30.04.2013 Views

El Libro de Oro de Bolívar - Otra Mirada del Conflicto

El Libro de Oro de Bolívar - Otra Mirada del Conflicto

El Libro de Oro de Bolívar - Otra Mirada del Conflicto

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

iografías<br />

<strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong><br />

<strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Caracas, 2007


iografías<br />

<strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong><br />

<strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Cornelio Hispano


©Cornelio Hispano<br />

© Fundación Editorial el perro y la rana, 2007<br />

Av. Panteón. Foro Libertador.<br />

Edif. Archivo General <strong>de</strong> la Nación, planta baja,<br />

Caracas-Venezuela, 1010.<br />

Telfs.: (58-0212)5642469<br />

Telefax: (58-0212) 5641411<br />

Correos electrónicos:<br />

mcu@ministerio<strong>de</strong>lacultura.gob.ve<br />

elperroylaranaediciones@gmail.com<br />

Diseño <strong>de</strong> la colección: Kael Abello<br />

Diagramación: Edarlys Rodríguez<br />

Edición <strong>de</strong>l cuidado <strong>de</strong>: Luis Lacave<br />

Transcripción: Yaneth Mendoza H.<br />

Corrección: Eva Molina<br />

Hecho el Depósito <strong>de</strong> Ley<br />

Depósito legal lf 40220068001814<br />

ISBN 980-396-205-1


Colección trazos y testimonios<br />

En la historia no hay espacio para el silencio y el vacío. <strong>El</strong> recuerdo <strong>de</strong> los protagonistas<br />

<strong>de</strong>l mundo ha sido perpetuado en el papel, allí están el estilo, la feria, la<br />

herida, la cumbre y el abismo <strong>de</strong> vidas que se repiten en la lectura. Esta colección<br />

hace honor a los hombres que por su fuerza e intuición han <strong>de</strong>finido épocas; sus<br />

cuatro series honran las huellas que conservan aroma y frescura, las voces que permanecen<br />

porque aún tienen mucho que <strong>de</strong>cir. Biografías es la serie que con<strong>de</strong>nsa<br />

estudios <strong>de</strong> investigación en torno a la vida y obra <strong>de</strong> los personajes que han<br />

sellado el tiempo. Diarios nos trae a los autores <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus escritos más personales,<br />

nos acerca a ellos con la sutileza <strong>de</strong> quien atien<strong>de</strong> un acto <strong>de</strong> intimidad. Epístolas<br />

reconstruye momentos <strong>de</strong> intercambio i<strong>de</strong>ológico y sensitivo a través <strong>de</strong> las cartas,<br />

recopila instantes revertidos en tinta para comunicar en su momento inquietu<strong>de</strong>s<br />

que contribuyen a la reflexión. Relatos <strong>de</strong> Viaje permite que el escritor nos tome<br />

<strong>de</strong> la mano para llevarnos con él a países y regiones extranjeras; nos invita a conocer<br />

geografías, climas, culturas, impresiones que se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>n <strong>de</strong> sus propias<br />

narraciones.<br />

Hay líneas <strong>de</strong>l tiempo que se <strong>de</strong>jan ver, colores y oscurida<strong>de</strong>s que el olvido no<br />

ha podido manipular <strong>de</strong>l todo, esta colección se atreve a hurgar en los resquicios<br />

<strong>de</strong> la memoria para obsequiarnos los Trazos y Testimonios <strong>de</strong> figuras inmortales.<br />

7


Introducción<br />

Después <strong>de</strong> la Historia secreta <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> don<strong>de</strong> he presentado al héroe en Capua<br />

(quiero <strong>de</strong>cir, bajo las palmeras <strong>de</strong> La Magdalena), coronado <strong>de</strong> mirtos y laureles<br />

y en los brazos <strong>de</strong> la mujer amada, he aquí su complemento, natural y necesario:<br />

<strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, esto es, las más bellas y acrisoladas páginas <strong>de</strong> los anales<br />

<strong>de</strong> su vida: dorados recuerdos <strong>de</strong> la infancia; sucesos sobre los cuales ha pasado ya<br />

su brocha la leyenda; episodios que son como síntesis <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> su genio y<br />

carácter; semblanzas trazadas en secreto por amigos y camaradas en las más íntimas<br />

y <strong>de</strong>scuidadas posturas; confi<strong>de</strong>ncias que guardó el tiempo, como en discretos<br />

relicarios, en el corazón <strong>de</strong> fieles y apasionados admiradores, aun <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la<br />

muerte; memorias i<strong>de</strong>alizadas cum grano salis, <strong>de</strong> tinte otoñal, como flores <strong>de</strong> oro<br />

entre las hojas <strong>de</strong> un libro <strong>de</strong> oraciones.<br />

Al recogerlas con pasión, el autor pue<strong>de</strong> haber errado en los <strong>de</strong>talles y aun<br />

interpretado bizarramente la verdad histórica, pero ha sido leal a la verdad intelectual,<br />

a esa nobleza y <strong>de</strong>coro <strong>de</strong> expresión que da como fruto una obra espontánea<br />

y vivaz, <strong>de</strong> una virtud propia y perenne, como <strong>de</strong>cía Tucídi<strong>de</strong>s, y no una mera<br />

esgrima espiritual; en otros términos, ha querido que todas sus palabras tengan un<br />

acento <strong>de</strong> heroica verdad, y que sus cualida<strong>de</strong>s sean las que Luciano pedía al historiador:<br />

Un buen sentido para las cosas <strong>de</strong>l mundo, y una agradable expresión.<br />

Porque la historia es un arte y una ciencia; la perfección <strong>de</strong> la forma es esencial,<br />

y <strong>de</strong> ello nos han dado clarísimos ejemplos Agustín Thierry, Renán, Taine, maestros<br />

consumados que creyeron que una frase mal construida correspon<strong>de</strong> siempre a su<br />

pensamiento inexacto. Esa humil<strong>de</strong> parte <strong>de</strong>l trabajo literario, que consiste en atenuar<br />

y borrar, parte tan poco comprendida <strong>de</strong> las personas inexpertas que ignoran lo que<br />

9


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

cuesta al arte saberse ocultar, era la que más los atraía. De Thierry se cuenta que<br />

el día que <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> existir para la vida intelectual, <strong>de</strong>spertó a su criado a las cuatro<br />

<strong>de</strong> la mañana y le dictó un ligero cambio a una frase <strong>de</strong> la Conquista, que sólo el<br />

podía <strong>de</strong>sear mejor <strong>de</strong> lo que estaba. Las reminiscencias <strong>de</strong> los contemporáneos<br />

pue<strong>de</strong>n también discordar, y aun contra<strong>de</strong>cir, pero su bondad estriba en ser unánimes,<br />

precisas, admirablemente gráficas en cuanto al carácter <strong>de</strong>l héroe y a la<br />

impresión que en vida les causó y que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte conservaron clara y<br />

profundamente única.<br />

«La inexactitud, que es uno <strong>de</strong> los rasgos <strong>de</strong> todas las producciones populares,<br />

dice Renán, se hace sentir particularmente en los Evangelios, que son biografías<br />

legendarias. Supongamos que, hace quince o veinte años, tres o cuatro viejos<br />

veteranos <strong>de</strong>l Primer Imperio se hubiesen puesto a escribir cada uno por su<br />

cuenta, y ayudados sólo por sus recuerdos, la vida <strong>de</strong> Napoleón. Es claro que sus<br />

relatos adolecerían <strong>de</strong> numerosos errores, <strong>de</strong> incontables discordancias. Uno colocaría<br />

a Wagram antes <strong>de</strong> Marengo; otro no vacilaría en escribir que Bonaparte<br />

arrojó <strong>de</strong> las Tullerías a Robespierre; otro, en fin, omitiría las expediciones <strong>de</strong><br />

mayor importancia. Pero una cosa se <strong>de</strong>stacaría firmemente con un alto grado <strong>de</strong><br />

verdad <strong>de</strong> esas ingenuas y sencillas narraciones: el carácter <strong>de</strong>l héroe y la imprecisión<br />

que <strong>de</strong>jó en torno suyo. Por tal aspecto esas reminiscencias populares valdrían<br />

mucho más que una historia solemne y oficial.»<br />

«Tratemos en nuestros días, dice el mismo autor en otra <strong>de</strong> sus obras, con<br />

nuestros innumerables medios <strong>de</strong> información y <strong>de</strong> publicación, tratemos <strong>de</strong> saber<br />

exactamente cómo se <strong>de</strong>sarrolló tal importante episodio <strong>de</strong> la historia contemporánea,<br />

cuáles fueron los preliminares, qué móviles e intenciones los movieron, y no<br />

lo conseguiremos. Por mi parte he tratado a menudo, como experiencia <strong>de</strong> crítica<br />

histórica, <strong>de</strong> formarme una i<strong>de</strong>a cabal <strong>de</strong> acontecimientos que han pasado ante<br />

mis ojos, tales como los sucesos <strong>de</strong> febrero, <strong>de</strong> junio, etc., y nunca he logrado<br />

quedar satisfecho. Es, pues, necesario escoger entre dos sistemas: o no escribir sino<br />

historia general, no tratar sino las gran<strong>de</strong>s líneas <strong>de</strong> la revoluciones políticas sociales<br />

y religiosas, las únicas que son rigurosamente ciertas, o <strong>de</strong>sprevenirse sobre la<br />

exactitud <strong>de</strong> los <strong>de</strong>talles, y aceptarlos, no como la verdad absoluta, sino como<br />

rasgos <strong>de</strong> costumbres dignas <strong>de</strong> ser tomadas en consi<strong>de</strong>ración.»<br />

Otro tanto pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse <strong>de</strong> los recuerdos que nos <strong>de</strong>jaron los compañeros <strong>de</strong><br />

<strong>Bolívar</strong>, sobre los cuales se ha escrito esta obra. Nada hay que agregar ya a los gran<strong>de</strong>s<br />

capítulos <strong>de</strong> los Anales bolivianos. Menester sería que se <strong>de</strong>scubrieran nuevos<br />

documentos, que se redactaran otras memorias, y ya los archivos nacionales y<br />

extranjeros no guardan secretos, ni quedan libertadores sobrevivientes para narrarnos,<br />

al amor <strong>de</strong> la lumbre, sus recuerdos <strong>de</strong> antaño. Ni es posible superar tampoco<br />

10


Introducción<br />

la obra monumental <strong>de</strong>l pasado. O’Leary, Blanco, Restrepo, Posada, Mosquera,<br />

que vinieron y oyeron, amontonaron los elementos esenciales y dieron la primera<br />

magistral impresión al bronce imperece<strong>de</strong>ro. Baralt, Montalvo y Larrazábal, con<br />

manos expertas y esmeradas retocaron las líneas, dispusieron las sombras, atildaron<br />

y pulieron los pliegues <strong>de</strong> la estatua, dándole el continente <strong>de</strong> los antiguos<br />

héroes; otros agregaron más tar<strong>de</strong> piedras al pe<strong>de</strong>stal o cubriéronle con ramas simbólicas,<br />

recién <strong>de</strong>sgajadas, en las florestas natales. Olmedo embocó en su honor la<br />

trompa homérica; Heredia pulsó su arpa; su salterio Ortiz, y Caro su latina lira.<br />

Y luego, que no siempre en las acciones más brillantes se muestran mejor las<br />

virtu<strong>de</strong>s y los vicios <strong>de</strong> los hombres; un palique sin trascen<strong>de</strong>ncia, una réplica, un<br />

gracejo nos permiten a menudo conocer mejor un carácter y un corazón que el<br />

prolijo relato <strong>de</strong> batallas sangrientas, o <strong>de</strong> vastas operaciones estratégicas, o <strong>de</strong> asaltos<br />

<strong>de</strong> ciuda<strong>de</strong>s.<br />

Al revés <strong>de</strong> la historia cabal y rígida, las Memorias, creadas por el genio francés,<br />

la crónica, es como una anciana nodriza que conserva en sus labios joviales y candorosos<br />

las <strong>de</strong>steñidas tradiciones <strong>de</strong> las cosas. Plutarco me encanta siempre, dice<br />

Montesquieu: tiene episodios referentes a las personas verda<strong>de</strong>ramente <strong>de</strong>liciosos,<br />

y Aristóteles prohibe que se lleven al drama héroes perfectos por temor <strong>de</strong> que no<br />

interesen al público. Y, en verdad, los personajes irreprochables nos asombran o<br />

nos atedian, y, como por lo general nos sentimos atraídos unos a otros por las<br />

<strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s y flaquezas comunes, nada simpático nos parece quien no pecó nunca,<br />

quien jamás erró, ni alguna vez se arrepintió o se contradijo, cosas todas propias<br />

<strong>de</strong> los míseros mortales.<br />

<strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> completa, pues, la Historia secreta y el <strong>de</strong>licioso Diario<br />

<strong>de</strong> Bucaramanga. Sólo a través <strong>de</strong> esas páginas po<strong>de</strong>mos hoy y siempre conocer a<br />

Simón <strong>Bolívar</strong> tal como fue, mortal entre los mortales, hombres entre los hombres.<br />

En vano lo buscaríamos en los graves autores que en los primeros tiempos <strong>de</strong><br />

la República cuidaron <strong>de</strong> presentárnoslo bajo el solio presi<strong>de</strong>ncial, o en el gabinete<br />

<strong>de</strong> estudio, en ceremonioso frac, o en <strong>de</strong>slumbrante uniforme, tal sería como<br />

buscar en Thiers o Mignet al apasionado Bonaparte <strong>de</strong> la Malmaison o <strong>de</strong><br />

Compiegne. Y a la manera que <strong>de</strong> este legendario emperador nada nos seduce hoy,<br />

como no sean los secretos <strong>de</strong> su fuerza y los secretos <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s, sus aventuras<br />

galantes, livianda<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>rroches, fracasos, pesares, sus cesáreas visiones, su<br />

gloria sin par, y apenas si nos preocupan y distraen los itinerarios <strong>de</strong> sus marchas<br />

a través <strong>de</strong> los <strong>de</strong>siertos <strong>de</strong>l Nilo y las estepas rusas, o sus vastos planes <strong>de</strong> campaña,<br />

o sus finanzas, o sus tratados leoninos, o sus códigos, <strong>de</strong>l propio modo no<br />

queremos saber más sobre la Constitución boliviana, ni sobre la pretendida<br />

11


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

monarquía en América, ni sobre la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l Perú y Bolivia, o el<br />

Congreso <strong>de</strong> Panamá. La vida <strong>de</strong> un hombre, repito, no se compone solamente <strong>de</strong><br />

los acontecimientos notables que refieren las historias corrientes y oficiales, ella es<br />

la serie continua <strong>de</strong> todas las sensaciones, pensamientos, sentimientos, acciones<br />

gran<strong>de</strong>s y pequeñas que han llenado sus días <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su cuna hasta su muerte. Y,<br />

quizá, si <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un estudio profundo y <strong>de</strong>sprevenido, se quisiera sintetizar en<br />

una frase el carácter moral recóndito <strong>de</strong>l Libertador, habría que <strong>de</strong>cir que él, epicúreo<br />

como Alejandro, como Lutero, como Goethe, como René, resumía en dos<br />

cosas todas las bellezas y dulzuras humanas: la Gloria y el Amor.<br />

12<br />

París, 1925.<br />

C. Hispano


I<br />

Las vísperas <strong>de</strong> la Revolución


En aquel tiempo, o sea en los dos lustros que precedieron a la Revolución <strong>de</strong><br />

1810, la vida <strong>de</strong> la colonias ultramarinas <strong>de</strong> España era holgada, tranquila y<br />

patriarcal, como era alegre y confiada, suntuosa y floreciente la vida <strong>de</strong> Francia en<br />

ese gran siglo XVIII, mientras en las más bajas capas sociales ardían secreta y lentamente<br />

las chispas salidas <strong>de</strong> los cerebros <strong>de</strong> los filósofos y que habrían <strong>de</strong> estallar<br />

<strong>de</strong> súbito en la maravillosa hoguera <strong>de</strong>l 89. En el dichoso Virreinato <strong>de</strong> la Nueva<br />

Granada habían disminuido, ya tardíamente, es cierto, los impuestos, pechos y<br />

alcabalas; era próspero el comercio, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un letargo tres veces secular; los<br />

productos <strong>de</strong> la tierra, como el café y el cacao, enriquecían a los dueños <strong>de</strong> las<br />

vastas haciendas don<strong>de</strong> trabajaban graciosamente y como bestias los esclavos; en<br />

los potreros, <strong>de</strong>hesas y sabanas pastaban multicolores e innumerables rebaños,<br />

gordos y lozanos, que excediendo al consumo empezaban a <strong>de</strong>sfilar hacia las<br />

Antillas en pingües intercambios mercantiles.<br />

Así plácidos y monótonos y confiados transcurrían los días y los años y los<br />

siglos en nuestro sumiso y feliz Nuevo Reino, renombrado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus orígenes<br />

hasta hoy por la fertilidad <strong>de</strong> sus campos, sus ingentes riquezas naturales, entonces<br />

como hoy, ocultas y custodiadas por dragones <strong>de</strong> siete cabezas, como las manzanas<br />

<strong>de</strong> oro <strong>de</strong>l Jardín <strong>de</strong> las Hespéri<strong>de</strong>s; su incomparable posición geográfica<br />

entre los dos Océanos, la sorpren<strong>de</strong>nte belleza <strong>de</strong> sus valles, florestas, bosques y<br />

vírgenes montañas, y la mansa y pía condición <strong>de</strong> sus habitantes, impregnados,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces, <strong>de</strong> cierta encantadora melancolía religiosa u olvido <strong>de</strong> las cosas<br />

ilusorias y perece<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> la tierra, que aún perdura intacta en nuestra alma nacional,<br />

a Dios gracias, por las tangibles y eternas <strong>de</strong>l cielo.<br />

Lo maravilloso llena la vida <strong>de</strong> los sencillos colonos que atribuyen a los santos<br />

y al <strong>de</strong>monio una permanente intervención en los más minuciosos inci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong><br />

su plácida existencia. Aquí y allá, pesados conventos, sin fachadas, todos con nombres<br />

<strong>de</strong> santos: San Francisco, San Diego, Santo Domingo, <strong>El</strong> Carmen, San<br />

Agustín, Santa Clara, La Enseñanza, La Concepción, La Capuchina, en cuyos<br />

muros converge toda autoridad, todo pensamiento y toda vida. Las campanas es<br />

lo único que levanta la voz en la ciudad <strong>de</strong>sierta y como dormida; la biblioteca<br />

15


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

teológica <strong>de</strong>l convento el solo <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong> cultura, y el colegio principal, una<br />

<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia adyacente <strong>de</strong>l claustro.<br />

La librería no existe, la imprenta hace novenas, bulas, pragmáticas. <strong>El</strong> peripato y<br />

el ergotismo agobian las inteligencias, y así el culteranismo <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a prepara y acompaña<br />

al culteranismo <strong>de</strong> la frase. La metrópoli revela, sin embargo, su interés en conservar<br />

tal estado <strong>de</strong> cosas. «Un clero innumerable y ocioso pulula con el permanente<br />

hervor <strong>de</strong> la planta asaltada <strong>de</strong> hormigas movido por la vulgaridad, la ignorancia, la<br />

pasión fanática, la gula, la sensualidad y codicia que arrebata al indio infeliz las heces<br />

que pudo <strong>de</strong>jar la usura <strong>de</strong>l patrón.» La vida es triste y monótona, poblada <strong>de</strong> temor<br />

supersticioso y disposición penitencial; cantan los gallos para que amanezca la murmuración<br />

y el sol se pone para que ella atisbe más a cubierto.<br />

La insuficiencia o falta absoluta <strong>de</strong> enseñanza en los planteles <strong>de</strong> la colonia,<br />

era suplida por estudios solitarios, como lo reconocía el virrey Mendinueta al<br />

estampar en la Relación dirigida a su sucesor, los siguientes conceptos que contestan,<br />

<strong>de</strong> una vez por todas, a aquellos obcecados aun en nuestros días, que con el<br />

mismo espíritu que inspiraba a los gobernantes españoles <strong>de</strong> aquella época, alegan<br />

en favor <strong>de</strong> la cultura peninsular en sus colonias, la formación <strong>de</strong> inteligencias tan<br />

po<strong>de</strong>rosas como las <strong>de</strong> Caldas, Torres, etc. : «Los que la tienen, dice, refiriéndose<br />

a la instrucción <strong>de</strong> los colonos (según el método y autores que prescribió la junta<br />

<strong>de</strong> estudios el 13 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1779), pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que la han adquirido más<br />

bien en sus gabinetes, a esfuerzos <strong>de</strong> un estudio particular, auxiliados <strong>de</strong> sus propios<br />

libros, que en los colegios y aulas públicas, estando en ellos limitada la enseñanza<br />

a un mediana latinidad y a la filosofía peripatética <strong>de</strong> Gaudin, a la teología<br />

y <strong>de</strong>recho civil y canónico.»<br />

Acor<strong>de</strong> con esa Relación es una nota al Gobierno <strong>de</strong> Madrid, fechada en<br />

Bogotá en los días <strong>de</strong>l terror, en que al hablar <strong>de</strong>l medio más eficaz, en su concepto,<br />

para restablecer en las colonias sublevadas la autoridad <strong>de</strong>l trono y <strong>de</strong>l altar,<br />

<strong>de</strong>cía don Pablo Morillo, <strong>El</strong> Pacificador:<br />

«A todos los individuos <strong>de</strong> ambos sexos que sabían leer y escribir, se les ha tratado<br />

como rebel<strong>de</strong>s. En mi opinión, es medio <strong>de</strong>l más seguro <strong>de</strong> contener los progresos <strong>de</strong>l<br />

espíritu revolucionario.»<br />

Y cuando la ciudad <strong>de</strong> Mérida, en Venezuela, solicita, a mediados <strong>de</strong>l siglo<br />

XVIII, que se eleve su seminario a la categoría <strong>de</strong> universidad, el Gobierno <strong>de</strong><br />

Carlos IV contesta con tanta lógica como franqueza, que «Su Majestad no consi<strong>de</strong>ra<br />

conveniente el que se haga general la instrucción en América».<br />

16


I. Las vísperas <strong>de</strong> la Revolución<br />

Los escitas vaciaban los ojos a sus esclavos para que hiciesen girar la mula con<br />

menos distracciones. Tal es el principio <strong>de</strong> los gobiernos tiránicos, y tal fue el que<br />

España aplicó rigurosamente a sus colonias ultramarinas. La Inquisición se<br />

encargó <strong>de</strong> cegar las almas, y a su sombra se fundaron en México, Lima y otras<br />

ciuda<strong>de</strong>s universida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>stinadas a cultivar y propagar la ignorancia. Trescientos<br />

años duró aquel régimen en América y en la misma España existiría aún el Santo<br />

Oficio hoy, si un rey extranjero y usurpador, <strong>de</strong> raza y lengua distintas, José<br />

Bonaparte (apellidado Pepe Botellas), no lo hubiera abolido durante su corto reinado.<br />

Complemento <strong>de</strong> la Inquisición era el comercio <strong>de</strong> indulgencias, renta <strong>de</strong>l<br />

clero romano y <strong>de</strong> la metrópoli.<br />

<strong>El</strong> Papa entregaba al gobierno español, y éste a sus colonias, cinco especies <strong>de</strong><br />

bulas: la <strong>de</strong> vivos, la <strong>de</strong> difuntos, <strong>de</strong> huevos y lacticinios, <strong>de</strong> composición y la <strong>de</strong> la<br />

Santa Cruzada. La penúltima tenía el maravilloso e inaudito efecto <strong>de</strong> hacer legítimo<br />

propietario al injusto <strong>de</strong>tentador <strong>de</strong> la propiedad ajena.<br />

Ahora, por lo que hace a nuestros antiguos hogares, una carta íntima y familiar,<br />

publicada en la revista Popayán, va a darnos los colores, el ambiente y hasta el perfume<br />

<strong>de</strong> aquellos cuadros, o escenas rústicas <strong>de</strong> la más encantadora simplicidad:<br />

«Como <strong>de</strong>seas pormenores <strong>de</strong> la familia, allá van unos cuantos (le escribía <strong>de</strong><br />

Popayán don Jerónimo, a su hermano el ilustre don Camilo Torres, resi<strong>de</strong>nte en<br />

Santa Fe, el 20 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1807):<br />

«Nuestras hermanas lo pasan gran<strong>de</strong>mente en su retiro <strong>de</strong> Pandiguando, llamado<br />

ahora comúnmente <strong>El</strong> Llanito; no se cansan, y, al parecer, no se cansarán<br />

jamás <strong>de</strong> la relativa soledad <strong>de</strong>l campo, y se consi<strong>de</strong>ran muy felices estando lejos<br />

<strong>de</strong> las rivalida<strong>de</strong>s mezquinas <strong>de</strong> esta ciudad. <strong>El</strong>las llevan un sistema <strong>de</strong> vida higiénico,<br />

metódico, tranquilo e igual, turnándose cada una, <strong>de</strong>l primero al primero<br />

<strong>de</strong>l mes, en las faenas domésticas. Se levantan infaliblemente a las cinco, con diferencia<br />

<strong>de</strong> minutos; llaman a las esclavas y rezan luego en un oratorio contiguo a la<br />

cuadra (alcoba); pasan <strong>de</strong>spués a bañarse, casi diariamente, en una alberca espaciosa<br />

—<strong>de</strong> cuatro varas <strong>de</strong> largo, tres <strong>de</strong> ancho y una y media <strong>de</strong> hondo,— construida<br />

<strong>de</strong> baldosas <strong>de</strong> piedra bien zulaqueadas, y situada <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la casita en un<br />

<strong>de</strong>clive suave, sombreado a uno y otro extremo con naranjos pintorescos y frondosos,<br />

aunque vetustos, que existían allí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> marras. Un manantial abundante<br />

<strong>de</strong> agua potable, siete varas distantes <strong>de</strong> ella, encerrado en alcubilla <strong>de</strong> cal y canto<br />

y conducida por arcaduces <strong>de</strong> barro cocido, la surte durante la noche. Terminado<br />

el baño, toman la espumosa leche al pie <strong>de</strong> la vaca, por vía <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayuno, y en<br />

seguida van al jardín situado al frente <strong>de</strong> la casita y también al lado opuesto <strong>de</strong>l<br />

17


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

pararrayo, abundante en rosales <strong>de</strong> distintas clases que producen flores <strong>de</strong> hermosos<br />

y variados matices. Allí gozan mucho contemplado las flores y regando las<br />

matas, bien entendido que el riego sólo lo hacen en el corto tiempo <strong>de</strong> verano, <strong>de</strong><br />

junio a agosto, pero no en estos meses <strong>de</strong> horrorosas tempesta<strong>de</strong>s y fuertes lluvias,<br />

época en que el cielo se encarga <strong>de</strong> proveerlas <strong>de</strong> agua en <strong>de</strong>masía. A las ocho y<br />

media se sirve el almuerzo, y durante este acto, como también en el <strong>de</strong> la comida,<br />

<strong>de</strong>partimos grata o tristemente y acaso con indiferencia, según las ocurrencias <strong>de</strong>l<br />

día. Como a las diez salimos juntos, ellas a pie a dar un corto paseo en el mismo<br />

predio, y yo con mi paje, el negrito Lorenzo, a caballo para venir a ésta a evacuar<br />

mis diarias tareas, y regresar a las tres y media a tomar la sopa. <strong>El</strong> resto <strong>de</strong>l tiempo<br />

hasta las diez <strong>de</strong> la noche — hora en que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l rosario, nos retiramos a<br />

nuestros respectivos dormitorios — lo distribuyen así: en costuras, remiendos <strong>de</strong><br />

ropa, medias y calcetines; en lecturas piadosas como el Evangelio en triunfo, Fray<br />

Luis <strong>de</strong> Granada, Biblia, etc.; en lecturas profanas, y, entre varias que tienen, dan<br />

la preferencia a Don Quijote que es su <strong>de</strong>licia, lo leen diariamente y no sería raro<br />

que lo hayan aprendido <strong>de</strong> memoria, y, en fin, en otras menu<strong>de</strong>ncias caseras...<br />

«Has <strong>de</strong> saber que nuestras hermanas lo hacen todo, por <strong>de</strong>cirlo así, a son <strong>de</strong><br />

campana, <strong>de</strong>bido a la recta dirección que supo darles madre, y también a la exactitud<br />

<strong>de</strong> sus caracteres...<br />

«Luisa, Manuela, Andrea y Teresita —nombradas expresamente cada una por<br />

or<strong>de</strong>n recibida <strong>de</strong> ellas ayer — te envían por mi conducto, mientras ellas te escriben,<br />

el muy sincero y cordial Dios te lo pague por el obsequio <strong>de</strong> cuatro mantones vaporosos<br />

<strong>de</strong> seda <strong>de</strong> humo, que aún no han recibido por no haber llegado Barreyro...<br />

«Desean también que les envíen algunos pares <strong>de</strong> medias <strong>de</strong> seda, caladas, <strong>de</strong><br />

color <strong>de</strong> rosa, muy <strong>de</strong>svaído, y amortiguado, casi blanco; y cuatro babuchas <strong>de</strong><br />

raso negro, grueso —llamado por doña Polonia paño <strong>de</strong> seda, —con cintas aterciopeladas,<br />

muy angostas, <strong>de</strong> las cuales se sirven como adornos, cruzándolas varias<br />

veces sobre el pie y la pierna hasta arriba <strong>de</strong> la pantorrilla en don<strong>de</strong> las atan.»<br />

¡Que bello partido podría sacar <strong>de</strong> este preciso documento humano un<br />

experto escritor a lo Flaubert, el autor <strong>de</strong> Salammbó y L’education sentimentale, para<br />

<strong>de</strong>linear una linda novela colombiana <strong>de</strong> reconstrucción colonial!<br />

No menos apacible que la <strong>de</strong>l Nuevo Reino <strong>de</strong> Granada era la vida en la<br />

Capitanía General <strong>de</strong> Venezuela, si hemos <strong>de</strong> creer al con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Ségur, quien <strong>de</strong><br />

regreso <strong>de</strong> los Estados Unidos a Francia, visitó a Caracas y el valle que riega el<br />

Guaire justamente aquel año <strong>de</strong> gracia en que vino al mundo el Libertador:<br />

18


I. Las vísperas <strong>de</strong> la Revolución<br />

«Allí se respira un aire puro, embalsamado; allí parece que la existencia asume<br />

una nueva actividad para hacernos gozar <strong>de</strong> las más dulces sensaciones <strong>de</strong> la vida. En<br />

fin, a no encontrar monjes inquisidores, salvajes alguaciles, algunos tigres y los<br />

empleados <strong>de</strong> un avaro inten<strong>de</strong>nte general, habría pensado que este valle es un rinconcito<br />

<strong>de</strong>l paraíso terrenal y que, por una cortés distracción, el ángel que guarda su<br />

puerta, con una espada flamígera, nos había permitido la entrada (1).»<br />

«Las familias <strong>de</strong> alto rango, como la <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> —escribe hermosamente<br />

Mancini, con acopio <strong>de</strong> documentos,— cuyas haciendas <strong>de</strong> los campos constituían<br />

principalmente su fortuna, preferían a la vida algo monótona <strong>de</strong> Caracas, la<br />

más <strong>de</strong>sahogada y señorial <strong>de</strong> su dominios.<br />

«Durante el día visitaban las labranzas y plantíos, en compañía <strong>de</strong> los mayordomos,<br />

alternando estas faenas, con la caza, los paseos a caballo, o las fiestas campestres,<br />

al aire libre, a las orillas <strong>de</strong> los ríos. Por la tar<strong>de</strong>, cuando la campana <strong>de</strong> la capilla<br />

tocaba el Angelus, <strong>de</strong>sfilaban, ante la baranda <strong>de</strong> la imponente mansión, los esclavos<br />

<strong>de</strong> la casa que venían a pedir a sus amos la autorización para un matrimonio, el favor<br />

<strong>de</strong> apadrinar un recién nacido, <strong>de</strong> medicinar a un enfermo, <strong>de</strong> resolver un <strong>de</strong>sacuerdo.<br />

Tratados con dulzura los siervos amaban a su señor “amo”, como <strong>de</strong>cían con<br />

acento reconocido. En San Mateo, en Cura, las haciendas <strong>de</strong> los <strong>Bolívar</strong>, llevaban<br />

ellos, filialmente, según el uso <strong>de</strong> entonces el nombre patronímico <strong>de</strong> don Juan<br />

Vicente, quien dominaba sobre aquel pueblo sumiso como un rey patriarcal.<br />

«A veces, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la merienda, al caer la noche, formábase en rueda la<br />

familia en el patio principal, bajo el cielo estrellado, alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> alguna negra<br />

vieja contadora <strong>de</strong> cuentos. Casi siempre se trataba en ellos <strong>de</strong> alguna <strong>de</strong> las innumerables<br />

aventuras <strong>de</strong>l Tirano Aguirre, figura legendaria <strong>de</strong> los primeros tiempos <strong>de</strong><br />

la conquista, cuya alma, manchada por horrorosos crímenes y convertida ahora en<br />

una luz ambulante y nocturna, aparecía, como fuegos fatuos, en las llenuras <strong>de</strong><br />

Barquisimeto y <strong>de</strong> la Costa <strong>de</strong> Burburata, o, también sobre el samán <strong>de</strong>l Buen<br />

Pastor, árbol colosal y centenario, cuya copa inmensa, erguida sobre la margen <strong>de</strong>l<br />

Catucher, se divisaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la casa misma <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, y cuyos follajes se iluminaban<br />

<strong>de</strong> súbito con resplandores fosforescentes. Bajo las atentas miradas <strong>de</strong> los<br />

padres, la negra Hipólita, aya <strong>de</strong>l “amito Simón”, sentada en la primera fila <strong>de</strong>l<br />

auditorio, se extasiaba con el relato, mientras el niño, maravillado, fijaba sobre el<br />

narrador sus gran<strong>de</strong>s ojos negros (2).»<br />

La negra Hipólita fue la aya <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Era ágil y montaba a caballo. Quería<br />

entrañablemente a su amo, y estuvo con él en las batallas que se libraron en San<br />

Mateo. Cuando <strong>Bolívar</strong> entró a Caracas el 10 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1827, subió, bajo palio,<br />

19


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

por la calle comprendida entre Sociedad y Las Gradillas, y, como divisara a Hipólita<br />

entre la multitud, abandonó su puesto y se arrojó en brazos <strong>de</strong> la negra, quien lloraba<br />

<strong>de</strong> placer. En el avalúo <strong>de</strong> la finca <strong>de</strong> San Mateo, hecho en 1721, consta que Hipólita<br />

tenía entonces veintiocho años y su valor se tasó en 300 pesos, suma ésta la más alta en<br />

que se valoraba un esclavo. <strong>Bolívar</strong> no la olvidó nunca; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Cuzco en 1825, le<br />

escribe a su hermana Maria Antonia: «Te mando una carta <strong>de</strong> mi madre Hipólita para<br />

que le <strong>de</strong>s todo lo que ella quiere; para que hagas por ella como si fuera tu madre. Su<br />

leche ha alimentado mi vida y no he conocido otro padre que ella (2).»<br />

Los virreyes entran bajo palio, en procesión solemne, a las capitales <strong>de</strong> las<br />

colonias, en tanto que son echadas a vuelo las campanas <strong>de</strong> cien iglesias y que un<br />

severo <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong> munícipes con golilla, <strong>de</strong> graves oidores, <strong>de</strong> religiosos <strong>de</strong> todas las<br />

ór<strong>de</strong>nes y <strong>de</strong> doctores engalanados, alaba, con <strong>de</strong>voción cortesana, la gloria <strong>de</strong>l<br />

mensajero real. En las fiestas <strong>de</strong>l culto pasan altares majestuosos, que los fieles, en<br />

señal <strong>de</strong> penitencia, cargan sobre sus hombros, con imágenes <strong>de</strong> la Virgen, vestidas<br />

<strong>de</strong> terciopelo y resplan<strong>de</strong>cientes <strong>de</strong> joyas, santos que se hacen reverencias como<br />

ceremoniosos hidalgos, Cristos que lloran ante la multitud pasmada. En torno <strong>de</strong><br />

las andas, los monjes musitan melancólicas salmodias, y, dominados por un<br />

sagrado furor, los hombres y las mujeres flagelan sus cuerpos hasta chorrear sangre.<br />

<strong>El</strong> grito <strong>de</strong> dolor se confun<strong>de</strong> entonces con las monótonas preces, entre el éxtasis<br />

religioso <strong>de</strong> los fieles.<br />

Pero lo mejor <strong>de</strong> aquellos dichosos tiempos fue el establecimiento que se hizo<br />

en América <strong>de</strong>l Tribunal <strong>de</strong>l Santo Oficio, viejo <strong>de</strong> muchos siglos en España, y con<br />

el cual los reyes católicos buscaban un aliado para el dominio y aprovechamiento<br />

<strong>de</strong> las colonias. La Inquisición perseguía los <strong>de</strong>litos contra la fe y contra el rey, con<br />

po<strong>de</strong>r absoluto, porque sus juicios eran secretos y no tenían apelación. La prohibición<br />

<strong>de</strong> leer libros que pudieran ilustrar al pueblo estimulaba las <strong>de</strong>laciones aun<br />

entre parientes, acabando con la paz <strong>de</strong> los hogares, y la franqueza y expansión <strong>de</strong>l<br />

trato social.<br />

<strong>El</strong> Tribunal residía en Cartagena <strong>de</strong> Indias <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1610, en que fue fundado<br />

por Cédula <strong>de</strong> 8 <strong>de</strong> mayo, y tenía jurisdicción sobre el Virreinato, Venezuela,<br />

Cuba y Puerto Rico. Constaba <strong>de</strong> dos inquisidores y un fiscal, todos españoles, y<br />

los correspondientes alguaciles. En las ciuda<strong>de</strong>s principales había jueces <strong>de</strong>legados<br />

e instructores <strong>de</strong> los procesos, y todo el personal se sostenía con el producto <strong>de</strong><br />

una canonjía suprimida en cada silla episcopal.<br />

Estos tribunales americanos <strong>de</strong>pendían <strong>de</strong> la Inquisición aragonesa, y <strong>de</strong> ahí<br />

que se hallen en el Archivo <strong>de</strong> Simancas, y no en el <strong>de</strong> Indias, todos los procesos<br />

20


I. Las vísperas <strong>de</strong> la Revolución<br />

<strong>de</strong> los santos Tribunales <strong>de</strong> México, Lima y Cartagena. Allí pue<strong>de</strong> verse el catálogo<br />

impreso <strong>de</strong> Oficio en 1790, por la Inquisición, en el cual figuran los nombres <strong>de</strong><br />

5.400 obras reprobadas y los nombres <strong>de</strong> los procesados con <strong>de</strong>terminación <strong>de</strong> su<br />

persona, origen, vida íntima, móviles secretos <strong>de</strong> sus actos y hasta su modo <strong>de</strong><br />

hablar y escribir.<br />

Las causas sobre que se instauraban esos procesos son muy curiosas. Basta<br />

citar algunos casos ocurridos en Venezuela don<strong>de</strong> la Inquisición fue mucho más<br />

benigna que en parte alguna, porque los inquisidores que se enviaron allá eran<br />

«unos hombres tranquilos, tolerantes y benévolos, y tan mansos que hasta jugaban<br />

carnaval, y <strong>de</strong> seguro echaban su partida <strong>de</strong> solo o <strong>de</strong> tresillo».<br />

Luis <strong>de</strong> Quesada, sastre, procesado en 1618 porque en Coro, comiendo con<br />

un cura, le dijo que cuando <strong>de</strong>cía misa mentía, fue <strong>de</strong>sterrado <strong>de</strong> las Indias <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> seis años <strong>de</strong> prisión que duró la causa.<br />

Ana Rodríguez <strong>de</strong> Villena, <strong>de</strong> Cumaná, por echar la suerte <strong>de</strong> las Habas y rezar la<br />

oración <strong>de</strong>l Ánima Sola. Desterrada por sentencia <strong>de</strong> 25 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1638.<br />

<strong>El</strong> padre Juan Rivas, cura <strong>de</strong> Margarita, por haber celebrado el año nuevo con<br />

el capitán <strong>de</strong> un buque inglés, ocho días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las pascuas. Preso en 1653 y<br />

conducido a Cartagena, don<strong>de</strong> probada su inocencia, fue absuelto el 6 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong><br />

1658, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> sólo cinco años <strong>de</strong> prisión.<br />

Los innumerables casos que siguen son semejantes y pue<strong>de</strong> verlos el <strong>de</strong>socupado<br />

y <strong>de</strong>spreocupado lector en la conocida Historia <strong>de</strong>l Tribunal <strong>de</strong>l Santo Oficio <strong>de</strong><br />

Cartagena por J.T. Medina.<br />

La Inquisición <strong>de</strong> Cartagena <strong>de</strong>claró a Francisco <strong>de</strong> Miranda en 1807<br />

«indigno <strong>de</strong> recibir pan, fuego, ni asilo en su propio suelo, por haberse rebelado<br />

contra su Rey y Señor», y el 13 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1810 fulminó excomunión mayor<br />

contra los «insurgentes».<br />

No olvidó Miranda estos cariños <strong>de</strong>l Santo Oficio, y en sus consejos a<br />

O’Higgins le dice: «<strong>El</strong>los (los americanos) saben lo que es la Inquisición, y que las<br />

menores palabras y hechos son pesados en su balanza, en la que, así como se conce<strong>de</strong><br />

fácilmente indulgencia por los pecados <strong>de</strong> una conducta irregular, nunca se<br />

otorga al liberalismo en su opiniones... No olvidéis ni la Inquisición ni sus espías,<br />

ni sus sotanas ni sus suplicios.»<br />

21


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Los «insurgentes» abolieron más tar<strong>de</strong> la Inquisición. Sobre tan gran suceso<br />

escribe el padre Navarrete: «Hoy día en el mes <strong>de</strong> noviembre, el día once <strong>de</strong> dicho<br />

mes (año <strong>de</strong> 1811), se quitó y abolió en esta Cartagena <strong>de</strong> Indias, y en nuestra<br />

Caracas también se extinguió y abolió el día 22 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> este año 1812 y primero<br />

<strong>de</strong> nuestra in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia absoluta, según el <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> nuestro Gobierno<br />

inserto en las gacetas <strong>de</strong> febrero (número 392).<br />

«Y en estos últimos tiempos, ya la Santa Inquisición <strong>de</strong> España se había hecho<br />

odiosa a nuestra misma sana, santa y sencilla América, cristiana, católica y española,<br />

porque a la verdad se estaba valiendo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spótica corona española <strong>de</strong> este<br />

Tribunal para adular a Francia, prohibiendo a todos las obras más excelentes que<br />

pregonaban al mundo las indignas operaciones y escritos <strong>de</strong> los impíos franceses.<br />

«¡Santa Caracas y Santo tu Gobierno in<strong>de</strong>pendiente que ya quitaste la<br />

Inquisición (4)!»<br />

Los autos <strong>de</strong> fe eran suprema fiesta <strong>de</strong> aquellos felices tiempos y funcionaban<br />

<strong>de</strong> acuerdo con el más riguroso ceremonial, nunca infringido. Los cronistas <strong>de</strong> la<br />

época elogian el imponente espectáculo, y <strong>de</strong> los Anales <strong>de</strong> la Hermandad <strong>de</strong> San<br />

Pedro mártir se toman los <strong>de</strong>talles que van leerse:<br />

«La procesión fúnebre que conducía a los reos, compuesta <strong>de</strong>l clero parroquial,<br />

inquisidores, ministros y familiares, avanzaba en medio <strong>de</strong> grupos <strong>de</strong> fanáticos<br />

y <strong>de</strong> monjes enternecidos que iban acompañando a los brujos, blasfemos,<br />

herejes. Éstos marchaban montados en burros adornados <strong>de</strong> coraza con llamas,<br />

aspas y <strong>de</strong>más preseas que les distinguían, y a<strong>de</strong>más cubiertos con un velo amarillo<br />

o ver<strong>de</strong>, o bien con lúgubres ropas sobre las cuales se veían pintadas escenas <strong>de</strong><br />

los tormentos infernales; otros llevaban sambenitos <strong>de</strong> infamia que excitaban la<br />

crueldad <strong>de</strong> las gentes. Iban acompañados <strong>de</strong>l alguacil mayor y <strong>de</strong>l alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> cárceles<br />

secretas hasta la iglesia, don<strong>de</strong> en el presbiterio, al lado <strong>de</strong> los Evangelios, los<br />

esperaban los inquisidores. Delante había una mesa con tapete carmesí, y a la<br />

<strong>de</strong>recha se situaba el alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong>l crimen. Al mismo lado se colocaba el estandarte<br />

<strong>de</strong> la hermandad, cubierta la cruz con tafetán morado, precaución que sin duda<br />

tenía por objeto no <strong>de</strong>jar ver al Cristo aquel espectáculo <strong>de</strong> horror que se perpetraba<br />

en su nombre y beneficio. A la izquierda estaba la cruz parroquial, también<br />

tapada, y con los cirios apagados. <strong>El</strong> altar mayor, sólo tenías seis velas amarillas.<br />

«En el centro <strong>de</strong> la iglesia, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una jaula <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, se colocaba a los<br />

reos. Luego comenzaba la misa, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l Introito se leía la sentencia. En<br />

seguida subía al púlpito un sacerdote y <strong>de</strong>mostraba, arrebatado por la ira divina,<br />

22


I. Las vísperas <strong>de</strong> la Revolución<br />

la justicia <strong>de</strong>l veredicto, y lo saludable <strong>de</strong>l castigo. Acto continuo sacaban los reos<br />

y los entregaban «al brazo secular», esto es, a la muerte a garrote y a ser quemados<br />

vivos sobre un cadalso <strong>de</strong> piedra que llamaban “el quema<strong>de</strong>ro”, previa, eso sí, la<br />

imposición <strong>de</strong> las insignias y capotillo que les correspondían como reos <strong>de</strong> la<br />

Santa Inquisición.<br />

“Cuando con<strong>de</strong>nados se acercaban al lugar <strong>de</strong>l suplicio, una multitud<br />

sedienta <strong>de</strong> sangre y <strong>de</strong> torturas, ebria <strong>de</strong> sol, lo mismo que en las corridas <strong>de</strong><br />

toros, aclamaban el holocausto y a los verdugos, bajo la impasible tribuna <strong>de</strong> los<br />

santos inquisidores.<br />

“La farsa, la grotesca mímica se mezclaba a la tragedia; el fasto oriental, al<br />

terror místico; y la misma gran señora que danzaba al pavana en un salón aristocrático,<br />

respiraba, <strong>de</strong>votamente, el acre perfume <strong>de</strong> la carne carbonizada (5).”<br />

A este cuadro, tomado <strong>de</strong> las fuentes más puras, y retocado por las plumas <strong>de</strong><br />

dos ilustres escritores <strong>de</strong> nuestra América, nada hay que agregar ni quitar, a no ser<br />

el nimio escollo <strong>de</strong> que tal vez quedan no pocas ciuda<strong>de</strong>s en las antiguas colonias<br />

ultramarinas <strong>de</strong> España que aún no han <strong>de</strong>spertado <strong>de</strong>l todo, y que, quizá para su<br />

dicha, tar<strong>de</strong>n aún en <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong>l <strong>de</strong>licioso sueño colonial.<br />

Justamente en estos días que vivimos un individuo que por su facha, gestos,<br />

obsesiones, ira, vanidad y rencores no parece sino un malogrado inquisidor mayor<br />

<strong>de</strong> aquella época, escribe sus Sueños, y nos da, tal es el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> su evocación y <strong>de</strong><br />

su estilo, el color, el olor y hasta el sabor <strong>de</strong> aquella, para siempre perdida, Arcadia<br />

española y católica.<br />

Los tiempos, sin embargo, han cambiado; los falsos valores que la ciencia<br />

<strong>de</strong>rribó no se levantan más <strong>de</strong> la nada don<strong>de</strong> yacen; los dioses muertos no resucitan<br />

ya; la civilización <strong>de</strong>l mundo avanza siempre y nunca retroce<strong>de</strong> sino, a veces,<br />

acci<strong>de</strong>ntalmente, pero sólo para dar un paso más largo, el progreso moral e intelectual,<br />

a costa <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s y tenaces esfuerzos alcanzado, es progreso adquirido<br />

para siempre. Hemos abandonado por inútiles las antiguas armas con que insensatamente<br />

combatíamos el error, y hoy sabemos bien, y hemos empezado a practicarlo,<br />

que sólo por el lento esfuerzo <strong>de</strong> la instrucción pública se logra cambiar el<br />

pensamiento y la voluntad <strong>de</strong> una nación. Habíamos olvidado, y hoy son nuestra<br />

fe y esperanza y <strong>de</strong>ben ser nuestro lema, las profundas palabras proféticas <strong>de</strong>l gran<br />

patriarca <strong>de</strong>l siglo XVIII: «La humanidad camina lentamente hacia la verdad...»<br />

23


II<br />

<strong>El</strong> nido <strong>de</strong>l águila (1)


Corrían los años <strong>de</strong> 1783 —refiere un antiguo cronista caraqueño— présagos<br />

<strong>de</strong> tiempos tempestuosos que <strong>de</strong>bían marcar el siglo XVIII entre los más gran<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> la historia <strong>de</strong>l mundo. Pero en las colonias españolas reinaba una paz<br />

octaviana y la vida se <strong>de</strong>slizaba sin afanes en medio <strong>de</strong> la quietud doméstica y el<br />

cuidado <strong>de</strong> la hacienda.<br />

En la tranquila metrópoli <strong>de</strong> la Capitanía General <strong>de</strong> Venezuela, había en la<br />

plaza <strong>de</strong> San Jacinto (hoy Plaza <strong>de</strong>l Venezolano), entre las esquinas <strong>de</strong> San Jacinto<br />

y Troposo, una casa maciza, <strong>de</strong> pesada y solidísima arquitectura, cuya serie <strong>de</strong> balcones,<br />

cruzados por circulares barrotes <strong>de</strong> hierro, daban indicios <strong>de</strong> que nuestros<br />

padres se cuidaban mucho <strong>de</strong> la seguridad individual.<br />

En esa casa hay una extraña animación: es el día 30 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1783 y los<br />

criados van y vienen afanosos trayendo y llevando sendas fuentes <strong>de</strong> confitura,<br />

golosinas y botellas <strong>de</strong> lo puro. Todo indica que hay en la casa <strong>de</strong> San Jacinto uno<br />

<strong>de</strong> esos sucesos que forman época en los anales <strong>de</strong> las familias.<br />

En un salón casi cuadrado y cuyas pare<strong>de</strong>s ostentaban ricas colgaduras <strong>de</strong><br />

damasco, estaban reunidas hasta doce personas, a cual más grave y ceremoniosa.<br />

En el frente <strong>de</strong>l salón, y arrellanado en una poltrona <strong>de</strong> terciopelo carmesí, coronada<br />

por armas doradas complicadísimas y capaces <strong>de</strong> hacer estudiar dos horas<br />

seguidas al más cumplido heraldista, estaba sentado un hidalgo cuya franca y<br />

serena fisonomia apenas manifestaba cuarenta años, aunque es cierto que frisaba<br />

ya en los cincuenta. Sus ojos azules, <strong>de</strong> luz pura, sus labios <strong>de</strong>lgados y ligeramente<br />

arqueados en el extremo, su peluca empolvada y rizada con exquisito esmero, manifestaban<br />

el tipo caballeresco y digno <strong>de</strong>l hidalgo español <strong>de</strong>l siglo XVIII. Era este<br />

personaje don Juan Vicente <strong>Bolívar</strong> Jaspe y Montenegro, marqués <strong>de</strong>l Aragua, vizcon<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> Toro, señor <strong>de</strong> Aroa, coronel perpetuo <strong>de</strong> las milicias <strong>de</strong> Aragua, caballero<br />

cruzado, caballero <strong>de</strong> Santiago, regidor perpetuo y opulentísimo propietario <strong>de</strong><br />

Venezuela (2). A su lado estaba su digna señora, esposa doña María <strong>de</strong> la Concepción<br />

Palacios y Blanco, casada en diciembre <strong>de</strong> 1772, <strong>de</strong>partiendo, en reposada plática,<br />

con su primo, el doctor don Juan Félix Jerez y Aristiguieta, canónigo doctoral <strong>de</strong> la<br />

27


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

santa iglesia metropolitana y discreto provisor <strong>de</strong>l obispado. Frente al marqués<br />

estaba el digno y honrado peninsular don Francisco <strong>de</strong> Iturbe, y otros no menos<br />

notables personajes completaban la escena <strong>de</strong> familia.<br />

La marquesa, pálida y débil, <strong>de</strong>mostraba haber salido <strong>de</strong> una penosa enfermedad,<br />

la cual era justamente la materia <strong>de</strong> la conversación. En efecto, el 24 <strong>de</strong> julio,<br />

a las ocho <strong>de</strong> la mañana, la marquesa había dado a luz un niño, que era el cuarto<br />

<strong>de</strong> la familia. Como fuese varón y como la señora hubiese tenido un embarazo<br />

penosísimo, la feliz llegada <strong>de</strong>l nuevo hijo había sido recibida con general júbilo y<br />

satisfacción. Aquel día era el señalado para el bautizo <strong>de</strong>l niño, y, como ya estuviesen<br />

listos los convidados, el marqués se dirigió a un criado <strong>de</strong> libres, que estaba en<br />

la puerta, diciéndole:<br />

—Haz que enganchen el coche.<br />

—Es inútil, Juan —contestó un caballero bajo <strong>de</strong> cuerpo y <strong>de</strong> serena y bella<br />

fisonomía—. He hecho traer el mío y lo has <strong>de</strong> aceptar.<br />

Bien, muy bien, Manuel; no en vano he dicho siempre que en la Corte aprendiste<br />

a ser un discretísimo cortesano; acepto y vamos, porque Félix está ya viejo y<br />

no ha <strong>de</strong> esperar mucho la colación.<br />

Estas palabras eran dirigidas al con<strong>de</strong> Tovar.<br />

—<strong>El</strong> señor canónigo es fuerte, señor marqués, y tratándose <strong>de</strong> cosas <strong>de</strong> familia<br />

no se ha <strong>de</strong> impacientar porque una hora más tar<strong>de</strong> se le sirva el chocolate.<br />

Tales palabras dijo el joven marqués <strong>de</strong>l Toro, que treinta años más tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>bía<br />

figurar en la guerra <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia.<br />

<strong>El</strong> viejo canónigo se dirigió entonces al señor <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, y, con la eterna sonrisa<br />

<strong>de</strong> su fisonomía angelical, le dijo:<br />

—No te apures por la comida, Juan Vicente, que no es la gula el pecado que<br />

me ha <strong>de</strong> llevar al infierno.<br />

—Sí, como que apenas pruebas bocado y veinte veces ya te hemos dicho que<br />

has <strong>de</strong> caer en cama con tantas privaciones —observó la marquesa, estrechando<br />

amigablemente la mano <strong>de</strong> su primo el canónigo.<br />

—No en bal<strong>de</strong> el señor provisor es consi<strong>de</strong>rado como el sacerdote más virtuoso<br />

<strong>de</strong> la Capitanía, dijo don Francisco <strong>de</strong> Iturbe, con profunda convicción.<br />

28


Iba a replicar el canónigo, pero, en el momento, media docena <strong>de</strong> negras,<br />

emperejiladas como ángeles <strong>de</strong> altar <strong>de</strong> Corpus, entraron trayendo al niño.<br />

Salió la comitiva conduciendo al niño a la capilla <strong>de</strong> la Santísima Trinidad, propiedad<br />

<strong>de</strong> la familia <strong>de</strong> los <strong>Bolívar</strong>, don<strong>de</strong> se le había <strong>de</strong> echar el agua bautismal.<br />

<strong>El</strong> marqués entregó un papel al canónigo Aristeguieta, don<strong>de</strong> estaba escrito el<br />

nombre <strong>de</strong>l recién nacido, el cual <strong>de</strong>bía ser Pedro, José, Antonio <strong>de</strong> la Santísima<br />

Trinidad.<br />

Quedaron solos los esposos conversando sobre la suerte <strong>de</strong>l niño y formando<br />

esos <strong>de</strong>liciosos castillos en el aire que sólo los padres saben hacer y que no <strong>de</strong>ben<br />

ser oídos por ningún profano.<br />

Servida la mesa, a poco andar se sintió en la calle el ruido <strong>de</strong> la pesada carroza<br />

<strong>de</strong>l con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Tovar, paramentada, con el escudo <strong>de</strong> sus armas y seguida <strong>de</strong> dos<br />

lacayos, <strong>de</strong> lujosa librea, y la comitiva entró <strong>de</strong> nuevo en el salón trayendo al niño,<br />

ya libre <strong>de</strong>l pecado original.<br />

<strong>El</strong> marqués <strong>de</strong>l Toro y don Francisco <strong>de</strong> Iturbe condujeron al recién bautizado<br />

y se lo entregaron a sus padres, los cuales con afectuoso júbilo lo colmaron<br />

<strong>de</strong> cordiales caricias.<br />

—¡Gracias a Dios! —dijo la marquesa—; su Divina Majestad permita que el<br />

agua <strong>de</strong>l bautismo le haga un santo.<br />

—Dame ese niño, —añadió el marqués—, que quiero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ti (dirigiéndose<br />

al canónigo) echar la bendición paternal a mi Pedro José, cuyo nombre<br />

me recuerda al venerado <strong>de</strong> mi tío el oidor, que en paz <strong>de</strong>scanse.<br />

—No le llames Pedro José —dijo a esta sazón el canónigo—, que otro<br />

nombre le he puesto, y le has <strong>de</strong> llamar Simón.<br />

—¿Y por qué has hecho ese cambio, Juan Félix?<br />

II. <strong>El</strong> nido <strong>de</strong>l águila<br />

—No sé cómo explicártelo, pero he sentido una voz interior, un extraño presentimiento,<br />

una inspiración que es seguro venga <strong>de</strong> lo Alto, que me ha dicho que<br />

este niño será, andando los tiempos el Simón Macabeo <strong>de</strong> la América (3)...<br />

29


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Suspensos quedaron todos los oyentes <strong>de</strong> tales palabras, pues al canónigo don<br />

Juan Félix <strong>de</strong> Aristeguieta andaba ya en olor <strong>de</strong> santidad.<br />

Aquel niño fue <strong>de</strong>spués Simón <strong>Bolívar</strong>, el Libertador.<br />

Aquí agrega el cronista: <strong>El</strong> año <strong>de</strong> 1832, estando yo <strong>de</strong> muy tierna edad, oí<br />

referir esta verídica escena al antiguo marqués <strong>de</strong>l Toro, testigo <strong>de</strong>l suceso; y en<br />

1840, estando en una casa <strong>de</strong> campo llamada <strong>El</strong> Empedrado, a hora <strong>de</strong> las nueve<br />

<strong>de</strong> la mañana, oí a la señora doña María Antonia <strong>Bolívar</strong> y Palacios, hermana<br />

mayor <strong>de</strong>l Libertador, referir el mismo auténtico suceso al reverendo padre Miguel<br />

<strong>de</strong> Val<strong>de</strong>peñas, religioso capuchino español, que <strong>de</strong>cía la misa en capilla <strong>de</strong> doña<br />

María Antonia.<br />

Otrosí: En el mismo año 1783, y casi en el mismo mes en que vio la luz <strong>de</strong>l sol<br />

Simón <strong>Bolívar</strong>, el con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Aranda, ministro <strong>de</strong> Carlos III, y plenipotenciario para<br />

ajustar por parte <strong>de</strong> España los tratados con Francia e Inglaterra, relativos al reconocimiento<br />

<strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> las colonias británicas <strong>de</strong> Norteamérica, pronosticaba<br />

a su rey, en nota oficial, la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> sus colonias ultramarinas, y es fama que,<br />

al ratificar aquel monarca esos tratados, su primer ministro, el célebre don José<br />

Moñino, le dijo: «Vuestra Majestad, con esa firma, ha perdido las Américas.»<br />

30


III<br />

La casa <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> (1)


Tiempo es ya, señores míos, <strong>de</strong> que os presente la señora <strong>de</strong> la casa: doña<br />

María <strong>de</strong> la Concepción Palacios y Sojo <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> y Ponte. Tiene veintitrés años:<br />

su belleza es fina y <strong>de</strong>licada como la <strong>de</strong> los lirios avileños. Porte gentil, silueta aristocrática,<br />

y un aire in<strong>de</strong>finible <strong>de</strong> ingénita prestancia que la distingue entre todas<br />

las <strong>de</strong> su rango. Su estatura, ni gran<strong>de</strong> ni pequeña, es la que Shakespeare requería<br />

para la bienamada: llega hasta el corazón <strong>de</strong> su marido. Ojos humil<strong>de</strong>s, inconscientes<br />

<strong>de</strong> ser gran<strong>de</strong>s y negros, <strong>de</strong> suave fulgor místico, a la sombra <strong>de</strong> luengas<br />

pestañas, ojos candorosos y po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> su gloria. Negro también y ondulante y<br />

copioso el cabello. Boca <strong>de</strong> dulzura y <strong>de</strong> gracia, don<strong>de</strong> es luz la sonrisa, la bondad<br />

miel y música el acento. Tez <strong>de</strong> blancura alabastrina, con esa pali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> buen tono<br />

<strong>de</strong> las jóvenes principales, creadas y florecidas, faltas <strong>de</strong> sol y mundo pero pulcras<br />

<strong>de</strong> cuerpo y alma, en el recogimiento conventual <strong>de</strong> las viejas casonas coloniales.<br />

La benignidad y la ternura le son connaturales, como el perfume a la azucena y la<br />

dulcedumbre al panal. Jamás en su presencia se fustigó al esclavo sin que al punto<br />

ella no <strong>de</strong>tuviese, imperiosa o suplicante, el brazo <strong>de</strong>l verdugo. Y alguna vez dio<br />

sus pechos <strong>de</strong> madre joven al huerfanillo negro, y cerró los ojos <strong>de</strong>l anciano que<br />

encaneció sirviendo a la familia por más <strong>de</strong> tres generaciones. Por eso la veneran<br />

los infelices como a una Isabel <strong>de</strong> Hungría. Y es <strong>de</strong> verla por esas calles, rumbo al<br />

templo, con su real traje <strong>de</strong> terciopelo negro guarnecido <strong>de</strong> riquísimas blondas, en<br />

su litera <strong>de</strong> patricia, dorada como un tronco. Pórtanla con orgullo sobre sus recios<br />

hombros cuatro hércules africanos, y un gracioso grupo <strong>de</strong> doncellas mulatas la<br />

prece<strong>de</strong>, llevando una la alfombra, otra el abrigo, esta la sombrilla, y aquella, <strong>de</strong><br />

quince años —su ahijada y favorita— el <strong>de</strong>vocionario y el flabelo <strong>de</strong> su buena ama<br />

y madrina; todas limpias y honestas, tocadas <strong>de</strong> blanco, cubierto el núbil seno por<br />

vistoso pañuelo <strong>de</strong> Madrás, <strong>de</strong> estreno la gaitera alpargata, y oloroso a jabón <strong>de</strong><br />

Castilla y a mastranto y alhucema la camisa <strong>de</strong> gala y el fustán dominguero.<br />

«A fuer <strong>de</strong> Palacios y Sojo, también es ella filarmónica, y canta, y pulsa el arpa<br />

y se atreve con la guitarra. En extremo pulcra y hacendosa, mantienen la casa,<br />

según su habitual expresión, “como una tacita <strong>de</strong> plata”. Y aunque le sobran sirvientes,<br />

esta mujer insigne que ha heredado <strong>de</strong> sus mayores el culto por los santos<br />

y por los héroes, sacerdotisa y reina <strong>de</strong>l hogar, con sus propias manos cubre <strong>de</strong><br />

33


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

flores el altar doméstico, pren<strong>de</strong> la lamparita <strong>de</strong> la Virgen, pone al sol las antiguas<br />

ban<strong>de</strong>ras y limpia y abrillanta los aceros <strong>de</strong> las panoplias. Y a veces... como ante un<br />

espejo mágico que le hiciera inefables revelaciones, se queda pensativa y como<br />

soñando ante la hoja <strong>de</strong> una espada.<br />

«Tres veces madre a los veintidós años, ya se advierte en ella esa ennoblecedora<br />

fatiga que sigue siempre a los gran<strong>de</strong>s esfuerzos creadores, y por la cual el<br />

mismo Dios, según dice en figura el Génesis, se sienta a <strong>de</strong>scansar ante su obra. La<br />

aparente <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong> su constitución física, cierta expresión como <strong>de</strong> abatimiento<br />

en su semblante, y su misma temprana y excesiva fecundidad anterior, harían tal<br />

vez creer que se ha agotado en ella la sagrada fuente <strong>de</strong> la vida. Pero la omnipotencia<br />

