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EL ÁRBOL DE LA CIENCIA

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<strong>EL</strong> <strong>ÁRBOL</strong> <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> <strong>CIENCIA</strong><br />

Introducción<br />

Baroja, en sus Memorias, escribió: “El árbol de la ciencia es, entre las novelas de carácter<br />

filosófico, la mejor que yo he escrito. Probablemente es el libro más acabado y completo de todos<br />

los míos.”<br />

Ante todo, la novela -escrita en 1911- tiene mucho de autobiografía. Es sumamente curioso<br />

que, más de treinta años después, al escribir el segundo volumen de sus Memorias (1944) y al contar<br />

sus estudios en Madrid, su estancia en Valencia, o la muerte de su hermano Darío, Baroja transcribe<br />

literalmente (o casi) largos pasajes de El árbol de la ciencia: le basta con poner «yo» donde la<br />

novela dice «Andrés Hurtado», o con cambiar otros nombres propios.<br />

La trama central: historia de una desorientación existencial<br />

El árbol de la ciencia desarrolla la vida de Andrés Hurtado, un personaje perdido en un<br />

mundo absurdo y en medio de circunstancias adversas que constituirán una sucesión de desengaños.<br />

Su ambiente familiar hace de él un muchacho «reconcentrado y triste»; se siente solo,<br />

abandonado, con «un vacío en el alma». A la vez, siente una sed de conocimiento, espoleado por la<br />

necesidad de encontrar «una orientación», algo que dé sentido a su vida. Pero sus estudios (de<br />

Medicina, como Baroja) no colman tal ansia: la universidad y la ciencia españolas se hallan en un<br />

estado lamentable. En cambio, su contacto con los enfermos de los hospitales, y su descubrimiento<br />

de miserias y crueldades, constituyen un nuevo «motivo de depresión». También agudizan su<br />

«exaltación humanitaria», pero -políticamente- Andrés se debate entre un radicalismo revolucionario<br />

utópico y el sentimiento de «la inanidad de todo».<br />

Al margen de sus estudios, Andrés descubre nuevas lacras; las que rodean a Lulú, la mujer<br />

que habrá de ocupar un puesto esencial en su vida. Y, en fin, la larga enfermedad y la muerte de su<br />

hermanito, Luis, vendrá a sumarse a todo como un hecho decisivo que le conduce al escepticismo<br />

ante la ciencia y a las más negras ideas sobre la vida. Se consuma así, en lo fundamental, la<br />

«educación» del protagonista, que -en el balance realizado en la parte IV- dirá: «Uno tiene la<br />

angustia, la desesperación de no saber qué hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse<br />

perdido, sin brújula, sin luz adonde dirigirse.»<br />

Las etapas posteriores de su vida constituyen callejones sin salida. El ambiente deforme del<br />

pueblo en donde comienza a ejercer como médico le produce un «malestar físico». Madrid, adonde<br />

vuelve, es «un pantano» habitado por «la misma angustia»; Hurtado, «espectador de la iniquidad<br />

social», deriva hacia un absoluto pesimismo político, se aísla cada vez más y adopta una postura<br />

pasiva en busca de una paz desencantada (es la abulia noventayochista).<br />

A una paz provisional accederá tras su matrimonio con Lulú. Pero la vida no le concederá<br />

reposo. Pronto le atenazará de nuevo una angustia premonitoria de la muerte de su hijo y de su<br />

mujer, definitivo desengaño que lleva a Andrés al suicidio.<br />

Tan sombría trayectoria es ya, de por sí, reveladora del hondo malestar de Baroja y de su<br />

época. De la trama se desprenderá, en efecto, una concepción existencial sobre la que luego<br />

volveremos.<br />

La estructura<br />

La figura de Andrés Hurtado da unidad al relato. Pero su trayectoria va hilvanando multitud de<br />

elementos (tipos, anécdotas, cuadros de ambiente, disquisiciones. . .) con esa libertad tan<br />

1


característica de la novela barojiana. ¿Quiere ello decir «ausencia de composición»? En absoluto,<br />

como vamos a ver.<br />

El árbol de la ciencia se compone de siete partes que suman 53 capítulos de extensión<br />

generalmente breve (cuatro o cinco páginas de promedio). El número de capítulos que integran cada<br />

una de aquellas partes es variable: 11, 9, 5, 5, 10, 9 y 4, respectivamente. Esta aparente desigualdad<br />

no debe engañarnos: observemos la estructura interna del relato.<br />

En realidad, cabría dividir la obra en dos «ciclos» o etapas de la vida del protagonista,<br />

separadas por un intermedio reflexivo (la parte IV). En torno a este intermedio, aquellas etapas<br />

(integradas cada una por tres partes) presentan entre sí una clara simetría, como se ve en el siguiente<br />

esquema:<br />

I Familia y estudios PRIMERAS NUEVAS<br />

En el campo V<br />

II El mundo en torno EXPERIENCIAS EXPERIENCIAS En la ciudad VI<br />

(aparece Lulú (Formación) (Búsqueda de una<br />

solución vital)<br />

(Reaparece Lulú)<br />

III EXPERIENCIA <strong>DE</strong>CISIVA<br />

NUEVA EXPERIENCIA <strong>DE</strong>CISIVA VII<br />

Enfermedad y muerte del hermano. Matrimonio; muerte de su hijo y de su<br />

Profunda desorientación de Andrés. mujer; suicidio de Andrés<br />

IV INTERMEDIO REFLEXIVO<br />

Los personajes y el arte de la caracterización<br />

Ya hemos hablado del protagonista. Junto a él, Lulú es el otro gran personaje.<br />

Detengámonos un momento en ella. Es uno de esos espléndidos tipos de mujer que son frecuentes<br />

en Baroja. En la segunda parte, se nos presenta como «un producto marchito por el trabajo, por la<br />

miseria y por la inteligencia»; graciosa y amarga, lúcida y mordaz, «no aceptaba derechos ni<br />

prácticas sociales». Sin embargo, tiene un fondo «muy humano y muy noble» y muestra una<br />

singular ternura por los seres desvalidos. Por encima de todo, valora la sinceridad, la lealtad. Fácil es<br />

percibir en estos rasgos una proyección del mismo talante del autor.<br />

En torno a Andrés y Lulú, pululan numerosísimos personajes secundarios. Baroja se detiene en<br />

algunos: el padre de Andrés, despótico y arbitrario; Aracil, cínico, vividor sin escrúpulos; el tierno<br />

Luisito; Iturrioz, el filósofo... En ocasiones, el detenerse en un personaje no se justifica por<br />

necesidades del argumento central, sino por esa típica tendencia de Baroja a «entretenerse en el<br />

camino». Con todo, habría que dilucidar, en cada caso, las incidencias que los personajes tienen en<br />

la trayectoria de Andrés, en su sensibilidad.<br />

Es amplísima la galería de personajes rápidamente esbozados: profesores, estudiantes,<br />

enfermos y personal de los hospitales, amigos y vecinos de las Minglanillas, gentes del pueblo, etc.<br />

Bien podría hablarse de personajes colectivos, que vienen a ser piezas de un ambiente; «figurantes»<br />

de un denso telón de fondo. Su papel es esencial en la constitución de una atmósfera insustituible.<br />

Para los personajes principales, Baroja usa una técnica de caracterización paulatina; se van<br />

definiendo poco a poco, en situación, por su comportamiento, por sus reflexiones, por contraste con<br />

otros personajes, al hilo de los diálogos... Además, son tipos que evolucionan: van adquiriendo<br />

progresivamente espesor humano.<br />

En los personajes secundarios, la figura -por lo general- se nos da hecha de una vez por todas.<br />

2


Se trata de bocetos vigorosos, de trazos tanto más rápidos cuanto más episódico es el personaje, y<br />

cargados las más veces de un sentido. satírico -a menudo feroz-, aunque en ocasiones impregnados<br />

de ternura o de compasión.<br />

El conjunto pone al descubierto un singular poder de captación de las miserias y flaquezas de<br />

cuerpos y almas.<br />

Ambientes<br />

Ese hormigueante mundillo se mueve en unos medios que Baroja traza admirablemente. Le<br />

bastan muy pocos rasgos para darnos impresiones vivísimas. Abundan los cuadros imborrables: el<br />

«rincón» de Andrés y lo que se ve desde su ventana, los cafés cantantes, la sala de disección, los<br />

hospitales, la casa de las Minglanillas…<br />

Es notable su maestría para el paisaje, sin que necesite acudir a descripciones detenidas a la<br />

manera de los realistas del XIX. Por ejemplo; es difícil dar con mayor economía de medios una<br />

«impresión» tan viva de la atmósfera levantina como la que nos dan las páginas sobre el pueblecito<br />

valenciano, la casa, el huerto... No menos viva e «impresionista» es la pintura del pueblo manchego.<br />

Con trazos dispersos, Baroja nos hace ir percibiendo el espacio, la luz, el calor sofocante. El<br />

ambiente de la fonda, del casino, etc., adquirirán asimismo singular relieve.<br />

El alcance social. La realidad española<br />

Los personajes y ambientes señalados constituyen un mosaico de la vida española de la<br />

época. Son los años en torno al 98 (se habla del «Desastre» en VI, 1). Y es una España que se<br />

descompone en medio de la despreocupación de la mayoría. Baroja prodigará zarpazos contra las<br />

«anomalías» o los «absurdos» de esa España.<br />

Ya a propósito de los estudios de Andrés, se traza un cuadro sombrío de la pobreza cultural<br />

del país (ineptitud de los profesores); y varias veces se insistirá en el desprecio por la ciencia y la<br />

investigación.<br />

Más lugar ocupan los aspectos sociales. Pronto aparecen (partes I y II) las más diversas<br />

miserias y lacras sociales, producto de una sociedad que Andrés quisiera ver destruida. Pero la<br />

visión de la realidad española se estructura más adelante (V y VI) en la oposición campo/ciudad.<br />

El mundo rural (Alcolea del Campo) es un mundo inmóvil como «un cementerio bien<br />

cuidado», presidido por la insolidaridad y la pasividad ante las injusticias. Palabras como egoísmo,<br />

prejuicios, envidia, crueldad, etc., son las que sobresalen en su pintura. De paso, se denuncia el<br />

caciquismo, que conlleva la ineptitud o rapacidad de los políticos.<br />

La ciudad, Madrid, es «un campo de ceniza» por donde discurre una «vida sin vida». De<br />

nuevo se nos presentan muestras de la más absoluta miseria, con la que se codea la despreocupación<br />

de los pudientes, de los «señoritos juerguistas».<br />

Ante la «iniquidad socia!», el protagonista siente una cólera impotente: «La verdad es que, si<br />

el pueblo lo comprendiese -pensaba Hurtado-, se mataría por intentar una revolución social, aunque<br />

ésta no sea más que una utopía...» Pero el pueblo -añade- está cada vez más «degenerado» y «no<br />

llevaba camino de cortar los jarretes de la burguesía». No parece haber, pues, solución para Andrés<br />

(ni para Baroja): «Se iba inclinando a un anarquismo espiritual, basado en la simpatía y en la piedad,<br />

sin solución práctica ninguna.» La frase es tan reveladora como aquella otra de su tío, Iturrioz: «La<br />

justicia es una ilusión humana.»<br />

3


El sentido existencial de la novela<br />

Tal pesimismo explica que no nos hallemos ante una novela «política» (pese a los elementos<br />

que acabamos de ver), sino ante una novela “filosófica” (como el mismo Baroja la llamó). Tal es su<br />

verdadero sentido, y lo que hace de ella una magistral ilustración del tema de este capítulo.<br />

Los conflictos existenciales constituyen, en efecto, el centro de la obra. En lo religioso, véase<br />

cómo Andrés se despega tempranamente de las prácticas o con qué desprecio habla a un católico<br />

como su amigo Lamela («eso del alma es una pamplina», le dice); en Kant ha leído que los<br />

postulados de la religión «son indemostrables».<br />

Hurtado no halla, entonces, ningún asidero intelectual («El intelectualismo es estéril»). La<br />

ciencia no le proporciona las respuestas que busca a sus grandes interrogantes sobre el sentido de la<br />

vida y del mundo. Al contrario: la inteligencia y la ciencia no hacen sino agudizar -según Baroja- el<br />

dolor de vivir. Así surge la idea que da título a la novela:<br />

«... en el centro del Paraíso había dos árboles: el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y<br />

del mal. El árbol de la vida era inmenso, frondoso y, según algunos santos padres, daba la<br />

inmortalidad. El árbol de la ciencia no se dice cómo era; probablemente sería mezquino y triste.»<br />

En definitiva, la vida humana queda sin explicación, sin sentido: es una «anomalía de la<br />

Naturaleza». Las lecturas filosóficas de Andrés (las mismas que las de Baroja) lo confirman en esa<br />

concepción desesperada: La principal influencia, según apuntamos, es la de Schopenhauer: de él<br />

proceden, a veces casi textualmente, algunas de las definiciones de la vida que encontraremos en la<br />

novela.<br />

Así, para Hurtado, «la vida era una corriente tumultuosa e inconsciente, donde todos los<br />

actores representaban una comedia que no comprendían; y los hombres llegados a un estado de<br />

intelectualidad, contemplaban la escena con una mirada compasiva y piadosa». O bien: «La vida en<br />

general, y sobre todo la suya, le parecía una cosa fea, turbia, dolorosa e indominable.»<br />

Con ello se combina la idea de «la lucha por la vida» (Darwin), tan barojiana que da título a<br />

una de sus trilogías más famosas. En El árbol de la ciencia se dice: «La vida es una lucha constante,<br />

una cacería cruel en que nos vamos devorando unos a otros.» Y el tema de la crueldad está muy<br />

presente en esta obra (véase especialmente II, 9).<br />

¿Existe alguna solución a tan pavorosos problemas? Según Iturrioz, «ante la vida no hay más<br />

que dos soluciones prácticas para el hombre sereno: o la abstención y la contemplación indiferente<br />

de todo, o la acción limitándose a un círculo pequeño.» Andrés intentará la primera vía (la<br />

ataraxia), siguiendo también el consejo de Schopenhauer de «matar la voluntad de vivir».<br />

El estilo<br />

Ya hemos hablado de la estructura narrativa y hemos aludido a las técnicas de pintura de<br />

personajes o de ambientes. Por lo demás, seráen la lectura de la novela en donde se comprobarán<br />

aquellos rasgos de la prosa de Baroja hemos señalado páginas atrás. Así, el gusto por el párrafo<br />

breve; la naturalidad expresiva, tanto en lo narrativo como en lo descriptivo o en los diálogos. De<br />

especial interés será atender al uso intencionado de términos coloquiales y vulgarismos, con una<br />

perfecta conciencia de sus valores «ambientales» o expresivos.<br />

4


ESTUDIO <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> FAMILIA <strong>DE</strong> PASCUAL DUARTE<br />

REFLEXIONES SOBRE <strong>LA</strong> FAMILIA <strong>DE</strong> PASCUAL DUARTE (Gonzalo<br />

Sobejano)<br />

Disposición de la obra<br />

Recordaré brevemente la disposición de la obra. La “Nota del transcriptor” informa sobre el<br />

hallazgo del manuscrito de Pascual Duarte a mediados 1939, puntualizando la función casi meramente<br />

traslativa del autor y justificando la publicación del relato para presentar en Pascual un modelo de lo que no<br />

se debe hacer. A continuación viene la “Carta anunciando el envío del original”: El 15 de febrero de 1937,<br />

desde su celda de condenado a muerte y como “pública confesión” de su vida, Pascual Duarte envía el<br />

manuscrito a un Sr. Barrera, por ser éste el único amigo de don Jesús González de la Riva cuyas señas<br />

conocía Pascual, asesino convicto y confeso de don Jesús. Figura en tercer término la “Cláusula del<br />

testamento” del Sr. Barrera (11 de mayo de 1937: por cierto la fecha exacta en que C. J. C. cumplía 21 años,<br />

su «mayoría en el dolor sin fin»), alusiva al manuscrito y según la cual éste debía ser quemado sin leerlo o<br />

salvado de las llamas y usado a voluntad de quien lo encontrase si, al cabo de dieciocho meses, se había<br />

librado de la destrucción. Pascual Duarte dedica sus páginas a la memoria del «insigne patricio» don Jesús<br />

González de la Riva, Conde de Torremejía, quien, al irlo a rematar aquél, «le llamó Pascualillo y sonreía». Y<br />

viene, en fin, el relato mismo, dispuesto en diecinueve capítulos. Los cinco primeros se refieren a la familia<br />

de Pascual Duarte no creada por él: su pueblo y casa (cap. 1), sus padres (2), su hermana Rosario (2-3), su<br />

hermano Mario (4-5). Al final del cap. 5, al lado de la sepultura del hermano, Pascual desflora a su novia,<br />

Lola, y en tal momento se interrumpe la narración. Ha pasado el prisionero quince días sin escribir y, en la<br />

celda, medita sobre la muerte y contempla por la ventana, a lo lejos, una posible familia feliz (cap. 6). Tras<br />

esta pausa reflexiva el relato prosigue, extendiéndose por seis capítulos nuevos, a lo largo de los cuales<br />

Pascual, sin dejar su condición de hijo y hermano, aparece como novio, esposo y padre: decide casarse con<br />

Lola (7); su luna de miel tiene un final sangriento (8); el primer hijo es un aborto (9); el segundo hijo muere a<br />

los once meses de un mal aire (10); madre, mujer y hermana lamentan el vacío (11); la mujer y la madre<br />

abruman a Pascual con insoportables reproches (12). Nueva pausa reflexiva: el condenado a muerte ha<br />

pasado treinta días sin escribir. Medita. Ha confesado con el capellán de la cárcel y desea seguir escribiendo<br />

esta otra confesión que tanto alivio le trae (cap. 13). La narración continúa: Pascual huye de su familia hacia<br />

el ancho mundo (14); regresa al cabo de dos años para ver morir a su esposa tras haberle ella descubierto su<br />

entrega a “El Estirao”, rufián de su hermana Rosario (15); mata a su enemigo cuando éste viene a llevarse a<br />

Rosario (16) y, pasados tres años en el penal de Chinchilla, es puesto en libertad por su buena conducta y<br />

retorna a la sombría soledad de su casa (17). Rosario ha buscado a Pascual una novia, Esperanza (18). Con<br />

Esperanza se casa, pero la madre le hace imposible la vida y Pascual, incapaz de dominar el odio que hacia<br />

ella ha venido sintiendo desde antiguo, la asesina (19). Inclúyese al final otra “Nota del transcriptor”, donde<br />

éste supone que el parricida permaneció en Chinchilla hasta 1935 ó 1936, saliendo de presidio antes de<br />

empezar la guerra, y dice no haber podido averiguar nada acerca de su actuación durante los quince días de<br />

revolución que pasaron sobre su pueblo, salvo que asesinó a don Jesús por motivos ignorados. Una carta del<br />

capellán de la cárcel de Badajoz y otra de un guardia civil dan sendas versiones de la ejecución de Pascual y<br />

de su conducta antes de ella y en el momento de sufrirla: conducta ejemplarmente cristiana según el sacerdote<br />

y cobarde en extremo según el gendarme.<br />

Gracias al papel puramente transmisivo que el autor adopta para dejar solo al protagonista en la<br />

directa relación de su vida, La familia de Pascual Duarte ofrécese al lector, en lo esencial, como la confesión<br />

de un condenado a muerte. El condenado confiesa sus culpas para explicar públicamente su conducta. Los<br />

