, y nos presentó a su dueño, Mauricio<br />

Achar. Recuerdo que compré una joya: el libro <strong>de</strong> Octavio Paz<br />

sobre Duchamp, publicado por Era. Otro día nos llevó en su<br />

coche a Cuernavaca, y pala<strong>de</strong>amos la práctica <strong>de</strong> la consabida<br />

“mordida”. Al aparcar el coche, se acercó un torvo policía (“ya<br />

está”, dijo Sivillá) argumentando una real o presunta infracción.<br />

Sivillá le tendió la cartera con el permiso <strong>de</strong> conducir,<br />

junto al cual había dispuesto unos billetes, que el guardián <strong>de</strong><br />

la ley se guardó sin más comentarios. Tras este rito <strong>de</strong> paso y<br />

visitar la correspondiente (y <strong>de</strong>cepcionante) Librería <strong>de</strong> Cristal<br />

<strong>de</strong> la ciudad, fuimos a almorzar al célebre restaurante Las Mañanitas,<br />

en el que, como en el verso <strong>de</strong> Rubén Darío, “el jardín<br />

puebla el triunfo <strong>de</strong> los pavos reales”.<br />

El segundo viaje, en 1975, si recuerdo bien, fue más mo-<br />

* Jorge Herral<strong>de</strong>, El optimismo <strong>de</strong> la voluntad. Experiencias editoriales<br />

en América Latina, fce, México, 2009.<br />

1 La Vanguardia, 17 <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 2004. Texto inédito<br />

en libro.<br />

nográfi camente editorial. El fi nal <strong>de</strong>l franquismo estaba muy<br />

próximo y tuve interés en conocer a Costa Amic, a quien visité<br />

en su editorial, que publicaba en castellano y también en catalán,<br />

me regaló una Historia <strong>de</strong>l POUM <strong>de</strong> Víctor Alba; también<br />

estuve con el viejo Fabregat, que tenía una distribuidora <strong>de</strong> libros<br />

y revistas en catalán, como Pont Blau y Xaloc, en las que las<br />

diversas voces <strong>de</strong>l numeroso exilio a menudo se atizaban <strong>de</strong> lo<br />

lindo. Y sobre todo conocí a Neus Espresate, que, con Vicente<br />

Rojo y Azorín, había fundado Era, una editorial admirable y<br />

para mí muy querida, en la que a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> publicar excelente<br />

literatura óGarcía Márquez, Pacheco, Pitol, Lowryó y los reportajes<br />

<strong>de</strong> los dos autores estrella <strong>de</strong> la casa óMonsiváis y la<br />

Poniatowskaó, habían lanzado los izquierdosos y combativos<br />

Cua<strong>de</strong>rnos Era, cuya sintonía con los Cua<strong>de</strong>rnos Anagrama era<br />

evi<strong>de</strong>nte.<br />

También en México, el patriarca Arnaldo Orfi la había fundado<br />

Siglo XXI a mediados <strong>de</strong> los sesenta, la más importante<br />

editorial <strong>de</strong> ciencias sociales en lengua española (con la que me<br />

topaba a menudo persiguiendo <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> traducción). Un<br />

editor excepcional.<br />

Neus me presentó a su grupo <strong>de</strong> íntimos, Carlos Monsiváis,<br />

Tito Monterroso, Bárbara Jacobs, Margo Glantz, Luz <strong>de</strong>l Amo,<br />

Luis Prieto, naturalmente a Vicente y Albita Rojo y muchos<br />

otros. Todos ellos íntimos también <strong>de</strong> Sergio Pitol (gran amigo<br />

mío <strong>de</strong> sus tiempos <strong>de</strong> Barcelona), quien <strong>de</strong>ambulara durante<br />

décadas por Europa como asesor cultural <strong>de</strong> las embajadas<br />

mexicanas <strong>de</strong> París, Varsovia y Moscú y luego como embajador<br />

en Praga hasta su regreso a México.<br />

Entretanto, aquel librero afi cionado, el dueño <strong>de</strong> Gan dhi,<br />

estaba ya empezando a convertirse en un coloso y a hacer <strong>de</strong> su<br />

librería el mayor imperio librero <strong>de</strong> América Latina. Creo que<br />

fue Neus la primera que me dijo una frase célebre en el medio:<br />

algo así como que cuando Gandhi estornudaba (un pequeño<br />

retraso en los pagos, la exigencia <strong>de</strong> un <strong>de</strong>scuento adicional,<br />

una voluminosa <strong>de</strong>volución inesperada), las editoriales tenían<br />

una pulmonía. Y en Gandhi conocí, pero eso fue en el tercer o<br />

cuarto viaje, hacia 1977, a otro personaje, Ricardo Nu<strong>de</strong>lman,<br />

el segundo <strong>de</strong> Mauricio Achar (y ahora, por cierto, gerente general<br />

<strong>de</strong>l <strong>Fondo</strong> <strong>de</strong> <strong>Cultura</strong> <strong>Económica</strong>), con quien componía<br />

un dúo singular, como pensado por un buen guionista. El extrovertido<br />

Achar era un adicto a los gran<strong>de</strong>s negocios, a la expansión<br />

librera, a la compra <strong>de</strong> miles (si no millones) <strong>de</strong> libros<br />

norteamericanos ilustrados <strong>de</strong> saldo, remain<strong>de</strong>rs, que inundaban<br />

la ahora inmensa Gandhi, y otros trapicheos (aunque su<br />

verda<strong>de</strong>ra vocación era la <strong>de</strong> actor: en el altillo <strong>de</strong> la librería<br />

había montado un activo teatrito don<strong>de</strong> una tar<strong>de</strong> vi cómo<br />

18 la Gaceta número 476, agosto 2010


actuaba con enorme entusiasmo, como patrón <strong>de</strong> un lupanar,<br />

en una vigorosa pieza, creo que escrita por Germán Dehesa).<br />

Nu<strong>de</strong>lman, por el contrario, silencioso, refl exivo, serio, parecía<br />

encarnar (una sobreactuación minimalista, si se me permite)<br />

un papel <strong>de</strong> consigliere, como el Robert Duval <strong>de</strong> El Padrino (sin<br />

ninguna connotación mafi osa, claro está, aunque se imponía<br />

la visibilidad <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r). Y en el bar <strong>de</strong> la Gandhi, también en<br />

el altillo, se reunían entonces, huyendo <strong>de</strong> los milicos, <strong>de</strong> la<br />

sangrienta represión <strong>de</strong> la dictadura militar, tantos argentinos<br />

exiliados y, al igual que en España, vivifi cando con su talento el<br />

sector editorial y librero.<br />

En 1979 empezó, impulsada por el Gordo Taylor (no recuerdo<br />

su nombre, ni nunca lo oí pronunciar: el apodo se le quedó<br />

pegado a su cuerpo no esmirriado), la Feria <strong>de</strong> Minería, muy<br />

céntrica, no lejos <strong>de</strong>l Zócalo. Fue una Feria imprescindible, a<br />

la que asistí hasta 1982, cuando, <strong>de</strong> pronto, el mismísimo día<br />

en que se iniciaba la Feria el peso se <strong>de</strong>valuó y se <strong>de</strong>splomó y<br />

siguió su caída, pese a que muy poco antes el presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />

México, López Portillo, menudo pájaro, había afi rmado enfáticamente<br />

que el peso era intocable (la frase era mucho más<br />

colorida: “Defen<strong>de</strong>ré al peso como un perro”).<br />

Dejé <strong>de</strong> ir a la Feria <strong>de</strong> Minería, que quedó muy tocada,<br />

pero seguí viajando a México muy a menudo con un formato<br />

bastante similar: una semana en el Distrito Fe<strong>de</strong>ral con los<br />

amigos, escritores, libreros, periodistas y nuestros sucesivos<br />

distribuidores, y <strong>de</strong>spués diez o quince días <strong>de</strong> turismo. Posiblemente<br />

conozca algo mejor, o menos mal, México que España,<br />

con lugares predilectos como Yucatán, Oaxaca y su inolvidable<br />

Zócalo y el recuerdo <strong>de</strong> Malcolm Lowry (Oaxaca: “La<br />

palabra era como un corazón que se quebraba, un repentino<br />

repicar <strong>de</strong> campanas sofocadas en medio <strong>de</strong>l vendaval, últimas<br />

sílabas <strong>de</strong> algún sediento que agoniza en el <strong>de</strong>sierto”, dice el<br />

Cónsul en Bajo el volcán), y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego la Xalapa <strong>de</strong> Sergio<br />

Pitol y los julepes <strong>de</strong> menta que Lali y yo nos tomábamos con<br />

él en Veracruz.<br />

Y en cada viaje los encuentros con nuestra “familia” mexicana,<br />

Sergio, ya <strong>de</strong> regreso; el Monsi, Tito y Bárbara, Margo,<br />

Luz, Neus, Vicente y Albita, más ocasionalmente García Ponce,<br />

y también Fe<strong>de</strong>rico Campbell y más tar<strong>de</strong> el joven y espí-<br />

dico Villoro. Y también los encuentros con otra familia, la <strong>de</strong><br />

Plural y Vuelta, la familia <strong>de</strong> Octavio Paz, es <strong>de</strong>cir, el agudísimo<br />

Alejandro Rossi (que nadie se pierda el Manual <strong>de</strong>l distraído),<br />

siempre con Olbeth, su esposa, o Gabriel Zaid, el autor <strong>de</strong> Los<br />

<strong>de</strong>masiados libros (tan citado como poco seguido el consejo <strong>de</strong>l<br />

título). Por cierto, es bien conocido que en México, al igual que<br />

en otros países latinoamericanos, los intelectuales que conforman<br />

el cogollo ilustrado han leído más (lo han leído todo) y son<br />

mucho más cultos que nadie, nos <strong>de</strong>jan con la boca abierta.<br />

Ya en los noventa, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> décadas <strong>de</strong> circulación <strong>de</strong><br />

nuestros libros en México según el método <strong>de</strong> “ensayo y error”<br />

(con predominio <strong>de</strong>l error <strong>de</strong> bulto), fi nalmente llegamos a una<br />

distribución más sensata, que nos produce menos sobresaltos<br />

(e incluso muchos placeres) en las visitas al Distrito Fe<strong>de</strong>ral.<br />

Y también nos ha permitido incorporar a muchos más autores<br />

mexicanos en nuestro catálogo: así, Glantz, Fadanelli y Bellatin<br />

en narrativa, o los ensayos y reportajes <strong>de</strong> Monsiváis, González<br />

Rodríguez y Bartra.<br />

Y empecé a ir casi cada año a la Feria <strong>de</strong> Guadalajara, que ha<br />

ido creciendo y creciendo hasta convertirse en la Feria por antonomasia<br />

en lengua española. Entre los numerosísimos actos<br />

culturales, <strong>de</strong>staca la concesión <strong>de</strong>l Premio Juan Rulfo a la obra<br />

<strong>de</strong> una vida. El primer autor español con esta distinción fue un<br />

viejo amigo, Juan Marsé, a quien acompañé con su esposa Joaquina,<br />

Joan <strong>de</strong> Sagarra y otros amigos, en el vuelo <strong>de</strong> Barcelona<br />

a Guadalajara, y este año el premio ha correspondido a otro<br />

buen amigo, Juan Goytisolo (acotación no menor: ambos son<br />

barceloneses, ninguno <strong>de</strong> los dos tiene el Premio Cervantes).<br />

El Premio Juan Rulfo lo han obtenido también, entre otros,<br />

autores publicados por Anagrama como Pitol, Monterroso y<br />

García Ponce.<br />

Y a la Feria <strong>de</strong> Guadalajara, con la cultura catalana en el lugar<br />

<strong>de</strong> honor, acudiré <strong>de</strong> nuevo y con mayor razón. Una Feria<br />

en la que queremos también subrayar nuestro agra<strong>de</strong>cimiento<br />

al México que presidió el general Cár<strong>de</strong>nas y que fue tierra <strong>de</strong><br />

asilo para tantísimos exiliados <strong>de</strong> nuestro país tras la Guerra<br />

Civil, y a quienes México, por otra parte, tanto <strong>de</strong>be a su vez<br />

agra<strong>de</strong>cer (y subrayemos el ámbito editorial y cultural) por la<br />

fecunda labor <strong>de</strong> tantos <strong>de</strong> ellos en su país <strong>de</strong> acogida. G<br />

número 476, agosto 2010 la Gaceta 19


El último exilio <strong>de</strong> un revolucionario:<br />

Victor Serge en México (1941-1947)*<br />

Claudio Albertani<br />

Victor Serge, el gran escritor rusobelga que nos narró las revoluciones<br />

<strong>de</strong>l siglo xx, llegó a la ciudad <strong>de</strong> México el 5 <strong>de</strong> septiembre<br />

<strong>de</strong> 1941 acompañado <strong>de</strong> su hijo Vlady, quien pronto se daría a<br />

conocer como un pintor <strong>de</strong> renombre. 1 Las únicas pertenencias<br />