<strong>de</strong>l Altísimo ha puesto prodigiosas y extraordinarias y reservas <strong>de</strong> energías fisiológicas<br />

y morales en esta admirable criatura, pre<strong>de</strong>stinada a concebir en sus<br />

entrañas el re<strong>de</strong>ntor <strong>de</strong> América.<br />

«Estamos en octubre <strong>de</strong> 1782. Tres hermosos niños, fruto <strong>de</strong>l más feliz consorcio,<br />

alegran este hogar: María Antonia, la primogénita; Juana María, la<br />

segunda, y Juan Vicente, orgullo <strong>de</strong> su padre, cuyo nombre lleva. ¿Qué más<br />

pue<strong>de</strong>n pedir al cielo los esposos <strong>Bolívar</strong>—Palacios, ricos, ilustres, po<strong>de</strong>rosos,<br />

amados y con prole ya suficiente para enaltecer la rama propia en el árbol genealógico<br />

<strong>de</strong> la familia y <strong>de</strong> la raza?... Pero, Dios abre el libro <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>cretos eternales,<br />

escribe en él un nombre, crea un espíritu, y hace un signo a uno <strong>de</strong> sus ángeles,<br />

que al punto arranca <strong>de</strong>l empíreo en vuelo hacia un rincón <strong>de</strong> América, hacia la<br />

humil<strong>de</strong> y hermosa ciudad <strong>de</strong>l cerro azul, los techos rojos y las palomas blancas.<br />

<strong>El</strong> paraninfo excelso se <strong>de</strong>tiene sobre esta casa, como para reconocerla y ben<strong>de</strong>cirla.<br />

Bajo el plumaje iridiscente <strong>de</strong> sus alas radiosas, trae un alma dormida en su<br />

seno como una estrella en un celaje, y penetrando, al fin, como en un santuario,<br />

en esa alcoba, <strong>de</strong>ja caer dulcemente sobre el altar <strong>de</strong> amor el divino regalo <strong>de</strong>l<br />

Altísimo.<br />

«Y ahora, señores, permitidme un paréntesis. <strong>El</strong> instinto <strong>de</strong> los pueblos casi<br />

nunca se engaña. Por muchos años el 28 <strong>de</strong> octubre fue celebrado en Venezuela<br />

como un gran día <strong>de</strong> la Patria. Creyose al principio que ese día no sólo era el onomástico<br />

<strong>de</strong>l Libertador, sino también el <strong>de</strong> su natalicio. Más tar<strong>de</strong> una disposición<br />

legislativa rectificó este error, trasladando la fiesta nacional al 24 <strong>de</strong> julio, verda<strong>de</strong>ro<br />

aniversario <strong>de</strong>l nacimiento <strong>de</strong>l gran<strong>de</strong> hombre. Pero yo me atrevo a creer que<br />

lo que el sentimiento popular festejaba sin saberlo, y como por instinto, el 28<br />

octubre, era un acontecimiento todavía más grandioso, cuya gloria nos envidia<br />

toda la América: la encarnación <strong>de</strong>l Genio <strong>de</strong> la libertad en el seno <strong>de</strong> una mujer<br />

venezolana.<br />

34


III. La casa <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

«Nueve meses <strong>de</strong>spués, en esa misma alcoba, nace Simón <strong>Bolívar</strong>. Es un débil<br />

niño que llora como todos los hijos <strong>de</strong> Adán, pero en ese peñado <strong>de</strong> arcilla<br />

humana ha insuflado Dios el espíritu a cuyo aliento palpitará pleno <strong>de</strong> vida<br />

heroica el corazón <strong>de</strong> un continente. Entremos, hermanos, a esa alcoba, pero en<br />

silencio y <strong>de</strong> puntillas, no sea que <strong>de</strong>spierte la joven madre. Profundamente quebrantada<br />

por tan portentoso alumbramiento, bien ha ganado su <strong>de</strong>scanso la<br />

pobrecita. ¡Duerme, mujer gloriosa: duerme, madre, y sonríe en tu sueño, porque<br />

ya es tuya la corona <strong>de</strong> la inmortalidad!<br />

«Alumbra débilmente la estancia, ardiendo ante la imagen <strong>de</strong> San Ramón,<br />

patrono <strong>de</strong> las puérperas, un cabo <strong>de</strong> cirio pascual, por cuya virtud, según una<br />

antigua creencia, las que están a punto <strong>de</strong> ser madres esperan salir bien <strong>de</strong>l duro<br />

trance. A la luz <strong>de</strong>l blandón votivo se <strong>de</strong>scubre el precioso lecho, <strong>de</strong> áureo copete<br />

gótico y soberbio pabellón <strong>de</strong> damasco, y sobre el lecho, entre finísimas holandas,<br />

sedas, plumas y edredones, al lado <strong>de</strong> la madre dulcemente dormida, el inquieto<br />

recién nacido pugna ya por salirse <strong>de</strong> sus pañales.<br />

«Todo es contento y alegría en la casa, llena <strong>de</strong> parientes y amigos que han<br />

venido a dar sus parabienes a don Juan Vicente y a su esposa. Des<strong>de</strong> el salón <strong>de</strong><br />

honor y la nupcial alcoba hasta el gallinero y la cocina trajinan por doquiera, con<br />

diligencia insólita, sirvientes y esclavos. Distínguese entre éstos la negra Hipólita,<br />

<strong>de</strong> antemano elegida para aya <strong>de</strong>l niño. Hermoso tipo <strong>de</strong> su raza inteligente, vigorosa,<br />

limpia, honesta, <strong>de</strong> carácter dulce y jovial, Hipólita es la flor <strong>de</strong> las esclavas.<br />

Tiene veintiocho años y está evaluada en trescientos pesos. Es la misma <strong>de</strong> quien<br />

un día el Libertador, en el apogeo <strong>de</strong> su <strong>de</strong>stino y <strong>de</strong> su gloria, dirá a su hermana<br />

María Antonia, recomendándosela encarecidamente, “y acuérdate que yo no he<br />

conocido más padre que ella”. <strong>El</strong>la, en efecto, será la humil<strong>de</strong> sombra <strong>de</strong> su infancia<br />

huérfana; ella guiará los primeros pasos <strong>de</strong> aquel cuyas huellas serán naciones<br />

libres; y cuando el Padre <strong>de</strong> Colombia, consumada su inmensa obra, <strong>de</strong>scanse ya<br />

bajo la limosna <strong>de</strong> tierra dada a sus tristes huesos <strong>de</strong> proscrito, la negra Hipólita,<br />

que, inconsolable, le sobrevivirá por mucho tiempo, será sobre su tumba como un<br />

lacrimatorio <strong>de</strong> basalto.»<br />

35


IV<br />

Infancia y Juventud


Rico al nacer, lo fue también el párvulo Simón <strong>Bolívar</strong> cuando al año, cuatro<br />

meses y ocho días <strong>de</strong> haber sido bautizado, o sea el 8 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1784, el<br />

canónigo don José Félix Aristeguieta le adjudicó un cuantioso vínculo (1). Dos<br />

años y medio más tar<strong>de</strong> muere el coronel <strong>Bolívar</strong> (19 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1786), quedando<br />

el niño y sus hermanos bajo la tutela <strong>de</strong> la madre. Mas, como la ley española<br />

en tales casos favorecía los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong>l privilegiado, la Audiencia <strong>de</strong> Santo<br />

Domingo, al tener noticia nombró al licenciado don Miguel Joseph Sanz, célebre<br />

abogado <strong>de</strong> Caracas, <strong>de</strong> treinta y cuatro años edad, tutor ad litem <strong>de</strong>l huérfano que<br />

apenas contaba cinco.<br />

<strong>El</strong> mismo <strong>Bolívar</strong> nos ha dado preciosas informaciones respecto a su primera<br />

educación, en una carta dirigida a Santan<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Arequipa, el 20 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1825,<br />

en la cual, refiriéndose a la obra <strong>de</strong>l viajero francés Mollien (2), le dice: «Lo que<br />

dice (Mollien) <strong>de</strong> mí es vago, falso e injusto. Vago, porque no asigna mi capacidad;<br />

falso, porque me atribuye un <strong>de</strong>sprendimiento que no tengo; e injusto,<br />

porque no es cierto que mi educación fue muy <strong>de</strong>scuidada, puesto que mi madre<br />

y mis tutores hicieron cuanto era posible por que yo aprendiese, me buscaron<br />

maestros <strong>de</strong> primer or<strong>de</strong>n en su país. Robinson, que usted conoce, fue mi maestro<br />

<strong>de</strong> primeras letras y gramática; <strong>de</strong> bellas letras y geografía, nuestro famoso<br />

Bello; se puso una aca<strong>de</strong>mia <strong>de</strong> matemáticas sólo para mí por el padre Andújar,<br />

que estimó mucho el barón <strong>de</strong> Humboldt. Después me mandaron a Europa a<br />

continuar mis matemáticas en la Aca<strong>de</strong>mia <strong>de</strong> San Fernando; y aprendía los idiomas<br />

extranjeros con maestros selectos <strong>de</strong> Madrid; todo bajo la dirección <strong>de</strong>l sabio<br />

marqués <strong>de</strong> Ustaris, en cuya casa vivía. Todavía muy niño, quizá sin po<strong>de</strong>r apren<strong>de</strong>r,<br />

se me dieron lecciones <strong>de</strong> esgrima, <strong>de</strong> baile y <strong>de</strong> equitación. Ciertamente que<br />

no aprendí ni la filosofía <strong>de</strong> Aristóteles, ni los Códigos <strong>de</strong>l crimen y <strong>de</strong>l error; pero<br />

pue<strong>de</strong> ser que Mr. <strong>de</strong> Mollien no haya estudiado tanto como yo a Lock,<br />

Condillac, Buffon, D’Alembet, Helvetius, Montesquieu, Mably, Filanger,<br />

Lallan<strong>de</strong>s, Rousseau, Voltaire, Rollin, Berthel y todos los clásicos <strong>de</strong> la antigüedad,<br />

así filósofos, historiadores, oradores y poetas; y todos los clásicos mo<strong>de</strong>rnos <strong>de</strong><br />

España, Francia, Italia y gran parte <strong>de</strong> los ingleses. Todo esto lo digo muy confi<strong>de</strong>ncialmente<br />

para que no se crea que su pobre Presi<strong>de</strong>nte ha recibido tan mala<br />

39


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

educación como dice Mr. Mollien, y, aunque por otra parte yo no sé nada, no he<br />

<strong>de</strong>jado, sin embargo, <strong>de</strong> ser educado como un niño <strong>de</strong> distinción pue<strong>de</strong> serlo en<br />

América bajo el po<strong>de</strong>r español (3).»<br />

Insoportable apareció <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su tierna edad el niño Simón <strong>Bolívar</strong> —refiere<br />

un ilustre cronista caraqueño. No podían con él ni la madre, ni el abuelo, ni tíos,<br />

pues obe<strong>de</strong>cía a sus intentos y caprichos, se burlaba <strong>de</strong> todo, haciendo lo contrario<br />

<strong>de</strong> cuanto se le aconsejaba. Inquieto, inconstante, voluntarioso, audaz, poseía<br />

todas las fuerzas <strong>de</strong>l muchacho a quien le han celebrado sus neceda<strong>de</strong>s, haciéndole<br />

aparecer como cosa nunca vista.<br />

Ni se le regañaba, y menos se le castigaba por sus numerosas faltas, siendo<br />

inaguantable ante su propia familia y extraños.<br />

En tan triste situación pensó la madre el niño, cuando éste cumplió los seis<br />

años, confiar su educación a un maestro <strong>de</strong> sanas i<strong>de</strong>as que pudiera dulcificar su<br />

carácter, y escogió para ello al mismo tutor Sanz, quien <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muchas excusas<br />

aceptó al fin, llevándose el niño a su casa para que viviera allí como uno <strong>de</strong> sus<br />

hijos. Entre el pupilo y el tutor mediaban treinta años <strong>de</strong> edad, lo suficiente, al<br />

parecer, para que el buen señor pudiera imponerse a un discípulo tan tierno. Al<br />

instalarse el niño en la casa <strong>de</strong>l tutor, comenzó el padre Andújar, capuchino muy<br />

erudito, a enseñarle los rudimentos <strong>de</strong> religión, moral, historia sagrada, que sabía<br />

mezclar con graciosas historietas <strong>de</strong>stinadas a captarse las simpatías <strong>de</strong>l discípulo.<br />

Correspondían al tutor las amonestaciones, los consejos, los castigos y hasta las<br />

amenazas, pues Simoncito se reía <strong>de</strong> todo el mundo, a nadie obe<strong>de</strong>cía, no gustándole<br />

sino los aplausos necios que provocaban sus travesuras.<br />

En los primeros días el tutor se manifestó suave y cariñoso, pero a medida<br />

que este método fue siendo ineficaz, el tutor fue acentuando las amonestaciones<br />

hasta que llegó a mandar con carácter paternal e imperativo.<br />

—Cállese usted y no abra la boca, le <strong>de</strong>cía Sanz, cuando en la mesa quería el<br />

niño tomar parte en la conversación. Y el muchacho, aparentando cierta seriedad,<br />

<strong>de</strong>jaba el cubierto y se cruzaba <strong>de</strong> brazos.<br />

40<br />

—¿Por qué no come usted? —pregunta el licenciado.<br />

—Usted me manda que no abra la boca.<br />

—Usted es un muchacho <strong>de</strong> pólvora —replica el tutor.


—Huya, porque puedo quemarlo —contesta <strong>Bolívar</strong>—. Y muerto <strong>de</strong> risa se<br />

dirige a la señora <strong>de</strong> Sanz y le dice: Yo no sabía que era un triquitraque.<br />

—Ya no puedo con usted —le dice el maestro en una ocasión en que el discípulo<br />

estaba inaguantable—. Yo no puedo domar potros.<br />

—Pero usted los monta —respon<strong>de</strong> el discípulo, aludiendo al caballo zaino<br />

que montaba el licenciado, y que <strong>de</strong> vez en cuando costaba trabajo hacerle subir<br />

la rampa que unía el primer patio con el piso <strong>de</strong>l corredor.<br />

Como el licenciado tenía que asistir con frecuencia a los tribunales, <strong>de</strong>jaba<br />

casi siempre a Simón encerrado en la sala alta <strong>de</strong> la casa, como castigo que le<br />

imponía por sus repetidas picardías; pero como los niños, por malvados que sean,<br />

inspiran siempre conmiseración a las madres, sucedía que la esposa <strong>de</strong>l licenciado,<br />

apiadándose <strong>de</strong> Simoncito, le hacía llegar por una <strong>de</strong> las ventanas <strong>de</strong> la prisión, y<br />

mediante una vara larga, bizcochos y dulces, encargándole que no la comprometiera<br />

con su marido. Al regresar el tutor, la primera pregunta que hacía a su esposa<br />

era ésta:<br />

—¿Cómo se ha portado ese niño?<br />

—Ha estado tranquilo— contestaba la señora.<br />

En seguida subía el tutor a la sala, abría la puerta y ponía en libertad al prisionero.<br />

—Se que te has portado muy bien en mi ausencia. Saldremos, por lo tanto, a<br />

pasear esta tar<strong>de</strong>.<br />

—¿Y a qué <strong>de</strong>bo esto? —pregunta Simón.<br />

—A los informes <strong>de</strong> mi mujer.<br />

—¡Qué buena persona en su esposa, don Miguel!<br />

—Sí, sí, muy buena porque te apadrina y consiente.<br />

—Ja, ja ja —contesta el pilluelo, riéndose a sus anchas.<br />

—¿De qué te ríes, tunante?<br />

IV. Infancia y juventud<br />

41


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

—De nada, señor, <strong>de</strong> nada. Me río porque me da la gana.<br />

Demás está <strong>de</strong>cir que el muchacho nunca comprometió a la señora que lo<br />

obsequiaba, a hurtadillas, con tan buenos dulces.<br />

Simón y el licenciado salían a pasear a caballo casi todas las tar<strong>de</strong>s. <strong>El</strong> tutor<br />

montaba su zaino y el pupilo un burro negro, muy pesado para andar. <strong>El</strong> maestro<br />

aleccionaba al discípulo durante el paseo, aprovechándose <strong>de</strong> cualquier inci<strong>de</strong>nte<br />

para darle una lección.<br />

—Usted no será jamás hombre <strong>de</strong> a caballo —dice el licenciado a Simoncito<br />

que no tenía compasión <strong>de</strong>l asno.<br />

—¿Qué quiere <strong>de</strong>cir hombre <strong>de</strong> a caballo?— pregunta el niño.<br />

<strong>El</strong> licenciado da una explicación satisfactoria, a la cual respon<strong>de</strong> el niño:<br />

—¿Y cómo podré ser hombre <strong>de</strong> a caballo montando en un burro que no<br />

sirve para cargar leña?<br />

—Así se comienza, replica el tutor.<br />

<strong>El</strong> cronista agrega:<br />

«Podría formarse una colección <strong>de</strong> dichos, chistes, contestaciones oportunas;<br />

en ocasiones dignas <strong>de</strong> elogio, en otras dignas <strong>de</strong> censura, <strong>de</strong>l niño Simón <strong>de</strong><br />

<strong>Bolívar</strong>, durante el tiempo en que estuvo bajo la vigilancia <strong>de</strong> don José Miguel<br />

Sanz. Doña Alejandra Fernán<strong>de</strong>z <strong>de</strong> Sanz, esposa <strong>de</strong> éste, transmitió a su hija,<br />

doña María <strong>de</strong> Jesús Sanz, <strong>de</strong>spués la esposa <strong>de</strong> don Cástor Martínez, cuanto conservaba<br />

<strong>de</strong> coro acerca <strong>de</strong> las picardihuelas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. De labios <strong>de</strong> doña María <strong>de</strong><br />

Jesús, señora <strong>de</strong> gratos recuerdos para la sociedad <strong>de</strong> Caracas, supimos muchas <strong>de</strong><br />

estas historietas, y, todavía hoy, los nietos <strong>de</strong>l tutor relatan inci<strong>de</strong>ntes que se han<br />

ido conservando en la familia durante cien años (4).»<br />

Hoy se lee en la puerta <strong>de</strong> la antigua casa <strong>de</strong> Sanz, en Caracas, esta inscripción:<br />

42<br />

Siendo muy niño/Simón <strong>Bolívar</strong>/vivió en esta casa<br />

como pupilo <strong>de</strong>l ilustre/patricio/licenciado Miguel Joseph Sanz.


IV. Infancia y juventud<br />

Pero esta lucha constante entre el maestro en edad provecta y el pupilo <strong>de</strong> seis<br />

años, no <strong>de</strong>bía continuar. Un hombre <strong>de</strong> la seriedad <strong>de</strong> Sanz no podía constituirse<br />

en mentor constante <strong>de</strong> un muchacho rehacio a todo consejo y con quien no le<br />

ligaban vínculos <strong>de</strong> familia. Por otra parte su carácter no le permitió hacerse verdugo<br />

<strong>de</strong> nadie. Por tanto antes <strong>de</strong> cumplirse dos años <strong>de</strong> enseñanza, don José<br />

Miguel llevó a Simón a la casa <strong>de</strong> la madre y allí lo <strong>de</strong>jó para que continuara recibiendo<br />

lecciones <strong>de</strong> los profesores Andújar, Pelgrón, Vi<strong>de</strong>s, Andrés Bello y Simón<br />

Rodríguez. Éste substituyó al tutor ad litem en el manejo <strong>de</strong> la fortuna que fue<br />

donada a <strong>Bolívar</strong> por el canónigo Félix <strong>de</strong> Aristeguieta (5). Muerta doña<br />

Concepción Palacios <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> en 1791, su padre don Feliciano Palacios, continuó<br />

como tutor natural <strong>de</strong> Simón, y <strong>de</strong>spués, por muerte <strong>de</strong> don Feliciano, los<br />

tíos Esteban y Carlos, hasta que el joven <strong>Bolívar</strong> se emancipó <strong>de</strong> todo pupilaje en<br />

1796, fue nombrado ca<strong>de</strong>te <strong>de</strong>l batallón <strong>de</strong> voluntarios blancos <strong>de</strong> Valles <strong>de</strong><br />

Aragua el 14 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1797, subteniente <strong>de</strong>l mismo batallón el 4 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong>l<br />

año siguiente, y salió para Europa en 1799.<br />

Once años <strong>de</strong>spués se encontraron don José Miguel y <strong>Bolívar</strong>. Anciano ya el<br />

maestro y <strong>de</strong> veinticinco años el antiguo pupilo tronera y voluntarioso.<br />

Tropezaban al comenzar una revolución, cuyas consecuencias nadie podía prever.<br />

Sanz le juzgó lleno <strong>de</strong> talento, <strong>de</strong> imaginación, pero sin juicio, y le creyó incapaz<br />

<strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s cosas. Los sucesos <strong>de</strong> 1810, 1811 y 1812 confirmaron la opinión <strong>de</strong><br />

Sanz, que era la misma, en aquel tiempo, <strong>de</strong> don Pedro Gual, amigo <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> (6).<br />

En las campañas <strong>de</strong> 1813 y 1814 Sanz no aparece ante <strong>Bolívar</strong> sino como el<br />

veterano abuelo ante sus nietos belicosos: el hombre <strong>de</strong> consulta en casos insignificantes,<br />

y esto como homenaje <strong>de</strong>bido más a los años que a la inteligencia.<br />

Víctima <strong>de</strong> los sucesos <strong>de</strong>l año terrible <strong>de</strong> 1814, acosado por la anarquía patriota,<br />

más que por las huestes españolas, Sanz abandona en buena hora a Caracas y se<br />

dirige a la isla <strong>de</strong> Margarita. Uno <strong>de</strong> sus contemporáneos, el general José Félix<br />

Blanco, nos cuenta el trágico fin <strong>de</strong>l ilustre patricio, en estos términos:<br />

«Allí, en Urica, con el último ejército <strong>de</strong> la República, pereció uno <strong>de</strong> los<br />

más virtuosos e ilustrados ciudadanos, aquel licenciado José Miguel Sanz que en<br />

una época anterior hemos visto tan consagrado al servicio <strong>de</strong> su patria.<br />

Perseguido por Montever<strong>de</strong>, había gemido muchas veces en las mazmorras <strong>de</strong><br />

La Guaira y Puerto Cabello, hasta que la Audiencia española, establecida en<br />

Valencia, le puso en libertad. Perdido el centro y el oriente <strong>de</strong> Venezuela a consecuencia<br />

<strong>de</strong> la batalla <strong>de</strong> La Puerta, emigró a Margarita, y allí se hallaba cuando<br />

su amigo Rivas le llamó a su lado para oír sus consejos. La víspera <strong>de</strong> la fatal jornada<br />

<strong>de</strong> Urica se avistaron y conferenciaron largo rato, separándose luego, para<br />

43


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

siempre, al empezar el combate, en que habían <strong>de</strong> morir el más feroz y bestial <strong>de</strong><br />

los caudillos realistas (Boves), y el más virtuoso <strong>de</strong> los patricios <strong>de</strong> la República.»<br />

44


V<br />

La gorra <strong>de</strong>l príncipe


<strong>El</strong> marqués <strong>de</strong> Aragua, como ya se ha dicho, no tuvo el gusto <strong>de</strong> conocer al<br />

Simón Macabeo <strong>de</strong> la América; poco tiempo <strong>de</strong>spués, tanto él como el canónigo,<br />

bajaron a la tumba, el joven <strong>Bolívar</strong>, recibida la primera educación <strong>de</strong> sus maestros<br />

Sanz, Bello y Rodríguez fue enviado a España, a recibir su educación, por su<br />

abuelo materno don Feliciano Palacios Sojo.<br />

En la Península obtuvo la posición que correspondía a su ilustre nacimento y<br />

riquezas, y pronto sirvió en el cuerpo <strong>de</strong> caballeros <strong>de</strong> Su Majestad.<br />

Un día jugaba con el príncipe <strong>de</strong> Asturias, <strong>de</strong>spués Fernando VII, <strong>de</strong> ingrata<br />

memoria, y en uno <strong>de</strong> los saltos <strong>de</strong> volante arrojó la pelota con tan poca <strong>de</strong>streza<br />

que, en lugar <strong>de</strong> formar la curva natural, fue en línea recta a la cabeza <strong>de</strong>l príncipe,<br />

<strong>de</strong>spojándole <strong>de</strong> su gorra.<br />

Confusos <strong>de</strong>l suceso, los jóvenes cortesanos esperaban el castigo para el<br />

joven <strong>Bolívar</strong>, y le aconsejaron que se ocultase, pero <strong>Bolívar</strong> contestó con<br />

mucha sangre fría:<br />

—Pues no lo hice a mal hacer, y si Su Alteza nos hace el honor <strong>de</strong> jugar con<br />

nosotros al volante, nada tengo <strong>de</strong> qué arrepentirme.<br />

Supo la reina lo ocurrido a la vez que la respuesta <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, y dijo con generosidad:<br />

—Tiene razón el rapaz, y no hay motivo para castigarle; y pues el príncipe se<br />

entrega a juegos infantiles con ellos, <strong>de</strong>cidle que en otra ocasión se ajuste mejor la<br />

gorra.<br />

<strong>El</strong> joven marqués <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>rribaba en 1798 la gorra al joven príncipe <strong>de</strong><br />

Asturias y veintiséis años más tar<strong>de</strong> el general <strong>Bolívar</strong> arrebataba al fanático y cruel<br />

Fernando VII, hijo <strong>de</strong> un imbécil y una ramera, las mejores joyas <strong>de</strong> su corona (1).<br />

47


VI<br />

En el Monte Sacro


Don Manuel Uribe Ángel, patricio colombiano, refiere así la entrevista que<br />

tuvo con don Simón Rodríguez, el maestro <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, en Quito, en 1850.<br />

«Un día recibí <strong>de</strong>l doctor Pedro Antonio Torres, <strong>de</strong>án <strong>de</strong> la catedral <strong>de</strong> Quito,<br />

el siguiente billete:<br />

«Mi querido Manuel: Come hoy en casa un amigo viejo, y, como quiero que<br />

seas <strong>de</strong> los nuestros, te espero precisamente a las cuatro <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Comeremos<br />

más y comeremos menos. Tuyo, Pedro Antonio.»<br />

«Asistí a la cita, y al entrar en el salón, el doctor Torres se puso <strong>de</strong> pie, y dirigiéndose<br />

a un sujeto con quien conversaba familiarmente, dijo: —Don Simón,<br />

tengo el gusto <strong>de</strong> presentar a usted a mi amigo el doctor Manuel Uribe Ángel.<br />

Doctor, presento a usted a un antiguo compañero <strong>de</strong> armas, el señor don Simón<br />

Rodríguez. Dirigiéndome entonces al anciano, a quien había sido presentado, no<br />

creí hallar en los recursos <strong>de</strong> mi pobre educación una frase más amable y más a<strong>de</strong>cuada<br />

a las circunstancias que esta: —Señor don Simón, tengo mucho gusto al<br />

conocer y saludar al maestro <strong>de</strong> nuestro Libertador.<br />

«<strong>El</strong> viejo Rodríguez, con una risita que me pareció sarcástica, me contestó:<br />

«—Fuera <strong>de</strong> ese, tengo algunos títulos para pasar con honra a la posteridad.<br />

«—La mesa está servida —dijo el canónigo— amigos míos, vamos a comer.<br />

«Sus relaciones llegaron <strong>de</strong>spués a ser íntimas. Don Simón almorzaba y comía<br />

diariamente con Uribe Ángel, que, encantado, lo escuchaba discurrir sobre todas<br />

las cosas divinas y humanas.<br />

«Una tar<strong>de</strong>, paseando juntos y <strong>de</strong>partiendo en mucha intimidad, se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong><br />

pronto don Simón y le dijo:<br />

51


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

«—Para que sacies tu curiosidad, voy a referirte lo que pasó en Roma.<br />

Un día, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber comido, y cuando ya el sol <strong>de</strong>clinaba, emprendimos<br />

con <strong>Bolívar</strong> paseo hacia el Monte Sacro (Sacrum Monte). <strong>El</strong> calor era tan intenso<br />

que nos agitamos en la marcha lo suficiente para llegar ja<strong>de</strong>antes y bañados <strong>de</strong><br />

sudor. Llegados al mamelón, nos sentamos sobre un trozo <strong>de</strong> mármol blanco,<br />

resto <strong>de</strong> una columna <strong>de</strong>strozada por el tiempo. Yo tenía fijos los ojos sobre la fisonomía<br />

<strong>de</strong>l adolescente, porque percibía en ella cierto aire <strong>de</strong> notable preocupación<br />

y concentrado pensamiento. Después <strong>de</strong> <strong>de</strong>scansar un poco, y con la respiración<br />

más libre, <strong>Bolívar</strong>, con cierta solemnidad, que no olvidaré jamás, se puso <strong>de</strong> pie, y,<br />

como si estuviera solo miró a todos los puntos <strong>de</strong>l horizonte, y, a través <strong>de</strong> los<br />

amarillentos rayos <strong>de</strong>l sol poniente, paseó su mirada escrutadora y fulgurante<br />

sobre la tumba <strong>de</strong> Cecilio Metelo, sobre la Via Apia y la campiña romana. Luego,<br />

levantando la voz, dijo:<br />

«—¿Conque este es el pueblo <strong>de</strong> Rómulo y Numa, <strong>de</strong> los Grecos y los<br />

Horacios, <strong>de</strong> Augusto y <strong>de</strong> Nerón, <strong>de</strong> César y <strong>de</strong> Bruto, <strong>de</strong> Tiberio y <strong>de</strong> Trajano?<br />

Aquí todas las gran<strong>de</strong>zas han tenido su tipo y todas las miserias su cuna. Octavio<br />

se disfraza con el manto <strong>de</strong> piedad público para ocultar la suspicacia <strong>de</strong> su carácter<br />

y sus arrebatos sanguinarios; Bruto clava el puñal en el corazón <strong>de</strong> su protector,<br />

para reemplazar la tiranía <strong>de</strong> César con la suya propia; Antonio renuncia a los<br />

<strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> su gloria para embarcarse en las galeras <strong>de</strong> una meretriz; sin proyectos<br />

<strong>de</strong> reforma, Sila <strong>de</strong>güella a sus compatriotas, y Tiberio, sombrío como la noche y<br />

<strong>de</strong>pravado como el crimen, divi<strong>de</strong> su tiempo ente la concupiscencia y la matanza.<br />

Por un Cincinato hubo cien Caracallas; por un Trajano, cien Calígulas, y por un<br />

Vespasiano, cien Claudias. Este pueblo dio para todo: severidad para los viejos<br />

tiempos; austeridad para la República; <strong>de</strong>pravación para los emperadores, catacumbas<br />

para los cristianos; valor para conquistar el mundo entero, oradores para<br />

conmover, como Cicerón; poetas para seducir con su canto, como Virgilio; satíricos,<br />

como Juvenal; filósofos débiles, como Séneca; y ciudadanos íntegros, como<br />

Colón; este pueblo dio para todos, menos para la causa <strong>de</strong> la humanidad:<br />

Mesalinas corrompidas, insignes guerreros, procónsules rapaces, sibaristas <strong>de</strong>senfrenados,<br />

aquilatadas virtu<strong>de</strong>s y crímenes groseros; pero para la emancipación <strong>de</strong>l<br />

espíritu, para la extirpación <strong>de</strong> las preocupaciones, para el enaltecimiento <strong>de</strong>l<br />

hombre y para la perfectibilidad <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> la razón, bien poco, por no <strong>de</strong>cir<br />

nada. La civilización que ha soplado <strong>de</strong>l Oriente ha mostrado aquí todas sus faces,<br />

ha hecho ver todos sus elementos; más en cuanto a resolver el gran problema <strong>de</strong>l<br />

hombre en libertad, parece que el asunto ha sido <strong>de</strong>sconocido y que el <strong>de</strong>spejo <strong>de</strong><br />

esa misteriosa incógnita no ha <strong>de</strong> verificarse sino en el Nuevo Mundo?<br />

52


VI. En el Monte Sacro<br />

«Y luego volviéndose hacia mí húmedos los ojos, palpitante el pecho, enrojecido<br />

el rostro con una animación casi febril, me dijo:<br />

«—Juro <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> usted; juro por el Dios <strong>de</strong> mis padres; juro por ellos; juro<br />

por mi honor y juro por la patria, que no daré <strong>de</strong>scanso a mis brazos, ni reposo a<br />

mi alma, hasta que haya roto las ca<strong>de</strong>nas que nos oprimen por voluntad <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r<br />

español.<br />

«—Tú sabes, hijo, agregó don Simón, que el muchacho cumplió su palabra (1)...»<br />

53


VII<br />

<strong>Bolívar</strong> y Humboldt


En agosto <strong>de</strong> 1804 llegó a París el barón Alejandro <strong>de</strong> Humboldt, <strong>de</strong> regreso<br />

<strong>de</strong> América, en cuyas regiones equinocciales, en compañía <strong>de</strong> un joven alumno <strong>de</strong><br />

la Escuela <strong>de</strong> Medicina y <strong>de</strong>l Jardín <strong>de</strong> Plantas, Aimé Goujaud Bonpland, acababa<br />

<strong>de</strong> hacer importantes <strong>de</strong>scubrimientos científicos y <strong>de</strong> efectuar un viaje <strong>de</strong> 9.000<br />

leguas. En aquellos días el sabio barón era el huésped predilecto <strong>de</strong> los salones <strong>de</strong><br />

París, y allí se encontró por primera vez con <strong>Bolívar</strong>, catorce años menor que él, y<br />

a quien dispensó la más afectuosa acogida, pues el joven caraqueño estaba emparentado<br />

con los mantuanos <strong>de</strong> Caracas, o sea las familias <strong>de</strong> la más alta sociedad,<br />

que había colmado <strong>de</strong> atenciones al barón y <strong>de</strong> quienes él conservaba los más<br />

gratos recuerdos. Los Ustáriz, los Toros, Ávila, Soublette, Montilla, Sanz y otros<br />

más lo habían festejado en sus casas y en sus haciendas; don Andrés Bello lo había<br />

acompañado a La silla <strong>de</strong>l Ávila. La familia <strong>de</strong>l futuro general Ibarra le recibió en<br />

aquella finca <strong>de</strong> Bello Monte, en don<strong>de</strong>, el día <strong>de</strong> Reyes <strong>de</strong> 1800, se creyó Humboldt<br />

transportado, como él mismo <strong>de</strong>cía, “a una mansión <strong>de</strong> hadas” (1). <strong>Bolívar</strong> lo visitaba<br />

con frecuencia en París, y sentía <strong>de</strong>spertarse en su corazón profunda admiración<br />

por aquellos magníficos países cuyos innumerables y estupendos aspectos<br />

<strong>de</strong>scribía el sabio alemán. Así, por primera vez, se revelaron al espíritu arrebatado<br />

<strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> la flora y fauna, los tesoros naturales tan variados y tan ricos <strong>de</strong>l Nuevo<br />

Mundo. También le hablaba Humboldt <strong>de</strong> los sentimientos y <strong>de</strong> las aspiraciones<br />

que había observado en esos pueblos, y era entonces cuando <strong>Bolívar</strong> lo escuchaba<br />

con más sostenida atención.<br />

—Señor Barón —exclamó un día el joven—, usted que acaba <strong>de</strong> recorrer el<br />

continente americano y que ha podido estudiar su espíritu y necesida<strong>de</strong>s, ¿no cree<br />

que ha llegado el momento <strong>de</strong> darle una existencia propia, <strong>de</strong>sprendiéndolo <strong>de</strong> los<br />

brazos <strong>de</strong> la Metrópoli? ¡Radiante <strong>de</strong>stino el <strong>de</strong>l Nuevo Mundo si sus pueblos se<br />

vieran libres <strong>de</strong>l yugo, y qué empresa más sublime!<br />

—Creo que la fruta está madura —respondió el barón—, pero no veo al<br />

hombre capaz <strong>de</strong> realizar tamaña empresa.<br />

—Pue<strong>de</strong> ser que lo encontremos...<br />

57


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

—Usted se dirige ahora a la Costa Firme? —preguntó Humboldt.<br />

—Sí, señor barón, voy a buscar a ese hombre en mi patria.<br />

—¿Y si no lo encuentra usted?<br />

—¡Lo formaremos!<br />

—Quisiera dar a usted el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios para tal empresa.<br />

—Los pueblos —replicó <strong>Bolívar</strong>—, en los momentos en que sienten la necesidad<br />

<strong>de</strong> ser libres son po<strong>de</strong>rosos como Dios, porque Dios los inspira.<br />

Estas profundas palabras traen a la mente aquellas que el 11 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong><br />

1828 <strong>de</strong>cía Goethe a su confi<strong>de</strong>nte Eckermann:<br />

«Existo como un po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>moníaco que impele al hombre a su gusto, cuando<br />

éste cree obrar por sí mismo. En tales circunstancias el hombre <strong>de</strong>be ser consi<strong>de</strong>rado<br />

como el instrumento <strong>de</strong>l gobierno supremo <strong>de</strong>l mundo, como la palanca que<br />

ha sido juzgada digna <strong>de</strong> recibir el impulso divino (2).»<br />

Los pueblos <strong>de</strong> América, en efecto, se conmovieron poco tiempo <strong>de</strong>spués, <strong>de</strong>l<br />

uno al otro extremo, como se conmueven y sacu<strong>de</strong>n y truenan las cordilleras<br />

cuando las agita el fuego que vibra en sus entrañas. <strong>El</strong> grito <strong>de</strong> libertad en in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia<br />

lanzado primero en La Paz, el 16 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1809, <strong>de</strong>spués en Quito,<br />

el 10 <strong>de</strong> agosto, más tar<strong>de</strong> en Caracas y en Bogotá, el 19 <strong>de</strong> abril y el 20 <strong>de</strong> julio<br />

<strong>de</strong> 1810, abría la historia <strong>de</strong> esa guerra titánica que remató, el 9 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong><br />

1824, en el campo <strong>de</strong> Ayacucho, un ejército heroico y compacto <strong>de</strong> colombianos,<br />

venezolanos, argentinos, peruanos, bajo el genio y la espada <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>.<br />

Consumada la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, el barón Humboldt, meditando sin duda, en<br />

los inescrutables <strong>de</strong>signios <strong>de</strong>l Eterno, escribía a su joven amigo <strong>de</strong> París, tres lustros<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su encuentro:<br />

La amistad con la cual el general <strong>Bolívar</strong> se dignó honrarme <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi<br />

regreso <strong>de</strong> México, en una época en que hacíamos votos por la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia y<br />

libertad <strong>de</strong>l Nuevo Continente, me hace esperar que, en medio <strong>de</strong> los triunfos<br />

coronados por una gloria fundada por gran<strong>de</strong>s y penosos trabajos, el Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />

Colombia recibiría todavía con interés el homenaje <strong>de</strong> mi admiración y <strong>de</strong> mi<br />

<strong>de</strong>cisión afectuosa.<br />

58


En otra ocasión le <strong>de</strong>cía:<br />

VII. <strong>Bolívar</strong> y Humbolt<br />

«En medio <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s y generosas acciones <strong>de</strong> Vuestra Excelencia, que son<br />

la admiración <strong>de</strong> ambos hemisferios, su corazón ha permanecido siempre sensible<br />

a los acentos <strong>de</strong> la amistad. Las cartas <strong>de</strong> Vuestra Excelencia me lo han probado;<br />

las conservo como un monumento precioso <strong>de</strong> la benevolencia <strong>de</strong> Vuestra<br />

Excelencia para conmigo, como el más hermoso título <strong>de</strong> gloria <strong>de</strong> una vida consagrada<br />

a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r, con armas más débiles, es cierto, los progresos <strong>de</strong> la razón y <strong>de</strong><br />

una pru<strong>de</strong>nte libertad...<br />

«Una voz interior me dice que nos volveremos a ver en esta vida, pero en ese<br />

continente que <strong>de</strong>be su libertad, menos todavía a la gloria <strong>de</strong> las armas <strong>de</strong> Vuestra<br />

Excelencia que a al noble mo<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> su alma, y en don<strong>de</strong> espero terminar mis<br />

días (3).»<br />

No se cumplieron los pronósticos <strong>de</strong>l sabio barón, pero sobrevivió a su amigo<br />

hasta 1859, cuando la posteridad había consagrado ya, en última instancia, la<br />

gloria <strong>de</strong>l Libertador.<br />

Veintitrés años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, en 1853, en una conferencia<br />

que por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l lord Clarendon tuvo con Humboldt, en Berlín, el general<br />

O’Leary, amigo y e<strong>de</strong>cán que fue <strong>de</strong>l Libertador, para tratar asuntos relacionados<br />

con la apretura <strong>de</strong> un canal interoceánico por el istmo <strong>de</strong>l Darién, Humboldt, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> haber <strong>de</strong>partido con su interlocutor sobre esta cuestión, habló en seguida<br />

<strong>de</strong> la América española y <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>:<br />

«Le traté mucho <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi regreso <strong>de</strong> América, dijo, a fines <strong>de</strong> 1804. Su<br />

conversación animada, su amor por la libertad <strong>de</strong> los pueblos, su imaginación brillante,<br />

me lo hicieron ver como un soñador. Jamás le creí llamado a ser el jefe <strong>de</strong><br />

la cruzada americana. Durante mi permanencia en las colonias españolas, jamás<br />

encontré <strong>de</strong>scontento. Más tar<strong>de</strong>, al empezar la lucha, fue cuando comprendió<br />

que me había ocultado la verdad, y que en lugar <strong>de</strong> amor existían odios profundos<br />

que estallaron en medio <strong>de</strong> un torbellino <strong>de</strong> represalias y <strong>de</strong> venganzas. Pero lo que<br />

más me asombró fue la brillante carrera <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, a poco <strong>de</strong> habernos separado,<br />

cuando <strong>de</strong>jé París para seguir a Italia. La actividad, talento y gloria <strong>de</strong> este gran<strong>de</strong><br />

hombre me hicieron recordar sus raptos <strong>de</strong> entusiasmo, cuando juntos uníamos<br />

nuestros votos por la emancipación <strong>de</strong> la América española. Me había parecido,<br />

por el estudio que había hecho <strong>de</strong> los diversos círculos <strong>de</strong> la sociedad americana,<br />

que si en algún lugar podía surgir un hombre capaz <strong>de</strong> afrontar la revolución era<br />

en Nueva Granada, que había dado manifestaciones a fines <strong>de</strong>l último siglo, y<br />

59


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

cuyas ten<strong>de</strong>ncias no me eran <strong>de</strong>sconocidas. Mi compañero Bonpland fue más<br />

sagaz que yo, pues <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy al principio juzgó favorablemente a <strong>Bolívar</strong>, y aun<br />

le estimulaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí. Recuerdo que una mañana me escribió diciéndome<br />

que <strong>Bolívar</strong> le había comunicado los proyectos que el animaban respecto <strong>de</strong> la<br />

in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Venezuela, y que no sería extraño que los llevara a remate, pues<br />

tenía <strong>de</strong> su joven amigo la opinión más favorable. Me pareció entonces que<br />

Bonpland también <strong>de</strong>liraba. <strong>El</strong> <strong>de</strong>lirante no era él sino yo, que muy tar<strong>de</strong> vine a<br />

compren<strong>de</strong>r mi error respecto <strong>de</strong>l gran<strong>de</strong> hombre, cuyos hechos admiro, cuya<br />

amistad me fue honrosa, cuya gloria pertenece al mundo (4).»<br />

He aquí a Humboldt, “el genio <strong>de</strong> los <strong>de</strong>scubrimientos”, como le llamó<br />

Víctor Hugo, rindiendo homenaje póstumo al genio <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong> América.<br />

Boussingault nos <strong>de</strong>jó este retrato íntimo <strong>de</strong>l sabio francófilo y <strong>de</strong>mócrata,<br />

tildado <strong>de</strong> ateísmo, <strong>de</strong>l «gato enciclopédico», como se le llama en París:<br />

«Vivía en el muelle Napoleón, cuarto piso (muelle <strong>de</strong> la Escuela, número 26),<br />

en un cuarto con vista hacia el Sena, casi enfrente <strong>de</strong> la Moneda. Tenía cincuenta<br />

y cinco años. Su estatura era mediana; tenía los cabellos blancos, la mirada in<strong>de</strong>finible<br />

y la fisonomía viva y espiritual. Estaba un poco picado <strong>de</strong> viruelas, enfermedad<br />

que contrajo en Cartagena <strong>de</strong> Indias. Tenía una parálisis <strong>de</strong>l brazo <strong>de</strong>recho,<br />

como consecuencia <strong>de</strong> la afección reumática que contrajo por dormir sobre un<br />

lecho <strong>de</strong> hojas húmedas en las ribras <strong>de</strong>l Orinoco. Cuando quería escribir o dar la<br />

mano, tenía que levantar con la izquierda en antebrazo paralizado, a la altura necesaria.<br />

Su traje era <strong>de</strong>l corte que se usaba en la época <strong>de</strong>l Directorio: casaca azul con<br />

botones amarillos, chaleco amarillo, pantalón rayado, botas con vuelta —las<br />

únicas que había en París hacia 1821,— corbata blanca y sombrero hecho con lástima.»<br />

«Creía encontrar al chambelán <strong>de</strong>l rey <strong>de</strong> Prusia en una habitación espléndida,<br />

y fue, por lo mismo, gran<strong>de</strong> mi sorpresa cuando entré a la casa <strong>de</strong>l célebre<br />

viajero. Trabajaba en una alcoba pequeña, que tenía una cama sin cortinas cuatro<br />

sillas <strong>de</strong> paja y una gran mesa <strong>de</strong> pino en la que escribía. Toda la tabla <strong>de</strong> la mesa<br />

estaba cubierta <strong>de</strong> cálculos numéricos y <strong>de</strong> logaritmos. Cuando ya no había espacio<br />

para una sola cifra, venía el carpintero y pasaba una garlopa. No tenía libros, o<br />

apenas uno que otros como las Tablas <strong>de</strong> Callet y <strong>El</strong> Conocimiento <strong>de</strong> los tiempos.<br />

«Comía en Los Hermanos provenzales. Por las mañanas pasaba siempre una o<br />

dos horas en el café <strong>de</strong> Foy, y se dormía allí <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l almuerzo (5).»<br />

60


VII. <strong>Bolívar</strong> y Humbolt<br />

Humboldt tuvo el honor <strong>de</strong> haber sido leído con entusiasmo por Napoleón<br />

en aquellos días <strong>de</strong> la Malmaisón que siguieron al <strong>de</strong>sastre <strong>de</strong> Waterloo.<br />

Cuando el emperador se encontraba solo continuaba la lectura <strong>de</strong> un libro <strong>de</strong><br />

Alejandro <strong>de</strong> Humboldt: Los Viajes a las regiones equinocciales <strong>de</strong>l nuevo Continente. Su<br />

imaginación le transportaba a América. Soñaba en seguir las huellas <strong>de</strong>l ilustre<br />

sabio, en ocuparse en gran<strong>de</strong>s trabajos científicos. Con Monje hablaba <strong>de</strong> sus proyectos:<br />

«Necesito un compañero que me ponga rápidamente al corriente <strong>de</strong>l<br />

estado actual <strong>de</strong> las ciencias, luego recorreremos juntos el Nuevo Mundo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

Canadá hasta el cabo <strong>de</strong> hornos, y en este inmenso viaje estudiaremos todos los<br />

gran<strong>de</strong>s fenómenos <strong>de</strong> la física <strong>de</strong>l globo. Monje amaba profundamente a<br />

Napoleón, y <strong>de</strong>cía que jamás en el trono, a la cabeza <strong>de</strong> los ejércitos, le había parecido<br />

tan gran<strong>de</strong>, tan digno <strong>de</strong> admiración como en aquel momento en que <strong>de</strong>rribado<br />

por la suerte se erguía para empezar una nueva vida (6).»<br />

61


VIII<br />

<strong>Bolívar</strong> en el terremoto <strong>de</strong> Caracas


En 1812, año funesto, como el <strong>de</strong> 1814, para la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, los <strong>de</strong>sastres<br />

<strong>de</strong> los patriotas caraqueños tuvieron su coronamiento en el terremoto que redujo<br />

a escombros las principales ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Venezuela. <strong>El</strong> 26 <strong>de</strong> marzo, a las cuatro <strong>de</strong><br />

la tar<strong>de</strong>, apiñada la multitud en los templos con motivo <strong>de</strong> las festivida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l<br />

jueves santo, tiembla la tierra y se <strong>de</strong>sploman las iglesias <strong>de</strong> la Pastora, Altagracia,<br />

San Mauricio, la Merced, Santo Domingo y la Trinidad, bajo cuyos muros<br />

mueren cuatro mil personas y en toda la ciudad <strong>de</strong> Caracas diez mil, sin contar los<br />

heridos. Durante varios días se encien<strong>de</strong>n hogueras para quemar los cadáveres;<br />

todas las gentes corren sobrecogidas <strong>de</strong> espanto; unas, en procesión, entonan<br />

cantos fúnebres; otras se confiesan en alta voz en medio <strong>de</strong> las calles.<br />

En un pueblo fanático los sucesos más comunes son interpretados según convenga<br />

a los intereses <strong>de</strong> aquellos a quienes las masas populares están acostumbradas<br />

a respetar, y <strong>de</strong>sgraciadamente, el clero, que ejercía en Venezuela, como en<br />

todas las colonias españolas, <strong>de</strong>cisiva influencia, y que era adverso, con raras<br />

excepciones, a la causa <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, aparentó ver en la terrible calamidad<br />

«el azote <strong>de</strong> un Dios irritado contra los novadores que habían <strong>de</strong>sconocido al más<br />

virtuoso <strong>de</strong> los monarcas, Fernando VII, el ungido <strong>de</strong>l Señor (7).»<br />

Sólo <strong>Bolívar</strong> permanecía impasible en medio <strong>de</strong> la consternación general,<br />

<strong>de</strong>soyendo los ruegos <strong>de</strong> sus amigos que temblaban por su vida, hasta que, sin<br />

parar mientes en la creciente furia <strong>de</strong>l populacho, azuzado por los frailes, corrió a<br />

la plaza <strong>de</strong> San Jacinto, don<strong>de</strong> el loco frenesí <strong>de</strong> un monje había atraído millares<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>votos aterrados, y con voz imperiosa silencio. Mas, la expresión resuelta <strong>de</strong><br />

su mirada y su tono severo que asombraron a la espantada multitud, sólo sirvió<br />

para provocar indignación <strong>de</strong>l monje predicador que, a su vez, amenazó al intruso<br />

con la cólera <strong>de</strong>l cielo si persistía en interrumpir la prédica.<br />

<strong>El</strong> sordo y siniestro murmullo <strong>de</strong>l pueblo manifestaba ya su resolución <strong>de</strong> servir<br />

<strong>de</strong> instrumento <strong>de</strong> la ira santa, cuando <strong>Bolívar</strong>, advirtiendo la crítica situación en<br />

que se encontraba, y comprendiendo que una retirada daría pábulo a la superstición<br />

y acrecentaría la influencia <strong>de</strong>l clero, <strong>de</strong>senvainó su espada, y lanzándose sobre el<br />

65


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

improvisado púlpito, arrancó <strong>de</strong> él al monje, y arrastrándole, le amenazó con la<br />

muerte inmediata si se atrevía a resistir.<br />

Don José Domingo Díaz, furibundo realista y apologista <strong>de</strong> Boves, refiere el<br />

soberbio suceso <strong>de</strong> aquel día en estos términos:<br />

«Era el jueves santo, 26 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1812, a las cuatro <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. <strong>El</strong> cielo <strong>de</strong><br />

Caracas estaba extremadamente claro y brillante, una calma inmensa aumentaba<br />

la fuerza <strong>de</strong> un calor insoportable; caían algunas gotas sin verse la menor nube que<br />

las arrojase, y yo salí <strong>de</strong> mi casa para la santa iglesia catedral. Como cien pasos<br />

antes <strong>de</strong> llegar a la plaza <strong>de</strong> San Jacinto, convento <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> predicadores<br />

comenzó la tierra a moverse, con un ruido espantoso, corrí hacia aquella, y algunos<br />

balcones <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> correros cayeron a mis pies al entrar en ella; me situé<br />

fuera <strong>de</strong>l alcance <strong>de</strong> las ruinas <strong>de</strong> los edificios, y allí vi caer sobre sus fundamentos<br />

la mayor parte <strong>de</strong> aquel templo, y allí también entre el polvo <strong>de</strong> la muerte, vi la<br />

<strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> una ciudad que era el encanto <strong>de</strong> los naturales y <strong>de</strong> los extranjeros.<br />

«A aquel ruido inexplicable sucedió el silencio <strong>de</strong> los sepulcros. En aquel<br />

momento me hallaba solo en medio <strong>de</strong> la plaza y <strong>de</strong> la ruinas; oí los alaridos <strong>de</strong> los<br />

que morían <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l templo; subí por ellas y entré en su recinto. Todo fue obra <strong>de</strong><br />

un instante. Allí vi como cuarenta personas o hechas pedazos o prontas a expirar por<br />

los escombros. Volví a subirlas, y jamás se me olvidará este momento. En lo más elevado<br />

<strong>de</strong> las ruinas encontré a don Simón <strong>Bolívar</strong>, que en mangas <strong>de</strong> camisas trepaba<br />

por ellas. En su semblante estaba pintado el sumo terror, o la suma <strong>de</strong>sesperación.<br />

Me vio y me dirigió estas impías y extravagantes palabras: «Si la naturaleza se opone<br />

a nuestros <strong>de</strong>signios, lucharemos contra ella y la someteremos (8).»<br />

Al lado <strong>de</strong> estas palabras, dice José Enrique Rodó, pali<strong>de</strong>ce la imprecación<br />

famosa <strong>de</strong> Ayax <strong>de</strong> Telamón.<br />

66


IX<br />

En Milán


En un antiguo ejemplar <strong>de</strong> la revista Natura ed Arte, publicado en Roma en<br />

enero <strong>de</strong> 1895, hay un artículo <strong>de</strong> Cleto Arrighi que refiere muchos episodios <strong>de</strong><br />

la campaña <strong>de</strong> Italia <strong>de</strong> Napoleón Bonaparte y su entrada en Milán en 1796, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> sus victorias contra los austriacos.<br />

En aquel tiempo existía en Milán el célebre salotto <strong>de</strong> la con<strong>de</strong>sa Melzi, tertulia<br />

literaria y política, don<strong>de</strong> no era fácil ser admitido sin estar dotado <strong>de</strong> talento y<br />

<strong>de</strong> sentimientos liberales.<br />

Tertulianos <strong>de</strong> casa Melzi, eran pues muchos notables personajes en las artes,<br />

en la política; y todos los extranjeros <strong>de</strong> renombre que llegaban a Milán solicitaban<br />

el privilegio <strong>de</strong> ser recibidos en aquel selecto centro <strong>de</strong> cultura que, no obstante<br />

la sospechosa policía austriaca, había llegado a ser una especie <strong>de</strong> institución<br />

milanesa.<br />

Cleto Arrighi heredó <strong>de</strong> un tío suyo Bernardino, un manuscrito titulado Il<br />

Cervelo di Giove, en el cual están apuntados los principales acontecimientos <strong>de</strong> que<br />

fue teatro Europa y especialmente Italia y Lombardía <strong>de</strong>l año 1786 a 1790.<br />

En una <strong>de</strong> tales notas, y con fecha 13 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1796, dice el autor <strong>de</strong>l<br />

manuscrito:<br />

«En casa <strong>de</strong> Melzi me fue presentado anoche un bello joven <strong>de</strong> Caracas don<strong>de</strong><br />

nace el excelente cacao: él es <strong>Bolívar</strong>, en cuyo aspecto están las promesas <strong>de</strong> un<br />

fecundo porvenir. Su conversación está llena <strong>de</strong> energía y <strong>de</strong> esperanzas. Odia a los<br />

españoles, y, entusiasmado por los acontecimientos <strong>de</strong> ogaño, sueña con la libertad<br />

<strong>de</strong> la colonia hispana y con ser él mismo libertador.<br />

«Fue educado en Madrid y acaba <strong>de</strong> terminar sus estudios. Y está en Milán<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> dos días ha, pues ha venido con la esperanzas <strong>de</strong> presenciar la entrada <strong>de</strong><br />

Bonaparte triunfador. Me dijo haber encontrado raramente una ciudad más simpática,<br />

especialmente en su gremio <strong>de</strong>cente y acomodado; me narró <strong>de</strong> haber visitado<br />

69


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

a Nápoles, y en su viaje <strong>de</strong> regreso a Roma, haber sido capturado por cierto<br />

Sicabolones con seis brigantes; pero fue soltado mediante poco dinero por haber<br />

<strong>de</strong>clarado que era un zuavo francés, amigo <strong>de</strong>l Papa, y <strong>de</strong> haber venido a Italia para<br />

tratar <strong>de</strong> perjudicar a Bonaparte.»<br />

Hasta aquí el manuscrito:<br />

De su lectura se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong> que Simón <strong>Bolívar</strong>, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su adolescencia, cultivaba<br />

el proyecto <strong>de</strong> ser el Libertador <strong>de</strong> su patria, y no poco <strong>de</strong>bió entusiasmarle<br />

el espectáculo <strong>de</strong> la entrada <strong>de</strong> Bonaparte triunfador en la metrópoli lombarda,<br />

pues en aquella época el joven general <strong>de</strong>l ejército francés en Italia enarbolaba la<br />

ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la libertad.<br />

En el retrato <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> que bosquejaba Arrighi se ve <strong>de</strong> pie la figura <strong>de</strong>l<br />

Libertador adolescente, en cuyo aspecto están las promesas <strong>de</strong> un fecundo porvenir.<br />

70


X<br />

<strong>Bolívar</strong> e Iturbe


Después <strong>de</strong> combatir en Francia por la causa <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho, <strong>de</strong> la justicia y <strong>de</strong><br />

la libertad en el mundo, hasta <strong>de</strong>jar inscrito su nombre en los Anales <strong>de</strong> la<br />

Revolución, y hoy en las tablas <strong>de</strong> gloria <strong>de</strong>l Arco <strong>de</strong> triunfo <strong>de</strong> Napoleón,<br />

Miranda se acordó <strong>de</strong> su patria y voló allí a prestar el contingente <strong>de</strong> su espada y<br />

experiencia a los inexpertos republicanos, sus compatriotas.<br />

Generalísimo <strong>de</strong> sus tropas, fue envuelto en una serie <strong>de</strong> <strong>de</strong>sgracias, hasta la<br />

capitulación que concluyó con Montever<strong>de</strong>, en San Mateo, el 25 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1812,<br />

y que, como todas las ajustadas por los españoles, fue inicua y cruelmente violada<br />

apenas se entregaron a los patriotas.<br />

Luego <strong>de</strong> firmar la capitulación, se retiró a La Guaira, don<strong>de</strong> tenía lista una<br />

corbeta inglesa para embarcarse. Llegó a las siete <strong>de</strong> la noche <strong>de</strong>l 30 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong><br />

1812 solicitando hospitalidad en la casa <strong>de</strong>l comandante <strong>de</strong>l puerto, coronel<br />

Manuel María Casas, quien con el gobernador político, el tristemente célebre<br />

Miguel Peña, lo entregaron a los españoles por medio <strong>de</strong>l coronel Simón <strong>Bolívar</strong>,<br />

Montilla y Chatillón, quienes se encargaron <strong>de</strong> pren<strong>de</strong>rlo. Miranda, sin protestar,<br />

se <strong>de</strong>jó conducir a la prisión.<br />

<strong>Bolívar</strong> nunca, ni en los últimos días <strong>de</strong> su vida, se arrepintió <strong>de</strong> haber prendido<br />

al precursor, y, antes bien, se lamentaba <strong>de</strong> no haberlo fusilado por habérselo impedido<br />

otros, y siempre consi<strong>de</strong>ró su acción como un <strong>de</strong>ber patriótico. Argüía que si Miranda<br />

creyó que los españoles observarían el tratado, <strong>de</strong>bió quedarse para hacerlos cumplir su<br />

palabra, y, si no, era un traidor por haber sacrificado su ejército.<br />

De La Guaira, sin fórmula <strong>de</strong> juicio, fue enviado Miranda al castillo <strong>de</strong><br />

Puerto Cabello, <strong>de</strong> allí a Puerto Rico, y, por último, a Cádiz, don<strong>de</strong> como reo <strong>de</strong><br />

estado se le enceró en la Carraca. Allí, solitario, y en completo abandono, murió<br />

el 19 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1816, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cuatro años <strong>de</strong> martirio. En su persona el<br />

gobierno español violó con <strong>de</strong>scaro y sevicia la capitulación <strong>de</strong> San Mateo que él<br />

mismo había <strong>de</strong>clarado en su or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> 30 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1813 que <strong>de</strong>bía cumplirse<br />

fiel y religiosamente. Nunca se reprochó a Montever<strong>de</strong> su crueldad y perfidia, y,<br />

73


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

cuando en las Cortes generales <strong>de</strong> Cádiz se trató <strong>de</strong>l asunto, y los diputados americanos<br />

<strong>de</strong>fendieron la causa <strong>de</strong> sus compatriotas oprimidos, sus protestas y reclamos<br />

no conmovieron a nadie.<br />

Fue Miranda el primero que enarboló el tricolor colombiano en las costas <strong>de</strong><br />

América; amigo <strong>de</strong> Catalina II, no creía en nada, y <strong>de</strong> Bentham, que sólo creía en<br />

la utilidad apreciada <strong>de</strong> tejas para abajo, <strong>de</strong>spidió, a la hora <strong>de</strong> la muerte, al fraile<br />

dominico que le ofrecía los auxilios <strong>de</strong> la religión, con estas <strong>de</strong>sabridas palabras:<br />

«Déjeme usted morir en paz.»<br />

Librepensador en religión, era también Miranda francés hasta la médula <strong>de</strong><br />

los huesos y apasionado hasta tal punto por la Revolución, a la cual había servido<br />

con su espada, que llegó hasta disculpar las matanzas <strong>de</strong> septiembre en París, y felicitó<br />

a aquellos <strong>de</strong> sus amigos <strong>de</strong> América que se llamaban jacobinos, <strong>de</strong>clarando,<br />

a<strong>de</strong>más, que habría preferido la <strong>de</strong>vastación <strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong>l mundo al fracaso <strong>de</strong><br />

la Revolución francesa.<br />

Como Jefferson, el ilustre secretario <strong>de</strong> Estado <strong>de</strong> Washington, y más tar<strong>de</strong><br />

dos veces presi<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> los Estados Unidos, y gran liberal, Miranda pensaba que<br />

una revolución es buena siempre y nunca <strong>de</strong>be escatimarse; que nada significan<br />

unos cuantos millares <strong>de</strong> vidas humanas perdidos en uno o dos siglos, puesto que<br />

lo que más abunda en el mundo es gente; que la humanidad es una selva muy<br />

frondosa para resentirse con la poda benéfica <strong>de</strong> sus ramas inútiles o marchitas;<br />

que el árbol <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong>be refrescarse <strong>de</strong> cuando en cuando con sangre <strong>de</strong><br />

tiranos y patriotas, que es natural abono.<br />

Y <strong>de</strong> mil amores hubiera acogido estas palabras <strong>de</strong> Tomás Carlyle, escritas en<br />

Los Héroes, su obra maestra: «Cueste los sacrificios que cueste, reinados <strong>de</strong>l Terror,<br />

horrores <strong>de</strong> revoluciones como la francesa, cuanto <strong>de</strong> cruel y <strong>de</strong> horrible pueda<br />

imaginarse, forzosa y necesariamente <strong>de</strong>bemos volver por los fueros <strong>de</strong> la razón y<br />

<strong>de</strong> la verdad. Paso a la Verdad, que se nos presenta revestida con todos los horrores<br />

y el fuego <strong>de</strong>l infierno, puesto que así la queremos y así es ella.»<br />

