El Libro de Oro de Bolívar - Otra Mirada del Conflicto
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iografías<br />
<strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong><br />
<strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Caracas, 2007
iografías<br />
<strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong><br />
<strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Cornelio Hispano
©Cornelio Hispano<br />
© Fundación Editorial el perro y la rana, 2007<br />
Av. Panteón. Foro Libertador.<br />
Edif. Archivo General <strong>de</strong> la Nación, planta baja,<br />
Caracas-Venezuela, 1010.<br />
Telfs.: (58-0212)5642469<br />
Telefax: (58-0212) 5641411<br />
Correos electrónicos:<br />
mcu@ministerio<strong>de</strong>lacultura.gob.ve<br />
elperroylaranaediciones@gmail.com<br />
Diseño <strong>de</strong> la colección: Kael Abello<br />
Diagramación: Edarlys Rodríguez<br />
Edición <strong>de</strong>l cuidado <strong>de</strong>: Luis Lacave<br />
Transcripción: Yaneth Mendoza H.<br />
Corrección: Eva Molina<br />
Hecho el Depósito <strong>de</strong> Ley<br />
Depósito legal lf 40220068001814<br />
ISBN 980-396-205-1
Colección trazos y testimonios<br />
En la historia no hay espacio para el silencio y el vacío. <strong>El</strong> recuerdo <strong>de</strong> los protagonistas<br />
<strong>de</strong>l mundo ha sido perpetuado en el papel, allí están el estilo, la feria, la<br />
herida, la cumbre y el abismo <strong>de</strong> vidas que se repiten en la lectura. Esta colección<br />
hace honor a los hombres que por su fuerza e intuición han <strong>de</strong>finido épocas; sus<br />
cuatro series honran las huellas que conservan aroma y frescura, las voces que permanecen<br />
porque aún tienen mucho que <strong>de</strong>cir. Biografías es la serie que con<strong>de</strong>nsa<br />
estudios <strong>de</strong> investigación en torno a la vida y obra <strong>de</strong> los personajes que han<br />
sellado el tiempo. Diarios nos trae a los autores <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus escritos más personales,<br />
nos acerca a ellos con la sutileza <strong>de</strong> quien atien<strong>de</strong> un acto <strong>de</strong> intimidad. Epístolas<br />
reconstruye momentos <strong>de</strong> intercambio i<strong>de</strong>ológico y sensitivo a través <strong>de</strong> las cartas,<br />
recopila instantes revertidos en tinta para comunicar en su momento inquietu<strong>de</strong>s<br />
que contribuyen a la reflexión. Relatos <strong>de</strong> Viaje permite que el escritor nos tome<br />
<strong>de</strong> la mano para llevarnos con él a países y regiones extranjeras; nos invita a conocer<br />
geografías, climas, culturas, impresiones que se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>n <strong>de</strong> sus propias<br />
narraciones.<br />
Hay líneas <strong>de</strong>l tiempo que se <strong>de</strong>jan ver, colores y oscurida<strong>de</strong>s que el olvido no<br />
ha podido manipular <strong>de</strong>l todo, esta colección se atreve a hurgar en los resquicios<br />
<strong>de</strong> la memoria para obsequiarnos los Trazos y Testimonios <strong>de</strong> figuras inmortales.<br />
7
Introducción<br />
Después <strong>de</strong> la Historia secreta <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> don<strong>de</strong> he presentado al héroe en Capua<br />
(quiero <strong>de</strong>cir, bajo las palmeras <strong>de</strong> La Magdalena), coronado <strong>de</strong> mirtos y laureles<br />
y en los brazos <strong>de</strong> la mujer amada, he aquí su complemento, natural y necesario:<br />
<strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, esto es, las más bellas y acrisoladas páginas <strong>de</strong> los anales<br />
<strong>de</strong> su vida: dorados recuerdos <strong>de</strong> la infancia; sucesos sobre los cuales ha pasado ya<br />
su brocha la leyenda; episodios que son como síntesis <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> su genio y<br />
carácter; semblanzas trazadas en secreto por amigos y camaradas en las más íntimas<br />
y <strong>de</strong>scuidadas posturas; confi<strong>de</strong>ncias que guardó el tiempo, como en discretos<br />
relicarios, en el corazón <strong>de</strong> fieles y apasionados admiradores, aun <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la<br />
muerte; memorias i<strong>de</strong>alizadas cum grano salis, <strong>de</strong> tinte otoñal, como flores <strong>de</strong> oro<br />
entre las hojas <strong>de</strong> un libro <strong>de</strong> oraciones.<br />
Al recogerlas con pasión, el autor pue<strong>de</strong> haber errado en los <strong>de</strong>talles y aun<br />
interpretado bizarramente la verdad histórica, pero ha sido leal a la verdad intelectual,<br />
a esa nobleza y <strong>de</strong>coro <strong>de</strong> expresión que da como fruto una obra espontánea<br />
y vivaz, <strong>de</strong> una virtud propia y perenne, como <strong>de</strong>cía Tucídi<strong>de</strong>s, y no una mera<br />
esgrima espiritual; en otros términos, ha querido que todas sus palabras tengan un<br />
acento <strong>de</strong> heroica verdad, y que sus cualida<strong>de</strong>s sean las que Luciano pedía al historiador:<br />
Un buen sentido para las cosas <strong>de</strong>l mundo, y una agradable expresión.<br />
Porque la historia es un arte y una ciencia; la perfección <strong>de</strong> la forma es esencial,<br />
y <strong>de</strong> ello nos han dado clarísimos ejemplos Agustín Thierry, Renán, Taine, maestros<br />
consumados que creyeron que una frase mal construida correspon<strong>de</strong> siempre a su<br />
pensamiento inexacto. Esa humil<strong>de</strong> parte <strong>de</strong>l trabajo literario, que consiste en atenuar<br />
y borrar, parte tan poco comprendida <strong>de</strong> las personas inexpertas que ignoran lo que<br />
9
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
cuesta al arte saberse ocultar, era la que más los atraía. De Thierry se cuenta que<br />
el día que <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> existir para la vida intelectual, <strong>de</strong>spertó a su criado a las cuatro<br />
<strong>de</strong> la mañana y le dictó un ligero cambio a una frase <strong>de</strong> la Conquista, que sólo el<br />
podía <strong>de</strong>sear mejor <strong>de</strong> lo que estaba. Las reminiscencias <strong>de</strong> los contemporáneos<br />
pue<strong>de</strong>n también discordar, y aun contra<strong>de</strong>cir, pero su bondad estriba en ser unánimes,<br />
precisas, admirablemente gráficas en cuanto al carácter <strong>de</strong>l héroe y a la<br />
impresión que en vida les causó y que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte conservaron clara y<br />
profundamente única.<br />
«La inexactitud, que es uno <strong>de</strong> los rasgos <strong>de</strong> todas las producciones populares,<br />
dice Renán, se hace sentir particularmente en los Evangelios, que son biografías<br />
legendarias. Supongamos que, hace quince o veinte años, tres o cuatro viejos<br />
veteranos <strong>de</strong>l Primer Imperio se hubiesen puesto a escribir cada uno por su<br />
cuenta, y ayudados sólo por sus recuerdos, la vida <strong>de</strong> Napoleón. Es claro que sus<br />
relatos adolecerían <strong>de</strong> numerosos errores, <strong>de</strong> incontables discordancias. Uno colocaría<br />
a Wagram antes <strong>de</strong> Marengo; otro no vacilaría en escribir que Bonaparte<br />
arrojó <strong>de</strong> las Tullerías a Robespierre; otro, en fin, omitiría las expediciones <strong>de</strong><br />
mayor importancia. Pero una cosa se <strong>de</strong>stacaría firmemente con un alto grado <strong>de</strong><br />
verdad <strong>de</strong> esas ingenuas y sencillas narraciones: el carácter <strong>de</strong>l héroe y la imprecisión<br />
que <strong>de</strong>jó en torno suyo. Por tal aspecto esas reminiscencias populares valdrían<br />
mucho más que una historia solemne y oficial.»<br />
«Tratemos en nuestros días, dice el mismo autor en otra <strong>de</strong> sus obras, con<br />
nuestros innumerables medios <strong>de</strong> información y <strong>de</strong> publicación, tratemos <strong>de</strong> saber<br />
exactamente cómo se <strong>de</strong>sarrolló tal importante episodio <strong>de</strong> la historia contemporánea,<br />
cuáles fueron los preliminares, qué móviles e intenciones los movieron, y no<br />
lo conseguiremos. Por mi parte he tratado a menudo, como experiencia <strong>de</strong> crítica<br />
histórica, <strong>de</strong> formarme una i<strong>de</strong>a cabal <strong>de</strong> acontecimientos que han pasado ante<br />
mis ojos, tales como los sucesos <strong>de</strong> febrero, <strong>de</strong> junio, etc., y nunca he logrado<br />
quedar satisfecho. Es, pues, necesario escoger entre dos sistemas: o no escribir sino<br />
historia general, no tratar sino las gran<strong>de</strong>s líneas <strong>de</strong> la revoluciones políticas sociales<br />
y religiosas, las únicas que son rigurosamente ciertas, o <strong>de</strong>sprevenirse sobre la<br />
exactitud <strong>de</strong> los <strong>de</strong>talles, y aceptarlos, no como la verdad absoluta, sino como<br />
rasgos <strong>de</strong> costumbres dignas <strong>de</strong> ser tomadas en consi<strong>de</strong>ración.»<br />
Otro tanto pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse <strong>de</strong> los recuerdos que nos <strong>de</strong>jaron los compañeros <strong>de</strong><br />
<strong>Bolívar</strong>, sobre los cuales se ha escrito esta obra. Nada hay que agregar ya a los gran<strong>de</strong>s<br />
capítulos <strong>de</strong> los Anales bolivianos. Menester sería que se <strong>de</strong>scubrieran nuevos<br />
documentos, que se redactaran otras memorias, y ya los archivos nacionales y<br />
extranjeros no guardan secretos, ni quedan libertadores sobrevivientes para narrarnos,<br />
al amor <strong>de</strong> la lumbre, sus recuerdos <strong>de</strong> antaño. Ni es posible superar tampoco<br />
10
Introducción<br />
la obra monumental <strong>de</strong>l pasado. O’Leary, Blanco, Restrepo, Posada, Mosquera,<br />
que vinieron y oyeron, amontonaron los elementos esenciales y dieron la primera<br />
magistral impresión al bronce imperece<strong>de</strong>ro. Baralt, Montalvo y Larrazábal, con<br />
manos expertas y esmeradas retocaron las líneas, dispusieron las sombras, atildaron<br />
y pulieron los pliegues <strong>de</strong> la estatua, dándole el continente <strong>de</strong> los antiguos<br />
héroes; otros agregaron más tar<strong>de</strong> piedras al pe<strong>de</strong>stal o cubriéronle con ramas simbólicas,<br />
recién <strong>de</strong>sgajadas, en las florestas natales. Olmedo embocó en su honor la<br />
trompa homérica; Heredia pulsó su arpa; su salterio Ortiz, y Caro su latina lira.<br />
Y luego, que no siempre en las acciones más brillantes se muestran mejor las<br />
virtu<strong>de</strong>s y los vicios <strong>de</strong> los hombres; un palique sin trascen<strong>de</strong>ncia, una réplica, un<br />
gracejo nos permiten a menudo conocer mejor un carácter y un corazón que el<br />
prolijo relato <strong>de</strong> batallas sangrientas, o <strong>de</strong> vastas operaciones estratégicas, o <strong>de</strong> asaltos<br />
<strong>de</strong> ciuda<strong>de</strong>s.<br />
Al revés <strong>de</strong> la historia cabal y rígida, las Memorias, creadas por el genio francés,<br />
la crónica, es como una anciana nodriza que conserva en sus labios joviales y candorosos<br />
las <strong>de</strong>steñidas tradiciones <strong>de</strong> las cosas. Plutarco me encanta siempre, dice<br />
Montesquieu: tiene episodios referentes a las personas verda<strong>de</strong>ramente <strong>de</strong>liciosos,<br />
y Aristóteles prohibe que se lleven al drama héroes perfectos por temor <strong>de</strong> que no<br />
interesen al público. Y, en verdad, los personajes irreprochables nos asombran o<br />
nos atedian, y, como por lo general nos sentimos atraídos unos a otros por las<br />
<strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s y flaquezas comunes, nada simpático nos parece quien no pecó nunca,<br />
quien jamás erró, ni alguna vez se arrepintió o se contradijo, cosas todas propias<br />
<strong>de</strong> los míseros mortales.<br />
<strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> completa, pues, la Historia secreta y el <strong>de</strong>licioso Diario<br />
<strong>de</strong> Bucaramanga. Sólo a través <strong>de</strong> esas páginas po<strong>de</strong>mos hoy y siempre conocer a<br />
Simón <strong>Bolívar</strong> tal como fue, mortal entre los mortales, hombres entre los hombres.<br />
En vano lo buscaríamos en los graves autores que en los primeros tiempos <strong>de</strong><br />
la República cuidaron <strong>de</strong> presentárnoslo bajo el solio presi<strong>de</strong>ncial, o en el gabinete<br />
<strong>de</strong> estudio, en ceremonioso frac, o en <strong>de</strong>slumbrante uniforme, tal sería como<br />
buscar en Thiers o Mignet al apasionado Bonaparte <strong>de</strong> la Malmaison o <strong>de</strong><br />
Compiegne. Y a la manera que <strong>de</strong> este legendario emperador nada nos seduce hoy,<br />
como no sean los secretos <strong>de</strong> su fuerza y los secretos <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s, sus aventuras<br />
galantes, livianda<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>rroches, fracasos, pesares, sus cesáreas visiones, su<br />
gloria sin par, y apenas si nos preocupan y distraen los itinerarios <strong>de</strong> sus marchas<br />
a través <strong>de</strong> los <strong>de</strong>siertos <strong>de</strong>l Nilo y las estepas rusas, o sus vastos planes <strong>de</strong> campaña,<br />
o sus finanzas, o sus tratados leoninos, o sus códigos, <strong>de</strong>l propio modo no<br />
queremos saber más sobre la Constitución boliviana, ni sobre la pretendida<br />
11
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
monarquía en América, ni sobre la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l Perú y Bolivia, o el<br />
Congreso <strong>de</strong> Panamá. La vida <strong>de</strong> un hombre, repito, no se compone solamente <strong>de</strong><br />
los acontecimientos notables que refieren las historias corrientes y oficiales, ella es<br />
la serie continua <strong>de</strong> todas las sensaciones, pensamientos, sentimientos, acciones<br />
gran<strong>de</strong>s y pequeñas que han llenado sus días <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su cuna hasta su muerte. Y,<br />
quizá, si <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un estudio profundo y <strong>de</strong>sprevenido, se quisiera sintetizar en<br />
una frase el carácter moral recóndito <strong>de</strong>l Libertador, habría que <strong>de</strong>cir que él, epicúreo<br />
como Alejandro, como Lutero, como Goethe, como René, resumía en dos<br />
cosas todas las bellezas y dulzuras humanas: la Gloria y el Amor.<br />
12<br />
París, 1925.<br />
C. Hispano
I<br />
Las vísperas <strong>de</strong> la Revolución
En aquel tiempo, o sea en los dos lustros que precedieron a la Revolución <strong>de</strong><br />
1810, la vida <strong>de</strong> la colonias ultramarinas <strong>de</strong> España era holgada, tranquila y<br />
patriarcal, como era alegre y confiada, suntuosa y floreciente la vida <strong>de</strong> Francia en<br />
ese gran siglo XVIII, mientras en las más bajas capas sociales ardían secreta y lentamente<br />
las chispas salidas <strong>de</strong> los cerebros <strong>de</strong> los filósofos y que habrían <strong>de</strong> estallar<br />
<strong>de</strong> súbito en la maravillosa hoguera <strong>de</strong>l 89. En el dichoso Virreinato <strong>de</strong> la Nueva<br />
Granada habían disminuido, ya tardíamente, es cierto, los impuestos, pechos y<br />
alcabalas; era próspero el comercio, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un letargo tres veces secular; los<br />
productos <strong>de</strong> la tierra, como el café y el cacao, enriquecían a los dueños <strong>de</strong> las<br />
vastas haciendas don<strong>de</strong> trabajaban graciosamente y como bestias los esclavos; en<br />
los potreros, <strong>de</strong>hesas y sabanas pastaban multicolores e innumerables rebaños,<br />
gordos y lozanos, que excediendo al consumo empezaban a <strong>de</strong>sfilar hacia las<br />
Antillas en pingües intercambios mercantiles.<br />
Así plácidos y monótonos y confiados transcurrían los días y los años y los<br />
siglos en nuestro sumiso y feliz Nuevo Reino, renombrado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus orígenes<br />
hasta hoy por la fertilidad <strong>de</strong> sus campos, sus ingentes riquezas naturales, entonces<br />
como hoy, ocultas y custodiadas por dragones <strong>de</strong> siete cabezas, como las manzanas<br />
<strong>de</strong> oro <strong>de</strong>l Jardín <strong>de</strong> las Hespéri<strong>de</strong>s; su incomparable posición geográfica<br />
entre los dos Océanos, la sorpren<strong>de</strong>nte belleza <strong>de</strong> sus valles, florestas, bosques y<br />
vírgenes montañas, y la mansa y pía condición <strong>de</strong> sus habitantes, impregnados,<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces, <strong>de</strong> cierta encantadora melancolía religiosa u olvido <strong>de</strong> las cosas<br />
ilusorias y perece<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> la tierra, que aún perdura intacta en nuestra alma nacional,<br />
a Dios gracias, por las tangibles y eternas <strong>de</strong>l cielo.<br />
Lo maravilloso llena la vida <strong>de</strong> los sencillos colonos que atribuyen a los santos<br />
y al <strong>de</strong>monio una permanente intervención en los más minuciosos inci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong><br />
su plácida existencia. Aquí y allá, pesados conventos, sin fachadas, todos con nombres<br />
<strong>de</strong> santos: San Francisco, San Diego, Santo Domingo, <strong>El</strong> Carmen, San<br />
Agustín, Santa Clara, La Enseñanza, La Concepción, La Capuchina, en cuyos<br />
muros converge toda autoridad, todo pensamiento y toda vida. Las campanas es<br />
lo único que levanta la voz en la ciudad <strong>de</strong>sierta y como dormida; la biblioteca<br />
15
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
teológica <strong>de</strong>l convento el solo <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong> cultura, y el colegio principal, una<br />
<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia adyacente <strong>de</strong>l claustro.<br />
La librería no existe, la imprenta hace novenas, bulas, pragmáticas. <strong>El</strong> peripato y<br />
el ergotismo agobian las inteligencias, y así el culteranismo <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a prepara y acompaña<br />
al culteranismo <strong>de</strong> la frase. La metrópoli revela, sin embargo, su interés en conservar<br />
tal estado <strong>de</strong> cosas. «Un clero innumerable y ocioso pulula con el permanente<br />
hervor <strong>de</strong> la planta asaltada <strong>de</strong> hormigas movido por la vulgaridad, la ignorancia, la<br />
pasión fanática, la gula, la sensualidad y codicia que arrebata al indio infeliz las heces<br />
que pudo <strong>de</strong>jar la usura <strong>de</strong>l patrón.» La vida es triste y monótona, poblada <strong>de</strong> temor<br />
supersticioso y disposición penitencial; cantan los gallos para que amanezca la murmuración<br />
y el sol se pone para que ella atisbe más a cubierto.<br />
La insuficiencia o falta absoluta <strong>de</strong> enseñanza en los planteles <strong>de</strong> la colonia,<br />
era suplida por estudios solitarios, como lo reconocía el virrey Mendinueta al<br />
estampar en la Relación dirigida a su sucesor, los siguientes conceptos que contestan,<br />
<strong>de</strong> una vez por todas, a aquellos obcecados aun en nuestros días, que con el<br />
mismo espíritu que inspiraba a los gobernantes españoles <strong>de</strong> aquella época, alegan<br />
en favor <strong>de</strong> la cultura peninsular en sus colonias, la formación <strong>de</strong> inteligencias tan<br />
po<strong>de</strong>rosas como las <strong>de</strong> Caldas, Torres, etc. : «Los que la tienen, dice, refiriéndose<br />
a la instrucción <strong>de</strong> los colonos (según el método y autores que prescribió la junta<br />
<strong>de</strong> estudios el 13 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1779), pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que la han adquirido más<br />
bien en sus gabinetes, a esfuerzos <strong>de</strong> un estudio particular, auxiliados <strong>de</strong> sus propios<br />
libros, que en los colegios y aulas públicas, estando en ellos limitada la enseñanza<br />
a un mediana latinidad y a la filosofía peripatética <strong>de</strong> Gaudin, a la teología<br />
y <strong>de</strong>recho civil y canónico.»<br />
Acor<strong>de</strong> con esa Relación es una nota al Gobierno <strong>de</strong> Madrid, fechada en<br />
Bogotá en los días <strong>de</strong>l terror, en que al hablar <strong>de</strong>l medio más eficaz, en su concepto,<br />
para restablecer en las colonias sublevadas la autoridad <strong>de</strong>l trono y <strong>de</strong>l altar,<br />
<strong>de</strong>cía don Pablo Morillo, <strong>El</strong> Pacificador:<br />
«A todos los individuos <strong>de</strong> ambos sexos que sabían leer y escribir, se les ha tratado<br />
como rebel<strong>de</strong>s. En mi opinión, es medio <strong>de</strong>l más seguro <strong>de</strong> contener los progresos <strong>de</strong>l<br />
espíritu revolucionario.»<br />
Y cuando la ciudad <strong>de</strong> Mérida, en Venezuela, solicita, a mediados <strong>de</strong>l siglo<br />
XVIII, que se eleve su seminario a la categoría <strong>de</strong> universidad, el Gobierno <strong>de</strong><br />
Carlos IV contesta con tanta lógica como franqueza, que «Su Majestad no consi<strong>de</strong>ra<br />
conveniente el que se haga general la instrucción en América».<br />
16
I. Las vísperas <strong>de</strong> la Revolución<br />
Los escitas vaciaban los ojos a sus esclavos para que hiciesen girar la mula con<br />
menos distracciones. Tal es el principio <strong>de</strong> los gobiernos tiránicos, y tal fue el que<br />
España aplicó rigurosamente a sus colonias ultramarinas. La Inquisición se<br />
encargó <strong>de</strong> cegar las almas, y a su sombra se fundaron en México, Lima y otras<br />
ciuda<strong>de</strong>s universida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>stinadas a cultivar y propagar la ignorancia. Trescientos<br />
años duró aquel régimen en América y en la misma España existiría aún el Santo<br />
Oficio hoy, si un rey extranjero y usurpador, <strong>de</strong> raza y lengua distintas, José<br />
Bonaparte (apellidado Pepe Botellas), no lo hubiera abolido durante su corto reinado.<br />
Complemento <strong>de</strong> la Inquisición era el comercio <strong>de</strong> indulgencias, renta <strong>de</strong>l<br />
clero romano y <strong>de</strong> la metrópoli.<br />
<strong>El</strong> Papa entregaba al gobierno español, y éste a sus colonias, cinco especies <strong>de</strong><br />
bulas: la <strong>de</strong> vivos, la <strong>de</strong> difuntos, <strong>de</strong> huevos y lacticinios, <strong>de</strong> composición y la <strong>de</strong> la<br />
Santa Cruzada. La penúltima tenía el maravilloso e inaudito efecto <strong>de</strong> hacer legítimo<br />
propietario al injusto <strong>de</strong>tentador <strong>de</strong> la propiedad ajena.<br />
Ahora, por lo que hace a nuestros antiguos hogares, una carta íntima y familiar,<br />
publicada en la revista Popayán, va a darnos los colores, el ambiente y hasta el perfume<br />
<strong>de</strong> aquellos cuadros, o escenas rústicas <strong>de</strong> la más encantadora simplicidad:<br />
«Como <strong>de</strong>seas pormenores <strong>de</strong> la familia, allá van unos cuantos (le escribía <strong>de</strong><br />
Popayán don Jerónimo, a su hermano el ilustre don Camilo Torres, resi<strong>de</strong>nte en<br />
Santa Fe, el 20 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1807):<br />
«Nuestras hermanas lo pasan gran<strong>de</strong>mente en su retiro <strong>de</strong> Pandiguando, llamado<br />
ahora comúnmente <strong>El</strong> Llanito; no se cansan, y, al parecer, no se cansarán<br />
jamás <strong>de</strong> la relativa soledad <strong>de</strong>l campo, y se consi<strong>de</strong>ran muy felices estando lejos<br />
<strong>de</strong> las rivalida<strong>de</strong>s mezquinas <strong>de</strong> esta ciudad. <strong>El</strong>las llevan un sistema <strong>de</strong> vida higiénico,<br />
metódico, tranquilo e igual, turnándose cada una, <strong>de</strong>l primero al primero<br />
<strong>de</strong>l mes, en las faenas domésticas. Se levantan infaliblemente a las cinco, con diferencia<br />
<strong>de</strong> minutos; llaman a las esclavas y rezan luego en un oratorio contiguo a la<br />
cuadra (alcoba); pasan <strong>de</strong>spués a bañarse, casi diariamente, en una alberca espaciosa<br />
—<strong>de</strong> cuatro varas <strong>de</strong> largo, tres <strong>de</strong> ancho y una y media <strong>de</strong> hondo,— construida<br />
<strong>de</strong> baldosas <strong>de</strong> piedra bien zulaqueadas, y situada <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la casita en un<br />
<strong>de</strong>clive suave, sombreado a uno y otro extremo con naranjos pintorescos y frondosos,<br />
aunque vetustos, que existían allí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> marras. Un manantial abundante<br />
<strong>de</strong> agua potable, siete varas distantes <strong>de</strong> ella, encerrado en alcubilla <strong>de</strong> cal y canto<br />
y conducida por arcaduces <strong>de</strong> barro cocido, la surte durante la noche. Terminado<br />
el baño, toman la espumosa leche al pie <strong>de</strong> la vaca, por vía <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayuno, y en<br />
seguida van al jardín situado al frente <strong>de</strong> la casita y también al lado opuesto <strong>de</strong>l<br />
17
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
pararrayo, abundante en rosales <strong>de</strong> distintas clases que producen flores <strong>de</strong> hermosos<br />
y variados matices. Allí gozan mucho contemplado las flores y regando las<br />
matas, bien entendido que el riego sólo lo hacen en el corto tiempo <strong>de</strong> verano, <strong>de</strong><br />
junio a agosto, pero no en estos meses <strong>de</strong> horrorosas tempesta<strong>de</strong>s y fuertes lluvias,<br />
época en que el cielo se encarga <strong>de</strong> proveerlas <strong>de</strong> agua en <strong>de</strong>masía. A las ocho y<br />
media se sirve el almuerzo, y durante este acto, como también en el <strong>de</strong> la comida,<br />
<strong>de</strong>partimos grata o tristemente y acaso con indiferencia, según las ocurrencias <strong>de</strong>l<br />
día. Como a las diez salimos juntos, ellas a pie a dar un corto paseo en el mismo<br />
predio, y yo con mi paje, el negrito Lorenzo, a caballo para venir a ésta a evacuar<br />
mis diarias tareas, y regresar a las tres y media a tomar la sopa. <strong>El</strong> resto <strong>de</strong>l tiempo<br />
hasta las diez <strong>de</strong> la noche — hora en que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l rosario, nos retiramos a<br />
nuestros respectivos dormitorios — lo distribuyen así: en costuras, remiendos <strong>de</strong><br />
ropa, medias y calcetines; en lecturas piadosas como el Evangelio en triunfo, Fray<br />
Luis <strong>de</strong> Granada, Biblia, etc.; en lecturas profanas, y, entre varias que tienen, dan<br />
la preferencia a Don Quijote que es su <strong>de</strong>licia, lo leen diariamente y no sería raro<br />
que lo hayan aprendido <strong>de</strong> memoria, y, en fin, en otras menu<strong>de</strong>ncias caseras...<br />
«Has <strong>de</strong> saber que nuestras hermanas lo hacen todo, por <strong>de</strong>cirlo así, a son <strong>de</strong><br />
campana, <strong>de</strong>bido a la recta dirección que supo darles madre, y también a la exactitud<br />
<strong>de</strong> sus caracteres...<br />
«Luisa, Manuela, Andrea y Teresita —nombradas expresamente cada una por<br />
or<strong>de</strong>n recibida <strong>de</strong> ellas ayer — te envían por mi conducto, mientras ellas te escriben,<br />
el muy sincero y cordial Dios te lo pague por el obsequio <strong>de</strong> cuatro mantones vaporosos<br />
<strong>de</strong> seda <strong>de</strong> humo, que aún no han recibido por no haber llegado Barreyro...<br />
«Desean también que les envíen algunos pares <strong>de</strong> medias <strong>de</strong> seda, caladas, <strong>de</strong><br />
color <strong>de</strong> rosa, muy <strong>de</strong>svaído, y amortiguado, casi blanco; y cuatro babuchas <strong>de</strong><br />
raso negro, grueso —llamado por doña Polonia paño <strong>de</strong> seda, —con cintas aterciopeladas,<br />
muy angostas, <strong>de</strong> las cuales se sirven como adornos, cruzándolas varias<br />
veces sobre el pie y la pierna hasta arriba <strong>de</strong> la pantorrilla en don<strong>de</strong> las atan.»<br />
¡Que bello partido podría sacar <strong>de</strong> este preciso documento humano un<br />
experto escritor a lo Flaubert, el autor <strong>de</strong> Salammbó y L’education sentimentale, para<br />
<strong>de</strong>linear una linda novela colombiana <strong>de</strong> reconstrucción colonial!<br />
No menos apacible que la <strong>de</strong>l Nuevo Reino <strong>de</strong> Granada era la vida en la<br />
Capitanía General <strong>de</strong> Venezuela, si hemos <strong>de</strong> creer al con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Ségur, quien <strong>de</strong><br />
regreso <strong>de</strong> los Estados Unidos a Francia, visitó a Caracas y el valle que riega el<br />
Guaire justamente aquel año <strong>de</strong> gracia en que vino al mundo el Libertador:<br />
18
I. Las vísperas <strong>de</strong> la Revolución<br />
«Allí se respira un aire puro, embalsamado; allí parece que la existencia asume<br />
una nueva actividad para hacernos gozar <strong>de</strong> las más dulces sensaciones <strong>de</strong> la vida. En<br />
fin, a no encontrar monjes inquisidores, salvajes alguaciles, algunos tigres y los<br />
empleados <strong>de</strong> un avaro inten<strong>de</strong>nte general, habría pensado que este valle es un rinconcito<br />
<strong>de</strong>l paraíso terrenal y que, por una cortés distracción, el ángel que guarda su<br />
puerta, con una espada flamígera, nos había permitido la entrada (1).»<br />
«Las familias <strong>de</strong> alto rango, como la <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> —escribe hermosamente<br />
Mancini, con acopio <strong>de</strong> documentos,— cuyas haciendas <strong>de</strong> los campos constituían<br />
principalmente su fortuna, preferían a la vida algo monótona <strong>de</strong> Caracas, la<br />
más <strong>de</strong>sahogada y señorial <strong>de</strong> su dominios.<br />
«Durante el día visitaban las labranzas y plantíos, en compañía <strong>de</strong> los mayordomos,<br />
alternando estas faenas, con la caza, los paseos a caballo, o las fiestas campestres,<br />
al aire libre, a las orillas <strong>de</strong> los ríos. Por la tar<strong>de</strong>, cuando la campana <strong>de</strong> la capilla<br />
tocaba el Angelus, <strong>de</strong>sfilaban, ante la baranda <strong>de</strong> la imponente mansión, los esclavos<br />
<strong>de</strong> la casa que venían a pedir a sus amos la autorización para un matrimonio, el favor<br />
<strong>de</strong> apadrinar un recién nacido, <strong>de</strong> medicinar a un enfermo, <strong>de</strong> resolver un <strong>de</strong>sacuerdo.<br />
Tratados con dulzura los siervos amaban a su señor “amo”, como <strong>de</strong>cían con<br />
acento reconocido. En San Mateo, en Cura, las haciendas <strong>de</strong> los <strong>Bolívar</strong>, llevaban<br />
ellos, filialmente, según el uso <strong>de</strong> entonces el nombre patronímico <strong>de</strong> don Juan<br />
Vicente, quien dominaba sobre aquel pueblo sumiso como un rey patriarcal.<br />
«A veces, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la merienda, al caer la noche, formábase en rueda la<br />
familia en el patio principal, bajo el cielo estrellado, alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> alguna negra<br />
vieja contadora <strong>de</strong> cuentos. Casi siempre se trataba en ellos <strong>de</strong> alguna <strong>de</strong> las innumerables<br />
aventuras <strong>de</strong>l Tirano Aguirre, figura legendaria <strong>de</strong> los primeros tiempos <strong>de</strong><br />
la conquista, cuya alma, manchada por horrorosos crímenes y convertida ahora en<br />
una luz ambulante y nocturna, aparecía, como fuegos fatuos, en las llenuras <strong>de</strong><br />
Barquisimeto y <strong>de</strong> la Costa <strong>de</strong> Burburata, o, también sobre el samán <strong>de</strong>l Buen<br />
Pastor, árbol colosal y centenario, cuya copa inmensa, erguida sobre la margen <strong>de</strong>l<br />
Catucher, se divisaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la casa misma <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, y cuyos follajes se iluminaban<br />
<strong>de</strong> súbito con resplandores fosforescentes. Bajo las atentas miradas <strong>de</strong> los<br />
padres, la negra Hipólita, aya <strong>de</strong>l “amito Simón”, sentada en la primera fila <strong>de</strong>l<br />
auditorio, se extasiaba con el relato, mientras el niño, maravillado, fijaba sobre el<br />
narrador sus gran<strong>de</strong>s ojos negros (2).»<br />
La negra Hipólita fue la aya <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Era ágil y montaba a caballo. Quería<br />
entrañablemente a su amo, y estuvo con él en las batallas que se libraron en San<br />
Mateo. Cuando <strong>Bolívar</strong> entró a Caracas el 10 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1827, subió, bajo palio,<br />
19
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
por la calle comprendida entre Sociedad y Las Gradillas, y, como divisara a Hipólita<br />
entre la multitud, abandonó su puesto y se arrojó en brazos <strong>de</strong> la negra, quien lloraba<br />
<strong>de</strong> placer. En el avalúo <strong>de</strong> la finca <strong>de</strong> San Mateo, hecho en 1721, consta que Hipólita<br />
tenía entonces veintiocho años y su valor se tasó en 300 pesos, suma ésta la más alta en<br />
que se valoraba un esclavo. <strong>Bolívar</strong> no la olvidó nunca; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Cuzco en 1825, le<br />
escribe a su hermana Maria Antonia: «Te mando una carta <strong>de</strong> mi madre Hipólita para<br />
que le <strong>de</strong>s todo lo que ella quiere; para que hagas por ella como si fuera tu madre. Su<br />
leche ha alimentado mi vida y no he conocido otro padre que ella (2).»<br />
Los virreyes entran bajo palio, en procesión solemne, a las capitales <strong>de</strong> las<br />
colonias, en tanto que son echadas a vuelo las campanas <strong>de</strong> cien iglesias y que un<br />
severo <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong> munícipes con golilla, <strong>de</strong> graves oidores, <strong>de</strong> religiosos <strong>de</strong> todas las<br />
ór<strong>de</strong>nes y <strong>de</strong> doctores engalanados, alaba, con <strong>de</strong>voción cortesana, la gloria <strong>de</strong>l<br />
mensajero real. En las fiestas <strong>de</strong>l culto pasan altares majestuosos, que los fieles, en<br />
señal <strong>de</strong> penitencia, cargan sobre sus hombros, con imágenes <strong>de</strong> la Virgen, vestidas<br />
<strong>de</strong> terciopelo y resplan<strong>de</strong>cientes <strong>de</strong> joyas, santos que se hacen reverencias como<br />
ceremoniosos hidalgos, Cristos que lloran ante la multitud pasmada. En torno <strong>de</strong><br />
las andas, los monjes musitan melancólicas salmodias, y, dominados por un<br />
sagrado furor, los hombres y las mujeres flagelan sus cuerpos hasta chorrear sangre.<br />
<strong>El</strong> grito <strong>de</strong> dolor se confun<strong>de</strong> entonces con las monótonas preces, entre el éxtasis<br />
religioso <strong>de</strong> los fieles.<br />
Pero lo mejor <strong>de</strong> aquellos dichosos tiempos fue el establecimiento que se hizo<br />
en América <strong>de</strong>l Tribunal <strong>de</strong>l Santo Oficio, viejo <strong>de</strong> muchos siglos en España, y con<br />
el cual los reyes católicos buscaban un aliado para el dominio y aprovechamiento<br />
<strong>de</strong> las colonias. La Inquisición perseguía los <strong>de</strong>litos contra la fe y contra el rey, con<br />
po<strong>de</strong>r absoluto, porque sus juicios eran secretos y no tenían apelación. La prohibición<br />
<strong>de</strong> leer libros que pudieran ilustrar al pueblo estimulaba las <strong>de</strong>laciones aun<br />
entre parientes, acabando con la paz <strong>de</strong> los hogares, y la franqueza y expansión <strong>de</strong>l<br />
trato social.<br />
<strong>El</strong> Tribunal residía en Cartagena <strong>de</strong> Indias <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1610, en que fue fundado<br />
por Cédula <strong>de</strong> 8 <strong>de</strong> mayo, y tenía jurisdicción sobre el Virreinato, Venezuela,<br />
Cuba y Puerto Rico. Constaba <strong>de</strong> dos inquisidores y un fiscal, todos españoles, y<br />
los correspondientes alguaciles. En las ciuda<strong>de</strong>s principales había jueces <strong>de</strong>legados<br />
e instructores <strong>de</strong> los procesos, y todo el personal se sostenía con el producto <strong>de</strong><br />
una canonjía suprimida en cada silla episcopal.<br />
Estos tribunales americanos <strong>de</strong>pendían <strong>de</strong> la Inquisición aragonesa, y <strong>de</strong> ahí<br />
que se hallen en el Archivo <strong>de</strong> Simancas, y no en el <strong>de</strong> Indias, todos los procesos<br />
20
I. Las vísperas <strong>de</strong> la Revolución<br />
<strong>de</strong> los santos Tribunales <strong>de</strong> México, Lima y Cartagena. Allí pue<strong>de</strong> verse el catálogo<br />
impreso <strong>de</strong> Oficio en 1790, por la Inquisición, en el cual figuran los nombres <strong>de</strong><br />
5.400 obras reprobadas y los nombres <strong>de</strong> los procesados con <strong>de</strong>terminación <strong>de</strong> su<br />
persona, origen, vida íntima, móviles secretos <strong>de</strong> sus actos y hasta su modo <strong>de</strong><br />
hablar y escribir.<br />
Las causas sobre que se instauraban esos procesos son muy curiosas. Basta<br />
citar algunos casos ocurridos en Venezuela don<strong>de</strong> la Inquisición fue mucho más<br />
benigna que en parte alguna, porque los inquisidores que se enviaron allá eran<br />
«unos hombres tranquilos, tolerantes y benévolos, y tan mansos que hasta jugaban<br />
carnaval, y <strong>de</strong> seguro echaban su partida <strong>de</strong> solo o <strong>de</strong> tresillo».<br />
Luis <strong>de</strong> Quesada, sastre, procesado en 1618 porque en Coro, comiendo con<br />
un cura, le dijo que cuando <strong>de</strong>cía misa mentía, fue <strong>de</strong>sterrado <strong>de</strong> las Indias <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> seis años <strong>de</strong> prisión que duró la causa.<br />
Ana Rodríguez <strong>de</strong> Villena, <strong>de</strong> Cumaná, por echar la suerte <strong>de</strong> las Habas y rezar la<br />
oración <strong>de</strong>l Ánima Sola. Desterrada por sentencia <strong>de</strong> 25 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1638.<br />
<strong>El</strong> padre Juan Rivas, cura <strong>de</strong> Margarita, por haber celebrado el año nuevo con<br />
el capitán <strong>de</strong> un buque inglés, ocho días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las pascuas. Preso en 1653 y<br />
conducido a Cartagena, don<strong>de</strong> probada su inocencia, fue absuelto el 6 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong><br />
1658, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> sólo cinco años <strong>de</strong> prisión.<br />
Los innumerables casos que siguen son semejantes y pue<strong>de</strong> verlos el <strong>de</strong>socupado<br />
y <strong>de</strong>spreocupado lector en la conocida Historia <strong>de</strong>l Tribunal <strong>de</strong>l Santo Oficio <strong>de</strong><br />
Cartagena por J.T. Medina.<br />
La Inquisición <strong>de</strong> Cartagena <strong>de</strong>claró a Francisco <strong>de</strong> Miranda en 1807<br />
«indigno <strong>de</strong> recibir pan, fuego, ni asilo en su propio suelo, por haberse rebelado<br />
contra su Rey y Señor», y el 13 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1810 fulminó excomunión mayor<br />
contra los «insurgentes».<br />
No olvidó Miranda estos cariños <strong>de</strong>l Santo Oficio, y en sus consejos a<br />
O’Higgins le dice: «<strong>El</strong>los (los americanos) saben lo que es la Inquisición, y que las<br />
menores palabras y hechos son pesados en su balanza, en la que, así como se conce<strong>de</strong><br />
fácilmente indulgencia por los pecados <strong>de</strong> una conducta irregular, nunca se<br />
otorga al liberalismo en su opiniones... No olvidéis ni la Inquisición ni sus espías,<br />
ni sus sotanas ni sus suplicios.»<br />
21
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Los «insurgentes» abolieron más tar<strong>de</strong> la Inquisición. Sobre tan gran suceso<br />
escribe el padre Navarrete: «Hoy día en el mes <strong>de</strong> noviembre, el día once <strong>de</strong> dicho<br />
mes (año <strong>de</strong> 1811), se quitó y abolió en esta Cartagena <strong>de</strong> Indias, y en nuestra<br />
Caracas también se extinguió y abolió el día 22 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> este año 1812 y primero<br />
<strong>de</strong> nuestra in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia absoluta, según el <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> nuestro Gobierno<br />
inserto en las gacetas <strong>de</strong> febrero (número 392).<br />
«Y en estos últimos tiempos, ya la Santa Inquisición <strong>de</strong> España se había hecho<br />
odiosa a nuestra misma sana, santa y sencilla América, cristiana, católica y española,<br />
porque a la verdad se estaba valiendo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spótica corona española <strong>de</strong> este<br />
Tribunal para adular a Francia, prohibiendo a todos las obras más excelentes que<br />
pregonaban al mundo las indignas operaciones y escritos <strong>de</strong> los impíos franceses.<br />
«¡Santa Caracas y Santo tu Gobierno in<strong>de</strong>pendiente que ya quitaste la<br />
Inquisición (4)!»<br />
Los autos <strong>de</strong> fe eran suprema fiesta <strong>de</strong> aquellos felices tiempos y funcionaban<br />
<strong>de</strong> acuerdo con el más riguroso ceremonial, nunca infringido. Los cronistas <strong>de</strong> la<br />
época elogian el imponente espectáculo, y <strong>de</strong> los Anales <strong>de</strong> la Hermandad <strong>de</strong> San<br />
Pedro mártir se toman los <strong>de</strong>talles que van leerse:<br />
«La procesión fúnebre que conducía a los reos, compuesta <strong>de</strong>l clero parroquial,<br />
inquisidores, ministros y familiares, avanzaba en medio <strong>de</strong> grupos <strong>de</strong> fanáticos<br />
y <strong>de</strong> monjes enternecidos que iban acompañando a los brujos, blasfemos,<br />
herejes. Éstos marchaban montados en burros adornados <strong>de</strong> coraza con llamas,<br />
aspas y <strong>de</strong>más preseas que les distinguían, y a<strong>de</strong>más cubiertos con un velo amarillo<br />
o ver<strong>de</strong>, o bien con lúgubres ropas sobre las cuales se veían pintadas escenas <strong>de</strong><br />
los tormentos infernales; otros llevaban sambenitos <strong>de</strong> infamia que excitaban la<br />
crueldad <strong>de</strong> las gentes. Iban acompañados <strong>de</strong>l alguacil mayor y <strong>de</strong>l alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> cárceles<br />
secretas hasta la iglesia, don<strong>de</strong> en el presbiterio, al lado <strong>de</strong> los Evangelios, los<br />
esperaban los inquisidores. Delante había una mesa con tapete carmesí, y a la<br />
<strong>de</strong>recha se situaba el alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong>l crimen. Al mismo lado se colocaba el estandarte<br />
<strong>de</strong> la hermandad, cubierta la cruz con tafetán morado, precaución que sin duda<br />
tenía por objeto no <strong>de</strong>jar ver al Cristo aquel espectáculo <strong>de</strong> horror que se perpetraba<br />
en su nombre y beneficio. A la izquierda estaba la cruz parroquial, también<br />
tapada, y con los cirios apagados. <strong>El</strong> altar mayor, sólo tenías seis velas amarillas.<br />
«En el centro <strong>de</strong> la iglesia, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una jaula <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, se colocaba a los<br />
reos. Luego comenzaba la misa, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l Introito se leía la sentencia. En<br />
seguida subía al púlpito un sacerdote y <strong>de</strong>mostraba, arrebatado por la ira divina,<br />
22
I. Las vísperas <strong>de</strong> la Revolución<br />
la justicia <strong>de</strong>l veredicto, y lo saludable <strong>de</strong>l castigo. Acto continuo sacaban los reos<br />
y los entregaban «al brazo secular», esto es, a la muerte a garrote y a ser quemados<br />
vivos sobre un cadalso <strong>de</strong> piedra que llamaban “el quema<strong>de</strong>ro”, previa, eso sí, la<br />
imposición <strong>de</strong> las insignias y capotillo que les correspondían como reos <strong>de</strong> la<br />
Santa Inquisición.<br />
“Cuando con<strong>de</strong>nados se acercaban al lugar <strong>de</strong>l suplicio, una multitud<br />
sedienta <strong>de</strong> sangre y <strong>de</strong> torturas, ebria <strong>de</strong> sol, lo mismo que en las corridas <strong>de</strong><br />
toros, aclamaban el holocausto y a los verdugos, bajo la impasible tribuna <strong>de</strong> los<br />
santos inquisidores.<br />
“La farsa, la grotesca mímica se mezclaba a la tragedia; el fasto oriental, al<br />
terror místico; y la misma gran señora que danzaba al pavana en un salón aristocrático,<br />
respiraba, <strong>de</strong>votamente, el acre perfume <strong>de</strong> la carne carbonizada (5).”<br />
A este cuadro, tomado <strong>de</strong> las fuentes más puras, y retocado por las plumas <strong>de</strong><br />
dos ilustres escritores <strong>de</strong> nuestra América, nada hay que agregar ni quitar, a no ser<br />
el nimio escollo <strong>de</strong> que tal vez quedan no pocas ciuda<strong>de</strong>s en las antiguas colonias<br />
ultramarinas <strong>de</strong> España que aún no han <strong>de</strong>spertado <strong>de</strong>l todo, y que, quizá para su<br />
dicha, tar<strong>de</strong>n aún en <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong>l <strong>de</strong>licioso sueño colonial.<br />
Justamente en estos días que vivimos un individuo que por su facha, gestos,<br />
obsesiones, ira, vanidad y rencores no parece sino un malogrado inquisidor mayor<br />
<strong>de</strong> aquella época, escribe sus Sueños, y nos da, tal es el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> su evocación y <strong>de</strong><br />
su estilo, el color, el olor y hasta el sabor <strong>de</strong> aquella, para siempre perdida, Arcadia<br />
española y católica.<br />
Los tiempos, sin embargo, han cambiado; los falsos valores que la ciencia<br />
<strong>de</strong>rribó no se levantan más <strong>de</strong> la nada don<strong>de</strong> yacen; los dioses muertos no resucitan<br />
ya; la civilización <strong>de</strong>l mundo avanza siempre y nunca retroce<strong>de</strong> sino, a veces,<br />
acci<strong>de</strong>ntalmente, pero sólo para dar un paso más largo, el progreso moral e intelectual,<br />
a costa <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s y tenaces esfuerzos alcanzado, es progreso adquirido<br />
para siempre. Hemos abandonado por inútiles las antiguas armas con que insensatamente<br />
combatíamos el error, y hoy sabemos bien, y hemos empezado a practicarlo,<br />
que sólo por el lento esfuerzo <strong>de</strong> la instrucción pública se logra cambiar el<br />
pensamiento y la voluntad <strong>de</strong> una nación. Habíamos olvidado, y hoy son nuestra<br />
fe y esperanza y <strong>de</strong>ben ser nuestro lema, las profundas palabras proféticas <strong>de</strong>l gran<br />
patriarca <strong>de</strong>l siglo XVIII: «La humanidad camina lentamente hacia la verdad...»<br />
23
II<br />
<strong>El</strong> nido <strong>de</strong>l águila (1)
Corrían los años <strong>de</strong> 1783 —refiere un antiguo cronista caraqueño— présagos<br />
<strong>de</strong> tiempos tempestuosos que <strong>de</strong>bían marcar el siglo XVIII entre los más gran<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong> la historia <strong>de</strong>l mundo. Pero en las colonias españolas reinaba una paz<br />
octaviana y la vida se <strong>de</strong>slizaba sin afanes en medio <strong>de</strong> la quietud doméstica y el<br />
cuidado <strong>de</strong> la hacienda.<br />
En la tranquila metrópoli <strong>de</strong> la Capitanía General <strong>de</strong> Venezuela, había en la<br />
plaza <strong>de</strong> San Jacinto (hoy Plaza <strong>de</strong>l Venezolano), entre las esquinas <strong>de</strong> San Jacinto<br />
y Troposo, una casa maciza, <strong>de</strong> pesada y solidísima arquitectura, cuya serie <strong>de</strong> balcones,<br />
cruzados por circulares barrotes <strong>de</strong> hierro, daban indicios <strong>de</strong> que nuestros<br />
padres se cuidaban mucho <strong>de</strong> la seguridad individual.<br />
En esa casa hay una extraña animación: es el día 30 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1783 y los<br />
criados van y vienen afanosos trayendo y llevando sendas fuentes <strong>de</strong> confitura,<br />
golosinas y botellas <strong>de</strong> lo puro. Todo indica que hay en la casa <strong>de</strong> San Jacinto uno<br />
<strong>de</strong> esos sucesos que forman época en los anales <strong>de</strong> las familias.<br />
En un salón casi cuadrado y cuyas pare<strong>de</strong>s ostentaban ricas colgaduras <strong>de</strong><br />
damasco, estaban reunidas hasta doce personas, a cual más grave y ceremoniosa.<br />
En el frente <strong>de</strong>l salón, y arrellanado en una poltrona <strong>de</strong> terciopelo carmesí, coronada<br />
por armas doradas complicadísimas y capaces <strong>de</strong> hacer estudiar dos horas<br />
seguidas al más cumplido heraldista, estaba sentado un hidalgo cuya franca y<br />
serena fisonomia apenas manifestaba cuarenta años, aunque es cierto que frisaba<br />
ya en los cincuenta. Sus ojos azules, <strong>de</strong> luz pura, sus labios <strong>de</strong>lgados y ligeramente<br />
arqueados en el extremo, su peluca empolvada y rizada con exquisito esmero, manifestaban<br />
el tipo caballeresco y digno <strong>de</strong>l hidalgo español <strong>de</strong>l siglo XVIII. Era este<br />
personaje don Juan Vicente <strong>Bolívar</strong> Jaspe y Montenegro, marqués <strong>de</strong>l Aragua, vizcon<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong> Toro, señor <strong>de</strong> Aroa, coronel perpetuo <strong>de</strong> las milicias <strong>de</strong> Aragua, caballero<br />
cruzado, caballero <strong>de</strong> Santiago, regidor perpetuo y opulentísimo propietario <strong>de</strong><br />
Venezuela (2). A su lado estaba su digna señora, esposa doña María <strong>de</strong> la Concepción<br />
Palacios y Blanco, casada en diciembre <strong>de</strong> 1772, <strong>de</strong>partiendo, en reposada plática,<br />
con su primo, el doctor don Juan Félix Jerez y Aristiguieta, canónigo doctoral <strong>de</strong> la<br />
27
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
santa iglesia metropolitana y discreto provisor <strong>de</strong>l obispado. Frente al marqués<br />
estaba el digno y honrado peninsular don Francisco <strong>de</strong> Iturbe, y otros no menos<br />
notables personajes completaban la escena <strong>de</strong> familia.<br />
La marquesa, pálida y débil, <strong>de</strong>mostraba haber salido <strong>de</strong> una penosa enfermedad,<br />
la cual era justamente la materia <strong>de</strong> la conversación. En efecto, el 24 <strong>de</strong> julio,<br />
a las ocho <strong>de</strong> la mañana, la marquesa había dado a luz un niño, que era el cuarto<br />
<strong>de</strong> la familia. Como fuese varón y como la señora hubiese tenido un embarazo<br />
penosísimo, la feliz llegada <strong>de</strong>l nuevo hijo había sido recibida con general júbilo y<br />
satisfacción. Aquel día era el señalado para el bautizo <strong>de</strong>l niño, y, como ya estuviesen<br />
listos los convidados, el marqués se dirigió a un criado <strong>de</strong> libres, que estaba en<br />
la puerta, diciéndole:<br />
—Haz que enganchen el coche.<br />
—Es inútil, Juan —contestó un caballero bajo <strong>de</strong> cuerpo y <strong>de</strong> serena y bella<br />
fisonomía—. He hecho traer el mío y lo has <strong>de</strong> aceptar.<br />
Bien, muy bien, Manuel; no en vano he dicho siempre que en la Corte aprendiste<br />
a ser un discretísimo cortesano; acepto y vamos, porque Félix está ya viejo y<br />
no ha <strong>de</strong> esperar mucho la colación.<br />
Estas palabras eran dirigidas al con<strong>de</strong> Tovar.<br />
—<strong>El</strong> señor canónigo es fuerte, señor marqués, y tratándose <strong>de</strong> cosas <strong>de</strong> familia<br />
no se ha <strong>de</strong> impacientar porque una hora más tar<strong>de</strong> se le sirva el chocolate.<br />
Tales palabras dijo el joven marqués <strong>de</strong>l Toro, que treinta años más tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>bía<br />
figurar en la guerra <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia.<br />
<strong>El</strong> viejo canónigo se dirigió entonces al señor <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, y, con la eterna sonrisa<br />
<strong>de</strong> su fisonomía angelical, le dijo:<br />
—No te apures por la comida, Juan Vicente, que no es la gula el pecado que<br />
me ha <strong>de</strong> llevar al infierno.<br />
—Sí, como que apenas pruebas bocado y veinte veces ya te hemos dicho que<br />
has <strong>de</strong> caer en cama con tantas privaciones —observó la marquesa, estrechando<br />
amigablemente la mano <strong>de</strong> su primo el canónigo.<br />
—No en bal<strong>de</strong> el señor provisor es consi<strong>de</strong>rado como el sacerdote más virtuoso<br />
<strong>de</strong> la Capitanía, dijo don Francisco <strong>de</strong> Iturbe, con profunda convicción.<br />
28
Iba a replicar el canónigo, pero, en el momento, media docena <strong>de</strong> negras,<br />
emperejiladas como ángeles <strong>de</strong> altar <strong>de</strong> Corpus, entraron trayendo al niño.<br />
Salió la comitiva conduciendo al niño a la capilla <strong>de</strong> la Santísima Trinidad, propiedad<br />
<strong>de</strong> la familia <strong>de</strong> los <strong>Bolívar</strong>, don<strong>de</strong> se le había <strong>de</strong> echar el agua bautismal.<br />
<strong>El</strong> marqués entregó un papel al canónigo Aristeguieta, don<strong>de</strong> estaba escrito el<br />
nombre <strong>de</strong>l recién nacido, el cual <strong>de</strong>bía ser Pedro, José, Antonio <strong>de</strong> la Santísima<br />
Trinidad.<br />
Quedaron solos los esposos conversando sobre la suerte <strong>de</strong>l niño y formando<br />
esos <strong>de</strong>liciosos castillos en el aire que sólo los padres saben hacer y que no <strong>de</strong>ben<br />
ser oídos por ningún profano.<br />
Servida la mesa, a poco andar se sintió en la calle el ruido <strong>de</strong> la pesada carroza<br />
<strong>de</strong>l con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Tovar, paramentada, con el escudo <strong>de</strong> sus armas y seguida <strong>de</strong> dos<br />
lacayos, <strong>de</strong> lujosa librea, y la comitiva entró <strong>de</strong> nuevo en el salón trayendo al niño,<br />
ya libre <strong>de</strong>l pecado original.<br />
<strong>El</strong> marqués <strong>de</strong>l Toro y don Francisco <strong>de</strong> Iturbe condujeron al recién bautizado<br />
y se lo entregaron a sus padres, los cuales con afectuoso júbilo lo colmaron<br />
<strong>de</strong> cordiales caricias.<br />
—¡Gracias a Dios! —dijo la marquesa—; su Divina Majestad permita que el<br />
agua <strong>de</strong>l bautismo le haga un santo.<br />
—Dame ese niño, —añadió el marqués—, que quiero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ti (dirigiéndose<br />
al canónigo) echar la bendición paternal a mi Pedro José, cuyo nombre<br />
me recuerda al venerado <strong>de</strong> mi tío el oidor, que en paz <strong>de</strong>scanse.<br />
—No le llames Pedro José —dijo a esta sazón el canónigo—, que otro<br />
nombre le he puesto, y le has <strong>de</strong> llamar Simón.<br />
—¿Y por qué has hecho ese cambio, Juan Félix?<br />
II. <strong>El</strong> nido <strong>de</strong>l águila<br />
—No sé cómo explicártelo, pero he sentido una voz interior, un extraño presentimiento,<br />
una inspiración que es seguro venga <strong>de</strong> lo Alto, que me ha dicho que<br />
este niño será, andando los tiempos el Simón Macabeo <strong>de</strong> la América (3)...<br />
29
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Suspensos quedaron todos los oyentes <strong>de</strong> tales palabras, pues al canónigo don<br />
Juan Félix <strong>de</strong> Aristeguieta andaba ya en olor <strong>de</strong> santidad.<br />
Aquel niño fue <strong>de</strong>spués Simón <strong>Bolívar</strong>, el Libertador.<br />
Aquí agrega el cronista: <strong>El</strong> año <strong>de</strong> 1832, estando yo <strong>de</strong> muy tierna edad, oí<br />
referir esta verídica escena al antiguo marqués <strong>de</strong>l Toro, testigo <strong>de</strong>l suceso; y en<br />
1840, estando en una casa <strong>de</strong> campo llamada <strong>El</strong> Empedrado, a hora <strong>de</strong> las nueve<br />
<strong>de</strong> la mañana, oí a la señora doña María Antonia <strong>Bolívar</strong> y Palacios, hermana<br />
mayor <strong>de</strong>l Libertador, referir el mismo auténtico suceso al reverendo padre Miguel<br />
<strong>de</strong> Val<strong>de</strong>peñas, religioso capuchino español, que <strong>de</strong>cía la misa en capilla <strong>de</strong> doña<br />
María Antonia.<br />
Otrosí: En el mismo año 1783, y casi en el mismo mes en que vio la luz <strong>de</strong>l sol<br />
Simón <strong>Bolívar</strong>, el con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Aranda, ministro <strong>de</strong> Carlos III, y plenipotenciario para<br />
ajustar por parte <strong>de</strong> España los tratados con Francia e Inglaterra, relativos al reconocimiento<br />
<strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> las colonias británicas <strong>de</strong> Norteamérica, pronosticaba<br />
a su rey, en nota oficial, la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> sus colonias ultramarinas, y es fama que,<br />
al ratificar aquel monarca esos tratados, su primer ministro, el célebre don José<br />
Moñino, le dijo: «Vuestra Majestad, con esa firma, ha perdido las Américas.»<br />
30
III<br />
La casa <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> (1)
Tiempo es ya, señores míos, <strong>de</strong> que os presente la señora <strong>de</strong> la casa: doña<br />
María <strong>de</strong> la Concepción Palacios y Sojo <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> y Ponte. Tiene veintitrés años:<br />
su belleza es fina y <strong>de</strong>licada como la <strong>de</strong> los lirios avileños. Porte gentil, silueta aristocrática,<br />
y un aire in<strong>de</strong>finible <strong>de</strong> ingénita prestancia que la distingue entre todas<br />
las <strong>de</strong> su rango. Su estatura, ni gran<strong>de</strong> ni pequeña, es la que Shakespeare requería<br />
para la bienamada: llega hasta el corazón <strong>de</strong> su marido. Ojos humil<strong>de</strong>s, inconscientes<br />
<strong>de</strong> ser gran<strong>de</strong>s y negros, <strong>de</strong> suave fulgor místico, a la sombra <strong>de</strong> luengas<br />
pestañas, ojos candorosos y po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> su gloria. Negro también y ondulante y<br />
copioso el cabello. Boca <strong>de</strong> dulzura y <strong>de</strong> gracia, don<strong>de</strong> es luz la sonrisa, la bondad<br />
miel y música el acento. Tez <strong>de</strong> blancura alabastrina, con esa pali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> buen tono<br />
<strong>de</strong> las jóvenes principales, creadas y florecidas, faltas <strong>de</strong> sol y mundo pero pulcras<br />
<strong>de</strong> cuerpo y alma, en el recogimiento conventual <strong>de</strong> las viejas casonas coloniales.<br />
La benignidad y la ternura le son connaturales, como el perfume a la azucena y la<br />
dulcedumbre al panal. Jamás en su presencia se fustigó al esclavo sin que al punto<br />
ella no <strong>de</strong>tuviese, imperiosa o suplicante, el brazo <strong>de</strong>l verdugo. Y alguna vez dio<br />
sus pechos <strong>de</strong> madre joven al huerfanillo negro, y cerró los ojos <strong>de</strong>l anciano que<br />
encaneció sirviendo a la familia por más <strong>de</strong> tres generaciones. Por eso la veneran<br />
los infelices como a una Isabel <strong>de</strong> Hungría. Y es <strong>de</strong> verla por esas calles, rumbo al<br />
templo, con su real traje <strong>de</strong> terciopelo negro guarnecido <strong>de</strong> riquísimas blondas, en<br />
su litera <strong>de</strong> patricia, dorada como un tronco. Pórtanla con orgullo sobre sus recios<br />
hombros cuatro hércules africanos, y un gracioso grupo <strong>de</strong> doncellas mulatas la<br />
prece<strong>de</strong>, llevando una la alfombra, otra el abrigo, esta la sombrilla, y aquella, <strong>de</strong><br />
quince años —su ahijada y favorita— el <strong>de</strong>vocionario y el flabelo <strong>de</strong> su buena ama<br />
y madrina; todas limpias y honestas, tocadas <strong>de</strong> blanco, cubierto el núbil seno por<br />
vistoso pañuelo <strong>de</strong> Madrás, <strong>de</strong> estreno la gaitera alpargata, y oloroso a jabón <strong>de</strong><br />
Castilla y a mastranto y alhucema la camisa <strong>de</strong> gala y el fustán dominguero.<br />
«A fuer <strong>de</strong> Palacios y Sojo, también es ella filarmónica, y canta, y pulsa el arpa<br />
y se atreve con la guitarra. En extremo pulcra y hacendosa, mantienen la casa,<br />
según su habitual expresión, “como una tacita <strong>de</strong> plata”. Y aunque le sobran sirvientes,<br />
esta mujer insigne que ha heredado <strong>de</strong> sus mayores el culto por los santos<br />
y por los héroes, sacerdotisa y reina <strong>de</strong>l hogar, con sus propias manos cubre <strong>de</strong><br />
33
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
flores el altar doméstico, pren<strong>de</strong> la lamparita <strong>de</strong> la Virgen, pone al sol las antiguas<br />
ban<strong>de</strong>ras y limpia y abrillanta los aceros <strong>de</strong> las panoplias. Y a veces... como ante un<br />
espejo mágico que le hiciera inefables revelaciones, se queda pensativa y como<br />
soñando ante la hoja <strong>de</strong> una espada.<br />
«Tres veces madre a los veintidós años, ya se advierte en ella esa ennoblecedora<br />
fatiga que sigue siempre a los gran<strong>de</strong>s esfuerzos creadores, y por la cual el<br />
mismo Dios, según dice en figura el Génesis, se sienta a <strong>de</strong>scansar ante su obra. La<br />
aparente <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong> su constitución física, cierta expresión como <strong>de</strong> abatimiento<br />
en su semblante, y su misma temprana y excesiva fecundidad anterior, harían tal<br />
vez creer que se ha agotado en ella la sagrada fuente <strong>de</strong> la vida. Pero la omnipotencia<br />
<strong>de</strong>l Altísimo ha puesto prodigiosas y extraordinarias y reservas <strong>de</strong> energías fisiológicas<br />
y morales en esta admirable criatura, pre<strong>de</strong>stinada a concebir en sus<br />
entrañas el re<strong>de</strong>ntor <strong>de</strong> América.<br />
«Estamos en octubre <strong>de</strong> 1782. Tres hermosos niños, fruto <strong>de</strong>l más feliz consorcio,<br />
alegran este hogar: María Antonia, la primogénita; Juana María, la<br />
segunda, y Juan Vicente, orgullo <strong>de</strong> su padre, cuyo nombre lleva. ¿Qué más<br />
pue<strong>de</strong>n pedir al cielo los esposos <strong>Bolívar</strong>—Palacios, ricos, ilustres, po<strong>de</strong>rosos,<br />
amados y con prole ya suficiente para enaltecer la rama propia en el árbol genealógico<br />
<strong>de</strong> la familia y <strong>de</strong> la raza?... Pero, Dios abre el libro <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>cretos eternales,<br />
escribe en él un nombre, crea un espíritu, y hace un signo a uno <strong>de</strong> sus ángeles,<br />
que al punto arranca <strong>de</strong>l empíreo en vuelo hacia un rincón <strong>de</strong> América, hacia la<br />
humil<strong>de</strong> y hermosa ciudad <strong>de</strong>l cerro azul, los techos rojos y las palomas blancas.<br />
<strong>El</strong> paraninfo excelso se <strong>de</strong>tiene sobre esta casa, como para reconocerla y ben<strong>de</strong>cirla.<br />
Bajo el plumaje iridiscente <strong>de</strong> sus alas radiosas, trae un alma dormida en su<br />
seno como una estrella en un celaje, y penetrando, al fin, como en un santuario,<br />
en esa alcoba, <strong>de</strong>ja caer dulcemente sobre el altar <strong>de</strong> amor el divino regalo <strong>de</strong>l<br />
Altísimo.<br />
«Y ahora, señores, permitidme un paréntesis. <strong>El</strong> instinto <strong>de</strong> los pueblos casi<br />
nunca se engaña. Por muchos años el 28 <strong>de</strong> octubre fue celebrado en Venezuela<br />
como un gran día <strong>de</strong> la Patria. Creyose al principio que ese día no sólo era el onomástico<br />
<strong>de</strong>l Libertador, sino también el <strong>de</strong> su natalicio. Más tar<strong>de</strong> una disposición<br />
legislativa rectificó este error, trasladando la fiesta nacional al 24 <strong>de</strong> julio, verda<strong>de</strong>ro<br />
aniversario <strong>de</strong>l nacimiento <strong>de</strong>l gran<strong>de</strong> hombre. Pero yo me atrevo a creer que<br />
lo que el sentimiento popular festejaba sin saberlo, y como por instinto, el 28<br />
octubre, era un acontecimiento todavía más grandioso, cuya gloria nos envidia<br />
toda la América: la encarnación <strong>de</strong>l Genio <strong>de</strong> la libertad en el seno <strong>de</strong> una mujer<br />
venezolana.<br />
34
III. La casa <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
«Nueve meses <strong>de</strong>spués, en esa misma alcoba, nace Simón <strong>Bolívar</strong>. Es un débil<br />
niño que llora como todos los hijos <strong>de</strong> Adán, pero en ese peñado <strong>de</strong> arcilla<br />
humana ha insuflado Dios el espíritu a cuyo aliento palpitará pleno <strong>de</strong> vida<br />
heroica el corazón <strong>de</strong> un continente. Entremos, hermanos, a esa alcoba, pero en<br />
silencio y <strong>de</strong> puntillas, no sea que <strong>de</strong>spierte la joven madre. Profundamente quebrantada<br />
por tan portentoso alumbramiento, bien ha ganado su <strong>de</strong>scanso la<br />
pobrecita. ¡Duerme, mujer gloriosa: duerme, madre, y sonríe en tu sueño, porque<br />
ya es tuya la corona <strong>de</strong> la inmortalidad!<br />
«Alumbra débilmente la estancia, ardiendo ante la imagen <strong>de</strong> San Ramón,<br />
patrono <strong>de</strong> las puérperas, un cabo <strong>de</strong> cirio pascual, por cuya virtud, según una<br />
antigua creencia, las que están a punto <strong>de</strong> ser madres esperan salir bien <strong>de</strong>l duro<br />
trance. A la luz <strong>de</strong>l blandón votivo se <strong>de</strong>scubre el precioso lecho, <strong>de</strong> áureo copete<br />
gótico y soberbio pabellón <strong>de</strong> damasco, y sobre el lecho, entre finísimas holandas,<br />
sedas, plumas y edredones, al lado <strong>de</strong> la madre dulcemente dormida, el inquieto<br />
recién nacido pugna ya por salirse <strong>de</strong> sus pañales.<br />
«Todo es contento y alegría en la casa, llena <strong>de</strong> parientes y amigos que han<br />
venido a dar sus parabienes a don Juan Vicente y a su esposa. Des<strong>de</strong> el salón <strong>de</strong><br />
honor y la nupcial alcoba hasta el gallinero y la cocina trajinan por doquiera, con<br />
diligencia insólita, sirvientes y esclavos. Distínguese entre éstos la negra Hipólita,<br />
<strong>de</strong> antemano elegida para aya <strong>de</strong>l niño. Hermoso tipo <strong>de</strong> su raza inteligente, vigorosa,<br />
limpia, honesta, <strong>de</strong> carácter dulce y jovial, Hipólita es la flor <strong>de</strong> las esclavas.<br />
Tiene veintiocho años y está evaluada en trescientos pesos. Es la misma <strong>de</strong> quien<br />
un día el Libertador, en el apogeo <strong>de</strong> su <strong>de</strong>stino y <strong>de</strong> su gloria, dirá a su hermana<br />
María Antonia, recomendándosela encarecidamente, “y acuérdate que yo no he<br />
conocido más padre que ella”. <strong>El</strong>la, en efecto, será la humil<strong>de</strong> sombra <strong>de</strong> su infancia<br />
huérfana; ella guiará los primeros pasos <strong>de</strong> aquel cuyas huellas serán naciones<br />
libres; y cuando el Padre <strong>de</strong> Colombia, consumada su inmensa obra, <strong>de</strong>scanse ya<br />
bajo la limosna <strong>de</strong> tierra dada a sus tristes huesos <strong>de</strong> proscrito, la negra Hipólita,<br />
que, inconsolable, le sobrevivirá por mucho tiempo, será sobre su tumba como un<br />
lacrimatorio <strong>de</strong> basalto.»<br />
35
IV<br />
Infancia y Juventud
Rico al nacer, lo fue también el párvulo Simón <strong>Bolívar</strong> cuando al año, cuatro<br />
meses y ocho días <strong>de</strong> haber sido bautizado, o sea el 8 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1784, el<br />
canónigo don José Félix Aristeguieta le adjudicó un cuantioso vínculo (1). Dos<br />
años y medio más tar<strong>de</strong> muere el coronel <strong>Bolívar</strong> (19 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1786), quedando<br />
el niño y sus hermanos bajo la tutela <strong>de</strong> la madre. Mas, como la ley española<br />
en tales casos favorecía los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong>l privilegiado, la Audiencia <strong>de</strong> Santo<br />
Domingo, al tener noticia nombró al licenciado don Miguel Joseph Sanz, célebre<br />
abogado <strong>de</strong> Caracas, <strong>de</strong> treinta y cuatro años edad, tutor ad litem <strong>de</strong>l huérfano que<br />
apenas contaba cinco.<br />
<strong>El</strong> mismo <strong>Bolívar</strong> nos ha dado preciosas informaciones respecto a su primera<br />
educación, en una carta dirigida a Santan<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Arequipa, el 20 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1825,<br />
en la cual, refiriéndose a la obra <strong>de</strong>l viajero francés Mollien (2), le dice: «Lo que<br />
dice (Mollien) <strong>de</strong> mí es vago, falso e injusto. Vago, porque no asigna mi capacidad;<br />
falso, porque me atribuye un <strong>de</strong>sprendimiento que no tengo; e injusto,<br />
porque no es cierto que mi educación fue muy <strong>de</strong>scuidada, puesto que mi madre<br />
y mis tutores hicieron cuanto era posible por que yo aprendiese, me buscaron<br />
maestros <strong>de</strong> primer or<strong>de</strong>n en su país. Robinson, que usted conoce, fue mi maestro<br />
<strong>de</strong> primeras letras y gramática; <strong>de</strong> bellas letras y geografía, nuestro famoso<br />
Bello; se puso una aca<strong>de</strong>mia <strong>de</strong> matemáticas sólo para mí por el padre Andújar,<br />
que estimó mucho el barón <strong>de</strong> Humboldt. Después me mandaron a Europa a<br />
continuar mis matemáticas en la Aca<strong>de</strong>mia <strong>de</strong> San Fernando; y aprendía los idiomas<br />
extranjeros con maestros selectos <strong>de</strong> Madrid; todo bajo la dirección <strong>de</strong>l sabio<br />
marqués <strong>de</strong> Ustaris, en cuya casa vivía. Todavía muy niño, quizá sin po<strong>de</strong>r apren<strong>de</strong>r,<br />
se me dieron lecciones <strong>de</strong> esgrima, <strong>de</strong> baile y <strong>de</strong> equitación. Ciertamente que<br />
no aprendí ni la filosofía <strong>de</strong> Aristóteles, ni los Códigos <strong>de</strong>l crimen y <strong>de</strong>l error; pero<br />
pue<strong>de</strong> ser que Mr. <strong>de</strong> Mollien no haya estudiado tanto como yo a Lock,<br />
Condillac, Buffon, D’Alembet, Helvetius, Montesquieu, Mably, Filanger,<br />
Lallan<strong>de</strong>s, Rousseau, Voltaire, Rollin, Berthel y todos los clásicos <strong>de</strong> la antigüedad,<br />
así filósofos, historiadores, oradores y poetas; y todos los clásicos mo<strong>de</strong>rnos <strong>de</strong><br />
España, Francia, Italia y gran parte <strong>de</strong> los ingleses. Todo esto lo digo muy confi<strong>de</strong>ncialmente<br />
para que no se crea que su pobre Presi<strong>de</strong>nte ha recibido tan mala<br />
39
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
educación como dice Mr. Mollien, y, aunque por otra parte yo no sé nada, no he<br />
<strong>de</strong>jado, sin embargo, <strong>de</strong> ser educado como un niño <strong>de</strong> distinción pue<strong>de</strong> serlo en<br />
América bajo el po<strong>de</strong>r español (3).»<br />
Insoportable apareció <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su tierna edad el niño Simón <strong>Bolívar</strong> —refiere<br />
un ilustre cronista caraqueño. No podían con él ni la madre, ni el abuelo, ni tíos,<br />
pues obe<strong>de</strong>cía a sus intentos y caprichos, se burlaba <strong>de</strong> todo, haciendo lo contrario<br />
<strong>de</strong> cuanto se le aconsejaba. Inquieto, inconstante, voluntarioso, audaz, poseía<br />
todas las fuerzas <strong>de</strong>l muchacho a quien le han celebrado sus neceda<strong>de</strong>s, haciéndole<br />
aparecer como cosa nunca vista.<br />
Ni se le regañaba, y menos se le castigaba por sus numerosas faltas, siendo<br />
inaguantable ante su propia familia y extraños.<br />
En tan triste situación pensó la madre el niño, cuando éste cumplió los seis<br />
años, confiar su educación a un maestro <strong>de</strong> sanas i<strong>de</strong>as que pudiera dulcificar su<br />
carácter, y escogió para ello al mismo tutor Sanz, quien <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muchas excusas<br />
aceptó al fin, llevándose el niño a su casa para que viviera allí como uno <strong>de</strong> sus<br />
hijos. Entre el pupilo y el tutor mediaban treinta años <strong>de</strong> edad, lo suficiente, al<br />
parecer, para que el buen señor pudiera imponerse a un discípulo tan tierno. Al<br />
instalarse el niño en la casa <strong>de</strong>l tutor, comenzó el padre Andújar, capuchino muy<br />
erudito, a enseñarle los rudimentos <strong>de</strong> religión, moral, historia sagrada, que sabía<br />
mezclar con graciosas historietas <strong>de</strong>stinadas a captarse las simpatías <strong>de</strong>l discípulo.<br />
Correspondían al tutor las amonestaciones, los consejos, los castigos y hasta las<br />
amenazas, pues Simoncito se reía <strong>de</strong> todo el mundo, a nadie obe<strong>de</strong>cía, no gustándole<br />
sino los aplausos necios que provocaban sus travesuras.<br />
En los primeros días el tutor se manifestó suave y cariñoso, pero a medida<br />
que este método fue siendo ineficaz, el tutor fue acentuando las amonestaciones<br />
hasta que llegó a mandar con carácter paternal e imperativo.<br />
—Cállese usted y no abra la boca, le <strong>de</strong>cía Sanz, cuando en la mesa quería el<br />
niño tomar parte en la conversación. Y el muchacho, aparentando cierta seriedad,<br />
<strong>de</strong>jaba el cubierto y se cruzaba <strong>de</strong> brazos.<br />
40<br />
—¿Por qué no come usted? —pregunta el licenciado.<br />
—Usted me manda que no abra la boca.<br />
—Usted es un muchacho <strong>de</strong> pólvora —replica el tutor.