<strong>de</strong> ambos eran dos baúles repletos <strong>de</strong> manuscritos, acuarelas y<br />

dibujos, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> una maleta con ropa y unos cuantos objetos <strong>de</strong><br />

familia. De estatura normal, recio y entrecano, Victor Serge aparentaba<br />

entonces un poco más <strong>de</strong> sus 51 años. Una fuerza tranquila<br />

y dulce, una gran integridad, así como cierto agotamiento,<br />

emanaban <strong>de</strong> lo profundo <strong>de</strong> sus ojos color ámbar. ¿Quién era<br />

ese hombre que cargaba sobre sus hombros el cansancio <strong>de</strong> una<br />

época <strong>de</strong> cataclismos y la pesadumbre <strong>de</strong> incontables <strong>de</strong>rrotas?<br />

El ofi cio <strong>de</strong> vencido<br />

Novelista, historiador, traductor, periodista y poeta, Victor-<br />

Napoleón Lvovich Kibalchich, mejor conocido como Victor<br />

Serge, nació en Bruselas el 31 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1890 <strong>de</strong> padres<br />

exiliados, y murió, igualmente en el exilio, en la ciudad <strong>de</strong><br />

México el 17 <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1947. Su larga trayectoria militante<br />

empezó a los quince años en la Joven Guardia Socialista<br />

<strong>de</strong> Ixelles y prosiguió en las fi las libertarias tras la lectura <strong>de</strong>l<br />

folleto <strong>de</strong> Kropotkin A los jóvenes. Todavía adolescente, viajó a<br />

París, don<strong>de</strong> entró en contacto con individualistas radicales que<br />

pregonaban la guerra a muerte contra la sociedad. 2 No compartía<br />

su estrategia, pero sí su indignación, y quedó atrapado en<br />

un trágico asunto <strong>de</strong> asaltantes vegetarianos que le costó cinco<br />

años <strong>de</strong> prisión. Fue su primera con<strong>de</strong>na; no sería la última.<br />

Liberado en 1917, pasó a España, don<strong>de</strong> se acercó a los<br />

anarcosindicalistas <strong>de</strong> la Confe<strong>de</strong>ración Nacional <strong>de</strong>l Trabajo.<br />

Fue en el periódico barcelonés Tierra y Libertad don<strong>de</strong> empezó<br />

a fi rmar sus artículos con el seudónimo que lo haría famoso:<br />

Victor Serge.<br />

Participó, todavía, en la fallida insurrección <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1917<br />

en Barcelona y, luego <strong>de</strong> una prolongada estancia en un campo<br />

<strong>de</strong> concentración francés, llegó a Petrogrado hacia enero <strong>de</strong><br />

1919 para adherirse al bolchevismo <strong>de</strong> Lenin y Trotsky.<br />

* Selección y prólogo <strong>de</strong> Phillip Ollé-Laprune, Tras <strong>de</strong>sterrados,<br />

fce, México, 2010.<br />

1 Tarjeta <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntifi cación No. 131930. Archivo General <strong>de</strong> la<br />

Nación, Galería 5, “Inmigrantes apátridas”.<br />

2 Véanse Bernard Thomas, La ban<strong>de</strong> à Bonnot, Clau<strong>de</strong> Tchou Éditeur,<br />

París, 1968; Malcolm Menzies, En exil chez les hommes, Éditions<br />

rue <strong>de</strong> Casca<strong>de</strong>s, París, 2007.<br />

Combatiente en la guerra civil, organizador <strong>de</strong> los primeros<br />

servicios <strong>de</strong> información <strong>de</strong> la Comintern, agente clan<strong>de</strong>stino<br />

en Europa, Victor Serge vivió tanto el fracaso <strong>de</strong> la revolución<br />

europea como la progresiva <strong>de</strong>generación <strong>de</strong>l régimen soviético.<br />

Conservó, en estas andanzas, una marcada sensibilidad libertaria<br />

y una gran in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> pensamiento, lo cual, a la<br />

postre, le permitió formular críticas certeras y <strong>de</strong>moledoras al<br />

socialismo estalinista.<br />

A partir <strong>de</strong> 1924 fue miembro <strong>de</strong> la oposición <strong>de</strong> izquierda<br />

(trotskista), lo cual marcó su <strong>de</strong>stino como perseguido político<br />

cerrándole, poco a poco, todas las puertas como dirigente,<br />

tanto político como intelectual. Encarcelado una primera vez<br />

en 1928, fue sucesivamente liberado y fi nalmente <strong>de</strong>portado a<br />

Orenburg, ciudad en las remotas estepas orientales, que era la<br />

antesala geográfi ca y política <strong>de</strong>l gulag.<br />

En una carta-testamento escrita poco antes <strong>de</strong> su última <strong>de</strong>tención,<br />

Serge fue <strong>de</strong> los primeros en <strong>de</strong>fi nir a la Unión Soviética<br />

como un país totalitario, algo que los comunistas ofi ciales<br />

nunca le perdonarían. 3 Hacia la primavera <strong>de</strong> 1936, por un<br />

“milagro incomprensible” y la ruidosa presión <strong>de</strong> sus amigos<br />

europeos, fue expulsado <strong>de</strong> la URSS y <strong>de</strong>spojado <strong>de</strong> la ciudadanía<br />

soviética, la única que poseía. Volvió entonces a Europa<br />

occi<strong>de</strong>ntal junto a su esposa, Liuba Russakova, y sus dos hijos,<br />

Vlady y Jeannine, poco antes <strong>de</strong> que empezaran los procesos<br />

<strong>de</strong> Moscú.<br />

Pasó los tres años siguientes en Bruselas y en París, entregado<br />

a un trabajo monumental, poético y literario, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> periodístico,<br />

histórico y teórico. Sobreviviente <strong>de</strong> la peste negra y<br />

también <strong>de</strong> la peste roja, llegó a México, último refugio <strong>de</strong> los<br />

proscritos en un mundo sin evasión posible.<br />

La aventura había empezado un año antes, en agosto <strong>de</strong><br />

1940, cuando, <strong>de</strong>sprovisto <strong>de</strong> recursos materiales, Serge había<br />

hecho contacto en Marsella con el Emergency Rescue Committee<br />

(erc, o cas por sus siglas en francés), constituido en Estados<br />

Unidos para rescatar a los artistas e intelectuales perseguidos<br />

por los nazis. 4<br />

3 Carta a Mag<strong>de</strong>leine y Maurice Paz, Clara y Jacques Mesnil,<br />

Marcel Martinet, fechada en Moscú, 1 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1933, publicada<br />

en versión integral por Plural. Revista <strong>Cultura</strong>l <strong>de</strong> Excélsior, septiembre<br />

<strong>de</strong> 1992. Una versión resumida se encuentra en Victor Serge, Memorias<br />

<strong>de</strong> mundos <strong>de</strong>saparecidos (1901-1941), Siglo XXI Editores, México,<br />

2002, pp. 285-286. Véase también, Enzo Traverso, Le totalitarisme,<br />

Éditions du Seuil, París, 2001, pp. 278-281.<br />

4 Varian Fry, Surren<strong>de</strong>r on Demand, Random House, Nueva<br />

York,1945. La edición más reciente, con excelente aparato crítico, es la<br />

20 la Gaceta número 476, agosto 2010


El erc era dirigido por Varian Fry, un joven e intrépido<br />

profesor <strong>de</strong> fi lología clásica que había abandonado la vida <strong>de</strong>spreocupada<br />

<strong>de</strong> la bohemia neoyorquina para entregarse a una<br />

tarea difícil y peligrosa. Contra la voluntad <strong>de</strong> su gobierno, casi<br />

sin medios fi nancieros, pero con el auxilio <strong>de</strong> un puñado <strong>de</strong><br />

valientes internacionalistas, Fry estableció una exitosa red <strong>de</strong><br />

fuga que puso a salvo a cientos <strong>de</strong> personas, entre las que se<br />

cuentan Hannah Arendt, André Breton, Benjamin Péret, Remedios<br />

Varo, Max Ernst, Wilfredo Lam, Marcel Duchamp y<br />

Paul Westheim. 5<br />

He aquí el testimonio que Fry nos <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> Serge, con quien<br />

residió algunos meses en la villa Air-Bel —a las afueras <strong>de</strong> Marsella—<br />

junto a otros fugitivos: “Nos hablaba durante horas<br />

enteras <strong>de</strong> lo que había vivido en las prisiones rusas, evocaba<br />

las conversaciones con Trotsky, o disertaba sobre las policías<br />

secretas europeas, argumento que manejaba con <strong>de</strong>streza. Escucharlo<br />

era como leer una novela rusa”. 6<br />

Habría que precisar que Victor Serge nunca fue un intelectual<br />

<strong>de</strong> mesa sino que “siempre vivió la necesidad <strong>de</strong> prolongar<br />

las exigencias <strong>de</strong>l espíritu en la acción”. 7<br />

Era autodidacta, conocía las asperezas <strong>de</strong>l trabajo manual y<br />

tenía una inteligencia ágil, forjada al calor <strong>de</strong> una prolongada<br />

permanencia tras las rejas. Un joven <strong>de</strong>l hampa marsellesa que<br />

colaboraba con el erc consiguiendo papeles falsos para los refugiados<br />

lo recordaría como la única persona “respetable” (¡!)<br />

entre los ilustres huéspe<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la villa Air-Bel. 8<br />

Planeta sin visado<br />

Con el auxilio <strong>de</strong> Nancy y Dwight Macdonald —editores en<br />

Nueva York <strong>de</strong> la revista Partisan Review—, Serge intentó emigrar<br />

a Estados Unidos; sin embargo, las autorida<strong>de</strong>s norteamericanas<br />

le negaron la entrada por su pasado anarquista y bolchevique.<br />

Surgió entonces la opción <strong>de</strong> México, a la sazón uno<br />

<strong>de</strong> los pocos países que, aun con ciertas restricciones, recibía a<br />

los refugiados políticos proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> Europa. El cónsul en<br />

Marsella era entonces Gilberto Bosques (1892-1994), valiente<br />

diplomático que ayudó a cientos <strong>de</strong> personas (entre ellas a muchos<br />

judíos) a huir <strong>de</strong> Europa.<br />

Auténticos ángeles <strong>de</strong> la guarda, los Macdonald se pusieron<br />

en contacto con Frank Tannenbaum, el prominente historiador<br />

<strong>de</strong> la Revolución mexicana. Ex militante <strong>de</strong>l sindicato Industrial<br />

Workers of the World y antiguo simpatizante magonista,<br />

Tannenbaum tomó muy en serio el caso <strong>de</strong> Serge. Sin per<strong>de</strong>r<br />

tiempo, envió una carta al presi<strong>de</strong>nte Lázaro Cár<strong>de</strong>nas, solicitando<br />

que el revolucionario rusobelga y su familia fueran admitidos<br />

en México en calidad <strong>de</strong> asilados políticos. 9<br />

francesa: Varian Fry, Livrer sur <strong>de</strong>man<strong>de</strong>. Quand les artistes, les dissi<strong>de</strong>nts et<br />

les juifs fuyaient les nazis (Marseille, 1940-41), Agone, Marsella, 2008.<br />

5 La historia <strong>de</strong>l erc ha sido contada, entre otros, por dos <strong>de</strong> sus<br />

integrantes: Mary Jayne Gold, Crossroads Marseilles 1940, Doubleday<br />

& Co., Nueva York, 1980, y Daniel Bénédite, La fi lière marseillaise. Un<br />

chemin vers la liberté sous líoccupation, pref. David Rousset, Clancier<br />

Guénaud, París, 1984.<br />

6 Véase Fry, Livrer sur <strong>de</strong>man<strong>de</strong>…, op. cit., p. 129.<br />

7 George Henein, L’esprit frappeur. Carnets 1940-1973, Encre,<br />

París, 1980, p. 57.<br />

8 Véase Gold, op. cit., pp. 286 y 306.<br />

9 Nota <strong>de</strong> Nancy Macdonald a Frank Tannenbaum, acompañada<br />

Cár<strong>de</strong>nas respondió favorablemente; sin embargo, por una<br />

serie <strong>de</strong> tropezones, el trámite tardó casi un año. ¿Por qué?<br />

En opinión <strong>de</strong> Vlady, a causa <strong>de</strong> las maquinaciones <strong>de</strong> agentes<br />

estalinistas incrustados en el gobierno <strong>de</strong> Cár<strong>de</strong>nas. 10 El hecho<br />

es que la visa fue autorizada el primero <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1940<br />

y transmitida al consulado <strong>de</strong> Marsella el 29 <strong>de</strong>l mismo mes a<br />

nombre <strong>de</strong> Victor Serge —seudónimo sin vali<strong>de</strong>z legal— y no<br />

<strong>de</strong> Victor Kibalchich. 11<br />

Mientras tanto, la situación política se precipitaba. La Gestapo<br />

<strong>de</strong>tenía y sucesivamente “suicidaba” a protegidos <strong>de</strong>l erc,<br />

como ocurrió con el conocido economista austriaco Rudolf<br />

Hilferding. 12 La suerte cambió cuando, <strong>de</strong> un día para otro, el<br />

gobierno <strong>de</strong> Vichy dispuso conce<strong>de</strong>r a los extranjeros todavía<br />

no requeridos por los nazis el permiso <strong>de</strong> viajar a la isla <strong>de</strong> la<br />

Martinica, posesión francesa en el Caribe. 13<br />

Era el caso <strong>de</strong> Serge. A sabiendas <strong>de</strong> que se trataba <strong>de</strong> una<br />

oportunidad única (duró sólo dos meses), el erc se dio a la tarea<br />

<strong>de</strong> encontrar una compañía <strong>de</strong> navegación confi able, lo cual<br />

tampoco fue fácil porque abundaban las estafas. El 25 <strong>de</strong> marzo<br />