Miranda y Nariño, los precursores <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, cruelmente perseguidos<br />

por la fatalidad. Por sus talentos, convicción y energías hubieran podido ser<br />

los libertadores <strong>de</strong> Colombia, si uno más joven que ellos no hubiera nacido en esa<br />

pre<strong>de</strong>stinación. Su misión fue la triste <strong>de</strong> todos los precursores: allanar el camino<br />

a otro que habrá <strong>de</strong> llegar, y morir en el martirio y el olvido antes <strong>de</strong> ver florecer y<br />

fructificar el árbol milenario que sembraron. Como el poeta alemán que hizo su<br />

nido en la peluca <strong>de</strong> Voltaire ellos también pudieron exclamar al morir: «Colocad<br />

74


X. <strong>Bolívar</strong> e Iturbe<br />

sobre mi tumba una espada porque fui un bravo soldado en la guerra por la libertad<br />

<strong>de</strong>l hombre.»<br />

Por aquellos días <strong>de</strong> 1812 era <strong>Bolívar</strong> comandante <strong>de</strong> la plaza y castillo <strong>de</strong><br />

Puerto Cabello. Después <strong>de</strong> haberse batido heroicamente, hubo <strong>de</strong> abandonar<br />

aquel sitio por la traición <strong>de</strong> los presos <strong>de</strong>l castillo <strong>de</strong> San Felipe, a quienes se había<br />

indultado generosamente la vida, y que aliados al oficiar Francisco Fernán<strong>de</strong>z<br />

Vinoni, que mandaba la guardia aquel día, enarbolaron el pabellón español el 30<br />

<strong>de</strong> junio, a las tres <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>.<br />

Llegado <strong>Bolívar</strong> a Caracas, encontró la ciudad en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Montever<strong>de</strong>,<br />

quien, a pesar <strong>de</strong> la capitulación, estaba <strong>de</strong>dicado a llenar las cárceles <strong>de</strong> patriotas.<br />

<strong>Bolívar</strong> fue encarcelado e iba a ser remitido a España para morir como Miranda en<br />

la Carraca, cuando, al saberlo, don Francisco Iturbe, aquel honrado español que<br />

estuvo presente en su bautizo, cuela don<strong>de</strong> Montever<strong>de</strong>, y, <strong>de</strong>mos la palabra al<br />

mismo <strong>Bolívar</strong> para que nos narre el bello episodio:<br />

«Yo fui presentado a Montever<strong>de</strong>, dice, por un hombre tan generoso como yo<br />

era <strong>de</strong>sgraciado. Con este discurso me presentó Iturbe al vencedor: «Aquí está el<br />

comandante <strong>de</strong> Puerto Cabello por quien he ofrecido mi garantía: si a él toca<br />

alguna pena, yo la sufro, mi vida está por la suya (1).» Y el propio Iturbe continúa:<br />

«Montever<strong>de</strong> contestó al discurso citado: —Se conce<strong>de</strong> pasaporte al señor<br />

(mirando a <strong>Bolívar</strong>) en recompensa <strong>de</strong>l servicio que ha hecho al rey con la prisión<br />

<strong>de</strong> Miranda.» Hasta entonces <strong>Bolívar</strong> había estado callado, mas al oír estas palabras,<br />

que dirigía Montever<strong>de</strong> al secretario Muro, repuso en el acto que había apresado<br />

a Miranda para castigar un traidor a su patria, no para servir al rey. Tal<br />

respuesta <strong>de</strong>scompuso a Montever<strong>de</strong>, pero Iturbe intervino, terminando por <strong>de</strong>cir<br />

jocosamente a su amigo Muro: «Vamos, no haga usted caso <strong>de</strong> este calavera; <strong>de</strong>le<br />

usted el pasaporte, y que se vaya (2).»<br />

Al día siguiente, 27 <strong>de</strong> agosto, estaba <strong>Bolívar</strong> en la cubierta <strong>de</strong>l bergantín<br />

inglés Good Hope, surto en La Guaira, Iturbe lo abrazaba, mientras el capitán se<br />

disponía a partir.<br />

—Adiós, don Francisco —le dijo <strong>Bolívar</strong>, dándole un estrechísimo abrazo—.<br />

Adiós, usted me ha salvado la vida, y, con ella, la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> América.<br />

¡Gracias en mi nombre y en el <strong>de</strong> la patria!<br />

—¿Qué, todavía piensas en esas locuras? ¿No ves que la causa <strong>de</strong> los insurgentes<br />

está perdida?<br />

75


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

—Sólo las almas débiles se abaten al primer revés, don Francisco <strong>de</strong> Iturbe; el<br />

valor y la constancia corrigen la mala fortuna. Antes <strong>de</strong> diez años el pabellón español<br />

habrá <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> flotar sobre aquella almena (señalando la ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> Castilla).<br />

Iturbe se retiró. Una hora <strong>de</strong>spués el Good Hope <strong>de</strong>splegaba sus blancas velas,<br />

hinchadas por el viento, y suavemente se <strong>de</strong>slizaba sobre las ondas azules...<br />

Don Francisco <strong>de</strong> Iturbe, cruzado <strong>de</strong> brazos, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la playa veía alejarse el<br />

bergantín, todavía al caer la tar<strong>de</strong> lo vieron allí meditabundo; pero cuando las<br />

sombras <strong>de</strong> la noche borraron el punto blanco <strong>de</strong>l horizonte, el español se retiró<br />

murmurando:<br />

«La profecía <strong>de</strong>l canónigo se cumplirá... Juan Félix era un santo...»<br />

Con lo cual se refría al pronóstico <strong>de</strong> don Juan Félix Jerez y Aristeguieta,<br />

canónigo doctoral <strong>de</strong> la Iglesia metropolitana <strong>de</strong> Caracas, primo <strong>de</strong> doña<br />

Concepción Palacios y Blanco, madre <strong>de</strong>l Libertador, cuando este vino al mundo<br />

y que el mismo Iturbe oyó ese día <strong>de</strong> labios <strong>de</strong>l canónigo:<br />

«Este niño será, andando los tiempos, el Simón Macabeo <strong>de</strong> la América.»<br />

<strong>Bolívar</strong>, puesto que era noble, era agra<strong>de</strong>cido; con su generosidad habitual fue<br />

munificente con su benefactor, y siempre, en todas las circunstancias, recordó lo<br />

que <strong>de</strong>bía al español.<br />

Al general Páez le escribe <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Caracas el 3 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1827: «Mi querido<br />

general: Usted sabe cuántas son las consi<strong>de</strong>raciones <strong>de</strong> amistad que <strong>de</strong>bo a Iturbe,<br />

y, estando ya al partir, no puedo menos <strong>de</strong> recomendarlo a usted como a mí<br />

mismo. Véalo usted mismo como una persona que tiene mil <strong>de</strong>rechos sobre su<br />

afectísimo <strong>de</strong> corazón, <strong>Bolívar</strong>.»<br />

Y a Cristóbal Mendoza, en la misma fecha: «Estando ya al partir no puedo<br />

<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> recomendar a la bondad y consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> usted a mi amigo Iturbe.<br />

Véalo usted siempre como una persona muy estimable. <strong>El</strong> mejor servicio que recibirá<br />

Iturbe será el que no se le niegue su pasaporte cuando se quiera ausentar.»<br />

Así pagaba <strong>Bolívar</strong>, al <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> su tierra natal, para nunca más volver, el<br />

beneficio que había recibido <strong>de</strong> tan hidalgo amigo en calamitosos días <strong>de</strong> su vida.<br />

La ingratitud, partija <strong>de</strong> villanos, no podía manchar el gran corazón <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>.<br />

76


XI<br />

La guerra a muerte


Todas las leyes españolas que regían en las colonias ultramarinas, las Siete<br />

Partidas, la Vieja y Nueva Recopilación, las Leyes <strong>de</strong> Indias, las Reales Cédulas,<br />

Ór<strong>de</strong>nes y Proviciones estaban acor<strong>de</strong>s en un punto: el último suplicio como pena<br />

<strong>de</strong> la insurrección o <strong>de</strong>lito <strong>de</strong> lesa majestad. En virtud <strong>de</strong> tal principio, las capitulaciones<br />

se consi<strong>de</strong>raban nulas porque los insurgentes eran inhábiles para tratar; los prisioneros<br />

eran sacrificados como traidores; se negaban los canjes y se ahorcaba a los<br />

parlamentarios ante las filas patriotas. <strong>El</strong> terror era la ley pacificadora <strong>de</strong> las colonias.<br />

Tan bárbaro estado social trajo consigo el odio inextinguible <strong>de</strong> los colonos hacia<br />

España y sus instituciones, <strong>de</strong>l cual fue la guerra a muerte la manifestación franca y<br />

heroica.<br />

<strong>El</strong> venezolano Vicente Salias es conducido al patíbulo, y antes <strong>de</strong> morir,<br />

levanta los ojos al cielo, y grita, o, más bien, aúlla:<br />

«¡Dios Todopo<strong>de</strong>roso! ¡Si en tu mansión celeste admites españoles, renuncio<br />

mi <strong>de</strong>recho al cielo!»<br />

Y el modo como las Justicias españolas ejecutaban sus sentencias, aún nos<br />

estremece hoy a pesar <strong>de</strong>l tiempo y a pesar <strong>de</strong>l amor cada día más creciente hacia<br />

la madre España. Quien quiera saber hasta dón<strong>de</strong> es capaz <strong>de</strong> grosera sevicia y <strong>de</strong><br />

brutalidad el corazón humano, que lea la sentencia pronunciada en Santa Fe <strong>de</strong><br />

Bogotá el 30 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1782 contra José Antonio Galán y sus compañeros, precursores<br />

<strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Colombia. Y quien quiera saber hasta dón<strong>de</strong> se<br />

llenaron <strong>de</strong> razón los adali<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong> América, que ojee los documentos<br />

oficiales <strong>de</strong> la Capitanía General <strong>de</strong> Venezuela, durante los doce meses <strong>de</strong> la dictadura<br />

<strong>de</strong> Domingo Montever<strong>de</strong>, en 1813, bajo el imperio <strong>de</strong> la «Ley <strong>de</strong>l la conquista»,<br />

y los <strong>de</strong>l Nuevo Reino <strong>de</strong> Granada en los tres años <strong>de</strong> la pacificación <strong>de</strong><br />

Morillo, Enrile, Sámano Warletta, durante los cuales ensangrentaron los caminos<br />

públicos las cabezas escarnecidas <strong>de</strong> los más insignes hijos <strong>de</strong> Bogotá, Cartagena y<br />

Popayán. Y <strong>de</strong> cómo pensaban y procedían aquellos “pacificadores”, júzguese por<br />

estos documentos:<br />

79


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

<strong>El</strong> 17 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1813 escribe Montever<strong>de</strong> a la Regencia <strong>de</strong> España:<br />

«Des<strong>de</strong> que entré en esta capital y me fui imponiendo <strong>de</strong>l carácter <strong>de</strong> sus<br />

habitantes, conocí que la indulgencia era un <strong>de</strong>lito, y que la tolerancia y el disimulo<br />

hacían insolente y audaces a los hombres criminales... Bajo este concepto<br />

<strong>de</strong>ben ser tratados por la ley <strong>de</strong> conquista.»<br />

Para el 3 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong>l mismo año había empezado Zuazola a mutilar venezolanos,<br />

mientras el canario Pascual Martínez asolaba la Margarita, y Tíscar anunciaba<br />

en Barinas que sus tropas no darán cuartel a los rendidos. Al propio tiempo<br />

<strong>de</strong>spuntaba ya en los llanos la estrella fatídica <strong>de</strong> Boves.<br />

<strong>El</strong> 18 <strong>de</strong> junio siguiente dice Francisco Cerveris a Montever<strong>de</strong>, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Río Caribe:<br />

«No hay más, señor, que un gobierno militar; pasar todos estos pícaros (los<br />

patriotas) por las armas; yo le aseguro a V. S. que ninguno <strong>de</strong> los que caigan en mis<br />

manso se escapará. Todo gobierno político <strong>de</strong>be separarse inmediatamente; pues<br />

no <strong>de</strong>bemos estar ni por Regencia, ni por Cortes, ni por Constitución, sino por<br />

nuestra seguridad y el exterminio <strong>de</strong> tanto insurgente y bandido. Yo bien conozco<br />

que no se <strong>de</strong>be acabar con todos; pero acabar con los que puedan hacer <strong>de</strong> cabezas,<br />

y, los <strong>de</strong>más, a Puerto Rico, a la Habana o a España con ellos (1).»<br />

<strong>El</strong> 25 <strong>de</strong> mayo y el 14 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1816 publica el gobernador Salvador <strong>de</strong><br />

Moyó, primero en Caracas y luego en Cumaná, el siguiente bando:<br />

«A fin <strong>de</strong> poner término a las maquinaciones con que por todas partes intentan<br />

turbar la tranquilidad pública <strong>de</strong> las provincias <strong>de</strong> Venezuela los rebel<strong>de</strong>s españoles<br />

Simón <strong>Bolívar</strong>, José Francisco Bermú<strong>de</strong>z, Santiago Mariño, Manuel Piar y Antonio<br />

Brión, etc., etc., he tenido a bien <strong>de</strong>cretar: que cualquier persona que aprehendiere viva<br />

o muerta la <strong>de</strong> aquellos traidores, y cualquier otro <strong>de</strong> su especie, como Juan Bautista<br />

Arismendi, en Margarita, será remunerado con la cantidad <strong>de</strong> diez mil pesos en que se<br />

tasa la cabeza <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> ellos, cuya cantidad se abonará por la real hacienda. Y<br />

para que llegue a noticia <strong>de</strong> todos, imprímase y círculese.»<br />

De más está <strong>de</strong>cir que ni a <strong>Bolívar</strong> ni a sus tenientes se les ocurrió jamás, durante<br />

la larga guerra que sostuvieron, poner a precio la cabeza <strong>de</strong> ningún jefe peninsular.<br />

<strong>El</strong> mismo Juan Vicente González, iracundo censor <strong>de</strong>l <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> Trujillo, lo<br />

dijo: «Con enemigos implacables necesitaba la revolución valerosas convicciones,<br />

manos fuertes que con la espada o la pluma no temblasen nunca. Los furores <strong>de</strong> la<br />

80


<strong>de</strong>fensa <strong>de</strong>bían correspon<strong>de</strong>r a los furores <strong>de</strong>l ataque: la represalia no era un <strong>de</strong>recho,<br />

era un <strong>de</strong>ber (2).»<br />

La crueldad española tornó los cor<strong>de</strong>ros en lobos, y las palomas en serpientes. Y<br />

<strong>Bolívar</strong>, comprendiendo que mientras la opinión <strong>de</strong>l país favoreciese a los españoles la<br />

in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia era imposible, resolvió echar entre América y España un abismo que no<br />

pudiera llenarse sino con las inmensas moles <strong>de</strong> granito que se estaba ya elaborando en<br />

su cerebro y que se llamaron <strong>de</strong>spués Boyacá, Carabobo, Bomboná, Junín, Ayacucho,<br />

y ese insondable abismo fue la guerra a muerte: terrible necesidad <strong>de</strong> la época que aun<br />

hoy mismo no po<strong>de</strong>mos recordar sin estremecernos.<br />

Las cruelda<strong>de</strong>s que precedieron y que siguieron a esa terrible <strong>de</strong>claratoria,<br />

los fusilamientos colectivos, la carnicería <strong>de</strong> las batallas, prologándose años tras<br />

años, acabaron con los últimos restos <strong>de</strong> sentimientos humanitarios <strong>de</strong> los contendores.<br />

La necesidad <strong>de</strong>l triunfo hizo que se antepusiesen a todos en mérito<br />

los servicios militares, y que el prestigio <strong>de</strong> los hombres <strong>de</strong> espada y lanza<br />

subiese hasta el punto <strong>de</strong> que se acostumbrasen a ver con <strong>de</strong>sprecio a las <strong>de</strong>más<br />

clases sociales. Y eso explica por qué los militares se consi<strong>de</strong>raban tan amos <strong>de</strong><br />

la tierra como el mismo rey a quien acabábamos <strong>de</strong> expulsar. Los caudillos <strong>de</strong><br />

la revolución tuvieron que aceptar en sus filas a cuantos hombres malos y<br />

corrompidos se presentaban a tomar servicio estimulados con el pillaje y con la<br />

esperanza <strong>de</strong> repartirse más tar<strong>de</strong> los bienes <strong>de</strong> los españoles. Era preciso tolerar<br />

la licencia en los campamentos y la rapiña en los campos, so pena <strong>de</strong> ver<br />

formarse en las filas claros que era imposible llenar. Y con esos elementos, y<br />

sobre ese mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> guerra implacable, <strong>de</strong>sesperada, a muerte, se calcaron las<br />

costumbres políticas <strong>de</strong> la naciente República. <strong>Bolívar</strong> mismo se lamentaba <strong>de</strong><br />

ello ante sus amigos <strong>de</strong> Bucaramanga, pero la verdad es que nunca tuvo valor<br />

para <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> aquellos elementos, abominables, si bien útiles y <strong>de</strong>cisivos<br />

en las batallas, pero funestos y corruptores en la paz.<br />

Briceño<br />

XI. La Guerra a muerte<br />

Antonio Nicolás Briceño era en Caracas, antes <strong>de</strong> 1810, según el historiador<br />

realista José Domingo Díaz, un hombre ilustrado, pru<strong>de</strong>nte y mo<strong>de</strong>rado. Al<br />

estallar la revolución, poco a poco fue exaltándose su carácter hasta el punto <strong>de</strong><br />

que la opinión pública le señaló con el apodo <strong>de</strong> <strong>El</strong> Diablo.<br />

No obstante lo afirmado por Díaz, Briceño <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1807 mostró el carácter<br />

irascible que causó en 1813 su separación <strong>de</strong>l ejército <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> y la catástrofe<br />

<strong>de</strong> que fue víctima. Casado con la joven y bella Dolores Jerez Aristeguieta y<br />

Gedler, nieta <strong>de</strong> María Jacinta <strong>Bolívar</strong> y Ponte, se hallaba en aquel año en el<br />

81


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Tuy administrando las fincas <strong>de</strong> la familia <strong>de</strong> su esposa, cuando sobrevino un<br />

conflicto con su pariente Simón <strong>Bolívar</strong> por cuestiones <strong>de</strong> lin<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> sus predios<br />

vecinos. <strong>Bolívar</strong> presentó acusación contra él y en esa <strong>de</strong>manda aparece la<br />

siguiente relación: «Hallándome el día 24 <strong>de</strong> septiembre último (<strong>de</strong> 1807) con<br />

mi servidumbre, rozando parte <strong>de</strong> mis tierras altas que cubren el frente <strong>de</strong> mi<br />

hacienda, se apareció toda su esclavitud con machetes, puñales, garrotes, etc.,<br />

y entre ellos uno nombrado Domingo José con un fusil cargado. Sin otro<br />

saludo ni discurso comenzó Briceño la acción por sacar una pistola, prepararla<br />

y mandar a mis esclavos que parasen el trabajo, porque <strong>de</strong> no hacerlo así les<br />

tiraría con sus armas <strong>de</strong> fuego, y requiriéndoles muchas veces que los mataría,<br />

les amenazaba y apuntaba sucesivamente; pero habiendo yo mandado a mis<br />

negros que no <strong>de</strong>jaran el trabajo, volviéndose hacia mí, fue uno mismo a<br />

<strong>de</strong>cirme comenzaré por usted y apuntarme. Tres veces quiso ejecutar el tiro, y<br />

cuando a la tercera le vi resuelto, no tuve otro partido que arrojármele encima<br />

a fin <strong>de</strong> <strong>de</strong>sarmarlo. Sus negros me arrebataron; y temí tanto un combate <strong>de</strong><br />

esclavos, que en lugar <strong>de</strong> aten<strong>de</strong>r a mi adversario sólo traté <strong>de</strong> contener ambas<br />

esclavitu<strong>de</strong>s que ya habían comenzado a tomar parte en la pelea...»<br />

Las <strong>de</strong>claraciones <strong>de</strong> los testigos son favorables a <strong>Bolívar</strong>; <strong>de</strong> ellas se <strong>de</strong>duce<br />

que éste no tenía armas, y que en la lucha con Briceño «logró con una mano<br />

sujetarle la pistola y con la otra la daga o sable que llevaba, hasta que ambas<br />

esclavitu<strong>de</strong>s se atacaron». Uno <strong>de</strong> los testigos consi<strong>de</strong>ra a Briceño «no sólo perjudicial<br />

a don Simón, sino a todo el vecindario». Terminado el sumario, el capitán<br />

general or<strong>de</strong>nó la prisión <strong>de</strong> Briceño el 11 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1818; pero este suceso<br />

se complicó con la conspiración <strong>de</strong>scubierta la víspera, para establecer una junta<br />

<strong>de</strong> gobierno (3).<br />

<strong>El</strong> 16 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1813 Briceño publica en Cartagena un plan sobre el<br />

modo <strong>de</strong> hacer la guerra a los españoles. He aquí parte <strong>de</strong> este programa sombrío<br />

que parece meditado por Azolino, tirano <strong>de</strong> Padua:<br />

«2.-Como esta guerra se dirige a <strong>de</strong>struir en Venezuela la raza maldita <strong>de</strong> los<br />

españoles, quedan ellos excluídos <strong>de</strong> la expedición, por patriotas y buenos que<br />

parezcan, puesto que no <strong>de</strong>be quedar uno solo vivo...<br />

«9.-Se consi<strong>de</strong>ra como un mérito suficiente para ser premiado y obtener<br />

grados en el ejército, el presentar un número <strong>de</strong> cabezas <strong>de</strong> españoles, y así, el<br />

soldado que presentare veinte cabezas será ascendido a alférez vivo y efectivo; el<br />

que presentare treinta, a teniente; el que cincuenta, a capitán, etc.»<br />

82


XI. La Guerra a muerte<br />

Ocho individuos: tres venezolanos y los <strong>de</strong>más europeos, subscribieron, en<br />

francés, el feroz pacto.<br />

Con tal documento se presentó Briceño en Cúcuta exigiendo a <strong>Bolívar</strong> y al general<br />

granadino Castillo, que lo aprobasen y lo tomaran por norma <strong>de</strong> conducta. Los dos<br />

jefes, ¡tales eran los tiempos! lo aceptaron, con ligeras observaciones, y lo firmaron en<br />

Cúcuta el 20 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1813. Poco <strong>de</strong>spués, Briceño publicaba un bando <strong>de</strong>clarando<br />

la guerra a muerte, <strong>de</strong> acuerdo con su plan, y para cumplir sus amenazas <strong>de</strong>capitó<br />

a dos españoles pacíficos <strong>de</strong> San Cristóbal y remitió las cabezas a <strong>Bolívar</strong> y Castillo,<br />

con cartas cuya primera línea estaba escrita con sangre <strong>de</strong> las víctimas.<br />

<strong>El</strong> 20 <strong>de</strong> mayo siguiente, Camilo Torres, presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l Congreso <strong>de</strong> Tunja, dirige<br />

a los venezolanos aquella célebre proclama que pareciese inspirada por la venganza<br />

antigua:<br />

«¡Venezolanos! reunidos bajo las ban<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> la Nueva Granada que tremolan<br />

ya en vuestros campos, y que <strong>de</strong>ben llenar <strong>de</strong> terror a los enemigos <strong>de</strong>l nombre<br />

americano. Sacrificad a cuantos se opongan a la libertad que ha proclamado<br />

Venezuela y que han jurado <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r con los <strong>de</strong>más pueblos que habitan en el<br />

universo <strong>de</strong> Colón. <strong>El</strong> odio <strong>de</strong>be haberse encendido en vuestros corazones para<br />

perseguir hasta el escarmiento y la muerte misma a los tiranos (5)...»<br />

<strong>El</strong> 15 <strong>de</strong> junio siguiente, <strong>Bolívar</strong>, como en obe<strong>de</strong>cimiento al Congreso <strong>de</strong><br />

Tunja, a cuyas ór<strong>de</strong>nes estaba, dicta en Trujillo su Decreto <strong>de</strong> guerra a muerte:<br />

«Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis<br />

activamente en obsequio <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong> América. Americanos, contad con la<br />

vida, aun cuando seáis culpables (6).»<br />

Con razón se ha dicho que el mundo no había oído antes, ni en boca <strong>de</strong><br />

Alarico ni <strong>de</strong> Atila, semejante grito <strong>de</strong> exterminio y <strong>de</strong> muerte.<br />

Montados en caballos indómitos, sobre silla <strong>de</strong> cuero crudo; vestidos <strong>de</strong><br />

calzón corto, camisa ancha y suelta, sombrero <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s alas, y armados <strong>de</strong> larga<br />

y filuda lanza, aquellos escuadrones no recibían más disciplina ni conocían más<br />

táctica que la <strong>de</strong> cargar al enemigo sobre el cual caían como un torrente y pasaban<br />

como un huracán en el campo <strong>de</strong> batalla.<br />

<strong>El</strong> Congreso y Gobierno granadinos nunca <strong>de</strong>saprobaron la conducta <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

en su campaña <strong>de</strong> Venezuela, y, antes bien, el 25 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1813, lo elevaron al<br />

grado <strong>de</strong> mariscal <strong>de</strong> campo (7), y, <strong>de</strong>spués, dándose por satisfechos <strong>de</strong> su conducta, lo<br />

hicieron capitán general <strong>de</strong> los ejércitos <strong>de</strong> la Nueva Granada (8).<br />

83


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

¡Y extraordinaria coinci<strong>de</strong>ncia! <strong>El</strong> mismo día en que <strong>Bolívar</strong> dictaba su<br />

<strong>de</strong>creto <strong>de</strong> guerra a muerte, a las ocho <strong>de</strong> la mañana, era fusilado en la plaza <strong>de</strong><br />

Barinas el coronel Antonio Nicolás Briceño, <strong>de</strong>rrotado y preso en Guasdalito el 16<br />

<strong>de</strong> mayo anterior. La historia ha conservado una carta dirigida <strong>de</strong> Cúcuta a<br />

Briceño por su esposa, la bella Dolores Jerez, carta que Briceño recibió el 14 <strong>de</strong><br />

aquel mes <strong>de</strong> mayo:<br />

«Mi amado Nicolás: ... Sobre lo que me dices <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sgraciados españoles<br />

quiero que Dios ponga tiento en tus justicias... Como estamos todavía en este mar<br />

inmenso y no sabemos por quién se <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> la suerte, será mejor no cantar victoria<br />

hasta el fin; el silencio es muy bueno en todos los casos, obrando al mismo tiempo<br />

según lo dicte la pru<strong>de</strong>ncia... Algunas letras van borradas, porque hoy estoy triste<br />

y te escribo llorando. Ignacita te manda tantas cosas que no caben en la pluma...<br />

Tu invariable y muy constante, Dolores Jerez (9).»<br />

Pero si Briceño fue cruel con sus enemigos, fue digno y heroico en su muerte.<br />

Sin ro<strong>de</strong>os confesó a los jueces su pacto <strong>de</strong> Cartagena y su resolución <strong>de</strong> exterminar<br />

a los españoles en Venezuela, y, por último, los intimidó <strong>de</strong>scribiéndoles el<br />

invencible ejército <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> y los auxilios que Nariño había enviado, «todos animados<br />

con la esperanza <strong>de</strong>l triunfo».<br />

Juan Vicente González, que con frase <strong>de</strong> fuego execró la guerra a muerte,<br />

dice, refiriéndose a aquellos bravos que fueron sacrificados con Briceño:<br />

«Todos fueron valientes aquel día, sin que ninguno diese a sus jueces el orgulloso<br />

placer <strong>de</strong> verlos suplicantes y humillados. Cuando se comparece <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

la victoria, el papel <strong>de</strong>l hombre <strong>de</strong> valor es envolverse en su manto y morir.»<br />

Inútil es agregar que los jueces españoles, según su costumbre en esos bárbaros<br />

tiempos, extremaron los refinamientos <strong>de</strong> crueldad en aquellos vencidos. <strong>El</strong> cadáver<br />

<strong>de</strong> Briceño fue mutilado, y la cabeza y la mano <strong>de</strong>recha expuesta en escarpias fuera<br />

<strong>de</strong> la ciudad. Así también fueron mutilados e infamados en Caracas los cadáveres <strong>de</strong><br />

José María España y José Félix Rivas. Así <strong>de</strong>scuartizaron las Reales Justicias <strong>de</strong> Santa<br />

Fe, el 30 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1782, a José Antonio Galán, y, más tar<strong>de</strong>, a Camilo Torres,<br />

Maestro y Padre <strong>de</strong> la Revolución, el hombre que encarna el espíritu <strong>de</strong> nuestra nacionalidad,<br />

el férreo inspirador <strong>de</strong> la guerra a muerte, bajo la cual cayó él mismo con<br />

insigne gesto <strong>de</strong> apóstol y <strong>de</strong> mártir.<br />

Luego viene la fabulosa campaña <strong>de</strong> 1813, en la que Simón <strong>Bolívar</strong>, al <strong>de</strong>cir <strong>de</strong>l<br />

historiador español Pedro <strong>de</strong> Urquinaona, con trescientos miserables <strong>de</strong> Santa Fe<br />

84


arrolló el famoso ejército <strong>de</strong> occi<strong>de</strong>nte, dispersando a Tiscar, <strong>de</strong>struyendo a<br />

Izquierdo y encerrando a Montever<strong>de</strong> en la fortaleza <strong>de</strong> Puerto Cabello (10).<br />

Arismendi<br />

Juan Bautista Arismendi era «un buen hombre mo<strong>de</strong>rado y <strong>de</strong> costumbres<br />

pacíficas (11)», oriundo <strong>de</strong> la isla <strong>de</strong> Margarita, que, antes <strong>de</strong> 1810, fue un lugar<br />

dichoso y tranquilo, morada <strong>de</strong> industriosos y sencillos pescadores. Perseguido por<br />

el sanguinario Pascual Martínez, huyó a los montes y, acosado por el hambre, vino<br />

a presentarse a su perseguidor, quien confiscó sus bienes, lo aherrojó con sus hijos, y<br />

causó la muerte <strong>de</strong> su esposa. Un día los margariteños pier<strong>de</strong>n la paciencia, lanzan<br />

el grito <strong>de</strong> morir o ser libres, y el cobar<strong>de</strong> Martínez implora <strong>de</strong> rodillas la clemencia<br />

<strong>de</strong> los vencedores, los hijos <strong>de</strong> sus víctimas. Arismendi sale <strong>de</strong> su prisión, puñal en<br />

mano, y es proclamado gobernador <strong>de</strong> la isla. La venganza se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> él, el odio<br />

petrifica su corazón y encien<strong>de</strong> su sangre, y aquel hombre, austero y pacífico, viene<br />

a presidir las hecatombes <strong>de</strong> Caracas y La Guaira. Con terror se leen las notas oficiales<br />

en las cuales se comunicaba diariamente al jefe supremo el número <strong>de</strong> víctimas<br />

sacrificadas en los días 14, 15 y 16 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1814. La sangre <strong>de</strong> más <strong>de</strong> ochocientos<br />

españoles, sin excepción <strong>de</strong> ancianos, enfermos y niños, sació la venganza <strong>de</strong>l<br />

feroz margariteño.<br />

He aquí los oficios:<br />

«Al comandante <strong>de</strong> La Guaira, José Leandro Palacios.<br />

XI. La Guerra a muerte<br />

«Por el oficio <strong>de</strong> U. S. <strong>de</strong> 4 <strong>de</strong>l actual me impongo <strong>de</strong> las críticas circunstancias<br />

en que se encuentra esa plaza con poca guarnición y un crecido número<br />

<strong>de</strong> presos. En consecuencia, or<strong>de</strong>no a U. S, que inmediatamente se pasen por<br />

las armas todos los españoles presos en esas bóvedas y en el hospital, sin excepción<br />

alguna.<br />

«Cuartel General Libertador en Valencia, 8 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1814. A las ocho <strong>de</strong><br />

la noche. — Simón <strong>Bolívar</strong>.<br />

Indéntico oficio <strong>de</strong>spachó <strong>Bolívar</strong>, al mismo tiempo, al comandante <strong>de</strong><br />

Caracas, coronel Juan Bautista Arismendi.<br />

Ved ahora, por estos oficios, tremendamente concisos, cómo se cumplió la<br />

or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>:<br />

La Guaira, 13 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1814.<br />

85


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

«Al señor coronel Juan B. Arismendi. — Caracas.<br />

«En el obe<strong>de</strong>cimiento a or<strong>de</strong>n expresa <strong>de</strong>l Excmo. Sr. General Libertador, se<br />

ha comenzado la ejecución <strong>de</strong> todos los presos españoles y canarios reclusos en las<br />

bóvedas <strong>de</strong> este puerto, pasándose por las armas esta noche cien <strong>de</strong> ellos. — José<br />

Leandro Palacios.»<br />

Al día siguiente, 14 <strong>de</strong> febrero, dice Palacios a Arismendi:<br />

«Ayer tar<strong>de</strong> fueron <strong>de</strong>capitados cinto cincuenta hombres <strong>de</strong> los españoles y<br />

canarios encerrados en las bóvedas <strong>de</strong> este puerto, y entre hoy y mañana lo será al<br />

resto <strong>de</strong> ellos.»<br />

<strong>El</strong> 15 <strong>de</strong> febrero el mismo Palacios oficia a Arismendi:<br />

«Ayer tar<strong>de</strong> fueron <strong>de</strong>capitados doscientos cuarenta y siete españoles y canarios,<br />

y sólo quedan en el hospital veinte enfermos, y en las bóvedas ciento ocho<br />

criollos.»<br />

<strong>El</strong> 16 escribe Palacios al Libertador:<br />

«Hoy se han <strong>de</strong>capitado los españoles y canarios que estaban enfermos en el<br />

hospital, últimos restos <strong>de</strong> los comprendidos en la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> S. E.»<br />

Total: 517.<br />

Por último, el 25 siguiente participa Arismendi, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Caracas, al secretario<br />

<strong>de</strong> la guerra:<br />

«Se servirá U. S. elevar a la consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong>l Excelentísimo General en Jefe,<br />

que la or<strong>de</strong>n comunicada por U. S. con fecha 8 <strong>de</strong> este mes se halla cumplida,<br />

habiéndose pasado por las armas, tanto aquí como en La Guaira, todos los españoles<br />

y canarios que se hallaban presos, en número <strong>de</strong> más <strong>de</strong> 800, contando los<br />

que se han podido recoger <strong>de</strong> los que se hallaban ocultos...»<br />

Horrorizados ante tales documentos escribe un historiador: «Es el ogro sangriento<br />

(Arismendi), el Barba-Azul <strong>de</strong> la América, aquella monja <strong>de</strong> puñal en<br />

mano <strong>de</strong> las antiguas leyendas.»<br />

86


XI. La Guerra a muerte<br />

<strong>El</strong> 24 <strong>de</strong> febrero el secretario <strong>de</strong> Estado, Muñoz Tébar, dio en San Mateo, por<br />

or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l Libertador, un manifiesto <strong>de</strong>stinado a justificar las matanzas <strong>de</strong> Caracas<br />

y La Guaira, impuestas por el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> las represalias.<br />

Con igual <strong>de</strong>recho, dice Gil Fortoul, van a justificar sus barbarida<strong>de</strong>s Boves,<br />

y Rosete, y Morales. Exasperado <strong>Bolívar</strong>, no reflexionó que su nombre, lo mismo<br />

que el <strong>de</strong> sus tenientes (Arismendi había sacrificado antes, en Margarita, 29 prisioneros;<br />

Mariño, en Cumaná, 200; Campo <strong>El</strong>ías, en los Llanos, un número<br />

incontable), y el <strong>de</strong> tantos héroes <strong>de</strong> la patria, iban a quedar en la historia <strong>de</strong> 1814<br />

confundidos con los <strong>de</strong> aquellos vándalos, bajo la misma horrenda mancha <strong>de</strong>l<br />

crimen. Tristes tiempos, cuando hasta el genio enloquece y apaga él mismo la<br />

antorcha que le guía al provenir (12).<br />

Mas <strong>de</strong>be reconocerse que si aquellos insulares margariteños extremaron la<br />

crueldad con sus perseguidores, no fue ciertamente por cobardía, <strong>de</strong> la cual es<br />

casi siempre hija aquella; porque su heroísmo aún hoy nos espanta y no son<br />

muchas, quizá, las páginas que en la historia <strong>de</strong> los pueblos registren episodios<br />

como éste narrado por el general Morillo a su gobierno:<br />

«Pasaban <strong>de</strong> 500 rebel<strong>de</strong>s, dice hablando <strong>de</strong>l combate <strong>de</strong> Matasiete, <strong>de</strong> la<br />

canalla más atroz y <strong>de</strong>salmada <strong>de</strong> la isla, los que <strong>de</strong>fendían el Fuerte, hombres<br />

feroces y crueles, famosos y nombrados entre los piratas <strong>de</strong> las flecheras, el<br />

terror <strong>de</strong> las costas <strong>de</strong> Venezuela, y facinerosos, que cada uno contaba muchos<br />

asesinatos y estaba acostumbrado a mirar la vida con <strong>de</strong>sprecio. Estos malvados,<br />

llenos <strong>de</strong> rabia y orgullo, con su primer ventaja en la <strong>de</strong>fensa, parecía cada<br />

uno <strong>de</strong> ellos un tigre, y se presentaban al fuego y a las bayonetas con una animosidad<br />

<strong>de</strong> que no hay ejemplo en las mejores tropas <strong>de</strong>l mundo... No contentos<br />

con el fuego infernal que nos hacían arrojaban piedras <strong>de</strong> gran tamaño, y<br />

como eran hombres membrudos y agigantados, se les veía arrojar una piedra<br />

enorme, con la misma facilidad que si fuera una pequeña. Nuestra caballería,<br />

que para el momento <strong>de</strong> ocupar el reducto ya estaba prevenida, recibió a los<br />

que salieron <strong>de</strong> él en unas lagunas poco profundas, don<strong>de</strong> todos se arrojaron y<br />

allí pereció a sablazos aquella banda <strong>de</strong> asesinos feroces, que ni imploró la clemencia,<br />

ni hubo uno solo que diera señales <strong>de</strong> timi<strong>de</strong>z, en medio <strong>de</strong> la carnicería<br />

que en ellos se hizo. Algunos que pudieron escapar, a pesar <strong>de</strong> la vigilancia<br />

<strong>de</strong> los dragones, dieron en manos <strong>de</strong>l Regimiento <strong>de</strong> Navarra que ro<strong>de</strong>aba<br />

aquellas inmediaciones. De esta suerte se concluyó una acción tan sangrienta y<br />

empeñada, que allí quedaron tendidos más <strong>de</strong> quinientos forajidos que ni aun<br />

en el último momento quisieron rendirse (13).»<br />

87


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Boves<br />

Y es aquí, en medio <strong>de</strong>l cuadro, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>be presentarse la sangrienta figura<br />

<strong>de</strong>l héroe <strong>de</strong> la guerra a muerte. La tradición espantada ha conservado el retrato <strong>de</strong><br />

aquel bárbaro barbitaheño, y es singular que la <strong>de</strong>scripción que <strong>de</strong>l fiero Atila,<br />

«nacido para la <strong>de</strong>solación <strong>de</strong>l mundo», nos <strong>de</strong>jó el lombardo Pablo Diácono, sea<br />

el retrato cabal <strong>de</strong> Boves: cuerpo mediano, ancho pecho, gesto feo, enorme cabeza,<br />

la nariz y la boca como las <strong>de</strong> las aves <strong>de</strong> rapiña, ojos hundidos y turbios como el<br />

mar, cuyas llanuras gustábale atravesar <strong>de</strong> mozo, mirada horrible que paseaba alre<strong>de</strong>dor<br />

como un tigre que se acuerda <strong>de</strong> su presa, la frente espaciosa y chata. Su<br />

cuello, que tiraba hacia atrás y sus miradas que concentraba a veces, y a veces paseaba<br />

con inquieta curiosidad, daban a sus movimientos aquel imperio y fiereza <strong>de</strong><br />

que no le fue dado eximirse a sus mismos superiores. Distraído en medio <strong>de</strong> sus<br />

pensamientos lúgubres, que visitaban sangrientos fantasmas, volvía en sí por una<br />

sonrisa feroz o por miradas <strong>de</strong> fuego, que precedían a sus silenciosos furores. Él no<br />

sabía <strong>de</strong> esas palabras enfáticas, <strong>de</strong> calculado efecto, que usan sus semejantes, ni<br />

tronaba en una tempestad <strong>de</strong> amenazas crueles; frío como el acero, alevoso como<br />

el halcón, hería inesperadamente, revelándose su rabia por pueblos <strong>de</strong>solados y en<br />

cenizas, por millares <strong>de</strong> cadáveres insepultos.<br />

No escasearán compatriotas que frunzan el ceño ante estas páginas que tratan<br />

<strong>de</strong> revivir la sombra fatídica y mil veces maldita <strong>de</strong> aquel instrumento <strong>de</strong> la ira <strong>de</strong>l<br />

cielo, cuyo solo nombre aún sobrecoge <strong>de</strong> espanto a los rústicos habitantes <strong>de</strong> los<br />

llanos <strong>de</strong> Venezuela; a aquellos respondo anticipadamente, por boca <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los<br />

más <strong>de</strong>licados espíritus contemporáneos: «<strong>El</strong> moralista aparta al hombre <strong>de</strong>l pacer<br />

y atempera su orgullo, escribe Gebhart. <strong>El</strong> artista se interesa en todos sus instintos;<br />

compren<strong>de</strong> y acepta todo en el alma, aun el mal. Otelo, estrangulando a<br />

Desdémona, es bello, si bien criminal. <strong>El</strong> corazón humano tiene su funesta violencia<br />

como la naturaleza; pero las borrascas <strong>de</strong> uno y otra, cualesquiera que sean sus<br />

estragos, excitan siempre la simpatía <strong>de</strong>l artista que reconoce, en las más agitadas<br />

profundida<strong>de</strong>s, la floración misteriosa <strong>de</strong> la fuerza viva (14).»<br />

«<strong>El</strong> crimen mismo, agrega Renán, cuando va acompañado <strong>de</strong> cierto prestigio,<br />

da una po<strong>de</strong>rosa i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> las faculta<strong>de</strong>s humanas e implica una gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> perversión<br />

<strong>de</strong> la cual sólo las razas fuertes son capaces. Hoy no sería indiferente llamarse<br />

Borgia.»<br />

Vino Boves <strong>de</strong> piloto a La Guaira, fue preso y procesado en Puerto Cabello<br />

pero sus malos manejos en un buque corsario, logrando que se le conmutase la<br />

pena <strong>de</strong> presidio por la <strong>de</strong> confinamiento a la ciudad <strong>de</strong> Calabozo, gracias a la<br />

88


XI. La Guerra a muerte<br />

intervención <strong>de</strong> los Joves, merca<strong>de</strong>res <strong>de</strong> Puerto Cabello, <strong>de</strong> quienes, por gratitud,<br />

imitó el apellido, cambiándole la primera letra. Esto es lo que refieren Briceño<br />

Mén<strong>de</strong>z y casi todos los historiadores <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, pero el ilustrado escrito<br />

venezolano don Laureano Vallenilla Lanz ha escrito, recientemente, estos párrafos,<br />

sobre los orígenes <strong>de</strong> Boves:<br />

«Por los datos que personalmente recogimos en España, sabemos que Tomás<br />

Rodríguez Boves nació en Oviedo, provincia <strong>de</strong> Asturias, en el año <strong>de</strong> 1783. Su<br />

apellido Bobes y no Boves, que es mala redacción, es muy corriente en aquellas<br />

regiones y se aplica al natural <strong>de</strong> la Bobia, término orográfico muy común en<br />

Asturias. Bobes se llama también una parroquia <strong>de</strong> Consejo <strong>de</strong> Siero. De manera<br />

que siendo un apellido <strong>de</strong> proce<strong>de</strong>ncia geográfica, se le lleva siempre precedido <strong>de</strong><br />

otro patronímico, como Rodríguez-Bobes, Álvarez-Bobes, Fernán<strong>de</strong>z-Bobes,<br />

García-Bobes, etc., apellidos estos que llevan muchas familias en España.<br />

«En lista <strong>de</strong> los primeros sesenta alumnos que inauguraron el día 7 <strong>de</strong> enero<br />

<strong>de</strong> 1794 el Real Instituto Asturiano, don<strong>de</strong> se dio enseñanza oficial <strong>de</strong> la carrera<br />

náutica, figura el nombre <strong>de</strong> Tomás Rodríguez Bobes; en el libro que con tal<br />

motivo escribió Jovellanos, titulado Noticia <strong>de</strong>l Real Instituto Asturiano, está citado<br />

en la siguiente forma: «Don Tomás Rodríguez Boves, natural <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong><br />

Oviedo; edad, once años.» En el Apéndice III <strong>de</strong> la obra <strong>de</strong>l señor Lama y Leña,<br />

titulada Reseña <strong>de</strong>l Instituto <strong>de</strong> Jovellanos <strong>de</strong> Gijón, figura como piloto, habiendo terminado<br />

los estudios <strong>de</strong> la carrera náutica, y se registra así: «Tomás Rodríguez<br />

Bobes, que empezó los estudios <strong>de</strong> náutica y pilotaje en 1794 y terminó en 1798.»<br />

Fue, por lo tanto, piloto a los quince años, y en calidad <strong>de</strong> tal dicen los historiadores<br />

y la tradición que vino a Venezuela.»<br />

En 1811 tenía tienda <strong>de</strong> ropa en Calabozo, y más tar<strong>de</strong> se alistó en las filas<br />

patriotas, pero disgustado por motivos que se ignoran, se pasó al año siguiente a<br />

las tropas realistas. Éstos lo nombraron oficial <strong>de</strong> Urabanos y comandante militar<br />

<strong>de</strong> aquel pueblo, en 1813, y entonces empezó su carrera <strong>de</strong> crímenes.<br />

En agosto <strong>de</strong> aquel año, jefe <strong>de</strong> numerosa banda <strong>de</strong> llaneros, sobre los cuales<br />

ejercía diabólica fascinación, se dirigió al Bajo Apure, don<strong>de</strong>, tomando la voz <strong>de</strong>l<br />

rey y sacando <strong>de</strong> Guayana municiones, en cambio <strong>de</strong> ganados, formó su ejército. <strong>El</strong><br />

14 <strong>de</strong> octubre lo <strong>de</strong>strozaron los patriotas en Mosquitero; Boves se retira entonces a<br />

Guayabal, a la izquierda <strong>de</strong>l Apure, y hace arrancar las ventanas <strong>de</strong> hierro <strong>de</strong>l pueblo<br />

para fabricar lanzas. <strong>El</strong> 14 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong>sbarata a los patriotas en San Marcos y se<br />

apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> Calabozo y <strong>de</strong> todo el Llano bajo. <strong>El</strong> 3 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1814 <strong>de</strong>rrota en La<br />

Puerta las tropas <strong>de</strong> Campo <strong>El</strong>ías, y se a<strong>de</strong>lanta, rápido y feroz, sobre los valles <strong>de</strong><br />

89


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Aragua, cubriéndolos <strong>de</strong> sangre y <strong>de</strong> cadáveres. <strong>El</strong> 12 José Félix Rivas logra rechazarlo<br />

en La Victoria, pero Boves se rehace, y el 28, a la cabeza <strong>de</strong> siete mil hombres,<br />

ataca a <strong>Bolívar</strong> en San Mateo. La batalla queda in<strong>de</strong>cisa; Boves, herido, se retira a<br />

Calabozo para reaparecer en San Mateo. La batalla queda in<strong>de</strong>cisa; Boves, herido, se<br />

retira a Calabozo para reaparecer en San Mateo el 20 <strong>de</strong> marzo; renueva el ataque<br />

hasta el 25, y, ya a punto <strong>de</strong> apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong>l parque republicano, Ricaurte le pren<strong>de</strong><br />

fuego y vuela con él. <strong>El</strong> 30 <strong>de</strong> marzo, Boves contramarcha hacia la Villa <strong>de</strong> Cura, se<br />

encuentra con Mariño en Bocachica, y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> formidables cargas, retíranse<br />

ambos; Boves camino <strong>de</strong> Calabozo, su madriguera.<br />

En aquellos días escribe al justicia mayor <strong>de</strong> Camatagua este oficio:<br />

Calabozo, 15 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1814.<br />

«Recibí los hombres y espero <strong>de</strong> su eficacia no <strong>de</strong>je uno solo útil, para concluir<br />

con estos pícaros y luego <strong>de</strong>scansar en el seno <strong>de</strong> sus familias. Boves. »<br />

También en aquellos días terríficos se consuman las hecatombes <strong>de</strong> españoles<br />

y canarios en La Guaira y Caracas, <strong>de</strong>cretadas por <strong>Bolívar</strong> y ejecutadas por<br />

Arismendi y Leandro Palacios. Boves, al ver el manifiesto publicado por <strong>Bolívar</strong>,<br />

para justificar aquella carnicería, lo leyó, a caballo, en la mitad <strong>de</strong> la plaza <strong>de</strong><br />

Calabozo, y juró, ante el cielo y la tierra, que los vengaría pasando a cuchillo a<br />

todos sus enemigos. <strong>El</strong> 28 <strong>de</strong> mayo, <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>rrota al capitán general Juan<br />

Manuel Caligal en la llanura <strong>de</strong> Carabobo, pero, <strong>de</strong>sgraciadamente, no se sacó <strong>de</strong><br />

esta victoria el fruto que pudo obtenerse, y ya se acercaba el <strong>de</strong>sastre final <strong>de</strong>l año<br />

14, al año terrible <strong>de</strong> la Revolución.<br />

Nadie pensó en que Boves, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> sus recientes fracasos, se rehiciese y<br />

levantase repentinamente un ejército po<strong>de</strong>roso, compuesto <strong>de</strong> 5.000 lanceros y<br />

3.000 infantes, divididos estos en tres cuerpos mandados por Ramón González,<br />

Manuel Machado y Guía Cal<strong>de</strong>rón. <strong>El</strong> cuerpo selecto <strong>de</strong> infantería era la<br />

columna Cazadores, fuerte <strong>de</strong> 800 hombres, y al mando <strong>de</strong> Rafael López. Las<br />

tropas realistas llevaban divisa blanca, que, <strong>de</strong> lejos, se confundían con la amarilla<br />

<strong>de</strong> los patriotas.<br />

<strong>El</strong> anuncio <strong>de</strong> la aparición <strong>de</strong> Boves en los llanos fue como la trompeta <strong>de</strong>l<br />

juicio final; el terror corrió por los valles <strong>de</strong> Aragua y llegó hasta Caracas. Las<br />

poblaciones emigraban en masa hacia Valencia y la capital, entonando letanías por<br />

el camino, como para hacer más pavoroso aquel cuadro <strong>de</strong> <strong>de</strong>solación. En su tránsito,<br />

<strong>Bolívar</strong>, más <strong>de</strong> una vez, tuvo necesidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>tenerse para <strong>de</strong>jar pasar aquellas<br />

90


XI. La Guerra a muerte<br />

procesiones <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sgracia que le miraban con ojos espantados, en que iba mezclada<br />

la esperanza con el reproche <strong>de</strong> ser el autor <strong>de</strong> tantas calamida<strong>de</strong>s.<br />

A dos leguas <strong>de</strong> la Villa <strong>de</strong> Cura se halla una pequeña llanura cortada por las<br />

ondulaciones <strong>de</strong>l terreno y cercada por montes y cerros. Tanto a la entrada como<br />

a la salida hay un paso estrecho con alturas a los lados. Esos pasos están cortados<br />

por dos riachuelos y hacia el sur corre el Guárico: tal es La Puerta <strong>de</strong> los llanos.<br />

Boves escogió, <strong>de</strong>tenidamente, el campo como el más a propósito para esperar a<br />

<strong>Bolívar</strong>, pues conocía el terreno, como que el 3 <strong>de</strong> febrero había <strong>de</strong>rrotado allí a<br />

Campo <strong>El</strong>ías.<br />

En la mañana <strong>de</strong>l 15 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1814 los patriotas se ven amenazados por<br />

una nube <strong>de</strong> caballería, compuesta <strong>de</strong> zambos y negros, que avanzaban por la<br />

sabana <strong>de</strong> Ocumare. Al propio tiempo <strong>Bolívar</strong> llega al campamento acompañado<br />

<strong>de</strong> sus secretarios y el Estado Mayor. Boves ocupa la salida al llano, <strong>Bolívar</strong> la<br />

entrada. Boves reta a <strong>Bolívar</strong> a combate singular, y éste no acepta. Rotos los<br />

fuegos, las montoneras <strong>de</strong> Boves se estrellan contra el disciplinado batallón Aragua<br />

y retroce<strong>de</strong>n para volver a la carga con más furia. La artillería barre la llanura y<br />

obliga a los realistas a replegarse. Carga López con sus Cazadores y llega cerca <strong>de</strong><br />

la artillería patriota, pero es rechazado, <strong>de</strong>jando tendida gran parte <strong>de</strong> su tropa.<br />

<strong>Bolívar</strong>, al ver ganada la batalla, or<strong>de</strong>na una carga <strong>de</strong> caballería, que resulta débil e<br />

in<strong>de</strong>cisa. Impaciente luego, or<strong>de</strong>na una carga general. Marcha Aragua <strong>de</strong> frente,<br />

síguele Barcelona en columna, cerrando el flanco izquierdo <strong>de</strong> los patriotas, a<br />

tiempo que Cumaná toma el lado <strong>de</strong>recho. A este tiempo aparecen tres gran<strong>de</strong>s<br />

cuerpos <strong>de</strong> caballería realista y caen inesperadamente sobre la caballería patriota,<br />

que huye, cobar<strong>de</strong>mente. Intenta resistirle Barcelona, pero sucumbe cogido entre<br />

dos masas <strong>de</strong> lanceros.<br />

Aragua <strong>de</strong>saparece bajo las patas <strong>de</strong> los caballos <strong>de</strong> Boves, el pánico se apo<strong>de</strong>ra<br />

<strong>de</strong> los patriotas, y los más piensan en la fuga.<br />

En tanto, Cumaná se forma en cuadro. Boves or<strong>de</strong>na su <strong>de</strong>strucción, y aquel<br />

duelo a muerte concentra la atención <strong>de</strong>l ejército realista, que suspen<strong>de</strong> la persecución<br />

<strong>de</strong> los fugitivos. En fuga la caballería, el batallón empren<strong>de</strong> su retirada en<br />

correcta formación. Aquel cuerpo perdido entre el bosque <strong>de</strong> lanzas enemigas, en<br />

marcha hacia el sacrificio y agrupado al pie <strong>de</strong> su ban<strong>de</strong>ra, era la imagen <strong>de</strong> la<br />

Patria, coronado por el martirio; <strong>de</strong>l humo <strong>de</strong> sus fusiles salía el incienso <strong>de</strong>l holocausto;<br />

sus divisas amarillas brillaban con los rayos <strong>de</strong> un sol <strong>de</strong> verano y parecían<br />

dorados laureles que ornaran las frentes <strong>de</strong> aquellos héroes. En vano esperó un<br />

amago siquiera <strong>de</strong> la caballería en <strong>de</strong>rrota; cuando se agotaron los pertrechos,<br />

91


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Cumaná hincó rodilla en tierra y resolvió ven<strong>de</strong>r cara la vida. Asaltada por dos<br />

cuerpos <strong>de</strong> jinetes, fue roto el cuadro y consumose el sacrificio. Freites, su jefe,<br />

viéndolo todo perdido, se dispara su pistola al pie <strong>de</strong> su ban<strong>de</strong>ra. Los realistas respetaron<br />

su cadáver, y López le hizo dar sepultura.<br />

A las dos <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> mil cadáveres republicanos quedaban en el campo, entre<br />

ellos los secretarios <strong>de</strong>l Libertador, quien salvó la vida merced a las uñas <strong>de</strong> su<br />

caballo, y se dirigió a Caracas (15).<br />

Al amanecer <strong>de</strong>l 19 Boves entra a Valencia, que capitula confiada en el juramento<br />

<strong>de</strong> perdón hecho por él ante el Santísimo Sacramento. ¿Habrá necesidad <strong>de</strong><br />

agregar que el bárbaro, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tomada la ciudad, pasó a cuchillo a todos sus<br />

habitantes? He aquí la relación que <strong>de</strong> aquellos sucesos nos hace el historiador realista<br />

Heredia:<br />

«En la noche siguiente (10 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1814) Boves reunió todas las mujeres<br />

en un sarao, y entretanto hizo recoger los hombres que había tomado precauciones<br />

para que no se escaparan, y sacándolos fuera <strong>de</strong> la población (en el Morro), los<br />

alanceaban como a toros sin auxilio espiritual. Solamente el doctor Espejo, gobernador<br />

político, logró la distinción <strong>de</strong> ser fusilado y tener tiempo para confesarse.<br />

Las damas <strong>de</strong>l baile se bebían las lágrimas y temblaban al oír las pisadas <strong>de</strong> las partidas<br />

<strong>de</strong> caballería, temiendo lo que sucedió, mientras que Boves, con un látigo en<br />

la mano, las hacía danzar el piquirico, y otros sonecitos <strong>de</strong> la tierra, a que era muy<br />

aficionado, sin que la molicie que ellos inspiran fuese capaz <strong>de</strong> ablandar aquel<br />

corazón <strong>de</strong> hierro. Duró la matanza algunas otras noches (16).»<br />

<strong>El</strong> 6 <strong>de</strong> julio <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>socupa a Caracas seguido <strong>de</strong> aquella pavorosa emigración<br />

<strong>de</strong> mujeres, ancianos y niños que preferían morir <strong>de</strong> hambre en las montañas<br />

a caer en las garras <strong>de</strong> Boves. Sólo quedaron en la ciudad, según el mismo historiador<br />

Heredia, testigo presencial <strong>de</strong> estos acontecimientos, el arzobispado y los<br />

canónigos, las monjas y algunos frailes.<br />

Boves escribe entonces al gobernador Quero, <strong>de</strong> Caracas, este lacónico oficio:<br />

«Si a mi llegada a esa ciudad, que será <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> veinte días, encuentro un<br />

patriota, usted pagará con su cabeza.» <strong>El</strong> 8 <strong>de</strong> julio llega a Caracas la vanguardia<br />

<strong>de</strong>l ejército realista, y el 16 entra Boves y empieza en Coticita la matanza <strong>de</strong> los<br />

patriotas que habían salido <strong>de</strong> sus escondites confiados en las nuevas promesas <strong>de</strong>l<br />

vencedor. Ensoberbecido con tantos triunfos, Boves escribe al capitán general<br />

Cajigal: «He recobrado las armas, las municiones y el honor <strong>de</strong> las ban<strong>de</strong>ras españolas<br />

que Su Excelencia perdió en Carabobo.» Dueño <strong>de</strong>l mando supremo, se<br />

92


XI. La Guerra a muerte<br />

apropió el título <strong>de</strong> Comandante General <strong>de</strong>l Ejército, y se dirigió a oriente en<br />

persecución <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>.<br />

Un día, refiere O’Leary, le presentan, en su marcha, un anciano enfermo y<br />

<strong>de</strong>scarnado, único habitante <strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong> don<strong>de</strong> habían huído los <strong>de</strong>más al saber<br />

su llegada. Después <strong>de</strong> algunas preguntas, a que el anciano respondió con dulzura<br />

y veracidad, le mandó <strong>de</strong>capitar. Al instante salió <strong>de</strong> entre las filas un bello joven<br />

que frisaba en los catorce años, y postrándose <strong>de</strong> rodillas ante el caballo <strong>de</strong>l bárbaro:<br />

«Os, ruego, exclamó, por la Santísima Virgen, perdonéis a ese pobre<br />

hombre, que es mi padre; salvadle y seré vuestro esclavo». «Bien, dijo el monstruo,<br />

sonriéndose al oír las súplicas fervientes <strong>de</strong>l joven: para salvar su vida, ¿<strong>de</strong>jarás que<br />

te corten la nariz y las orejas sin un quejido?». «Sí, sí, respondió el infeliz, os doy<br />

mi vida, pero salvad la <strong>de</strong> mi padre». <strong>El</strong> muchacho sufrió con admirable serenidad<br />

la horrible prueba; visto lo cual, Boves mandó que le matasen junto con el padre,<br />

por ser este un insurgente, y aquel <strong>de</strong>masiado valiente, para permitir que le sobreviviera<br />

y se convirtiera también, más tar<strong>de</strong>, en insurgente.<br />

«Extraño parecerá, agrega O’Leary, que en un país en don<strong>de</strong> pocos años <strong>de</strong>spués<br />

hubo treinta puñales para hundirlos en el pecho <strong>de</strong>l hombre a quien la mitad <strong>de</strong> la<br />

América hispana <strong>de</strong>be su in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, se hubiese permitido la consumación <strong>de</strong> tan<br />

salvaje crimen sin la menor resistencia. ¡Tal es el pavor supersticioso que inspira un déspota!<br />

¡Aquel bizarro joven que tuvo el valor <strong>de</strong> ofrendar su vida para salvar la <strong>de</strong> su<br />

padre fue cobar<strong>de</strong> para libertar la humanidad <strong>de</strong> aquel bandido (17).»<br />

Hoy podríamos los colombianos repetir las mismas palabras <strong>de</strong>l discreto<br />

irlandés, al pensar en ese asesino <strong>de</strong> naciones llamado Teodoro Roosevelt. ¡Tantos<br />

bizarros jóvenes que tendrían el valor <strong>de</strong> sacrificarse por sus padres y son cobar<strong>de</strong>s<br />

para libertar a su patria <strong>de</strong> aquel bandido!<br />

<strong>El</strong> 15 <strong>de</strong> octubre Boves entra a sangre y fuego a Barcelona, y por la noche, en<br />

medio <strong>de</strong> espesas tinieblas contra las que lucha débilmente la funeraria luz <strong>de</strong> una<br />

lámpara, comienza a oírse una música triste, que se hace <strong>de</strong> pronto bulliciosa y<br />

alegre; en un momento la sala aparece iluminada, y damas caraqueñas muchas,<br />

engalanadas por fuerza, aparecen, <strong>de</strong>soladas y llorosas, entre aquellos bandidos,<br />

empapados con la sangre <strong>de</strong> sus hijos y esposos. Ya en las altas horas la música iba<br />

<strong>de</strong>bilitándose más y más; a poco un violín sonaba únicamente; <strong>de</strong>spués, todo era<br />

silencio en el iluminado salón. Treinta músicos <strong>de</strong> Caracas, uno a uno, habían<br />

<strong>de</strong>jado sus instrumentos para ser <strong>de</strong>gollados (18).<br />

93


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

<strong>El</strong> 3 <strong>de</strong> octubre entra al pueblo <strong>de</strong> Santa Ana y hace tocar a <strong>de</strong>güello, en el<br />

cual perecieron quinientas personas, la mayor parte mujeres patriotas. <strong>El</strong> 16 ocupa<br />

a Cumaná y pasa a cuchillo a todos los habitantes, inclusive a los niños y las mujeres.<br />

<strong>El</strong> 15 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong>rrota en Urica a Rivas, Bermú<strong>de</strong>z, Piar, Monagas,<br />

Ce<strong>de</strong>ño, Zaraza, los más valientes jefes patriotas: mas, en medio <strong>de</strong>l combate, al<br />

arrojarse sobre las filas enemigas, al frente <strong>de</strong> su escuadrón <strong>de</strong> carabineros, cae, <strong>de</strong><br />

su impetuoso alazán, atravesado <strong>de</strong> un lanzazo (19).<br />

Boves tuvo, sin embargo, una gran virtud: la gratitud. Por don<strong>de</strong>quiera que tropezó<br />

con alguno <strong>de</strong> sus amigos a quien <strong>de</strong>biera un beneficio, le tendió la mano y lo<br />

salvó, aun cuando fuera su enemigo político. Este espíritu infernal salvó <strong>de</strong>l suplicio a<br />

víctimas ya sentenciadas a morir. Parece que el lema <strong>de</strong> su escudo hubiera sido aquella<br />

sentencia <strong>de</strong>l Dean Swift: «<strong>El</strong> hombre que le dice a otro ingrato, le hace reo <strong>de</strong> todos los<br />

crímenes.» Su guerra, y los medios <strong>de</strong> ejecutarla, confiesa su gran<strong>de</strong> amigo y secretario,<br />

el historiador realista José Domingo Díaz, fueron, en verdad, terribles (20). Dividía sus<br />

cuerpos según los pueblos a que pertenecían los soldados, y así se llamaban Escuadrón<br />

<strong>de</strong>l Guayabal, Escuadrón <strong>de</strong> Tiznados, etc., dando esta clasificación por resultado una<br />

emulación entre los cuerpos, que los había invencibles. Aquellos hombres feroces, dice<br />