5


males que ha cometido no hallarán perdón de Dios ni justificación ante ningún tribunal, pero explicando<br />

cómo vino a cometerlos, a partir de qué circunstancias, podrá él mismo iluminar la trayectoria de su vida y<br />

serenar con esa luz de la palabra escrita su turbada conciencia.<br />

Confesión de un condenado a muerte. Como tal, narración de los hechos que han conducido a la<br />

condena y reflexión sobre aquellos hechos a la sombra de la muerte.<br />

Importante es comprender que la textura de la obra –esa matización e interrupción del relato<br />

por la reflexión- se debe a un propósito íntimamente confesional. No menos importante, reconocer a<br />

quién la confesión va destinada. Puesto que el mismo Pascual declara que quiere hacer confesión<br />

“pública”, su destinatario último es todo el mundo; pero de hecho Pascual envía sus papeles, y ello<br />

con ansiedad y preocupación visibles, a un amigo del Conde de Torremejía, señor de su pueblo<br />

natal, dueño de la única casa no pintada de blanco pero adornada por un viejo escudo.<br />

Y esa persona no es sino un “alter ego” del insigne patricio local. Es como si en la persona del Sr.<br />

Barrera resucitase Pascual Duarte al Conde de Torremejía para explicarle, y explicarse a sí mismo, por qué<br />

todas sus violencias remataron en rematarle. En rigor el crimen culminante de Pascual no es el que tiene por<br />

víctima a su madre., aunque así lo parezca, sino el que tiene por víctima al Conde, crimen, solamente aludido<br />

en la obra pero que es el que lleva al protagonista. sin remisión, al patíbulo; y no es éste el crimen culminante<br />

porque le arrastre al castigo inapelable, sino porque es el único ajeno a las inmediatas urgencias de la sangre.<br />

Es el único crimen social.<br />

Para percatarse de lo indicado convendrá examinar una por una las violencias de que Pascual Duarte<br />

se va declarando autor. Por el orden en que se suceden en la historia, no por el orden en que aparecen dentro<br />

de la confesión, son éstas: Pascual hiere a Zacarías en una disputa (cap. 8), mata a navajazos a la yegua que<br />

descabalgó a su mujer (9), mata con la escopeta a la perra Chispa porque le molesta su mirada (1), mata a “El<br />

Estirao” a golpes en lucha provocada (16), mata a navajazos a su madre (19) y remata al Conde de<br />

Torremejía. De todas estas violencias Pascual sólo es auténtico responsable de dos, acaso de una sólo. Los<br />

navajazos a Zacarías, por ciegos y numerosos que sean, obedecen a provocación: Zacarías, a altas horas de la<br />

noche y después de trasegar mucho vino, ha insinuado alguna suspicacia respecto a la boda de Pascual y<br />

Lola, y el que se cree aludido reacciona como hubiera reaccionado Zacarías en caso contrario. Se trata de una<br />

vulgar riña en la taberna, en la atmósfera de una aldea extremeña, de hombre a hombre o, mejor, entre<br />

machos. La furia de Pascual se manifiesta de un modo semejante cuando, enterado de que su mujer ha<br />

abortado a consecuencia de un movimiento de la yegua, entra en la cuadra y clava la navaja repetidamente en<br />

el animal. Otra vez una reacción inmediata, por excitación mecánica. La violencia que sigue consiste en los<br />

disparos contra la perrilla. Un crítico ha llegado a decir que, por paradójico que parezca, la matanza de la<br />

perra “es el crimen más injustificado de todos”. Pero hay que situar esa acción en el tiempo en que ocurre,<br />

que es aquel en que la madre y la mujer de Pascual tienen a éste asediado a reproches por la muerte del hijo.<br />

Pascual, evitando atentar contra las enlutadas plañideras, traslada su resentimiento a la perra, madre<br />

malograda también, símbolo femenino de ellas. Si las mujeres le tienen acorralado, cargando sobre él la culpa<br />

del malogro del niño, y si la perra, mirando a Pascual con mirada fría y escrutadora, penetra en su aliviada<br />

soledad como añadiendo más reproches, no es de extrañar, dado el temperamento del sujeto, que vuelque su<br />

afán de represalia en el ser más accesible e insignificante. En cuanto a “El Estirao”, es el rufián de su<br />

hermana y el seductor y asesino indirecto de su mujer. Si Pascual no le mata antes es porque había prometido<br />

a Lola no hacerlo. “El Estirao”, que ya le había excitado tiempo atrás, vuelve a provocarle ahora, viene a<br />

llevarse a Rosario, alardea, gallea, y Pascual, aun entablada la lucha, va a perdonarle la vida; pero es entonces<br />

cuando el rival alude al amor que Lola debía de profesarle, y Pascual se ciega, sólo ve su deshonra y tiene que<br />

acabar con él.<br />

Queda el matricidio. La madre de Pascual reúne, desde el principio, todos los defectos y no posee una<br />

sola cualidad buena: es mala esposa, adúltera, madre cruel o indiferente, alcahueta, discutidora, sucia y<br />

descuidada, borracha, entrometida, y no manifiesta nunca a Pascual el más mínimo amor, ni siquiera<br />

atención. Éste ha ido acallando en su conciencia las voces del odio. Ha asesinado ya a la madre<br />

imaginariamente y, para no hacerlo en la realidad, ha huido. Viendo amenazado su segundo matrimonio por<br />

culpa de ella, decide matarla, pero todavía vacila o incluso va a desistir de su propósito, y sólo el hecho de<br />

que la madre despierte precipita la consumación del crimen. Pascual ve todas las calamidades de su vida<br />

6


cifradas en su madre, origen de su vivir, culpable de su venida al mundo. ¡Hijo desnaturalizado, sí, pero<br />

madre igualmente desnaturalizada!<br />

Hasta aquí los crímenes de Pascual Duarte proceden desde el automático impulso de desquite contra<br />

el agente de una molestia o herida (animales), pasando por la emocional venganza de honor contra el<br />

burlador, hasta llegar a una especie de venganza metafísica contra el origen de su vida desastrada.<br />

Sólo al asesinar al Conde de Torremejía, Pascual ha encontrado por fin a un culpable distante. Lo ha<br />

encontrado, no en la familia particular, sino en la familia general, en la sociedad. Mató a la yegua<br />

porque malogró su primer hijo, mató a la perra porque en su mirada resumía los reproches por la<br />

pérdida del segundo, mató a “El Estirao” porque sedujo a su mujer y explotó a su hermana, mató a<br />

su madre para vengar en ella las desgracias todas de esta familia de sangre. Pero aunque los motivos<br />

por los cuales Duarte asesinó al Conde de Torremejía no se den a conocer, la actitud del criminal<br />

respecto a esta futura víctima trasparece en significativas alusiones.<br />

La familia de P.D., así vista, es una narración en forma autobiográfica que expone la perdición de un<br />

hombre en las determinadas circunstancias familiares y sociales que el relato mismo describe o indica. Y esa<br />

perdición, que encierra una validez típica no en los detalles de la fábula sino en su total sentido, tiene por<br />

causa el abandono y por resultado la soledad.<br />

El reloj de la plaza del pueblo está parado. La choza de Pascual, fuera del pueblo. En la choza hay<br />

una cuadra vacía y desamparada. Olor a bestia muerta. Carroña en el vecino despeñadero. Un pozo cegado.<br />

Un regato medio seco, sucio y maloliente. Padre y madre, abandonados en su conducta, se abandonan a las<br />

vanas disputas, al alcohol , a la animalidad. “Para no salir en la vida de pobre no valía la pena aprender nada”,<br />

pensaba la madre de Pascual, y éste, talmente estimulado, abandona la escuela. Rosario abandona la casa para<br />

prostituirse. El abandono en que vegeta el pequeño Mario llega al extremo de que un cerdo pueda comerle las<br />

orejas y la criatura maltratada permanecer horas y horas tirado por el suelo, la boca en la tierra. A la iglesia<br />

no van más que don Jesús y dos o tres viejas. Muerto Pascualillo, deshecha la posibilidad de calor en el<br />

hogar, Pascual Duarte necesitará huir, “huir lejos del pueblo”, pensando en huir también de la patria y “saltar<br />

a las Américas”. A su vuelta, la mujer abandonada por él morirá confesando su error. Y el matador de “El<br />

Estirao”, al regresar del presidio, busca en su imaginación un andén poblado de amigos y en la casa una<br />

madre y una hermana ocupadas con su recuerdo; pero en el andén “no había nadie” y en la casa la madre le<br />

recibe como si “hubiera preferido no verme”. Una última esperanza: su novia Esperanza. Pero ya es tarde<br />

para escapar del pueblo de la madre, de la propia sombra, y el fin será matar, matar y salir huyendo, corriendo<br />

por el campo.<br />

En el vacío de la casa, del pueblo y de la patria Pascual Duarte existe en soledad, con su sombra por<br />

única compañera. El niño que contempla las discordias el envilecimiento de sus padres está solo. Más solo le<br />

dejan la muerte del padre y del hermano, la huida de la hermana. Pascual dispara contra la perra porque la<br />

mirada de ésta incide en su soledad sobrecogida, como una acusación. Soledad del emigrante. Soledad del<br />

viudo. Soledad del prisionero. Soledad en la estación de partida y en la de llegada. El cementerio con su tapia<br />

de adobes negruzcos, su alto ciprés y su lechuza silbadora: “El cementerio donde descansaba mi padre de su<br />

furia; Mario, de su inocencia; mi mujer, su abandono, y El Estirao, su mucha chulería. El cementerio donde<br />

se pudrían los restos de mis dos hijos, del abortado y de Pascualillo, que en los once meses de vida que<br />

alcanzó fuera talmente un sol…” A solas con la sombra de su cuerpo, intentando en vano desprenderse de<br />

ella.<br />

Es, por tanto, Pacual Duarte un individuo abandonado y solitario. Abandonado, no de Dios, como él<br />

cree en su ingenuo fatalismo, sino de su familia, la inmediata y la general. Solitario, no tanto porque toda vida<br />

humana sea en último término soledad, sino porque la sociedad de que debía formar parte útil no lo ha<br />

incorporado: le ha abandonado desde siempre. De ahí, que, no obstante su reiterado papel de vengador y<br />

asesino, él sea la víctima principal: el “manso cordero acorralado y asustado por la vida”.<br />

Resultado artístico<br />

7


En cuanto a los modelos literarios, son visibles y no ha faltado quien los señale, pero<br />

conviene precisar por qué y cómo obran.<br />

Hacia la novela picaresca antigua tenía que volver los ojos C. J. C. casi necesariamente, dada<br />

la semejanza temática y formal entre lo que se proponía referir y aquel género narrativo: confesión<br />

de los extravíos de un hombre en su mundo social desde el punto de vista del que ha llegado al cabo<br />

de ellos y puede reconocer el extremo de perdición en que se encuentra. Guzmán de Alfarache<br />

contaba su odisea como galeote contrito: Pascual Duarte cuenta la suya -menos vasta e intrincada-<br />

como delincuente arrepentido que aguarda en la cárcel el momento de su ejecución. En cierto modo,<br />

las reflexiones que interrumpen el relato de Pascual, aunque mucho más breves y nada doctrinales,<br />

están en consonancia con las de Guzmán por lo que significan de lamentación y de reconocimiento<br />

demasiado tardío de los errores. Pero no es a la obra de Alemán a la que debe más La familia de<br />

P.D., sino al Lazarillo y, sobre todo, al Buscón.<br />

Los cinco primeros capítulos (niñez de Pascual, su casa, padres y hermanos) dependen<br />

mucho de las mencionadas novelas, “Yo, señor, no soy malo”, comienza Pascual. “Yo, señor, soy de<br />

Segovia”, comenzaba Pablos (Buscón). De “lóbrega y oscura” califica Pascual la cuadra de su casa,<br />

con los mismos adjetivos que Lazarillo aplicaba a la casa del escudero, aquella casa que él<br />

confundía con el sepulcro. Al padre de Pascual “lo guardaron por contrabandista”, de modo<br />

semejante a como Tomé González “padeció persecución por justicia” a causa de los hurtos que hacía<br />

en los costales de la molienda, o como el padre de Pablos “estuvo preso” por rapar las bolsas y no<br />

sólo las barbas. La madre de Pascual aparece retratada con rasgos muy negativos, como lo estaba la<br />

madre de Pablos, y la siguiente frase del campesino extremeño recuerda, no detalles, pero sí el tono<br />

cínico del pícaro al referirse a las virtudes maternas: “no la vi lavarse, más que en una ocasión en<br />

que mi padre la llamó borracha y ella quiso demostrarle que no le daba miedo el agua”. Los<br />

altercados y las broncas entre los padres de Pascual traen a la memoria las disputas entre los de<br />

Pablos. Como la madre de Lazarillo, la de Pascual da entrada en su casa a otro hombre (allí “un<br />

hombre moreno” y aquí el señor Rafael), y de ese trato nace un hermanito menor (allí “un negrito<br />

muy bonito”, aquí el desventurado Mario). También Pablos tenía un “hermanico de siete años” que<br />

murió de unos azotes que le dieron en la cárcel, lo que sintió mucho su progenitor porque “era tal<br />

que robaba a todos las voluntades”. (Aquí es Rosario la que hablaba “con tal facilidad y tal soltura<br />

que a todos nos tenía como embobados con sus gracias” y, como el hermano de Pablos, “robaba con<br />

gracia y donaire”) En fin, si Pabios sale pronto de la escuela persuadido de que, “aunque no sabía<br />

bien escribir, para mi intento de ser caballero lo que se requería era escribir mal”, Pascual se deja<br />

convencer en seguida por su madre para abandonar la escuela en razón de que “para no salir en la<br />

vida de pobre no valía la pena aprender nada”. Y cuando Pascual huye del pueblo hacia el ancho<br />

mundo, lo hace en busca de un lugar “donde nadie nos conozca, donde podamos empezar a odiar<br />

con odios nuevos…” Y proyecta pasar a las Américas, de manera parecida a como actúa Pablos.<br />

Pascual, en La Coruña, practica diversos oficios: mozo de estación, cargador en un muelle,<br />

sereno y guarda de una mancebía, tras las cuales se perfila el antiguo esportillero, paje o mozo<br />

alcahuete. La crítica social no se ejerce explícitamente, pero sí a través de la exposición de la propia<br />

conducta descarriada, como en la obra de Quevedo. La acción misma es contada por sucesión<br />

rigurosa de aventuras o lances, y no termina: se interrumpe.<br />

Al hacerse hombre Pascual, esto es, al tratar de fundar su propia familia, los ecos de la<br />

picaresca clásica pierden volumen, dando paso a la irradiación de otro módulo literario, o más bien,<br />

subliterario: el romance de ciegos, la crónica criminal. Los caps. 7 a 9 presentan, en una prosa de<br />

alta calidad desde luego, un fondo temático-ambiental de romance de feria: la moza preñada y el<br />

mozo que va al cura para arreglar el asunto como Dios manda, la luna de miel en la posada del Mirlo<br />

y la reyerta en la taberna del pueblo, los malos agüeros que presagian el aborto. Y algo análogo cabe<br />

decir de los caps. 15 y 16 (la casada infiel, la riña a muerte con “El Estirao”) y de los caps. 18 y 19<br />

8


(la segunda novia, el matricidio). ¿Hay algo más típico del romance de ciegos, o de la cruda página<br />

de sucesos, que el hijo desnaturalizado que mata a la madre o la madre desnaturalizada que mata al<br />

hijo? Que C.J.C. tuvo en cuenta esa subliteratura de parricidios e infanticidios, parece indudable.<br />

Esa subliteratura no inventa los hechos, pero los declama con el tono patético y el detallismo cruento<br />

que saben gustan al público al que se dirige. Y no es Cela el primero en recurrir a tal patrón: ya<br />

Baroja, Valle-Inclán, Noel o Solana habían hecho ensayos y aproximaciones. Recordemos también<br />

que La familia de P.D. emplaza su acción en un pueblo del campo extremeño, no lejos de la<br />

población de Don Benito, la del famoso crimen que poetizó Ramón Pérez de Ayala en La caída de<br />

los Limones y pintó con paleta naturalista Felipe Trigo en su olvidada y tremenda novela<br />

Jarrapellejos.<br />

El paso de la picaresca antigua al romance plebeyo (capítulos 7 a 9) está suavizado por la<br />

reflexión carcelaria del capítulo 6. De la atmósfera de romance se sale después, en dirección hacia la<br />

segunda meditación penal del capítulo 13, por un trío de capítulos (10 a 12) donde la muerte del<br />

niño, la oquedad de la casa y la obsesiva lamentación de las mujeres enlutadas se esbozan con tintes<br />

y rumores de tragedia rural mítica al modo de Valle-Inclán (Tragedia de ensueño, El embrujado) y<br />

García Lorca (Yerma, La casa de Bernarda Alba). Los presagios de aquella muerte que viene en el<br />

aire recuerdan la Tragedia de ensueño, de Valle. El luto, los ayes, el reproche de las mujeres al<br />

hombre que no ha sabido crear familia y cuya simiente se pierde, al García Lorca teatral, incluso en<br />

ciertas imágenes: “tu carne de hombre que no aguanta los tiempos”, “mis pechos, duros como el<br />

pedernal”, “mi boca, fresca como la pavía”, “tu sangre que se vierte en la tierra al tocarla”. Tras la<br />

segunda meditación en la celda, la picaresca retorna, pero en la faceta proletaria que Pío Baroja<br />

había modelado a principios de siglo. Ocupa ese cuadro neopicaresco el capítulo 14: Pascual en el<br />

camino, en Madrid y en La Coruña. Al volver al pueblo, se reanuda el romance tremendo, sólo<br />

mitigado en el cap. 17 por aquellas reflexiones que, enlazadas al relato de la salida de Chinchilla y el<br />

regreso a Torremejía, podrían considerarse a manera de un tercer inciso meditativo.<br />