—Huya, porque puedo quemarlo —contesta <strong>Bolívar</strong>—. Y muerto <strong>de</strong> risa se<br />
dirige a la señora <strong>de</strong> Sanz y le dice: Yo no sabía que era un triquitraque.<br />
—Ya no puedo con usted —le dice el maestro en una ocasión en que el discípulo<br />
estaba inaguantable—. Yo no puedo domar potros.<br />
—Pero usted los monta —respon<strong>de</strong> el discípulo, aludiendo al caballo zaino<br />
que montaba el licenciado, y que <strong>de</strong> vez en cuando costaba trabajo hacerle subir<br />
la rampa que unía el primer patio con el piso <strong>de</strong>l corredor.<br />
Como el licenciado tenía que asistir con frecuencia a los tribunales, <strong>de</strong>jaba<br />
casi siempre a Simón encerrado en la sala alta <strong>de</strong> la casa, como castigo que le<br />
imponía por sus repetidas picardías; pero como los niños, por malvados que sean,<br />
inspiran siempre conmiseración a las madres, sucedía que la esposa <strong>de</strong>l licenciado,<br />
apiadándose <strong>de</strong> Simoncito, le hacía llegar por una <strong>de</strong> las ventanas <strong>de</strong> la prisión, y<br />
mediante una vara larga, bizcochos y dulces, encargándole que no la comprometiera<br />
con su marido. Al regresar el tutor, la primera pregunta que hacía a su esposa<br />
era ésta:<br />
—¿Cómo se ha portado ese niño?<br />
—Ha estado tranquilo— contestaba la señora.<br />
En seguida subía el tutor a la sala, abría la puerta y ponía en libertad al prisionero.<br />
—Se que te has portado muy bien en mi ausencia. Saldremos, por lo tanto, a<br />
pasear esta tar<strong>de</strong>.<br />
—¿Y a qué <strong>de</strong>bo esto? —pregunta Simón.<br />
—A los informes <strong>de</strong> mi mujer.<br />
—¡Qué buena persona en su esposa, don Miguel!<br />
—Sí, sí, muy buena porque te apadrina y consiente.<br />
—Ja, ja ja —contesta el pilluelo, riéndose a sus anchas.<br />
—¿De qué te ríes, tunante?<br />
IV. Infancia y juventud<br />
41
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
—De nada, señor, <strong>de</strong> nada. Me río porque me da la gana.<br />
Demás está <strong>de</strong>cir que el muchacho nunca comprometió a la señora que lo<br />
obsequiaba, a hurtadillas, con tan buenos dulces.<br />
Simón y el licenciado salían a pasear a caballo casi todas las tar<strong>de</strong>s. <strong>El</strong> tutor<br />
montaba su zaino y el pupilo un burro negro, muy pesado para andar. <strong>El</strong> maestro<br />
aleccionaba al discípulo durante el paseo, aprovechándose <strong>de</strong> cualquier inci<strong>de</strong>nte<br />
para darle una lección.<br />
—Usted no será jamás hombre <strong>de</strong> a caballo —dice el licenciado a Simoncito<br />
que no tenía compasión <strong>de</strong>l asno.<br />
—¿Qué quiere <strong>de</strong>cir hombre <strong>de</strong> a caballo?— pregunta el niño.<br />
<strong>El</strong> licenciado da una explicación satisfactoria, a la cual respon<strong>de</strong> el niño:<br />
—¿Y cómo podré ser hombre <strong>de</strong> a caballo montando en un burro que no<br />
sirve para cargar leña?<br />
—Así se comienza, replica el tutor.<br />
<strong>El</strong> cronista agrega:<br />
«Podría formarse una colección <strong>de</strong> dichos, chistes, contestaciones oportunas;<br />
en ocasiones dignas <strong>de</strong> elogio, en otras dignas <strong>de</strong> censura, <strong>de</strong>l niño Simón <strong>de</strong><br />
<strong>Bolívar</strong>, durante el tiempo en que estuvo bajo la vigilancia <strong>de</strong> don José Miguel<br />
Sanz. Doña Alejandra Fernán<strong>de</strong>z <strong>de</strong> Sanz, esposa <strong>de</strong> éste, transmitió a su hija,<br />
doña María <strong>de</strong> Jesús Sanz, <strong>de</strong>spués la esposa <strong>de</strong> don Cástor Martínez, cuanto conservaba<br />
<strong>de</strong> coro acerca <strong>de</strong> las picardihuelas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. De labios <strong>de</strong> doña María <strong>de</strong><br />
Jesús, señora <strong>de</strong> gratos recuerdos para la sociedad <strong>de</strong> Caracas, supimos muchas <strong>de</strong><br />
estas historietas, y, todavía hoy, los nietos <strong>de</strong>l tutor relatan inci<strong>de</strong>ntes que se han<br />
ido conservando en la familia durante cien años (4).»<br />
Hoy se lee en la puerta <strong>de</strong> la antigua casa <strong>de</strong> Sanz, en Caracas, esta inscripción:<br />
42<br />
Siendo muy niño/Simón <strong>Bolívar</strong>/vivió en esta casa<br />
como pupilo <strong>de</strong>l ilustre/patricio/licenciado Miguel Joseph Sanz.
IV. Infancia y juventud<br />
Pero esta lucha constante entre el maestro en edad provecta y el pupilo <strong>de</strong> seis<br />
años, no <strong>de</strong>bía continuar. Un hombre <strong>de</strong> la seriedad <strong>de</strong> Sanz no podía constituirse<br />
en mentor constante <strong>de</strong> un muchacho rehacio a todo consejo y con quien no le<br />
ligaban vínculos <strong>de</strong> familia. Por otra parte su carácter no le permitió hacerse verdugo<br />
<strong>de</strong> nadie. Por tanto antes <strong>de</strong> cumplirse dos años <strong>de</strong> enseñanza, don José<br />
Miguel llevó a Simón a la casa <strong>de</strong> la madre y allí lo <strong>de</strong>jó para que continuara recibiendo<br />
lecciones <strong>de</strong> los profesores Andújar, Pelgrón, Vi<strong>de</strong>s, Andrés Bello y Simón<br />
Rodríguez. Éste substituyó al tutor ad litem en el manejo <strong>de</strong> la fortuna que fue<br />
donada a <strong>Bolívar</strong> por el canónigo Félix <strong>de</strong> Aristeguieta (5). Muerta doña<br />
Concepción Palacios <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> en 1791, su padre don Feliciano Palacios, continuó<br />
como tutor natural <strong>de</strong> Simón, y <strong>de</strong>spués, por muerte <strong>de</strong> don Feliciano, los<br />
tíos Esteban y Carlos, hasta que el joven <strong>Bolívar</strong> se emancipó <strong>de</strong> todo pupilaje en<br />
1796, fue nombrado ca<strong>de</strong>te <strong>de</strong>l batallón <strong>de</strong> voluntarios blancos <strong>de</strong> Valles <strong>de</strong><br />
Aragua el 14 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1797, subteniente <strong>de</strong>l mismo batallón el 4 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong>l<br />
año siguiente, y salió para Europa en 1799.<br />
Once años <strong>de</strong>spués se encontraron don José Miguel y <strong>Bolívar</strong>. Anciano ya el<br />
maestro y <strong>de</strong> veinticinco años el antiguo pupilo tronera y voluntarioso.<br />
Tropezaban al comenzar una revolución, cuyas consecuencias nadie podía prever.<br />
Sanz le juzgó lleno <strong>de</strong> talento, <strong>de</strong> imaginación, pero sin juicio, y le creyó incapaz<br />
<strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s cosas. Los sucesos <strong>de</strong> 1810, 1811 y 1812 confirmaron la opinión <strong>de</strong><br />
Sanz, que era la misma, en aquel tiempo, <strong>de</strong> don Pedro Gual, amigo <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> (6).<br />
En las campañas <strong>de</strong> 1813 y 1814 Sanz no aparece ante <strong>Bolívar</strong> sino como el<br />
veterano abuelo ante sus nietos belicosos: el hombre <strong>de</strong> consulta en casos insignificantes,<br />
y esto como homenaje <strong>de</strong>bido más a los años que a la inteligencia.<br />
Víctima <strong>de</strong> los sucesos <strong>de</strong>l año terrible <strong>de</strong> 1814, acosado por la anarquía patriota,<br />
más que por las huestes españolas, Sanz abandona en buena hora a Caracas y se<br />
dirige a la isla <strong>de</strong> Margarita. Uno <strong>de</strong> sus contemporáneos, el general José Félix<br />
Blanco, nos cuenta el trágico fin <strong>de</strong>l ilustre patricio, en estos términos:<br />
«Allí, en Urica, con el último ejército <strong>de</strong> la República, pereció uno <strong>de</strong> los<br />
más virtuosos e ilustrados ciudadanos, aquel licenciado José Miguel Sanz que en<br />
una época anterior hemos visto tan consagrado al servicio <strong>de</strong> su patria.<br />
Perseguido por Montever<strong>de</strong>, había gemido muchas veces en las mazmorras <strong>de</strong><br />
La Guaira y Puerto Cabello, hasta que la Audiencia española, establecida en<br />
Valencia, le puso en libertad. Perdido el centro y el oriente <strong>de</strong> Venezuela a consecuencia<br />
<strong>de</strong> la batalla <strong>de</strong> La Puerta, emigró a Margarita, y allí se hallaba cuando<br />
su amigo Rivas le llamó a su lado para oír sus consejos. La víspera <strong>de</strong> la fatal jornada<br />
<strong>de</strong> Urica se avistaron y conferenciaron largo rato, separándose luego, para<br />
43
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
siempre, al empezar el combate, en que habían <strong>de</strong> morir el más feroz y bestial <strong>de</strong><br />
los caudillos realistas (Boves), y el más virtuoso <strong>de</strong> los patricios <strong>de</strong> la República.»<br />
44
V<br />
La gorra <strong>de</strong>l príncipe
<strong>El</strong> marqués <strong>de</strong> Aragua, como ya se ha dicho, no tuvo el gusto <strong>de</strong> conocer al<br />
Simón Macabeo <strong>de</strong> la América; poco tiempo <strong>de</strong>spués, tanto él como el canónigo,<br />
bajaron a la tumba, el joven <strong>Bolívar</strong>, recibida la primera educación <strong>de</strong> sus maestros<br />
Sanz, Bello y Rodríguez fue enviado a España, a recibir su educación, por su<br />
abuelo materno don Feliciano Palacios Sojo.<br />
En la Península obtuvo la posición que correspondía a su ilustre nacimento y<br />
riquezas, y pronto sirvió en el cuerpo <strong>de</strong> caballeros <strong>de</strong> Su Majestad.<br />
Un día jugaba con el príncipe <strong>de</strong> Asturias, <strong>de</strong>spués Fernando VII, <strong>de</strong> ingrata<br />
memoria, y en uno <strong>de</strong> los saltos <strong>de</strong> volante arrojó la pelota con tan poca <strong>de</strong>streza<br />
que, en lugar <strong>de</strong> formar la curva natural, fue en línea recta a la cabeza <strong>de</strong>l príncipe,<br />
<strong>de</strong>spojándole <strong>de</strong> su gorra.<br />
Confusos <strong>de</strong>l suceso, los jóvenes cortesanos esperaban el castigo para el<br />
joven <strong>Bolívar</strong>, y le aconsejaron que se ocultase, pero <strong>Bolívar</strong> contestó con<br />
mucha sangre fría:<br />
—Pues no lo hice a mal hacer, y si Su Alteza nos hace el honor <strong>de</strong> jugar con<br />
nosotros al volante, nada tengo <strong>de</strong> qué arrepentirme.<br />
Supo la reina lo ocurrido a la vez que la respuesta <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, y dijo con generosidad:<br />
—Tiene razón el rapaz, y no hay motivo para castigarle; y pues el príncipe se<br />
entrega a juegos infantiles con ellos, <strong>de</strong>cidle que en otra ocasión se ajuste mejor la<br />
gorra.<br />
<strong>El</strong> joven marqués <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>rribaba en 1798 la gorra al joven príncipe <strong>de</strong><br />
Asturias y veintiséis años más tar<strong>de</strong> el general <strong>Bolívar</strong> arrebataba al fanático y cruel<br />
Fernando VII, hijo <strong>de</strong> un imbécil y una ramera, las mejores joyas <strong>de</strong> su corona (1).<br />
47
VI<br />
En el Monte Sacro
Don Manuel Uribe Ángel, patricio colombiano, refiere así la entrevista que<br />
tuvo con don Simón Rodríguez, el maestro <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, en Quito, en 1850.<br />
«Un día recibí <strong>de</strong>l doctor Pedro Antonio Torres, <strong>de</strong>án <strong>de</strong> la catedral <strong>de</strong> Quito,<br />
el siguiente billete:<br />
«Mi querido Manuel: Come hoy en casa un amigo viejo, y, como quiero que<br />
seas <strong>de</strong> los nuestros, te espero precisamente a las cuatro <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Comeremos<br />
más y comeremos menos. Tuyo, Pedro Antonio.»<br />
«Asistí a la cita, y al entrar en el salón, el doctor Torres se puso <strong>de</strong> pie, y dirigiéndose<br />
a un sujeto con quien conversaba familiarmente, dijo: —Don Simón,<br />
tengo el gusto <strong>de</strong> presentar a usted a mi amigo el doctor Manuel Uribe Ángel.<br />
Doctor, presento a usted a un antiguo compañero <strong>de</strong> armas, el señor don Simón<br />
Rodríguez. Dirigiéndome entonces al anciano, a quien había sido presentado, no<br />
creí hallar en los recursos <strong>de</strong> mi pobre educación una frase más amable y más a<strong>de</strong>cuada<br />
a las circunstancias que esta: —Señor don Simón, tengo mucho gusto al<br />
conocer y saludar al maestro <strong>de</strong> nuestro Libertador.<br />
«<strong>El</strong> viejo Rodríguez, con una risita que me pareció sarcástica, me contestó:<br />
«—Fuera <strong>de</strong> ese, tengo algunos títulos para pasar con honra a la posteridad.<br />
«—La mesa está servida —dijo el canónigo— amigos míos, vamos a comer.<br />
«Sus relaciones llegaron <strong>de</strong>spués a ser íntimas. Don Simón almorzaba y comía<br />
diariamente con Uribe Ángel, que, encantado, lo escuchaba discurrir sobre todas<br />
las cosas divinas y humanas.<br />
«Una tar<strong>de</strong>, paseando juntos y <strong>de</strong>partiendo en mucha intimidad, se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong><br />
pronto don Simón y le dijo:<br />
51
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
«—Para que sacies tu curiosidad, voy a referirte lo que pasó en Roma.<br />
Un día, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber comido, y cuando ya el sol <strong>de</strong>clinaba, emprendimos<br />
con <strong>Bolívar</strong> paseo hacia el Monte Sacro (Sacrum Monte). <strong>El</strong> calor era tan intenso<br />
que nos agitamos en la marcha lo suficiente para llegar ja<strong>de</strong>antes y bañados <strong>de</strong><br />
sudor. Llegados al mamelón, nos sentamos sobre un trozo <strong>de</strong> mármol blanco,<br />
resto <strong>de</strong> una columna <strong>de</strong>strozada por el tiempo. Yo tenía fijos los ojos sobre la fisonomía<br />
<strong>de</strong>l adolescente, porque percibía en ella cierto aire <strong>de</strong> notable preocupación<br />
y concentrado pensamiento. Después <strong>de</strong> <strong>de</strong>scansar un poco, y con la respiración<br />
más libre, <strong>Bolívar</strong>, con cierta solemnidad, que no olvidaré jamás, se puso <strong>de</strong> pie, y,<br />
como si estuviera solo miró a todos los puntos <strong>de</strong>l horizonte, y, a través <strong>de</strong> los<br />
amarillentos rayos <strong>de</strong>l sol poniente, paseó su mirada escrutadora y fulgurante<br />
sobre la tumba <strong>de</strong> Cecilio Metelo, sobre la Via Apia y la campiña romana. Luego,<br />
levantando la voz, dijo:<br />
«—¿Conque este es el pueblo <strong>de</strong> Rómulo y Numa, <strong>de</strong> los Grecos y los<br />
Horacios, <strong>de</strong> Augusto y <strong>de</strong> Nerón, <strong>de</strong> César y <strong>de</strong> Bruto, <strong>de</strong> Tiberio y <strong>de</strong> Trajano?<br />
Aquí todas las gran<strong>de</strong>zas han tenido su tipo y todas las miserias su cuna. Octavio<br />
se disfraza con el manto <strong>de</strong> piedad público para ocultar la suspicacia <strong>de</strong> su carácter<br />
y sus arrebatos sanguinarios; Bruto clava el puñal en el corazón <strong>de</strong> su protector,<br />
para reemplazar la tiranía <strong>de</strong> César con la suya propia; Antonio renuncia a los<br />
<strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> su gloria para embarcarse en las galeras <strong>de</strong> una meretriz; sin proyectos<br />
<strong>de</strong> reforma, Sila <strong>de</strong>güella a sus compatriotas, y Tiberio, sombrío como la noche y<br />
<strong>de</strong>pravado como el crimen, divi<strong>de</strong> su tiempo ente la concupiscencia y la matanza.<br />
Por un Cincinato hubo cien Caracallas; por un Trajano, cien Calígulas, y por un<br />
Vespasiano, cien Claudias. Este pueblo dio para todo: severidad para los viejos<br />
tiempos; austeridad para la República; <strong>de</strong>pravación para los emperadores, catacumbas<br />
para los cristianos; valor para conquistar el mundo entero, oradores para<br />
conmover, como Cicerón; poetas para seducir con su canto, como Virgilio; satíricos,<br />
como Juvenal; filósofos débiles, como Séneca; y ciudadanos íntegros, como<br />
Colón; este pueblo dio para todos, menos para la causa <strong>de</strong> la humanidad:<br />
Mesalinas corrompidas, insignes guerreros, procónsules rapaces, sibaristas <strong>de</strong>senfrenados,<br />
aquilatadas virtu<strong>de</strong>s y crímenes groseros; pero para la emancipación <strong>de</strong>l<br />
espíritu, para la extirpación <strong>de</strong> las preocupaciones, para el enaltecimiento <strong>de</strong>l<br />
hombre y para la perfectibilidad <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> la razón, bien poco, por no <strong>de</strong>cir<br />
nada. La civilización que ha soplado <strong>de</strong>l Oriente ha mostrado aquí todas sus faces,<br />
ha hecho ver todos sus elementos; más en cuanto a resolver el gran problema <strong>de</strong>l<br />
hombre en libertad, parece que el asunto ha sido <strong>de</strong>sconocido y que el <strong>de</strong>spejo <strong>de</strong><br />
esa misteriosa incógnita no ha <strong>de</strong> verificarse sino en el Nuevo Mundo?<br />
52
VI. En el Monte Sacro<br />
«Y luego volviéndose hacia mí húmedos los ojos, palpitante el pecho, enrojecido<br />
el rostro con una animación casi febril, me dijo:<br />
«—Juro <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> usted; juro por el Dios <strong>de</strong> mis padres; juro por ellos; juro<br />
por mi honor y juro por la patria, que no daré <strong>de</strong>scanso a mis brazos, ni reposo a<br />
mi alma, hasta que haya roto las ca<strong>de</strong>nas que nos oprimen por voluntad <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r<br />
español.<br />
«—Tú sabes, hijo, agregó don Simón, que el muchacho cumplió su palabra (1)...»<br />
53
VII<br />
<strong>Bolívar</strong> y Humboldt
En agosto <strong>de</strong> 1804 llegó a París el barón Alejandro <strong>de</strong> Humboldt, <strong>de</strong> regreso<br />
<strong>de</strong> América, en cuyas regiones equinocciales, en compañía <strong>de</strong> un joven alumno <strong>de</strong><br />
la Escuela <strong>de</strong> Medicina y <strong>de</strong>l Jardín <strong>de</strong> Plantas, Aimé Goujaud Bonpland, acababa<br />
<strong>de</strong> hacer importantes <strong>de</strong>scubrimientos científicos y <strong>de</strong> efectuar un viaje <strong>de</strong> 9.000<br />
leguas. En aquellos días el sabio barón era el huésped predilecto <strong>de</strong> los salones <strong>de</strong><br />
París, y allí se encontró por primera vez con <strong>Bolívar</strong>, catorce años menor que él, y<br />
a quien dispensó la más afectuosa acogida, pues el joven caraqueño estaba emparentado<br />
con los mantuanos <strong>de</strong> Caracas, o sea las familias <strong>de</strong> la más alta sociedad,<br />
que había colmado <strong>de</strong> atenciones al barón y <strong>de</strong> quienes él conservaba los más<br />
gratos recuerdos. Los Ustáriz, los Toros, Ávila, Soublette, Montilla, Sanz y otros<br />
más lo habían festejado en sus casas y en sus haciendas; don Andrés Bello lo había<br />
acompañado a La silla <strong>de</strong>l Ávila. La familia <strong>de</strong>l futuro general Ibarra le recibió en<br />
aquella finca <strong>de</strong> Bello Monte, en don<strong>de</strong>, el día <strong>de</strong> Reyes <strong>de</strong> 1800, se creyó Humboldt<br />
transportado, como él mismo <strong>de</strong>cía, “a una mansión <strong>de</strong> hadas” (1). <strong>Bolívar</strong> lo visitaba<br />
con frecuencia en París, y sentía <strong>de</strong>spertarse en su corazón profunda admiración<br />
por aquellos magníficos países cuyos innumerables y estupendos aspectos<br />
<strong>de</strong>scribía el sabio alemán. Así, por primera vez, se revelaron al espíritu arrebatado<br />
<strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> la flora y fauna, los tesoros naturales tan variados y tan ricos <strong>de</strong>l Nuevo<br />
Mundo. También le hablaba Humboldt <strong>de</strong> los sentimientos y <strong>de</strong> las aspiraciones<br />
que había observado en esos pueblos, y era entonces cuando <strong>Bolívar</strong> lo escuchaba<br />
con más sostenida atención.<br />
—Señor Barón —exclamó un día el joven—, usted que acaba <strong>de</strong> recorrer el<br />
continente americano y que ha podido estudiar su espíritu y necesida<strong>de</strong>s, ¿no cree<br />
que ha llegado el momento <strong>de</strong> darle una existencia propia, <strong>de</strong>sprendiéndolo <strong>de</strong> los<br />
brazos <strong>de</strong> la Metrópoli? ¡Radiante <strong>de</strong>stino el <strong>de</strong>l Nuevo Mundo si sus pueblos se<br />
vieran libres <strong>de</strong>l yugo, y qué empresa más sublime!<br />
—Creo que la fruta está madura —respondió el barón—, pero no veo al<br />
hombre capaz <strong>de</strong> realizar tamaña empresa.<br />
—Pue<strong>de</strong> ser que lo encontremos...<br />
57
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
—Usted se dirige ahora a la Costa Firme? —preguntó Humboldt.<br />
—Sí, señor barón, voy a buscar a ese hombre en mi patria.<br />
—¿Y si no lo encuentra usted?<br />
—¡Lo formaremos!<br />
—Quisiera dar a usted el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios para tal empresa.<br />
—Los pueblos —replicó <strong>Bolívar</strong>—, en los momentos en que sienten la necesidad<br />
<strong>de</strong> ser libres son po<strong>de</strong>rosos como Dios, porque Dios los inspira.<br />
Estas profundas palabras traen a la mente aquellas que el 11 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong><br />
1828 <strong>de</strong>cía Goethe a su confi<strong>de</strong>nte Eckermann:<br />
«Existo como un po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>moníaco que impele al hombre a su gusto, cuando<br />
éste cree obrar por sí mismo. En tales circunstancias el hombre <strong>de</strong>be ser consi<strong>de</strong>rado<br />
como el instrumento <strong>de</strong>l gobierno supremo <strong>de</strong>l mundo, como la palanca que<br />
ha sido juzgada digna <strong>de</strong> recibir el impulso divino (2).»<br />
Los pueblos <strong>de</strong> América, en efecto, se conmovieron poco tiempo <strong>de</strong>spués, <strong>de</strong>l<br />
uno al otro extremo, como se conmueven y sacu<strong>de</strong>n y truenan las cordilleras<br />
cuando las agita el fuego que vibra en sus entrañas. <strong>El</strong> grito <strong>de</strong> libertad en in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia<br />
lanzado primero en La Paz, el 16 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1809, <strong>de</strong>spués en Quito,<br />
el 10 <strong>de</strong> agosto, más tar<strong>de</strong> en Caracas y en Bogotá, el 19 <strong>de</strong> abril y el 20 <strong>de</strong> julio<br />
<strong>de</strong> 1810, abría la historia <strong>de</strong> esa guerra titánica que remató, el 9 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong><br />
1824, en el campo <strong>de</strong> Ayacucho, un ejército heroico y compacto <strong>de</strong> colombianos,<br />
venezolanos, argentinos, peruanos, bajo el genio y la espada <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>.<br />
Consumada la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, el barón Humboldt, meditando sin duda, en<br />
los inescrutables <strong>de</strong>signios <strong>de</strong>l Eterno, escribía a su joven amigo <strong>de</strong> París, tres lustros<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su encuentro:<br />
La amistad con la cual el general <strong>Bolívar</strong> se dignó honrarme <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi<br />
regreso <strong>de</strong> México, en una época en que hacíamos votos por la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia y<br />
libertad <strong>de</strong>l Nuevo Continente, me hace esperar que, en medio <strong>de</strong> los triunfos<br />
coronados por una gloria fundada por gran<strong>de</strong>s y penosos trabajos, el Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />
Colombia recibiría todavía con interés el homenaje <strong>de</strong> mi admiración y <strong>de</strong> mi<br />
<strong>de</strong>cisión afectuosa.<br />
58
En otra ocasión le <strong>de</strong>cía:<br />
VII. <strong>Bolívar</strong> y Humbolt<br />
«En medio <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s y generosas acciones <strong>de</strong> Vuestra Excelencia, que son<br />
la admiración <strong>de</strong> ambos hemisferios, su corazón ha permanecido siempre sensible<br />
a los acentos <strong>de</strong> la amistad. Las cartas <strong>de</strong> Vuestra Excelencia me lo han probado;<br />
las conservo como un monumento precioso <strong>de</strong> la benevolencia <strong>de</strong> Vuestra<br />
Excelencia para conmigo, como el más hermoso título <strong>de</strong> gloria <strong>de</strong> una vida consagrada<br />
a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r, con armas más débiles, es cierto, los progresos <strong>de</strong> la razón y <strong>de</strong><br />
una pru<strong>de</strong>nte libertad...<br />
«Una voz interior me dice que nos volveremos a ver en esta vida, pero en ese<br />
continente que <strong>de</strong>be su libertad, menos todavía a la gloria <strong>de</strong> las armas <strong>de</strong> Vuestra<br />
Excelencia que a al noble mo<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> su alma, y en don<strong>de</strong> espero terminar mis<br />
días (3).»<br />
No se cumplieron los pronósticos <strong>de</strong>l sabio barón, pero sobrevivió a su amigo<br />
hasta 1859, cuando la posteridad había consagrado ya, en última instancia, la<br />
gloria <strong>de</strong>l Libertador.<br />
Veintitrés años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, en 1853, en una conferencia<br />
que por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l lord Clarendon tuvo con Humboldt, en Berlín, el general<br />
O’Leary, amigo y e<strong>de</strong>cán que fue <strong>de</strong>l Libertador, para tratar asuntos relacionados<br />
con la apretura <strong>de</strong> un canal interoceánico por el istmo <strong>de</strong>l Darién, Humboldt, <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> haber <strong>de</strong>partido con su interlocutor sobre esta cuestión, habló en seguida<br />
<strong>de</strong> la América española y <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>:<br />
«Le traté mucho <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi regreso <strong>de</strong> América, dijo, a fines <strong>de</strong> 1804. Su<br />
conversación animada, su amor por la libertad <strong>de</strong> los pueblos, su imaginación brillante,<br />
me lo hicieron ver como un soñador. Jamás le creí llamado a ser el jefe <strong>de</strong><br />
la cruzada americana. Durante mi permanencia en las colonias españolas, jamás<br />
encontré <strong>de</strong>scontento. Más tar<strong>de</strong>, al empezar la lucha, fue cuando comprendió<br />
que me había ocultado la verdad, y que en lugar <strong>de</strong> amor existían odios profundos<br />
que estallaron en medio <strong>de</strong> un torbellino <strong>de</strong> represalias y <strong>de</strong> venganzas. Pero lo que<br />
más me asombró fue la brillante carrera <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, a poco <strong>de</strong> habernos separado,<br />
cuando <strong>de</strong>jé París para seguir a Italia. La actividad, talento y gloria <strong>de</strong> este gran<strong>de</strong><br />
hombre me hicieron recordar sus raptos <strong>de</strong> entusiasmo, cuando juntos uníamos<br />
nuestros votos por la emancipación <strong>de</strong> la América española. Me había parecido,<br />
por el estudio que había hecho <strong>de</strong> los diversos círculos <strong>de</strong> la sociedad americana,<br />
que si en algún lugar podía surgir un hombre capaz <strong>de</strong> afrontar la revolución era<br />
en Nueva Granada, que había dado manifestaciones a fines <strong>de</strong>l último siglo, y<br />
59
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
cuyas ten<strong>de</strong>ncias no me eran <strong>de</strong>sconocidas. Mi compañero Bonpland fue más<br />
sagaz que yo, pues <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy al principio juzgó favorablemente a <strong>Bolívar</strong>, y aun<br />
le estimulaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí. Recuerdo que una mañana me escribió diciéndome<br />
que <strong>Bolívar</strong> le había comunicado los proyectos que el animaban respecto <strong>de</strong> la<br />
in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Venezuela, y que no sería extraño que los llevara a remate, pues<br />
tenía <strong>de</strong> su joven amigo la opinión más favorable. Me pareció entonces que<br />
Bonpland también <strong>de</strong>liraba. <strong>El</strong> <strong>de</strong>lirante no era él sino yo, que muy tar<strong>de</strong> vine a<br />
compren<strong>de</strong>r mi error respecto <strong>de</strong>l gran<strong>de</strong> hombre, cuyos hechos admiro, cuya<br />
amistad me fue honrosa, cuya gloria pertenece al mundo (4).»<br />
He aquí a Humboldt, “el genio <strong>de</strong> los <strong>de</strong>scubrimientos”, como le llamó<br />
Víctor Hugo, rindiendo homenaje póstumo al genio <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong> América.<br />
Boussingault nos <strong>de</strong>jó este retrato íntimo <strong>de</strong>l sabio francófilo y <strong>de</strong>mócrata,<br />
tildado <strong>de</strong> ateísmo, <strong>de</strong>l «gato enciclopédico», como se le llama en París:<br />
«Vivía en el muelle Napoleón, cuarto piso (muelle <strong>de</strong> la Escuela, número 26),<br />
en un cuarto con vista hacia el Sena, casi enfrente <strong>de</strong> la Moneda. Tenía cincuenta<br />
y cinco años. Su estatura era mediana; tenía los cabellos blancos, la mirada in<strong>de</strong>finible<br />
y la fisonomía viva y espiritual. Estaba un poco picado <strong>de</strong> viruelas, enfermedad<br />
que contrajo en Cartagena <strong>de</strong> Indias. Tenía una parálisis <strong>de</strong>l brazo <strong>de</strong>recho,<br />
como consecuencia <strong>de</strong> la afección reumática que contrajo por dormir sobre un<br />
lecho <strong>de</strong> hojas húmedas en las ribras <strong>de</strong>l Orinoco. Cuando quería escribir o dar la<br />
mano, tenía que levantar con la izquierda en antebrazo paralizado, a la altura necesaria.<br />
Su traje era <strong>de</strong>l corte que se usaba en la época <strong>de</strong>l Directorio: casaca azul con<br />
botones amarillos, chaleco amarillo, pantalón rayado, botas con vuelta —las<br />
únicas que había en París hacia 1821,— corbata blanca y sombrero hecho con lástima.»<br />
«Creía encontrar al chambelán <strong>de</strong>l rey <strong>de</strong> Prusia en una habitación espléndida,<br />
y fue, por lo mismo, gran<strong>de</strong> mi sorpresa cuando entré a la casa <strong>de</strong>l célebre<br />
viajero. Trabajaba en una alcoba pequeña, que tenía una cama sin cortinas cuatro<br />
sillas <strong>de</strong> paja y una gran mesa <strong>de</strong> pino en la que escribía. Toda la tabla <strong>de</strong> la mesa<br />
estaba cubierta <strong>de</strong> cálculos numéricos y <strong>de</strong> logaritmos. Cuando ya no había espacio<br />
para una sola cifra, venía el carpintero y pasaba una garlopa. No tenía libros, o<br />
apenas uno que otros como las Tablas <strong>de</strong> Callet y <strong>El</strong> Conocimiento <strong>de</strong> los tiempos.<br />
«Comía en Los Hermanos provenzales. Por las mañanas pasaba siempre una o<br />
dos horas en el café <strong>de</strong> Foy, y se dormía allí <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l almuerzo (5).»<br />
60
VII. <strong>Bolívar</strong> y Humbolt<br />
Humboldt tuvo el honor <strong>de</strong> haber sido leído con entusiasmo por Napoleón<br />
en aquellos días <strong>de</strong> la Malmaisón que siguieron al <strong>de</strong>sastre <strong>de</strong> Waterloo.<br />
Cuando el emperador se encontraba solo continuaba la lectura <strong>de</strong> un libro <strong>de</strong><br />
Alejandro <strong>de</strong> Humboldt: Los Viajes a las regiones equinocciales <strong>de</strong>l nuevo Continente. Su<br />
imaginación le transportaba a América. Soñaba en seguir las huellas <strong>de</strong>l ilustre<br />
sabio, en ocuparse en gran<strong>de</strong>s trabajos científicos. Con Monje hablaba <strong>de</strong> sus proyectos:<br />
«Necesito un compañero que me ponga rápidamente al corriente <strong>de</strong>l<br />
estado actual <strong>de</strong> las ciencias, luego recorreremos juntos el Nuevo Mundo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />
Canadá hasta el cabo <strong>de</strong> hornos, y en este inmenso viaje estudiaremos todos los<br />
gran<strong>de</strong>s fenómenos <strong>de</strong> la física <strong>de</strong>l globo. Monje amaba profundamente a<br />
Napoleón, y <strong>de</strong>cía que jamás en el trono, a la cabeza <strong>de</strong> los ejércitos, le había parecido<br />
tan gran<strong>de</strong>, tan digno <strong>de</strong> admiración como en aquel momento en que <strong>de</strong>rribado<br />
por la suerte se erguía para empezar una nueva vida (6).»<br />
61
VIII<br />
<strong>Bolívar</strong> en el terremoto <strong>de</strong> Caracas
En 1812, año funesto, como el <strong>de</strong> 1814, para la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, los <strong>de</strong>sastres<br />
<strong>de</strong> los patriotas caraqueños tuvieron su coronamiento en el terremoto que redujo<br />
a escombros las principales ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Venezuela. <strong>El</strong> 26 <strong>de</strong> marzo, a las cuatro <strong>de</strong><br />
la tar<strong>de</strong>, apiñada la multitud en los templos con motivo <strong>de</strong> las festivida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l<br />
jueves santo, tiembla la tierra y se <strong>de</strong>sploman las iglesias <strong>de</strong> la Pastora, Altagracia,<br />
San Mauricio, la Merced, Santo Domingo y la Trinidad, bajo cuyos muros<br />
mueren cuatro mil personas y en toda la ciudad <strong>de</strong> Caracas diez mil, sin contar los<br />
heridos. Durante varios días se encien<strong>de</strong>n hogueras para quemar los cadáveres;<br />
todas las gentes corren sobrecogidas <strong>de</strong> espanto; unas, en procesión, entonan<br />
cantos fúnebres; otras se confiesan en alta voz en medio <strong>de</strong> las calles.<br />
En un pueblo fanático los sucesos más comunes son interpretados según convenga<br />
a los intereses <strong>de</strong> aquellos a quienes las masas populares están acostumbradas<br />
a respetar, y <strong>de</strong>sgraciadamente, el clero, que ejercía en Venezuela, como en<br />
todas las colonias españolas, <strong>de</strong>cisiva influencia, y que era adverso, con raras<br />
excepciones, a la causa <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, aparentó ver en la terrible calamidad<br />
«el azote <strong>de</strong> un Dios irritado contra los novadores que habían <strong>de</strong>sconocido al más<br />
virtuoso <strong>de</strong> los monarcas, Fernando VII, el ungido <strong>de</strong>l Señor (7).»<br />
Sólo <strong>Bolívar</strong> permanecía impasible en medio <strong>de</strong> la consternación general,<br />
<strong>de</strong>soyendo los ruegos <strong>de</strong> sus amigos que temblaban por su vida, hasta que, sin<br />
parar mientes en la creciente furia <strong>de</strong>l populacho, azuzado por los frailes, corrió a<br />
la plaza <strong>de</strong> San Jacinto, don<strong>de</strong> el loco frenesí <strong>de</strong> un monje había atraído millares<br />
<strong>de</strong> <strong>de</strong>votos aterrados, y con voz imperiosa silencio. Mas, la expresión resuelta <strong>de</strong><br />
su mirada y su tono severo que asombraron a la espantada multitud, sólo sirvió<br />
para provocar indignación <strong>de</strong>l monje predicador que, a su vez, amenazó al intruso<br />
con la cólera <strong>de</strong>l cielo si persistía en interrumpir la prédica.<br />
<strong>El</strong> sordo y siniestro murmullo <strong>de</strong>l pueblo manifestaba ya su resolución <strong>de</strong> servir<br />
<strong>de</strong> instrumento <strong>de</strong> la ira santa, cuando <strong>Bolívar</strong>, advirtiendo la crítica situación en<br />
que se encontraba, y comprendiendo que una retirada daría pábulo a la superstición<br />
y acrecentaría la influencia <strong>de</strong>l clero, <strong>de</strong>senvainó su espada, y lanzándose sobre el<br />
65
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
improvisado púlpito, arrancó <strong>de</strong> él al monje, y arrastrándole, le amenazó con la<br />
muerte inmediata si se atrevía a resistir.<br />
Don José Domingo Díaz, furibundo realista y apologista <strong>de</strong> Boves, refiere el<br />
soberbio suceso <strong>de</strong> aquel día en estos términos:<br />
«Era el jueves santo, 26 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1812, a las cuatro <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. <strong>El</strong> cielo <strong>de</strong><br />
Caracas estaba extremadamente claro y brillante, una calma inmensa aumentaba<br />
la fuerza <strong>de</strong> un calor insoportable; caían algunas gotas sin verse la menor nube que<br />
las arrojase, y yo salí <strong>de</strong> mi casa para la santa iglesia catedral. Como cien pasos<br />
antes <strong>de</strong> llegar a la plaza <strong>de</strong> San Jacinto, convento <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> predicadores<br />
comenzó la tierra a moverse, con un ruido espantoso, corrí hacia aquella, y algunos<br />
balcones <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> correros cayeron a mis pies al entrar en ella; me situé<br />
fuera <strong>de</strong>l alcance <strong>de</strong> las ruinas <strong>de</strong> los edificios, y allí vi caer sobre sus fundamentos<br />
la mayor parte <strong>de</strong> aquel templo, y allí también entre el polvo <strong>de</strong> la muerte, vi la<br />
<strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> una ciudad que era el encanto <strong>de</strong> los naturales y <strong>de</strong> los extranjeros.<br />
«A aquel ruido inexplicable sucedió el silencio <strong>de</strong> los sepulcros. En aquel<br />
momento me hallaba solo en medio <strong>de</strong> la plaza y <strong>de</strong> la ruinas; oí los alaridos <strong>de</strong> los<br />
que morían <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l templo; subí por ellas y entré en su recinto. Todo fue obra <strong>de</strong><br />
un instante. Allí vi como cuarenta personas o hechas pedazos o prontas a expirar por<br />
los escombros. Volví a subirlas, y jamás se me olvidará este momento. En lo más elevado<br />
<strong>de</strong> las ruinas encontré a don Simón <strong>Bolívar</strong>, que en mangas <strong>de</strong> camisas trepaba<br />
por ellas. En su semblante estaba pintado el sumo terror, o la suma <strong>de</strong>sesperación.<br />
Me vio y me dirigió estas impías y extravagantes palabras: «Si la naturaleza se opone<br />
a nuestros <strong>de</strong>signios, lucharemos contra ella y la someteremos (8).»<br />
Al lado <strong>de</strong> estas palabras, dice José Enrique Rodó, pali<strong>de</strong>ce la imprecación<br />
famosa <strong>de</strong> Ayax <strong>de</strong> Telamón.<br />
66
IX<br />
En Milán
En un antiguo ejemplar <strong>de</strong> la revista Natura ed Arte, publicado en Roma en<br />
enero <strong>de</strong> 1895, hay un artículo <strong>de</strong> Cleto Arrighi que refiere muchos episodios <strong>de</strong><br />
la campaña <strong>de</strong> Italia <strong>de</strong> Napoleón Bonaparte y su entrada en Milán en 1796, <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> sus victorias contra los austriacos.<br />
En aquel tiempo existía en Milán el célebre salotto <strong>de</strong> la con<strong>de</strong>sa Melzi, tertulia<br />
literaria y política, don<strong>de</strong> no era fácil ser admitido sin estar dotado <strong>de</strong> talento y<br />
<strong>de</strong> sentimientos liberales.<br />
Tertulianos <strong>de</strong> casa Melzi, eran pues muchos notables personajes en las artes,<br />
en la política; y todos los extranjeros <strong>de</strong> renombre que llegaban a Milán solicitaban<br />
el privilegio <strong>de</strong> ser recibidos en aquel selecto centro <strong>de</strong> cultura que, no obstante<br />
la sospechosa policía austriaca, había llegado a ser una especie <strong>de</strong> institución<br />
milanesa.<br />
Cleto Arrighi heredó <strong>de</strong> un tío suyo Bernardino, un manuscrito titulado Il<br />
Cervelo di Giove, en el cual están apuntados los principales acontecimientos <strong>de</strong> que<br />
fue teatro Europa y especialmente Italia y Lombardía <strong>de</strong>l año 1786 a 1790.<br />
En una <strong>de</strong> tales notas, y con fecha 13 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1796, dice el autor <strong>de</strong>l<br />
manuscrito:<br />
«En casa <strong>de</strong> Melzi me fue presentado anoche un bello joven <strong>de</strong> Caracas don<strong>de</strong><br />
nace el excelente cacao: él es <strong>Bolívar</strong>, en cuyo aspecto están las promesas <strong>de</strong> un<br />
fecundo porvenir. Su conversación está llena <strong>de</strong> energía y <strong>de</strong> esperanzas. Odia a los<br />
españoles, y, entusiasmado por los acontecimientos <strong>de</strong> ogaño, sueña con la libertad<br />
<strong>de</strong> la colonia hispana y con ser él mismo libertador.<br />
«Fue educado en Madrid y acaba <strong>de</strong> terminar sus estudios. Y está en Milán<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> dos días ha, pues ha venido con la esperanzas <strong>de</strong> presenciar la entrada <strong>de</strong><br />
Bonaparte triunfador. Me dijo haber encontrado raramente una ciudad más simpática,<br />
especialmente en su gremio <strong>de</strong>cente y acomodado; me narró <strong>de</strong> haber visitado<br />
69
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
a Nápoles, y en su viaje <strong>de</strong> regreso a Roma, haber sido capturado por cierto<br />
Sicabolones con seis brigantes; pero fue soltado mediante poco dinero por haber<br />
<strong>de</strong>clarado que era un zuavo francés, amigo <strong>de</strong>l Papa, y <strong>de</strong> haber venido a Italia para<br />
tratar <strong>de</strong> perjudicar a Bonaparte.»<br />
Hasta aquí el manuscrito:<br />
De su lectura se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong> que Simón <strong>Bolívar</strong>, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su adolescencia, cultivaba<br />
el proyecto <strong>de</strong> ser el Libertador <strong>de</strong> su patria, y no poco <strong>de</strong>bió entusiasmarle<br />
el espectáculo <strong>de</strong> la entrada <strong>de</strong> Bonaparte triunfador en la metrópoli lombarda,<br />
pues en aquella época el joven general <strong>de</strong>l ejército francés en Italia enarbolaba la<br />
ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la libertad.<br />
En el retrato <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> que bosquejaba Arrighi se ve <strong>de</strong> pie la figura <strong>de</strong>l<br />
Libertador adolescente, en cuyo aspecto están las promesas <strong>de</strong> un fecundo porvenir.<br />
70
X<br />
<strong>Bolívar</strong> e Iturbe
Después <strong>de</strong> combatir en Francia por la causa <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho, <strong>de</strong> la justicia y <strong>de</strong><br />
la libertad en el mundo, hasta <strong>de</strong>jar inscrito su nombre en los Anales <strong>de</strong> la<br />
Revolución, y hoy en las tablas <strong>de</strong> gloria <strong>de</strong>l Arco <strong>de</strong> triunfo <strong>de</strong> Napoleón,<br />
Miranda se acordó <strong>de</strong> su patria y voló allí a prestar el contingente <strong>de</strong> su espada y<br />
experiencia a los inexpertos republicanos, sus compatriotas.<br />
Generalísimo <strong>de</strong> sus tropas, fue envuelto en una serie <strong>de</strong> <strong>de</strong>sgracias, hasta la<br />
capitulación que concluyó con Montever<strong>de</strong>, en San Mateo, el 25 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1812,<br />
y que, como todas las ajustadas por los españoles, fue inicua y cruelmente violada<br />
apenas se entregaron a los patriotas.<br />
Luego <strong>de</strong> firmar la capitulación, se retiró a La Guaira, don<strong>de</strong> tenía lista una<br />
corbeta inglesa para embarcarse. Llegó a las siete <strong>de</strong> la noche <strong>de</strong>l 30 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong><br />
1812 solicitando hospitalidad en la casa <strong>de</strong>l comandante <strong>de</strong>l puerto, coronel<br />
Manuel María Casas, quien con el gobernador político, el tristemente célebre<br />
Miguel Peña, lo entregaron a los españoles por medio <strong>de</strong>l coronel Simón <strong>Bolívar</strong>,<br />
Montilla y Chatillón, quienes se encargaron <strong>de</strong> pren<strong>de</strong>rlo. Miranda, sin protestar,<br />
se <strong>de</strong>jó conducir a la prisión.<br />
<strong>Bolívar</strong> nunca, ni en los últimos días <strong>de</strong> su vida, se arrepintió <strong>de</strong> haber prendido<br />
al precursor, y, antes bien, se lamentaba <strong>de</strong> no haberlo fusilado por habérselo impedido<br />
otros, y siempre consi<strong>de</strong>ró su acción como un <strong>de</strong>ber patriótico. Argüía que si Miranda<br />
creyó que los españoles observarían el tratado, <strong>de</strong>bió quedarse para hacerlos cumplir su<br />
palabra, y, si no, era un traidor por haber sacrificado su ejército.<br />
De La Guaira, sin fórmula <strong>de</strong> juicio, fue enviado Miranda al castillo <strong>de</strong><br />
Puerto Cabello, <strong>de</strong> allí a Puerto Rico, y, por último, a Cádiz, don<strong>de</strong> como reo <strong>de</strong><br />
estado se le enceró en la Carraca. Allí, solitario, y en completo abandono, murió<br />
el 19 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1816, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cuatro años <strong>de</strong> martirio. En su persona el<br />
gobierno español violó con <strong>de</strong>scaro y sevicia la capitulación <strong>de</strong> San Mateo que él<br />
mismo había <strong>de</strong>clarado en su or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> 30 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1813 que <strong>de</strong>bía cumplirse<br />
fiel y religiosamente. Nunca se reprochó a Montever<strong>de</strong> su crueldad y perfidia, y,<br />
73
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
cuando en las Cortes generales <strong>de</strong> Cádiz se trató <strong>de</strong>l asunto, y los diputados americanos<br />
<strong>de</strong>fendieron la causa <strong>de</strong> sus compatriotas oprimidos, sus protestas y reclamos<br />
no conmovieron a nadie.<br />
Fue Miranda el primero que enarboló el tricolor colombiano en las costas <strong>de</strong><br />
América; amigo <strong>de</strong> Catalina II, no creía en nada, y <strong>de</strong> Bentham, que sólo creía en<br />
la utilidad apreciada <strong>de</strong> tejas para abajo, <strong>de</strong>spidió, a la hora <strong>de</strong> la muerte, al fraile<br />
dominico que le ofrecía los auxilios <strong>de</strong> la religión, con estas <strong>de</strong>sabridas palabras:<br />
«Déjeme usted morir en paz.»<br />
Librepensador en religión, era también Miranda francés hasta la médula <strong>de</strong><br />
los huesos y apasionado hasta tal punto por la Revolución, a la cual había servido<br />
con su espada, que llegó hasta disculpar las matanzas <strong>de</strong> septiembre en París, y felicitó<br />
a aquellos <strong>de</strong> sus amigos <strong>de</strong> América que se llamaban jacobinos, <strong>de</strong>clarando,<br />
a<strong>de</strong>más, que habría preferido la <strong>de</strong>vastación <strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong>l mundo al fracaso <strong>de</strong><br />
la Revolución francesa.<br />
Como Jefferson, el ilustre secretario <strong>de</strong> Estado <strong>de</strong> Washington, y más tar<strong>de</strong><br />
dos veces presi<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> los Estados Unidos, y gran liberal, Miranda pensaba que<br />
una revolución es buena siempre y nunca <strong>de</strong>be escatimarse; que nada significan<br />
unos cuantos millares <strong>de</strong> vidas humanas perdidos en uno o dos siglos, puesto que<br />
lo que más abunda en el mundo es gente; que la humanidad es una selva muy<br />
frondosa para resentirse con la poda benéfica <strong>de</strong> sus ramas inútiles o marchitas;<br />
que el árbol <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong>be refrescarse <strong>de</strong> cuando en cuando con sangre <strong>de</strong><br />
tiranos y patriotas, que es natural abono.<br />
Y <strong>de</strong> mil amores hubiera acogido estas palabras <strong>de</strong> Tomás Carlyle, escritas en<br />
Los Héroes, su obra maestra: «Cueste los sacrificios que cueste, reinados <strong>de</strong>l Terror,<br />
horrores <strong>de</strong> revoluciones como la francesa, cuanto <strong>de</strong> cruel y <strong>de</strong> horrible pueda<br />
imaginarse, forzosa y necesariamente <strong>de</strong>bemos volver por los fueros <strong>de</strong> la razón y<br />
<strong>de</strong> la verdad. Paso a la Verdad, que se nos presenta revestida con todos los horrores<br />
y el fuego <strong>de</strong>l infierno, puesto que así la queremos y así es ella.»<br />
Miranda y Nariño, los precursores <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, cruelmente perseguidos<br />
por la fatalidad. Por sus talentos, convicción y energías hubieran podido ser<br />
los libertadores <strong>de</strong> Colombia, si uno más joven que ellos no hubiera nacido en esa<br />
pre<strong>de</strong>stinación. Su misión fue la triste <strong>de</strong> todos los precursores: allanar el camino<br />
a otro que habrá <strong>de</strong> llegar, y morir en el martirio y el olvido antes <strong>de</strong> ver florecer y<br />
fructificar el árbol milenario que sembraron. Como el poeta alemán que hizo su<br />
nido en la peluca <strong>de</strong> Voltaire ellos también pudieron exclamar al morir: «Colocad<br />
74
X. <strong>Bolívar</strong> e Iturbe<br />
sobre mi tumba una espada porque fui un bravo soldado en la guerra por la libertad<br />
<strong>de</strong>l hombre.»<br />
Por aquellos días <strong>de</strong> 1812 era <strong>Bolívar</strong> comandante <strong>de</strong> la plaza y castillo <strong>de</strong><br />
Puerto Cabello. Después <strong>de</strong> haberse batido heroicamente, hubo <strong>de</strong> abandonar<br />
aquel sitio por la traición <strong>de</strong> los presos <strong>de</strong>l castillo <strong>de</strong> San Felipe, a quienes se había<br />
indultado generosamente la vida, y que aliados al oficiar Francisco Fernán<strong>de</strong>z<br />
Vinoni, que mandaba la guardia aquel día, enarbolaron el pabellón español el 30<br />
<strong>de</strong> junio, a las tres <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>.<br />
Llegado <strong>Bolívar</strong> a Caracas, encontró la ciudad en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Montever<strong>de</strong>,<br />
quien, a pesar <strong>de</strong> la capitulación, estaba <strong>de</strong>dicado a llenar las cárceles <strong>de</strong> patriotas.<br />
<strong>Bolívar</strong> fue encarcelado e iba a ser remitido a España para morir como Miranda en<br />
la Carraca, cuando, al saberlo, don Francisco Iturbe, aquel honrado español que<br />
estuvo presente en su bautizo, cuela don<strong>de</strong> Montever<strong>de</strong>, y, <strong>de</strong>mos la palabra al<br />
mismo <strong>Bolívar</strong> para que nos narre el bello episodio:<br />
«Yo fui presentado a Montever<strong>de</strong>, dice, por un hombre tan generoso como yo<br />
era <strong>de</strong>sgraciado. Con este discurso me presentó Iturbe al vencedor: «Aquí está el<br />
comandante <strong>de</strong> Puerto Cabello por quien he ofrecido mi garantía: si a él toca<br />
alguna pena, yo la sufro, mi vida está por la suya (1).» Y el propio Iturbe continúa:<br />
«Montever<strong>de</strong> contestó al discurso citado: —Se conce<strong>de</strong> pasaporte al señor<br />
(mirando a <strong>Bolívar</strong>) en recompensa <strong>de</strong>l servicio que ha hecho al rey con la prisión<br />
<strong>de</strong> Miranda.» Hasta entonces <strong>Bolívar</strong> había estado callado, mas al oír estas palabras,<br />
que dirigía Montever<strong>de</strong> al secretario Muro, repuso en el acto que había apresado<br />
a Miranda para castigar un traidor a su patria, no para servir al rey. Tal<br />
respuesta <strong>de</strong>scompuso a Montever<strong>de</strong>, pero Iturbe intervino, terminando por <strong>de</strong>cir<br />
jocosamente a su amigo Muro: «Vamos, no haga usted caso <strong>de</strong> este calavera; <strong>de</strong>le<br />
usted el pasaporte, y que se vaya (2).»<br />
Al día siguiente, 27 <strong>de</strong> agosto, estaba <strong>Bolívar</strong> en la cubierta <strong>de</strong>l bergantín<br />
inglés Good Hope, surto en La Guaira, Iturbe lo abrazaba, mientras el capitán se<br />
disponía a partir.<br />
—Adiós, don Francisco —le dijo <strong>Bolívar</strong>, dándole un estrechísimo abrazo—.<br />
Adiós, usted me ha salvado la vida, y, con ella, la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> América.<br />
¡Gracias en mi nombre y en el <strong>de</strong> la patria!<br />
—¿Qué, todavía piensas en esas locuras? ¿No ves que la causa <strong>de</strong> los insurgentes<br />
está perdida?<br />
75
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
—Sólo las almas débiles se abaten al primer revés, don Francisco <strong>de</strong> Iturbe; el<br />
valor y la constancia corrigen la mala fortuna. Antes <strong>de</strong> diez años el pabellón español<br />
habrá <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> flotar sobre aquella almena (señalando la ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> Castilla).<br />
Iturbe se retiró. Una hora <strong>de</strong>spués el Good Hope <strong>de</strong>splegaba sus blancas velas,<br />
hinchadas por el viento, y suavemente se <strong>de</strong>slizaba sobre las ondas azules...<br />
Don Francisco <strong>de</strong> Iturbe, cruzado <strong>de</strong> brazos, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la playa veía alejarse el<br />
bergantín, todavía al caer la tar<strong>de</strong> lo vieron allí meditabundo; pero cuando las<br />
sombras <strong>de</strong> la noche borraron el punto blanco <strong>de</strong>l horizonte, el español se retiró<br />
murmurando:<br />
«La profecía <strong>de</strong>l canónigo se cumplirá... Juan Félix era un santo...»<br />
Con lo cual se refría al pronóstico <strong>de</strong> don Juan Félix Jerez y Aristeguieta,<br />
canónigo doctoral <strong>de</strong> la Iglesia metropolitana <strong>de</strong> Caracas, primo <strong>de</strong> doña<br />
Concepción Palacios y Blanco, madre <strong>de</strong>l Libertador, cuando este vino al mundo<br />
y que el mismo Iturbe oyó ese día <strong>de</strong> labios <strong>de</strong>l canónigo:<br />
«Este niño será, andando los tiempos, el Simón Macabeo <strong>de</strong> la América.»<br />
<strong>Bolívar</strong>, puesto que era noble, era agra<strong>de</strong>cido; con su generosidad habitual fue<br />
munificente con su benefactor, y siempre, en todas las circunstancias, recordó lo<br />
que <strong>de</strong>bía al español.<br />
Al general Páez le escribe <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Caracas el 3 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1827: «Mi querido<br />
general: Usted sabe cuántas son las consi<strong>de</strong>raciones <strong>de</strong> amistad que <strong>de</strong>bo a Iturbe,<br />
y, estando ya al partir, no puedo menos <strong>de</strong> recomendarlo a usted como a mí<br />
mismo. Véalo usted mismo como una persona que tiene mil <strong>de</strong>rechos sobre su<br />
afectísimo <strong>de</strong> corazón, <strong>Bolívar</strong>.»<br />
Y a Cristóbal Mendoza, en la misma fecha: «Estando ya al partir no puedo<br />
<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> recomendar a la bondad y consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> usted a mi amigo Iturbe.<br />
Véalo usted siempre como una persona muy estimable. <strong>El</strong> mejor servicio que recibirá<br />
Iturbe será el que no se le niegue su pasaporte cuando se quiera ausentar.»<br />
Así pagaba <strong>Bolívar</strong>, al <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> su tierra natal, para nunca más volver, el<br />
beneficio que había recibido <strong>de</strong> tan hidalgo amigo en calamitosos días <strong>de</strong> su vida.<br />
La ingratitud, partija <strong>de</strong> villanos, no podía manchar el gran corazón <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>.<br />
76
XI<br />
La guerra a muerte
Todas las leyes españolas que regían en las colonias ultramarinas, las Siete<br />
Partidas, la Vieja y Nueva Recopilación, las Leyes <strong>de</strong> Indias, las Reales Cédulas,<br />
Ór<strong>de</strong>nes y Proviciones estaban acor<strong>de</strong>s en un punto: el último suplicio como pena<br />
<strong>de</strong> la insurrección o <strong>de</strong>lito <strong>de</strong> lesa majestad. En virtud <strong>de</strong> tal principio, las capitulaciones<br />
se consi<strong>de</strong>raban nulas porque los insurgentes eran inhábiles para tratar; los prisioneros<br />
eran sacrificados como traidores; se negaban los canjes y se ahorcaba a los<br />
parlamentarios ante las filas patriotas. <strong>El</strong> terror era la ley pacificadora <strong>de</strong> las colonias.<br />
Tan bárbaro estado social trajo consigo el odio inextinguible <strong>de</strong> los colonos hacia<br />
España y sus instituciones, <strong>de</strong>l cual fue la guerra a muerte la manifestación franca y<br />
heroica.<br />
<strong>El</strong> venezolano Vicente Salias es conducido al patíbulo, y antes <strong>de</strong> morir,<br />
levanta los ojos al cielo, y grita, o, más bien, aúlla:<br />
«¡Dios Todopo<strong>de</strong>roso! ¡Si en tu mansión celeste admites españoles, renuncio<br />
mi <strong>de</strong>recho al cielo!»<br />
Y el modo como las Justicias españolas ejecutaban sus sentencias, aún nos<br />
estremece hoy a pesar <strong>de</strong>l tiempo y a pesar <strong>de</strong>l amor cada día más creciente hacia<br />
la madre España. Quien quiera saber hasta dón<strong>de</strong> es capaz <strong>de</strong> grosera sevicia y <strong>de</strong><br />
brutalidad el corazón humano, que lea la sentencia pronunciada en Santa Fe <strong>de</strong><br />
Bogotá el 30 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1782 contra José Antonio Galán y sus compañeros, precursores<br />
<strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Colombia. Y quien quiera saber hasta dón<strong>de</strong> se<br />
llenaron <strong>de</strong> razón los adali<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong> América, que ojee los documentos<br />
oficiales <strong>de</strong> la Capitanía General <strong>de</strong> Venezuela, durante los doce meses <strong>de</strong> la dictadura<br />
<strong>de</strong> Domingo Montever<strong>de</strong>, en 1813, bajo el imperio <strong>de</strong> la «Ley <strong>de</strong>l la conquista»,<br />
y los <strong>de</strong>l Nuevo Reino <strong>de</strong> Granada en los tres años <strong>de</strong> la pacificación <strong>de</strong><br />
Morillo, Enrile, Sámano Warletta, durante los cuales ensangrentaron los caminos<br />
públicos las cabezas escarnecidas <strong>de</strong> los más insignes hijos <strong>de</strong> Bogotá, Cartagena y<br />
Popayán. Y <strong>de</strong> cómo pensaban y procedían aquellos “pacificadores”, júzguese por<br />
estos documentos:<br />
79
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
<strong>El</strong> 17 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1813 escribe Montever<strong>de</strong> a la Regencia <strong>de</strong> España:<br />
«Des<strong>de</strong> que entré en esta capital y me fui imponiendo <strong>de</strong>l carácter <strong>de</strong> sus<br />
habitantes, conocí que la indulgencia era un <strong>de</strong>lito, y que la tolerancia y el disimulo<br />
hacían insolente y audaces a los hombres criminales... Bajo este concepto<br />
<strong>de</strong>ben ser tratados por la ley <strong>de</strong> conquista.»<br />
Para el 3 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong>l mismo año había empezado Zuazola a mutilar venezolanos,<br />
mientras el canario Pascual Martínez asolaba la Margarita, y Tíscar anunciaba<br />
en Barinas que sus tropas no darán cuartel a los rendidos. Al propio tiempo<br />
<strong>de</strong>spuntaba ya en los llanos la estrella fatídica <strong>de</strong> Boves.<br />
<strong>El</strong> 18 <strong>de</strong> junio siguiente dice Francisco Cerveris a Montever<strong>de</strong>, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Río Caribe:<br />
«No hay más, señor, que un gobierno militar; pasar todos estos pícaros (los<br />
patriotas) por las armas; yo le aseguro a V. S. que ninguno <strong>de</strong> los que caigan en mis<br />
manso se escapará. Todo gobierno político <strong>de</strong>be separarse inmediatamente; pues<br />
no <strong>de</strong>bemos estar ni por Regencia, ni por Cortes, ni por Constitución, sino por<br />
nuestra seguridad y el exterminio <strong>de</strong> tanto insurgente y bandido. Yo bien conozco<br />
que no se <strong>de</strong>be acabar con todos; pero acabar con los que puedan hacer <strong>de</strong> cabezas,<br />
y, los <strong>de</strong>más, a Puerto Rico, a la Habana o a España con ellos (1).»<br />
<strong>El</strong> 25 <strong>de</strong> mayo y el 14 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1816 publica el gobernador Salvador <strong>de</strong><br />
Moyó, primero en Caracas y luego en Cumaná, el siguiente bando:<br />
«A fin <strong>de</strong> poner término a las maquinaciones con que por todas partes intentan<br />
turbar la tranquilidad pública <strong>de</strong> las provincias <strong>de</strong> Venezuela los rebel<strong>de</strong>s españoles<br />
Simón <strong>Bolívar</strong>, José Francisco Bermú<strong>de</strong>z, Santiago Mariño, Manuel Piar y Antonio<br />
Brión, etc., etc., he tenido a bien <strong>de</strong>cretar: que cualquier persona que aprehendiere viva<br />
o muerta la <strong>de</strong> aquellos traidores, y cualquier otro <strong>de</strong> su especie, como Juan Bautista<br />
Arismendi, en Margarita, será remunerado con la cantidad <strong>de</strong> diez mil pesos en que se<br />
tasa la cabeza <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> ellos, cuya cantidad se abonará por la real hacienda. Y<br />
para que llegue a noticia <strong>de</strong> todos, imprímase y círculese.»<br />
De más está <strong>de</strong>cir que ni a <strong>Bolívar</strong> ni a sus tenientes se les ocurrió jamás, durante<br />
la larga guerra que sostuvieron, poner a precio la cabeza <strong>de</strong> ningún jefe peninsular.<br />
<strong>El</strong> mismo Juan Vicente González, iracundo censor <strong>de</strong>l <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> Trujillo, lo<br />
dijo: «Con enemigos implacables necesitaba la revolución valerosas convicciones,<br />
manos fuertes que con la espada o la pluma no temblasen nunca. Los furores <strong>de</strong> la<br />
80
<strong>de</strong>fensa <strong>de</strong>bían correspon<strong>de</strong>r a los furores <strong>de</strong>l ataque: la represalia no era un <strong>de</strong>recho,<br />
era un <strong>de</strong>ber (2).»<br />
La crueldad española tornó los cor<strong>de</strong>ros en lobos, y las palomas en serpientes. Y<br />
<strong>Bolívar</strong>, comprendiendo que mientras la opinión <strong>de</strong>l país favoreciese a los españoles la<br />
in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia era imposible, resolvió echar entre América y España un abismo que no<br />
pudiera llenarse sino con las inmensas moles <strong>de</strong> granito que se estaba ya elaborando en<br />
su cerebro y que se llamaron <strong>de</strong>spués Boyacá, Carabobo, Bomboná, Junín, Ayacucho,<br />
y ese insondable abismo fue la guerra a muerte: terrible necesidad <strong>de</strong> la época que aun<br />
hoy mismo no po<strong>de</strong>mos recordar sin estremecernos.<br />
Las cruelda<strong>de</strong>s que precedieron y que siguieron a esa terrible <strong>de</strong>claratoria,<br />
los fusilamientos colectivos, la carnicería <strong>de</strong> las batallas, prologándose años tras<br />
años, acabaron con los últimos restos <strong>de</strong> sentimientos humanitarios <strong>de</strong> los contendores.<br />
La necesidad <strong>de</strong>l triunfo hizo que se antepusiesen a todos en mérito<br />
los servicios militares, y que el prestigio <strong>de</strong> los hombres <strong>de</strong> espada y lanza<br />
subiese hasta el punto <strong>de</strong> que se acostumbrasen a ver con <strong>de</strong>sprecio a las <strong>de</strong>más<br />
clases sociales. Y eso explica por qué los militares se consi<strong>de</strong>raban tan amos <strong>de</strong><br />
la tierra como el mismo rey a quien acabábamos <strong>de</strong> expulsar. Los caudillos <strong>de</strong><br />
la revolución tuvieron que aceptar en sus filas a cuantos hombres malos y<br />
corrompidos se presentaban a tomar servicio estimulados con el pillaje y con la<br />
esperanza <strong>de</strong> repartirse más tar<strong>de</strong> los bienes <strong>de</strong> los españoles. Era preciso tolerar<br />
la licencia en los campamentos y la rapiña en los campos, so pena <strong>de</strong> ver<br />
formarse en las filas claros que era imposible llenar. Y con esos elementos, y<br />
sobre ese mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> guerra implacable, <strong>de</strong>sesperada, a muerte, se calcaron las<br />
costumbres políticas <strong>de</strong> la naciente República. <strong>Bolívar</strong> mismo se lamentaba <strong>de</strong><br />
ello ante sus amigos <strong>de</strong> Bucaramanga, pero la verdad es que nunca tuvo valor<br />
para <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> aquellos elementos, abominables, si bien útiles y <strong>de</strong>cisivos<br />
en las batallas, pero funestos y corruptores en la paz.<br />
Briceño<br />
XI. La Guerra a muerte<br />
Antonio Nicolás Briceño era en Caracas, antes <strong>de</strong> 1810, según el historiador<br />
realista José Domingo Díaz, un hombre ilustrado, pru<strong>de</strong>nte y mo<strong>de</strong>rado. Al<br />
estallar la revolución, poco a poco fue exaltándose su carácter hasta el punto <strong>de</strong><br />
que la opinión pública le señaló con el apodo <strong>de</strong> <strong>El</strong> Diablo.<br />
No obstante lo afirmado por Díaz, Briceño <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1807 mostró el carácter<br />
irascible que causó en 1813 su separación <strong>de</strong>l ejército <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> y la catástrofe<br />
<strong>de</strong> que fue víctima. Casado con la joven y bella Dolores Jerez Aristeguieta y<br />
Gedler, nieta <strong>de</strong> María Jacinta <strong>Bolívar</strong> y Ponte, se hallaba en aquel año en el<br />
81
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Tuy administrando las fincas <strong>de</strong> la familia <strong>de</strong> su esposa, cuando sobrevino un<br />
conflicto con su pariente Simón <strong>Bolívar</strong> por cuestiones <strong>de</strong> lin<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> sus predios<br />
vecinos. <strong>Bolívar</strong> presentó acusación contra él y en esa <strong>de</strong>manda aparece la<br />
siguiente relación: «Hallándome el día 24 <strong>de</strong> septiembre último (<strong>de</strong> 1807) con<br />
mi servidumbre, rozando parte <strong>de</strong> mis tierras altas que cubren el frente <strong>de</strong> mi<br />
hacienda, se apareció toda su esclavitud con machetes, puñales, garrotes, etc.,<br />
y entre ellos uno nombrado Domingo José con un fusil cargado. Sin otro<br />
saludo ni discurso comenzó Briceño la acción por sacar una pistola, prepararla<br />
y mandar a mis esclavos que parasen el trabajo, porque <strong>de</strong> no hacerlo así les<br />
tiraría con sus armas <strong>de</strong> fuego, y requiriéndoles muchas veces que los mataría,<br />
les amenazaba y apuntaba sucesivamente; pero habiendo yo mandado a mis<br />
negros que no <strong>de</strong>jaran el trabajo, volviéndose hacia mí, fue uno mismo a<br />
<strong>de</strong>cirme comenzaré por usted y apuntarme. Tres veces quiso ejecutar el tiro, y<br />
cuando a la tercera le vi resuelto, no tuve otro partido que arrojármele encima<br />
a fin <strong>de</strong> <strong>de</strong>sarmarlo. Sus negros me arrebataron; y temí tanto un combate <strong>de</strong><br />
esclavos, que en lugar <strong>de</strong> aten<strong>de</strong>r a mi adversario sólo traté <strong>de</strong> contener ambas<br />
esclavitu<strong>de</strong>s que ya habían comenzado a tomar parte en la pelea...»<br />
Las <strong>de</strong>claraciones <strong>de</strong> los testigos son favorables a <strong>Bolívar</strong>; <strong>de</strong> ellas se <strong>de</strong>duce<br />
que éste no tenía armas, y que en la lucha con Briceño «logró con una mano<br />
sujetarle la pistola y con la otra la daga o sable que llevaba, hasta que ambas<br />
esclavitu<strong>de</strong>s se atacaron». Uno <strong>de</strong> los testigos consi<strong>de</strong>ra a Briceño «no sólo perjudicial<br />
a don Simón, sino a todo el vecindario». Terminado el sumario, el capitán<br />
general or<strong>de</strong>nó la prisión <strong>de</strong> Briceño el 11 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1818; pero este suceso<br />
se complicó con la conspiración <strong>de</strong>scubierta la víspera, para establecer una junta<br />
<strong>de</strong> gobierno (3).<br />
<strong>El</strong> 16 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1813 Briceño publica en Cartagena un plan sobre el<br />
modo <strong>de</strong> hacer la guerra a los españoles. He aquí parte <strong>de</strong> este programa sombrío<br />
que parece meditado por Azolino, tirano <strong>de</strong> Padua:<br />
«2.-Como esta guerra se dirige a <strong>de</strong>struir en Venezuela la raza maldita <strong>de</strong> los<br />
españoles, quedan ellos excluídos <strong>de</strong> la expedición, por patriotas y buenos que<br />
parezcan, puesto que no <strong>de</strong>be quedar uno solo vivo...<br />
«9.-Se consi<strong>de</strong>ra como un mérito suficiente para ser premiado y obtener<br />
grados en el ejército, el presentar un número <strong>de</strong> cabezas <strong>de</strong> españoles, y así, el<br />
soldado que presentare veinte cabezas será ascendido a alférez vivo y efectivo; el<br />
que presentare treinta, a teniente; el que cincuenta, a capitán, etc.»<br />
82
XI. La Guerra a muerte<br />
Ocho individuos: tres venezolanos y los <strong>de</strong>más europeos, subscribieron, en<br />
francés, el feroz pacto.<br />
Con tal documento se presentó Briceño en Cúcuta exigiendo a <strong>Bolívar</strong> y al general<br />
granadino Castillo, que lo aprobasen y lo tomaran por norma <strong>de</strong> conducta. Los dos<br />
jefes, ¡tales eran los tiempos! lo aceptaron, con ligeras observaciones, y lo firmaron en<br />
Cúcuta el 20 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1813. Poco <strong>de</strong>spués, Briceño publicaba un bando <strong>de</strong>clarando<br />
la guerra a muerte, <strong>de</strong> acuerdo con su plan, y para cumplir sus amenazas <strong>de</strong>capitó<br />
a dos españoles pacíficos <strong>de</strong> San Cristóbal y remitió las cabezas a <strong>Bolívar</strong> y Castillo,<br />
con cartas cuya primera línea estaba escrita con sangre <strong>de</strong> las víctimas.<br />
<strong>El</strong> 20 <strong>de</strong> mayo siguiente, Camilo Torres, presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l Congreso <strong>de</strong> Tunja, dirige<br />
a los venezolanos aquella célebre proclama que pareciese inspirada por la venganza<br />
antigua:<br />
«¡Venezolanos! reunidos bajo las ban<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> la Nueva Granada que tremolan<br />