Díaz, le temían, le adoraban, y ejercía sobre ellos un po<strong>de</strong>r mágico, especialmente entre<br />

los <strong>de</strong> color, o castas africanas, a quienes ilusionaba con la esperanza <strong>de</strong> elevarse por la<br />

<strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> los blancos, que había perseguir con el nombre <strong>de</strong> insurgentes, y entre<br />

los cuales sólo daba cuartel a los sacerdotes y a los músicos. A su voz surgían ejércitos y<br />

morían los que se mostraban reacios a seguirle. «Era cruel por instinto y a sangre fría»,<br />

dice Heredia, hablaba poco y no sonreía sino en presencia <strong>de</strong> una gran catástrofe, <strong>de</strong><br />

un horrible peligro o <strong>de</strong> una suprema <strong>de</strong>sgracia. En tales circunstancias soltaba una<br />

suerte <strong>de</strong> carcajada diabólica. Cuentan, sin embargo, las crónicas, que en una ocasión<br />

nublaron las lágrimas sus ojos. Boves amaba, sobre todas las cosas, su caballo, un soberbio<br />

corcel negro charolado, su compañero en todas sus batallas, y al que había puesto<br />

el nombre <strong>de</strong> Antinoo, en recuerdo <strong>de</strong> su padre. En la batalla <strong>de</strong> San Mateo, el 28 <strong>de</strong><br />

febrero <strong>de</strong> 1814, cayó muerto <strong>de</strong> un balazo el brioso animal, que tantas escenas sangrientas<br />

había presenciado. Boves, transido <strong>de</strong> dolor, se abrazo a él, y, cuentan, que sólo<br />

aquel día le vieron llorar sus soldados.<br />

Páez, el llanero épico <strong>de</strong> las Queseras <strong>de</strong>l medio, león <strong>de</strong> Apure, amaba también,<br />

sobre todas las cosas, su caballo. En el combate <strong>de</strong> Mata <strong>de</strong> Miel, cuando las<br />

balas españolas se lo mataron, dirigió a su ejército esta proclama: «Compañeros,<br />

me han matado mi caballo, mi buen caballo, y si uste<strong>de</strong>s no están resueltos a<br />

vengar ahora mismo su muerte, yo me lanzaré solo a perecer entre las dilas enemigas.»<br />

A lo cual todos contestaron «¡Sí, general, la vengaremos (21)!»<br />

94


XI. La Guerra a muerte<br />

Boves fue también un valiente, y así el héroe y el bandido se confundieron <strong>de</strong><br />

tal suerte en él, que habría sido difícil trazar una línea divisoria. Ágil, intrépido,<br />

temerario, ambicioso <strong>de</strong> mando, rebel<strong>de</strong>, astuto, pérfido, frío como el hierro. La<br />

fatiga, los peligros, la lucha con los elementos fortificaron su cuerpo, y la vida<br />

aventurera <strong>de</strong> pirata, que llevó en su mocedad, y el aspecto constante <strong>de</strong> la muerte,<br />

endurecieron su alma. Impasible en la <strong>de</strong>rrota, ebrio en el triunfo, tolerante con<br />

los excesos <strong>de</strong> sus parciales, feroz hasta el <strong>de</strong>liro contra sus enemigos, Boves integra<br />

en su espíritu el ímpetu salvaje <strong>de</strong>l llanero y su astucia y su fatalismo con la<br />

crueldad <strong>de</strong> Zuazola, Antoñanzas, Cerberis. Si la resistencia le irrita, aun le enfurece<br />

más la adulación. En su primera entrada triunfal a Calabozo mata con su<br />

propia mano al isleño que sale a vitorearle, celebrador <strong>de</strong> todos los triunfadores.<br />

Sobrio, sólo poseía un caballo y su espada, y en el testamento que <strong>de</strong>jó apenas<br />

pudo disponer, en favor <strong>de</strong> su novia (¡porque Boves amó!), <strong>de</strong> trescientos pesos<br />

que le <strong>de</strong>bía don Juan Vivente Delgado.<br />

Sus huestes <strong>de</strong>soladoras estaban compuestas, exclusivamente, <strong>de</strong> venezolanos,<br />

llamados pardos o mestizos, lo que confirma esta triste verdad enunciada por<br />

todos los historiadores: La causa <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia no fue popular en ninguna<br />

<strong>de</strong> las antiguas colonias españolas. <strong>Bolívar</strong> en San Mateo apenas mandaba un ejército<br />

<strong>de</strong> dos a tres mil soldados, la flor y la nata <strong>de</strong> la juventud <strong>de</strong> Bogotá y Caracas,<br />

entre la cual figuraban no pocos jóvenes recién salidos <strong>de</strong> los seminarios y colegios,<br />

mientras Boves reunía bajo la ban<strong>de</strong>ra real siete mil hombres <strong>de</strong>l pueblo que gritaban<br />

con locura: ¡Viva Fernando! En Nueva Granada las multitu<strong>de</strong>s contemplaban<br />

con indiferencia la lucha que sostenían un puñado <strong>de</strong> sabios, poetas y<br />

abogados con la solda<strong>de</strong>sca <strong>de</strong> Calzada y <strong>de</strong> Morillo, sin compren<strong>de</strong>r siquiera la<br />

causa que sostenían los primeros y por la cual iban bien pronto a dar su vida en el<br />

cadalso. En Chile fueron también minorías los Careras y los O’Higgins. Pero<br />

don<strong>de</strong> más impopular fue la causa <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia y más odiosa <strong>de</strong> la revolución<br />

<strong>de</strong>mocrática complementaria, fue en el Perú. La obra iniciada allí por San<br />

Martín y concluida por <strong>Bolívar</strong>, fue, pues, más <strong>de</strong> conquistadores que <strong>de</strong> auxiliares.<br />

<strong>El</strong> sentido <strong>de</strong> la revolución <strong>de</strong>mocrática era un mito para la masa peruana <strong>de</strong><br />

1822, y era profundamente odiosa para las clases aristocráticas que constituían<br />

toda la vida <strong>de</strong> la colonia en los centros <strong>de</strong>l litoral <strong>de</strong> aquel país, lo cual explica<br />

aquella serie <strong>de</strong> veleida<strong>de</strong>s y traiciones en que incurrieron los magnates peruanos.<br />

Tales hombres, salvo raras excepciones, no lograron penetrar en la revolución, en<br />

cuyas filas fueron a alistarse, un punto más allá <strong>de</strong> la guerra que ella hacía a los<br />

españoles y el <strong>de</strong> su lanzamiento <strong>de</strong>l suelo patrio, y cuando se les hizo vislumbrar<br />

otra cosa, faltoles el valor, hijo <strong>de</strong> la convicción, apocose su ánimo, e irritados,<br />

corrieron los unos en busca <strong>de</strong> las antiguas libreas, bajo las antiguas ban<strong>de</strong>ras, y se<br />

vengaron otros <strong>de</strong> los impru<strong>de</strong>ntes que iban a imponerles la libertad por la fuerza.<br />

95


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

La guerra <strong>de</strong> in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia no tuvo, repitámoslo, raíces en las clases populares, ni<br />

fue, por tanto, la sublevación <strong>de</strong>l pueblo colonizado contra el pueblo colonizador.<br />

La revolución <strong>de</strong> 1810 no tuvo carácter <strong>de</strong>mocrático, lo cual no <strong>de</strong>be sorpren<strong>de</strong>rnos,<br />

porque en todos los pueblos la inmensa mayoría la formaban los<br />

débiles, los timoratos, los vacilantes, los esclavos <strong>de</strong>l sentido común, incapaces <strong>de</strong><br />

penetrar el provenir <strong>de</strong> arrostrar sus peligros.<br />

<strong>El</strong> 20 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1810, como el 5 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1811, fueron pues, en<br />

Colombia y Venezuela (como han sido las conmociones semejantes en todos los<br />

países <strong>de</strong>l mundo), la obra <strong>de</strong> un pequeño grupo <strong>de</strong> hombres instruidos, <strong>de</strong> la<br />

clase social elevada, contaminados <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as revolucionarias <strong>de</strong> Francia y los<br />

Estados Unidos. La caballería <strong>de</strong> Boves, que llegó a contar más <strong>de</strong> 10.000 jinetes,<br />

la formaron llaneros venezolanos que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>bían seguir a Páez, y colombianos<br />

y venezolanos eran la mayor parte <strong>de</strong> los soldados <strong>de</strong> Montever<strong>de</strong>, Morales,<br />

Barreiro, Sámano, Warletta, Cajigal. «Los pueblos se oponen a su bien, escribía<br />

Urdaneta en julio <strong>de</strong> 1814 al Congreso granadino, el soldado americano es<br />

mirado con horror; no hay un hombre que no sea un enemigo nuestro; nuestras<br />

tropas transitan por los países más abundantes y no encuentran qué comer (22).»<br />

<strong>Bolívar</strong> mismo dice, amargamente, en su <strong>de</strong>spedida <strong>de</strong> Carúpano:<br />

«Vuestros hermanos, no los españoles, han <strong>de</strong>sgarrado vuestro seno, <strong>de</strong>rramando<br />

vuestra sangre, incendiando vuestros hogares y os han con<strong>de</strong>nado a la expatriación.<br />

«<strong>El</strong> ejército libertador exterminó las bandas enemigas, pero no ha podido ni<br />

<strong>de</strong>bido exterminar a unos pueblos por cuya dicha ha liado en centenares <strong>de</strong> combates.<br />

No es justo <strong>de</strong>struir a los hombres que no quieren ser libres (23).»<br />

En Colombia los pastusos como en Venezuela los <strong>de</strong> Coro y Maracaibo<br />

fueron los más encarnizados enemigos <strong>de</strong> los libertadores, los más tenaces en conservar<br />

los hierros <strong>de</strong> la servidumbre, y, lo mismo en Colombia que en Venezuela,<br />

los que se sentaron en los banquillos, o subieron las horcas, o salieron en <strong>de</strong>stierro<br />

para que los esclavos fueran libres y los <strong>de</strong>sheredados alcanzaran los más altos pueblos<br />

<strong>de</strong> la República, fueron patriotas todos <strong>de</strong> ilustres nombres: los Santan<strong>de</strong>res,<br />

Nariños, Torres, Caldas, Pombos, Valenzuelas, Cabales, Torices, Amador,<br />

Castillos, García Rovira, López, Valencias, Portocarreros, y todos los austeros<br />

patriarcas <strong>de</strong> la patria en Colombia; los <strong>Bolívar</strong>, Mirandas, Toros, Alamos,<br />

Mendozas, Tovares, Montillas, Peñalveres, Soublette, Anzoátegui, y los “esos<br />

monstruos venezolanos” enviados por Montever<strong>de</strong> a los presidios <strong>de</strong> Ceuta.<br />

Familias aristocráticas enteras se sacrifican por la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia. En Venezuela<br />

96


mueren veinticinco Rivas en veintidós meses, y <strong>de</strong> sola doña Catalina Tovar perecen<br />

cuatro hijos. Esos varones insignes ennoblecieron la guerra y fundaron la<br />

patria en América.<br />

He aquí otro elocuente testimonio:<br />

«La mayor parte <strong>de</strong> la plebe <strong>de</strong> este Reino, lejos <strong>de</strong> merecer jamás la nota <strong>de</strong><br />

insurgente en la revolución pasada, ha contraído un mérito nada común. Todos<br />

hemos viso en los campos correr hasta las montañas más horribles <strong>de</strong> Teguas,<br />

Mira-Flores, Coracolisal, y otras numerosas tropas <strong>de</strong> mozos que escogían más<br />

bien el aventurarse a la suerte más infeliz, que tomar las armas contra el soberano,<br />

en cuyo gobierno habían vivido en la más dulce paz, abundancia, libertad y franqueza.<br />

En las montañas <strong>de</strong> Honda pereció uno en las garras <strong>de</strong> un tigre; en el<br />

Espinal se <strong>de</strong>speñó un infeliz que no pudo ver el precipicio, otro se atravesó las<br />

entrañas con un estacón huyendo en un espeso bosque, otro en las inmediaciones<br />

murió atado a la cola <strong>de</strong> un caballo que le hizo pedazos por no entregarse a la lista<br />

<strong>de</strong> su verdugo alcal<strong>de</strong>. Los <strong>de</strong>más que no podían escapar iban amarrados unos con<br />

otros a los cuarteles don<strong>de</strong> el hambre había fijado su resi<strong>de</strong>ncia por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l<br />

gobierno. <strong>El</strong> estúpido Congreso ignoraba que uno <strong>de</strong> los elementos principales <strong>de</strong><br />

la política es convencer a fondo el carácter, genios, costumbres, educación y <strong>de</strong>más<br />

circunstancias <strong>de</strong> los pueblos, y más cuando esos han nacido bajo un gobierno<br />

suave y una religión que <strong>de</strong>testa la perfidia y revolución.<br />

«No menos es <strong>de</strong> elogiar la fi<strong>de</strong>lidad <strong>de</strong> los indios. Los <strong>de</strong> Iquira y Duytama<br />

fueron cubiertos <strong>de</strong> prisiones antes que faltar al vasallaje <strong>de</strong>bido al Rey, ni reconocer<br />

la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia.» (Oración gratulatoria y parenética pronunciada el 10 <strong>de</strong> septiembre<br />

<strong>de</strong> 1816 en la ciudad <strong>de</strong> Neyva en acción <strong>de</strong> gracias por el feliz éxito <strong>de</strong> las armas Reales en la<br />

Reconquista <strong>de</strong>l Nuevo Reino <strong>de</strong> Granada, por el Dr. Nicolás <strong>de</strong> Valenzuela y Moya,<br />

Examinador Sinodal, Promotor Fiscal y Provisor, etc., etc.)<br />

«Santa Fe <strong>de</strong> Bogotá, 1817. 1 folleto.»<br />

XI. La Guerra a muerte<br />

Su sacrificio fue el <strong>de</strong> los primeros por su nacimiento y riqueza, como lo reconoció<br />

el furibundo liberalista español José Domingo Díaz en estos términos: «Allí (en<br />

Caracas) por primera vez se vio una revolución tramada y ejecutada por las personas<br />

que más tenían que per<strong>de</strong>r: por el marqués <strong>de</strong>l Toro y sus hermanos don Fernando y<br />

don José Ignacio, familia <strong>de</strong> las principales, <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s riquezas, que merecían la primera<br />

estimación <strong>de</strong> todos los mandatarios, y que, llena <strong>de</strong> un orgullo insoportable, se<br />

creía y se tenía por superior a las <strong>de</strong>más; por don Martín y don José Tovar, jóvenes hijos<br />

<strong>de</strong>l con<strong>de</strong> <strong>de</strong>l mismo nombre e individuos <strong>de</strong> la casa más opulenta <strong>de</strong> Venezuela; por<br />

97


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

don Juan Vicente y don Simón <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, jóvenes <strong>de</strong> la nobleza <strong>de</strong> Caracas, el primero<br />

con veinticinco mil pesos <strong>de</strong> renta anual y el segundo con veinte mil; por don Juan José<br />

y don Luis <strong>de</strong> Rivas, jóvenes parientes <strong>de</strong> los con<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Tovar y <strong>de</strong> riquezas muy consi<strong>de</strong>rables,<br />

por don Juan Germán Roscio, don Vicente Tejera y don Nicolás Auzola,<br />

abogados que gozaban <strong>de</strong> la estimación <strong>de</strong> todos sus conciudadanos; por don Lino<br />

Clemente, oficial retirado <strong>de</strong> la marina española y altamente consi<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> todos; por<br />

don Mariano Montilla, antiguo guardia <strong>de</strong> corps <strong>de</strong> S. M., y su hermano D. Tomás, los<br />

jóvenes <strong>de</strong> la moda e individuos <strong>de</strong> una casa la primera en el lujo y esplendor; por don<br />

Juan Pablo, don Mauricio y don Ramón Ayala, oficiales <strong>de</strong>l batallón veterano, estimados<br />

universalmente por la naturaleza <strong>de</strong> su casa, por el lustre <strong>de</strong> sus mayores y por otras pocas<br />

<strong>de</strong> las mismas o casi iguales circunstancias. Allí no tuvieron la principal parte, ni representaron<br />

el principal papel, los hombres <strong>de</strong> las revoluciones, los que nada tienen que<br />

per<strong>de</strong>r, los que <strong>de</strong>ben buscar su fortuna en el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n y los que nada esperan <strong>de</strong>l imperio<br />

<strong>de</strong> las leyes, <strong>de</strong> la religión y <strong>de</strong> las costumbres (24).»<br />

Con tal año 1814, en que culmina el fantasma <strong>de</strong> Boves, «la cólera <strong>de</strong>l Cielo que<br />

fulmina rayos contra la patria», como le llamó <strong>Bolívar</strong> (25), queda sepultada la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia<br />

nacional. La situación en que quedaron las regiones azotadas por la guerra a<br />

muerte la <strong>de</strong>scriben los mismos españoles, y así el doctor José Manuel <strong>Oro</strong>pesa, asesor<br />

<strong>de</strong> la Inten<strong>de</strong>ncia, dice: «No hay ya provincias, las poblaciones se acabaron. Los caminos<br />

y los campos están cubiertos <strong>de</strong> cadáveres insepultos y abandonada la agricultura;<br />

los templos polutos y llenos <strong>de</strong> sangre, y saqueados hasta los sagrarios.» <strong>El</strong> brigadier<br />

don Manuel <strong>de</strong>l Fierro escribe a un compatriota suyo el 29 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> aquel año:<br />

«En las últimas acciones habrán perecido más <strong>de</strong> 12.000 hombres. Afortunadamente<br />

los más son criollos, y muy raro español. Si fuera posible arrasar con todo americano<br />

sería lo mejor. Si en las <strong>de</strong>más partes <strong>de</strong> América se encontraran muchos Boves, yo le<br />

aseguro a usted que se lograrían nuestros <strong>de</strong>seos, pues en Venezuela hemos concluido<br />

con cuantos se nos han presentado.»<br />

Tal fue la rápida y corta carrera y el fin <strong>de</strong> José Tomás Boves, hombre extraordinario,<br />

digno <strong>de</strong> haber figurado también en la siniestra galería <strong>de</strong> Pablo Jovio. Por<br />

el coraje, la audacia, la tenacidad, la bravura sólo <strong>Bolívar</strong> fue superior a él, pero en<br />

la crueldad ni tuvo rival.<br />

Su tiranía sólo duró seis meses. Brilló en el cielo <strong>de</strong> la patria momentáneamente,<br />

como un planeta maléfico y repentino, y <strong>de</strong> su gloria militar sólo quedó un<br />

reflejo sangriento, horror <strong>de</strong> realistas y <strong>de</strong> patriotas; la Real Audiencia, que no osó<br />

contra<strong>de</strong>cirle, escarnece su nombre; Morillo mira <strong>de</strong> reojo su memoria y afecta<br />

<strong>de</strong>spreciar con el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> coronel; pero la santa Iglesia metropolitana <strong>de</strong><br />

98


XI. La Guerra a muerte<br />

Caracas celebra, el 14 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1815, «solemnes funerales por el ama <strong>de</strong>l<br />

señor comandante general don José Tomás Boves (26)».<br />

Doscientas cincuentas mil víctimas costó la guerra a muerte, si aten<strong>de</strong>mos a<br />

los cálculos más imparciales. José Domingo Díaz calcula las pérdidas en<br />

Venezuela, entre 1813 y 1814, en 131.000 muertos. Dauxion-Lavaysse afirma<br />

que Venezuela contaba antes <strong>de</strong> la revolución <strong>de</strong>l 19 <strong>de</strong> abril <strong>de</strong> 1810, 975.000<br />

habitantes, y en 1825 sólo 659.000, <strong>de</strong> suerte que había perdido más <strong>de</strong> 300.000.<br />

Un oficial <strong>de</strong> la Legión británica escribió en aquel tiempo: «Nunca hubo un período,<br />

en ninguna edad ni país que recuer<strong>de</strong> la historia, <strong>de</strong> más premeditada carnicería<br />

y <strong>de</strong> mayor crueldad en la aplicación <strong>de</strong> torturas, peores que la muerte<br />

misma (27).»<br />

Arísti<strong>de</strong>s Rojas, en sus preciosas Leyendas históricas, bajo el nombre <strong>de</strong> Siluetas<br />

<strong>de</strong> la guerra a muerte, ha <strong>de</strong>scrito aquellas orgías <strong>de</strong> sangre humana, ofrecidas como<br />

por espectros <strong>de</strong>l Averno, arpías en forma humana, contubernio <strong>de</strong> chacal y <strong>de</strong> la<br />

hiena. Es un cuadro ciertamente único en la historia, por el refinamiento <strong>de</strong> la<br />

crueldad, el número <strong>de</strong> las víctimas y la duración <strong>de</strong> la tragedia. Allí la mutilación,<br />

la tortura, el látigo, la soga, el hierro can<strong>de</strong>nte, los atroces sacrificios en masa, dictado<br />

por la venganza; las bacanales, las lágrimas, la algazara solda<strong>de</strong>sca; los cadáveres<br />

<strong>de</strong>sollados en las calles <strong>de</strong> las al<strong>de</strong>as, a la orilla <strong>de</strong> los ríos, en los valles<br />

solitarios; los ayes lastimeros, el hambre, la sed, el crimen con todos sus horrores<br />

y voluptuosida<strong>de</strong>s, los caballos manchados <strong>de</strong> sangre que conducen a los <strong>de</strong>monios<br />

<strong>de</strong>l cuchillo: Boves, Antoñanzas, que hacía andar con los pies <strong>de</strong>sollados<br />

sobre arenas <strong>de</strong> fuego, Ceballos, Dato, Fierro, Gabazo, Montever<strong>de</strong>, Morales,<br />

Moxo, Rosete, «el Degollador», Zuazola, «el Desorejador», Tíscar, Cerberis, «el<br />

Flagelador», Urbieta, Náñez, Quijada, González, «el Descuartizador», Pascual<br />

Martínez, Aldama, etc.<br />

«Suponed, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tan horribles escenas —habla el venerable Arísti<strong>de</strong>s<br />

Rojas, cuyas excelsas virtu<strong>de</strong>s perpetúa el mármol en el patio principal <strong>de</strong>l Palacio<br />

<strong>de</strong> las Aca<strong>de</strong>mias <strong>de</strong> Caracas— suponed, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tan horribles escenas, abierto<br />

el templo <strong>de</strong>l Señor y a los victimarios que lo llenan. A<strong>de</strong>ntro está el sacerdote que<br />

celebra el triunfo <strong>de</strong> los ejércitos españoles; pero afuera están la orfandad, los<br />

mutilados, las cenizas aún ardientes, y las madres escapadas <strong>de</strong> la muerte, que<br />

elevan sus plegarias al Dios <strong>de</strong> las misericordias (28)...»<br />

99


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Retrato <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> por un oficial británico<br />

A aquellos tristes días <strong>de</strong> su vida correspon<strong>de</strong>n estas pinceladas, trazadas por un<br />

oficial británico, <strong>de</strong>l cual sólo se sabe que perteneció al Primer Regimiento <strong>de</strong> lanceros<br />

venezolanos. Conoció a <strong>Bolívar</strong> en la villa <strong>de</strong> Calabozo, en los llanos <strong>de</strong> Venezuela.<br />

«Estaba ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> un grupo <strong>de</strong> oficiales <strong>de</strong>l Estado Mayor y <strong>de</strong> coroneles <strong>de</strong><br />

diferentes cuerpos, cuyos trajes y rostros <strong>de</strong> diferentes colores ofrecían un contraste<br />

verda<strong>de</strong>ramente singular. Al fin tuve la dicha <strong>de</strong> conocer a ese hombre célebre,<br />

cuya energía y perseverancia han dado la libertad a una gran parte <strong>de</strong> la<br />

América <strong>de</strong>l Sur. Es probable, en efecto, que esas colonias estarían aún en po<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong> los españoles sin su patriotismo que libertó a Colombia y llevó sus tropas en<br />

auxilio <strong>de</strong>l Perú, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> él arrojó igualmente al enemigo común.<br />

«Cuando yo conocí a <strong>Bolívar</strong> tenía él treinta y cinco años; no era alto, pero<br />

bien proporcionado y bastante flaco. Llevaba un casco, una chaqueta <strong>de</strong> paño azul<br />

con vueltas rojas y tres series <strong>de</strong> botones dorados, pantalones y, a guisa <strong>de</strong> zapatos,<br />

sandalias <strong>de</strong> cuero, o alpargatas.<br />

«Tenía en la mano una lanza coronada <strong>de</strong> una pequeña ban<strong>de</strong>rola negra,<br />

sobre la cual se veía bordado un cráneo blanco y huesos cruzados, con esta divisa:<br />

Muerte o libertad. Los oficiales que lo ro<strong>de</strong>aban eran casi todos <strong>de</strong> color, excepto<br />

los generales Páez y Urdueta.<br />

«Pocos <strong>de</strong> ellos tenían chaqueta. Su vestido consistía en una camisa hecha <strong>de</strong><br />

pañuelos <strong>de</strong> diferentes colores, muy ancha y con gran<strong>de</strong>s mangas; pantalones blancos<br />

rotos, que les llegaban apenas a las rodillas, y un sombrero <strong>de</strong> cogollo u hojas <strong>de</strong><br />

palmera con penacho <strong>de</strong> plumas <strong>de</strong> color. Casi estaban <strong>de</strong>scalzos, pero ceñían gran<strong>de</strong>s<br />

espuelas <strong>de</strong> plata con rodajas <strong>de</strong> cinco pulgadas, a lo menos, <strong>de</strong> diámetro (29).»<br />

Retrato <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> por Páez<br />

También a ese funesto año 1818 se refiere Páez en este retrato que nos <strong>de</strong>jó<br />

<strong>de</strong>l héroe:<br />

«Hallábase entonces <strong>Bolívar</strong> en lo más florido <strong>de</strong> sus años y en la fuerza <strong>de</strong> la<br />

escasa robustez que suele dar la vida ciudadana.<br />

«Su estatura, sin ser procera, era no obstante suficiente elevada para que no la <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñase<br />

el escultor que quisiera representar a un héroe; sus dos principales distintivos<br />

100


XI. La Guerra a muerte<br />

consistían en la excesiva movilidad <strong>de</strong> su cuerpo y el brillo <strong>de</strong> los ojos, que eran negros,<br />

vivos, penetrantes e inquietos, con mirar <strong>de</strong> águila, circunstancia que suplía con<br />

ventaja lo que a la estatura faltaba para sobresalir entre sus compañeros. Tenía el<br />

pelo negro y algo crespo, los pies y las manos tan pequeños como los <strong>de</strong> una mujer<br />

(30), la voz aguda y penetrante.<br />

«La tez, tostada por el sol <strong>de</strong> los trópicos, conservaba no obstante la limpi<strong>de</strong>z<br />

y lustre que no habían podido arrebatarle los rigores <strong>de</strong> la intemperie y los continuos<br />

y violentos cambios <strong>de</strong> latitu<strong>de</strong>s por los cuales había pasado en sus marchas.<br />

Para los que creen hallar las señales <strong>de</strong>l hombre <strong>de</strong> armas en la robustez atlética,<br />

<strong>Bolívar</strong> hubiera perdido en ser conocido lo que había ganado con ser imaginado;<br />

pero el artista, con una sola ojeada y cualquier observador que en él se fijase, no<br />

podría menos <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir en <strong>Bolívar</strong> los signos externos que caracterizan al<br />

hombre tenaz en su propósito y apto para lleva a cabo empresa que requiera gran<br />

inteligencia y la mayor constancia <strong>de</strong> ánimo.<br />

«A pesar <strong>de</strong> la agitada vida que hasta entonces había llevado, capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>smedrar<br />

la más robusta constitución, se mantenía sano y lleno <strong>de</strong> vigor; <strong>de</strong> humor<br />

alegre y jovial, carácter apacible en el trato familiar; impetuoso y dominador<br />

cuando se trataba <strong>de</strong> acometer empresas <strong>de</strong> importantes resultados, hermanando<br />

así lo afable <strong>de</strong>l cortesano con lo fogoso <strong>de</strong>l guerrero.<br />

«Era amigo <strong>de</strong> bailar, galante y sumamente adicto a las damas, y diestro en el<br />

manejo <strong>de</strong>l caballo, gustábale correr a todo escape por las llanuras <strong>de</strong>l Apure, persiguiendo<br />

a los venados que allí abundan. En el campamento mantenía un buen<br />

humor con oportunos chistes, pero en las marchas se le veía siempre algo inquieto<br />

y procuraba distraer su impaciencia entonando canciones patrióticas. Amigo <strong>de</strong>l<br />

combate, acaso lo prodigaba <strong>de</strong>masiado, y mientras duraba, tenía la mayor serenidad.<br />

Para contener a los <strong>de</strong>rrotados, no escaseaba ni el ejemplo, ni la voz, ni la<br />

espada (31).»<br />

101


XII<br />

Casacoima


<strong>El</strong> 4 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1817 hallábase <strong>Bolívar</strong> en el Orinoco activando la salida <strong>de</strong><br />

algunas embarcaciones <strong>de</strong> la flotilla patriota, cuando casi <strong>de</strong>snudo fue sorprendido<br />

por una partida <strong>de</strong> españoles <strong>de</strong> la fuerza <strong>de</strong> los Castillos, no quedándole más arbitrio<br />

que arrojarse a una laguna con sus compañeros, que lo eran: Arismendi, Pedro<br />

León Torres, Soublette, Lara, José Gabriel Pérez, Briceño, Chompré, Martel y otros.<br />

Aquel lugar era el estero <strong>de</strong> Casacoima, inmortal en la historia <strong>de</strong> Colombia.<br />

«Era una <strong>de</strong> las noches más bellas y apacibles», escribe Juan Vicente González,<br />

con estilo <strong>de</strong> oro.<br />

«La luna <strong>de</strong> mayo asomaba por el oriente ceñida <strong>de</strong> púrpura y <strong>de</strong> nieve.<br />

Prolongados palmares, la fecunda javia, el coco marítimo, se mecían dulcemente<br />

al suave impulso <strong>de</strong> los aires. <strong>El</strong> majestuoso Orinoco paseaba en su inmenso lecho<br />

sus turbias y caudalosas aguas: ningún acento, ningún ruido, sino el sordo que<br />

arrojaban las aves nocturnas, o el <strong>de</strong>l centinela que, con el arma al hombro y fija<br />

la vista en el bosque, hollaba las hojas secas.<br />

«Allá distante, a la sombra <strong>de</strong> un árbol que los naturales llaman Castaño <strong>de</strong>l<br />

Marañón, muchas personas platican alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> una hamaca colgada <strong>de</strong> fuertes<br />

ramas. Tristes los unos, el más profundo abatimiento se pinta sobre sus frentes; los<br />

otros parecen no pensar sino en lo que les habla <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la hamaca un personaje<br />

ardiente y lleno <strong>de</strong> confianza.<br />

«—Buena —dijo un hombre pequeño <strong>de</strong> estatura <strong>de</strong> ojo sagaz y penetrante,<br />

<strong>de</strong> carácter pronto y arrebatado—, buena ha sido la tar<strong>de</strong>: una oí silbar tan cerca,<br />

que si hubiera bajado un palmo, no tenían que pensar más en mí los margariteños;<br />

varias anduvieron cerca <strong>de</strong> usted, general, y a fe que si no nos lanzamos en esa<br />

laguna, que tiene más olor <strong>de</strong> sepultura <strong>de</strong> cocodrilos que <strong>de</strong> ensenada <strong>de</strong>l<br />

Orinoco, hubiéramos sido víctimas.<br />

«—En verdad que es un trabajo <strong>de</strong> Hércules haberla atravesado —contestó<br />

uno <strong>de</strong> aquellos señores, alto, <strong>de</strong> nariz perfilada, <strong>de</strong> vista intelectual y segura,<br />

105


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

<strong>de</strong> aire cortés y en extremo reservado—; mucho temieron los enemigos el tal<br />

lago, que a vista <strong>de</strong>l hombre que les valdría más que la victoria, con sólo dos al<br />

lado y <strong>de</strong>sarmados no se atrevieron a seguirnos. No <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir mi cuerpo que<br />

tuvieron razón. ¿Les parece a uste<strong>de</strong>s que <strong>de</strong>bíamos ser más cautos en esto <strong>de</strong><br />

separarnos <strong>de</strong>l ejército para ir a comer frutas?<br />

«—¿Qué dice usted, general? <strong>El</strong> peligro está pasado y todavía me acuerdo<br />

<strong>de</strong> las dulces piñas que hemos comido: excelentes son las piñas <strong>de</strong> la Esmeralda.<br />

¿Y qué nos sucedió? Nos persiguió mayor número <strong>de</strong> hombres armados, fuimos<br />

más valerosos y henos aquí salvos. ¿No es nuestra vida una serie <strong>de</strong> asechanzas,<br />

riesgos y triunfos? Esto contestó, sentándose precipitadamente en la hamaca un<br />

hombre, que si bien quemado por el sol, endurecido por la fatiga, manifestaba<br />

en su cabello castaño y en sus ágiles movimientos, tener seis lustros apenas <strong>de</strong><br />

edad. En su aire grandioso e imponente, en sus miradas, ya melancólicas como<br />

la luz <strong>de</strong> la luna que los alumbraba ya ardientes como el fuego <strong>de</strong> un meteoro,<br />

bien se advertía ser el caudillo <strong>de</strong> la escasa tropa que le ro<strong>de</strong>aba.<br />

«—Pero esto no es pru<strong>de</strong>nte, general, ni <strong>de</strong> la aprobación <strong>de</strong> sus soldados que<br />

saben <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> la patria <strong>de</strong> la <strong>de</strong> usted —exclamó un oficial calvo,<br />

<strong>de</strong> modales apacibles, <strong>de</strong> insinuante aspecto, en quien el juicio aventajaba a los<br />

años— nuestra posición es lamentable —continúa— estamos más escasos <strong>de</strong><br />

tropas y <strong>de</strong> municiones que <strong>de</strong> vestuarios, y ya uste<strong>de</strong>s ven qué uniforme trae<br />

nuestro general en jefe, el jefe <strong>de</strong> Estado Mayor y el general margariteño.<br />

«—No tan malo —gritó el <strong>de</strong> la hamaca—. Perdí mi uniforme, pero me<br />

hallo mejor con esta bata que me han regalado, mucho mejor que con las heridas<br />

<strong>de</strong> los pies; mañana me estreno la hermosa camisa <strong>de</strong> corteza <strong>de</strong> marina que<br />

me regaló un cacique; galanos sí que están los dos generales que me acompañaron,<br />

el <strong>de</strong> camisa <strong>de</strong> listas sobre todo... y arrojaba sendas risadas, viendo al que<br />

primero rompió el diálogo envuelto en una ancha camisa <strong>de</strong> listado.<br />

«Ya habrán conocido los lectores que era el Libertador, quien hablaba<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> su hamaca con los generales Arismendi y Soublette, el coronel Briceño y<br />

varios oficiales <strong>de</strong>l ejército.<br />

«La luna estaba ya en la mitad <strong>de</strong>l cielo, y <strong>Bolívar</strong> los animaba todavía<br />

hablándoles <strong>de</strong> sus proyectos y esperanzas.<br />

«—No sé lo que tiene dispuesto la Provi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>cía—, pero ella me inspira<br />

una confianza sin límites. Salí <strong>de</strong> los Cayos solo en medio <strong>de</strong> algunos oficiales, sin<br />

106


XII. Casacoima<br />

más recursos que la esperanza, prometiéndome atravesar un país enemigo y conquistado.<br />

Se ha realizado la mitad <strong>de</strong> mis planes; nos hemos sobrepuesto a todos<br />

los obstáculos, hasta llegar a Guayana. Dentro <strong>de</strong> pocos días rendiremos a<br />

Angostura, y entonces... iremos a libertar a la Nueva Granada, y arrojando a los<br />

enemigos <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> Venezuela, constituiremos a Colombia. Enarbolaremos <strong>de</strong>spués<br />

el pabellón tricolor sobre el Chimborazo, e iremos a completar nuestra obra<br />

<strong>de</strong> libertar a la América <strong>de</strong>l Sur y asegurar nuestra in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia llevando nuestros<br />

pendones victoriosos al Perú: ¡el Perú será libre!...<br />

«Sorprendidos, atónitos, se miraban unos a otros los oficiales que le cercaban;<br />

nadie osaba pronunciar una palabra. Los ojos <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> arrojaban fuego, y al hablar<br />

<strong>de</strong> España, <strong>de</strong> su ruina, tormentas eléctricas parecían ceñir su cabeza, como la<br />

cumbre <strong>de</strong>l Duida cuya sangrienta y encapotada cima alcanzaba apenas a divisar.<br />

«Un oficial —el capitán Martel— llamó al coronel Briceño y le dijo llorando:<br />

— Todo está perdido, amigo: el que era toda nuestra confianza, helo aquí loco,<br />

está <strong>de</strong>lirando... ¡En la situación en que lo vemos, sin más vestidos que una bata,<br />

y soñando en el Perú!...<br />

Confortole Briceño, asegurándole que el Libertador se chanceaba para hacer<br />

olvidar el mal rato que él y todos habían pasado aquella tar<strong>de</strong>...<br />

«Mas, a los dos meses, <strong>Bolívar</strong> había tomado Angostura; dos años <strong>de</strong>spués la<br />

Nueva Granda le aclamaba vencedor en Boyacá; cuatro años más tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>sbarata<br />

en Carabobo el ejército <strong>de</strong> Morillo; a los cinco da libertad a Quito; ¡y al cabo <strong>de</strong><br />

los siete años sus victoriosas ban<strong>de</strong>ras on<strong>de</strong>aban sobre las altas torres <strong>de</strong> Cuzco!<br />

La visión profética <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> sorpren<strong>de</strong> en muchos episodios <strong>de</strong> su vida<br />

extraordinaria. En ese mismo año <strong>de</strong> 1817, en medio <strong>de</strong> aquellos <strong>de</strong>siertos sin<br />

límites, incomunicado con el mundo exterior, <strong>de</strong>creta la libre navegación <strong>de</strong>l<br />

Orinoco, a tiempo que el Congreso <strong>de</strong> Viena promulgaba el gran principio <strong>de</strong> la<br />

libertad <strong>de</strong> los ríos internacionales. Y en 1815, hallándose en Jamaica, predice el<br />

Canal <strong>de</strong> Panamá, inaugurado en nuestros días, el acrecentamiento actual <strong>de</strong>l<br />

comercio universal en el Pacífico y el <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong>l Asia, o sea <strong>de</strong>l Japón. Oídlo:<br />

«Esta magnífica posesión (el istmo <strong>de</strong> Panamá) entre los dos gran<strong>de</strong>s mares<br />

podrá llegar a ser con el tiempo el centro <strong>de</strong>l universo. Sus canales abreviarán las<br />

distancias <strong>de</strong>l mundo, estrecharán los vínculos comerciales <strong>de</strong> Europa, América y<br />

Asia... Tal vez será un día el único punto en que se fije la capital <strong>de</strong> la tierra, lo que<br />

Constantino pretendió hacer <strong>de</strong> Bizancio en el antiguo hemisferio (1).»<br />

107


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

En su mensaje al Congreso <strong>de</strong> Angostura en 1819, al trazar con mano maestra<br />

el plan que <strong>de</strong>bían seguir los futuros historiadores <strong>de</strong> América, se anticipa a Hipólito<br />

Taine, el profundo y original autor <strong>de</strong> Los orígenes <strong>de</strong> la Francia contemporánea...<br />

108


XIII<br />

<strong>El</strong> paso <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s


Boyacá<br />

En más <strong>de</strong> una ocasión marchó <strong>Bolívar</strong> por los<br />

An<strong>de</strong>s, hazaña semejante a la <strong>de</strong> Aníbal, sin<br />

parecer atribuirle mayor importancia.<br />

Carlyle<br />

En mayo <strong>de</strong> 1819, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la ruda campaña <strong>de</strong> 1818, otro año ingrato<br />

para la causa <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, Morillo, temeroso <strong>de</strong> la estación lluviosa que se<br />

aproximaba, resolvió evacuar toda la región <strong>de</strong> Apure, que para realistas y patriotas<br />

había sido tan aciaga. Con aquella retirada <strong>de</strong>l jefe realista, coincidió el llamamiento<br />

que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su cuartel <strong>de</strong> Casanare hacía Santan<strong>de</strong>r a <strong>Bolívar</strong> para que,<br />

remontando los An<strong>de</strong>s, invadieran juntos la Nueva Granada, presa <strong>de</strong> la ferocidad<br />

<strong>de</strong> Sámano. <strong>Bolívar</strong> comprendió en el acto que aquella había <strong>de</strong> ser la más gloriosa<br />

<strong>de</strong> sus hazañas; concibió un plan, dio ór<strong>de</strong>nes a Páez y <strong>de</strong>más jefes patriotas que<br />

quedaban en Venezuela, y abrió operaciones el 23 <strong>de</strong> mayo, día en que, bajo una<br />

choza arruinada <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sierta al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Setenta, convocó a Junta <strong>de</strong> guerra a los<br />

jefes <strong>de</strong>l ejército: Soublette, Anzoátegui, Briceño, Carrillo, Rook, Plaza, etc., y se<br />

<strong>de</strong>cidió la invasión. «No había una mesa en aquella choza, dice O’Leary, que<br />

acompaña a <strong>Bolívar</strong>, ni más asientos que las calaveras que la lluvia y el sol habían<br />

blanqueado (1).» <strong>El</strong> Libertador habló y los convenció a todos; contaba entonces<br />

treinta y siete años, y se hallaba en toda la plenitud <strong>de</strong> su vigor físico y mental.<br />

<strong>El</strong> 26 <strong>de</strong> mayo emprendió la marcha el ejército, compuesto <strong>de</strong> los batallones:<br />

Rifles, Barcelona, Bravos <strong>de</strong> Páez y la Legión británica; por todo, 1.300 hombres,<br />

y los escuadrones Húsares, Llano arriba y Guías, fuertes <strong>de</strong> 800. Todo aquel ejército,<br />

observa un historiador, se componía <strong>de</strong> jóvenes.<br />

Precisamente aquel día empezaron las lluvias. <strong>El</strong> 4 <strong>de</strong> junio pasaron el Arauca<br />

y entraron en Casanare, don<strong>de</strong> los esperaba Santan<strong>de</strong>r, con dos batallones y dos<br />

escuadrones <strong>de</strong> caballería, fuertes todos <strong>de</strong> 1.200 hombres. Los aguaceros eran<br />

111


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

torrenciales, los arroyos, secos en verano, inundaban las sabanas, y los riachuelos<br />

se habían transformado en ríos navegables. Durante siete días marcharon las<br />

tropas con el agua a la cintura, sin abrigo, ni provisiones, pero con el fusil contra<br />

el pecho. <strong>El</strong> 11 llegaron a Tame y se reunieron con Santan<strong>de</strong>r. De Tame a Pore<br />

todo el camino era más un mar que un terreno sólido; el 22 llegaron al pie <strong>de</strong> los<br />

gigantescos An<strong>de</strong>s, que parecían atrevesarse en su marcha como una barrera inaccesible.<br />

Los llaneros contemplaban con asombro aquellas cumbres, y se pasmaban<br />

<strong>de</strong> que existiese un país tan diferente <strong>de</strong>l suyo. A medida que subían crecía más su<br />

sorpresa, porque lo que habían consi<strong>de</strong>rado por más elevada cima no era sino el<br />

principio <strong>de</strong> otras más elevadas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> cuyos picos divisaban todavía sierras azules<br />

que parecían per<strong>de</strong>rse en el firmamento. Hombres avezados en sus pampas a atravesar<br />

a nado ríos caudalosos, a domar potros y vencer cuerpo a cuerpo al toro salvaje,<br />

al cocodrilo, al tigre, <strong>de</strong>sfallecían ahora ante el aspecto <strong>de</strong> esta naturaleza<br />

extraña. Los caballos morían <strong>de</strong> frío y <strong>de</strong> fatiga, las acémilas que conducían el<br />

parque se <strong>de</strong>rrumbaban con su carga; llovía día y noche; unos se <strong>de</strong>sertaban y<br />

otros quedaban tendidos en los riscos.<br />

«En semejantes alturas, la situación <strong>de</strong>l ejército era realmente espantosa, narra<br />

un oficial <strong>de</strong> la Legión británica; sobre sus cabezas se alzaban enormes bloques <strong>de</strong><br />

granito, y a sus pies se abrían insondables y voraces abismos. <strong>El</strong> silencio <strong>de</strong> esas<br />

agrestes soleda<strong>de</strong>s no se ve turbado por rumor alguno, a excepción <strong>de</strong>l grito <strong>de</strong>l<br />

cóndor y el monótono murmullo <strong>de</strong> los lejanos manantiales. Ocurre a menudo<br />

que es preciso acostarse para evitar la impetuosa violencia <strong>de</strong>l viento. <strong>El</strong> cielo,<br />

constantemente <strong>de</strong> un azul obscuro, parece más cerca <strong>de</strong> nosotros que cuando lo<br />

veíamos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los valles; pero aunque el sol no esté velado pro ninguna nube, no<br />

parece poseer calor alguno, y no da sino una luz pálida y enfermiza como la <strong>de</strong> la<br />

luna llena.»<br />

Sólo <strong>Bolívar</strong> se erguía firme en medio <strong>de</strong> tantos <strong>de</strong>scalabros. «Reanimaba las<br />

tropas, hablábales <strong>de</strong> la gloria que les esperaba y <strong>de</strong> la abundancia que rebosaba en<br />

el país que marchaban a libertar. Los soldados le oían con placer y redoblaban sus<br />

fuerzas.»<br />

<strong>El</strong> mismo <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>scribe así las penalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> esa marcha: «Un mes entero<br />

hemos marchado por las provincia <strong>de</strong> Casanare, superando nuevos obstáculos. La<br />

aspereza <strong>de</strong> las montañas que hemos atravesado es increíble a quien no lo palpa.<br />

Basta saber que, en cuatro marchas, hemos inutilizado casi todos los transportes<br />

<strong>de</strong>l parque, y hemos perdido todo el ganado que venía <strong>de</strong> repuestos. <strong>El</strong> rigor <strong>de</strong> la<br />

estación ha contribuido también a hacer más pesado el camino; apenas hay día<br />

que no llueva (2).»<br />

112


XIII. <strong>El</strong> paso <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s<br />

<strong>El</strong> 27 la vanguardia dispersó la fuerza realista apostada en el <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro <strong>de</strong><br />

Paya, con lo cual quedó abierto a <strong>Bolívar</strong> el camino <strong>de</strong> la Nueva Granada. <strong>El</strong> 2 <strong>de</strong><br />

julio continuó su marcha el ejército. <strong>El</strong> paso <strong>de</strong> Casanare y el <strong>de</strong> aquella parte <strong>de</strong><br />

los An<strong>de</strong>s que quedaban atrás eran, dice O’Leary, en todo sentido preferibles al<br />

camino que iba a atravesar el ejército. Tar<strong>de</strong> en la noche llegaron al pie <strong>de</strong>l páramo<br />

<strong>de</strong> Pisba, y allí acamparon. «Noche horrible aquella, pues fue imposible mantener<br />

lumbre, porque la llovizna constante, acompañada <strong>de</strong> granizo y <strong>de</strong> un viento<br />

helado y perenne, apagaba las fogatas tan pronto como se encendían. Como las<br />

tropas estaban casi <strong>de</strong>snudas y la mayor parte eran <strong>de</strong> los ardientes llanos <strong>de</strong><br />

Venezuela, es más fácil concebir que <strong>de</strong>scribir sus crueles pa<strong>de</strong>cimientos. Al día<br />

siguiente franquearon el páramo, lúgubre e inhospitalario. <strong>El</strong> efecto <strong>de</strong>l aire frío y<br />

penetrante fue fatal para muchos soldados; en la marcha caían repentinamente y<br />

expiraban. Mas a medida que las partidas <strong>de</strong> diez o veinte hombres <strong>de</strong>scendían <strong>de</strong>l<br />

páramo, <strong>Bolívar</strong> los felicitaba por el próximo término <strong>de</strong> la campaña, diciéndoles<br />

que ya habían vencido los mayores obstáculos.»<br />

<strong>El</strong> 6 llegó la vanguardia a Socha, primer pueblo <strong>de</strong> la provincia <strong>de</strong> Tunja, con<br />

inmensa sorpresa <strong>de</strong>l enemigo, que ni siquiera tenía noticia <strong>de</strong> la marcha <strong>de</strong>l ejército<br />

por aquella vía. «Al ver los soldados <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí las elevadas crestas <strong>de</strong> las montañas,<br />

cubiertas <strong>de</strong> nubes y brumas, que quedaban atrás, hicieron voto espontáneo<br />

<strong>de</strong> vencer o morir, antes que empren<strong>de</strong>r por ellas retirada.»<br />

Con razón ha dicho el profesor Hiran-Bingham, quien recorrió el camino<br />

abierto por el Libertador sobre los An<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Colombia: «Al mirar las dificulta<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> en aquella famosa marcha, pue<strong>de</strong> concluirse que todavía no se ha dicho<br />

ni la mitad <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong> ella pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse.»<br />

Los realistas, al tener noticia <strong>de</strong>l suceso <strong>de</strong> Paya, creyeron que el ejército enemigo<br />

era la división <strong>de</strong> Casanare, pues no podían imaginar siquiera que <strong>Bolívar</strong><br />

hubiera trasmontado los An<strong>de</strong>s en aquellas circunstancias.<br />

Barreyro, comandante en jefe <strong>de</strong>l ejército español <strong>de</strong> Nueva Granada, estaba<br />

acuartelado en Sogamoso, con más <strong>de</strong> dos mil hombres, y al verse provocado<br />

repentinamente por un ejército inesperado, se hizo fuerte en el puente <strong>de</strong> Gámeza,<br />

pero fue <strong>de</strong>salojado, y se replegó hacia los molinos <strong>de</strong> Topaga. Siendo casi imposible<br />

forzar aquella posición, bolívar lo obligó a abandonarla con un movimiento<br />

<strong>de</strong> flanco que dio a los patriotas la posición <strong>de</strong>l fértil y populoso territorio <strong>de</strong> Santa<br />

Rosa, con comunicaciones a las provincias <strong>de</strong>l Socorro y Pamplona. Gran<strong>de</strong> fue su<br />

alegría al contemplar la abundancia <strong>de</strong> aquella comarca. Los oficiales ingleses<br />

recordaron su país natal, y los habitantes <strong>de</strong> aquellos pueblos se entusiasmaron a<br />

113


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

la vista <strong>de</strong> los libertadores y les dieron todo cuanto poseían para equipar el ejército<br />

que, alentado con tal generosidad, ardía en <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> batirse. Al amanecer <strong>de</strong>l 25<br />

<strong>de</strong> julio, comenzaron los patriotas a pasar el río Sogamoso. Al mediodía, cuando<br />

<strong>de</strong>sfilaban por el Pantano Vargas, se presentó el enemigo, coronando las alturas <strong>de</strong>l<br />

frente. Ambos ejércitos se apercibieron para la batalla, que fue espantosamente<br />

reñida, y cuando ya todo parecía inclinarse a favor <strong>de</strong> los españoles, una carga <strong>de</strong><br />

caballería dirigida por Rondón salvó el ejército republicano. Barreyro dijo en su<br />

parte al virrey: «La <strong>de</strong>sesperación (<strong>de</strong> los patriotas) les inspiraban un valor sin<br />

ejemplo. Sus infanterías y caballerías salían <strong>de</strong> los barrancos, y luego trepaban con<br />

furia las alturas que habían perdido. Nuestra infantería no podía resistirles. La<br />

<strong>de</strong>sesperación precipitaba a sus jefes y oficiales sobre nuestras bayonetas, y recibían<br />

la muerte que merecían.»<br />

Consi<strong>de</strong>rada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista militar, la batalla <strong>de</strong>l Pantano <strong>de</strong><br />

Vargas <strong>de</strong>cidió la campaña <strong>de</strong> la Nueva Granada; no fue un combate <strong>de</strong>cisivo en<br />

el sentido material <strong>de</strong> la lucha, paro cambió la situación <strong>de</strong> los combatientes y<br />

obligó al español a estar a la <strong>de</strong>fensiva, que era lo peor que podía hacer en aquellas<br />

circunstancias.<br />

Barryro estableció su campamento en Tasco, con los restos <strong>de</strong> su ejército, y en<br />

espera <strong>de</strong> los refuerzos que había pedido a Bogotá y los que creía en marcha <strong>de</strong><br />

Venezuela, pues no podía suponer que militar tan experto como Morillo se<br />

hubiese <strong>de</strong>jado burlar por <strong>Bolívar</strong>.<br />

Repuestas las tropas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> con los voluntarios y reclutas que llegaban al<br />

campamento, tomó la ofensiva el 3 <strong>de</strong> agosto. <strong>El</strong> movimiento <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> fue tan<br />

atrevido, que <strong>de</strong>sconcertó al contrario.<br />

Ocupaba Barreyro la confluencia <strong>de</strong> los caminos <strong>de</strong> Tunja y Socorro; el enemigo<br />

marchó hacia Socorro, en la noche pasó el puente <strong>de</strong> Paipa y acampó a la<br />

orilla <strong>de</strong>recha <strong>de</strong>l río Sogamoso. Frente a frente estuvieron los contendores el día<br />

4. En la noche, el republicano repasó el puente y emprendió la retirada, pero a las<br />

ocho <strong>de</strong> la noche contramarchó sobre Tunja por el camino <strong>de</strong> Toca.<br />

Al amanecer <strong>de</strong>l 5 se vio, con gran sorpresa <strong>de</strong> Barreyro, que Tunja estaba en<br />

po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l enemigo. Rápidamente marchó sobre esa plaza por el camino principal<br />

<strong>de</strong> Paipa, y <strong>de</strong>scansó, en la tar<strong>de</strong>, en el llano <strong>de</strong> La Paja, para continuar luego por<br />

el páramo <strong>de</strong> Cómbita, llegando el 6 a legua y media <strong>de</strong> Tunja. Para el jefe realista<br />

era menester a todo trance abrir sus comunicaciones con la capital e interponerse<br />

entre <strong>Bolívar</strong> y Santa Fe, don<strong>de</strong> apenas había una escasa guarnición que no pasaba<br />

114


XIII. <strong>El</strong> paso <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> cuatrocientos hombres. <strong>El</strong> 7 marchó por el camino <strong>de</strong> Samacá, a pasar el<br />

puente <strong>de</strong> Boyacá. Ese mismo día dio <strong>Bolívar</strong> or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> marcha hacia el punto<br />

adon<strong>de</strong> se dirigía Barreyro, quien, al legar al puente, creyó tener <strong>de</strong>lante un cuerpo<br />

<strong>de</strong> observación, y no se apuró en su marcha, antes bien se <strong>de</strong>tuvo a almorzar, y<br />

cuando a las dos <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> pasó su vanguardia el puente, se vio que el enemigo<br />

ocupaba con su infantería una altura que dominaba la posición.<br />

Tenía Barreyro tres mil hombres, pues se le había incorporado Loño con el 3º<br />

<strong>de</strong> Numancia y tres piezas <strong>de</strong> artillería. Rotos los fuegos, la vanguardia realista fue<br />

obligada a repasar el puente. Quiso el español intentar un movimiento sobre su<br />

<strong>de</strong>recha, y no pudo lograrlo; entonces se estuvo a la <strong>de</strong>fensiva, formado sobre una<br />

altura, coronada por la artillería y con cuerpos <strong>de</strong> caballería a los costados. La acción<br />

comenzó sobre el puente, atacado por Santan<strong>de</strong>r y <strong>de</strong>fendido por Jiménez. A este<br />

tiempo dos cuerpos marcharon sobre los realistas, y el <strong>de</strong>l centro, <strong>de</strong>spreciando los<br />

fuegos <strong>de</strong>l flanco izquierdo contrario, atacó el grupo principal. Rudo y corto fue el<br />

combre, porque la caballería republicana encontró vado en la parte baja <strong>de</strong>l río y<br />

cayó sobre un flanco y la retaguardia <strong>de</strong> los españoles, empelada en la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong>l<br />

puente. Perdió Barreyro la posición, pero intentó <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse en cercana altura, no<br />

pudiendo lograrlo porque parte <strong>de</strong> su caballería huyó cobar<strong>de</strong>mente. En vano trató<br />

otro cuerpo <strong>de</strong> jinetes <strong>de</strong> contener la <strong>de</strong>rrota, pues fue completamente <strong>de</strong>spedazado.<br />

Jiménez flaqueó al ver perdida la batalla y trató <strong>de</strong> retirarse, <strong>de</strong>jando libre el puente.<br />

Santan<strong>de</strong>r entró rápidamente, y con una carga por la izquierda consumó el <strong>de</strong>sastre<br />

<strong>de</strong>l español. No era posible retirarse porque tres masas convergían sobre él y<br />

Barreyro, y así todo el ejército español, con artillería municiones, caballería, etc., se<br />

rindió. Dos mil republicanos batieron en Boyacá a tres mil realistas el 7 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong><br />

1819, ¡y Colombia fue libre para siempre!<br />

Y en fondo <strong>de</strong> este cuadro magnífico, homérico, en un ángulo y confusamente,<br />

como solían los artistas <strong>de</strong>l Renacimiento, véase esta frugal escena, verda<strong>de</strong>ramente<br />

antigua: «Aquel día (el <strong>de</strong> Boyacá), al presentarse Rook a <strong>Bolívar</strong>, le<br />

encontró sentado en un baúl, con su almuerzo <strong>de</strong>lante, compuesto <strong>de</strong> carne asada,<br />

pan y chocolate, sobre un rústico banco <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. S. E. lo invitó a compartir con<br />

él su pobre <strong>de</strong>sayuno, que <strong>de</strong> contado aseguraba Rook ser el manjar más <strong>de</strong>licioso<br />

que hubiese pala<strong>de</strong>ado en su viada (3).»<br />

La batalla <strong>de</strong> Boyacá puso virtualmente término a la guerra <strong>de</strong> in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia<br />

granadina. Des<strong>de</strong> entonces las operaciones militares tuvieron un carácter secundario;<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> ese día el ejército <strong>de</strong> Morillo, encerrado entre las divisiones llaneras <strong>de</strong>l<br />

Orinoco y <strong>de</strong>l Apure, y flanqueado por un país enemigo y libre, estaba con<strong>de</strong>nado<br />

a sucumbir. <strong>El</strong> movimiento envolvente <strong>de</strong> la Nueva Granada lo estrechaba en los<br />

115


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

valles venezolanos vecinos <strong>de</strong>l mar, que le eran hostiles, y encerrado así en sus últimas<br />

<strong>de</strong>fensas, la campaña que se emprendiese contra él sería <strong>de</strong>cisiva. <strong>El</strong> doble<br />

secreto estratégico <strong>de</strong> la guerra colombiana había sido <strong>de</strong>scubierto por <strong>Bolívar</strong>. Uno<br />

había sido ocupar los llanos, el otro atravesar los An<strong>de</strong>s y caer sobre el enemigo y<br />

arrollarlo en sus fortificaciones <strong>de</strong>l Nuevo Reino, que por su población, riqueza, fertilidad<br />

<strong>de</strong> sus campos y patriotismo <strong>de</strong> sus habitantes, <strong>de</strong>bía ser la base sólida <strong>de</strong> las<br />

nuevas operaciones militares y la segura garantía <strong>de</strong>l éxito final.<br />

Así lo comprendió Morillo, cuando escribió al rey <strong>de</strong> España: «<strong>El</strong> éxito fatal<br />

<strong>de</strong> Boyacá ha puesto a disposición <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> todo el Reino y los inmensos recursos<br />

<strong>de</strong> un país muy poblado, rico y abundante, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> sacará cuanto necesite<br />

para continuar la guerra en estas provincias (4).»<br />

Y al ministro <strong>de</strong> Guerra el 12 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1819: «<strong>Bolívar</strong> en un solo día<br />

acaba con el fruto <strong>de</strong> cinco años <strong>de</strong> campaña, y en una sola batalla reconquista lo<br />

que las tropas <strong>de</strong>l rey ganaron en muchos combates (5).»<br />

<strong>El</strong> virrey Sámano, en parte oficial <strong>de</strong> 12 <strong>de</strong> agosto, se expresaba así: «Se ve que<br />

todo lo erró dicho comandante general (Barreyro). Engañó a este <strong>Bolívar</strong>, pues<br />

con un movimiento <strong>de</strong> su ejército, ni provisto ni observado, tomó la retaguardia<br />

<strong>de</strong> Barreyro, ocupando a Tunja y quitándole la comunicación con la capital, provocando,<br />

a<strong>de</strong>más, a Barreyro con su aparente dirección a la capital, a que lo<br />

siguiera, y, teniéndole prevenidas emboscadas, lo esperó en el camino proyectado<br />

y lo <strong>de</strong>spedazó, habiendo sido la acción el 7 <strong>de</strong>l corriente en la casa <strong>de</strong> teja, o sea<br />

<strong>de</strong> postas <strong>de</strong> Tunja, que está pasada esta, para Santa Fe.»<br />

<strong>El</strong> 11 <strong>de</strong> agosto entró <strong>Bolívar</strong> en triunfo a Bogotá. Al fin realizaba el caudillo una<br />

campaña acor<strong>de</strong> con su temperamento. Un avance rápido, marchas atrevidas e inesperadas,<br />

ataque brusco y concentración <strong>de</strong>l ejército sobre un punto dado. Todo lo fió a la<br />

infantería, y empleó la táctica <strong>de</strong>l ataque <strong>de</strong> un flanco y la conversión <strong>de</strong> los fuegos.<br />

De frente, la lucha <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s resultados, porque Santan<strong>de</strong>r inutilizó la división<br />

<strong>de</strong> Jiménez, con lo cual se <strong>de</strong>bilitaron los flancos. Todas las energías obraron<br />

sobre una ala, y allí cayeron gran<strong>de</strong>s masas. Era la táctica <strong>de</strong> Napoleón, inspirada<br />

quizá por los oficiales ingleses, que la habían aprendido con Wéllington.<br />

Y sea esta ocasión <strong>de</strong> hacer justicia a la previsión <strong>de</strong> Morillo:<br />

Des<strong>de</strong> el 9 <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1816 <strong>de</strong>cía a su gobierno: «Después <strong>de</strong> haberse<br />

enterado <strong>de</strong> los recursos <strong>de</strong> Venezuela, <strong>de</strong> los <strong>de</strong> este Virreinato, <strong>de</strong> la influencia <strong>de</strong><br />

116


XIII. <strong>El</strong> paso <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s<br />

aquellas provincias con respecto a éstas, y <strong>de</strong>l conjunto <strong>de</strong> todas con respecto a la<br />

América, <strong>de</strong>bo enterar a S. M. <strong>de</strong> que por ahora necesita Venezuela más tropa <strong>de</strong><br />

la que pue<strong>de</strong> sostener, y que siendo sus habitantes más guerreros que los <strong>de</strong> aquí,<br />

que <strong>de</strong>sean la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, este Virreinato será atacado y tomado por aquellos<br />

si no se les contiene a tiempo sobre este lado (6).»<br />

<strong>Bolívar</strong>, por primera vez, alcanzaba un triunfo <strong>de</strong>cisivo y trascen<strong>de</strong>ntal. La<br />

brillante campaña <strong>de</strong> 1813 y 1814 había sido coronada en La Puerta, por el más<br />

pavoroso <strong>de</strong>sastre. La campaña <strong>de</strong> los Llanos <strong>de</strong> 1818 fue, sin duda, una lucha<br />

épica, pero sin resultados apreciables; un día vencedor, y los más en <strong>de</strong>rrota, el<br />

Libertador, al <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> los oficiales ingleses, parecía buscar la muerte, <strong>de</strong>sesperado<br />

<strong>de</strong> alcanzar la victoria.<br />

Ocho años <strong>de</strong> revolución y sacrificios sin cuento no habían bastado para la<br />

libertad <strong>de</strong> Venezuela y Nueva Granada, una épica y rápida marcha, dirigida por<br />

el genio, la obtienen el 7 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1819. Boyacá fue también la piedra angular<br />

<strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> América; sin Boyacá no se concibe Carabobo. Libre el<br />

Libertador <strong>de</strong> enemigos en el norte y el oriente, dirige su caballo hacia el sur y con<br />

él las topas vencedoras en cien combates, cuya marcha no <strong>de</strong>bía ya terminar sino<br />

en el <strong>de</strong>lirio <strong>de</strong> Junín y en la gloria <strong>de</strong> Ayacucho.<br />

117


XIV<br />

Los caballos <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>


¿Quién que haya leído la Ilíada no recuerda, entre tantos otros pasajes sublimes<br />

o armoniosos, aquel <strong>de</strong>l Canto XV y versos <strong>de</strong> 262 a 270 en que el gran<strong>de</strong><br />

Homero compara al pujante Héctor con un potro fogoso?<br />

«Así como un caballo, preso en el pesebre, y por mucho tiempo nutrido <strong>de</strong><br />

cebada, rompe sus lazos y se precipita en la llanura, que hiere con sus cascos, hacia<br />

el río <strong>de</strong> hermosa corriente, don<strong>de</strong>, soberbio, acostumbra bañarse: la cabeza<br />

erguida, sus crines se agitan en torno <strong>de</strong> su cuello, y, orgulloso <strong>de</strong> su belleza, sus<br />

corvas los llevan hacia los parajes conocidos don<strong>de</strong> pacen las yeguas; así Héctor,<br />

apresurando sus pasos, reanima a los caballeros, cuando ha oído la voz <strong>de</strong>l dios.»<br />

¿Y quién que haya hojeado amorosamente la Biblia, libro que, según Byron,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los treinta años <strong>de</strong>be leerse todos los días, quién que haya saboreado ese<br />

maravilloso <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> Job, bello y elocuente entre todos los <strong>de</strong> la antigua Ley, no se<br />

ha <strong>de</strong>tenido a pala<strong>de</strong>ar, con amorosa <strong>de</strong>lectación, aquellos versos, <strong>de</strong>l 21 al 25, <strong>de</strong>l<br />

Canto XXXIX que dicen así, según la versión <strong>de</strong> don Francisco <strong>de</strong> Quevedo y<br />

Villegas?:<br />

«Cava sonora la tierra con las uñas; con atrevimiento se engríe; ostentoso, sale<br />

a recibir las escuadras; no conoce el temor, y <strong>de</strong>sprecia el resplan<strong>de</strong>ciente concurso<br />

<strong>de</strong> las espadas.<br />

«Sobre él sonarán ronca la aljaba poblada <strong>de</strong> muertes; será vibrada impetuosamente<br />

la lanza, y el escudo embrazado será robusta contradicción a las heridas,<br />

ardiendo con coraje humoso sobre la arena, que con los pies arranca, y clarín <strong>de</strong> sí<br />

mismo no aguarda otra trompa.<br />

«En el confuso rumor <strong>de</strong> cajas e instrumentos <strong>de</strong> la guerra el tropel <strong>de</strong> sus<br />

galopes pronuncia: ¡Cierra!<br />

«Erizadas las crines, y atentas las orejas, anticipadamente percibe las señas <strong>de</strong><br />

la batalla, los movimientos <strong>de</strong> los reyes, la aclamación <strong>de</strong> los soldados (7).»<br />

121


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Más literal es la <strong>de</strong>l helenista Cipriano <strong>de</strong> Valera, en su versión <strong>de</strong> la Biblia:<br />

«Escarba la tierra, alégrase en su fuerza, sale al encuentro <strong>de</strong> las armas:<br />

«Hace burla <strong>de</strong>l espanto, y no teme; ni vuelve el rostro <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la espada.<br />

«Contra él suena la aljaba, el hierro <strong>de</strong> la lanza y <strong>de</strong> la pica.<br />

«Y él con ímpetu y furor escarba la tierra, y no estima el sonido <strong>de</strong> la<br />

bocina.<br />

«Entre las bocinas dice: ¡Ea! y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos huele la batalla, el estruendo <strong>de</strong><br />

los príncipes y el clamor.»<br />

Fray Luis <strong>de</strong> León tradujo así:<br />

«La tierra cava con el pie, arremete con brío, saldrá a los armados al<br />

encuentro. Desprecia el temor y no se espanta ni se retrae <strong>de</strong> la espada. Sobre<br />

él sonará el carcaj, hierro <strong>de</strong> lanza y escudo. Hervoroso y furibundo sorbe la<br />

tierra, y no estima que voz <strong>de</strong> bocina. Cuando oye la trompa, dice: ¡Ha! ¡ha! y<br />

<strong>de</strong> lueñe huele la batalla, el ruido <strong>de</strong> los capitanes y el estruendo <strong>de</strong> los soldados<br />

(8).»<br />

Por último, el Padre Felipe Scío <strong>de</strong> San Miguel, en su versión <strong>de</strong> la Vulgata<br />

Latina <strong>de</strong> 1797, trasladó así:<br />

«Escarva la tierra con su pezuña, encabritase con brío: corre al encuentro<br />

a los armados.<br />

«Desprecia el miedo y no ce<strong>de</strong> a la espada.<br />

«Sobre él sonará la aljaba, vibrará la lanza y el escudo.<br />

«Con hervor y relincho muer<strong>de</strong> la tierra, y no aprecia el sonido <strong>de</strong> la trompeta.<br />

«Luego que oye la bocina, dice: ¡Ha! huele <strong>de</strong> lejos la batalla, la exhortación<br />

<strong>de</strong> los capitanes, y la algazara <strong>de</strong>l ejército.»<br />

122<br />

No cabe duda: la versión <strong>de</strong>l Padre Scío es la mejor.