El autor demuestra a menudo poseer la más alta facultad del novelista: el don de representar<br />

a la conciencia del lector todo un mundo, todo un ambiente fascinador en sus objetos, personas y<br />

relaciones.<br />

La descripción del pueblo y de la casa, en el cap. inicial, es un impecable ejemplo de<br />

creación de mundo. La estructura misma del cap. responde al sentido de soledad que lo inspira:<br />

soledad cerrada del prisionero que recuerda la soledad libre en la que contemplaba su contorno y su<br />

enclave. Emerge primero en su memoria aquel pueblo de olivos y guarros, con sus casas blancas, la<br />

plaza con su fuente en el centro, y en la plaza el ayuntamiento como un cajón de tabaco, con su reloj<br />

parado, y la casa de don Jesús (azulejos, macetas) cerca de la parroquia. Del pueblo se desliza la<br />

memoria al interior de la casa vacía (cocina, habitaciones, cuadra, corral) y de aquí nuevamente al<br />

exterior: al campo solitario desde el cual mira Pascual Duarte encenderse a lo lejos las luces de la<br />

ciudad. Todo el espacio físico en que transcurrió la infancia y juventud del protagonista aparece así<br />

nítidamente evocado, con sus connotaciones afectivas: la cocina limpia, adornada de objetos<br />

vistosos, las habitaciones vulgares, la cuadra con su olor a bestia muerta, el corral con su pozo<br />

cegado, el sucio regato y, en la lejanía, Almendralejo “como una tortuga baja y gorda”, como una<br />

culebra enroscada”. Si en la plaza hay un reloj parado y una fuente airosa de tres caños<br />

(estancamiento, adorno) en la casa hay un despertador que funciona siempre y un pozo cegado<br />

(trabajo diario, esterilidad). Y es muy elocuente que Pascual describa con tan amorosos detalles la<br />

cocina u hogar, núcleo de la casa, centro de la familia, cuando precisamente la historia que va a<br />

referir es la de la destrucción de una familia.<br />

No cabe señalar aquí todos los momentos en que ese poder representativo del buen novelista<br />

se confirma. La descripción de la alcoba de la Posada del Mirlo donde Pascual y Lola pasan su luna<br />

de miel es otro ejemplo eminente de vivificación de un ámbito concreto. Y en algún otro caso la<br />

9


evocación posee tanta evidencia sensorial que la prosa llega al simbolismo fónico: “El campo estaba<br />

en calma y agostado y las chicharras, con sus sierras, parecían querer limarle los huesos a la tierra...”<br />

Parecido vigor en los retratos, como por ejemplo el de Lola, con sus “ojos tan profundos y tan<br />

negros que herían al mirar” y cuya mata de pelo recogida en gruesa trenza “tal sensación daba de<br />

poderío que, al pasar los meses y cuando llegué a mandar en ella como marido, gustaba de azotarme<br />

con ella por las mejillas, tal era su suavidad y su aroma: como a sol, y a tomillo, y a las frias gotitas<br />

de sudor que por el bozo le aparecían al sofocarse...” A Lola, al arrodillarse, “se le veían las piernas,<br />

blancas y apretadas como morcillas, sobre la media negra”; “las piernas de Lola brillaban como la<br />

plata”. Los símiles de Pascual son siempre de una concreción y sencillez enteramente adecuadas al<br />

observador campesino: la conversación con Lola acerca de su embarazo se espantaba “como los<br />

grillos a las pisadas” o “como las perdices al canto del caminante”; la garganta del novio estaba seca<br />

“como un muro”, sus orejas «rojas como brasas”, los ojos le escocían “como si tuvieran jabón”. El<br />

quejido de Pascualillo enfermo sonaba “como el llanto de las encinas pasadas por el viento”. El<br />

curita que confiesa a Pascual en la cárcel aparecía “raído como una hormiga”. Deseoso de vengarse<br />

de su enemigo, Pascual siente en su pecho un “nido de alacranes” y la sensación de que “en cada<br />

gota de sangre de mis venas, una víbora me mordía la carne”. Un ejemplo precioso de concreción<br />

descriptiva y de comparativa propiedad, a la vez que un testimonio del buen natural del protagonista<br />

y de su frecuente sucumbir a la decepción, son aquellas líneas en que cuenta su impresión del campo<br />

al salir de la cárcel: “cuando estaba preso me lo imaginaba... verde y lozano como las praderas, fértil<br />

y hermoso como los campos de trigo, con los campesinos dedicados afanosamente a su labor,<br />

trabajando alegres de sol a sol, cantando, con la bota de vino a la vera y la cabeza vacía de malas<br />

ocurrencias, para encontrarlo a la salida yermo y agostado como los cementerios, deshabitado y solo<br />

como una ermita lugareña al siguiente día de la patrona...”.<br />

Y quedaría por indicar otra nota vigorosa y nueva: el contrapunto de crueldad y de piedad a<br />

que obedece la visión de Pascual Duarte. Es éste un aspecto moral, pero que determina hondamente<br />

el arte del autor.<br />

La crueldad, dentro del relato, aparece de dos modos: como deleite en hacer sufrir, por parte<br />

de algunos personajes y como deleite en la descripción de la violencia y la fealdad, por parte del<br />

narrador.<br />

Complacencia en el sufrimiento ajeno siente la madre de Pascual, que ríe cuando ve a su<br />

marido muerto por la rabia con “los ojos abiertos y llenos de sangre y la boca entreabierta con la<br />

lengua morada medio fuera”, y ríe también haciendo coro al señor Rafael cuando éste -personaje<br />

crudelísimo- acaba de patear al pequeño Mario en una de las cicatrices, dejándole sin sentido. Sobra<br />

advertir que la madre, tampoco siente nunca la menor compasión por Pascual: le trata con<br />

indiferencia, le recibe con frialdad, le hostiga con reproches y quejas. El deleite en el sufrimiento<br />

ajeno lo siente también “El Estirao” que a Rosario “le cruzó la cara con la varita de mimbre hasta<br />

que se hartó”, y lo sienten esos niños que a los presos, dice Pascual, “nos miran como bichos raros,<br />

con los ojos todos encendidos, con una sonrisilla viciosa por la boca, como miran a la oveja que<br />

apuñalan en el matadero -esa oveja en cuya sangre caliente mojan las alpargatas-, o al perro que dejó<br />

quebrado el carro que pasó -ese perro que tocan con la varita por ver si está vivo todavía-, o a los<br />

cinco gatitos a los que apedrean, esos cinco gatitos a los que sacan de vez en cuando por jugar, por<br />

prolongarles un poco la vida -¡tan mal los quieren!-, por evitar que dejen de sufrir demasiado<br />

pronto...”.<br />

En este sentido Pascual Duarte, aunque parezca sorprendente, no es cruel. Nunca se goza en<br />

el sufrimiento ajeno. Lo que hace es reñir, herir y matar. Pero cuando va a matar a su madre él<br />

mismo, contándolo, define su posición: “La conciencia -dice- sólo remuerde de las injusticias<br />

cometidas: de apalear a un niño, de derribar una golondrina... Pero de aquellos actos a los que nos<br />

conduce el odio, a los que vamos como adormecidos por una idea que nos obsesiona, no tenemos<br />

10


que arrepentirnos jamás, jamás nos remuerde la conciencia”. Pacual puede matar a la yegua y a la<br />

perra en un rapto de odio automático y, con análogo arrebato, herir a Zacarías; puede matar al rival<br />

que le ha afrentado, en venganza, y puede llevar la venganza, nutrida de resentimiento, hasta matar a<br />

su madre y al señor de Torremejía. Pero en ninguno de estos actos disfruta prolongando el<br />

padecimiento de las víctinias ni ninguno de ellos representa una injusticia desde su punto de vista,<br />

sino precisamente aquella “abstracta y bárbara pero innegable justicia”.<br />

Cruel es, en cambio, Pascual Duarte cuando se detiene a describir las violencias suyas o<br />

ajenas y los aspectos viles de la realidad que ha conocido. Pero la crueldad, en estos casos, recae<br />

sobre sí mismo y viene a ser como un ejercicio de penitencia mediante el cual percibe a fondo los<br />

errores propios, la maldad ajena y la sordidez de su mundo. La mucha sangre que, a lo largo del<br />

relato, vemos agolparse en las sienes de Pascual, o manar del cuerpo de sus víctimas, o perderse en<br />

la disolución de la familia, simboliza la perdición de aquel hombre, de esa familia, de este pueblo<br />

violento. La fetidez de la cuadra es el olor de la muerte albergada en la casa familiar. El rostro<br />

repugnante de la madre es la faz misma de la vida corrompida y llagada. Mario, arrastrándose por el<br />

suelo como una culebra, haciendo ruiditos con la garganta y la nariz como una rata, con la carne<br />

erosionada de orina y pus, desorejado por el cerdo, apaleado por el padre entre las risas de la madre<br />

y, al fin, ahogado como una lechuza en una tinaja de aceite ¿qué otro papel puede cumplir en la<br />

historia de su hermano sino simbolizar la monstruosidad de su familia, así como Pascualillo<br />

representa su malogro? ¿Goza Pascual en hacer sufrir al lector contándole, pormenores tan<br />

repelentes? ¿No es más bien que se lacera a sí mismo, representándose con una clarividencia cruel<br />

ante todo para sí propio, la miseria de su vida, la enorme injusticia de la vida?<br />

Pero, a través de la crueldad, asoma la felicidad –muy breve-, la bondad -infructífera- y la<br />

piedad. Toda la piedad de Pascual se concentra en su hermana, en Rosario. Rosario es quien levanta<br />

del suelo a Mario apaleado: “Aquel día me pareció más hermosa que nunca, con su traje de color<br />

azul como el del cielo, y sus aires de madre montaraz ella, que ni lo fuera, ni lo había de ser...”.<br />

Rosario es la única, de las tres mujeres enlutadas, que le asegura a Pascual que no está maldito<br />

porque su segundo hijo se haya malogrado: “Yo la quería con ternura, con la misma ternura con la<br />

que ella me quería a mí. -Rosario, hermana mía (...) - Triste es el tiempo que a los dos nos<br />

aguarda”. Rosario es quien viene a cuidar a Pascual viudo: “Y volvió para casa, tímida y como<br />

sobrecogida, humilde y trabajadora como jamás la había visto. (…) Me tenía siempre preparada una<br />

camisa limpia, me administraba los cuartos con la mejor de las haciendas, me guardaba la comida<br />

caliente si me retrasaba...”. Al volver del penal, cuando Pascual se aproxima a la casa, en medio de<br />

la noche solitaria, piensa si su hermana estará allí soñando, entristecida, con su desgracia, después<br />

de haber rezado por él una salve, la oración que más le gustaba”, o acaso sobresaltada, presa de una<br />

pesadilla: “Y yo estaba allí, estaba ya allí, libre, sano como una manzana, listo para volver a<br />

empezar, para consolarla, para mimarla, para recibir<br />

su sonrisa”. Rosario es, en fin, quien busca a su hermano nueva esposa, deseando encauzar de nuevo<br />

su vida. La piedad de Pascual, su amor a Rosario proviene, de saberla, como él, desgraciada y<br />

buena: “Sonreía Rosario con la sonrisa triste y abatida que tienen todos los desgraciados de buen<br />

fondo”. Se identifica con ella como víctima. Y, lo que importa más, ve en ella, en la hermana<br />

prostituida, la única madre perfecta: la que, sin tener hijos ni perderlos, sabe amorosamente levantar<br />

al caído, comprender al desdichado, rezar por la salvación del condenado, sonreír con dulzura y<br />

prepararle al triste la limpia camisa de la felicidad.<br />

El contrapunto de crueldad y piedad en La familia de P.D. tiene una función moral de autoconocimiento<br />

y purificación. No es mero tremendismo, no es artificiosa ostentación de horrores y<br />

ternuras adrede. Expresa el odio contra una realidad injusta y el anhelo de concordia, la necesidad de<br />

amor, del hijo desvalido.<br />

11


<strong>EL</strong> ESTILO <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> FAMILIA <strong>DE</strong> PASCUAL DUARTE (Alonso Zamora<br />

Vicente)<br />

Quizá uno de los mayores encantos en la narración de CJC es su ajustado lenguaje. El<br />

sistema de repeticiones es el tan socorrido y patente en su obra, que incluso en el Pascual, donde la<br />

narración no es ceñidamente dialogada, son bien notorias; algunas veces podemos ver hasta un<br />

atisbo de distribución rítmica:<br />

Las reatas de las mulas que van a Portugal<br />

Los asnillos troteros que van hasta las chozas<br />

Las mujeres y los niños que van sólo hasta el pozo.<br />

La evidente simetría (dos miembros en el sujeto, el ritmo creciente del complemento, la<br />

identidad del nexo verbal) da al trozo ese aire de melancolía, de intensidad creciente en tristeza, que<br />

el ánimo de Pascual Duarte experimenta al ver, desde su reja, todo eso que se va, mientras él se<br />

queda, dentro, condenado a muerte, Líneas más abajo, el propio Pascual Duarte expresa con<br />

repeticiones su estado de ánimo, a la vez que nos dice, sin decírnoslo, cómo son de idénticas y de<br />

invariables las experiencias de la celda:<br />

“Yo respiro mi aire, que entra y sale de la celda, porque con él no va nada ... , ese mismo aire<br />

que a lo mejor respira mañana o cualquier día el mulero que pasa... Yo veo la mariposa toda de<br />

colores que revolotea torpe sobre los girasoles, que entra por la celda, da dos vueltas y sale, porque<br />

con ella no va nada, y que acabará posándose tal vez sobre la almohada del Director... Yo cojo con<br />

la gorra el ratón que comía lo que yo dejara, lo miro, lo dejo -porque con él no va nada-…”<br />

El sujeto inicial, insistente, con sus subordinadas aumentando a cada período, la repetición<br />

del tema central -con él no va nada- explican, como no lo harían multitud de páginas, la forzosa<br />

quietud del preso, el fluir de la vida ajena, la obligada conciencia de sentirse en ese instante el único<br />

encerrado y con grave amenaza sobre la cabeza.<br />

Pero, en La familia de Pascual Duarte, la lengua ha de reflejar la propia de los personajes,<br />

sus formas de pensar y de actuar. Las repeticiones, entonces, tienen el carácter elemental de llamada<br />

pertinaz, incluso con un valor afectivo que desmiente, o puede desmentir, el usual: “¡Mi marido que<br />

me quiere matar! ¡Mi marido que me tiene dos años abandonada! ¡Mi marido que me huye, como si<br />

fuera leprosa! ¡Mi marido…!”. Adivinamos, detrás de esa rigidez reiterada cómo va decreciendo la<br />

cólera inicial para dejar paso a la amargura, al reproche, a la desesperación. En el fondo, este tipo de<br />

repeticiones es de gran efecto dramático. Obsérvese que, a diferencia de los ejemplos anteriormente<br />

citados, usados en la narración, aquí está empleada la repetición en un diálogo vivísimo, lo que<br />

aumenta su patetismo.<br />

Dentro de La familia de Pascual Duarte notamos frecuentemente el deseo de reproducir el<br />

habla del rústico. Tal ocurre con el uso de apañar 'recoger, cosechar' (“yo, al principio, apañaba<br />

algún cintarazo que otro”; “siempre que apañaba algunas perras”). Se trata de un occidentalismo<br />

peninsular, de mucho uso en tierras de Salamanca y Extremadura. El mismo aire rural proporciona<br />

el arcaísmo del orden de pronombres: “En una de las habitaciones dormíamos yo y mi mujer ...”.<br />

Idéntica valoración encierran los frecuentes “con perdón”, después de citar a los cerdos, etc. Quizá,<br />

a pesar de ser tan dispares y a primera vista tan detonantes, las dos expresiones “nunca hice de esto<br />

cuestión de gabinete…” y “como bien percatado estaba de la mucha picaresca que en Madrid había”<br />

12


etratan muy bien el ruralismo de Pascual Duarte: son dos lugares comunes del mal léxico de los<br />

periódicos, o de las personas semieruditas de los pueblos, a los que, espontáneamente, ciegamente,<br />

tiende a imitar el rústico sano y sin cultura, creyendo que así se pule su lenguaje.<br />

El uso del diminutivo posee un valor especial en la primera novela de Cela. Insistiré sobre<br />

ello para hacer ver cómo se agolpan al hablar del hermano incapaz, vistiendo todo el episodio de un<br />

vientecillo de compasión, de resignada pesadumbre. Sobre Mario, el hermano idiota, apenas una<br />

sombra fugaz en la vida de Pascual Duarte, se vuelcan los diminutivos con un aliento cariñoso,<br />

cálido, quizá el único que se desliza transparente por las amargas páginas de la novela. En poco más<br />

de tres páginas se nos llama la atención sobre los ruiditos que hacía el niño con la garganta; sobre<br />

sus nalguitas desolladas, o su pasajera felicidad echadito al sol, dormidito en los brazos de alguien,<br />

o sobre los polvos amarillitos que le curaban las llagas, o el brillo de sus ojos negrillos agradeciendo<br />

un mimo. Estos diminutivos (y otros) demuestran el calor interno de Pascual Duarte.<br />

Uno de los recursos de la prosa narrativa más socorridos y eficaces (a la vez que más<br />

valiosos) es la disposición del escritor para el retrato, la vieja etopeya de la antigua retórica. En La<br />

familia de Pascual Duarte, la descripción de los padres constituye un buen ejemplo de desmesura<br />

casi quevedesca. El contraste entre marido y mujer, y las líneas caricaturescas empleadas, son<br />

verdaderamente excepcionales. Ante uno y otro evocamos, sin querer, los retratos de jaques y<br />

matones de la picaresca de Quevedo. Eso reflejan los bigotes del padre: según cuenta, de joven le<br />

tiraban las guías para arriba, pero, desde que estuvo en la cárcel, se le arruinó la prestancia, se le<br />

ablandó la fuerza del bigote y ya para abajo hubo de llevarlo hasta el sepulcro. (¿No hemos leído en<br />

alguna de nuestras grandes novelas picarescas, quizás en el Guzmán, algo muy cercano?) El padre<br />

era “portugués, cuarentón ..., alto y gordo como un monte”. Pero es la madre, como corresponde a<br />

su papel esencial en el libro, la que se describe con verdadera minucia, con gruesos brochazos<br />

esperpénticos, sin que falten las tradicionales bubas ni la tosca broma eterna de la borrachera<br />

pertinaz; una mujer que decide lavarse una vez para demostrar que también el agua le gusta... Si lo<br />

típico del arte quevedesco es la desmesura, la irrealidad de los planos reales (una realidad vista a<br />

través de una lágrima, o en el espejo cóncavo del esperpento), la madre de Pascual Duarte es buen<br />

ejemplo de esta técnica: larga y chupada, la tez cetrina, las mejillas hondas. Casi no queda sitio para<br />

la enfermedad: “toda la presencia de estar tísica o de no andarle muy lejos”. El agrio contraste con el<br />

retrato tradicional se hace patente al destacar su desaseo, su descuido personal, tan lejano de las<br />

típicas cualidades femeninas. Aparte de la suciedad, ya explicable en el tipo que CJC pretende<br />

darnos, nos ofrece una plástica visión de ella, adobada con la condición desabrida y hombruna:<br />