<strong>de</strong> 1941, Serge y Vlady se embarcaron en el Captain Paul-<br />

Lemerle, “campo <strong>de</strong> concentración fl otante”, con <strong>de</strong>stino a la<br />

Martinica. Viajaban con ellos André Breton y Wilfredo Lam<br />

con sus respectivas familias, 35 protegidos más <strong>de</strong>l erc y otros<br />

100 refugiados, amontonados en el puente y las bo<strong>de</strong>gas pues el<br />

buque sólo contaba con dos cabinas y siete literas. 14<br />

La travesía resultó agradable a pesar <strong>de</strong> la pésima comida y<br />

el constante peligro <strong>de</strong> los submarinos alemanes. Cuando no<br />

charlaban con otros pasajeros, padre e hijo contemplaban los<br />

vastos paisajes <strong>de</strong>l hemisferio occi<strong>de</strong>ntal: “teníamos el cerebro<br />

lleno <strong>de</strong> estrellas. Cuando llegamos al trópico, hicimos una<br />

fi esta. La Vía Láctea, tan pálida en Europa, se ensanchaba hacia<br />

lo alto como una nube blanca vasta y luminosa”. 15<br />

El encanto fue breve. Al llegar a Fort-<strong>de</strong>-France, en la Martinica,<br />

los extranjeros sin visa para otro país fueron <strong>de</strong>tenidos.<br />

Los Kibalchich acabaron en un campo <strong>de</strong> concentración tórrido<br />

y sin agua potable, guardados a vista por gendarmes que les<br />

robaron amenazando con enviarlos al Sahara si protestaban.<br />

Permanecieron un mes allí con el peligro <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>vueltos<br />

a Francia en cualquier momento; recobraron la libertad sólo<br />

<strong>de</strong> una carta <strong>de</strong> Max Eastman sobre la visa a Serge, y una carta <strong>de</strong><br />

Tannenbaum al presi<strong>de</strong>nte Cár<strong>de</strong>nas con fecha 8 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1940.<br />

Archivo <strong>de</strong> Jeannine Kibalchich.<br />

10 Entrevista con Vlady, 15 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 2005.<br />

11 Ofi cio No. 4.351. 0”40”/II360 <strong>de</strong> la Secretaría <strong>de</strong> Gobernación,<br />

expediente No. 4.351. 0”40”/I2263, <strong>de</strong>l 4 <strong>de</strong> abril <strong>de</strong> 1941, fi rmado<br />

por el ofi cial mayor Adolfo Ruiz Cortines (quien será presi<strong>de</strong>nte<br />

<strong>de</strong> México entre 1952 y 1958) y enviado a Serge el 26 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong>l<br />

mismo año. El ofi cio le informaba <strong>de</strong> que la visa se cancelaba por no<br />

haber sido utilizada. Cortesía <strong>de</strong> la Fundación Victor Serge, Montpellier,<br />

Francia. Archivo <strong>de</strong> la Universidad Yale, Beinecke Rare Book<br />

and Manuscript Library, Victor Serge Papers (en a<strong>de</strong>lante, Archivo<br />

<strong>de</strong> la Universidad Yale), http://webtext.library.yale.edu/xml2html/<br />

beinecke.SERGE.con.html<br />

12 Véase Fry, op. cit., pp. 192-200.<br />

13 Véanse Bénédite, op. cit., p. 190; Fry, op. cit., pp. 210-211.<br />

14 Carta <strong>de</strong> Serge al erc con fecha 25 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1941, Archivo<br />

<strong>de</strong> la Universidad Yale. Otro pasajero, el antropólogo Clau<strong>de</strong> Lévi-<br />

Strauss, proporciona la cifra <strong>de</strong> 350 personas. Véase C. Lévi-Strauss,<br />

Tristes Tropiques, Plon, París, 1955, p. 23.<br />

15 Véase Vlady, entrevista citada.<br />

número 476, agosto 2010 la Gaceta 21


cuando les fue entregada una visa <strong>de</strong> tránsito para la República<br />

Dominicana. Se embarcaron, acto seguido, con rumbo a Ciudad<br />

Trujillo (Santo Domingo), don<strong>de</strong> les esperaba un viejo conocido:<br />

el pintor español Eugenio Granell. 16<br />

Errando <strong>de</strong> una isla a otra<br />

Ahora estaban libres, pero aún quedaban muchos problemas<br />

por resolver. No contaban con una visa válida para México y, <strong>de</strong><br />

todos modos, no había transporte directo entre los dos países.<br />

“Es un hecho: el camino más corto para ir <strong>de</strong> aquí a México<br />

pasa por Nueva York”, anotó Serge irónicamente. “El otro es el<br />

que pasa por Cuba, pero allá los estalinistas están muy fuertes y<br />

han logrado jugarme una mala pasada.” 17<br />

Mientras tanto, el Departamento <strong>de</strong> Estado norteamericano<br />

había <strong>de</strong>sarrollado un vivo interés por nuestro <strong>de</strong>sterrado quien,<br />

recién llegado a Ciudad Trujillo, recibió la visita <strong>de</strong> John A. Butler,<br />

agregado naval <strong>de</strong> Estados Unidos, que lo interrogó extensamente<br />

acerca <strong>de</strong> su solicitud <strong>de</strong> visa para ese país. Gracias a las<br />

investigaciones <strong>de</strong> Susan Weissman sabemos que, en su reporte<br />

a Washington, Butler apuntó que Serge era un observador “brillante<br />

y bien entrenado”, integrante <strong>de</strong> un supuesto “estado mayor<br />

rojo”. Como resultado, las autorida<strong>de</strong>s norteamericanas le<br />

rechazaron la visa <strong>de</strong> tránsito, <strong>de</strong>comisaron dos maletas que había<br />

enviado a Estados Unidos y el fbi abrió un dossier a su nombre<br />

fotografi ando su correspon<strong>de</strong>ncia hasta el día <strong>de</strong> su muerte. 18<br />

En realidad, hacía tiempo que Serge había renunciado a internarse<br />

en Estados Unidos y en aquella primavera <strong>de</strong> 1941<br />

sólo ansiaba llegar a México. El clima tropical <strong>de</strong> Santo Domingo<br />

no le favorecía: “Me siento la sombra <strong>de</strong> mí mismo y,<br />

aunque mi máquina <strong>de</strong> escribir no <strong>de</strong>scansa, no puedo hacer<br />

nada para nadie, sino que, por el contrario, <strong>de</strong>pendo por completo<br />

<strong>de</strong> unos amigos (admirables) neoyorquinos”. 19<br />

Serge y Vlady intentaron la vía <strong>de</strong> Haití, pero en Puerto<br />

Príncipe los agentes migratorios les obligaron a tomar el camino<br />

<strong>de</strong> regreso. 20 Sumamente angustiados, permanecieron en<br />

Santo Domingo tres meses más, hasta la llegada <strong>de</strong> las ansiadas<br />

visas: la <strong>de</strong> México con los apellidos en regla y la <strong>de</strong> tránsito<br />

para Cuba. Volaron entonces a La Habana, don<strong>de</strong> les esperaba<br />

otra sorpresa <strong>de</strong>sagradable. Cuenta Vlady:<br />

En el avión, yo brincaba emocionado <strong>de</strong> una ventana a otra, dibujando<br />

las nubes que, por primera vez, veía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> arriba. Sin<br />

embargo, mi afán artístico fue mal interpretado por el piloto que,<br />

convencido <strong>de</strong> que era yo un espía soviético, confi scó los dibujos.<br />

En La Habana, nos bajaron <strong>de</strong>l avión y nos <strong>de</strong>tuvieron. Primero<br />

nos metieron a un campo <strong>de</strong> concentración cerca <strong>de</strong> Santiago <strong>de</strong><br />

Cuba y al día siguiente a una cárcel <strong>de</strong> La Habana, llamada La<br />

Triscornia.<br />

16 Eugenio Granell (1912-2001), luchador social y pintor surrealista,<br />

militante <strong>de</strong>l Partido Obrero <strong>de</strong> Unifi cación Marxista (poum).<br />

17 Carta <strong>de</strong> Serge a Mary Jayne Gold fechada en Ciudad Trujillo,<br />

1 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1941, Archivo <strong>de</strong> la Universidad Yale.<br />

18 Susan Weissman, The Course Is Set on Hope, Verso, Londres/<br />

Nueva York, 2001, pp. 257-263.<br />

19 Véase Serge, carta a Gold, op. cit.<br />

20 Carta <strong>de</strong> Serge a Laurette Séjourné, 15 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1941,<br />

Archivo <strong>de</strong> Jeannine Kibalchich.<br />

Una vez más, corrieron con suerte. En Cuba se encontraba<br />

Gilberto González y Contreras (1904-1954), exilado salvadoreño<br />

que apreciaba la obra <strong>de</strong> Serge y había traducido algunos<br />

<strong>de</strong> sus poemas. Al enterarse <strong>de</strong> que el escritor estaba <strong>de</strong>tenido<br />

con su hijo, pidió permiso para visitarlos. “Van a salir pronto”,<br />

les comentó radiante. Era verdad, pues, gracias a sus contactos<br />

<strong>de</strong> alto nivel en el gobierno <strong>de</strong> Fulgencio Batista, González y<br />

Contreras logró su liberación en cuestión <strong>de</strong> días.<br />

Antes <strong>de</strong> seguir rumbo a México, Serge ofreció una conferencia<br />

en la Casa <strong>de</strong> los Sindicatos <strong>de</strong> La Habana. Su <strong>de</strong>tención<br />

había causado cierto ruido y cerca <strong>de</strong> tres mil personas se hacinaron<br />

en la sala. El ambiente era tenso por la presencia <strong>de</strong><br />

militantes <strong>de</strong>l Partido Comunista fi eles a Stalin y por el tema<br />

can<strong>de</strong>nte, la agresión alemana a la URSS (21 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1941),<br />

pero Serge logró exponer sus i<strong>de</strong>as sin alterarse. 21<br />

El último exilio<br />

El día siguiente, una vez más gracias al apoyo fi nanciero <strong>de</strong> los<br />

Macdonald, Vlady y Victor buscaron una agencia para volar a<br />

Mérida y el 5 <strong>de</strong> septiembre llegaron a la ciudad <strong>de</strong> México. 22<br />

En el aeropuerto internacional Benito Juárez, les esperaban Julián<br />

Gorkin (Julián Gómez García), Enrique Gironella (Eric<br />

Adroher i Pascual) y el editor Bartomeu Costa-Amic. Los tres<br />

eran miembros prominentes <strong>de</strong>l Partido Obrero <strong>de</strong> Unifi cación<br />

Marxista (poum), y sobrevivientes <strong>de</strong> otro drama sangriento: la<br />

Revolución española.<br />

Costa-Amic recién había publicado el Retrato <strong>de</strong> Stalin <strong>de</strong><br />

Serge (1940) con prefacio <strong>de</strong> Gorkin, y estaba en prensa Hitler<br />

contra Stalin, libro sobre la invasión nazi a la URSS que Serge<br />

había escrito en poco más <strong>de</strong> un mes, durante su encierro tropical<br />

en Ciudad Trujillo. 23<br />

Agotados por el largo viaje, padre e hijo transcurrieron su<br />

primera noche mexicana en el céntrico hotel Gillow, en las inmediaciones<br />

<strong>de</strong> Isabel la Católica y Cinco <strong>de</strong> Mayo. Después <strong>de</strong><br />

mucho tiempo, saboreaban al fi n el gusto <strong>de</strong> dormir tranquilos.<br />

Aun así, sus tribulaciones no terminaban, ya que en Europa<br />

quedaban la pequeña Jeannine, la nueva compañera <strong>de</strong> Serge,<br />

Laurette Séjourné (cuyo verda<strong>de</strong>ro nombre era Laura Valentini),<br />

y Liuba, quien, <strong>de</strong>masiado frágil para una vida tan azarosa,<br />

pa<strong>de</strong>cía graves trastornos mentales y era atendida en una clínica<br />

psiquiátrica.<br />

¿Cuál fue el primer impacto <strong>de</strong> Serge con México? Una<br />

mezcla <strong>de</strong> sentimientos encontrados. Acostumbrado a las penurias<br />

<strong>de</strong> Europa, se asombró ante la frivolidad <strong>de</strong> la muchedumbre<br />

festiva, los autos <strong>de</strong> lujo importados <strong>de</strong> Estados Unidos<br />

y los cafés repletos <strong>de</strong> gente hasta muy tar<strong>de</strong> en la noche. Una<br />

mo<strong>de</strong>rnidad agresiva se asomaba tras los numerosos anuncios<br />

publicitarios <strong>de</strong> chispeantes refrigeradoras y antros nocturnos.<br />

En los cines, las multitu<strong>de</strong>s aclamaban al galán <strong>de</strong>l momento,<br />

Arturo <strong>de</strong> Córdoba.<br />

21 Véase Vlady, entrevista citada.<br />

22 La correspon<strong>de</strong>ncia entre Serge y los Macdonald da fe <strong>de</strong> los<br />

giros que el escritor recibía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Estados Unidos.<br />