XIV. Los caballos <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Huelga <strong>de</strong>cir que prefiero el alto relieve griego pero más natural, puro y hermoso,<br />

y porque en él, al aparearlo con el pasaje judío, se <strong>de</strong>staca más admirablemente<br />

la incomparable y divina simplicidad y gran<strong>de</strong>za antiguas.<br />

<strong>Bolívar</strong> fue admirable jinete y apasionado por los caballos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su juventud,<br />

al revés <strong>de</strong> Napoleón, que nunca fue buen caballero, y él mismo lo confesaba,<br />

aunque amaba mucho sus caballos, cuyos nombres son bien conocidos: le Styrie, le<br />

Timi<strong>de</strong>, le Conquérant, le Soliman, l’Euphrate.<br />

La predilección <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> por los bellos caballos y los placeres <strong>de</strong> la equitación<br />

es hoy día la última y más refinada elegancia en el gran mundo europeo y<br />

norteamericano. En Inglaterra, la hija mayor <strong>de</strong>l duque <strong>de</strong> Westminster se casa<br />

con un jockey; Matil<strong>de</strong> Mac Cormick, nieta <strong>de</strong>l millonario Rockefeller, toma por<br />

marido al jinete suizo Guillermo Oser, veintisiete años mayor que ella; y la bellísima<br />

princesa Yolanda <strong>de</strong> Saboya, primogénita <strong>de</strong> los reyes <strong>de</strong> Italia, acaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>sposarse<br />

con el con<strong>de</strong> Carlos Calvi <strong>de</strong> Bergolo, vencedor en el último concurso<br />

hípico <strong>de</strong> Londres.<br />

Incontables fueron los corceles, ricamente enjaezados, que le regalaron a<br />

<strong>Bolívar</strong> las capitales adon<strong>de</strong> entraba vencedor, o sus amigos o admiradores que,<br />

sabedores <strong>de</strong> su predilección, se apresuraban u obsequiarlo con el mejor ejemplar<br />

<strong>de</strong> sus cuadras. <strong>Bolívar</strong> amaba con pasión sus caballos, y su e<strong>de</strong>cán O’Leary nos<br />

cuenta que inspeccionaba personalmente su cuido, y en campaña y en la ciudad<br />

visitaba varias veces al día las caballerizas.<br />

Para hacer con más comodidad sus viajes —escribe el historiador Restrepo—<br />

tenía <strong>Bolívar</strong> excelentes mulas y caballos <strong>de</strong> silla; sobre todo cuando regresó <strong>de</strong>l<br />

Perú a Colombia trajo una recua <strong>de</strong> mulas soberbias por su hermosura y valentía<br />

para viajar en nuestras montañas. Algunas <strong>de</strong> ellas le acompañaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Bolivia.<br />

Pocos ejemplares habrá <strong>de</strong> caballerías que hayan pasado así a lo largo <strong>de</strong> la mayor<br />

parte <strong>de</strong> la cordillera <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s (9).<br />

No se encariñaba, sin embargo, con sus nobles corceles, y con la facilidad con<br />

que los adquiría los regalaba a sus amigos. <strong>El</strong> 7 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1827, hallándose en<br />

Caracas, obsequió su caballo <strong>de</strong> batalla a Sir Alejandro Cockburn, ministro plenipotenciario<br />

<strong>de</strong> Inglaterra, enviado expresamente por el Gobierno británico a felicitarlo,<br />

y con quien hizo el viaje <strong>de</strong> regreso <strong>de</strong> Caracas a Cartagena (5 a 9 <strong>de</strong> julio).<br />

«Me faltan palabras, dice Sir Cockburn al avistarle recibo <strong>de</strong>l regalo, para atestiguar<br />

todo mi reconocimiento por el soberbio presente que S. E. se ha dignado<br />

hacerme. <strong>El</strong> hermoso caballo <strong>de</strong> batalla que ha llevado al ilustre Libertador <strong>de</strong><br />

123


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Colombia a través <strong>de</strong> mil peligros, es digno <strong>de</strong> un soberano; y al rey, mi señor,<br />

espero presentarlo.»<br />

Este gusto por los buenos caballos acompañó al Libertador hasta el ocaso <strong>de</strong><br />

su vida.<br />

<strong>El</strong> 15 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1828 le escribe O’Leary <strong>de</strong> Ocaña: «He visto al señor<br />

Quintana, quien me encarga diga a V. E. que le tiene el caballo muy gordo y muy<br />

hermoso, el que V. E. quiso que le consiguiera (10)» y el 17 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong>l<br />

mismo años su e<strong>de</strong>cán Wilson, en viaje para Europa, y como para agradarlo, le<br />

escribe <strong>de</strong> Cartagena participándole que vio en Mompozo un hermoso caballo<br />

que quiso comprar para regalárselo, pero que el dueño no quiso ven<strong>de</strong>rlo: «Su<br />

color es moro, azul celeste —le dice minuciosamente,— muy semejante a mi<br />

caballo llamado <strong>El</strong> Fraile que regalaron a V. E. en Arequipa, y que luego V. E. dio<br />

al general Velasco, con quien lo cambié por uno mío llamado <strong>El</strong> Venado; su paso<br />

es muy suave, asentado y largo, su boca regular; entero, cola larga y canillas muy<br />

finas, con cascos excelentes. Creo que a V. E. le agradaría.»<br />

De acero tuvo que ser la constitución <strong>de</strong> aquel hombre sin par, que atravesó<br />

tantas veces, a lomo <strong>de</strong> mula, nuestros llanos y montañas hasta los confines <strong>de</strong><br />

América, y efectivamente, cuando el médico francés, doctor Reverand, hizo en<br />

Santa Marta la autopsia <strong>de</strong>l cadáver <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, halló que sus posa<strong>de</strong>ras eran dos<br />

pe<strong>de</strong>rnales, ¡callos sagrados <strong>de</strong> veinte años <strong>de</strong> esfuerzos y fatigas por la libertad y<br />

la patria!<br />

En 1814, Camilo Torres, presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l Congreso <strong>de</strong> Tunja, al saber que se<br />

acercaba <strong>Bolívar</strong>, le envió un hermoso caballo <strong>de</strong> regalo, con lujosos arneses. En<br />

Arequipa, La Paz, el Cuzco le hicieron iguales regalos, y Restrepo nos habla <strong>de</strong> las<br />

soberbias mulas que trajo <strong>de</strong> Bolivia, las mejores, según él, que han trasmontado<br />

los An<strong>de</strong>s; pero, entre todos los caballos <strong>de</strong>l Libertador, el <strong>de</strong> más perdurable<br />

recuerdo es el Palomo Blanco.<br />

He aquí su historia tal como la narra un cronista colombiano:<br />

«A principios <strong>de</strong> noviembre 1814 llegó <strong>Bolívar</strong> a Santa Rosa Viterbo. Iba a<br />

Tunja a dar cuenta al Congreso <strong>de</strong> los sucesos <strong>de</strong>sgraciados <strong>de</strong> la campaña <strong>de</strong><br />

Venezuela. A las <strong>de</strong>sgracias <strong>de</strong> su patria se unía el rencor <strong>de</strong> sus amigos. Rivas y<br />

Bermú<strong>de</strong>z lo persiguieron hasta Carúpano para pren<strong>de</strong>rlo, y al llegar a Cartagena,<br />

Castillo difundió las más negras especies contra su honor, atribuyéndole la pérdida<br />

<strong>de</strong> Venezuela.<br />

124


XIV. Los caballos <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

<strong>El</strong> Libertador entró a Santa Rosa, en una bestia cansada, y no hallando<br />

medio <strong>de</strong> reemplazarla, tuvo que esperar un día para que la mula reparara sus<br />

fuerzas, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo cual contrató un peón para que le sirviera <strong>de</strong> guía, y<br />

siguió hasta Tunja.<br />

Durante el viaje, <strong>Bolívar</strong> trabó conversación con su guía.<br />

—¿Por qué no me alquilaste tu yegua?— le dijo.<br />

—Señor, porque podía abortar, y mi mujer ha soñado que ese potro... ese<br />

potro... va a servir para un gran general, y sepa usted que a mi mujer nunca le<br />

fallan los sueños. Cuando la señora Casilda lo dice, todo se cumple. En la villa la<br />

llaman el Oráculo, aunque el cura la titula la Agorera.<br />

<strong>Bolívar</strong> calló. Pocas horas <strong>de</strong>spués llegó a la ciudad, don<strong>de</strong> se le recibió con<br />

muestras <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> aprecio, <strong>de</strong> lo cual el guía quedó aturdido. Pero fue mayor su<br />

sorpresa cuando el Libertador, al <strong>de</strong>spedirlo, le dijo sonriendo:<br />

—A Casilda, que me guar<strong>de</strong> el potro.<br />

Vino <strong>de</strong>spués la ocupación <strong>de</strong> Bogotá, el viaje a Jamaica, la expedición <strong>de</strong><br />

los Cayos, la guerra a muerte, el Congreso <strong>de</strong> Angostura, la campaña sobre la<br />

Nueva Granada.<br />

En la acción <strong>de</strong>l Pantano <strong>de</strong> Vargas, envuelto <strong>Bolívar</strong> por los realistas, sufría<br />

su ejército un fuego horroroso, pues se le había encerrado en una profundidad, sin<br />

más salida que un estrecho <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro. Su <strong>de</strong>strucción parecía inevitable.<br />

En tales circunstancias, los jefes <strong>de</strong>l ejército ro<strong>de</strong>aron al héroe, que, reconcentrado<br />

por un momento para resolver entre tirar por el <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro o atacar las alturas,<br />

oye una voz que le <strong>de</strong>spierta como <strong>de</strong> un sueño:<br />

—Mi general, aquí tiene su potro; se lo manda Casilda.<br />

<strong>Bolívar</strong>, al principio, miró con disgusto a aquel hombre impertinente, pero<br />

un instante <strong>de</strong>spués reconoció a su antiguo guía, se acordó <strong>de</strong>l encargo que le<br />

había hecho, y, tomando aquel inci<strong>de</strong>nte como buen augurio, exclamó con acento<br />

<strong>de</strong> victoria:<br />

—¡A la carga! ¡A la carga!...<br />

125


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Y antes <strong>de</strong> que le hubieran ensillado el hermoso bucéfalo, sus tenientes<br />

Rondón, Infante, Pérez, Mujica, Mellao, a la cabeza <strong>de</strong> los escuadrones, trepan por<br />

aquellos cerros y restablecen la batalla. Los realistas fueron <strong>de</strong>salojados <strong>de</strong> sus posiciones,<br />

y días <strong>de</strong>spués se entregaron vencidos en Boyacá.<br />

Cuando <strong>Bolívar</strong> regresó a Venezuela, en 1819, se <strong>de</strong>tuvo en Santa Rosa, visitó<br />

a Casilda y le dio las gracias por el potro, precioso animal. Blanco como un copo<br />

<strong>de</strong> nieve, fuerte, eléctrico, mejor tallado que el <strong>de</strong> raza persa que para nada sirvió<br />

a Napoleón en Waterloo.<br />

—Señora —dijo <strong>Bolívar</strong> al <strong>de</strong>spedirse—, ¿no ha vuelto usted a soñar conmigo?<br />

Yo creo en sus sueños.<br />

—Sí, señor —repuso la buena mujer—. Lo he visto a usted en mi potro<br />

entrar a las ciuda<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las batallas. Y efectivamente, <strong>Bolívar</strong>, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

Carabobo, entró en el Palomo, a Caracas; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> Bomboná, a Quito; <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> Junín, a Lima. «Amaba su caballo como una parte <strong>de</strong> su ser, dice el cronista <strong>de</strong><br />

don<strong>de</strong> tomo estos apuntes sobre el Palomo Blanco. <strong>El</strong> noble bruto lo reconocía<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos. Al ruido <strong>de</strong> sus pasos, al timbre <strong>de</strong> su voz, relinchaba, tendía plumífera<br />

la cola, piafaba, en fin. Al montarlo temblaba <strong>de</strong> respeto (11).»<br />

Durante su permanencia en la Magdalena, en sus soberbios días consulares,<br />

lo acompañaba también su caballo, y <strong>de</strong> ello da fe el Diario <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong>l batallón <strong>de</strong><br />

Junín, quien al hablar <strong>de</strong> la marcha triunfal <strong>de</strong>l Libertador a Lima, el día 16 <strong>de</strong><br />

mayo <strong>de</strong> 1826, dice: «<strong>El</strong> Libertador está a caballo, en medio <strong>de</strong> su Estado Mayor.<br />

Monta su Palomo Blanco, etc...»<br />

Cuando pocos días <strong>de</strong>spués se preparaba el héroe a regresar a Colombia, el<br />

mariscal Santa Cruz le exigió, como un recuerdo <strong>de</strong> afecto, el Palomo Blanco.<br />

<strong>Bolívar</strong> vaciló, pero no pudo negárselo; y cuentan que al día siguiente <strong>de</strong> la partida<br />

<strong>de</strong> su amo, el caballo estuvo y triste, que días <strong>de</strong>spués langui<strong>de</strong>ció más y más,<br />

y murió...<br />

126


XV<br />

La entrevista <strong>de</strong> Santa Ana


Por primera vez, en el venturoso año <strong>de</strong> 1820, vislumbraron los patriotas la<br />

posibilidad <strong>de</strong> dar cima a la guerra <strong>de</strong> in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia por medios civilizados y<br />

pacíficos. La revolución liberal <strong>de</strong> España, encabezada por el infortunado Rafael<br />

Riego, por su <strong>de</strong>stino tan semejante a Rienzi, el último tribuno, constriñe al<br />

gobierno <strong>de</strong> la metrópoli a substituir el <strong>de</strong>spotismo con el régimen constitucional<br />

<strong>de</strong> 1812, y, como consecuencia, lo obliga a expedir instrucciones a los jefes <strong>de</strong><br />

ultramar en que los autoriza para entrar en conferencias con los republicanos <strong>de</strong><br />

América. Morillo las recibe en Caracas, en junio <strong>de</strong> aquel año, or<strong>de</strong>na publicar la<br />

Constitución y <strong>de</strong> mala guisa se prepara a cumplir las instrucciones.<br />

Con tales medidas don Fernando, el séptimo y último, o los que lo aconsejaban,<br />

se forjaban la ilusión <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r apaciguar <strong>de</strong>l todo sus lejanas colinas, sin<br />

advertir que no había pasado nada, sino diez años <strong>de</strong> feroz guerra a muerte, cuya<br />

sangre caliente humeaba aún en las pampas venezolanas, y olvidando que <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> una revolución, por incruenta que sea, las cosas no vuelven a tomar el nivel <strong>de</strong><br />

antes, lo que fue siempre error fatal <strong>de</strong> los Borbones, por lo cual se ha repetido<br />

tanto que nunca perdonan ni olvidan.<br />

Refiere en sus Recuerdos el terrible amigo <strong>de</strong> Boves, José Domingo Díaz, que<br />

cuando Morillo leyó las instrucciones <strong>de</strong> su gobierno sobre tratados con los insurgentes,<br />

exclamó indignado: «Están locos; ignorante lo que mandan; no conocen<br />

el país, ni los enemigos, ni los acontecimientos, ni las circunstancias; quieren que<br />

pase por la humillación <strong>de</strong> entrar en estas comunicaciones. Entraré, porque mi<br />

profesión es la subordinación, y la obediencia (12).» Los jefes realistas, no obstante<br />

que muchas veces habían mordido el polvo, aun creían que con los republicanos<br />

<strong>de</strong> América no se podía tratar <strong>de</strong> igual a igual. Morillo, sin embargo, reprimió su<br />

arrogancia natural, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el mismo mes <strong>de</strong> junio empezó a dirigirse, en términos<br />

conciliadores, a los jefes patriotas, proponiéndoles la suspensión <strong>de</strong> hostilida<strong>de</strong>s.<br />

Una anécdota da i<strong>de</strong>a cabal <strong>de</strong> la actitud <strong>de</strong>l jefe supremo <strong>de</strong> la revolución<br />

ante aquellas inesperadas propuestas <strong>de</strong> paz <strong>de</strong> los realistas. Un oficial español,<br />

enviado con cartas a Trujillo, fue invitado a la mesa <strong>de</strong>l Libertador, y como en el<br />

129


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

curso <strong>de</strong> la comida se aventurarse a insinuar que Morillo exigiría previamente la<br />

contramarcha <strong>de</strong> los patriotas a su antiguo cuartel general <strong>de</strong> la frontera granadina,<br />

<strong>Bolívar</strong> replicó airado: «Diga usted a su jefe que él se retirará a sus posiciones<br />

<strong>de</strong> Cádiz, antes que yo a Cúcuta.» Y, en seguida, escribió a Morillo el 20 <strong>de</strong><br />

noviembre: «<strong>El</strong> teniente coronel Pita ha tenido la impru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme que V. E.<br />

piensa que yo <strong>de</strong>bo evacuar el territorio libre <strong>de</strong> Venezuela para volver a ocupar mis<br />

posiciones <strong>de</strong> Cúcuta. No es el gobierno español el que pue<strong>de</strong> dictar condiciones<br />

ultrajantes, y últimamente ofensivas a los intereses <strong>de</strong> la República <strong>de</strong><br />

Colombia...» Morillo se apresuró a contestar así: «<strong>El</strong> carácter <strong>de</strong> Pita cerca <strong>de</strong> V. E.<br />

no ha sido otro que el <strong>de</strong> un mero conductor <strong>de</strong>l peligro que tuve la honra <strong>de</strong> dirigirle,<br />

y las especies que haya producido, con mayor o menor ligereza, <strong>de</strong>ben reputarse<br />

como efecto <strong>de</strong> una conversación particular que ninguna influencia pue<strong>de</strong><br />

tener en nuestras negociaciones.» Una transformación fundamental y repentina,<br />

como suce<strong>de</strong> siempre en los gran<strong>de</strong>s sucesos humanos, se había efectuado. Los<br />

dioses vengadores, que en tales sucesos pronuncian siempre la última palabra, volvían<br />

la espada al español, y a todo lo que él representaba entonces, y aun hoy simboliza,<br />

en parte, <strong>de</strong> inveterada incomprensión e iniquidad.<br />

Concluido el tratado <strong>de</strong> armisticio y regularización <strong>de</strong> las hostilida<strong>de</strong>s, que<br />

ponían fin a diez años <strong>de</strong> encarnizada guerra, subscrito por los plenipotenciarios<br />

<strong>de</strong> los jefes supremos, en Trujillo, el 26 <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1820, a las diez <strong>de</strong> la<br />

noche, y rarificado por <strong>Bolívar</strong> en la misma casa don<strong>de</strong> siete años antes había firmado<br />

el célebre <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> guerra a muerte, el general español manifestó, por<br />

medio <strong>de</strong> sus comisionados, que <strong>de</strong>seaba tener una entrevista con el Libertador,<br />

quien la aceptó gustoso, <strong>de</strong>signándose el pueblo <strong>de</strong> Santa Ana, situados a la mitad<br />

<strong>de</strong>l camino entre Trujillo, resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, y Carache, don<strong>de</strong> estaba Morillo.<br />

Ambos generales marcharon a aquel pueblo seguidos por algunos jefes y oficiales.<br />

Al avistarse, se <strong>de</strong>smontaron y se precipitaron a darse estrechísimo abrazo.<br />

Morillo había hecho preparar en la población una comida sencilla y <strong>de</strong>licada.<br />

«<strong>El</strong> gozo, la buena fe y la sinceridad, dice el coronel español Vicente Bausáa, que<br />

asistió a la entrevista, brillaban en los semblantes; la efusión íntima y verda<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>l<br />

alma aparecía en el rostro <strong>de</strong> todos los circunstantes. La comida, dispuesta por el<br />

general Morillo, fue tan alegre y animada, que no parecía sino que éramos antiguos<br />

amigos. <strong>Bolívar</strong> brindó en varias ocasiones por la paz y el valor <strong>de</strong>l general<br />

en jefe y su ejército. <strong>El</strong> general Morillo, con toda la sinceridad <strong>de</strong> su corazón, y<br />

hasta saltársele las lágrimas <strong>de</strong> placer, por la concordia y mutua fraternidad, y<br />

todo, amigo, eran abrazos y besos. Los generales Morillo y <strong>Bolívar</strong> se subieron a la<br />

mesa <strong>de</strong>l convite para brindar por los valientes <strong>de</strong> ambos ejércitos, a lo que se<br />

siguieron vivas a <strong>Bolívar</strong> y a Morillo. Se <strong>de</strong>cretó levantar un monumento en el<br />

130


mismo lugar en que se abrazaron por primera vez los generales, y ellos mismos<br />

colocaron la primera piedra con un juramento solemne (13).» La Torre, el más<br />

hidalgo <strong>de</strong> los jefes peninsulares en la guerra <strong>de</strong> América, <strong>de</strong>volvió a <strong>Bolívar</strong> unas<br />

pistolas magníficas perdidas por este en la sorpresa <strong>de</strong> Cosacoima.<br />

En la mañana <strong>de</strong>l 28 se dirigieron <strong>de</strong> nuevo <strong>Bolívar</strong> y Morillo al lugar don<strong>de</strong><br />

se abrazaron por primera vez; se estrecharon, repitieron sus promesas y sentimientos,<br />

vitorearon alternativamente a España y Colombia, y se <strong>de</strong>spidieron para siempre.<br />

A las pocas horas <strong>de</strong> aquella <strong>de</strong>spedida, Morillo escribió a <strong>Bolívar</strong> una<br />

hermosa carta, que este contestó como sólo sabía hacerlo:<br />

«No hay momento, le <strong>de</strong>cía <strong>Bolívar</strong>, que nos recuer<strong>de</strong> alguna i<strong>de</strong>a, alguna sensación<br />

agradable, originada <strong>de</strong> nuestra entrevista. Yo me doy la enhorabuena por haber<br />

conocido hombres tan acreedores a un justo aprecio, y que a través <strong>de</strong> los peligros <strong>de</strong><br />

la guerra no podíamos ver sino cubiertos <strong>de</strong> las sombras <strong>de</strong>l horror...<br />

«Todos nuestros amigos comunes han agra<strong>de</strong>cido sobremanera las expresiones<br />

<strong>de</strong> aprecio con que usted los ha honrado, y las retornan con la más fina voluntad.<br />

Haremos, sin embargo, mención muy particular <strong>de</strong> nuestro general La Torre,<br />

que nos ha agradado infinito; <strong>de</strong>l elegante coronel Tello y <strong>de</strong>l precioso amigo<br />

Caparros, que nos ha enamorado tanto por su bellísima índole como por su expresiva<br />

fisonomía.»<br />

Al propio tiempo, Morillo dirigía esta carta a un amigo:<br />

XV. La entrevista <strong>de</strong> Santa Ana<br />

«Carache, noviembre 28 <strong>de</strong> 1820.<br />

«Mi estimado Pino: Acabo <strong>de</strong> llegar al pueblo <strong>de</strong> Santa Ana, don<strong>de</strong> pasé ayer<br />

uno <strong>de</strong> los días más alegres <strong>de</strong> mi vida, en compañía <strong>de</strong>l general <strong>Bolívar</strong> y <strong>de</strong> varios<br />

oficiales <strong>de</strong> su Estado Mayor, a quienes abrazamos con el mayor cariño. Todos<br />

estuvieron contentos; comimos juntos, y el entusiasmo y la fraternidad no pudieron<br />

ser mayores. <strong>Bolívar</strong> vino solo con sus oficiales, entregado a la buena fe y a la<br />

amistad, y yo hice retirar inmediatamente una pequeña escolta que me acompañaba,<br />

no pue<strong>de</strong> usted ni nadie persuadirse <strong>de</strong> lo interesante que fue esta entrevista,<br />

ni <strong>de</strong> la cordialidad y amor que reinó en ella. Todos hicimos locuras <strong>de</strong> contento,<br />

pareciéndonos un seño el vernos allí reunidos como españoles, hermanos y<br />

amigos. Crea usted que la franqueza y sinceridad reinaron en esta unión. <strong>Bolívar</strong><br />

estaba exaltado <strong>de</strong> alegría; nos abrazamos un millón <strong>de</strong> veces y <strong>de</strong>terminamos<br />

erigir un monumento para eterna memoria <strong>de</strong>l principio <strong>de</strong> nuestra reconciliación<br />

en el sitio en que nos dimos el primer abrazo Morillo...»<br />

131


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Y en nota secreta <strong>de</strong>cía a su Gobierno:<br />

«Nada es comparable a la incansable actividad <strong>de</strong> este caudillo. Su arrojo y su<br />

talento son sus títulos para mantenerse a la cabeza <strong>de</strong> la revolución y <strong>de</strong> la guerra;<br />

pero es cierto que tiene <strong>de</strong> su noble estirpe española rasgos y cualida<strong>de</strong>s que le<br />

hacen muy superior a cuantos le ro<strong>de</strong>an. Él es la revolución.»<br />

Hoy día existe en aquel sitio memorable un monumento sobre el cual reposa<br />

la piedra histórica que aquellos hidalgos adversarios colocaron con sus propias<br />

manos, en recuerdo <strong>de</strong> su primer abrazo, y en una <strong>de</strong> las plazas <strong>de</strong> Caracas se ven,<br />

el letras <strong>de</strong> oro, grabadas sobre una lápida <strong>de</strong> mármol, estos versos <strong>de</strong> Alejandro<br />

Carias, malogrado poeta caraqueño, escritos en el día <strong>de</strong>l centenario <strong>de</strong> Venezuela,<br />

en 1911, y a quien se los oí <strong>de</strong>clamar ante el brazo renovado por los últimos <strong>de</strong>scendientes<br />

<strong>de</strong> aquellos héroes: don Aníbal Morillo y Pérez, con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Cartagena y<br />

marqués <strong>de</strong> La Puerta, y don Juan Vicente Camacho, último vástago <strong>de</strong> los<br />

<strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong> Caracas:<br />

Lau<strong>de</strong><br />

Este que ves, lector, mármol sencillo,<br />

Te recuerda que en época lejana,<br />

Ante la furia <strong>de</strong> contienda insana<br />

Se abrazaron <strong>Bolívar</strong> y Morillo.<br />

Piedra monumental <strong>de</strong> ilustre brillo<br />

Da fe <strong>de</strong> aquel abrazo en Santa Ana:<br />

Sepulcro alzado a la fiereza hispana<br />

Y al <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> muerte <strong>de</strong> Trujillo.<br />

Juntos <strong>de</strong>sagraviaron los guerreros<br />

Al <strong>de</strong>clinar su indómita bravura<br />

Con los <strong>de</strong> Cristo los hidalgos fueros;<br />

Y nos legaron como herencia pura<br />

Dos españoles <strong>de</strong> Indias y <strong>de</strong> iberos,<br />

Timbre <strong>de</strong> unión que en las eda<strong>de</strong>s dura.<br />

En 1826, el librero francés P. Dufart publicó en París un libro con este título:<br />

Mémoires du général Morillo, el cual contiene diversos documentos relativos a las<br />

compañas <strong>de</strong>l Pacificador en América.<br />

Morillo hizo traducir al francés y dirigió la publicación <strong>de</strong> este libro, aunque<br />

se empeñó por hacer aparecer lo contrario, según consta <strong>de</strong> una carta inédita<br />

132


XV. La entrevista <strong>de</strong> Santa Ana<br />

publicada por un biógrafo, Diego Banario Arana (14). Parece que fue Wéllington<br />

quien, en 1814, le recomendó al rey <strong>de</strong> España para que viniera a pacificar las<br />

colonias insurrectas, probablemente para <strong>de</strong>shacerse <strong>de</strong> un elemento corruptor en<br />

el ejército, que or<strong>de</strong>naba el saqueo en las al<strong>de</strong>as francesas que ocupaba (15).<br />

En mala hora enviado a América, al <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> Menén<strong>de</strong>z Pelayo (16), llamándose<br />

«<strong>de</strong>fensor <strong>de</strong> la religión católica y <strong>de</strong> la moral cristiana», según el historiador<br />

Restrepo (17), su cuchillo salvaje no perdonó, en los cinco años y medio <strong>de</strong> su <strong>de</strong>spotismo<br />

en Colombia, las más altas inteligencias, ni las más excelsas virtu<strong>de</strong>s.<br />

Caldas, el sabio e inmaculado Caldas, y Camilo Torres, el maestro y padre <strong>de</strong> la<br />

Revolución, fueron las víctimas <strong>de</strong> su ignorante ferocidad.<br />

Don Pablo Morillo, con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Cartagena, nació en Fuentes Secas el 5 <strong>de</strong> mayo<br />

1778. Después <strong>de</strong> su entrevista con <strong>Bolívar</strong>, en 1820, <strong>de</strong>salentado <strong>de</strong> los pocos<br />

éxitos obtenidos con sus métodos <strong>de</strong> guerra sin cuartel y persuadido <strong>de</strong> que era<br />

inevitable el triunfo <strong>de</strong> los patriotas colombianos, entregó el mando a Latorre, se<br />

retiró a Caracas y se embarcó para España, llevando a sus reales amos los más tristes<br />

mensajes. Años <strong>de</strong>spués, el 27 <strong>de</strong> julio 1837, murió olvidado <strong>de</strong> todos, en la<br />

estación <strong>de</strong> baños <strong>de</strong> Bareges, en Francia.<br />

Su obcecación contra los hombres <strong>de</strong> luces le hizo <strong>de</strong>cir, en su entrevista con<br />

el Libertador, cuando este le reprochó las ejecuciones <strong>de</strong> Torres, Caldas y <strong>de</strong>más<br />

próceres <strong>de</strong> Bogotá, que le había hecho un bien quitándole a esos abogados revoltosos<br />

que le tendrían trastornada a Colombia si vivieran, con lo cual a él le sería<br />

más fácil vencerlo (18).<br />

Páez, a quien aquello sonó también, escribió a <strong>Bolívar</strong> en 1826: «Usted no<br />

pue<strong>de</strong> figurarse los estragos que la intriga hace en este país, teniendo que confesar<br />

que Morillo le dijo a usted la verdad en Santa Ana, sobre que le había hecho un<br />

favor en matar a los abogados. Pero con nosotros tenemos que acusarnos <strong>de</strong>l<br />

pecado <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>jado imperfecta la obra <strong>de</strong> Morillo, no habiendo hecho otro<br />

tanto con los que cayeron por nuestro lado; por el contrario, les pusimos la<br />

República en las manos y nos la han puesto a la española, porque el mejor <strong>de</strong> ellos<br />

no sabe otra cosa (19).»<br />

Tan mísera carta es muy digna <strong>de</strong>l execrado fautor <strong>de</strong> la disolución <strong>de</strong><br />

Colombia, la gran<strong>de</strong>, y la valiente juventud intelectual <strong>de</strong> esta República, fundada<br />

en la horca, por el abogado Camilo Torres, no <strong>de</strong>be olvidarla nunca, si no quiere<br />

bastar<strong>de</strong>ar <strong>de</strong> su raza y renegar <strong>de</strong> su sangre.<br />

133


XVI<br />

<strong>El</strong> Negro Primero


La guerra <strong>de</strong> in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia se hizo, y sólo podía hacerse, con gentes <strong>de</strong> toda<br />

clase, condición y nacionalidad siempre que reunieran un solo requisito: estar dispuestos<br />

a dar su sangre y su vida misma en holocausto a la República. Entre los<br />

horrores <strong>de</strong> la guerra a muerte la patria naciente no necesitaba filósofos, ni estadistas,<br />

ni legisladores, ni abogados, sino hombres <strong>de</strong> acción, <strong>de</strong> espada, hombres<br />

fieras capaces <strong>de</strong> luchar con los perros <strong>de</strong> presa que <strong>de</strong>fendían a sangre y fuego la<br />

causa <strong>de</strong> la tiranía española. Contra Morillo, Montever<strong>de</strong>, Boves, Rosete, Zuazola,<br />

Pascual Martínez, Tíscar, Enrile, Sámano, Warletta, <strong>de</strong> abominable memoria, era<br />

menester soltar a José Antonio Páez, Juan Bautista Arismendi, Montilla, José<br />

Francisco Bermú<strong>de</strong>z, Santiago Mariño, Manuel Piar, Antonio Brión, Antonio<br />

Nicolás Briceño, Padilla, Maza, Ce<strong>de</strong>ño, Plaza, Infante, el Negro Primero. Y hay<br />

que reconocer que fue en Venezuela, teatro principal <strong>de</strong> la guerra a muerte, don<strong>de</strong><br />

surgieron en abundancia aquellos hombres, espanto <strong>de</strong> los realistas.<br />

<strong>El</strong> Libertador lo <strong>de</strong>claró así en Bucaramanga en 1828, refiriéndose a algunos<br />

<strong>de</strong> esos hombres <strong>de</strong> presa: «Se podrá <strong>de</strong>cir que Mariño, Arismendi y Páez no son<br />

dignos <strong>de</strong> los empleos que poseen y que no tienen las capacida<strong>de</strong>s necesarias para<br />

ellos. Esto es verdad si se les juzga <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1826 hasta ahora y si sólo se tienen presentes<br />

sus talentos y actitu<strong>de</strong>s; pero son sus servicios contra los españoles los que<br />

les han valido sus empleos, y ellos son inmensos; hicieron esfuerzos prodigiosos y<br />

obtuvieron gran<strong>de</strong>s resultados. Entonces era lo que se buscaba y lo que se recompensaba<br />

(20).»<br />

De ahí que la auténtica figura <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> nunca se <strong>de</strong>staque más enérgicamente<br />

a nuestros ojos como cuando lo contemplamos coronelito, pequeño <strong>de</strong> estatura<br />

y flaco <strong>de</strong> carnes, y, sin embargo, férreo y terrible domador <strong>de</strong> aquellos<br />

gigantes. ¿Por qué lo seguían? ¿Por qué le obe<strong>de</strong>cían sumisos? ¿Por qué inclinaban<br />

ante él su petulancia y sus aceros? ¿Por qué callaban como estatuas cuando al sonar<br />

su voz <strong>de</strong> mando fruncía el entrecejo y relampagueaban sus ojos olímpicos?<br />

Páez, el terror <strong>de</strong> los Llanos, el épico lancero, lo dijo con una frase heroica:<br />

«¡Porque <strong>Bolívar</strong> era muy gran<strong>de</strong>!»<br />

137


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Y porque ellos eran como esos curtidos soldados <strong>de</strong> la vieja guardia, inmortalizados<br />

por Raffet, bajo el Imperio <strong>de</strong> Napoleón: «Ils grognaient, mais le suivaient.»<br />

Y entre las figuras legendarias, como un héroe homérico <strong>de</strong>sfila el Negro<br />

Primero, llamado así por los patriotas porque era el primero que mojaba la<br />

“cuchara”, como llamaban los llaneros venezolanos la lanza que ilustró el León <strong>de</strong>l<br />

Apure. Su nombre era Pedro Camejo, su busto <strong>de</strong> bronce, al lado <strong>de</strong> los <strong>de</strong><br />

Ce<strong>de</strong>ño y Plaza, sus compañeros <strong>de</strong> sacrificio en Carabobo, se alza en la plaza <strong>de</strong><br />

Caracas que lleva el nombre <strong>de</strong> la batalla que in<strong>de</strong>pendizó para siempre a<br />

Venezuela, y <strong>de</strong> su vida y milagros nos habla el general Páez en su Autobiografía, en<br />

estas elocuentes frases:<br />

«Entre todos los que murieron en Carabobo, al que con más cariño recuerdo<br />

es a Camejo, conocido con el nombre <strong>de</strong> Negro Primero, y esclavo un tiempo.<br />

Cuando yo bajé a Achaguas, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la batalla <strong>de</strong>l Yagual, se me presentó este<br />

negro, que mis soldados <strong>de</strong> Apure me aconsejaron incorporase al ejército, pues les<br />

constaba que era hombre <strong>de</strong> gran valor, y sobre todo muy buena lanza. Su robusta<br />

constitución me lo recomendaba mucho, y a poco <strong>de</strong> hablar con él, advertir que<br />

poseía la candi<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l hombre en su estado primitivo, y uno <strong>de</strong> esos caracteres<br />

simpáticos que se atraen bien pronto el afecto <strong>de</strong> los que los tratan. Había sido<br />

esclavo <strong>de</strong> un propietario <strong>de</strong> Apure, quien lo había puesto al servicio <strong>de</strong>l rey<br />

porque su carácter le inspiraba algunos temores.<br />

«Después <strong>de</strong> la acción <strong>de</strong> Araure quedó tan disgustado <strong>de</strong>l servicio militar que<br />

se fue al Apure, y allí permaneció oculto hasta que vino a presentárseme. Admitile<br />

en mis filas, y tales pruebas <strong>de</strong> valor dio a mi lado, en todos los reñidos encuentros<br />

que tuvimos con los españoles, que sus mismos compañeros le dieron el nombre<br />

<strong>de</strong> Negro Primero. Estos se divertían mucho con él, y sus chistes naturales mantenían<br />

la alegría <strong>de</strong> sus compañeros, que siempre lo ro<strong>de</strong>aban.<br />

«Sabiendo que <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>bía reunirse conmigo en el Apure, recomendó a<br />

todos que no fueran a <strong>de</strong>cirle que él había servido en el ejército realista. Esta recomendación<br />

bastó para que a la llegada <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> le hablaran <strong>de</strong>l negro con gran<strong>de</strong><br />

entusiasmo, refiriéndole el empeño que tenía en que no se supiera que él había<br />

servido al rey. Así pues, cuando <strong>Bolívar</strong> lo vio por primera vez, se le acercó con<br />

mucho afecto, y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> felicitarlo por su valor, le dijo:<br />

138<br />

«— Pero, ¿qué le movió a usted a servir en las filas <strong>de</strong> nuestros enemigos?


«Miró el negro a los circundantes como si quisiera enrostrarles su indiscreción,<br />

y dijo:<br />

«— Señor, la codicia.<br />

«— ¿Cómo así? —preguntó <strong>Bolívar</strong>.<br />

«—Yo había notado —continuó el negro— que todos iban a la guerra sin<br />

camisa y volvían <strong>de</strong>spués uniformados y con dinero en el bolsillo. Yo quise ir también<br />

a buscar fortuna, y más que todo a conseguir tres aperos <strong>de</strong> plata, uno para el<br />

negro Mendola, otra para Juan Rafael y otro para mí. La primera batalla que tuvimos<br />

con los patriotas fue la <strong>de</strong> Araure: ellos tenían mil hombres y nosotros teníamos<br />

mucha más gente, y yo gritaba que me diesen cualquier arma con que pelear<br />

porque estaba seguro <strong>de</strong> que venceríamos. Cuando creí que había terminado el<br />

combate me apeé <strong>de</strong> mi caballo y fui a quitarle una casaca muy bonita a un blanco<br />

que estaba tendido y muerto en el suelo. En ese momento vino el comandante gritando:<br />

«¡A caballo!» ¿Cómo es eso —dije yo— pues no se acabó la guerra?<br />

«— Acabarse, nada <strong>de</strong> eso. (Venía tanta gente que parecía una zamurada.)<br />

«— ¿Qué hizo usted entonces? —dijo <strong>Bolívar</strong>.<br />

XVI. <strong>El</strong> Negro Primero<br />

«— No hubo más remedio que huir, y yo eché a correr en mi mula; pero el<br />

maldito animal se me cansó y tuve que coger monte a pie. Al día siguiente fui a un<br />

hato a ver si nos daban que comer; pero su dueño, cuando supo que yo era <strong>de</strong> las<br />

tropas <strong>de</strong> Naña (Yáñez) me miró con tan malos ojos que me pareció mejor huir al<br />

Apure.<br />

«— Dicen —le interrumpió <strong>Bolívar</strong>— que allí mataba usted las vacas ajenas.<br />

«— Por supuesto —replicó—; y si no, ¿qué comía? En fin, vino el mayordomo<br />

(así me llamaba a mí) al Apure y nos enseñó lo que era la patria y que la diablocracia<br />

no era ninguna cosa mala; y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces estoy sirviendo a los<br />

patriotas.<br />

«Estas conversaciones divertían mucho a <strong>Bolívar</strong>, y en nuestras marchas el<br />

Negro Primero nos servía <strong>de</strong> entretenimiento. Continuó a mi servicio distinguiéndose<br />

siempre en todas las batallas. La víspera <strong>de</strong> la Carabobo, que él <strong>de</strong>cía<br />

que iba a ser la <strong>de</strong>cisiva, arengó a sus compañeros, y para infundirles valor y<br />

confianza, les <strong>de</strong>cía, con el favor <strong>de</strong> un musulmán, que las puertas <strong>de</strong>l cielo se<br />

139


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

abrían a los patriotas que morían en el campo, pero que se cerraban ante los<br />

que morían huyendo <strong>de</strong>l enemigo.<br />

«<strong>El</strong> día <strong>de</strong>l combate cayó herido mortalmente a los primeros tiros (21).»<br />

He aquí cómo <strong>de</strong>scribe don Eduardo Blanco, e<strong>de</strong>cán <strong>de</strong> Paéz, e ilustre autor<br />

<strong>de</strong> Venezuela heroica, la muerte <strong>de</strong> Negro Primero:<br />

«En lo más encarnizado <strong>de</strong>l combate, Páez, lleno <strong>de</strong> asombro, ve <strong>de</strong> pronto<br />

salir <strong>de</strong> la nube <strong>de</strong> polvo que ocultaba a los combatientes a un jinete bañado en su<br />

propia sangre en quien al punto reconoce al Negro más pujante <strong>de</strong> los llaneros <strong>de</strong><br />

su guardia.<br />

«<strong>El</strong> caballo <strong>de</strong> aquel intrépido soldado galopaba sin concierto hacia el lugar<br />

don<strong>de</strong> se encuentra Páez, pier<strong>de</strong> en breve la carrera, toma el trote y <strong>de</strong>spués paso a<br />

paso, las riendas sueltas sobre el vencido cuerpo, la cabeza abatida y la abierta nariz<br />

rozando el suelo que se enrojece a su contacto, avanza sacudiendo su pesado<br />

jinete, que parece sostenerse automáticamente sobre la silla. Sin ocultar el asombro<br />

que le causa aquella inesperada retirada, Páez le sale al encuentro, y apostrofando<br />

con dureza a su antiguo émulo en bravura, en cien reñidas li<strong>de</strong>s, le grita<br />

amenazándole con un gesto terrible: —¿Tienes miedo? ¿No quedan ya enemigos?...<br />

¡Vuelve y hazte matar!... Al oír aquella voz que resuena irritada, caballo y<br />

jinete se <strong>de</strong>tienen: el primero, que ya no pue<strong>de</strong> dar un paso más, dobla las piernas<br />

como para abatirse; el segundo abre los ojos que resplan<strong>de</strong>cen como ascuas y se<br />

yergue en la silla; luego arroja por tierra la po<strong>de</strong>rosa lanza, rompe con ambas<br />

manos el sangriento dormán, y poniendo a <strong>de</strong>scubierto el pecho <strong>de</strong>snudo don<strong>de</strong><br />

sangran copiosamente dos heridas profundas, exclama balbuciente: —¡Mi general!<br />

... vengo a <strong>de</strong>cirle adiós... porque estoy muerto... Y caballo y jinete ruedan sin<br />

vida sobre el revuelto polo, a tiempo que la nube se rasga y <strong>de</strong>ja ver nuestros llaneros<br />

vencedores lanceando por la espalda a los escuadrones españoles que huyen<br />

<strong>de</strong>spavoridos.<br />

«Páez dirige una mirada llena <strong>de</strong> amargura al fiel amigo, inseparable compañero<br />

<strong>de</strong> todos sus pasados peligros, y, a la cabeza <strong>de</strong> algunos cuerpos <strong>de</strong> jinetes,<br />

corre a vengar la muerte <strong>de</strong> aquel bravo soldado, y aquella violenta acometida<br />

<strong>de</strong>ci<strong>de</strong> la batalla (22).»<br />

Al saber su muerte <strong>Bolívar</strong>, la consi<strong>de</strong>ró como una <strong>de</strong>sgracia, y se lamentaba <strong>de</strong><br />

que no le hubiese sido dado presentar en Caracas aquel hombre singular en la sencillez<br />

y sin par en el coraje; aquel negro inculto pero horoico que tuvo una frase digna<br />

140


<strong>de</strong> ser grabada en bronce y no menos enérgica que la <strong>de</strong> Dantón, pronunciada un<br />

día <strong>de</strong> prueba y que se lee al pie <strong>de</strong> su estatua en el boulevard Saint-Germain <strong>de</strong><br />

París: Contre les ennemis <strong>de</strong> la Patrie, <strong>de</strong> l ’audace, encore <strong>de</strong> l ’audace, toujours <strong>de</strong> l’audace!<br />

<strong>El</strong> Negro Primero, cuando en la batalla <strong>de</strong> Carabobo, en la gran carga al<br />

cuadro <strong>de</strong>l batallón Valencey, fue alcanzado por el general Cer<strong>de</strong>ño, exclamó:<br />

«¡Delante <strong>de</strong> mí sólo el pescuezo <strong>de</strong> mi caballo!»<br />

XVI. <strong>El</strong> Negro Primero<br />

141


XVII<br />

<strong>Bolívar</strong> en el Chimborazo


«Cuando se viaja <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> Quito hacia el Páramo <strong>de</strong>l Asuai, se ve<br />

aparecer, sucesivamente, en una extensión <strong>de</strong> treinta y siete leguas, al oeste, las<br />

cimas <strong>de</strong>l Casitagua, Pichincha, Atacazo, Corazón, Ilianza, Carguairazo,<br />

Chimborazo y Cunambay; al oriente, las cimas <strong>de</strong>l Guamaní, Antisana, Pasuchoa,<br />

Rimiñavi, Cotopaxi, Tunguragua y Capa-Urcu, que, a excepción <strong>de</strong> tres o cuatro,<br />

son todas más elevadas que el Monte Blanco. En vano se buscaría un paraje que<br />

ofreciese una perspectiva más magnífica; pero la más majestuosa forma <strong>de</strong> aquellas<br />

latas cimas es la <strong>de</strong>l Chimborazo, cuya cumbre es redonda, como una colina.<br />

Y así, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las playas <strong>de</strong>l mar <strong>de</strong>l sur, cuando el cielo está azul y el aire es transparente,<br />

se ve surgir el Chimborazo, a lo lejos, semejante a una nube que se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> las cumbres vecinas y se levanta, sobre toda la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s,<br />

como esa cúpula inmensa, obra <strong>de</strong>l genio <strong>de</strong> Miguel Ángel, sobre los monumentos<br />

antiguos que ro<strong>de</strong>an el Capitolio (1).»<br />

En junio <strong>de</strong> 1822, consumada la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l Ecuador con el triunfo<br />

<strong>de</strong> Pichincha, el Libertador partió <strong>de</strong> Quito en dirección a Guayaquil. <strong>Bolívar</strong>,<br />

amante <strong>de</strong> la Naturaleza, dice O’Leary, iba encantado en aquel viaje. Los pintorescos<br />

valles <strong>de</strong> Ibarra y Otabalo, a la vez, le <strong>de</strong>leitaron y le entristecieron, al recordar<br />

que el lamentable estado <strong>de</strong> su país natal le había obligado a cambiar las dulces y<br />

útiles tareas <strong>de</strong>l filósofo por los arduos <strong>de</strong>beres y azarosa vida <strong>de</strong>l soldado. En todas<br />

las poblaciones <strong>de</strong> aquella provincia fue acogido con entusiastas aclamaciones. <strong>El</strong><br />

Cotopaxi, el Chimborazo y el Tunguragua jamás habían visto ovación semejante...<br />

Aunque O’Leary no lo dice, ni ningún otro historiador que yo sepa, sin duda<br />

fue en esta ocasión cuando <strong>Bolívar</strong> escaló la más lata y hermosa cumbre andina y<br />

escribió aquel Delirio sobre el Chimborazo, digno <strong>de</strong> él, que siempre quiso unir su<br />

nombre al <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s monumentos <strong>de</strong> la Naturaleza, o al <strong>de</strong> las ruinas <strong>de</strong> la<br />

clásica antigüedad (2). En el Cuzco, que pue<strong>de</strong> llamarse la Roma <strong>de</strong> la América,<br />

visita los maravillosos <strong>de</strong>spojos <strong>de</strong> su vieja civilización: el Templo <strong>de</strong>l Sol, los restos<br />

<strong>de</strong> palacios, <strong>de</strong> fortificaciones, <strong>de</strong> acueductos; las casas <strong>de</strong> campo <strong>de</strong> los Incas, con<br />

sus baños y jardines; las ruinas <strong>de</strong> Ollantaytambo; el lago y la isla <strong>de</strong> Titicaca cuna<br />

<strong>de</strong> Manco-Cápac, fundador <strong>de</strong>l Imperio Inca, y la Meca <strong>de</strong> los antiguos peruanos;<br />

145


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

al propio tiempo su historia sobre los lugares mismos que <strong>de</strong> ella fueron teatro, y<br />

apren<strong>de</strong> sus fábulas heroicas. <strong>Bolívar</strong>, meditabundo, contemplaba con profunda<br />

emoción aquellas ruinas que había hecho la avaricia.<br />

En el Cuzco, capital <strong>de</strong>l antiguo imperio <strong>de</strong>l Perú, edificada por Manco-<br />

Cápac, hijo <strong>de</strong>l Sol, encontró el general Sucre el real estandarte que trajo<br />

Pizarro en 1533, los pendones <strong>de</strong>l Alto Perú y algunas ban<strong>de</strong>ras <strong>de</strong>l ejército<br />

español.<br />

<strong>El</strong> Libertador fue recibido a las puertas <strong>de</strong>l antiguo Templo <strong>de</strong>l Sol, como<br />

antes lo había sido Sucre. Era este templo tan suntuoso en metales y piedras preciosas<br />

que fue llamado Plaza <strong>de</strong> oro (Cori-Cancha). La entrada daba al oriente; su<br />

suelo, sus muros y puertas estaban forrados <strong>de</strong> planchas y clavos <strong>de</strong> oro. Un sol <strong>de</strong><br />

oro puro resplan<strong>de</strong>cía en el fondo <strong>de</strong>l templo circuído <strong>de</strong> turquesas y esmeraldas.<br />

Al pie <strong>de</strong>l altar estaban las momias <strong>de</strong> los Incas, sentadas en sillas <strong>de</strong> oro. Enfrente<br />

se veían gran<strong>de</strong>s copas <strong>de</strong> plata, <strong>de</strong>stinadas a las ofrendas; tinajas y jarras, también<br />

<strong>de</strong> plata, guarnecidas <strong>de</strong> piedras preciosas. Jardines vastísimos ro<strong>de</strong>aban el templo,<br />

adornados <strong>de</strong> magníficas fuentes que sombreaban frondosos árboles. Las vírgenes<br />

<strong>de</strong>l Sol vivían en palacios cerca <strong>de</strong>l templo: ocupábanse en hilar la lana <strong>de</strong> las vicuñas<br />

y tejerla para las colgaduras <strong>de</strong>l santuario; preparaban el pan y el vino para las<br />

gran<strong>de</strong>s fiestas y guardaban el fuego sagrado que el sumo sacerdote encendía todos<br />

los años en la fiesta <strong>de</strong>l Sol.<br />

<strong>El</strong> espectáculo <strong>de</strong> la divina Naturaleza <strong>de</strong>tuvo siempre los pasos <strong>de</strong>l caballo <strong>de</strong><br />

<strong>Bolívar</strong> y colmó su corazón <strong>de</strong> una alegría dionisíaca, <strong>de</strong> una suerte <strong>de</strong> emulación,<br />

al <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> Rodó, que lo impulsaba a hacer <strong>de</strong> modo que entrara él mismo a<br />

formar parte <strong>de</strong>l panorama imponente y a señoriarlo como protagonista.<br />

Un día <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong>l año <strong>de</strong> 1829, en ruta para el norte, divisa, al caer <strong>de</strong><br />

la tar<strong>de</strong>, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la más alta cima <strong>de</strong>l Quindio, o Cordillera Central, el espléndido y<br />

armonioso Valle <strong>de</strong>l Cauca, semejante, en su configuración, a la caja <strong>de</strong> una guitarra,<br />

cuyo encordado <strong>de</strong> plata es el río que da su nombre al Valle, y <strong>Bolívar</strong>, fuera<br />

<strong>de</strong> sí, pasmado ante tanta belleza, exclama: ¡Oh, sí! ¡Ni los campos <strong>de</strong> la Toscana! ¡Este<br />

Valle es el jardín <strong>de</strong> la América!<br />

En su ascensión al Chimborazo se percibe ese otro sentimiento que lo animó<br />

toda su vida: el orgullo <strong>de</strong> subir, <strong>de</strong> pisar la frente <strong>de</strong>l coloso, <strong>de</strong> llagar más arriba<br />

que La Condamine, más arriba que Humboldt, don<strong>de</strong> no haya otra huella antes<br />

que la suya (3).<br />

146


XVIII<br />

<strong>El</strong> Delirio


Yo venía envuelto con el manto <strong>de</strong>l iris, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> paga su tributo el caudaloso<br />

Orinoco al dios <strong>de</strong> las aguas. Había visitado las encantadas fuentes amazónicas,<br />

y quise subir al atalaya <strong>de</strong>l universo. Busqué las huellas <strong>de</strong> La Condamine y<br />

Humboldt: seguilas audaz; nada me <strong>de</strong>tuvo; llegué a la región glacial; el éter sofocaba<br />

mi aliento. Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que<br />

puso la mano <strong>de</strong>l Eterno sobre las sienes excelsas <strong>de</strong>l dominador <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s. Yo<br />

me dije: este manto <strong>de</strong> iris, que me ha servido <strong>de</strong> estandarte, ha recorrido, en mis<br />

manos, regiones infernales, surcado los ríos y los mares y subido sobre los hombros<br />

<strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s; la tierra se ha allanado a los pies <strong>de</strong> Colombia, y el Tiempo no<br />

ha podido <strong>de</strong>tener la marcha <strong>de</strong> la Libertad. Belona ha sido humillada por el resplandor<br />

<strong>de</strong>l iris, ¿y no podré yo trepar sobre los cabellos canos <strong>de</strong>l gigante <strong>de</strong> la<br />

tierra? ¡Sí podré! Y arrebatado por la violencia <strong>de</strong> un espíritu <strong>de</strong>sconocido para mí,<br />

que me parecía divino, <strong>de</strong>jé atrás las huellas <strong>de</strong> Humboldt empañando los cristales<br />

eternos que circuyen el Chimborazo. Llegó, como impulsado por el genio que<br />

me animaba, y <strong>de</strong>sfallezco al tocar con mi cabeza la copa <strong>de</strong>l firmamento; tenía a<br />

mis pies los umbrales <strong>de</strong>l abismo.<br />

Un <strong>de</strong>lirio febril embarga mi mente; me siento como encendido por un fuego<br />

extraño y superior. Era el Dios <strong>de</strong> Colombia que me poseía.<br />

De repente se me presenta el Tiempo, bajo el semblante venerable <strong>de</strong> un viejo<br />

cargado con los <strong>de</strong>spojos <strong>de</strong> las eda<strong>de</strong>s: ceñudo, inclinado, calvo, arrugada la tez,<br />

una hoz en la mano...<br />

« — Yo soy el Padre <strong>de</strong> los siglos; soy el arcano <strong>de</strong> la fama y <strong>de</strong>l secreto; mi<br />

madre fue la Eternidad; los límites <strong>de</strong> mi imperio los señala lo infinito; no hay<br />

sepulcro para mí, porque soy más po<strong>de</strong>roso que la muerte; miro lo pasado,<br />

miro lo futuro, y por mi mano pasa lo presente. ¿Por qué te envaneces, niño o<br />

viejo, hombre o héroe? ¿Creéis que es algo vuestro universo, que levantaros<br />

sobre un átomo <strong>de</strong> la creación es elevaros? ¿Pensáis que los instantes que llamáis<br />

siglos pue<strong>de</strong>n servir <strong>de</strong> medida a mis arcanos? ¿Imagináis que habéis visto la<br />

santa Verdad? ¿Suponéis locamente que vuestras acciones tienen algún precio a<br />

149


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

mis ojos? Todo es menos que un punto en presencia <strong>de</strong>l Infinito, que es <strong>de</strong> mi<br />

hermano.<br />

Sobrecogido <strong>de</strong> un terror sagrado, ¿cómo, ¡oh Tiempo! respondí, no ha <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>svanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto? He pasado a todos los hombres<br />

en fortuna, porque me he elevado sobre la cabeza <strong>de</strong> todos. Yo domino la<br />

tierra con mis palabras, llego al Eterno con mis manos; siento las presiones infernales<br />

bullir bajo mis pasos; estoy mirando, junto a mí, rutilantes astros, los soles<br />

infinitos; miro sin asombro el espacio que encierra la materia, y en tu rostro leo la<br />

historia <strong>de</strong> lo pasado y los pensamientos <strong>de</strong>l Destino.<br />

«—Observa —me dijo— apren<strong>de</strong>, conserva en tu mente lo que has visto;<br />

dibuja a los ojos <strong>de</strong> tus semejantes el cuadro <strong>de</strong>l universo físico, <strong>de</strong>l universo moral;<br />

no escondas los secretos que el Cielo te ha revelado; di la verdad a los hombres...»<br />

<strong>El</strong> fantasma <strong>de</strong>sapareció.<br />

Absorto, yerto, quedé exánime largo tiempo, tendido sobre aquel inmenso<br />

diamante que me servía <strong>de</strong> lecho. Al fin, la tremenda voz <strong>de</strong> Colombia me llama;<br />

¡resucito! me incorporo, abro con mis propias manos los pesados párpados, vuelvo<br />

a ser hombre, y escribo mi <strong>de</strong>lirio.<br />

Al leer este admirable <strong>de</strong>lirio romántico, que recuerda a René, uno piensa<br />

como Olmedo, que si <strong>Bolívar</strong> se hubiera aplicado a hacer versos, su prodigiosa<br />

imaginación habría excedido a Píndaro y a Ossián. También sus enemigos le reconocieron<br />

esta excelsa vocación: «<strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>dicado a cultivar la literatura —dice el<br />

terrible Arganil—, hubiera podido <strong>de</strong>stronar a todos los oradores y poetas <strong>de</strong> su<br />

tiempo, y, tal vez, volcar los tronos <strong>de</strong> los reyes con sus cantos (1).»<br />

150


XIX<br />

La entrevista <strong>de</strong> Guayaquil


En la mañana <strong>de</strong>l día 11 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1822 ofrecía el caudaloso Guayas un<br />

panorama nunca visto antes, y que aun hoy reviste ante nuestros ojos los esplendores<br />

<strong>de</strong> lo heroico. Centenares <strong>de</strong> velas blancas y millares <strong>de</strong> ban<strong>de</strong>ras y gallar<strong>de</strong>tes <strong>de</strong> vivos<br />

colores, <strong>de</strong>splegados al viento sobre las serenas ondas azules, daban a aquella bahía el<br />

aspecto <strong>de</strong> un jardín <strong>de</strong> ensueño.<br />

De pronto estalla la multitud, que aguarda impaciente, en solemne y clamorosa<br />

aclamación, y las bandas militares entonan jubilosas marchas triunfales. Es que en una<br />

revuelta <strong>de</strong>l río se ha divisado una falúa resplan<strong>de</strong>ciente que conduce al Libertador,<br />

vencedor <strong>de</strong> España en Boyacá, Carabobo y Bomboná, en peregrinación hacia el antiguo<br />

templo <strong>de</strong>l Sol, y a sus compañeros <strong>de</strong> gloria generales Sucre y Salóm, y sus e<strong>de</strong>canes<br />