ya en vuestros campos, y que <strong>de</strong>ben llenar <strong>de</strong> terror a los enemigos <strong>de</strong>l nombre<br />
americano. Sacrificad a cuantos se opongan a la libertad que ha proclamado<br />
Venezuela y que han jurado <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r con los <strong>de</strong>más pueblos que habitan en el<br />
universo <strong>de</strong> Colón. <strong>El</strong> odio <strong>de</strong>be haberse encendido en vuestros corazones para<br />
perseguir hasta el escarmiento y la muerte misma a los tiranos (5)...»<br />
<strong>El</strong> 15 <strong>de</strong> junio siguiente, <strong>Bolívar</strong>, como en obe<strong>de</strong>cimiento al Congreso <strong>de</strong><br />
Tunja, a cuyas ór<strong>de</strong>nes estaba, dicta en Trujillo su Decreto <strong>de</strong> guerra a muerte:<br />
«Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis<br />
activamente en obsequio <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong> América. Americanos, contad con la<br />
vida, aun cuando seáis culpables (6).»<br />
Con razón se ha dicho que el mundo no había oído antes, ni en boca <strong>de</strong><br />
Alarico ni <strong>de</strong> Atila, semejante grito <strong>de</strong> exterminio y <strong>de</strong> muerte.<br />
Montados en caballos indómitos, sobre silla <strong>de</strong> cuero crudo; vestidos <strong>de</strong><br />
calzón corto, camisa ancha y suelta, sombrero <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s alas, y armados <strong>de</strong> larga<br />
y filuda lanza, aquellos escuadrones no recibían más disciplina ni conocían más<br />
táctica que la <strong>de</strong> cargar al enemigo sobre el cual caían como un torrente y pasaban<br />
como un huracán en el campo <strong>de</strong> batalla.<br />
<strong>El</strong> Congreso y Gobierno granadinos nunca <strong>de</strong>saprobaron la conducta <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
en su campaña <strong>de</strong> Venezuela, y, antes bien, el 25 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1813, lo elevaron al<br />
grado <strong>de</strong> mariscal <strong>de</strong> campo (7), y, <strong>de</strong>spués, dándose por satisfechos <strong>de</strong> su conducta, lo<br />
hicieron capitán general <strong>de</strong> los ejércitos <strong>de</strong> la Nueva Granada (8).<br />
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Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
¡Y extraordinaria coinci<strong>de</strong>ncia! <strong>El</strong> mismo día en que <strong>Bolívar</strong> dictaba su<br />
<strong>de</strong>creto <strong>de</strong> guerra a muerte, a las ocho <strong>de</strong> la mañana, era fusilado en la plaza <strong>de</strong><br />
Barinas el coronel Antonio Nicolás Briceño, <strong>de</strong>rrotado y preso en Guasdalito el 16<br />
<strong>de</strong> mayo anterior. La historia ha conservado una carta dirigida <strong>de</strong> Cúcuta a<br />
Briceño por su esposa, la bella Dolores Jerez, carta que Briceño recibió el 14 <strong>de</strong><br />
aquel mes <strong>de</strong> mayo:<br />
«Mi amado Nicolás: ... Sobre lo que me dices <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sgraciados españoles<br />
quiero que Dios ponga tiento en tus justicias... Como estamos todavía en este mar<br />
inmenso y no sabemos por quién se <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> la suerte, será mejor no cantar victoria<br />
hasta el fin; el silencio es muy bueno en todos los casos, obrando al mismo tiempo<br />
según lo dicte la pru<strong>de</strong>ncia... Algunas letras van borradas, porque hoy estoy triste<br />
y te escribo llorando. Ignacita te manda tantas cosas que no caben en la pluma...<br />
Tu invariable y muy constante, Dolores Jerez (9).»<br />
Pero si Briceño fue cruel con sus enemigos, fue digno y heroico en su muerte.<br />
Sin ro<strong>de</strong>os confesó a los jueces su pacto <strong>de</strong> Cartagena y su resolución <strong>de</strong> exterminar<br />
a los españoles en Venezuela, y, por último, los intimidó <strong>de</strong>scribiéndoles el<br />
invencible ejército <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> y los auxilios que Nariño había enviado, «todos animados<br />
con la esperanza <strong>de</strong>l triunfo».<br />
Juan Vicente González, que con frase <strong>de</strong> fuego execró la guerra a muerte,<br />
dice, refiriéndose a aquellos bravos que fueron sacrificados con Briceño:<br />
«Todos fueron valientes aquel día, sin que ninguno diese a sus jueces el orgulloso<br />
placer <strong>de</strong> verlos suplicantes y humillados. Cuando se comparece <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />
la victoria, el papel <strong>de</strong>l hombre <strong>de</strong> valor es envolverse en su manto y morir.»<br />
Inútil es agregar que los jueces españoles, según su costumbre en esos bárbaros<br />
tiempos, extremaron los refinamientos <strong>de</strong> crueldad en aquellos vencidos. <strong>El</strong> cadáver<br />
<strong>de</strong> Briceño fue mutilado, y la cabeza y la mano <strong>de</strong>recha expuesta en escarpias fuera<br />
<strong>de</strong> la ciudad. Así también fueron mutilados e infamados en Caracas los cadáveres <strong>de</strong><br />
José María España y José Félix Rivas. Así <strong>de</strong>scuartizaron las Reales Justicias <strong>de</strong> Santa<br />
Fe, el 30 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1782, a José Antonio Galán, y, más tar<strong>de</strong>, a Camilo Torres,<br />
Maestro y Padre <strong>de</strong> la Revolución, el hombre que encarna el espíritu <strong>de</strong> nuestra nacionalidad,<br />
el férreo inspirador <strong>de</strong> la guerra a muerte, bajo la cual cayó él mismo con<br />
insigne gesto <strong>de</strong> apóstol y <strong>de</strong> mártir.<br />
Luego viene la fabulosa campaña <strong>de</strong> 1813, en la que Simón <strong>Bolívar</strong>, al <strong>de</strong>cir <strong>de</strong>l<br />
historiador español Pedro <strong>de</strong> Urquinaona, con trescientos miserables <strong>de</strong> Santa Fe<br />
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arrolló el famoso ejército <strong>de</strong> occi<strong>de</strong>nte, dispersando a Tiscar, <strong>de</strong>struyendo a<br />
Izquierdo y encerrando a Montever<strong>de</strong> en la fortaleza <strong>de</strong> Puerto Cabello (10).<br />
Arismendi<br />
Juan Bautista Arismendi era «un buen hombre mo<strong>de</strong>rado y <strong>de</strong> costumbres<br />
pacíficas (11)», oriundo <strong>de</strong> la isla <strong>de</strong> Margarita, que, antes <strong>de</strong> 1810, fue un lugar<br />
dichoso y tranquilo, morada <strong>de</strong> industriosos y sencillos pescadores. Perseguido por<br />
el sanguinario Pascual Martínez, huyó a los montes y, acosado por el hambre, vino<br />
a presentarse a su perseguidor, quien confiscó sus bienes, lo aherrojó con sus hijos, y<br />
causó la muerte <strong>de</strong> su esposa. Un día los margariteños pier<strong>de</strong>n la paciencia, lanzan<br />
el grito <strong>de</strong> morir o ser libres, y el cobar<strong>de</strong> Martínez implora <strong>de</strong> rodillas la clemencia<br />
<strong>de</strong> los vencedores, los hijos <strong>de</strong> sus víctimas. Arismendi sale <strong>de</strong> su prisión, puñal en<br />
mano, y es proclamado gobernador <strong>de</strong> la isla. La venganza se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> él, el odio<br />
petrifica su corazón y encien<strong>de</strong> su sangre, y aquel hombre, austero y pacífico, viene<br />
a presidir las hecatombes <strong>de</strong> Caracas y La Guaira. Con terror se leen las notas oficiales<br />
en las cuales se comunicaba diariamente al jefe supremo el número <strong>de</strong> víctimas<br />
sacrificadas en los días 14, 15 y 16 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1814. La sangre <strong>de</strong> más <strong>de</strong> ochocientos<br />
españoles, sin excepción <strong>de</strong> ancianos, enfermos y niños, sació la venganza <strong>de</strong>l<br />
feroz margariteño.<br />
He aquí los oficios:<br />
«Al comandante <strong>de</strong> La Guaira, José Leandro Palacios.<br />
XI. La Guerra a muerte<br />
«Por el oficio <strong>de</strong> U. S. <strong>de</strong> 4 <strong>de</strong>l actual me impongo <strong>de</strong> las críticas circunstancias<br />
en que se encuentra esa plaza con poca guarnición y un crecido número<br />
<strong>de</strong> presos. En consecuencia, or<strong>de</strong>no a U. S, que inmediatamente se pasen por<br />
las armas todos los españoles presos en esas bóvedas y en el hospital, sin excepción<br />
alguna.<br />
«Cuartel General Libertador en Valencia, 8 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1814. A las ocho <strong>de</strong><br />
la noche. — Simón <strong>Bolívar</strong>.<br />
Indéntico oficio <strong>de</strong>spachó <strong>Bolívar</strong>, al mismo tiempo, al comandante <strong>de</strong><br />
Caracas, coronel Juan Bautista Arismendi.<br />
Ved ahora, por estos oficios, tremendamente concisos, cómo se cumplió la<br />
or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>:<br />
La Guaira, 13 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1814.<br />
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Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
«Al señor coronel Juan B. Arismendi. — Caracas.<br />
«En el obe<strong>de</strong>cimiento a or<strong>de</strong>n expresa <strong>de</strong>l Excmo. Sr. General Libertador, se<br />
ha comenzado la ejecución <strong>de</strong> todos los presos españoles y canarios reclusos en las<br />
bóvedas <strong>de</strong> este puerto, pasándose por las armas esta noche cien <strong>de</strong> ellos. — José<br />
Leandro Palacios.»<br />
Al día siguiente, 14 <strong>de</strong> febrero, dice Palacios a Arismendi:<br />
«Ayer tar<strong>de</strong> fueron <strong>de</strong>capitados cinto cincuenta hombres <strong>de</strong> los españoles y<br />
canarios encerrados en las bóvedas <strong>de</strong> este puerto, y entre hoy y mañana lo será al<br />
resto <strong>de</strong> ellos.»<br />
<strong>El</strong> 15 <strong>de</strong> febrero el mismo Palacios oficia a Arismendi:<br />
«Ayer tar<strong>de</strong> fueron <strong>de</strong>capitados doscientos cuarenta y siete españoles y canarios,<br />
y sólo quedan en el hospital veinte enfermos, y en las bóvedas ciento ocho<br />
criollos.»<br />
<strong>El</strong> 16 escribe Palacios al Libertador:<br />
«Hoy se han <strong>de</strong>capitado los españoles y canarios que estaban enfermos en el<br />
hospital, últimos restos <strong>de</strong> los comprendidos en la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> S. E.»<br />
Total: 517.<br />
Por último, el 25 siguiente participa Arismendi, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Caracas, al secretario<br />
<strong>de</strong> la guerra:<br />
«Se servirá U. S. elevar a la consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong>l Excelentísimo General en Jefe,<br />
que la or<strong>de</strong>n comunicada por U. S. con fecha 8 <strong>de</strong> este mes se halla cumplida,<br />
habiéndose pasado por las armas, tanto aquí como en La Guaira, todos los españoles<br />
y canarios que se hallaban presos, en número <strong>de</strong> más <strong>de</strong> 800, contando los<br />
que se han podido recoger <strong>de</strong> los que se hallaban ocultos...»<br />
Horrorizados ante tales documentos escribe un historiador: «Es el ogro sangriento<br />
(Arismendi), el Barba-Azul <strong>de</strong> la América, aquella monja <strong>de</strong> puñal en<br />
mano <strong>de</strong> las antiguas leyendas.»<br />
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XI. La Guerra a muerte<br />
<strong>El</strong> 24 <strong>de</strong> febrero el secretario <strong>de</strong> Estado, Muñoz Tébar, dio en San Mateo, por<br />
or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l Libertador, un manifiesto <strong>de</strong>stinado a justificar las matanzas <strong>de</strong> Caracas<br />
y La Guaira, impuestas por el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> las represalias.<br />
Con igual <strong>de</strong>recho, dice Gil Fortoul, van a justificar sus barbarida<strong>de</strong>s Boves,<br />
y Rosete, y Morales. Exasperado <strong>Bolívar</strong>, no reflexionó que su nombre, lo mismo<br />
que el <strong>de</strong> sus tenientes (Arismendi había sacrificado antes, en Margarita, 29 prisioneros;<br />
Mariño, en Cumaná, 200; Campo <strong>El</strong>ías, en los Llanos, un número<br />
incontable), y el <strong>de</strong> tantos héroes <strong>de</strong> la patria, iban a quedar en la historia <strong>de</strong> 1814<br />
confundidos con los <strong>de</strong> aquellos vándalos, bajo la misma horrenda mancha <strong>de</strong>l<br />
crimen. Tristes tiempos, cuando hasta el genio enloquece y apaga él mismo la<br />
antorcha que le guía al provenir (12).<br />
Mas <strong>de</strong>be reconocerse que si aquellos insulares margariteños extremaron la<br />
crueldad con sus perseguidores, no fue ciertamente por cobardía, <strong>de</strong> la cual es<br />
casi siempre hija aquella; porque su heroísmo aún hoy nos espanta y no son<br />
muchas, quizá, las páginas que en la historia <strong>de</strong> los pueblos registren episodios<br />
como éste narrado por el general Morillo a su gobierno:<br />
«Pasaban <strong>de</strong> 500 rebel<strong>de</strong>s, dice hablando <strong>de</strong>l combate <strong>de</strong> Matasiete, <strong>de</strong> la<br />
canalla más atroz y <strong>de</strong>salmada <strong>de</strong> la isla, los que <strong>de</strong>fendían el Fuerte, hombres<br />
feroces y crueles, famosos y nombrados entre los piratas <strong>de</strong> las flecheras, el<br />
terror <strong>de</strong> las costas <strong>de</strong> Venezuela, y facinerosos, que cada uno contaba muchos<br />
asesinatos y estaba acostumbrado a mirar la vida con <strong>de</strong>sprecio. Estos malvados,<br />
llenos <strong>de</strong> rabia y orgullo, con su primer ventaja en la <strong>de</strong>fensa, parecía cada<br />
uno <strong>de</strong> ellos un tigre, y se presentaban al fuego y a las bayonetas con una animosidad<br />
<strong>de</strong> que no hay ejemplo en las mejores tropas <strong>de</strong>l mundo... No contentos<br />
con el fuego infernal que nos hacían arrojaban piedras <strong>de</strong> gran tamaño, y<br />
como eran hombres membrudos y agigantados, se les veía arrojar una piedra<br />
enorme, con la misma facilidad que si fuera una pequeña. Nuestra caballería,<br />
que para el momento <strong>de</strong> ocupar el reducto ya estaba prevenida, recibió a los<br />
que salieron <strong>de</strong> él en unas lagunas poco profundas, don<strong>de</strong> todos se arrojaron y<br />
allí pereció a sablazos aquella banda <strong>de</strong> asesinos feroces, que ni imploró la clemencia,<br />
ni hubo uno solo que diera señales <strong>de</strong> timi<strong>de</strong>z, en medio <strong>de</strong> la carnicería<br />
que en ellos se hizo. Algunos que pudieron escapar, a pesar <strong>de</strong> la vigilancia<br />
<strong>de</strong> los dragones, dieron en manos <strong>de</strong>l Regimiento <strong>de</strong> Navarra que ro<strong>de</strong>aba<br />
aquellas inmediaciones. De esta suerte se concluyó una acción tan sangrienta y<br />
empeñada, que allí quedaron tendidos más <strong>de</strong> quinientos forajidos que ni aun<br />
en el último momento quisieron rendirse (13).»<br />
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Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Boves<br />
Y es aquí, en medio <strong>de</strong>l cuadro, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>be presentarse la sangrienta figura<br />
<strong>de</strong>l héroe <strong>de</strong> la guerra a muerte. La tradición espantada ha conservado el retrato <strong>de</strong><br />
aquel bárbaro barbitaheño, y es singular que la <strong>de</strong>scripción que <strong>de</strong>l fiero Atila,<br />
«nacido para la <strong>de</strong>solación <strong>de</strong>l mundo», nos <strong>de</strong>jó el lombardo Pablo Diácono, sea<br />
el retrato cabal <strong>de</strong> Boves: cuerpo mediano, ancho pecho, gesto feo, enorme cabeza,<br />
la nariz y la boca como las <strong>de</strong> las aves <strong>de</strong> rapiña, ojos hundidos y turbios como el<br />
mar, cuyas llanuras gustábale atravesar <strong>de</strong> mozo, mirada horrible que paseaba alre<strong>de</strong>dor<br />
como un tigre que se acuerda <strong>de</strong> su presa, la frente espaciosa y chata. Su<br />
cuello, que tiraba hacia atrás y sus miradas que concentraba a veces, y a veces paseaba<br />
con inquieta curiosidad, daban a sus movimientos aquel imperio y fiereza <strong>de</strong><br />
que no le fue dado eximirse a sus mismos superiores. Distraído en medio <strong>de</strong> sus<br />
pensamientos lúgubres, que visitaban sangrientos fantasmas, volvía en sí por una<br />
sonrisa feroz o por miradas <strong>de</strong> fuego, que precedían a sus silenciosos furores. Él no<br />
sabía <strong>de</strong> esas palabras enfáticas, <strong>de</strong> calculado efecto, que usan sus semejantes, ni<br />
tronaba en una tempestad <strong>de</strong> amenazas crueles; frío como el acero, alevoso como<br />
el halcón, hería inesperadamente, revelándose su rabia por pueblos <strong>de</strong>solados y en<br />
cenizas, por millares <strong>de</strong> cadáveres insepultos.<br />
No escasearán compatriotas que frunzan el ceño ante estas páginas que tratan<br />
<strong>de</strong> revivir la sombra fatídica y mil veces maldita <strong>de</strong> aquel instrumento <strong>de</strong> la ira <strong>de</strong>l<br />
cielo, cuyo solo nombre aún sobrecoge <strong>de</strong> espanto a los rústicos habitantes <strong>de</strong> los<br />
llanos <strong>de</strong> Venezuela; a aquellos respondo anticipadamente, por boca <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los<br />
más <strong>de</strong>licados espíritus contemporáneos: «<strong>El</strong> moralista aparta al hombre <strong>de</strong>l pacer<br />
y atempera su orgullo, escribe Gebhart. <strong>El</strong> artista se interesa en todos sus instintos;<br />
compren<strong>de</strong> y acepta todo en el alma, aun el mal. Otelo, estrangulando a<br />
Desdémona, es bello, si bien criminal. <strong>El</strong> corazón humano tiene su funesta violencia<br />
como la naturaleza; pero las borrascas <strong>de</strong> uno y otra, cualesquiera que sean sus<br />
estragos, excitan siempre la simpatía <strong>de</strong>l artista que reconoce, en las más agitadas<br />
profundida<strong>de</strong>s, la floración misteriosa <strong>de</strong> la fuerza viva (14).»<br />
«<strong>El</strong> crimen mismo, agrega Renán, cuando va acompañado <strong>de</strong> cierto prestigio,<br />
da una po<strong>de</strong>rosa i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> las faculta<strong>de</strong>s humanas e implica una gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> perversión<br />
<strong>de</strong> la cual sólo las razas fuertes son capaces. Hoy no sería indiferente llamarse<br />
Borgia.»<br />
Vino Boves <strong>de</strong> piloto a La Guaira, fue preso y procesado en Puerto Cabello<br />
pero sus malos manejos en un buque corsario, logrando que se le conmutase la<br />
pena <strong>de</strong> presidio por la <strong>de</strong> confinamiento a la ciudad <strong>de</strong> Calabozo, gracias a la<br />
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XI. La Guerra a muerte<br />
intervención <strong>de</strong> los Joves, merca<strong>de</strong>res <strong>de</strong> Puerto Cabello, <strong>de</strong> quienes, por gratitud,<br />
imitó el apellido, cambiándole la primera letra. Esto es lo que refieren Briceño<br />
Mén<strong>de</strong>z y casi todos los historiadores <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, pero el ilustrado escrito<br />
venezolano don Laureano Vallenilla Lanz ha escrito, recientemente, estos párrafos,<br />
sobre los orígenes <strong>de</strong> Boves:<br />
«Por los datos que personalmente recogimos en España, sabemos que Tomás<br />
Rodríguez Boves nació en Oviedo, provincia <strong>de</strong> Asturias, en el año <strong>de</strong> 1783. Su<br />
apellido Bobes y no Boves, que es mala redacción, es muy corriente en aquellas<br />
regiones y se aplica al natural <strong>de</strong> la Bobia, término orográfico muy común en<br />
Asturias. Bobes se llama también una parroquia <strong>de</strong> Consejo <strong>de</strong> Siero. De manera<br />
que siendo un apellido <strong>de</strong> proce<strong>de</strong>ncia geográfica, se le lleva siempre precedido <strong>de</strong><br />
otro patronímico, como Rodríguez-Bobes, Álvarez-Bobes, Fernán<strong>de</strong>z-Bobes,<br />
García-Bobes, etc., apellidos estos que llevan muchas familias en España.<br />
«En lista <strong>de</strong> los primeros sesenta alumnos que inauguraron el día 7 <strong>de</strong> enero<br />
<strong>de</strong> 1794 el Real Instituto Asturiano, don<strong>de</strong> se dio enseñanza oficial <strong>de</strong> la carrera<br />
náutica, figura el nombre <strong>de</strong> Tomás Rodríguez Bobes; en el libro que con tal<br />
motivo escribió Jovellanos, titulado Noticia <strong>de</strong>l Real Instituto Asturiano, está citado<br />
en la siguiente forma: «Don Tomás Rodríguez Boves, natural <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong><br />
Oviedo; edad, once años.» En el Apéndice III <strong>de</strong> la obra <strong>de</strong>l señor Lama y Leña,<br />
titulada Reseña <strong>de</strong>l Instituto <strong>de</strong> Jovellanos <strong>de</strong> Gijón, figura como piloto, habiendo terminado<br />
los estudios <strong>de</strong> la carrera náutica, y se registra así: «Tomás Rodríguez<br />
Bobes, que empezó los estudios <strong>de</strong> náutica y pilotaje en 1794 y terminó en 1798.»<br />
Fue, por lo tanto, piloto a los quince años, y en calidad <strong>de</strong> tal dicen los historiadores<br />
y la tradición que vino a Venezuela.»<br />
En 1811 tenía tienda <strong>de</strong> ropa en Calabozo, y más tar<strong>de</strong> se alistó en las filas<br />
patriotas, pero disgustado por motivos que se ignoran, se pasó al año siguiente a<br />
las tropas realistas. Éstos lo nombraron oficial <strong>de</strong> Urabanos y comandante militar<br />
<strong>de</strong> aquel pueblo, en 1813, y entonces empezó su carrera <strong>de</strong> crímenes.<br />
En agosto <strong>de</strong> aquel año, jefe <strong>de</strong> numerosa banda <strong>de</strong> llaneros, sobre los cuales<br />
ejercía diabólica fascinación, se dirigió al Bajo Apure, don<strong>de</strong>, tomando la voz <strong>de</strong>l<br />
rey y sacando <strong>de</strong> Guayana municiones, en cambio <strong>de</strong> ganados, formó su ejército. <strong>El</strong><br />
14 <strong>de</strong> octubre lo <strong>de</strong>strozaron los patriotas en Mosquitero; Boves se retira entonces a<br />
Guayabal, a la izquierda <strong>de</strong>l Apure, y hace arrancar las ventanas <strong>de</strong> hierro <strong>de</strong>l pueblo<br />
para fabricar lanzas. <strong>El</strong> 14 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong>sbarata a los patriotas en San Marcos y se<br />
apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> Calabozo y <strong>de</strong> todo el Llano bajo. <strong>El</strong> 3 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1814 <strong>de</strong>rrota en La<br />
Puerta las tropas <strong>de</strong> Campo <strong>El</strong>ías, y se a<strong>de</strong>lanta, rápido y feroz, sobre los valles <strong>de</strong><br />
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Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Aragua, cubriéndolos <strong>de</strong> sangre y <strong>de</strong> cadáveres. <strong>El</strong> 12 José Félix Rivas logra rechazarlo<br />
en La Victoria, pero Boves se rehace, y el 28, a la cabeza <strong>de</strong> siete mil hombres,<br />
ataca a <strong>Bolívar</strong> en San Mateo. La batalla queda in<strong>de</strong>cisa; Boves, herido, se retira a<br />
Calabozo para reaparecer en San Mateo. La batalla queda in<strong>de</strong>cisa; Boves, herido, se<br />
retira a Calabozo para reaparecer en San Mateo el 20 <strong>de</strong> marzo; renueva el ataque<br />
hasta el 25, y, ya a punto <strong>de</strong> apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong>l parque republicano, Ricaurte le pren<strong>de</strong><br />
fuego y vuela con él. <strong>El</strong> 30 <strong>de</strong> marzo, Boves contramarcha hacia la Villa <strong>de</strong> Cura, se<br />
encuentra con Mariño en Bocachica, y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> formidables cargas, retíranse<br />
ambos; Boves camino <strong>de</strong> Calabozo, su madriguera.<br />
En aquellos días escribe al justicia mayor <strong>de</strong> Camatagua este oficio:<br />
Calabozo, 15 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1814.<br />
«Recibí los hombres y espero <strong>de</strong> su eficacia no <strong>de</strong>je uno solo útil, para concluir<br />
con estos pícaros y luego <strong>de</strong>scansar en el seno <strong>de</strong> sus familias. Boves. »<br />
También en aquellos días terríficos se consuman las hecatombes <strong>de</strong> españoles<br />
y canarios en La Guaira y Caracas, <strong>de</strong>cretadas por <strong>Bolívar</strong> y ejecutadas por<br />
Arismendi y Leandro Palacios. Boves, al ver el manifiesto publicado por <strong>Bolívar</strong>,<br />
para justificar aquella carnicería, lo leyó, a caballo, en la mitad <strong>de</strong> la plaza <strong>de</strong><br />
Calabozo, y juró, ante el cielo y la tierra, que los vengaría pasando a cuchillo a<br />
todos sus enemigos. <strong>El</strong> 28 <strong>de</strong> mayo, <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>rrota al capitán general Juan<br />
Manuel Caligal en la llanura <strong>de</strong> Carabobo, pero, <strong>de</strong>sgraciadamente, no se sacó <strong>de</strong><br />
esta victoria el fruto que pudo obtenerse, y ya se acercaba el <strong>de</strong>sastre final <strong>de</strong>l año<br />
14, al año terrible <strong>de</strong> la Revolución.<br />
Nadie pensó en que Boves, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> sus recientes fracasos, se rehiciese y<br />
levantase repentinamente un ejército po<strong>de</strong>roso, compuesto <strong>de</strong> 5.000 lanceros y<br />
3.000 infantes, divididos estos en tres cuerpos mandados por Ramón González,<br />
Manuel Machado y Guía Cal<strong>de</strong>rón. <strong>El</strong> cuerpo selecto <strong>de</strong> infantería era la<br />
columna Cazadores, fuerte <strong>de</strong> 800 hombres, y al mando <strong>de</strong> Rafael López. Las<br />
tropas realistas llevaban divisa blanca, que, <strong>de</strong> lejos, se confundían con la amarilla<br />
<strong>de</strong> los patriotas.<br />
<strong>El</strong> anuncio <strong>de</strong> la aparición <strong>de</strong> Boves en los llanos fue como la trompeta <strong>de</strong>l<br />
juicio final; el terror corrió por los valles <strong>de</strong> Aragua y llegó hasta Caracas. Las<br />
poblaciones emigraban en masa hacia Valencia y la capital, entonando letanías por<br />
el camino, como para hacer más pavoroso aquel cuadro <strong>de</strong> <strong>de</strong>solación. En su tránsito,<br />
<strong>Bolívar</strong>, más <strong>de</strong> una vez, tuvo necesidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>tenerse para <strong>de</strong>jar pasar aquellas<br />
90
XI. La Guerra a muerte<br />
procesiones <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sgracia que le miraban con ojos espantados, en que iba mezclada<br />
la esperanza con el reproche <strong>de</strong> ser el autor <strong>de</strong> tantas calamida<strong>de</strong>s.<br />
A dos leguas <strong>de</strong> la Villa <strong>de</strong> Cura se halla una pequeña llanura cortada por las<br />
ondulaciones <strong>de</strong>l terreno y cercada por montes y cerros. Tanto a la entrada como<br />
a la salida hay un paso estrecho con alturas a los lados. Esos pasos están cortados<br />
por dos riachuelos y hacia el sur corre el Guárico: tal es La Puerta <strong>de</strong> los llanos.<br />
Boves escogió, <strong>de</strong>tenidamente, el campo como el más a propósito para esperar a<br />
<strong>Bolívar</strong>, pues conocía el terreno, como que el 3 <strong>de</strong> febrero había <strong>de</strong>rrotado allí a<br />
Campo <strong>El</strong>ías.<br />
En la mañana <strong>de</strong>l 15 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1814 los patriotas se ven amenazados por<br />
una nube <strong>de</strong> caballería, compuesta <strong>de</strong> zambos y negros, que avanzaban por la<br />
sabana <strong>de</strong> Ocumare. Al propio tiempo <strong>Bolívar</strong> llega al campamento acompañado<br />
<strong>de</strong> sus secretarios y el Estado Mayor. Boves ocupa la salida al llano, <strong>Bolívar</strong> la<br />
entrada. Boves reta a <strong>Bolívar</strong> a combate singular, y éste no acepta. Rotos los<br />
fuegos, las montoneras <strong>de</strong> Boves se estrellan contra el disciplinado batallón Aragua<br />
y retroce<strong>de</strong>n para volver a la carga con más furia. La artillería barre la llanura y<br />
obliga a los realistas a replegarse. Carga López con sus Cazadores y llega cerca <strong>de</strong><br />
la artillería patriota, pero es rechazado, <strong>de</strong>jando tendida gran parte <strong>de</strong> su tropa.<br />
<strong>Bolívar</strong>, al ver ganada la batalla, or<strong>de</strong>na una carga <strong>de</strong> caballería, que resulta débil e<br />
in<strong>de</strong>cisa. Impaciente luego, or<strong>de</strong>na una carga general. Marcha Aragua <strong>de</strong> frente,<br />
síguele Barcelona en columna, cerrando el flanco izquierdo <strong>de</strong> los patriotas, a<br />
tiempo que Cumaná toma el lado <strong>de</strong>recho. A este tiempo aparecen tres gran<strong>de</strong>s<br />
cuerpos <strong>de</strong> caballería realista y caen inesperadamente sobre la caballería patriota,<br />
que huye, cobar<strong>de</strong>mente. Intenta resistirle Barcelona, pero sucumbe cogido entre<br />
dos masas <strong>de</strong> lanceros.<br />
Aragua <strong>de</strong>saparece bajo las patas <strong>de</strong> los caballos <strong>de</strong> Boves, el pánico se apo<strong>de</strong>ra<br />
<strong>de</strong> los patriotas, y los más piensan en la fuga.<br />
En tanto, Cumaná se forma en cuadro. Boves or<strong>de</strong>na su <strong>de</strong>strucción, y aquel<br />
duelo a muerte concentra la atención <strong>de</strong>l ejército realista, que suspen<strong>de</strong> la persecución<br />
<strong>de</strong> los fugitivos. En fuga la caballería, el batallón empren<strong>de</strong> su retirada en<br />
correcta formación. Aquel cuerpo perdido entre el bosque <strong>de</strong> lanzas enemigas, en<br />
marcha hacia el sacrificio y agrupado al pie <strong>de</strong> su ban<strong>de</strong>ra, era la imagen <strong>de</strong> la<br />
Patria, coronado por el martirio; <strong>de</strong>l humo <strong>de</strong> sus fusiles salía el incienso <strong>de</strong>l holocausto;<br />
sus divisas amarillas brillaban con los rayos <strong>de</strong> un sol <strong>de</strong> verano y parecían<br />
dorados laureles que ornaran las frentes <strong>de</strong> aquellos héroes. En vano esperó un<br />
amago siquiera <strong>de</strong> la caballería en <strong>de</strong>rrota; cuando se agotaron los pertrechos,<br />
91
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Cumaná hincó rodilla en tierra y resolvió ven<strong>de</strong>r cara la vida. Asaltada por dos<br />
cuerpos <strong>de</strong> jinetes, fue roto el cuadro y consumose el sacrificio. Freites, su jefe,<br />
viéndolo todo perdido, se dispara su pistola al pie <strong>de</strong> su ban<strong>de</strong>ra. Los realistas respetaron<br />
su cadáver, y López le hizo dar sepultura.<br />
A las dos <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> mil cadáveres republicanos quedaban en el campo, entre<br />
ellos los secretarios <strong>de</strong>l Libertador, quien salvó la vida merced a las uñas <strong>de</strong> su<br />
caballo, y se dirigió a Caracas (15).<br />
Al amanecer <strong>de</strong>l 19 Boves entra a Valencia, que capitula confiada en el juramento<br />
<strong>de</strong> perdón hecho por él ante el Santísimo Sacramento. ¿Habrá necesidad <strong>de</strong><br />
agregar que el bárbaro, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tomada la ciudad, pasó a cuchillo a todos sus<br />
habitantes? He aquí la relación que <strong>de</strong> aquellos sucesos nos hace el historiador realista<br />
Heredia:<br />
«En la noche siguiente (10 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1814) Boves reunió todas las mujeres<br />
en un sarao, y entretanto hizo recoger los hombres que había tomado precauciones<br />
para que no se escaparan, y sacándolos fuera <strong>de</strong> la población (en el Morro), los<br />
alanceaban como a toros sin auxilio espiritual. Solamente el doctor Espejo, gobernador<br />
político, logró la distinción <strong>de</strong> ser fusilado y tener tiempo para confesarse.<br />
Las damas <strong>de</strong>l baile se bebían las lágrimas y temblaban al oír las pisadas <strong>de</strong> las partidas<br />
<strong>de</strong> caballería, temiendo lo que sucedió, mientras que Boves, con un látigo en<br />
la mano, las hacía danzar el piquirico, y otros sonecitos <strong>de</strong> la tierra, a que era muy<br />
aficionado, sin que la molicie que ellos inspiran fuese capaz <strong>de</strong> ablandar aquel<br />
corazón <strong>de</strong> hierro. Duró la matanza algunas otras noches (16).»<br />
<strong>El</strong> 6 <strong>de</strong> julio <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>socupa a Caracas seguido <strong>de</strong> aquella pavorosa emigración<br />
<strong>de</strong> mujeres, ancianos y niños que preferían morir <strong>de</strong> hambre en las montañas<br />
a caer en las garras <strong>de</strong> Boves. Sólo quedaron en la ciudad, según el mismo historiador<br />
Heredia, testigo presencial <strong>de</strong> estos acontecimientos, el arzobispado y los<br />
canónigos, las monjas y algunos frailes.<br />
Boves escribe entonces al gobernador Quero, <strong>de</strong> Caracas, este lacónico oficio:<br />
«Si a mi llegada a esa ciudad, que será <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> veinte días, encuentro un<br />
patriota, usted pagará con su cabeza.» <strong>El</strong> 8 <strong>de</strong> julio llega a Caracas la vanguardia<br />
<strong>de</strong>l ejército realista, y el 16 entra Boves y empieza en Coticita la matanza <strong>de</strong> los<br />
patriotas que habían salido <strong>de</strong> sus escondites confiados en las nuevas promesas <strong>de</strong>l<br />
vencedor. Ensoberbecido con tantos triunfos, Boves escribe al capitán general<br />
Cajigal: «He recobrado las armas, las municiones y el honor <strong>de</strong> las ban<strong>de</strong>ras españolas<br />
que Su Excelencia perdió en Carabobo.» Dueño <strong>de</strong>l mando supremo, se<br />
92
XI. La Guerra a muerte<br />
apropió el título <strong>de</strong> Comandante General <strong>de</strong>l Ejército, y se dirigió a oriente en<br />
persecución <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>.<br />
Un día, refiere O’Leary, le presentan, en su marcha, un anciano enfermo y<br />
<strong>de</strong>scarnado, único habitante <strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong> don<strong>de</strong> habían huído los <strong>de</strong>más al saber<br />
su llegada. Después <strong>de</strong> algunas preguntas, a que el anciano respondió con dulzura<br />
y veracidad, le mandó <strong>de</strong>capitar. Al instante salió <strong>de</strong> entre las filas un bello joven<br />
que frisaba en los catorce años, y postrándose <strong>de</strong> rodillas ante el caballo <strong>de</strong>l bárbaro:<br />
«Os, ruego, exclamó, por la Santísima Virgen, perdonéis a ese pobre<br />
hombre, que es mi padre; salvadle y seré vuestro esclavo». «Bien, dijo el monstruo,<br />
sonriéndose al oír las súplicas fervientes <strong>de</strong>l joven: para salvar su vida, ¿<strong>de</strong>jarás que<br />
te corten la nariz y las orejas sin un quejido?». «Sí, sí, respondió el infeliz, os doy<br />
mi vida, pero salvad la <strong>de</strong> mi padre». <strong>El</strong> muchacho sufrió con admirable serenidad<br />
la horrible prueba; visto lo cual, Boves mandó que le matasen junto con el padre,<br />
por ser este un insurgente, y aquel <strong>de</strong>masiado valiente, para permitir que le sobreviviera<br />
y se convirtiera también, más tar<strong>de</strong>, en insurgente.<br />
«Extraño parecerá, agrega O’Leary, que en un país en don<strong>de</strong> pocos años <strong>de</strong>spués<br />
hubo treinta puñales para hundirlos en el pecho <strong>de</strong>l hombre a quien la mitad <strong>de</strong> la<br />
América hispana <strong>de</strong>be su in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, se hubiese permitido la consumación <strong>de</strong> tan<br />
salvaje crimen sin la menor resistencia. ¡Tal es el pavor supersticioso que inspira un déspota!<br />
¡Aquel bizarro joven que tuvo el valor <strong>de</strong> ofrendar su vida para salvar la <strong>de</strong> su<br />
padre fue cobar<strong>de</strong> para libertar la humanidad <strong>de</strong> aquel bandido (17).»<br />
Hoy podríamos los colombianos repetir las mismas palabras <strong>de</strong>l discreto<br />
irlandés, al pensar en ese asesino <strong>de</strong> naciones llamado Teodoro Roosevelt. ¡Tantos<br />
bizarros jóvenes que tendrían el valor <strong>de</strong> sacrificarse por sus padres y son cobar<strong>de</strong>s<br />
para libertar a su patria <strong>de</strong> aquel bandido!<br />
<strong>El</strong> 15 <strong>de</strong> octubre Boves entra a sangre y fuego a Barcelona, y por la noche, en<br />
medio <strong>de</strong> espesas tinieblas contra las que lucha débilmente la funeraria luz <strong>de</strong> una<br />
lámpara, comienza a oírse una música triste, que se hace <strong>de</strong> pronto bulliciosa y<br />
alegre; en un momento la sala aparece iluminada, y damas caraqueñas muchas,<br />
engalanadas por fuerza, aparecen, <strong>de</strong>soladas y llorosas, entre aquellos bandidos,<br />
empapados con la sangre <strong>de</strong> sus hijos y esposos. Ya en las altas horas la música iba<br />
<strong>de</strong>bilitándose más y más; a poco un violín sonaba únicamente; <strong>de</strong>spués, todo era<br />
silencio en el iluminado salón. Treinta músicos <strong>de</strong> Caracas, uno a uno, habían<br />
<strong>de</strong>jado sus instrumentos para ser <strong>de</strong>gollados (18).<br />
93
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
<strong>El</strong> 3 <strong>de</strong> octubre entra al pueblo <strong>de</strong> Santa Ana y hace tocar a <strong>de</strong>güello, en el<br />
cual perecieron quinientas personas, la mayor parte mujeres patriotas. <strong>El</strong> 16 ocupa<br />
a Cumaná y pasa a cuchillo a todos los habitantes, inclusive a los niños y las mujeres.<br />
<strong>El</strong> 15 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong>rrota en Urica a Rivas, Bermú<strong>de</strong>z, Piar, Monagas,<br />
Ce<strong>de</strong>ño, Zaraza, los más valientes jefes patriotas: mas, en medio <strong>de</strong>l combate, al<br />
arrojarse sobre las filas enemigas, al frente <strong>de</strong> su escuadrón <strong>de</strong> carabineros, cae, <strong>de</strong><br />
su impetuoso alazán, atravesado <strong>de</strong> un lanzazo (19).<br />
Boves tuvo, sin embargo, una gran virtud: la gratitud. Por don<strong>de</strong>quiera que tropezó<br />
con alguno <strong>de</strong> sus amigos a quien <strong>de</strong>biera un beneficio, le tendió la mano y lo<br />
salvó, aun cuando fuera su enemigo político. Este espíritu infernal salvó <strong>de</strong>l suplicio a<br />
víctimas ya sentenciadas a morir. Parece que el lema <strong>de</strong> su escudo hubiera sido aquella<br />
sentencia <strong>de</strong>l Dean Swift: «<strong>El</strong> hombre que le dice a otro ingrato, le hace reo <strong>de</strong> todos los<br />
crímenes.» Su guerra, y los medios <strong>de</strong> ejecutarla, confiesa su gran<strong>de</strong> amigo y secretario,<br />
el historiador realista José Domingo Díaz, fueron, en verdad, terribles (20). Dividía sus<br />
cuerpos según los pueblos a que pertenecían los soldados, y así se llamaban Escuadrón<br />
<strong>de</strong>l Guayabal, Escuadrón <strong>de</strong> Tiznados, etc., dando esta clasificación por resultado una<br />
emulación entre los cuerpos, que los había invencibles. Aquellos hombres feroces, dice<br />
Díaz, le temían, le adoraban, y ejercía sobre ellos un po<strong>de</strong>r mágico, especialmente entre<br />
los <strong>de</strong> color, o castas africanas, a quienes ilusionaba con la esperanza <strong>de</strong> elevarse por la<br />
<strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> los blancos, que había perseguir con el nombre <strong>de</strong> insurgentes, y entre<br />
los cuales sólo daba cuartel a los sacerdotes y a los músicos. A su voz surgían ejércitos y<br />
morían los que se mostraban reacios a seguirle. «Era cruel por instinto y a sangre fría»,<br />
dice Heredia, hablaba poco y no sonreía sino en presencia <strong>de</strong> una gran catástrofe, <strong>de</strong><br />
un horrible peligro o <strong>de</strong> una suprema <strong>de</strong>sgracia. En tales circunstancias soltaba una<br />
suerte <strong>de</strong> carcajada diabólica. Cuentan, sin embargo, las crónicas, que en una ocasión<br />
nublaron las lágrimas sus ojos. Boves amaba, sobre todas las cosas, su caballo, un soberbio<br />
corcel negro charolado, su compañero en todas sus batallas, y al que había puesto<br />
el nombre <strong>de</strong> Antinoo, en recuerdo <strong>de</strong> su padre. En la batalla <strong>de</strong> San Mateo, el 28 <strong>de</strong><br />
febrero <strong>de</strong> 1814, cayó muerto <strong>de</strong> un balazo el brioso animal, que tantas escenas sangrientas<br />
había presenciado. Boves, transido <strong>de</strong> dolor, se abrazo a él, y, cuentan, que sólo<br />
aquel día le vieron llorar sus soldados.<br />
Páez, el llanero épico <strong>de</strong> las Queseras <strong>de</strong>l medio, león <strong>de</strong> Apure, amaba también,<br />
sobre todas las cosas, su caballo. En el combate <strong>de</strong> Mata <strong>de</strong> Miel, cuando las<br />
balas españolas se lo mataron, dirigió a su ejército esta proclama: «Compañeros,<br />
me han matado mi caballo, mi buen caballo, y si uste<strong>de</strong>s no están resueltos a<br />
vengar ahora mismo su muerte, yo me lanzaré solo a perecer entre las dilas enemigas.»<br />
A lo cual todos contestaron «¡Sí, general, la vengaremos (21)!»<br />
94
XI. La Guerra a muerte<br />
Boves fue también un valiente, y así el héroe y el bandido se confundieron <strong>de</strong><br />
tal suerte en él, que habría sido difícil trazar una línea divisoria. Ágil, intrépido,<br />
temerario, ambicioso <strong>de</strong> mando, rebel<strong>de</strong>, astuto, pérfido, frío como el hierro. La<br />
fatiga, los peligros, la lucha con los elementos fortificaron su cuerpo, y la vida<br />
aventurera <strong>de</strong> pirata, que llevó en su mocedad, y el aspecto constante <strong>de</strong> la muerte,<br />
endurecieron su alma. Impasible en la <strong>de</strong>rrota, ebrio en el triunfo, tolerante con<br />
los excesos <strong>de</strong> sus parciales, feroz hasta el <strong>de</strong>liro contra sus enemigos, Boves integra<br />
en su espíritu el ímpetu salvaje <strong>de</strong>l llanero y su astucia y su fatalismo con la<br />
crueldad <strong>de</strong> Zuazola, Antoñanzas, Cerberis. Si la resistencia le irrita, aun le enfurece<br />
más la adulación. En su primera entrada triunfal a Calabozo mata con su<br />
propia mano al isleño que sale a vitorearle, celebrador <strong>de</strong> todos los triunfadores.<br />
Sobrio, sólo poseía un caballo y su espada, y en el testamento que <strong>de</strong>jó apenas<br />
pudo disponer, en favor <strong>de</strong> su novia (¡porque Boves amó!), <strong>de</strong> trescientos pesos<br />
que le <strong>de</strong>bía don Juan Vivente Delgado.<br />
Sus huestes <strong>de</strong>soladoras estaban compuestas, exclusivamente, <strong>de</strong> venezolanos,<br />
llamados pardos o mestizos, lo que confirma esta triste verdad enunciada por<br />
todos los historiadores: La causa <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia no fue popular en ninguna<br />
<strong>de</strong> las antiguas colonias españolas. <strong>Bolívar</strong> en San Mateo apenas mandaba un ejército<br />
<strong>de</strong> dos a tres mil soldados, la flor y la nata <strong>de</strong> la juventud <strong>de</strong> Bogotá y Caracas,<br />
entre la cual figuraban no pocos jóvenes recién salidos <strong>de</strong> los seminarios y colegios,<br />
mientras Boves reunía bajo la ban<strong>de</strong>ra real siete mil hombres <strong>de</strong>l pueblo que gritaban<br />
con locura: ¡Viva Fernando! En Nueva Granada las multitu<strong>de</strong>s contemplaban<br />
con indiferencia la lucha que sostenían un puñado <strong>de</strong> sabios, poetas y<br />
abogados con la solda<strong>de</strong>sca <strong>de</strong> Calzada y <strong>de</strong> Morillo, sin compren<strong>de</strong>r siquiera la<br />
causa que sostenían los primeros y por la cual iban bien pronto a dar su vida en el<br />
cadalso. En Chile fueron también minorías los Careras y los O’Higgins. Pero<br />
don<strong>de</strong> más impopular fue la causa <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia y más odiosa <strong>de</strong> la revolución<br />
<strong>de</strong>mocrática complementaria, fue en el Perú. La obra iniciada allí por San<br />
Martín y concluida por <strong>Bolívar</strong>, fue, pues, más <strong>de</strong> conquistadores que <strong>de</strong> auxiliares.<br />
<strong>El</strong> sentido <strong>de</strong> la revolución <strong>de</strong>mocrática era un mito para la masa peruana <strong>de</strong><br />
1822, y era profundamente odiosa para las clases aristocráticas que constituían<br />
toda la vida <strong>de</strong> la colonia en los centros <strong>de</strong>l litoral <strong>de</strong> aquel país, lo cual explica<br />
aquella serie <strong>de</strong> veleida<strong>de</strong>s y traiciones en que incurrieron los magnates peruanos.<br />
Tales hombres, salvo raras excepciones, no lograron penetrar en la revolución, en<br />
cuyas filas fueron a alistarse, un punto más allá <strong>de</strong> la guerra que ella hacía a los<br />
españoles y el <strong>de</strong> su lanzamiento <strong>de</strong>l suelo patrio, y cuando se les hizo vislumbrar<br />
otra cosa, faltoles el valor, hijo <strong>de</strong> la convicción, apocose su ánimo, e irritados,<br />
corrieron los unos en busca <strong>de</strong> las antiguas libreas, bajo las antiguas ban<strong>de</strong>ras, y se<br />
vengaron otros <strong>de</strong> los impru<strong>de</strong>ntes que iban a imponerles la libertad por la fuerza.<br />
95
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
La guerra <strong>de</strong> in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia no tuvo, repitámoslo, raíces en las clases populares, ni<br />
fue, por tanto, la sublevación <strong>de</strong>l pueblo colonizado contra el pueblo colonizador.<br />
La revolución <strong>de</strong> 1810 no tuvo carácter <strong>de</strong>mocrático, lo cual no <strong>de</strong>be sorpren<strong>de</strong>rnos,<br />
porque en todos los pueblos la inmensa mayoría la formaban los<br />
débiles, los timoratos, los vacilantes, los esclavos <strong>de</strong>l sentido común, incapaces <strong>de</strong><br />
penetrar el provenir <strong>de</strong> arrostrar sus peligros.<br />
<strong>El</strong> 20 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1810, como el 5 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1811, fueron pues, en<br />
Colombia y Venezuela (como han sido las conmociones semejantes en todos los<br />
países <strong>de</strong>l mundo), la obra <strong>de</strong> un pequeño grupo <strong>de</strong> hombres instruidos, <strong>de</strong> la<br />
clase social elevada, contaminados <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as revolucionarias <strong>de</strong> Francia y los<br />
Estados Unidos. La caballería <strong>de</strong> Boves, que llegó a contar más <strong>de</strong> 10.000 jinetes,<br />
la formaron llaneros venezolanos que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>bían seguir a Páez, y colombianos<br />
y venezolanos eran la mayor parte <strong>de</strong> los soldados <strong>de</strong> Montever<strong>de</strong>, Morales,<br />
Barreiro, Sámano, Warletta, Cajigal. «Los pueblos se oponen a su bien, escribía<br />
Urdaneta en julio <strong>de</strong> 1814 al Congreso granadino, el soldado americano es<br />
mirado con horror; no hay un hombre que no sea un enemigo nuestro; nuestras<br />
tropas transitan por los países más abundantes y no encuentran qué comer (22).»<br />
<strong>Bolívar</strong> mismo dice, amargamente, en su <strong>de</strong>spedida <strong>de</strong> Carúpano:<br />
«Vuestros hermanos, no los españoles, han <strong>de</strong>sgarrado vuestro seno, <strong>de</strong>rramando<br />
vuestra sangre, incendiando vuestros hogares y os han con<strong>de</strong>nado a la expatriación.<br />
«<strong>El</strong> ejército libertador exterminó las bandas enemigas, pero no ha podido ni<br />
<strong>de</strong>bido exterminar a unos pueblos por cuya dicha ha liado en centenares <strong>de</strong> combates.<br />
No es justo <strong>de</strong>struir a los hombres que no quieren ser libres (23).»<br />
En Colombia los pastusos como en Venezuela los <strong>de</strong> Coro y Maracaibo<br />
fueron los más encarnizados enemigos <strong>de</strong> los libertadores, los más tenaces en conservar<br />
los hierros <strong>de</strong> la servidumbre, y, lo mismo en Colombia que en Venezuela,<br />
los que se sentaron en los banquillos, o subieron las horcas, o salieron en <strong>de</strong>stierro<br />
para que los esclavos fueran libres y los <strong>de</strong>sheredados alcanzaran los más altos pueblos<br />
<strong>de</strong> la República, fueron patriotas todos <strong>de</strong> ilustres nombres: los Santan<strong>de</strong>res,<br />
Nariños, Torres, Caldas, Pombos, Valenzuelas, Cabales, Torices, Amador,<br />
Castillos, García Rovira, López, Valencias, Portocarreros, y todos los austeros<br />
patriarcas <strong>de</strong> la patria en Colombia; los <strong>Bolívar</strong>, Mirandas, Toros, Alamos,<br />
Mendozas, Tovares, Montillas, Peñalveres, Soublette, Anzoátegui, y los “esos<br />
monstruos venezolanos” enviados por Montever<strong>de</strong> a los presidios <strong>de</strong> Ceuta.<br />
Familias aristocráticas enteras se sacrifican por la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia. En Venezuela<br />
96
mueren veinticinco Rivas en veintidós meses, y <strong>de</strong> sola doña Catalina Tovar perecen<br />
cuatro hijos. Esos varones insignes ennoblecieron la guerra y fundaron la<br />
patria en América.<br />
He aquí otro elocuente testimonio:<br />
«La mayor parte <strong>de</strong> la plebe <strong>de</strong> este Reino, lejos <strong>de</strong> merecer jamás la nota <strong>de</strong><br />
insurgente en la revolución pasada, ha contraído un mérito nada común. Todos<br />
hemos viso en los campos correr hasta las montañas más horribles <strong>de</strong> Teguas,<br />
Mira-Flores, Coracolisal, y otras numerosas tropas <strong>de</strong> mozos que escogían más<br />
bien el aventurarse a la suerte más infeliz, que tomar las armas contra el soberano,<br />
en cuyo gobierno habían vivido en la más dulce paz, abundancia, libertad y franqueza.<br />
En las montañas <strong>de</strong> Honda pereció uno en las garras <strong>de</strong> un tigre; en el<br />
Espinal se <strong>de</strong>speñó un infeliz que no pudo ver el precipicio, otro se atravesó las<br />
entrañas con un estacón huyendo en un espeso bosque, otro en las inmediaciones<br />
murió atado a la cola <strong>de</strong> un caballo que le hizo pedazos por no entregarse a la lista<br />
<strong>de</strong> su verdugo alcal<strong>de</strong>. Los <strong>de</strong>más que no podían escapar iban amarrados unos con<br />
otros a los cuarteles don<strong>de</strong> el hambre había fijado su resi<strong>de</strong>ncia por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l<br />
gobierno. <strong>El</strong> estúpido Congreso ignoraba que uno <strong>de</strong> los elementos principales <strong>de</strong><br />
la política es convencer a fondo el carácter, genios, costumbres, educación y <strong>de</strong>más<br />
circunstancias <strong>de</strong> los pueblos, y más cuando esos han nacido bajo un gobierno<br />
suave y una religión que <strong>de</strong>testa la perfidia y revolución.<br />
«No menos es <strong>de</strong> elogiar la fi<strong>de</strong>lidad <strong>de</strong> los indios. Los <strong>de</strong> Iquira y Duytama<br />
fueron cubiertos <strong>de</strong> prisiones antes que faltar al vasallaje <strong>de</strong>bido al Rey, ni reconocer<br />
la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia.» (Oración gratulatoria y parenética pronunciada el 10 <strong>de</strong> septiembre<br />
<strong>de</strong> 1816 en la ciudad <strong>de</strong> Neyva en acción <strong>de</strong> gracias por el feliz éxito <strong>de</strong> las armas Reales en la<br />
Reconquista <strong>de</strong>l Nuevo Reino <strong>de</strong> Granada, por el Dr. Nicolás <strong>de</strong> Valenzuela y Moya,<br />
Examinador Sinodal, Promotor Fiscal y Provisor, etc., etc.)<br />
«Santa Fe <strong>de</strong> Bogotá, 1817. 1 folleto.»<br />
XI. La Guerra a muerte<br />
Su sacrificio fue el <strong>de</strong> los primeros por su nacimiento y riqueza, como lo reconoció<br />
el furibundo liberalista español José Domingo Díaz en estos términos: «Allí (en<br />
Caracas) por primera vez se vio una revolución tramada y ejecutada por las personas<br />
que más tenían que per<strong>de</strong>r: por el marqués <strong>de</strong>l Toro y sus hermanos don Fernando y<br />
don José Ignacio, familia <strong>de</strong> las principales, <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s riquezas, que merecían la primera<br />
estimación <strong>de</strong> todos los mandatarios, y que, llena <strong>de</strong> un orgullo insoportable, se<br />
creía y se tenía por superior a las <strong>de</strong>más; por don Martín y don José Tovar, jóvenes hijos<br />
<strong>de</strong>l con<strong>de</strong> <strong>de</strong>l mismo nombre e individuos <strong>de</strong> la casa más opulenta <strong>de</strong> Venezuela; por<br />
97
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
don Juan Vicente y don Simón <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, jóvenes <strong>de</strong> la nobleza <strong>de</strong> Caracas, el primero<br />
con veinticinco mil pesos <strong>de</strong> renta anual y el segundo con veinte mil; por don Juan José<br />
y don Luis <strong>de</strong> Rivas, jóvenes parientes <strong>de</strong> los con<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Tovar y <strong>de</strong> riquezas muy consi<strong>de</strong>rables,<br />
por don Juan Germán Roscio, don Vicente Tejera y don Nicolás Auzola,<br />
abogados que gozaban <strong>de</strong> la estimación <strong>de</strong> todos sus conciudadanos; por don Lino<br />
Clemente, oficial retirado <strong>de</strong> la marina española y altamente consi<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> todos; por<br />
don Mariano Montilla, antiguo guardia <strong>de</strong> corps <strong>de</strong> S. M., y su hermano D. Tomás, los<br />
jóvenes <strong>de</strong> la moda e individuos <strong>de</strong> una casa la primera en el lujo y esplendor; por don<br />
Juan Pablo, don Mauricio y don Ramón Ayala, oficiales <strong>de</strong>l batallón veterano, estimados<br />
universalmente por la naturaleza <strong>de</strong> su casa, por el lustre <strong>de</strong> sus mayores y por otras pocas<br />
<strong>de</strong> las mismas o casi iguales circunstancias. Allí no tuvieron la principal parte, ni representaron<br />
el principal papel, los hombres <strong>de</strong> las revoluciones, los que nada tienen que<br />
per<strong>de</strong>r, los que <strong>de</strong>ben buscar su fortuna en el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n y los que nada esperan <strong>de</strong>l imperio<br />
<strong>de</strong> las leyes, <strong>de</strong> la religión y <strong>de</strong> las costumbres (24).»<br />
Con tal año 1814, en que culmina el fantasma <strong>de</strong> Boves, «la cólera <strong>de</strong>l Cielo que<br />
fulmina rayos contra la patria», como le llamó <strong>Bolívar</strong> (25), queda sepultada la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia<br />
nacional. La situación en que quedaron las regiones azotadas por la guerra a<br />
muerte la <strong>de</strong>scriben los mismos españoles, y así el doctor José Manuel <strong>Oro</strong>pesa, asesor<br />
<strong>de</strong> la Inten<strong>de</strong>ncia, dice: «No hay ya provincias, las poblaciones se acabaron. Los caminos<br />
y los campos están cubiertos <strong>de</strong> cadáveres insepultos y abandonada la agricultura;<br />
los templos polutos y llenos <strong>de</strong> sangre, y saqueados hasta los sagrarios.» <strong>El</strong> brigadier<br />
don Manuel <strong>de</strong>l Fierro escribe a un compatriota suyo el 29 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> aquel año:<br />
«En las últimas acciones habrán perecido más <strong>de</strong> 12.000 hombres. Afortunadamente<br />
los más son criollos, y muy raro español. Si fuera posible arrasar con todo americano<br />
sería lo mejor. Si en las <strong>de</strong>más partes <strong>de</strong> América se encontraran muchos Boves, yo le<br />
aseguro a usted que se lograrían nuestros <strong>de</strong>seos, pues en Venezuela hemos concluido<br />
con cuantos se nos han presentado.»<br />
Tal fue la rápida y corta carrera y el fin <strong>de</strong> José Tomás Boves, hombre extraordinario,<br />
digno <strong>de</strong> haber figurado también en la siniestra galería <strong>de</strong> Pablo Jovio. Por<br />
el coraje, la audacia, la tenacidad, la bravura sólo <strong>Bolívar</strong> fue superior a él, pero en<br />
la crueldad ni tuvo rival.<br />
Su tiranía sólo duró seis meses. Brilló en el cielo <strong>de</strong> la patria momentáneamente,<br />
como un planeta maléfico y repentino, y <strong>de</strong> su gloria militar sólo quedó un<br />
reflejo sangriento, horror <strong>de</strong> realistas y <strong>de</strong> patriotas; la Real Audiencia, que no osó<br />
contra<strong>de</strong>cirle, escarnece su nombre; Morillo mira <strong>de</strong> reojo su memoria y afecta<br />
<strong>de</strong>spreciar con el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> coronel; pero la santa Iglesia metropolitana <strong>de</strong><br />
98
XI. La Guerra a muerte<br />
Caracas celebra, el 14 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1815, «solemnes funerales por el ama <strong>de</strong>l<br />
señor comandante general don José Tomás Boves (26)».<br />
Doscientas cincuentas mil víctimas costó la guerra a muerte, si aten<strong>de</strong>mos a<br />
los cálculos más imparciales. José Domingo Díaz calcula las pérdidas en<br />
Venezuela, entre 1813 y 1814, en 131.000 muertos. Dauxion-Lavaysse afirma<br />
que Venezuela contaba antes <strong>de</strong> la revolución <strong>de</strong>l 19 <strong>de</strong> abril <strong>de</strong> 1810, 975.000<br />
habitantes, y en 1825 sólo 659.000, <strong>de</strong> suerte que había perdido más <strong>de</strong> 300.000.<br />
Un oficial <strong>de</strong> la Legión británica escribió en aquel tiempo: «Nunca hubo un período,<br />
en ninguna edad ni país que recuer<strong>de</strong> la historia, <strong>de</strong> más premeditada carnicería<br />
y <strong>de</strong> mayor crueldad en la aplicación <strong>de</strong> torturas, peores que la muerte<br />
misma (27).»<br />
Arísti<strong>de</strong>s Rojas, en sus preciosas Leyendas históricas, bajo el nombre <strong>de</strong> Siluetas<br />
<strong>de</strong> la guerra a muerte, ha <strong>de</strong>scrito aquellas orgías <strong>de</strong> sangre humana, ofrecidas como<br />
por espectros <strong>de</strong>l Averno, arpías en forma humana, contubernio <strong>de</strong> chacal y <strong>de</strong> la<br />
hiena. Es un cuadro ciertamente único en la historia, por el refinamiento <strong>de</strong> la<br />
crueldad, el número <strong>de</strong> las víctimas y la duración <strong>de</strong> la tragedia. Allí la mutilación,<br />
la tortura, el látigo, la soga, el hierro can<strong>de</strong>nte, los atroces sacrificios en masa, dictado<br />
por la venganza; las bacanales, las lágrimas, la algazara solda<strong>de</strong>sca; los cadáveres<br />
<strong>de</strong>sollados en las calles <strong>de</strong> las al<strong>de</strong>as, a la orilla <strong>de</strong> los ríos, en los valles<br />
solitarios; los ayes lastimeros, el hambre, la sed, el crimen con todos sus horrores<br />
y voluptuosida<strong>de</strong>s, los caballos manchados <strong>de</strong> sangre que conducen a los <strong>de</strong>monios<br />
<strong>de</strong>l cuchillo: Boves, Antoñanzas, que hacía andar con los pies <strong>de</strong>sollados<br />
sobre arenas <strong>de</strong> fuego, Ceballos, Dato, Fierro, Gabazo, Montever<strong>de</strong>, Morales,<br />
Moxo, Rosete, «el Degollador», Zuazola, «el Desorejador», Tíscar, Cerberis, «el<br />
Flagelador», Urbieta, Náñez, Quijada, González, «el Descuartizador», Pascual<br />
Martínez, Aldama, etc.<br />
«Suponed, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tan horribles escenas —habla el venerable Arísti<strong>de</strong>s<br />
Rojas, cuyas excelsas virtu<strong>de</strong>s perpetúa el mármol en el patio principal <strong>de</strong>l Palacio<br />
<strong>de</strong> las Aca<strong>de</strong>mias <strong>de</strong> Caracas— suponed, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tan horribles escenas, abierto<br />
el templo <strong>de</strong>l Señor y a los victimarios que lo llenan. A<strong>de</strong>ntro está el sacerdote que<br />
celebra el triunfo <strong>de</strong> los ejércitos españoles; pero afuera están la orfandad, los<br />
mutilados, las cenizas aún ardientes, y las madres escapadas <strong>de</strong> la muerte, que<br />
elevan sus plegarias al Dios <strong>de</strong> las misericordias (28)...»<br />
99
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Retrato <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> por un oficial británico<br />
A aquellos tristes días <strong>de</strong> su vida correspon<strong>de</strong>n estas pinceladas, trazadas por un<br />
oficial británico, <strong>de</strong>l cual sólo se sabe que perteneció al Primer Regimiento <strong>de</strong> lanceros<br />
venezolanos. Conoció a <strong>Bolívar</strong> en la villa <strong>de</strong> Calabozo, en los llanos <strong>de</strong> Venezuela.<br />
«Estaba ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> un grupo <strong>de</strong> oficiales <strong>de</strong>l Estado Mayor y <strong>de</strong> coroneles <strong>de</strong><br />
diferentes cuerpos, cuyos trajes y rostros <strong>de</strong> diferentes colores ofrecían un contraste<br />
verda<strong>de</strong>ramente singular. Al fin tuve la dicha <strong>de</strong> conocer a ese hombre célebre,<br />
cuya energía y perseverancia han dado la libertad a una gran parte <strong>de</strong> la<br />
América <strong>de</strong>l Sur. Es probable, en efecto, que esas colonias estarían aún en po<strong>de</strong>r<br />
<strong>de</strong> los españoles sin su patriotismo que libertó a Colombia y llevó sus tropas en<br />
auxilio <strong>de</strong>l Perú, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> él arrojó igualmente al enemigo común.<br />
«Cuando yo conocí a <strong>Bolívar</strong> tenía él treinta y cinco años; no era alto, pero<br />
bien proporcionado y bastante flaco. Llevaba un casco, una chaqueta <strong>de</strong> paño azul<br />
con vueltas rojas y tres series <strong>de</strong> botones dorados, pantalones y, a guisa <strong>de</strong> zapatos,<br />
sandalias <strong>de</strong> cuero, o alpargatas.<br />
«Tenía en la mano una lanza coronada <strong>de</strong> una pequeña ban<strong>de</strong>rola negra,<br />
sobre la cual se veía bordado un cráneo blanco y huesos cruzados, con esta divisa:<br />
Muerte o libertad. Los oficiales que lo ro<strong>de</strong>aban eran casi todos <strong>de</strong> color, excepto<br />
los generales Páez y Urdueta.<br />
«Pocos <strong>de</strong> ellos tenían chaqueta. Su vestido consistía en una camisa hecha <strong>de</strong><br />
pañuelos <strong>de</strong> diferentes colores, muy ancha y con gran<strong>de</strong>s mangas; pantalones blancos<br />
rotos, que les llegaban apenas a las rodillas, y un sombrero <strong>de</strong> cogollo u hojas <strong>de</strong><br />
palmera con penacho <strong>de</strong> plumas <strong>de</strong> color. Casi estaban <strong>de</strong>scalzos, pero ceñían gran<strong>de</strong>s<br />
espuelas <strong>de</strong> plata con rodajas <strong>de</strong> cinco pulgadas, a lo menos, <strong>de</strong> diámetro (29).»<br />
Retrato <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> por Páez<br />
También a ese funesto año 1818 se refiere Páez en este retrato que nos <strong>de</strong>jó<br />
<strong>de</strong>l héroe:<br />
«Hallábase entonces <strong>Bolívar</strong> en lo más florido <strong>de</strong> sus años y en la fuerza <strong>de</strong> la<br />
escasa robustez que suele dar la vida ciudadana.<br />
«Su estatura, sin ser procera, era no obstante suficiente elevada para que no la <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñase<br />
el escultor que quisiera representar a un héroe; sus dos principales distintivos<br />
100
XI. La Guerra a muerte<br />
consistían en la excesiva movilidad <strong>de</strong> su cuerpo y el brillo <strong>de</strong> los ojos, que eran negros,<br />
vivos, penetrantes e inquietos, con mirar <strong>de</strong> águila, circunstancia que suplía con<br />
ventaja lo que a la estatura faltaba para sobresalir entre sus compañeros. Tenía el<br />
pelo negro y algo crespo, los pies y las manos tan pequeños como los <strong>de</strong> una mujer<br />
(30), la voz aguda y penetrante.<br />
«La tez, tostada por el sol <strong>de</strong> los trópicos, conservaba no obstante la limpi<strong>de</strong>z<br />
y lustre que no habían podido arrebatarle los rigores <strong>de</strong> la intemperie y los continuos<br />
y violentos cambios <strong>de</strong> latitu<strong>de</strong>s por los cuales había pasado en sus marchas.<br />
Para los que creen hallar las señales <strong>de</strong>l hombre <strong>de</strong> armas en la robustez atlética,<br />
<strong>Bolívar</strong> hubiera perdido en ser conocido lo que había ganado con ser imaginado;<br />
pero el artista, con una sola ojeada y cualquier observador que en él se fijase, no<br />
podría menos <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir en <strong>Bolívar</strong> los signos externos que caracterizan al<br />
hombre tenaz en su propósito y apto para lleva a cabo empresa que requiera gran<br />
inteligencia y la mayor constancia <strong>de</strong> ánimo.<br />
«A pesar <strong>de</strong> la agitada vida que hasta entonces había llevado, capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>smedrar<br />
la más robusta constitución, se mantenía sano y lleno <strong>de</strong> vigor; <strong>de</strong> humor<br />
alegre y jovial, carácter apacible en el trato familiar; impetuoso y dominador<br />
cuando se trataba <strong>de</strong> acometer empresas <strong>de</strong> importantes resultados, hermanando<br />
así lo afable <strong>de</strong>l cortesano con lo fogoso <strong>de</strong>l guerrero.<br />
«Era amigo <strong>de</strong> bailar, galante y sumamente adicto a las damas, y diestro en el<br />
manejo <strong>de</strong>l caballo, gustábale correr a todo escape por las llanuras <strong>de</strong>l Apure, persiguiendo<br />
a los venados que allí abundan. En el campamento mantenía un buen<br />
humor con oportunos chistes, pero en las marchas se le veía siempre algo inquieto<br />
y procuraba distraer su impaciencia entonando canciones patrióticas. Amigo <strong>de</strong>l<br />
combate, acaso lo prodigaba <strong>de</strong>masiado, y mientras duraba, tenía la mayor serenidad.<br />
Para contener a los <strong>de</strong>rrotados, no escaseaba ni el ejemplo, ni la voz, ni la<br />
espada (31).»<br />
101
XII<br />
Casacoima
<strong>El</strong> 4 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1817 hallábase <strong>Bolívar</strong> en el Orinoco activando la salida <strong>de</strong><br />
algunas embarcaciones <strong>de</strong> la flotilla patriota, cuando casi <strong>de</strong>snudo fue sorprendido<br />
por una partida <strong>de</strong> españoles <strong>de</strong> la fuerza <strong>de</strong> los Castillos, no quedándole más arbitrio<br />
que arrojarse a una laguna con sus compañeros, que lo eran: Arismendi, Pedro<br />
León Torres, Soublette, Lara, José Gabriel Pérez, Briceño, Chompré, Martel y otros.<br />
Aquel lugar era el estero <strong>de</strong> Casacoima, inmortal en la historia <strong>de</strong> Colombia.<br />
«Era una <strong>de</strong> las noches más bellas y apacibles», escribe Juan Vicente González,<br />
con estilo <strong>de</strong> oro.<br />
«La luna <strong>de</strong> mayo asomaba por el oriente ceñida <strong>de</strong> púrpura y <strong>de</strong> nieve.<br />
Prolongados palmares, la fecunda javia, el coco marítimo, se mecían dulcemente<br />
al suave impulso <strong>de</strong> los aires. <strong>El</strong> majestuoso Orinoco paseaba en su inmenso lecho<br />
sus turbias y caudalosas aguas: ningún acento, ningún ruido, sino el sordo que<br />
arrojaban las aves nocturnas, o el <strong>de</strong>l centinela que, con el arma al hombro y fija<br />
la vista en el bosque, hollaba las hojas secas.<br />
«Allá distante, a la sombra <strong>de</strong> un árbol que los naturales llaman Castaño <strong>de</strong>l<br />
Marañón, muchas personas platican alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> una hamaca colgada <strong>de</strong> fuertes<br />
ramas. Tristes los unos, el más profundo abatimiento se pinta sobre sus frentes; los<br />
otros parecen no pensar sino en lo que les habla <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la hamaca un personaje<br />
ardiente y lleno <strong>de</strong> confianza.<br />
«—Buena —dijo un hombre pequeño <strong>de</strong> estatura <strong>de</strong> ojo sagaz y penetrante,<br />
<strong>de</strong> carácter pronto y arrebatado—, buena ha sido la tar<strong>de</strong>: una oí silbar tan cerca,<br />
que si hubiera bajado un palmo, no tenían que pensar más en mí los margariteños;<br />
varias anduvieron cerca <strong>de</strong> usted, general, y a fe que si no nos lanzamos en esa<br />
laguna, que tiene más olor <strong>de</strong> sepultura <strong>de</strong> cocodrilos que <strong>de</strong> ensenada <strong>de</strong>l<br />
Orinoco, hubiéramos sido víctimas.<br />
«—En verdad que es un trabajo <strong>de</strong> Hércules haberla atravesado —contestó<br />
uno <strong>de</strong> aquellos señores, alto, <strong>de</strong> nariz perfilada, <strong>de</strong> vista intelectual y segura,<br />
105
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
<strong>de</strong> aire cortés y en extremo reservado—; mucho temieron los enemigos el tal<br />
lago, que a vista <strong>de</strong>l hombre que les valdría más que la victoria, con sólo dos al<br />
lado y <strong>de</strong>sarmados no se atrevieron a seguirnos. No <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir mi cuerpo que<br />
tuvieron razón. ¿Les parece a uste<strong>de</strong>s que <strong>de</strong>bíamos ser más cautos en esto <strong>de</strong><br />
separarnos <strong>de</strong>l ejército para ir a comer frutas?<br />
«—¿Qué dice usted, general? <strong>El</strong> peligro está pasado y todavía me acuerdo<br />
<strong>de</strong> las dulces piñas que hemos comido: excelentes son las piñas <strong>de</strong> la Esmeralda.<br />
¿Y qué nos sucedió? Nos persiguió mayor número <strong>de</strong> hombres armados, fuimos<br />
más valerosos y henos aquí salvos. ¿No es nuestra vida una serie <strong>de</strong> asechanzas,<br />
riesgos y triunfos? Esto contestó, sentándose precipitadamente en la hamaca un<br />
hombre, que si bien quemado por el sol, endurecido por la fatiga, manifestaba<br />
en su cabello castaño y en sus ágiles movimientos, tener seis lustros apenas <strong>de</strong><br />