23 Véanse <strong>de</strong> Victor Serge, Retrato <strong>de</strong> Stalin, Ediciones Libres,<br />

México, 1940; Hitler contra Stalin, Ediciones Quetzal, México, 1941<br />

(ambos sellos eran iniciativa <strong>de</strong> Costa-Amic). Éstos son los únicos<br />

dos libros publicados en México en vida <strong>de</strong> Serge. La editorial Alter<br />

Costa-Amic anuncia una reedición <strong>de</strong> ambos.<br />

22 la Gaceta número 476, agosto 2010


Pronto entendió que México era “un país en dos tonos, sin<br />

clases medias o insignifi cantes: arriba la sociedad <strong>de</strong>l dólar, abajo<br />

la miseria primitiva <strong>de</strong>l indio”. 24 Durante algún tiempo, las<br />

medidas revolucionarias <strong>de</strong> Lázaro Cár<strong>de</strong>nas habían benefi ciado<br />

a obreros y campesinos, pero ahora soplaban otros vientos.<br />

Elegido el año anterior al cabo <strong>de</strong> un proceso electoral controvertido,<br />

el gobierno <strong>de</strong>l presi<strong>de</strong>nte Manuel Ávila Camacho<br />

constituía un régimen <strong>de</strong> transición.<br />

¿Hacia qué? No estaba claro. Mientras que en la ciudad<br />

el fl amante jefe <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong>l Distrito Fe<strong>de</strong>ral, Javier<br />

Rojo Gómez, emprendía trabajos ambiciosos, en el campo cundía<br />

la miseria. Ahí la vida transcurría como antes, dominada<br />

por ritmos elementales, lentos y violentos. Observador agudo,<br />

Serge se interesó en las culturas indígenas comprendiendo que<br />

el futuro <strong>de</strong> México no podía fi ncarse en la imitación <strong>de</strong>l mo<strong>de</strong>lo<br />

estadouni<strong>de</strong>nse. Para seguir a<strong>de</strong>lante —pensaba—, el país<br />

tendría que buscar otros caminos.<br />

24 Victor Serge, “Lettres à Antoine Borie”, “Lettre du 21 août<br />

1946”, Témoins, núm. 21 (Zúrich, febrero <strong>de</strong> 1959). [Reed.: À contretemps,<br />

núm. 20, París, junio <strong>de</strong> 2005. Número <strong>de</strong>dicado a Serge.]<br />

En aquellos primeros días, sin embargo, las preocupaciones<br />

<strong>de</strong> nuestro autor eran otras: ganarse la vida, asegurar la sobrevivencia<br />

<strong>de</strong> su familia y, sobre todo, seguir escribiendo, <strong>de</strong>jar un<br />

testimonio, antes <strong>de</strong> que el <strong>de</strong>stino le alcanzara…<br />

Serge nunca logró hacerse <strong>de</strong> un buen trabajo en México.<br />

Recibía unos cuantos pesos por las correspon<strong>de</strong>ncias que le comisionaban<br />

las revistas norteamericanas Partisan Review, Politics<br />

(fundada en 1944 por Dwight Macdonald) y New Lea<strong>de</strong>r, sobrellevando<br />

con dignidad una miseria inaudita. Ahorraba hasta<br />

en los timbres y escribía sus manuscritos en papel cebolla, el<br />

más barato; nunca frecuentó los cafés —muy populares entre<br />

los exiliados— sencillamente porque no se lo podía permitir,<br />

aunque <strong>de</strong> todos modos le hubiera faltado el tiempo. 25<br />

Con muchos esfuerzos, alquiló un pequeño <strong>de</strong>partamento en<br />

la calle Pedro Baranda, cerca <strong>de</strong>l Monumento a la Revolución;<br />

<strong>de</strong>spués compartió la vivienda con Julián Gorkin, en la calle<br />

Victoria, para fi nalmente establecerse en la calle Hermosillo<br />

<strong>de</strong> la colonia Roma. He aquí el testimonio <strong>de</strong> su amigo, el sindicalista<br />

belga Jeff Rens: “Vivía en un <strong>de</strong>partamento mo<strong>de</strong>sto<br />

25 Véase Vlady, entrevista citada.<br />

número 476, agosto 2010 la Gaceta 23


y diminuto. Su preocupación <strong>de</strong> todos los días era el <strong>de</strong>senlace<br />

<strong>de</strong> la Revolución rusa. No encontraba ninguna justifi cación al<br />

sistema <strong>de</strong> trabajos forzados vigente en Rusia”. 26<br />

En marzo <strong>de</strong> 1942, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muchos intentos frustrados,<br />

llegaron Laurette y Jeannine, <strong>de</strong> manera que en a<strong>de</strong>lante gozó<br />

<strong>de</strong> cierta tranquilidad. Liuba, en cambio, quedó trágicamente<br />

atrapada en Francia viviendo cuarenta años más sumida en los<br />

abismos <strong>de</strong> la locura. 27<br />

Perseguido por los estalinistas<br />

Eran, por <strong>de</strong>más, tiempos difíciles. Las historias <strong>de</strong> espías nazis<br />

que aterrizaban en regiones remotas para transmitir propaganda<br />

bélica clan<strong>de</strong>stina contribuían a generalizar el sentimiento<br />

<strong>de</strong> que el país ya no podía sustraerse a la guerra que incendiaba<br />

el mundo.<br />

México era un hervi<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ologías encontradas en don<strong>de</strong><br />

actuaban impunemente no sólo agentes <strong>de</strong>l Eje, sino también<br />

norteamericanos y, sobre todo, soviéticos que ponían en<br />

peligro la estabilidad <strong>de</strong>l país. Recor<strong>de</strong>mos que, con ocasión<br />

<strong>de</strong>l asesinato <strong>de</strong> León Trotsky (acontecido un año antes), Cár<strong>de</strong>nas<br />

había <strong>de</strong>fi nido a los comunistas “traidores a la patria”. 28<br />

Serge no tardó en buscar a Natalia Sedova, viuda <strong>de</strong>l fundador<br />

<strong>de</strong>l Ejército Rojo a quien no veía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1927. El encuentro<br />

fue muy emotivo pues ellos dos eran los únicos sobrevivientes <strong>de</strong><br />

la Revolución rusa en México y posiblemente en el mundo. 29<br />

Vlady me contó que ésa fue una <strong>de</strong> las pocas veces en que<br />

vio a su padre llorar. Y es que en los años anteriores al crimen<br />

<strong>de</strong> Coyoacán, las relaciones entre los dos revolucionarios se habían<br />

vuelto ríspidas. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> juzgar prematura la creación<br />

<strong>de</strong> la IV Internacional Socialista, impulsada por Trotsky, Serge<br />

criticaba los errores <strong>de</strong> la vieja guardia bolchevique, como la<br />

creación <strong>de</strong> la policía secreta y la sangrienta represión <strong>de</strong> la<br />

revuelta <strong>de</strong> Cronstadt, levantamiento este último que Trotsky,<br />

más rígido y dogmático, no podía tolerar.<br />

Otro elemento <strong>de</strong> <strong>de</strong>sacuerdo tenía que ver con el poum,<br />

partido con el que Serge se i<strong>de</strong>ntifi caba y que Trotsky criticaba<br />

severamente. Nada <strong>de</strong> esto trascendió, a pesar <strong>de</strong> todo, en las<br />

relaciones entre Serge y Natalia, que siempre fueron cordiales<br />

y cariñosas. Tan es así que escribieron juntos la primera biografía<br />

<strong>de</strong>l “Viejo”. 30<br />

En colaboración con otros exiliados antitotalitarios —los<br />

compañeros <strong>de</strong>l poum Marceaux Pivert, fundador <strong>de</strong>l Instituto<br />

Francés <strong>de</strong> América Latina; Paul Chevalier (Leo Valiani), ex<br />

comunista italiano, y los escritores Jean Malaquais (Vladimir<br />

Malacki) y Gustav Regler—, Serge fundó Socialismo y Libertad,<br />

pequeño grupo animado por el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> reconstruir un<br />

26 Jeff Rens, Rencontres avec le siècle. Une vie au service <strong>de</strong> la justice<br />

sociale, Éditions Duculot, París-Gembloux, 1987, p. 100.<br />

27 Liuba Russakova (1898-1984) murió en una clínica psiquiátrica<br />

<strong>de</strong> Aix-en-Provence, Francia.<br />

28 Lázaro Cár<strong>de</strong>nas <strong>de</strong>l Río, “Mensaje a los trabajadores <strong>de</strong>l país”,<br />

29 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1940, Apuntes, unam, 4 tt., México, 1972. Citado<br />

en Manuel Aguilar Mora, El escándalo <strong>de</strong>l Estado. Una teoría <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r<br />

político en México, Fontamara, México, 2000, p. 331.<br />

29 Victor Serge, Carnets, Actes Sud, 1985, p. 57.<br />

30 Victor Serge, Vida y muerte <strong>de</strong> Trotsky, pról. <strong>de</strong> Elías Castelnuovo,<br />

Editorial Indoamérica, Buenos Aires, 1954. [Reed. por la editorial<br />

Juan Pablos, pról. <strong>de</strong> Vlady, México, 1971.]<br />

movimiento obrero internacionalista, más allá <strong>de</strong> las antiguas<br />

divisiones entre anarquistas, socialistas y comunistas. De gran<br />

calidad teórica, las dos revistas que publicaron, Análisis y Mundo,<br />

abordaban la crítica <strong>de</strong>l socialismo soviético, la resistencia<br />

al nazifascismo en Europa y la actualidad internacional, a<strong>de</strong>más<br />

<strong>de</strong> temas literarios y culturales.<br />

Las hostilida<strong>de</strong>s estallaron a principios <strong>de</strong> 1942, cuando El<br />

Popular dio cuenta <strong>de</strong>l informe presentado por Miguel A. Velasco<br />

ante un pleno <strong>de</strong>l Partido Comunista Mexicano (pcm) sobre<br />

“agentes y espías nazi-fascistas” en México. 31 Velasco exigía<br />

la disolución <strong>de</strong> los grupos “quintacolumnistas” al mando<br />

<strong>de</strong> Serge, Gorkin y Pivert pidiendo su internación en campos<br />

<strong>de</strong> concentración y cárceles. 32 El 13 <strong>de</strong> enero, la <strong>de</strong>nuncia fue<br />

retomada por un grupo <strong>de</strong> diputados que repetían las mismas<br />

acusaciones solicitando la intervención <strong>de</strong> la Secretaría <strong>de</strong> Gobernación.<br />

El 18 <strong>de</strong> abril, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Santiago <strong>de</strong> Chile, el escritor<br />

Volodia Teitelboim (1916-2008) acusó a Serge <strong>de</strong> ser un agente<br />

<strong>de</strong>l Eje exigiendo se le aplicara el artículo 33 en cuanto extranjero<br />

in<strong>de</strong>seable. 33<br />

A la postre, no pasó nada porque el gobierno mexicano sabía<br />

perfectamente que las imputaciones eran falsas, pero los estalinistas<br />

no se dieron por vencidos. El 1 <strong>de</strong> abril <strong>de</strong> 1943, al grito<br />

<strong>de</strong> “muera la quinta columna”, un centenar <strong>de</strong> energúmenos<br />

armados con puñales, matracas y pistolas asaltaron el local <strong>de</strong>l<br />

Centro <strong>Cultura</strong>l Ibero-Mexicano, don<strong>de</strong> Serge iba a dictar una conferencia.<br />

34 Los asistentes, en gran parte exiliados españoles <strong>de</strong><br />

ten<strong>de</strong>ncia libertaria que sabían <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse, repelieron el ataque<br />

con vigor. En el zafarrancho, Gorkin quedó mal herido y Gironella<br />

recibió un machetazo en la cabeza mientras ponía a salvo a<br />

Serge y Jeannine. “En los cafés <strong>de</strong> México se comentaba nuestro<br />

próximo asesinato”, registró lacónicamente nuestro autor. 35<br />

Una muerte extraña<br />

Serge tuvo muy pocos amigos en México. El más cercano fue<br />

Fritz Fraenkel, un médico y psicoanalista austriaco que había<br />

organizado en España el servicio sanitario <strong>de</strong> las Brigadas Internacionales.<br />

Este personaje, <strong>de</strong>l que se habla a menudo en los<br />

Carnets, lo infl uenció profundamente empujándolo a estudiar<br />

la compleja relación entre socialismo y psicología que nuestro<br />

autor plasmaría en un texto publicado en la revista Mundo. 36<br />

Entre los mexicanos cabe mencionar a Octavio Paz:<br />

31 “Se <strong>de</strong>nuncian activida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la Quinta Columna en México”,<br />

El Popular, 5 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1942.<br />

32 Marceaux Pivert, Victor Serge, Gustavo Regler, Julián Gorkin,<br />

La GPU prepara un nuevo crimen, Serie “Documentos”, ed. <strong>de</strong> Análisis.<br />

Revista <strong>de</strong> hechos e i<strong>de</strong>as, Bartolomé Costa (ed.), México, 1942.<br />

33 Volodia Teitelboim, El Siglo, Santiago <strong>de</strong> Chile, 18 <strong>de</strong> abril <strong>de</strong><br />

1942 (<strong>Fondo</strong> Marceaux Pivert, Bibliothèque Jean Maitron, París).<br />