“Tenía un bigotillo cano por las esquinas de los labios, y una pelambrera enmarañada y zafia que<br />

recogía en un moño, no muy grande, encima de la cabeza”.<br />

13


El autor y su obra<br />

“<strong>LA</strong> VERDAD SOBRE <strong>EL</strong> CASO SAVOLTA”<br />

<strong>DE</strong> EDUARDO MENDOZA<br />

Eduardo Mendoza nació en Barcelona en 1943. Tras estudiar el Bachillerato en un colegio<br />

religioso, emprende sin gran convicción la carrera de Derecho. A la salida de la Universidad, trabaja<br />

en diversas empresas, pero no se siente satisfecho. En 1973, se traslada a Nueva York, donde<br />

desempeña un puesto de intérprete en la ONU y dispone de tiempo para leer, charlar con los amigos,<br />

viajar... y escribir.<br />

En 1975 aparece su primera obra: La verdad sobre el caso Savolta. La novela es recibida con<br />

asombro y entusiasmo. Los juicios de la crítica fueron unánimes: rara vez una «opera prima» ha<br />

revelado tal solidez, tal maestría. La primera edición se agota en pocos meses. Al año siguiente,<br />

recibe el Premio de la Crítica, el más prestigioso de cuantos hoy se conceden en España.<br />

A esta primera novela le van a seguir: El misterio de la cripta embrujada (1979), novela en la<br />

que mezcla Mendoza el humor y el género policiaco, y su continuación El laberinto de las aceitunas<br />

(1982). En 1986 publica La ciudad de los prodigios una de las mejores novelas de los últimos años<br />

del s. XX. La isla inaudita (1989) y Sin noticias de Gurb (1991) son ya novelas menores en su<br />

producción. Finalmente, ha publicado Un comedia ligera (1996) por la que obtuvo en París el<br />

premio al mejor libro extranjero, y en 2001 La aventura del tocador de señora.<br />

El asunto y su tratamiento<br />

En La verdad sobre el caso Savolta importa tanto el tratamiento como el asunto. En la<br />

novela, la acción se acumula, los acontecimientos se suceden. El autor reivindica el «placer de<br />

contar» y nos restituye el placer de leer una historia; es decir, resucita la función narrativa, relegada<br />

por quienes propugnaban la destrucción de la anécdota en la novela.<br />

Sin entrar en detalles del argumento (cuya reconstrucción será tarea del alumno), la obra<br />

recoge los recuerdos de Javier Miranda, espectador y protagonista de unos hechos ocurridos en<br />

Barcelona entre 1917 y 1919. Es un mundo de tensiones sociales, vistos en torno a una importante<br />

empresa industrial y presididos por un aventurero enigmático, Lepprince, que se entretejen con una<br />

trama amorosa.<br />

Hay, pues, una combinación de peripecias individuales y de acontecimientos colectivos, con<br />

ciertos ribetes de novela histórica. Pero por debajo de los sucesos, se percibe una reflexión sobre el<br />

lugar y las actitudes del hombre en el mundo que le rodea. Y tal reflexión se sitúa tanto en un plano<br />

social y político, como en un plano existencial, y puede aplicarse a cualquier época, incluida -por<br />

supuesto- la del autor, la nuestra.<br />

Por otra parte, la anécdota es sometida a un tratamiento múltiple, variado, y en ello habremos<br />

de insistir de modo especial. Hay, fundamentalmente, dos vertientes: de una parte, una amplia y<br />

deslumbrante utilización de muchas de las técnicas nuevas; de otra parte, en contraste con tales<br />

novedades (pero perfectamente integrados con ellas), una utilización y pastiche de elementos y<br />

14


técnicas procedentes de la novela tradicional y «marginal», especialmente de la novela policiaca y<br />

folletinesca.<br />

Todo ello supone una considerable riqueza de estructura y de enfoques, y una notable<br />

variedad de niveles de escritura.<br />

He aquí planteados los diversos aspectos que conviene estudiar -hasta donde sea posible- por<br />

separado. Comenzaremos por algunos aspectos esenciales del contenido, para pasar luego a detalles<br />

de estructura, técnica y estilo.<br />

El entramado histórico y social<br />

En La verdad sobre el caso Savolta, las peripecias individuales se hallan tan entretejidas con<br />

el acontecer colectivo, que éste es mucho más que un puro marco o fondo del relato. Encontramos,<br />

en efecto, un panorama muy completo de la Barcelona de la época. Es el fin de la «belle époque»<br />

de una burguesía: junto al auge de los negocios durante la guerra europea, la crisis económica tras la<br />

contienda y la crisis social agudizada desde 1917. En esa encrucijada nos sitúa la obra, con<br />

especiales referencias a los acontecimientos políticos y a los conflictos entre las clases sociales.<br />

Así, hay en la novela un penetrante retrato de la alta burguesía, «esa bestia rampante que era<br />

la oligarquía catalana». Asistimos, por un lado, a sus fiestas sociales, en que -con indudable ironía y<br />

sátira- se pone de relieve su superficialidad, sus intereses, sus bodas de conveniencia, sus prejuicios,<br />

su incultura... Pero, por otro lado, vemos la dureza implacable de los directivos de las empresas, los<br />

métodos expeditivos de los patronos para yugular las protestas obreras, su connivencia con la policía<br />

en la represión, etc.<br />

La clase obrera aparece explotada, sometida a unas duras condiciones de trabajo (largas<br />

jornadas, sueldos escasos). Se habla de los suburbios en donde se hacinan los trabajadores; de los<br />

inmigrantes, especialmente miserables, pasto de la desesperación y de las doctrinas subversivas, etc.<br />

La lucha social recorre la novela del principio al fin: mítines, discursos, huelgas, atentados...<br />

Frente a los matones al servicio de los patronos, están los militantes anarquistas, idealistas o<br />

pistoleros. A la violencia obrera, responde la represión más drástica (fusilamientos de Montjuic).<br />

Pero conviene subrayar el distanciamiento -y hasta la ambigüedad- con que aparece tratada la<br />

revolución, merced a una mezcla de aspectos hermosos con aspectos siniestros o grotescos: vemos a<br />

«predicadores de la igualdad y la fraternidad», junto a «hampones, mangantes y atropelladores»;<br />

junto a los «apóstoles», los «canallas»; junto a noble exaltación, «violencia y miedo»; junto al<br />

«pueblo», la «chusma». No faltan, incluso, ciertos toques irónicos.<br />

El panorama social de La verdad sobre el caso Savolta se completa con unas calas insistentes<br />

en los bajos fondos de la ciudad: el mundo de los cabarets ínfimos, de las tabernas sórdidas, del<br />

Barrio Chino... Es un desolador horizonte de miserias y degradaciones, que contrasta fuertemente<br />

con el mundo de los salones elegantes, de las mansiones suntuosas, del Casino...<br />

Otros muchos aspectos deberán subrayarse en la lectura de la obra: referencias a figuras<br />

políticas, a partidos; observaciones sobre el particularismo catalán o n contraste sobre el ambiente de<br />

atonía y estancamiento de una ciudad castellana, etc.<br />

Los personajes<br />

En la poblada galería humana de la obra, destacan tres personajes, cuyas vidas irán apareciendo<br />

progresivamente entrelazadas: Javier Miranda, Paul-André Lepprince y María Coral. Se trata de tres<br />

figuras perfiladas con singular complejidad y hondura. Las presentaremos brevemente (dejando para<br />

el alumno la tarea de completar estos retratos, apoyándose en pasajes concretos de la obra).<br />

15


Javier Miranda es ambiguo y contradictorio. Hay en él nobleza, bondad, sentido de la justicia;<br />

pero es también débil, vulnerable. En medio de «un mundo de fieras», se ve arrastrado por las<br />

circunstancias. Así, se deja tentar por el panorama que, frente a su vida gris, ve tras Lepprince. A la<br />

vez, se siente atraído por sueños revolucionarios, pero siente que «no podía pagar el precio de la<br />

dignidad». indignidad y amor se mezclan también en su vida sentimental. Al cabo, se define a sí<br />

mismo como un «náufrago» en un mundo vulgar y ajeno. De ahí su «soledad agónica», su «hastío»;<br />

es decir, su malestar existencial, su sentimiento de frustración y de fracaso (hay en la novela frases<br />

certeras que así lo manifiestan). Javier es, en suma, un hombre triturado por la vida, porque no ha<br />

sabido ser ni un héroe, ni un pícaro, ni un canalla. Su trayectoria conduce inevitablemente al<br />

desencanto: tal es lo que tiene de significativo y, a la par, de conmovedor y de humano.<br />

Lepprince viene a ser la contrafigura de Javier. Se define, ante todo por su ambición, por su<br />

falta de escrúpulos, por su individualismo absoluto. Sabe analizar con lucidez la sociedad que le<br />

rodea, una selva deforme en la que se ha propuesto triunfar con procedimientos que -en definitiva-<br />

no difieren de los habituales entre los poderosos. Nada le detiene: recurre fríamente al crimen. Su<br />

«fascinación» sobre todos (incluido Javier) le facilita la tarea. Sin embargo, en algún momento<br />

adivinamos su soledad, lo vemos necesitado de amistad: así, se confía a Javier, a la vez que lo utiliza<br />

sin reparos. Su doblez desconcierta al mismo lector. Y hay algo en él de misterioso, un último fondo<br />

que se nos escapa. En suma, un personaje complejo, trazado con mano maestra.<br />

María Coral, esa gitanilla de 18 ó 19 años, artista de cabaret, es -en principio- un producto de<br />

la miseria; de ahí sus contradictorios perfiles. Lepprince la define certeramente: «Era suave, frágil,<br />

sensual como un gato; y también caprichosa, egoísta, desconcertante.» Conoce el poder de su<br />

belleza, la impresión que produce en los hombres, y juega con ellos, como si se complaciera en<br />

dominarlos. Pero, a la vez, no deja de ser una «niña pobre y asustada» -como dice Javier-, que se<br />

defiende a su manera. Se muestra ora perversa, ora delicada; es tan capaz de amar como de engañar.<br />

No se resigna a ser un objeto, pero no sabe qué hacer cuando se ve tratada como un ser humano. En<br />

ella conviven el frenesí de vivir y la desconfianza en la vida. No hay duda de que María Coral se<br />

sitúa entre los personajes femeninos más complejos y fascinantes de la novela contemporánea.<br />

Los restantes personajes son de índole variadísima: los hay graves, conmovedores, innobles,<br />

grotescos, o varias de estas cosas a un tiempo. Citemos a algunos: Pajarito de Soto, noble e iluso,<br />

entregado a un ideal; su mujer, Teresa, apasionada y desvalida; María Rosa Savolta, delicada, frágil,<br />

producto de la educación burguesa; los implacables directivos de empresa, Claudedeu, Parells, etc.,<br />

y, junto a ellos, el abogado Cortabanyes, de apariencia mediocre, pero de oculto poder manipulador;<br />

el comisario Vázquez, astuto y tenaz... Interesantes por diversos aspectos son Doloretas y<br />

Serramadriles y, en un estrato ínfimo, Nemesio Cabra, mezcla de pícaro y de místico ridículo. Y<br />

taberneros, prostitutas, matones, pistoleros, escorias sociales...<br />

En conjunto, Eduardo Mendoza demuestra poseer una singular capacidad para crear vidas,<br />

dotándolas de espesor humano. Hay también figuras rápidamente esbozadas, a veces marionetas<br />

grotescas, pero siempre tocadas por rasgos vivísimos. Sobre todos ellos proyecta el autor una mirada<br />

que va de la cercanía fraterna al humor flagelante, pasando por una distanciación irónica.<br />

La estructura del relato<br />

La verdad sobre el caso Savolta se divide en dos partes de 5 y 10 capítulos respectivamente; a<br />

su vez, los capítulos se componen, salvo excepción, de varias secuencias. Así pues, se utilizan tanto<br />

las unidades conocidas por la novela tradicional como unidades propias de la novela actual. Esa<br />

combinación de tradición y modernidad -que ya resulta significativa- se observa más claramente en<br />

la estructura interna de la obra.<br />

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Considerada en su conjunto, la novela, recoge, como hemos dicho, una serie de recuerdos del<br />

protagonista, surgidos con ocasión de un pleito judicial muy posterior a los hechos recordados. Sin<br />

embargo, como las razones de ese pleito no aparecen hasta la antepenúltima página, las primeras<br />

impresiones del lector son de sorpresa, de desconcierto. A ello se añade la presentación sincopada de<br />

la historia, los múltiples puntos que permanecen oscuros -a veces, hasta el final-. Y así, la obra se<br />

nos presenta, en buena parte, como una «novela enigma», estructura claramente emparentada con la<br />

de la novela policiaca.<br />

Si pasamos a examinar el desarrollo de la historia y los diversos materiales que intervienen en<br />

su construcción, pueden distinguirse en La verdad sobre el caso Savolta tres partes o bloques de<br />

capítulos de complejidad decreciente. Veámoslo.<br />

a) Los capítulos I-V (Primera parte) presentan la máxima complejidad. En ellos encontramos<br />

materiales heterogéneos: fragmentos de un interrogatorio judicial, textos periodísticos,<br />

documentos, cartas... Y entrelazados con todo ello, van surgiendo los recuerdos del<br />

protagonista, pero de forma muy inconexa, a retazos dispersos o en «flashes» rápidos. Estamos<br />

asistiendo -sin previo aviso- a los caprichosos mecanismos de una memoria. A principios del<br />

capítulo IV, el autor justificará astutamente su proceder, al poner en boca del protagonista estas<br />

palabras: «Los recuerdos de aquella época, por acción del tiempo, se han uniformado y<br />

convertido en detalles de un solo cuadro [ ...] Las imágenes se mezclan, felices y luctuosas, en<br />

un plano único y sin relieve.» A ello corresponde -punto importante- el desorden cronológico.<br />

Y, por otra parte, estos capítulos ofrecerán buenas muestras de procedimientos que vimos en el<br />

capítulo anterior: la técnica caleidoscópica, el laberinto, los cambios del punto de vista, etc. En<br />

suma, la libertad y audacia constructiva hace que esta parte se nos presente como un<br />

rompecabezas. Pero sus piezas irán encajando perfectamente: el lector debe entrar en el juego,<br />

debe ser cómplice del autor. Y es un juego apasionante y placentero.<br />

b) Los capítulos I-V de la segunda parte ofrecen menor complejidad. Sin embargo, siguen<br />

alternando varias líneas narrativas y se conserva el desorden cronológico. En efecto, por una<br />

parte continúa la historia en el año siguiente (1918); pero, por otra, se retrocede a fines de 1917,<br />

para asistir -desde el punto de vista de Nemesio- a algunos de los acontecimientos ya narrados<br />

en la primera parte. Y el relato va saltando libremente de una época a otra.<br />

c) En fin, en los cinco últimos capítulos (VI-X), el relato se desarrolla con una máxima sencillez:<br />

hay un solo hilo argumental, contado linealmente y de acuerdo con patrones narrativos<br />

tradicionales, sometidos a un hábil pastiche (de lo que luego hablaremos). Pero el<br />

reconocimiento de tales patrones exige también que el lector sea cómplice de otro tipo de juego.<br />

En resumen, la estructura de La verdad sobre el caso Savolta supone un gradual<br />

deslizamiento desde las formas más complejas de la narrativa actual hasta viejas (o «marginales»)<br />

formas de contar, intencionadamente resucitadas. Se une así el placer de lo nuevo y de lo viejo. Y el<br />

autor ha buscado, como decimos, la complicidad del lector en diversos niveles.<br />

Otros aspectos técnicos<br />

Ya conocemos la importancia que se otorga en la novela a la posición del narrador, al<br />

punto de vista y a las personas narrativas. La verdad sobre el caso Savolta es buena muestra de<br />

ello. Parte de la obra aparece escrita en primera persona (punto de vista del narrador-protagonista).<br />

junto a ello, hay pasajes contados en tercera persona. Sin embargo, ello es, a veces, engañoso. Así,<br />

las dos fiestas mundanas a las que asistimos. Aunque se comienzan a contar en tercera persona, el<br />

protagonista estaba presente en ambas y es él quien las evoca. Pero no del todo: un examen detenido<br />

nos descubrirá que no todo lo que allí pasa (especialmente en la segunda fiesta) ha podido ser<br />

presenciado por Javier. De este modo, aparece subrepticiamente el autor omnisciente. En fin, este<br />

17


autor omnisciente es ya el que cuenta la historia de Nemesio Cabra; pues, aunque Javier la conocerá<br />

por las revelaciones del comisario Vázquez, es evidente que no podía contarla con todos sus<br />

detalles, tal y como la leemos.<br />

Por otra parte, los materiales de tipo documental, a que hemos aludido, introducen otros<br />

«puntos de vista»: el de Pajarito de Soto, el del comisario, etc. Así, muchos hechos aparecen<br />

iluminados desde diversos enfoques. Por ello, puede hablarse, con toda propiedad, de<br />

perspectivismo. No hará falta insistir en la sabiduría técnica que todo ello revela en el autor.<br />

Son diversas las técnicas de narración utilizadas por Eduardo Mendoza. En la Primera<br />

parte, como apuntamos, domina la fragmentación de la historia, el montaje «caleidoscópico» y la<br />

presentación abrupta -sin aclaración- de personajes o hechos. Pero ello puede alternar con una larga<br />

secuencia sin puntos y aparte (cap. II), en que los hechos se presentan perfectamente hilvanados. Y<br />

en los últimos capítulos, encontramos un relato ágil y de ritmo rápido. Indudablemente, esta<br />

variación se explica, en buena parte, por la consciente imitación de diversos modelos narrativos,<br />

cuestión que completaremos en el epígrafe siguiente.<br />

Aludamos brevemente a las técnicas del retrato y de la descripción. El retrato no se prodiga<br />

en la obra, pero los hay admirables: el de Cortabanyes, el de Pajarito de Soto, el de diversos<br />

personajes secundarios. Paradójicamente, no encontraremos retratos de los personajes principales:<br />

no sabemos cómo son físicamente Javier o Lepprince; de María Coral, sólo conocemos la intensa<br />

impresión que produce su belleza. Y sin embargo, ya hemos visto hasta qué punto son figuras<br />

vivísimas.<br />

Mucho mayor es el lugar otorgado a las descripciones o pinturas de ambientes. Es<br />

imborrable la impresión que nos producen, por ejemplo, el cabaret, el salón de baile popular, la casa<br />

de Pajarito de Soto, el Barrio Chino o la pensión miserable; y, como contraste, la elegancia de la<br />

casa de Lepprince o el balneario. A las cualidades ya señaladas del autor, habrá que añadir, pues, la<br />

capacidad de hacernos vivir intensamente en las atmósferas más variadas.<br />

Tanto en retratos como en descripciones, se pueden encontrar, en fin, muestras de una<br />

técnica realista tradicional, junto a tratamientos irónicos, poéticos, etc.<br />

El diálogo abunda en la novela. Hay secuencias constituidas casi exclusivamente por<br />

conversaciones: así, las fiestas mundanas con su cháchara intrascendente, junto a diálogos muy<br />

«literaturizados», se hallarán otros que fluyen con absoluta naturalidad. Si se comparan las<br />

conversaciones entre amigos, en las tabernas, en el círculo anarquista, etc., se observará la<br />

diversidad de tonos y estilos a que luego aludiremos.<br />

El pastiche<br />

Ya hemos hechos diversas alusiones a la importancia capital de este recurso en las técnicas<br />

empleadas y en la concepción general de La verdad sobre el caso Savolta. Detengámonos en sus<br />

aspectos más notorios.<br />

A la novela policiaca, según dijimos, debe mucho la estructura general de la obra.<br />