edad. En su aire grandioso e imponente, en sus miradas, ya melancólicas como<br />
la luz <strong>de</strong> la luna que los alumbraba ya ardientes como el fuego <strong>de</strong> un meteoro,<br />
bien se advertía ser el caudillo <strong>de</strong> la escasa tropa que le ro<strong>de</strong>aba.<br />
«—Pero esto no es pru<strong>de</strong>nte, general, ni <strong>de</strong> la aprobación <strong>de</strong> sus soldados que<br />
saben <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> la patria <strong>de</strong> la <strong>de</strong> usted —exclamó un oficial calvo,<br />
<strong>de</strong> modales apacibles, <strong>de</strong> insinuante aspecto, en quien el juicio aventajaba a los<br />
años— nuestra posición es lamentable —continúa— estamos más escasos <strong>de</strong><br />
tropas y <strong>de</strong> municiones que <strong>de</strong> vestuarios, y ya uste<strong>de</strong>s ven qué uniforme trae<br />
nuestro general en jefe, el jefe <strong>de</strong> Estado Mayor y el general margariteño.<br />
«—No tan malo —gritó el <strong>de</strong> la hamaca—. Perdí mi uniforme, pero me<br />
hallo mejor con esta bata que me han regalado, mucho mejor que con las heridas<br />
<strong>de</strong> los pies; mañana me estreno la hermosa camisa <strong>de</strong> corteza <strong>de</strong> marina que<br />
me regaló un cacique; galanos sí que están los dos generales que me acompañaron,<br />
el <strong>de</strong> camisa <strong>de</strong> listas sobre todo... y arrojaba sendas risadas, viendo al que<br />
primero rompió el diálogo envuelto en una ancha camisa <strong>de</strong> listado.<br />
«Ya habrán conocido los lectores que era el Libertador, quien hablaba<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> su hamaca con los generales Arismendi y Soublette, el coronel Briceño y<br />
varios oficiales <strong>de</strong>l ejército.<br />
«La luna estaba ya en la mitad <strong>de</strong>l cielo, y <strong>Bolívar</strong> los animaba todavía<br />
hablándoles <strong>de</strong> sus proyectos y esperanzas.<br />
«—No sé lo que tiene dispuesto la Provi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>cía—, pero ella me inspira<br />
una confianza sin límites. Salí <strong>de</strong> los Cayos solo en medio <strong>de</strong> algunos oficiales, sin<br />
106
XII. Casacoima<br />
más recursos que la esperanza, prometiéndome atravesar un país enemigo y conquistado.<br />
Se ha realizado la mitad <strong>de</strong> mis planes; nos hemos sobrepuesto a todos<br />
los obstáculos, hasta llegar a Guayana. Dentro <strong>de</strong> pocos días rendiremos a<br />
Angostura, y entonces... iremos a libertar a la Nueva Granada, y arrojando a los<br />
enemigos <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> Venezuela, constituiremos a Colombia. Enarbolaremos <strong>de</strong>spués<br />
el pabellón tricolor sobre el Chimborazo, e iremos a completar nuestra obra<br />
<strong>de</strong> libertar a la América <strong>de</strong>l Sur y asegurar nuestra in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia llevando nuestros<br />
pendones victoriosos al Perú: ¡el Perú será libre!...<br />
«Sorprendidos, atónitos, se miraban unos a otros los oficiales que le cercaban;<br />
nadie osaba pronunciar una palabra. Los ojos <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> arrojaban fuego, y al hablar<br />
<strong>de</strong> España, <strong>de</strong> su ruina, tormentas eléctricas parecían ceñir su cabeza, como la<br />
cumbre <strong>de</strong>l Duida cuya sangrienta y encapotada cima alcanzaba apenas a divisar.<br />
«Un oficial —el capitán Martel— llamó al coronel Briceño y le dijo llorando:<br />
— Todo está perdido, amigo: el que era toda nuestra confianza, helo aquí loco,<br />
está <strong>de</strong>lirando... ¡En la situación en que lo vemos, sin más vestidos que una bata,<br />
y soñando en el Perú!...<br />
Confortole Briceño, asegurándole que el Libertador se chanceaba para hacer<br />
olvidar el mal rato que él y todos habían pasado aquella tar<strong>de</strong>...<br />
«Mas, a los dos meses, <strong>Bolívar</strong> había tomado Angostura; dos años <strong>de</strong>spués la<br />
Nueva Granda le aclamaba vencedor en Boyacá; cuatro años más tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>sbarata<br />
en Carabobo el ejército <strong>de</strong> Morillo; a los cinco da libertad a Quito; ¡y al cabo <strong>de</strong><br />
los siete años sus victoriosas ban<strong>de</strong>ras on<strong>de</strong>aban sobre las altas torres <strong>de</strong> Cuzco!<br />
La visión profética <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> sorpren<strong>de</strong> en muchos episodios <strong>de</strong> su vida<br />
extraordinaria. En ese mismo año <strong>de</strong> 1817, en medio <strong>de</strong> aquellos <strong>de</strong>siertos sin<br />
límites, incomunicado con el mundo exterior, <strong>de</strong>creta la libre navegación <strong>de</strong>l<br />
Orinoco, a tiempo que el Congreso <strong>de</strong> Viena promulgaba el gran principio <strong>de</strong> la<br />
libertad <strong>de</strong> los ríos internacionales. Y en 1815, hallándose en Jamaica, predice el<br />
Canal <strong>de</strong> Panamá, inaugurado en nuestros días, el acrecentamiento actual <strong>de</strong>l<br />
comercio universal en el Pacífico y el <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong>l Asia, o sea <strong>de</strong>l Japón. Oídlo:<br />
«Esta magnífica posesión (el istmo <strong>de</strong> Panamá) entre los dos gran<strong>de</strong>s mares<br />
podrá llegar a ser con el tiempo el centro <strong>de</strong>l universo. Sus canales abreviarán las<br />
distancias <strong>de</strong>l mundo, estrecharán los vínculos comerciales <strong>de</strong> Europa, América y<br />
Asia... Tal vez será un día el único punto en que se fije la capital <strong>de</strong> la tierra, lo que<br />
Constantino pretendió hacer <strong>de</strong> Bizancio en el antiguo hemisferio (1).»<br />
107
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
En su mensaje al Congreso <strong>de</strong> Angostura en 1819, al trazar con mano maestra<br />
el plan que <strong>de</strong>bían seguir los futuros historiadores <strong>de</strong> América, se anticipa a Hipólito<br />
Taine, el profundo y original autor <strong>de</strong> Los orígenes <strong>de</strong> la Francia contemporánea...<br />
108
XIII<br />
<strong>El</strong> paso <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s
Boyacá<br />
En más <strong>de</strong> una ocasión marchó <strong>Bolívar</strong> por los<br />
An<strong>de</strong>s, hazaña semejante a la <strong>de</strong> Aníbal, sin<br />
parecer atribuirle mayor importancia.<br />
Carlyle<br />
En mayo <strong>de</strong> 1819, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la ruda campaña <strong>de</strong> 1818, otro año ingrato<br />
para la causa <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, Morillo, temeroso <strong>de</strong> la estación lluviosa que se<br />
aproximaba, resolvió evacuar toda la región <strong>de</strong> Apure, que para realistas y patriotas<br />
había sido tan aciaga. Con aquella retirada <strong>de</strong>l jefe realista, coincidió el llamamiento<br />
que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su cuartel <strong>de</strong> Casanare hacía Santan<strong>de</strong>r a <strong>Bolívar</strong> para que,<br />
remontando los An<strong>de</strong>s, invadieran juntos la Nueva Granada, presa <strong>de</strong> la ferocidad<br />
<strong>de</strong> Sámano. <strong>Bolívar</strong> comprendió en el acto que aquella había <strong>de</strong> ser la más gloriosa<br />
<strong>de</strong> sus hazañas; concibió un plan, dio ór<strong>de</strong>nes a Páez y <strong>de</strong>más jefes patriotas que<br />
quedaban en Venezuela, y abrió operaciones el 23 <strong>de</strong> mayo, día en que, bajo una<br />
choza arruinada <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sierta al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Setenta, convocó a Junta <strong>de</strong> guerra a los<br />
jefes <strong>de</strong>l ejército: Soublette, Anzoátegui, Briceño, Carrillo, Rook, Plaza, etc., y se<br />
<strong>de</strong>cidió la invasión. «No había una mesa en aquella choza, dice O’Leary, que<br />
acompaña a <strong>Bolívar</strong>, ni más asientos que las calaveras que la lluvia y el sol habían<br />
blanqueado (1).» <strong>El</strong> Libertador habló y los convenció a todos; contaba entonces<br />
treinta y siete años, y se hallaba en toda la plenitud <strong>de</strong> su vigor físico y mental.<br />
<strong>El</strong> 26 <strong>de</strong> mayo emprendió la marcha el ejército, compuesto <strong>de</strong> los batallones:<br />
Rifles, Barcelona, Bravos <strong>de</strong> Páez y la Legión británica; por todo, 1.300 hombres,<br />
y los escuadrones Húsares, Llano arriba y Guías, fuertes <strong>de</strong> 800. Todo aquel ejército,<br />
observa un historiador, se componía <strong>de</strong> jóvenes.<br />
Precisamente aquel día empezaron las lluvias. <strong>El</strong> 4 <strong>de</strong> junio pasaron el Arauca<br />
y entraron en Casanare, don<strong>de</strong> los esperaba Santan<strong>de</strong>r, con dos batallones y dos<br />
escuadrones <strong>de</strong> caballería, fuertes todos <strong>de</strong> 1.200 hombres. Los aguaceros eran<br />
111
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
torrenciales, los arroyos, secos en verano, inundaban las sabanas, y los riachuelos<br />
se habían transformado en ríos navegables. Durante siete días marcharon las<br />
tropas con el agua a la cintura, sin abrigo, ni provisiones, pero con el fusil contra<br />
el pecho. <strong>El</strong> 11 llegaron a Tame y se reunieron con Santan<strong>de</strong>r. De Tame a Pore<br />
todo el camino era más un mar que un terreno sólido; el 22 llegaron al pie <strong>de</strong> los<br />
gigantescos An<strong>de</strong>s, que parecían atrevesarse en su marcha como una barrera inaccesible.<br />
Los llaneros contemplaban con asombro aquellas cumbres, y se pasmaban<br />
<strong>de</strong> que existiese un país tan diferente <strong>de</strong>l suyo. A medida que subían crecía más su<br />
sorpresa, porque lo que habían consi<strong>de</strong>rado por más elevada cima no era sino el<br />
principio <strong>de</strong> otras más elevadas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> cuyos picos divisaban todavía sierras azules<br />
que parecían per<strong>de</strong>rse en el firmamento. Hombres avezados en sus pampas a atravesar<br />
a nado ríos caudalosos, a domar potros y vencer cuerpo a cuerpo al toro salvaje,<br />
al cocodrilo, al tigre, <strong>de</strong>sfallecían ahora ante el aspecto <strong>de</strong> esta naturaleza<br />
extraña. Los caballos morían <strong>de</strong> frío y <strong>de</strong> fatiga, las acémilas que conducían el<br />
parque se <strong>de</strong>rrumbaban con su carga; llovía día y noche; unos se <strong>de</strong>sertaban y<br />
otros quedaban tendidos en los riscos.<br />
«En semejantes alturas, la situación <strong>de</strong>l ejército era realmente espantosa, narra<br />
un oficial <strong>de</strong> la Legión británica; sobre sus cabezas se alzaban enormes bloques <strong>de</strong><br />
granito, y a sus pies se abrían insondables y voraces abismos. <strong>El</strong> silencio <strong>de</strong> esas<br />
agrestes soleda<strong>de</strong>s no se ve turbado por rumor alguno, a excepción <strong>de</strong>l grito <strong>de</strong>l<br />
cóndor y el monótono murmullo <strong>de</strong> los lejanos manantiales. Ocurre a menudo<br />
que es preciso acostarse para evitar la impetuosa violencia <strong>de</strong>l viento. <strong>El</strong> cielo,<br />
constantemente <strong>de</strong> un azul obscuro, parece más cerca <strong>de</strong> nosotros que cuando lo<br />
veíamos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los valles; pero aunque el sol no esté velado pro ninguna nube, no<br />
parece poseer calor alguno, y no da sino una luz pálida y enfermiza como la <strong>de</strong> la<br />
luna llena.»<br />
Sólo <strong>Bolívar</strong> se erguía firme en medio <strong>de</strong> tantos <strong>de</strong>scalabros. «Reanimaba las<br />
tropas, hablábales <strong>de</strong> la gloria que les esperaba y <strong>de</strong> la abundancia que rebosaba en<br />
el país que marchaban a libertar. Los soldados le oían con placer y redoblaban sus<br />
fuerzas.»<br />
<strong>El</strong> mismo <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>scribe así las penalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> esa marcha: «Un mes entero<br />
hemos marchado por las provincia <strong>de</strong> Casanare, superando nuevos obstáculos. La<br />
aspereza <strong>de</strong> las montañas que hemos atravesado es increíble a quien no lo palpa.<br />
Basta saber que, en cuatro marchas, hemos inutilizado casi todos los transportes<br />
<strong>de</strong>l parque, y hemos perdido todo el ganado que venía <strong>de</strong> repuestos. <strong>El</strong> rigor <strong>de</strong> la<br />
estación ha contribuido también a hacer más pesado el camino; apenas hay día<br />
que no llueva (2).»<br />
112
XIII. <strong>El</strong> paso <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s<br />
<strong>El</strong> 27 la vanguardia dispersó la fuerza realista apostada en el <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro <strong>de</strong><br />
Paya, con lo cual quedó abierto a <strong>Bolívar</strong> el camino <strong>de</strong> la Nueva Granada. <strong>El</strong> 2 <strong>de</strong><br />
julio continuó su marcha el ejército. <strong>El</strong> paso <strong>de</strong> Casanare y el <strong>de</strong> aquella parte <strong>de</strong><br />
los An<strong>de</strong>s que quedaban atrás eran, dice O’Leary, en todo sentido preferibles al<br />
camino que iba a atravesar el ejército. Tar<strong>de</strong> en la noche llegaron al pie <strong>de</strong>l páramo<br />
<strong>de</strong> Pisba, y allí acamparon. «Noche horrible aquella, pues fue imposible mantener<br />
lumbre, porque la llovizna constante, acompañada <strong>de</strong> granizo y <strong>de</strong> un viento<br />
helado y perenne, apagaba las fogatas tan pronto como se encendían. Como las<br />
tropas estaban casi <strong>de</strong>snudas y la mayor parte eran <strong>de</strong> los ardientes llanos <strong>de</strong><br />
Venezuela, es más fácil concebir que <strong>de</strong>scribir sus crueles pa<strong>de</strong>cimientos. Al día<br />
siguiente franquearon el páramo, lúgubre e inhospitalario. <strong>El</strong> efecto <strong>de</strong>l aire frío y<br />
penetrante fue fatal para muchos soldados; en la marcha caían repentinamente y<br />
expiraban. Mas a medida que las partidas <strong>de</strong> diez o veinte hombres <strong>de</strong>scendían <strong>de</strong>l<br />
páramo, <strong>Bolívar</strong> los felicitaba por el próximo término <strong>de</strong> la campaña, diciéndoles<br />
que ya habían vencido los mayores obstáculos.»<br />
<strong>El</strong> 6 llegó la vanguardia a Socha, primer pueblo <strong>de</strong> la provincia <strong>de</strong> Tunja, con<br />
inmensa sorpresa <strong>de</strong>l enemigo, que ni siquiera tenía noticia <strong>de</strong> la marcha <strong>de</strong>l ejército<br />
por aquella vía. «Al ver los soldados <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí las elevadas crestas <strong>de</strong> las montañas,<br />
cubiertas <strong>de</strong> nubes y brumas, que quedaban atrás, hicieron voto espontáneo<br />
<strong>de</strong> vencer o morir, antes que empren<strong>de</strong>r por ellas retirada.»<br />
Con razón ha dicho el profesor Hiran-Bingham, quien recorrió el camino<br />
abierto por el Libertador sobre los An<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Colombia: «Al mirar las dificulta<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> en aquella famosa marcha, pue<strong>de</strong> concluirse que todavía no se ha dicho<br />
ni la mitad <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong> ella pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse.»<br />
Los realistas, al tener noticia <strong>de</strong>l suceso <strong>de</strong> Paya, creyeron que el ejército enemigo<br />
era la división <strong>de</strong> Casanare, pues no podían imaginar siquiera que <strong>Bolívar</strong><br />
hubiera trasmontado los An<strong>de</strong>s en aquellas circunstancias.<br />
Barreyro, comandante en jefe <strong>de</strong>l ejército español <strong>de</strong> Nueva Granada, estaba<br />
acuartelado en Sogamoso, con más <strong>de</strong> dos mil hombres, y al verse provocado<br />
repentinamente por un ejército inesperado, se hizo fuerte en el puente <strong>de</strong> Gámeza,<br />
pero fue <strong>de</strong>salojado, y se replegó hacia los molinos <strong>de</strong> Topaga. Siendo casi imposible<br />
forzar aquella posición, bolívar lo obligó a abandonarla con un movimiento<br />
<strong>de</strong> flanco que dio a los patriotas la posición <strong>de</strong>l fértil y populoso territorio <strong>de</strong> Santa<br />
Rosa, con comunicaciones a las provincias <strong>de</strong>l Socorro y Pamplona. Gran<strong>de</strong> fue su<br />
alegría al contemplar la abundancia <strong>de</strong> aquella comarca. Los oficiales ingleses<br />
recordaron su país natal, y los habitantes <strong>de</strong> aquellos pueblos se entusiasmaron a<br />
113
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
la vista <strong>de</strong> los libertadores y les dieron todo cuanto poseían para equipar el ejército<br />
que, alentado con tal generosidad, ardía en <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> batirse. Al amanecer <strong>de</strong>l 25<br />
<strong>de</strong> julio, comenzaron los patriotas a pasar el río Sogamoso. Al mediodía, cuando<br />
<strong>de</strong>sfilaban por el Pantano Vargas, se presentó el enemigo, coronando las alturas <strong>de</strong>l<br />
frente. Ambos ejércitos se apercibieron para la batalla, que fue espantosamente<br />
reñida, y cuando ya todo parecía inclinarse a favor <strong>de</strong> los españoles, una carga <strong>de</strong><br />
caballería dirigida por Rondón salvó el ejército republicano. Barreyro dijo en su<br />
parte al virrey: «La <strong>de</strong>sesperación (<strong>de</strong> los patriotas) les inspiraban un valor sin<br />
ejemplo. Sus infanterías y caballerías salían <strong>de</strong> los barrancos, y luego trepaban con<br />
furia las alturas que habían perdido. Nuestra infantería no podía resistirles. La<br />
<strong>de</strong>sesperación precipitaba a sus jefes y oficiales sobre nuestras bayonetas, y recibían<br />
la muerte que merecían.»<br />
Consi<strong>de</strong>rada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista militar, la batalla <strong>de</strong>l Pantano <strong>de</strong><br />
Vargas <strong>de</strong>cidió la campaña <strong>de</strong> la Nueva Granada; no fue un combate <strong>de</strong>cisivo en<br />
el sentido material <strong>de</strong> la lucha, paro cambió la situación <strong>de</strong> los combatientes y<br />
obligó al español a estar a la <strong>de</strong>fensiva, que era lo peor que podía hacer en aquellas<br />
circunstancias.<br />
Barryro estableció su campamento en Tasco, con los restos <strong>de</strong> su ejército, y en<br />
espera <strong>de</strong> los refuerzos que había pedido a Bogotá y los que creía en marcha <strong>de</strong><br />
Venezuela, pues no podía suponer que militar tan experto como Morillo se<br />
hubiese <strong>de</strong>jado burlar por <strong>Bolívar</strong>.<br />
Repuestas las tropas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> con los voluntarios y reclutas que llegaban al<br />
campamento, tomó la ofensiva el 3 <strong>de</strong> agosto. <strong>El</strong> movimiento <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> fue tan<br />
atrevido, que <strong>de</strong>sconcertó al contrario.<br />
Ocupaba Barreyro la confluencia <strong>de</strong> los caminos <strong>de</strong> Tunja y Socorro; el enemigo<br />
marchó hacia Socorro, en la noche pasó el puente <strong>de</strong> Paipa y acampó a la<br />
orilla <strong>de</strong>recha <strong>de</strong>l río Sogamoso. Frente a frente estuvieron los contendores el día<br />
4. En la noche, el republicano repasó el puente y emprendió la retirada, pero a las<br />
ocho <strong>de</strong> la noche contramarchó sobre Tunja por el camino <strong>de</strong> Toca.<br />
Al amanecer <strong>de</strong>l 5 se vio, con gran sorpresa <strong>de</strong> Barreyro, que Tunja estaba en<br />
po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l enemigo. Rápidamente marchó sobre esa plaza por el camino principal<br />
<strong>de</strong> Paipa, y <strong>de</strong>scansó, en la tar<strong>de</strong>, en el llano <strong>de</strong> La Paja, para continuar luego por<br />
el páramo <strong>de</strong> Cómbita, llegando el 6 a legua y media <strong>de</strong> Tunja. Para el jefe realista<br />
era menester a todo trance abrir sus comunicaciones con la capital e interponerse<br />
entre <strong>Bolívar</strong> y Santa Fe, don<strong>de</strong> apenas había una escasa guarnición que no pasaba<br />
114
XIII. <strong>El</strong> paso <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong> cuatrocientos hombres. <strong>El</strong> 7 marchó por el camino <strong>de</strong> Samacá, a pasar el<br />
puente <strong>de</strong> Boyacá. Ese mismo día dio <strong>Bolívar</strong> or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> marcha hacia el punto<br />
adon<strong>de</strong> se dirigía Barreyro, quien, al legar al puente, creyó tener <strong>de</strong>lante un cuerpo<br />
<strong>de</strong> observación, y no se apuró en su marcha, antes bien se <strong>de</strong>tuvo a almorzar, y<br />
cuando a las dos <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> pasó su vanguardia el puente, se vio que el enemigo<br />
ocupaba con su infantería una altura que dominaba la posición.<br />
Tenía Barreyro tres mil hombres, pues se le había incorporado Loño con el 3º<br />
<strong>de</strong> Numancia y tres piezas <strong>de</strong> artillería. Rotos los fuegos, la vanguardia realista fue<br />
obligada a repasar el puente. Quiso el español intentar un movimiento sobre su<br />
<strong>de</strong>recha, y no pudo lograrlo; entonces se estuvo a la <strong>de</strong>fensiva, formado sobre una<br />
altura, coronada por la artillería y con cuerpos <strong>de</strong> caballería a los costados. La acción<br />
comenzó sobre el puente, atacado por Santan<strong>de</strong>r y <strong>de</strong>fendido por Jiménez. A este<br />
tiempo dos cuerpos marcharon sobre los realistas, y el <strong>de</strong>l centro, <strong>de</strong>spreciando los<br />
fuegos <strong>de</strong>l flanco izquierdo contrario, atacó el grupo principal. Rudo y corto fue el<br />
combre, porque la caballería republicana encontró vado en la parte baja <strong>de</strong>l río y<br />
cayó sobre un flanco y la retaguardia <strong>de</strong> los españoles, empelada en la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong>l<br />
puente. Perdió Barreyro la posición, pero intentó <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse en cercana altura, no<br />
pudiendo lograrlo porque parte <strong>de</strong> su caballería huyó cobar<strong>de</strong>mente. En vano trató<br />
otro cuerpo <strong>de</strong> jinetes <strong>de</strong> contener la <strong>de</strong>rrota, pues fue completamente <strong>de</strong>spedazado.<br />
Jiménez flaqueó al ver perdida la batalla y trató <strong>de</strong> retirarse, <strong>de</strong>jando libre el puente.<br />
Santan<strong>de</strong>r entró rápidamente, y con una carga por la izquierda consumó el <strong>de</strong>sastre<br />
<strong>de</strong>l español. No era posible retirarse porque tres masas convergían sobre él y<br />
Barreyro, y así todo el ejército español, con artillería municiones, caballería, etc., se<br />
rindió. Dos mil republicanos batieron en Boyacá a tres mil realistas el 7 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong><br />
1819, ¡y Colombia fue libre para siempre!<br />
Y en fondo <strong>de</strong> este cuadro magnífico, homérico, en un ángulo y confusamente,<br />
como solían los artistas <strong>de</strong>l Renacimiento, véase esta frugal escena, verda<strong>de</strong>ramente<br />
antigua: «Aquel día (el <strong>de</strong> Boyacá), al presentarse Rook a <strong>Bolívar</strong>, le<br />
encontró sentado en un baúl, con su almuerzo <strong>de</strong>lante, compuesto <strong>de</strong> carne asada,<br />
pan y chocolate, sobre un rústico banco <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. S. E. lo invitó a compartir con<br />
él su pobre <strong>de</strong>sayuno, que <strong>de</strong> contado aseguraba Rook ser el manjar más <strong>de</strong>licioso<br />
que hubiese pala<strong>de</strong>ado en su viada (3).»<br />
La batalla <strong>de</strong> Boyacá puso virtualmente término a la guerra <strong>de</strong> in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia<br />
granadina. Des<strong>de</strong> entonces las operaciones militares tuvieron un carácter secundario;<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> ese día el ejército <strong>de</strong> Morillo, encerrado entre las divisiones llaneras <strong>de</strong>l<br />
Orinoco y <strong>de</strong>l Apure, y flanqueado por un país enemigo y libre, estaba con<strong>de</strong>nado<br />
a sucumbir. <strong>El</strong> movimiento envolvente <strong>de</strong> la Nueva Granada lo estrechaba en los<br />
115
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
valles venezolanos vecinos <strong>de</strong>l mar, que le eran hostiles, y encerrado así en sus últimas<br />
<strong>de</strong>fensas, la campaña que se emprendiese contra él sería <strong>de</strong>cisiva. <strong>El</strong> doble<br />
secreto estratégico <strong>de</strong> la guerra colombiana había sido <strong>de</strong>scubierto por <strong>Bolívar</strong>. Uno<br />
había sido ocupar los llanos, el otro atravesar los An<strong>de</strong>s y caer sobre el enemigo y<br />
arrollarlo en sus fortificaciones <strong>de</strong>l Nuevo Reino, que por su población, riqueza, fertilidad<br />
<strong>de</strong> sus campos y patriotismo <strong>de</strong> sus habitantes, <strong>de</strong>bía ser la base sólida <strong>de</strong> las<br />
nuevas operaciones militares y la segura garantía <strong>de</strong>l éxito final.<br />
Así lo comprendió Morillo, cuando escribió al rey <strong>de</strong> España: «<strong>El</strong> éxito fatal<br />
<strong>de</strong> Boyacá ha puesto a disposición <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> todo el Reino y los inmensos recursos<br />
<strong>de</strong> un país muy poblado, rico y abundante, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> sacará cuanto necesite<br />
para continuar la guerra en estas provincias (4).»<br />
Y al ministro <strong>de</strong> Guerra el 12 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1819: «<strong>Bolívar</strong> en un solo día<br />
acaba con el fruto <strong>de</strong> cinco años <strong>de</strong> campaña, y en una sola batalla reconquista lo<br />
que las tropas <strong>de</strong>l rey ganaron en muchos combates (5).»<br />
<strong>El</strong> virrey Sámano, en parte oficial <strong>de</strong> 12 <strong>de</strong> agosto, se expresaba así: «Se ve que<br />
todo lo erró dicho comandante general (Barreyro). Engañó a este <strong>Bolívar</strong>, pues<br />
con un movimiento <strong>de</strong> su ejército, ni provisto ni observado, tomó la retaguardia<br />
<strong>de</strong> Barreyro, ocupando a Tunja y quitándole la comunicación con la capital, provocando,<br />
a<strong>de</strong>más, a Barreyro con su aparente dirección a la capital, a que lo<br />
siguiera, y, teniéndole prevenidas emboscadas, lo esperó en el camino proyectado<br />
y lo <strong>de</strong>spedazó, habiendo sido la acción el 7 <strong>de</strong>l corriente en la casa <strong>de</strong> teja, o sea<br />
<strong>de</strong> postas <strong>de</strong> Tunja, que está pasada esta, para Santa Fe.»<br />
<strong>El</strong> 11 <strong>de</strong> agosto entró <strong>Bolívar</strong> en triunfo a Bogotá. Al fin realizaba el caudillo una<br />
campaña acor<strong>de</strong> con su temperamento. Un avance rápido, marchas atrevidas e inesperadas,<br />
ataque brusco y concentración <strong>de</strong>l ejército sobre un punto dado. Todo lo fió a la<br />
infantería, y empleó la táctica <strong>de</strong>l ataque <strong>de</strong> un flanco y la conversión <strong>de</strong> los fuegos.<br />
De frente, la lucha <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s resultados, porque Santan<strong>de</strong>r inutilizó la división<br />
<strong>de</strong> Jiménez, con lo cual se <strong>de</strong>bilitaron los flancos. Todas las energías obraron<br />
sobre una ala, y allí cayeron gran<strong>de</strong>s masas. Era la táctica <strong>de</strong> Napoleón, inspirada<br />
quizá por los oficiales ingleses, que la habían aprendido con Wéllington.<br />
Y sea esta ocasión <strong>de</strong> hacer justicia a la previsión <strong>de</strong> Morillo:<br />
Des<strong>de</strong> el 9 <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1816 <strong>de</strong>cía a su gobierno: «Después <strong>de</strong> haberse<br />
enterado <strong>de</strong> los recursos <strong>de</strong> Venezuela, <strong>de</strong> los <strong>de</strong> este Virreinato, <strong>de</strong> la influencia <strong>de</strong><br />
116
XIII. <strong>El</strong> paso <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s<br />
aquellas provincias con respecto a éstas, y <strong>de</strong>l conjunto <strong>de</strong> todas con respecto a la<br />
América, <strong>de</strong>bo enterar a S. M. <strong>de</strong> que por ahora necesita Venezuela más tropa <strong>de</strong><br />
la que pue<strong>de</strong> sostener, y que siendo sus habitantes más guerreros que los <strong>de</strong> aquí,<br />
que <strong>de</strong>sean la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, este Virreinato será atacado y tomado por aquellos<br />
si no se les contiene a tiempo sobre este lado (6).»<br />
<strong>Bolívar</strong>, por primera vez, alcanzaba un triunfo <strong>de</strong>cisivo y trascen<strong>de</strong>ntal. La<br />
brillante campaña <strong>de</strong> 1813 y 1814 había sido coronada en La Puerta, por el más<br />
pavoroso <strong>de</strong>sastre. La campaña <strong>de</strong> los Llanos <strong>de</strong> 1818 fue, sin duda, una lucha<br />
épica, pero sin resultados apreciables; un día vencedor, y los más en <strong>de</strong>rrota, el<br />
Libertador, al <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> los oficiales ingleses, parecía buscar la muerte, <strong>de</strong>sesperado<br />
<strong>de</strong> alcanzar la victoria.<br />
Ocho años <strong>de</strong> revolución y sacrificios sin cuento no habían bastado para la<br />
libertad <strong>de</strong> Venezuela y Nueva Granada, una épica y rápida marcha, dirigida por<br />
el genio, la obtienen el 7 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1819. Boyacá fue también la piedra angular<br />
<strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> América; sin Boyacá no se concibe Carabobo. Libre el<br />
Libertador <strong>de</strong> enemigos en el norte y el oriente, dirige su caballo hacia el sur y con<br />
él las topas vencedoras en cien combates, cuya marcha no <strong>de</strong>bía ya terminar sino<br />
en el <strong>de</strong>lirio <strong>de</strong> Junín y en la gloria <strong>de</strong> Ayacucho.<br />
117
XIV<br />
Los caballos <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>
¿Quién que haya leído la Ilíada no recuerda, entre tantos otros pasajes sublimes<br />
o armoniosos, aquel <strong>de</strong>l Canto XV y versos <strong>de</strong> 262 a 270 en que el gran<strong>de</strong><br />
Homero compara al pujante Héctor con un potro fogoso?<br />
«Así como un caballo, preso en el pesebre, y por mucho tiempo nutrido <strong>de</strong><br />
cebada, rompe sus lazos y se precipita en la llanura, que hiere con sus cascos, hacia<br />
el río <strong>de</strong> hermosa corriente, don<strong>de</strong>, soberbio, acostumbra bañarse: la cabeza<br />
erguida, sus crines se agitan en torno <strong>de</strong> su cuello, y, orgulloso <strong>de</strong> su belleza, sus<br />
corvas los llevan hacia los parajes conocidos don<strong>de</strong> pacen las yeguas; así Héctor,<br />
apresurando sus pasos, reanima a los caballeros, cuando ha oído la voz <strong>de</strong>l dios.»<br />
¿Y quién que haya hojeado amorosamente la Biblia, libro que, según Byron,<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los treinta años <strong>de</strong>be leerse todos los días, quién que haya saboreado ese<br />
maravilloso <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> Job, bello y elocuente entre todos los <strong>de</strong> la antigua Ley, no se<br />
ha <strong>de</strong>tenido a pala<strong>de</strong>ar, con amorosa <strong>de</strong>lectación, aquellos versos, <strong>de</strong>l 21 al 25, <strong>de</strong>l<br />
Canto XXXIX que dicen así, según la versión <strong>de</strong> don Francisco <strong>de</strong> Quevedo y<br />
Villegas?:<br />
«Cava sonora la tierra con las uñas; con atrevimiento se engríe; ostentoso, sale<br />
a recibir las escuadras; no conoce el temor, y <strong>de</strong>sprecia el resplan<strong>de</strong>ciente concurso<br />
<strong>de</strong> las espadas.<br />
«Sobre él sonarán ronca la aljaba poblada <strong>de</strong> muertes; será vibrada impetuosamente<br />
la lanza, y el escudo embrazado será robusta contradicción a las heridas,<br />
ardiendo con coraje humoso sobre la arena, que con los pies arranca, y clarín <strong>de</strong> sí<br />
mismo no aguarda otra trompa.<br />
«En el confuso rumor <strong>de</strong> cajas e instrumentos <strong>de</strong> la guerra el tropel <strong>de</strong> sus<br />
galopes pronuncia: ¡Cierra!<br />
«Erizadas las crines, y atentas las orejas, anticipadamente percibe las señas <strong>de</strong><br />
la batalla, los movimientos <strong>de</strong> los reyes, la aclamación <strong>de</strong> los soldados (7).»<br />
121
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Más literal es la <strong>de</strong>l helenista Cipriano <strong>de</strong> Valera, en su versión <strong>de</strong> la Biblia:<br />
«Escarba la tierra, alégrase en su fuerza, sale al encuentro <strong>de</strong> las armas:<br />
«Hace burla <strong>de</strong>l espanto, y no teme; ni vuelve el rostro <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la espada.<br />
«Contra él suena la aljaba, el hierro <strong>de</strong> la lanza y <strong>de</strong> la pica.<br />
«Y él con ímpetu y furor escarba la tierra, y no estima el sonido <strong>de</strong> la<br />
bocina.<br />
«Entre las bocinas dice: ¡Ea! y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos huele la batalla, el estruendo <strong>de</strong><br />
los príncipes y el clamor.»<br />
Fray Luis <strong>de</strong> León tradujo así:<br />
«La tierra cava con el pie, arremete con brío, saldrá a los armados al<br />
encuentro. Desprecia el temor y no se espanta ni se retrae <strong>de</strong> la espada. Sobre<br />
él sonará el carcaj, hierro <strong>de</strong> lanza y escudo. Hervoroso y furibundo sorbe la<br />
tierra, y no estima que voz <strong>de</strong> bocina. Cuando oye la trompa, dice: ¡Ha! ¡ha! y<br />
<strong>de</strong> lueñe huele la batalla, el ruido <strong>de</strong> los capitanes y el estruendo <strong>de</strong> los soldados<br />
(8).»<br />
Por último, el Padre Felipe Scío <strong>de</strong> San Miguel, en su versión <strong>de</strong> la Vulgata<br />
Latina <strong>de</strong> 1797, trasladó así:<br />
«Escarva la tierra con su pezuña, encabritase con brío: corre al encuentro<br />
a los armados.<br />
«Desprecia el miedo y no ce<strong>de</strong> a la espada.<br />
«Sobre él sonará la aljaba, vibrará la lanza y el escudo.<br />
«Con hervor y relincho muer<strong>de</strong> la tierra, y no aprecia el sonido <strong>de</strong> la trompeta.<br />
«Luego que oye la bocina, dice: ¡Ha! huele <strong>de</strong> lejos la batalla, la exhortación<br />
<strong>de</strong> los capitanes, y la algazara <strong>de</strong>l ejército.»<br />
122<br />
No cabe duda: la versión <strong>de</strong>l Padre Scío es la mejor.
XIV. Los caballos <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Huelga <strong>de</strong>cir que prefiero el alto relieve griego pero más natural, puro y hermoso,<br />
y porque en él, al aparearlo con el pasaje judío, se <strong>de</strong>staca más admirablemente<br />
la incomparable y divina simplicidad y gran<strong>de</strong>za antiguas.<br />
<strong>Bolívar</strong> fue admirable jinete y apasionado por los caballos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su juventud,<br />
al revés <strong>de</strong> Napoleón, que nunca fue buen caballero, y él mismo lo confesaba,<br />
aunque amaba mucho sus caballos, cuyos nombres son bien conocidos: le Styrie, le<br />
Timi<strong>de</strong>, le Conquérant, le Soliman, l’Euphrate.<br />
La predilección <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> por los bellos caballos y los placeres <strong>de</strong> la equitación<br />
es hoy día la última y más refinada elegancia en el gran mundo europeo y<br />
norteamericano. En Inglaterra, la hija mayor <strong>de</strong>l duque <strong>de</strong> Westminster se casa<br />
con un jockey; Matil<strong>de</strong> Mac Cormick, nieta <strong>de</strong>l millonario Rockefeller, toma por<br />
marido al jinete suizo Guillermo Oser, veintisiete años mayor que ella; y la bellísima<br />
princesa Yolanda <strong>de</strong> Saboya, primogénita <strong>de</strong> los reyes <strong>de</strong> Italia, acaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>sposarse<br />
con el con<strong>de</strong> Carlos Calvi <strong>de</strong> Bergolo, vencedor en el último concurso<br />
hípico <strong>de</strong> Londres.<br />
Incontables fueron los corceles, ricamente enjaezados, que le regalaron a<br />
<strong>Bolívar</strong> las capitales adon<strong>de</strong> entraba vencedor, o sus amigos o admiradores que,<br />
sabedores <strong>de</strong> su predilección, se apresuraban u obsequiarlo con el mejor ejemplar<br />
<strong>de</strong> sus cuadras. <strong>Bolívar</strong> amaba con pasión sus caballos, y su e<strong>de</strong>cán O’Leary nos<br />
cuenta que inspeccionaba personalmente su cuido, y en campaña y en la ciudad<br />
visitaba varias veces al día las caballerizas.<br />
Para hacer con más comodidad sus viajes —escribe el historiador Restrepo—<br />
tenía <strong>Bolívar</strong> excelentes mulas y caballos <strong>de</strong> silla; sobre todo cuando regresó <strong>de</strong>l<br />
Perú a Colombia trajo una recua <strong>de</strong> mulas soberbias por su hermosura y valentía<br />
para viajar en nuestras montañas. Algunas <strong>de</strong> ellas le acompañaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Bolivia.<br />
Pocos ejemplares habrá <strong>de</strong> caballerías que hayan pasado así a lo largo <strong>de</strong> la mayor<br />
parte <strong>de</strong> la cordillera <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s (9).<br />
No se encariñaba, sin embargo, con sus nobles corceles, y con la facilidad con<br />
que los adquiría los regalaba a sus amigos. <strong>El</strong> 7 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1827, hallándose en<br />
Caracas, obsequió su caballo <strong>de</strong> batalla a Sir Alejandro Cockburn, ministro plenipotenciario<br />
<strong>de</strong> Inglaterra, enviado expresamente por el Gobierno británico a felicitarlo,<br />
y con quien hizo el viaje <strong>de</strong> regreso <strong>de</strong> Caracas a Cartagena (5 a 9 <strong>de</strong> julio).<br />
«Me faltan palabras, dice Sir Cockburn al avistarle recibo <strong>de</strong>l regalo, para atestiguar<br />
todo mi reconocimiento por el soberbio presente que S. E. se ha dignado<br />
hacerme. <strong>El</strong> hermoso caballo <strong>de</strong> batalla que ha llevado al ilustre Libertador <strong>de</strong><br />
123
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Colombia a través <strong>de</strong> mil peligros, es digno <strong>de</strong> un soberano; y al rey, mi señor,<br />
espero presentarlo.»<br />
Este gusto por los buenos caballos acompañó al Libertador hasta el ocaso <strong>de</strong><br />
su vida.<br />
<strong>El</strong> 15 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1828 le escribe O’Leary <strong>de</strong> Ocaña: «He visto al señor<br />
Quintana, quien me encarga diga a V. E. que le tiene el caballo muy gordo y muy<br />
hermoso, el que V. E. quiso que le consiguiera (10)» y el 17 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong>l<br />
mismo años su e<strong>de</strong>cán Wilson, en viaje para Europa, y como para agradarlo, le<br />
escribe <strong>de</strong> Cartagena participándole que vio en Mompozo un hermoso caballo<br />
que quiso comprar para regalárselo, pero que el dueño no quiso ven<strong>de</strong>rlo: «Su<br />
color es moro, azul celeste —le dice minuciosamente,— muy semejante a mi<br />
caballo llamado <strong>El</strong> Fraile que regalaron a V. E. en Arequipa, y que luego V. E. dio<br />
al general Velasco, con quien lo cambié por uno mío llamado <strong>El</strong> Venado; su paso<br />
es muy suave, asentado y largo, su boca regular; entero, cola larga y canillas muy<br />
finas, con cascos excelentes. Creo que a V. E. le agradaría.»<br />
De acero tuvo que ser la constitución <strong>de</strong> aquel hombre sin par, que atravesó<br />
tantas veces, a lomo <strong>de</strong> mula, nuestros llanos y montañas hasta los confines <strong>de</strong><br />
América, y efectivamente, cuando el médico francés, doctor Reverand, hizo en<br />
Santa Marta la autopsia <strong>de</strong>l cadáver <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, halló que sus posa<strong>de</strong>ras eran dos<br />
pe<strong>de</strong>rnales, ¡callos sagrados <strong>de</strong> veinte años <strong>de</strong> esfuerzos y fatigas por la libertad y<br />
la patria!<br />
En 1814, Camilo Torres, presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l Congreso <strong>de</strong> Tunja, al saber que se<br />
acercaba <strong>Bolívar</strong>, le envió un hermoso caballo <strong>de</strong> regalo, con lujosos arneses. En<br />
Arequipa, La Paz, el Cuzco le hicieron iguales regalos, y Restrepo nos habla <strong>de</strong> las<br />
soberbias mulas que trajo <strong>de</strong> Bolivia, las mejores, según él, que han trasmontado<br />
los An<strong>de</strong>s; pero, entre todos los caballos <strong>de</strong>l Libertador, el <strong>de</strong> más perdurable<br />
recuerdo es el Palomo Blanco.<br />
He aquí su historia tal como la narra un cronista colombiano:<br />
«A principios <strong>de</strong> noviembre 1814 llegó <strong>Bolívar</strong> a Santa Rosa Viterbo. Iba a<br />
Tunja a dar cuenta al Congreso <strong>de</strong> los sucesos <strong>de</strong>sgraciados <strong>de</strong> la campaña <strong>de</strong><br />
Venezuela. A las <strong>de</strong>sgracias <strong>de</strong> su patria se unía el rencor <strong>de</strong> sus amigos. Rivas y<br />
Bermú<strong>de</strong>z lo persiguieron hasta Carúpano para pren<strong>de</strong>rlo, y al llegar a Cartagena,<br />
Castillo difundió las más negras especies contra su honor, atribuyéndole la pérdida<br />
<strong>de</strong> Venezuela.<br />
124
XIV. Los caballos <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
<strong>El</strong> Libertador entró a Santa Rosa, en una bestia cansada, y no hallando<br />
medio <strong>de</strong> reemplazarla, tuvo que esperar un día para que la mula reparara sus<br />
fuerzas, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo cual contrató un peón para que le sirviera <strong>de</strong> guía, y<br />
siguió hasta Tunja.<br />
Durante el viaje, <strong>Bolívar</strong> trabó conversación con su guía.<br />
—¿Por qué no me alquilaste tu yegua?— le dijo.<br />
—Señor, porque podía abortar, y mi mujer ha soñado que ese potro... ese<br />
potro... va a servir para un gran general, y sepa usted que a mi mujer nunca le<br />
fallan los sueños. Cuando la señora Casilda lo dice, todo se cumple. En la villa la<br />
llaman el Oráculo, aunque el cura la titula la Agorera.<br />
<strong>Bolívar</strong> calló. Pocas horas <strong>de</strong>spués llegó a la ciudad, don<strong>de</strong> se le recibió con<br />
muestras <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> aprecio, <strong>de</strong> lo cual el guía quedó aturdido. Pero fue mayor su<br />
sorpresa cuando el Libertador, al <strong>de</strong>spedirlo, le dijo sonriendo:<br />
—A Casilda, que me guar<strong>de</strong> el potro.<br />
Vino <strong>de</strong>spués la ocupación <strong>de</strong> Bogotá, el viaje a Jamaica, la expedición <strong>de</strong><br />
los Cayos, la guerra a muerte, el Congreso <strong>de</strong> Angostura, la campaña sobre la<br />
Nueva Granada.<br />
En la acción <strong>de</strong>l Pantano <strong>de</strong> Vargas, envuelto <strong>Bolívar</strong> por los realistas, sufría<br />
su ejército un fuego horroroso, pues se le había encerrado en una profundidad, sin<br />
más salida que un estrecho <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro. Su <strong>de</strong>strucción parecía inevitable.<br />
En tales circunstancias, los jefes <strong>de</strong>l ejército ro<strong>de</strong>aron al héroe, que, reconcentrado<br />
por un momento para resolver entre tirar por el <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro o atacar las alturas,<br />
oye una voz que le <strong>de</strong>spierta como <strong>de</strong> un sueño:<br />
—Mi general, aquí tiene su potro; se lo manda Casilda.<br />
<strong>Bolívar</strong>, al principio, miró con disgusto a aquel hombre impertinente, pero<br />
un instante <strong>de</strong>spués reconoció a su antiguo guía, se acordó <strong>de</strong>l encargo que le<br />
había hecho, y, tomando aquel inci<strong>de</strong>nte como buen augurio, exclamó con acento<br />
<strong>de</strong> victoria:<br />
—¡A la carga! ¡A la carga!...<br />
125
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Y antes <strong>de</strong> que le hubieran ensillado el hermoso bucéfalo, sus tenientes<br />
Rondón, Infante, Pérez, Mujica, Mellao, a la cabeza <strong>de</strong> los escuadrones, trepan por<br />
aquellos cerros y restablecen la batalla. Los realistas fueron <strong>de</strong>salojados <strong>de</strong> sus posiciones,<br />
y días <strong>de</strong>spués se entregaron vencidos en Boyacá.<br />
Cuando <strong>Bolívar</strong> regresó a Venezuela, en 1819, se <strong>de</strong>tuvo en Santa Rosa, visitó<br />
a Casilda y le dio las gracias por el potro, precioso animal. Blanco como un copo<br />
<strong>de</strong> nieve, fuerte, eléctrico, mejor tallado que el <strong>de</strong> raza persa que para nada sirvió<br />
a Napoleón en Waterloo.<br />
—Señora —dijo <strong>Bolívar</strong> al <strong>de</strong>spedirse—, ¿no ha vuelto usted a soñar conmigo?<br />
Yo creo en sus sueños.<br />
—Sí, señor —repuso la buena mujer—. Lo he visto a usted en mi potro<br />
entrar a las ciuda<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las batallas. Y efectivamente, <strong>Bolívar</strong>, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
Carabobo, entró en el Palomo, a Caracas; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> Bomboná, a Quito; <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> Junín, a Lima. «Amaba su caballo como una parte <strong>de</strong> su ser, dice el cronista <strong>de</strong><br />
don<strong>de</strong> tomo estos apuntes sobre el Palomo Blanco. <strong>El</strong> noble bruto lo reconocía<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos. Al ruido <strong>de</strong> sus pasos, al timbre <strong>de</strong> su voz, relinchaba, tendía plumífera<br />
la cola, piafaba, en fin. Al montarlo temblaba <strong>de</strong> respeto (11).»<br />
Durante su permanencia en la Magdalena, en sus soberbios días consulares,<br />
lo acompañaba también su caballo, y <strong>de</strong> ello da fe el Diario <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong>l batallón <strong>de</strong><br />
Junín, quien al hablar <strong>de</strong> la marcha triunfal <strong>de</strong>l Libertador a Lima, el día 16 <strong>de</strong><br />
mayo <strong>de</strong> 1826, dice: «<strong>El</strong> Libertador está a caballo, en medio <strong>de</strong> su Estado Mayor.<br />
Monta su Palomo Blanco, etc...»<br />
Cuando pocos días <strong>de</strong>spués se preparaba el héroe a regresar a Colombia, el<br />
mariscal Santa Cruz le exigió, como un recuerdo <strong>de</strong> afecto, el Palomo Blanco.<br />
<strong>Bolívar</strong> vaciló, pero no pudo negárselo; y cuentan que al día siguiente <strong>de</strong> la partida<br />
<strong>de</strong> su amo, el caballo estuvo y triste, que días <strong>de</strong>spués langui<strong>de</strong>ció más y más,<br />
y murió...<br />
126
XV<br />
La entrevista <strong>de</strong> Santa Ana
Por primera vez, en el venturoso año <strong>de</strong> 1820, vislumbraron los patriotas la<br />
posibilidad <strong>de</strong> dar cima a la guerra <strong>de</strong> in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia por medios civilizados y<br />
pacíficos. La revolución liberal <strong>de</strong> España, encabezada por el infortunado Rafael<br />
Riego, por su <strong>de</strong>stino tan semejante a Rienzi, el último tribuno, constriñe al<br />
gobierno <strong>de</strong> la metrópoli a substituir el <strong>de</strong>spotismo con el régimen constitucional<br />
<strong>de</strong> 1812, y, como consecuencia, lo obliga a expedir instrucciones a los jefes <strong>de</strong><br />
ultramar en que los autoriza para entrar en conferencias con los republicanos <strong>de</strong><br />
América. Morillo las recibe en Caracas, en junio <strong>de</strong> aquel año, or<strong>de</strong>na publicar la<br />
Constitución y <strong>de</strong> mala guisa se prepara a cumplir las instrucciones.<br />
Con tales medidas don Fernando, el séptimo y último, o los que lo aconsejaban,<br />
se forjaban la ilusión <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r apaciguar <strong>de</strong>l todo sus lejanas colinas, sin<br />
advertir que no había pasado nada, sino diez años <strong>de</strong> feroz guerra a muerte, cuya<br />
sangre caliente humeaba aún en las pampas venezolanas, y olvidando que <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> una revolución, por incruenta que sea, las cosas no vuelven a tomar el nivel <strong>de</strong><br />
antes, lo que fue siempre error fatal <strong>de</strong> los Borbones, por lo cual se ha repetido<br />
tanto que nunca perdonan ni olvidan.<br />
Refiere en sus Recuerdos el terrible amigo <strong>de</strong> Boves, José Domingo Díaz, que<br />
cuando Morillo leyó las instrucciones <strong>de</strong> su gobierno sobre tratados con los insurgentes,<br />
exclamó indignado: «Están locos; ignorante lo que mandan; no conocen<br />
el país, ni los enemigos, ni los acontecimientos, ni las circunstancias; quieren que<br />
pase por la humillación <strong>de</strong> entrar en estas comunicaciones. Entraré, porque mi<br />
profesión es la subordinación, y la obediencia (12).» Los jefes realistas, no obstante<br />
que muchas veces habían mordido el polvo, aun creían que con los republicanos<br />
<strong>de</strong> América no se podía tratar <strong>de</strong> igual a igual. Morillo, sin embargo, reprimió su<br />
arrogancia natural, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el mismo mes <strong>de</strong> junio empezó a dirigirse, en términos<br />
conciliadores, a los jefes patriotas, proponiéndoles la suspensión <strong>de</strong> hostilida<strong>de</strong>s.<br />
Una anécdota da i<strong>de</strong>a cabal <strong>de</strong> la actitud <strong>de</strong>l jefe supremo <strong>de</strong> la revolución<br />
ante aquellas inesperadas propuestas <strong>de</strong> paz <strong>de</strong> los realistas. Un oficial español,<br />
enviado con cartas a Trujillo, fue invitado a la mesa <strong>de</strong>l Libertador, y como en el<br />
129
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
curso <strong>de</strong> la comida se aventurarse a insinuar que Morillo exigiría previamente la<br />
contramarcha <strong>de</strong> los patriotas a su antiguo cuartel general <strong>de</strong> la frontera granadina,<br />
<strong>Bolívar</strong> replicó airado: «Diga usted a su jefe que él se retirará a sus posiciones<br />
<strong>de</strong> Cádiz, antes que yo a Cúcuta.» Y, en seguida, escribió a Morillo el 20 <strong>de</strong><br />
noviembre: «<strong>El</strong> teniente coronel Pita ha tenido la impru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme que V. E.<br />
piensa que yo <strong>de</strong>bo evacuar el territorio libre <strong>de</strong> Venezuela para volver a ocupar mis<br />
posiciones <strong>de</strong> Cúcuta. No es el gobierno español el que pue<strong>de</strong> dictar condiciones<br />
ultrajantes, y últimamente ofensivas a los intereses <strong>de</strong> la República <strong>de</strong><br />
Colombia...» Morillo se apresuró a contestar así: «<strong>El</strong> carácter <strong>de</strong> Pita cerca <strong>de</strong> V. E.<br />
no ha sido otro que el <strong>de</strong> un mero conductor <strong>de</strong>l peligro que tuve la honra <strong>de</strong> dirigirle,<br />
y las especies que haya producido, con mayor o menor ligereza, <strong>de</strong>ben reputarse<br />
como efecto <strong>de</strong> una conversación particular que ninguna influencia pue<strong>de</strong><br />
tener en nuestras negociaciones.» Una transformación fundamental y repentina,<br />
como suce<strong>de</strong> siempre en los gran<strong>de</strong>s sucesos humanos, se había efectuado. Los<br />
dioses vengadores, que en tales sucesos pronuncian siempre la última palabra, volvían<br />
la espada al español, y a todo lo que él representaba entonces, y aun hoy simboliza,<br />
en parte, <strong>de</strong> inveterada incomprensión e iniquidad.<br />
Concluido el tratado <strong>de</strong> armisticio y regularización <strong>de</strong> las hostilida<strong>de</strong>s, que<br />
ponían fin a diez años <strong>de</strong> encarnizada guerra, subscrito por los plenipotenciarios<br />
<strong>de</strong> los jefes supremos, en Trujillo, el 26 <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1820, a las diez <strong>de</strong> la<br />
noche, y rarificado por <strong>Bolívar</strong> en la misma casa don<strong>de</strong> siete años antes había firmado<br />
el célebre <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> guerra a muerte, el general español manifestó, por<br />
medio <strong>de</strong> sus comisionados, que <strong>de</strong>seaba tener una entrevista con el Libertador,<br />
quien la aceptó gustoso, <strong>de</strong>signándose el pueblo <strong>de</strong> Santa Ana, situados a la mitad<br />
<strong>de</strong>l camino entre Trujillo, resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, y Carache, don<strong>de</strong> estaba Morillo.<br />
Ambos generales marcharon a aquel pueblo seguidos por algunos jefes y oficiales.<br />
Al avistarse, se <strong>de</strong>smontaron y se precipitaron a darse estrechísimo abrazo.<br />
Morillo había hecho preparar en la población una comida sencilla y <strong>de</strong>licada.<br />
«<strong>El</strong> gozo, la buena fe y la sinceridad, dice el coronel español Vicente Bausáa, que<br />
asistió a la entrevista, brillaban en los semblantes; la efusión íntima y verda<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>l<br />
alma aparecía en el rostro <strong>de</strong> todos los circunstantes. La comida, dispuesta por el<br />
general Morillo, fue tan alegre y animada, que no parecía sino que éramos antiguos<br />
amigos. <strong>Bolívar</strong> brindó en varias ocasiones por la paz y el valor <strong>de</strong>l general<br />
en jefe y su ejército. <strong>El</strong> general Morillo, con toda la sinceridad <strong>de</strong> su corazón, y<br />
hasta saltársele las lágrimas <strong>de</strong> placer, por la concordia y mutua fraternidad, y<br />
todo, amigo, eran abrazos y besos. Los generales Morillo y <strong>Bolívar</strong> se subieron a la<br />
mesa <strong>de</strong>l convite para brindar por los valientes <strong>de</strong> ambos ejércitos, a lo que se<br />
siguieron vivas a <strong>Bolívar</strong> y a Morillo. Se <strong>de</strong>cretó levantar un monumento en el<br />
130
mismo lugar en que se abrazaron por primera vez los generales, y ellos mismos<br />
colocaron la primera piedra con un juramento solemne (13).» La Torre, el más<br />
hidalgo <strong>de</strong> los jefes peninsulares en la guerra <strong>de</strong> América, <strong>de</strong>volvió a <strong>Bolívar</strong> unas<br />
pistolas magníficas perdidas por este en la sorpresa <strong>de</strong> Cosacoima.<br />
En la mañana <strong>de</strong>l 28 se dirigieron <strong>de</strong> nuevo <strong>Bolívar</strong> y Morillo al lugar don<strong>de</strong><br />
se abrazaron por primera vez; se estrecharon, repitieron sus promesas y sentimientos,<br />
vitorearon alternativamente a España y Colombia, y se <strong>de</strong>spidieron para siempre.<br />
A las pocas horas <strong>de</strong> aquella <strong>de</strong>spedida, Morillo escribió a <strong>Bolívar</strong> una<br />
hermosa carta, que este contestó como sólo sabía hacerlo:<br />
«No hay momento, le <strong>de</strong>cía <strong>Bolívar</strong>, que nos recuer<strong>de</strong> alguna i<strong>de</strong>a, alguna sensación<br />
agradable, originada <strong>de</strong> nuestra entrevista. Yo me doy la enhorabuena por haber<br />
conocido hombres tan acreedores a un justo aprecio, y que a través <strong>de</strong> los peligros <strong>de</strong><br />
la guerra no podíamos ver sino cubiertos <strong>de</strong> las sombras <strong>de</strong>l horror...<br />
«Todos nuestros amigos comunes han agra<strong>de</strong>cido sobremanera las expresiones<br />
<strong>de</strong> aprecio con que usted los ha honrado, y las retornan con la más fina voluntad.<br />
Haremos, sin embargo, mención muy particular <strong>de</strong> nuestro general La Torre,<br />
que nos ha agradado infinito; <strong>de</strong>l elegante coronel Tello y <strong>de</strong>l precioso amigo<br />
Caparros, que nos ha enamorado tanto por su bellísima índole como por su expresiva<br />
fisonomía.»<br />
Al propio tiempo, Morillo dirigía esta carta a un amigo:<br />
XV. La entrevista <strong>de</strong> Santa Ana<br />
«Carache, noviembre 28 <strong>de</strong> 1820.<br />
«Mi estimado Pino: Acabo <strong>de</strong> llegar al pueblo <strong>de</strong> Santa Ana, don<strong>de</strong> pasé ayer<br />
uno <strong>de</strong> los días más alegres <strong>de</strong> mi vida, en compañía <strong>de</strong>l general <strong>Bolívar</strong> y <strong>de</strong> varios<br />
oficiales <strong>de</strong> su Estado Mayor, a quienes abrazamos con el mayor cariño. Todos<br />
estuvieron contentos; comimos juntos, y el entusiasmo y la fraternidad no pudieron<br />
ser mayores. <strong>Bolívar</strong> vino solo con sus oficiales, entregado a la buena fe y a la<br />
amistad, y yo hice retirar inmediatamente una pequeña escolta que me acompañaba,<br />
no pue<strong>de</strong> usted ni nadie persuadirse <strong>de</strong> lo interesante que fue esta entrevista,<br />
ni <strong>de</strong> la cordialidad y amor que reinó en ella. Todos hicimos locuras <strong>de</strong> contento,<br />
pareciéndonos un seño el vernos allí reunidos como españoles, hermanos y<br />
amigos. Crea usted que la franqueza y sinceridad reinaron en esta unión. <strong>Bolívar</strong><br />
estaba exaltado <strong>de</strong> alegría; nos abrazamos un millón <strong>de</strong> veces y <strong>de</strong>terminamos<br />
erigir un monumento para eterna memoria <strong>de</strong>l principio <strong>de</strong> nuestra reconciliación<br />
en el sitio en que nos dimos el primer abrazo Morillo...»<br />
131
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Y en nota secreta <strong>de</strong>cía a su Gobierno:<br />
«Nada es comparable a la incansable actividad <strong>de</strong> este caudillo. Su arrojo y su<br />
talento son sus títulos para mantenerse a la cabeza <strong>de</strong> la revolución y <strong>de</strong> la guerra;<br />
pero es cierto que tiene <strong>de</strong> su noble estirpe española rasgos y cualida<strong>de</strong>s que le<br />
hacen muy superior a cuantos le ro<strong>de</strong>an. Él es la revolución.»<br />
Hoy día existe en aquel sitio memorable un monumento sobre el cual reposa<br />
la piedra histórica que aquellos hidalgos adversarios colocaron con sus propias<br />
manos, en recuerdo <strong>de</strong> su primer abrazo, y en una <strong>de</strong> las plazas <strong>de</strong> Caracas se ven,<br />
el letras <strong>de</strong> oro, grabadas sobre una lápida <strong>de</strong> mármol, estos versos <strong>de</strong> Alejandro<br />
Carias, malogrado poeta caraqueño, escritos en el día <strong>de</strong>l centenario <strong>de</strong> Venezuela,<br />
en 1911, y a quien se los oí <strong>de</strong>clamar ante el brazo renovado por los últimos <strong>de</strong>scendientes<br />
<strong>de</strong> aquellos héroes: don Aníbal Morillo y Pérez, con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Cartagena y<br />
marqués <strong>de</strong> La Puerta, y don Juan Vicente Camacho, último vástago <strong>de</strong> los<br />
<strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong> Caracas:<br />
Lau<strong>de</strong><br />
Este que ves, lector, mármol sencillo,<br />
Te recuerda que en época lejana,<br />
Ante la furia <strong>de</strong> contienda insana<br />
Se abrazaron <strong>Bolívar</strong> y Morillo.<br />
Piedra monumental <strong>de</strong> ilustre brillo<br />
Da fe <strong>de</strong> aquel abrazo en Santa Ana:<br />
Sepulcro alzado a la fiereza hispana<br />
Y al <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> muerte <strong>de</strong> Trujillo.<br />
Juntos <strong>de</strong>sagraviaron los guerreros<br />
Al <strong>de</strong>clinar su indómita bravura<br />
Con los <strong>de</strong> Cristo los hidalgos fueros;<br />
Y nos legaron como herencia pura<br />
Dos españoles <strong>de</strong> Indias y <strong>de</strong> iberos,<br />
Timbre <strong>de</strong> unión que en las eda<strong>de</strong>s dura.<br />
En 1826, el librero francés P. Dufart publicó en París un libro con este título:<br />
Mémoires du général Morillo, el cual contiene diversos documentos relativos a las<br />
compañas <strong>de</strong>l Pacificador en América.<br />
Morillo hizo traducir al francés y dirigió la publicación <strong>de</strong> este libro, aunque<br />
se empeñó por hacer aparecer lo contrario, según consta <strong>de</strong> una carta inédita<br />
132
XV. La entrevista <strong>de</strong> Santa Ana<br />
publicada por un biógrafo, Diego Banario Arana (14). Parece que fue Wéllington<br />
quien, en 1814, le recomendó al rey <strong>de</strong> España para que viniera a pacificar las<br />
colonias insurrectas, probablemente para <strong>de</strong>shacerse <strong>de</strong> un elemento corruptor en<br />
el ejército, que or<strong>de</strong>naba el saqueo en las al<strong>de</strong>as francesas que ocupaba (15).<br />
En mala hora enviado a América, al <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> Menén<strong>de</strong>z Pelayo (16), llamándose<br />
«<strong>de</strong>fensor <strong>de</strong> la religión católica y <strong>de</strong> la moral cristiana», según el historiador<br />
Restrepo (17), su cuchillo salvaje no perdonó, en los cinco años y medio <strong>de</strong> su <strong>de</strong>spotismo<br />
en Colombia, las más altas inteligencias, ni las más excelsas virtu<strong>de</strong>s.<br />
Caldas, el sabio e inmaculado Caldas, y Camilo Torres, el maestro y padre <strong>de</strong> la<br />
Revolución, fueron las víctimas <strong>de</strong> su ignorante ferocidad.<br />
Don Pablo Morillo, con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Cartagena, nació en Fuentes Secas el 5 <strong>de</strong> mayo<br />
1778. Después <strong>de</strong> su entrevista con <strong>Bolívar</strong>, en 1820, <strong>de</strong>salentado <strong>de</strong> los pocos<br />
éxitos obtenidos con sus métodos <strong>de</strong> guerra sin cuartel y persuadido <strong>de</strong> que era<br />
inevitable el triunfo <strong>de</strong> los patriotas colombianos, entregó el mando a Latorre, se<br />
retiró a Caracas y se embarcó para España, llevando a sus reales amos los más tristes<br />
mensajes. Años <strong>de</strong>spués, el 27 <strong>de</strong> julio 1837, murió olvidado <strong>de</strong> todos, en la<br />
estación <strong>de</strong> baños <strong>de</strong> Bareges, en Francia.<br />
Su obcecación contra los hombres <strong>de</strong> luces le hizo <strong>de</strong>cir, en su entrevista con<br />
el Libertador, cuando este le reprochó las ejecuciones <strong>de</strong> Torres, Caldas y <strong>de</strong>más<br />
próceres <strong>de</strong> Bogotá, que le había hecho un bien quitándole a esos abogados revoltosos<br />
que le tendrían trastornada a Colombia si vivieran, con lo cual a él le sería<br />
más fácil vencerlo (18).<br />
Páez, a quien aquello sonó también, escribió a <strong>Bolívar</strong> en 1826: «Usted no<br />
pue<strong>de</strong> figurarse los estragos que la intriga hace en este país, teniendo que confesar<br />
que Morillo le dijo a usted la verdad en Santa Ana, sobre que le había hecho un<br />
favor en matar a los abogados. Pero con nosotros tenemos que acusarnos <strong>de</strong>l<br />
pecado <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>jado imperfecta la obra <strong>de</strong> Morillo, no habiendo hecho otro<br />
tanto con los que cayeron por nuestro lado; por el contrario, les pusimos la<br />
República en las manos y nos la han puesto a la española, porque el mejor <strong>de</strong> ellos<br />
no sabe otra cosa (19).»<br />
Tan mísera carta es muy digna <strong>de</strong>l execrado fautor <strong>de</strong> la disolución <strong>de</strong><br />
Colombia, la gran<strong>de</strong>, y la valiente juventud intelectual <strong>de</strong> esta República, fundada<br />
en la horca, por el abogado Camilo Torres, no <strong>de</strong>be olvidarla nunca, si no quiere<br />
bastar<strong>de</strong>ar <strong>de</strong> su raza y renegar <strong>de</strong> su sangre.<br />
133
XVI<br />
<strong>El</strong> Negro Primero
La guerra <strong>de</strong> in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia se hizo, y sólo podía hacerse, con gentes <strong>de</strong> toda<br />
clase, condición y nacionalidad siempre que reunieran un solo requisito: estar dispuestos<br />
a dar su sangre y su vida misma en holocausto a la República. Entre los<br />
horrores <strong>de</strong> la guerra a muerte la patria naciente no necesitaba filósofos, ni estadistas,<br />
ni legisladores, ni abogados, sino hombres <strong>de</strong> acción, <strong>de</strong> espada, hombres<br />
fieras capaces <strong>de</strong> luchar con los perros <strong>de</strong> presa que <strong>de</strong>fendían a sangre y fuego la<br />
causa <strong>de</strong> la tiranía española. Contra Morillo, Montever<strong>de</strong>, Boves, Rosete, Zuazola,<br />
Pascual Martínez, Tíscar, Enrile, Sámano, Warletta, <strong>de</strong> abominable memoria, era<br />
menester soltar a José Antonio Páez, Juan Bautista Arismendi, Montilla, José<br />
Francisco Bermú<strong>de</strong>z, Santiago Mariño, Manuel Piar, Antonio Brión, Antonio<br />
Nicolás Briceño, Padilla, Maza, Ce<strong>de</strong>ño, Plaza, Infante, el Negro Primero. Y hay<br />
que reconocer que fue en Venezuela, teatro principal <strong>de</strong> la guerra a muerte, don<strong>de</strong><br />
surgieron en abundancia aquellos hombres, espanto <strong>de</strong> los realistas.<br />
<strong>El</strong> Libertador lo <strong>de</strong>claró así en Bucaramanga en 1828, refiriéndose a algunos<br />
<strong>de</strong> esos hombres <strong>de</strong> presa: «Se podrá <strong>de</strong>cir que Mariño, Arismendi y Páez no son<br />
dignos <strong>de</strong> los empleos que poseen y que no tienen las capacida<strong>de</strong>s necesarias para<br />
ellos. Esto es verdad si se les juzga <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1826 hasta ahora y si sólo se tienen presentes<br />
sus talentos y actitu<strong>de</strong>s; pero son sus servicios contra los españoles los que<br />
les han valido sus empleos, y ellos son inmensos; hicieron esfuerzos prodigiosos y<br />
obtuvieron gran<strong>de</strong>s resultados. Entonces era lo que se buscaba y lo que se recompensaba<br />
(20).»<br />
De ahí que la auténtica figura <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> nunca se <strong>de</strong>staque más enérgicamente<br />
a nuestros ojos como cuando lo contemplamos coronelito, pequeño <strong>de</strong> estatura<br />
y flaco <strong>de</strong> carnes, y, sin embargo, férreo y terrible domador <strong>de</strong> aquellos<br />
gigantes. ¿Por qué lo seguían? ¿Por qué le obe<strong>de</strong>cían sumisos? ¿Por qué inclinaban<br />
ante él su petulancia y sus aceros? ¿Por qué callaban como estatuas cuando al sonar<br />
su voz <strong>de</strong> mando fruncía el entrecejo y relampagueaban sus ojos olímpicos?<br />
Páez, el terror <strong>de</strong> los Llanos, el épico lancero, lo dijo con una frase heroica:<br />
«¡Porque <strong>Bolívar</strong> era muy gran<strong>de</strong>!»<br />
137
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Y porque ellos eran como esos curtidos soldados <strong>de</strong> la vieja guardia, inmortalizados<br />
por Raffet, bajo el Imperio <strong>de</strong> Napoleón: «Ils grognaient, mais le suivaient.»<br />
Y entre las figuras legendarias, como un héroe homérico <strong>de</strong>sfila el Negro<br />
Primero, llamado así por los patriotas porque era el primero que mojaba la<br />
“cuchara”, como llamaban los llaneros venezolanos la lanza que ilustró el León <strong>de</strong>l<br />
Apure. Su nombre era Pedro Camejo, su busto <strong>de</strong> bronce, al lado <strong>de</strong> los <strong>de</strong><br />
Ce<strong>de</strong>ño y Plaza, sus compañeros <strong>de</strong> sacrificio en Carabobo, se alza en la plaza <strong>de</strong><br />
Caracas que lleva el nombre <strong>de</strong> la batalla que in<strong>de</strong>pendizó para siempre a<br />
Venezuela, y <strong>de</strong> su vida y milagros nos habla el general Páez en su Autobiografía, en<br />
estas elocuentes frases:<br />
«Entre todos los que murieron en Carabobo, al que con más cariño recuerdo<br />
es a Camejo, conocido con el nombre <strong>de</strong> Negro Primero, y esclavo un tiempo.<br />
Cuando yo bajé a Achaguas, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la batalla <strong>de</strong>l Yagual, se me presentó este<br />
negro, que mis soldados <strong>de</strong> Apure me aconsejaron incorporase al ejército, pues les<br />
constaba que era hombre <strong>de</strong> gran valor, y sobre todo muy buena lanza. Su robusta<br />
constitución me lo recomendaba mucho, y a poco <strong>de</strong> hablar con él, advertir que<br />
poseía la candi<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l hombre en su estado primitivo, y uno <strong>de</strong> esos caracteres<br />
simpáticos que se atraen bien pronto el afecto <strong>de</strong> los que los tratan. Había sido<br />
esclavo <strong>de</strong> un propietario <strong>de</strong> Apure, quien lo había puesto al servicio <strong>de</strong>l rey<br />
porque su carácter le inspiraba algunos temores.<br />
«Después <strong>de</strong> la acción <strong>de</strong> Araure quedó tan disgustado <strong>de</strong>l servicio militar que<br />
se fue al Apure, y allí permaneció oculto hasta que vino a presentárseme. Admitile<br />
en mis filas, y tales pruebas <strong>de</strong> valor dio a mi lado, en todos los reñidos encuentros<br />
que tuvimos con los españoles, que sus mismos compañeros le dieron el nombre<br />
<strong>de</strong> Negro Primero. Estos se divertían mucho con él, y sus chistes naturales mantenían<br />
la alegría <strong>de</strong> sus compañeros, que siempre lo ro<strong>de</strong>aban.<br />
«Sabiendo que <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>bía reunirse conmigo en el Apure, recomendó a<br />
todos que no fueran a <strong>de</strong>cirle que él había servido en el ejército realista. Esta recomendación<br />
bastó para que a la llegada <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> le hablaran <strong>de</strong>l negro con gran<strong>de</strong><br />
entusiasmo, refiriéndole el empeño que tenía en que no se supiera que él había<br />
servido al rey. Así pues, cuando <strong>Bolívar</strong> lo vio por primera vez, se le acercó con<br />
mucho afecto, y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> felicitarlo por su valor, le dijo:<br />
138<br />
«— Pero, ¿qué le movió a usted a servir en las filas <strong>de</strong> nuestros enemigos?
