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Nota realizada para la revista Freeway y publicada - BlogCouture

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el p<strong>la</strong>ncha con el índice<br />

le picoteaba <strong>la</strong> nariz. Yo<br />

del otro <strong>la</strong>do de <strong>la</strong> mesa<br />

no escuchaba nada por el<br />

volumen de <strong>la</strong> música. En<br />

eso el p<strong>la</strong>ncha termina su<br />

discurso y se va a su mesa,<br />

donde lo esperaba su séquito<br />

patotero. Atino a<br />

seguirlo <strong>para</strong> preguntarle<br />

cuál es el problema:<br />

_ Mi compañero y yo<br />

estamos en una tranqui,<br />

sin molestar a nadie<br />

–le digo.<br />

_ Tu amigo está de<br />

vivo desde hoy y lo voy<br />

picar como un queso…<br />

tengo <strong>la</strong> mano enyesada,<br />

pero tengo esto…<br />

Y en ese momento se<br />

levanta <strong>la</strong> remera y<br />

deja ver el mango de<br />

un calibre 38, el primer<br />

que vi en mi vida. El tipo<br />

estaba borracho, enojado<br />

con nosotros, era locatario<br />

y tenía un 38...<br />

Volví a mi mesa, con<br />

indisimu<strong>la</strong>do apuro.<br />

_ Martín, tenemos que<br />

irnos ya de acá<br />

_ Yo no me voy a ningún<br />

<strong>la</strong>do… A este p<strong>la</strong>nchita<br />

lo hago de goma.<br />

_ ¡¡Tiene un 38!!<br />

Rajamos. La salida<br />

estaba justo atrás del<br />

grupo enemigo. No<br />

nos alejamos ni treinta<br />

metros del salón que<br />

sentimos salir a todos los<br />

pibes, comandados por el<br />

que tenía el 38 en <strong>la</strong> mano y comenzó<br />

a dis<strong>para</strong>r.<br />

Corrimos como nunca, los talones en <strong>la</strong><br />

nuca, picaban <strong>la</strong>s ba<strong>la</strong>s en <strong>la</strong> vereda, el<br />

viento a favor traía el intenso olor a pólvora.<br />

Martín se caía al piso del pedo, yo<br />

lo levantaba, todo en repecho, subiendo<br />

el Cerrito, corriendo hasta llegar a <strong>la</strong> iglesia<br />

donde caímos muertos del cansancio<br />

pero ilesos. Nos quedamos cal<strong>la</strong>dos <strong>la</strong><br />

boca por un buen rato y lo primero que<br />

dijo mi amigo fue Yo no hice nada.<br />

Unos años después, Martín cayó en <strong>la</strong>s<br />

garras de <strong>la</strong> pasta base, droga que le fue<br />

generando una esquizofrenia inducida<br />

por consumo de estupefacientes (eso<br />

me dijo el médico cuando lo llevé a que<br />

lo atendieran). Al final, escuchaba voces,<br />

estaba convencido de que <strong>la</strong> cia le había<br />

puesto un chip en el cerebro.<br />

Muy mal, ya no era Martín.<br />

Una de <strong>la</strong>s peores mañanas de mi vida<br />

mi madre me despertó llorando, diciendo<br />

que Martín no sé qué cosa, al principio<br />

no le entendía bien pero después sí, que<br />

Martín con una Magnum 357 había matado<br />

a su madre y luego se había<br />

suicidado.<br />

Salté de <strong>la</strong> cama y corrí hasta su<br />

casa, el mismo repecho del<br />

Cerrito que nos salvó<br />

ahora me se<strong>para</strong>ba de<br />

él. Cuando llegué estaba<br />

su padre, muy<br />

confundido, recién<br />

había pasado todo<br />

y en esa casa todavía<br />

se olía ese dulce<br />

olor a pólvora.<br />

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