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Antena Antena - Franciscanos Conventuales de España

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ABEL GARCÍA-CEZÓN<br />

Asís directo<br />

Lugar <strong>de</strong> gracia y <strong>de</strong> bendición<br />

La pequeña ciudad <strong>de</strong> Asís, con sus santuarios franciscanos, sigue siendo meta <strong>de</strong> peregrinación<br />

para tantos hombres y mujeres <strong>de</strong> toda clase y condición. Durante el año 2009, a pesar <strong>de</strong> la crisis<br />

que también aquí se <strong>de</strong>jó sentir con fuerza, fueron más <strong>de</strong> tres millones las personas que visitaron<br />

la ciudad <strong>de</strong> Francisco y Clara.<br />

Muchos llegan hasta este lugar <strong>de</strong> belleza singular, riquísimo <strong>de</strong> arte, historia y cultura <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

cualquier rincón <strong>de</strong>l mundo, atraídos por los magníficos frescos con que los gran<strong>de</strong>s maestros <strong>de</strong><br />

la pintura <strong>de</strong> los siglos XIII y XIV (Cimabue, Giotto, Simone Martini, Lorenzetti…) embellecieron las<br />

basílicas franciscanas.<br />

Otros muchos, sin embargo, llegan hasta aquí, a veces movidos por una simple curiosidad,<br />

para conocer a aquel “hombre <strong>de</strong> nombre Francisco” (en palabras <strong>de</strong> su primer biógrafo, Tomás<br />

<strong>de</strong> Celano), que hacia 1205 abandonó la seguridad <strong>de</strong> un futuro prometedor junto a su padre,<br />

el rico merca<strong>de</strong>r Pedro Bernardone, o como caballero, para abrazar una vida nueva, la vida <strong>de</strong>l<br />

Evangelio “sin rebajas”, y anunciar por los caminos,<br />

las plazas, las iglesias… la paz, la alegría que no pasa<br />

nunca, la fraternidad y la conversión sincera <strong>de</strong>l corazón<br />

a Cristo y a su Evangelio. Y esto compartiendo la<br />

suerte <strong>de</strong> aquellos que no tenían otra seguridad que<br />

Dios mismo, es <strong>de</strong>cir, la suerte <strong>de</strong> los “menores”: pobres,<br />

peregrinos, leprosos, gente <strong>de</strong> baja condición y<br />

<strong>de</strong>spreciada.<br />

De esta hermosa aventura hace ya más <strong>de</strong> 800<br />

años. Y, sin embargo, sigue siendo sorpren<strong>de</strong>ntemente<br />

actual. Muchos <strong>de</strong> los que llegan a Asís queriendo<br />

saber algo más acerca <strong>de</strong> un personaje histórico, casi<br />

<strong>de</strong> fábula, quizás excesivamente mitificado y convertido<br />

en un héroe <strong>de</strong> la Edad Media, se marchan con “un<br />

regalo inesperado” entre las manos y, sobre todo, en<br />

el corazón. Soy testigo <strong>de</strong> ello. La tumba <strong>de</strong>l “poverello”<br />

<strong>de</strong> Cristo sigue siendo un polo <strong>de</strong> atracción capaz<br />

<strong>de</strong> tocar el corazón <strong>de</strong> las personas. Un lugar <strong>de</strong> gracia<br />

y bendición en el que somos invitados a re-<strong>de</strong>scubrir<br />

aquello que es esencial en la vida, lo que realmente importa, <strong>de</strong>jando lo accesorio y superfluo.<br />

Con mucha frecuencia, en el confesionario o en algún rincón <strong>de</strong> la basílica, hay alguien que se<br />

te acerca para <strong>de</strong>cirte profundamente emocionado: “Padre, yo he venido a Asís por casualidad.<br />

Llevo casi diez años sin pisar una iglesia, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que me confirmé. Hoy, sin embargo, al entrar en la<br />

basílica y sobre todo al bajar a la tumba, he sentido algo especial. Al sentarme <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la tumba<br />

<strong>de</strong> San Francisco he comenzado a llorar porque he visto mi vida con una luz nueva y he sentido<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mí el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> re<strong>de</strong>scubrir lo esencial, <strong>de</strong> volver a fiarme <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong> acercarme a Él y<br />

a la Iglesia, <strong>de</strong> confesarme… ¿Es posible que San Francisco siga hablando <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> 800 años?<br />

¡Yo he escuchado su voz <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mí! ¿Es posible?”.<br />

Francisco, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cielo, a través <strong>de</strong>l misterio en el que quizás no creemos <strong>de</strong>masiado aunque<br />

forme parte <strong>de</strong>l credo <strong>de</strong> nuestra fe (la comunión <strong>de</strong> los santos), sigue llevando a<strong>de</strong>lante la misión<br />

<strong>de</strong> acercar y atraer hacia Dios también a los hombres y mujeres <strong>de</strong> nuestro tiempo. Francisco,<br />

como hiciera hace 800 años por los caminos y las plazas, no habla <strong>de</strong> sí mismo sino que sigue<br />

gritando humil<strong>de</strong> y pobre que “el Amor no es amado”, pero que pue<strong>de</strong> serlo. Y que no hay felicidad<br />

más verda<strong>de</strong>ra ni alegría más gran<strong>de</strong> que aventurarse a conocer, amar y seguir a Aquel que es<br />

“todo Bien, el Bien más gran<strong>de</strong>, nuestra esperanza y alegría, nuestra riqueza y fortaleza”.<br />

Los frailes menores conventuales, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace ocho siglos, somos custodios <strong>de</strong> este lugar <strong>de</strong><br />

gracia llamado, ¡no por casualidad!, “la Colina <strong>de</strong>l Paraíso”. Y somos, a<strong>de</strong>más, testigos e instrumentos<br />

privilegiados <strong>de</strong> lo que Dios, a través <strong>de</strong> su siervo Francisco, sigue realizando en el corazón<br />

<strong>de</strong> tantos hombres y mujeres.<br />

<strong>Antena</strong><br />

Conventual junio 2010 / 21

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