1 PRIMERA PARTE: INFANCIA 1.- El niño perdido ... - Javier Puebla
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7.- Eres un mal <strong>niño</strong><br />
-¿Nunca te has preguntado por qué tu abuelo te deja aquí todos los domingos?<br />
-Va a ver a un amigo.<br />
-No me lo creo.<br />
Oriol y Tobías habían logrado hacer las paces. Harto de su propia mala<br />
conciencia, Oriol se había disculpado por su impertinencia. Semanas después, jugaban<br />
juntos en su casa. <strong>El</strong> abuelo acababa de dejar allí al <strong>niño</strong>. Fuera llovía como nunca.<br />
-¿Por qué no vamos a ver a dónde va?<br />
Tobías le miró como si estuviese loco. Pero instante después, asentía, con una<br />
sonrisa traviesa iluminando su rostro pecoso.<br />
La casa quedó vacía y silenciosa unos minutos después.<br />
-¡Mira! Por allí va- indicó Tobías, asomándose cautamente por el desaseado<br />
callejón que había junto al bloque de pisos. <strong>El</strong> anciano caminaba con la cabeza gacha.<br />
Los dos <strong>niño</strong>s le siguieron.<br />
-No hagas ruido o nos oirá.<br />
Salieron del callejón y atravesaron un paso de peatones, bajo aquella molesta<br />
lluvia que no parecía querer parar nunca. Pasaron junto a una tentadora juguetería, y al<br />
otro lado de la calle, una tienda de chucherías les llamó a gritos. <strong>El</strong> abuelo continuó<br />
calle abajo.<br />
-¿Dónde va?<br />
Giró a la derecha, llegando a una despejada avenida con feos setos grisáceos. A<br />
Oriol se le hizo un nudo en la garganta cuando vio dónde entraba. <strong>El</strong> abuelo, y los<br />
chicos tras él, comenzaron a sortear las tumbas de aquel cementerio nuevo sin historia<br />
ni belleza. Allí hasta el silencio era estruendoso.<br />
Al fin paró ante una de las sepulturas, y, bajando la mirada, comenzó a<br />
murmurar una oración. Tobías llegó corriendo junto a él, interrumpiéndole.<br />
-¡Tobías, no!– gritó Oriol.<br />
-¿Qué estás haciendo aquí? ¡Te dije que te quedases con…!<br />
Y, al señalarle, su expresión de sorpresa mudó en otra de indignación. De<br />
inmediato apartó a su nieto de la tumba. Tarde. <strong>El</strong> <strong>niño</strong> ya había leído la inscripción del<br />
frío mármol.<br />
-¡Es mamá! ¡Es mamá!<br />
Empezó a llorar, y con él, Oriol La madre se había marchado, sí, pero de una<br />
manera…<br />
Tobías se dejó abrazar por su abuelo.<br />
-¡Márchate! ¡No te acerques más a mi nieto! ¡Eres un mal <strong>niño</strong>! ¡Un mal <strong>niño</strong>!<br />
Oriol echó a correr en dirección opuesta, saliendo del cementerio con tanta<br />
rapidez que pronto le ardieron los pulmones. Paró, dejándose caer en un banco. La<br />
lluvia le acribillaba la piel, pero no le dolía tanto como aquella lapidaria frase de <strong>El</strong><br />
retrato de Dorian Gray martilleándole la mente:<br />
Si uno vive exclusivamente para sí mismo, es seguro que paga un terrible precio<br />
por ello, y lo pagamos con remordimiento, con… Bueno, con la conciencia de la propia<br />
degradación.<br />
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