O’Leary, Wilson y Mosquera, mientras otra falúa salida <strong>de</strong>l puerto, y en la cual se<br />

encuentran los generales Salazar y Blanco, ministro plenipotenciario y vicealmirante<br />

peruanos, alza menos para dirigir su saludo a <strong>Bolívar</strong>, que, puesto <strong>de</strong> pie y vestido <strong>de</strong><br />

gala, les correspon<strong>de</strong>, invitándolos, al propio tiempo, a trasbordar a su nave.<br />

La comitiva sigue entonces su marcha, y, al acercarse a la rada, rompen las<br />

baterías <strong>de</strong> la escuadra en una salva <strong>de</strong> veintiún cañonazos, y los comandantes <strong>de</strong><br />

las cañoneras arrían el pabellón celeste y blanco <strong>de</strong>l Estado e izan el tricolor <strong>de</strong><br />

Colombia.<br />

En la ciudad, las tropas forman calle <strong>de</strong> honor en toda la extensión <strong>de</strong>l malecón,<br />

y la Municipalidad, acompañada <strong>de</strong> la saltas corporaciones públicas y <strong>de</strong>l<br />

clero y <strong>de</strong> los ciudadanos ilustres, espera al ilustre huésped en la monumental portada<br />

<strong>de</strong>l muelle. <strong>El</strong> alcal<strong>de</strong> le da la bienvenida. <strong>El</strong> Libertador se <strong>de</strong>scubre, lo escucha<br />

y contesta con aquella espontánea elocuencia que le era habitual. Al terminar,<br />

los tres castillos <strong>de</strong>l fuerte disparan veintiún cañonazos cada uno, siguiendo a ellos<br />

las fragatas Protector y La Venganza y la corbeta Alejandro, mientras ensor<strong>de</strong>cen<br />

los aires los repiques <strong>de</strong> todos los templos <strong>de</strong> la ciudad, las músicas militares y las<br />

aclamaciones <strong>de</strong>l pueblo.<br />

Tal, compendiadas las relaciones <strong>de</strong> los cronistas.<br />

155


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

<strong>El</strong> general argentino Jerónimo Espejo, quien fue testigo <strong>de</strong> aquellos sucesos,<br />

nos <strong>de</strong>jó este retrato <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, tomado <strong>de</strong>l natural en aquellos días memorables:<br />

«La estatura <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> nos pareció <strong>de</strong> cinco pies o poco menos. En aquella<br />

ocasión vestía su uniforme <strong>de</strong> gala, casaca <strong>de</strong> paño azul, toda bordada <strong>de</strong> oro, con<br />

entorchados y charreteras <strong>de</strong> general; rica espada con tahalí dorado, pantalón muy<br />

ancho <strong>de</strong> paño grana, con franja también dorada, gran<strong>de</strong>s botas <strong>de</strong> montar con<br />

espuelas, sombrero elástico, muy alto, festoneado <strong>de</strong> franja <strong>de</strong> oro por la orilla<br />

exterior y orlado <strong>de</strong> plumas blancas por <strong>de</strong>ntro, y un penacho <strong>de</strong> plumas <strong>de</strong> colores<br />

diferentes, formando la ban<strong>de</strong>ra (azul, amarillo y encarnado). Una banda <strong>de</strong><br />

seda igualmente tricolor, con bellotas y galón <strong>de</strong> oro, le cruzaba el pecho a cuyo<br />

lado izquierdo —que la banda <strong>de</strong>jaba libre— llevaba tres con<strong>de</strong>coraciones.<br />

«Acompañaban al Libertador los generales Antonio José <strong>de</strong> Sucre y Salóm y<br />

los ayudantes <strong>de</strong> campo Mosquera, Wilson y O’Leary.<br />

«Nosotros, que anhelábamos estudiar al hombre extraordinario que por primera<br />

vez teníamos tan cerca, no <strong>de</strong>sperdiciábamos ocasión alguna para compararle<br />

con nuestro San Martín.<br />

«Lo que advertimos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer instante fue la diferencia <strong>de</strong> estatura.<br />

<strong>Bolívar</strong> era pequeño y <strong>de</strong>lgado, mientras que San Martín era alto y corpulento.<br />

Aquél ostentaba sus entorchados con profusión que contrastaban con la espartana<br />

sencillez <strong>de</strong> San Martín, quien, en los actos más solemnes, se presentaba con su<br />

sencilla guerrera <strong>de</strong> grana<strong>de</strong>ro, pantalón azul sin franja, sombrero forrado <strong>de</strong> hule<br />

y siempre sin lucir con<strong>de</strong>coración alguna.<br />

«<strong>El</strong> aspecto <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> era poco simpático; generalmente bajaba la vista y tenía un<br />

seño que le diferenciaba en mucho <strong>de</strong> la atractiva popularidad <strong>de</strong> San Martín (1).»<br />

<strong>El</strong> 25 <strong>de</strong> julio, catorce días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l arribo <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, llegó San Martín a<br />

Guayaquil, cumpliendo un anhelo <strong>de</strong> su corazón tiempo atrás expresado en su<br />

Decreto <strong>de</strong> 12 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> aquel año, por el cual encargó <strong>de</strong>l mando supremo <strong>de</strong>l<br />

Perú al con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Torre Tagle: «La causa <strong>de</strong>l Continente americano me lleva a realizar<br />

un <strong>de</strong>signio que halaga mis más caras esperanzas. Voy a encontrar en<br />

Guayaquil al Libertador <strong>de</strong> Colombia. Los intereses generales <strong>de</strong>l Perú y <strong>de</strong><br />

Colombia, la enérgica terminación <strong>de</strong> la guerra que sostenemos y la estabilidad <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>stino a que con rapi<strong>de</strong>z se acerca la América, hacen nuestra entrevista necesaria,<br />

ya que el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> los acontecimientos nos ha constituido en alto grado responsables<br />

<strong>de</strong>l éxito <strong>de</strong> esta sublime empresa.» <strong>El</strong> Protector no tuvo entonces la suerte <strong>de</strong><br />

156


XIX. La entrevista <strong>de</strong> Guayaquil<br />

encontrar al Libertador, y regresó a Lima en espera <strong>de</strong> mejor ocasión. Pocos meses<br />

<strong>de</strong>spués, al saber que <strong>Bolívar</strong> marchaba hacia el Sur, le escribió <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Lima, el 13<br />

<strong>de</strong> julio: «Mi alma se llena <strong>de</strong> pensamientos y <strong>de</strong> gozo cuando contemplo aquel<br />

momento (el <strong>de</strong> entrevista) : nos veremos y presiento que la América no olvidará<br />

el día en que nos abracemos.»<br />

<strong>El</strong> 26 <strong>de</strong> <strong>de</strong>sembarcó en San Martín. Un batallón abierto en filas le hizo los honores.<br />

Al llegar a la suntuosa casa que se le había preparado, el Libertador, vestido <strong>de</strong><br />

gran<strong>de</strong> uniforme, y ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> su Estado Mayor, le dio la bienvenida al pie <strong>de</strong> la escalera<br />

(2) . Los héroes se abrazaron. «Al fin se cumplieron mis <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> conocer y estrechar<br />

las manos <strong>de</strong>l renombrado general San Martín», exclamó <strong>Bolívar</strong>. San Martín<br />

contestó que los suyos estaban cumplidos al encontrar al Libertador. En seguida subieron<br />

<strong>de</strong>l brazo.<br />

En el salón <strong>de</strong> recepciones el Libertador presentó sus generales al Protector. Luego<br />

empezaron a <strong>de</strong>sfilar las corporaciones que iban a saludar a los héroes. Una disputa <strong>de</strong><br />

matronas y señoritas les dio la bienvenida en una bella arenga. Una joven <strong>de</strong> diez y<br />

ocho años, la más hermosa <strong>de</strong>l Guayas, llamada Carmen Garaycoa, ofreció a San<br />

Martín una corona <strong>de</strong> laurel <strong>de</strong> oro esmaltado. Retirada la concurrencia, los héroes<br />

quedaron solos y empezaron a pasearse por el salón. Poco <strong>de</strong>spués cerraron la puerta y<br />

conferenciaron privadamente por espacio <strong>de</strong> hora y media. Terminada la conferencia,<br />

<strong>Bolívar</strong> se retiró acompañado hasta el pie <strong>de</strong> la escalera por San Martín, y, por la tar<strong>de</strong>,<br />

este pagó al primero su visita, que sólo duró media hora.<br />

<strong>El</strong> 27 <strong>de</strong> julio, a la una <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, San Martín se dirigió a casa <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, y<br />

encerrados <strong>de</strong> nuevo permanecieron cuatro horas en conferencia secreta. A las<br />

cinco <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> abrieron la puerta, y pues empezaban a llegar los invitados al gran<br />

banquete con que el Libertador obsequiaba al Protector. Pasaron en seguida al<br />

comedor, espléndidamente preparado, y <strong>Bolívar</strong> ocupó la cabecera, señalando el<br />

puesto <strong>de</strong> su <strong>de</strong>recha a San Martín. Llegada la hora <strong>de</strong>l champaña, inició <strong>Bolívar</strong><br />

los brindis, poniéndose <strong>de</strong> pie y con la copa en la mano. San Martín contestó<br />

mo<strong>de</strong>stamente.<br />

Terminado el banquete, el Protector se retiró a su casa a <strong>de</strong>scansar, tornando<br />

a salir a las nueve para asistir al baile a que había sido invitado por la Municipalidad.<br />

«Fue muy agradable, refiere un testigo, la impresión que nos hizo la casa <strong>de</strong>l<br />

cabildo por la brillantez <strong>de</strong>l adorno <strong>de</strong> los salones, la espléndida iluminación, la<br />

hermosura y elegancia <strong>de</strong> las damas guayaquileñas.»<br />

157


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

<strong>Bolívar</strong> se entregó con júbilo a los placeres <strong>de</strong> la danza, según su costumbre,<br />

mientras San Martín se mantenía <strong>de</strong> pie, como mero espectador, sin tomar parte<br />

en el baile, preocupado, al parecer, hasta que la una <strong>de</strong> la mañana se acercó a<br />

Guido, su e<strong>de</strong>cán , y le dijo: «Llame usted al coronel Soyer; ya no puedo soportar<br />

este bullicio.» Luego se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong>l Libertador, sin que nadie lo advirtiera, lo que<br />

probablemente había sido acordado entre ambos para no alterar el buen humor <strong>de</strong><br />

la concurrencia. Una ayudante lo condujo por una escalera secreta, y una hora<br />

<strong>de</strong>spués la goleta Macedonia se hacía a la vela (28 <strong>de</strong> julio) (3).<br />

Al día siguiente se levantó el Protector muy preocupado, y, paseándose sobre<br />

cubierta, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l almuerzo, dijo a sus compañeros: “¿Pero han visto uste<strong>de</strong>s<br />

cómo el general <strong>Bolívar</strong> nos ha ganado <strong>de</strong> mano?” Al llegar al Callao encargó al<br />

general Cruz que escribiese a O’Higgins: «<strong>El</strong> Libertador no es el hombre que pensábamos.»<br />

Palabras <strong>de</strong> vencido y <strong>de</strong> <strong>de</strong>sengañado, dice Mitre, que compendian los<br />

resultados <strong>de</strong> la entrevista (4). Apenas <strong>de</strong>sembarcado, supo que, en realidad, había<br />

habido una revolución en Lima y que Monteagudo había sido extrañado; asumió<br />

el mando y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel momento todas las medidas que dictó fueron encaminadas<br />

a reunir el Congreso, alejarse <strong>de</strong> los negocios públicos y <strong>de</strong>jar el país entregado<br />

a su propio <strong>de</strong>stino.<br />

Al mismo tiempo dijo a los peruanos en una proclama: «Tuve la satisfacción<br />

<strong>de</strong> abrazar al héroe <strong>de</strong>l Sur <strong>de</strong> América. Fue uno <strong>de</strong> los días más felices <strong>de</strong> mi vida.<br />

<strong>El</strong> Libertador <strong>de</strong> Colombia auxilia al Perú con tres <strong>de</strong> sus bravos batallones.<br />

Tributemos todos un reconocimiento eterno al inmortal <strong>Bolívar</strong>.»<br />

Poco tiempo <strong>de</strong>spués, San Martín dirigió a <strong>Bolívar</strong>, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Lima, el 29 <strong>de</strong><br />

agosto, esta carta confi<strong>de</strong>ncial, que al <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> Mitre «fue su testamento político y<br />

el documento más sincero que haya brotado <strong>de</strong> su pluma y <strong>de</strong> su alma»:<br />

«Querido general: Dije a usted en mi última, <strong>de</strong> 23 <strong>de</strong>l corriente, que<br />

habiendo reasumido el mando supremo <strong>de</strong> esta República, con el fin <strong>de</strong> separar <strong>de</strong><br />

él al débil e inepto Torre-Tagle, las atenciones que me ro<strong>de</strong>aban en aquel<br />

momento no me permitían escribirle con la extensión que <strong>de</strong>seaba, ahora, al verificarlo,<br />

no sólo lo hará con la franqueza <strong>de</strong> mi carácter, sino con la que exigen los<br />

gran<strong>de</strong>s intereses <strong>de</strong> la América.<br />

«Los resultados <strong>de</strong> nuestra entrevista no han sido los que me prometía para la<br />

pronta terminación <strong>de</strong> la guerra. Desgraciadamente yo estoy íntimamente convencido,<br />

o que no ha creído sincero mi ofrecimiento <strong>de</strong> servir bajo sus ór<strong>de</strong>nes con<br />

las fuerzas <strong>de</strong> mi mando, o que mi persona le es embarazosa. Las razones que usted<br />

158


XIX. La entrevista <strong>de</strong> Guayaquil<br />

me expuso, <strong>de</strong> que su <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za no le permitía jamás mandarme, y que, aun en el<br />

caso <strong>de</strong> que esta dificultad pudiese ser vencida, estaba seguro <strong>de</strong> que el Congreso<br />

<strong>de</strong> Colombia no consentiría su separación <strong>de</strong> la República, permítame, general, le<br />

diga no me han parecido plausibles. La primera se refuta por sí misma. En cuanto<br />

a la segunda, estoy muy persuadido que la menor manifestación suya al Congreso<br />

sería acogida con unánime aprobación, cuando se trata <strong>de</strong> finalizar la lucha en que<br />

estamos empeñados, con la cooperación <strong>de</strong> usted y la <strong>de</strong>l ejército <strong>de</strong> su mando; y<br />

que el alto honor <strong>de</strong> ponerle término refluirá tanto sobre usted como sobre la<br />

República que presi<strong>de</strong>.<br />

«No se haga usted ilusión, general. Las noticias que tiene <strong>de</strong> las fuerzas realistas<br />

son equivocadas; ellas montan en el Alto y Bajo Perú a más <strong>de</strong> 19.000 veteranos, que<br />

pue<strong>de</strong>n unirse en el espacio <strong>de</strong> dos meses. <strong>El</strong> ejército patriota, diezmado por las<br />

enfermeda<strong>de</strong>s, no podrá poner en línea <strong>de</strong> batalla sino 8.500 hombres, y <strong>de</strong> éstos,<br />

una gran parte reclutas. La división <strong>de</strong>l general Santa Cruz (cuyas bajas, según<br />

escribe este general, no han sido reemplazadas a pesar <strong>de</strong> sus reclamaciones) en su<br />

dilatada marcha por la tierra, <strong>de</strong>be experimentar una pérdida consi<strong>de</strong>rable y nada<br />

podría empren<strong>de</strong>r en la presente campaña. La división <strong>de</strong> 1.400 colombianos que<br />

usted envía será necesaria para mantener la guarnición <strong>de</strong>l Callao y el or<strong>de</strong>n en<br />

Lima. Por consiguiente, sin el apoyo <strong>de</strong>l ejército <strong>de</strong> su mando, la operación que se<br />

prepara por puertos intermedios no podrá conseguir las ventajas que <strong>de</strong>bían esperarse,<br />

si fuerzas po<strong>de</strong>rosas no llaman la atención <strong>de</strong>l enemigo por otra parte, y así la<br />

lucha se prolongará por un tiempo in<strong>de</strong>finido. Digo in<strong>de</strong>finido, porque estoy íntimamente<br />

convencido que sean cuales fueren las vicisitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la presente guerra, la<br />

in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la América es irrevocable; podrían prevalecerse para perjudicarla,<br />

y los intrigantes y ambiciosos para soplar la discordia.<br />

«Con el comandante Delgado, dador <strong>de</strong> ésta, remito a usted una escopeta y<br />

un par <strong>de</strong> pistolas, juntamente con un caballo <strong>de</strong> paso que le ofrecí en Guayaquil.<br />

Admita usted, general, esta memoria <strong>de</strong>l primero <strong>de</strong> sus admiradores.<br />

«Con estos sentimientos y con los <strong>de</strong> <strong>de</strong>searle únicamente sea usted quien<br />

tenga la gloria <strong>de</strong> terminar la guerra <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la América <strong>de</strong>l Sur, se<br />

repite su afectísimo servidor (5).»<br />

Destruidas por San Martín, como lo veremos más a<strong>de</strong>lante, ciertas cartas <strong>de</strong><br />

<strong>Bolívar</strong>, la que se acaba <strong>de</strong> leer tiene valor <strong>de</strong>cisivo para juzgar la entrevista <strong>de</strong><br />

Guayaquil.<br />

159


Más tar<strong>de</strong>, San Martín hizo al marino francés Lafond <strong>de</strong> Lurcy este retrato <strong>de</strong><br />

<strong>Bolívar</strong>: «Los signos característicos <strong>de</strong>l general <strong>Bolívar</strong> eran un orgullo muy acentuado,<br />

poco en armonía con su costumbre <strong>de</strong> no mirar nunca <strong>de</strong> frente a la persona<br />

que le hablaba, a menos que no fuese muy inferior a él, y su falta <strong>de</strong><br />

franqueza, lo que pu<strong>de</strong> observar durante las conferencias que celebré con él en<br />

Guayaquil, en las que jamás contestó a mis proposiciones <strong>de</strong> un modo concreto<br />

sino con evasivas. <strong>El</strong> tono que empleaba para habar a sus generales era extremadamente<br />

altanero y antipático. Observé, y él mismo me lo dijo, que su confianza la<br />

<strong>de</strong>positaba, antes que nadie, en los generales ingleses que tenía en su ejército. No<br />

obstante, sus modales eran distinguidos y revelaban haber recibido una esmerada<br />

educación; y, aunque en ocasiones su lenguaje fuera algo grosero, me pareció que<br />

lo empleaba, <strong>de</strong>liberadamente, para darse un aire más militar. A los individuos <strong>de</strong><br />

tropa les permitía más liberta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las que prescribía la or<strong>de</strong>nanza, y en cambio a<br />

los jefes y oficiales los trataba <strong>de</strong> un modo humillante.<br />

«En cuanto a los hechos militares <strong>de</strong> este general, pue<strong>de</strong> asegurarse que es el<br />

hombre más eminente que ha producido la América <strong>de</strong>l Sur; pero lo que más<br />

caracterizaba el alma gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> este hombre extraordinario, era una constancia a<br />

toda prueba en los diferentes contrastes que sufrió en tan dilatada como penosa<br />

guerra en el espacio <strong>de</strong> trece años. En conclusión, pue<strong>de</strong> asegurarse que una gran<br />

parte <strong>de</strong> la América <strong>de</strong>l Sur <strong>de</strong>be a los esfuerzos <strong>de</strong>l general <strong>Bolívar</strong> su actual in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia<br />

(6).»<br />

Cinco años <strong>de</strong>spués, el 19 <strong>de</strong> abril <strong>de</strong> 1827, volvió a hablar San Martín <strong>de</strong> su<br />

entrevista con <strong>Bolívar</strong>, en una carta dirigida <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Bruselas al general Guillermo Miller.<br />

«En cuanto a mi viaje a Guayaquil, él no tuvo otro objeto que el <strong>de</strong> reclamar<br />

<strong>de</strong>l general <strong>Bolívar</strong> los auxilios que pudiera prestar para terminar la guerra <strong>de</strong>l<br />

Perú, auxilios que una justa retribución (prescindiendo <strong>de</strong> los intereses generales<br />

<strong>de</strong> América) lo exigía por los que el Perú tan generosamente había prestado para<br />

libertar el territorio <strong>de</strong> Colombia. Mi confianza en el buen resultado estaba tanto<br />

más fundada cuanto que el ejército <strong>de</strong> Colombia, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la batalla <strong>de</strong><br />

163


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Pichincha, se había aumentado con sus prisioneros, y contaba con 3.600 bayonetas;<br />

pero mis esperanzas fueron burladas al ver que en mi primera conferencia con<br />

el Libertador me <strong>de</strong>claró que haciendo todos los esfuerzos posibles, sólo podría<br />

<strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> tres batallones con la fuerza total <strong>de</strong> 1.070 plazas. Estos auxilios<br />

no me parecieron suficientes para terminar la guerra, pues estaba convencido <strong>de</strong><br />

que el buen éxito <strong>de</strong> ella no podía esperarse sin la activa y eficaz cooperación <strong>de</strong><br />

todas las fuerzas <strong>de</strong> Colombia, así es que mi resolución fue tomada en el acto, creyendo<br />

<strong>de</strong> mi <strong>de</strong>ber el último sacrificio en beneficio <strong>de</strong>l país. Al siguiente día, y a<br />

presencia <strong>de</strong>l vicealmirante Blanco, dije al libertador que habiendo <strong>de</strong>jado convocado<br />

el Congreso para el próximo mes, el día <strong>de</strong> su instalación sería el último <strong>de</strong><br />

mi permanencia en el Perú, añadiéndole «ahora le queda a usted, general, un<br />

nuevo campo <strong>de</strong> gloria en el que va usted a poner el último sello a la libertad <strong>de</strong> la<br />

América». (Yo autorizo y ruego a usted escriba al general Blanco a fin <strong>de</strong> rectificar<br />

este hecho.) A las dos <strong>de</strong> la mañana <strong>de</strong>l siguiente día me embarqué, habiéndome<br />

acompañado <strong>Bolívar</strong> hasta el bote, y entregándome su retrato como una memoria<br />

<strong>de</strong> lo sincero <strong>de</strong> su amistad.<br />

«Mi estadía en Guayaquil no fue más que <strong>de</strong> cuarenta horas, tiempo suficiente<br />

para el objeto que llevaba (7).»<br />

Ahora, ¿sobre qué asuntos rodó la conversación entre <strong>Bolívar</strong> y San Martín en<br />

las conferencias secretas <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1822 en Guayaquil? He aquí la interrogación<br />

inquietante que durante casi un siglo han venido haciéndose los historiadores <strong>de</strong><br />

América sin ponerse <strong>de</strong> acuerdo y obe<strong>de</strong>ciendo sólo a sus naturales predilecciones<br />

<strong>de</strong> nacionalidad. Bien que, sea dicha y verdad, no anduvieron <strong>de</strong>sacertados los que<br />

en Colombia y Venezuela, rastreando las i<strong>de</strong>as y los sentimientos <strong>de</strong>l Libertador se<br />

aventuraron a contestar, sin pruebas, es cierto, pero sí con ilustrada buena fe, el<br />

trascen<strong>de</strong>ntal interrogatorio, y precisamente a tiempo que don Bartolomé Mitre,<br />

apologista argentino <strong>de</strong> San Martín, tocaba casi en el absurdo al tratar <strong>de</strong> penetrar<br />

el misterio <strong>de</strong> aquellas conferencias.<br />

Hoy el misterio no existe y el secreto <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> serlo para todos los que aman la<br />

historia. Dos documentos oficiales, auténticos, acor<strong>de</strong>s con las fragmentarias revelaciones<br />

ya conocidas y hechas honradamente por el Protector, documentos cónsonos,<br />

a<strong>de</strong>más, entre sí, inapelables, rotundos, han venido a hacer luz meridiana<br />

en uno <strong>de</strong> los sucesos más ro<strong>de</strong>ados se sombras hasta ahora y más trascen<strong>de</strong>ntales<br />

<strong>de</strong> la historia <strong>de</strong> América. Ninguna duda es posible ya, la discusión ha terminado.<br />

La verdad, salvada en los signos <strong>de</strong> dos manuscritos amarillentos que han dormido<br />

durante casi un siglo el sueño purificador <strong>de</strong> los archivos reservados, tienen la<br />

palabra para <strong>de</strong>cirnos <strong>de</strong> qué trataron aquellos dos gran<strong>de</strong>s hombres en aquella<br />

164


XIX. La entrevista <strong>de</strong> Guayaquil<br />

hora solemne <strong>de</strong> la emancipación <strong>de</strong>l Nuevo Mundo, tan solemne que ellos<br />

mismos consi<strong>de</strong>raron que sus palabras no <strong>de</strong>bían traspasar ni los muros <strong>de</strong>l salón<br />

don<strong>de</strong> se reunieron en Guayaquil, y cuyas puertas cerraron tras <strong>de</strong> sí. La verdad<br />

histórica, <strong>de</strong>sinteresada, augusta y grave, como voz <strong>de</strong> ultratumba, es, pues, la que<br />

va a hacerse oír, y nadie osaría interrumpirla porque su virtud esencial consiste en<br />

imperar sobre el error y las pasiones humanas.<br />

En el año <strong>de</strong> 1909, <strong>de</strong>sempeñando el autor <strong>de</strong> este ensayo el puesto <strong>de</strong> jefe <strong>de</strong>l<br />

Archivo diplomático <strong>de</strong> Colombia, <strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong>l Ministerio <strong>de</strong> Relaciones<br />

Exteriores, coleccionó en volúmenes, esmeradamente or<strong>de</strong>nados, foliados y analizados<br />

en índices cronológicos, la correspon<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la Secretaría General <strong>de</strong>l<br />

Libertador durante su permanencia en el Sur, cuando la campaña <strong>de</strong> Tarqui, en<br />

1829, con la Cancillería colombiana, y entre aquellos documentos encontró,<br />

como una rarísima joya, la nota que va a leerse, escrita en Guayaquil el 29 <strong>de</strong> julio<br />

<strong>de</strong> 1822, día siguiente al <strong>de</strong> la célebre entrevista, y dirigida por J. G. Pérez, secretario<br />

general <strong>de</strong>l Libertador, al secretario <strong>de</strong> Relaciones Exteriores <strong>de</strong> Bogotá:<br />

«Tengo el honor <strong>de</strong> participar a Vuestra Señoría que el 26 <strong>de</strong>l corriente entró en<br />

esta ciudad Su Excelencia el Protector <strong>de</strong>l Perú, y tengo el <strong>de</strong> transmitir a Vuestra<br />

Señoría las más importantes y notables materias que fueron el objeto <strong>de</strong> las sesiones<br />

entre Su Excelencia el Libertador y el Protector <strong>de</strong>l Perú, mientras estuvo aquí.<br />

«Des<strong>de</strong> que Su Excelencia el Protector vio a bordo a Su Excelencia el<br />

Libertador le manifestó los sentimientos que le animaban <strong>de</strong> conocer a Su<br />

Excelencia, abrazarle y protestarle una amistad la más íntima y constante.<br />

Seguidamente lo felicitó por su admirable constancia en las adversida<strong>de</strong>s que<br />

había experimentado y por el más completo triunfo que había adquirido en la<br />

causa que <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>, colmándole, en fin, <strong>de</strong> elogios y <strong>de</strong> exageraciones lisonjeras.<br />

Su Excelencia contestó <strong>de</strong>l modo urbano y noble que en tales casos exigen la justicia<br />

y la gratitud.<br />

<strong>El</strong> Protector se abrió <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego a las conferencias más francas, y ofreció a Su<br />

Excelencia que pocas horas en tierra serían suficientes para explicarse.<br />

Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> llegado a su casa no habló <strong>de</strong> otra cosa el Protector sino <strong>de</strong><br />

lo que ya había sido el objeto <strong>de</strong> su conversación, haciendo preguntas vagas e inconexas<br />

sobre las materias militares y políticas, sin profundizar ninguna, pasando <strong>de</strong><br />

una a otra y enca<strong>de</strong>nando las especies más graves con las triviales. Si el carácter <strong>de</strong>l<br />

Protector no es <strong>de</strong> este género <strong>de</strong> frivolidad que aparece en su conversación, <strong>de</strong>be<br />

suponer que lo hacía con algún estudio. Su Excelencia no se inclina a creer que el<br />

165


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

espíritu <strong>de</strong>l Protector sea <strong>de</strong> este carácter, aunque tampoco le parece que estudiaba<br />

mucho sus discursos y modales.<br />

«Las especies más importantes que ocurrieron al Protector en las conferencias<br />

con Su Excelencia durante su mansión en Guayaquil, son las siguientes:<br />

«1. a Al llegar a la casa preguntó el Protector a Su Excelencia si estaba muy<br />

sofocado por los enredos <strong>de</strong> Guayaquil, sirviéndose <strong>de</strong> otra frase más común y<br />

grosera aún, cuales pellejerías, que se supone ser el significado <strong>de</strong> enredos; pues el<br />

mismo vocablo fue repetido con referencia al tiempo que hacía que estábamos en<br />

revolución en medio <strong>de</strong> los mayores embarazos.<br />

«2. a <strong>El</strong> Protector dijo espontáneamente a Su Excelencia, y sin ser invitado a<br />

ello, que nada tenía que <strong>de</strong>cirle sobre los negocios <strong>de</strong> Guayaquil, en los que no<br />

tenía que mezclarse: que la culpa era <strong>de</strong> los guayaquileños, refiriéndose a los contrarios.<br />

Su Excelencia le contestó que se habían llenado perfectamente sus <strong>de</strong>seos<br />

<strong>de</strong> consultar a este pueblo; que el 28 <strong>de</strong>l presente se reunirían los electores y que<br />

contaba con la voluntad <strong>de</strong>l pueblo y con la pluralidad <strong>de</strong> los votos en la<br />

Asamblea. Con esto cambió <strong>de</strong> asunto y siguió tratando <strong>de</strong> negocios militares relativos<br />

a la expedición que va a partir.<br />

«3. a <strong>El</strong> Protector se quejó altamente <strong>de</strong>l mando y sobre todo se quejó <strong>de</strong> sus<br />

compañeros <strong>de</strong> armas que últimamente lo habían abandonado en Lima. Aseguró<br />

que iba a retirarse a Mendoza: que había <strong>de</strong>jado un pliego cerrado (8) para que lo<br />

presentasen al Congreso renunciando el Protectorado; que también renunciaría la<br />

reelección que contaba se haría en él; que luego obtuviera el primer triunfo se retiraría<br />

<strong>de</strong>l mando militar sin esperar a ver el término <strong>de</strong> la guerra; pero añadió que<br />

antes <strong>de</strong> retirarse <strong>de</strong>jaría bien establecidas las bases <strong>de</strong>l Gobierno; que éste no<br />

<strong>de</strong>bía ser <strong>de</strong>mócrata en el Perú porque no convenía, y, últimamente, que <strong>de</strong>bería<br />

venir <strong>de</strong> Europa un príncipe aislado y solo a mandar aquel Estado. Su Excelencia contestó<br />

que no convenía a la América ni tampoco a Colombia la introducción <strong>de</strong> príncipes<br />

europeos, porque eran partes heterogéneas a nuestra masa; que Su Excelencia se<br />

opondría por su parte si pudiere; pero que no se opondrá a la forma <strong>de</strong> gobierno que<br />

quiera darse cada Estado; añadiendo sobre este particular Su Excelencia todo lo que<br />

piensa con respecto a la naturaleza <strong>de</strong> los Gobiernos, refiriéndose en todo a su discurso<br />

al Congreso <strong>de</strong> Angostura. <strong>El</strong> Protector replicó que la venida <strong>de</strong>l príncipe sería<br />

para <strong>de</strong>spués, y Su Excelencia repuso que nunca convenía que viniesen tales príncipes;<br />

que Su Excelencia habría preferido invitar al general Iturbi<strong>de</strong> a que se coronase<br />

con tal que no viniesen Borbones, Austriacos ni otra dinastía europea. <strong>El</strong> Protector<br />

dijo que en el Perú había un gran partido <strong>de</strong> abogados que querían República y se<br />

166


XIX. La entrevista <strong>de</strong> Guayaquil<br />

quejó amargamente <strong>de</strong>l carácter <strong>de</strong> los letrados. Es <strong>de</strong> presumirse que el <strong>de</strong>signio que<br />

se tiene es erigir ahora la monarquía sobre el principio <strong>de</strong> darle la corona a un príncipe<br />

europeo, con el fin, sin duda, <strong>de</strong> ocupar <strong>de</strong>spués el trono el que tenga más<br />

popularidad en el país, o más fuerzas <strong>de</strong> qué disponer. Si los discursos <strong>de</strong>l Protector<br />

son sinceros, ninguno está más lejos <strong>de</strong> ocupar tal trono. Parece muy convencido <strong>de</strong><br />

los inconvenientes <strong>de</strong>l mando.<br />

4. a <strong>El</strong> Protector le manifestó a Su Excelencia que Guayaquil le parecía conveniente<br />

para resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la Fe<strong>de</strong>ración, la cual ha aplaudido extraordinariamente<br />

como la base esencial <strong>de</strong> nuestra existencia. Cree que el Gobierno <strong>de</strong> Chile no tendrá<br />

inconveniente en entrar en ella, pero sí el <strong>de</strong> Buenos Aires por falta <strong>de</strong> unión y sistema<br />

en él; pero que <strong>de</strong> todos modos, nada <strong>de</strong>sea tanto el Protectorado como el que la<br />

Fe<strong>de</strong>ración <strong>de</strong>l Perú y <strong>de</strong> Colombia subsista aunque no entre ningún otro Estado más<br />

en ella, porque juzga que las tropas <strong>de</strong> un Estado al servicio <strong>de</strong>l otro <strong>de</strong>ben aumentar<br />

mucho la autoridad <strong>de</strong> ambos Gobiernos con respecto a su enemigos internos, los<br />

ambiciosos y revoltosos. Esta parte <strong>de</strong> la Fe<strong>de</strong>ración es la que más interesa al Protector<br />

y cuyo cumplimiento <strong>de</strong>sea con más vehemencia.<br />

5. a Des<strong>de</strong> la primera conversación dijo espontáneamente el Protector a Su<br />

Excelencia que en la materia <strong>de</strong> límites no habrá dificultad alguna: que él se encargaba<br />

<strong>de</strong> promoverlos en el Congreso, don<strong>de</strong> no le faltarían amigos. Su Excelencia<br />

contestó que así <strong>de</strong>bía ser, principalmente cuando el Tratado lo ofrecía <strong>de</strong>l mismo<br />

modo y cuando el Protector manifiesta tan buenos <strong>de</strong>seos por aquel arreglo tan<br />

importante. Su Excelencia creyó que no <strong>de</strong>bía insistir por el momento sobre una<br />

pretensión que ya se ha hecho <strong>de</strong> un modo positivo y enérgico y a la cual se ha<br />

<strong>de</strong>negado el Gobierno <strong>de</strong>l Perú bajo el pretexto <strong>de</strong> reservar esta materia legislativa<br />

al Congreso. Por otra parte, no estando encargado el Protector <strong>de</strong>l Po<strong>de</strong>r Ejecutivo<br />

no parecía autorizado para mezclarse en este negocio. A<strong>de</strong>más, habiendo venido el<br />

Protector como simple visita sin ningún empeño político ni militar, pues ni<br />

siquiera habló formalmente <strong>de</strong> los auxilios que había ofrecido Colombia y que<br />

sabía se aprestaban para partir, no era <strong>de</strong>licado prevalerse <strong>de</strong> aquel momento para<br />

mostrar un interés que habría <strong>de</strong>sagrado sin ventaja alguna, no pudiendo el<br />

Protector comprometerse a nada oficialmente. Su Excelencia ha pensando que la<br />

materia <strong>de</strong> límites <strong>de</strong>be tratarse formalmente por una negociación especial en que<br />

entren compensaciones recíprocas para rectificar los límites.<br />

6. a Su Excelencia el Libertador habló al Protector <strong>de</strong> su última comunicación<br />

en que le proponía que aunados los diputados <strong>de</strong> Colombia, el Perú y Chile en un<br />

punto dado, tratasen con los comisarios españoles <strong>de</strong>stinados a Colombia con este<br />

objeto; el Protector aprobó altamente la proposición <strong>de</strong> Su Excelencia y ofreció<br />

167


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

enviar, tan pronto como fuera posible, al señor Riva<strong>de</strong>neyra, que se dice amigo <strong>de</strong><br />

Su Excelencia el Libertador, por parte <strong>de</strong>l Perú, con las instrucciones y po<strong>de</strong>res<br />

suficientes, y aun ofreció a Su Excelencia interponer sus buenos oficios y todo su<br />

influjo para con el Gobierno <strong>de</strong> Chile a fin <strong>de</strong> que hiciese otro tanto por su parte;<br />

ofreciendo también hacerlo todo con la mayor brevedad a fin <strong>de</strong> que se reúnan<br />

oportunamente estos diputados en Bogotá con los nuestros.<br />

Su Excelencia habló al Protector sobre las cosas <strong>de</strong> Méjico, <strong>de</strong> que no pareció<br />

muy bien instruido, y el Protector no fijó juicio alguno sobre los negocios <strong>de</strong> aquel<br />

Estado. Parece que no ve a Méjico con una gran<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>ración o interés.<br />

«<strong>El</strong> Protector ha dicho a Su Excelencia que pida al Perú todo lo que guste,<br />

que él no hará más que <strong>de</strong>cir sí, sí, sí, a todo, y que él espera que se haga en<br />

Colombia otro tanto. La oferta <strong>de</strong> sus servicios y amistad es ilimitada manifestando<br />

una satisfacción y una franqueza que parecen sinceras.<br />

«Estas son, señor secretario, poco más o menos, las especies más notables que<br />

han ocurrido en las diferentes sesiones <strong>de</strong> Su Excelencia el Libertador con el<br />

Protector <strong>de</strong>l Perú y aun he procurado valerme <strong>de</strong> las mismas expresiones que han<br />

usado uno y otro. Yo creo que han obrado franca y cordialmente.»<br />

Este es el documento Aquiles que puso fin a las controversias que durante<br />

mucho tiempo se suscitaron en toda la América hispana sobre lo que antes se llamaba<br />

el secreto o el misterio <strong>de</strong> la entrevista <strong>de</strong> Guayaquil. Cuando se publicó por primera<br />

vez, la prensa <strong>de</strong> Buenos Aires pidió que se reprodujera en facsímile, y así lo<br />

hizo el entonces jefe <strong>de</strong>l Archivo diplomático, autor <strong>de</strong> este ensayo, junto con<br />

otros documentos relacionados con el Protocolo Pe<strong>de</strong>monte-Mosquera.<br />

La nota <strong>de</strong>l secretario general <strong>de</strong>l Libertador brilla por su sencillez y naturalidad,<br />

como que fue redactada cuando aun no se habían enfriado las impresiones<br />

<strong>de</strong> tan gran<strong>de</strong> hecho; y acor<strong>de</strong> con el fondo es su estilo familiar y confi<strong>de</strong>ncial,<br />

prendas seguras ambas <strong>de</strong> su sinceridad e irrebatible verdad.<br />

168


III


<strong>El</strong> otro precioso documento en todo acor<strong>de</strong> con el anterior, es esta carta<br />

privada, dirigida por el Libertador al general Santan<strong>de</strong>r, vicepresi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />

Colombia, encargado entonces <strong>de</strong>l Po<strong>de</strong>r Ejecutivo, también <strong>de</strong> Guayaquil,<br />

poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la entrevista:<br />

«Antes <strong>de</strong> ayer por la noche partió <strong>de</strong> aquí el general San Martín, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> una visita <strong>de</strong> treinta y seis a cuarenta horas, que no se pue<strong>de</strong> llamar visita propiamente<br />

porque no hemos hechos más que abrazarnos, conversar y <strong>de</strong>spedirnos.<br />

Yo creo que él ha venido para asegurarse <strong>de</strong> nuestra amistad, para apoyarse<br />

en ella con respecto a sus enemigos internos y externos.<br />

«Lleva 1.800 colombianos en su auxilio, fuera <strong>de</strong> haber recibido la baja <strong>de</strong><br />

sus cuerpos por segunda vez, lo que nos ha costado más <strong>de</strong> 600 hombres; así<br />

recibirá el Perú 3.000 hombres <strong>de</strong> refuerzo por lo menos.<br />

«<strong>El</strong> Protector me ha ofrecido su eterna amistad hacia Colombia; intervenir<br />

en favor <strong>de</strong>l arreglo <strong>de</strong> límites; no mezclarse en los negocios <strong>de</strong> Guayaquil; una<br />

fe<strong>de</strong>ración completa y absoluta aunque no sea más que con Colombia, <strong>de</strong>biendo<br />

ser la resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l Congreso Guayaquil; ha convenido en mandar un diputado<br />

por el Perú a tratar <strong>de</strong> mancomún con nosotros los negocios <strong>de</strong> España con sus<br />

enviados; también ha recomendado a Murgeon a Chile y Buenos Aires para que<br />

admitan la fe<strong>de</strong>ración; <strong>de</strong>sea que tengamos guarniciones cambiadas en uno y<br />

otro Estado. En fin, él <strong>de</strong>sea que todo marche bajo el aspecto <strong>de</strong> la unión,<br />

porque conoce que no pue<strong>de</strong> haber paz y tranquilidad sin ella. Dice que no<br />

quiere ser rey, pero que tampoco quiere la <strong>de</strong>mocracia, y sí el que venga un príncipe<br />

<strong>de</strong> Europa a reinar en el Perú. Esto último yo creo que es por forma. Dice<br />

que se retira a Mendoza, por que está cansado <strong>de</strong>l mando y <strong>de</strong> sufrir a sus enemigos.<br />

No me ha dicho que trajera proyecto alguno ni ha exigido nada <strong>de</strong><br />

Colombia, pues las tropas que llevaba estaban preparadas para el caso. Sólo se ha<br />

empeñado mucho en el negocio <strong>de</strong> canje <strong>de</strong> guarniciones, y por su parte no hay<br />

género <strong>de</strong> amistad ni <strong>de</strong> oferta que no haya hecho.<br />

171


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

«Su carácter me ha parecido muy militar, y parece activo, pronto y no lerdo.<br />

Tiene i<strong>de</strong>as correctas, <strong>de</strong> las que a usted le gustan; pero no me parece bastante <strong>de</strong>licado<br />

<strong>de</strong> los géneros <strong>de</strong> sublime que hay en las i<strong>de</strong>as y en las empresas. Últimamente<br />

usted conocerá su carácter por la memoria que mandó con el capitán<br />

Gómez <strong>de</strong> nuestras conversaciones (9), aunque le falta la sal <strong>de</strong> crítica que yo <strong>de</strong>bería<br />

poner a cada una <strong>de</strong> sus frases.<br />

«Gracias a Dios, mi querido general, que he logrado con mucha fortuna y<br />

gloria cosas bien importantes: primera, la libertad <strong>de</strong>l Sur; segunda, la incorporación<br />

a Colombia <strong>de</strong> Guayaquil, Quito, y las otras provincias; tercera, la amistad<br />

<strong>de</strong> San Martín y <strong>de</strong>l Perú para Colombia, y cuarta, salir <strong>de</strong>l estado aliado que va a<br />

darnos en el Perú gloria y gratitud por aquella parte. Todos quedan agra<strong>de</strong>cidos<br />

porque a todos he servido, y todos nos respetan porque a nadie he <strong>de</strong>bido. Los<br />

españoles mismos van llenos <strong>de</strong> respeto y reconocimiento al Gobierno <strong>de</strong><br />

Colombia. Ya no me falta más, mi querido amigo, sino es poner a salvo el tesoro<br />

<strong>de</strong> mi prosperidad, escondiéndolo en un retiro profundo para que nadie me lo<br />

pueda robar; quiero <strong>de</strong>cir que ya no me falta más que retirarme y morir. Por Dios,<br />

que no quiero más; es por la primera vez que no tengo nada que <strong>de</strong>sear y estoy<br />

contento con la fortuna (10)».<br />

He aquí algunos fragmentos <strong>de</strong> otras cartas inéditas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> a Santan<strong>de</strong>r,<br />

relativas la entrevista <strong>de</strong> Guayaquil, subscritas, la primera, en esa ciudad, el 3 <strong>de</strong><br />

agosto, y, la segunda, en Cuenca, el 14 <strong>de</strong> septiembre, pocos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la<br />

entrevista.<br />

«... Antes que se me olvi<strong>de</strong>, diré a usted que el general San Martín me dijo algunas<br />

horas antes <strong>de</strong> embarcarse que los abogados <strong>de</strong> Quito querían formar un Estado<br />

in<strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong> Colombia con estas provincias; yo le repuse que estaba satisfecho<br />

<strong>de</strong>l espíritu <strong>de</strong> los quiteños y que no tenía el menor temor; me replicó que él me avisaba<br />

aquello para que tomara mis medidas, insistiendo mucho sobre la necesidad <strong>de</strong><br />

sujetar a los letrados y <strong>de</strong> apagar el espíritu <strong>de</strong> insurrección <strong>de</strong> los pueblos. Esto lo<br />

hacía con mucha cordialidad, si he <strong>de</strong> dar crédito a las apariencias...»<br />

«... Yo le dije al general San Martín que <strong>de</strong>bíamos hacer la paz a toda costa<br />

con tal que consiguiésemos la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, la integridad <strong>de</strong>l territorio y evacuación<br />

<strong>de</strong> las tropas españolas <strong>de</strong> cualquier punto <strong>de</strong> nuestro territorio; que las<br />

<strong>de</strong>más condiciones se podrían reformar <strong>de</strong>spués con el tiempo o con las circunstancias.<br />

Él convino en ellos, y lo aviso para inteligencia <strong>de</strong> usted. La noticia sobre<br />

los quiteños y esta otra no las comprendía mi Memoria, porque me parecieron<br />

muy graves para que pasasen por las manos <strong>de</strong> los <strong>de</strong>pendientes y secretarios; bien<br />

172


XIX. La entrevista <strong>de</strong> Guayaquil<br />

que el mismo sentimiento tengo con respecto a otros a pesar <strong>de</strong> nuestra conversación,<br />

que el señor Pérez ha confiado a esos muchachos <strong>de</strong> la Secretaría...»<br />

«Hoy he visto una carta <strong>de</strong>l general Santa Cruz al coronel Heres, en que le<br />

dice <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Piza que marchaba para Lima, aunque con poco gusto suyo porque las<br />

cosas allí no ofrecen ni seguridad ni tranquilidad. Que el Protector había hablado<br />

personalmente con él y hacía elogios <strong>de</strong> su compañero, hablando <strong>de</strong> mí. Que<br />

Monteagudo fue preso por ladrón y agente <strong>de</strong> la intriga por la monarquía, que se<br />

<strong>de</strong>testa en el Perú; se extien<strong>de</strong> a <strong>de</strong>cir, aña<strong>de</strong>, que también ha sido comprendido el<br />

ministro <strong>de</strong> Haciendo y el director <strong>de</strong> Marina y que Torre-Tagle ha favorecido esta<br />

<strong>de</strong>claración popular. Esta carta es anterior a la primera y así <strong>de</strong>be usted juzgar <strong>de</strong>l<br />

valor respectivo <strong>de</strong> las expresiones. Yo creo que el general San Martín ha tomado<br />

el freno con los dientes y piensa lograr su empresa, como Iturbi<strong>de</strong> la suya; es <strong>de</strong>cir,<br />

por la fuerza, y así tendremos dos reinos a los flancos, que acabarán probablemente<br />

mal como han empezado mal. Lo que yo <strong>de</strong>seo es que ni uno ni otro pierdan<br />

su tierra por estar pensando en tronos.<br />

«Se dice que el general San Martín fue recibido en Lima con interés y<br />

aplauso; pero esto no es extraño por mil razones, aunque realmente él no sea<br />

popular en aquel país, como se vio en Guayaquil, don<strong>de</strong> fue bien recibido por el<br />

pueblo <strong>de</strong> dientes para fuera (11)...»<br />

Y esos documentos oficiales tienen espléndida conformación en otros que<br />

nos legaron los propios parciales <strong>de</strong>l Protector. Veámoslos.<br />

<strong>El</strong> general Miller, quien fue leal y fiel a San Martín en vida y más allá <strong>de</strong> la<br />

tumba, nos dice en sus Memorias ya citadas: «Con respecto a sus miras políticas,<br />

San Martín consi<strong>de</strong>raba la forma <strong>de</strong> gobierno monárquico-constitucional el más<br />

a<strong>de</strong>cuado para la América <strong>de</strong>l Sur...»<br />

<strong>El</strong> general Francisco Antonio Pinto, que fue uno <strong>de</strong> los chilenos más ilustres<br />

que acompañaron a San Martín al Perú, escribió también: «En el día no es un<br />

secreto lo ocurrido en la entrevista (<strong>de</strong> Guayaquil). Había preferido el general San<br />

Martín para la organización política <strong>de</strong>l Perú el régimen <strong>de</strong> una monarquía constitucional...»<br />

«Para que le coadyuvara <strong>Bolívar</strong> o no hiciera oposición a este plan se<br />

encaminó a Guayana tan luego como supo su llegada a ese pueblo (12).»<br />

Los documentos que acaban <strong>de</strong> leerse, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> hacer luz meridiana respecto<br />

<strong>de</strong> las célebres conferencias <strong>de</strong> Guayaquil, vienen a confirmar la relación que<br />

el general Tomás C. Mosquera, e<strong>de</strong>cán <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> en aquellos días, hizo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

173


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

26 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1861, y a probarnos que el argentino Guido, que <strong>de</strong>smintió a<br />

Mosquera en la obra <strong>de</strong> Mitre, fue quien faltó a la verdad. Y es la oportunidad <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>clarar que Guido, en su rectificación, adulteró también la relación <strong>de</strong> Mosquera<br />

para mejor refutarla. «Felizmente vivo yo, dijo, para asegurar que “no es cierto que<br />

hubiesen presenciado la entrevista ni Soyer ni yo”, porque sólo el general San<br />

Martín y <strong>Bolívar</strong> estuvieron encerrados por más <strong>de</strong> dos horas.» Cuando Mosquera<br />

no afirmó tal cosa, sino esta muy distinta: «Asistimos a esta conferencia el coronel<br />

Pérez, secretario general <strong>de</strong>l Libertador, y yo como secretario privado para redactar<br />

un memorándum sobre los puntos en que se pusieran <strong>de</strong> acuerdo.» Y al final<br />

repite: «Solamente yo vivo <strong>de</strong> los que pue<strong>de</strong>n referir lo que pasó; y si <strong>Bolívar</strong>, San<br />

Martín o Pérez han <strong>de</strong>jado algo sobre el particular, no lo sé, pero sí puedo asegurar<br />

que en 1829, en el mismo Guayaquil, hablaba con el Libertador sobre esta<br />

entrevista, cuando iguales i<strong>de</strong>as se promovían sobre la misma materia en esta<br />

ciudad (Bogotá), y encontré al Libertador entonces poseído <strong>de</strong> las mismas i<strong>de</strong>as <strong>de</strong><br />

ser incompatible la monarquía con las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Colombia y <strong>de</strong>l Perú (13).»<br />

En la relación <strong>de</strong> Mosquera hay, a<strong>de</strong>más, preciosos <strong>de</strong>talles que por no constar<br />

en los dos documentos anteriores, conviene consignar aquí, pues ellos acaban<br />

<strong>de</strong> esclarecer completamente los hechos:<br />

«Y para finalizar, le manifestó (<strong>Bolívar</strong> a San Martín) que el placer que había<br />

tenido <strong>de</strong> verle se le acibaraba, porque había recibido una carta <strong>de</strong> Lima, <strong>de</strong>l<br />

teniente coronel Juan Martínez Gómez, secretario <strong>de</strong> la Legación <strong>de</strong> Colombia, en<br />

que le anunciaba una revolución que estallaría en Lima contra el Protector, por los<br />

mismos jefes <strong>de</strong>l ejército que él mandaba, y que no estaban <strong>de</strong> acuerdo con sus<br />

principios políticos, prueba irrefragable <strong>de</strong> lo que acababa <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle.<br />

«<strong>El</strong> general San Martín leyó la carta que le dio el Libertador, tomó nota <strong>de</strong><br />

ella, y le dijo: “Si esto tiene lugar, he concluido mi vida pública, <strong>de</strong>jaré el suelo <strong>de</strong><br />

mi patria, me marcharé a Europa a pasar el resto <strong>de</strong> mi vida en el retiro, y ojalá que<br />

antes <strong>de</strong> cerrar los ojos pueda yo celebrar el triunfo <strong>de</strong> los principios republicanos<br />

que usted <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>. <strong>El</strong> tiempo y los acontecimientos dirán cuál <strong>de</strong> los dos ha visto<br />

con más exactitud el futuro.»<br />

<strong>El</strong> libertador le respondió: «Ni nosotros, ni la generación que nos suceda, verá<br />

el brillo <strong>de</strong> la República que estamos fundando; yo consi<strong>de</strong>ro a la América en crisálida;<br />

habrá una metamorfosis en la existencia física <strong>de</strong> sus habitantes; al fin habrá<br />

una nueva casta <strong>de</strong> todas las razas, que producirá la homogeneidad <strong>de</strong>l pueblo. No<br />

<strong>de</strong>tengamos la marcha <strong>de</strong>l género humano con instituciones que son exóticas,<br />

como he dicho a usted, en la tierra virgen <strong>de</strong> América (14).»<br />

174


XIX. La entrevista <strong>de</strong> Guayaquil<br />

San Martín, eminente conservador y español, por su educación política y su<br />

disciplina <strong>de</strong> cuartel aspiraba sólo a cortar el vínculo colonial, pero carecía <strong>de</strong><br />

voluntad, <strong>de</strong> fuerza y hasta <strong>de</strong> instinto para la obra revolucionaria sin la cual la<br />

in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia apenas habría sido una separación política y un pueril orgullo para<br />

los criollos. Tan apegado se mostró a las antiguas prácticas, que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> recoger<br />

los títulos dados por los reyes <strong>de</strong> España en el Perú, expidió otros creando marqueses,<br />

con<strong>de</strong>s, barones y señores. En tanto que <strong>Bolívar</strong>, el más revolucionario <strong>de</strong><br />

todos los patriotas <strong>de</strong> América, creía que no bastaba romper con España, sino que<br />

era indispensable romper también con todas sus tradiciones <strong>de</strong> gobierno y <strong>de</strong><br />

administración, y entre ellas con la tradición monárquica.<br />

Pero <strong>Bolívar</strong> no sólo disintió <strong>de</strong> San Martín respecto <strong>de</strong> sus planes <strong>de</strong> substituir<br />

con monarquías in<strong>de</strong>pendientes el régimen <strong>de</strong> la monarquía colonial, sino<br />

que protestó contra ellos, y en tales términos, que treinta años más tar<strong>de</strong> inspiraban<br />

al segundo esta dolorosa queja, recogida y consagrada en la historia por su hijo<br />

político el señor Balcarce: «<strong>Bolívar</strong> me trató con grosería.»<br />

Esa dolorosa queja que está, a<strong>de</strong>más, confirmada por el amargo silencio que<br />

siempre guardó San Martín, aun en medio <strong>de</strong> sus íntimos, cuando quiera que<br />

rodaba la conversación sobre aquella entrevista. Tal hecho lo certifica Sarmiento,<br />

y Mitre escribe: «San Martín, como vencido, quedó mortificado, y era un asunto<br />

<strong>de</strong> que no le era grato hablar (15).» Había algo, sin duda, en aquel recuerdo que<br />

hería lo más <strong>de</strong>licado <strong>de</strong> su amor propio y <strong>de</strong> su vanidad caduca, y para que se vea<br />

que son los documentos inapelables los que lo acusan a través <strong>de</strong> los tiempos,<br />

oigase esta confesión <strong>de</strong> su amigo y confi<strong>de</strong>nte y apologista, el gran argentino, <strong>de</strong><br />

venerable memoria, don Domingo F. Sarmiento: «Entre sus papeles (<strong>de</strong> San<br />

Martín) existe una carta <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> que han visto algunos americanos entre otros<br />

don Manuel Guerrico. Como yo me empeñase en verla y comprendiese San<br />

Martín que quería hacer uso <strong>de</strong> ella en complemento <strong>de</strong> la suya a <strong>Bolívar</strong> que<br />

había publicado el almirante Blanc, la carta se empapeló y no pu<strong>de</strong> verla (16).»<br />

Preciosa confesión que ratifica Mitre cuando dice: «No hemos encontrado<br />

entre los papeles <strong>de</strong>jados por San Martín las cartas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> a que hace referencia<br />

(en carta a Guido, <strong>de</strong> 18 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1826, subscripta en Bruselas), entre<br />

las cuales <strong>de</strong>bía hallarse la contestación a su carta relativa a conferencia <strong>de</strong><br />

Guayaquil, que <strong>de</strong>rramaría tal vez más luz sobre el asunto (17).»<br />

No queda, pues, duda alguna <strong>de</strong> que San Martín <strong>de</strong>struyó esa y otras cartas<br />

que <strong>Bolívar</strong> le dirigió <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la entrevista <strong>de</strong> Guayaquil, y lo más curioso es que<br />

las copias <strong>de</strong> esas cartas tampoco aparecen entre los documentos que publicaron<br />

175


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

O’Leary y Blanco-Azpurúa, tomándolos <strong>de</strong>l archivo <strong>de</strong> la Secretaría General <strong>de</strong>l<br />

Libertador.<br />

Y así como San Martín <strong>de</strong>struyó esas cartas, que, sin duda, no le hacían<br />

honor, así también se empeñó siempre, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su voluntaria expatriación <strong>de</strong><br />

América, en negar enérgicamente que hubiera pensado siquiera en la conveniencia<br />

<strong>de</strong> establecer la monarquía en el Nuevo Mundo. Pero la razón es clara: sus i<strong>de</strong>as<br />

antirrepublicanas fueron la causa <strong>de</strong> su fracaso en el Perú y en Guayaquil, y lógico<br />

era, y muy humano, que el Protector, aun en su ancianidad, recluído en su quinta<br />

<strong>de</strong> Grand-Bourg, cerca <strong>de</strong> Fontainebleau, cuando oía hablar <strong>de</strong> monarquía, al<br />

punto empezara a danzar como el oso <strong>de</strong> Fogazzaro...<br />

176


XX<br />

<strong>Bolívar</strong> en Pativilca


La costa <strong>de</strong>l Perú está formada por un <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> arena <strong>de</strong> quinientas leguas<br />

<strong>de</strong> longitud, y cuya anchura varía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> siete hasta más <strong>de</strong> cincuenta millas, a proporción<br />

que las diferentes ramificaciones <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s se aproximan o alejan <strong>de</strong> la<br />

costa <strong>de</strong>l mar Pacífico. Nada es comparable, dice el general Miller (1), a su melancólico<br />

y árido aspecto, nada pue<strong>de</strong> igualar el efecto <strong>de</strong>sagradable que causa en la<br />

imaginación <strong>de</strong>l navegante la vista <strong>de</strong> aquel país al acercarse a tierra. Su superficie<br />

presenta muchas <strong>de</strong>sigualda<strong>de</strong>s y tiene la apariencia <strong>de</strong> haber estado en otro<br />

tiempo cubierta por el mar que baña sus escarpadas costas.<br />

Unos cuantos <strong>de</strong> los ríos mayores que cruzan aquel <strong>de</strong>sierto llegan hasta el<br />

mar, mas los inferiores se consumen en el riego <strong>de</strong> plantíos o los absorbe el<br />

<strong>de</strong>sierto que los ro<strong>de</strong>a, don<strong>de</strong> nunca llueve, don<strong>de</strong> ni aves, ni bestias, ni reptiles<br />

se han visto nunca, y don<strong>de</strong> jamás crece planta alguna ni hay señales <strong>de</strong><br />

antigua vegetación. En algunos parajes borbollea un manantial <strong>de</strong> agua y a<br />

poco trecho <strong>de</strong>saparece. Ningún extraño pue<strong>de</strong> viajar allí sin ir acompañado <strong>de</strong><br />

un guía, porque toda las trazas que presenta el <strong>de</strong>sierto al que una vez lo atraviesa<br />

es algún montón <strong>de</strong> huesos, restos <strong>de</strong> bestias <strong>de</strong> carga que han perecido en<br />

él. Muchas veces el viento levanta inmensas nubes y remolinos <strong>de</strong> arena que<br />

azotan y asfixian a los viajeros, los cuales generalmente van a caballo embozados,<br />

cubriéndose la cara. Cuando el viajero o su caballo se cansan, aquél echa<br />

pie a tierra, y si el sol brilla con su acostumbrado ardor, extien<strong>de</strong> su poncho en<br />

el suelo, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la barriga <strong>de</strong> su cabalgadura, y se tien<strong>de</strong> sobre él para gozar<br />

<strong>de</strong> la sombra que proyecta el animal, única que pue<strong>de</strong> procurarse en aquellos<br />

arenales sin oasis.<br />

No es raro que los más vaquianos, o guías <strong>de</strong>l país, se pierdan también, y<br />

entonces el terror los vuelve locos. Si no encuentran nuevamente la senda o señales<br />

que les dirigen, o no tienen la dicha <strong>de</strong> divisar otros viajeros en el horizonte,<br />

inevitablemente perecen, y su suerte queda tan ignorada, como la <strong>de</strong> un buque<br />

que se va a pique en medio <strong>de</strong> la soledad <strong>de</strong>l océano. Un soplo <strong>de</strong> viento basta para<br />

borrar en la arena la huella <strong>de</strong> un ejército, y los pocos puntos habitados están separados<br />

por enormes distancias.<br />

179


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

En aquel <strong>de</strong>sierto, en el extremo <strong>de</strong> un valle angosto que se interna hacia los<br />

An<strong>de</strong>s, y sobre el cual se levantan a cada paso enormes peñascos solitarios, está<br />

situado, a tres jornadas <strong>de</strong> Lima, el pueblo <strong>de</strong> Pativilca. Dista cuatro leguas <strong>de</strong>l<br />

puerto <strong>de</strong> supe, y en el trayecto se encuentra otra pequeña al<strong>de</strong>a llamada Barranca.<br />

Todo ese camino, dice Bur<strong>de</strong>tt O’Connor (2), es <strong>de</strong> pesada arena en la que se<br />

hun<strong>de</strong>n los pies <strong>de</strong> los transeúntes.<br />

Allí se encontraba el Libertador, a principios <strong>de</strong> 1824, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su marcha<br />

a Trujillo, don<strong>de</strong> había tomado preso todo el ejército rebel<strong>de</strong> con sus jefes. Riva<br />

Agüero y Herrera, quienes fueron <strong>de</strong>spachados con grillos a Lima, entonces bajo<br />

el Gobierno <strong>de</strong>l marqués <strong>de</strong> Torre-Tagle y <strong>de</strong> don Juan <strong>de</strong> Berindoaga, presi<strong>de</strong>nte<br />

y ministro <strong>de</strong> Guerra, respectivamente, <strong>de</strong>jados por <strong>Bolívar</strong> en esa capital. Sólo<br />

una escolta <strong>de</strong> la Guardia lo custodiaba y los gran<strong>de</strong>s generales <strong>de</strong> Colombia y <strong>de</strong>l<br />

Perú, los arrogantes oficiales <strong>de</strong>l ejército, «vestidos <strong>de</strong> hermosos uniformes», que<br />

atravesaban, <strong>de</strong>partiendo, el gran patio <strong>de</strong> la casa que habitaba el Libertador.<br />

Pocos días <strong>de</strong>spués, éste cayó enfermo a consecuencia <strong>de</strong> las largas jornadas hechas<br />

en aquellos <strong>de</strong>siertos, <strong>de</strong> cielo inmisericor<strong>de</strong>s.<br />

Espinar, su secretario, <strong>de</strong>cía con tal motivo a Tomás Heres, el 3 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong><br />

ese año: «<strong>El</strong> Libertador llegó a este pueblo bastante malo y continúa nada bien.<br />

Una complicación se síntomas se presenta, pero él rehúsa tomar medicinas: con<br />

todo, hoy ha empezado a tomar purgantes ligeros. Todo, todo le <strong>de</strong>sagrada, todo le<br />

molesta, nos tienen con bastante cuidado.» Al día siguiente torna a <strong>de</strong>cirle: «S. E. el<br />

