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Los Hechos de los Apóstoles (1957) - Ellen G. White Writings

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358 <strong>Los</strong> <strong>Hechos</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Apóstoles</strong><br />

21:15-17), repetida tres veces, fué restituído a su lugar entre <strong>los</strong><br />

doce. Le fué señalada su obra: <strong>de</strong>bía apacentar las ovejas <strong>de</strong>l Señor.<br />

Ahora, convertido y aceptado, no solamente <strong>de</strong>bía tratar <strong>de</strong> salvar a<br />

<strong>los</strong> que estaban fuera <strong>de</strong>l redil, sino ser pastor <strong>de</strong> las ovejas.<br />

Cristo mencionó a Pedro solamente una condición <strong>de</strong> servicio:<br />

“¿Me amas?” Esa es la calificación indispensable. Aunque Pedro<br />

poseyera todas las otras, sin el amor <strong>de</strong> Cristo no podía ser un fiel<br />

pastor <strong>de</strong>l rebaño <strong>de</strong> Dios. El conocimiento, la benevolencia, la<br />

elocuencia, el fervor, son esenciales en la buena obra; pero sin el<br />

amor <strong>de</strong> Cristo en el corazón, la obra <strong>de</strong>l ministro cristiano es un<br />

fracaso.<br />

El amor <strong>de</strong> Cristo no es una emoción intermitente, sino un principio<br />

viviente, el cual se manifestará como po<strong>de</strong>r permanente en<br />

el corazón. Si el carácter y el comportamiento <strong>de</strong>l pastor es una<br />

ejemplificación <strong>de</strong> la verdad que <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>, el Señor pondrá el sello<br />

<strong>de</strong> su aprobación sobre su obra. El pastor y las ovejas llegarán a ser<br />

uno, unidos por su común esperanza en Cristo.<br />

La manera en que el Salvador trató con Pedro tenía una lección<br />

para él y sus hermanos. Aunque Pedro había negado a su Señor, el<br />

amor que Jesús tenía hacia él nunca vaciló. Y al aceptar el apóstol la<br />

responsabilidad <strong>de</strong> ministrar la palabra a otros, <strong>de</strong>bía repren<strong>de</strong>r al<br />

transgresor con paciencia, simpatía y amor perdonador. Recordando<br />

su propia <strong>de</strong>bilidad y fracaso, <strong>de</strong>bía tratar a las ovejas y cor<strong>de</strong>ros<br />

encomendados a su cuidado con tanta ternura como Cristo le había<br />

tratado a él.<br />

<strong>Los</strong> seres humanos, el<strong>los</strong> mismos entregados al mal, tien<strong>de</strong>n a<br />

tratar duramente a <strong>los</strong> tentados y a <strong>los</strong> que yerran. No pue<strong>de</strong>n leer el<br />

corazón; no conocen sus conflictos y sus penas. Tienen necesidad <strong>de</strong><br />

apren<strong>de</strong>r a dar la reprensión que encierra amor, el golpe que hiere<br />

para curar y la amonestación que comunica esperanza.<br />

Durante su ministerio, Pedro veló fielmente sobre el rebaño encomendado<br />

a su cuidado, y así <strong>de</strong>mostró que era digno <strong>de</strong> la carga y<br />

responsabilidad que el Salvador había puesto sobre él. Siempre exaltaba<br />

a Jesús <strong>de</strong> Nazaret como la esperanza <strong>de</strong> Israel, y el Salvador<br />

<strong>de</strong> la humanidad. Imponía a su propia vida la disciplina <strong>de</strong>l Obrero<br />

maestro. Por todos <strong>los</strong> medios a su alcance procuraba educar a <strong>los</strong><br />

creyentes para el servicio activo. Su piadoso ejemplo y su incansable<br />

actividad inspiraban a muchos jóvenes promisorios a entregarse

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