Abundantes ingredientes lo confirman: asesinatos, enigmas, sospechas, falsas pistas que<br />

desconciertan al lector, pesquisas de un comisario, interrogatorios y -sobre todo-, como en las<br />

novelas más típicas del género, la «aclaración del caso», al final, por medio de las revelaciones o «<br />

reconstrucción » del policía.<br />

Algunos elementos de la historia pueden recordarnos géneros vecinos: la novela de espionaje<br />

(con la figura de Max) o la novela negra americana de un Chandler, por ejemplo (así, ciertos<br />

aspectos de la persecución de María Coral y Max por Javier).<br />

18


Pero el otro gran género sometido a pastiche es la novela folletinesca. Su presencia en la<br />

obra es fundamental, y se percibe en tres aspectos. En primer lugar, en la importancia del enredo y<br />

de las aventuras: misterios, personajes que aparecen y que desaparecen inesperadamente, peripecias<br />

«rocambolescas», lances caballerescos por parte del protagonista, etc. En segundo lugar, son<br />

reconocibles los elementos folletinescos de las escenas de los bajos fondos: el cabaret y las tabernas,<br />

el hampa, los círculos de conspiradores, cte., con esa convivencia de lo mísero y lo noble, de toques<br />

sociales y de truculencías... En tercer lugar -y sobre todo- hemos de destacar la anécdota<br />

sentimental: la historia de María, su origen oscuro, sus amoríos con el hombre rico y su peregrina<br />

boda con el hombre humilde, sus misteriosas «enfermedades», su intento de suicidio, sus fugas, sus<br />

retornos... A veces, se desemboca incluso en la «novela rosa», como en ciertos diálogos amorosos<br />

con el protagonista, etc.<br />

Resumamos: acción, muertes, aventuras, peripecias sentimentales, truculencias... Hay<br />

mucho, pues, en La verdad sobre el caso Savolta de remedo, de pastiche. Sin embargo, lo<br />

asombroso es que ello no choque con lo que la obra encierra de serio y de profundamente humano.<br />

Y es que ese juego literario va más allá de lo simplemente paródico o humorístico (aunque no se<br />

ignoren estas dimensiones): más bien podría hablarse de una dígníficación estética de los citados<br />

tipos de « sub-literatura ». Y así, junto a sus truculencias, la novela ofrece una pintura exacta del<br />

ambiente social y político de una época. Y junto a sus ingredientes de folletín sentimental, La<br />

verdad sobre el caso Savolta posee la talla de una honda novela de amor.<br />

Variedad de estilos<br />

Sin duda, no podemos hablar de «estilo» -en singular-, sino de «estilos». Es más,<br />

curiosamente, tras la lectura de la novela, no es posible (o no es oportuno) hablar del «estilo del<br />

autor». Estamos ante un caso verdaderamente singular: el autor parece haberse ocultado tras los<br />

muy diversos niveles de escritura que utiliza a lo largo de la obra. Sería arriesgado -y, sin duda,<br />

vano- identificar alguno de dichos niveles como su estilo «personal».<br />

Los diversos materiales que integran la novela y los múltiples géneros remedados son, por<br />

supuesto, la fuente de tal variedad estilística. Así pues, también en este apartado hemos de seguir<br />

hablando de pastiche. junto al estilo peculiar de los géneros antes aludidos (en especial, el del<br />

folletín sentimental), encontraremos parodias o imitaciones del lenguaje judicial y administrativo,<br />

del informe policial, del lenguaje periodístico, etc. Es deliciosa la torpeza expresiva que se<br />

manifiesta en las cartas del sargento Tortorno; otra carta, la de Nemesio, es una parodia de cierta<br />

literatura devota.<br />

Especial desarrollo presenta el pastiche de cierta retórica propia del discurso político o del<br />

panfleto de la época, cuyo lenguaje muestra conocer a fondo el autor. Así, la expresión culta y<br />

arcaizante del mestre Roca, o el engolamiento de los artículos de Pajarito de Soto. En este sentido,<br />

es espléndida la elaboración oratoria del discurso que este último lanza, borracho.<br />

Muchas páginas revelan el gusto del autor por un estilo que podríamos llamar decadentista.<br />

En efecto, en un párrafo clave ya citado, leemos esta frase: «Como en una danza lánguida vista en el<br />

fondo del espejo de un salón ochocentista y provinciano, los recuerdos adquieren un aura de<br />

santidad que los transfigura y difumina.» Así, con un guiño al lector, Eduardo Mendoza justifica<br />

algunos de los perfiles «ochocentistas» del estilo, visible ya en el aroma trasnochado del léxico de<br />

esa frase, como en el de tantas otras.<br />

De la variedad de registros utilizados por el autor, hemos hablado también al referirnos a<br />

los diálogos. Así, junto a los refinamientos aludidos, hallaremos reflejos del habla soez de los bajos<br />

fondos, la naturalidad conversacional, lo cursi, etcétera. Como un caso particular, no debemos pasar<br />

por alto la sabrosa presencia de catalanismos en el habla de un personaje como Doloretas.<br />

19


El humor subyace en muchos de los aspectos citados. Por supuesto, el humor no es sólo<br />

cuestión de estilo, sino de actitud, de enfoque, de situaciones (e invitamos a que se tenga muy en<br />

cuenta).<br />

Pero también debemos destacar la presencia del lirismo en muchos momentos. Véase, como<br />

un ejemplo entre tantos, el tratamiento del personaje de Teresa.<br />

A través de toda esta variedad, Eduardo Mendoza revela poseer un profundo conocimiento<br />

del idioma, dentro de una extensa gama de matices. La agilidad y la fluidez con que pasa de unos<br />

niveles a otros confirma que nos hallamos ante un escritor singularmente dotado.<br />

Significación de “La verdad sobre el caso Savolta”<br />

Como en el caso de otras novelas estudiadas (y quizás de toda novela importante), el alcance<br />

de la novela de Mendoza se sitúa en un triple plano: existencial, social y artístico.<br />

Sobre su significación existencial, remitimos a lo dicho acerca del protagonista, de su<br />

malestar, de su desencanto. Con una frase de otro personaje, resume Javier lo que piensa de la<br />

existencia: «La vida es un tiovivo que da vueltas hasta marear y luego te apea en el mismo sitio en<br />

que has subido». La lección, en este punto, es desolada.<br />

En el plano social, hemos visto un panorama completo y exacto de las diversas fuerzas que<br />

contienden en un momento histórico. La mirada del autor, ora cordial, ora satírica, es siempre<br />

compleja. De ahí que convivan fervores rcvolucionarios, nostalgias y desencanto. Tal vez la clave de<br />

ello se encuentre en la cita de W. H. Auden que figura al frente del libro: «La clase cuyos vicios<br />

puso en la picota era su propia clase, ahora ya extinguida, salvo para supervivientes como él que<br />

recuerdan sus virtudes.»<br />

En el terreno artístico, en fin, habrán quedado patentes la fecundidad imaginativa del autor,<br />

su virtuosismo técnico y la riqueza de matices en los artificios y en el lenguaje. Subrayemos la<br />

combinación de juego y gravedad: la ironía y el humor -lo hemos visto- son incluso compatibles con<br />

una penetrante tristeza.<br />

En suma, La verdad sobre el caso Savolta satisface al lector en diversos niveles: es una<br />

novela especialmente inteligente, está llena de sensibilidad y de hondura humana, su construcción es<br />

habilísima y, en fin, su lectura resulta además apasionante y singularmente placentera.<br />

Orientaciones para el estudio de “La verdad sobre el caso Savolta”<br />

Sobre la «Primera Parte»<br />

Capítulo I<br />

Es, con mucho, el más largo de la obra. Y también el más complejo. Por ello sugerimos que<br />

su análisis sea especialmente detenido. Hacerlo así será del máximo fruto, pues en estas páginas<br />

aparecen ya los principales aspectos técnicos de la novela, así como un buen número de sus<br />

personajes y de sus aspectos temáticos.<br />

Para facilitar la tarea, haremos un cuadro de los distintos elementos que se presentan en el<br />

capítulo, ordenándolos cronológicamente.<br />

1. Recuerdos de Javier Miranda sobre el gabinete del abogado Cortabanyes y sus compañeros<br />

de trabajo.<br />

2. Acude Lepprince al gabinete y Javier es puesto a su servicio. Van juntos al cabaret en donde<br />

conocen a María Coral y a los dos matones. Lepprince los contrata. Recados de Javier.<br />

Actuaciones de los matones contra los obreros.<br />

20


3. Fragmentos del artículo de Pajarito de Soto (del 6-X-1917) sobre la condición de los obreros<br />

de la empresa Savolta.<br />

4. Lepprince, tras leer dicho artículo, decide encargar a Pajarito de Soto una investigación sobre<br />

la empresa y encarga a Javier que localice al periodista.<br />

5. Entrevista entre Lepprince y Pajarito de Soto en el despacho de Cortabanyes.<br />

6. Javier recuerda sus conversaciones con Pajarito de Soto y, paralelamente, sus relaciones con<br />

la mujer de éste, Teresa.<br />

7. Fiesta de Nochevieja en casa de Savolta (antes, había sido asesinado Pajarito de Soto, pero<br />

esto sólo se contará en el cap. II).<br />

Hasta aquí, la acción se ha desarrollado en 1917.<br />

8. Fragmento de una conversación entre el comisario Vázquez y Lepprince que tendría lugar<br />

más tarde (el resto de esa conversación se verá en el cap. IV).<br />

9. Affidávit, o declaración jurada, del comisario Vázquez (con fecha de 21-XI-1926).<br />

10. Declaraciones prestadas por Javier ante un juez de Nueva York en 1927.<br />

A partir de aquí, se atenderá -entre otros- a los puntos siguientes:<br />

a) La construcción del relato:<br />

- Compárese la enumeración anterior y el modo como se disponen tales elementos en la<br />

sucesión de secuencias que integran este capítulo. Véase cómo se fragmentan o cómo se<br />

«desordenan» los distintos materiales manejados por el autor.<br />

- Nótense las relaciones que se establecen (cuando así sucede) entre los materiales de tipo<br />

documental y los recuerdos del narrador.<br />

- Coméntense los efectos producidos por las técnicas de «caleidoscopio» y de «laberinto<br />

temporal», y razónese la intención del autor al emplearlas.<br />

- Las personas de la narración y los «puntos de vista».<br />

b) Los ambientes y lo social:<br />

- La visión de la alta burguesía en los pasajes de la fiesta en casa de Savolta. Aspectos<br />

satíricos.<br />

- El cabaret: ambiente, tipos; contraste con el ambiente burgués.<br />

- Otros ambientes.<br />

c) Los personajes: ¿Quiénes han aparecido ya? ¿Qué sabemos hasta ahora de ellos? ¿Cómo se nos<br />

han presentado?<br />

d) Las referencias al contexto político: El pasaje de la Plaza de Cataluña, los comentarios en la<br />

fiesta de Savolta, las ideas de Pajarito de Soto, la actuación de los matones, etc.<br />

e) Los distintos niveles de la escritura: El pastiche del panfleto o del periodismo combativo, del<br />

informe policial, del lenguaje judicial, etcétera. El humor. El lirismo.<br />

f) Otros aspectos técnicos y estilísticos: Retratos, descripciones, diálogos...<br />

Nota.- Los diversos puntos que acabamos de señalar deberán estudiarse igualmente en los<br />

demás capítulos. Téngase, pues, muy presentes en lo sucesivo, aun cuando no se indique.<br />

21


Capítulo II<br />

En contraste con el anterior, es breve y sencillo. Tras un nuevo fragmento del interrogatorio<br />

de Javier, viene una larga secuencia sin puntos y aparte sobre las relaciones del protagonista con<br />

Pajarito de Soto y con Teresa. Constituye, en buena parte, un «salto atrás», y, en esas páginas, se<br />

aclaran los pasajes del cap. 1 que, de forma inconexa, se referían a dichos personajes. Se atenderá,<br />

especialmente, a los siguientes aspectos:<br />

a) El personaje de Pajarito de Soto. Su amistad con Javier Miranda: afinidades y divergencias<br />

ideológicas.<br />

b) El personaje de Teresa y sus relaciones con Javier. Aspectos de «novela sentimental» que no<br />

impiden la hondura del episodio.<br />

c) Aspectos sociales y políticos.<br />

d) Ambigüedad y contradicciones del protagonista. Véanse, de una parte, sus reflexiones y, de otra,<br />

su comportamiento en el resto de este capítulo.<br />

e) El arte narrativo, los retratos, las descripciones...<br />

Capítulo III<br />

Volvemos a la complejidad inicial. Se estudiará, pues, del mismo modo que hemos propuesto<br />

para el cap. 1, con especial atención a la diversidad de materiales y a su disposición.<br />

Por lo demás, cabe destacar:<br />

a) Las relaciones entre Javier y Lepprince. Las figuras de ambos adquieren mayor complejidad.<br />

Contradicciones del protagonista; carácter e ideas de Lepprince.<br />

b) ¿Qué se añade sobre María Coral?<br />

c) En un nuevo «salto atrás», Javier recuerda otros momentos de su amistad con Pajarito de Soto y<br />

sus contactos con el grupo anarquista del mestre Roca (es interesante observar el lenguaje de<br />

este personaje: ¿en qué estilo se expresa?).<br />

Nota.- En págs. de este cap. se incluye la ficha policial de Andrés Nin. El personaje es<br />

histórico (murió en 1937).<br />

d) En la conversación con el comisario Vázquez, hay elementos interesantes acerca de la realidad<br />

política y social. Destáquense.<br />

e) En varios momentos, se alude a una carta que escribió Pajarito de Soto antes de morir. Es un<br />

elemento capital de la intriga. ¿Por qué?<br />

f) La historia de Cortabanyes. (Un punto misterioso: dice que no tuvo hijos, pero otra cosa se dirá<br />

más tarde. Téngase en cuenta).<br />

g) La muerte de Savolta. ¿Cómo se prepara este episodio en las secuencias que lo preceden? ¿Con<br />

qué estilo se narra?<br />

Capítulo IV<br />

22


a) Atención a su primer párrafo, en el que se nos dan ciertas claves sobre la construcción de la<br />

novela y algunos de sus aspectos estilísticos.<br />

b) ¿Qué elementos narrativos de los capítulos anteriores desaparecen en éste y cuáles se conservan?<br />

c) Aparece un nuevo elemento: la historia de Nemesio Cabra Gómez. Pero se observará que esta<br />

anécdota se nos da ahora de un modo muy fragmentario (en los caps. I-V de la Segunda parte se<br />

reconstruirá y se completará esta historia).<br />

d) Aspectos policiacos del relato (pesquisas del comisario) y nuevos acontecimientos (asesinato de<br />

Claudedeu, atentado contra Lepprince). Coméntense.<br />

e) Se nos cuenta la historia de la empresa Savolta (el comisario Vázquez la completará al final de la<br />

novela). Son muy curiosos los datos sobre Van der Vich y sus hijos: nótese la imaginación y el<br />

sentido lúdico del autor.<br />

f) Atiéndase a las referencias interesantes sobre el ambiente político (cartas de Claudedeu,<br />

detenciones, etc.).<br />

g) Síganse estudiando los personajes principales.<br />

Capítulo V<br />

a) Se inicia con una conversación entre el comisario Vázquez y Javier. En ella es especialmente<br />

claro el pastiche de la novela policiaca; señálese. Hay que destacar, por otra parte, la habilidad<br />

del diálogo.<br />

b) Desterrado Vázquez (¿por qué?), sus pesquisas continúan gracias a su correspondencia con el<br />

sargento Totorno. Aparte de los nuevos datos que nos proporcionan, las cartas del sargento son<br />

una delicia de estilo (¿de qué tipo?). Se subrayará, entre otros, el cariz humorístico de esta<br />

correspondencia. En ella, además, se habla de Nemesio Cabra: facetas grotescas del personaje.<br />

c) Hay también una carta del propio Nemesio: ¿qué tipo de estilo se parodia en ella?<br />

d) El resto lo ocupan los recuerdos de Javier Miranda. Véase la evolución de su estado de ánimo y<br />

sus causas.<br />

e) Javier se marcha a Valladolid. El tema del desarraigo: se sentía extranjero en Barcelona y, ahora,<br />

se siente extraño en su tierra. Nótese la importancia de este aspecto para la figura del<br />

protagonista. Por lo demás, hay aquí un intencionado contraste entre la ciudad catalana y la<br />

ciudad castellana; coméntese el ambiente de ésta, comparado con lo que se ha visto de aquélla.<br />

f) Cuando termina esta Primera parte, ¿en qué fecha estamos?<br />

Sobre la «Segunda Parte»<br />

Según hemos dicho, puede subdividirse esta parte en dos -de cinco capítulos cada una-,<br />

atendiendo a la complejidad decreciente de la estructura narrativa. De acuerdo con ello,<br />

agruparemos en dos series nuestras observaciones, que serán ya más sucintas. (Pero, insistimos:<br />

debe atenderse a otros muchos aspectos -ya familiares-, aunque no aludamos a ellos.)<br />

Capítulos I-V<br />

En estos cinco capítulos, alternan -fundamentalmente- tres hilos narrativos, situados en dos<br />

planos cronológicos: en primer lugar, las peripecias de Nemesio Cabra (que son un retroceso a fines<br />

de 1917 y principios de 1918); en segundo lugar, continúa la historia de Javier Miranda, ya en 1919;<br />

23


en tercer lugar, y en el mismo año, se desarrolla la fiesta en casa de Lepprince. A ello se añadirá, en<br />

el cap. V, el episodio del asesinato de Parells.<br />

La técnica de montaje alternado es semejante a la de la Primera parte, aunque notablemente<br />

más simple. Haremos unas observaciones por separado sobre cada uno de los ingredientes del<br />

relato.<br />

a) Las peripecias de Nemesio:<br />

- Narración en tercera persona; posición del autor.<br />

- Véase hasta qué punto estas peripecias son paralelas y complementarias de las de Pajarito de<br />

