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Los de Abajo Mariano Azuela

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hace el milagro (mi Madre Santísima <strong>de</strong> Guadalupe me lo ha <strong>de</strong> conce<strong>de</strong>r), si me le junto a Villa...,<br />

juro por la sagrada alma <strong>de</strong> mi madre que me la han <strong>de</strong> pagar estos fe<strong>de</strong>rales".<br />

Otro, joven, muy inteligente, pero charlatán hasta por los codos, dipsómano y fumador <strong>de</strong> marihuana,<br />

lo llamó aparte y, mirándolo a la cara fijamente con sus ojos vagos y vidriosos, le sopló al oído:<br />

"Compadre..., aquéllos..., los <strong>de</strong> allá <strong>de</strong>l otro lado..., ¿compren<strong>de</strong>s?..., aquéllos cabalgan lo más<br />

granado <strong>de</strong> las caballerizas <strong>de</strong>l Norte y <strong>de</strong>l interior, las guarniciones <strong>de</strong> sus caballos pesan <strong>de</strong> pura<br />

plata... Nosotros, ¡pst!..., en sardinas buenas para alzar cubos <strong>de</strong> noria..., ¿compren<strong>de</strong>s, compadre?<br />

Aquéllos reciben relucientes pesos fuertes; nosotros, billetes <strong>de</strong> celuloi<strong>de</strong> <strong>de</strong> la fábrica <strong>de</strong>l asesino...<br />

Dije..."<br />

Y así todos, hasta un sargento segundo contó ingenuamente: "Yo soy voluntario, pero me he tirado<br />

una plancha. Lo que en tiempos <strong>de</strong> paz no se hace en toda una vida <strong>de</strong> trabajar como una mula, hoy<br />

se pue<strong>de</strong> hacer en unos cuantos meses <strong>de</strong> correr la sierra con un fusil a la espalda. Pero no con<br />

éstos `mano'..., no con éstos..."<br />

Y Luis Cervantes, que compartía ya con la tropa aquel odio solapado, implacable y mortal a las<br />

clases, oficiales y a todos los superiores, sintió que <strong>de</strong> sus ojos caía hasta la última telaraña y vio<br />

claro el resultado final <strong>de</strong> la lucha.<br />

—¡Mas he aquí que hoy, al llegar apenas con sus correligionarios, en vez <strong>de</strong> recibirle con los brazos<br />

abiertos lo encapillan en una zahúrda!<br />

Fue <strong>de</strong> día: los gallos cantaron en los jacales; las gallinas trepadas en las ramas <strong>de</strong>l huizache <strong>de</strong>l<br />

corral se removieron, abrían las alas y esponjaban las plumas y en un solo salto se ponían en el<br />

suelo.<br />

Contempló a sus centinelas tirados en el estiércol y roncando. En su imaginación revivieron las<br />

fisonomías <strong>de</strong> los dos hombres <strong>de</strong> la víspera. Uno, Pancracio, agüerado, pecoso, su cara lampiña, su<br />

barba saltona, la frente roma y oblicua, untadas las orejas al cráneo y todo <strong>de</strong> un aspecto bestial. Yel<br />

otro, el Manteca, una piltrafa humana: ojos escondidos, mirada torva, cabellos muy lacios cayéndole a<br />

la nuca, sobre la frente y las orejas; sus labios <strong>de</strong> escrofuloso entreabiertos eternamente.<br />

Y sintió una vez más que su carne se achinaba.<br />

VII<br />

Adormilado aún, Demetrio paseó la mano sobre los crespos mechones que cubrían su frente<br />

húmeda, apartados hacia una oreja, y abrió los ojos.<br />

Distinta oyó la voz femenina y melodiosa que en sueños había escuchado ya, y se volvió a la puerta.<br />

Era <strong>de</strong> día: los rayos <strong>de</strong>l sol dar<strong>de</strong>aban entre los popotes <strong>de</strong>l jacal. La misma moza que la víspera le<br />

había ofrecido un apastito <strong>de</strong> agua <strong>de</strong>liciosamente fría (sus sueños <strong>de</strong> toda la noche), ahora, igual <strong>de</strong><br />

dulce y cariñosa, entraba con una olla <strong>de</strong> leche <strong>de</strong>sparramándose <strong>de</strong> espuma.<br />

—Es <strong>de</strong> cabra, pero está regüena... An<strong>de</strong>le, nomás aprébela...<br />

Agra<strong>de</strong>cido, sonrió Demetrio, se incorporó y, tomando la vasija <strong>de</strong> barro, comenzó a dar pequeños<br />

sorbos, sin quitar los ojos <strong>de</strong> la muchacha.<br />

Ella, inquieta, bajó los suyos.<br />

—¿Cómo te llamas?<br />

— Camila.<br />

—Me cuadra el nombre, pero más la tonadita...

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