«Miró el negro a los circundantes como si quisiera enrostrarles su indiscreción,<br />
y dijo:<br />
«— Señor, la codicia.<br />
«— ¿Cómo así? —preguntó <strong>Bolívar</strong>.<br />
«—Yo había notado —continuó el negro— que todos iban a la guerra sin<br />
camisa y volvían <strong>de</strong>spués uniformados y con dinero en el bolsillo. Yo quise ir también<br />
a buscar fortuna, y más que todo a conseguir tres aperos <strong>de</strong> plata, uno para el<br />
negro Mendola, otra para Juan Rafael y otro para mí. La primera batalla que tuvimos<br />
con los patriotas fue la <strong>de</strong> Araure: ellos tenían mil hombres y nosotros teníamos<br />
mucha más gente, y yo gritaba que me diesen cualquier arma con que pelear<br />
porque estaba seguro <strong>de</strong> que venceríamos. Cuando creí que había terminado el<br />
combate me apeé <strong>de</strong> mi caballo y fui a quitarle una casaca muy bonita a un blanco<br />
que estaba tendido y muerto en el suelo. En ese momento vino el comandante gritando:<br />
«¡A caballo!» ¿Cómo es eso —dije yo— pues no se acabó la guerra?<br />
«— Acabarse, nada <strong>de</strong> eso. (Venía tanta gente que parecía una zamurada.)<br />
«— ¿Qué hizo usted entonces? —dijo <strong>Bolívar</strong>.<br />
XVI. <strong>El</strong> Negro Primero<br />
«— No hubo más remedio que huir, y yo eché a correr en mi mula; pero el<br />
maldito animal se me cansó y tuve que coger monte a pie. Al día siguiente fui a un<br />
hato a ver si nos daban que comer; pero su dueño, cuando supo que yo era <strong>de</strong> las<br />
tropas <strong>de</strong> Naña (Yáñez) me miró con tan malos ojos que me pareció mejor huir al<br />
Apure.<br />
«— Dicen —le interrumpió <strong>Bolívar</strong>— que allí mataba usted las vacas ajenas.<br />
«— Por supuesto —replicó—; y si no, ¿qué comía? En fin, vino el mayordomo<br />
(así me llamaba a mí) al Apure y nos enseñó lo que era la patria y que la diablocracia<br />
no era ninguna cosa mala; y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces estoy sirviendo a los<br />
patriotas.<br />
«Estas conversaciones divertían mucho a <strong>Bolívar</strong>, y en nuestras marchas el<br />
Negro Primero nos servía <strong>de</strong> entretenimiento. Continuó a mi servicio distinguiéndose<br />
siempre en todas las batallas. La víspera <strong>de</strong> la Carabobo, que él <strong>de</strong>cía<br />
que iba a ser la <strong>de</strong>cisiva, arengó a sus compañeros, y para infundirles valor y<br />
confianza, les <strong>de</strong>cía, con el favor <strong>de</strong> un musulmán, que las puertas <strong>de</strong>l cielo se<br />
139
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
abrían a los patriotas que morían en el campo, pero que se cerraban ante los<br />
que morían huyendo <strong>de</strong>l enemigo.<br />
«<strong>El</strong> día <strong>de</strong>l combate cayó herido mortalmente a los primeros tiros (21).»<br />
He aquí cómo <strong>de</strong>scribe don Eduardo Blanco, e<strong>de</strong>cán <strong>de</strong> Paéz, e ilustre autor<br />
<strong>de</strong> Venezuela heroica, la muerte <strong>de</strong> Negro Primero:<br />
«En lo más encarnizado <strong>de</strong>l combate, Páez, lleno <strong>de</strong> asombro, ve <strong>de</strong> pronto<br />
salir <strong>de</strong> la nube <strong>de</strong> polvo que ocultaba a los combatientes a un jinete bañado en su<br />
propia sangre en quien al punto reconoce al Negro más pujante <strong>de</strong> los llaneros <strong>de</strong><br />
su guardia.<br />
«<strong>El</strong> caballo <strong>de</strong> aquel intrépido soldado galopaba sin concierto hacia el lugar<br />
don<strong>de</strong> se encuentra Páez, pier<strong>de</strong> en breve la carrera, toma el trote y <strong>de</strong>spués paso a<br />
paso, las riendas sueltas sobre el vencido cuerpo, la cabeza abatida y la abierta nariz<br />
rozando el suelo que se enrojece a su contacto, avanza sacudiendo su pesado<br />
jinete, que parece sostenerse automáticamente sobre la silla. Sin ocultar el asombro<br />
que le causa aquella inesperada retirada, Páez le sale al encuentro, y apostrofando<br />
con dureza a su antiguo émulo en bravura, en cien reñidas li<strong>de</strong>s, le grita<br />
amenazándole con un gesto terrible: —¿Tienes miedo? ¿No quedan ya enemigos?...<br />
¡Vuelve y hazte matar!... Al oír aquella voz que resuena irritada, caballo y<br />
jinete se <strong>de</strong>tienen: el primero, que ya no pue<strong>de</strong> dar un paso más, dobla las piernas<br />
como para abatirse; el segundo abre los ojos que resplan<strong>de</strong>cen como ascuas y se<br />
yergue en la silla; luego arroja por tierra la po<strong>de</strong>rosa lanza, rompe con ambas<br />
manos el sangriento dormán, y poniendo a <strong>de</strong>scubierto el pecho <strong>de</strong>snudo don<strong>de</strong><br />
sangran copiosamente dos heridas profundas, exclama balbuciente: —¡Mi general!<br />
... vengo a <strong>de</strong>cirle adiós... porque estoy muerto... Y caballo y jinete ruedan sin<br />
vida sobre el revuelto polo, a tiempo que la nube se rasga y <strong>de</strong>ja ver nuestros llaneros<br />
vencedores lanceando por la espalda a los escuadrones españoles que huyen<br />
<strong>de</strong>spavoridos.<br />
«Páez dirige una mirada llena <strong>de</strong> amargura al fiel amigo, inseparable compañero<br />
<strong>de</strong> todos sus pasados peligros, y, a la cabeza <strong>de</strong> algunos cuerpos <strong>de</strong> jinetes,<br />
corre a vengar la muerte <strong>de</strong> aquel bravo soldado, y aquella violenta acometida<br />
<strong>de</strong>ci<strong>de</strong> la batalla (22).»<br />
Al saber su muerte <strong>Bolívar</strong>, la consi<strong>de</strong>ró como una <strong>de</strong>sgracia, y se lamentaba <strong>de</strong><br />
que no le hubiese sido dado presentar en Caracas aquel hombre singular en la sencillez<br />
y sin par en el coraje; aquel negro inculto pero horoico que tuvo una frase digna<br />
140
<strong>de</strong> ser grabada en bronce y no menos enérgica que la <strong>de</strong> Dantón, pronunciada un<br />
día <strong>de</strong> prueba y que se lee al pie <strong>de</strong> su estatua en el boulevard Saint-Germain <strong>de</strong><br />
París: Contre les ennemis <strong>de</strong> la Patrie, <strong>de</strong> l ’audace, encore <strong>de</strong> l ’audace, toujours <strong>de</strong> l’audace!<br />
<strong>El</strong> Negro Primero, cuando en la batalla <strong>de</strong> Carabobo, en la gran carga al<br />
cuadro <strong>de</strong>l batallón Valencey, fue alcanzado por el general Cer<strong>de</strong>ño, exclamó:<br />
«¡Delante <strong>de</strong> mí sólo el pescuezo <strong>de</strong> mi caballo!»<br />
XVI. <strong>El</strong> Negro Primero<br />
141
XVII<br />
<strong>Bolívar</strong> en el Chimborazo
«Cuando se viaja <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> Quito hacia el Páramo <strong>de</strong>l Asuai, se ve<br />
aparecer, sucesivamente, en una extensión <strong>de</strong> treinta y siete leguas, al oeste, las<br />
cimas <strong>de</strong>l Casitagua, Pichincha, Atacazo, Corazón, Ilianza, Carguairazo,<br />
Chimborazo y Cunambay; al oriente, las cimas <strong>de</strong>l Guamaní, Antisana, Pasuchoa,<br />
Rimiñavi, Cotopaxi, Tunguragua y Capa-Urcu, que, a excepción <strong>de</strong> tres o cuatro,<br />
son todas más elevadas que el Monte Blanco. En vano se buscaría un paraje que<br />
ofreciese una perspectiva más magnífica; pero la más majestuosa forma <strong>de</strong> aquellas<br />
latas cimas es la <strong>de</strong>l Chimborazo, cuya cumbre es redonda, como una colina.<br />
Y así, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las playas <strong>de</strong>l mar <strong>de</strong>l sur, cuando el cielo está azul y el aire es transparente,<br />
se ve surgir el Chimborazo, a lo lejos, semejante a una nube que se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong> las cumbres vecinas y se levanta, sobre toda la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s,<br />
como esa cúpula inmensa, obra <strong>de</strong>l genio <strong>de</strong> Miguel Ángel, sobre los monumentos<br />
antiguos que ro<strong>de</strong>an el Capitolio (1).»<br />
En junio <strong>de</strong> 1822, consumada la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l Ecuador con el triunfo<br />
<strong>de</strong> Pichincha, el Libertador partió <strong>de</strong> Quito en dirección a Guayaquil. <strong>Bolívar</strong>,<br />
amante <strong>de</strong> la Naturaleza, dice O’Leary, iba encantado en aquel viaje. Los pintorescos<br />
valles <strong>de</strong> Ibarra y Otabalo, a la vez, le <strong>de</strong>leitaron y le entristecieron, al recordar<br />
que el lamentable estado <strong>de</strong> su país natal le había obligado a cambiar las dulces y<br />
útiles tareas <strong>de</strong>l filósofo por los arduos <strong>de</strong>beres y azarosa vida <strong>de</strong>l soldado. En todas<br />
las poblaciones <strong>de</strong> aquella provincia fue acogido con entusiastas aclamaciones. <strong>El</strong><br />
Cotopaxi, el Chimborazo y el Tunguragua jamás habían visto ovación semejante...<br />
Aunque O’Leary no lo dice, ni ningún otro historiador que yo sepa, sin duda<br />
fue en esta ocasión cuando <strong>Bolívar</strong> escaló la más lata y hermosa cumbre andina y<br />
escribió aquel Delirio sobre el Chimborazo, digno <strong>de</strong> él, que siempre quiso unir su<br />
nombre al <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s monumentos <strong>de</strong> la Naturaleza, o al <strong>de</strong> las ruinas <strong>de</strong> la<br />
clásica antigüedad (2). En el Cuzco, que pue<strong>de</strong> llamarse la Roma <strong>de</strong> la América,<br />
visita los maravillosos <strong>de</strong>spojos <strong>de</strong> su vieja civilización: el Templo <strong>de</strong>l Sol, los restos<br />
<strong>de</strong> palacios, <strong>de</strong> fortificaciones, <strong>de</strong> acueductos; las casas <strong>de</strong> campo <strong>de</strong> los Incas, con<br />
sus baños y jardines; las ruinas <strong>de</strong> Ollantaytambo; el lago y la isla <strong>de</strong> Titicaca cuna<br />
<strong>de</strong> Manco-Cápac, fundador <strong>de</strong>l Imperio Inca, y la Meca <strong>de</strong> los antiguos peruanos;<br />
145
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
al propio tiempo su historia sobre los lugares mismos que <strong>de</strong> ella fueron teatro, y<br />
apren<strong>de</strong> sus fábulas heroicas. <strong>Bolívar</strong>, meditabundo, contemplaba con profunda<br />
emoción aquellas ruinas que había hecho la avaricia.<br />
En el Cuzco, capital <strong>de</strong>l antiguo imperio <strong>de</strong>l Perú, edificada por Manco-<br />
Cápac, hijo <strong>de</strong>l Sol, encontró el general Sucre el real estandarte que trajo<br />
Pizarro en 1533, los pendones <strong>de</strong>l Alto Perú y algunas ban<strong>de</strong>ras <strong>de</strong>l ejército<br />
español.<br />
<strong>El</strong> Libertador fue recibido a las puertas <strong>de</strong>l antiguo Templo <strong>de</strong>l Sol, como<br />
antes lo había sido Sucre. Era este templo tan suntuoso en metales y piedras preciosas<br />
que fue llamado Plaza <strong>de</strong> oro (Cori-Cancha). La entrada daba al oriente; su<br />
suelo, sus muros y puertas estaban forrados <strong>de</strong> planchas y clavos <strong>de</strong> oro. Un sol <strong>de</strong><br />
oro puro resplan<strong>de</strong>cía en el fondo <strong>de</strong>l templo circuído <strong>de</strong> turquesas y esmeraldas.<br />
Al pie <strong>de</strong>l altar estaban las momias <strong>de</strong> los Incas, sentadas en sillas <strong>de</strong> oro. Enfrente<br />
se veían gran<strong>de</strong>s copas <strong>de</strong> plata, <strong>de</strong>stinadas a las ofrendas; tinajas y jarras, también<br />
<strong>de</strong> plata, guarnecidas <strong>de</strong> piedras preciosas. Jardines vastísimos ro<strong>de</strong>aban el templo,<br />
adornados <strong>de</strong> magníficas fuentes que sombreaban frondosos árboles. Las vírgenes<br />
<strong>de</strong>l Sol vivían en palacios cerca <strong>de</strong>l templo: ocupábanse en hilar la lana <strong>de</strong> las vicuñas<br />
y tejerla para las colgaduras <strong>de</strong>l santuario; preparaban el pan y el vino para las<br />
gran<strong>de</strong>s fiestas y guardaban el fuego sagrado que el sumo sacerdote encendía todos<br />
los años en la fiesta <strong>de</strong>l Sol.<br />
<strong>El</strong> espectáculo <strong>de</strong> la divina Naturaleza <strong>de</strong>tuvo siempre los pasos <strong>de</strong>l caballo <strong>de</strong><br />
<strong>Bolívar</strong> y colmó su corazón <strong>de</strong> una alegría dionisíaca, <strong>de</strong> una suerte <strong>de</strong> emulación,<br />
al <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> Rodó, que lo impulsaba a hacer <strong>de</strong> modo que entrara él mismo a<br />
formar parte <strong>de</strong>l panorama imponente y a señoriarlo como protagonista.<br />
Un día <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong>l año <strong>de</strong> 1829, en ruta para el norte, divisa, al caer <strong>de</strong><br />
la tar<strong>de</strong>, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la más alta cima <strong>de</strong>l Quindio, o Cordillera Central, el espléndido y<br />
armonioso Valle <strong>de</strong>l Cauca, semejante, en su configuración, a la caja <strong>de</strong> una guitarra,<br />
cuyo encordado <strong>de</strong> plata es el río que da su nombre al Valle, y <strong>Bolívar</strong>, fuera<br />
<strong>de</strong> sí, pasmado ante tanta belleza, exclama: ¡Oh, sí! ¡Ni los campos <strong>de</strong> la Toscana! ¡Este<br />
Valle es el jardín <strong>de</strong> la América!<br />
En su ascensión al Chimborazo se percibe ese otro sentimiento que lo animó<br />
toda su vida: el orgullo <strong>de</strong> subir, <strong>de</strong> pisar la frente <strong>de</strong>l coloso, <strong>de</strong> llagar más arriba<br />
que La Condamine, más arriba que Humboldt, don<strong>de</strong> no haya otra huella antes<br />
que la suya (3).<br />
146
XVIII<br />
<strong>El</strong> Delirio
Yo venía envuelto con el manto <strong>de</strong>l iris, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> paga su tributo el caudaloso<br />
Orinoco al dios <strong>de</strong> las aguas. Había visitado las encantadas fuentes amazónicas,<br />
y quise subir al atalaya <strong>de</strong>l universo. Busqué las huellas <strong>de</strong> La Condamine y<br />
Humboldt: seguilas audaz; nada me <strong>de</strong>tuvo; llegué a la región glacial; el éter sofocaba<br />
mi aliento. Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que<br />
puso la mano <strong>de</strong>l Eterno sobre las sienes excelsas <strong>de</strong>l dominador <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s. Yo<br />
me dije: este manto <strong>de</strong> iris, que me ha servido <strong>de</strong> estandarte, ha recorrido, en mis<br />
manos, regiones infernales, surcado los ríos y los mares y subido sobre los hombros<br />
<strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s; la tierra se ha allanado a los pies <strong>de</strong> Colombia, y el Tiempo no<br />
ha podido <strong>de</strong>tener la marcha <strong>de</strong> la Libertad. Belona ha sido humillada por el resplandor<br />
<strong>de</strong>l iris, ¿y no podré yo trepar sobre los cabellos canos <strong>de</strong>l gigante <strong>de</strong> la<br />
tierra? ¡Sí podré! Y arrebatado por la violencia <strong>de</strong> un espíritu <strong>de</strong>sconocido para mí,<br />
que me parecía divino, <strong>de</strong>jé atrás las huellas <strong>de</strong> Humboldt empañando los cristales<br />
eternos que circuyen el Chimborazo. Llegó, como impulsado por el genio que<br />
me animaba, y <strong>de</strong>sfallezco al tocar con mi cabeza la copa <strong>de</strong>l firmamento; tenía a<br />
mis pies los umbrales <strong>de</strong>l abismo.<br />
Un <strong>de</strong>lirio febril embarga mi mente; me siento como encendido por un fuego<br />
extraño y superior. Era el Dios <strong>de</strong> Colombia que me poseía.<br />
De repente se me presenta el Tiempo, bajo el semblante venerable <strong>de</strong> un viejo<br />
cargado con los <strong>de</strong>spojos <strong>de</strong> las eda<strong>de</strong>s: ceñudo, inclinado, calvo, arrugada la tez,<br />
una hoz en la mano...<br />
« — Yo soy el Padre <strong>de</strong> los siglos; soy el arcano <strong>de</strong> la fama y <strong>de</strong>l secreto; mi<br />
madre fue la Eternidad; los límites <strong>de</strong> mi imperio los señala lo infinito; no hay<br />
sepulcro para mí, porque soy más po<strong>de</strong>roso que la muerte; miro lo pasado,<br />
miro lo futuro, y por mi mano pasa lo presente. ¿Por qué te envaneces, niño o<br />
viejo, hombre o héroe? ¿Creéis que es algo vuestro universo, que levantaros<br />
sobre un átomo <strong>de</strong> la creación es elevaros? ¿Pensáis que los instantes que llamáis<br />
siglos pue<strong>de</strong>n servir <strong>de</strong> medida a mis arcanos? ¿Imagináis que habéis visto la<br />
santa Verdad? ¿Suponéis locamente que vuestras acciones tienen algún precio a<br />
149
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
mis ojos? Todo es menos que un punto en presencia <strong>de</strong>l Infinito, que es <strong>de</strong> mi<br />
hermano.<br />
Sobrecogido <strong>de</strong> un terror sagrado, ¿cómo, ¡oh Tiempo! respondí, no ha <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>svanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto? He pasado a todos los hombres<br />
en fortuna, porque me he elevado sobre la cabeza <strong>de</strong> todos. Yo domino la<br />
tierra con mis palabras, llego al Eterno con mis manos; siento las presiones infernales<br />
bullir bajo mis pasos; estoy mirando, junto a mí, rutilantes astros, los soles<br />
infinitos; miro sin asombro el espacio que encierra la materia, y en tu rostro leo la<br />
historia <strong>de</strong> lo pasado y los pensamientos <strong>de</strong>l Destino.<br />
«—Observa —me dijo— apren<strong>de</strong>, conserva en tu mente lo que has visto;<br />
dibuja a los ojos <strong>de</strong> tus semejantes el cuadro <strong>de</strong>l universo físico, <strong>de</strong>l universo moral;<br />
no escondas los secretos que el Cielo te ha revelado; di la verdad a los hombres...»<br />
<strong>El</strong> fantasma <strong>de</strong>sapareció.<br />
Absorto, yerto, quedé exánime largo tiempo, tendido sobre aquel inmenso<br />
diamante que me servía <strong>de</strong> lecho. Al fin, la tremenda voz <strong>de</strong> Colombia me llama;<br />
¡resucito! me incorporo, abro con mis propias manos los pesados párpados, vuelvo<br />
a ser hombre, y escribo mi <strong>de</strong>lirio.<br />
Al leer este admirable <strong>de</strong>lirio romántico, que recuerda a René, uno piensa<br />
como Olmedo, que si <strong>Bolívar</strong> se hubiera aplicado a hacer versos, su prodigiosa<br />
imaginación habría excedido a Píndaro y a Ossián. También sus enemigos le reconocieron<br />
esta excelsa vocación: «<strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>dicado a cultivar la literatura —dice el<br />
terrible Arganil—, hubiera podido <strong>de</strong>stronar a todos los oradores y poetas <strong>de</strong> su<br />
tiempo, y, tal vez, volcar los tronos <strong>de</strong> los reyes con sus cantos (1).»<br />
150
XIX<br />
La entrevista <strong>de</strong> Guayaquil
En la mañana <strong>de</strong>l día 11 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1822 ofrecía el caudaloso Guayas un<br />
panorama nunca visto antes, y que aun hoy reviste ante nuestros ojos los esplendores<br />
<strong>de</strong> lo heroico. Centenares <strong>de</strong> velas blancas y millares <strong>de</strong> ban<strong>de</strong>ras y gallar<strong>de</strong>tes <strong>de</strong> vivos<br />
colores, <strong>de</strong>splegados al viento sobre las serenas ondas azules, daban a aquella bahía el<br />
aspecto <strong>de</strong> un jardín <strong>de</strong> ensueño.<br />
De pronto estalla la multitud, que aguarda impaciente, en solemne y clamorosa<br />
aclamación, y las bandas militares entonan jubilosas marchas triunfales. Es que en una<br />
revuelta <strong>de</strong>l río se ha divisado una falúa resplan<strong>de</strong>ciente que conduce al Libertador,<br />
vencedor <strong>de</strong> España en Boyacá, Carabobo y Bomboná, en peregrinación hacia el antiguo<br />
templo <strong>de</strong>l Sol, y a sus compañeros <strong>de</strong> gloria generales Sucre y Salóm, y sus e<strong>de</strong>canes<br />
O’Leary, Wilson y Mosquera, mientras otra falúa salida <strong>de</strong>l puerto, y en la cual se<br />
encuentran los generales Salazar y Blanco, ministro plenipotenciario y vicealmirante<br />
peruanos, alza menos para dirigir su saludo a <strong>Bolívar</strong>, que, puesto <strong>de</strong> pie y vestido <strong>de</strong><br />
gala, les correspon<strong>de</strong>, invitándolos, al propio tiempo, a trasbordar a su nave.<br />
La comitiva sigue entonces su marcha, y, al acercarse a la rada, rompen las<br />
baterías <strong>de</strong> la escuadra en una salva <strong>de</strong> veintiún cañonazos, y los comandantes <strong>de</strong><br />
las cañoneras arrían el pabellón celeste y blanco <strong>de</strong>l Estado e izan el tricolor <strong>de</strong><br />
Colombia.<br />
En la ciudad, las tropas forman calle <strong>de</strong> honor en toda la extensión <strong>de</strong>l malecón,<br />
y la Municipalidad, acompañada <strong>de</strong> la saltas corporaciones públicas y <strong>de</strong>l<br />
clero y <strong>de</strong> los ciudadanos ilustres, espera al ilustre huésped en la monumental portada<br />
<strong>de</strong>l muelle. <strong>El</strong> alcal<strong>de</strong> le da la bienvenida. <strong>El</strong> Libertador se <strong>de</strong>scubre, lo escucha<br />
y contesta con aquella espontánea elocuencia que le era habitual. Al terminar,<br />
los tres castillos <strong>de</strong>l fuerte disparan veintiún cañonazos cada uno, siguiendo a ellos<br />
las fragatas Protector y La Venganza y la corbeta Alejandro, mientras ensor<strong>de</strong>cen<br />
los aires los repiques <strong>de</strong> todos los templos <strong>de</strong> la ciudad, las músicas militares y las<br />
aclamaciones <strong>de</strong>l pueblo.<br />
Tal, compendiadas las relaciones <strong>de</strong> los cronistas.<br />
155
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
<strong>El</strong> general argentino Jerónimo Espejo, quien fue testigo <strong>de</strong> aquellos sucesos,<br />
nos <strong>de</strong>jó este retrato <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, tomado <strong>de</strong>l natural en aquellos días memorables:<br />
«La estatura <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> nos pareció <strong>de</strong> cinco pies o poco menos. En aquella<br />
ocasión vestía su uniforme <strong>de</strong> gala, casaca <strong>de</strong> paño azul, toda bordada <strong>de</strong> oro, con<br />
entorchados y charreteras <strong>de</strong> general; rica espada con tahalí dorado, pantalón muy<br />
ancho <strong>de</strong> paño grana, con franja también dorada, gran<strong>de</strong>s botas <strong>de</strong> montar con<br />
espuelas, sombrero elástico, muy alto, festoneado <strong>de</strong> franja <strong>de</strong> oro por la orilla<br />
exterior y orlado <strong>de</strong> plumas blancas por <strong>de</strong>ntro, y un penacho <strong>de</strong> plumas <strong>de</strong> colores<br />
diferentes, formando la ban<strong>de</strong>ra (azul, amarillo y encarnado). Una banda <strong>de</strong><br />
seda igualmente tricolor, con bellotas y galón <strong>de</strong> oro, le cruzaba el pecho a cuyo<br />
lado izquierdo —que la banda <strong>de</strong>jaba libre— llevaba tres con<strong>de</strong>coraciones.<br />
«Acompañaban al Libertador los generales Antonio José <strong>de</strong> Sucre y Salóm y<br />
los ayudantes <strong>de</strong> campo Mosquera, Wilson y O’Leary.<br />
«Nosotros, que anhelábamos estudiar al hombre extraordinario que por primera<br />
vez teníamos tan cerca, no <strong>de</strong>sperdiciábamos ocasión alguna para compararle<br />
con nuestro San Martín.<br />
«Lo que advertimos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer instante fue la diferencia <strong>de</strong> estatura.<br />
<strong>Bolívar</strong> era pequeño y <strong>de</strong>lgado, mientras que San Martín era alto y corpulento.<br />
Aquél ostentaba sus entorchados con profusión que contrastaban con la espartana<br />
sencillez <strong>de</strong> San Martín, quien, en los actos más solemnes, se presentaba con su<br />
sencilla guerrera <strong>de</strong> grana<strong>de</strong>ro, pantalón azul sin franja, sombrero forrado <strong>de</strong> hule<br />
y siempre sin lucir con<strong>de</strong>coración alguna.<br />
«<strong>El</strong> aspecto <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> era poco simpático; generalmente bajaba la vista y tenía un<br />
seño que le diferenciaba en mucho <strong>de</strong> la atractiva popularidad <strong>de</strong> San Martín (1).»<br />
<strong>El</strong> 25 <strong>de</strong> julio, catorce días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l arribo <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, llegó San Martín a<br />
Guayaquil, cumpliendo un anhelo <strong>de</strong> su corazón tiempo atrás expresado en su<br />
Decreto <strong>de</strong> 12 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> aquel año, por el cual encargó <strong>de</strong>l mando supremo <strong>de</strong>l<br />
Perú al con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Torre Tagle: «La causa <strong>de</strong>l Continente americano me lleva a realizar<br />
un <strong>de</strong>signio que halaga mis más caras esperanzas. Voy a encontrar en<br />
Guayaquil al Libertador <strong>de</strong> Colombia. Los intereses generales <strong>de</strong>l Perú y <strong>de</strong><br />
Colombia, la enérgica terminación <strong>de</strong> la guerra que sostenemos y la estabilidad <strong>de</strong>l<br />
<strong>de</strong>stino a que con rapi<strong>de</strong>z se acerca la América, hacen nuestra entrevista necesaria,<br />
ya que el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> los acontecimientos nos ha constituido en alto grado responsables<br />
<strong>de</strong>l éxito <strong>de</strong> esta sublime empresa.» <strong>El</strong> Protector no tuvo entonces la suerte <strong>de</strong><br />
156
XIX. La entrevista <strong>de</strong> Guayaquil<br />
encontrar al Libertador, y regresó a Lima en espera <strong>de</strong> mejor ocasión. Pocos meses<br />
<strong>de</strong>spués, al saber que <strong>Bolívar</strong> marchaba hacia el Sur, le escribió <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Lima, el 13<br />
<strong>de</strong> julio: «Mi alma se llena <strong>de</strong> pensamientos y <strong>de</strong> gozo cuando contemplo aquel<br />
momento (el <strong>de</strong> entrevista) : nos veremos y presiento que la América no olvidará<br />
el día en que nos abracemos.»<br />
<strong>El</strong> 26 <strong>de</strong> <strong>de</strong>sembarcó en San Martín. Un batallón abierto en filas le hizo los honores.<br />
Al llegar a la suntuosa casa que se le había preparado, el Libertador, vestido <strong>de</strong><br />
gran<strong>de</strong> uniforme, y ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> su Estado Mayor, le dio la bienvenida al pie <strong>de</strong> la escalera<br />
(2) . Los héroes se abrazaron. «Al fin se cumplieron mis <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> conocer y estrechar<br />
las manos <strong>de</strong>l renombrado general San Martín», exclamó <strong>Bolívar</strong>. San Martín<br />
contestó que los suyos estaban cumplidos al encontrar al Libertador. En seguida subieron<br />
<strong>de</strong>l brazo.<br />
En el salón <strong>de</strong> recepciones el Libertador presentó sus generales al Protector. Luego<br />
empezaron a <strong>de</strong>sfilar las corporaciones que iban a saludar a los héroes. Una disputa <strong>de</strong><br />
matronas y señoritas les dio la bienvenida en una bella arenga. Una joven <strong>de</strong> diez y<br />
ocho años, la más hermosa <strong>de</strong>l Guayas, llamada Carmen Garaycoa, ofreció a San<br />
Martín una corona <strong>de</strong> laurel <strong>de</strong> oro esmaltado. Retirada la concurrencia, los héroes<br />
quedaron solos y empezaron a pasearse por el salón. Poco <strong>de</strong>spués cerraron la puerta y<br />
conferenciaron privadamente por espacio <strong>de</strong> hora y media. Terminada la conferencia,<br />
<strong>Bolívar</strong> se retiró acompañado hasta el pie <strong>de</strong> la escalera por San Martín, y, por la tar<strong>de</strong>,<br />
este pagó al primero su visita, que sólo duró media hora.<br />
<strong>El</strong> 27 <strong>de</strong> julio, a la una <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, San Martín se dirigió a casa <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, y<br />
encerrados <strong>de</strong> nuevo permanecieron cuatro horas en conferencia secreta. A las<br />
cinco <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> abrieron la puerta, y pues empezaban a llegar los invitados al gran<br />
banquete con que el Libertador obsequiaba al Protector. Pasaron en seguida al<br />
comedor, espléndidamente preparado, y <strong>Bolívar</strong> ocupó la cabecera, señalando el<br />
puesto <strong>de</strong> su <strong>de</strong>recha a San Martín. Llegada la hora <strong>de</strong>l champaña, inició <strong>Bolívar</strong><br />
los brindis, poniéndose <strong>de</strong> pie y con la copa en la mano. San Martín contestó<br />
mo<strong>de</strong>stamente.<br />
Terminado el banquete, el Protector se retiró a su casa a <strong>de</strong>scansar, tornando<br />
a salir a las nueve para asistir al baile a que había sido invitado por la Municipalidad.<br />
«Fue muy agradable, refiere un testigo, la impresión que nos hizo la casa <strong>de</strong>l<br />
cabildo por la brillantez <strong>de</strong>l adorno <strong>de</strong> los salones, la espléndida iluminación, la<br />
hermosura y elegancia <strong>de</strong> las damas guayaquileñas.»<br />
157
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
<strong>Bolívar</strong> se entregó con júbilo a los placeres <strong>de</strong> la danza, según su costumbre,<br />
mientras San Martín se mantenía <strong>de</strong> pie, como mero espectador, sin tomar parte<br />
en el baile, preocupado, al parecer, hasta que la una <strong>de</strong> la mañana se acercó a<br />
Guido, su e<strong>de</strong>cán , y le dijo: «Llame usted al coronel Soyer; ya no puedo soportar<br />
este bullicio.» Luego se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong>l Libertador, sin que nadie lo advirtiera, lo que<br />
probablemente había sido acordado entre ambos para no alterar el buen humor <strong>de</strong><br />
la concurrencia. Una ayudante lo condujo por una escalera secreta, y una hora<br />
<strong>de</strong>spués la goleta Macedonia se hacía a la vela (28 <strong>de</strong> julio) (3).<br />
Al día siguiente se levantó el Protector muy preocupado, y, paseándose sobre<br />
cubierta, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l almuerzo, dijo a sus compañeros: “¿Pero han visto uste<strong>de</strong>s<br />
cómo el general <strong>Bolívar</strong> nos ha ganado <strong>de</strong> mano?” Al llegar al Callao encargó al<br />
general Cruz que escribiese a O’Higgins: «<strong>El</strong> Libertador no es el hombre que pensábamos.»<br />
Palabras <strong>de</strong> vencido y <strong>de</strong> <strong>de</strong>sengañado, dice Mitre, que compendian los<br />
resultados <strong>de</strong> la entrevista (4). Apenas <strong>de</strong>sembarcado, supo que, en realidad, había<br />
habido una revolución en Lima y que Monteagudo había sido extrañado; asumió<br />
el mando y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel momento todas las medidas que dictó fueron encaminadas<br />
a reunir el Congreso, alejarse <strong>de</strong> los negocios públicos y <strong>de</strong>jar el país entregado<br />
a su propio <strong>de</strong>stino.<br />
Al mismo tiempo dijo a los peruanos en una proclama: «Tuve la satisfacción<br />
<strong>de</strong> abrazar al héroe <strong>de</strong>l Sur <strong>de</strong> América. Fue uno <strong>de</strong> los días más felices <strong>de</strong> mi vida.<br />
<strong>El</strong> Libertador <strong>de</strong> Colombia auxilia al Perú con tres <strong>de</strong> sus bravos batallones.<br />
Tributemos todos un reconocimiento eterno al inmortal <strong>Bolívar</strong>.»<br />
Poco tiempo <strong>de</strong>spués, San Martín dirigió a <strong>Bolívar</strong>, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Lima, el 29 <strong>de</strong><br />
agosto, esta carta confi<strong>de</strong>ncial, que al <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> Mitre «fue su testamento político y<br />
el documento más sincero que haya brotado <strong>de</strong> su pluma y <strong>de</strong> su alma»:<br />
«Querido general: Dije a usted en mi última, <strong>de</strong> 23 <strong>de</strong>l corriente, que<br />
habiendo reasumido el mando supremo <strong>de</strong> esta República, con el fin <strong>de</strong> separar <strong>de</strong><br />
él al débil e inepto Torre-Tagle, las atenciones que me ro<strong>de</strong>aban en aquel<br />
momento no me permitían escribirle con la extensión que <strong>de</strong>seaba, ahora, al verificarlo,<br />
no sólo lo hará con la franqueza <strong>de</strong> mi carácter, sino con la que exigen los<br />
gran<strong>de</strong>s intereses <strong>de</strong> la América.<br />
«Los resultados <strong>de</strong> nuestra entrevista no han sido los que me prometía para la<br />
pronta terminación <strong>de</strong> la guerra. Desgraciadamente yo estoy íntimamente convencido,<br />
o que no ha creído sincero mi ofrecimiento <strong>de</strong> servir bajo sus ór<strong>de</strong>nes con<br />
las fuerzas <strong>de</strong> mi mando, o que mi persona le es embarazosa. Las razones que usted<br />
158
XIX. La entrevista <strong>de</strong> Guayaquil<br />
me expuso, <strong>de</strong> que su <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za no le permitía jamás mandarme, y que, aun en el<br />
caso <strong>de</strong> que esta dificultad pudiese ser vencida, estaba seguro <strong>de</strong> que el Congreso<br />
<strong>de</strong> Colombia no consentiría su separación <strong>de</strong> la República, permítame, general, le<br />
diga no me han parecido plausibles. La primera se refuta por sí misma. En cuanto<br />
a la segunda, estoy muy persuadido que la menor manifestación suya al Congreso<br />
sería acogida con unánime aprobación, cuando se trata <strong>de</strong> finalizar la lucha en que<br />
estamos empeñados, con la cooperación <strong>de</strong> usted y la <strong>de</strong>l ejército <strong>de</strong> su mando; y<br />
que el alto honor <strong>de</strong> ponerle término refluirá tanto sobre usted como sobre la<br />
República que presi<strong>de</strong>.<br />
«No se haga usted ilusión, general. Las noticias que tiene <strong>de</strong> las fuerzas realistas<br />
son equivocadas; ellas montan en el Alto y Bajo Perú a más <strong>de</strong> 19.000 veteranos, que<br />
pue<strong>de</strong>n unirse en el espacio <strong>de</strong> dos meses. <strong>El</strong> ejército patriota, diezmado por las<br />
enfermeda<strong>de</strong>s, no podrá poner en línea <strong>de</strong> batalla sino 8.500 hombres, y <strong>de</strong> éstos,<br />
una gran parte reclutas. La división <strong>de</strong>l general Santa Cruz (cuyas bajas, según<br />
escribe este general, no han sido reemplazadas a pesar <strong>de</strong> sus reclamaciones) en su<br />
dilatada marcha por la tierra, <strong>de</strong>be experimentar una pérdida consi<strong>de</strong>rable y nada<br />
podría empren<strong>de</strong>r en la presente campaña. La división <strong>de</strong> 1.400 colombianos que<br />
usted envía será necesaria para mantener la guarnición <strong>de</strong>l Callao y el or<strong>de</strong>n en<br />
Lima. Por consiguiente, sin el apoyo <strong>de</strong>l ejército <strong>de</strong> su mando, la operación que se<br />
prepara por puertos intermedios no podrá conseguir las ventajas que <strong>de</strong>bían esperarse,<br />
si fuerzas po<strong>de</strong>rosas no llaman la atención <strong>de</strong>l enemigo por otra parte, y así la<br />
lucha se prolongará por un tiempo in<strong>de</strong>finido. Digo in<strong>de</strong>finido, porque estoy íntimamente<br />
convencido que sean cuales fueren las vicisitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la presente guerra, la<br />
in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la América es irrevocable; podrían prevalecerse para perjudicarla,<br />
y los intrigantes y ambiciosos para soplar la discordia.<br />
«Con el comandante Delgado, dador <strong>de</strong> ésta, remito a usted una escopeta y<br />
un par <strong>de</strong> pistolas, juntamente con un caballo <strong>de</strong> paso que le ofrecí en Guayaquil.<br />
Admita usted, general, esta memoria <strong>de</strong>l primero <strong>de</strong> sus admiradores.<br />
«Con estos sentimientos y con los <strong>de</strong> <strong>de</strong>searle únicamente sea usted quien<br />
tenga la gloria <strong>de</strong> terminar la guerra <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la América <strong>de</strong>l Sur, se<br />
repite su afectísimo servidor (5).»<br />
Destruidas por San Martín, como lo veremos más a<strong>de</strong>lante, ciertas cartas <strong>de</strong><br />
<strong>Bolívar</strong>, la que se acaba <strong>de</strong> leer tiene valor <strong>de</strong>cisivo para juzgar la entrevista <strong>de</strong><br />
Guayaquil.<br />
159
Más tar<strong>de</strong>, San Martín hizo al marino francés Lafond <strong>de</strong> Lurcy este retrato <strong>de</strong><br />
<strong>Bolívar</strong>: «Los signos característicos <strong>de</strong>l general <strong>Bolívar</strong> eran un orgullo muy acentuado,<br />
poco en armonía con su costumbre <strong>de</strong> no mirar nunca <strong>de</strong> frente a la persona<br />
que le hablaba, a menos que no fuese muy inferior a él, y su falta <strong>de</strong><br />
franqueza, lo que pu<strong>de</strong> observar durante las conferencias que celebré con él en<br />
Guayaquil, en las que jamás contestó a mis proposiciones <strong>de</strong> un modo concreto<br />
sino con evasivas. <strong>El</strong> tono que empleaba para habar a sus generales era extremadamente<br />
altanero y antipático. Observé, y él mismo me lo dijo, que su confianza la<br />
<strong>de</strong>positaba, antes que nadie, en los generales ingleses que tenía en su ejército. No<br />
obstante, sus modales eran distinguidos y revelaban haber recibido una esmerada<br />
educación; y, aunque en ocasiones su lenguaje fuera algo grosero, me pareció que<br />
lo empleaba, <strong>de</strong>liberadamente, para darse un aire más militar. A los individuos <strong>de</strong><br />
tropa les permitía más liberta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las que prescribía la or<strong>de</strong>nanza, y en cambio a<br />
los jefes y oficiales los trataba <strong>de</strong> un modo humillante.<br />
«En cuanto a los hechos militares <strong>de</strong> este general, pue<strong>de</strong> asegurarse que es el<br />
hombre más eminente que ha producido la América <strong>de</strong>l Sur; pero lo que más<br />
caracterizaba el alma gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> este hombre extraordinario, era una constancia a<br />
toda prueba en los diferentes contrastes que sufrió en tan dilatada como penosa<br />
guerra en el espacio <strong>de</strong> trece años. En conclusión, pue<strong>de</strong> asegurarse que una gran<br />
parte <strong>de</strong> la América <strong>de</strong>l Sur <strong>de</strong>be a los esfuerzos <strong>de</strong>l general <strong>Bolívar</strong> su actual in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia<br />
(6).»<br />
Cinco años <strong>de</strong>spués, el 19 <strong>de</strong> abril <strong>de</strong> 1827, volvió a hablar San Martín <strong>de</strong> su<br />
entrevista con <strong>Bolívar</strong>, en una carta dirigida <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Bruselas al general Guillermo Miller.<br />
«En cuanto a mi viaje a Guayaquil, él no tuvo otro objeto que el <strong>de</strong> reclamar<br />
<strong>de</strong>l general <strong>Bolívar</strong> los auxilios que pudiera prestar para terminar la guerra <strong>de</strong>l<br />
Perú, auxilios que una justa retribución (prescindiendo <strong>de</strong> los intereses generales<br />
<strong>de</strong> América) lo exigía por los que el Perú tan generosamente había prestado para<br />
libertar el territorio <strong>de</strong> Colombia. Mi confianza en el buen resultado estaba tanto<br />
más fundada cuanto que el ejército <strong>de</strong> Colombia, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la batalla <strong>de</strong><br />
163
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Pichincha, se había aumentado con sus prisioneros, y contaba con 3.600 bayonetas;<br />
pero mis esperanzas fueron burladas al ver que en mi primera conferencia con<br />
el Libertador me <strong>de</strong>claró que haciendo todos los esfuerzos posibles, sólo podría<br />
<strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> tres batallones con la fuerza total <strong>de</strong> 1.070 plazas. Estos auxilios<br />
no me parecieron suficientes para terminar la guerra, pues estaba convencido <strong>de</strong><br />
que el buen éxito <strong>de</strong> ella no podía esperarse sin la activa y eficaz cooperación <strong>de</strong><br />
todas las fuerzas <strong>de</strong> Colombia, así es que mi resolución fue tomada en el acto, creyendo<br />
<strong>de</strong> mi <strong>de</strong>ber el último sacrificio en beneficio <strong>de</strong>l país. Al siguiente día, y a<br />
presencia <strong>de</strong>l vicealmirante Blanco, dije al libertador que habiendo <strong>de</strong>jado convocado<br />
el Congreso para el próximo mes, el día <strong>de</strong> su instalación sería el último <strong>de</strong><br />
mi permanencia en el Perú, añadiéndole «ahora le queda a usted, general, un<br />
nuevo campo <strong>de</strong> gloria en el que va usted a poner el último sello a la libertad <strong>de</strong> la<br />
América». (Yo autorizo y ruego a usted escriba al general Blanco a fin <strong>de</strong> rectificar<br />
este hecho.) A las dos <strong>de</strong> la mañana <strong>de</strong>l siguiente día me embarqué, habiéndome<br />
acompañado <strong>Bolívar</strong> hasta el bote, y entregándome su retrato como una memoria<br />
<strong>de</strong> lo sincero <strong>de</strong> su amistad.<br />
«Mi estadía en Guayaquil no fue más que <strong>de</strong> cuarenta horas, tiempo suficiente<br />
para el objeto que llevaba (7).»<br />
Ahora, ¿sobre qué asuntos rodó la conversación entre <strong>Bolívar</strong> y San Martín en<br />
las conferencias secretas <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1822 en Guayaquil? He aquí la interrogación<br />
inquietante que durante casi un siglo han venido haciéndose los historiadores <strong>de</strong><br />
América sin ponerse <strong>de</strong> acuerdo y obe<strong>de</strong>ciendo sólo a sus naturales predilecciones<br />
<strong>de</strong> nacionalidad. Bien que, sea dicha y verdad, no anduvieron <strong>de</strong>sacertados los que<br />
en Colombia y Venezuela, rastreando las i<strong>de</strong>as y los sentimientos <strong>de</strong>l Libertador se<br />
aventuraron a contestar, sin pruebas, es cierto, pero sí con ilustrada buena fe, el<br />
trascen<strong>de</strong>ntal interrogatorio, y precisamente a tiempo que don Bartolomé Mitre,<br />
apologista argentino <strong>de</strong> San Martín, tocaba casi en el absurdo al tratar <strong>de</strong> penetrar<br />
el misterio <strong>de</strong> aquellas conferencias.<br />
Hoy el misterio no existe y el secreto <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> serlo para todos los que aman la<br />
historia. Dos documentos oficiales, auténticos, acor<strong>de</strong>s con las fragmentarias revelaciones<br />
ya conocidas y hechas honradamente por el Protector, documentos cónsonos,<br />
a<strong>de</strong>más, entre sí, inapelables, rotundos, han venido a hacer luz meridiana<br />
en uno <strong>de</strong> los sucesos más ro<strong>de</strong>ados se sombras hasta ahora y más trascen<strong>de</strong>ntales<br />
<strong>de</strong> la historia <strong>de</strong> América. Ninguna duda es posible ya, la discusión ha terminado.<br />
La verdad, salvada en los signos <strong>de</strong> dos manuscritos amarillentos que han dormido<br />
durante casi un siglo el sueño purificador <strong>de</strong> los archivos reservados, tienen la<br />
palabra para <strong>de</strong>cirnos <strong>de</strong> qué trataron aquellos dos gran<strong>de</strong>s hombres en aquella<br />
164
XIX. La entrevista <strong>de</strong> Guayaquil<br />
hora solemne <strong>de</strong> la emancipación <strong>de</strong>l Nuevo Mundo, tan solemne que ellos<br />
mismos consi<strong>de</strong>raron que sus palabras no <strong>de</strong>bían traspasar ni los muros <strong>de</strong>l salón<br />
don<strong>de</strong> se reunieron en Guayaquil, y cuyas puertas cerraron tras <strong>de</strong> sí. La verdad<br />
histórica, <strong>de</strong>sinteresada, augusta y grave, como voz <strong>de</strong> ultratumba, es, pues, la que<br />
va a hacerse oír, y nadie osaría interrumpirla porque su virtud esencial consiste en<br />
imperar sobre el error y las pasiones humanas.<br />
En el año <strong>de</strong> 1909, <strong>de</strong>sempeñando el autor <strong>de</strong> este ensayo el puesto <strong>de</strong> jefe <strong>de</strong>l<br />
Archivo diplomático <strong>de</strong> Colombia, <strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong>l Ministerio <strong>de</strong> Relaciones<br />
Exteriores, coleccionó en volúmenes, esmeradamente or<strong>de</strong>nados, foliados y analizados<br />
en índices cronológicos, la correspon<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la Secretaría General <strong>de</strong>l<br />
Libertador durante su permanencia en el Sur, cuando la campaña <strong>de</strong> Tarqui, en<br />
1829, con la Cancillería colombiana, y entre aquellos documentos encontró,<br />
como una rarísima joya, la nota que va a leerse, escrita en Guayaquil el 29 <strong>de</strong> julio<br />
<strong>de</strong> 1822, día siguiente al <strong>de</strong> la célebre entrevista, y dirigida por J. G. Pérez, secretario<br />
general <strong>de</strong>l Libertador, al secretario <strong>de</strong> Relaciones Exteriores <strong>de</strong> Bogotá:<br />
«Tengo el honor <strong>de</strong> participar a Vuestra Señoría que el 26 <strong>de</strong>l corriente entró en<br />
esta ciudad Su Excelencia el Protector <strong>de</strong>l Perú, y tengo el <strong>de</strong> transmitir a Vuestra<br />
Señoría las más importantes y notables materias que fueron el objeto <strong>de</strong> las sesiones<br />
entre Su Excelencia el Libertador y el Protector <strong>de</strong>l Perú, mientras estuvo aquí.<br />
«Des<strong>de</strong> que Su Excelencia el Protector vio a bordo a Su Excelencia el<br />
Libertador le manifestó los sentimientos que le animaban <strong>de</strong> conocer a Su<br />
Excelencia, abrazarle y protestarle una amistad la más íntima y constante.<br />
Seguidamente lo felicitó por su admirable constancia en las adversida<strong>de</strong>s que<br />
había experimentado y por el más completo triunfo que había adquirido en la<br />
causa que <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>, colmándole, en fin, <strong>de</strong> elogios y <strong>de</strong> exageraciones lisonjeras.<br />
Su Excelencia contestó <strong>de</strong>l modo urbano y noble que en tales casos exigen la justicia<br />
y la gratitud.<br />
<strong>El</strong> Protector se abrió <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego a las conferencias más francas, y ofreció a Su<br />
Excelencia que pocas horas en tierra serían suficientes para explicarse.<br />
Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> llegado a su casa no habló <strong>de</strong> otra cosa el Protector sino <strong>de</strong><br />
lo que ya había sido el objeto <strong>de</strong> su conversación, haciendo preguntas vagas e inconexas<br />
sobre las materias militares y políticas, sin profundizar ninguna, pasando <strong>de</strong><br />
una a otra y enca<strong>de</strong>nando las especies más graves con las triviales. Si el carácter <strong>de</strong>l<br />
Protector no es <strong>de</strong> este género <strong>de</strong> frivolidad que aparece en su conversación, <strong>de</strong>be<br />
suponer que lo hacía con algún estudio. Su Excelencia no se inclina a creer que el<br />
165
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
espíritu <strong>de</strong>l Protector sea <strong>de</strong> este carácter, aunque tampoco le parece que estudiaba<br />
mucho sus discursos y modales.<br />
«Las especies más importantes que ocurrieron al Protector en las conferencias<br />
con Su Excelencia durante su mansión en Guayaquil, son las siguientes:<br />
«1. a Al llegar a la casa preguntó el Protector a Su Excelencia si estaba muy<br />
sofocado por los enredos <strong>de</strong> Guayaquil, sirviéndose <strong>de</strong> otra frase más común y<br />
grosera aún, cuales pellejerías, que se supone ser el significado <strong>de</strong> enredos; pues el<br />
mismo vocablo fue repetido con referencia al tiempo que hacía que estábamos en<br />
revolución en medio <strong>de</strong> los mayores embarazos.<br />
«2. a <strong>El</strong> Protector dijo espontáneamente a Su Excelencia, y sin ser invitado a<br />
ello, que nada tenía que <strong>de</strong>cirle sobre los negocios <strong>de</strong> Guayaquil, en los que no<br />
tenía que mezclarse: que la culpa era <strong>de</strong> los guayaquileños, refiriéndose a los contrarios.<br />
Su Excelencia le contestó que se habían llenado perfectamente sus <strong>de</strong>seos<br />
<strong>de</strong> consultar a este pueblo; que el 28 <strong>de</strong>l presente se reunirían los electores y que<br />
contaba con la voluntad <strong>de</strong>l pueblo y con la pluralidad <strong>de</strong> los votos en la<br />
Asamblea. Con esto cambió <strong>de</strong> asunto y siguió tratando <strong>de</strong> negocios militares relativos<br />
a la expedición que va a partir.<br />
«3. a <strong>El</strong> Protector se quejó altamente <strong>de</strong>l mando y sobre todo se quejó <strong>de</strong> sus<br />
compañeros <strong>de</strong> armas que últimamente lo habían abandonado en Lima. Aseguró<br />
que iba a retirarse a Mendoza: que había <strong>de</strong>jado un pliego cerrado (8) para que lo<br />
presentasen al Congreso renunciando el Protectorado; que también renunciaría la<br />
reelección que contaba se haría en él; que luego obtuviera el primer triunfo se retiraría<br />
<strong>de</strong>l mando militar sin esperar a ver el término <strong>de</strong> la guerra; pero añadió que<br />
antes <strong>de</strong> retirarse <strong>de</strong>jaría bien establecidas las bases <strong>de</strong>l Gobierno; que éste no<br />
<strong>de</strong>bía ser <strong>de</strong>mócrata en el Perú porque no convenía, y, últimamente, que <strong>de</strong>bería<br />
venir <strong>de</strong> Europa un príncipe aislado y solo a mandar aquel Estado. Su Excelencia contestó<br />
que no convenía a la América ni tampoco a Colombia la introducción <strong>de</strong> príncipes<br />
europeos, porque eran partes heterogéneas a nuestra masa; que Su Excelencia se<br />
opondría por su parte si pudiere; pero que no se opondrá a la forma <strong>de</strong> gobierno que<br />
quiera darse cada Estado; añadiendo sobre este particular Su Excelencia todo lo que<br />
piensa con respecto a la naturaleza <strong>de</strong> los Gobiernos, refiriéndose en todo a su discurso<br />
al Congreso <strong>de</strong> Angostura. <strong>El</strong> Protector replicó que la venida <strong>de</strong>l príncipe sería<br />
para <strong>de</strong>spués, y Su Excelencia repuso que nunca convenía que viniesen tales príncipes;<br />
que Su Excelencia habría preferido invitar al general Iturbi<strong>de</strong> a que se coronase<br />
con tal que no viniesen Borbones, Austriacos ni otra dinastía europea. <strong>El</strong> Protector<br />
dijo que en el Perú había un gran partido <strong>de</strong> abogados que querían República y se<br />
166
XIX. La entrevista <strong>de</strong> Guayaquil<br />
quejó amargamente <strong>de</strong>l carácter <strong>de</strong> los letrados. Es <strong>de</strong> presumirse que el <strong>de</strong>signio que<br />
se tiene es erigir ahora la monarquía sobre el principio <strong>de</strong> darle la corona a un príncipe<br />
europeo, con el fin, sin duda, <strong>de</strong> ocupar <strong>de</strong>spués el trono el que tenga más<br />
popularidad en el país, o más fuerzas <strong>de</strong> qué disponer. Si los discursos <strong>de</strong>l Protector<br />
son sinceros, ninguno está más lejos <strong>de</strong> ocupar tal trono. Parece muy convencido <strong>de</strong><br />
los inconvenientes <strong>de</strong>l mando.<br />
4. a <strong>El</strong> Protector le manifestó a Su Excelencia que Guayaquil le parecía conveniente<br />
para resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la Fe<strong>de</strong>ración, la cual ha aplaudido extraordinariamente<br />
como la base esencial <strong>de</strong> nuestra existencia. Cree que el Gobierno <strong>de</strong> Chile no tendrá<br />
inconveniente en entrar en ella, pero sí el <strong>de</strong> Buenos Aires por falta <strong>de</strong> unión y sistema<br />
en él; pero que <strong>de</strong> todos modos, nada <strong>de</strong>sea tanto el Protectorado como el que la<br />
Fe<strong>de</strong>ración <strong>de</strong>l Perú y <strong>de</strong> Colombia subsista aunque no entre ningún otro Estado más<br />
en ella, porque juzga que las tropas <strong>de</strong> un Estado al servicio <strong>de</strong>l otro <strong>de</strong>ben aumentar<br />
mucho la autoridad <strong>de</strong> ambos Gobiernos con respecto a su enemigos internos, los<br />
ambiciosos y revoltosos. Esta parte <strong>de</strong> la Fe<strong>de</strong>ración es la que más interesa al Protector<br />
y cuyo cumplimiento <strong>de</strong>sea con más vehemencia.<br />
5. a Des<strong>de</strong> la primera conversación dijo espontáneamente el Protector a Su<br />
Excelencia que en la materia <strong>de</strong> límites no habrá dificultad alguna: que él se encargaba<br />
<strong>de</strong> promoverlos en el Congreso, don<strong>de</strong> no le faltarían amigos. Su Excelencia<br />
contestó que así <strong>de</strong>bía ser, principalmente cuando el Tratado lo ofrecía <strong>de</strong>l mismo<br />
modo y cuando el Protector manifiesta tan buenos <strong>de</strong>seos por aquel arreglo tan<br />
importante. Su Excelencia creyó que no <strong>de</strong>bía insistir por el momento sobre una<br />
pretensión que ya se ha hecho <strong>de</strong> un modo positivo y enérgico y a la cual se ha<br />
<strong>de</strong>negado el Gobierno <strong>de</strong>l Perú bajo el pretexto <strong>de</strong> reservar esta materia legislativa<br />
al Congreso. Por otra parte, no estando encargado el Protector <strong>de</strong>l Po<strong>de</strong>r Ejecutivo<br />
no parecía autorizado para mezclarse en este negocio. A<strong>de</strong>más, habiendo venido el<br />
Protector como simple visita sin ningún empeño político ni militar, pues ni<br />
siquiera habló formalmente <strong>de</strong> los auxilios que había ofrecido Colombia y que<br />
sabía se aprestaban para partir, no era <strong>de</strong>licado prevalerse <strong>de</strong> aquel momento para<br />
mostrar un interés que habría <strong>de</strong>sagrado sin ventaja alguna, no pudiendo el<br />
Protector comprometerse a nada oficialmente. Su Excelencia ha pensando que la<br />
materia <strong>de</strong> límites <strong>de</strong>be tratarse formalmente por una negociación especial en que<br />
entren compensaciones recíprocas para rectificar los límites.<br />
6. a Su Excelencia el Libertador habló al Protector <strong>de</strong> su última comunicación<br />
en que le proponía que aunados los diputados <strong>de</strong> Colombia, el Perú y Chile en un<br />
punto dado, tratasen con los comisarios españoles <strong>de</strong>stinados a Colombia con este<br />
objeto; el Protector aprobó altamente la proposición <strong>de</strong> Su Excelencia y ofreció<br />
167
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
enviar, tan pronto como fuera posible, al señor Riva<strong>de</strong>neyra, que se dice amigo <strong>de</strong><br />
Su Excelencia el Libertador, por parte <strong>de</strong>l Perú, con las instrucciones y po<strong>de</strong>res<br />
suficientes, y aun ofreció a Su Excelencia interponer sus buenos oficios y todo su<br />
influjo para con el Gobierno <strong>de</strong> Chile a fin <strong>de</strong> que hiciese otro tanto por su parte;<br />
ofreciendo también hacerlo todo con la mayor brevedad a fin <strong>de</strong> que se reúnan<br />
oportunamente estos diputados en Bogotá con los nuestros.<br />
Su Excelencia habló al Protector sobre las cosas <strong>de</strong> Méjico, <strong>de</strong> que no pareció<br />
muy bien instruido, y el Protector no fijó juicio alguno sobre los negocios <strong>de</strong> aquel<br />
Estado. Parece que no ve a Méjico con una gran<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>ración o interés.<br />
«<strong>El</strong> Protector ha dicho a Su Excelencia que pida al Perú todo lo que guste,<br />
que él no hará más que <strong>de</strong>cir sí, sí, sí, a todo, y que él espera que se haga en<br />
Colombia otro tanto. La oferta <strong>de</strong> sus servicios y amistad es ilimitada manifestando<br />
una satisfacción y una franqueza que parecen sinceras.<br />
«Estas son, señor secretario, poco más o menos, las especies más notables que<br />
han ocurrido en las diferentes sesiones <strong>de</strong> Su Excelencia el Libertador con el<br />
Protector <strong>de</strong>l Perú y aun he procurado valerme <strong>de</strong> las mismas expresiones que han<br />
usado uno y otro. Yo creo que han obrado franca y cordialmente.»<br />
Este es el documento Aquiles que puso fin a las controversias que durante<br />
mucho tiempo se suscitaron en toda la América hispana sobre lo que antes se llamaba<br />
el secreto o el misterio <strong>de</strong> la entrevista <strong>de</strong> Guayaquil. Cuando se publicó por primera<br />
vez, la prensa <strong>de</strong> Buenos Aires pidió que se reprodujera en facsímile, y así lo<br />
hizo el entonces jefe <strong>de</strong>l Archivo diplomático, autor <strong>de</strong> este ensayo, junto con<br />
otros documentos relacionados con el Protocolo Pe<strong>de</strong>monte-Mosquera.<br />
La nota <strong>de</strong>l secretario general <strong>de</strong>l Libertador brilla por su sencillez y naturalidad,<br />
como que fue redactada cuando aun no se habían enfriado las impresiones<br />
<strong>de</strong> tan gran<strong>de</strong> hecho; y acor<strong>de</strong> con el fondo es su estilo familiar y confi<strong>de</strong>ncial,<br />
prendas seguras ambas <strong>de</strong> su sinceridad e irrebatible verdad.<br />
168
III
<strong>El</strong> otro precioso documento en todo acor<strong>de</strong> con el anterior, es esta carta<br />
privada, dirigida por el Libertador al general Santan<strong>de</strong>r, vicepresi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />
Colombia, encargado entonces <strong>de</strong>l Po<strong>de</strong>r Ejecutivo, también <strong>de</strong> Guayaquil,<br />
poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la entrevista:<br />
«Antes <strong>de</strong> ayer por la noche partió <strong>de</strong> aquí el general San Martín, <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> una visita <strong>de</strong> treinta y seis a cuarenta horas, que no se pue<strong>de</strong> llamar visita propiamente<br />
porque no hemos hechos más que abrazarnos, conversar y <strong>de</strong>spedirnos.<br />
Yo creo que él ha venido para asegurarse <strong>de</strong> nuestra amistad, para apoyarse<br />
en ella con respecto a sus enemigos internos y externos.<br />
«Lleva 1.800 colombianos en su auxilio, fuera <strong>de</strong> haber recibido la baja <strong>de</strong><br />
sus cuerpos por segunda vez, lo que nos ha costado más <strong>de</strong> 600 hombres; así<br />
recibirá el Perú 3.000 hombres <strong>de</strong> refuerzo por lo menos.<br />
«<strong>El</strong> Protector me ha ofrecido su eterna amistad hacia Colombia; intervenir<br />
en favor <strong>de</strong>l arreglo <strong>de</strong> límites; no mezclarse en los negocios <strong>de</strong> Guayaquil; una<br />
fe<strong>de</strong>ración completa y absoluta aunque no sea más que con Colombia, <strong>de</strong>biendo<br />
ser la resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l Congreso Guayaquil; ha convenido en mandar un diputado<br />
por el Perú a tratar <strong>de</strong> mancomún con nosotros los negocios <strong>de</strong> España con sus<br />
enviados; también ha recomendado a Murgeon a Chile y Buenos Aires para que<br />
admitan la fe<strong>de</strong>ración; <strong>de</strong>sea que tengamos guarniciones cambiadas en uno y<br />
otro Estado. En fin, él <strong>de</strong>sea que todo marche bajo el aspecto <strong>de</strong> la unión,<br />
porque conoce que no pue<strong>de</strong> haber paz y tranquilidad sin ella. Dice que no<br />
quiere ser rey, pero que tampoco quiere la <strong>de</strong>mocracia, y sí el que venga un príncipe<br />
<strong>de</strong> Europa a reinar en el Perú. Esto último yo creo que es por forma. Dice<br />
que se retira a Mendoza, por que está cansado <strong>de</strong>l mando y <strong>de</strong> sufrir a sus enemigos.<br />
No me ha dicho que trajera proyecto alguno ni ha exigido nada <strong>de</strong><br />
Colombia, pues las tropas que llevaba estaban preparadas para el caso. Sólo se ha<br />
empeñado mucho en el negocio <strong>de</strong> canje <strong>de</strong> guarniciones, y por su parte no hay<br />
género <strong>de</strong> amistad ni <strong>de</strong> oferta que no haya hecho.<br />
171
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
«Su carácter me ha parecido muy militar, y parece activo, pronto y no lerdo.<br />
Tiene i<strong>de</strong>as correctas, <strong>de</strong> las que a usted le gustan; pero no me parece bastante <strong>de</strong>licado<br />
<strong>de</strong> los géneros <strong>de</strong> sublime que hay en las i<strong>de</strong>as y en las empresas. Últimamente<br />
usted conocerá su carácter por la memoria que mandó con el capitán<br />
Gómez <strong>de</strong> nuestras conversaciones (9), aunque le falta la sal <strong>de</strong> crítica que yo <strong>de</strong>bería<br />
poner a cada una <strong>de</strong> sus frases.<br />
«Gracias a Dios, mi querido general, que he logrado con mucha fortuna y<br />
gloria cosas bien importantes: primera, la libertad <strong>de</strong>l Sur; segunda, la incorporación<br />
a Colombia <strong>de</strong> Guayaquil, Quito, y las otras provincias; tercera, la amistad<br />
<strong>de</strong> San Martín y <strong>de</strong>l Perú para Colombia, y cuarta, salir <strong>de</strong>l estado aliado que va a<br />
darnos en el Perú gloria y gratitud por aquella parte. Todos quedan agra<strong>de</strong>cidos<br />
porque a todos he servido, y todos nos respetan porque a nadie he <strong>de</strong>bido. Los<br />
españoles mismos van llenos <strong>de</strong> respeto y reconocimiento al Gobierno <strong>de</strong><br />
Colombia. Ya no me falta más, mi querido amigo, sino es poner a salvo el tesoro<br />
<strong>de</strong> mi prosperidad, escondiéndolo en un retiro profundo para que nadie me lo<br />
pueda robar; quiero <strong>de</strong>cir que ya no me falta más que retirarme y morir. Por Dios,<br />
que no quiero más; es por la primera vez que no tengo nada que <strong>de</strong>sear y estoy<br />
contento con la fortuna (10)».<br />
He aquí algunos fragmentos <strong>de</strong> otras cartas inéditas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> a Santan<strong>de</strong>r,<br />
relativas la entrevista <strong>de</strong> Guayaquil, subscritas, la primera, en esa ciudad, el 3 <strong>de</strong><br />
agosto, y, la segunda, en Cuenca, el 14 <strong>de</strong> septiembre, pocos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la<br />
entrevista.<br />
«... Antes que se me olvi<strong>de</strong>, diré a usted que el general San Martín me dijo algunas<br />
horas antes <strong>de</strong> embarcarse que los abogados <strong>de</strong> Quito querían formar un Estado<br />
in<strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong> Colombia con estas provincias; yo le repuse que estaba satisfecho<br />
<strong>de</strong>l espíritu <strong>de</strong> los quiteños y que no tenía el menor temor; me replicó que él me avisaba<br />
aquello para que tomara mis medidas, insistiendo mucho sobre la necesidad <strong>de</strong><br />
sujetar a los letrados y <strong>de</strong> apagar el espíritu <strong>de</strong> insurrección <strong>de</strong> los pueblos. Esto lo<br />
hacía con mucha cordialidad, si he <strong>de</strong> dar crédito a las apariencias...»<br />
«... Yo le dije al general San Martín que <strong>de</strong>bíamos hacer la paz a toda costa<br />
con tal que consiguiésemos la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, la integridad <strong>de</strong>l territorio y evacuación<br />
<strong>de</strong> las tropas españolas <strong>de</strong> cualquier punto <strong>de</strong> nuestro territorio; que las<br />
<strong>de</strong>más condiciones se podrían reformar <strong>de</strong>spués con el tiempo o con las circunstancias.<br />
Él convino en ellos, y lo aviso para inteligencia <strong>de</strong> usted. La noticia sobre<br />
los quiteños y esta otra no las comprendía mi Memoria, porque me parecieron<br />
muy graves para que pasasen por las manos <strong>de</strong> los <strong>de</strong>pendientes y secretarios; bien<br />
172
XIX. La entrevista <strong>de</strong> Guayaquil<br />
que el mismo sentimiento tengo con respecto a otros a pesar <strong>de</strong> nuestra conversación,<br />
que el señor Pérez ha confiado a esos muchachos <strong>de</strong> la Secretaría...»<br />
«Hoy he visto una carta <strong>de</strong>l general Santa Cruz al coronel Heres, en que le<br />
dice <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Piza que marchaba para Lima, aunque con poco gusto suyo porque las<br />
cosas allí no ofrecen ni seguridad ni tranquilidad. Que el Protector había hablado<br />
personalmente con él y hacía elogios <strong>de</strong> su compañero, hablando <strong>de</strong> mí. Que<br />
Monteagudo fue preso por ladrón y agente <strong>de</strong> la intriga por la monarquía, que se<br />
<strong>de</strong>testa en el Perú; se extien<strong>de</strong> a <strong>de</strong>cir, aña<strong>de</strong>, que también ha sido comprendido el<br />
ministro <strong>de</strong> Haciendo y el director <strong>de</strong> Marina y que Torre-Tagle ha favorecido esta<br />
<strong>de</strong>claración popular. Esta carta es anterior a la primera y así <strong>de</strong>be usted juzgar <strong>de</strong>l<br />
valor respectivo <strong>de</strong> las expresiones. Yo creo que el general San Martín ha tomado<br />
el freno con los dientes y piensa lograr su empresa, como Iturbi<strong>de</strong> la suya; es <strong>de</strong>cir,<br />
por la fuerza, y así tendremos dos reinos a los flancos, que acabarán probablemente<br />
mal como han empezado mal. Lo que yo <strong>de</strong>seo es que ni uno ni otro pierdan<br />
su tierra por estar pensando en tronos.<br />
«Se dice que el general San Martín fue recibido en Lima con interés y<br />
aplauso; pero esto no es extraño por mil razones, aunque realmente él no sea<br />
popular en aquel país, como se vio en Guayaquil, don<strong>de</strong> fue bien recibido por el<br />
pueblo <strong>de</strong> dientes para fuera (11)...»<br />
Y esos documentos oficiales tienen espléndida conformación en otros que<br />
nos legaron los propios parciales <strong>de</strong>l Protector. Veámoslos.<br />
<strong>El</strong> general Miller, quien fue leal y fiel a San Martín en vida y más allá <strong>de</strong> la<br />
tumba, nos dice en sus Memorias ya citadas: «Con respecto a sus miras políticas,<br />
San Martín consi<strong>de</strong>raba la forma <strong>de</strong> gobierno monárquico-constitucional el más<br />
a<strong>de</strong>cuado para la América <strong>de</strong>l Sur...»<br />
<strong>El</strong> general Francisco Antonio Pinto, que fue uno <strong>de</strong> los chilenos más ilustres<br />
que acompañaron a San Martín al Perú, escribió también: «En el día no es un<br />
secreto lo ocurrido en la entrevista (<strong>de</strong> Guayaquil). Había preferido el general San<br />
Martín para la organización política <strong>de</strong>l Perú el régimen <strong>de</strong> una monarquía constitucional...»<br />
«Para que le coadyuvara <strong>Bolívar</strong> o no hiciera oposición a este plan se<br />
encaminó a Guayana tan luego como supo su llegada a ese pueblo (12).»<br />
Los documentos que acaban <strong>de</strong> leerse, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> hacer luz meridiana respecto<br />
<strong>de</strong> las célebres conferencias <strong>de</strong> Guayaquil, vienen a confirmar la relación que<br />
el general Tomás C. Mosquera, e<strong>de</strong>cán <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> en aquellos días, hizo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />
173
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
26 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1861, y a probarnos que el argentino Guido, que <strong>de</strong>smintió a<br />
Mosquera en la obra <strong>de</strong> Mitre, fue quien faltó a la verdad. Y es la oportunidad <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>clarar que Guido, en su rectificación, adulteró también la relación <strong>de</strong> Mosquera<br />
para mejor refutarla. «Felizmente vivo yo, dijo, para asegurar que “no es cierto que<br />
hubiesen presenciado la entrevista ni Soyer ni yo”, porque sólo el general San<br />
Martín y <strong>Bolívar</strong> estuvieron encerrados por más <strong>de</strong> dos horas.» Cuando Mosquera<br />
no afirmó tal cosa, sino esta muy distinta: «Asistimos a esta conferencia el coronel<br />
Pérez, secretario general <strong>de</strong>l Libertador, y yo como secretario privado para redactar<br />
un memorándum sobre los puntos en que se pusieran <strong>de</strong> acuerdo.» Y al final<br />
repite: «Solamente yo vivo <strong>de</strong> los que pue<strong>de</strong>n referir lo que pasó; y si <strong>Bolívar</strong>, San<br />
Martín o Pérez han <strong>de</strong>jado algo sobre el particular, no lo sé, pero sí puedo asegurar<br />
que en 1829, en el mismo Guayaquil, hablaba con el Libertador sobre esta<br />
entrevista, cuando iguales i<strong>de</strong>as se promovían sobre la misma materia en esta<br />
ciudad (Bogotá), y encontré al Libertador entonces poseído <strong>de</strong> las mismas i<strong>de</strong>as <strong>de</strong><br />
ser incompatible la monarquía con las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Colombia y <strong>de</strong>l Perú (13).»<br />
En la relación <strong>de</strong> Mosquera hay, a<strong>de</strong>más, preciosos <strong>de</strong>talles que por no constar<br />
en los dos documentos anteriores, conviene consignar aquí, pues ellos acaban<br />
<strong>de</strong> esclarecer completamente los hechos:<br />
«Y para finalizar, le manifestó (<strong>Bolívar</strong> a San Martín) que el placer que había<br />
tenido <strong>de</strong> verle se le acibaraba, porque había recibido una carta <strong>de</strong> Lima, <strong>de</strong>l<br />
teniente coronel Juan Martínez Gómez, secretario <strong>de</strong> la Legación <strong>de</strong> Colombia, en<br />
que le anunciaba una revolución que estallaría en Lima contra el Protector, por los<br />
mismos jefes <strong>de</strong>l ejército que él mandaba, y que no estaban <strong>de</strong> acuerdo con sus<br />
principios políticos, prueba irrefragable <strong>de</strong> lo que acababa <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle.<br />
«<strong>El</strong> general San Martín leyó la carta que le dio el Libertador, tomó nota <strong>de</strong><br />
ella, y le dijo: “Si esto tiene lugar, he concluido mi vida pública, <strong>de</strong>jaré el suelo <strong>de</strong><br />
mi patria, me marcharé a Europa a pasar el resto <strong>de</strong> mi vida en el retiro, y ojalá que<br />
antes <strong>de</strong> cerrar los ojos pueda yo celebrar el triunfo <strong>de</strong> los principios republicanos<br />
que usted <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>. <strong>El</strong> tiempo y los acontecimientos dirán cuál <strong>de</strong> los dos ha visto<br />
con más exactitud el futuro.»<br />
<strong>El</strong> libertador le respondió: «Ni nosotros, ni la generación que nos suceda, verá<br />
el brillo <strong>de</strong> la República que estamos fundando; yo consi<strong>de</strong>ro a la América en crisálida;<br />
habrá una metamorfosis en la existencia física <strong>de</strong> sus habitantes; al fin habrá<br />
una nueva casta <strong>de</strong> todas las razas, que producirá la homogeneidad <strong>de</strong>l pueblo. No<br />
<strong>de</strong>tengamos la marcha <strong>de</strong>l género humano con instituciones que son exóticas,<br />
como he dicho a usted, en la tierra virgen <strong>de</strong> América (14).»<br />
174
