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Por eso sé de amor

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62 / <strong>Por</strong> <strong>eso</strong> <strong>sé</strong> <strong>de</strong> <strong>amor</strong><br />

Mi curiosidad tiene sentido: yo estudié en Los Salesianos en los gélidos años<br />

50. La educación era gratis y la misa obligatoria. En la nebulosa en la que se<br />

ocultan la infancia y la pubertad, puedo recordar clases atestadas <strong>de</strong> niños<br />

<strong>de</strong> lo que entonces se llamaba, eufemísticamente, clase media, y que hoy, en<br />

la-España-va-bien, no resistirían otro control <strong>de</strong> calidad que el <strong>de</strong> la pobreza.<br />

El escueto <strong>de</strong>corado <strong>de</strong> las aulas, un mapa <strong>de</strong> España, una pizarra negra como<br />

aquellos tiempos, la foto <strong>de</strong> Franco, la <strong>de</strong> Don Bosco y un crucifijo bien presente,<br />

eran los instrumentos científicos en los que se basaría mi aprendizaje. Y en la<br />

fe, sobre todo en la fe, <strong>de</strong>cían los curas. No recuerdo los planes <strong>de</strong> estudios <strong>de</strong><br />

aquellos años, y sí muy bien las cuatro esquinas <strong>de</strong>l recreo. Pero no puedo olvidar<br />

la incomoda sensación <strong>de</strong> que no aprendía. De que las materias traspasaban<br />

mi cabeza <strong>de</strong>jando pocas certezas y mucha confusión, ayudadas por la falta <strong>de</strong><br />

concentración que provocaba la algarabía y la ansiedad <strong>de</strong>l castigo ante el fallo.<br />

Ahora, si cierro los ojos, podría oír la voz <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> mis maestros, Don Baldomero<br />

Berlanga, ante una respuesta fallida: Ríos ha oído campanas pero no sabe dón<strong>de</strong>.<br />

Para nuestras vidas, poco dadas a la estética y al refinamiento, era mucho más<br />

excitante ver como se retorcía el compañero, cuando el maestro <strong>de</strong>scargaba la<br />

dura vara en la palma <strong>de</strong> la mano, o apostar cuanto aguantaría otro <strong>de</strong>sgraciado,<br />

que podías ser tu mismo, el castigo <strong>de</strong> estar <strong>de</strong> rodillas con los brazos en cruz<br />

y con unos cuantos libros en las manos, que aten<strong>de</strong>r a las complicadas leyes <strong>de</strong><br />

la gramática, la visión imperial <strong>de</strong> la Geografía y <strong>de</strong> la Historia, y al catecismo<br />

en vena. Los curas, mis maestros, tenían un miedo atroz a la literatura, o mejor<br />

dicho, a los libros, que se consi<strong>de</strong>raban perniciosos e ina<strong>de</strong>cuados, porque si<br />

caían en mentes débiles o inocentes, podían acarrear la perdición eterna. De<br />

aquellos años sólo recuerdo libros <strong>de</strong> vidas ejemplares, <strong>de</strong> santos, <strong>de</strong> mártires, y<br />

asexuadas obritas <strong>de</strong> teatro <strong>de</strong> la Galería Salesiana que interpretábamos en fin<br />

<strong>de</strong> curso, y alguna revista como el Rea<strong>de</strong>r’s Digest, que extrañamente caía por<br />

allí. Pero ninguna voz <strong>de</strong> ningún maestro me interesó nunca por la poesía ni por<br />

la literatura. Y tampoco nadie lamentó, por ejemplo, la quema <strong>de</strong> los maravillosos<br />

libros <strong>de</strong> ciencia, que en la toma <strong>de</strong> Granada ardieron en la pira <strong>de</strong> la Plaza <strong>de</strong><br />

Bib Rambla, según explicaba con todo tipo <strong>de</strong> <strong>de</strong>talle, viñeta incluida, el libro <strong>de</strong><br />

Historia <strong>de</strong> España en el que se nos instruía. De aquellos años tenebrosos me<br />

gusta recordar el sonido <strong>de</strong>l Rock and Roll en los Billares Ganivet, una nueva y<br />

trepidante música que no exigía compren<strong>de</strong>r lo que <strong>de</strong>cían las canciones, porque<br />

la imaginación las colocaba en el lugar remoto e inalcanzable <strong>de</strong> la fascinación y<br />

<strong>de</strong> la libertad, y que aumentaban el sabor a <strong>de</strong>sasosiego y abandono <strong>de</strong> las tar<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> domingo.

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