Soto en la Primera parte de la obra, y qué puntos quedan aclarados ahora. En cambio, siguen<br />

los misterios: ¿cuáles?<br />

- Otros puntos de interés: los ambientes de bajos fondos, el círculo anarquista, etc. Y, por<br />

supuesto, el mismo personaje de Nemesio Cabra; estúdiese.<br />

- Merece especial atención la perorata de Pajarito de Soto en la taberna, no sólo por sus ideas, tan<br />

representativas, sino sobre todo por su espléndida elaboración retórica. Valdrá la pena<br />

detenerse a señalar su construcción, su tono y sus recursos oratorios: exclamaciones,<br />

exhortaciones, paralelismos, estructuras rítmicas, etc.<br />

b) Las vicisitudes de Javier Miranda:<br />

- Si, en la Primera parte, Javier Miranda había sido más bien espectador o testigo, ahora crece<br />

su papel de protagonista; pero protagonista de una historia de rasgos bien definidos: dígase en<br />

qué medida responde a patrones de folletín sentimental y júzguese hasta qué punto queda<br />

dignificado estética y humanamente lo folletinesco.<br />

- La figura de María Coral merecerá, naturalmente, especial consideración. Subráyense los<br />

rasgos con los que se va perfilando su personalidad.<br />

- Las referencias sobre el ambiente político del momento: especialmente, a principios del cap. I<br />

y del cap V. Tales pasajes merecen análisis particular. Además, en el primero de ellos, hay un<br />

párrafo interesante sobre la actitud del protagonista ante los acontecimientos: localícese y<br />

coméntese.<br />

c) La fiesta en casa de Lepprince.- Las secuencias referentes a esta recepción son semejantes a las<br />

que, en la Primera parte, nos hablaban de aquella otra fiesta en casa de Savolta. Se estudiarán,<br />

pues, de modo análogo a lo visto entonces (visión de la burguesía, etc.). Algunos aspectos<br />

nuevos:<br />

- El personaje de María Rosa Savolta se precisa en estos capítulos: estúdiese.<br />

- Las ambiciones políticas de Lepprince.<br />

- Referencias a la crisis económica de la posguerra en las conversaciones. Los problemas de la<br />

empresa Savolta y el enfrentamiento entre Lepprince y Parells.<br />

d) Con este último punto, se enlazan las secuencias del cap. V que se refieren al asesinato de<br />

Parells (hay aquí una nueva distorsión temporal, pues tales hechos son posteriores a la fiesta,<br />

aunque no se precisa exactamente cuándo).<br />

24


Capítulos VI-X<br />

Ya sabemos que estos capítulos responden a una modalidad estructural distinta, definida por<br />

su sencillez: relato único y desarrollo lineal. Nuestras observaciones seguirán, pues, ahora el orden<br />

de la narración.<br />

a) El cap. VI comienza con una página sobre el «rencor» del protagonista. Los motivos de su estado<br />

de ánimo son muy reveladores de su personalidad y de su vida; coméntense.<br />

b) En los caps. VI y VII, estalla el drama entre Javier y María:<br />

- María, al fin, confiesa la verdad, en un largo párrafo. Se notará el carácter «libresco» y<br />

decimonónico de tal parlamento. ¿Por qué?<br />

- Sigue la base folletinesca de otros sucesos. ¿Cuáles, por ejemplo?<br />

- Coméntense las actitudes y reacciones del protagonista ante todo ello.<br />

- La figura compleja de María Coral.<br />

c) La parranda de Javier con Serramadriles y su pandilla en la noche de San Juan (cap. VI) nos lleva<br />

de nuevo a un ambiente barriobajero, presentado con cierto enfoque costumbrista: tipos,<br />

actitudes, lenguaje... Pero, en ese episodio, hay también perfiles amargos.<br />

d) En el cap. VII, se intercala un episodio sobre Doloretas; hay otras alusiones páginas después).<br />

¿Cuál es la función de dicho episodio y el significado de la historia de Doloretas? ¿Cómo se<br />

recoge su habla?<br />

e) El cap. VIII y parte del IX relatan la fuga de María con Max y la persecución de éstos por Javier.<br />

Nótese el ritmo ágil del relato. ¿Qué géneros narrativos nos recuerdan estos episodios?<br />

f) El ambiente de los pueblos. También aquí pueden encontrarse notas costumbristas.<br />

g) Buena parte de estos capítulos (VIII-IX) se dedica a la huelga que se extiende por toda Cataluña.<br />

Sin duda, puede hablarse de una visión distanciada y agridulce de la revolución: mezcla de<br />

aspectos deliciosos, grotescos y terribles. Véase la ironía sobre el entierro de Max, el peregrino y<br />

sabroso episodio de las «predicadoras del amor libre» y las reflexiones del narrador al volver a<br />

Barcelona: contraste campo-ciudad, pueblo-chusma...).<br />

h) Tras la muerte de Lepprince, asistimos al estado en que queda su familia y su casa. Piénsese en<br />

qué medida puede tener alcance simbólico el intenso cuadro de abandono, de desmoronamiento<br />

que se nos ofrece.<br />

i) Llega, en fin, la aclaración del «caso» por el comisario Vázquez. ¿Qué acontecimientos quedan,<br />

por fin, explicados? Pero, ¿qué misterios subsisten? Es fácil hacer conjeturas, por ejemplo, sobre<br />

la identidad de Lepprince. Y también podemos adivinar las razones de la muerte misteriosa del<br />

comisario Vázquez.<br />

j) El resto, tanto el final del cap. IX (con la carta de Lepprince) como el cap. X, tienen carácter de<br />

epílogo. Véase cómo se rematan la historia de Javier y de María, o las disposiciones póstumas de<br />

Lepprince.-La novela termina con una carta de María Rosa Savolta: es una mentalidad que<br />

sobrevive como inalterable. ¿Qué consecuencias cabría sacar de ello? ¿Ironía? ¿Amargura?<br />

25


<strong>EL</strong> TEATRO <strong>DE</strong> FE<strong>DE</strong>RICO GARCÍA LORCA:<br />

<strong>LA</strong> CASA <strong>DE</strong> BERNARDA ALBA<br />

RUIZ RAMÓN, Francisco, Historia del teatro español del Siglo XX, Madrid, Cáte dra, 1977<br />

(3ª), pp. 173-177 y 207-209.<br />

<strong>LA</strong> CASA <strong>DE</strong> BERNARDA ALBA, CIMA Y TESTAMENTO DRAMÁTICOS:<br />

Escrita en 1936, pocas semanas antes de ser asesinado, Lorca no la vería representar nunca.<br />

Final y cima de una trayectoria dramática y abertura a un modo más desnudo, más esencial y más<br />

hondo de hacer teatro, esta tragedia, que debió ser la primera del ciclo de plena madurez del<br />

dramaturgo, la primera de una más profunda y universal dramaturgia, ha venido a ser la última obra<br />

de Lorca, por destino impuesto brutalmente.<br />

La acción de La casa de B.A. transcurre en un espacio cerrado, hermético, y está enmarcada<br />

por la primera y la última palabra que Bernarda pronuncia: silencio. Del primero al último silencio<br />

impuesto por la voluntad de Bernarda se desarrolla el conflicto entre dos fuerzas mayores: el<br />

principio de autoridad encarnado en Bernarda y el principio de libertad representado por las hijas. El<br />

principio de autoridad responde, aparentemente, a una visión clasista del mundo en donde cristaliza<br />

una moral social fundada, como escribe Torrente Ballester, en “preceptos negativos, limitaciones y<br />

constricciones”, y condicionado por “el qué dirán” y por la necesidad consiguiente de defenderse,<br />

aislándose de esa vigilancia social alienante. Bernarda Alba impone en el universo cerrado de su<br />

casa un orden identificado con el orden, el único posible y necesario porque es juzgado como la<br />

verdad, y contra el cual no se admite protesta ni desviación alguna. A lo largo del drama aparece<br />

como raíz del principio de autoridad instaurador de un orden indiscutido, otra fuerza más oscura y<br />

primitiva, anterior a lo social: el instinto de poder. Poder que se quiere absoluto y que será llevado<br />

hasta la negación no ya sólo de toda libertad personal -la propia y la de los demás- o de todo<br />

sentimiento, volición o aspiración, sino a la misma negación de la realidad. Porque Bernarda Alba<br />

no es sólo la hembra autoritaria, tirana, fría y cruel, sino, fundamentalmente, ese instinto de poder de<br />

valor absoluto que niega la misma realidad, que niega que otro y los otros existan.<br />

Frente a ese instinto de poder se opone, como fuerza conflictiva, otro instinto no menos<br />

elemental: el sexo. Sexo tan ciego en su elementalidad como el instinto de poder. Con lo cual el<br />

principio de libertad se revela como otro absoluto. La consecuencia es la imposibilidad sustantiva,<br />

esencial de todo compromiso y de toda comunicación. Bernarda y sus hijas están frente a frente<br />

aisladas e incomunicadas. Del enfrentamiento de ambas sólo puede resultar la destrucción de una de<br />

las dos fuerzas en oposición. Ningua de las dos es ni humana ni racional, porque las dos tienen como<br />

raíz el mundo subhumano y subracional del instinto.<br />

En un universo así estructurado sólo caben dos salidas, caso de no aceptar la ley impuesta<br />

por Bernarda: o la locura (María Josefa), que no es sino la forma límite y extrema de la evasión, o el<br />

suicidio (Adela), forma también extrema y límite de la rebelión, y única que pone trágicamente en<br />

cuestión ese universo. Pero ponerlo en cuestión no es destruirlo, pues la palabra final de Bernarda:<br />

“La hija menor de Bernarda Alba ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho!<br />

¡Silencio!” cierra aún más herméticamente ese mundo y lo consolida contra la verdad y contra la<br />

muerte.<br />

Ese “drama de las mujeres en los pueblos de España” del que Lorca advierte que tiene<br />

“intención de un documento fotográfico”, presenta una vez más, desnuda de toda vestidura lírica, la<br />

irreconciliable oposición de dos fuerzas igualmente ciegas, cuyo escenario histórico es la tierra<br />

española. En La casa de Bernarda Alba formula Lorca con meridiana claridad su visión trágica de<br />

esa tierra.<br />

26


C<strong>LA</strong>VES PARA <strong>LA</strong> LECTURA <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> CASA <strong>DE</strong> BERNARDA ALBA.-<br />

SUMARIO GENERAL:<br />

Funerales por el segundo marido de B.A.: Antonio María Benavides (fuera de escena).<br />

Criadas que manifiestan su odio por Bernarda. La presentan como clasista, autoritaria y<br />

mezquina. Rasgos que se confirman en el pésame.<br />

Imposición a las cinco hijas de un luto de cinco años; ninguna relación con el mundo exterior.<br />

Inquietud en las chicas, temor a quedarse solteras. Contraste entre el rigor del luto y el vitalismo<br />

y las ganas de amar de las hijas.<br />

Angustias, 39 años, hija del primer marido de B., única heredera, rica, es pretendida por Pepe el<br />

Romano, de 25 años, atractivo, de la misma localidad. El resto de las hermanas no heredan casi<br />

nada del segundo marido de B.<br />

La figura del Romano perturba y altera el ambiente familiar.<br />

Adela y Martirio, las dos hermanas pequeñas, también se enamoran del joven. Adela será la que<br />

mantenga una apasionada relación amorosa.<br />

Poncia hace veladas advertencias a B. sobre la situación creada, que ésta no entiende y sigue con<br />

sus preparativos de la boda de Angustias.<br />

Martirio y sus celos. Cuando comprueba que el Romano ama a Adela, provoca la catástrofe:<br />

acusación contra Adela mientras ésta está reunida con el Romano<br />

B. dispara contra Pepe, que huye, pero Adela creyéndole muerto, por el engaño de Martirio,<br />

desesperada se suicida. La muerte como principio y fin.<br />

SUMARIO <strong>DE</strong>TAL<strong>LA</strong>DO: ACTO PRIMERO<br />

• Caracterización de B. por sus criadas:<br />

- Funeral por el marido de B.:<br />

- Blanquísima habitación interior.<br />

- Doblar de campanas.<br />

- Personajes: criada (genérico) y la Poncia.<br />

- Quejas de las criadas por el doblar de las campanas.<br />

- Nula afectación por la muerte del marido.<br />

- Pequeños hurtos de las criadas: chorizo (Poncia), garbanzos.<br />

- Clasismo, autoritarismo y mezquindad de B.<br />

- Miedo mezclado con odio (tirana).<br />

- Humilaciones sufridas a su servicio (Poncia).<br />

- Fidelidad a pesar de todo (Poncia).<br />

- Deseo de venganza (Poncia).<br />

- Por Poncia, datos sobre las hijas y su situación.<br />

- Crueldad social: diálogo entre la criada y la mendiga.<br />

27


- Diálogo de criadas:<br />

- Diferencias entre pobres y ricos.<br />

- Acosos sexuales del marido muerto.<br />

- Hipocresía al llegar el duelo.<br />

• Comportamiento social de B.<br />

- Autoritarismo y clasismo de B.:<br />

- Dureza en el trato, autoritaria, intransigente e intolerante.<br />

- Honra de la familia (Magdalena es reprendida por llorar en público)<br />

- Hiriente: respuesta a la afirmación de que Pepe el Romano estaba en el duelo con<br />

los hombres.<br />

- Odio de las mujeres a B. (manifestado en voz baja). Temor<br />

- Odio de B. a las mujeres y al pueblo en general.<br />

• Comportamiento familiar de B.<br />

- Lamento por el pueblo en el que vive. Desprecio general por todos.<br />

- Enfado por el abanico.<br />

- Luto de ocho años: tradición, sin réplica (contra Magdalena).<br />

- Obsesión por las apariencias, por el qué dirán (aparición de Mª Josefa).<br />

- Ofensiva y violenta (a Angustias, por si ha estado cerca de los hombres).<br />

• Relación de B. con la Poncia:<br />

- Poncia intrigante. Gusto por el chismorreo.<br />

- Crueldad con Poncia: no son iguales. Sin confianzas.<br />

• Obsesión de las hijas de B. por los hombres:<br />

- Adela y Martirio: charla sobre Adelaida: la postura autoritaria del novio de ésta; el origen<br />

de sus bienes.<br />

- Temor de Martirio a los hombres, acomplejada por su fealdad (pretendiente antiguo:<br />

Enrique Humanas).<br />

- Crítica al comportamiento de los hombres, que sólo buscan en las mujeres para casarse las<br />

posesiones.<br />

- Crítica de Magdalena a las apariencias y el qué dirán en su tiempo. Lo contrasta con la<br />

época de la abuela (más alegre).<br />

- Actitud de Adela (traje verde): deseo de liberación.<br />

- Noticia de que Pepe el Romano va a casarse con Angustias. Aparente alegría de las<br />

hermanas: fingimiento. Critican tal interés, que saben sólo económicos (Angustias es la única<br />

que sólo tiene bienes), porque Angustias es mayor (39 años), fea, enfermiza, escuálida, y<br />

Pepe es joven (25 años) y muy atractivo.<br />

- Sorpresa de Adela cuando se entera de la noticia del futuro casamiento de Pepe y<br />

Angustias. Incredulidad. Pena posterior, llanto y rebeldía contra la obligación de permanecer<br />

encerrada impuesta por la madre.<br />

- Ante la noticia de que Pepe viene por la calle, Amelia, Martirio y Magdalena corren al<br />

verlo; Adela, no.<br />

- Insistencia de B. en imponer su autoridad y dominio. Reproches a Angustias por<br />

maquillarse en tal día. Dominación total.<br />

• Las verdades de Mª Josefa:<br />

- La abuela viejísima, extravagante, capaz de cantarles las verdades a todas y ansiosa por<br />

alcanzar la libertad a través de la imaginación.<br />

ACTO SEGUNDO<br />

28


Se desarrolla en una habitación blanca del interior de la casa. En escena, las hijas y la Poncia,<br />

cosiendo.<br />

• Preparación de la boda de Angustias: cortan y bordan sábanas. Falta Adela.<br />

- Rencillas soterradas entre las hermanas: Martirio y Magdalena aciertan en el mal que<br />

aqueja a Adela (el mismo que a todas menos a Angustias): tristeza, pena, deseos de libertad,<br />

ansia de amor. Actitud provocativa de Angustias ante la envidia que detecta en sus hermanas.<br />

- Las primeras insinuaciones de la Poncia: retirada de Pepe el Romano de la casa (cuatro de<br />

la mañana). Negativa de Angustias. Sospechas.<br />

- Declaración amorosa de Pepe el Romano: interés por la declaración amorosa de Pepe:<br />

insulsa, tópica. Contrasta con la que le hizo su marido a la Poncia: ardor e ímpetu.<br />

Advertencia de la Poncia a las muchachas sobre el comportamiento de los hombres en el<br />

matrimonio.<br />

- Martirio y Angustias enfrentadas a Adela: insinuaciones sobre el estado de ánimo de Adela:<br />

dormir, comer, mirada. Acusaciones de Martirio. Insultos de Adela.<br />

La pasión amorosa de Adela: la Poncia conoce el mal de Adela. Intento de convencerla de que no<br />

siga por ese camino, que puede esperar su momento, dadas las debilidades de Angustias. Adela<br />

no admite sus consejos. Nada ni nadie la hará cambiar de actitud. Despedida amenazante de<br />

ambas. La Poncia sabe y puede hacerlo público.<br />

La libertad de los hombres: referencias de Amelia al sacrificio femenino y la dedicación<br />

exclusiva al cuidado de los niños.<br />

- El canto de los segadores: la atención se concentra en los hombres: envidia de su libertad.<br />

Lamento por su condición de mujeres. La Poncia alimenta los deseos de las muchachas:<br />

virilidad, alegría y ardor sexual. Admiración por los hombres.<br />

-Contraste simbólico entre Martirio y Adela: ésta expresa su anhelo de libertad. Sentido de la<br />

repetición de los versos de los segadores por Martirio y Adela.<br />

Dudas e insinuaciones de Martirio: tras irse a ver pasar los segadores, actitud dubitativa de<br />

Martirio sobre si descubrir o no a Amelia sus sospechas sobre Adela. Realiza alguna insinuación,<br />

pero no se decide a descubrirla.<br />

Enfrentamiento abierto entre las hermanas:<br />

- Desaparición del retrato de Pepe el Romano: aparición colérica de Angustias reclamando el<br />

retrato. Negativa de todas; ironía de Martirio; respuesta ofendida de Adela a Martirio.<br />

Aparición de Bernarda para apaciguar los ánimos. Ordena a Poncia registrar las habitaciones<br />

y amenaza a las hijas.<br />

- Poncia encuentra el retrato en la cama de Martirio: golpes e insultos de Verrnarda; disculpa<br />

de Martirio; intervención celosa de Adela; amenazas de Martirio a Adela; ingenuidad de<br />

Angustias; rivalidad de las hermanas; autoritarismo y amenazas de Bernarda.<br />

Ambigüedad e insinuaciones de la Poncia:<br />

- Deseo de Bernarda de que se produzca pronto el casamiento para que Pepe se aleje de la<br />

casa. Aviso de Poncia: rodeos, medias palabras, metáforas, insinuaciones (con crueldad y<br />

ambigüedad); crítica a la educación autoritaria de Bernarda. Actitud clasista en la negativa de<br />

B. en consentir la boda de Martirio con Enrique Humanes. La actitud punzante y acusatoria<br />

de Poncia se vuelve contra ella: B. le recuerda sus orígenes innobles.<br />

- Poncia acusa veladamente a Adela ante B.: Poncia sigue lanzando sospechas y acusaciones<br />

y, ante la actitud de extrañeza y la confianza en su propia autoridad de B., alude a las visitas<br />

nocturnas de Pepe. Ante las afirmaciones opuestas de Angustias y Martirio, B. se<br />

desconcierta y pide confirmación de las sospechas, que Poncia le niega (vuelta a la<br />

ambigüedad).<br />

29


• Expresión de la rivalidad entre Adela y Martirio: súplica de Adela a Martirio para que no se<br />

interponga en sus amores con Pepe; negativa de Martirio a conceder tal petición, porque ella<br />

también está enamorada de Pepe.<br />

• El linchamiento de la hija de la Librada. Relato por parte de la Poncia de lo que ha ocurrido en el<br />

pueblo (embarazo, parto, asesinato, descubrimiento del cadáver e intento de linchamiento). B.<br />

anima al linchamiento, enloquecida por la situación que vive en su casa, vociferante y cruel.<br />