XIX. La entrevista <strong>de</strong> Guayaquil<br />
San Martín, eminente conservador y español, por su educación política y su<br />
disciplina <strong>de</strong> cuartel aspiraba sólo a cortar el vínculo colonial, pero carecía <strong>de</strong><br />
voluntad, <strong>de</strong> fuerza y hasta <strong>de</strong> instinto para la obra revolucionaria sin la cual la<br />
in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia apenas habría sido una separación política y un pueril orgullo para<br />
los criollos. Tan apegado se mostró a las antiguas prácticas, que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> recoger<br />
los títulos dados por los reyes <strong>de</strong> España en el Perú, expidió otros creando marqueses,<br />
con<strong>de</strong>s, barones y señores. En tanto que <strong>Bolívar</strong>, el más revolucionario <strong>de</strong><br />
todos los patriotas <strong>de</strong> América, creía que no bastaba romper con España, sino que<br />
era indispensable romper también con todas sus tradiciones <strong>de</strong> gobierno y <strong>de</strong><br />
administración, y entre ellas con la tradición monárquica.<br />
Pero <strong>Bolívar</strong> no sólo disintió <strong>de</strong> San Martín respecto <strong>de</strong> sus planes <strong>de</strong> substituir<br />
con monarquías in<strong>de</strong>pendientes el régimen <strong>de</strong> la monarquía colonial, sino<br />
que protestó contra ellos, y en tales términos, que treinta años más tar<strong>de</strong> inspiraban<br />
al segundo esta dolorosa queja, recogida y consagrada en la historia por su hijo<br />
político el señor Balcarce: «<strong>Bolívar</strong> me trató con grosería.»<br />
Esa dolorosa queja que está, a<strong>de</strong>más, confirmada por el amargo silencio que<br />
siempre guardó San Martín, aun en medio <strong>de</strong> sus íntimos, cuando quiera que<br />
rodaba la conversación sobre aquella entrevista. Tal hecho lo certifica Sarmiento,<br />
y Mitre escribe: «San Martín, como vencido, quedó mortificado, y era un asunto<br />
<strong>de</strong> que no le era grato hablar (15).» Había algo, sin duda, en aquel recuerdo que<br />
hería lo más <strong>de</strong>licado <strong>de</strong> su amor propio y <strong>de</strong> su vanidad caduca, y para que se vea<br />
que son los documentos inapelables los que lo acusan a través <strong>de</strong> los tiempos,<br />
oigase esta confesión <strong>de</strong> su amigo y confi<strong>de</strong>nte y apologista, el gran argentino, <strong>de</strong><br />
venerable memoria, don Domingo F. Sarmiento: «Entre sus papeles (<strong>de</strong> San<br />
Martín) existe una carta <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> que han visto algunos americanos entre otros<br />
don Manuel Guerrico. Como yo me empeñase en verla y comprendiese San<br />
Martín que quería hacer uso <strong>de</strong> ella en complemento <strong>de</strong> la suya a <strong>Bolívar</strong> que<br />
había publicado el almirante Blanc, la carta se empapeló y no pu<strong>de</strong> verla (16).»<br />
Preciosa confesión que ratifica Mitre cuando dice: «No hemos encontrado<br />
entre los papeles <strong>de</strong>jados por San Martín las cartas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> a que hace referencia<br />
(en carta a Guido, <strong>de</strong> 18 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1826, subscripta en Bruselas), entre<br />
las cuales <strong>de</strong>bía hallarse la contestación a su carta relativa a conferencia <strong>de</strong><br />
Guayaquil, que <strong>de</strong>rramaría tal vez más luz sobre el asunto (17).»<br />
No queda, pues, duda alguna <strong>de</strong> que San Martín <strong>de</strong>struyó esa y otras cartas<br />
que <strong>Bolívar</strong> le dirigió <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la entrevista <strong>de</strong> Guayaquil, y lo más curioso es que<br />
las copias <strong>de</strong> esas cartas tampoco aparecen entre los documentos que publicaron<br />
175
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
O’Leary y Blanco-Azpurúa, tomándolos <strong>de</strong>l archivo <strong>de</strong> la Secretaría General <strong>de</strong>l<br />
Libertador.<br />
Y así como San Martín <strong>de</strong>struyó esas cartas, que, sin duda, no le hacían<br />
honor, así también se empeñó siempre, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su voluntaria expatriación <strong>de</strong><br />
América, en negar enérgicamente que hubiera pensado siquiera en la conveniencia<br />
<strong>de</strong> establecer la monarquía en el Nuevo Mundo. Pero la razón es clara: sus i<strong>de</strong>as<br />
antirrepublicanas fueron la causa <strong>de</strong> su fracaso en el Perú y en Guayaquil, y lógico<br />
era, y muy humano, que el Protector, aun en su ancianidad, recluído en su quinta<br />
<strong>de</strong> Grand-Bourg, cerca <strong>de</strong> Fontainebleau, cuando oía hablar <strong>de</strong> monarquía, al<br />
punto empezara a danzar como el oso <strong>de</strong> Fogazzaro...<br />
176
XX<br />
<strong>Bolívar</strong> en Pativilca
La costa <strong>de</strong>l Perú está formada por un <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> arena <strong>de</strong> quinientas leguas<br />
<strong>de</strong> longitud, y cuya anchura varía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> siete hasta más <strong>de</strong> cincuenta millas, a proporción<br />
que las diferentes ramificaciones <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s se aproximan o alejan <strong>de</strong> la<br />
costa <strong>de</strong>l mar Pacífico. Nada es comparable, dice el general Miller (1), a su melancólico<br />
y árido aspecto, nada pue<strong>de</strong> igualar el efecto <strong>de</strong>sagradable que causa en la<br />
imaginación <strong>de</strong>l navegante la vista <strong>de</strong> aquel país al acercarse a tierra. Su superficie<br />
presenta muchas <strong>de</strong>sigualda<strong>de</strong>s y tiene la apariencia <strong>de</strong> haber estado en otro<br />
tiempo cubierta por el mar que baña sus escarpadas costas.<br />
Unos cuantos <strong>de</strong> los ríos mayores que cruzan aquel <strong>de</strong>sierto llegan hasta el<br />
mar, mas los inferiores se consumen en el riego <strong>de</strong> plantíos o los absorbe el<br />
<strong>de</strong>sierto que los ro<strong>de</strong>a, don<strong>de</strong> nunca llueve, don<strong>de</strong> ni aves, ni bestias, ni reptiles<br />
se han visto nunca, y don<strong>de</strong> jamás crece planta alguna ni hay señales <strong>de</strong><br />
antigua vegetación. En algunos parajes borbollea un manantial <strong>de</strong> agua y a<br />
poco trecho <strong>de</strong>saparece. Ningún extraño pue<strong>de</strong> viajar allí sin ir acompañado <strong>de</strong><br />
un guía, porque toda las trazas que presenta el <strong>de</strong>sierto al que una vez lo atraviesa<br />
es algún montón <strong>de</strong> huesos, restos <strong>de</strong> bestias <strong>de</strong> carga que han perecido en<br />
él. Muchas veces el viento levanta inmensas nubes y remolinos <strong>de</strong> arena que<br />
azotan y asfixian a los viajeros, los cuales generalmente van a caballo embozados,<br />
cubriéndose la cara. Cuando el viajero o su caballo se cansan, aquél echa<br />
pie a tierra, y si el sol brilla con su acostumbrado ardor, extien<strong>de</strong> su poncho en<br />
el suelo, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la barriga <strong>de</strong> su cabalgadura, y se tien<strong>de</strong> sobre él para gozar<br />
<strong>de</strong> la sombra que proyecta el animal, única que pue<strong>de</strong> procurarse en aquellos<br />
arenales sin oasis.<br />
No es raro que los más vaquianos, o guías <strong>de</strong>l país, se pierdan también, y<br />
entonces el terror los vuelve locos. Si no encuentran nuevamente la senda o señales<br />
que les dirigen, o no tienen la dicha <strong>de</strong> divisar otros viajeros en el horizonte,<br />
inevitablemente perecen, y su suerte queda tan ignorada, como la <strong>de</strong> un buque<br />
que se va a pique en medio <strong>de</strong> la soledad <strong>de</strong>l océano. Un soplo <strong>de</strong> viento basta para<br />
borrar en la arena la huella <strong>de</strong> un ejército, y los pocos puntos habitados están separados<br />
por enormes distancias.<br />
179
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
En aquel <strong>de</strong>sierto, en el extremo <strong>de</strong> un valle angosto que se interna hacia los<br />
An<strong>de</strong>s, y sobre el cual se levantan a cada paso enormes peñascos solitarios, está<br />
situado, a tres jornadas <strong>de</strong> Lima, el pueblo <strong>de</strong> Pativilca. Dista cuatro leguas <strong>de</strong>l<br />
puerto <strong>de</strong> supe, y en el trayecto se encuentra otra pequeña al<strong>de</strong>a llamada Barranca.<br />
Todo ese camino, dice Bur<strong>de</strong>tt O’Connor (2), es <strong>de</strong> pesada arena en la que se<br />
hun<strong>de</strong>n los pies <strong>de</strong> los transeúntes.<br />
Allí se encontraba el Libertador, a principios <strong>de</strong> 1824, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su marcha<br />
a Trujillo, don<strong>de</strong> había tomado preso todo el ejército rebel<strong>de</strong> con sus jefes. Riva<br />
Agüero y Herrera, quienes fueron <strong>de</strong>spachados con grillos a Lima, entonces bajo<br />
el Gobierno <strong>de</strong>l marqués <strong>de</strong> Torre-Tagle y <strong>de</strong> don Juan <strong>de</strong> Berindoaga, presi<strong>de</strong>nte<br />
y ministro <strong>de</strong> Guerra, respectivamente, <strong>de</strong>jados por <strong>Bolívar</strong> en esa capital. Sólo<br />
una escolta <strong>de</strong> la Guardia lo custodiaba y los gran<strong>de</strong>s generales <strong>de</strong> Colombia y <strong>de</strong>l<br />
Perú, los arrogantes oficiales <strong>de</strong>l ejército, «vestidos <strong>de</strong> hermosos uniformes», que<br />
atravesaban, <strong>de</strong>partiendo, el gran patio <strong>de</strong> la casa que habitaba el Libertador.<br />
Pocos días <strong>de</strong>spués, éste cayó enfermo a consecuencia <strong>de</strong> las largas jornadas hechas<br />
en aquellos <strong>de</strong>siertos, <strong>de</strong> cielo inmisericor<strong>de</strong>s.<br />
Espinar, su secretario, <strong>de</strong>cía con tal motivo a Tomás Heres, el 3 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong><br />
ese año: «<strong>El</strong> Libertador llegó a este pueblo bastante malo y continúa nada bien.<br />
Una complicación se síntomas se presenta, pero él rehúsa tomar medicinas: con<br />
todo, hoy ha empezado a tomar purgantes ligeros. Todo, todo le <strong>de</strong>sagrada, todo le<br />
molesta, nos tienen con bastante cuidado.» Al día siguiente torna a <strong>de</strong>cirle: «S. E. el<br />
Libertador amaneció bastante <strong>de</strong>spejado pero sumamente débil. Le sentaron mal<br />
el suero y otros brebajes y le resultaron vómitos. Está <strong>de</strong>caído. Es menos su enfermedad<br />
que la falta <strong>de</strong> régimen que observa. Es un gran mal no tener respeto por<br />
persona alguna (3).»<br />
<strong>Bolívar</strong> mismo le da al general Santan<strong>de</strong>r estos pormenores <strong>de</strong> su enfermedad,<br />
en cara <strong>de</strong> 7 <strong>de</strong> enero:<br />
«Es una complicación <strong>de</strong> irritación interna y <strong>de</strong> reumatismo, <strong>de</strong> calentura y<br />
<strong>de</strong> un poco <strong>de</strong> mal <strong>de</strong> orina, <strong>de</strong> vómito y dolor cólico. Todo esto hace un conjunto<br />
que me ha tenido <strong>de</strong>sesperado y me aflige todavía mucho. Ya no puedo hacer un<br />
esfuerzo sin pa<strong>de</strong>cer infinito. Usted no me conocería, porque estoy muy acabado<br />
y muy viejo, y en medio <strong>de</strong> una tormenta como ésta represento la senectud.<br />
A<strong>de</strong>más, me suelen dar <strong>de</strong> cuando en cuando unos ataques <strong>de</strong> <strong>de</strong>mencia, aun<br />
cuando estoy bueno, que pierdo enteramente la razón, sin sufrir el más pequeño<br />
ataque <strong>de</strong> enfermedad y <strong>de</strong> dolor. Este país con sus reproches en los páramos, me<br />
renueva dichos ataques cuando los paso al atravesar las sierras (4).»<br />
180
XX. <strong>Bolívar</strong> en Pativilca<br />
Por aquellos días lo visitó don Joaquín Mosquera, quien refirió así su entrevista<br />
a don José Manuel Restrepo:<br />
«Ya había terminado yo en Lima mis funciones <strong>de</strong> enviado colombiano cerca<br />
<strong>de</strong>l Gobierno <strong>de</strong>l Perú, en octubre <strong>de</strong> 1823, hallándose el Libertador en Huaras,<br />
y, como usted recordará, corría entonces mucho riesgo Lima <strong>de</strong> ser ocupadas por<br />
los españoles... Resolvió, pues, regresar a mi patria a dar cuenta <strong>de</strong> mi legación al<br />
Gobierno <strong>de</strong> Colombia, y le escribí al Libertador anunciándole mi partida, y<br />
pidiéndole las ór<strong>de</strong>nes que <strong>de</strong>biera comunicarme. Me contestó que <strong>de</strong>seaba hablar<br />
conmigo, y que, si urgía mi partida, fuese a tratar con él en Trujillo. Fui a Trujillo<br />
por mar y, cuando llegué a esa ciudad, días que el Libertador había partido <strong>de</strong> allí<br />
con <strong>de</strong>stino a Lima. Me embarqué nuevamente en Huanchaco en la fragata francesa<br />
la Vigie, para volver a Lima, aunque temiendo ser apresado por algún corsario<br />
español. <strong>El</strong> capitán <strong>de</strong> la fragata arribó a Supe para adquirir noticias <strong>de</strong> los<br />
corsarios que solían aparecer a la recalada <strong>de</strong>l Callo. Yo <strong>de</strong>sembarqué con él, y<br />
hablando en la playa con un francés, que aseguraba que no se había visto corsario<br />
ninguno, vino directamente a mí un indio <strong>de</strong>sconocido, y, en su lenguaje rústico,<br />
me informó que el Libertador estaba enfermo <strong>de</strong> muerte en Pativilca, <strong>de</strong> un tabardillo<br />
que le habían causado los soles <strong>de</strong> los arenales <strong>de</strong> aquellas costas, al regresar<br />
<strong>de</strong> Trujillo. Por el examen que hice al indio, me persuadí que era cierta la enfermedad<br />
<strong>de</strong>l Libertador, y perdí al capitán que me enviara mi equipaje para irme a buscarlo.<br />
Tal resolución me libró <strong>de</strong> caer en manos <strong>de</strong>l corsario español General<br />
Quintanilla, que apresó la fragata Vigie luego que salió <strong>de</strong> Supe.<br />
«Seguí por las tierras <strong>de</strong> Pativilca, y encontré al Libertador ya sin riesgo <strong>de</strong><br />
muerte, pero tan flaco y extenuado que me causó su aspecto una muy acerba pena.<br />
Estaba sentado en una pobre silla vaqueta, recostado contra la pared <strong>de</strong> un<br />
pequeño huerto, atada la cabeza con un pañuelo blanco, y sus pantalones <strong>de</strong> jin<br />
que me <strong>de</strong>jaba ver sus dos rodillas puntiagudas, sus piernas <strong>de</strong>scarnadas, su voz<br />
hueca y débil y su semblante cadavérico. Tuve que hacer un gran<strong>de</strong> esfuerzo para<br />
no largar mis lágrimas y no <strong>de</strong>jarle conocer mi pena y mi cuidado por su vida.<br />
«Usted recordará que en aquella época aciaga, el ejército peruano, fuerte <strong>de</strong> seis<br />
mil hombres a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Santa Cruz, se había disipado sin batirse, huyendo <strong>de</strong><br />
los españoles <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Oruro al Desagua<strong>de</strong>ro; que el ejército auxiliar <strong>de</strong> Chile, por celos<br />
con nosotros los colombianos, nos había abandonado regresando a su país; que los<br />
argentinos entregaron a los españoles los castillos <strong>de</strong>l Callao, y que no quedaban más<br />
fuerzas que apoyaran en el Perú la causa <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia que unos cuatro mil<br />
colombianos, situados <strong>de</strong> Cajamarca a Santa, a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>l general Sucre, y como<br />
tres mil peruanos que se organizaban y disciplinaban en el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> Trujillo.<br />
181
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
La fuerza <strong>de</strong> los españoles en el Alto y Bajo Perú ascendía a veintidós mil hombres. Los<br />
peruanos, divididos en partidos políticos y personales, tenían anarquizado el país.<br />
Todas estas consi<strong>de</strong>raciones se me presentaron como una falange <strong>de</strong> males para acabar<br />
con la existencia <strong>de</strong>l héroe medio muerto, y, con el corazón oprimido, temiendo la<br />
ruina <strong>de</strong> nuestro ejército, le pregunté: ¿Y qué piensa hacer usted ahora? Entonces, avivando<br />
sus ojos huecos, con tono <strong>de</strong>cidido, me contestó: ¡Triunfar!».<br />
«Esta respuesta inesperada produjo en mi alma sorpresa, admiración y<br />
esperanzas, porque vi que aunque el cuerpo <strong>de</strong>l héroe estaba casi aniquilado, su<br />
alma conservaba todo el vigor y elevación que lo hacían tan superior en los<br />
gran<strong>de</strong>s peligros...<br />
«En seguida le hice esta otra pregunta: ¿Y qué hace usted para triunfar?<br />
Entonces, con un tono sereno y <strong>de</strong> confianza, me dijo: “Tengo dadas las ór<strong>de</strong>nes<br />
para levantar una fuerte caballería en el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> Trujillo; he mandado<br />
fabricar herraduras en Cuenca, en Guayaquil y Trujillo; he or<strong>de</strong>nado<br />
tomar para el servicio militar todos los caballos buenos <strong>de</strong>l país, y he embargado<br />
todos los alfalfales para mantenerlos gordos. Luego que recupere mis fuerzas<br />
me iré a Trujillo. Si los españoles bajan <strong>de</strong> la cordillera a buscarme,<br />
infaliblemente los <strong>de</strong>rroto con la caballería: si no bajan, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> tres meses<br />
tendrán una fuerza para atacar. Subiré la cordillera y los <strong>de</strong>rrotaré.”<br />
«Yo permanecí tres días en Pativilca, mientras hizo escribir muchas cartas<br />
para la Nueva Granada y Venezuela. <strong>El</strong> día <strong>de</strong> mi partida montó en una mula<br />
muy mansa que tenía y salió a <strong>de</strong>jarme a la entrada <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> Huarmei,<br />
para hacer un poco <strong>de</strong> ejercicio. Como mi equipaje se había atrasado, suspendí<br />
allí mi marcha, y el Libertador, que estaba muy débil, se apeó y acostó sobre un<br />
capote <strong>de</strong> barragán, y su e<strong>de</strong>cán, Julián Santamaría, permaneció <strong>de</strong> pie oyéndonos<br />
conversar sobre la situación triste <strong>de</strong>l Perú, que me encargaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir<br />
a Santan<strong>de</strong>r. Según usted sabe, para atravesar este <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> arena se prefiere<br />
la noche; eran, pues, las seis <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, y el sol entraba y salía en el Pacífico, y<br />
me daba no sé que i<strong>de</strong>a melancólica <strong>de</strong> que era el sol <strong>de</strong>l Perú que se <strong>de</strong>spedía<br />
<strong>de</strong> nosotros. <strong>El</strong> silencio majestuoso <strong>de</strong>l océano, la vista <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto que iba yo<br />
a cruzar, la soledad <strong>de</strong> aquella costa y el aullido <strong>de</strong> los lobos marinos oprimían<br />
mi espíritu, al <strong>de</strong>jar a mis compatriotas en una empresa tan ardua, en que<br />
arriesgábamos al héroe y a nuestro ejército. Al llegar mi equipaje me dijo el<br />
Libertador, tendido todavía en el suelo:<br />
182
XX. <strong>Bolívar</strong> en Pativilca<br />
—Diga usted allá a nuestros compatriotas cómo me <strong>de</strong>ja usted moribundo<br />
esta playa inhospitalaria, teniendo que pelear a brazo partido para conquistar la<br />
in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l Perú y la seguridad <strong>de</strong> Colombia.<br />
«Entonces, levantándose, me dio un abrazo; Santamaría me dio otro y nos<br />
<strong>de</strong>spedimos, sin hablar palabra, como si hiciésemos esfuerzos para no expresar<br />
nuestra aflicción y nuestro cuidado por la patria.<br />
«Más tar<strong>de</strong>, a mi llegada a Bogotá, supe cómo cumplió el Libertador su pronóstico<br />
subiendo la cordillera y <strong>de</strong>rrotando a los españoles en Junín (5).»<br />
Después <strong>de</strong> leer episodio tan sublime y conmovedor, no pue<strong>de</strong> uno menos <strong>de</strong><br />
repetir las palabras que escribió Renán al narrarnos la vida <strong>de</strong> Jesús, el fundador<br />
<strong>de</strong>l cristianismo: «Aquellos que nacen marcados con un sello <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>za, van a la<br />
gloria por una especie <strong>de</strong> atracción irresistible, <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n fatal, y todo conspira a<br />
facilitarles el camino.»<br />
Mosquera conservó siempre vivo el recuerdo <strong>de</strong> aquella <strong>de</strong>spedida, como si<br />
presintiera que a él correspondía también una parte <strong>de</strong> esa gloria: «Yo no olvido,<br />
le escribe <strong>de</strong> Bogotá, el 28 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1830, al Libertador, que se acercaba a San<br />
Pedro Alejandrino, yo no olvido aquella época <strong>de</strong>l año 14, ni el viaje al Perú, “ni<br />
la tierna <strong>de</strong>spedida” en la cosa <strong>de</strong> Pativilca, ni mil otras sensaciones que han<br />
impreso en mi corazón la gratitud, el patriotismo, la admiración y la amistad.»<br />
Y todavía en la última carta que escribió a <strong>Bolívar</strong>, <strong>de</strong> Cartagena, el 10 <strong>de</strong><br />
diciembre (siete días antes <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong>l héroe), cuando él también se expatriaba<br />
voluntariamente <strong>de</strong> Colombia, cargado <strong>de</strong> años y <strong>de</strong>cepciones, con solemnidad<br />
antigua y acento <strong>de</strong> ultratumba, le dice:<br />
«Recuer<strong>de</strong> usted el año <strong>de</strong> 14, nuestro viaje al Perú, nuestra <strong>de</strong>spedida en la costa<br />
<strong>de</strong> Pativilca, el funesto 25 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1828, y concluya usted lo que yo sentiré.<br />
«Una fuerza irresistible y la tempestad que se ha <strong>de</strong>scargado sobre mi cabeza,<br />
sin que yo la provocase, ni haya podido evitarla, me impulsan a expatriarme. Al<br />
fin, y sin recursos, voy a <strong>de</strong>jar esta tierra <strong>de</strong> tantos sacrificios, y el lunes 13 <strong>de</strong>l<br />
corriente mes per<strong>de</strong>ré <strong>de</strong> vista las costas <strong>de</strong> Colombia para relegarme a los Estados<br />
Unidos, como lo han hecho tantos hombres infelices <strong>de</strong> ambos mundos.»<br />
Esta carta conmovedora no alcanzó a llegar a manos <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, postrado ya<br />
en su lecho <strong>de</strong> muerte. ¡Qué heroicos tiempos, y cuan gran<strong>de</strong>s hombres aquellos!<br />
183
XXI<br />
Los Mosqueras (1)
Pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse, sin hipérbole, que la historia <strong>de</strong> la familia <strong>de</strong> los Mosquera es<br />
la historia <strong>de</strong> Colombia, y esto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la conquista, pasando por la colonia, la revolución,<br />
la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia y las tormentas <strong>de</strong> la República.<br />
<strong>El</strong> tronco americano <strong>de</strong> la familia arranca <strong>de</strong>l capitán don Francisco y <strong>de</strong> don<br />
Cristóbal <strong>de</strong> Mosquera y Figueroa, conquistador y poblador, el primero, <strong>de</strong> los Quijos,<br />
en el Reino <strong>de</strong> Quito, y gobernador <strong>de</strong> la provincia <strong>de</strong> Popayán. Fuera <strong>de</strong> duda parece<br />
que los Mosqueras vinieron a la conquista <strong>de</strong>l Perú y Quito <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber servido<br />
con sus armas a la <strong>de</strong> Florida en México, a la <strong>de</strong> Cuba, a la Chile. Descendía don<br />
Francisco <strong>de</strong>l duque <strong>de</strong> Feria y <strong>de</strong>l <strong>de</strong> Alba, y era hijo legítimo <strong>de</strong> Iñigo López <strong>de</strong><br />
Sotomayor, biznieto <strong>de</strong>l primero <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong> España nombrados.<br />
A principios <strong>de</strong>l siglo XVIII, en el año <strong>de</strong> 1707, nació en Popayán don José<br />
Patricio Mosquera y Figueroa, <strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong> los conquistadores. Casó con doña<br />
Teresa Arboleda, <strong>de</strong> cuyo matrimonio nacieron don Joaquín, don Manuel José,<br />
don Marcelino y don José María.<br />
Don Joaquín nació en Popayán en 1748; fue letrado y llegó a ser oidor en<br />
Bogotá, y, como tal, sentenció en 1794 el proceso contra Nariño por la publicación<br />
<strong>de</strong> los Derechos <strong>de</strong>l hombre. Promovido al mismo empleo en México, <strong>de</strong> allí se<br />
trasladó a España, en don<strong>de</strong> ascendió a diputado a las Cortes en 1809 por la<br />
Capitanía General <strong>de</strong> Venezuela, a consejero presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> las Cámaras <strong>de</strong> Indias,<br />
y por último, a regente <strong>de</strong> España durante la cautividad <strong>de</strong> Fernando VII, y con<br />
tal carácter puso el ejecútese a la Constitución liberal <strong>de</strong> 1812. Fue gran cruz <strong>de</strong><br />
Isabel la Católica y agraciado por Fernando con el título <strong>de</strong> duque <strong>de</strong>l Infantado.<br />
Casó en Cartagena <strong>de</strong> Indias con doña María Josefa Carcía y Toledo, y murió en<br />
Madrid el 29 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1830 a la edad <strong>de</strong> ochenta y dos años.<br />
Don Marcelino era una suerte <strong>de</strong> Nemrod, hombre <strong>de</strong> gran talla y hercúlea<br />
fuerza, empecinado cazador, camarada <strong>de</strong> buen humor en partidas <strong>de</strong> placer, práctico<br />
en las faenas campestres, experto en minas y guacas, y <strong>de</strong> carácter resuelto y<br />
empren<strong>de</strong>dor. Allegó crecido caudal trabajando en el Chocó, y casó con doña<br />
189
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
María Josefa Hurtado y Arboleda, con la que tuvo dos hijos: don Rafael, que<br />
contrajo matrimonio con doña María Josefa Hurtado <strong>de</strong> Igual, y tuvo por hija<br />
única a Sofía, que casó en 1841 con don Julio Arboleda; y a doña María Josefa,<br />
que fue mujer <strong>de</strong> don Joaquín Mosquera (hijo <strong>de</strong> don José María).<br />
«Don José María, escribe don Manuel Pombo, nacido en Popayán el 9 <strong>de</strong><br />
abril <strong>de</strong> 1752, tenía el aspecto imponente y aristocrático <strong>de</strong> un hidalgo castellano:<br />
copiosa cabellera, recia, aunque afeitada barba, gran<strong>de</strong>s cejas, fuerte <strong>de</strong>ntadura,<br />
sonoro y parsimonioso hablar, tranquilo continente, esmerado aseo en<br />
su persona, era cristiano viejo, rico propietario, buen latino docto en varias<br />
materias, la medicina entre ellas. Alcancé a verle, con su larga capa <strong>de</strong> paño <strong>de</strong><br />
San Fernando, con corbata siempre blanca, ostentando los gran<strong>de</strong>s sellos <strong>de</strong> su<br />
voluminoso reloj y el lustre siempre eximio <strong>de</strong> sus sólidos zapatos. Murió el 19<br />
<strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1829. Fiel en sus tradiciones, <strong>de</strong>bió ser para sus a<strong>de</strong>ntros realista;<br />
pero en su calidad <strong>de</strong> patriarca <strong>de</strong> Popayán, dio esplendido hospedaje al<br />
Libertador en 1821, y este le cobró gran<strong>de</strong> estimación y cariño, que sirvió<br />
mucho a la carrera <strong>de</strong> sus hijos. Casó don José María con doña Manuela<br />
Arboleda y Arrachea gran señora, hermosa <strong>de</strong> figura, enérgica <strong>de</strong> condición,<br />
altiva <strong>de</strong> porte, benéfica y caritativa con los pobres y severa en el gobierno <strong>de</strong><br />
su casa. Esta era tan espaciosa, cómoda y bien alhajada, cuanto lo permitían la<br />
época y el lugar, y todo en ella anunciaba la holgura <strong>de</strong> recursos, la austeridad<br />
<strong>de</strong> las costumbres, el régimen estricto, el or<strong>de</strong>n y el aseo. De este matrimonio<br />
nacieron, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> varias mujeres, don Joaquín, don Tomás, don Manuel<br />
José, y don Manuel María, gemelos estos dos.»<br />
<strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>cía refiriéndose a la cuna <strong>de</strong> los Mosquera: «Popayán ha sido por<br />
veinte ocasiones ocupada alternativamente por los patriotas y los enemigos.<br />
Los recursos que sacó <strong>de</strong>l Cauca el coronel Concha valen, por confesión <strong>de</strong>l<br />
mismo, dos millones <strong>de</strong> pesos. Popayán es patria <strong>de</strong> los tres Torres: Camilo,<br />
Jerónimo y el general Ignacio; <strong>de</strong> Caldas, etc., etc., y <strong>de</strong> Popayán es hijo don<br />
José María Mosquera, hombre lleno <strong>de</strong> dignidad y bien merecidos respetos,<br />
que ha hecho servir a sus hijos <strong>de</strong> soldados y a sus expensas ha sostenido los<br />
hospitales militares <strong>de</strong> la República por tantas veces... Si me hubiera sido dado<br />
escoger padre no habría elegido a otro que a don José María Mosquera.»<br />
Don Joaquín Mosquera, el <strong>de</strong>l episodio <strong>de</strong>l Pativilca, el presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />
Colombia en 1830, fue el mayor <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> don José María Mosquera y<br />
Figueroa. Nació en Popayán el 14 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1787, y allí obtuvo el título <strong>de</strong><br />
doctor en jurispru<strong>de</strong>ncia en 1805; fue rector y profesor en la Universidad <strong>de</strong>l<br />
Cauca en 1836.<br />
190
XXI. Los Mosqueras<br />
Sus contemporáneos nos dicen que tuvo la más bella fisonomía <strong>de</strong> la antigua<br />
Colombia, que unida a su ilustrada inteligencia, a la distinción <strong>de</strong> su modales, al<br />
timbre armonioso <strong>de</strong> su palabra fluida, y a la gravedad <strong>de</strong> su aspecto, hacía que se<br />
impusiese don<strong>de</strong>quiera se presentase.<br />
De 1815 a 1818, en su garrida juventud, viajó por Europa. Cúpole la suerte<br />
<strong>de</strong> ser discípulo predilecto <strong>de</strong>l príncipe <strong>de</strong> los humanistas castellanos, <strong>de</strong> don<br />
Andrés Bello, <strong>de</strong> quien recibió en Londres las primeras lecciones, <strong>de</strong> la lengua<br />
inglesa, y a quien redimió muchas veces, munificente, <strong>de</strong> no pocas dificulta<strong>de</strong>s<br />
pecuniarias. Amigo <strong>de</strong> don Bernardino Rivadavia, el patriota argentino, juntos<br />
trabajaron a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>l general Bernard en la construcción <strong>de</strong> las fortificaciones<br />
<strong>de</strong> París; juntos presenciaron la caída <strong>de</strong>l César <strong>de</strong> los tiempos mo<strong>de</strong>rnos, a<br />
quien, caliente todavía la sangre <strong>de</strong>rramada en Waterloo, vieron, cruzados los<br />
brazos, sobre la cubierta <strong>de</strong>l Bellerofonte, en la bahía <strong>de</strong> Portsmouth, buscando en la<br />
inmensidad <strong>de</strong> los mares el peñón don<strong>de</strong>, nuevo Prometeo, había <strong>de</strong> morir enca<strong>de</strong>nado.<br />
Viajó <strong>de</strong>spués por Italia, se captó la amistad y el cariño <strong>de</strong> los Bonaparte<br />
en <strong>de</strong>sgracia, y el car<strong>de</strong>nal Fesh, al <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> él, en Florencia, le regaló un<br />
soberbio busto <strong>de</strong> Napoleón por Canova, que hoy es tesoro <strong>de</strong> su única hija sobreviviente,<br />
doña Mariana Mosquera, viuda <strong>de</strong> Cár<strong>de</strong>nas.<br />
He aquí una preciosa carta, inédita hasta hace poco tiempo, en la que don<br />
Joaquín Mosquera refiere a su yerno, don Cecilio Cár<strong>de</strong>nas, <strong>de</strong> Popayán, el 27 <strong>de</strong><br />
febrero <strong>de</strong> 1863, cómo adquirió en Italia el célebre busto <strong>de</strong> Napoleón:<br />
«<strong>El</strong> busto <strong>de</strong> Napoleón, <strong>de</strong> mármol, que poseo, obra <strong>de</strong>l célebre Canova, es el<br />
mismo que tenía en su museo el eminentísimo car<strong>de</strong>nal José Fesh, quien me lo<br />
regaló en Roma en junio <strong>de</strong> 1832.<br />
«Al adornarlo a usted quiero que sepa por qué me obsequió el car<strong>de</strong>nal con<br />
esta prenda apreciable. La casualidad hizo que José Bonaparte se alojase en Nueva<br />
York en Washington Hall, que era el hotel en que yo vivía, y fui introducido a su<br />
conocimiento por don Tomás Giner, antiguo presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> las Cortes <strong>de</strong> España,<br />
que era amigo mío, y le hizo <strong>de</strong> mí informes favorables. Como yo me había<br />
hallado en Londres cuando se entregó Napoleón al rey <strong>de</strong> Inglaterra en 1815, <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> la batalla <strong>de</strong> Waterloo, y luego pasé a París, conocía bien los gran<strong>de</strong>s acontecimientos<br />
<strong>de</strong> aquella época memorable. Yo había recorrido también la América<br />
meridional como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario <strong>de</strong> la<br />
República <strong>de</strong> Colombia cerca <strong>de</strong> los gobiernos <strong>de</strong>l Perú, Chile y Buenos Aires, y<br />
había <strong>de</strong>sempeñado ya los <strong>de</strong>stinos <strong>de</strong> senador <strong>de</strong> Colombia, presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la<br />
Convención <strong>de</strong> Ocaña, miembro <strong>de</strong>l Consejo <strong>de</strong> Estado <strong>de</strong>l Libertador <strong>Bolívar</strong> en<br />
191
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
1828, y presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Colombia en 1830. Por estos antece<strong>de</strong>ntes pu<strong>de</strong> yo satisfacer<br />
la curiosidad <strong>de</strong> José Bonaparte sobre la transformación política <strong>de</strong> la América<br />
española, manifestándole cómo había sido la consecuencia necesaria <strong>de</strong> los acontecimientos<br />
que se habían sucedido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los Estados Unidos<br />
<strong>de</strong>l Norte, sostenida por Carlos III y Luis XVI, hasta la catástrofe <strong>de</strong>l Gobierno<br />
español en 1808. En las conferencias que celebramos en esos días, tuve la suerte<br />
<strong>de</strong> ganar el aprecio <strong>de</strong> José Bonaparte, y al <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> él para París, en septiembre<br />
<strong>de</strong> 1831, me dio cartas <strong>de</strong> introducción para el con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Las Casas, compañero<br />
<strong>de</strong> Napoleón en Santa <strong>El</strong>ena, y un pliego importante <strong>de</strong> documentos en que<br />
fundaba el <strong>de</strong>recho que creía tener al trono <strong>de</strong> Francia, y separadamente le escribió<br />
por la posta recomendándome <strong>de</strong> una manera muy distinguida y encargándole<br />
que me introdujese a sus amigos en París. Tuve en consecuencia muy buena<br />
acogida en la familia <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Las Casas. Cuando partí para Italia en abril <strong>de</strong><br />
1832 fui portador <strong>de</strong> cartas <strong>de</strong> la familia <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Las Casas para la con<strong>de</strong>sa<br />
<strong>de</strong> Survilliers, mujer <strong>de</strong> José Bonaparte, y para su hija la princesa Carlota, que residían<br />
en Florencia. Cuando los visité en esta capital, la princesa Carlota me<br />
informó que su padre les encargaba que me introdujesen a sus hermanos, que residían<br />
también en Florencia, Luis Bonaparte, Jerónimo Bonaparte y la princesa<br />
Carolina, viuda <strong>de</strong> Murat. Les <strong>de</strong>bí atenciones afectuosas, y Jerónimo y la princesa<br />
Carolina me convidaron a comer en su palacio. A mi llegada a Roma hallé que me<br />
habían precedido recomendaciones en mi favor para el car<strong>de</strong>nal Fesh y para el<br />
príncipe <strong>de</strong> Musignano, hijo <strong>de</strong> Luciano Bonaparte y yerno <strong>de</strong> José Bonaparte. <strong>El</strong><br />
príncipe <strong>de</strong> Musignano me dio un convite en su villa y el car<strong>de</strong>nal me dio otro en<br />
su palacio, y como vivían conmigo mis hermanos Tomás y Manuel María, don<br />
Jerónimo Torres y el general Herrán, los convidó también y tuvimos que admirar<br />
su magnífica galería <strong>de</strong> pinturas en la cual lucía el famoso busto <strong>de</strong> mármol <strong>de</strong><br />
Napoleón que poseo y dono a usted. Durante mi resi<strong>de</strong>ncia en Roma tuve conferencias<br />
largas con el car<strong>de</strong>nal, que se complacía en saber <strong>de</strong> mí los acontecimientos<br />
<strong>de</strong> la revolución <strong>de</strong> la América española. Él me introdujo al conocimiento <strong>de</strong><br />
su hermana madama Leticia, madre <strong>de</strong>l emperador Napoleón, que vivía en el<br />
palacio Madona. Cuando me <strong>de</strong>spedí <strong>de</strong>l Car<strong>de</strong>nal para regresar a París, me regaló<br />
el busto <strong>de</strong> Napoleón para que trabajase <strong>de</strong> él un recuerdo <strong>de</strong> su aprecio a mi persona.<br />
Consérvelo usted, persuadido <strong>de</strong> que se lo obsequio por ser una obra maestra<br />
<strong>de</strong> un escultor sin rival, y como una prenda <strong>de</strong> cordial aprecio que profeso a<br />
usted como su amigo verda<strong>de</strong>ro y satisfecho <strong>de</strong> haber adquirido en usted un hijo.»<br />
Conserva también la familia Mosquera, en Popayán, un relicario con esta inscripción:<br />
N. Viro inmortali, tallado en mármol (miniatura <strong>de</strong>l sarcófago <strong>de</strong> granito<br />
rojo en que duerme el gran emperador bajo la cúpula <strong>de</strong> los Inválidos), el cual contiene<br />
un guardapelo <strong>de</strong> cristal con cabellos <strong>de</strong> Napoleón, que fueron obsequiados al<br />
192
general Tomás C. Mosquera por la hermana <strong>de</strong>l César, Carlota Napoleón. Una<br />
carta publicada recientemente, en que se hace referencia al obsequio, y que también<br />
conserva el hijo <strong>de</strong>l general Mosquera, está escrita en papel <strong>de</strong> luto blasonado,<br />
con la corona imperial en relieve y sellado el reverso <strong>de</strong>l sobre con lacre<br />
negro. La letra es pequeña, femenil y clara, y dice así:<br />
«Je viens vous remercier, Monsieur le Général, <strong>de</strong> la lettre que vous m’avez<br />
écrite, et <strong>de</strong>s bonnes nouvelles que vous me donnez <strong>de</strong> ma sœur, qui n’a pas<br />
manqué <strong>de</strong> me faire savoir l’empressement que vous avez mis à remplir les commissions<br />
dont vous aviez bien voulu vous charger pour elle; elle a été comme moi,<br />
fort aise <strong>de</strong> faire votre connaissance, il en est <strong>de</strong> même <strong>de</strong> toutes les personnes <strong>de</strong><br />
ma famille que vous avez vues à Florence, et qui me prient <strong>de</strong> vous assurer du souvenir<br />
qu’elles vous conservent.<br />
«J’espère qu’à votre retour ici, la santé <strong>de</strong> Maman lui permettra <strong>de</strong> vous<br />
revoir; elle est bien touchée <strong>de</strong>s vœux que vous formez pour son rétablissement...<br />
Quant à moi, je suis charmée d’avoir pu vous donner <strong>de</strong>s cheveux <strong>de</strong> l’Empereur<br />
Napoleón. Je sais bien que vous en sentez tout le prix, et je vous donne ici l’assurance<br />
que les cheveux me furent envoyés par son ordre <strong>de</strong> Ste-Hélène.<br />
«Je vous prie <strong>de</strong> ne pas oublier que je conserve précieusement <strong>de</strong>s cheveux <strong>de</strong><br />
<strong>Bolívar</strong>, pour lequel vous connaissez ma profon<strong>de</strong> admiration.<br />
«Veuillez, Monsieur le Général, recevoir l’assurance <strong>de</strong> mes sentiments et du<br />
plaisir que j’aurai à vous revoir à votre retour <strong>de</strong> Rome.<br />
«Votre affectionnée,<br />
XXI. Los Mosqueras<br />
«Charlotte Napoleón<br />
Florence, le 7 avril 1832.<br />
A Monsieur le Général C. <strong>de</strong> Mosquera.»<br />
193
Fue Joaquín Mosquera brillante ministro plenipotenciario <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> en las<br />
Repúblicas <strong>de</strong>l Pacífico <strong>de</strong> 1822 a 1825, y es muy interesante una carta inédita<br />
que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Lima, en noviembre <strong>de</strong> 1825, escribió a don Santiago Arroyo y<br />
Valencia, en la cual, hablando <strong>de</strong> Buenos Aires, dice:<br />
«No puedo pasar en silencio las ventajas <strong>de</strong> Buenos Aires, esta ciudad no baja<br />
<strong>de</strong> 60.000 almas <strong>de</strong> población... Por la mayor parte se observan los usos y modas<br />
a la inglesa, por las relaciones frecuentes con esta nación y porque en sólo la<br />
ciudad <strong>de</strong> Buenos Aires hay como 5.000 ingleses <strong>de</strong> todas clases y oficios.<br />
«Esta ciudad está llamada a ser la mo<strong>de</strong>rna Cartago, sobre un teatro más<br />
vasto, mejor situado y lo que es más en el siglo XIX; por sus luces y no por los<br />
vicios <strong>de</strong> esa vieja Europa <strong>de</strong>gradada por el feudalismo para po<strong>de</strong>r ser libre.<br />
«<strong>El</strong> carácter <strong>de</strong> los argentinos es el <strong>de</strong> la fachenda: tienen generalmente energía,<br />
son <strong>de</strong> muy buenas disposiciones; y hay una <strong>de</strong>cencia pública digna <strong>de</strong>l virtuoso<br />
pueblo inglés. Allí no se ve ofendida la moral por esas in<strong>de</strong>cencias que hay<br />
en todos los lugares españoles que conozco; la civilización ha hecho en este país<br />
progresos muy distinguidos; las ciencias y la filosofía son el ídolo <strong>de</strong> los jóvenes.<br />
En fin, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber visto tanto malo en política y en moral, mi espíritu se<br />
consoló al llegar a Buenos Aires.»<br />
Uno <strong>de</strong> los rasgos más bellos <strong>de</strong> su vida fue la generosidad con que dio la<br />
libertad a sus esclavos, en obe<strong>de</strong>cimiento a la ley <strong>de</strong> 21 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1851:<br />
«La libertad simultánea <strong>de</strong> los esclavos ha hecho por acá el efecto que hace un<br />
terremoto en una ciudad cuando la <strong>de</strong>rriban, escribía a don Rufino Cuervo. Sin<br />
embargo no me ha faltado resignación y ánimo generoso con los que fueron mis<br />
esclavos. Merecían también que los tratase con benevolencia, porque me aman y<br />
me respetan. Los convoqué a todos y los felicité por su libertad, explicándoles sus<br />
<strong>de</strong>rechos y <strong>de</strong>beres <strong>de</strong> hombres libres como pudiera haberlo hecho un abolicista<br />
<strong>de</strong> los Estados Unidos, y les hice presente la necesidad <strong>de</strong> olvidar todos los usos e<br />
197
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
i<strong>de</strong>as <strong>de</strong>l tiempo <strong>de</strong> la esclavitud y que se figuraran que yo era un extranjero a<br />
quien conocían por la primera vez, y tratáramos <strong>de</strong> hombre a hombre como<br />
libres.<br />
«Mis sesiones duraron una semana en mi mina <strong>de</strong>l Ensoloado y otra en la<br />
Aguablanca <strong>de</strong> mi mujer, y los he complacido hasta la saciedad. Les he arrendado<br />
las minas con todos sus establos a vil precio; les regalé las casas y plataneras repartiéndolas<br />
por familias, y he <strong>de</strong>jado parte para los viejos y enfermos; les vendí fiadas<br />
las herramientas y fraguas con largos plazos y a la mitad <strong>de</strong> precio <strong>de</strong> lo que pi<strong>de</strong>n<br />
los comerciantes <strong>de</strong> ese cantón, y les <strong>de</strong>jó mis tierras para criar ganado pagando los<br />
reales al año por cabeza. Los libertos robustos me pagarán un peso por mes y los<br />
débiles a dos reales y hasta un real uno con otro.<br />
«Son, pues, dueños <strong>de</strong> mis propieda<strong>de</strong>s, quedándome una especie <strong>de</strong> dominio<br />
útil que podrá darme la quinta parte <strong>de</strong> mi renta antigua, si me pagan, lo que<br />
dudo mucho. No es posible explicar a usted todos los pormenores <strong>de</strong> mis teorías<br />
practicadas en favor <strong>de</strong> la naturaleza ultrajada. He perdido mucho, pero me he aliviado<br />
<strong>de</strong>l inmenso peso que gravitaba contra mí, contra mi carácter. La manumisión<br />
<strong>de</strong> mis esclavos me ha manumitido a mí.<br />
«Al <strong>de</strong>spedirme les regalé unas cuantas reses gordas para una comida y les<br />
enseñé cómo habían <strong>de</strong> hacer compañías para aprovecharse <strong>de</strong> mis mejores veneros<br />
<strong>de</strong> mina. Tengo también unos pobres indios inocentes, a quienes no cobro<br />
nada por terrajes, <strong>de</strong> modo que son colonos sin pensión; los padres, mujeres e<br />
hijos me abrazan cuando llego, y cuando parto me regalan verduritas y algunas<br />
frutas, y quedo muy pagado gozando <strong>de</strong> los encantos <strong>de</strong> la naturaleza primitiva,<br />
exenta <strong>de</strong> los artificios <strong>de</strong> la sociedad.»<br />
Otro rasgo <strong>de</strong> magnanimidad <strong>de</strong> Mosquera fueron los esfuerzos que hizo<br />
cerca <strong>de</strong>l Libertador en 1829 para lograr la libertad <strong>de</strong> Santan<strong>de</strong>r, encerrado en el<br />
castillo <strong>de</strong> San José <strong>de</strong> Bocachica, a consecuencia <strong>de</strong> la conjuración <strong>de</strong> septiembre,<br />
en la cual se le quiso injustamente complicar. Al pisar tierra europea, lo primero<br />
que hizo Santan<strong>de</strong>r fue dirigirse a su buen amigo para manifestarle su gratitud por<br />
el beneficio recibido.<br />
<strong>El</strong> ilustre Rafael María Baralt, quien lo conoció por los años 1826 a 29, en<br />
que residió en Bogotá como estudiante <strong>de</strong> filosofía y <strong>de</strong>recho bajo la protección<br />
<strong>de</strong>l don Luis Baralt su tío, natural <strong>de</strong> Maracaibo, presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l Senado, en aquella<br />
época, amigo <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> y Santan<strong>de</strong>r, y cuya casa era centro <strong>de</strong> reuniones políticas<br />
don<strong>de</strong> concurrían diariamente los hombres eminentes <strong>de</strong> la República, el<br />
198
XXI. Los Mosqueras<br />
ilustre Baralt, que fue testigo <strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> aquellos años, entre otros la conjuración<br />
<strong>de</strong> septiembre, y que conoció los hombres que le dieron cima y aun participó<br />
<strong>de</strong> las pasiones <strong>de</strong> aquel tiempo como estudiante <strong>de</strong> San Bartolomé, foco<br />
entonces <strong>de</strong> conspiración, Baralt nos <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> don Joaquín Mosquera un admirable<br />
retrato al cual pertenecen estas breves frases: «Era don Joaquín Mosquera<br />
varón <strong>de</strong> un gran saber, doctrina y probidad, justo y patriota. Poseía gran<strong>de</strong>s dotes<br />
<strong>de</strong> oratoria a las que daba realce la compostura y natural gallardía <strong>de</strong> su persona.<br />
Y era tan aventajado en las prendas morales que admirado sin envida y atacado<br />
<strong>de</strong>spués sin odio, obtuvo respeto y estima hasta <strong>de</strong> sus propios enemigos.»<br />
También don Miguel A. Caro <strong>de</strong>dicó a Mosquera en 1907 un hermoso<br />
elogio con este subtítulo: «Testimonio sobre su carácter y ascen<strong>de</strong>nte personal.»<br />
Cálidos recuerdos <strong>de</strong> la juventud.<br />
Fue también don Joaquín Mosquera presi<strong>de</strong>nte y el mejor orador <strong>de</strong> la<br />
Convención <strong>de</strong> Ocaña, y el último presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Gran Colombia en 1830, en<br />
que <strong>de</strong>rrotado por una inicua revolución cuartelaria, abandonó <strong>de</strong> nuevo su patria<br />
para salvarla <strong>de</strong> la guerra civil. De regreso al país, fue vicepresi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Nueva<br />
Granada <strong>de</strong> 1834 a 35, época en que trabajó incansable en beneficio <strong>de</strong> la instrucción<br />
pública y en que, en colaboración con don Lino <strong>de</strong> Pombo, escribió la<br />
Citolegia y excelentes cuadros <strong>de</strong> lectura para las escuelas normales. Después fue<br />
miembro prominente <strong>de</strong> los Cuerpos legislativos y por último, ciego (en 1858) y<br />
nonagenario ciudadano, refugiado en su casa solariega <strong>de</strong> Popayán, don<strong>de</strong> vivió<br />
los últimos años <strong>de</strong> la más gallarda y lozana ancianidad <strong>de</strong> que hay recuerdo ente<br />
nosotros, y don<strong>de</strong> murió respetado <strong>de</strong> todos, el 4 <strong>de</strong> abril 1878.<br />
«La frente espaciosa y serena, con su corona <strong>de</strong> cabellos <strong>de</strong> nieve, la inmovilidad<br />
y blancura <strong>de</strong> sus ojos sin luz, la varonil belleza <strong>de</strong> su formas, los puros lineamientos<br />
<strong>de</strong> su rostro, amarillento como los mármoles antiguos, le asemejaban,<br />
cuando en medio <strong>de</strong> un grupo <strong>de</strong> jóvenes hacía el recuento <strong>de</strong> las glorias patrias, a<br />
un rapso divino que recitase la Ilíada.» «Hombre bueno, recto, justo y que gozaba<br />
<strong>de</strong> un físico digno <strong>de</strong> tan bello espíritu», escribe <strong>Bolívar</strong> a don José Rafael<br />
Arboleda; y sus admiradores, cuando elogiaban su radiante y varonil hermosura <strong>de</strong><br />
efebo antiguo, <strong>de</strong>cían que «su rostro era una urna <strong>de</strong> belleza».<br />
Don Manuel José, dice Pombo, siguió la carrera eclesiástica y recibió en Quito<br />
las ór<strong>de</strong>nes sacerdotales: fue canónigo <strong>de</strong> Popayán hasta 1834 en que el Congreso<br />
granadino lo eligió arzobispo <strong>de</strong> Bogotá. «Ninguna frente ha ceñido más dignamente<br />
una mitra: su presencia era imponente y noble, culto y elegante su trato, y<br />
revestido con sus atavíos pontificales, llenaba la catedral con su majestuoso porte<br />
199
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
y su sonora voz. Buen jurista, mejor teólogo, escritor correcto, orador sagrado <strong>de</strong><br />
la escuela <strong>de</strong> Bossuet y Massillón, familiarizado con los autores clásicos y al<br />
corriente <strong>de</strong> la literatura mo<strong>de</strong>rna, era, en la extensión <strong>de</strong> la frase, un príncipe <strong>de</strong><br />
la Iglesia.<br />
«La Iglesia colombiana no tuvo antes ni tendrá <strong>de</strong>spués un mayor prelado<br />
que el señor Mosquera: y fue preciso que nuestra política, siempre exagerada en<br />
sus reacciones, exigiera <strong>de</strong> él lo que su puesto y su conciencia no podían conce<strong>de</strong>rle,<br />
para hacerle <strong>de</strong>socupar el dosel que había honrado por quince años. Puesto<br />
en pugna con ciertas leyes <strong>de</strong> 1851 y 1852, y afligido y enfermo, aceptó el <strong>de</strong>sierto<br />
antes que la trasgresión <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>beres. Había nacido a principios <strong>de</strong>l siglo y murió<br />
en Marsella en diciembre <strong>de</strong> 1853.»<br />
Don Manuel María fue <strong>de</strong> condición apacible y mo<strong>de</strong>sta, <strong>de</strong> buena figura y<br />
atildados modales, ortodoxo en religión, versado en las letras clásicas sagradas y<br />
profanas, gran conocedor <strong>de</strong> artes, y hombre <strong>de</strong> bien a carta cabal. Empezó su<br />
carrera como gobernador <strong>de</strong> la provincia <strong>de</strong> Popayán, y en 1837 fue acreditado<br />
ministro <strong>de</strong> Nueva Granada en Inglaterra y Francia, misión que <strong>de</strong>sempeñó casi<br />
consecutivamente por cerca <strong>de</strong> treinta años; regresó luego al país y murió en 1867.<br />
Casó con la señora María Josefa Pombo y no <strong>de</strong>jó sucesión.<br />
Él hizo construir, a sus expensas, y a su gusto, el túmulo elegante que contiene<br />
la rica urna en que está encerrado el corazón <strong>de</strong> su hermano gemelo, el arzobispo,<br />
y que adorna una <strong>de</strong> las capillas <strong>de</strong> la basílica primada <strong>de</strong> Bogotá.<br />
Don Tomás es una figura histórica difícil <strong>de</strong> bosquejar, a pesar <strong>de</strong> lo acentuado<br />
<strong>de</strong> sus rasgos, porque si tiene luz, tiene luz, tiene también sombras.<br />
«Necesito a<strong>de</strong>lantar una explicación, dice Pombo, como le conocí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que abrí<br />
los ojos, y era amigo <strong>de</strong> mi padre (quien le salvó la vida arriesgando la suya <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong>l <strong>de</strong>sastre <strong>de</strong> La La<strong>de</strong>ra en 1828), la frecuencia <strong>de</strong> su trato me permitía con<br />
él cierto grado <strong>de</strong> franqueza, no obstante la enorme distancia <strong>de</strong> edad, rango y<br />
merecimiento que nos separaba, y que él allanaba con lo accesible <strong>de</strong> su trato y la<br />
benevolencia con que me favorecía.<br />
«Dos anécdotas esbozan el hombre:<br />
«Hablábamos un día <strong>de</strong>l general Santos Gutiérrez, y le <strong>de</strong>cía yo que me parecía<br />
<strong>de</strong> la raza <strong>de</strong> los Bayardos.<br />
200<br />
«— ¿Y yo <strong>de</strong> cuál te parezco?
«— Eso es claro, general; usted es <strong>de</strong> la <strong>de</strong> los Guisas.<br />
«— Oh, sí, te comprendo: inquietos, ambiciosos, pero <strong>de</strong> buena casa y guerreros<br />
insignes: hasta estoy marcado con la misma herida que el Balafré.<br />
«En la revolución <strong>de</strong> 1876 estaba en Bogotá, y un acci<strong>de</strong>nte lo redujo a la<br />
cama. Le hallaba muy añoso, flaco, barbudo, sumergido entre las almohadas y las<br />
cobijas, y hablaba conmigo cuando se presentó uno <strong>de</strong> los predilectos <strong>de</strong> entonces,<br />
el doctor Rojas Garrido:<br />
«— ¿Qué noticias nos trae usted, doctor?<br />
«— Buenas, señor general: el Gobierno obtiene ventajas por todas partes; y<br />
no podía esperarse otra cosa... triunfa la legalidad.<br />
«<strong>El</strong> general guardó silencio, y lo rompió riendo:<br />
XXI. Los Mosqueras<br />
«— Es o no es un gran<strong>de</strong> argumento. Aquí no ha habido más legalidad que<br />
mi espada; ella salvó la <strong>de</strong> Márquez, en 1840; al <strong>de</strong>senvainarla hubiera <strong>de</strong>struido<br />
la <strong>de</strong> López, en 51; restableció la <strong>de</strong> 1854; y ya vio usted que ante ella sucumbió<br />
la que <strong>de</strong>cía representar Ospina, en 1860.»<br />
<strong>El</strong> general Mosquera recibió una herida honrosa combatiendo <strong>de</strong>nodado contra<br />
los pastusos realistas en Barbacoas. En 1828 fue <strong>de</strong>sgraciado, peor consecuente con sus<br />
antece<strong>de</strong>ntes y su lealtad al general <strong>Bolívar</strong>; en 1840 fue afortunado y terrible, pero<br />
también fue consecuente y, con gran habilidad militar y en asocio <strong>de</strong>l general Herrán,<br />
recorrió el país <strong>de</strong> extremo a extremo a la cabeza <strong>de</strong> su ejército victorioso, y venció una<br />
revolución po<strong>de</strong>rosa, gobernando luego inteligentemente la Republica en su progresista<br />
administración <strong>de</strong> 1845 a 1849. Consecuentemente también en 1854, contribuyó<br />
mucho al restablecimiento <strong>de</strong>l régimen constitucional. Pero en 1860 cambió <strong>de</strong><br />
causa y fue él mismo, aunque a la inversa, <strong>de</strong> 1840; malo o bueno, <strong>de</strong>rrocó el<br />
Gobierno que representa la legalidad, esa tabla única <strong>de</strong> salvación que, según el general<br />
Santan<strong>de</strong>r, tienen contra la anarquía las repúblicas hispanoamericanas, y abrió la era<br />
<strong>de</strong> los gobiernos <strong>de</strong> hecho, <strong>de</strong>l régimen arbitrario y personal, que han corrompido el<br />
espíritu nacional y conducido al país al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l abismo.<br />
«Con esa natural inteligencia, su gran memoria, su característica actividad, su<br />
roce con el mundo y su constante intervención en los negocios públicos, continúa<br />
Pombo, el general Mosquera había adquirido conocimientos miscelánicos y generales<br />
en varias ciencias y en los más importantes ramos <strong>de</strong>l gobierno y la política;<br />
201
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
así era que, cuando en ellos no tomaba la iniciativa, se ingería en todo y secundaba<br />
los impulsos <strong>de</strong>l progreso; siempre, eso sí, poniendo en primer término su personalidad,<br />
por lo que <strong>de</strong>cía en cierta ocasión don José M. Plata, que <strong>de</strong>bería llamarse<br />
Tomás XIV.»<br />
Venció a Juan José Flores, jefe supremo <strong>de</strong>l Ecuador, en la batalla campal <strong>de</strong><br />
Cuaspud, y luego le tendió la mano <strong>de</strong> antiguo camarada, y con él festejó su<br />
triunfo en alegre ágape campestre, en medio <strong>de</strong>l cual, bromeando y queriendo<br />
<strong>de</strong>slumbrarlo con su ciencia, como era su costumbre, le dijo: «Des<strong>de</strong> que observé<br />
tus posiciones comprendí que no conocías el arte <strong>de</strong> la castrametación.» Palabra<br />
que <strong>de</strong>bió <strong>de</strong>sconcertar y hacer sonreír a los que lo oían, y que, sin embargo, es<br />
término técnico en la milicia.<br />
De este prurito, muy explicable en Mosquera, <strong>de</strong> querer saberlo todo y ser él la<br />
primera persona don<strong>de</strong>quiera que se encontrara, da fe esta obra verídica anécdota.<br />
Comía Mosquera en casa <strong>de</strong> su hija, la señora Amalia <strong>de</strong> Herrán, en compañía <strong>de</strong>l<br />
doctor Joaquín Pardo Vergara, quien <strong>de</strong>spués fue obispo <strong>de</strong> Me<strong>de</strong>llín, y se habló <strong>de</strong> las<br />
virtu<strong>de</strong>s heroicas <strong>de</strong> los santos <strong>de</strong> la Iglesia. Mosquera, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> oír las vidas <strong>de</strong> los<br />
santos, interrumpiendo <strong>de</strong> pronto al narrador, contó por su parte muchos hechos <strong>de</strong><br />
su carrera militar y política que <strong>de</strong>cía eran muy semejante cuando no superaban a los<br />
que se atribuían a los santos, y hasta tal punto llevaba ya la panegírica comparación que<br />
el doctor Pardo Vergara, mirándolo fijamente, le dijo:<br />
—Casi estoy persuadido, general, <strong>de</strong> que usted en efecto es un santo.<br />
—¡Y quién lo duda! —contestó secamente Mosquera (3).<br />
<strong>El</strong> general Mosquera fue protagonista <strong>de</strong> nuestro turbulento escenario político,<br />
llegó a la cumbre <strong>de</strong> los más altos puestos <strong>de</strong> su larga carrera pública; más <strong>de</strong><br />
una vez se vio dueño <strong>de</strong>l país, y, caso único en nuestro historia, cinco años <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> muerto, obtuvo los honores <strong>de</strong> la apoteosis con la estatua que se le erigió en el<br />
patio principal <strong>de</strong>l Capitolio Nacional, cuya primera piedra colocó él.<br />
«Su temperamento era rígidamente autocrático y dinástico, escribió Núñez<br />
en 1883. A veces <strong>de</strong>cía: «Yo no recibo el impulso, lo doy», aun en la época en que<br />
se mostraba más ardiente liberal y <strong>de</strong>mocrática. Pero no tenía miedo a las transformaciones,<br />
y en ese concepto distaba también mucho <strong>de</strong>l espíritu estrictamente<br />
conservador. Su verda<strong>de</strong>ro i<strong>de</strong>al era el ruido, la gloria, con gran<strong>de</strong>s dosis <strong>de</strong> orgulloso<br />
patriotismo. Su inteligencia era casi febril; sus dotes fundamentales, la audacia, la<br />
202
XXI. Los Mosqueras<br />
perseverancia y la energía. No tenía el valor físico <strong>de</strong> un Páez o <strong>de</strong> un Córdoba, pero<br />
tampoco le volvía la espalda al peligro en ningún caso. Hombre <strong>de</strong> terribles momentos<br />
<strong>de</strong> cólera en que hubiera podido reproducir a Tiberio. También era susceptible<br />
<strong>de</strong> conmoverse hasta <strong>de</strong>rramar copiosas lágrimas; pero la pasión <strong>de</strong>l amor propio<br />
aparecía en él superior a todos los <strong>de</strong>más afectos y pasiones.<br />
«<strong>El</strong> temperamento <strong>de</strong> Mosquera no podía llamarse liberal. Era aun todo lo<br />
contrario <strong>de</strong> liberal, aunque sin duda, contribuyó eficazmente a la realización <strong>de</strong><br />
gran<strong>de</strong>s medidas liberales. Era un tipo por el estilo <strong>de</strong> César.<br />
«Los hombres como el general Mosquera no resisten observación microscópica.<br />
Él era <strong>de</strong> la talla <strong>de</strong> los dominadores, <strong>de</strong> los imperantes, <strong>de</strong>sprovistos <strong>de</strong> escrúpulos.<br />
«La estatua que acaba <strong>de</strong> levantarse en el patio <strong>de</strong>l Capitolio Nacional es el<br />
símbolo <strong>de</strong> un largo período histórico fundidas las más contradictorias ten<strong>de</strong>ncias,<br />
las i<strong>de</strong>as más incompatibles, fe<strong>de</strong>ración y centralismo, libertad y <strong>de</strong>spotismo, tolerancia<br />
e intransigencia. En ese mudo bronce se ve y se palpa que para los acontecimientos<br />
necesarios no hay dique eficaz posible; y que hay evi<strong>de</strong>ntemente ese<br />
cierto no sé qué, <strong>de</strong> que hablaba Fe<strong>de</strong>rico II, que se ríe con <strong>de</strong>sprecio <strong>de</strong> los proyectos<br />
humanos.»<br />
Fue e<strong>de</strong>cán y confi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, y más tar<strong>de</strong> su apasionado biógrafo;<br />
como diplomático subscribió célebres tratados públicos; viajó por Europa y las<br />
Américas con tren <strong>de</strong> aristócrata.<br />
Tuvo ruidosas polémicas, publicó libros, folletos y memorias, trabajó mapas<br />
e itinerarios, fue administrador <strong>de</strong>l mariscal Sucre, malqueriente <strong>de</strong>l general<br />
Santan<strong>de</strong>r, y bien conocido es su histórico antagonismo con el general Obando,<br />
quien vino, por las peripecias <strong>de</strong> su <strong>de</strong>stino, a morir sirviéndole.<br />
Casó joven el general Mosquera en primeras nupcias con la señora Marian<br />
Arboleda; a su primogénito impuso el nombre <strong>de</strong>l célebre capitán, Aníbal, y su<br />
inteligente hija Amalia contrajo matrimonio con el benemérito general Pedro<br />
Alcántara Herrán. En sus últimos años casó en segundas nupcias con la mo<strong>de</strong>sta<br />
señora María Ignacia Arboleda, a la que <strong>de</strong>jó un hijo llamado <strong>Bolívar</strong>.<br />
De todas maneras, y júzguese como plazca a cada cual, Mosquera ha sido el<br />
único caudillo revolucionario victorioso en Colombia, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Dos<br />
veces se vio en el solio y dos veces con<strong>de</strong>nado, la última traicionado por su propios<br />
amigos, quienes lo apresaron inerme y dormido en su domicilio. Después <strong>de</strong> vida<br />
203
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
tan agitada y belicosa, murió como el más mo<strong>de</strong>sto al<strong>de</strong>ano, el 7 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong><br />
1878, bajo el techo <strong>de</strong> Coconuco, heredado <strong>de</strong> su mayores. Mosquera acompañó<br />
a <strong>Bolívar</strong> como e<strong>de</strong>cán en las conferencias <strong>de</strong> Guayaquil en 1822, con San Martín,<br />
y fue, hasta su muerte, su leal amigo y venerador <strong>de</strong> su memoria hasta el punto <strong>de</strong><br />
atribuir su triunfo en Tescua sobre Obando a la espada que empuñaba, con la cual<br />
el Libertador había vencido en Junín.<br />
204
XXII<br />
Junín En el día<br />
<strong>de</strong>l centenario <strong>de</strong> Ayacucho
La gran cordillera <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s se rompe en el Cuzco, a 3.468 metros <strong>de</strong><br />
altura, en dos gran<strong>de</strong>s ramales que corren paralelos hasta reunirse en el Cerro <strong>de</strong><br />
Pasco, <strong>de</strong>jando en medio, en una longitud <strong>de</strong> 115 leguas, los valles por don<strong>de</strong><br />
corren el Jauja y el Apurímac, tributario <strong>de</strong>l Ucayali. Allí, en ese valle <strong>de</strong> Jauja, se<br />
dio la batalla <strong>de</strong> Junín.<br />
En los meses <strong>de</strong> mayo y junio <strong>de</strong> 1824, <strong>Bolívar</strong> tenía establecido su cuartel<br />
general en Huaras y Caraz. <strong>El</strong> 15 <strong>de</strong> junio, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> recibir los refuerzos que conducían<br />
<strong>de</strong> Colombia Córdoba y Figueredo, y <strong>de</strong> remontar la caballería, dispuso que<br />
todos los cuerpos levantaran sus campamentos y transmontaran la cordillera por<br />
diferentes puntos. Él mismo con su Estado Mayor, por la vía <strong>de</strong> Olleros, Chavín,<br />
Aguamina y Lauricocha, avanzó hasta Huanuco, don<strong>de</strong> hizo alto por algunos días,<br />
siguiendo luego al Cerro <strong>de</strong> Pasco, punto <strong>de</strong> reunión <strong>de</strong> todo el ejército, que había<br />
marchado cruzando los horribles <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> la Cordillera andina, con tanta<br />
constancia y sufrimiento, dice el historiador realista Torrente, que sería una acto <strong>de</strong><br />
injusticia negarles el gran mérito contraído en esta campaña (1). <strong>El</strong> 1º <strong>de</strong> agosto se<br />
encontró ese ejército en el Cerro <strong>de</strong> Pasco, y allí hizo el Libertador estos nombramientos:<br />
General Antonio José <strong>de</strong> Sucre, comandante en jefe.<br />
General José María Córdoba, comandante <strong>de</strong> la vanguardia.<br />
General José <strong>de</strong> La Mar, comandante <strong>de</strong>l centro.<br />
General Jacinto Lara, comandante <strong>de</strong> retaguardia.<br />
General Andrés Santa Cruz, jefe <strong>de</strong> Estado Mayor General.<br />
General Mariano Necochea, comandante general <strong>de</strong> caballería.<br />
General Guillermo Miller, comandante <strong>de</strong> la caballería peruana.<br />
207
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Coronel Lucas Carvajal, comandante <strong>de</strong> la caballería colombiana.<br />
<strong>El</strong> Libertador pasó revista al ejército, compuesto <strong>de</strong> 7.700 hombres, el 2 <strong>de</strong><br />
agosto, en la pampa <strong>de</strong>l Sacramento, extendiendo su línea <strong>de</strong> batalla <strong>de</strong> Nor<strong>de</strong>ste<br />
a Suroeste.<br />
La división <strong>de</strong>l general Córdoba ocupaba la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong> la línea, el ejército <strong>de</strong>l<br />
Perú el centro, la primera división <strong>de</strong> Colombia, mandada por el general Lara, la<br />
izquierda, y a la cabeza <strong>de</strong> las caballerías estaba el general argentino Necochea. <strong>El</strong><br />
Libertador se presentó acompañado <strong>de</strong> los generales Sucre, Lamar, Santa Cruz, y<br />
Gamarra, y fue recibido con vivas <strong>de</strong>mostraciones <strong>de</strong> júbilo.<br />
Nada es comparable al entusiasmo <strong>de</strong> aquel día, en que todo contribuía a<br />
aumentar lo romántico <strong>de</strong> la escena. Cerca <strong>de</strong> aquel valle habían sido batidos los<br />
realistas cuatro años antes por el general Arenales; el panorama que ofrece la<br />
meseta sobre la cual las tropas estaban formadas, y que se eleva majestuosamente<br />
más <strong>de</strong> mil doscientos pies sobre el nivel <strong>de</strong>l mar, es consi<strong>de</strong>rado por los viajeros<br />
como el más hermoso <strong>de</strong>l mundo. Al Poniente se levanta los An<strong>de</strong>s que a costa <strong>de</strong><br />
tantas fatigas acababan <strong>de</strong> transmontar; a Oriente se extien<strong>de</strong>n, hacia los dominios<br />
<strong>de</strong>l Brasil, enormes ramificaciones <strong>de</strong> la cordillera, y al Norte y Sur cortan el horizonte<br />
montañas cuyas inaccesibles cumbres se pier<strong>de</strong>n en el éter azul. Es este valle,<br />
ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> objetos y paisajes tan grandiosos, y a orillas <strong>de</strong>l lago <strong>de</strong> Reyes, don<strong>de</strong><br />
nace el magno río <strong>de</strong> las Amazonas, estaban reunidos héroes <strong>de</strong> Caracas, Bogotá,<br />
Quito, Lima, Chile, Buenos Aires; bravos soldados que se habían batido en<br />
Maipó, en los An<strong>de</strong>s chilenos; en San Lorenzo, a las orillas <strong>de</strong>l Paraná; en<br />
Carabobo, en los valles venezolanos; en Bomboná, sobre los contrafuertes colombianos;<br />
en Pichincha, al pie <strong>de</strong>l Chimborazo. En medio <strong>de</strong> aquellos americanos,<br />
valerosos adali<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la libertad, había también no pocos extranjeros, fieles aún a<br />
la causa excelsa en cuyo obsequio habían perecido ya tantos compañeros. Allí,<br />
entre los sobrevivientes <strong>de</strong> esas campañas, se hallaban bizarros oficiales que habían<br />
combatido en las orillas <strong>de</strong>l Guadiana y <strong>de</strong>l Rin; que habían presenciado el incendio<br />
<strong>de</strong> Moscou y la capitulación <strong>de</strong> París, y cuya sangre había empapado la fatal<br />
campiña <strong>de</strong> Waterloo. ¡Esos eran los hombres que iban a <strong>de</strong>cidir la suerte <strong>de</strong><br />
América en aquel gran día!<br />
«<strong>El</strong> sol <strong>de</strong> la mañana era templado, refiere uno <strong>de</strong> los héroes <strong>de</strong> aquella jornada;<br />
las encumbradas crestas <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s, cubiertas <strong>de</strong> nieve perpetua, <strong>de</strong>spedían<br />
rayos luminosos <strong>de</strong> colores varios e in<strong>de</strong>finidos, como los <strong>de</strong>l iris, que se<br />
reflejaban sobre las armas <strong>de</strong> los soldados, dándoles el aspecto i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> legiones<br />
oceánicas; un aire purísimo, que venía <strong>de</strong>l lago encantado, agitaba suavemente las<br />
208
XXII. Junín<br />
ban<strong>de</strong>ras; las bandas y las fanfarrias militares hacían vibrar el aire con sus ecos<br />
marciales, inflamando el pecho <strong>de</strong> aquellos guerreros <strong>de</strong> la libertad.<br />
«Los generales Sucre y Lamar saludaron al Libertador pidiendo la venia <strong>de</strong><br />
estilo para comandar sus ejércitos, y, poniéndose cada uno a la cabeza <strong>de</strong>l suyo, les<br />
mandaron ponerse al or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> parada. <strong>El</strong> Libertador recorrió las filas lleno <strong>de</strong><br />
satisfacción al ver en el semblante <strong>de</strong> cada hombre el entusiasmo y la <strong>de</strong>cisión.<br />
Transportado <strong>de</strong> gozo, y lleno <strong>de</strong> confianza en aquellos bravos soldados, entre los<br />
cuales la mayor parte le habían acompañado en cien combates, se propuso marcha<br />
