roger margarit

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Sentimientos y emociones de primera prensadura. Sólo he hablado un par de veces con él. Sólo lo he visto un par de veces sobre el escenario del Palau de la Música, en dos ediciones navideñas de El món a RAC1. Sólo puedo decir que cuando escuché por primera vez su primer disco, A la Vilaverda, me quedé sorprendido. Me sorprendieron su variedad de registros, su capacidad para transmitir la ilusión de estar pariendo la primera criatura, las descargas emocionales que proyecta cuando dice sus canciones, la sinceridad con que las comunica. Roger quiere ser músico, le gusta hacer música y ha encontrado su manera de hacerla. Este es uno de los valores primordiales de A la Vilaverda. Roger Margarit, más allá de referentes e influencias inevitables, descubre su propia voz, su manera de presentar historias y músicas que sorprenden por el contraste entre ilusiones de tonos naïf y estrofas de decepción, inquietud o indignación. Roger Margarit ha superado las expectativas de un novel con 10 canciones, 10 instantáneas, más o menos alegres, que definen el perfil de un buscador de sensaciones traducidas en música cantada con tonos cercanos, casi íntimos, compartiendo reflexiones y observaciones de una primera etapa vital, que comprendre desde la experiencia excursionista hasta la soledad de momentos vitales en los que saltan las máscaras y las neuronas explotan transformándose en observaciones críticas sobre una realidad, a veces, tan cruda como indeseable. A la Vilaverda es un álbum revelador, un disco que busca despertar los diferentes yos que se instalan en nuestro interior, sin pedirnos permiso; los yos que han motivado a Roger para transmitirnos sus vivencias en un primer disco tan revelador como sorprendente. En resumen: un debut redondo. Jordi Beltran Realismo naturalmente mágico. Las pocas veces que he tenido la oportunidad de intercambiar impresiones con Roger Margarit, inevitablemente, no he podido dejar de ver, sutilmente reflejado en él, mi yo de hace 20 años. No tanto por lo que transmite su música ni por las influencias que lo cautivan, ni tan sólo por su forma de construir canciones. Es algo intangible, de alguna manera inexplicable. Trabaja en soledad y habla de “sus cosas” en forma de canciones rotundamente diferenciadas y personales. A veces, este tipo de expresiones parecen clichés. En su caso, hablar de “universo propio” está más que justificado. Es una evidencia que la mejor, y a veces parece que la única, forma que Roger tiene de expresarse es su música. No parece un portento de elocuencia en persona, y prefiere contínuamente el segundo plano, rehuyendo el foco estelar del rockstar de la vieja escuela. Y esto, a mi, me genera una confianza extrema en la autenticidad de su música y, además, me hace sentir cercano a ella. En estos casos, siempre pienso en la dificultad, como productor, que tiene trabajar con este tipo de perfil. Esta dificultad es la que hizo que yo, en un momento de mi vida, me decidiera a intentar ser autosuficiente. Cualquier intromisión en mi mundo suponía, la mayoría de las veces, una importante mejora de calidad, pero para mi no tenía sentido, porque ningún productor era capaz de entender mi forma de aproximarme a la música y, por lo tanto, de plasmarla en sonido. Esto es precisamente lo que yo creía que encontraría Roger ante el reto de la grabación de su primer disco: la imposibilidad de hallar a alguien que aportase el plus de experiencia y calidad en la producción y que, al mismo tiempo, mostrase un absoluto respeto por sus ideas sui generis y definitivamente sin prejuicios. Y de repente, la primera vez que pude escuchar el disco, acabado de salir del horno, me di cuenta de que, por extraño que pudiera parecer, en este caso, esto había sido posible. No sé con qué tipo de metodología han trabajado