Libertador amaneció bastante <strong>de</strong>spejado pero sumamente débil. Le sentaron mal<br />

el suero y otros brebajes y le resultaron vómitos. Está <strong>de</strong>caído. Es menos su enfermedad<br />

que la falta <strong>de</strong> régimen que observa. Es un gran mal no tener respeto por<br />

persona alguna (3).»<br />

<strong>Bolívar</strong> mismo le da al general Santan<strong>de</strong>r estos pormenores <strong>de</strong> su enfermedad,<br />

en cara <strong>de</strong> 7 <strong>de</strong> enero:<br />

«Es una complicación <strong>de</strong> irritación interna y <strong>de</strong> reumatismo, <strong>de</strong> calentura y<br />

<strong>de</strong> un poco <strong>de</strong> mal <strong>de</strong> orina, <strong>de</strong> vómito y dolor cólico. Todo esto hace un conjunto<br />

que me ha tenido <strong>de</strong>sesperado y me aflige todavía mucho. Ya no puedo hacer un<br />

esfuerzo sin pa<strong>de</strong>cer infinito. Usted no me conocería, porque estoy muy acabado<br />

y muy viejo, y en medio <strong>de</strong> una tormenta como ésta represento la senectud.<br />

A<strong>de</strong>más, me suelen dar <strong>de</strong> cuando en cuando unos ataques <strong>de</strong> <strong>de</strong>mencia, aun<br />

cuando estoy bueno, que pierdo enteramente la razón, sin sufrir el más pequeño<br />

ataque <strong>de</strong> enfermedad y <strong>de</strong> dolor. Este país con sus reproches en los páramos, me<br />

renueva dichos ataques cuando los paso al atravesar las sierras (4).»<br />

180


XX. <strong>Bolívar</strong> en Pativilca<br />

Por aquellos días lo visitó don Joaquín Mosquera, quien refirió así su entrevista<br />

a don José Manuel Restrepo:<br />

«Ya había terminado yo en Lima mis funciones <strong>de</strong> enviado colombiano cerca<br />

<strong>de</strong>l Gobierno <strong>de</strong>l Perú, en octubre <strong>de</strong> 1823, hallándose el Libertador en Huaras,<br />

y, como usted recordará, corría entonces mucho riesgo Lima <strong>de</strong> ser ocupadas por<br />

los españoles... Resolvió, pues, regresar a mi patria a dar cuenta <strong>de</strong> mi legación al<br />

Gobierno <strong>de</strong> Colombia, y le escribí al Libertador anunciándole mi partida, y<br />

pidiéndole las ór<strong>de</strong>nes que <strong>de</strong>biera comunicarme. Me contestó que <strong>de</strong>seaba hablar<br />

conmigo, y que, si urgía mi partida, fuese a tratar con él en Trujillo. Fui a Trujillo<br />

por mar y, cuando llegué a esa ciudad, días que el Libertador había partido <strong>de</strong> allí<br />

con <strong>de</strong>stino a Lima. Me embarqué nuevamente en Huanchaco en la fragata francesa<br />

la Vigie, para volver a Lima, aunque temiendo ser apresado por algún corsario<br />

español. <strong>El</strong> capitán <strong>de</strong> la fragata arribó a Supe para adquirir noticias <strong>de</strong> los<br />

corsarios que solían aparecer a la recalada <strong>de</strong>l Callo. Yo <strong>de</strong>sembarqué con él, y<br />

hablando en la playa con un francés, que aseguraba que no se había visto corsario<br />

ninguno, vino directamente a mí un indio <strong>de</strong>sconocido, y, en su lenguaje rústico,<br />

me informó que el Libertador estaba enfermo <strong>de</strong> muerte en Pativilca, <strong>de</strong> un tabardillo<br />

que le habían causado los soles <strong>de</strong> los arenales <strong>de</strong> aquellas costas, al regresar<br />

<strong>de</strong> Trujillo. Por el examen que hice al indio, me persuadí que era cierta la enfermedad<br />

<strong>de</strong>l Libertador, y perdí al capitán que me enviara mi equipaje para irme a buscarlo.<br />

Tal resolución me libró <strong>de</strong> caer en manos <strong>de</strong>l corsario español General<br />

Quintanilla, que apresó la fragata Vigie luego que salió <strong>de</strong> Supe.<br />

«Seguí por las tierras <strong>de</strong> Pativilca, y encontré al Libertador ya sin riesgo <strong>de</strong><br />

muerte, pero tan flaco y extenuado que me causó su aspecto una muy acerba pena.<br />

Estaba sentado en una pobre silla vaqueta, recostado contra la pared <strong>de</strong> un<br />

pequeño huerto, atada la cabeza con un pañuelo blanco, y sus pantalones <strong>de</strong> jin<br />

que me <strong>de</strong>jaba ver sus dos rodillas puntiagudas, sus piernas <strong>de</strong>scarnadas, su voz<br />

hueca y débil y su semblante cadavérico. Tuve que hacer un gran<strong>de</strong> esfuerzo para<br />

no largar mis lágrimas y no <strong>de</strong>jarle conocer mi pena y mi cuidado por su vida.<br />

«Usted recordará que en aquella época aciaga, el ejército peruano, fuerte <strong>de</strong> seis<br />

mil hombres a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Santa Cruz, se había disipado sin batirse, huyendo <strong>de</strong><br />

los españoles <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Oruro al Desagua<strong>de</strong>ro; que el ejército auxiliar <strong>de</strong> Chile, por celos<br />

con nosotros los colombianos, nos había abandonado regresando a su país; que los<br />

argentinos entregaron a los españoles los castillos <strong>de</strong>l Callao, y que no quedaban más<br />

fuerzas que apoyaran en el Perú la causa <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia que unos cuatro mil<br />

colombianos, situados <strong>de</strong> Cajamarca a Santa, a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>l general Sucre, y como<br />

tres mil peruanos que se organizaban y disciplinaban en el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> Trujillo.<br />

181


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

La fuerza <strong>de</strong> los españoles en el Alto y Bajo Perú ascendía a veintidós mil hombres. Los<br />

peruanos, divididos en partidos políticos y personales, tenían anarquizado el país.<br />

Todas estas consi<strong>de</strong>raciones se me presentaron como una falange <strong>de</strong> males para acabar<br />

con la existencia <strong>de</strong>l héroe medio muerto, y, con el corazón oprimido, temiendo la<br />

ruina <strong>de</strong> nuestro ejército, le pregunté: ¿Y qué piensa hacer usted ahora? Entonces, avivando<br />

sus ojos huecos, con tono <strong>de</strong>cidido, me contestó: ¡Triunfar!».<br />

«Esta respuesta inesperada produjo en mi alma sorpresa, admiración y<br />

esperanzas, porque vi que aunque el cuerpo <strong>de</strong>l héroe estaba casi aniquilado, su<br />

alma conservaba todo el vigor y elevación que lo hacían tan superior en los<br />

gran<strong>de</strong>s peligros...<br />

«En seguida le hice esta otra pregunta: ¿Y qué hace usted para triunfar?<br />

Entonces, con un tono sereno y <strong>de</strong> confianza, me dijo: “Tengo dadas las ór<strong>de</strong>nes<br />

para levantar una fuerte caballería en el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> Trujillo; he mandado<br />

fabricar herraduras en Cuenca, en Guayaquil y Trujillo; he or<strong>de</strong>nado<br />

tomar para el servicio militar todos los caballos buenos <strong>de</strong>l país, y he embargado<br />

todos los alfalfales para mantenerlos gordos. Luego que recupere mis fuerzas<br />

me iré a Trujillo. Si los españoles bajan <strong>de</strong> la cordillera a buscarme,<br />

infaliblemente los <strong>de</strong>rroto con la caballería: si no bajan, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> tres meses<br />

tendrán una fuerza para atacar. Subiré la cordillera y los <strong>de</strong>rrotaré.”<br />

«Yo permanecí tres días en Pativilca, mientras hizo escribir muchas cartas<br />

para la Nueva Granada y Venezuela. <strong>El</strong> día <strong>de</strong> mi partida montó en una mula<br />

muy mansa que tenía y salió a <strong>de</strong>jarme a la entrada <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> Huarmei,<br />

para hacer un poco <strong>de</strong> ejercicio. Como mi equipaje se había atrasado, suspendí<br />

allí mi marcha, y el Libertador, que estaba muy débil, se apeó y acostó sobre un<br />

capote <strong>de</strong> barragán, y su e<strong>de</strong>cán, Julián Santamaría, permaneció <strong>de</strong> pie oyéndonos<br />

conversar sobre la situación triste <strong>de</strong>l Perú, que me encargaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir<br />

a Santan<strong>de</strong>r. Según usted sabe, para atravesar este <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> arena se prefiere<br />

la noche; eran, pues, las seis <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, y el sol entraba y salía en el Pacífico, y<br />

me daba no sé que i<strong>de</strong>a melancólica <strong>de</strong> que era el sol <strong>de</strong>l Perú que se <strong>de</strong>spedía<br />

<strong>de</strong> nosotros. <strong>El</strong> silencio majestuoso <strong>de</strong>l océano, la vista <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto que iba yo<br />

a cruzar, la soledad <strong>de</strong> aquella costa y el aullido <strong>de</strong> los lobos marinos oprimían<br />

mi espíritu, al <strong>de</strong>jar a mis compatriotas en una empresa tan ardua, en que<br />

arriesgábamos al héroe y a nuestro ejército. Al llegar mi equipaje me dijo el<br />

Libertador, tendido todavía en el suelo:<br />

182


XX. <strong>Bolívar</strong> en Pativilca<br />

—Diga usted allá a nuestros compatriotas cómo me <strong>de</strong>ja usted moribundo<br />

esta playa inhospitalaria, teniendo que pelear a brazo partido para conquistar la<br />

in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l Perú y la seguridad <strong>de</strong> Colombia.<br />

«Entonces, levantándose, me dio un abrazo; Santamaría me dio otro y nos<br />

<strong>de</strong>spedimos, sin hablar palabra, como si hiciésemos esfuerzos para no expresar<br />

nuestra aflicción y nuestro cuidado por la patria.<br />

«Más tar<strong>de</strong>, a mi llegada a Bogotá, supe cómo cumplió el Libertador su pronóstico<br />

subiendo la cordillera y <strong>de</strong>rrotando a los españoles en Junín (5).»<br />

Después <strong>de</strong> leer episodio tan sublime y conmovedor, no pue<strong>de</strong> uno menos <strong>de</strong><br />

repetir las palabras que escribió Renán al narrarnos la vida <strong>de</strong> Jesús, el fundador<br />

<strong>de</strong>l cristianismo: «Aquellos que nacen marcados con un sello <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>za, van a la<br />

gloria por una especie <strong>de</strong> atracción irresistible, <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n fatal, y todo conspira a<br />

facilitarles el camino.»<br />

Mosquera conservó siempre vivo el recuerdo <strong>de</strong> aquella <strong>de</strong>spedida, como si<br />

presintiera que a él correspondía también una parte <strong>de</strong> esa gloria: «Yo no olvido,<br />

le escribe <strong>de</strong> Bogotá, el 28 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1830, al Libertador, que se acercaba a San<br />

Pedro Alejandrino, yo no olvido aquella época <strong>de</strong>l año 14, ni el viaje al Perú, “ni<br />

la tierna <strong>de</strong>spedida” en la cosa <strong>de</strong> Pativilca, ni mil otras sensaciones que han<br />

impreso en mi corazón la gratitud, el patriotismo, la admiración y la amistad.»<br />

Y todavía en la última carta que escribió a <strong>Bolívar</strong>, <strong>de</strong> Cartagena, el 10 <strong>de</strong><br />

diciembre (siete días antes <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong>l héroe), cuando él también se expatriaba<br />

voluntariamente <strong>de</strong> Colombia, cargado <strong>de</strong> años y <strong>de</strong>cepciones, con solemnidad<br />

antigua y acento <strong>de</strong> ultratumba, le dice:<br />

«Recuer<strong>de</strong> usted el año <strong>de</strong> 14, nuestro viaje al Perú, nuestra <strong>de</strong>spedida en la costa<br />

<strong>de</strong> Pativilca, el funesto 25 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1828, y concluya usted lo que yo sentiré.<br />

«Una fuerza irresistible y la tempestad que se ha <strong>de</strong>scargado sobre mi cabeza,<br />

sin que yo la provocase, ni haya podido evitarla, me impulsan a expatriarme. Al<br />

fin, y sin recursos, voy a <strong>de</strong>jar esta tierra <strong>de</strong> tantos sacrificios, y el lunes 13 <strong>de</strong>l<br />

corriente mes per<strong>de</strong>ré <strong>de</strong> vista las costas <strong>de</strong> Colombia para relegarme a los Estados<br />

Unidos, como lo han hecho tantos hombres infelices <strong>de</strong> ambos mundos.»<br />

Esta carta conmovedora no alcanzó a llegar a manos <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, postrado ya<br />

en su lecho <strong>de</strong> muerte. ¡Qué heroicos tiempos, y cuan gran<strong>de</strong>s hombres aquellos!<br />

183


XXI<br />

Los Mosqueras (1)


Pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse, sin hipérbole, que la historia <strong>de</strong> la familia <strong>de</strong> los Mosquera es<br />

la historia <strong>de</strong> Colombia, y esto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la conquista, pasando por la colonia, la revolución,<br />

la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia y las tormentas <strong>de</strong> la República.<br />

<strong>El</strong> tronco americano <strong>de</strong> la familia arranca <strong>de</strong>l capitán don Francisco y <strong>de</strong> don<br />

Cristóbal <strong>de</strong> Mosquera y Figueroa, conquistador y poblador, el primero, <strong>de</strong> los Quijos,<br />

en el Reino <strong>de</strong> Quito, y gobernador <strong>de</strong> la provincia <strong>de</strong> Popayán. Fuera <strong>de</strong> duda parece<br />

que los Mosqueras vinieron a la conquista <strong>de</strong>l Perú y Quito <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber servido<br />

con sus armas a la <strong>de</strong> Florida en México, a la <strong>de</strong> Cuba, a la Chile. Descendía don<br />

Francisco <strong>de</strong>l duque <strong>de</strong> Feria y <strong>de</strong>l <strong>de</strong> Alba, y era hijo legítimo <strong>de</strong> Iñigo López <strong>de</strong><br />

Sotomayor, biznieto <strong>de</strong>l primero <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong> España nombrados.<br />

A principios <strong>de</strong>l siglo XVIII, en el año <strong>de</strong> 1707, nació en Popayán don José<br />

Patricio Mosquera y Figueroa, <strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong> los conquistadores. Casó con doña<br />

Teresa Arboleda, <strong>de</strong> cuyo matrimonio nacieron don Joaquín, don Manuel José,<br />

don Marcelino y don José María.<br />

Don Joaquín nació en Popayán en 1748; fue letrado y llegó a ser oidor en<br />

Bogotá, y, como tal, sentenció en 1794 el proceso contra Nariño por la publicación<br />

<strong>de</strong> los Derechos <strong>de</strong>l hombre. Promovido al mismo empleo en México, <strong>de</strong> allí se<br />

trasladó a España, en don<strong>de</strong> ascendió a diputado a las Cortes en 1809 por la<br />

Capitanía General <strong>de</strong> Venezuela, a consejero presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> las Cámaras <strong>de</strong> Indias,<br />

y por último, a regente <strong>de</strong> España durante la cautividad <strong>de</strong> Fernando VII, y con<br />

tal carácter puso el ejecútese a la Constitución liberal <strong>de</strong> 1812. Fue gran cruz <strong>de</strong><br />

Isabel la Católica y agraciado por Fernando con el título <strong>de</strong> duque <strong>de</strong>l Infantado.<br />

Casó en Cartagena <strong>de</strong> Indias con doña María Josefa Carcía y Toledo, y murió en<br />

Madrid el 29 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1830 a la edad <strong>de</strong> ochenta y dos años.<br />

Don Marcelino era una suerte <strong>de</strong> Nemrod, hombre <strong>de</strong> gran talla y hercúlea<br />

fuerza, empecinado cazador, camarada <strong>de</strong> buen humor en partidas <strong>de</strong> placer, práctico<br />

en las faenas campestres, experto en minas y guacas, y <strong>de</strong> carácter resuelto y<br />

empren<strong>de</strong>dor. Allegó crecido caudal trabajando en el Chocó, y casó con doña<br />

189


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

María Josefa Hurtado y Arboleda, con la que tuvo dos hijos: don Rafael, que<br />

contrajo matrimonio con doña María Josefa Hurtado <strong>de</strong> Igual, y tuvo por hija<br />

única a Sofía, que casó en 1841 con don Julio Arboleda; y a doña María Josefa,<br />

que fue mujer <strong>de</strong> don Joaquín Mosquera (hijo <strong>de</strong> don José María).<br />

«Don José María, escribe don Manuel Pombo, nacido en Popayán el 9 <strong>de</strong><br />

abril <strong>de</strong> 1752, tenía el aspecto imponente y aristocrático <strong>de</strong> un hidalgo castellano:<br />

copiosa cabellera, recia, aunque afeitada barba, gran<strong>de</strong>s cejas, fuerte <strong>de</strong>ntadura,<br />

sonoro y parsimonioso hablar, tranquilo continente, esmerado aseo en<br />

su persona, era cristiano viejo, rico propietario, buen latino docto en varias<br />

materias, la medicina entre ellas. Alcancé a verle, con su larga capa <strong>de</strong> paño <strong>de</strong><br />

San Fernando, con corbata siempre blanca, ostentando los gran<strong>de</strong>s sellos <strong>de</strong> su<br />

voluminoso reloj y el lustre siempre eximio <strong>de</strong> sus sólidos zapatos. Murió el 19<br />

<strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1829. Fiel en sus tradiciones, <strong>de</strong>bió ser para sus a<strong>de</strong>ntros realista;<br />

pero en su calidad <strong>de</strong> patriarca <strong>de</strong> Popayán, dio esplendido hospedaje al<br />

Libertador en 1821, y este le cobró gran<strong>de</strong> estimación y cariño, que sirvió<br />

mucho a la carrera <strong>de</strong> sus hijos. Casó don José María con doña Manuela<br />

Arboleda y Arrachea gran señora, hermosa <strong>de</strong> figura, enérgica <strong>de</strong> condición,<br />

altiva <strong>de</strong> porte, benéfica y caritativa con los pobres y severa en el gobierno <strong>de</strong><br />

su casa. Esta era tan espaciosa, cómoda y bien alhajada, cuanto lo permitían la<br />

época y el lugar, y todo en ella anunciaba la holgura <strong>de</strong> recursos, la austeridad<br />

<strong>de</strong> las costumbres, el régimen estricto, el or<strong>de</strong>n y el aseo. De este matrimonio<br />

nacieron, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> varias mujeres, don Joaquín, don Tomás, don Manuel<br />

José, y don Manuel María, gemelos estos dos.»<br />

<strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>cía refiriéndose a la cuna <strong>de</strong> los Mosquera: «Popayán ha sido por<br />

veinte ocasiones ocupada alternativamente por los patriotas y los enemigos.<br />

Los recursos que sacó <strong>de</strong>l Cauca el coronel Concha valen, por confesión <strong>de</strong>l<br />

mismo, dos millones <strong>de</strong> pesos. Popayán es patria <strong>de</strong> los tres Torres: Camilo,<br />

Jerónimo y el general Ignacio; <strong>de</strong> Caldas, etc., etc., y <strong>de</strong> Popayán es hijo don<br />

José María Mosquera, hombre lleno <strong>de</strong> dignidad y bien merecidos respetos,<br />

que ha hecho servir a sus hijos <strong>de</strong> soldados y a sus expensas ha sostenido los<br />

hospitales militares <strong>de</strong> la República por tantas veces... Si me hubiera sido dado<br />

escoger padre no habría elegido a otro que a don José María Mosquera.»<br />

Don Joaquín Mosquera, el <strong>de</strong>l episodio <strong>de</strong>l Pativilca, el presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />

Colombia en 1830, fue el mayor <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong> don José María Mosquera y<br />

Figueroa. Nació en Popayán el 14 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1787, y allí obtuvo el título <strong>de</strong><br />

doctor en jurispru<strong>de</strong>ncia en 1805; fue rector y profesor en la Universidad <strong>de</strong>l<br />

Cauca en 1836.<br />

190


XXI. Los Mosqueras<br />

Sus contemporáneos nos dicen que tuvo la más bella fisonomía <strong>de</strong> la antigua<br />

Colombia, que unida a su ilustrada inteligencia, a la distinción <strong>de</strong> su modales, al<br />

timbre armonioso <strong>de</strong> su palabra fluida, y a la gravedad <strong>de</strong> su aspecto, hacía que se<br />

impusiese don<strong>de</strong>quiera se presentase.<br />

De 1815 a 1818, en su garrida juventud, viajó por Europa. Cúpole la suerte<br />

<strong>de</strong> ser discípulo predilecto <strong>de</strong>l príncipe <strong>de</strong> los humanistas castellanos, <strong>de</strong> don<br />

Andrés Bello, <strong>de</strong> quien recibió en Londres las primeras lecciones, <strong>de</strong> la lengua<br />

inglesa, y a quien redimió muchas veces, munificente, <strong>de</strong> no pocas dificulta<strong>de</strong>s<br />

pecuniarias. Amigo <strong>de</strong> don Bernardino Rivadavia, el patriota argentino, juntos<br />

trabajaron a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>l general Bernard en la construcción <strong>de</strong> las fortificaciones<br />

<strong>de</strong> París; juntos presenciaron la caída <strong>de</strong>l César <strong>de</strong> los tiempos mo<strong>de</strong>rnos, a<br />

quien, caliente todavía la sangre <strong>de</strong>rramada en Waterloo, vieron, cruzados los<br />

brazos, sobre la cubierta <strong>de</strong>l Bellerofonte, en la bahía <strong>de</strong> Portsmouth, buscando en la<br />

inmensidad <strong>de</strong> los mares el peñón don<strong>de</strong>, nuevo Prometeo, había <strong>de</strong> morir enca<strong>de</strong>nado.<br />

Viajó <strong>de</strong>spués por Italia, se captó la amistad y el cariño <strong>de</strong> los Bonaparte<br />

en <strong>de</strong>sgracia, y el car<strong>de</strong>nal Fesh, al <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> él, en Florencia, le regaló un<br />

soberbio busto <strong>de</strong> Napoleón por Canova, que hoy es tesoro <strong>de</strong> su única hija sobreviviente,<br />

doña Mariana Mosquera, viuda <strong>de</strong> Cár<strong>de</strong>nas.<br />

He aquí una preciosa carta, inédita hasta hace poco tiempo, en la que don<br />

Joaquín Mosquera refiere a su yerno, don Cecilio Cár<strong>de</strong>nas, <strong>de</strong> Popayán, el 27 <strong>de</strong><br />

febrero <strong>de</strong> 1863, cómo adquirió en Italia el célebre busto <strong>de</strong> Napoleón:<br />

«<strong>El</strong> busto <strong>de</strong> Napoleón, <strong>de</strong> mármol, que poseo, obra <strong>de</strong>l célebre Canova, es el<br />

mismo que tenía en su museo el eminentísimo car<strong>de</strong>nal José Fesh, quien me lo<br />

regaló en Roma en junio <strong>de</strong> 1832.<br />

«Al adornarlo a usted quiero que sepa por qué me obsequió el car<strong>de</strong>nal con<br />

esta prenda apreciable. La casualidad hizo que José Bonaparte se alojase en Nueva<br />

York en Washington Hall, que era el hotel en que yo vivía, y fui introducido a su<br />

conocimiento por don Tomás Giner, antiguo presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> las Cortes <strong>de</strong> España,<br />

que era amigo mío, y le hizo <strong>de</strong> mí informes favorables. Como yo me había<br />

hallado en Londres cuando se entregó Napoleón al rey <strong>de</strong> Inglaterra en 1815, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> la batalla <strong>de</strong> Waterloo, y luego pasé a París, conocía bien los gran<strong>de</strong>s acontecimientos<br />

<strong>de</strong> aquella época memorable. Yo había recorrido también la América<br />

meridional como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario <strong>de</strong> la<br />

República <strong>de</strong> Colombia cerca <strong>de</strong> los gobiernos <strong>de</strong>l Perú, Chile y Buenos Aires, y<br />

había <strong>de</strong>sempeñado ya los <strong>de</strong>stinos <strong>de</strong> senador <strong>de</strong> Colombia, presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la<br />

Convención <strong>de</strong> Ocaña, miembro <strong>de</strong>l Consejo <strong>de</strong> Estado <strong>de</strong>l Libertador <strong>Bolívar</strong> en<br />

191


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

1828, y presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Colombia en 1830. Por estos antece<strong>de</strong>ntes pu<strong>de</strong> yo satisfacer<br />

la curiosidad <strong>de</strong> José Bonaparte sobre la transformación política <strong>de</strong> la América<br />

española, manifestándole cómo había sido la consecuencia necesaria <strong>de</strong> los acontecimientos<br />

que se habían sucedido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los Estados Unidos<br />

<strong>de</strong>l Norte, sostenida por Carlos III y Luis XVI, hasta la catástrofe <strong>de</strong>l Gobierno<br />

español en 1808. En las conferencias que celebramos en esos días, tuve la suerte<br />

<strong>de</strong> ganar el aprecio <strong>de</strong> José Bonaparte, y al <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> él para París, en septiembre<br />

<strong>de</strong> 1831, me dio cartas <strong>de</strong> introducción para el con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Las Casas, compañero<br />

<strong>de</strong> Napoleón en Santa <strong>El</strong>ena, y un pliego importante <strong>de</strong> documentos en que<br />

fundaba el <strong>de</strong>recho que creía tener al trono <strong>de</strong> Francia, y separadamente le escribió<br />

por la posta recomendándome <strong>de</strong> una manera muy distinguida y encargándole<br />

que me introdujese a sus amigos en París. Tuve en consecuencia muy buena<br />

acogida en la familia <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Las Casas. Cuando partí para Italia en abril <strong>de</strong><br />

1832 fui portador <strong>de</strong> cartas <strong>de</strong> la familia <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Las Casas para la con<strong>de</strong>sa<br />

<strong>de</strong> Survilliers, mujer <strong>de</strong> José Bonaparte, y para su hija la princesa Carlota, que residían<br />

en Florencia. Cuando los visité en esta capital, la princesa Carlota me<br />

informó que su padre les encargaba que me introdujesen a sus hermanos, que residían<br />

también en Florencia, Luis Bonaparte, Jerónimo Bonaparte y la princesa<br />

Carolina, viuda <strong>de</strong> Murat. Les <strong>de</strong>bí atenciones afectuosas, y Jerónimo y la princesa<br />

Carolina me convidaron a comer en su palacio. A mi llegada a Roma hallé que me<br />

habían precedido recomendaciones en mi favor para el car<strong>de</strong>nal Fesh y para el<br />

príncipe <strong>de</strong> Musignano, hijo <strong>de</strong> Luciano Bonaparte y yerno <strong>de</strong> José Bonaparte. <strong>El</strong><br />

príncipe <strong>de</strong> Musignano me dio un convite en su villa y el car<strong>de</strong>nal me dio otro en<br />

su palacio, y como vivían conmigo mis hermanos Tomás y Manuel María, don<br />

Jerónimo Torres y el general Herrán, los convidó también y tuvimos que admirar<br />

su magnífica galería <strong>de</strong> pinturas en la cual lucía el famoso busto <strong>de</strong> mármol <strong>de</strong><br />

Napoleón que poseo y dono a usted. Durante mi resi<strong>de</strong>ncia en Roma tuve conferencias<br />

largas con el car<strong>de</strong>nal, que se complacía en saber <strong>de</strong> mí los acontecimientos<br />

<strong>de</strong> la revolución <strong>de</strong> la América española. Él me introdujo al conocimiento <strong>de</strong><br />

su hermana madama Leticia, madre <strong>de</strong>l emperador Napoleón, que vivía en el<br />

palacio Madona. Cuando me <strong>de</strong>spedí <strong>de</strong>l Car<strong>de</strong>nal para regresar a París, me regaló<br />

el busto <strong>de</strong> Napoleón para que trabajase <strong>de</strong> él un recuerdo <strong>de</strong> su aprecio a mi persona.<br />

Consérvelo usted, persuadido <strong>de</strong> que se lo obsequio por ser una obra maestra<br />

<strong>de</strong> un escultor sin rival, y como una prenda <strong>de</strong> cordial aprecio que profeso a<br />

usted como su amigo verda<strong>de</strong>ro y satisfecho <strong>de</strong> haber adquirido en usted un hijo.»<br />

Conserva también la familia Mosquera, en Popayán, un relicario con esta inscripción:<br />

N. Viro inmortali, tallado en mármol (miniatura <strong>de</strong>l sarcófago <strong>de</strong> granito<br />

rojo en que duerme el gran emperador bajo la cúpula <strong>de</strong> los Inválidos), el cual contiene<br />

un guardapelo <strong>de</strong> cristal con cabellos <strong>de</strong> Napoleón, que fueron obsequiados al<br />

192


general Tomás C. Mosquera por la hermana <strong>de</strong>l César, Carlota Napoleón. Una<br />

carta publicada recientemente, en que se hace referencia al obsequio, y que también<br />

conserva el hijo <strong>de</strong>l general Mosquera, está escrita en papel <strong>de</strong> luto blasonado,<br />

con la corona imperial en relieve y sellado el reverso <strong>de</strong>l sobre con lacre<br />

negro. La letra es pequeña, femenil y clara, y dice así:<br />

«Je viens vous remercier, Monsieur le Général, <strong>de</strong> la lettre que vous m’avez<br />

écrite, et <strong>de</strong>s bonnes nouvelles que vous me donnez <strong>de</strong> ma sœur, qui n’a pas<br />

manqué <strong>de</strong> me faire savoir l’empressement que vous avez mis à remplir les commissions<br />

dont vous aviez bien voulu vous charger pour elle; elle a été comme moi,<br />

fort aise <strong>de</strong> faire votre connaissance, il en est <strong>de</strong> même <strong>de</strong> toutes les personnes <strong>de</strong><br />

ma famille que vous avez vues à Florence, et qui me prient <strong>de</strong> vous assurer du souvenir<br />

qu’elles vous conservent.<br />

«J’espère qu’à votre retour ici, la santé <strong>de</strong> Maman lui permettra <strong>de</strong> vous<br />

revoir; elle est bien touchée <strong>de</strong>s vœux que vous formez pour son rétablissement...<br />

Quant à moi, je suis charmée d’avoir pu vous donner <strong>de</strong>s cheveux <strong>de</strong> l’Empereur<br />

Napoleón. Je sais bien que vous en sentez tout le prix, et je vous donne ici l’assurance<br />

que les cheveux me furent envoyés par son ordre <strong>de</strong> Ste-Hélène.<br />

«Je vous prie <strong>de</strong> ne pas oublier que je conserve précieusement <strong>de</strong>s cheveux <strong>de</strong><br />

<strong>Bolívar</strong>, pour lequel vous connaissez ma profon<strong>de</strong> admiration.<br />

«Veuillez, Monsieur le Général, recevoir l’assurance <strong>de</strong> mes sentiments et du<br />

plaisir que j’aurai à vous revoir à votre retour <strong>de</strong> Rome.<br />

«Votre affectionnée,<br />

XXI. Los Mosqueras<br />

«Charlotte Napoleón<br />

Florence, le 7 avril 1832.<br />

A Monsieur le Général C. <strong>de</strong> Mosquera.»<br />

193


Fue Joaquín Mosquera brillante ministro plenipotenciario <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> en las<br />

Repúblicas <strong>de</strong>l Pacífico <strong>de</strong> 1822 a 1825, y es muy interesante una carta inédita<br />

que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Lima, en noviembre <strong>de</strong> 1825, escribió a don Santiago Arroyo y<br />

Valencia, en la cual, hablando <strong>de</strong> Buenos Aires, dice:<br />

«No puedo pasar en silencio las ventajas <strong>de</strong> Buenos Aires, esta ciudad no baja<br />

<strong>de</strong> 60.000 almas <strong>de</strong> población... Por la mayor parte se observan los usos y modas<br />

a la inglesa, por las relaciones frecuentes con esta nación y porque en sólo la<br />

ciudad <strong>de</strong> Buenos Aires hay como 5.000 ingleses <strong>de</strong> todas clases y oficios.<br />

«Esta ciudad está llamada a ser la mo<strong>de</strong>rna Cartago, sobre un teatro más<br />

vasto, mejor situado y lo que es más en el siglo XIX; por sus luces y no por los<br />

vicios <strong>de</strong> esa vieja Europa <strong>de</strong>gradada por el feudalismo para po<strong>de</strong>r ser libre.<br />

«<strong>El</strong> carácter <strong>de</strong> los argentinos es el <strong>de</strong> la fachenda: tienen generalmente energía,<br />

son <strong>de</strong> muy buenas disposiciones; y hay una <strong>de</strong>cencia pública digna <strong>de</strong>l virtuoso<br />

pueblo inglés. Allí no se ve ofendida la moral por esas in<strong>de</strong>cencias que hay<br />

en todos los lugares españoles que conozco; la civilización ha hecho en este país<br />

progresos muy distinguidos; las ciencias y la filosofía son el ídolo <strong>de</strong> los jóvenes.<br />

En fin, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber visto tanto malo en política y en moral, mi espíritu se<br />

consoló al llegar a Buenos Aires.»<br />

Uno <strong>de</strong> los rasgos más bellos <strong>de</strong> su vida fue la generosidad con que dio la<br />

libertad a sus esclavos, en obe<strong>de</strong>cimiento a la ley <strong>de</strong> 21 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1851:<br />

«La libertad simultánea <strong>de</strong> los esclavos ha hecho por acá el efecto que hace un<br />

terremoto en una ciudad cuando la <strong>de</strong>rriban, escribía a don Rufino Cuervo. Sin<br />

embargo no me ha faltado resignación y ánimo generoso con los que fueron mis<br />

esclavos. Merecían también que los tratase con benevolencia, porque me aman y<br />

me respetan. Los convoqué a todos y los felicité por su libertad, explicándoles sus<br />

<strong>de</strong>rechos y <strong>de</strong>beres <strong>de</strong> hombres libres como pudiera haberlo hecho un abolicista<br />

<strong>de</strong> los Estados Unidos, y les hice presente la necesidad <strong>de</strong> olvidar todos los usos e<br />

197


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

i<strong>de</strong>as <strong>de</strong>l tiempo <strong>de</strong> la esclavitud y que se figuraran que yo era un extranjero a<br />

quien conocían por la primera vez, y tratáramos <strong>de</strong> hombre a hombre como<br />

libres.<br />

«Mis sesiones duraron una semana en mi mina <strong>de</strong>l Ensoloado y otra en la<br />

Aguablanca <strong>de</strong> mi mujer, y los he complacido hasta la saciedad. Les he arrendado<br />

las minas con todos sus establos a vil precio; les regalé las casas y plataneras repartiéndolas<br />

por familias, y he <strong>de</strong>jado parte para los viejos y enfermos; les vendí fiadas<br />

las herramientas y fraguas con largos plazos y a la mitad <strong>de</strong> precio <strong>de</strong> lo que pi<strong>de</strong>n<br />

los comerciantes <strong>de</strong> ese cantón, y les <strong>de</strong>jó mis tierras para criar ganado pagando los<br />

reales al año por cabeza. Los libertos robustos me pagarán un peso por mes y los<br />

débiles a dos reales y hasta un real uno con otro.<br />

«Son, pues, dueños <strong>de</strong> mis propieda<strong>de</strong>s, quedándome una especie <strong>de</strong> dominio<br />

útil que podrá darme la quinta parte <strong>de</strong> mi renta antigua, si me pagan, lo que<br />

dudo mucho. No es posible explicar a usted todos los pormenores <strong>de</strong> mis teorías<br />

practicadas en favor <strong>de</strong> la naturaleza ultrajada. He perdido mucho, pero me he aliviado<br />

<strong>de</strong>l inmenso peso que gravitaba contra mí, contra mi carácter. La manumisión<br />

<strong>de</strong> mis esclavos me ha manumitido a mí.<br />

«Al <strong>de</strong>spedirme les regalé unas cuantas reses gordas para una comida y les<br />

enseñé cómo habían <strong>de</strong> hacer compañías para aprovecharse <strong>de</strong> mis mejores veneros<br />

<strong>de</strong> mina. Tengo también unos pobres indios inocentes, a quienes no cobro<br />

nada por terrajes, <strong>de</strong> modo que son colonos sin pensión; los padres, mujeres e<br />

hijos me abrazan cuando llego, y cuando parto me regalan verduritas y algunas<br />

frutas, y quedo muy pagado gozando <strong>de</strong> los encantos <strong>de</strong> la naturaleza primitiva,<br />

exenta <strong>de</strong> los artificios <strong>de</strong> la sociedad.»<br />

Otro rasgo <strong>de</strong> magnanimidad <strong>de</strong> Mosquera fueron los esfuerzos que hizo<br />

cerca <strong>de</strong>l Libertador en 1829 para lograr la libertad <strong>de</strong> Santan<strong>de</strong>r, encerrado en el<br />

castillo <strong>de</strong> San José <strong>de</strong> Bocachica, a consecuencia <strong>de</strong> la conjuración <strong>de</strong> septiembre,<br />

en la cual se le quiso injustamente complicar. Al pisar tierra europea, lo primero<br />

que hizo Santan<strong>de</strong>r fue dirigirse a su buen amigo para manifestarle su gratitud por<br />

el beneficio recibido.<br />

<strong>El</strong> ilustre Rafael María Baralt, quien lo conoció por los años 1826 a 29, en<br />

que residió en Bogotá como estudiante <strong>de</strong> filosofía y <strong>de</strong>recho bajo la protección<br />

<strong>de</strong>l don Luis Baralt su tío, natural <strong>de</strong> Maracaibo, presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l Senado, en aquella<br />

época, amigo <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> y Santan<strong>de</strong>r, y cuya casa era centro <strong>de</strong> reuniones políticas<br />

don<strong>de</strong> concurrían diariamente los hombres eminentes <strong>de</strong> la República, el<br />

198


XXI. Los Mosqueras<br />

ilustre Baralt, que fue testigo <strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> aquellos años, entre otros la conjuración<br />

<strong>de</strong> septiembre, y que conoció los hombres que le dieron cima y aun participó<br />

<strong>de</strong> las pasiones <strong>de</strong> aquel tiempo como estudiante <strong>de</strong> San Bartolomé, foco<br />

entonces <strong>de</strong> conspiración, Baralt nos <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> don Joaquín Mosquera un admirable<br />

retrato al cual pertenecen estas breves frases: «Era don Joaquín Mosquera<br />

varón <strong>de</strong> un gran saber, doctrina y probidad, justo y patriota. Poseía gran<strong>de</strong>s dotes<br />

<strong>de</strong> oratoria a las que daba realce la compostura y natural gallardía <strong>de</strong> su persona.<br />

Y era tan aventajado en las prendas morales que admirado sin envida y atacado<br />

<strong>de</strong>spués sin odio, obtuvo respeto y estima hasta <strong>de</strong> sus propios enemigos.»<br />

También don Miguel A. Caro <strong>de</strong>dicó a Mosquera en 1907 un hermoso<br />

elogio con este subtítulo: «Testimonio sobre su carácter y ascen<strong>de</strong>nte personal.»<br />

Cálidos recuerdos <strong>de</strong> la juventud.<br />

Fue también don Joaquín Mosquera presi<strong>de</strong>nte y el mejor orador <strong>de</strong> la<br />

Convención <strong>de</strong> Ocaña, y el último presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Gran Colombia en 1830, en<br />

que <strong>de</strong>rrotado por una inicua revolución cuartelaria, abandonó <strong>de</strong> nuevo su patria<br />

para salvarla <strong>de</strong> la guerra civil. De regreso al país, fue vicepresi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Nueva<br />

Granada <strong>de</strong> 1834 a 35, época en que trabajó incansable en beneficio <strong>de</strong> la instrucción<br />

pública y en que, en colaboración con don Lino <strong>de</strong> Pombo, escribió la<br />

Citolegia y excelentes cuadros <strong>de</strong> lectura para las escuelas normales. Después fue<br />

miembro prominente <strong>de</strong> los Cuerpos legislativos y por último, ciego (en 1858) y<br />

nonagenario ciudadano, refugiado en su casa solariega <strong>de</strong> Popayán, don<strong>de</strong> vivió<br />

los últimos años <strong>de</strong> la más gallarda y lozana ancianidad <strong>de</strong> que hay recuerdo ente<br />

nosotros, y don<strong>de</strong> murió respetado <strong>de</strong> todos, el 4 <strong>de</strong> abril 1878.<br />

«La frente espaciosa y serena, con su corona <strong>de</strong> cabellos <strong>de</strong> nieve, la inmovilidad<br />

y blancura <strong>de</strong> sus ojos sin luz, la varonil belleza <strong>de</strong> su formas, los puros lineamientos<br />

<strong>de</strong> su rostro, amarillento como los mármoles antiguos, le asemejaban,<br />

cuando en medio <strong>de</strong> un grupo <strong>de</strong> jóvenes hacía el recuento <strong>de</strong> las glorias patrias, a<br />

un rapso divino que recitase la Ilíada.» «Hombre bueno, recto, justo y que gozaba<br />

<strong>de</strong> un físico digno <strong>de</strong> tan bello espíritu», escribe <strong>Bolívar</strong> a don José Rafael<br />

Arboleda; y sus admiradores, cuando elogiaban su radiante y varonil hermosura <strong>de</strong><br />

efebo antiguo, <strong>de</strong>cían que «su rostro era una urna <strong>de</strong> belleza».<br />

Don Manuel José, dice Pombo, siguió la carrera eclesiástica y recibió en Quito<br />

las ór<strong>de</strong>nes sacerdotales: fue canónigo <strong>de</strong> Popayán hasta 1834 en que el Congreso<br />

granadino lo eligió arzobispo <strong>de</strong> Bogotá. «Ninguna frente ha ceñido más dignamente<br />

una mitra: su presencia era imponente y noble, culto y elegante su trato, y<br />

revestido con sus atavíos pontificales, llenaba la catedral con su majestuoso porte<br />

199


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

y su sonora voz. Buen jurista, mejor teólogo, escritor correcto, orador sagrado <strong>de</strong><br />

la escuela <strong>de</strong> Bossuet y Massillón, familiarizado con los autores clásicos y al<br />

corriente <strong>de</strong> la literatura mo<strong>de</strong>rna, era, en la extensión <strong>de</strong> la frase, un príncipe <strong>de</strong><br />

la Iglesia.<br />

«La Iglesia colombiana no tuvo antes ni tendrá <strong>de</strong>spués un mayor prelado<br />

que el señor Mosquera: y fue preciso que nuestra política, siempre exagerada en<br />

sus reacciones, exigiera <strong>de</strong> él lo que su puesto y su conciencia no podían conce<strong>de</strong>rle,<br />

para hacerle <strong>de</strong>socupar el dosel que había honrado por quince años. Puesto<br />

en pugna con ciertas leyes <strong>de</strong> 1851 y 1852, y afligido y enfermo, aceptó el <strong>de</strong>sierto<br />

antes que la trasgresión <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>beres. Había nacido a principios <strong>de</strong>l siglo y murió<br />

en Marsella en diciembre <strong>de</strong> 1853.»<br />

Don Manuel María fue <strong>de</strong> condición apacible y mo<strong>de</strong>sta, <strong>de</strong> buena figura y<br />

atildados modales, ortodoxo en religión, versado en las letras clásicas sagradas y<br />

profanas, gran conocedor <strong>de</strong> artes, y hombre <strong>de</strong> bien a carta cabal. Empezó su<br />

carrera como gobernador <strong>de</strong> la provincia <strong>de</strong> Popayán, y en 1837 fue acreditado<br />

ministro <strong>de</strong> Nueva Granada en Inglaterra y Francia, misión que <strong>de</strong>sempeñó casi<br />

consecutivamente por cerca <strong>de</strong> treinta años; regresó luego al país y murió en 1867.<br />

Casó con la señora María Josefa Pombo y no <strong>de</strong>jó sucesión.<br />

Él hizo construir, a sus expensas, y a su gusto, el túmulo elegante que contiene<br />

la rica urna en que está encerrado el corazón <strong>de</strong> su hermano gemelo, el arzobispo,<br />

y que adorna una <strong>de</strong> las capillas <strong>de</strong> la basílica primada <strong>de</strong> Bogotá.<br />

Don Tomás es una figura histórica difícil <strong>de</strong> bosquejar, a pesar <strong>de</strong> lo acentuado<br />

<strong>de</strong> sus rasgos, porque si tiene luz, tiene luz, tiene también sombras.<br />

«Necesito a<strong>de</strong>lantar una explicación, dice Pombo, como le conocí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que abrí<br />

los ojos, y era amigo <strong>de</strong> mi padre (quien le salvó la vida arriesgando la suya <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong>l <strong>de</strong>sastre <strong>de</strong> La La<strong>de</strong>ra en 1828), la frecuencia <strong>de</strong> su trato me permitía con<br />

él cierto grado <strong>de</strong> franqueza, no obstante la enorme distancia <strong>de</strong> edad, rango y<br />

merecimiento que nos separaba, y que él allanaba con lo accesible <strong>de</strong> su trato y la<br />

benevolencia con que me favorecía.<br />

«Dos anécdotas esbozan el hombre:<br />

«Hablábamos un día <strong>de</strong>l general Santos Gutiérrez, y le <strong>de</strong>cía yo que me parecía<br />

<strong>de</strong> la raza <strong>de</strong> los Bayardos.<br />

200<br />

«— ¿Y yo <strong>de</strong> cuál te parezco?


«— Eso es claro, general; usted es <strong>de</strong> la <strong>de</strong> los Guisas.<br />

«— Oh, sí, te comprendo: inquietos, ambiciosos, pero <strong>de</strong> buena casa y guerreros<br />

insignes: hasta estoy marcado con la misma herida que el Balafré.<br />

«En la revolución <strong>de</strong> 1876 estaba en Bogotá, y un acci<strong>de</strong>nte lo redujo a la<br />

cama. Le hallaba muy añoso, flaco, barbudo, sumergido entre las almohadas y las<br />

cobijas, y hablaba conmigo cuando se presentó uno <strong>de</strong> los predilectos <strong>de</strong> entonces,<br />

el doctor Rojas Garrido:<br />

«— ¿Qué noticias nos trae usted, doctor?<br />

«— Buenas, señor general: el Gobierno obtiene ventajas por todas partes; y<br />

no podía esperarse otra cosa... triunfa la legalidad.<br />

«<strong>El</strong> general guardó silencio, y lo rompió riendo:<br />

XXI. Los Mosqueras<br />

«— Es o no es un gran<strong>de</strong> argumento. Aquí no ha habido más legalidad que<br />

mi espada; ella salvó la <strong>de</strong> Márquez, en 1840; al <strong>de</strong>senvainarla hubiera <strong>de</strong>struido<br />

la <strong>de</strong> López, en 51; restableció la <strong>de</strong> 1854; y ya vio usted que ante ella sucumbió<br />

la que <strong>de</strong>cía representar Ospina, en 1860.»<br />

<strong>El</strong> general Mosquera recibió una herida honrosa combatiendo <strong>de</strong>nodado contra<br />

los pastusos realistas en Barbacoas. En 1828 fue <strong>de</strong>sgraciado, peor consecuente con sus<br />

antece<strong>de</strong>ntes y su lealtad al general <strong>Bolívar</strong>; en 1840 fue afortunado y terrible, pero<br />

también fue consecuente y, con gran habilidad militar y en asocio <strong>de</strong>l general Herrán,<br />

recorrió el país <strong>de</strong> extremo a extremo a la cabeza <strong>de</strong> su ejército victorioso, y venció una<br />

revolución po<strong>de</strong>rosa, gobernando luego inteligentemente la Republica en su progresista<br />

administración <strong>de</strong> 1845 a 1849. Consecuentemente también en 1854, contribuyó<br />

mucho al restablecimiento <strong>de</strong>l régimen constitucional. Pero en 1860 cambió <strong>de</strong><br />

causa y fue él mismo, aunque a la inversa, <strong>de</strong> 1840; malo o bueno, <strong>de</strong>rrocó el<br />

Gobierno que representa la legalidad, esa tabla única <strong>de</strong> salvación que, según el general<br />

Santan<strong>de</strong>r, tienen contra la anarquía las repúblicas hispanoamericanas, y abrió la era<br />

<strong>de</strong> los gobiernos <strong>de</strong> hecho, <strong>de</strong>l régimen arbitrario y personal, que han corrompido el<br />

espíritu nacional y conducido al país al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l abismo.<br />

«Con esa natural inteligencia, su gran memoria, su característica actividad, su<br />

roce con el mundo y su constante intervención en los negocios públicos, continúa<br />

Pombo, el general Mosquera había adquirido conocimientos miscelánicos y generales<br />

en varias ciencias y en los más importantes ramos <strong>de</strong>l gobierno y la política;<br />

201


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

así era que, cuando en ellos no tomaba la iniciativa, se ingería en todo y secundaba<br />

los impulsos <strong>de</strong>l progreso; siempre, eso sí, poniendo en primer término su personalidad,<br />

por lo que <strong>de</strong>cía en cierta ocasión don José M. Plata, que <strong>de</strong>bería llamarse<br />

Tomás XIV.»<br />

Venció a Juan José Flores, jefe supremo <strong>de</strong>l Ecuador, en la batalla campal <strong>de</strong><br />

Cuaspud, y luego le tendió la mano <strong>de</strong> antiguo camarada, y con él festejó su<br />

triunfo en alegre ágape campestre, en medio <strong>de</strong>l cual, bromeando y queriendo<br />

<strong>de</strong>slumbrarlo con su ciencia, como era su costumbre, le dijo: «Des<strong>de</strong> que observé<br />

tus posiciones comprendí que no conocías el arte <strong>de</strong> la castrametación.» Palabra<br />

que <strong>de</strong>bió <strong>de</strong>sconcertar y hacer sonreír a los que lo oían, y que, sin embargo, es<br />

término técnico en la milicia.<br />

De este prurito, muy explicable en Mosquera, <strong>de</strong> querer saberlo todo y ser él la<br />

primera persona don<strong>de</strong>quiera que se encontrara, da fe esta obra verídica anécdota.<br />

Comía Mosquera en casa <strong>de</strong> su hija, la señora Amalia <strong>de</strong> Herrán, en compañía <strong>de</strong>l<br />

doctor Joaquín Pardo Vergara, quien <strong>de</strong>spués fue obispo <strong>de</strong> Me<strong>de</strong>llín, y se habló <strong>de</strong> las<br />

virtu<strong>de</strong>s heroicas <strong>de</strong> los santos <strong>de</strong> la Iglesia. Mosquera, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> oír las vidas <strong>de</strong> los<br />

santos, interrumpiendo <strong>de</strong> pronto al narrador, contó por su parte muchos hechos <strong>de</strong><br />

su carrera militar y política que <strong>de</strong>cía eran muy semejante cuando no superaban a los<br />

que se atribuían a los santos, y hasta tal punto llevaba ya la panegírica comparación que<br />

el doctor Pardo Vergara, mirándolo fijamente, le dijo:<br />

—Casi estoy persuadido, general, <strong>de</strong> que usted en efecto es un santo.<br />

—¡Y quién lo duda! —contestó secamente Mosquera (3).<br />

<strong>El</strong> general Mosquera fue protagonista <strong>de</strong> nuestro turbulento escenario político,<br />

llegó a la cumbre <strong>de</strong> los más altos puestos <strong>de</strong> su larga carrera pública; más <strong>de</strong><br />

una vez se vio dueño <strong>de</strong>l país, y, caso único en nuestro historia, cinco años <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> muerto, obtuvo los honores <strong>de</strong> la apoteosis con la estatua que se le erigió en el<br />

patio principal <strong>de</strong>l Capitolio Nacional, cuya primera piedra colocó él.<br />

«Su temperamento era rígidamente autocrático y dinástico, escribió Núñez<br />

en 1883. A veces <strong>de</strong>cía: «Yo no recibo el impulso, lo doy», aun en la época en que<br />

se mostraba más ardiente liberal y <strong>de</strong>mocrática. Pero no tenía miedo a las transformaciones,<br />

y en ese concepto distaba también mucho <strong>de</strong>l espíritu estrictamente<br />

conservador. Su verda<strong>de</strong>ro i<strong>de</strong>al era el ruido, la gloria, con gran<strong>de</strong>s dosis <strong>de</strong> orgulloso<br />

patriotismo. Su inteligencia era casi febril; sus dotes fundamentales, la audacia, la<br />

202


XXI. Los Mosqueras<br />

perseverancia y la energía. No tenía el valor físico <strong>de</strong> un Páez o <strong>de</strong> un Córdoba, pero<br />

tampoco le volvía la espalda al peligro en ningún caso. Hombre <strong>de</strong> terribles momentos<br />

<strong>de</strong> cólera en que hubiera podido reproducir a Tiberio. También era susceptible<br />

<strong>de</strong> conmoverse hasta <strong>de</strong>rramar copiosas lágrimas; pero la pasión <strong>de</strong>l amor propio<br />

aparecía en él superior a todos los <strong>de</strong>más afectos y pasiones.<br />

«<strong>El</strong> temperamento <strong>de</strong> Mosquera no podía llamarse liberal. Era aun todo lo<br />

contrario <strong>de</strong> liberal, aunque sin duda, contribuyó eficazmente a la realización <strong>de</strong><br />

gran<strong>de</strong>s medidas liberales. Era un tipo por el estilo <strong>de</strong> César.<br />

«Los hombres como el general Mosquera no resisten observación microscópica.<br />

Él era <strong>de</strong> la talla <strong>de</strong> los dominadores, <strong>de</strong> los imperantes, <strong>de</strong>sprovistos <strong>de</strong> escrúpulos.<br />

«La estatua que acaba <strong>de</strong> levantarse en el patio <strong>de</strong>l Capitolio Nacional es el<br />

símbolo <strong>de</strong> un largo período histórico fundidas las más contradictorias ten<strong>de</strong>ncias,<br />

las i<strong>de</strong>as más incompatibles, fe<strong>de</strong>ración y centralismo, libertad y <strong>de</strong>spotismo, tolerancia<br />

e intransigencia. En ese mudo bronce se ve y se palpa que para los acontecimientos<br />

necesarios no hay dique eficaz posible; y que hay evi<strong>de</strong>ntemente ese<br />

cierto no sé qué, <strong>de</strong> que hablaba Fe<strong>de</strong>rico II, que se ríe con <strong>de</strong>sprecio <strong>de</strong> los proyectos<br />

humanos.»<br />

Fue e<strong>de</strong>cán y confi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, y más tar<strong>de</strong> su apasionado biógrafo;<br />

como diplomático subscribió célebres tratados públicos; viajó por Europa y las<br />

Américas con tren <strong>de</strong> aristócrata.<br />

Tuvo ruidosas polémicas, publicó libros, folletos y memorias, trabajó mapas<br />

e itinerarios, fue administrador <strong>de</strong>l mariscal Sucre, malqueriente <strong>de</strong>l general<br />

Santan<strong>de</strong>r, y bien conocido es su histórico antagonismo con el general Obando,<br />

quien vino, por las peripecias <strong>de</strong> su <strong>de</strong>stino, a morir sirviéndole.<br />

Casó joven el general Mosquera en primeras nupcias con la señora Marian<br />

Arboleda; a su primogénito impuso el nombre <strong>de</strong>l célebre capitán, Aníbal, y su<br />

inteligente hija Amalia contrajo matrimonio con el benemérito general Pedro<br />

Alcántara Herrán. En sus últimos años casó en segundas nupcias con la mo<strong>de</strong>sta<br />

señora María Ignacia Arboleda, a la que <strong>de</strong>jó un hijo llamado <strong>Bolívar</strong>.<br />

De todas maneras, y júzguese como plazca a cada cual, Mosquera ha sido el<br />

único caudillo revolucionario victorioso en Colombia, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Dos<br />

veces se vio en el solio y dos veces con<strong>de</strong>nado, la última traicionado por su propios<br />

amigos, quienes lo apresaron inerme y dormido en su domicilio. Después <strong>de</strong> vida<br />

203


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

tan agitada y belicosa, murió como el más mo<strong>de</strong>sto al<strong>de</strong>ano, el 7 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong><br />

1878, bajo el techo <strong>de</strong> Coconuco, heredado <strong>de</strong> su mayores. Mosquera acompañó<br />

a <strong>Bolívar</strong> como e<strong>de</strong>cán en las conferencias <strong>de</strong> Guayaquil en 1822, con San Martín,<br />

y fue, hasta su muerte, su leal amigo y venerador <strong>de</strong> su memoria hasta el punto <strong>de</strong><br />

atribuir su triunfo en Tescua sobre Obando a la espada que empuñaba, con la cual<br />

el Libertador había vencido en Junín.<br />

204


XXII<br />

Junín En el día<br />

<strong>de</strong>l centenario <strong>de</strong> Ayacucho


La gran cordillera <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s se rompe en el Cuzco, a 3.468 metros <strong>de</strong><br />

altura, en dos gran<strong>de</strong>s ramales que corren paralelos hasta reunirse en el Cerro <strong>de</strong><br />

Pasco, <strong>de</strong>jando en medio, en una longitud <strong>de</strong> 115 leguas, los valles por don<strong>de</strong><br />

corren el Jauja y el Apurímac, tributario <strong>de</strong>l Ucayali. Allí, en ese valle <strong>de</strong> Jauja, se<br />

dio la batalla <strong>de</strong> Junín.<br />

En los meses <strong>de</strong> mayo y junio <strong>de</strong> 1824, <strong>Bolívar</strong> tenía establecido su cuartel<br />

general en Huaras y Caraz. <strong>El</strong> 15 <strong>de</strong> junio, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> recibir los refuerzos que conducían<br />

<strong>de</strong> Colombia Córdoba y Figueredo, y <strong>de</strong> remontar la caballería, dispuso que<br />

todos los cuerpos levantaran sus campamentos y transmontaran la cordillera por<br />

diferentes puntos. Él mismo con su Estado Mayor, por la vía <strong>de</strong> Olleros, Chavín,<br />

Aguamina y Lauricocha, avanzó hasta Huanuco, don<strong>de</strong> hizo alto por algunos días,<br />

siguiendo luego al Cerro <strong>de</strong> Pasco, punto <strong>de</strong> reunión <strong>de</strong> todo el ejército, que había<br />

marchado cruzando los horribles <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> la Cordillera andina, con tanta<br />

constancia y sufrimiento, dice el historiador realista Torrente, que sería una acto <strong>de</strong><br />

injusticia negarles el gran mérito contraído en esta campaña (1). <strong>El</strong> 1º <strong>de</strong> agosto se<br />

encontró ese ejército en el Cerro <strong>de</strong> Pasco, y allí hizo el Libertador estos nombramientos:<br />

General Antonio José <strong>de</strong> Sucre, comandante en jefe.<br />

General José María Córdoba, comandante <strong>de</strong> la vanguardia.<br />

General José <strong>de</strong> La Mar, comandante <strong>de</strong>l centro.<br />

General Jacinto Lara, comandante <strong>de</strong> retaguardia.<br />

General Andrés Santa Cruz, jefe <strong>de</strong> Estado Mayor General.<br />

General Mariano Necochea, comandante general <strong>de</strong> caballería.<br />

General Guillermo Miller, comandante <strong>de</strong> la caballería peruana.<br />

207


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Coronel Lucas Carvajal, comandante <strong>de</strong> la caballería colombiana.<br />

<strong>El</strong> Libertador pasó revista al ejército, compuesto <strong>de</strong> 7.700 hombres, el 2 <strong>de</strong><br />

agosto, en la pampa <strong>de</strong>l Sacramento, extendiendo su línea <strong>de</strong> batalla <strong>de</strong> Nor<strong>de</strong>ste<br />

a Suroeste.<br />

La división <strong>de</strong>l general Córdoba ocupaba la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong> la línea, el ejército <strong>de</strong>l<br />

Perú el centro, la primera división <strong>de</strong> Colombia, mandada por el general Lara, la<br />

izquierda, y a la cabeza <strong>de</strong> las caballerías estaba el general argentino Necochea. <strong>El</strong><br />

Libertador se presentó acompañado <strong>de</strong> los generales Sucre, Lamar, Santa Cruz, y<br />

Gamarra, y fue recibido con vivas <strong>de</strong>mostraciones <strong>de</strong> júbilo.<br />

Nada es comparable al entusiasmo <strong>de</strong> aquel día, en que todo contribuía a<br />

aumentar lo romántico <strong>de</strong> la escena. Cerca <strong>de</strong> aquel valle habían sido batidos los<br />

realistas cuatro años antes por el general Arenales; el panorama que ofrece la<br />

meseta sobre la cual las tropas estaban formadas, y que se eleva majestuosamente<br />

más <strong>de</strong> mil doscientos pies sobre el nivel <strong>de</strong>l mar, es consi<strong>de</strong>rado por los viajeros<br />

como el más hermoso <strong>de</strong>l mundo. Al Poniente se levanta los An<strong>de</strong>s que a costa <strong>de</strong><br />

tantas fatigas acababan <strong>de</strong> transmontar; a Oriente se extien<strong>de</strong>n, hacia los dominios<br />

<strong>de</strong>l Brasil, enormes ramificaciones <strong>de</strong> la cordillera, y al Norte y Sur cortan el horizonte<br />

montañas cuyas inaccesibles cumbres se pier<strong>de</strong>n en el éter azul. Es este valle,<br />

ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> objetos y paisajes tan grandiosos, y a orillas <strong>de</strong>l lago <strong>de</strong> Reyes, don<strong>de</strong><br />

nace el magno río <strong>de</strong> las Amazonas, estaban reunidos héroes <strong>de</strong> Caracas, Bogotá,<br />

Quito, Lima, Chile, Buenos Aires; bravos soldados que se habían batido en<br />

Maipó, en los An<strong>de</strong>s chilenos; en San Lorenzo, a las orillas <strong>de</strong>l Paraná; en<br />

Carabobo, en los valles venezolanos; en Bomboná, sobre los contrafuertes colombianos;<br />

en Pichincha, al pie <strong>de</strong>l Chimborazo. En medio <strong>de</strong> aquellos americanos,<br />

valerosos adali<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la libertad, había también no pocos extranjeros, fieles aún a<br />

la causa excelsa en cuyo obsequio habían perecido ya tantos compañeros. Allí,<br />

entre los sobrevivientes <strong>de</strong> esas campañas, se hallaban bizarros oficiales que habían<br />

combatido en las orillas <strong>de</strong>l Guadiana y <strong>de</strong>l Rin; que habían presenciado el incendio<br />

<strong>de</strong> Moscou y la capitulación <strong>de</strong> París, y cuya sangre había empapado la fatal<br />

campiña <strong>de</strong> Waterloo. ¡Esos eran los hombres que iban a <strong>de</strong>cidir la suerte <strong>de</strong><br />

América en aquel gran día!<br />

«<strong>El</strong> sol <strong>de</strong> la mañana era templado, refiere uno <strong>de</strong> los héroes <strong>de</strong> aquella jornada;<br />

las encumbradas crestas <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s, cubiertas <strong>de</strong> nieve perpetua, <strong>de</strong>spedían<br />

rayos luminosos <strong>de</strong> colores varios e in<strong>de</strong>finidos, como los <strong>de</strong>l iris, que se<br />

reflejaban sobre las armas <strong>de</strong> los soldados, dándoles el aspecto i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> legiones<br />

oceánicas; un aire purísimo, que venía <strong>de</strong>l lago encantado, agitaba suavemente las<br />

208


XXII. Junín<br />

ban<strong>de</strong>ras; las bandas y las fanfarrias militares hacían vibrar el aire con sus ecos<br />

marciales, inflamando el pecho <strong>de</strong> aquellos guerreros <strong>de</strong> la libertad.<br />

«Los generales Sucre y Lamar saludaron al Libertador pidiendo la venia <strong>de</strong><br />

estilo para comandar sus ejércitos, y, poniéndose cada uno a la cabeza <strong>de</strong>l suyo, les<br />

mandaron ponerse al or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> parada. <strong>El</strong> Libertador recorrió las filas lleno <strong>de</strong><br />

satisfacción al ver en el semblante <strong>de</strong> cada hombre el entusiasmo y la <strong>de</strong>cisión.<br />

Transportado <strong>de</strong> gozo, y lleno <strong>de</strong> confianza en aquellos bravos soldados, entre los<br />

cuales la mayor parte le habían acompañado en cien combates, se propuso marcha<br />

lo más pronto posible sobre los españoles y presentarles batalla en su acantonamiento<br />