lo más pronto posible sobre los españoles y presentarles batalla en su acantonamiento<br />
<strong>de</strong> Jauja, el día 7 <strong>de</strong> aquel mes <strong>de</strong> agosto, como el presagio más seguro <strong>de</strong><br />
la victoria. Los generales Sucre y Lamar, pasada la revista <strong>de</strong> inspección, mandaron<br />
plegar sus ejércitos en columna cerrada, y el Libertador, colocándose enfrente<br />
<strong>de</strong> ellos, les dirigió la siguiente alocución que es una perfecta obra <strong>de</strong> arte a lo cual<br />
no se pue<strong>de</strong> ni quitar nada:<br />
«¡Soldados! Un nuevo día <strong>de</strong> gloria se os presenta: el 7 <strong>de</strong> agosto en Caracas,<br />
el 7 <strong>de</strong> agosto en Boyacá y el 7 <strong>de</strong> agosto en las pampas <strong>de</strong> Jauja (señalándose con<br />
el <strong>de</strong>do porque se alcanzaban a divisar). Los enemigos que vais a combatir se<br />
jactan <strong>de</strong> catorce años <strong>de</strong> triunfos; ellos, pues, serán dignos <strong>de</strong> medir sus armas<br />
con las nuestras, que han brillado en mil combates. <strong>El</strong> mundo liberal os admira, y<br />
la Europa entera os contempla con encanto, porque la libertad <strong>de</strong>l Nuevo Mundo<br />
es la esperanza <strong>de</strong>l universo. <strong>El</strong> Perú y la América toda esperan <strong>de</strong> vosotros la paz,<br />
hija <strong>de</strong> la victoria. ¿La burlaréis? ¡No! vosotros sois invencibles.»<br />
«<strong>El</strong> ejército todo prorrumpió entonces en aclamaciones a la patria, a<br />
Colombia, al Perú y al Libertador y sus ecos, repetidos por los farallones <strong>de</strong> los<br />
An<strong>de</strong>s, parecían ya los himnos <strong>de</strong> la victoria cantados a la libertad <strong>de</strong> América<br />
entera (2).»<br />
A tiempo que el Libertador se preparaba para marchar a Jauja, el general<br />
español Canterac, a la cabeza <strong>de</strong> fuerzas superiores concentró su ejército y marchó<br />
sobre el Cerro <strong>de</strong> Pasco, don<strong>de</strong> supo que los patriotas habían salido <strong>de</strong> allí el 3 <strong>de</strong><br />
agosto por el camino <strong>de</strong> Raucas, y que se dirigían sobre Jauja por la orilla occi<strong>de</strong>ntal<br />
<strong>de</strong> la laguna <strong>de</strong> Reyes. Con tal noticia, contramarchó rápidamente por la orilla<br />
opuesta, con el <strong>de</strong>signio <strong>de</strong> interponerse entre ellos y Jauja, hacía don<strong>de</strong> se dirigía<br />
<strong>Bolívar</strong> a marchas forzadas para tomar la retaguardia <strong>de</strong> los realistas. <strong>El</strong> 6 <strong>de</strong><br />
agosto, a las dos <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, al llegar a un punto elevado, vieron, repentinamente,<br />
los patriotas a los realistas, que a distancia <strong>de</strong> dos leguas marchaban por los llanos<br />
<strong>de</strong> Junín, un poco al sur <strong>de</strong> Reyes. Un viva clamoroso y simultáneo resonó por<br />
209
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
toda la línea, y es imposible, dice Miller, uno <strong>de</strong> los héroes <strong>de</strong> aquel día, dar una<br />
i<strong>de</strong>a exacta <strong>de</strong>l efecto que produjo la repentina vista <strong>de</strong>l enemigo. Los semblantes<br />
<strong>de</strong> los patriotas se animaron con el ceño y la expresión varonil <strong>de</strong>l guerrero que ve<br />
aproximarse el momento <strong>de</strong> la gloria, y con los ojos fijos y centellantes contemplaban<br />
las columnas enemigas, marchando majestuosamente al pie <strong>de</strong>l sitio elevado<br />
que ocupaban. <strong>El</strong> temor <strong>de</strong> que los realistas se escaparan sin po<strong>de</strong>rlos atacar, preocupaba<br />
a la mayoría, y la caballería, particularmente, ardía <strong>de</strong> impaciencia.<br />
Canterac continuó retirándose, y el Libertador, temiendo per<strong>de</strong>r la ocasión<br />
<strong>de</strong> atacarle <strong>de</strong> igual a igual, se a<strong>de</strong>lantó con la caballería a las ór<strong>de</strong>nes inmediatas<br />
<strong>de</strong> Necochea, y le dio alcance a las cinco <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>.<br />
La caballería patriota tenía forzosamente que atravesar un <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro, peligroso<br />
por el pantano que tenía a su <strong>de</strong>recha. Dos escuadrones se formaron en<br />
batalla al entrar en la llanura y el resto en columnas entre las colinas y un riachuelo<br />
don<strong>de</strong> no había campo para <strong>de</strong>splegar. Canterac hizo una hábil conversión y dio<br />
una carga maestra antes <strong>de</strong> que pudieran mejorar su mala posición, y con tal<br />
<strong>de</strong>nuedo, que las columnas <strong>de</strong> la <strong>de</strong>recha, mandadas por Lecochea y Miller, cejaron,<br />
se retiraron en confusión sobre el <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro, y se <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>naron. Sólo el<br />
mayor Braun, comandante <strong>de</strong> los grana<strong>de</strong>ros a caballo, sostuvo el choque <strong>de</strong> los<br />
enemigos, y, cargando a su turno, puso en fuga a los que le acometían. A pesar <strong>de</strong><br />
las <strong>de</strong>sventajas con que luchaba la caballería patriota, pudieron <strong>de</strong>shacerse los<br />
escuadrones perseguidos merced al valor <strong>de</strong> los húsares <strong>de</strong>l Perú que se mantuvieron<br />
a pie firme, y entonces, guiados todos por el bravo Miller y por los coroneles<br />
Silva, Carvajal, Bruix y el teniente coronel Suárez, enristrando sus lanzas, embistieron<br />
a los escuadrones españoles. <strong>El</strong> choque fue tremendo; mas el arrojo <strong>de</strong> estas<br />
tropas y <strong>de</strong> sus jefes restableció el combate y <strong>de</strong>cidió aquella jornada gloriosa.<br />
«Durante la batalla, escribe O’Leary, que se asemejaba a los combates <strong>de</strong> los<br />
caballeros <strong>de</strong> los antiguos tiempos, y que sólo pue<strong>de</strong> concebirse recordando los<br />
tiempos heroicos, no hubo un solo disparo; el terrible silencio no fue interrumpido<br />
sino por la estri<strong>de</strong>nte voz <strong>de</strong> los clarines, el choque <strong>de</strong> las espadas y <strong>de</strong> las<br />
lanzas, el galopar y piafar <strong>de</strong> los caballos, las maldiciones <strong>de</strong> los vencidos y los<br />
lamentos <strong>de</strong> los heridos (3).»<br />
Miller, héroe <strong>de</strong> la jornada, repite: «No hubo un solo disparo; sólo se hizo uso<br />
<strong>de</strong> la lanza y el sable (4).»<br />
Bur<strong>de</strong>tt O’Connor, otro <strong>de</strong> los héroes, agrega: «En esta batalla mandaba<br />
<strong>Bolívar</strong>. No se oyó ni un solo tiro, peleó al arma blanca, y lo único que se oía era<br />
210
XXII. Junín<br />
el choque terrible <strong>de</strong> las espaldas, los sables y las lanzas y los gritos <strong>de</strong> los combatientes.<br />
Las formidables cargas <strong>de</strong> nuestros grana<strong>de</strong>ros hacían temblar la tierra,<br />
mientras en el cielo <strong>de</strong> Junín lucía brillante la estrella <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, la estrella <strong>de</strong>l<br />
triunfo (5).»<br />
Al dar cuenta <strong>de</strong> esta victoria, don José Sánchez Carrión recordaba a los<br />
peruanos, «la particular circunstancia <strong>de</strong> que al mismo sol <strong>de</strong>l 7 <strong>de</strong> agosto, en que<br />
S. E. el Libertador se embarcó para el Perú en Guayaquil, se ha anunciado al<br />
pueblo peruano el primer triunfo <strong>de</strong> las armas libertadoras».<br />
<strong>El</strong> ejército español sintió la fuerza <strong>de</strong>l golpe que se le había asestado, pues así<br />
lo reconoció su jefe, el general José Conterac, cuando escribió oficialmente al<br />
virrey, gobernador y capitán general <strong>de</strong>l Perú, <strong>de</strong>l cuartel general en Huayucachi,<br />
el 8 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> aquel año: «Nuestra pérdida ha sido <strong>de</strong> poca consi<strong>de</strong>ración en el<br />
número <strong>de</strong> hombres, pero sí ha influido extraordinariamente en el ánimo, particularmente<br />
en el <strong>de</strong> la caballería.» Repito que la fuga <strong>de</strong> nuestra caballería me<br />
obliga a replegarme no sé hasta qué punto...<br />
«Parecía, Excmo. Señor, imposible en lo humano que una caballería como la<br />
nuestra, tan consi<strong>de</strong>rada, bien armada, equipada, montada, instruida y disciplinada<br />
y que manifestaba incesantemente vivos <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> llegar a las manos con los<br />
enemigos, lo que me pidieron con repetidas instancias aquella misma tar<strong>de</strong> al presentarse<br />
la enemiga, digo que parecía imposible que con tanta vergüenza huyese<br />
<strong>de</strong> un enemigo sumamente inferior bajo todos respectos, y que ya estaba casi<br />
batido por los mismos que <strong>de</strong>spués, por una fatalidad tan funesta como incomprensible,<br />
han echado un borrón a su reputación antigua y puesto en compromiso<br />
el Perú todo. ¿Quién, Excmo. Señor, no se hubiera prometido la victoria más<br />
completa, vista la superioridad física y moral <strong>de</strong> que nadie dudaba comprando<br />
nuestra caballería con la enemiga (6)?»<br />
<strong>El</strong> general, Canterac, en su parte oficial, expresa muy bien lo que nadie ha<br />
podido explicarse nunca en los gran<strong>de</strong>s sucesos <strong>de</strong> la historia que ha transformado<br />
los <strong>de</strong>stinos humanos o dado una nueva orientación al mundo: una fatalidad tan<br />
funesta como incomprensible fue la que, contra todas las certidumbre, dio el<br />
triunfo a los gringos en Maratón; a la Revolución, en Valmy; a los aliados, en<br />
Waterloo, a <strong>Bolívar</strong>, en Boyacá y Junín, y últimamente a la causa <strong>de</strong> la libertad y<br />
<strong>de</strong> la <strong>de</strong>mocracia en el Marne. Lo que prueba que la humanidad camina lenta pero<br />
seguramente a la coronación <strong>de</strong> sus altos <strong>de</strong>stinos pero seguramente a la coronación<br />
<strong>de</strong> sus altos <strong>de</strong>stinos a través <strong>de</strong> todos los obstáculos y supersticiones y contra<br />
todas las flacas previsiones <strong>de</strong> los hombres.<br />
211
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Junín fue la batalla <strong>de</strong>cisiva <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong> América, y así lo han <strong>de</strong>clarado<br />
los mismos que se batieron en Ayacucho. Antes <strong>de</strong> Junín todo parecía perdido; un<br />
ejército español numeroso e invicto se presentaba temible por todas partes; tantos<br />
eran los escollos por vencer, las dificulta<strong>de</strong>s por zanjar, que San Martín, al saber la<br />
llegada <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> a Lima, <strong>de</strong>cía, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su retiro <strong>de</strong> Mendoza: «Yo creo que todo el<br />
po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l Ser Supremo no es suficiente a libertar ese <strong>de</strong>sgraciado país: sólo <strong>Bolívar</strong>,<br />
apoyado en la fuerza, pue<strong>de</strong> libertarla (7).»<br />
Como consecuencia <strong>de</strong> la <strong>de</strong>rrota, perdió el virrey las provincias <strong>de</strong> Tarma,<br />
Lima, Huancavélica y Huamanga, una porción <strong>de</strong>l Cuzco, todos sus almacenes, y<br />
gran parte <strong>de</strong> su tropa, quedando el resto, según el historiador realista, en un<br />
grado <strong>de</strong> abatimiento moral apenas concebible.<br />
«<strong>El</strong> golpe <strong>de</strong> Junín fue mortal, dice el general español García Gamba, la confusión<br />
y el terror fueron inexplicables.»<br />
Junín disipó el hechizo que parecía ligar la victoria a los pendones <strong>de</strong> Castilla,<br />
y <strong>de</strong>mostró a los peruanos que sus opresores no eran invencibles.<br />
Junín, en sus consecuencias, es un combate <strong>de</strong> importancia trascen<strong>de</strong>ntal,<br />
porque la confianza <strong>de</strong> la victoria pasó <strong>de</strong> los realistas a los patriotas, y él, en gran<br />
manera, explica el éxito <strong>de</strong> Ayacucho.<br />
Una corriente <strong>de</strong> pánico dominaba el ejército español. La infantería no era<br />
una división que se retiraba, sino masas que huían dominadas por in<strong>de</strong>scriptible<br />
terror.<br />
Los sables que <strong>de</strong>strozaron la caballería española en la pampa <strong>de</strong> Reyes, rompieron<br />
el anillo más fuerte <strong>de</strong> la ca<strong>de</strong>na que mantenía al Perú atado a la dominación<br />
española.<br />
Ayacucho fue su consecuencia, y, como tal, duró hora y media solamente;<br />
pero a ella correspondió la suerte <strong>de</strong> ser la raya entre el pasado y el porvenir <strong>de</strong> la<br />
América. Antes <strong>de</strong> esa batalla todo el continente era libre, pero su libertad no<br />
estaba asegurada en ninguna parte mientras le quedara a España una autoridad en<br />
el Perú, un fuerte en el Callao y un foco <strong>de</strong> piratas en Chiloé.<br />
Tal es el significado humano <strong>de</strong> aquella jornada. Con ella se extingue un régimen<br />
<strong>de</strong> gobierno en todo un continente y se afianza otro que significa soberanía<br />
<strong>de</strong> varias naciones y libertad <strong>de</strong> muchos millones <strong>de</strong> hombres.<br />
212
XXII. Junín<br />
Boyacá y Junín son, pues, más que fechas memorables en la historia <strong>de</strong> los<br />
pueblos, una gloriosa etapa en las gran<strong>de</strong>s jornadas que para su dignificación ha<br />
librado la humanidad. Carabobo y Ayacucho fueron también heroicas batallas,<br />
pero, consecuencias lógicas, naturales, <strong>de</strong> las primeras que las prepararon (8). La<br />
vida <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, por ser tan vasta, tan múltiple, por haberse <strong>de</strong>sarrollado en países<br />
tan diversos y lejanos, necesita, para ser concienzudamente conocida, más que un<br />
hombre una literatura que se llamará bolivariana, como existe una napoleónica.<br />
Mientras tanto, cualquier juicio sobre un aspecto <strong>de</strong> sus cualida<strong>de</strong>s militares,<br />
diplomáticas, políticas, literarias, filosóficas, será prematuro. No obstante, pue<strong>de</strong><br />
aventurarse <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahora la afirmación <strong>de</strong> que en ninguna época <strong>de</strong> su vida fue el<br />
Libertador más gran<strong>de</strong> que antes <strong>de</strong> esas batallas; que jamás fue tan constante ni<br />
<strong>de</strong>splegó más brillantes, asombrosas faculta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> gran capitán; <strong>de</strong> ahí que Boyacá<br />
y Junín, es <strong>de</strong>cir, la libertad <strong>de</strong> Colombia y <strong>de</strong>l Perú, las primeras <strong>de</strong>cisivas <strong>de</strong>rrotas<br />
<strong>de</strong> ejércitos aguerridos y superiores en número y elementos, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> transmontar<br />
los An<strong>de</strong>s y ante el mismo sol <strong>de</strong>l 7 <strong>de</strong> agosto, son, por los titánicos<br />
esfuerzos realizados, por los sorpren<strong>de</strong>ntes contrastes que marcaron entre la cruel<br />
y tenebrosa servidumbre española y la inesperada y radiante libertad, y por su trascen<strong>de</strong>ncia<br />
fundamental en los <strong>de</strong>stinos <strong>de</strong> América, los más ínclitos e inmarcesibles<br />
lauros guerreros <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>.<br />
¡Boyacá y Junín son reflejos divinos <strong>de</strong> la eterna armonía, <strong>de</strong> la eterna belleza,<br />
como la Ilíada, como Hamlet, como Fausto!<br />
Seamos sinceros: en los antiguos como en los mo<strong>de</strong>rnos anales <strong>de</strong>l mundo<br />
hay pocos días tan gloriosos como Junín. Tan gloriosos, que para cantarlo dignamente,<br />
por un <strong>de</strong>creto especial <strong>de</strong> los Dioses, nació Olmedo.<br />
213
XXIII<br />
La Apoteosis <strong>de</strong>l Potosí
Al aproximarse el viajero al Potosí, por cualquiera dirección, sale <strong>de</strong> los profundos<br />
barrancos <strong>de</strong> las montañas y <strong>de</strong>scubre la villa al pie <strong>de</strong>l célebre argentado<br />
cerro, cuya forma es un cono <strong>de</strong> tres leguas <strong>de</strong> circunferencia en su base. Su cúspi<strong>de</strong><br />
tiene una elevación <strong>de</strong> más <strong>de</strong> 2.000 pies sobre la villa, y <strong>de</strong> 17.000 sobre el<br />
nivel <strong>de</strong>l mar. Su apariencia es <strong>de</strong> origen volcánico, y sus la<strong>de</strong>ras tienen zonas <strong>de</strong><br />
diversos colores, como ver<strong>de</strong> obscuro, anaranjado, gris y encarnado, y son riquísimas<br />
en metales preciosos.<br />
<strong>El</strong> clima <strong>de</strong>l Potosí es <strong>de</strong>sagradable: los rayos <strong>de</strong>l sol abrasan al mediodía, y<br />
por la tar<strong>de</strong> y a la noche el aire es penetrante y frío.<br />
Habiéndose anunciado oficialmente la visita <strong>de</strong>l Libertador al Potosí, el<br />
general Miller, prefecto <strong>de</strong> aquella provincia, preparó la casa <strong>de</strong>l Gobierno para<br />
alojar al ilustre huésped. «Aquella casa era entonces dice un cronista, la mejor<br />
y más suntuosa que había entre Lima y Buenos Aires. Cuartos bien proporcionados,<br />
salones magníficos, adornados profusamente con florones dorados,<br />
gran<strong>de</strong>s espejos y elegantes arañas y can<strong>de</strong>labros. Como no se encontraban<br />
alfombras, se cubrió el suelo con un riquísimo paño carmesí, se amuebló la casa<br />
<strong>de</strong> nuevo, y no habiendo en la ciudad los más usuales artículos <strong>de</strong> lujo conocidos<br />
en Europa, enviaron una recua <strong>de</strong> mulas a Tacna por vajillas, cristalerías<br />
porcelanas, manteles, copia <strong>de</strong> vinos, champañas, cervezas, sidras, frutas y otros<br />
artículos (1).»<br />
Cuando el Libertador llegó a avistar clara y distintamente el célebre cerro <strong>de</strong>l<br />
Potosí, las ban<strong>de</strong>ras <strong>de</strong>l Perú, Buenos Aires, Chile y Colombia tremolaron repentinamente<br />
en la cumbre, y al entrar en la ciudad prendieron fuego a veintiún<br />
petardos, cuyo estruendo, <strong>de</strong> cada uno, era igual al que hubieran hecho seis cañones<br />
disparados a la vez. Este saludo estupendo produjo un efecto singular y grandioso:<br />
los profundos valles <strong>de</strong> las inmediaciones, repitiendo una y mil veces los<br />
ecos resonantes <strong>de</strong>l estampido, parecían, al alejarse, que estallaba una furiosa tempestad<br />
y que los truenos se sucedían unos a otros. Todas las campanas <strong>de</strong> las iglesias<br />
y conventos fueron echadas a vuelo a la vez y sin interrupción.<br />
217
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Arcos triunfales, coronas <strong>de</strong> laurel, discursos, solemnes Te Deum, medallas <strong>de</strong><br />
oro y <strong>de</strong> palta, banquetes, bailes, fuegos artificiales, gran<strong>de</strong>s iluminaciones y otros<br />
signos <strong>de</strong> regocijo público siguieron durante las siete semanas que el Libertador<br />
permaneció en el Potosí.<br />
<strong>El</strong> 7 <strong>de</strong> octubre, en la noche, llegaron los plenipotenciarios argentinos señores<br />
Alvear y Vélez, enviados por el Gobierno <strong>de</strong> las Provincias Unidas a saludar y<br />
felicitar al Libertador. <strong>El</strong> 19 fueron recibidos en audiencia solemne. Uno <strong>de</strong> aquellos<br />
plenipotenciarios escribía a un amigo <strong>de</strong> Buenos Aires:<br />
«He tenido el gusto <strong>de</strong> conocer al Libertador; he hablado con él en un baile;<br />
es muy popular y muy afable con todos, caos que no traduce su aspecto a primera<br />
vista; merece, sin ninguna duda, este gran<strong>de</strong> hombre, el alto concepto que todos<br />
tienen formado <strong>de</strong> él, según mi juicio, y el <strong>de</strong> todos los que tienen la fortuna <strong>de</strong><br />
tratarle...<br />
«En el convite <strong>de</strong> que te hablo tuve el gusto <strong>de</strong> estar sentado a tres personas<br />
<strong>de</strong>l Libertador, al lado <strong>de</strong> nuestro estimado amigo Dorrego, y enfrente <strong>de</strong>l gran<br />
mariscal Sucre, general Miller, y constante patriota Lanza, <strong>de</strong> suerte que nada<br />
perdí <strong>de</strong> cuanto sucedió en seis hora que duró la mesa. Des<strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong> ella estuvimos<br />
como títeres sentándonos y levantándonos, tal era el torrente <strong>de</strong> brindis.<br />
Los míos sólo pasaron <strong>de</strong> seis, y fue este el número <strong>de</strong> los que el Libertador dijo <strong>de</strong><br />
entrada, sin dar lugar a acabar lo que se bebía por uno, cuando <strong>de</strong>cía el otro y<br />
sucesivamente. Al fin <strong>de</strong> la mesa llegó hasta pararse sobre la silla en que se sentaba,<br />
y <strong>de</strong>cir: «Señores, estoy borracho» ; hizo una pausa muy graciosa y continuó lleno<br />
<strong>de</strong> alegría. Se sentó y dijo <strong>de</strong>spués: «Hoy hemos ganado más que una batalla...»<br />
«Hemos asistido a tres gran<strong>de</strong>s bailes en los que el Libertador, todos los generales,<br />
oficiales y <strong>de</strong>más concurrentes, se confundían en las contradanzas y valses,<br />
con la igualdad que les daba el título <strong>de</strong> ciudadanos. En todos ellos ha habido una<br />
mesa espléndida, antes <strong>de</strong> ser tocada, y <strong>de</strong>sierta media hora <strong>de</strong>spués muy particularmente<br />
<strong>de</strong>l vino y licores, con prevención <strong>de</strong> que tendría <strong>de</strong> largo la tal mesita<br />
como cuarenta varas, quizá más, y <strong>de</strong> ancho como tres, y toda perfectamente<br />
cubierta; pero amigo, aquí se dice hip, hip, hurra, hurra! y todos apuran el vaso, esta<br />
es la vasija en que se brinda (2).»<br />
Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la entrada triunfal quiso subir <strong>Bolívar</strong> a la cumbre <strong>de</strong>l imponente<br />
cerro que da su nombre a la ciudad, y allá se dirigió el 26 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong><br />
1825, acompañando <strong>de</strong>l mariscal Sucre, <strong>de</strong>l general Guillermo Miller, prefecto <strong>de</strong><br />
aquel <strong>de</strong>partamento, <strong>de</strong> los plenipotenciarios <strong>de</strong>l Plata, enviados por el Gobierno<br />
218
XXIII. La apoteosis <strong>de</strong>l Potosí<br />
<strong>de</strong> Buenos Aires a cumplimentarle por el feliz éxito <strong>de</strong> la campaña libertadora, y<br />
<strong>de</strong> su Estado Mayor.<br />
Una especie <strong>de</strong> almuerzo, dice Miller, fue servido en lo alto <strong>de</strong>l monte; hubo<br />
brindis patrióticos, y el Libertador, contemplando allí sus victorias <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />
Orinoco, exclamó: «La gloria <strong>de</strong> haber conducido a estas frías regiones nuestros<br />
estandartes <strong>de</strong> libertad, <strong>de</strong>ja en la nada los tesoros inmensos <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s que<br />
están a nuestro pies (3).»<br />
«Sobre aquel famoso pico, agrega O’Leary, otro <strong>de</strong> los compañeros, <strong>de</strong>splegó<br />
el Libertador las ban<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> Colombia, Perú y La Plata. Mirando hacia el norte,<br />
recorrió en espíritu la carrera gloriosa que había hecho, los sufrimientos que había<br />
arrostrado, la gran<strong>de</strong> obra que había consumado; quince años <strong>de</strong> pruebas, <strong>de</strong> alternativas,<br />
<strong>de</strong>rrotas y <strong>de</strong> victorias; con vicisitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>de</strong>sengaños y <strong>de</strong> esperanzas satisfechas...<br />
¿Qué mucho, pues, que al posar su planta sobre la argentada cima <strong>de</strong>l<br />
Potosí, cual si fuese el pe<strong>de</strong>stal <strong>de</strong> su fama, se sublimase a la contemplación i<strong>de</strong>al<br />
<strong>de</strong> la América, libre, gloriosa, tranquila, humillados sus opresores, ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> elementos<br />
<strong>de</strong> prosperidad, ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> elementos <strong>de</strong> prosperidad, y apoyada, por los<br />
votos <strong>de</strong>l mundo liberal? Aquel día <strong>de</strong>bió ser, ciertamente, el más feliz <strong>de</strong> la vida<br />
<strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> (4).»<br />
En efecto, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquella cima argentada, puestos los ojos <strong>de</strong> fuego, a la vez,<br />
en el Atlántico y el Pacífico, vio el Libertador, tras quince años <strong>de</strong> lucha titánica,<br />
<strong>de</strong>sbaratados en los valles <strong>de</strong> América los ejércitos <strong>de</strong> Castilla y <strong>de</strong> León, vencedores<br />
<strong>de</strong> Bonaparte, <strong>de</strong>shechas las escuadras españolas <strong>de</strong> Solomón, Morillo, Hore,<br />
Miyares, Canterac, Odonojú, y tendidos entre el polvo <strong>de</strong> mil combates medio<br />
millón <strong>de</strong> patriotas americanos. Des<strong>de</strong> aquella cumbre vio a Méjico, Centro<br />
América, Cuba, Puerto Rico, Chile, la Argentina con los brazos tendidos hacia él<br />
como a su salvador (5), a Santo Domingo y Panamá incorporadas voluntariamente<br />
a la gran República; a Nueva Granada, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, postradas<br />
a sus pies bendiciéndolo y aclamándolo; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí señaló los lineamientos <strong>de</strong><br />
la actual geografía política <strong>de</strong> América con el nombre <strong>de</strong> uti possi<strong>de</strong>tis jure, como la<br />
constitución internacional <strong>de</strong> lo nuevos Estados; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí vio el Congreso <strong>de</strong> las<br />
naciones reunido, a iniciativa <strong>de</strong> su genio creador, en el istmo <strong>de</strong> Panamá para<br />
echar las bases, por primera vez en el mundo, <strong>de</strong>l arbitraje internacional como<br />
medio <strong>de</strong> dirigir conflictos entre naciones, uno <strong>de</strong> los mayores sueños <strong>de</strong> su vida,<br />
y hoy, principio <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho público americano, y <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho público universal (6);<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí ofrecí a los pueblos libertados las tablas <strong>de</strong> su ley política: tal como la<br />
creyó buena, así la reclamó; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí le echó en cara al doctor Francia su tenebrosa<br />
tiranía y, recordando que el sabio Bonpland yacía aún en las cárceles <strong>de</strong>l<br />
219
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Paraguay, concibió la esperanza <strong>de</strong> libertarle; aun más propuso el restablecimiento<br />
<strong>de</strong> aquella provincia a la Confe<strong>de</strong>ración <strong>de</strong>l Plata, para <strong>de</strong> allí amenazar el imperio<br />
<strong>de</strong>l Brasil. Concibió otro proyecto más audaz todavía: libertar a Cuba y Puerto<br />
Rico, atacar <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las posesiones orientales <strong>de</strong> la Península, fundar una república<br />
en las islas Filipinas, <strong>de</strong>l océano Índico, y, más tar<strong>de</strong>, llevar la guerra a la<br />
misma metrópoli y fundar la república en España (7).<br />
Al dar forma en su cerebro a tales sueños, al cumular razones, pesar, dificulta<strong>de</strong>s,<br />
medios, probabilida<strong>de</strong>s; sus ojos <strong>de</strong>bieron relampaguear pasmosamente<br />
como los <strong>de</strong> un inspirado <strong>de</strong>l cincel al sentir palpitar entre sus mansos su obra<br />
maestra. Como un artista creó él en el i<strong>de</strong>al y lo imposible, y pue<strong>de</strong> reconocerle,<br />
como Taine reconoció a Napoleón, por un hermano póstumo <strong>de</strong> Dante y <strong>de</strong><br />
Miguel Ángel. En efecto, por los contornos precisos <strong>de</strong> la visión, por la intensidad,<br />
la coherencia y la lógica interna <strong>de</strong> su sueño, por lo profundo <strong>de</strong> su meditación,<br />
por la gran<strong>de</strong>za sobre humana <strong>de</strong> sus concepciones, él también es su semejante y<br />
su igual; su genio tiene la misma talla y la misma estructura, sino que Dante o<br />
Miguel Ángel operaron sobre el papel o el mármol, en tanto que los héroes sobre<br />
el hombre vivo, sobre la carne sensible y doliente, trabajaron.<br />
La historia universal no sabe, en verdad, <strong>de</strong> guerrero cuyo caballo <strong>de</strong> batalla<br />
haya ido más lejos y cuyo escenario militar dure más dilatado. Como capitán<br />
igualó a Carlos XII en audacia y a Fe<strong>de</strong>rico en constancia y pericia, superó a<br />
Alejandro, Aníbal y César, por las dificulta<strong>de</strong>s que tuvo que vencer, y sus marchas<br />
a través <strong>de</strong>l continente fueron más largas que las <strong>de</strong> Gengis Khan y Tamerlán. Con<br />
razón, pues, y con noble orgullo americano pudo escribir José Martí: «<strong>Bolívar</strong><br />
recorrió más tierras con las ban<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> la libertad que ningún conquistador con<br />
las <strong>de</strong> la tiranía.» En verdad, jamás mirada <strong>de</strong> hombre alguno ha abarcado imperiosamente<br />
más amplios espacios que la <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquella cumbre andina,<br />
en aquel día <strong>de</strong> gloria, nueve años antes entrevisto, proféticamente, en Casacoima,<br />
y en verdad, <strong>de</strong> todos los héroes, antiguos y mo<strong>de</strong>rnos, quizá <strong>Bolívar</strong> ha sido el<br />
único que alcanzó la divina alegría <strong>de</strong> ver consumada la obra sublime <strong>de</strong> su misión<br />
sobre la tierra.<br />
Él mismo lo <strong>de</strong>cía a Santan<strong>de</strong>r: «Es la primera vez que no tengo nada qué<br />
<strong>de</strong>sear, y que estoy contento con la fortuna.» Vencido el león <strong>de</strong> Iberia, emancipada<br />
la América, fundada para siempre la <strong>de</strong>mocracia en el Nuevo Mundo, sólo<br />
restaba el semidiós la apoteosis crepuscular <strong>de</strong> San Pedro Alejandrino.<br />
220
XXIV<br />
Retrato <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> por G. Miller
<strong>El</strong> general Guillermo Miller, soldado <strong>de</strong> Wéllington, <strong>de</strong> San Martín, <strong>de</strong> Sucre<br />
y <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, héroe <strong>de</strong> Junín y en Ayacucho, y comandante general <strong>de</strong>l Potosí en<br />
el tiempo <strong>de</strong> la entrada triunfal <strong>de</strong>l Libertador, nos <strong>de</strong>jó este retrato <strong>de</strong> su jefe, probablemente<br />
trazado en aquellos días:<br />
«<strong>El</strong> general <strong>Bolívar</strong> es <strong>de</strong>lgado y algo menos <strong>de</strong> regular estatura. Se viste bien<br />
y tiene un modo <strong>de</strong> andar y presentarse franco y militar. Es jinete muy fuerte y<br />
atrevido y capaz <strong>de</strong> resistir gran<strong>de</strong>s fatigas. Sus maneras son buenas y su aire sin<br />
afectación, pero que no predispone mucho en su favor. Se dice que en su juventud<br />
fue <strong>de</strong> bella figura, pero actualmente es <strong>de</strong> rostro pálido, pelo negro con canas y<br />
ojos negros y penetrantes, pero generalmente inclinados a tierra o <strong>de</strong> lado cuando<br />
habla (His eyes are dark and penetrating, but generally downcast, or turned askance, when he<br />
speaks); nariz bien formada, frente alta y ancha y barba afilada; la expresión <strong>de</strong> su<br />
semblante es cautelosa, triste y algunas veces <strong>de</strong> fiereza (The expressión of the countenence<br />
is care-worn, lowering, and, sometimes, rather fierce). Su carácter, viciado por la adulación<br />
es arrogante y caprichoso. Sus opiniones con respecto a los hombres y a las<br />
cosas son variables y tiene casi una propensión a insultar; pero favorece <strong>de</strong>masiado<br />
a los que se le humillan y con éstos no guarda ningún resentimiento.<br />
«Es un apasionado admirador <strong>de</strong>l bello sexo, pero extremadamente celoso.<br />
Tiene adición a valsar y es muy ligero, pero no baila con gracia. Su imaginación y<br />
su persona son <strong>de</strong> una actividad maravillosa; cuando no está en movimiento, está<br />
siempre leyendo, dictando cartas, etc., o hablando. Su voz es gruesa y áspera, pero<br />
habla elocuentemente en casi todas las materias. Su lectura la ha <strong>de</strong>dicado casi<br />
exclusivamente a autores franceses, y <strong>de</strong> ella provienen los galicismos que tan<br />
comúnmente emplea en sus escritos; escribe <strong>de</strong> un modo que hace impresión,<br />
pero su estilo está viciado por una afectación <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>za que <strong>de</strong>sagrada.<br />
Hablando tan bien y fácilmente como lo hace, no es <strong>de</strong> extrañar que prefiera escucharse<br />
a sí mismo, que oír a los <strong>de</strong>más y que mantenga la conversación en las<br />
socieda<strong>de</strong>s que recibe. Da gran<strong>de</strong>s convites, y no hay nadie que tenga cocineros<br />
más hábiles que él ni nadie que dé mejores comidas; pero es tan parco en comer y<br />
beber, que rara vez ocupa su puesto en su propia mesa hasta que casi se ha acabado<br />
223
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
<strong>de</strong> comer, habiendo comido antes probablemente en privado uno o dos platos<br />
simples. Es muy aficionado a los brindis, los cuales anuncia <strong>de</strong>l modo más elocuente<br />
y a<strong>de</strong>cuado, y es tan gran<strong>de</strong> su entusiasmo, que frecuentemente se sube a<br />
la silla o a la mesa para pronunciarlos. Aunque el cigarro es <strong>de</strong> uso corriente en<br />
América <strong>de</strong>l Sur, <strong>Bolívar</strong> no fuma y no permite fumar en su presencia. Nunca está<br />
ni se presenta sin la comitiva correspondiente y guarda una gran etiqueta; y<br />
aunque <strong>de</strong>sinteresado en extremo en lo concerniente a asuntos pecuniarios, es<br />
insaciablemente codicioso <strong>de</strong> gloria (15)».<br />
224
XXV<br />
<strong>Bolívar</strong> en el Tequendama
Hay en la cumbre <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s una llanura irregular, <strong>de</strong> ocho leguas <strong>de</strong><br />
Oriente a Poniente y diez y ocho <strong>de</strong> Norte a Mediodía. Esa vasta llanura andina es<br />
la sabana <strong>de</strong> Bogotá, riquísima en pastos y tierras <strong>de</strong> labor, cubierta <strong>de</strong> innumerables<br />
rebaños y <strong>de</strong> caseríos y ciuda<strong>de</strong>s, entre las cuales se yergue, al pie <strong>de</strong> los cerros<br />
<strong>de</strong> Monserrate y Guadalupe, coronada <strong>de</strong> Blancas torres y amarillentas cúpulas <strong>de</strong><br />
la capital <strong>de</strong> Colombia. <strong>Bolívar</strong> solía <strong>de</strong>cir que el clima <strong>de</strong> esta sabana es uno <strong>de</strong><br />
los más <strong>de</strong>liciosos <strong>de</strong>l mundo, y el caballero Le Moyne, antiguo ministro <strong>de</strong><br />
Francia, quien vivió en Colombia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1828 hasta 1839, dice, en sus Memorias,<br />
muy acertadamente, que lo más exacto para dar i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l clima <strong>de</strong> Bogotá, es <strong>de</strong>cir<br />
que se parece mucho al <strong>de</strong> París en los días <strong>de</strong> la primavera, o <strong>de</strong>l principio <strong>de</strong>l<br />
otoño (1).<br />
Des<strong>de</strong> los cerros que dominan esta ciudad, se ofrece a la vista un mar <strong>de</strong> verdura,<br />
cercado en lontananza por la inmensa cordillera. <strong>El</strong> cielo es <strong>de</strong> un azul obscuro inmaculado.<br />
Catorce torrentes y cien arroyuelos, que se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>n <strong>de</strong> los montes, <strong>de</strong>rraman<br />
sus aguas en el Funza, que discurre perezosamente por en medio <strong>de</strong> la sabana<br />
espléndida, para lanzarse, como un león rugiente, por la cascada <strong>de</strong> Tequendama.<br />
Juan <strong>de</strong> Castellanos, el más antiguo cronista <strong>de</strong>l Nuevo Reino <strong>de</strong> Granada, quien<br />
ya anciano, se recogió en su cuarto <strong>de</strong> Tunja a escribir, en sencillas estrofas, sus <strong>El</strong>egías<br />
<strong>de</strong> Varones ilustres; Juan <strong>de</strong> Castellanos, el más ingenuo <strong>de</strong> nuestros narradores <strong>de</strong> la conquista,<br />
vislumbrando, a través <strong>de</strong> los tiempos, las virtu<strong>de</strong>s, por excelencia, <strong>de</strong> austeridad,<br />
cultura y civismo <strong>de</strong> nuestro pueblo, y la incomparable fertilidad y copia <strong>de</strong><br />
nuestros campos y florestas, refiere que al penetrar los <strong>de</strong>smedrados españoles, por el<br />
Opón, al Nuevo Reino, sabedores <strong>de</strong> las riquezas que los esperaban, se vistieron como<br />
salvajes, <strong>de</strong> mantas coloradas, tocáronse con plumajes, y con voces altas y regocijadas,<br />
clamaban al acercarse a los reales <strong>de</strong> la Tora:<br />
¡Tierra buena! ¡tierra buena!<br />
¡Tierra que pone fin a nuestra pena!<br />
¡Tierra <strong>de</strong> oro, tierra bastecida!<br />
¡Tierra para hacer perpetua casa!<br />
227
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
¡Tierra con abundancia <strong>de</strong> comida!<br />
¡Tierra <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s pueblos, tierra rasa!<br />
¡Tierra don<strong>de</strong> se ve gente vestida,<br />
¡Y a sus tiempos no sabe mal la brasa!<br />
¡Tierra <strong>de</strong> bendición, clara y serena!<br />
¡Tierra que pone fin a nuestra pena!<br />
Y es que, realmente, no hay quizá en el globo otro recinto en que a un<br />
tiempo y perpetuamente se ofrezcan a la vista las flores <strong>de</strong> diversos climas, y tanta<br />
variedad <strong>de</strong> aves. En la sabana <strong>de</strong> Bogotá reina una primavera eterna. Aquí como<br />
en Pestum, todo el año florecen los rosales, hay geranios, violetas, anémonas, hortensias,<br />
camelias azaleas, jazmines y Malabar, <strong>de</strong>l Cabo y <strong>de</strong> la India; todas las<br />
flores que brotan <strong>de</strong> la madre tierra. Pero, al bajar la cordillera, cambia la vegetación,<br />
y el que se asoma a gozar <strong>de</strong>l paisaje <strong>de</strong>scubre las palmeras, los naranjos, las<br />
estancias <strong>de</strong> caña <strong>de</strong> azúcar y sus trapiches, a tiempo que divisa las rocas <strong>de</strong> Cincha<br />
y <strong>de</strong> Canoas, coronadas por una selva <strong>de</strong> pinos y nogales, <strong>de</strong> robles y laureles.<br />
Abajo revuelan, clamoreando, las guacamayas y papagayos habitados <strong>de</strong> la zona<br />
tórrida, en tanto que arriba gime la paloma torcaz y se cierne en las nubes el águila<br />
caudal.<br />
<strong>El</strong> salto <strong>de</strong>l Tequendama, al par que por el sol matinal, está irisado por las más<br />
bellas leyendas. Ved, si no, cómo referían su origen los antiguos muiscas, primeros<br />
habitantes <strong>de</strong> estas comarcas.<br />
En los tiempos más remotos, <strong>de</strong>cían, antes <strong>de</strong> que la luna acompañase a la<br />
tierra, los habitantes <strong>de</strong> la meseta <strong>de</strong> Bogotá vivían como bárbaros, <strong>de</strong>snudos y sin<br />
agricultura, sin leyes y sin culto. De improviso se presentó entre ellos un anciano,<br />
con puntas y collar <strong>de</strong> hechicero, que venía <strong>de</strong> las comarcas situadas al este <strong>de</strong> la<br />
cordillera <strong>de</strong> Chingasa, y cuya barba larga, blanca y espesa, le hacía aparecer como<br />
<strong>de</strong> raza distinta <strong>de</strong> la <strong>de</strong> los indígenas. Se le conocía por los tres nombres <strong>de</strong><br />
Bochica, Nenqueteba y Zuhé, y asemejábase a Manco-Cápac. Enseñó a los hombres<br />
a vestirse, a construir cabañas, a cultivar la tierra y a reunirse en sociedad.<br />
Acompañábale una mujer a quien la tradición da también los tres nombres <strong>de</strong><br />
Chía, Yubecayguaya y Huitaca. De rara belleza y maligna en extremo, contrarió<br />
esta mujer a su esposo en cuanto él emprendía para la dicha <strong>de</strong> los hombres. A su<br />
arte mágica se <strong>de</strong>be el crecimiento <strong>de</strong>l río Funza, cuyas aguas inundaron todo el<br />
valle <strong>de</strong> Bogotá, pereciendo en este diluvio la mayoría <strong>de</strong> los habitantes y salvándose<br />
unos picos sobre las cimas <strong>de</strong> las montañas cercanas. Irritado el anciano,<br />
arrojó a la hermosa Huitaca lejos <strong>de</strong> la tierra; convirtióse en luna entonces,<br />
comenzando a iluminar nuestro planeta durante la noche. Bochica <strong>de</strong>spués,<br />
228
XXV. <strong>Bolívar</strong> en el Tequendama<br />
movido a piedad por la situación <strong>de</strong> los hombres dispersos en las montañas,<br />
rompió con mano potente las rocas, que cerraban el valle por el lado <strong>de</strong> Canoas y<br />
Tequendama, haciendo que por esta abertura corrieran las aguas <strong>de</strong>l lago <strong>de</strong><br />
Funza, reuniendo nuevamente a los pueblos en el valle <strong>de</strong> Bogotá. Edificó ciuda<strong>de</strong>s,<br />
introdujo el culto <strong>de</strong>l Sol y nombró los jefes a quienes confirió el po<strong>de</strong>r eclesiástico<br />
y secular, retirándose luego, bajo el nombre <strong>de</strong> Idacanzas, al santo valle <strong>de</strong><br />
Izaca, cerca <strong>de</strong> Tunja, don<strong>de</strong> vivió en los ejercicios <strong>de</strong> la más austera penitencia por<br />
espacio <strong>de</strong> dos mil años.<br />
Los viajeros que han tenido ocasión <strong>de</strong> contemplar <strong>de</strong> cerca la gran cascada <strong>de</strong><br />
Tequendama, no se admirarán <strong>de</strong> que se atribuya a estas piedras, que parecen talladas<br />
por mano humana, origen milagroso por pueblos groseros; a ese antro estrecho<br />
en que se precipita un río en una profundidad <strong>de</strong> 146 metros; a esos iris <strong>de</strong> los más<br />
peregrinos y brillantes colores, que cambian a cada momento; a esa columna <strong>de</strong><br />
vapores que se levantan como <strong>de</strong>nsa nube, visible <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Bogotá, a cinco leguas <strong>de</strong><br />
distancia. <strong>El</strong> Pissavache y el Staubbach, en Suiza, tienen gran elevación, pero no es<br />
consi<strong>de</strong>rable su masa <strong>de</strong> agua, y mal año para el Niágara y la cascada <strong>de</strong>l Rin, que, al<br />
contrario, ofrecen un enorme volumen <strong>de</strong> agua, pero cuya altura no pasa <strong>de</strong> 50<br />
metros. <strong>El</strong> salto <strong>de</strong> Tequendama, dice Humboldt, reúne todo cuanto pi<strong>de</strong> un sitio<br />
para ser eminentemente pintoresco, y pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que no existe cascada alguna<br />
que presente igual proporción entre la altura consi<strong>de</strong>rable y la gran masa <strong>de</strong> agua.<br />
«<strong>El</strong> Bogotá, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> bañar las al<strong>de</strong>as <strong>de</strong> Chía, Funza y Fontibón, conserva<br />
aún, cerca <strong>de</strong> Canoas, arriba <strong>de</strong>l salto, una anchura <strong>de</strong> 44 metros, que es la mitad<br />
<strong>de</strong> la <strong>de</strong>l Sena, en París, entre el Louvre y el Instituto.»<br />
«Redúcese mucho el río a la proximidad <strong>de</strong> la cascada, don<strong>de</strong> la grieta, que<br />
parece formada por un terremoto, sólo tiene 10 a 12 metros <strong>de</strong> abertura.<br />
«<strong>El</strong> camino que va <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Bogotá al Tequendama, pasa por la al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Soacha,<br />
rica en cosechas <strong>de</strong> trigo. A corta distancia <strong>de</strong> Canoas se disfruta <strong>de</strong> una magnífica<br />
vista, admiración <strong>de</strong>l viajero por los contrastes que presenta. Acaban <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarse<br />
campos labrados y abundantes en trigo y cebada; míranse por todos lados azaleas,<br />
begonias, y también encinas y álamos, y <strong>de</strong> repente se <strong>de</strong>scubre, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un sitio elevado,<br />
a los pies, pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse, un hermoso país don<strong>de</strong> crecen la palmera, el plátano<br />
y el bambú. <strong>El</strong> fondo <strong>de</strong> la cascada, o sea el recipiente don<strong>de</strong> se estrella el<br />
agua con estruendo, escasamente se ve alumbrado por la luz <strong>de</strong>l día. La soledad <strong>de</strong>l<br />
lugar, la riqueza <strong>de</strong> la vegetación y el rimbombante trueno que allí repercute,<br />
hacen <strong>de</strong>l fondo <strong>de</strong> la cascada <strong>de</strong> Tequendama uno <strong>de</strong> los sitios más bellos y salvajes<br />
<strong>de</strong> las cordilleras (2).»<br />
229
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Se compren<strong>de</strong>, pues, que esta maravilla <strong>de</strong> la Naturaleza haya atraído siempre<br />
ilustres visitantes. En 1827 la visitó el duque <strong>de</strong> Montebello. En 1832, el joven<br />
Pedro Bonaparte, hijo <strong>de</strong> Luciano, príncipe <strong>de</strong> Canino, primo <strong>de</strong> Napoleón III, quien<br />
vino a Bogotá con el general Santan<strong>de</strong>r. En 1842, el barón <strong>de</strong> Lita; más tar<strong>de</strong>, el barón<br />
Gross; pero, <strong>de</strong> todos los visitantes <strong>de</strong>l salto <strong>de</strong> Tequendama, ninguno ha <strong>de</strong>jado un<br />
recuerdo tan perdurable como <strong>Bolívar</strong>, <strong>de</strong> ahí que en la portada i<strong>de</strong>ada por Alberto<br />
Urdaneta para el Papel Periódico Ilustrado <strong>de</strong>stacara la sombra <strong>de</strong>l Libertador sobre el<br />
raudal espumoso <strong>de</strong>l salto; <strong>de</strong> ahí que nadie que se acerca a aquel abismo sublime <strong>de</strong>je<br />
<strong>de</strong> traer a su memoria el heroico episodio que nos relata don Juan Francisco Ortiz:<br />
«En 1826, dice, el general <strong>Bolívar</strong> visitó el salto <strong>de</strong> Tequendama, y entusiasmado<br />
con tan magnífica escena, no pudo contenerse y saltó, con botas herradas <strong>de</strong><br />
campaña y espuelas, a una piedra <strong>de</strong> dos metros cuadrados que forma como un<br />
diente en la horrorosa boca <strong>de</strong>l abismo... Un falso, un resbalón, hubieran bastado<br />
para confundirle con las vertiginosa ondas...<br />
«Aquel día acompañaban a <strong>Bolívar</strong> muchos amigos, y entre ellos muchos<br />
militares. De regreso <strong>de</strong>l salto, llegaron a la hacienda <strong>de</strong> Canoas, don<strong>de</strong> el señor<br />
don Fernando Rodríguez, propietario <strong>de</strong> la hacienda, les tenía preparado un<br />
refresco <strong>de</strong> frutas, vinos y colocaciones. Entre trago y trago empezaron a menu<strong>de</strong>ar<br />
los brindis y un oficial llanero echó contra los chapetones uno que hizo reír a<br />
carcajadas. Todos aplaudieron menos el dueño <strong>de</strong> la casa, que se quedó muy serio;<br />
notando lo cual, díjole el Libertador:<br />
«— Señor Rodríguez, ¿por qué no nos acompaña usted a hacer la razón?<br />
«— Porque siendo español, no creo que eso sea razonable.<br />
«— Ojalá tuviésemos muchos patriotas como usted, señor don Fernando —<br />
le contestó <strong>Bolívar</strong> (2).»<br />
<strong>Bolívar</strong> quiso unir siempre su nombre al <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s monumentos <strong>de</strong> la<br />
Naturaleza, o al <strong>de</strong> las ruinas <strong>de</strong> la clásica antigüedad: sobre el monte sacro <strong>de</strong> la<br />
campiña romana jura la libertad <strong>de</strong> su patria; con Humboldt sube al Vesubio;<br />
entre las ruinas <strong>de</strong>l terremoto <strong>de</strong> Caracas pronuncia una <strong>de</strong> sus palabras épicas y<br />
memorables; atraviesa los An<strong>de</strong>s obscureciendo a Aníbal; escala el Chimborazo;<br />
visita «las encantadas fuentes amazónicas», el templo <strong>de</strong>l Sol en Cuzco, el lago<br />
Titicaca, y una tar<strong>de</strong>, <strong>de</strong> inmarcesible gloria, levanta en sus propias manos el tricolor<br />
colombiano sobre la cumbre <strong>de</strong>l Potosí.<br />
230
En el Tequendama, con temerario gesto <strong>de</strong> Prometeo, <strong>de</strong>safía el peligro y<br />
parece <strong>de</strong>cir al pavoroso abismo:<br />
¡Soy tan bravo con tú, y no temo tu fascinación ni tu estruendo; más, si<br />
sucumbo, tendré en tu gran<strong>de</strong>za tumba digna <strong>de</strong> mí, y a tu gloria, que es <strong>de</strong> la<br />
Naturaleza, se unirá la mía; que es <strong>de</strong> la Humanidad!<br />
Retrato <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> por Her<strong>de</strong>rson<br />
XXV. <strong>Bolívar</strong> en el Tequendama<br />
A ese tiempo se refiere este retrato <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, trazado por Mr. Her<strong>de</strong>rson,<br />
cónsul general <strong>de</strong> la Gran Bretaña en Colombia, en nota al canciller Carning, <strong>de</strong><br />
28 <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1826.<br />
«La estatura <strong>de</strong>l general <strong>Bolívar</strong> no es tan pequeña como generalmente se<br />
dice. Es <strong>de</strong>lgado, pero tiene las más finas proporciones. Su tez es ahora obscura a<br />
causa <strong>de</strong> su vida pasada a la intemperie. Cuando no habla, su semblante toma el<br />
tinte <strong>de</strong> la melancolía. Su pelo es negro, ligeramente rizado y tan bien dispuesto<br />
por la Naturaleza, que <strong>de</strong>ja <strong>de</strong>spejada su ancha frente. Ojos obscuros y vivos.<br />
Nariz romana. Boca notablemente bella. Barba más bien puntiaguda. Cuando le<br />
hablan baja regularmente la vista, circunstancia que permite a su interlocutor<br />
hablar sin ser perturbado por la viva penetración <strong>de</strong> su mirada. Su voz es algo<br />
ruda, pero él sabe mo<strong>de</strong>rarla haciendo grata la conversación con su franqueza y<br />
exquisita amabilidad. Su presencia es distinguida y atrayente, con todos es con<strong>de</strong>scendiente<br />
y afable. Cabalga y camina con gracia y baila el vals con animación y<br />
elegancia. Tiene la <strong>de</strong>streza y tacto <strong>de</strong> un gran orador, llegando en ocasiones hasta<br />
la elocuencia. La viveza <strong>de</strong> su ingenio, ya sea produciéndose en público, ya en conversaciones<br />
confi<strong>de</strong>nciales, pue<strong>de</strong> compararse con su <strong>de</strong>cisión y presencia <strong>de</strong><br />
ánimo como general (4).»<br />
231
XXVI<br />
Conjurados septembrinos
Disuelta la Convención <strong>de</strong> Ocaña, que <strong>de</strong>bía reformar la Constitución <strong>de</strong><br />
Cúcuta <strong>de</strong> 1821, <strong>Bolívar</strong> regresó a Bogotá, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tres meses <strong>de</strong> permanencia<br />
en Bucaramanga, y asumió la dictadura por medio <strong>de</strong> un <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> fecha 27 <strong>de</strong><br />
agosto <strong>de</strong> 1828. Don Joaquín Mosquera, amigo íntimo <strong>de</strong>l Libertador, refiere en<br />
una carta dirigida a Larrazábal, <strong>de</strong> Popayán, el 4 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1869, los esfuerzos<br />
que hizo entonces como miembro <strong>de</strong>l Consejo <strong>de</strong> Estado para que el Libertador<br />
<strong>de</strong>sistiera <strong>de</strong> la presi<strong>de</strong>ncia vitalicia que pretendía establecer en Colombia con el<br />
asentimiento <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más consejeros. <strong>El</strong> Libertador oyó a Mosquera, y expidió<br />
sólo el citado <strong>de</strong>creto orgánico <strong>de</strong> 27 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1828 (1).<br />
Los adversarios <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, aprovechándose <strong>de</strong> la oposición que halló en la<br />
juventud <strong>de</strong> Bogotá el <strong>de</strong>creto orgánico <strong>de</strong> la dictadura, formaron una junta revolucionaria<br />
<strong>de</strong>stinada a dar en tierra con el dictador, y, al efecto, se reunieron por<br />
última vez, a las 10 <strong>de</strong> la noche <strong>de</strong>l 24 <strong>de</strong> septiembre, en casa <strong>de</strong>l poeta Luis Vargas<br />
Tejada, joven exaltado, quien los arengó con toda la viveza <strong>de</strong> su imaginación, y<br />
<strong>de</strong> allí salieron los conjurados aquella noche, distribuidos en partidas, a consumar<br />
su intento. Unos <strong>de</strong>bían sorpren<strong>de</strong>r el cuartel <strong>de</strong>l batallón Vargas, otros, sacar <strong>de</strong><br />
su prisión al general Padilla para que encabezara la revolución, y los <strong>de</strong>más atacar<br />
el palacio y pren<strong>de</strong>r a <strong>Bolívar</strong>. Las partidas <strong>de</strong>bían obrar a un tiempo, al sonar la<br />
campanada <strong>de</strong> las doce en el reloj <strong>de</strong> la catedral.<br />
«Pocas noches, dice un cronista <strong>de</strong> aquellos días, habían lucido tan claras y<br />
serenas sobre la sabana <strong>de</strong> Bogotá como la <strong>de</strong>l 24 al 25 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1828. La<br />
luna estaba en la mitad <strong>de</strong> su carrera, cuando rompió el silencio que reinaba en la<br />
ciudad dormida la campana <strong>de</strong> las doce (2).»<br />
Los conjurados se pusieron en movimiento. Libertaron a Padilla, pero este<br />
resistió a salir, temblando ante la enormidad <strong>de</strong>l crimen que se le proponía, ¡él,<br />
que jamás había temblado en los combates! Atacaron el cuartel <strong>de</strong>l batallón<br />
Vargas, pero fueron rechazados. Por su parte, los asaltantes <strong>de</strong>l Libertador, que<br />
aguardaban la hora convenida en la plazuela <strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong> San Carlos, salieron al<br />
oír las doce, botaron sus capas y se encaminaron, con los puñales <strong>de</strong>senvainados y<br />
235
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
las pistolas amartilladas hacia el palacio, don<strong>de</strong> apuñalearon al centinela y a los<br />
que guardaban la escalera. Luego penetraron en los salones y empezaron a buscar<br />
a <strong>Bolívar</strong>. De labios <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los conjurados vamos a saber lo que ocurrió en<br />
aquellos <strong>de</strong>cisivos instantes:<br />
«Brillaba la luna llena con una claridad émula <strong>de</strong> la luz <strong>de</strong>l sol, y todo el<br />
mundo había podido ver los conjurados armados que andaban por las calles, y<br />
gran número <strong>de</strong> ellos que entraban a la casa <strong>de</strong> Vargas Tejada, o salían <strong>de</strong> ella. Sin<br />
falta se sabría al día siguiente esta circunstancia; nuestro plan sería <strong>de</strong>scubierto y<br />
frustrado, y todos los comprometidos seríamos entregados a la cuchilla <strong>de</strong>l verdugo,<br />
o lanzados <strong>de</strong> nuestra patria, quedando ella privada <strong>de</strong> un jefe constitucional<br />
y <strong>de</strong> los <strong>de</strong>fensores <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>rechos.<br />
«Habíamos llegado a un punto <strong>de</strong> don<strong>de</strong> no podíamos retroce<strong>de</strong>r sin per<strong>de</strong>rnos,<br />
per<strong>de</strong>r con nosotros la causa <strong>de</strong> la libertad en nuestro país...<br />
«Doce ciudadanos, unidos a veinticinco soldados, al mando <strong>de</strong>l comandante<br />
Carujo, fuimos <strong>de</strong>stinados a formar la entrada <strong>de</strong>l palacio y coger vivo o muerto a<br />
<strong>Bolívar</strong>. Iba con nosotros dos Agustín Horment, francés <strong>de</strong> origen, quien fue el<br />
primero que, arrojándose a la puerta <strong>de</strong> palacio, hirió mortalmente al centinela y<br />
franqueó el paso a los que lo acompañábamos. Entramos inmediatamente, sin<br />
otra resistencia que la <strong>de</strong>l cabo <strong>de</strong> guardia, quien recibió una herida mortal <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> haber dado un sablazo al heroico joven Pedro Celestino Azuero. <strong>El</strong> resto<br />
<strong>de</strong> la guardia, que ascendía a unos cuarenta soldados selectos mandados por un<br />
valiente capitán, fue rendido y <strong>de</strong>sarmado por la tropa que mandaba el comandante<br />
Carujo, sin que hubiese necesidad <strong>de</strong> un solo tiro <strong>de</strong> fusil.<br />
«Nos hallábamos, pues, en posesión <strong>de</strong>l palacio y era preciso penetrar hasta el<br />
dormitorio <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Subí el primero la escalera, y, con riesgo <strong>de</strong> mi vida, <strong>de</strong>sarmé<br />
al centinela <strong>de</strong>l corredor alto, sin herirlo. Quedó libre el paso, y seguimos a<br />
forzar las puertas que conducían al cuarto <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, guiados por el valiente joven<br />
Juan Miguel Acevedo, que había tomado el farol <strong>de</strong> la escalera para alumbrarnos.<br />
«Cuando hubimos forzado las primeras puertas, salió a nuestro encuentro, en<br />
la obscuridad y <strong>de</strong>svestido, el teniente Andrés Ibarra, a quien uno <strong>de</strong> los conjurados<br />
<strong>de</strong>scargó un golpe <strong>de</strong> sable en el brazo, creyendo que era <strong>Bolívar</strong>. Iba a segundar<br />
el golpe pero Ibarra gritó, y yo <strong>de</strong>tuve al agresor, habiendo conocido a aquél<br />
en la voz.<br />
236
XXVI. Conjurados septembrinos<br />
«Zuláibar y P. C. Azuero empezaron a gritar vivas a la libertad, y <strong>Bolívar</strong>, alarmado,<br />
y sospechando lo que sucedía, se arrojó a la calle por una ventana, y fue a<br />
ocultarse <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> un puente <strong>de</strong>l río <strong>de</strong> San Agustín. Cuando rompimos, pues, la<br />
puerta <strong>de</strong> su cuarto <strong>de</strong> dormir, ya <strong>Bolívar</strong> se había salvado. Nos salió al encuentro<br />
una hermosa señora, con una espada en la mano, y con admirable presencia <strong>de</strong><br />
ánimo y muy cortésmente nos preguntó qué queríamos; correspondimos con la<br />
misma cortesía, y tratamos <strong>de</strong> saber por ella en dón<strong>de</strong> estaba <strong>Bolívar</strong>. Alguno <strong>de</strong><br />
los conjurados llegó poco <strong>de</strong>spués, y profirió algunas amenazas contra aquella<br />
señora y yo me opuse a que las realizara, manifestándole que no era aquel el objeto<br />
que nos conducía allí. Procedimos a buscar a <strong>Bolívar</strong>, y un joven negro, que le<br />
servía, nos informó que se había arrojado a la calle por la ventana <strong>de</strong> su cuarto <strong>de</strong><br />
dormir. Nos asomamos algunos a aquella ventana, que Carujo había <strong>de</strong>scuidado<br />
<strong>de</strong> guardar, y adquirimos la certidumbre <strong>de</strong> que <strong>Bolívar</strong> se había escapado.<br />
«Entretanto tronaba el cañón <strong>de</strong>l batallón <strong>de</strong> artillería contra las puertas <strong>de</strong>l cuartel<br />
<strong>de</strong>l Vargas, y un fuego vivo <strong>de</strong> fusilería se había empeñado en la calle entre los dos<br />
cuerpos. Vi que se había frustrado nuestro plan, y me dirigí a la calle para escaparme<br />
con Azuero, Acevedo, Ospina y otros... Permanecíamos en la puerta <strong>de</strong>l palacio consultando<br />
el partido que <strong>de</strong>bíamos tomar, cuando oímos el fuego <strong>de</strong> fusilería en lapaza<br />
<strong>de</strong> la Catedral... Yo me separé allí <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más conjurados, y con el doctor Mariano<br />
Ospina seguí hasta la esquina <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> Moneda, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> él tomó otro camino,<br />
y yo me fui para mi casa a tomar mi caballo para huir <strong>de</strong> la capital (3).»<br />
<strong>Bolívar</strong> estaba durmiendo en su cama al lado <strong>de</strong> Manuelita Sáenz, <strong>de</strong>spertó al<br />
ruido <strong>de</strong> los asesinos y al instante se vistió con rapi<strong>de</strong>z, abrió el balcón que da<br />
frente al teatro Colón, y saltó a la calle al mismo tiempo en que Horment y<br />
Zaláibar forzaron la puerta y entraron en su alcoba disparando una pistola y blandiendo<br />
sus puñales. Afortunadamente no advirtieron el salto <strong>de</strong>l presi<strong>de</strong>nte, y éste<br />
pudo caer <strong>de</strong> pie sin lastimarse, vestido con una levita, en chinelas, que no hacían<br />
ruido (4). Ya en la calle, tomó hacia el Oriente, dobló el Sur, y se ocultó en el<br />
puente <strong>de</strong>l Carmen, <strong>de</strong>l cual salió al oír pasar una partida que lo vitoreaba, dirigiéndose<br />
en seguida a la Plaza Mayor, don<strong>de</strong> fue recibido entre aclamaciones por<br />
sus amigos y oficiales que lo abrazaban como a su padre. A las cuatro <strong>de</strong> la mañana<br />
regresó a palacio; y aquí ce<strong>de</strong>mos la palabra a don Joaquín Mosquera:<br />
«Luego que se supo en la mañana <strong>de</strong>l 26 <strong>de</strong> septiembre el atentado contra la<br />
vida <strong>de</strong>l Libertador, me apresuré a trasladarme al palacio <strong>de</strong>l Gobierno, y<br />
habiendo entrado hallé que el mayordomo <strong>de</strong> Su Excelencia, José Palacios, estaba<br />
en cama con flexión en un brazo; que el doctor Moore, médico <strong>de</strong> cámara, estaba<br />
también gravemente enfermo en cama; que <strong>de</strong> los e<strong>de</strong>canes <strong>de</strong>l Libertador, el<br />
237
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
coronel O’Leary se hallaba ausente en una comisión; el coronel Santana había sido<br />
<strong>de</strong>spedido, y sólo le quedaba el joven Andrés Ibarra, gravemente herido en el<br />
brazo <strong>de</strong>recho por el sablazo que le había dado Carujo, uno <strong>de</strong> los conjurados,<br />
<strong>de</strong>jando manchada con su sangre la sal <strong>de</strong> recibo. Carecía, pues, el Libertador <strong>de</strong><br />
los servicios <strong>de</strong> todos sus familiares cuando más había menester <strong>de</strong> ellos.<br />
Viniendo él a mi encuentro con un semblante pálido y melancólico, observé<br />
que estaba afectado <strong>de</strong> una tos seca pulmonar, y, procurando no <strong>de</strong>jar conocer mi<br />
alarma, le pregunté si ya se había dado un baño caliente a los pies, para mitigar aquella<br />
tos y prevenir en tiempo las malas consecuencias <strong>de</strong> la humedad que durante la<br />
noche había cogido en el río <strong>de</strong> San Agustín. Él me contestó: «No he aplicado nada<br />
ni me he <strong>de</strong>sayunado», y serían las nueve <strong>de</strong>l día. Entonces le supliqué que se recogiese<br />
a su dormitorio, y habiéndose prestado a ello, le dí el brazo y le acompañé hasta<br />
su lecho. Mientras se <strong>de</strong>snudaba fui a la cocina y or<strong>de</strong>né calentar un perol <strong>de</strong> agua<br />
para darle un baño <strong>de</strong> pies y preparar una tisana caliente <strong>de</strong> amapolas con goma.<br />
Cuando regresé a su alcoba lo hallé en su cama, y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> informarle lo que había<br />
or<strong>de</strong>nado y <strong>de</strong> expresarle mi <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> que <strong>de</strong>jando al Consejo <strong>de</strong> ministros dictar las<br />
disposiciones que requería la situación, se ocupase solamente en restaurar su salud,<br />
sin premeditación alguna prorrumpí en estas palabras: «Mi general, si esto ha sucedido<br />
con el <strong>de</strong>creto orgánico provisorio, ¿qué habría sido si hubiese usted otorgado<br />
la Constitución vitalicia? Entonces me contestó exhalando un suspiro: «¡Ah,<br />
Mosquera! todo el tiempo que permanecí bajo el puente <strong>de</strong>l Carmen pensaba en<br />
todo lo que usted me dijo impugnando el proyecto <strong>de</strong> esa Constitución. Usted es el<br />
único hombre que me ha hablado la verdad (5).»<br />
La primera opinión <strong>de</strong>l Libertador, según doña Manuela Sáenz, su querida,<br />
fue la <strong>de</strong> perdonar a todos los conjurados; mas el héroe, <strong>de</strong>sgraciadamente, prestó<br />
oídos a los malos consejeros, y, <strong>de</strong>sconociendo el dictamen <strong>de</strong>l Consejo marcial<br />
nombrado por él mismo para juzgarlos, fueron sumariamente con<strong>de</strong>nados la<br />
mayor parte y ejecutados catorce. <strong>El</strong> 30 <strong>de</strong> septiembre: Homent, Zaláibar, Silva,<br />
Galindo López; el 2 <strong>de</strong> octubre: Guerra y Padilla, y el 14 <strong>de</strong>l mismo mes Azuero<br />
Hiniestrosa, un sargento y cuatro soldados <strong>de</strong>l batallón <strong>de</strong> artillería. Los <strong>de</strong>más<br />
conspiradores salieron para Cartagena y otros lugares a <strong>de</strong>stierros y presidios,<br />
penas por las cuales se les había conmutado la <strong>de</strong> muerte (6).<br />
En carta al general Mariano Montilla <strong>de</strong> fecha 30 <strong>de</strong> septiembre 1828,<br />
<strong>Bolívar</strong> le comunicaba estas afiliaciones <strong>de</strong> los conjuros que aún no se había<br />
logrado aprehen<strong>de</strong>r:<br />
238<br />
«Están todavía por aprehen<strong>de</strong>r algunos <strong>de</strong> los principales conspiradores.
XXVI. Conjurados septembrinos<br />
«Carujo, oficial <strong>de</strong>l Estado Mayor, hombre <strong>de</strong> poco más <strong>de</strong> cinco pies, originalmente<br />
rubio, pero <strong>de</strong> una tez marchita y como <strong>de</strong> veintisiete a veintiocho años.<br />
«Florentino González, joven como <strong>de</strong> veintidós a veintitrés años, ojos casi<br />
negros, pelo negro, cosa <strong>de</strong> cinco y medio pies <strong>de</strong> alto, <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ntado a<strong>de</strong>lante, cejijunto,<br />
boca gran<strong>de</strong> y labios algo vueltos.<br />
«Luis Vargas Tejada, <strong>de</strong>lgado <strong>de</strong> cuerpo, cosa <strong>de</strong> cinco pies y tres o cuatro pulgadas<br />
<strong>de</strong> alto, cara extraordinariamente larga, distancia, <strong>de</strong> la boca al extremos <strong>de</strong><br />
la barba, bastante excesiva, la barba puntiaguda y poblada, al andar inclinado a<strong>de</strong>lante<br />
con el semblante siempre echado afuera; era uno <strong>de</strong> los secretarios <strong>de</strong> la<br />
Convencion (7).»<br />
<strong>Bolívar</strong>, vengado cruelmente por Urdaneta, jamás se restableció <strong>de</strong> la honda<br />
y dolorosa impresión que le causaron los puñales <strong>de</strong> septiembre. Des<strong>de</strong> aquel día<br />
llevó en su corazón la saeta envenenada que <strong>de</strong>bía conducirlo al sepulcro.<br />
Años más tar<strong>de</strong> se colocó sobre la ventana por don<strong>de</strong> se escapó <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>l<br />
palacio <strong>de</strong> San Carlos una lápida <strong>de</strong> mármol con esta inscripción en letras <strong>de</strong><br />
oro:<br />
Siste parumper spectatur Grandum<br />
si vacas miraturus viam salutis<br />
qua se liberavit<br />
Pater salvatorque patriae<br />
Simón <strong>Bolívar</strong><br />
In nefanda nocte septembrina<br />
An MDCCCXXVIII<br />
Uno <strong>de</strong> aquellos septembrinos era un adolescente forjado a la antigua, <strong>de</strong> las<br />
más bella inteligencia y <strong>de</strong>l más noble carácter, imberbe, frisaba apenas en los<br />
veintiún años, cursante <strong>de</strong> jurispru<strong>de</strong>ncia y tan aprovechado que al propio tiempo<br />
era profesor <strong>de</strong> filosofía en San Bartolomé. Este joven <strong>de</strong> Platón llamábase Pedro<br />
Celestino Azuero. Cuando para ponerlo en capilla lo sacaron <strong>de</strong> su prisión y lo<br />
pasaron <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> la <strong>de</strong> su amigo y condiscípulo Ezequiel rijas, al<br />
verlo, le dijo: «¡Adiós amigo mío! ¡Hasta la eternidad! A mis amigos toca inmortalizar<br />
mi nombre.» Al ser interrogado acerca <strong>de</strong> los móviles que lo habían conducido<br />
a atentar contra la vida <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, expuso serenamente sus i<strong>de</strong>as y propósitos,<br />
y confesó su participación. Más aún, ya en el patíbulo, como lo importunara un<br />
sacerdote que porfiaba por confesarlo: «No me confieso, respondió, porque el<br />
239
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
único remordimiento que llevo al sepulcro es el <strong>de</strong> no haber dado muerte al tirano<br />
<strong>de</strong> mi patria.»<br />
Otros <strong>de</strong> los conjurados eran también adolescentes nobilísimos <strong>de</strong> talento y<br />
halagüeñas esperanzas:<br />
Ezequiel Rojas, inolvidable y libérrimo maestro <strong>de</strong> una altiva generación<br />
colombina: Florentino González, continuador <strong>de</strong>l apostolado <strong>de</strong> don Andrés<br />
Bello en las Repúblicas <strong>de</strong>l Sur; Rafael Mendoza y Emigdio Briceño, más tar<strong>de</strong><br />
generales.<br />
Luis Vargas Tejada, humanista <strong>de</strong> admirable precocidad, estudió el griego,<br />
el hebreo y el árabe: fue uno <strong>de</strong> los fundadores <strong>de</strong> nuestro teatro nacional con<br />
sus tragedias Sugamuxi, Sacquezazipa, Witikindo y Doraminta, todas en verso y<br />
sobre temas indígenas; con la traducción <strong>de</strong>l Demetrio <strong>de</strong> Metastasio y la comedia<br />
satírica Las convulsiones, poeta, <strong>de</strong>jó luminosas huellas <strong>de</strong> su ingenio en ensayos<br />
en lenguas muertas y en francés, alemán e inglés (8). Escribió también un<br />
monólogo patriótico, Catón <strong>de</strong> Útica, que fue popular en nuestros teatros. En<br />
1828 fue electo por Bogotá diputado a la Convención <strong>de</strong> Ocaña, <strong>de</strong> la cual fue<br />
secretario; disuelta esa Asamblea, y nombrado Santan<strong>de</strong>r ministro en los<br />
Estados Unidos, lo <strong>de</strong>signó a él como su auxiliar. La noche <strong>de</strong>l 25 <strong>de</strong> septiembre<br />
a tiempo <strong>de</strong> partir <strong>de</strong> su casa los conspiradores, les dio la siguiente estrofa que<br />
todos copiaron en sus carteras:<br />
Si a <strong>Bolívar</strong> la letra con que empieza,<br />
Y aquella con que acaba le quitamos,<br />
Oliva, <strong>de</strong> la paz símbolo, hallamos.<br />
Esto quiere <strong>de</strong>cir que la cabeza<br />
Al tirano, y los pies, cortar <strong>de</strong>bemos<br />
Si es que una paz durable apetecemos.<br />
Fracasada la conjuración, Vargas Tejada, perseguido, huyó hacia los llanos <strong>de</strong><br />
Casanare y se asiló en una caverna <strong>de</strong> la hacienda <strong>de</strong> Ticha, <strong>de</strong> propiedad <strong>de</strong>l general<br />
J.J. Neira, don<strong>de</strong> vivió como un troglodita durante catorce meses:<br />
240<br />
Un giro anual el sol ha completado<br />
Des<strong>de</strong> que ausente y solitario moro<br />
En mi lóbrega tumba confinado.