conjuntamente Xavi Lloses y Roger Margarit y, la verdad, no quiero saberlo. Lo único que sé es que el disco mantiene intactas las sensaciones que ya transmitían las canciones de Roger en su estado primario (incluso por lo que respecta a algunos arreglos), pero al mismo tiempo suena como un primer disco compacto y de una envergadura sonora importante. Que Xavi Lloses posee un talento musical fuera de lo común ya lo sabe todo el mundo. Que Roger Margarit es un creador de canciones únicas ya os lo he explicado antes. Pero que el conjunto sea la suma de las dos cosas es lo que a mi me parecía difícil de lograr. Pero, muchacho, lo han hecho. Recuerdo una tira de Quino donde Mafalda mezclaba en un mismo plato todos sus alimentos favoritos y no podía entender cómo, inexplicablemente, el resultado era vomitivo. La interacción de grandes talentos no siempre tiene como resultado un megatalento. De hecho, es algo que no ocurre casi nunca. En el caso de Xavi Lloses y Roger Margarit, sí que ha ocurrido. Tal vez alguien puede pensar que lo que hace Roger se aproxima en algunos momentos al surrealismo. Pero yo discrepo absolutamente. No veo por ninguna parte la más pequeña chispa de la actitud nihilista intrínseca al surrealismo. La poética de Roger flirtea más bien con aquella idea que en su momento definieron los críticos literarios como “realismo mágico”. Porque, por difícil que pueda parecer, Roger consigue transmitir tal aire de cotidianidad a sus rarezas que uno no puede evitar sentirlas como propias, aunque sean ajenas. Y esto lo convierte en aún más entrañable. Dicho esto, simplemente deseo añadir que, al margen de cualquier otro análisis, el disco resulta compacto y coherente, así como naïf y despreocupado. Y creo que esto no pasa muy a menudo, la verdad. Guille Milkyway
L’Andreu té un poder místic Hola, com va? Volem passar, busquem remei pel nostre fill, que és irreal. Té un poder místic sideral. ...Té un poder místic. Pot destruir deu mil nacions en uns segons, si no us sap greu, és que l’Andreu té un poder místic, és un déu! ...Té un poder místic. I ha de salvar la Humanitat per ser el més gran heroi i el més estimat. Té un poder místic amagat. ...Té un poder místic. I en aquest got no pot haver-hi hagut vi bo del fort sense un embut, sense un embut. (Té un poder místic.) Hola, com va? Volem passar, busquem remei pel nostre fill, que és irreal. Té un poder místic, però a mi això ja m’és igual. A la Vilaverda Entre les valls i glaceres, entre cingles escarpats, hi ha un poblet que no coneix la realitat. Realitat que encara espera, al bell mig de les ciutats, en faroles i contenidors cremats. I les passa putes, maleint les persones, venjances obscures i la “telebasura”. Hi ha un vell que canta en soledat. Sempre s’encanta quan va al mercat. No sap de qui, però s’enyora i s’entrebanca quan surt a ballar. Sense llum, sense gas, aire o electricitat, viu avui el que demà serà oblidat. Sense pes a l’espai, sense feina ni treball. Un detall massa bonic per ser ignorat. Comencem el llarg viatge. Comencem-lo, que es fa tard, i portem algun missatge d’amistat a la Vilaverda. Entre les roselles, sota les estrelles. Entre les roselles. Un dia, un heavy i un escolà es van conèixer a Montserrat. Ningú no sap per què s’enyoren. Ningú no sap per què van separar-se, per què els van separar. A pasturar cargols Un vell follet m’escolta, però és tan petit que es perd entre la boira. S’ho mira i se’n torna cap al bosc. I el meu quartet de corda és tan antic que ningú se’n recorda. Si ens avorrim, juguem al dominó. (No som perfectes, no.) I al sac del camperol hi ha nespres, naps i cols. Llimacs i sargantanes. La natura, pluja i sol, i celebrem amb ganes la pastura de cargols. A pasturar cargols, a pasturar cargols, pasturar cargols! Que no tenim més feina en aquest món.
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