34 Sobre este acontecimiento, abundantemente comentado en la<br />

prensa <strong>de</strong> la época, existe un dossier en la Galería 3 <strong>de</strong>l Archivo General<br />

<strong>de</strong> la Nación, Extranjeros perniciosos. Encuentros sangrientos entre nazifascistas<br />

y comunistas.<br />

35 Carta <strong>de</strong> Serge a R. Lefeuvre, 8 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1946, incluida en Victor<br />

Serge, 16 fusillés à Moscou, Cahiers <strong>de</strong> Spartacus, París, 1984, p. 119.<br />

36 Victor Serge, “Socialismo y psicología”, Mundo, núm. 3, abrilmayo<br />

<strong>de</strong> 1948. La revista Mundo publicó 13 números en México (el<br />

11 y el 12 como número doble) y siguió <strong>de</strong>spués en Chile.<br />

24 la Gaceta número 476, agosto 2010


A principio <strong>de</strong>l año 1942 conocí a un grupo <strong>de</strong> intelectuales que<br />

ejercieron una infl uencia benéfi ca en la evolución <strong>de</strong> mis i<strong>de</strong>as<br />

políticas: Victor Serge, Benjamin Péret, el escritor Jean Malaquais,<br />

Julián Gorkin, dirigente <strong>de</strong>l poum, y otros [a Víctor Alba lo<br />

conocería meses <strong>de</strong>spués]. Se unía al grupo a veces el poeta peruano<br />

César Moro. Nos reuníamos en ocasiones en el apartamento <strong>de</strong><br />

Paul Rivet, que fue <strong>de</strong>spués director <strong>de</strong>l Museo <strong>de</strong>l Hombre <strong>de</strong><br />

París. Mis nuevos amigos venían <strong>de</strong> la oposición <strong>de</strong> izquierda. El<br />

más notable y el <strong>de</strong> mayor edad era Victor Serge […]. La fi gura <strong>de</strong><br />

Serge me atrajo inmediatamente. Conversé largamente con él y<br />

guardo dos cartas suyas […]. Su crítica me abrió nuevas perspectivas<br />

pero su lenguaje me mostró que no basta cambiar <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as,<br />

hay que cambiar <strong>de</strong> actitu<strong>de</strong>s. Hay que cambiar <strong>de</strong> raíz. Nada más<br />

alejado <strong>de</strong> los dialécticos que la simpatía humana <strong>de</strong> Serge, su<br />

sencillez y su generosidad. Una inteligencia húmeda. Victor Serge<br />

fue para mí el ejemplo <strong>de</strong> la fusión <strong>de</strong> dos cualida<strong>de</strong>s opuestas: la<br />

intransigencia moral e intelectual con la tolerancia y la compasión.<br />

Aprendí que la política no es sólo acción, es participación. 37<br />

Otro amigo mexicano fue Ramón Denegri, ex embajador <strong>de</strong><br />

México ante la República Española. Muy cercano a Cár<strong>de</strong>nas y<br />

a Mújica, Denegri había sido testigo <strong>de</strong> las maniobras <strong>de</strong> Stalin<br />

en la península ibérica y mantenía una posición crítica con respecto<br />

al socialismo soviético.<br />

En los últimos meses, Serge se alistaba para regresar a Francia<br />

y por fi n le prometían una visa para Estados Unidos, don<strong>de</strong><br />

varias revistas solicitaban sus colaboraciones. 38 Era optimista,<br />

37 Octavio Paz, Itinerario, fce, México, 1993, p. 74.<br />

38 Laurette Séjourné, carta a Antoine Borie, 20 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1948,<br />

Témoins, op. cit. (no incluida en la edición <strong>de</strong> 2005).<br />

asesoraba a Laurette en sus estudios <strong>de</strong> antropología y había<br />

empezado una nueva novela sobre México. 39 Refrendó, poco<br />

antes <strong>de</strong> morir, su optimismo sobre el futuro <strong>de</strong> la humanidad:<br />

Lo que pue<strong>de</strong> y <strong>de</strong>be ofrecer a la próxima generación es el ejemplo<br />

<strong>de</strong> una sociedad humanista, racional en su organización, equilibrada,<br />

penetrada por un sentimiento <strong>de</strong> justicia... ¿Le hablo <strong>de</strong> una<br />

manera i<strong>de</strong>alista? ¡Cielos! No hay más que i<strong>de</strong>alistas, dimisionarios<br />

y totalitarios. ¿Por dón<strong>de</strong> empezar? Consi<strong>de</strong>ro que es necesario,<br />

en primer lugar, rechazar las fi losofías <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sesperanza que<br />

no hacen sino expresar el estado <strong>de</strong> ánimo <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sanimados.<br />

Reconstruir, <strong>de</strong>sear un resurgimiento, es proce<strong>de</strong>r <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un optimismo<br />

<strong>de</strong> acción, cuyas fuentes están en nuestro instinto y que la<br />

inteligencia ilumina. ¡Yo estoy a favor <strong>de</strong> vivir! 40<br />

El lunes 17 <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1947, el escritor buscó a Vlady<br />

para entregarle su último poema. 41 Al no hallarlo, se encaminó<br />

hacia el Correo Central y, sintiéndose cansado, abordó un<br />

taxi hacia las diez <strong>de</strong> la noche. Pocos minutos <strong>de</strong>spués estaba<br />

muerto. “Lo encontramos sobre una mesa <strong>de</strong> operaciones <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>legación <strong>de</strong> policía. Un foco amarillento iluminaba el cuarto<br />

39 Las únicas páginas que quedan <strong>de</strong> esta novela fueron publicadas<br />

por Vlady en Cua<strong>de</strong>rnos Victor Serge, op. cit.<br />

40 Entrevista <strong>de</strong> Víctor Alba publicada por la revista Combat en<br />

octubre <strong>de</strong> 1947 e incluida en Mémoires díun révolutionnaire et autres<br />

écrits politiques, Robert Laffont, París, 2001. [Trad. al castellano <strong>de</strong><br />

Teresa Martínez en http://www.fundanin.org/serge4.htm]<br />

41 Mains/Manos, un poema <strong>de</strong> Victor Serge, edición bilingüe, trad.<br />

<strong>de</strong> Verónica Volkow con un grabado y una nota <strong>de</strong> Vlady, Carta al<br />

lector/taller Martín Pescador, México, 1978.<br />

número 476, agosto 2010 la Gaceta 25


siniestro. Lo primero que percibí fueron los zapatos: perforados.<br />

Esto me sacudió fuertemente pues él era un hombre cuidadoso<br />

<strong>de</strong> su ropa, si bien siempre barata. Al día siguiente no<br />

pu<strong>de</strong> dibujar su cara porque le habían sacado una mascarilla.<br />

Me limité a dibujar sus manos, que eran hermosas. A los pocos<br />

días recibí su poema: Manos. 42<br />

He aquí los recuerdos <strong>de</strong> Gorkin:<br />

Una tira <strong>de</strong> tela cerraba su boca, esa boca a la que todas las tiranías<br />

<strong>de</strong>l siglo no habían podido callar. Podría haber parecido un vagabundo<br />

recogido por caridad. ¿Acaso no había sido un eterno<br />

vagabundo <strong>de</strong> la vida y <strong>de</strong> un i<strong>de</strong>al? Su rostro aún tenía impresa<br />

una ironía amarga, una expresión <strong>de</strong> protesta, la última protesta <strong>de</strong><br />

Victor Serge, <strong>de</strong> un hombre que, durante toda su vida, había protestado<br />

contra las injusticias humanas. […] Trasladamos el cadáver<br />

al salón principal <strong>de</strong> una empresa <strong>de</strong> pompas fúnebres. Le elegimos<br />

un ataúd <strong>de</strong> cierto precio. Lo ro<strong>de</strong>amos <strong>de</strong> fl ores, Victor<br />

42 Ibid., p. 15.<br />

Serge se lo merecía. […] Al llenar la hoja para la inhumación y<br />

llegar a la nacionalidad le puse “apátrida”. Lo que era. El director<br />

<strong>de</strong> la empresa funeraria empezó a gritar que no se le podía enterrar<br />

si no tenía una nacionalidad. ¿Cómo iba a enterrar él a un sin<br />

patria? Llamé a Vlady.<br />

—¿Qué nacionalidad hubiera elegido tu padre <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r elegir?<br />

—La española —me dijo sin vacilar.<br />

El escritor ruso-belga-francés Victor Serge está enterrado en<br />

México en el Panteón Francés con la nacionalidad española. 43<br />

Ataque cardiaco, según el reporte médico. ¿Envenenamiento?<br />

Probablemente no, ya que Victor Serge pa<strong>de</strong>cía <strong>de</strong>l corazón,<br />

pero subsisten dudas. No hubo autopsia y nunca se sabrá<br />

la verdad. Sea como fuere, a los pocos días, Ramón Denegri<br />

convocó a Vlady para <strong>de</strong>cirle estas terribles palabras: “Usted<br />

tiene que saber que a su padre lo mataron…” 44 G<br />

43 Julián Gorkin, “La muerte en México <strong>de</strong> Victor Serge”, http://<br />

www.fundanin.org/gorserge.htm<br />

44 Véase Vlady, entrevista citada. En los ambientes <strong>de</strong> la emigración<br />

antiestalinista, siempre cundió la sospecha <strong>de</strong> que Serge había<br />

sido asesinado. A mí me lo refrendó la esposa <strong>de</strong> Gustav Regler,<br />

Peggy Irwin Regler, cuando la conocí, en Tepoztlán, Morelos, poco<br />

antes <strong>de</strong> su muerte en el año 1991.<br />

26 la Gaceta número 476, agosto 2010


Bajo la mirada <strong>de</strong> Oriente (1976)*<br />

George Steiner<br />

Hay una contradicción acerca <strong>de</strong>l genio <strong>de</strong> la literatura rusa.<br />

Des<strong>de</strong> Pushkin hasta Pasternak, los maestros <strong>de</strong> la poesía y la<br />

narrativa rusas forman parte <strong>de</strong>l mundo en su conjunto. Hasta<br />

en traducciones <strong>de</strong>fi cientes, sus poemas, novelas y relatos breves<br />

son indispensables. No nos sería fácil imaginar el repertorio<br />

<strong>de</strong> nuestros sentimientos y <strong>de</strong> nuestra común humanidad<br />

sin ellos. Históricamente breve y limitada en cuanto a géneros,<br />

la literatura rusa comparte esta convincente universalidad con<br />

la <strong>de</strong> la antigua Grecia. Sin embargo, el lector no ruso <strong>de</strong> Pushkin,<br />

<strong>de</strong> Gógol, <strong>de</strong> Dostoievski o <strong>de</strong> Man<strong>de</strong>lstam es siempre un<br />

forastero. En algún aspecto fundamental, está escuchando a escondidas<br />

un discurso interno que, por evi<strong>de</strong>ntes que sean su<br />

fuerza comunicativa y su pertinencia universal, ni los más perspicaces<br />

estudiosos y críticos occi<strong>de</strong>ntales entien<strong>de</strong>n correctamente.<br />

El signifi cado sigue siendo obstinadamente nacional y<br />

resistente a la exportación. Por supuesto, esto es en parte cuestión<br />

<strong>de</strong> lengua, o, con más exactitud, <strong>de</strong>l apabullante espectro <strong>de</strong><br />

lenguas que abarca <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la regional y <strong>de</strong>mótica hasta la altamente<br />

literaria e incluso europeizada en la que trabajan los escritores<br />

rusos. Los obstáculos que ponen un Pushkin, un Gógol,<br />

una Ajmátova para una plena traducción son innumerables.<br />

Pero esto se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> los clásicos <strong>de</strong> muchas otras lenguas,<br />

y hay, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo, un nivel —<strong>de</strong> hecho un nivel enormemente<br />

amplio y transformadoró en el que los gran<strong>de</strong>s textos<br />

rusos sí que llegan a compren<strong>de</strong>rse. (Imaginen nuestro paisaje<br />

sin Padres e hijos o Guerra y paz o Los hermanos Karamázov o Las<br />

tres hermanas.) Si uno sigue pensando que muchas veces lo entien<strong>de</strong><br />

mal, que la visión occi<strong>de</strong>ntal distorsiona gravemente lo<br />

que está diciendo el escritor ruso, la razón no pue<strong>de</strong> ser solamente<br />

la distancia lingüística.<br />

Es una observación rutinaria —los rusos son los primeros en<br />

ofrecerlaó que toda la literatura rusa (con la evi<strong>de</strong>nte excepción<br />

<strong>de</strong> los textos litúrgicos) es esencialmente política. Es producida<br />

y publicada, en la medida en que lo es, en contra <strong>de</strong> una censura<br />

ubicua. Apenas se pue<strong>de</strong> citar un año en el que los poetas,<br />

novelistas o dramaturgos rusos hayan trabajado en algo que se<br />

aproxime a unas condiciones normales, no digamos positivas,<br />

<strong>de</strong> libertad intelectual. Una obra maestra rusa existe a pesar <strong>de</strong>l<br />

régimen. Pone en escena una subversión, un irónico circunloquio,<br />

un <strong>de</strong>safío directo al dominante aparato represivo o un<br />

ambiguo compromiso con él, ya sea el aparato zarista y eclesiástico<br />

ortodoxo o el leninista-estalinista. Como dice una expresión<br />

rusa, el gran escritor es “el Estado alternativo”. Sus li-<br />

* George Steiner, George Steiner en The New Yorker, Traducción <strong>de</strong><br />