Reacción contraria de Adela: gesto de compasión de simpatía. Se cierra el acto en este clima de<br />

tensión y violencia.<br />

ACTO TERCERO<br />

Patio interior; paredes ligeramente azuladas. Noche. Cenando. Presencia de Prudencia, que<br />

no cena y está sentada aparte.<br />

• Contraste entre las actitudes de Prudencia y B.: Prudencia, mujer que sufre las consecuencias del<br />

comportamiento del marido, tanto con los parientes ( a los que no quiere ni ver), como con la hija<br />

(que le desobedeció). La postura del marido es aplaudida por B. Charla sobre la futura boda de<br />

Angustias. Suave tocar de campanas. Despedida de Prudencia. Aparentemente la calma ha vuelto<br />

a casa de B.<br />

• Aparente calma en casa de B.:<br />

- La preocupación de B. por las apariencias: Paseo de Adela, Amelia y Martirio hasta el<br />

portal de la casa. Intento de B. de que Angustias perdone a Martirio por lo del retrato,<br />

simplemente por guardar las apariencias, no por sinceridad. Referencias al comportamiento<br />

de Pepe: distraído y preocupado, ausente, distante. Consejos de B. para no inmiscuirse en la<br />

vida y en los pensamientos de Pepe, y esconder los propios sufrimientos.<br />

- Enfrentamiento velado entre Adela y Martirio: pasión amorosa de Adela y celos de<br />

Martirio. Distinta concepción del amor en ambas: más lírico el de Adela, más limitado el de<br />

Martirio.<br />

• La Poncia insiste en sus acusaciones y sospechas: B. se jacta del control que ejerce sobre sus<br />

hijas y Poncia le transmite sus dudas, vacilaciones y sospechas, siempre con ambigüedades. Ésta<br />

sabe más de lo que dice, pero se justifica afirmando que ha hecho todo lo posible por atajar las<br />

consecuencias previsibles. La criada se entera por Poncia de la actitud de Adela. La tormenta<br />

puede estallar en cualquier momento y puede ser Martirio (“pozo de veneno”) la que provoque la<br />

catástrofe.<br />

• Sueños, locura y metáforas de Mª Josefa: aparición de la abuela con una oveja en brazos y<br />

cantando una canción de cuna. Cruza la escena Adela y Martirio quiere seguirla, pero la detiene<br />

Mª Josefa, que no consiente en retirarse a su cuarto, expresa metafóricamente sus deseos y define<br />

la opresiva situación del ambiente familiar. Realiza el augurio de la “destrucción” a manos de<br />

Pepe el Romano.<br />

• Estallido de la rivalidad entre Adela y Martirio:<br />

- Martirio intenta detener a Adela: las admoniciones y amenazas de Martirio no hacen<br />

cambiar a Adela de actitud en lo que se refiere a Pepe, que, asegura, es a ella a quien quiere.<br />

Celos heridos de Martirio, humillada por Adela, que descubre el amor de Martirio, ratificado<br />

por ésta última. Intento de reconciliación y compasión de Adela, rechazado por Martirio, que<br />

no ve en Adela a una hermana, sino a una rival.<br />

Adela asume su condición de amante de Pepe: sin tapujos y a las claras amará a Pepe, sin<br />

importarle la opinión de las gentes y las persecuciones. Nada la detendrá en su empeño.<br />

30


Ante un silbido y la respuesta de Adela, Martirio se interpone en su camino y con sus<br />

gritos despierta a B.<br />

Rebelión y suicidio de Adela: aparición de B.; disputa suspendida; acusación de Martirio; intento<br />

de castigo que Adela repele y adopta una actitud rebelde, de claro enfrentamiento a la madre y a<br />

todos y manifiesta su entrega pasional a Pepe.<br />

Furia de B., disparo sobre Pepe: Adela al oír que ha muerto, se ahorca; horror general<br />

(Martirio sigue manifestando su envidia). B. impone silencio, niega la evidencia y pretende<br />

ocultar lo sucedido a los ojos del pueblo.<br />

La obra se cierra con la misma palabra con que B. inició su aparición en escena:<br />

¡SILENCIO!<br />

ESTUDIO GENERAL <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> CASA <strong>DE</strong> BERNARDA ALBA.-<br />

<strong>LA</strong> OBRA:<br />

Lorca terminó de escribir esta obra en junio de 1936. Se estrenó en Buenos Aires en 1945<br />

(Compañía de Margarita Xirgu); en España no se estrenaría hasta 1964. Es la culminación de la<br />

producción dramática del autor. Rompe con las tragedias anteriores (Bodas de sangre y Yerma) y<br />

crea un drama. Reduce al máximo el empleo del verso (sin abandonar, sin embargo, la línea clave de<br />

su teatro poético).<br />

No es un drama rural, aunque su ambiente lo sea, sino un drama sobre la realidad humana,<br />

las obsesiones y la personalidad conflictiva de un grupo de mujeres obligadas a vivir en un encierro<br />

sofocante.<br />

<strong>EL</strong> TÍTULO:<br />

La casa de B.A. es un espacio físico, ámbito de determinadas relaciones humanas. La casa se<br />

eleva a la categoría de eje nuclear de la acción dramática. Una persona relevante en toda la obra, que<br />

domina a todo y a todos. Todo le pertenece a B., dueña de la casa y sus habitantes, todas sometidas.<br />

<strong>EL</strong> SUBTÍTULO:<br />

“Drama de mujeres en los pueblos de España”. Drama: personajes en constante tensión,<br />

inmersos en un clima de violencia (desenlace trágico). Hechos amargos y violentos protagonizados<br />

por mujeres. Indeterminación y restricción: no a todas las mujeres. En los pueblos de España:<br />

característica rural, no sólo Andalucía, aunque el texto tenga sabor andaluz.<br />

TEMAS Y MOTIVOS:<br />

El tema central es el enfrentamiento entre una moral rígida, convencional, autoritaria<br />

(Bernarda) y el deseo de libertad (Adela y Mª Josefa). Un enfrentamiento entre dos actitudes vitales<br />

y dos ideologías: la actitud que defiende una forma de vida dominada por las apariencias, las<br />

convenciones sociales, la moral tradicional basada en el autoritarismo; y la actitud que proclama por<br />

encima de todo la libertad del individuo para pensar, opinar y actuar. Entre los temas secundarios<br />

pueden contarse:<br />

• El amor sensual y la búsqueda del varón.<br />

• La hipocresía (el mundo de las falsas apariencias).<br />

• Los sentimientos de odio y de envidia.<br />

• La injusticia social.<br />

• La marginación de la mujer.<br />

31


• La honra.<br />

El enfrentamiento es constante en la obra entre el modelo de conducta autoritario y el<br />

abierto. Bernarda intenta imponer unas normas (autoridad del cabeza de familia), mientras que Mª<br />

Josefa y Adela intentan rebelarse y hacer frente al dominio. Las demás hijas aceptan resignadas la<br />

suerte que les espera (leves rebeldías de Martirio). Las criadas (Poncia y criada) le temen y se<br />

limitan a murmurar a sus espaldas (dominio y autoridad absoluta de B.)<br />

El autoritarismo es una constante en la actitud y el carácter de B., hasta en las últimas<br />

palabras que pronuncia en la obra. Impone el luto de ocho años sin admitir protestas (de<br />

Magdalena). Marca rígidamente el comportamiento que sus hijas han de mantener con los hombres<br />

bajo la amenaza de severas penas o consecuencias. Restablece el orden cuando sus hijas discuten.<br />

No admite la más mínima desobediencia (hija desobediente = enemiga). Sometimiento ciego de<br />

todas a su disciplina.<br />

La rebeldía, el ansia de libertad y el impulso amoroso de Adela se manifiestan desde el<br />

principio: ropas verdes en vez del negro; expresa claramente su deseo de libertad y las ansias de<br />

romper con las normas de su madre; rompe con la autoridad (enfrentamiento final), y el suicidio<br />

como último signo de rebelión.<br />

Mª Josefa da cauce a su rebelión a través de la locura, la única vía de escape de un personaje<br />

maltratado y enclaustrado (prisión más asfixiante aún, espacio más reducido). Con su locura<br />

proclama sus anhelos de libertad, se enfrenta a B., denuncia su tiranía y el sufrimiento y<br />

sometimiento de las otras mujeres.<br />

Pero son dos respuestas en el fondo estériles, porque, tras la muerte de Adela, B. impone de<br />

nuevo su sombrío y oscuro dominio, sin la más mínima esperanza para las hijas.<br />

• Amor sensual. La búsqueda del varón: El drama de las mujeres encerradas es la ausencia de<br />

amor en sus vidas y el temor de permanecer solteras. B. impide cualquier tipo de relación de sus<br />

hijas con varones (alejó a Humanes de Martirio). Pérdida de toda esperanza de encontrar maridos.<br />

Mª Josefa ve lúcidamente la causa del mal de las hijas (Acto I). La irrupción en su mundo de<br />

Pepe el Romano desencadenará las pasiones de estas mujeres solteras que desean casarse para<br />

liberarse de la tiranía de B. y para vivir alegres y felices. B. acepta la propuesta de Pepe de<br />

casarse con la mayor y la más fea de las hermanas. Y se intuye el conflicto entre las hermanas:<br />

Angustias sueña feliz con su boda. Martirio se enamora del Romano y sufre por no atraer su<br />

atención. Adela, también enamorada, mantiene relaciones con Pepe.<br />

• Referencias al amor y a los hombres: la presencia del hombre y la pasión amorosa se concretan<br />

por dos caminos diferentes: por medio de las referencias y alusiones a historias amorosas<br />

acaecidas fuera de escena; y por medio de las vivencias auténticas de los personajes.<br />

1. Criada monólogo: requiebros eróticos del difunto Benavides (acto I).<br />

2. Poncia le cuenta a B. lo ocurrido con Paca la Roseta (I).<br />

3. Martirio refiere los orígenes turbulentos de Adelaida, amiga de las hijas.<br />

4. Amelia recuerda a Enrique Humanes, antiguo pretendiente de Martirio.<br />

5. Deseo de Mª Josefa de casarse con un varón hermoso.<br />

32


6. La Poncia rememora la declaración amorosa de su marido Evaristo el Colorín.<br />

7. Exaltación por parte de la Poncia de las cualidades de los hombres (tras la llegada de los<br />

segadores), de manera que turba el sosiego de las mujeres.<br />

8. Los vecinos quieren matar a la hija de la Librada, que ha tenido un hijo de soltera y lo ha<br />

matado y escondido para ocultar su vergüenza.<br />

• Vivencias reales del amor sensual. La pasión de Adela:<br />

Primer Acto: abanico de flores rojas y verdes, símbolo de amor y pasión. Traje verde y<br />

lucimiento en el corral, lugar de futuros encuentros con Pepe. Reacción de Pepe va a<br />

casarse con Angustias.<br />

Segundo Acto: pasa de los deseos a los hechos. Poncia intenta advertirla y amonestarla,<br />

pero Adela arde de pasión. Define su pasión como un fuego que le quema y arde en su<br />

interior. La causa de su pasión está en la fuerza del destino, que la priva de libertad y<br />

juicio.<br />

Tercer Acto: insistencia en la pasión amorosa de Adela: caballo semental (símbolo de la<br />

pasión erótica), estrellas y belleza de la noche. Desmedida pasión amorosa al ser<br />

descubierta por Martirio. Sólo posee un amo y señor: Pepe.<br />

El deseo de amar de las demás hermanas: Martirio está enamorada de Pepe el Romano. Pasión<br />

secreta, celos y envidia. Intenta destruir a Adela cuando ve que lo pierde. Se descubre su pasión<br />

en el Acto II; en la escena de los segadores se intuye su deseo. Descubrimiento en el episodio del<br />

retrato. Enfrentamiento con Adela en el Acto III. Angustias va al encuentro de los hombres desde<br />

el Acto I. En el II y III su figura queda relegada y sólo sabemos que Pepe mantiene con ella una<br />

actitud fría e indiferente. Recelo e inquietud en su carácter. Amelia y Magdalena participan<br />

también del deseo y de la necesidad del varón, aunque casi no expresan sus sentimientos.<br />

La hipocresía. El mundo de las falsas apariencias: Preocupación por la opinión ajena, temor a<br />

la murmuración, deseo de aparentar lo que no se es, hipocresía que enmascara y oculta la<br />

realidad. Obsesión por la limpieza: B. está obsesionada con la limpieza, que todo reluzca y brille.<br />

La murmuración es constante en el pueblo y marca la conducta y la vida de B.. Teme lo que<br />

digan las mujeres que asisten al duelo, oculta a su madre para que no la vea el pueblo, y tras el<br />

suicidio de Adela, quiere ocultar la realidad y aparentar que nada extraño ha sucedido. Las hijas<br />

se quejan porque sus vidas están condicionadas por la opinión ajena. El mundo de las falsas<br />

apariencias y de la hipocresía como forma de comportamiento social afecta fundamentalmente a<br />

33


B. y, en menor medida, a Martirio. Se le reprocha a ésta a lo largo de toda la obra su actitud<br />

hipócrita.<br />

El odio y la envidia: Las relaciones humanas dominadas por los sentimientos de odio y de<br />

envidia. Odio contra B. Odio que alimenta B. (personaje detestable). Odio hacia y de Angustias<br />

por el resto de hermanas. Odio, celos y envidia de Martirio contra Adela. El odio se manifiesta<br />

constantemente en la obra: en las acotaciones (“con crueldad”; “con odio”, “con sarcasmo”); los<br />

insultos de la Poncia; las insinuaciones de Angustias contra Magdalena, etc. Mundo inhóspito y<br />

salvaje, deseos de amar y de ser libres e imposibilidad de alcanzarlos alimentan fuertes<br />

sentimientos de odio y de envidia. Desigualdad e injusticias: odio de las criadas hacia B. Rigidez<br />

y orgullo clasista e hipócrita: odio de las mujeres del pueblo hacia B.<br />

La injusticia social: sobre todo en el Acto I, denuncia de la injusticia y las diferencias sociales,<br />

la conciencia y el orgullo de clase y la crueldad que preside las relaciones de la sociedad. Existe<br />

una jerarquía social bien definida: en el estrato más alto B. y familia. Las relaciones humanas<br />

funcionan según esta jerarquía: crueldad y mezquindad de quien ocupa el estrato superior, y<br />

sumisión resignada, teñida de odio, de quienes se encuentran en los escalones inferiores.<br />

1.- La desigualdad social: contraste entre riqueza y pobreza desde la primera escena.<br />

Desigualdad económica en la familia que a la postre producirá la tragedia: Pepe el Romano<br />

se casa con Angustias, la rica, no la más guapa o la joven.<br />

2.- Mezquindad: codicia y ruindad de B.: quejas de las criadas. No reparte ni la ropa de su<br />

difunto marido.<br />

3.- Sumisión resignada: aceptación por parte de las personas de condición social baja, aunque<br />

con odio, de las relaciones establecidas. La crítica social predomina en el Acto I, más<br />

adelante disminuyen las alusiones sociales para centrarse en las relaciones humanas (odio,<br />

envidia, autoritarismo, pasión amorosa...).<br />

• La marginación de la mujer: La denuncia de la marginación femenina en la sociedad de la<br />

época se presenta por medio del enfrentamiento de los modelos de comportamiento: la condena<br />

social de las mujeres de moral relajada (Paca la Roseta; profesional vestida de lentejuelas; la hija<br />

de la Librada); y la sumisión de las mujeres honradas y decentes: el comportamiento femenino<br />

basado en la honra y en la decencia aparentes implica una sumisión a las normas sociales y<br />

convencionales que discriminan a la mujer en beneficio del hombre:<br />

• Imposición de un determinado comportamiento a las hijas de B. (de acuerdo con su<br />

condición social y su nivel económico).<br />

• Desigualdad de hombres y mujeres ante la ley: hª del padre de Adelaida.<br />

• Prohibición de cualquier inclinación o impulso amoroso fuera del matrimonio, cosa que<br />

no ocurre con el varón<br />

34


• Sumisión de la mujer al varón en la familia<br />

• Consejos que da la Poncia a las muchachas (Acto II) y B. a Angustias (Acto III) sobre<br />

cómo comportarse con los hombres.<br />

• La honra: va ligada al tema de las apariencias y vinculada al del amor. B. se mueve por unos<br />

principios convencionales y rígidos (tradición), que exigen un comportamiento público<br />

intachable. B. recrimina a Angustias por su comportamiento en el funeral por mirar a los<br />

hombres. Los consejos de Poncia a Adela muestran la preocupación de aquélla por la honra; lo<br />

mismo en el diálogo de Poncia con B.<br />

PERSONAJES<br />

Clasificación de los personajes:<br />

Habría que distinguir entre los personajes en escena y los sentidos por el espectador pero<br />

ocultos, invisibles (Pepe el Romano; la hija de la Librada; los segadores).Entre los visibles: los<br />

protagonistas y los secundarios. Los primeros influyen en el desarrollo de la acción dramática; los<br />

segundos aparecen esporádicamente o cumplen una misión dramática muy concreta (mendiga:<br />

crueldad social).<br />

Relaciones entre los personajes:<br />

Cuatro formas fundamentales de relación entre los personajes visibles:<br />

1. Relación entre señora y criadas: esta relación está dominada por el odio y el resentimiento de<br />

clase. Murmuran contra B. y desean su mal, pero le temen, por lo que no se atreven a enfrentarse<br />

a ella. Aparente relación de confianza entre B. y la Poncia: la misma edad (sesenta años); Poncia<br />

cuenta a B. los chismorreos del pueblo y hablan de la familia, a veces zahiere a B. con sus<br />

comentarios, pero B. corta la conversación cuando considera que la Poncia se ultralimita y le<br />

recuerda la distancia social que existe entre ambas. Poncia se considera explotada por B. y<br />

siempre que puede la engaña.<br />

2. Relaciones entre madre e hijas: están presididas por el autoritarismo y la rigidez. Una educación<br />

que no cuestiona las órdenes maternas. Autoritarismo ejercido desde el peso de la tradición y la<br />

moral. Educación que se basa en el miedo y en la negación de la libertad. Resultado de esta<br />

opresión: rebeldía de Adela: se enfrenta a su madre, rompe su bastón y proclama su<br />

independencia.<br />

3. Relaciones entre las hermanas: presididas por el odio y la envidia. Angustias es odiada y criticada<br />

por todas y envidiada por su riqueza. En correspondencia, ella también las odia, se siente<br />

envidiada y se muestra recelosa. Martirio envidia la juventud, belleza y salud de Adela, y sus<br />

amores con Pepe el Romano. Envidia que provoca odio, reflejado en una constante vigilancia y<br />