De allí salió el 9 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1829 con propósito <strong>de</strong> dirigirse a los<br />
Estados unidos, y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> vagar por selvas vírgenes y <strong>de</strong>siertos, pereció ahogado<br />
en una avenida <strong>de</strong>l río Vijua (9). Tenía veintisiete años.<br />
Sobre tan valiente poeta y tribuno, llamado en buena hora el Chénier colombiano,<br />
escribió Menén<strong>de</strong>z Pelayo: «Era un tipo perfecto <strong>de</strong> conspirador <strong>de</strong> buena fe,<br />
<strong>de</strong> tiranicida <strong>de</strong> colegio clásico, admirador <strong>de</strong> Bruto y <strong>de</strong> Catón, en cuya boca ponía<br />
interminables romanzones en<strong>de</strong>casílabos contra el dictador y la dictadura.»<br />
Sobre su trágica vida pasó como un Sino fatal que él expresó en unas lúgubres<br />
estrofas A los poetas castellanos:<br />
A los rigores <strong>de</strong> una suerte acerba<br />
<strong>El</strong> hado me arrojó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cuna<br />
Cual flor ignota entre la humil<strong>de</strong> hierba.<br />
Privado <strong>de</strong>l favor <strong>de</strong> la fortuna,<br />
Mi ingenio sin apoyo y sin cultivo,<br />
Vio transcurrir la edad más oportuna (10).<br />
XXVI. Conjurados septembrinos<br />
Don Mariano Ospina, otro <strong>de</strong> los septembrinos, empuñó el bastón <strong>de</strong> primer<br />
magistrado <strong>de</strong> la República, y aun en su ancianidad no sintió remordimiento por<br />
haber concurrido, puñal en mano, a la alcoba <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Sobre ese antiguo presi<strong>de</strong>nte<br />
<strong>de</strong> la Confe<strong>de</strong>ración Granadina nos <strong>de</strong>jó la vigorosa pluma <strong>de</strong> Carlos<br />
Martínez Silva esta hermosa página:<br />
«Durante la corta permanencia <strong>de</strong> don Mariano Ospina Rodríguez en<br />
Bogotá, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la guerra <strong>de</strong> 1876, tuve particular empeño en que él dictara sus<br />
Memorias, que habrían sido <strong>de</strong> singular interés y <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> enseñanza, y a ese<br />
efecto me propuse tocarle varios temas <strong>de</strong> nuestra historia política, con el propósito<br />
<strong>de</strong> tomar al menos algunos apuntamientos.<br />
«Uno <strong>de</strong> esos temas fue el <strong>de</strong> la conspiración <strong>de</strong>l 25 <strong>de</strong> septiembre, y con la<br />
natural timi<strong>de</strong>z que el respeto me inspiraba, pregunté a don Mariano cuál había<br />
sido su participación en aquellos sucesos. Con toda naturalidad y sencillez me dijo<br />
entonces poco más o menos, lo siguiente:<br />
«Era yo en aquella época un mozo entusiasta por la causa <strong>de</strong> la libertad y <strong>de</strong>l régimen<br />
civil, pero <strong>de</strong> muy poca significación, pues apenas figuraba como empleado o<br />
241
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
pasante <strong>de</strong> un colegio privado que tenía el señor Triana por San Victorino. Fui<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio iniciado, por mi amistad con Zuláibar, en los planes que se<br />
tramaban contra <strong>Bolívar</strong> para <strong>de</strong>rrocar la dictadura. <strong>El</strong> <strong>de</strong>finitivamente acordado<br />
fue el <strong>de</strong> alzarnos en armas con un batallón con el cual se contaba, retirarnos<br />
a Zipaquirá, o a algún otro punto cercano a la capital, librar un<br />
combate, y si el triunfo nos favorecía, pren<strong>de</strong>r y juzgar a <strong>Bolívar</strong> con todas las<br />
formalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l caso. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> asesinar al Libertador por un golpe <strong>de</strong> mano,<br />
no entraba por entonces en nuestros planes.<br />
Hacía algunos días que no subía yo a la parte alta <strong>de</strong> la ciudad, y en la<br />
tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l 25 <strong>de</strong> septiembre vine a informarme <strong>de</strong> lo que pasaba. Me encontré<br />
con un amigo <strong>de</strong> los iniciados, el cual me dijo que la conspiración había sido<br />
<strong>de</strong>scubierta, y que se había resuelto dar esa misma noche el golpe para asesinar<br />
a <strong>Bolívar</strong>, agregándome que los conjurados reunidos en casa <strong>de</strong> Vargas Tejada.<br />
Aquella noticia me contrarió vivamente, y en tal virtud me dirigí al lugar indicado.<br />
Los principales comprometidos se habían ya retirado <strong>de</strong> la junta y a los<br />
que en ella encontré les manifesté que yo no aprobaba en manera alguna el<br />
pensamiento <strong>de</strong> asesinar a <strong>Bolívar</strong>. Dijéronme que era ya imposible cambiar lo<br />
acordado, y que si yo tenía miedo podía retirarme. Esta palabra picó mi amor<br />
propio, y resolví aceptar el papel secundario que se me señaló.»<br />
«Hecha esta relación, y animado yo por la espontaneidad <strong>de</strong> don Mariano,<br />
me atreví a hacerle una nueva pregunta en estos términos: Después <strong>de</strong> tantos años<br />
y <strong>de</strong> tan larga experiencia, ¿cómo juzga usted hoy la conducta <strong>de</strong> los comprometidos<br />
en el 25 <strong>de</strong> septiembre?<br />
«No me contestó directamente a esta pregunta don Mariano; pero percibí<br />
en su mirada un brillo particular y su voz tomó un tono <strong>de</strong> energía calurosa al<br />
<strong>de</strong>cirme lo siguiente:<br />
«Uste<strong>de</strong>s los <strong>de</strong> esta generación no pue<strong>de</strong>n juzgar con imparcialidad aquel<br />
suceso. Para eso sería necesario apreciar las circunstancias <strong>de</strong> la época. <strong>El</strong> predominio<br />
militar era entonces verda<strong>de</strong>ramente insoportable, y diarios los vejámenes<br />
y humillaciones a que eran sometidos, en especial por pare <strong>de</strong> los<br />
venezolanos, los que no figuraban entre los sostenedores <strong>de</strong> la dictadura.»<br />
«Esta respuesta me dio a enten<strong>de</strong>r claramente que don Mariano Ospina,<br />
que fue siempre tan ardoroso amante <strong>de</strong> la libertad, no sentía remordimiento<br />
por aquel que se ha llamado pecado <strong>de</strong> su juventud (11).»<br />
242
XXVI. Conjurados septembrinos<br />
En aquel tiempo don Mariano Ospina, el que hizo echar a vuelo las campanas<br />
<strong>de</strong> la catedral <strong>de</strong> Bogotá cuando llegó a esta cumbre andina la nueva <strong>de</strong> la<br />
revolución libertaria <strong>de</strong>l 48, en aquel tiempo, Ospina, sin duda, había leído ya a<br />
Montesquieu y al Padre Juan <strong>de</strong> Mariana, quien nos <strong>de</strong>jó una página <strong>de</strong> oro que<br />
podría ser la tabla <strong>de</strong> salvación <strong>de</strong> ciertos países <strong>de</strong> nuestra América, justamente <strong>de</strong><br />
los libertados por <strong>Bolívar</strong>. A esa discreta admonición <strong>de</strong>be tan Reverendo Padre la<br />
inmortalidad que bien se merece:<br />
«Es preciso, a<strong>de</strong>más, tener en cuenta que han merecido en todos tiempos<br />
gran<strong>de</strong>s alabanzas los que han atentado contra la vida <strong>de</strong> los tiranos. ¿Por qué fue<br />
puesto en las nubes el nombre <strong>de</strong> Trasíbulo sino por haber libertado a su patria <strong>de</strong><br />
los treinta reyes que la tenían oprimida? ¿Por qué fueron tan pon<strong>de</strong>rados<br />
Aristogitón y Harmodio? ¿Por qué los dos Brutos, cuyos elogios van repitiendo<br />
con placer la nuevas generaciones y están ya legitimados por la autoridad <strong>de</strong> los<br />
pueblos?... Cayo sucumbió a las manos <strong>de</strong> Quercas; Dominiciano, a las <strong>de</strong><br />
Esteban; Caracalla, a las <strong>de</strong>l yerno <strong>de</strong> Marcial; Heliogábalo, a las lanzas <strong>de</strong> las<br />
guardias pretorianas. Y ¿quién, repetimos, vituperó jamás la audacia <strong>de</strong> esos hombres?...<br />
¿Quién creerá sólo disimulable y no digno <strong>de</strong> elogio a quien con peligro <strong>de</strong><br />
su vida trate <strong>de</strong> redimir al pueblo <strong>de</strong> sus tiranos? Importa poco que hayamos <strong>de</strong><br />
poner en peligro la riqueza, la salud, la vida; a todo trance hemos <strong>de</strong> salvar la patria<br />
<strong>de</strong>l peligro, a todo trance hemos <strong>de</strong> salvarla <strong>de</strong> su ruina... Y no sólo resi<strong>de</strong> esta<br />
facultad en el pueblo, resi<strong>de</strong> hasta en cualquier particular que, <strong>de</strong>spreciando su<br />
propia vida, quiera empeñarse en ayudar <strong>de</strong> esta suerte la República... Es siempre<br />
saludable que estén persuadidos los que mandan <strong>de</strong> que, si oprimen la República,<br />
están sujetos a se asesinados, no sólo con <strong>de</strong>recho, sino hasta con aplauso y gloria<br />
<strong>de</strong> las generaciones veni<strong>de</strong>ras (12).»<br />
Los adolescentes conjurados <strong>de</strong> 1828, en la clarísima noche <strong>de</strong>l 25 <strong>de</strong> septiembre,<br />
colocaron la primera piedra <strong>de</strong> la sociedad civil en Colombia, y la regaron<br />
con su sangre, licor con que siempre se han rociado los cimientos <strong>de</strong> las<br />
gran<strong>de</strong>s conquistas <strong>de</strong> la conciencia humana; con su arrojo y <strong>de</strong>nuedo fundieron<br />
a perpetuidad, como un bronce invulnerable, nuestro genuino carácter nacional y<br />
fueron lo verda<strong>de</strong>ros fundadores <strong>de</strong> nuestra República <strong>de</strong>mocrática y constitucional.<br />
Si <strong>Bolívar</strong>, son su maravilloso genio y su espada sin par, fue impotente para<br />
<strong>de</strong>struirla, más lo serán, como hasta hoy lo fueron, los pigmeos que en el futuro<br />
atenten contra ella.<br />
En vísperas <strong>de</strong> la Conjuración <strong>de</strong> septiembre conoció <strong>Bolívar</strong> al médico y<br />
naturalista francés François Désiré Roullin, nacido en Rennes en 1796, quien vino<br />
a Colombia en 1821 a enseñar fisiología. Regresó a su partida en 1828, y murió<br />
243
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
en París, <strong>de</strong> bibliotecario en Santa Genoveva. Roullin ejecutó dibujos <strong>de</strong> tipos nacionales<br />
para el libro <strong>de</strong> viajes <strong>de</strong> Mollien, publicado en París en 1825; y admirador <strong>de</strong><br />
<strong>Bolívar</strong>, tomó en el palacio <strong>de</strong> Gobierno, el 15 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1828, <strong>de</strong>l natural y al<br />
lápiz, un perfil <strong>de</strong>l héroe que sirvió a Tenerani y a David para sus obras, que es uno <strong>de</strong><br />
los más preciosos documentos que <strong>de</strong> él nos quedan; y como complemento <strong>de</strong> su gráfico<br />
perfil escribió por aquellos mismos días este magnífico retrato (13):<br />
«Es <strong>Bolívar</strong> hombre <strong>de</strong> talla poco menos que mediana, pero no exenta <strong>de</strong><br />
gallarda en sus moceda<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>lgado y sin musculatura vigorosa; <strong>de</strong> temperamento<br />
esencialmente nervioso y bastante bilioso; inquieto en todos sus movimientos,<br />
indicativos <strong>de</strong> un carácter sobrado impresionable, impaciente e imperioso. En su<br />
juventud había sido muy blanco (aquel blanco mate <strong>de</strong>l venezolano <strong>de</strong> raza pura<br />
española), pero al cabo le había quedado la tez bastante morena, quemado por el<br />
sol y las intemperies <strong>de</strong> quince años <strong>de</strong> campañas y viajes. Tenía el andar más bien<br />
rápido que mesurado, pero con frecuencia cruzaba los brazos y tomaba actitu<strong>de</strong>s<br />
esculturales sobre todo en los momentos solemnes.<br />
«Su cabeza era <strong>de</strong> regular volumen pero admirablemente conformada, <strong>de</strong>primida<br />
en las sienes, prominente en las partes anterior y superior, y más abultada<br />
aún en la posterior. <strong>El</strong> <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la frente era enorme, pues ella sola comprendía<br />
bastante más <strong>de</strong> un tercio <strong>de</strong>l rostro cuyo óvalo era largo, anguloso, agudo en<br />
la barba y <strong>de</strong> pómulos pronunciados. Sus cabellos eran crespos y los llevaba siempre<br />
divididos entre una mecha enroscada sobre la parte superior <strong>de</strong> la frente y gue<strong>de</strong>jas<br />
sobre las sienes, peinadas hacia a<strong>de</strong>lante.<br />
«<strong>El</strong> perfil <strong>de</strong>l Libertador era enteramente vascongado y griego, principalmente<br />
por el corte <strong>de</strong>l rostro, la pequeñez <strong>de</strong> la boca, la amplitud <strong>de</strong> la frente y la<br />
rectitud <strong>de</strong> la nariz muy finamente <strong>de</strong>lineada. Tenía las cejas bien arqueadas y<br />
extensas, don<strong>de</strong> se ponían <strong>de</strong> manifiesto los signos <strong>de</strong> la perspicacia y <strong>de</strong> la prontitud<br />
y gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> percepción. Como tenía profundas las cuencas <strong>de</strong> los ojos,<br />
éstos, que eran negros, gran<strong>de</strong>s y muy vivos, brillaban con un fulgor eléctrico,<br />
concentrando su fuego cual si sus miradas surgiesen <strong>de</strong> profundos focos.<br />
«Era <strong>Bolívar</strong> hombre <strong>de</strong> lenguaje rápido e incisivo, así en su conversación (en<br />
la que no pocas veces fue indiscreto), siempre animada, breve y cortante (a veces<br />
aguda), como en sus discursos y proclamas. Su réplica en la conversación era<br />
pronta, frecuentemente brusca y en ocasiones hasta dura y punzante, y no pocas<br />
veces, en circunstancias <strong>de</strong>licadas, contestó a cumplimientos, a súplicas interesadas<br />
o palabras lisonjeras, con agu<strong>de</strong>zas muy oportunas, pero rudas y aun con terribles<br />
epigramas (14). »<br />
244
XXVII<br />
La Quinta <strong>de</strong> Fucha
En sitio opuesto al <strong>de</strong> la célebre Quinta <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, en los parajes más pintorescos<br />
<strong>de</strong> la sabana inmediata a Bogotá, sobre las vegas <strong>de</strong> los agrestes riachuelos<br />
<strong>de</strong> Fucha y Tunjuelo, se ve blanquear, entre frondosos nogales, alisos, sauces y<br />
eucaliptos, la antigua quinta <strong>de</strong> los Caicedos, que un día albergó al Libertador <strong>de</strong><br />
Colombia. Descendientes <strong>de</strong> los antiguos poseedores, la habitan hoy y la conservan<br />
con la veneración y cariño que inspiran, en nobles espíritus, las cosas consagradas<br />
por gratísimos recuerdos históricos.<br />
La Quinta <strong>de</strong> Fucha, que visité en estas hermosas mañanas <strong>de</strong> sol, galantemente<br />
invitado por sus actuales propietarios, es particularmente célebre por haber<br />
subscripto allí el héroe su testamento político, como pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarse esa preciosa<br />
carta que allí meditó y escribió, casi a las puertas <strong>de</strong> la tumba.<br />
Por aquellos días, el Libertador, en ejercicio <strong>de</strong> la Presi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la República,<br />
se sintió visiblemente <strong>de</strong>caído: la agitación <strong>de</strong>l ánimo, la tristeza, la <strong>de</strong>sesperación<br />
<strong>de</strong> ver perdido el fruto <strong>de</strong> sus esfuerzos, agotaban la poca energía física y moral que<br />
le quedaba. Frisaba apenas en los 47 años y parecía un anciano. Érale, pues, forzoso<br />
separase <strong>de</strong>l Gobierno y buscar tranquilidad en el campo, y, al efecto, en primeros<br />
<strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1830 encargó al general Domingo Caicedo <strong>de</strong>l Po<strong>de</strong>r<br />
Ejecutivo y se retiró a la quinta <strong>de</strong> Fucha con dos o tres amigos <strong>de</strong> su confianza.<br />
«Allá en su retiro, refiere Posada Gutiérrez, íbamos a verle los diputados y las personas<br />
notables <strong>de</strong> la ciudad. Una tar<strong>de</strong> en que me hizo el honor <strong>de</strong> invitarme a su mesa,<br />
salimos solos a pasear a pie por las bellas pra<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> aquella hermosa posesión, su<br />
andar era lento y fatigoso, su voz casi apagada le obligaba a hacer esfuerzos para hacerla<br />
inteligible; prefería la orilla <strong>de</strong>l riachuelo que serpentea silencioso por la campiña: y, los<br />
brazos cruzados, se <strong>de</strong>tenía a contemplar su corriente, imagen <strong>de</strong> la vida.<br />
— ¿Y cuánto tiempo —dijo <strong>de</strong> pronto— tardará esta agua en confundirse<br />
con la <strong>de</strong>l océano, como se confun<strong>de</strong> el hombre en el sepulcro, con la tierra <strong>de</strong><br />
don<strong>de</strong> salió? Una gran parte se evapora como la gloria humana, como la fama, ¿no<br />
es verdad, coronel?<br />
247
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
—Sí, mi general— contesté sin saber lo que <strong>de</strong>cía, conmovido ante el anonadamiento<br />
en que veía caer a aquel gran<strong>de</strong> hombre.<br />
De repente, apretándose las sienes con las manos, exclamó con voz trémula:<br />
—¡Mi gloria! ¡mi gloria! ¿Por qué me la arrebatan? ¿ por qué me calumnian?<br />
¡Páez! ¡Páez! Bermú<strong>de</strong>z me ultrajó en una proclama; pero Bermú<strong>de</strong>z fue, como<br />
Mariño, siempre mi enemigo! Santan<strong>de</strong>r... La respiración anhelosa <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, la<br />
langui<strong>de</strong>z <strong>de</strong> su mirar, los suspiros que salían <strong>de</strong> su pecho, todo manifestaba la<br />
<strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong>l cuerpo y el dolor <strong>de</strong>l alma, inspirando compasión y respeto. ¡Qué<br />
terrible cosa es ser gran<strong>de</strong> hombre (1)!»<br />
Es esa Quinta <strong>de</strong> Fucha, poco tiempo antes <strong>de</strong> abandonar a Bogotá para<br />
siempre, escribió el 6 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1837 a Fernán<strong>de</strong>z Madrid, ministro <strong>de</strong><br />
Colombia en Londres, y su gran<strong>de</strong> amigo y confi<strong>de</strong>nte, la célebre carta <strong>de</strong> que hice<br />
mención agregando que pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarse como su testamento político, la justificación<br />
y <strong>de</strong>fensa compendiada <strong>de</strong> sus actos, su propia apología, hecha a gran<strong>de</strong>s<br />
rasgos, como quien presentía que estaba ya próxima su partida <strong>de</strong> este mundo.<br />
<strong>Bolívar</strong> en sus producciones confi<strong>de</strong>nciales es don<strong>de</strong> más noble y magnánimo aparece.<br />
He aquí este precioso documento, inédito hasta hace pocos años:<br />
«Había pensado remitir a usted los documentos <strong>de</strong> mi vida pública, pero he<br />
sabido por el coronel Wilson que el general, su padre, tienen la obra en diez y seis<br />
volúmenes, y que pue<strong>de</strong> usted pedírselos prestados para po<strong>de</strong>r respon<strong>de</strong>r a las<br />
calumnias que están prodigando contra mí.<br />
«No vacile usted <strong>de</strong> negar positivamente todo hecho contrario a lo que usted<br />
conoce <strong>de</strong> mi carácter.<br />
«Primero. Nunca he intentado establecer la monarquía en Colombia, ni aun la<br />
Constitución boliviana; tampoco; tampoco fui yo quien lo hizo en el Perú: el pueblo<br />
y los ministros lo hicieron espontáneamente. Sobre esto lea usted el manifiesto <strong>de</strong><br />
Pando, <strong>de</strong> aquel tiempo, y este es un… que no ocultaría nada por favorecerme.<br />
«Segundo. Todo lo que sea pérfido, doble o falso, que se me atribuyera, es<br />
completamente calumnioso. Lo que he hecho y dicho ha sido con solemnidad y<br />
sin disimulo alguno.<br />
«Tercero. Niegue usted redondamente todo acto cruel contra los patriotas, y<br />
si lo fui alguna vez con los españoles, fue por represalia.<br />
248
XXVII. La Quinta <strong>de</strong> Fucha<br />
«Cuarto. Niegue usted todo acto interesado <strong>de</strong> mi parte, pue<strong>de</strong> usted afirmar<br />
sin rebozo que he sido magnánimo con la mayor parte <strong>de</strong> mis enemigos.<br />
«Quinto. Asegure usted que no he dado un paso en la guerra, <strong>de</strong> pru<strong>de</strong>ncia o<br />
<strong>de</strong> razón, que se pueda atribuir a cobardía. <strong>El</strong> cálculo ha dirigido mis operaciones<br />
en esta parte y aun más la audacia. <strong>El</strong> hecho <strong>de</strong> Ocumare es la cosa más extraordinaria<br />
<strong>de</strong>l mundo: fui engañado a la vez por un e<strong>de</strong>cán <strong>de</strong>l general Mariño, que era<br />
un pérfido, y por los marinos extranjeros, que cometieron el acto más infame <strong>de</strong>l<br />
mundo, <strong>de</strong>jándome entre mis enemigos en una playa <strong>de</strong>sierta. Iba a darme un pistoletazo,<br />
cuando uno <strong>de</strong> ellos. Mr. Bidau, volvió <strong>de</strong>l mar en un bote y me tomó<br />
para salvarme...<br />
«No volveré a tomar el mando, porque ya me es insoportable. No se dirá que<br />
he abandonado la patria, siendo ella la que me ha renegado <strong>de</strong>l modo más escandaloso<br />
y criminal que se ha visto nunca. Yo no soy tan virtuoso como Foción, pero mis<br />
nervios me igualan con él, y, sin embargo <strong>de</strong> que no me creo tan <strong>de</strong>sgraciado como<br />
aquél, algo se parece la ingratitud <strong>de</strong> nuestros conciudadanos.»<br />
¡Admirable carta! Toda su vida pública está sintetizada en estas pocas líneas:<br />
su amor a la libertad, su franqueza y la lealtad a su conciencia y a su inteligencia<br />
en todo tiempo y en toda circunstancia; su magnanimidad; su <strong>de</strong>sinterés reconocido<br />
por sus más encarnizados enemigos, realistas y patriotas; su valor a toda<br />
prueba; su aversión al mando, y el celo por su reputación y por su gloria. «<strong>El</strong><br />
hecho es que mi situación se está haciendo cada día más crítica, sin tener esperanza<br />
siquiera <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r vivir fuera <strong>de</strong> mi país <strong>de</strong> otro modo que <strong>de</strong> mendigo.» Esa<br />
queja conmovedora es el más bello elogio <strong>de</strong> un hombre que habiendo fundado<br />
cinco naciones, abandonando el patrimonio <strong>de</strong> sus padres, veía en perspectiva la<br />
miseria como premio en su vejez. «No vacile usted en negar todo hecho contrario<br />
a los que usted conoce <strong>de</strong> mi carácter.» ¡Cuánto vale esta frase para el historiador<br />
imparcial! ¿Cuántos héroes <strong>de</strong> la humanidad hubieran podido pronunciarla, con<br />
tal energía, en las puertas <strong>de</strong>l sepulcro, como un reto a sus enemigos? La envida y<br />
el odio se cebaron, sin embargo, en él en vida, y aun <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muerto, porque,<br />
según él mismo lo dijo:<br />
«Nadie es gran<strong>de</strong> impunemente; nadie se escapa, al levantarse, <strong>de</strong> las mordidas<br />
<strong>de</strong> la envidia. Consolémonos, pues, con estas frases <strong>de</strong> crueles <strong>de</strong>sengaños para<br />
el mérito.»<br />
249
XXVIII<br />
Los quijotes <strong>de</strong> la libertad
Cuando el 6 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1830 <strong>de</strong>ja <strong>Bolívar</strong> Santa Marta, por preceptos<br />
<strong>de</strong> los médicos, y llega a la Quinta <strong>de</strong> San Pedro Alejandrino, con el cuerpo moribundo<br />
y el alma transida <strong>de</strong> dolor, la hospitalidad española le ofrece, generosamente,<br />
tranquilo y dulce asilo. ¡Crueles ironías <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino! ¡Un hidalgo español<br />
salva a <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong> las garras <strong>de</strong> Domingo Montever<strong>de</strong> en 1812, y un hidalgo español<br />
le da hospitalidad en la hora <strong>de</strong> la muerte (1)!<br />
Al entrar <strong>Bolívar</strong> en la mo<strong>de</strong>sta casa que iba a sustituir los palacios <strong>de</strong> Lima,<br />
Bogotá y las suntuosas mansiones <strong>de</strong> la Magdalena y la Plata, se dirige a la<br />
pequeña biblioteca que ve en la sala y pregunta a su benefactor:<br />
—¿Qué obras tiene usted aquí, señor Mier?<br />
— Mi biblioteca es muy pobre, general —contesta don Joaquín—. <strong>Bolívar</strong><br />
echa una ojeada a los anaqueles, y exclama:<br />
—¡Cómo! ¡si aquí tiene usted la historia <strong>de</strong> la Humanidad! ¡Aquí está Gil<br />
Blas, el hombre tal cual es; aquí tiene usted el Quijote, el hombre como <strong>de</strong>biera ser.<br />
Y, cuando una tar<strong>de</strong>, agobiado <strong>de</strong> pesar, en medio <strong>de</strong> sus fieles compañeros<br />
en el patio <strong>de</strong> la quinta, bajo la sombra amiga <strong>de</strong> los dos frondosos tamarindos,<br />
que aún existen, aquel gran corazón siente y acerca el hielo <strong>de</strong> la muerte, exclama<br />
impía y amargamente:<br />
—¡Jesucristo, don Quijote <strong>de</strong> la Mancha y yo hemos sido los más insignes<br />
maja<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> este mundo!...<br />
253
XXIX<br />
Muerte <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>
<strong>El</strong> doctor Alejandro Próspero Révérend, médico francés que asistió al Libertador<br />
en los últimos días <strong>de</strong> su vida, <strong>de</strong>jó una interesante relación, a la cual pertenecen esto<br />
párrafos:<br />
«S. E. llegó a Santa Marta a las siete y media <strong>de</strong> la noche <strong>de</strong>l día 1º <strong>de</strong> diciembre,<br />
proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Sabanilla, en el bergantín nacional Manuel...<br />
«<strong>El</strong> día 6, habiendo manifestado S. E. el <strong>de</strong>seo que tenía <strong>de</strong> ir al campo, salió S.<br />
E. por la tar<strong>de</strong> en berlina para la Quinta <strong>de</strong> San Pedro...<br />
«Un día que estábamos solos, <strong>de</strong> repente me preguntó:<br />
— ¿Y usted qué vino a buscar a estas tierras?<br />
— La libertad.<br />
— ¿Y usted la encontró?<br />
— Sí, mi general.<br />
— Usted es más afortunado que yo, pues todavía no la he encontrado... Con<br />
todo, añadió en tono animado, vuélvase usted a su bella Francia, en don<strong>de</strong> está ya flameando<br />
la gloriosa ban<strong>de</strong>ra tricolor...<br />
«En otra ocasión en que yo estaba leyendo unos periódicos, me preguntó el<br />
Libertador:<br />
— ¿Qué está usted leyendo?<br />
— Noticias <strong>de</strong> Francia, mi general.<br />
— ¿Que serán acaso referentes a la revolución <strong>de</strong> Julio?<br />
—Sí, señor.<br />
257
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
— ¿Le agradaría a usted ir a Francia?<br />
— De todo corazón.<br />
— Pues bien, póngame usted bueno, doctor, e iremos juntos a Francia. Es un<br />
bello país que, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la tranquilidad que tanto necesita mi espíritu, me ofrece<br />
muchas comodida<strong>de</strong>s propias para que yo <strong>de</strong>scanse <strong>de</strong> esta vida <strong>de</strong> soldado que llevo<br />
hace tanto tiempo...<br />
«Días <strong>de</strong>spués, ya muy grave el enfermo, el escribano notario <strong>de</strong> Santa Marta vino<br />
a la quinta y se puso en medio <strong>de</strong> un círculo formado por los generales Montilla,<br />
Carreño, Silva y los señores Joaquín <strong>de</strong> Mier, Ujueta y otras personas respetables, para<br />
leer la alocución dirigida por <strong>Bolívar</strong> a los colombianos. Apenas pudo llegar a la mitad,<br />
su emoción no le permitió continuar, y le fue preciso ce<strong>de</strong>r el puesto al doctor Recuero,<br />
auditor <strong>de</strong> Guerra, quien concluyó la lectura; pero al acabar <strong>de</strong> pronunciar las últimas<br />
palabras “yo bajaré tranquilo al sepulcro”, <strong>Bolívar</strong>, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la butaca don<strong>de</strong> estaba sentado,<br />
dijo con voz ronca: “Sí, al sepulcro... es lo que me han proporcionado mis<br />
conciudadanos... pero los perdono... ¡Ojalá que yo pudiera llevar conmigo el consuelo<br />
<strong>de</strong> que permanezcan unidos!” Al oír estas palabras, que parecían salir <strong>de</strong> la<br />
tumba, se me oprimió el corazón, y al ver la consternación pintada en el rostro <strong>de</strong> los<br />
circunstantes, a cuyos ojos asomaban las lágrimas, tuve que apartarme <strong>de</strong>l círculo para<br />
ocultar las mías, que no me habían arrancado cuadros más patéticos...<br />
«Llegó por fin el 17 <strong>de</strong> diciembre. Eran las nueve <strong>de</strong> la mañana, cuando me preguntó<br />
el general Montilla por el estado <strong>de</strong>l Libertador. Le contesté que a mi parecer no<br />
pasaría el día. Al oír estas palabras, el general se dio una palmada en la frente echando<br />
una formidable blasfemia, al mismo tiempo que las lágrimas se asomaban a sus ojos...<br />
«Cuando conocí que se iba aproximando la hora fatal, me senté a la cabecera<br />
teniendo en mi mando la <strong>de</strong>l Libertador, que ya no hablaba sino <strong>de</strong> un modo confuso.<br />
Sus facciones expresaban una completa serenidad; ningún dolor o señal <strong>de</strong> pa<strong>de</strong>cimiento<br />
se reflejaba sobre su noble rostro. Cuando advertí que la respiración se ponía<br />
estertorosa, el pulso <strong>de</strong> trémulo casi insensible, y que la muerte era inminente, me<br />
asomé a la puerta <strong>de</strong>l aposento y llamando a los generales, e<strong>de</strong>canes y los <strong>de</strong>más que<br />
componían el séquito <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>: Señores, exclamé, si quieren uste<strong>de</strong>s presenciar los<br />
últimos momentos y postrer aliento <strong>de</strong>l Libertador, ya es tiempo. Inmediatamente fue<br />
ro<strong>de</strong>ado el lecho <strong>de</strong>l ilustre enfermo, y a pocos minutos exhaló su último suspiro<br />
Simón <strong>Bolívar</strong>, el Campeón <strong>de</strong> la Libertad sudamericana, el Sol <strong>de</strong> Colombia.<br />
258<br />
«<strong>El</strong> Libertador murió <strong>de</strong> tisis tuberculosa (1).»
XXX<br />
Las camisas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>
Des<strong>de</strong> los mismos tristes días <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1830, purpurados con el ocaso<br />
<strong>de</strong> San Pedro Alejandrino, la voz <strong>de</strong>l pueblo, que es la voz <strong>de</strong> Dios, y la que ha forjado<br />
siempre las más bellas leyendas <strong>de</strong>l mundo, sintetizó para la posteridad una<br />
<strong>de</strong> las mayores y excelsas virtu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, el <strong>de</strong>sinterés, en una frase admirable:<br />
«Murió sin camisa.»<br />
¡Y cosa extraordinaria y elocuente! En esta vez la leyenda fue intérprete fiel <strong>de</strong><br />
la verdad; la voz <strong>de</strong>l pueblo no se equivocó, como casi nunca se equivoca al juzgar<br />
a los héroes y apóstoles, a sus gran<strong>de</strong>s benefactores.<br />
<strong>Bolívar</strong>, al morir, no sólo no tenía «la camisa <strong>de</strong>l hombre feliz», en busca <strong>de</strong> la<br />
cual tantas veces, en todos los tiempos y naciones, inútilmente se ha recorrido el<br />
mundo, sino que real y verda<strong>de</strong>ramente, el 17 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1830, bajo el techo<br />
hospitalario <strong>de</strong> don Joaquín <strong>de</strong> Mier, <strong>Bolívar</strong> no tenía camisa, y la explicación y las<br />
pruebas <strong>de</strong> tan sorpren<strong>de</strong>nte realidad histórica nos las dan su mayordomo y camareros<br />
<strong>de</strong> confianza, su médico <strong>de</strong> cabecera y los que hicieron con él, a sus ór<strong>de</strong>nes,<br />
y <strong>de</strong>spués escribieron, la historia <strong>de</strong> Colombia.<br />
<strong>El</strong> general Joaquín Posada Gutiérrez, su compañero y leal amigo hasta más<br />
allá <strong>de</strong> la tumba, nos refiere en sus Memorias «que <strong>Bolívar</strong> empleaba la mayor parte<br />
<strong>de</strong> su sueldo <strong>de</strong> Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la República en socorros a las viudas, auxilios a los<br />
militares y limosnas a los pobres vergonzantes: hasta su quinta, en las inmediaciones<br />
<strong>de</strong> Bogotá, la regaló a un amigo suyo: el último soldado que acudiese a él, recibía<br />
cuando menos un peso: espadas, caballos, hasta su ropa misma, todo lo daba.<br />
Para ponerse en marcha <strong>de</strong> Bogotá en 1830, vendió su vajilla <strong>de</strong> plata, que sólo<br />
produjo dos mil quinientos pesos, y sus alhajas, caballos y cuanto le quedaba hasta<br />
reunir diez y siete mil pesos. <strong>Bolívar</strong> gozaba con <strong>de</strong>licia <strong>de</strong>l placer <strong>de</strong> dar, que es el<br />
placer <strong>de</strong> Dios (1)».<br />
En el año <strong>de</strong> 1812 la aduana <strong>de</strong> Curazao le embarga su equipaje en que llevaba<br />
todo lo que poseía entonces en dinero, alhajas y ropa <strong>de</strong> uso personal, y<br />
<strong>Bolívar</strong> no reclama ni se <strong>de</strong>tiene en su marcha a Cartagena, don<strong>de</strong> llega como el<br />
261
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
paje <strong>de</strong> San Juan: «Ese rasgo, dice O’Leary, es característico <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Nunca en<br />
el curso <strong>de</strong> su vida pública esquivó los sacrificios pecuniarios, aunque estuviera<br />
reducido a la más absoluta escasez (2).»<br />
Otro día <strong>de</strong> 1816, en Jamaica, se le presenta un compatriota en extrema<br />
miseria y <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z. <strong>Bolívar</strong> llama a su mayordomo y le dice: «Entréguele usted<br />
una <strong>de</strong> mis camisas.» A lo cual el mayordomo contesta: «General, sólo existe la que<br />
Vuestra Excelencia lleva sobre el cuerpo (3).»<br />
Refiere don José María Espinosa, llamado el aban<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> Nariño, en sus<br />
Memorias, publicadas en Bogotá en 1876, al hablar <strong>de</strong> la entrada <strong>de</strong>l Libertador a<br />
la capital, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l triunfo <strong>de</strong> Boyacá, que habiendo salido él con Maza al<br />
encuentro <strong>de</strong> los vencedores:<br />
«Apenas habíamos andado dos leguas, cuando vimos venir un militar, bajo <strong>de</strong><br />
cuerpo y <strong>de</strong>lgado, a todo el paso <strong>de</strong> su magnífico caballo cervuno...<br />
«Maza reconoció a <strong>Bolívar</strong>, que había <strong>de</strong>jado en el Puente <strong>de</strong>l Común su<br />
escolta y e<strong>de</strong>canes y se había a<strong>de</strong>lantado solo para entrar a Bogotá...<br />
«Vestía uniforme <strong>de</strong> grana roto y lleno <strong>de</strong> manchas por todas partes, y la<br />
casaca pegada a las carnes, pues no traía camisa. Así hizo la campaña <strong>de</strong> los<br />
Llanos... Se conocía que hacía por lo menos un año que no se cambiaba la ropa...<br />
Un sujeto salió a la calle Real en solicitud <strong>de</strong> una docena <strong>de</strong> camisas, fiadas, para<br />
llevarlas a <strong>Bolívar</strong>...»<br />
Al saber en 1821 que el gran ciudadano don Fernando <strong>de</strong> Peñalver, antes<br />
acaudalado terrateniente <strong>de</strong> Venezuela, se halla en la miseria, le escribe <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
Guanare, el 24 <strong>de</strong> mayo: «He sabido con mucho sentimiento que usted se halla en<br />
extrema pobreza, y como no tengo un maravedí <strong>de</strong> qué disponer, le envío a usted<br />
la adjunta or<strong>de</strong>n para mi criado, que tiene mi equipaje, para que se lo entregue, lo<br />
venda y se socorra.» Inclusa iba esta or<strong>de</strong>n para el criado: «Mi querido Dionisio:<br />
Entregue usted al señor Peñalver todo mi equipaje, y reciba todo lo que él<br />
<strong>de</strong>vuelva; particularmente <strong>de</strong>be usted entregarle toda la plata labrada y cuantas<br />
alhajas tenga usted mías.»<br />
Su fiel mayordomo José Palacios, quien lo acompañó hasta San Pedro<br />
Alejandrino, tenía razón <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir con amargura: «<strong>El</strong> equipaje <strong>de</strong> mi jefe y señor es<br />
también víctima <strong>de</strong> la guerra a muerte.»<br />
262
XXX. Las camisas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Todavía en 1829, un año antes <strong>de</strong> su muerte, cuando en prematura vejez veía<br />
acercarse su triste fin, escribía a su noble amigo el doctor Alamo: «Yo moriré como<br />
nací, <strong>de</strong>snudo. Usted tiene dinero y me dará <strong>de</strong> comer.»<br />
Podría hacer interminables las referencias, tomándolas <strong>de</strong> la correspon<strong>de</strong>ncia<br />
<strong>de</strong>l héroe o <strong>de</strong> las memorias escritas <strong>de</strong> sus compañeros nacionales y extranjeros,<br />
entre todos Ducoudray-Holstein, Maillefer, etc., etc.<br />
<strong>El</strong> 23 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1815 <strong>de</strong>sembarcó en Santa Marta el general Morillo con el<br />
ejército pacificador, compuesto <strong>de</strong> ocho mil hombres.<br />
«Morillo refiere el historiador Restrepo, con el objeto <strong>de</strong> dar a los pueblos una<br />
alta i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> su ejército, le pasó revista en Santa Marta, y varias veces hizo ostentosas<br />
paradas. Repartió premios a los realistas que más se habían distinguido, y al<br />
cacique <strong>de</strong> Mamatoco, al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> indios distante un cuarto <strong>de</strong> hora <strong>de</strong> San Pedro<br />
Alejandrino, le puso él mismo en el pecho, en presencia <strong>de</strong> todo el ejército, una<br />
medalla con el busto <strong>de</strong>l rey (4).»<br />
José <strong>de</strong> la Concepción Núñez y Manigua, alias Minca Aracataca, el último <strong>de</strong><br />
los caciques <strong>de</strong> aquella sierra, aunque no era realista, se había resignado a la dominación<br />
española. Sus antepasados habían <strong>de</strong>fendido sus tierras con bravura, y en<br />
todas partes habían batido a los conquistadores. <strong>El</strong> cacique <strong>de</strong> Mamatoco, sin<br />
embargo, no simpatizaba con la causa realista, pero tampoco con la <strong>de</strong> la<br />
República, porque tanto la una como la otra lo <strong>de</strong>sheredaban <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>rechos.<br />
Mas, como era naturalmente pacífico y algo civilizado, se consagró a acrecentar<br />
sus bienes sin pensar en reivindicaciones.<br />
Morillo lo visitó en su pueblo: lo mismo mucho; le habló <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong>l<br />
rey, y, por último, le rogó concurriera a una cita para entregarle la con<strong>de</strong>coración.<br />
Llegado el día señalado, el cacique, una vez en Santa Marta, compró<br />
camisa, levita, chaleco y pantalones, arreglose lo mejor que pudo y se presentó<br />
al Pacificador. Mas, al recibir la medalla, se sintió humillado, y, temeroso <strong>de</strong> la<br />
censura <strong>de</strong> su tribu, no quiso volver a Mamatoco con insignias ni con vestidos<br />
distintos <strong>de</strong> los <strong>de</strong> su raza, y todo lo <strong>de</strong>jó en Santa Marta, en casa <strong>de</strong> su amigo<br />
don Faustino <strong>de</strong> Mier, don<strong>de</strong> años más tar<strong>de</strong> se veló el cadáver <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Un<br />
criado <strong>de</strong>l señor <strong>de</strong> Mier recogió las prendas <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñadas y las guardó en un<br />
ropero <strong>de</strong> su amo (5).<br />
<strong>El</strong> médico francés, doctor Próspero Révérend, que prestó sus servicios y<br />
acompañó al Libertador en su última enfermedad, refiere que: «Después <strong>de</strong> la<br />
263
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
autopsia y embalsamamiento <strong>de</strong>l cadáver <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, el señor Manuel Ujueta, jefe<br />
político, me hizo presente que nadie en la casa era capaz para vestir el cadáver, y a<br />
fuerza <strong>de</strong> empeños me comprometió a <strong>de</strong>sempeñar esta triste función. Entre las<br />
diferentes prendas <strong>de</strong>l vestido que trajeron, me presentaron una camisa que ya iba<br />
a ponerle, cuando advertí que estaba rota. No pu<strong>de</strong> contener mi <strong>de</strong>specho, y<br />
tirando la camisa, exclamé:<br />
«—<strong>Bolívar</strong>, aun cadáver, no viste ropa rasgada; si no hay otra voy a mandar<br />
por una <strong>de</strong> las mías. Entonces fue cuando me trajeron una camisa <strong>de</strong>l general<br />
Laurencio Silva, que vivía en la misma casa (6).»<br />
Silva, gran<strong>de</strong> amigo <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, se hallaba anonadado, y a la noticia <strong>de</strong> que no<br />
había camisa para el Libertador, corrió a su pieza, tiró <strong>de</strong>l cajón <strong>de</strong> un armario que<br />
allí había, buscó, rebuscó, creyendo que aquello le pertenecía, y encontró, al fin,<br />
una camisa <strong>de</strong> olán batista, rica en encajes, pero amarillenta por los años, que<br />
había llevado el último cacique <strong>de</strong> Mamatoco el día que lo con<strong>de</strong>coró Morillo, y<br />
que ahora abrigaba el cadáver <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>.<br />
Tan ajustada a la verdad es la relación <strong>de</strong>l doctor Révérend, que, efectivamente,<br />
en el minucioso inventario <strong>de</strong> los «Bienes que <strong>de</strong>jó el Libertador en San<br />
Pedro Alejandrino, aparecen inventariados «dos colchas, unos pantalones <strong>de</strong> paño,<br />
un colchón, manteles usados, gran<strong>de</strong>s y chicos, <strong>de</strong> dril, <strong>de</strong> algodón e hilo», etc.,<br />
etc., pero no se hace mención <strong>de</strong> una sola camisa (7).»<br />
Las réplicas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, envueltas en la camisa <strong>de</strong> batista <strong>de</strong>l último cacique <strong>de</strong><br />
Mamatoco, fueron primeramente sepultadas en una capilla privada <strong>de</strong> la catedral<br />
Santa Marta; más tar<strong>de</strong>, por razones no muy claras, retiradas <strong>de</strong> allí y colocadas<br />
bajo la cúpula <strong>de</strong> la misma catedral, don<strong>de</strong> permanecieron hasta el año <strong>de</strong> 1842,<br />
en que fueron conducidas a Venezuela, en una ceremonia emocionante y para<br />
siempre memorable, y enterradas en la capilla <strong>de</strong> la Santísima Trinidad <strong>de</strong> la catedral<br />
<strong>de</strong> Caracas, panteón <strong>de</strong> la familia <strong>de</strong> los <strong>Bolívar</strong>. Por último, en 1876, el<br />
Gobierno <strong>de</strong> Venezuela dispuso que fueran <strong>de</strong>positadas en la riquísima urna obsequiada<br />
por Colombia en 1842, y trasladadas <strong>de</strong>finitivamente al Panteón Nacional<br />
<strong>de</strong> Caracas, don<strong>de</strong> hoy se encuentran.<br />
<strong>Bolívar</strong> murió, pues, no hay duda alguna, sin camisa, y nunca, en su breve y<br />
maravillosa vida, encontró la <strong>de</strong>l hombre feliz, porque <strong>Bolívar</strong>, como el hombre<br />
feliz, no tenía camisa.<br />
264
Notas <strong>de</strong>l capítulo I<br />
Notas<br />
1. Comte <strong>de</strong> Ségur. Memoires ou Souvenirs et Anecdotes, París, 1844.<br />
2. Jules Macini. <strong>Bolívar</strong> et émancipation <strong>de</strong>s colonies espagnoles, París, 1912.<br />
3. Manuel Landaeta Rosales. La verda<strong>de</strong>ra nodriza <strong>de</strong>l Libertador. Caracas, 1915. Vicente Lecuna.<br />
Papeles <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Caracas, 1917.<br />
4. Citado por Duarte Level. Historia patria. Caracas, 1911.<br />
5. F. García Cal<strong>de</strong>rón. Las <strong>de</strong>mocracias latinas <strong>de</strong> América. J. E. Rodó. <strong>El</strong> Mirador <strong>de</strong> Próspero. Op. cit.<br />
Notas <strong>de</strong>l capítulo II<br />
1. Obras consultadas: Terepaima. Recuerdos <strong>de</strong> antaño. Caracas, 1852. O’Leary. Memorias. Narración.<br />
Caracas, 1888, tomo I, p. 4. C. F. Witzke. Bosquejo <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> Simón <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su nacimiento hasta<br />
el año <strong>de</strong> 1810. Caracas, 1912. Carlos Borges. Discurso pronunciado en la inauguración <strong>de</strong> la casa natal <strong>de</strong>l<br />
Libertador, en Caracas, el 5 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1921, etc.<br />
2. Aristi<strong>de</strong>s Rojas. Orígenes venezolanos. Apéndice, páginas 117 y 118. «<strong>El</strong> Señorío <strong>de</strong> Aroa, el<br />
Marquesado y Vizcondado <strong>de</strong> los <strong>Bolívar</strong> son títulos imaginarios... Lo único que heredaron<br />
los hijos <strong>de</strong>l coronel Juan Vicente <strong>Bolívar</strong> fueron las ricas minas <strong>de</strong> Aroa.»<br />
Laureano Vallenilla Lanz rectificó tal afirmación <strong>de</strong> Rojas en su artículo Los <strong>Bolívar</strong>, marqueses<br />
<strong>de</strong> San Luis. Caracas, 1913.<br />
3. Hase escrito que <strong>de</strong>bió el nombre <strong>de</strong> Simón a la voluntad <strong>de</strong> su primo el presbítero Aristeguieta,<br />
quien quiso con ello recordar el Macabeo <strong>de</strong> la Biblia. Llamose también Simón porque con él era<br />
quinto <strong>de</strong> la familia que llevaba el nombre <strong>de</strong>l fundador <strong>de</strong> ella, Simón <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, natural <strong>de</strong>l<br />
265
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Vizcaya, establecida en la América española <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el siglo XVI, y <strong>de</strong>stinado a Venezuela junto con<br />
su pariente <strong>de</strong>l gobernador Osorio, en 1586. A. Rojas. Almanaque <strong>de</strong> Rojas Hermanos, 1884.<br />
Nota <strong>de</strong>l capítulo III<br />
1. Del discurso pronunciado por el presbítero Dr. Carlos Borges en la inauguración <strong>de</strong> la casa natal<br />
<strong>de</strong>l Libertador, restaurada por el Gobierno <strong>de</strong> Venezuela, el 5 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1921. Fiesta <strong>de</strong>l<br />
Centenario <strong>de</strong> Carabobo.<br />
Notas <strong>de</strong>l capítulo IV<br />
1. Este vínculo estaba constituido así:<br />
$25.000 valor <strong>de</strong> unas casas situadas en Caracas, en la esquina <strong>de</strong> las Gradillas.<br />
26.000 valor <strong>de</strong> una hacienda en el valle <strong>de</strong> Tuy <strong>de</strong> Yare.<br />
42.000 valor <strong>de</strong> una hacienda en el valle <strong>de</strong> Taguara.<br />
32.000 valor <strong>de</strong> una hacienda en el valle <strong>de</strong> Macayra.<br />
$ 125.000<br />
Tomado por base que el vínculo <strong>de</strong>l doctor Aristiguieta alcanzara a $125.000, y, agregando la<br />
herencia <strong>de</strong> sus padres ($214.000 más o menos, en 1791), tenía <strong>Bolívar</strong>, cuando en el año <strong>de</strong><br />
1800 escribió <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Madrid a su tío don Esteban Palacios, un capital <strong>de</strong> $350.000, más o<br />
menos, enorme caudal en aquellos tiempos y en estas colonias para un joven soltero <strong>de</strong> diez y<br />
siete años. Sólo así se explica que hubiera gastado 150.000 francos en tres meses en Londres<br />
y que hubiera sostenido un ten <strong>de</strong> príncipe en Madrid y Lisboa y perdido al juego, en una<br />
noche, cien mil francos (Cf. Witzúe. Bosquejos <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, op. cit. Mancini, op. cit.)<br />
2. G. Mollien, Voyage dans la République <strong>de</strong> Colombie. París, 1824. Esta obra fue ilustrada por Roulin,<br />
el autor <strong>de</strong>l célebre perfil <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>.<br />
3. Archivo Santan<strong>de</strong>r, op. cit.<br />
4. Leyendas históricas <strong>de</strong> Venezuela por Arísti<strong>de</strong>s Rojas. Segunda serie, Caracas, 1891.<br />
5. Véase la carta <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> a T... <strong>de</strong> París, 1804.<br />
6. Testimonios <strong>de</strong>l ciudadano don Pedro Gual sobre los verda<strong>de</strong>ros motivos <strong>de</strong> la capitulación <strong>de</strong> Miranda en<br />
1812. Bogotá. Un folleto. 1843.<br />
Nota <strong>de</strong>l capítulo V<br />
1. Terepaima, op. cit. T. C <strong>de</strong> Mosquera, Memorias sobre <strong>Bolívar</strong>, ob. cit.<br />
Nota <strong>de</strong>l capítulo VI<br />
1. Manuel Uribe Ángel. <strong>El</strong> Libertador, su ayo y su capellán. <strong>Libro</strong> <strong>de</strong>l Centenario <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Bogotá,<br />
1884.<br />
266
Notas <strong>de</strong>l capítulo VII<br />
1. Refiere don Arísti<strong>de</strong>s Rojas que, pocos días antes <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Humboldt, Pablo <strong>de</strong> Rosti<br />
le mostró un álbum <strong>de</strong> fotografías tomadas en Venezuela, entre las cuales figuraba el legendario<br />
samán <strong>de</strong> Güere que aún hoy se yergue entre Turmero y Maracay. Cuando el anciano sabio<br />
vio el Samán, se llevó la mano a la frente, los ojos se le llenaron <strong>de</strong> lágrimas y, agitando en lo<br />
más hondo <strong>de</strong>l alma por aquel recuerdo, habló «<strong>de</strong> los días en que el entusiasmo juvenil ponía<br />
un sello <strong>de</strong> belleza a sus estudios». «<strong>El</strong> Samán, agregó, se halla exactamente tal como lo vimos<br />
Bonpland y yo, en cambio, ¿qué es <strong>de</strong> nosotros?...<br />
2. Conversations <strong>de</strong> Goethe. París, Charpentier, II, 10.<br />
3. O’Leary. Correspon<strong>de</strong>ncias con el Libertador. Humboldt a <strong>Bolívar</strong>. París, 29 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1822; 28 <strong>de</strong><br />
noviembre <strong>de</strong> 1825 y 21 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1826.<br />
4. Centenario <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Bogotá, 1883.<br />
5. Cf. sobre Humboldt: Arísti<strong>de</strong>s Rojas <strong>de</strong> Humboldt. Puerto Cabello, 1874. T. E. Hamy. Lettres<br />
américaines d ’Alex <strong>de</strong> Humboldt. París, 1909. Alex <strong>de</strong> Humboldt. Correspondance scientifique et littéraire.<br />
París, 1865-69.<br />
6. Pyerusse. Mémorial et Archives. (Citado por Houssaye, 1815, pág. 215.)<br />
Notas <strong>de</strong>l Capítulo VIII<br />
1. J. F. Heredia. Memorias sobre las revoluciones <strong>de</strong> Venezuela. París, 1895.<br />
2. J. D. Díaz. Recuerdos sobre la rebelión <strong>de</strong> Caracas. Madrid, 1829, pág. 39.<br />
Nota <strong>de</strong>l capítulo X<br />
1. Carta <strong>de</strong> Iturbe a Larrazábal. Vida <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Nueva York, 1883. Obsérvese que Mitre ha narrado<br />
este episodio con evi<strong>de</strong>nte mala fe, en su Historia <strong>de</strong> San Martín. Tomo III, pág. 263.<br />
2. Oficio al Congreso <strong>de</strong> Cúcuta, <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1821. Véase también la carta <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> a Iturbe,<br />
subscripta en Curazao el 19 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1821 pocos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> llegar salvo a la isla.<br />
O’Leary, XXIV.<br />
Nota <strong>de</strong>l capítulo XI<br />
Notas<br />
1. Citada por Gil Fortoul. Ob. ci., I, 214.<br />
2. Cf. J. V. González, Biografía <strong>de</strong> José Félix Rivas, passim.<br />
3. Papeles <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, o. c.<br />
4. González. Biografía <strong>de</strong> Ribas publicadas en la Revista Literaria. Caracas, 1865. Biografía, edición<br />
<strong>de</strong> Caracas, 1902. Biografía, edición <strong>de</strong> París (1913).<br />
5. O’Leary, XIII, 229.<br />
6. Ibí<strong>de</strong>m, XIII, 251.<br />
267
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
7. O’Leary, XIII, 429.<br />
8. Ibí<strong>de</strong>m, XIV, 42.<br />
9. González. Op. cit., pág. 64.<br />
10. P. <strong>de</strong> Urquinaona. Relación documentada, etc. Madrid, 1820.<br />
11. Informe a la Real Audiencia, <strong>de</strong> 9 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1812.<br />
12. Op. cit., tomo I, 227. <strong>El</strong> señor Vicente Lecuna, historiador venezolano, ha <strong>de</strong>mostrado que<br />
las ejecuciones <strong>de</strong> los presos, en febrero <strong>de</strong> 1814, fueron or<strong>de</strong>nadas como media militar indispensable<br />
y no como efecto <strong>de</strong> venganza cruel. <strong>El</strong> Gobierno tenía el proyecto <strong>de</strong> embarcar a los<br />
presos para las Antillas o las Bermudas, peor la <strong>de</strong>rrota <strong>de</strong> Campo <strong>El</strong>ías en La Puerta, el 3 <strong>de</strong><br />
febrero, puso a los patriotas en la disyuntiva <strong>de</strong> matar a los presos o <strong>de</strong> perecer. Agréguese que<br />
no habiendo guarnición suficiente en Caracas y La Guaira, se hubiera consumado la sublevación<br />
proyectada por los presos. La herida <strong>de</strong> Boves en La Puerta, la rapi<strong>de</strong>z con que maniobraron<br />
los patriotas y la ejecución <strong>de</strong> los prisioneros salvaron la República y la vida <strong>de</strong> todos<br />
los libertadores. Una proclama <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> subscrita en Puerto Cabello el 28 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1814,<br />
publicada por primera vez por Lecuna, confirma la magnanimidad <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> en aquel año<br />
terrible. Cf. Papeles <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> publicados por Vicente Lecuna. Caracas, 1917, 1 vol.<br />
13. Rodríguez Villa. Biografía <strong>de</strong> Morillo, t. III y IV, passim.<br />
14. Emile Gebbart. Souvenirs d’un vieil Athénien. París, 1911.<br />
15. Cf. Duarte Level. Las <strong>de</strong>rrotas. Caracas, 1911.<br />
16. J. F. Heredia. Memorias, etc., op. cit., p. 203.<br />
17. Narración, tomo I, pág. 188.<br />
18. J. V. González, obra citada, pág. 101. Rojas. Leyendas, tomo I, pág. 54.<br />
19. Boves fue víctima <strong>de</strong> la venganza <strong>de</strong> Ambrosio Bravante, hijo <strong>de</strong> Antonio Bravante, <strong>de</strong><br />
Calabozo, cuya bella hija <strong>de</strong> quince años fue violada, en presencia <strong>de</strong> sus padres, por Boves, y<br />
luego entregada a la solda<strong>de</strong>sca. (Ramón I. Montes, Dos épocas <strong>de</strong> Boves. Caracas, 1844.)<br />
20. Recuerdos sobre la rebelión <strong>de</strong> Caracas, op. cit., passim.<br />
21. A. Rojas. Obras escogidas. París, 1907, pág. 405.<br />
22. Memorias. Op. cit., pág. 132.<br />
23. Proclamas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong> 13 <strong>de</strong> abril y 7 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1814. En el excelente estudio <strong>de</strong><br />
Vallenilla Lanz, La guerra civil <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia. Caracas, 1911.<br />
24. Op. cit.<br />
25. Respuesta al gobernador <strong>de</strong> Curazao, 1813. Proclama <strong>de</strong> 2 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1818.<br />
26. Gaceta <strong>de</strong> Caracas, número 3. En el museo privado <strong>de</strong>l señor Domingo Garbán, en Caracas, he<br />
visto un ejemplar <strong>de</strong> las lujosas invitaciones que con tal motivo se pasaron.<br />
27. Voyage aux îles <strong>de</strong> Trinidad, <strong>de</strong> Tobago, <strong>de</strong> la Margarita, etc. Londres, 1828.<br />
28. Leyendas históricas. Primera serie, pág. 61. Cf, el reciente estudio <strong>de</strong>l doctor Lisandro Alvarado: Los<br />
<strong>de</strong>litos políticos en la historia <strong>de</strong> Venezuela. <strong>El</strong> Cojo Ilustrado. Caracas, 1908. Números 65, 78 y 166.<br />
29. Excursiones d’un officier anglais dans le Vénézuela pendant la guerre <strong>de</strong> l’indépendance.<br />
(Campaings and Cruizes in Venezuela. London, 1832.) Revue <strong>de</strong>s Deux-Mon<strong>de</strong>s. Ve vol., 1er février. 3e livraison. París, 1832. Existe una traducción francesa <strong>de</strong> este libro, publicada en París en 1837.<br />
268
Notas<br />
30. Efectivamente, en el Museo Bolivariano <strong>de</strong> Caracas existen unas botas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> que parecen<br />
<strong>de</strong> un niño, más que <strong>de</strong>l héroe <strong>de</strong> América.<br />
31. Autobiografía <strong>de</strong>l general José Antonio Páez. Nueva York. 1867. Vol. I, pág. 139.<br />
Nota <strong>de</strong>l capítulo XII<br />
1. Carta a Hislop, ya citada.<br />
Notas <strong>de</strong>l capítulo XIII<br />
1. Cf. O’Leary, ob. cit. Manuel Briceño. La campaña <strong>de</strong> Boyacá (Papel Periódico Ilustrado. Boyacá,<br />
1883). L. Duarte Level. Historia Patria. Caracas, 1911. Memorias <strong>de</strong> un oficial <strong>de</strong> la Legión británica,<br />
obra publicada por primera vez en inglés con este título: Campaings and Cruises in<br />
Venezuela and New Grenada, etc. London, 1831, 3 vol.; más tar<strong>de</strong> vertida al francés. Esta obra<br />
contiene la mejor <strong>de</strong>scripción quizá <strong>de</strong>l paso <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s por <strong>Bolívar</strong>, a lo menos en lo que<br />
se refiere a la Naturaleza y a las dificulta<strong>de</strong>s que opuso a la marcha <strong>de</strong>l ejército. Mitre y<br />
muchos otros historiadores se inspiraron en esas páginas para sus narraciones.<br />
2. Oficio al vicepresi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l Congreso <strong>de</strong> Angostura.<br />
3. O’Leary, ibí<strong>de</strong>m.<br />
4. Rodríguez Villa. Biografía <strong>de</strong> Morillo. Tomos III y IV.<br />
5. Op. cit., t. IV, pág. 50.<br />
6. Op. cit., t. III, pág. 229.<br />
Notas <strong>de</strong>l capítulo XIV<br />
1. Obras <strong>de</strong> Quevedo. (Sancha) Madrid, 1794.<br />
2. Exposición <strong>de</strong>l <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> Job. Madrid, 1779.<br />
3. Historia <strong>de</strong> Colombia. T. III, p. 607.<br />
4. Apéndice a las Memorias <strong>de</strong> O’Leary, pág. 120.<br />
5. Luis Capella Toledo. Leyendas históricas. Bogotá, 1884, 3 vol.<br />
Notas <strong>de</strong>l capítulo XV<br />
1. Recuerdo sobre la rebelión <strong>de</strong> Caracas. Madrid, 1829.<br />
2. Blanco-Azpurúa. T. VII, 246, 471.<br />
3. Blanco-Azpurúa. T. VII, 516. Cf. también: A. Rojas. Obras. Eduardo Posada. Boletín <strong>de</strong> Historia<br />
y Antigüeda<strong>de</strong>s. Bogotá, septiembre 1902, y la Biografía <strong>de</strong> Morillo por A. Rodríguez Villa. Madrid<br />
1910.<br />
4. Carta a Wéllington Morillo subscripta en San Juan <strong>de</strong> Luz el 23 <strong>de</strong> diciembre 1813.<br />
269
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
5. Menén<strong>de</strong>z Pelayo. Antología <strong>de</strong> poetas hispanoamericanos.<br />
6. Historia <strong>de</strong> Colombia, t. 431.<br />
7. Memorias sobre <strong>Bolívar</strong>, por T. G. <strong>de</strong> Mosquera. Nueva York, 1853, 2. a parte.<br />
8. O’Leary. Documentos, t. II, pág. 58.<br />
Notas <strong>de</strong>l capítulo XVI<br />
1. Diario <strong>de</strong> Bucaramanga. París, 1912.<br />
2. Autobiografía <strong>de</strong>l general José Antonio Páez. Nueva York, 1867.<br />
3. Eduardo Blanco, Venezuela horoica. Caracas, 1904.<br />
Notas <strong>de</strong>l capítulo XVII<br />
1. A. <strong>de</strong> Humboldt. Vues <strong>de</strong>s Cordillères, etc. París, 1816. Tomo I.<br />
2. Ignoro en qué momento se apoyó Julio Mancini para <strong>de</strong>cir que, «fue probablemente en 1824<br />
cuando <strong>Bolívar</strong> escribió, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber efectuado la ascensión al Chimborazo, el célebre Delirio»...<br />
Op. cit, pág. 149. Pero no ignoro que hay dudas acerca <strong>de</strong> la ascensión <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> al<br />
Chimborazo y acerca <strong>de</strong>l aturo <strong>de</strong>l Delirio.<br />
3. Dos veces pasó el Libertador pro el Valle <strong>de</strong>l Cauca bajo arcos <strong>de</strong> triunfo. La primera en 1822,<br />
en su marcha al Perú y en compañía <strong>de</strong> don Joaquín Mosquera. Entró al Valle por la vía <strong>de</strong> La<br />
Plata y Caloto, y llegó a Cali el 1.º <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> ese año. <strong>El</strong> 11 siguiente pasó a Buga, cuyas<br />
autorida<strong>de</strong>s lo recibieron bajo palio. <strong>El</strong> 14 visitó a Palmira, el 16 regresó a Cali y el 22 siguió<br />
a Popayán. La segunda vez que el Cauca vio pasar al Libertador fue en 1829, <strong>de</strong> regreso <strong>de</strong> la<br />
campaña <strong>de</strong> Tarqui. Entonces recorrió todo el Valle <strong>de</strong> sur a norte, llegando a la hacienda <strong>de</strong><br />
Japio, <strong>de</strong> propiedad <strong>de</strong> don José Rafael Arboleda, el 18 <strong>de</strong> diciembre, y a Cali el 20. Visitó<br />
nuevamente a Buga y Cartago, don<strong>de</strong> se alojó en casa <strong>de</strong>l general Murgueitio, y llegó el 15<br />
<strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1830 a Bogotá. <strong>El</strong> general Obando acompañó al Libertador en este viaje <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
Pasto hasta Cartago.<br />
Nota <strong>de</strong>l capítulo XVIII<br />
1. Cf. Cartas <strong>de</strong>l Olmedo a O’Leary. Puvonena. op. cit., t. II.<br />
Notas <strong>de</strong>l capítulo XIX<br />
1. Entrevista <strong>de</strong> Guayaquil (1822) por el coronel <strong>de</strong> artillería Jerónimo Espejo, antiguo ayudante <strong>de</strong> Estado<br />
Mayor en el ejército <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s. Ilustrada con dos retratos. Buenos Aires. Imprenta <strong>de</strong> Tomás<br />
Goodby. Librero editor. 1873.<br />
2. Relación <strong>de</strong> Guido y Manuel Rojas en <strong>de</strong>sacuerdo con otros cronistas que dicen que <strong>Bolívar</strong><br />
fue hasta el muelle a recibir a San Martín.<br />
270
Notas<br />
3. Tal es la relación <strong>de</strong> Rufino Guido, recogida por Espejo. San Martín en carta a Miller, cinco<br />
años <strong>de</strong>spués, dice que <strong>Bolívar</strong> lo acompañó hasta el bote y lo obsequió con su retrato.<br />
4. Historia <strong>de</strong> San Martín, etc. Buenos Aires, 1887-88, 3 vols. Tomo III, pág. 602. — La obra <strong>de</strong><br />
Mitre es cosa ya juzgada por la crítica contemporánea imparcial; su propósito, al <strong>de</strong>scribirla,<br />
fue agigantar a su compatriota San Martín empequeñeciendo a <strong>Bolívar</strong>, para lo cual utilizó<br />
fuentes espurias emanadas <strong>de</strong> los calumniadores y <strong>de</strong>tractores <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> que huyeron vencidos<br />
o <strong>de</strong>salentados en lo más sangriento <strong>de</strong> la lucha que él sostuvo hasta el fin y hasta el<br />
triunfo. Vicente Lecuna, erudito crítico militar, y Rufino Blanco-Fombona, venezolanos, han<br />
escrito juicios <strong>de</strong>finitivos sobre la obra <strong>de</strong> Mitre. Cf. Hispania, Londres, números 16, 18, 21 y<br />
23, <strong>de</strong> abril, junio septiembre y noviembre <strong>de</strong> 1913. Pero Mitre fundó la escuela en su país, y<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> él son muchos los escritores argentinos que han continuado adulterando la historia<br />
<strong>de</strong> América para exaltar a San Martín. En estos mismos días, en una conferencia dictada<br />
por el señor Estanislao Ceballos, ex ministro <strong>de</strong> Relaciones Exteriores <strong>de</strong> la República<br />
Argentina, en el Institute of Politics en Williamstown Mass, Estados Unidos, acaba <strong>de</strong> hacer esta<br />
extraña <strong>de</strong>claración, reveladora <strong>de</strong> una inexplicable ignorancia <strong>de</strong> los más trascen<strong>de</strong>ntales<br />
hechos <strong>de</strong> la historia americana: «San Martín fue el Libertador <strong>de</strong> los territorios en los cuales<br />
fueron <strong>de</strong>finitivamente organizadas siete Repúblicas: Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia,<br />
Chile, Perú y Ecuador.»<br />
Cuando San Martín, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> terminar su carrera pública en 1822, en la entrevista <strong>de</strong><br />
Guayaquil, abandonó su patria y se fue a vivir tranquilamente a una quinta cerca <strong>de</strong> París, no<br />
se habían librado aún la batallas <strong>de</strong> Junín y Ayacucho (agosto <strong>de</strong> 1823 y diciembre <strong>de</strong> 1824),<br />
que libertaron la tierra <strong>de</strong> los Incas, ni había nacido Bolivia, inmortalizados para siempre con<br />
el nombre <strong>de</strong> su egregio fundador.<br />
5. Se publicó esta carta por primera vez en Quinze ans <strong>de</strong> Voyages autour du Mon<strong>de</strong>, por G. Lafond <strong>de</strong><br />
Lurcy, París, 1840, tomo II, página 139. Lafond acompañaló a San Martín en la entrevista <strong>de</strong><br />
Guayaquil y continuó siendo su amigo y corresponsal hasta 1847. En 1844 publicó en París sus<br />
interesantísimos Voyages dans l ’Amérique espagnole pendant les guerres <strong>de</strong> l’Indépendance, París, 1844.<br />
6. Gabriel Lafond <strong>de</strong> Lurcy. Voyages dans l ’Amérique espagnole, etc. París, 1844.<br />
7. Publicada por primera vez en los Estudios históricos-numismáticos. Medallas y monedas <strong>de</strong> la<br />
República Argentina, por Alejandro Rosa. Buenos Aires, 1898.<br />
8. Pliego cerrado <strong>de</strong>l Protector en que dice: «Nombro, hasta tanto se reúna la representación <strong>de</strong><br />
los pueblos libres <strong>de</strong>l Perú, al general en jefe <strong>de</strong>l ejército unido, don Ru<strong>de</strong>cindo Alvarado,<br />
quien entregará el mando a la persona o personas que dicha representación nombre para el<br />
Po<strong>de</strong>r Ejecutivo, teniendo presente para este nombramiento que respecto a que la reunión <strong>de</strong>l<br />
Congreso <strong>de</strong>be tardar poco tiempo, pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>sempeñar los intereses <strong>de</strong>l Estado el que manda<br />
la fuerza, dando por este medio un centro más a la impulsión para consolidar la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia<br />
absoluta <strong>de</strong>l Perú» Mss. (Arch. San Martín, volumen LXI). Mitre, Historia <strong>de</strong> San Martín,<br />
etc. Buenos Aires: 1887-1888. Tomo III, pág. 613.<br />
9. Se refiere a la nota reservada, subscripta en Guayaquil el mismo día 29 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1822.<br />
10. Archivo <strong>de</strong>l general Santan<strong>de</strong>r. Documentos inéditos. Tomo V.<br />
271
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
11. Archivo <strong>de</strong>l general Santan<strong>de</strong>r. Documentos inéditos. Tomo V.<br />
12. Citado por Ernesto <strong>de</strong> la Cruz (chileno), en su excelente estudio: La entrevista <strong>de</strong> Guayaquil,<br />
1913.<br />
13. Exacto. Véanse las cartas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> dirigidas en aquellos días <strong>de</strong> 1829, <strong>de</strong> Guayaquil a<br />
Popayán, a O’Leary, Páez y Antonio L. Guzmán.<br />
14. T. C. <strong>de</strong> Mosquera. La entrevista <strong>de</strong> Guayaquil. Artículo publicado en <strong>El</strong> Colombiano <strong>de</strong> Bogotá,<br />
el 26 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1861, y reproducido en el tomo XII, pág. 753, <strong>de</strong> los documentos Blanco-<br />
Azpurúa.<br />
15. Op. cit, T. III, pág. 639.<br />
16. <strong>Bolívar</strong> y San Martín (1847). Sarmiento narra en ese artículo la entrevista que tuvo con San<br />
Martín en Grand-Bourg. Obras <strong>de</strong> D.F. Sarmiento. Tomo II, pág. 371, y tomo XXII, pág. 11.<br />
17. Op. cit. T. III, pág. 642.<br />
Notas <strong>de</strong>l capítulo XX<br />
1. John Miller, Memoirs of general Miller, in the service of the Republic of Perú. London, 1828.<br />
2. Recuerdos <strong>de</strong> Francisco Bur<strong>de</strong>tt O’Connor, etc. Tarija, 1895.<br />
3. O’Leary, Memorias. Correspon<strong>de</strong>ncia.<br />
4. Archivo Santan<strong>de</strong>r. Cartas inéditas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Bogotá, 1917.<br />
5. Carta <strong>de</strong> don Joaquín Mosquera a don José Manuel Restrepo, subscripta en Bogotá el 2 <strong>de</strong><br />
agosto <strong>de</strong> 1854. Blanco-Azpurúa. T. IX, 343.<br />
Notas <strong>de</strong>l capítulo XXI<br />
1. Obras consultadas: Repertorio Colombiano. Bogotá. Tomo XX. Año 1899, Manuel Pombo.<br />
Escritos varios publicados en La Tribuna, Bogotá, 1914. M. Arroyo Diez. D. José María<br />
Mosquera. (Revista Popayán, 1915). Guillermo Valencia. Don Joaquín Mosquera. Popayán, 1895.<br />
Un folleto. —Debo los documentos inéditos que cito en este ensayo a la amistad <strong>de</strong>l nieto <strong>de</strong><br />
don distinguido caballero, quien justamente dos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberme dado las últimas<br />
copias <strong>de</strong> cartas <strong>de</strong> su abuelo, falleció inesperadamente en esta ciudad. Consagro aquí, a tan<br />
excelente, amigo, un cariñoso recuerdo. Nota: Este libro fue escrito en Bogotá.<br />
2. C.f. Carta <strong>de</strong> don José María Cár<strong>de</strong>nas a don Santiago Arroyo, <strong>de</strong> Popayán, subscripta en Bogotá,<br />
el 7 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1826. (Documentos inéditos publicados por don Cecilio Cár<strong>de</strong>nas.)<br />
3. Estas dos últimas anécdotas me fueron comunicadas por el señor J. M. Cár<strong>de</strong>nas Mosquera.<br />
Notas <strong>de</strong>l capítulo XXII<br />
1. Mariano Torrente. Historia <strong>de</strong> la Revolución Hispano-Americana. Madrid, 1830. T. III, pág. 475.<br />
2. M. A. López. Recuerdos históricos. Bogotá, 1878.<br />
3. O’Leary. Memorias. Caracas, 1883. T. XXVIII, pág. 268.<br />
272
4. Memoirs of Gl. Miller and A. London, 1828.<br />
5. Recuerdos <strong>de</strong> Bur<strong>de</strong>tt O’Connor. Tarija, 1895, op. cit., pág. 76.<br />
6. Recuerdos <strong>de</strong> Bur<strong>de</strong>tt O’Connor. Tarija, 1895, op. cit., pág. 76.<br />
7. Gonzalo Bulves. Historia <strong>de</strong> la expedición libertadora <strong>de</strong>l Perú. Santiago <strong>de</strong> Chile, 1888.<br />
8. «La campaña <strong>de</strong> Carabobo, dice José Veríssimo, obra maestra <strong>de</strong> talento militar, rivaliza con<br />
las más famosas <strong>de</strong> Napoleón.»<br />
Notas <strong>de</strong>l capítulo XIII<br />
1. Memoirs of general Miller, etc. London, 1828.<br />
2. Gaceta Mercantil. Buenos Aires, jueves 17 <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1825.<br />
3. Obra citada. Tomo II, pág. 276.<br />
4. Narración. Tomo II, pág. 405.<br />
5. Cf. Alejandro Álvarez. La diplomacia <strong>de</strong> Chile durante la emancipación y la sociedad internacional americana.<br />
Madrid, 1916.<br />
6. Así lo <strong>de</strong>claró, en 1911, un Congreso <strong>de</strong> sabios, el Congreso Internacional <strong>de</strong>l arbitraje, reunido<br />
en los Estados Unidos.<br />
7. Estos no eran meros sueños <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, eran empresas factibles en que no sólo él sino también<br />
Santan<strong>de</strong>r y otros pensaban seriamente. Para ello contaban, aparate <strong>de</strong> un ejército sin par en<br />
América, que había recorrido en triunfo medio mundo occi<strong>de</strong>ntal, con una escuadra magnífica<br />
en ese tiempo, compuesta <strong>de</strong> buques tan buenos como las fragatas Colombia y Cundimarca, <strong>de</strong> 62<br />
cañones cada una; la Venezuela, <strong>de</strong> 38; las corbetas Ceres, Boyacá y Urica, <strong>de</strong> 29, 22 y 21; varios bergantines<br />
como el <strong>Bolívar</strong>, Marte, In<strong>de</strong>pendiente, Confianza, Vencedor, La Fama, Pichincha y Farándula, casi<br />
todos <strong>de</strong> 18 cañones; muchas goletas, como La Espartana, La Atrevida, La Antonia Manuela, La<br />
Leona, <strong>El</strong> Terror, etc., y gran número <strong>de</strong> flecheras, balandras, faluchos y embarcaciones menores.<br />
La escuadra era potente y capaz <strong>de</strong> conducir un ejército a cualquier puerto <strong>de</strong> América o <strong>de</strong><br />
Europa, y su tripulación, experimentada en cine combates tan heroicos como el <strong>de</strong>l Lago <strong>de</strong><br />
Maracaibo, no <strong>de</strong>jaba qué <strong>de</strong>sear.<br />
Nota <strong>de</strong>l capítulo XIV<br />
1. Memorias citadas. II, 294.<br />
Nota <strong>de</strong>l capítulo XXV<br />
1. La Nouvelle Grena<strong>de</strong>, Op. cit.<br />
2. Al. <strong>de</strong> Humboldt. Vues <strong>de</strong>s Cordillères et Monuments <strong>de</strong>s peuples indigènes <strong>de</strong> l’Amérique. París, 1816.<br />
3. J. F. Ortiz. Reminisencias. Op. cit.<br />
4. Citado por Villanueva L. M. en A. IV, 249.<br />
Notas<br />
273
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Notas <strong>de</strong>l capítulo XXVI<br />
1. Blanco y Azpurúa. Documentos, T. XIV, pág. 297.<br />
2. J. F. Ortiz. Reminiscencias. Ob. cit.<br />
3. Florentino González : Los conjurados el 25 <strong>de</strong> septiembre. Narración escrita en París <strong>de</strong> 1841 al<br />
1845 y publicada en Neogranadino <strong>de</strong> Bogotá en 1853. Blanco-Azpurúa. T. XIII, pág. 84.<br />
4. Véase la carta <strong>de</strong> don Joaquín Mosquera a su primo don Santiago Arroyo, <strong>de</strong> Popayán, fechada en<br />
Bogotá el 29 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1828, cuatro días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la conjuración. La Revolución. Bogotá,<br />
octubre 6 <strong>de</strong> 1910.<br />
5. Carta <strong>de</strong> don Joaquín Mosquera a Felipe Larrazábal, fechada en Popayán el 4 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong><br />
1869. Blanco-Azpurúa. T. XIV, pág. 297.<br />
6. Parte <strong>de</strong>l proceso original <strong>de</strong> la conjuración existe en la Biblioteca Nacional <strong>de</strong> Bogotá.<br />
Sección Pineda.<br />
7. O’Leary. Narración. T. III, p. 382.<br />
8. S. Lepesffidor, cultísimo alemán que residía en Bogotá en aquel tiempo, <strong>de</strong>cía que las poesías<br />
<strong>de</strong> Vargas en el idioma <strong>de</strong> Goethe tenían naturalidad, belleza y corrección.<br />
9. Tal ha sido la creencia general hasta estos días en que nuevos documentos nos han dado otra versión<br />
más aceptable sobre la muerte <strong>de</strong> Vargas Tejada. Según esos documentos, el poeta, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar la<br />
hacienda <strong>de</strong> Ticha, atravesó los <strong>de</strong>partamentos <strong>de</strong> Boyacá, Santan<strong>de</strong>r y parte <strong>de</strong>l Magdalena, hasta<br />
llegar, ya reunido con otros compañeros, a la al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Diegopata, don<strong>de</strong> un señor Arguaya encaminó<br />
a los fugitivos a La Paz para que luego ganasen el mar; pero un movimiento <strong>de</strong> tropas les obligó<br />
a ocultarse en una cueva situada en el punto llamado La Tomita, don<strong>de</strong> algún tiempo <strong>de</strong>spués, por<br />
la <strong>de</strong>lación <strong>de</strong> un tal Reyes Villero, fueron sorprendidos y villanamente asesinados. (Cf. Biblioteca <strong>de</strong><br />
Sudamérica. Entrega 6 a , Bogotá, 1914, publicada por el doctor Adolfo León Gómez.)<br />
10. Véase entre otros estudios sobre Vargas Tejada, el excelente <strong>de</strong> José Caicedo Rojas, publicado<br />
en el Anuario <strong>de</strong> la Aca<strong>de</strong>mia Colombiana. Año <strong>de</strong> 1874. Tomo I.<br />
11. Escrito en Bogotá el 18 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1900.<br />
12. Obras <strong>de</strong>l Padre Juan <strong>de</strong> Mariana. De rege et regis institutione, caps. VI y VII.<br />
13. Parece que existe un libro <strong>de</strong> Roullin con este título: Histoire naturelle et souvenirs <strong>de</strong> voyage; mas<br />
ni en la Biblioteca Nacional <strong>de</strong> Francia logré hallarlo.<br />
14. Blanco y Azpurúa. Documentos. T. XIV.<br />
Nota <strong>de</strong>l capítulo XVII<br />
1. Memorias. T. I, pág. 250.<br />
Nota <strong>de</strong>l capítulo XXVIII<br />
1. J. M. Samper. <strong>El</strong> Libertador Simón <strong>Bolívar</strong>. Buenos Aires, 1884. A. Rojas. Leyendas. Op. cit., t.<br />
I, pág. 35. Simón Camacho. Recuerdo <strong>de</strong> Santa Marta. Caracas, 1842.<br />
274
Nota <strong>de</strong>l capítulo XIX<br />
Notas<br />
1. Autopsia <strong>de</strong>l cadáver <strong>de</strong>l Exmo. Sr. General Simón <strong>Bolívar</strong>. Blanco-Azpurúa. Tomo XIV, 470-477.<br />
En febrero <strong>de</strong> 1796 nació en Falaise (Normandia) Alejandro Próspero Révérend. Estudió en<br />
el Liceo <strong>de</strong> Caen. En 1814 se alistó como soldado en un cuerpo <strong>de</strong> caballería <strong>de</strong>l ejército <strong>de</strong><br />
Napoleón e hizo la <strong>de</strong>sgraciada campaña <strong>de</strong>l Loire. En 1820, radicado en París, estudió medicina.<br />
Partidario ardiente <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as republicanas y creyéndose inseguro en Francia, se dirigió<br />
a Colombia y arribó a Santa Marta en 1824; allí fue médico <strong>de</strong>l hospital militar, miembro <strong>de</strong><br />
la Junta <strong>de</strong> Sanidad, cirujano mayor <strong>de</strong>l ejército en 1830, año en que llegó el Libertador<br />
enfermo a Santa Marta y en que Révérend <strong>de</strong> encargó, <strong>de</strong> asistirlo. Del 1.º al 17 <strong>de</strong> diciembre<br />
publicó treinta y tres boletines relativos al Libertador, y tres horas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muerto este hizo<br />
la autopsia al cadáver. En 1842, cuando fueron repatriados los restos <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, a Révérend<br />
le tocó i<strong>de</strong>ntificarlos. Después, en 1838, <strong>de</strong>sempeñó en Santa Marta el Consulado <strong>de</strong> Francia.<br />
En 1866 publicó en Francia una colección <strong>de</strong> documentos titulada: La última enfermedad, los<br />
últimos momentos y los funerales <strong>de</strong> Simón <strong>Bolívar</strong>, Libertador <strong>de</strong> Colombia y <strong>de</strong>l Perú. En 1867 se acuñó<br />
en Venezuela una medalla <strong>de</strong> oro con esta inscripción: «Congreso <strong>de</strong> 1867. Venezuela agra<strong>de</strong>cida<br />
a A. Próspero Révérend.» Más tar<strong>de</strong> se le con<strong>de</strong>coró con el busto <strong>de</strong>l Libertador y se le<br />
asignó una pensión. Regresaba <strong>de</strong> París, cuando murió en Santa Marta, el 1.º <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong><br />
1881, a los 85 años <strong>de</strong> una vida consagrada a los más bellos i<strong>de</strong>ales.<br />
Notas <strong>de</strong>l capítulo XXX<br />
1. Op. cit. Tomo I, pág. 315.<br />
2. Memorias. T. XXVII, pág. 82.<br />
3. A. Rojas. Obras, pág. 542.<br />
4. Historia <strong>de</strong> la Revolución <strong>de</strong> Colombia. Tomo I, cap. X.<br />
5. Capella Toledo. Leyendas. T. III, pág. 23.<br />
6. A. P. Révérend. La última enfermedad, los últimos momentos y los funerales <strong>de</strong> Simón <strong>Bolívar</strong>, Libertador<br />
<strong>de</strong> Colombia y <strong>de</strong>l Perú, por su médico <strong>de</strong> cabecera. París, 1866.<br />
7. Boletín <strong>de</strong> Historia y Antigüeda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la Aca<strong>de</strong>mia <strong>de</strong> Historia. Bogotá, 1902. T. I, pág. 41.<br />
275
Índice<br />
INTRODUCCIÓN 9<br />
I. LAS VÍSPERAS DE LA REVOLUCIÓN 13<br />
II. EL NIDO DEL ÁGUILA 25<br />
III. LA CASA DEL BOLÍVAR 31<br />
IV. INFANCIA Y JUVENTUD 37<br />
V. LA GORRA DEL PRÍNCIPE 45<br />
VI. EN EL MONTE SACRO 49<br />
VII. BOLÍVAR Y HUMBOLDT 55<br />
VIII. BOLÍVAS EN EL TERREMOTO DE CARACAS 63<br />
IX. EN MILÁN 67<br />
X. BOLÍVAR E ITURBE 71
Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
XI. LA GUERRA A MUERTE 77<br />
Briceño 81<br />
Arismendi 85<br />
Boves 88<br />
Retrato <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> por un oficial británico. 100<br />
Retrato <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> por Páez 100<br />
XII. CASACOIMA 101<br />
XIII. EL PASO DE LOS ANDES 109<br />
XIV. LOS CABALLOS DE BOLÍVAR 119<br />
XV. LA ENTREVISTA DE SANTA ANA 127<br />
XVI. EL NEGRO PRIMERO 135<br />
XVII. BOLÍVAR EN EL CHIMBORAZO 143<br />
XVIII. EL DELIRIO 147<br />
XIX. LA ENTREVISTA DE GUAYAQUIL 151<br />
I 153<br />
II 161<br />
III 169<br />
XX. BOLÍVAR EN PATIVILCA 177<br />
XXI. LOS MOSQUERAS 185<br />
I 187<br />
II 195<br />
XXII. JUNÍN EN EL DÍA DEL CENTENARIO DE AYACUCHO 205
Índice<br />
XXIII. LA APOTEOSIS DEL POTOSÍ 215<br />
XXIV. RETRATO DE BOLÍVAR POR G. MILLER 221<br />
XXV. BOLÍVAR EN EL TEQUENDAMA 225<br />
XXVI. CONJURADOS SEPTEMBRINOS 233<br />
XXVII. LA QUINTA DE FUCHA, TESTAMENTO POLÍTICO. 245<br />
XXVIII. LOS QUIJOTES DE LA LIBERTAD. 251<br />
XXIX. MUERTE DE BOLÍVAR 255<br />
XXX. LAS CAMISAS DE BOLÍVAR 259<br />
NOTAS 265
Esta colección ha sido creada con un fin estrictamente cultural<br />
y sus libros se ven<strong>de</strong>n a precio subsidiado<br />
por el Ministerio <strong>de</strong>l Po<strong>de</strong>r Popular para la Cultura.<br />
Si alguna persona o institución cree que sus <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> autor<br />
están siendo afectados <strong>de</strong> alguna manera pue<strong>de</strong> dirigirse a:<br />
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La edición consta <strong>de</strong> 3.000 ejemplares<br />
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