María Cóndor, Siruela/fce, México, 2009.<br />

bros son el principal, en muchos casos el único, acto <strong>de</strong> oposición<br />

política. En un complejo juego <strong>de</strong>l ratón y el gato que ha<br />

permanecido virtualmente inalterado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el siglo xviii, el<br />

Kremlin permite la creación e incluso la difusión <strong>de</strong> obras literarias<br />

<strong>de</strong> cuyo carácter fundamentalmente rebel<strong>de</strong> se da cuenta<br />

con claridad. Con el paso <strong>de</strong> las generaciones, esas obras —las<br />

<strong>de</strong> Pushkin, las <strong>de</strong> Turguéniev, las <strong>de</strong> Chéjov— se convierten<br />

en clásicos nacionales: hay unas válvulas <strong>de</strong> seguridad que liberan<br />

al ámbito <strong>de</strong> lo imaginario <strong>de</strong> algunas <strong>de</strong> esas enormes presiones<br />

por la reforma, por un cambio político responsable que<br />

la realidad no permite. La persecución <strong>de</strong> escritores concretos,<br />

su encarcelamiento, su prohibición, forma parte <strong>de</strong>l trato.<br />

Todo esto lo pue<strong>de</strong> discernir el forastero. Si mira el acoso<br />

que sufre Pushkin, la <strong>de</strong>sesperación <strong>de</strong> Gógol, la con<strong>de</strong>na <strong>de</strong><br />

Dostoievski en Siberia, la volcánica lucha <strong>de</strong> Tolstói contra la<br />

censura, o el largo catálogo <strong>de</strong> asesinados y <strong>de</strong>saparecidos que<br />

compone el registro literario ruso <strong>de</strong>l siglo xx, enten<strong>de</strong>rá el<br />

mecanismo subyacente. El escritor ruso tiene una inmensa importancia.<br />

Tiene mucha más importancia que su homólogo en<br />

el aburrido y tolerante Occi<strong>de</strong>nte. A menudo, la conciencia<br />

rusa en su totalidad parece entusiasmar su poema. A cambio, él<br />

se abre paso por un ingenioso infi erno. Pero esta lúgubre dialéctica<br />

no es toda la verdad, o, mejor dicho, oculta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sí<br />

otra verdad que resulta evi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> forma instintiva para el<br />

artista ruso y para su público pero es casi imposible <strong>de</strong> evaluar<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> fuera.<br />

La historia rusa ha sido una historia <strong>de</strong> sufrimiento y humillación<br />

casi inconcebibles. Pero el tormento y la abyección nutren<br />

las raíces <strong>de</strong> una visión mesiánica, <strong>de</strong> un sentimiento <strong>de</strong><br />

singularidad o <strong>de</strong> un sino radiante. Este sentido pue<strong>de</strong> traducirse<br />

al lenguaje <strong>de</strong> la eslavofi lia ortodoxa, con su convicción <strong>de</strong><br />

que la tierra rusa es sagrada <strong>de</strong> una manera absolutamente concreta,<br />

<strong>de</strong> que sólo ella llevará las huellas <strong>de</strong>l regreso <strong>de</strong> Cristo.<br />

O pue<strong>de</strong> metamorfosearse en el secularismo mesiánico <strong>de</strong> la<br />

exigencia comunista <strong>de</strong> una sociedad perfecta, <strong>de</strong>l alba milenaria<br />

<strong>de</strong> la absoluta justicia e igualdad humanas. Un sentimiento<br />

<strong>de</strong> haber sido elegidos mediante el dolor y para el dolor es común<br />

a los más variados matices <strong>de</strong> la sensibilidad rusa. Y signifi<br />

ca que en la relación triangular <strong>de</strong>l escritor ruso, sus lectores<br />

y el omnipresente Estado que los envuelve hay una complicidad<br />

<strong>de</strong>cisiva. Tuve mi primer indicio <strong>de</strong> esto cuando visité la<br />

Unión Soviética algún tiempo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Stalin.<br />

Las personas que conocimos hablaban <strong>de</strong> su propia supervivencia<br />

con un asombro paralizado que ningún visitante podía en<br />

realidad compartir. Pero en el mismísimo momento había en<br />

sus refl exiones sobre Stalin una extraña y sutil nostalgia. Ésta<br />

número 476, agosto 2010 la Gaceta 27


no es, casi con toda seguridad, la palabra a<strong>de</strong>cuada. No echaban<br />

<strong>de</strong> menos los <strong>de</strong>menciales horrores que habían experimentado.<br />

Pero daban a enten<strong>de</strong>r que estos horrores, por lo menos, habían<br />

sido dispensados por un tigre, no por los insignifi cantes<br />

gatos que ahora los gobernaban. Y señalaban que el mero hecho<br />

<strong>de</strong> la supervivencia <strong>de</strong> Rusia bajo un Stalin, como bajo un<br />

Iván el Terrible, evi<strong>de</strong>nciaba alguna magnifi cencia apocalíptica<br />

o creativa rareza <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino. El <strong>de</strong>bate entre esas personas y el<br />

terror era interior, privado. Un forastero rebajaba las cuestiones<br />

escuchándolo a escondidas y reaccionando a él con <strong>de</strong>masiada<br />

prontitud.<br />

Así suce<strong>de</strong> con los gran<strong>de</strong>s escritores rusos. Sus gritos por la<br />

liberación, sus llamamientos a la somnolienta conciencia <strong>de</strong><br />

Occi<strong>de</strong>nte son clamorosos y auténticos. Pero no siempre se<br />

preten<strong>de</strong> que sean oídos o que obtengan respuesta <strong>de</strong> una manera<br />

franca. Las soluciones sólo pue<strong>de</strong>n venir <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro, <strong>de</strong> una<br />

interioridad con singulares dimensiones étnicas y visionarias.<br />

El poeta ruso odiará a su censor, <strong>de</strong>spreciará a los informantes<br />

y a los gamberros policiales que acosan su existencia. Pero<br />

mantiene con ellos una relación <strong>de</strong> angustiada necesidad, ya sea<br />

<strong>de</strong> rabia o <strong>de</strong> compasión. La peligrosa i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que hay un lazo<br />

magnético entre atormentador y víctima es <strong>de</strong>masiado grosera<br />

para <strong>de</strong>scribir el clima literario-espiritual ruso. Pero se acerca<br />

más que la inocencia liberal. Y ayuda a explicar por qué el peor<br />

sino que pueda caber a un escritor ruso no es la <strong>de</strong>tención, ni<br />

siquiera la muerte, sino el exilio en el limbo occi<strong>de</strong>ntal <strong>de</strong> la<br />

mera supervivencia.<br />

Es precisamente este exilio, este ostracismo <strong>de</strong>l conglomerado<br />

<strong>de</strong> dolor lo que ahora obsesiona a Solzhenitsin. Para este<br />

hombre acosado y po<strong>de</strong>roso, hay un sentido real en el que volver<br />

a ser encarcelado en el Gulag sería preferible a la gloria y la<br />

inmunidad en Occi<strong>de</strong>nte. Solzhenitsin <strong>de</strong>testa a Occi<strong>de</strong>nte, y<br />

los disparates oraculares que ha expresado acerca <strong>de</strong> éste indican<br />

tanto indiferencia como ignorancia. La interpretación teocrático-eslavófi<br />

la que hace <strong>de</strong> la historia está totalmente clara.<br />

La Revolución francesa <strong>de</strong> 1789 cristalizó las ilusiones seculares<br />

<strong>de</strong>l hombre, su superfi cial rebelión contra Cristo y contra<br />

una escatología mesiánica. El marxismo es la inevitable conse-<br />

28 la Gaceta número 476, agosto 2010


cuencia <strong>de</strong>l liberalismo agnóstico. Es un bacilo típicamente occi<strong>de</strong>ntal<br />

que fue introducido por intelectuales <strong>de</strong>sarraigados,<br />

muchos <strong>de</strong> ellos judíos, en el torrente sanguíneo <strong>de</strong> la Santa<br />

Rusia. El contagio prendió a causa <strong>de</strong> las terribles vulnerabilida<strong>de</strong>s<br />

y confusiones <strong>de</strong> la situación <strong>de</strong> Rusia <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los primeros<br />

gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong>sastres militares <strong>de</strong> 1914. El comunismo es una<br />

parodia <strong>de</strong> los verda<strong>de</strong>ros i<strong>de</strong>ales <strong>de</strong> sufrimiento y hermandad<br />

que hicieron <strong>de</strong> Rusia la elegida <strong>de</strong> Cristo. Pero 1914 halló a la<br />

Madre Rusia fatalmente <strong>de</strong>scuidada e in<strong>de</strong>fensa ante la peste <strong>de</strong>l<br />

nacionalismo ateo. De aquí la tremenda importancia que Solzhenitsin<br />

atribuye al primer año <strong>de</strong> la Guerra Mundial, y su<br />

<strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> explorar, en una serie <strong>de</strong> voluminosas obras <strong>de</strong> “fi cción<br />

real”, todos los aspectos materiales y espirituales <strong>de</strong> 1914 y<br />

<strong>de</strong> los acontecimientos que condujeron a marzo <strong>de</strong> 1917.<br />

Pero en esta <strong>de</strong>monología Lenin plantea un problema <strong>de</strong>l<br />

que Solzhenitsin es consciente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace mucho tiempo. El<br />

marxismo podrá ser una enfermedad occi<strong>de</strong>ntal y judía, pero<br />

Lenin es una fi gura archirrusa y la victoria bolchevique fue en lo<br />

esencial obra suya. Ya en los escritos anteriores <strong>de</strong> Solzhenitsin<br />

había indicios <strong>de</strong> una cierta i<strong>de</strong>ntifi cación antagonista <strong>de</strong>l autor<br />

con la fi gura <strong>de</strong> Lenin. En un sentido que es sólo parcialmente<br />

alegórico, Solzhenitsin pensó, según parece, que su propia<br />

fuerza <strong>de</strong> voluntad y <strong>de</strong> visión eran <strong>de</strong>l mismo tipo que la <strong>de</strong><br />

Lenin y que la lucha por el alma y el futuro <strong>de</strong> Rusia se planteaban<br />

entre él y el engendrador <strong>de</strong>l régimen soviético. Después,<br />

por un giro <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino a la vez irónico y simbólicamente inevitable,<br />

Solzhenitsin fue a parar a Zúrich, a la misma arcadia <strong>de</strong>l<br />

exilio, pulcra, restregada y semejante a una caja <strong>de</strong> bombones,<br />

en la que Lenin había pasado rabiando la época anterior al apocalipsis<br />

<strong>de</strong> 1917. Había excluido <strong>de</strong> Agosto 1914 un capítulo sobre<br />

Lenin y tenía mucho material sobre Lenin para ulteriores<br />

volúmenes, o “nudos”, como él los <strong>de</strong>nomina ahora. Pero la<br />

coinci<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Zúrich era <strong>de</strong>masiado rica para <strong>de</strong>jarla en barbecho.<br />

De ella proviene el escenario intermedio <strong>de</strong> Lenin in Zurich<br />

(Farrar, Straus & Giroux).<br />

El resultado no es ni una novela ni un panfl eto político sino<br />

una serie <strong>de</strong> estampas tratadas en profundidad. Solzhenitsin aspira<br />

a establecer la falibilidad <strong>de</strong> Lenin. Las noticias <strong>de</strong> la Revolución<br />

rusa hallan totalmente <strong>de</strong>sprevenido al dirigente bolchevique.<br />

En lo que tiene centrado su genio para la conspiración<br />

es en un plan extremadamente enrevesado y <strong>de</strong>scabellado<br />

para implicar a Suiza en la guerra y en la consiguiente agitación<br />

social. Lenin muestra su preocupación mientras <strong>de</strong>sayuna. Juguetea<br />

quisquillosamente con todas y cada una <strong>de</strong> las estratagemas<br />

que puedan proporcionar fondos para su movimiento en<br />

embrión. Anhela otra mujer en su austera vida, la estimulante<br />

Inessa Armand, y acepta en ella <strong>de</strong>sviaciones i<strong>de</strong>ológicas que<br />

podían atraer el anatema sobre cualquier otro discípulo. Por<br />

encima <strong>de</strong> todo, como el propio Solzhenitsin, la antiséptica<br />

tolerancia <strong>de</strong> sus anfi triones suizos le resulta enloquecedora:<br />

Todo Zúrich, probablemente un cuarto <strong>de</strong> millón <strong>de</strong> personas, <strong>de</strong><br />

la ciudad misma o <strong>de</strong> otros lugares <strong>de</strong> Europa, se apiñaba allá<br />

abajo, trabajando, cerrando tratos, cambiando moneda, vendiendo,<br />

comprando, comiendo en restaurantes, asistiendo a reuniones,<br />

recorriendo las calles a pie o a caballo, cada cual por su camino,<br />

cada cabeza llena <strong>de</strong> pensamientos sin disciplina ni dirección. Y él<br />

estaba allí, en la montaña, sabiendo lo bien que podía dirigirlos a<br />

todos y unir sus volunta<strong>de</strong>s.<br />

Excepto porque no tenía el po<strong>de</strong>r necesario para hacerlo.<br />

Podía estar allá arriba, contemplando Zúrich, o yacer en aquella<br />

tumba, pero no podía cambiar Zúrich. Llevaba más <strong>de</strong> un año<br />

viviendo allí y todos sus esfuerzos habían sido en vano, nada se<br />

había hecho.<br />

Y, para empeorar las cosas, los buenos burgueses están a<br />

punto <strong>de</strong> celebrar otro <strong>de</strong> sus bufonescos carnavales.<br />