35


una actitud agresiva. Adela odia y desprecia a Martirio. Afecto, en cambio, entre Magdalena y<br />

Adela, y entre Amelia y Martirio.<br />

4. Relación entre vecinas y B.: Temor de las vecinas a B. por su orgullo y altivez; la rigidez moral y<br />

el orgullo de casta de B. impiden unas relaciones normales (cordiales). Se insulta en la ausencia,<br />

pero se guardan las apariencias en presencia.<br />

Caracterización de los personajes:<br />

Empleo de diversas técnicas por parte del autor:<br />

1. Caracterización indirecta: A través de los datos que proporcionan los personajes del<br />

comportamiento, la actitud o la ideología de un tercero (adelantan información o completan la<br />

que ya poseemos). Las criadas caracterizan a B. de autoritaria y dominanta. También los apartes<br />

de las vecinas y las conversaciones de las hijas sirven para caracterizar a B. También se<br />

caracterizan así otros personajes: Martirio (pozo de veneno); Adela (joven y bella); Angustias<br />

(vieja, enfermiza, con defectos físicos); B. (autoritaria, mandona, dominanta, violenta, falsa,<br />

hipócrita, clasista, orgullosa, odiada por todos, cotilla, mezquina, retorcida)<br />

2. Caracterización por la acción y el diálogo: B. actuación inflexible y rígida, lenguaje conminativo.<br />

Hijas y criadas: sumisas. Magdalena y Amelia: resignadas a su suerte. Angustias: vida ficticia por<br />

su proyecto matrimonial. Adela: impulso amoroso y deseo de liberación. Martirio: acomplejada,<br />

hipócrita (pasión amorosa y aparente moralidad), envidiosa. Poncia: ambigua y esquiva,<br />

tentadora (con las hijas), temor y odio, insultos y vulgarimos. Mª Josefa: locura lúcida (ve la<br />

realidad, pero nadie le hace caso), surrealista, simbólico.<br />

3. Rasgos configuradores de su conducta que actúan como factores del drama: desencadenantes de<br />

la acción: instinto sexual de Adela y Martirio, y ceguera de B. y las otras hijas (Angustias) que no<br />

ven la realidad. Instrumentales: ambigüedad que preside las acusaciones e insinuaciones de<br />

Poncia; la locura de Mª Josefa que resta a sus palabras valor y efectividad.<br />

4. Caracterización por los movimientos escénicos: En los personajes sus movimientos corresponden<br />

a su personalidad y función dramática. La coordinación entre gestos, movimientos, tonos de voz,<br />

contenido y expresión de las palabras y actitud de personaje es absoluta: B. movimientos<br />

vigorosos y violentos, golpes en el suelo. Las hijas: estatismo, monotonía, ritmo lento, vidas<br />

apagadas, sombrías, mortecinas.<br />

5. Caracterización por los objetos: Personajes con objetos propios: B.= bastón; Adela= abanico de<br />

colores y traje verde; Angustias= retrato de Pepe el Romano; Mª Josefa= flores en el pelo y la<br />

36


oveja. Cada uno de estos objetos posee un valor simbólico y su uso, rotura o hurto, connotan unos<br />

valores bastante evidentes.<br />

El personaje femenino y la visión del hombre:<br />

Exclusivamente personajes femeninos, de clase social, edad, forma de vida, sensibilidad y<br />

sentimientos de todo tipo. La sombra del hombre gravita constantemente sobre la escena. El<br />

personaje femenino se aborda desde la perspectiva de la soledad y la ausencia del varón:<br />

frustraciones, deseos insatisfechos, realidad.<br />

Visión del hombre que transmiten estas mujeres: ser deseado y necesario para alcanzar la<br />

felicidad y vivir con alegría; dotado de enorme fuerza y amigo de la violencia; posee un fuerte<br />

instinto que le inclina al amor y al erotismo; somete a la mujer en el matrimonio, la encarga del<br />

cuidado de hogar.<br />

ESPACIO<br />

El decorado de los tres actos:<br />

Los tres decorados que inician los actos (ver acotaciones iniciales) coinciden en su sencillez<br />

ornamental, en la simplificación de sus elementos y en su valor simbólico. Las variaciones entre uno<br />

y otro son mínimas. Los tres se caracterizan por su sencillez, sobriedad, monotonía y sensación de<br />

enclautramiento.<br />

Primer Acto: Blancura (expresión de un mundo de apariencias); muros gruesos (incomunicación<br />

entre el mundo interior y el exterior). Mobiliario: cortinas de yute, sillas de enea. Espacio hosco y<br />

triste (“No ha de entrar el viento de la calle”). Adornos inverosímiles: cuadros: mundo lejano,<br />

fantástico, de ensueño.<br />

Segundo Acto: sobriedad, monotonía, prácticamente vacío. Movimiento simbólico hacia el interior<br />

de la casa: mayor alejamiento del mundo exterior (cada vez más hacia el interior).<br />

Tercer acto: patio interior. Paredes blancas ligeramente azuladas. Sin luz (tenue fulgor). Decorado:<br />

simplicidad absoluta.<br />

La oposición espacio visible (casa) / espacio aludido (mundo exterior):<br />

Ambas realidades presentes en el drama: dentro B. y sus hijas; fuera hombres, vecinas, amor,<br />

alegría, condena moral, murmuración, vida. El puente de unión es Poncia que se entera de los<br />

cotilleos y se los cuenta a B.<br />

Dos mundos simbólicos enfrentados: la casa (acción representada) / calle (acción oculta). La<br />

casa es el espacio cerrado, lugar inhóspito, reclusión, se le denomina “infierno” (Angustias),<br />

“convento” y “casa de guerra” (Poncia), “presidio” (Adela). En la calle suceden los ruidos, rumores,<br />

sonidos de vida, cantos, ladridos, silbido, tañido de campanas.<br />

A lo largo de la obra existen continuas alusiones al mundo exterior: pueblo, río, campo,<br />

olivar (el río y el olivar lugares de manifestación del erotismo). La ventana y el corral son lugares de<br />

encuentro con el mundo exterior; la ventana: amores permitidos; el corral: relaciones eróticas<br />

condenadas por la moral (encuentros prohibidos). A través de la ventana se establece el contacto con<br />

el mundo exterior y con el hombre (conversaciones entre Angustias y Pepe; los segadores).<br />

TIEMPO<br />

Localización temporal:<br />

37


El Acto I comienza a las 12 del mediodía; el Acto II, a las tres de la tarde; y el Acto III, de<br />

noche, sin determinar la hora. Son los propios personajes los que nos informan del tiempo<br />

cronológico (en el Acto III, es la acotación).<br />

Las campanas sirven también como indicadores temporales; en el Acto I sirve para crear<br />

tensión y comunicar sensaciones molestas para el espectador (función dramática); en el resto actúan<br />

como localización temporal.<br />

El tiempo no representado: entre los tres actos transcurre un tiempo no representado ¿un<br />

mes?. A través de los tres momentos elegidos por el autor se ve la evolución de los sentimientos de<br />

los personajes y de la acción dramática:<br />

1. Intención de Pepe el Romano de casarse con Angustias.<br />

2. Se borda el ajuar de Angustias. Se hablan. Pepe y Adela se ven. Martirio, enamorada. Todo<br />

transcurre en un tiempo no representado, acción oculta.<br />

3. Faltan tres días para la petición de mano de Angustias. Adela, amante de Pepe (también tiempo<br />

no representado).<br />

Procedimiento lingüístico empleado para señalar que ha transcurrido cierto tiempo desde el<br />

comienzo de cada acto: iniciar cada uno de los tres con el adverbio “YA”.<br />

La acción se desarrolla durante el verano, un verano de calor sofocante y opresivo, que le<br />

confiere a la obra mayor tensión dramática.<br />

El tiempo interior:<br />

El autor ha dramatizado también el tiempo interior de los personajes, la vivencia interna del<br />

tiempo.<br />

Sensación de lentitud y monotonía, por su ritmo lento, su fluir cansino. Monotonía de las<br />

vidas de esas mujeres, sin esperanza, ilusiones, proyectos de futuro; viven un presente amargo,<br />

condenadas a subisistir en un mundo hostil: en la soledad interior de la casa. El paso del tiempo, así<br />

vivido, es un drama para estas mujeres, les pesa el verano y la monotonía insoportable del quehacer<br />

indéntico: bordar.<br />

En este proceso interno del tiempo existe una evolución: desde la tenue esperanza inicial<br />

hasta la absoluta negación final del futuro tras el suicidio de Adela. Estas sensaciones las acentúa<br />

Lorca con el empleo de la luz como símbolo: de la luz brillante del mediodía a la oscuridad de la<br />

noche; vidas sombrías que anhelan la luz a las negras siluetas de la noche final.<br />

ESTRUCTURA<br />

Estructura externa:<br />

Estructura cíclica en tres Actos: presentación (planteamiento), nudo y desenlace, cada uno<br />

de los cuales transcurre en un cuadro (espacio) diferente y en un tiempo distinto.<br />

Estructura interna:<br />

Cada cuadro ofrece el mismo movimiento interno: a) Calma inicial; b) Sucesión de<br />

conflictos; c) Violencia final. Los conflictos y la violencia van creciendo hasta el suicidio final: la<br />

pasión erótica, la envidia, el odio, aumentan y se expresan con mayor violencia según avanza la<br />

obra.:<br />

38


ACTOS SITUACIÓN <strong>DE</strong> CALMA CONFLICTOS VIOLENCIA<br />

- Silencio. Ruido de cam- - Imposición del luto - Mª Josefa arras-<br />

panas. - Intento de rebelión trada a la fuer-<br />

I - Conversación de criadas - Violencia de B. con za a su habita-<br />

Angustias. ción.<br />

- La herencia y Pepe<br />

- Mujeres cosiendo - Enfrentamiento Ade- - Linchamiento<br />

- Conversaciones sobre la y Poncia. de la hija de<br />

los hombres. - Episodio del retrato la Librada.<br />

II - Insinuaciones de P.<br />

- Enfrentamiento Ade-<br />

la y Martirio.<br />

- Mujeres cenando - Conversación de B. - Escopeta y<br />

- Visita de Prudencia y Poncia disparo.<br />

III - Encuentro de Mar- - Suicidio de<br />

tirio y Mª Josefa Adela.<br />

- Enfrentamiento Ade-<br />

la y Martirio.<br />

Otros elementos recurrentes:<br />

- El “ya” inicial de cada acto.<br />

- “¡Silencio!” de B. al principio y al final.<br />

- Muerte al principio y al final.<br />

- Doblan campanas al principio; se anuncia doblar de campanas al amanecer (final).<br />

- Repetición de temas y conversaciones.<br />

- Juego de oposiciones: temáticas (libertad / opresión); espaciales (casa / calle); temporales (día /<br />

noche); cromáticas (blanco / negro); lumínicas (luz / oscuridad).<br />

Avisos, indicios y presagios del desenlace:<br />

1. Acto: las premoniciones corresponden a Mª Josefa.<br />

2. Acto: conversación inicial entre Angustias y Magdalena; enfrentamiento Adela-Poncia;<br />

insinuaciones de Poncia; enfrentamiento Adela-Martirio (ésta desencadenará los acontecimientos<br />

finales); identificación de Adela con la hija de la Librada.<br />

3. Acto: visita de Prudencia, anillo de pedida; insinuación de Poncia a B.; diálogo entre Poncia y la<br />

criada; vaticinio de la destrucción final en las palabras de Mª Josefa.<br />

Realidad y poesía en la obra. Visión de la realidad desde la poética lorquiana:<br />

Personajes, situación dramática, espacio simbólico, todo está contemplado desde una<br />

dimensión poética: la exageración en la descripción de los caracteres, la acentuada diferencia de<br />

edad entre Angustias y Pepe, la proliferación de metáforas e imágenes en el habla de los personajes,<br />

la estructuración de la obra en un doble plano, real (representado) e imaginado (no visible y<br />

simbólico), el dominio de la antítesis, todos estos elementos se refieren a la poetización de la<br />

39


ealidad. La aproximación a la realidad, a los problemas humanos de su tiempo se hace no desde el<br />

realismo literario, sino desde la poesía.<br />

ESTILO<br />

El lenguaje teatral. Las formas de expresión:<br />

En toda obra dramática existen un texto dramático primario: lo que escuchan los<br />

espectadores en boca de los actores (aparte, monólogos, diálogos); y un texto dramático secundario:<br />

indicaciones del autor para una mejor puesta en escena de la obra (acotaciones).<br />

Acotaciones:<br />

Proporcionan información esencial sobre la puesta en escena (decorados, vestuario...) y de la<br />

intención comunicativa de los personajes.<br />

Indicaciones espaciales y ambientales; indicaciones sobre el vestuario y los objetos<br />

caracterizadores de los personajes; observaciones sobre el tiempo; aclaraciones sobre los gestos y<br />

los movimientos de los personajes; sobre entradas y salidas de los personajes; sugerencias en torno a<br />

la intención comunicativa y el tono de voz. En cierta medida el autor dirige la representación de su<br />

obra desde el propio texto.<br />

Apartes:<br />

Lorca casi no emplea este recurso (palabras que sólo son percibidas por los espectadores, no<br />

por el interlocutor), sólo en dos ocasiones y para insultar: a) en las visitas de las mujeres en el duelo,<br />

cuando insultan a B.; b) en el Acto II, cuando Martirio casi descubre a Amelia todo lo que sabe<br />

“Eso, ¡eso!, una mulilla sin desbravar”.<br />

Monólogos:<br />

Como modo de expresar una opinión o sentir sobre los acontecimientos. Sólo se emplea una<br />

vez en el Acto I, por la criada (crítica a B. y al marido, y lamento).<br />

Diálogos:<br />

Predomian los diálogos rápidos, incisivos y breves. Según su extensión:<br />

1. De exposición y respuesta breves: enfrentamientos y conversaciones forzadas e insustanciales<br />

(ver la visita de las mujeres en el duelo).<br />

2. De exposición amplia y respuesta breve: se relata alguna historia o se exponen los motivos de su<br />

actuación, mientras el interlocutor acepta, interroga o se interesa por algún aspecto de la<br />

exposición (ver conversación entre Mª Josefa y Martirio en el Acto III, o la de la Poncia y las<br />

hijas en el Acto II).<br />

A veces se alternan los dos tipos de diálogos (Amelia y Martirio en el Acto I).<br />

Según su contenido, los diálogos pueden dividirse:<br />

1. Informativos: sobre historias anecdóticas, afirmaciones sobre personajes (la Poncia y la criada en<br />

el Acto I).<br />

2. De acción: enfrentamiento entre los personajes. Tendencia a emparejar personajes: B.-Poncia;<br />

Amelia-Martirio; Adela-Poncia; Adela-Martirio...<br />

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El lenguaje coloquial:<br />

• Insultos, maldiciones amenazas (afecta a todos los personajes): mujeres en el duelo, Poncia y la<br />

criada contra B., en ausencia de ésta. B. contra las hijas (directos), como los de las hermanas<br />

entre sí; de las mujeres contra Adela cuando descubren sus relaciones con Pepe.<br />

• Algunos vulgarismos puestos en boca de Poncia y la criada, reflejo de su condición social: gorigori,<br />

parentela, gaznate y anteposición del artículo a los nombres propios la Magdalena.<br />

• Habla rural y campesina: sustantivo “madre” sin artículo; apócope: “la tercer sábana”; “la noche<br />

requiere compaña”.<br />

• Uso de refranes y frases hechas y dichos populares: “le hicieron la cruz”; “ir con el anzuelo”,<br />

“fuerte como un roble”.<br />

• Fórmulas de tratamiento: “Tú” para personas de la misma edad, aun de distinta condición social;<br />

“usted” para personas de más edad.<br />

Lenguaje poético. Figuras literarias:<br />

• Comparaciones: “dedos como ganzúas”; “parecía un cántaro”, “como árboles quemados”.<br />

• Imágenes y metáforas: casa = “convento”, “presidio”, “infierno”, “guerra”. “Bebo su sangre<br />

lentamente mirando sus ojos” (Adela refiriéndose a Pepe el Romano).<br />

• Hipérboles: “salía fuego de la tierra”; “siegan entre llamaradas”, “a un caballo encabritado soy<br />

capaz de poner de rodillas con la fuerza de mi dedo” (Adela).<br />

• Paralelismos semánticos (repetición de una misma idea en varios lugares): Martirio = “pozo de<br />

veneno” , “el corazón lo tiene lleno de una fuerza tan mala...”<br />

Los símbolos:<br />

Los símbolos, como elemento físico que alude a una experiencia psíquica interna (un<br />

sentimiento, un estado de ánimo, un instinto...), son pilares de la producción dramática y lírica de<br />

Lorca. Un mismo símbolo puede aludir a más de un campo nocional: luna = muerte, erotismo,<br />

fecundidad, belleza. El valor de los símbolos:<br />

Caballo Pasión sexual, deseo amaoroso, instinto.<br />

Oveja Imagen de niño y de fertilidad.<br />

Perro Sumisión; animalización.<br />

Árbol Fuerza, virilidad.<br />

Flores Amor, relación sexual y pasión.<br />

Luna Muerte, erotismo.<br />

Sol Vida, alegría.<br />

Agua Río: vida y erotismo. Pozo: muerte.<br />

Color blanco Vida, alegría, libertad.... amor.<br />

41


El lenguaje de los personajes:<br />

• B. y los mecanismos de mandato: intervenciones rápidas, secas y cortantes. Parlamentos<br />

autoritarios, bruscos y agresivos. Empleo de la modalidad oracional imperativa y de la<br />

interrogativa (función apelativa). Uso continuado del mandato a través de: imperativos verbales<br />

(“¡Vete!”, “¡contesta!”, “¡matadle!”); sustantivos con valor interjectivo (“¡Silencio!”, “¡a la<br />

cama!”); fórmulas de mandato: negación + verbo en subjuntivo (“No llores”), que + verbo (“que<br />

no te vea”). Preguntas inquisitivas que son un mandato, no una demanda de respuesta (“¿Hay que<br />

decir las cosas dos veces?”). Infinitivo en lugar de imperativo (“Sentarse” = vulgarismo).<br />

Locuciones adverbiales sin verbo (“¡Fuera de aquí todas!”). Futuro de indicativo (“Nadie dirá<br />

nada”).<br />

• El lenguaje de los demás personajes: Angustias, Magdalena y Amelia = monotonía, tedio de sus<br />

palabras. Martirio abusa de las amenazas y de las insinuaciones. Adela fuerza y violencia verbal,<br />

empleo de imperativos y de frases cortantes y enérgicas. Poncia: rico y variado, coloquialismos,<br />

frases populares y rurales, vulgarismos; maestra en la insinuación, provocativa, tentadora. Mª<br />

Josefa: mezcla del lenguaje infantil y de habla perturbadora (disparates y juegos lingüísticos<br />

absurdos), sentencias graves.<br />

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