La Iglesia en Discipulado Misionero (Simposio de Misionología

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SIMPOSIO DE MISIONOLOGÍ A
actividad misionera. Observamos que el texto de GS 22 afirma el “carácter pascual” de la salvación y
la universalidad del don salvífico del Espíritu, que está atrayendo a todos a participar en el misterio
pascual de Cristo. Enfatizo que el Espíritu está actuando en el mundo no sólo para promover el bienestar
humano, “la vida, y la vida en abundancia”, sino precisamente para ofrecer la vida sin límites,
la vida en Cristo, la vida divina. Esto coincide con lo que central en la evangelización. El Instrumentum
Laboris preparado en 1973 para la Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre la Evangelización
presentó una excelente definición de este término: “La evangelización significa entonces el conjunto
de todas las acciones por las cuales los hombres son llevados a participar en el misterio de Cristo”.
Así mismo, el Papa Juan Pablo II en la Redemptoris Missio (N. 23) afirma que “el objetivo último de
la misión es hacer posible que la gente participe en la comunión que existe entre el Padre y el Hijo”,
obviamente en el Espíritu Santo. Así es obvio que el dinamismo del Espíritu Santo está orientado a la
participación humana en el misterio pascual de Cristo, la paricipación en la vida divina, lo que es precisamente
el objetivo de la evnagelización, de la actividad misionera.
Un aspecto indispensable de la evangelización es la inculturación del Evangelio. Es indispensable
porque la plena participación humana en el misterio de Cristo es importante. Pues Dios desea salvar
a la humanidad humanamente. Para ser plenamente humana, esta participación debe ser consciente,
libre, responsable, gozosa y generosa. Debe ser vivida en toda la integridad de la vida humana:
en cuerpo, alma y espíritu, desde la identidad cultural, en las relaciones sociales e interpersonales,
aquí y ahora en la historia y en comunidad.
En los párafos que siguen quisera proponer mis reflexiones sobre las implicaciones de esta afirmación
sobre la teología de la revelación, la soteriologia, la evangelización inculturada y sobre la metodología
teológica y ciertas consecuencias en la actividad misionera de la Iglesia.
1. Seis tesis sobre la acción universal del Espíritu Santo y la teología de la revelación
Tesis 1. El contenido fundamental de la revelación divina es un acontecimiento
–la acción salvífica de Dios en la historia humana, un acontecimiento
experimentado humanamente– antes de ser una proposición doctrinal o
serie de proposiciones doctrinales.
Aquí quiero sugerir que las orientaciones del Concilio Vaticano II, posteriormente desarrolladas en el
pensamiento de los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI , nos invitan a un nuevo modo de hacer teología.
Se trata principalmente del punto de partida en la reflexión teológica. Permítanme simplificar
el asunto. Cuando yo era seminarista hace unos 45 años, el método usado en la teología de los manuales
clásicos consistía en la formulación de ciertas proposiciones dogmáticas, cuya veracidad tenía
que ser demostrada por textos de las Sagradas Escrituras, de los Santos Padres, de los decretos doctrinales
de los Concilios, de los teólogos probados y por la argumentación racional. En ese método,
se concedió la prioridad a los conceptos, a las proposiciones dogmáticas. El racionalismo de la Ilustración
contribuyó mucho a la aceptación general de esta metodología teológica.
La teología del Concilio Vaticano II, en cambio, establece como contenido fundamental de la revelación
un aconteciminento: la plena revelación de Dios y de su designio salvífico en Jesucristo (Dei Verbum,
nn. 2-3). Las diversas formulaciones teológicas son expresiones humanas de una experiencia
humana de esta revelación divina. Creo que el centrar nuestra reflexión en la revelación como acontecimiento
será mucha más fructífera y orientará mejor una evangelización inculturada.