Lenin volverá a Rusia en el famoso tren blindado con la<br />

connivencia <strong>de</strong>l gobierno imperial alemán y <strong>de</strong>l Estado Mayor<br />

(<strong>de</strong>seosos <strong>de</strong> ver a Rusia fuera <strong>de</strong> la guerra). Pero esta huida,<br />

brillantemente ambigua, no es producto <strong>de</strong> la astucia <strong>de</strong> Lenin<br />

ni <strong>de</strong> sus recursos políticos. Surge <strong>de</strong>l fecundo cerebro <strong>de</strong> Parvus,<br />

alias doctor Helphand, alias Alexan<strong>de</strong>r Israel Lazare-vich.<br />

A pesar <strong>de</strong> una biografía <strong>de</strong> envergadura, obra <strong>de</strong> Z. A. Zeman<br />

y W. B. Scharlau, The Merchant of Revolution, hay muchas cosas<br />

sobre Parvus que siguen sin estar claras. Era un revolucionario<br />

afi cionado cuya capacidad para prever las cosas excedió en ocasiones<br />

a la <strong>de</strong>l propio Lenin. Fue un genial recaudador <strong>de</strong> fondos<br />

para los bolcheviques, pero también un agente doble o triple<br />

que actuó como intermediario para grupos turcos, alemanes<br />

y rusos. Era un dandy y un cosmopolita al que el ascetismo fanático<br />

<strong>de</strong> Lenin le fascinaba y al mismo tiempo le divertía. La<br />

opulenta villa que Parvus se construyó en Berlín y en la que<br />

murió en 1924 fue posteriormente utilizada por Himmler para<br />

planifi car la “solución fi nal”.<br />

El encuentro entre Parvus y Lenin es la clave <strong>de</strong>l libro <strong>de</strong><br />

Solzhenitsin. Hay en él fi nos toques, cuando dos tipos <strong>de</strong> corrupción,<br />

el <strong>de</strong> la intriga mundana y el <strong>de</strong> una agnóstica voluntad<br />

<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r, se ro<strong>de</strong>an el uno al otro. Hay también connotaciones<br />

chirriantes. Parvus es el judío errante encarnado, el amañador<br />

supremo. Invierte en el caos al igual que en la Bolsa. Sin<br />

Parvus, insinúa Solzhenitsin, Lenin tal vez no hubiera triunfado.<br />

Lenin, con su fuerza tártara, se convierte en portador <strong>de</strong> un<br />

virus extranjero. En el original, estas alusiones étnico-simbólicas<br />

son subrayadas, sospechamos, por las analogías entre el diálogo<br />

Lenin-Parvus y los gran<strong>de</strong>s diálogos sobre la metafísica<br />

<strong>de</strong>l mal en Los hermanos Karamázov <strong>de</strong> Dostoievski. Lo que es<br />

más, si se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que Agosto 1914 ilustra, <strong>de</strong> forma no <strong>de</strong>l<br />

todo coherente, el lado tolstoiano <strong>de</strong> Solzhenitsin, su vena épica,<br />

Lenin in Zurich es una obra francamente dostoievskiana, inspiradas<br />

ambas en la política eslavófi la <strong>de</strong> Dostoievski y en su dramático<br />

estilo panfl etístico. Es interesante pero <strong>de</strong>shilvanada y, en<br />

muchos aspectos, muy personal.<br />

Lo personal en A Voice from the Chorus (Farrar, Straus and<br />

Giroux), 1 <strong>de</strong> Abram Tertz, es <strong>de</strong> un género totalmente distinto.<br />

Tertz es el seudónimo <strong>de</strong> Andrei Siniavski, que se hizo famoso<br />

con la publicación en Occi<strong>de</strong>nte, entre 1959 y 1966, <strong>de</strong> una<br />

serie <strong>de</strong> ácidas sátiras políticas y sociales. Fueron la obra y el<br />

ejemplo <strong>de</strong> Pasternak, en cuyo entierro en mayo <strong>de</strong> 1960 tuvo<br />

un papel <strong>de</strong>stacado, los que al parecer impulsaron a Siniavski<br />

hacia la oposición y hacia el peligroso camino <strong>de</strong> la publicación<br />

en el extranjero. Había empezado, como muchos <strong>de</strong> su generación,<br />

siendo un comunista i<strong>de</strong>alista o incluso utópico. Doctor<br />

Zhivago, las revelaciones acerca <strong>de</strong> la verda<strong>de</strong>ra naturaleza <strong>de</strong>l<br />

estalinismo en el discurso pronunciado por Kruschev en el xx<br />

Congreso <strong>de</strong>l Partido y sus propias y agudas observaciones <strong>de</strong><br />

1<br />

Existe edición en español: La voz <strong>de</strong>l coro, trad. <strong>de</strong> Agustín Puig,<br />

Plaza & Janés, Barcelona, 1978. [T.]<br />

número 476, agosto 2010 la Gaceta 29


la realidad soviética <strong>de</strong>silusionaron a Siniavski. Mediante la argumentación<br />

crítica y la invención poética buscó un signifi cado<br />

alternativo para la existencia rusa.<br />

Durante un tiempo, “Abram Tertz” —así se llama el héroe<br />

<strong>de</strong> una balada <strong>de</strong> los bajos fondos <strong>de</strong>l barrio judío <strong>de</strong> ladrones<br />

<strong>de</strong> O<strong>de</strong>ssa— protegió a Andrei Siniavski. Pero el secreto se fi ltró<br />

y Siniavski, junto con Yuri Daniel, otro escritor disi<strong>de</strong>nte,<br />

fue <strong>de</strong>tenido en septiembre <strong>de</strong> 1965. El juicio, en febrero <strong>de</strong><br />

1966, fue una farsa y al mismo tiempo tuvo una extrema importancia.<br />

El crimen <strong>de</strong>l acusado estaba en sus escritos. Este hecho,<br />

sumado a la ferocidad <strong>de</strong> las sentencias impuestas, <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nó<br />

una tempestad <strong>de</strong> protestas internacionales. Lo que es<br />

más relevante, impulsó la amplia disi<strong>de</strong>ncia intelectual y la distribución<br />

clan<strong>de</strong>stina <strong>de</strong> textos prohibidos (samizdat) que son<br />

ahora una parte tan vital <strong>de</strong>l escenario soviético.<br />

Des<strong>de</strong> 1966 hasta 1971, Siniavski cumplió su con<strong>de</strong>na en<br />

una serie <strong>de</strong> campos <strong>de</strong> trabajos forzados. Dos veces al mes se<br />

le permitía escribir una carta a su esposa. Extrañamente, estas<br />

cartas podían ser todo lo largas que se quisiera (el preso hubo<br />

<strong>de</strong> valerse <strong>de</strong> toda la astucia y buena voluntad disponibles para<br />

conseguir papel). Las referencias a temas políticos o a los literales<br />

horrores <strong>de</strong> la vida en el campo eran instantáneamente<br />

castigadas. Pero <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> estos límites el preso podía <strong>de</strong>jar<br />

vagar libremente su espíritu y su pluma. A Voice from the Chorus<br />

se basa en las misivas <strong>de</strong> Siniavski <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> los muertos.<br />

Pero este libro no es un diario <strong>de</strong> la prisión. Hay pocas fechas<br />

o <strong>de</strong>talles circunstanciales. Lo que Siniavski nos ha guardado<br />

es una guirnalda <strong>de</strong> meditaciones personales sobre arte,<br />

sobre literatura, sobre el signifi cado <strong>de</strong>l sexo y, principalmente,<br />

sobre teología. El ámbito literario <strong>de</strong> Siniavski es prodigioso: el<br />

autor plasma sus refl exiones sobre muchas <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s fi guras<br />

<strong>de</strong> la literatura rusa, pero también sobre Defoe, cuyo Robinson<br />

Crusoe adquiere una directa y evi<strong>de</strong>nte relevancia para su propia<br />

situación, y sobre Swift. La visión interna <strong>de</strong> sus recuerdos afectuosos<br />

pasa por el Hijo pródigo <strong>de</strong> Rembrandt y sobre los iconos<br />

sacros, cuyo mágico refl ejo <strong>de</strong>l sufrimiento se hace cada vez más<br />

claro para él. Aunque ya no tiene en su mente los <strong>de</strong>talles concretos<br />

<strong>de</strong> la obra, Siniavski escribe un ensayo en miniatura sobre<br />

lo que ahora consi<strong>de</strong>ra que es el núcleo <strong>de</strong> Hamlet, lo que <strong>de</strong>nomina<br />

“la música interior <strong>de</strong> su imagen”. Una y otra vez, sopesa<br />

30 la Gaceta número 476, agosto 2010


el genio creativo y narrativo <strong>de</strong>l habla humana, su capacidad<br />

para confi gurar mundos.<br />

En los campos, Siniavski conoce miembros <strong>de</strong> diversas sectas<br />

religiosas perseguidas casi hasta la aniquilación por la represión<br />

soviética. Van <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la estricta ortodoxia hasta el fundamentalismo<br />

cristiano (habla <strong>de</strong> presos que hablan lenguas <strong>de</strong>sconocidas)<br />

y hasta la fe islámica tal como la practica el pueblo<br />

checheno <strong>de</strong> Crimea. Estos encuentros y su propia sensibilidad<br />

empujan a Siniavski a una religiosidad cada vez más profunda.<br />

Estudia eslavónico eclesiástico y las crónicas <strong>de</strong> los mártires;<br />

medita acerca <strong>de</strong>l lugar único que la ortodoxia asigna a la Asunción<br />

<strong>de</strong> la Madre <strong>de</strong> Dios; trata <strong>de</strong> discernir las posibles relaciones<br />

entre el carácter nacional ruso y la especial atención que<br />

presta la teología ortodoxa al Espíritu Santo. Por encima <strong>de</strong><br />

todo lo <strong>de</strong>más, Siniavski da testimonio <strong>de</strong> que<br />

el texto <strong>de</strong> los Evangelios estalla <strong>de</strong> signifi cado. Irradia signifi cado,<br />

y si no logramos ver algo no es porque sea oscuro sino porque hay<br />

tanto, y porque el signifi cado es <strong>de</strong>masiado luminoso: nos ciega.<br />

Uno pue<strong>de</strong> acudir a él toda su vida. Su luz nunca se extingue.<br />

Como la <strong>de</strong>l sol. Su brillo <strong>de</strong>jó atónitos a los gentiles y creyeron.<br />

Fue sin duda esta piedad extática, y su sabor específi camente<br />

ortodoxo <strong>de</strong> sufrimiento aceptado, la que hizo posible que Siniavski<br />

soportara su con<strong>de</strong>na con algo afín al fanatismo. Llega<br />

a apreciar el lento ritmo <strong>de</strong> la vida en el campo: en él, “la existencia<br />

abre mucho más sus ojos azules”. Es tal el resplandor <strong>de</strong><br />

la revelación espiritual que “cuando todo está dicho y hecho,<br />

un campo da la sensación <strong>de</strong> una libertad máxima”. ¿En qué<br />

otro lugar refulgen los bosques, vistos al otro lado <strong>de</strong>l alambre<br />

<strong>de</strong> espino, con esa llama pentecostal o arrojan las estrellas sus<br />

lanzas antes <strong>de</strong> Su venida?<br />

Salpican estas homilías las literales “voces <strong>de</strong>l coro”, breves<br />

interjecciones, retazos <strong>de</strong> canto, maldiciones, anécdotas, confusiones<br />

<strong>de</strong> palabras, seleccionados <strong>de</strong>l murmullo <strong>de</strong>l lenguaje<br />

utilizado en el campo. Max Hayward, que junto con Kyril Fitzlyon<br />

han realizado lo que evi<strong>de</strong>ntemente es una brillante traducción,<br />

nos dice que estos fragmentos se hallan entre los más<br />

fascinantes que hayan salido <strong>de</strong> la Rusia mo<strong>de</strong>rna. Aña<strong>de</strong> que<br />

su timbre característico es accesible sólo a un oído ruso. Ésta<br />

es, en efecto, la sensación que nos producen. Hay inquietantes<br />

excepciones (“Cómprate un buen par <strong>de</strong> zapatos… y te sentirás<br />

como el rey Lear” o “¡Hasta el día <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> nuestros<br />

hijos!”), pero la mayoría <strong>de</strong> estas expresiones son dolorosamente<br />

banales.<br />

Es éste el testimonio, profundamente conmovedor, <strong>de</strong> un<br />

hombre <strong>de</strong> una fuerza, una sutileza, una compasión y una fe<br />

excepcionales. Tal vez <strong>de</strong>liberadamente, nos <strong>de</strong>ja una impresión<br />

como en sordina, semejante a un sueño. Siniavski lee mucho<br />

en los campos. Incluso escribió un <strong>de</strong>slumbrante estudio<br />

sobre Pushkin mientras estuvo preso. ¿Cómo pudo hacerlo?<br />

¿Estuvieron entre sus lecturas los textos prohibidos <strong>de</strong> Pasternak,<br />

Ajmátova y Man<strong>de</strong>lstam, a los cuales hace amplia referencia?<br />

Un apunte alu<strong>de</strong> a lo que <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ser un <strong>de</strong>bate i<strong>de</strong>ológico<br />

entre un comandante <strong>de</strong>l campo y el con<strong>de</strong>nado. ¿Fue un excepcional<br />

lapso en la disciplina habitual? Una <strong>de</strong> las voces <strong>de</strong>l<br />

coro hace una observación muy signifi cativa: “Había más diversión<br />

en el campo en los viejos tiempos. Siempre estaban pegando<br />

o ahorcando a alguien. Todos los días había algún acontecimiento<br />

especial”. ¿Cuáles son las metamorfosis <strong>de</strong> la políti-<br />

ca <strong>de</strong>l infi erno? Hay muchas más cosas que quisiéramos saber<br />

sobre un testigo <strong>de</strong> la talla <strong>de</strong> Siniavski. Pero, una vez más, su<br />

mensaje está <strong>de</strong>stinado al consumo ruso. Oímos a escondidas.<br />

Y el exilio <strong>de</strong> Siniavski —ahora vive en París— hace que este<br />

proceso sea aún más incómodo.<br />

La novela Going Un<strong>de</strong>r (Quadrangle) <strong>de</strong> Lydia Chukovskaya<br />

es mucho más accesible al lector occi<strong>de</strong>ntal que el polémico<br />

fragmento <strong>de</strong> Solzhenitsin o las memorias <strong>de</strong> Siniavski. La paradoja<br />

es que la señorita Chukovskaya está todavía “<strong>de</strong>ntro”, en<br />

la zona crepuscular asignada a los escritores, artistas y pensadores<br />

que han ofendido al régimen y son expulsados <strong>de</strong> la vida<br />

profesional normal. En la Unión Soviética, los escritos <strong>de</strong><br />

Chukovskaya circulan, allí don<strong>de</strong> lo hacen, mediante mimeógrafos<br />

clan<strong>de</strong>stinos. Así, en cierto sentido Going Un<strong>de</strong>r —traducido<br />

por Peter Weston— está <strong>de</strong>stinado al exterior. Somos<br />

nosotros quienes tenemos que sacar el mensaje <strong>de</strong> la botella.<br />

La época es febrero <strong>de</strong> 1949, y la zhdanovshchina —la purga<br />

<strong>de</strong> intelectuales llevada a cabo por el matón cultural <strong>de</strong> Stalin,<br />

Andrei Zhdanov— está en sus comienzos. La acción tiene lugar<br />

en una casa <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso para escritores en la Finlandia rusa. La<br />

traductora Nina Sergueyevna es uno <strong>de</strong> los pocos felices a quienes<br />

la Unión <strong>de</strong> Escritores ha concedido un mes <strong>de</strong> bucólico<br />

reposo lejos <strong>de</strong> la tensión <strong>de</strong> Moscú. Aparentemente va a <strong>de</strong>scansar<br />

o a continuar con sus traducciones. Lo que en realidad<br />

está intentando hacer es poner por escrito el relato <strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparición<br />

<strong>de</strong> su marido durante las cazas <strong>de</strong>l hombre impulsadas<br />

por Stalin en 1938, y <strong>de</strong> ese modo liberarse, al menos en<br />

parte, <strong>de</strong> una larga pesadilla. No suce<strong>de</strong> gran cosa en Litvinovka.<br />

Nina se mezcla más o menos en la vida <strong>de</strong> Bilibin, un escritor<br />

que está intentando llegar a aceptar las exigencias <strong>de</strong> sus<br />

amos estalinistas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un periodo <strong>de</strong> trabajos forzados, y<br />

en la <strong>de</strong> Veksler, un poeta y héroe <strong>de</strong> guerra judío. En el salón,<br />

los literatos van y vienen, escupiendo veneno sobre Pasternak,<br />

con un temblor en las fosas nasales al enterarse <strong>de</strong>l último rumor<br />

<strong>de</strong> represión en Moscú. La nieve refulge entre los abedules;<br />

justo al otro lado <strong>de</strong> los claros confi nes <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso<br />

está la inhumana indigencia y atraso <strong>de</strong> la Rusia rural tras la<br />

guerra total. Los malos sueños <strong>de</strong> Nina la llevan <strong>de</strong> nuevo a las<br />

tristemente célebres colas <strong>de</strong> los años treinta, <strong>de</strong>cenas <strong>de</strong> miles<br />

<strong>de</strong> mujeres esperando en vano ante las comisarías para tener<br />

alguna noticia <strong>de</strong> sus maridos, hijos o hermanos <strong>de</strong>saparecidos.<br />

(Hay aquí ecos <strong>de</strong>l gran poema Requiem, <strong>de</strong> Ajmátova.) Bilibin<br />

querría hacerle la corte, por la amabilidad <strong>de</strong> su propia <strong>de</strong>solación.<br />

La nkvd viene a buscar a Veksler. Los héroes <strong>de</strong> guerra<br />

—en especial los héroes <strong>de</strong> guerra judíos— ya no hacen falta.<br />

Pronto llegan el mes <strong>de</strong> marzo y el momento <strong>de</strong> regresar a<br />

Moscú.<br />

Desarrollada en una clave menor, esta novela corta resuena<br />

y vuelve a resonar en la mente. Todos los inci<strong>de</strong>ntes son <strong>de</strong>l<br />

todo naturales y a la vez están repletos <strong>de</strong> implicaciones. Mientras<br />

camina por los bosques blancos, Nina se da cuenta <strong>de</strong> que<br />

los alemanes han estado allí, <strong>de</strong> que la nieve oculta un auténtico<br />

mata<strong>de</strong>ro. Haber luchado con los nazis para salvar y consolidar<br />

el estalinismo: las ironías son irresolubles. Cuando el untuoso<br />

escritorzuelo Klokov <strong>de</strong>nuncia la oscuridad <strong>de</strong> Pasternak, el espíritu<br />

<strong>de</strong> Nina se estremece. Pero en su soledad le persigue la<br />

convicción <strong>de</strong> que el arte excelso sólo pue<strong>de</strong> pertenecer a los<br />

pocos, <strong>de</strong> que hay, a veces en la poesía más espléndida, una<br />

exigencia que nos aparta <strong>de</strong>l ritmo y las necesida<strong>de</strong>s comunes<br />

<strong>de</strong> la humanidad. El relato es a un tiempo escueto y resonante.<br />

número 476, agosto 2010 la Gaceta 31


Pushkin, Ajmátova, Man<strong>de</strong>lstam, Pasternak y Turguéniev están<br />

presentes <strong>de</strong> manera indirecta, especialmente Turguéniev, cuya<br />

obra teatral Un mes en el campo parece poner un contrapunto a<br />

las escenas <strong>de</strong> Chukovskaya. Éste es un clásico.<br />

Bajo la mirada <strong>de</strong> Oriente —Solzhenitsin lo señala implacablementeó,<br />

buena parte <strong>de</strong> nuestras preocupaciones y <strong>de</strong> nuestra<br />

literatura revisten una apariencia trivial. Vistos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Gulag,<br />

nuestra <strong>de</strong>sorganización urbana, nuestras tensiones raciales<br />

o nuestros tropiezos económicos parecen edénicos. Las dimensiones<br />

<strong>de</strong> crueldad y <strong>de</strong> resistencia en las que trabaja la imaginación<br />

rusa son, para la mayoría <strong>de</strong> nosotros, casi inimaginables.<br />

También lo son, <strong>de</strong> forma todavía más asombrosa, los<br />

mecanismos <strong>de</strong> la esperanza, <strong>de</strong> la exquisita percepción moral,<br />

<strong>de</strong>l encantamiento vital que dan lugar a libros como las memorias<br />

<strong>de</strong> Na<strong>de</strong>zhda Man<strong>de</strong>lstam o los relatos <strong>de</strong> Chukovskaya.<br />

No compren<strong>de</strong>mos realmente el aliento cotidiano <strong>de</strong>l terror, y<br />

no compren<strong>de</strong>mos la alegría. Es porque el lazo indisoluble que<br />

hay entre ambos es para nosotros, en el mejor <strong>de</strong> los casos, una<br />

abstracción fi losófi ca. “Metida en una jaula —escribe Siniavski—<br />

la mente se ve obligada a escapar a los amplios espacios<br />

abiertos <strong>de</strong>l universo por la puerta <strong>de</strong> atrás. Pero para que esto<br />

suceda primero tiene que ser perseguida y acorralada”. Da la<br />

casualidad <strong>de</strong> que la “jaula” es el nombre que se da al compartimento<br />

con barrotes <strong>de</strong> los vagones <strong>de</strong> ferrocarril rusos en los<br />

que los presos viajan a los campos. Dentro <strong>de</strong> ella, los Solzhenitsin,<br />

los Siniavski, las Chukovskaya parecen encontrar su libertad,<br />

como hicieron Pushkin, Dostoievski y Man<strong>de</strong>lstam antes<br />

que ellos. Sospechamos que no <strong>de</strong>searían cambiarse por<br />

nosotros. Tampoco <strong>de</strong>bemos imaginar que podamos penetrar<br />

—mucho menos abrirla a la fuerza— en la prisión <strong>de</strong> sus días.<br />

11 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1976 G<br />

32 la Gaceta número 476, agosto 2010


Rosario Castellanos<br />

Centro <strong>Cultura</strong>l Bella Época<br />

Ciudad <strong>de</strong> México. Tamaulipas 202,<br />

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<strong>de</strong>legación Cuauhtémoc, C. P. 06170.<br />

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y 5276-2547.<br />

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Locales 38 y 39, colonia Peñón <strong>de</strong> los Baños,<br />

<strong>de</strong>legación Venustiano Carranza, C.P. 15620.<br />

Teléfono: (01-55) 2598- 3441.<br />

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Gerente: Susana Acosta<br />

Se<strong>de</strong>, almacén y Librería Azteca: Rua Bartira<br />

351, Perdizes, São Paulo CEP 05009-000.<br />

Tels.: (5511) 3672-3397 y 3864-1496.<br />

Fax: (5511) 3862-1803.<br />

aztecafondo@uol.com.br<br />

CENTROAMÉRICA Y EL CARIBE<br />

Gerente: Carlos Sepúlveda<br />

Se<strong>de</strong>, almacén y librería: 6a. Avenida 8-65,<br />

Zona 9, Guatemala.<br />

Tel.: (502) 2334-16 35.<br />

Fax: (502) 2332-42 16.<br />

www.fceguatemala.com<br />

CHILE<br />

Gerente: Óscar Bravo<br />

Se<strong>de</strong>, distribuidora y Librería Gonzalo Rojas:<br />

Paseo Bulnes 152, Santiago <strong>de</strong> Chile.<br />

Tel.: (562) 594-4100.<br />

Fax: (562) 594-4101.<br />

www.fcechile.cl<br />

COLOMBIA<br />

Gerente: César Aguilar<br />

Centro <strong>Cultura</strong>l Gabriel García Márquez<br />

Calle <strong>de</strong> la Enseñanza (11) 5-60,<br />

La Can<strong>de</strong>laria, Zona C, Bogotá.<br />

Tel.: (00571) 243-8922.<br />

www.fce.com.co<br />

ESPAÑA<br />

Gerente: Marcelo Díaz<br />

Se<strong>de</strong> y almacén: Vía <strong>de</strong> los Poblados 17, Edifi cio<br />

Indubuilding-Goico 4-15, Madrid, 28033.<br />

Tels.: (34 91) 763-2800 y 5044.<br />

Fax: (34 91) 763-5133.<br />

Librería Juan Rulfo<br />

C. Fernando El Católico 86, Conjunto Resi<strong>de</strong>ncial<br />

Galaxia, Madrid, 28015.<br />

Tels.: (3491) 543-2904 y 543-2960.<br />

Fax: (3491) 549-8652.<br />

www.fce<strong>de</strong>.es<br />

ESTADOS UNIDOS<br />

Gerente: Dorina Razo<br />

Se<strong>de</strong>, almacén y librería: 2293 Verus Street,<br />

San Diego, CA, 92154.<br />

Tel.: (619) 429-0455.<br />

Fax: (619) 429-0827.<br />

www.fceusa.com<br />

PERÚ<br />

Gerente: Rosario Torres<br />

Se<strong>de</strong>, almacén y librería: Jirón Berlín 238,<br />

Mirafl ores, Lima, 18.<br />

Tel.: (511) 447-2848.<br />

Fax: (511) 447-0760.<br />

www.fceperu.com.pe<br />

VENEZUELA<br />

Gerente: Pedro Juan Tucat<br />

Se<strong>de</strong>, almacén y librería: Edifi cio Torre Polar,<br />

P. B., local E, Plaza Venezuela, Caracas.<br />

Tel.: (58212) 574-4753.<br />

Fax: (58212) 574-7442.<br />

Librería Solano<br />

Av. Francisco Solano, entre la 2a. Av.<br />

<strong>de</strong> las Delicias y Calle Santos Erminy, Caracas.<br />

Tel.: (58212) 763-2710.<br />

Fax: (58212) 763-2483.<br />

www.fcevenezuela.com

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