<strong>de</strong> Jauja, el día 7 <strong>de</strong> aquel mes <strong>de</strong> agosto, como el presagio más seguro <strong>de</strong><br />

la victoria. Los generales Sucre y Lamar, pasada la revista <strong>de</strong> inspección, mandaron<br />

plegar sus ejércitos en columna cerrada, y el Libertador, colocándose enfrente<br />

<strong>de</strong> ellos, les dirigió la siguiente alocución que es una perfecta obra <strong>de</strong> arte a lo cual<br />

no se pue<strong>de</strong> ni quitar nada:<br />

«¡Soldados! Un nuevo día <strong>de</strong> gloria se os presenta: el 7 <strong>de</strong> agosto en Caracas,<br />

el 7 <strong>de</strong> agosto en Boyacá y el 7 <strong>de</strong> agosto en las pampas <strong>de</strong> Jauja (señalándose con<br />

el <strong>de</strong>do porque se alcanzaban a divisar). Los enemigos que vais a combatir se<br />

jactan <strong>de</strong> catorce años <strong>de</strong> triunfos; ellos, pues, serán dignos <strong>de</strong> medir sus armas<br />

con las nuestras, que han brillado en mil combates. <strong>El</strong> mundo liberal os admira, y<br />

la Europa entera os contempla con encanto, porque la libertad <strong>de</strong>l Nuevo Mundo<br />

es la esperanza <strong>de</strong>l universo. <strong>El</strong> Perú y la América toda esperan <strong>de</strong> vosotros la paz,<br />

hija <strong>de</strong> la victoria. ¿La burlaréis? ¡No! vosotros sois invencibles.»<br />

«<strong>El</strong> ejército todo prorrumpió entonces en aclamaciones a la patria, a<br />

Colombia, al Perú y al Libertador y sus ecos, repetidos por los farallones <strong>de</strong> los<br />

An<strong>de</strong>s, parecían ya los himnos <strong>de</strong> la victoria cantados a la libertad <strong>de</strong> América<br />

entera (2).»<br />

A tiempo que el Libertador se preparaba para marchar a Jauja, el general<br />

español Canterac, a la cabeza <strong>de</strong> fuerzas superiores concentró su ejército y marchó<br />

sobre el Cerro <strong>de</strong> Pasco, don<strong>de</strong> supo que los patriotas habían salido <strong>de</strong> allí el 3 <strong>de</strong><br />

agosto por el camino <strong>de</strong> Raucas, y que se dirigían sobre Jauja por la orilla occi<strong>de</strong>ntal<br />

<strong>de</strong> la laguna <strong>de</strong> Reyes. Con tal noticia, contramarchó rápidamente por la orilla<br />

opuesta, con el <strong>de</strong>signio <strong>de</strong> interponerse entre ellos y Jauja, hacía don<strong>de</strong> se dirigía<br />

<strong>Bolívar</strong> a marchas forzadas para tomar la retaguardia <strong>de</strong> los realistas. <strong>El</strong> 6 <strong>de</strong><br />

agosto, a las dos <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, al llegar a un punto elevado, vieron, repentinamente,<br />

los patriotas a los realistas, que a distancia <strong>de</strong> dos leguas marchaban por los llanos<br />

<strong>de</strong> Junín, un poco al sur <strong>de</strong> Reyes. Un viva clamoroso y simultáneo resonó por<br />

209


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

toda la línea, y es imposible, dice Miller, uno <strong>de</strong> los héroes <strong>de</strong> aquel día, dar una<br />

i<strong>de</strong>a exacta <strong>de</strong>l efecto que produjo la repentina vista <strong>de</strong>l enemigo. Los semblantes<br />

<strong>de</strong> los patriotas se animaron con el ceño y la expresión varonil <strong>de</strong>l guerrero que ve<br />

aproximarse el momento <strong>de</strong> la gloria, y con los ojos fijos y centellantes contemplaban<br />

las columnas enemigas, marchando majestuosamente al pie <strong>de</strong>l sitio elevado<br />

que ocupaban. <strong>El</strong> temor <strong>de</strong> que los realistas se escaparan sin po<strong>de</strong>rlos atacar, preocupaba<br />

a la mayoría, y la caballería, particularmente, ardía <strong>de</strong> impaciencia.<br />

Canterac continuó retirándose, y el Libertador, temiendo per<strong>de</strong>r la ocasión<br />

<strong>de</strong> atacarle <strong>de</strong> igual a igual, se a<strong>de</strong>lantó con la caballería a las ór<strong>de</strong>nes inmediatas<br />

<strong>de</strong> Necochea, y le dio alcance a las cinco <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>.<br />

La caballería patriota tenía forzosamente que atravesar un <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro, peligroso<br />

por el pantano que tenía a su <strong>de</strong>recha. Dos escuadrones se formaron en<br />

batalla al entrar en la llanura y el resto en columnas entre las colinas y un riachuelo<br />

don<strong>de</strong> no había campo para <strong>de</strong>splegar. Canterac hizo una hábil conversión y dio<br />

una carga maestra antes <strong>de</strong> que pudieran mejorar su mala posición, y con tal<br />

<strong>de</strong>nuedo, que las columnas <strong>de</strong> la <strong>de</strong>recha, mandadas por Lecochea y Miller, cejaron,<br />

se retiraron en confusión sobre el <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro, y se <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>naron. Sólo el<br />

mayor Braun, comandante <strong>de</strong> los grana<strong>de</strong>ros a caballo, sostuvo el choque <strong>de</strong> los<br />

enemigos, y, cargando a su turno, puso en fuga a los que le acometían. A pesar <strong>de</strong><br />

las <strong>de</strong>sventajas con que luchaba la caballería patriota, pudieron <strong>de</strong>shacerse los<br />

escuadrones perseguidos merced al valor <strong>de</strong> los húsares <strong>de</strong>l Perú que se mantuvieron<br />

a pie firme, y entonces, guiados todos por el bravo Miller y por los coroneles<br />

Silva, Carvajal, Bruix y el teniente coronel Suárez, enristrando sus lanzas, embistieron<br />

a los escuadrones españoles. <strong>El</strong> choque fue tremendo; mas el arrojo <strong>de</strong> estas<br />

tropas y <strong>de</strong> sus jefes restableció el combate y <strong>de</strong>cidió aquella jornada gloriosa.<br />

«Durante la batalla, escribe O’Leary, que se asemejaba a los combates <strong>de</strong> los<br />

caballeros <strong>de</strong> los antiguos tiempos, y que sólo pue<strong>de</strong> concebirse recordando los<br />

tiempos heroicos, no hubo un solo disparo; el terrible silencio no fue interrumpido<br />

sino por la estri<strong>de</strong>nte voz <strong>de</strong> los clarines, el choque <strong>de</strong> las espadas y <strong>de</strong> las<br />

lanzas, el galopar y piafar <strong>de</strong> los caballos, las maldiciones <strong>de</strong> los vencidos y los<br />

lamentos <strong>de</strong> los heridos (3).»<br />

Miller, héroe <strong>de</strong> la jornada, repite: «No hubo un solo disparo; sólo se hizo uso<br />

<strong>de</strong> la lanza y el sable (4).»<br />

Bur<strong>de</strong>tt O’Connor, otro <strong>de</strong> los héroes, agrega: «En esta batalla mandaba<br />

<strong>Bolívar</strong>. No se oyó ni un solo tiro, peleó al arma blanca, y lo único que se oía era<br />

210


XXII. Junín<br />

el choque terrible <strong>de</strong> las espaldas, los sables y las lanzas y los gritos <strong>de</strong> los combatientes.<br />

Las formidables cargas <strong>de</strong> nuestros grana<strong>de</strong>ros hacían temblar la tierra,<br />

mientras en el cielo <strong>de</strong> Junín lucía brillante la estrella <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, la estrella <strong>de</strong>l<br />

triunfo (5).»<br />

Al dar cuenta <strong>de</strong> esta victoria, don José Sánchez Carrión recordaba a los<br />

peruanos, «la particular circunstancia <strong>de</strong> que al mismo sol <strong>de</strong>l 7 <strong>de</strong> agosto, en que<br />

S. E. el Libertador se embarcó para el Perú en Guayaquil, se ha anunciado al<br />

pueblo peruano el primer triunfo <strong>de</strong> las armas libertadoras».<br />

<strong>El</strong> ejército español sintió la fuerza <strong>de</strong>l golpe que se le había asestado, pues así<br />

lo reconoció su jefe, el general José Conterac, cuando escribió oficialmente al<br />

virrey, gobernador y capitán general <strong>de</strong>l Perú, <strong>de</strong>l cuartel general en Huayucachi,<br />

el 8 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> aquel año: «Nuestra pérdida ha sido <strong>de</strong> poca consi<strong>de</strong>ración en el<br />

número <strong>de</strong> hombres, pero sí ha influido extraordinariamente en el ánimo, particularmente<br />

en el <strong>de</strong> la caballería.» Repito que la fuga <strong>de</strong> nuestra caballería me<br />

obliga a replegarme no sé hasta qué punto...<br />

«Parecía, Excmo. Señor, imposible en lo humano que una caballería como la<br />

nuestra, tan consi<strong>de</strong>rada, bien armada, equipada, montada, instruida y disciplinada<br />

y que manifestaba incesantemente vivos <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> llegar a las manos con los<br />

enemigos, lo que me pidieron con repetidas instancias aquella misma tar<strong>de</strong> al presentarse<br />

la enemiga, digo que parecía imposible que con tanta vergüenza huyese<br />

<strong>de</strong> un enemigo sumamente inferior bajo todos respectos, y que ya estaba casi<br />

batido por los mismos que <strong>de</strong>spués, por una fatalidad tan funesta como incomprensible,<br />

han echado un borrón a su reputación antigua y puesto en compromiso<br />

el Perú todo. ¿Quién, Excmo. Señor, no se hubiera prometido la victoria más<br />

completa, vista la superioridad física y moral <strong>de</strong> que nadie dudaba comprando<br />

nuestra caballería con la enemiga (6)?»<br />

<strong>El</strong> general, Canterac, en su parte oficial, expresa muy bien lo que nadie ha<br />

podido explicarse nunca en los gran<strong>de</strong>s sucesos <strong>de</strong> la historia que ha transformado<br />

los <strong>de</strong>stinos humanos o dado una nueva orientación al mundo: una fatalidad tan<br />

funesta como incomprensible fue la que, contra todas las certidumbre, dio el<br />

triunfo a los gringos en Maratón; a la Revolución, en Valmy; a los aliados, en<br />

Waterloo, a <strong>Bolívar</strong>, en Boyacá y Junín, y últimamente a la causa <strong>de</strong> la libertad y<br />

<strong>de</strong> la <strong>de</strong>mocracia en el Marne. Lo que prueba que la humanidad camina lenta pero<br />

seguramente a la coronación <strong>de</strong> sus altos <strong>de</strong>stinos pero seguramente a la coronación<br />

<strong>de</strong> sus altos <strong>de</strong>stinos a través <strong>de</strong> todos los obstáculos y supersticiones y contra<br />

todas las flacas previsiones <strong>de</strong> los hombres.<br />

211


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Junín fue la batalla <strong>de</strong>cisiva <strong>de</strong> la libertad <strong>de</strong> América, y así lo han <strong>de</strong>clarado<br />

los mismos que se batieron en Ayacucho. Antes <strong>de</strong> Junín todo parecía perdido; un<br />

ejército español numeroso e invicto se presentaba temible por todas partes; tantos<br />

eran los escollos por vencer, las dificulta<strong>de</strong>s por zanjar, que San Martín, al saber la<br />

llegada <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> a Lima, <strong>de</strong>cía, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su retiro <strong>de</strong> Mendoza: «Yo creo que todo el<br />

po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l Ser Supremo no es suficiente a libertar ese <strong>de</strong>sgraciado país: sólo <strong>Bolívar</strong>,<br />

apoyado en la fuerza, pue<strong>de</strong> libertarla (7).»<br />

Como consecuencia <strong>de</strong> la <strong>de</strong>rrota, perdió el virrey las provincias <strong>de</strong> Tarma,<br />

Lima, Huancavélica y Huamanga, una porción <strong>de</strong>l Cuzco, todos sus almacenes, y<br />

gran parte <strong>de</strong> su tropa, quedando el resto, según el historiador realista, en un<br />

grado <strong>de</strong> abatimiento moral apenas concebible.<br />

«<strong>El</strong> golpe <strong>de</strong> Junín fue mortal, dice el general español García Gamba, la confusión<br />

y el terror fueron inexplicables.»<br />

Junín disipó el hechizo que parecía ligar la victoria a los pendones <strong>de</strong> Castilla,<br />

y <strong>de</strong>mostró a los peruanos que sus opresores no eran invencibles.<br />

Junín, en sus consecuencias, es un combate <strong>de</strong> importancia trascen<strong>de</strong>ntal,<br />

porque la confianza <strong>de</strong> la victoria pasó <strong>de</strong> los realistas a los patriotas, y él, en gran<br />

manera, explica el éxito <strong>de</strong> Ayacucho.<br />

Una corriente <strong>de</strong> pánico dominaba el ejército español. La infantería no era<br />

una división que se retiraba, sino masas que huían dominadas por in<strong>de</strong>scriptible<br />

terror.<br />

Los sables que <strong>de</strong>strozaron la caballería española en la pampa <strong>de</strong> Reyes, rompieron<br />

el anillo más fuerte <strong>de</strong> la ca<strong>de</strong>na que mantenía al Perú atado a la dominación<br />

española.<br />

Ayacucho fue su consecuencia, y, como tal, duró hora y media solamente;<br />

pero a ella correspondió la suerte <strong>de</strong> ser la raya entre el pasado y el porvenir <strong>de</strong> la<br />

América. Antes <strong>de</strong> esa batalla todo el continente era libre, pero su libertad no<br />

estaba asegurada en ninguna parte mientras le quedara a España una autoridad en<br />

el Perú, un fuerte en el Callao y un foco <strong>de</strong> piratas en Chiloé.<br />

Tal es el significado humano <strong>de</strong> aquella jornada. Con ella se extingue un régimen<br />

<strong>de</strong> gobierno en todo un continente y se afianza otro que significa soberanía<br />

<strong>de</strong> varias naciones y libertad <strong>de</strong> muchos millones <strong>de</strong> hombres.<br />

212


XXII. Junín<br />

Boyacá y Junín son, pues, más que fechas memorables en la historia <strong>de</strong> los<br />

pueblos, una gloriosa etapa en las gran<strong>de</strong>s jornadas que para su dignificación ha<br />

librado la humanidad. Carabobo y Ayacucho fueron también heroicas batallas,<br />

pero, consecuencias lógicas, naturales, <strong>de</strong> las primeras que las prepararon (8). La<br />

vida <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, por ser tan vasta, tan múltiple, por haberse <strong>de</strong>sarrollado en países<br />

tan diversos y lejanos, necesita, para ser concienzudamente conocida, más que un<br />

hombre una literatura que se llamará bolivariana, como existe una napoleónica.<br />

Mientras tanto, cualquier juicio sobre un aspecto <strong>de</strong> sus cualida<strong>de</strong>s militares,<br />

diplomáticas, políticas, literarias, filosóficas, será prematuro. No obstante, pue<strong>de</strong><br />

aventurarse <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahora la afirmación <strong>de</strong> que en ninguna época <strong>de</strong> su vida fue el<br />

Libertador más gran<strong>de</strong> que antes <strong>de</strong> esas batallas; que jamás fue tan constante ni<br />

<strong>de</strong>splegó más brillantes, asombrosas faculta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> gran capitán; <strong>de</strong> ahí que Boyacá<br />

y Junín, es <strong>de</strong>cir, la libertad <strong>de</strong> Colombia y <strong>de</strong>l Perú, las primeras <strong>de</strong>cisivas <strong>de</strong>rrotas<br />

<strong>de</strong> ejércitos aguerridos y superiores en número y elementos, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> transmontar<br />

los An<strong>de</strong>s y ante el mismo sol <strong>de</strong>l 7 <strong>de</strong> agosto, son, por los titánicos<br />

esfuerzos realizados, por los sorpren<strong>de</strong>ntes contrastes que marcaron entre la cruel<br />

y tenebrosa servidumbre española y la inesperada y radiante libertad, y por su trascen<strong>de</strong>ncia<br />

fundamental en los <strong>de</strong>stinos <strong>de</strong> América, los más ínclitos e inmarcesibles<br />

lauros guerreros <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>.<br />

¡Boyacá y Junín son reflejos divinos <strong>de</strong> la eterna armonía, <strong>de</strong> la eterna belleza,<br />

como la Ilíada, como Hamlet, como Fausto!<br />

Seamos sinceros: en los antiguos como en los mo<strong>de</strong>rnos anales <strong>de</strong>l mundo<br />

hay pocos días tan gloriosos como Junín. Tan gloriosos, que para cantarlo dignamente,<br />

por un <strong>de</strong>creto especial <strong>de</strong> los Dioses, nació Olmedo.<br />

213


XXIII<br />

La Apoteosis <strong>de</strong>l Potosí


Al aproximarse el viajero al Potosí, por cualquiera dirección, sale <strong>de</strong> los profundos<br />

barrancos <strong>de</strong> las montañas y <strong>de</strong>scubre la villa al pie <strong>de</strong>l célebre argentado<br />

cerro, cuya forma es un cono <strong>de</strong> tres leguas <strong>de</strong> circunferencia en su base. Su cúspi<strong>de</strong><br />

tiene una elevación <strong>de</strong> más <strong>de</strong> 2.000 pies sobre la villa, y <strong>de</strong> 17.000 sobre el<br />

nivel <strong>de</strong>l mar. Su apariencia es <strong>de</strong> origen volcánico, y sus la<strong>de</strong>ras tienen zonas <strong>de</strong><br />

diversos colores, como ver<strong>de</strong> obscuro, anaranjado, gris y encarnado, y son riquísimas<br />

en metales preciosos.<br />

<strong>El</strong> clima <strong>de</strong>l Potosí es <strong>de</strong>sagradable: los rayos <strong>de</strong>l sol abrasan al mediodía, y<br />

por la tar<strong>de</strong> y a la noche el aire es penetrante y frío.<br />

Habiéndose anunciado oficialmente la visita <strong>de</strong>l Libertador al Potosí, el<br />

general Miller, prefecto <strong>de</strong> aquella provincia, preparó la casa <strong>de</strong>l Gobierno para<br />

alojar al ilustre huésped. «Aquella casa era entonces dice un cronista, la mejor<br />

y más suntuosa que había entre Lima y Buenos Aires. Cuartos bien proporcionados,<br />

salones magníficos, adornados profusamente con florones dorados,<br />

gran<strong>de</strong>s espejos y elegantes arañas y can<strong>de</strong>labros. Como no se encontraban<br />

alfombras, se cubrió el suelo con un riquísimo paño carmesí, se amuebló la casa<br />

<strong>de</strong> nuevo, y no habiendo en la ciudad los más usuales artículos <strong>de</strong> lujo conocidos<br />

en Europa, enviaron una recua <strong>de</strong> mulas a Tacna por vajillas, cristalerías<br />

porcelanas, manteles, copia <strong>de</strong> vinos, champañas, cervezas, sidras, frutas y otros<br />

artículos (1).»<br />

Cuando el Libertador llegó a avistar clara y distintamente el célebre cerro <strong>de</strong>l<br />

Potosí, las ban<strong>de</strong>ras <strong>de</strong>l Perú, Buenos Aires, Chile y Colombia tremolaron repentinamente<br />

en la cumbre, y al entrar en la ciudad prendieron fuego a veintiún<br />

petardos, cuyo estruendo, <strong>de</strong> cada uno, era igual al que hubieran hecho seis cañones<br />

disparados a la vez. Este saludo estupendo produjo un efecto singular y grandioso:<br />

los profundos valles <strong>de</strong> las inmediaciones, repitiendo una y mil veces los<br />

ecos resonantes <strong>de</strong>l estampido, parecían, al alejarse, que estallaba una furiosa tempestad<br />

y que los truenos se sucedían unos a otros. Todas las campanas <strong>de</strong> las iglesias<br />

y conventos fueron echadas a vuelo a la vez y sin interrupción.<br />

217


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Arcos triunfales, coronas <strong>de</strong> laurel, discursos, solemnes Te Deum, medallas <strong>de</strong><br />

oro y <strong>de</strong> palta, banquetes, bailes, fuegos artificiales, gran<strong>de</strong>s iluminaciones y otros<br />

signos <strong>de</strong> regocijo público siguieron durante las siete semanas que el Libertador<br />

permaneció en el Potosí.<br />

<strong>El</strong> 7 <strong>de</strong> octubre, en la noche, llegaron los plenipotenciarios argentinos señores<br />

Alvear y Vélez, enviados por el Gobierno <strong>de</strong> las Provincias Unidas a saludar y<br />

felicitar al Libertador. <strong>El</strong> 19 fueron recibidos en audiencia solemne. Uno <strong>de</strong> aquellos<br />

plenipotenciarios escribía a un amigo <strong>de</strong> Buenos Aires:<br />

«He tenido el gusto <strong>de</strong> conocer al Libertador; he hablado con él en un baile;<br />

es muy popular y muy afable con todos, caos que no traduce su aspecto a primera<br />

vista; merece, sin ninguna duda, este gran<strong>de</strong> hombre, el alto concepto que todos<br />

tienen formado <strong>de</strong> él, según mi juicio, y el <strong>de</strong> todos los que tienen la fortuna <strong>de</strong><br />

tratarle...<br />

«En el convite <strong>de</strong> que te hablo tuve el gusto <strong>de</strong> estar sentado a tres personas<br />

<strong>de</strong>l Libertador, al lado <strong>de</strong> nuestro estimado amigo Dorrego, y enfrente <strong>de</strong>l gran<br />

mariscal Sucre, general Miller, y constante patriota Lanza, <strong>de</strong> suerte que nada<br />

perdí <strong>de</strong> cuanto sucedió en seis hora que duró la mesa. Des<strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong> ella estuvimos<br />

como títeres sentándonos y levantándonos, tal era el torrente <strong>de</strong> brindis.<br />

Los míos sólo pasaron <strong>de</strong> seis, y fue este el número <strong>de</strong> los que el Libertador dijo <strong>de</strong><br />

entrada, sin dar lugar a acabar lo que se bebía por uno, cuando <strong>de</strong>cía el otro y<br />

sucesivamente. Al fin <strong>de</strong> la mesa llegó hasta pararse sobre la silla en que se sentaba,<br />

y <strong>de</strong>cir: «Señores, estoy borracho» ; hizo una pausa muy graciosa y continuó lleno<br />

<strong>de</strong> alegría. Se sentó y dijo <strong>de</strong>spués: «Hoy hemos ganado más que una batalla...»<br />

«Hemos asistido a tres gran<strong>de</strong>s bailes en los que el Libertador, todos los generales,<br />

oficiales y <strong>de</strong>más concurrentes, se confundían en las contradanzas y valses,<br />

con la igualdad que les daba el título <strong>de</strong> ciudadanos. En todos ellos ha habido una<br />

mesa espléndida, antes <strong>de</strong> ser tocada, y <strong>de</strong>sierta media hora <strong>de</strong>spués muy particularmente<br />

<strong>de</strong>l vino y licores, con prevención <strong>de</strong> que tendría <strong>de</strong> largo la tal mesita<br />

como cuarenta varas, quizá más, y <strong>de</strong> ancho como tres, y toda perfectamente<br />

cubierta; pero amigo, aquí se dice hip, hip, hurra, hurra! y todos apuran el vaso, esta<br />

es la vasija en que se brinda (2).»<br />

Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la entrada triunfal quiso subir <strong>Bolívar</strong> a la cumbre <strong>de</strong>l imponente<br />

cerro que da su nombre a la ciudad, y allá se dirigió el 26 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong><br />

1825, acompañando <strong>de</strong>l mariscal Sucre, <strong>de</strong>l general Guillermo Miller, prefecto <strong>de</strong><br />

aquel <strong>de</strong>partamento, <strong>de</strong> los plenipotenciarios <strong>de</strong>l Plata, enviados por el Gobierno<br />

218


XXIII. La apoteosis <strong>de</strong>l Potosí<br />

<strong>de</strong> Buenos Aires a cumplimentarle por el feliz éxito <strong>de</strong> la campaña libertadora, y<br />

<strong>de</strong> su Estado Mayor.<br />

Una especie <strong>de</strong> almuerzo, dice Miller, fue servido en lo alto <strong>de</strong>l monte; hubo<br />

brindis patrióticos, y el Libertador, contemplando allí sus victorias <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

Orinoco, exclamó: «La gloria <strong>de</strong> haber conducido a estas frías regiones nuestros<br />

estandartes <strong>de</strong> libertad, <strong>de</strong>ja en la nada los tesoros inmensos <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s que<br />

están a nuestro pies (3).»<br />

«Sobre aquel famoso pico, agrega O’Leary, otro <strong>de</strong> los compañeros, <strong>de</strong>splegó<br />

el Libertador las ban<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> Colombia, Perú y La Plata. Mirando hacia el norte,<br />

recorrió en espíritu la carrera gloriosa que había hecho, los sufrimientos que había<br />

arrostrado, la gran<strong>de</strong> obra que había consumado; quince años <strong>de</strong> pruebas, <strong>de</strong> alternativas,<br />

<strong>de</strong>rrotas y <strong>de</strong> victorias; con vicisitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>de</strong>sengaños y <strong>de</strong> esperanzas satisfechas...<br />

¿Qué mucho, pues, que al posar su planta sobre la argentada cima <strong>de</strong>l<br />

Potosí, cual si fuese el pe<strong>de</strong>stal <strong>de</strong> su fama, se sublimase a la contemplación i<strong>de</strong>al<br />

<strong>de</strong> la América, libre, gloriosa, tranquila, humillados sus opresores, ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> elementos<br />

<strong>de</strong> prosperidad, ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> elementos <strong>de</strong> prosperidad, y apoyada, por los<br />

votos <strong>de</strong>l mundo liberal? Aquel día <strong>de</strong>bió ser, ciertamente, el más feliz <strong>de</strong> la vida<br />

<strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> (4).»<br />

En efecto, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquella cima argentada, puestos los ojos <strong>de</strong> fuego, a la vez,<br />

en el Atlántico y el Pacífico, vio el Libertador, tras quince años <strong>de</strong> lucha titánica,<br />

<strong>de</strong>sbaratados en los valles <strong>de</strong> América los ejércitos <strong>de</strong> Castilla y <strong>de</strong> León, vencedores<br />

<strong>de</strong> Bonaparte, <strong>de</strong>shechas las escuadras españolas <strong>de</strong> Solomón, Morillo, Hore,<br />

Miyares, Canterac, Odonojú, y tendidos entre el polvo <strong>de</strong> mil combates medio<br />

millón <strong>de</strong> patriotas americanos. Des<strong>de</strong> aquella cumbre vio a Méjico, Centro<br />

América, Cuba, Puerto Rico, Chile, la Argentina con los brazos tendidos hacia él<br />

como a su salvador (5), a Santo Domingo y Panamá incorporadas voluntariamente<br />

a la gran República; a Nueva Granada, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, postradas<br />

a sus pies bendiciéndolo y aclamándolo; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí señaló los lineamientos <strong>de</strong><br />

la actual geografía política <strong>de</strong> América con el nombre <strong>de</strong> uti possi<strong>de</strong>tis jure, como la<br />

constitución internacional <strong>de</strong> lo nuevos Estados; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí vio el Congreso <strong>de</strong> las<br />

naciones reunido, a iniciativa <strong>de</strong> su genio creador, en el istmo <strong>de</strong> Panamá para<br />

echar las bases, por primera vez en el mundo, <strong>de</strong>l arbitraje internacional como<br />

medio <strong>de</strong> dirigir conflictos entre naciones, uno <strong>de</strong> los mayores sueños <strong>de</strong> su vida,<br />

y hoy, principio <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho público americano, y <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho público universal (6);<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí ofrecí a los pueblos libertados las tablas <strong>de</strong> su ley política: tal como la<br />

creyó buena, así la reclamó; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí le echó en cara al doctor Francia su tenebrosa<br />

tiranía y, recordando que el sabio Bonpland yacía aún en las cárceles <strong>de</strong>l<br />

219


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Paraguay, concibió la esperanza <strong>de</strong> libertarle; aun más propuso el restablecimiento<br />

<strong>de</strong> aquella provincia a la Confe<strong>de</strong>ración <strong>de</strong>l Plata, para <strong>de</strong> allí amenazar el imperio<br />

<strong>de</strong>l Brasil. Concibió otro proyecto más audaz todavía: libertar a Cuba y Puerto<br />

Rico, atacar <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las posesiones orientales <strong>de</strong> la Península, fundar una república<br />

en las islas Filipinas, <strong>de</strong>l océano Índico, y, más tar<strong>de</strong>, llevar la guerra a la<br />

misma metrópoli y fundar la república en España (7).<br />

Al dar forma en su cerebro a tales sueños, al cumular razones, pesar, dificulta<strong>de</strong>s,<br />

medios, probabilida<strong>de</strong>s; sus ojos <strong>de</strong>bieron relampaguear pasmosamente<br />

como los <strong>de</strong> un inspirado <strong>de</strong>l cincel al sentir palpitar entre sus mansos su obra<br />

maestra. Como un artista creó él en el i<strong>de</strong>al y lo imposible, y pue<strong>de</strong> reconocerle,<br />

como Taine reconoció a Napoleón, por un hermano póstumo <strong>de</strong> Dante y <strong>de</strong><br />

Miguel Ángel. En efecto, por los contornos precisos <strong>de</strong> la visión, por la intensidad,<br />

la coherencia y la lógica interna <strong>de</strong> su sueño, por lo profundo <strong>de</strong> su meditación,<br />

por la gran<strong>de</strong>za sobre humana <strong>de</strong> sus concepciones, él también es su semejante y<br />

su igual; su genio tiene la misma talla y la misma estructura, sino que Dante o<br />

Miguel Ángel operaron sobre el papel o el mármol, en tanto que los héroes sobre<br />

el hombre vivo, sobre la carne sensible y doliente, trabajaron.<br />

La historia universal no sabe, en verdad, <strong>de</strong> guerrero cuyo caballo <strong>de</strong> batalla<br />

haya ido más lejos y cuyo escenario militar dure más dilatado. Como capitán<br />

igualó a Carlos XII en audacia y a Fe<strong>de</strong>rico en constancia y pericia, superó a<br />

Alejandro, Aníbal y César, por las dificulta<strong>de</strong>s que tuvo que vencer, y sus marchas<br />

a través <strong>de</strong>l continente fueron más largas que las <strong>de</strong> Gengis Khan y Tamerlán. Con<br />

razón, pues, y con noble orgullo americano pudo escribir José Martí: «<strong>Bolívar</strong><br />

recorrió más tierras con las ban<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> la libertad que ningún conquistador con<br />

las <strong>de</strong> la tiranía.» En verdad, jamás mirada <strong>de</strong> hombre alguno ha abarcado imperiosamente<br />

más amplios espacios que la <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquella cumbre andina,<br />

en aquel día <strong>de</strong> gloria, nueve años antes entrevisto, proféticamente, en Casacoima,<br />

y en verdad, <strong>de</strong> todos los héroes, antiguos y mo<strong>de</strong>rnos, quizá <strong>Bolívar</strong> ha sido el<br />

único que alcanzó la divina alegría <strong>de</strong> ver consumada la obra sublime <strong>de</strong> su misión<br />

sobre la tierra.<br />

Él mismo lo <strong>de</strong>cía a Santan<strong>de</strong>r: «Es la primera vez que no tengo nada qué<br />

<strong>de</strong>sear, y que estoy contento con la fortuna.» Vencido el león <strong>de</strong> Iberia, emancipada<br />

la América, fundada para siempre la <strong>de</strong>mocracia en el Nuevo Mundo, sólo<br />

restaba el semidiós la apoteosis crepuscular <strong>de</strong> San Pedro Alejandrino.<br />

220


XXIV<br />

Retrato <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> por G. Miller


<strong>El</strong> general Guillermo Miller, soldado <strong>de</strong> Wéllington, <strong>de</strong> San Martín, <strong>de</strong> Sucre<br />

y <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, héroe <strong>de</strong> Junín y en Ayacucho, y comandante general <strong>de</strong>l Potosí en<br />

el tiempo <strong>de</strong> la entrada triunfal <strong>de</strong>l Libertador, nos <strong>de</strong>jó este retrato <strong>de</strong> su jefe, probablemente<br />

trazado en aquellos días:<br />

«<strong>El</strong> general <strong>Bolívar</strong> es <strong>de</strong>lgado y algo menos <strong>de</strong> regular estatura. Se viste bien<br />

y tiene un modo <strong>de</strong> andar y presentarse franco y militar. Es jinete muy fuerte y<br />

atrevido y capaz <strong>de</strong> resistir gran<strong>de</strong>s fatigas. Sus maneras son buenas y su aire sin<br />

afectación, pero que no predispone mucho en su favor. Se dice que en su juventud<br />

fue <strong>de</strong> bella figura, pero actualmente es <strong>de</strong> rostro pálido, pelo negro con canas y<br />

ojos negros y penetrantes, pero generalmente inclinados a tierra o <strong>de</strong> lado cuando<br />

habla (His eyes are dark and penetrating, but generally downcast, or turned askance, when he<br />

speaks); nariz bien formada, frente alta y ancha y barba afilada; la expresión <strong>de</strong> su<br />

semblante es cautelosa, triste y algunas veces <strong>de</strong> fiereza (The expressión of the countenence<br />

is care-worn, lowering, and, sometimes, rather fierce). Su carácter, viciado por la adulación<br />

es arrogante y caprichoso. Sus opiniones con respecto a los hombres y a las<br />

cosas son variables y tiene casi una propensión a insultar; pero favorece <strong>de</strong>masiado<br />

a los que se le humillan y con éstos no guarda ningún resentimiento.<br />

«Es un apasionado admirador <strong>de</strong>l bello sexo, pero extremadamente celoso.<br />

Tiene adición a valsar y es muy ligero, pero no baila con gracia. Su imaginación y<br />

su persona son <strong>de</strong> una actividad maravillosa; cuando no está en movimiento, está<br />

siempre leyendo, dictando cartas, etc., o hablando. Su voz es gruesa y áspera, pero<br />

habla elocuentemente en casi todas las materias. Su lectura la ha <strong>de</strong>dicado casi<br />

exclusivamente a autores franceses, y <strong>de</strong> ella provienen los galicismos que tan<br />

comúnmente emplea en sus escritos; escribe <strong>de</strong> un modo que hace impresión,<br />

pero su estilo está viciado por una afectación <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>za que <strong>de</strong>sagrada.<br />

Hablando tan bien y fácilmente como lo hace, no es <strong>de</strong> extrañar que prefiera escucharse<br />

a sí mismo, que oír a los <strong>de</strong>más y que mantenga la conversación en las<br />

socieda<strong>de</strong>s que recibe. Da gran<strong>de</strong>s convites, y no hay nadie que tenga cocineros<br />

más hábiles que él ni nadie que dé mejores comidas; pero es tan parco en comer y<br />

beber, que rara vez ocupa su puesto en su propia mesa hasta que casi se ha acabado<br />

223


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

<strong>de</strong> comer, habiendo comido antes probablemente en privado uno o dos platos<br />

simples. Es muy aficionado a los brindis, los cuales anuncia <strong>de</strong>l modo más elocuente<br />

y a<strong>de</strong>cuado, y es tan gran<strong>de</strong> su entusiasmo, que frecuentemente se sube a<br />

la silla o a la mesa para pronunciarlos. Aunque el cigarro es <strong>de</strong> uso corriente en<br />

América <strong>de</strong>l Sur, <strong>Bolívar</strong> no fuma y no permite fumar en su presencia. Nunca está<br />

ni se presenta sin la comitiva correspondiente y guarda una gran etiqueta; y<br />

aunque <strong>de</strong>sinteresado en extremo en lo concerniente a asuntos pecuniarios, es<br />

insaciablemente codicioso <strong>de</strong> gloria (15)».<br />

224


XXV<br />

<strong>Bolívar</strong> en el Tequendama


Hay en la cumbre <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s una llanura irregular, <strong>de</strong> ocho leguas <strong>de</strong><br />

Oriente a Poniente y diez y ocho <strong>de</strong> Norte a Mediodía. Esa vasta llanura andina es<br />

la sabana <strong>de</strong> Bogotá, riquísima en pastos y tierras <strong>de</strong> labor, cubierta <strong>de</strong> innumerables<br />

rebaños y <strong>de</strong> caseríos y ciuda<strong>de</strong>s, entre las cuales se yergue, al pie <strong>de</strong> los cerros<br />

<strong>de</strong> Monserrate y Guadalupe, coronada <strong>de</strong> Blancas torres y amarillentas cúpulas <strong>de</strong><br />

la capital <strong>de</strong> Colombia. <strong>Bolívar</strong> solía <strong>de</strong>cir que el clima <strong>de</strong> esta sabana es uno <strong>de</strong><br />

los más <strong>de</strong>liciosos <strong>de</strong>l mundo, y el caballero Le Moyne, antiguo ministro <strong>de</strong><br />

Francia, quien vivió en Colombia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1828 hasta 1839, dice, en sus Memorias,<br />

muy acertadamente, que lo más exacto para dar i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l clima <strong>de</strong> Bogotá, es <strong>de</strong>cir<br />

que se parece mucho al <strong>de</strong> París en los días <strong>de</strong> la primavera, o <strong>de</strong>l principio <strong>de</strong>l<br />

otoño (1).<br />

Des<strong>de</strong> los cerros que dominan esta ciudad, se ofrece a la vista un mar <strong>de</strong> verdura,<br />

cercado en lontananza por la inmensa cordillera. <strong>El</strong> cielo es <strong>de</strong> un azul obscuro inmaculado.<br />

Catorce torrentes y cien arroyuelos, que se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>n <strong>de</strong> los montes, <strong>de</strong>rraman<br />

sus aguas en el Funza, que discurre perezosamente por en medio <strong>de</strong> la sabana<br />

espléndida, para lanzarse, como un león rugiente, por la cascada <strong>de</strong> Tequendama.<br />

Juan <strong>de</strong> Castellanos, el más antiguo cronista <strong>de</strong>l Nuevo Reino <strong>de</strong> Granada, quien<br />

ya anciano, se recogió en su cuarto <strong>de</strong> Tunja a escribir, en sencillas estrofas, sus <strong>El</strong>egías<br />

<strong>de</strong> Varones ilustres; Juan <strong>de</strong> Castellanos, el más ingenuo <strong>de</strong> nuestros narradores <strong>de</strong> la conquista,<br />

vislumbrando, a través <strong>de</strong> los tiempos, las virtu<strong>de</strong>s, por excelencia, <strong>de</strong> austeridad,<br />

cultura y civismo <strong>de</strong> nuestro pueblo, y la incomparable fertilidad y copia <strong>de</strong><br />

nuestros campos y florestas, refiere que al penetrar los <strong>de</strong>smedrados españoles, por el<br />

Opón, al Nuevo Reino, sabedores <strong>de</strong> las riquezas que los esperaban, se vistieron como<br />

salvajes, <strong>de</strong> mantas coloradas, tocáronse con plumajes, y con voces altas y regocijadas,<br />

clamaban al acercarse a los reales <strong>de</strong> la Tora:<br />

¡Tierra buena! ¡tierra buena!<br />

¡Tierra que pone fin a nuestra pena!<br />

¡Tierra <strong>de</strong> oro, tierra bastecida!<br />

¡Tierra para hacer perpetua casa!<br />

227


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

¡Tierra con abundancia <strong>de</strong> comida!<br />

¡Tierra <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s pueblos, tierra rasa!<br />

¡Tierra don<strong>de</strong> se ve gente vestida,<br />

¡Y a sus tiempos no sabe mal la brasa!<br />

¡Tierra <strong>de</strong> bendición, clara y serena!<br />

¡Tierra que pone fin a nuestra pena!<br />

Y es que, realmente, no hay quizá en el globo otro recinto en que a un<br />

tiempo y perpetuamente se ofrezcan a la vista las flores <strong>de</strong> diversos climas, y tanta<br />

variedad <strong>de</strong> aves. En la sabana <strong>de</strong> Bogotá reina una primavera eterna. Aquí como<br />

en Pestum, todo el año florecen los rosales, hay geranios, violetas, anémonas, hortensias,<br />

camelias azaleas, jazmines y Malabar, <strong>de</strong>l Cabo y <strong>de</strong> la India; todas las<br />

flores que brotan <strong>de</strong> la madre tierra. Pero, al bajar la cordillera, cambia la vegetación,<br />

y el que se asoma a gozar <strong>de</strong>l paisaje <strong>de</strong>scubre las palmeras, los naranjos, las<br />

estancias <strong>de</strong> caña <strong>de</strong> azúcar y sus trapiches, a tiempo que divisa las rocas <strong>de</strong> Cincha<br />

y <strong>de</strong> Canoas, coronadas por una selva <strong>de</strong> pinos y nogales, <strong>de</strong> robles y laureles.<br />

Abajo revuelan, clamoreando, las guacamayas y papagayos habitados <strong>de</strong> la zona<br />

tórrida, en tanto que arriba gime la paloma torcaz y se cierne en las nubes el águila<br />

caudal.<br />

<strong>El</strong> salto <strong>de</strong>l Tequendama, al par que por el sol matinal, está irisado por las más<br />

bellas leyendas. Ved, si no, cómo referían su origen los antiguos muiscas, primeros<br />

habitantes <strong>de</strong> estas comarcas.<br />

En los tiempos más remotos, <strong>de</strong>cían, antes <strong>de</strong> que la luna acompañase a la<br />

tierra, los habitantes <strong>de</strong> la meseta <strong>de</strong> Bogotá vivían como bárbaros, <strong>de</strong>snudos y sin<br />

agricultura, sin leyes y sin culto. De improviso se presentó entre ellos un anciano,<br />

con puntas y collar <strong>de</strong> hechicero, que venía <strong>de</strong> las comarcas situadas al este <strong>de</strong> la<br />

cordillera <strong>de</strong> Chingasa, y cuya barba larga, blanca y espesa, le hacía aparecer como<br />

<strong>de</strong> raza distinta <strong>de</strong> la <strong>de</strong> los indígenas. Se le conocía por los tres nombres <strong>de</strong><br />

Bochica, Nenqueteba y Zuhé, y asemejábase a Manco-Cápac. Enseñó a los hombres<br />

a vestirse, a construir cabañas, a cultivar la tierra y a reunirse en sociedad.<br />

Acompañábale una mujer a quien la tradición da también los tres nombres <strong>de</strong><br />

Chía, Yubecayguaya y Huitaca. De rara belleza y maligna en extremo, contrarió<br />

esta mujer a su esposo en cuanto él emprendía para la dicha <strong>de</strong> los hombres. A su<br />

arte mágica se <strong>de</strong>be el crecimiento <strong>de</strong>l río Funza, cuyas aguas inundaron todo el<br />

valle <strong>de</strong> Bogotá, pereciendo en este diluvio la mayoría <strong>de</strong> los habitantes y salvándose<br />

unos picos sobre las cimas <strong>de</strong> las montañas cercanas. Irritado el anciano,<br />

arrojó a la hermosa Huitaca lejos <strong>de</strong> la tierra; convirtióse en luna entonces,<br />

comenzando a iluminar nuestro planeta durante la noche. Bochica <strong>de</strong>spués,<br />

228


XXV. <strong>Bolívar</strong> en el Tequendama<br />

movido a piedad por la situación <strong>de</strong> los hombres dispersos en las montañas,<br />

rompió con mano potente las rocas, que cerraban el valle por el lado <strong>de</strong> Canoas y<br />

Tequendama, haciendo que por esta abertura corrieran las aguas <strong>de</strong>l lago <strong>de</strong><br />

Funza, reuniendo nuevamente a los pueblos en el valle <strong>de</strong> Bogotá. Edificó ciuda<strong>de</strong>s,<br />

introdujo el culto <strong>de</strong>l Sol y nombró los jefes a quienes confirió el po<strong>de</strong>r eclesiástico<br />

y secular, retirándose luego, bajo el nombre <strong>de</strong> Idacanzas, al santo valle <strong>de</strong><br />

Izaca, cerca <strong>de</strong> Tunja, don<strong>de</strong> vivió en los ejercicios <strong>de</strong> la más austera penitencia por<br />

espacio <strong>de</strong> dos mil años.<br />

Los viajeros que han tenido ocasión <strong>de</strong> contemplar <strong>de</strong> cerca la gran cascada <strong>de</strong><br />

Tequendama, no se admirarán <strong>de</strong> que se atribuya a estas piedras, que parecen talladas<br />

por mano humana, origen milagroso por pueblos groseros; a ese antro estrecho<br />

en que se precipita un río en una profundidad <strong>de</strong> 146 metros; a esos iris <strong>de</strong> los más<br />

peregrinos y brillantes colores, que cambian a cada momento; a esa columna <strong>de</strong><br />

vapores que se levantan como <strong>de</strong>nsa nube, visible <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Bogotá, a cinco leguas <strong>de</strong><br />

distancia. <strong>El</strong> Pissavache y el Staubbach, en Suiza, tienen gran elevación, pero no es<br />

consi<strong>de</strong>rable su masa <strong>de</strong> agua, y mal año para el Niágara y la cascada <strong>de</strong>l Rin, que, al<br />

contrario, ofrecen un enorme volumen <strong>de</strong> agua, pero cuya altura no pasa <strong>de</strong> 50<br />

metros. <strong>El</strong> salto <strong>de</strong> Tequendama, dice Humboldt, reúne todo cuanto pi<strong>de</strong> un sitio<br />

para ser eminentemente pintoresco, y pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que no existe cascada alguna<br />

que presente igual proporción entre la altura consi<strong>de</strong>rable y la gran masa <strong>de</strong> agua.<br />

«<strong>El</strong> Bogotá, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> bañar las al<strong>de</strong>as <strong>de</strong> Chía, Funza y Fontibón, conserva<br />

aún, cerca <strong>de</strong> Canoas, arriba <strong>de</strong>l salto, una anchura <strong>de</strong> 44 metros, que es la mitad<br />

<strong>de</strong> la <strong>de</strong>l Sena, en París, entre el Louvre y el Instituto.»<br />

«Redúcese mucho el río a la proximidad <strong>de</strong> la cascada, don<strong>de</strong> la grieta, que<br />

parece formada por un terremoto, sólo tiene 10 a 12 metros <strong>de</strong> abertura.<br />

«<strong>El</strong> camino que va <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Bogotá al Tequendama, pasa por la al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Soacha,<br />

rica en cosechas <strong>de</strong> trigo. A corta distancia <strong>de</strong> Canoas se disfruta <strong>de</strong> una magnífica<br />

vista, admiración <strong>de</strong>l viajero por los contrastes que presenta. Acaban <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarse<br />

campos labrados y abundantes en trigo y cebada; míranse por todos lados azaleas,<br />

begonias, y también encinas y álamos, y <strong>de</strong> repente se <strong>de</strong>scubre, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un sitio elevado,<br />

a los pies, pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse, un hermoso país don<strong>de</strong> crecen la palmera, el plátano<br />

y el bambú. <strong>El</strong> fondo <strong>de</strong> la cascada, o sea el recipiente don<strong>de</strong> se estrella el<br />

agua con estruendo, escasamente se ve alumbrado por la luz <strong>de</strong>l día. La soledad <strong>de</strong>l<br />

lugar, la riqueza <strong>de</strong> la vegetación y el rimbombante trueno que allí repercute,<br />

hacen <strong>de</strong>l fondo <strong>de</strong> la cascada <strong>de</strong> Tequendama uno <strong>de</strong> los sitios más bellos y salvajes<br />

<strong>de</strong> las cordilleras (2).»<br />

229


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Se compren<strong>de</strong>, pues, que esta maravilla <strong>de</strong> la Naturaleza haya atraído siempre<br />

ilustres visitantes. En 1827 la visitó el duque <strong>de</strong> Montebello. En 1832, el joven<br />

Pedro Bonaparte, hijo <strong>de</strong> Luciano, príncipe <strong>de</strong> Canino, primo <strong>de</strong> Napoleón III, quien<br />

vino a Bogotá con el general Santan<strong>de</strong>r. En 1842, el barón <strong>de</strong> Lita; más tar<strong>de</strong>, el barón<br />

Gross; pero, <strong>de</strong> todos los visitantes <strong>de</strong>l salto <strong>de</strong> Tequendama, ninguno ha <strong>de</strong>jado un<br />

recuerdo tan perdurable como <strong>Bolívar</strong>, <strong>de</strong> ahí que en la portada i<strong>de</strong>ada por Alberto<br />

Urdaneta para el Papel Periódico Ilustrado <strong>de</strong>stacara la sombra <strong>de</strong>l Libertador sobre el<br />

raudal espumoso <strong>de</strong>l salto; <strong>de</strong> ahí que nadie que se acerca a aquel abismo sublime <strong>de</strong>je<br />

<strong>de</strong> traer a su memoria el heroico episodio que nos relata don Juan Francisco Ortiz:<br />

«En 1826, dice, el general <strong>Bolívar</strong> visitó el salto <strong>de</strong> Tequendama, y entusiasmado<br />

con tan magnífica escena, no pudo contenerse y saltó, con botas herradas <strong>de</strong><br />

campaña y espuelas, a una piedra <strong>de</strong> dos metros cuadrados que forma como un<br />

diente en la horrorosa boca <strong>de</strong>l abismo... Un falso, un resbalón, hubieran bastado<br />

para confundirle con las vertiginosa ondas...<br />

«Aquel día acompañaban a <strong>Bolívar</strong> muchos amigos, y entre ellos muchos<br />

militares. De regreso <strong>de</strong>l salto, llegaron a la hacienda <strong>de</strong> Canoas, don<strong>de</strong> el señor<br />

don Fernando Rodríguez, propietario <strong>de</strong> la hacienda, les tenía preparado un<br />

refresco <strong>de</strong> frutas, vinos y colocaciones. Entre trago y trago empezaron a menu<strong>de</strong>ar<br />

los brindis y un oficial llanero echó contra los chapetones uno que hizo reír a<br />

carcajadas. Todos aplaudieron menos el dueño <strong>de</strong> la casa, que se quedó muy serio;<br />

notando lo cual, díjole el Libertador:<br />

«— Señor Rodríguez, ¿por qué no nos acompaña usted a hacer la razón?<br />

«— Porque siendo español, no creo que eso sea razonable.<br />

«— Ojalá tuviésemos muchos patriotas como usted, señor don Fernando —<br />

le contestó <strong>Bolívar</strong> (2).»<br />

<strong>Bolívar</strong> quiso unir siempre su nombre al <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s monumentos <strong>de</strong> la<br />

Naturaleza, o al <strong>de</strong> las ruinas <strong>de</strong> la clásica antigüedad: sobre el monte sacro <strong>de</strong> la<br />

campiña romana jura la libertad <strong>de</strong> su patria; con Humboldt sube al Vesubio;<br />

entre las ruinas <strong>de</strong>l terremoto <strong>de</strong> Caracas pronuncia una <strong>de</strong> sus palabras épicas y<br />

memorables; atraviesa los An<strong>de</strong>s obscureciendo a Aníbal; escala el Chimborazo;<br />

visita «las encantadas fuentes amazónicas», el templo <strong>de</strong>l Sol en Cuzco, el lago<br />

Titicaca, y una tar<strong>de</strong>, <strong>de</strong> inmarcesible gloria, levanta en sus propias manos el tricolor<br />

colombiano sobre la cumbre <strong>de</strong>l Potosí.<br />

230


En el Tequendama, con temerario gesto <strong>de</strong> Prometeo, <strong>de</strong>safía el peligro y<br />

parece <strong>de</strong>cir al pavoroso abismo:<br />

¡Soy tan bravo con tú, y no temo tu fascinación ni tu estruendo; más, si<br />

sucumbo, tendré en tu gran<strong>de</strong>za tumba digna <strong>de</strong> mí, y a tu gloria, que es <strong>de</strong> la<br />

Naturaleza, se unirá la mía; que es <strong>de</strong> la Humanidad!<br />

Retrato <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> por Her<strong>de</strong>rson<br />

XXV. <strong>Bolívar</strong> en el Tequendama<br />

A ese tiempo se refiere este retrato <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, trazado por Mr. Her<strong>de</strong>rson,<br />

cónsul general <strong>de</strong> la Gran Bretaña en Colombia, en nota al canciller Carning, <strong>de</strong><br />

28 <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1826.<br />

«La estatura <strong>de</strong>l general <strong>Bolívar</strong> no es tan pequeña como generalmente se<br />

dice. Es <strong>de</strong>lgado, pero tiene las más finas proporciones. Su tez es ahora obscura a<br />

causa <strong>de</strong> su vida pasada a la intemperie. Cuando no habla, su semblante toma el<br />

tinte <strong>de</strong> la melancolía. Su pelo es negro, ligeramente rizado y tan bien dispuesto<br />

por la Naturaleza, que <strong>de</strong>ja <strong>de</strong>spejada su ancha frente. Ojos obscuros y vivos.<br />

Nariz romana. Boca notablemente bella. Barba más bien puntiaguda. Cuando le<br />

hablan baja regularmente la vista, circunstancia que permite a su interlocutor<br />

hablar sin ser perturbado por la viva penetración <strong>de</strong> su mirada. Su voz es algo<br />

ruda, pero él sabe mo<strong>de</strong>rarla haciendo grata la conversación con su franqueza y<br />

exquisita amabilidad. Su presencia es distinguida y atrayente, con todos es con<strong>de</strong>scendiente<br />

y afable. Cabalga y camina con gracia y baila el vals con animación y<br />

elegancia. Tiene la <strong>de</strong>streza y tacto <strong>de</strong> un gran orador, llegando en ocasiones hasta<br />

la elocuencia. La viveza <strong>de</strong> su ingenio, ya sea produciéndose en público, ya en conversaciones<br />

confi<strong>de</strong>nciales, pue<strong>de</strong> compararse con su <strong>de</strong>cisión y presencia <strong>de</strong><br />

ánimo como general (4).»<br />

231


XXVI<br />

Conjurados septembrinos


Disuelta la Convención <strong>de</strong> Ocaña, que <strong>de</strong>bía reformar la Constitución <strong>de</strong><br />

Cúcuta <strong>de</strong> 1821, <strong>Bolívar</strong> regresó a Bogotá, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tres meses <strong>de</strong> permanencia<br />

en Bucaramanga, y asumió la dictadura por medio <strong>de</strong> un <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> fecha 27 <strong>de</strong><br />

agosto <strong>de</strong> 1828. Don Joaquín Mosquera, amigo íntimo <strong>de</strong>l Libertador, refiere en<br />

una carta dirigida a Larrazábal, <strong>de</strong> Popayán, el 4 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1869, los esfuerzos<br />

que hizo entonces como miembro <strong>de</strong>l Consejo <strong>de</strong> Estado para que el Libertador<br />

<strong>de</strong>sistiera <strong>de</strong> la presi<strong>de</strong>ncia vitalicia que pretendía establecer en Colombia con el<br />

asentimiento <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más consejeros. <strong>El</strong> Libertador oyó a Mosquera, y expidió<br />

sólo el citado <strong>de</strong>creto orgánico <strong>de</strong> 27 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1828 (1).<br />

Los adversarios <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, aprovechándose <strong>de</strong> la oposición que halló en la<br />

juventud <strong>de</strong> Bogotá el <strong>de</strong>creto orgánico <strong>de</strong> la dictadura, formaron una junta revolucionaria<br />

<strong>de</strong>stinada a dar en tierra con el dictador, y, al efecto, se reunieron por<br />

última vez, a las 10 <strong>de</strong> la noche <strong>de</strong>l 24 <strong>de</strong> septiembre, en casa <strong>de</strong>l poeta Luis Vargas<br />

Tejada, joven exaltado, quien los arengó con toda la viveza <strong>de</strong> su imaginación, y<br />

<strong>de</strong> allí salieron los conjurados aquella noche, distribuidos en partidas, a consumar<br />

su intento. Unos <strong>de</strong>bían sorpren<strong>de</strong>r el cuartel <strong>de</strong>l batallón Vargas, otros, sacar <strong>de</strong><br />

su prisión al general Padilla para que encabezara la revolución, y los <strong>de</strong>más atacar<br />

el palacio y pren<strong>de</strong>r a <strong>Bolívar</strong>. Las partidas <strong>de</strong>bían obrar a un tiempo, al sonar la<br />

campanada <strong>de</strong> las doce en el reloj <strong>de</strong> la catedral.<br />

«Pocas noches, dice un cronista <strong>de</strong> aquellos días, habían lucido tan claras y<br />

serenas sobre la sabana <strong>de</strong> Bogotá como la <strong>de</strong>l 24 al 25 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1828. La<br />

luna estaba en la mitad <strong>de</strong> su carrera, cuando rompió el silencio que reinaba en la<br />

ciudad dormida la campana <strong>de</strong> las doce (2).»<br />

Los conjurados se pusieron en movimiento. Libertaron a Padilla, pero este<br />

resistió a salir, temblando ante la enormidad <strong>de</strong>l crimen que se le proponía, ¡él,<br />

que jamás había temblado en los combates! Atacaron el cuartel <strong>de</strong>l batallón<br />

Vargas, pero fueron rechazados. Por su parte, los asaltantes <strong>de</strong>l Libertador, que<br />

aguardaban la hora convenida en la plazuela <strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong> San Carlos, salieron al<br />

oír las doce, botaron sus capas y se encaminaron, con los puñales <strong>de</strong>senvainados y<br />

235


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

las pistolas amartilladas hacia el palacio, don<strong>de</strong> apuñalearon al centinela y a los<br />

que guardaban la escalera. Luego penetraron en los salones y empezaron a buscar<br />

a <strong>Bolívar</strong>. De labios <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los conjurados vamos a saber lo que ocurrió en<br />

aquellos <strong>de</strong>cisivos instantes:<br />

«Brillaba la luna llena con una claridad émula <strong>de</strong> la luz <strong>de</strong>l sol, y todo el<br />

mundo había podido ver los conjurados armados que andaban por las calles, y<br />

gran número <strong>de</strong> ellos que entraban a la casa <strong>de</strong> Vargas Tejada, o salían <strong>de</strong> ella. Sin<br />

falta se sabría al día siguiente esta circunstancia; nuestro plan sería <strong>de</strong>scubierto y<br />

frustrado, y todos los comprometidos seríamos entregados a la cuchilla <strong>de</strong>l verdugo,<br />

o lanzados <strong>de</strong> nuestra patria, quedando ella privada <strong>de</strong> un jefe constitucional<br />

y <strong>de</strong> los <strong>de</strong>fensores <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>rechos.<br />

«Habíamos llegado a un punto <strong>de</strong> don<strong>de</strong> no podíamos retroce<strong>de</strong>r sin per<strong>de</strong>rnos,<br />

per<strong>de</strong>r con nosotros la causa <strong>de</strong> la libertad en nuestro país...<br />

«Doce ciudadanos, unidos a veinticinco soldados, al mando <strong>de</strong>l comandante<br />

Carujo, fuimos <strong>de</strong>stinados a formar la entrada <strong>de</strong>l palacio y coger vivo o muerto a<br />

<strong>Bolívar</strong>. Iba con nosotros dos Agustín Horment, francés <strong>de</strong> origen, quien fue el<br />

primero que, arrojándose a la puerta <strong>de</strong> palacio, hirió mortalmente al centinela y<br />

franqueó el paso a los que lo acompañábamos. Entramos inmediatamente, sin<br />

otra resistencia que la <strong>de</strong>l cabo <strong>de</strong> guardia, quien recibió una herida mortal <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> haber dado un sablazo al heroico joven Pedro Celestino Azuero. <strong>El</strong> resto<br />

<strong>de</strong> la guardia, que ascendía a unos cuarenta soldados selectos mandados por un<br />

valiente capitán, fue rendido y <strong>de</strong>sarmado por la tropa que mandaba el comandante<br />

Carujo, sin que hubiese necesidad <strong>de</strong> un solo tiro <strong>de</strong> fusil.<br />

«Nos hallábamos, pues, en posesión <strong>de</strong>l palacio y era preciso penetrar hasta el<br />

dormitorio <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Subí el primero la escalera, y, con riesgo <strong>de</strong> mi vida, <strong>de</strong>sarmé<br />

al centinela <strong>de</strong>l corredor alto, sin herirlo. Quedó libre el paso, y seguimos a<br />

forzar las puertas que conducían al cuarto <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, guiados por el valiente joven<br />

Juan Miguel Acevedo, que había tomado el farol <strong>de</strong> la escalera para alumbrarnos.<br />

«Cuando hubimos forzado las primeras puertas, salió a nuestro encuentro, en<br />

la obscuridad y <strong>de</strong>svestido, el teniente Andrés Ibarra, a quien uno <strong>de</strong> los conjurados<br />

<strong>de</strong>scargó un golpe <strong>de</strong> sable en el brazo, creyendo que era <strong>Bolívar</strong>. Iba a segundar<br />

el golpe pero Ibarra gritó, y yo <strong>de</strong>tuve al agresor, habiendo conocido a aquél<br />

en la voz.<br />

236


XXVI. Conjurados septembrinos<br />

«Zuláibar y P. C. Azuero empezaron a gritar vivas a la libertad, y <strong>Bolívar</strong>, alarmado,<br />

y sospechando lo que sucedía, se arrojó a la calle por una ventana, y fue a<br />

ocultarse <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> un puente <strong>de</strong>l río <strong>de</strong> San Agustín. Cuando rompimos, pues, la<br />

puerta <strong>de</strong> su cuarto <strong>de</strong> dormir, ya <strong>Bolívar</strong> se había salvado. Nos salió al encuentro<br />

una hermosa señora, con una espada en la mano, y con admirable presencia <strong>de</strong><br />

ánimo y muy cortésmente nos preguntó qué queríamos; correspondimos con la<br />

misma cortesía, y tratamos <strong>de</strong> saber por ella en dón<strong>de</strong> estaba <strong>Bolívar</strong>. Alguno <strong>de</strong><br />

los conjurados llegó poco <strong>de</strong>spués, y profirió algunas amenazas contra aquella<br />

señora y yo me opuse a que las realizara, manifestándole que no era aquel el objeto<br />

que nos conducía allí. Procedimos a buscar a <strong>Bolívar</strong>, y un joven negro, que le<br />

servía, nos informó que se había arrojado a la calle por la ventana <strong>de</strong> su cuarto <strong>de</strong><br />

dormir. Nos asomamos algunos a aquella ventana, que Carujo había <strong>de</strong>scuidado<br />

<strong>de</strong> guardar, y adquirimos la certidumbre <strong>de</strong> que <strong>Bolívar</strong> se había escapado.<br />

«Entretanto tronaba el cañón <strong>de</strong>l batallón <strong>de</strong> artillería contra las puertas <strong>de</strong>l cuartel<br />

<strong>de</strong>l Vargas, y un fuego vivo <strong>de</strong> fusilería se había empeñado en la calle entre los dos<br />

cuerpos. Vi que se había frustrado nuestro plan, y me dirigí a la calle para escaparme<br />

con Azuero, Acevedo, Ospina y otros... Permanecíamos en la puerta <strong>de</strong>l palacio consultando<br />

el partido que <strong>de</strong>bíamos tomar, cuando oímos el fuego <strong>de</strong> fusilería en lapaza<br />

<strong>de</strong> la Catedral... Yo me separé allí <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más conjurados, y con el doctor Mariano<br />

Ospina seguí hasta la esquina <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> Moneda, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> él tomó otro camino,<br />

y yo me fui para mi casa a tomar mi caballo para huir <strong>de</strong> la capital (3).»<br />

<strong>Bolívar</strong> estaba durmiendo en su cama al lado <strong>de</strong> Manuelita Sáenz, <strong>de</strong>spertó al<br />

ruido <strong>de</strong> los asesinos y al instante se vistió con rapi<strong>de</strong>z, abrió el balcón que da<br />

frente al teatro Colón, y saltó a la calle al mismo tiempo en que Horment y<br />

Zaláibar forzaron la puerta y entraron en su alcoba disparando una pistola y blandiendo<br />

sus puñales. Afortunadamente no advirtieron el salto <strong>de</strong>l presi<strong>de</strong>nte, y éste<br />

pudo caer <strong>de</strong> pie sin lastimarse, vestido con una levita, en chinelas, que no hacían<br />

ruido (4). Ya en la calle, tomó hacia el Oriente, dobló el Sur, y se ocultó en el<br />

puente <strong>de</strong>l Carmen, <strong>de</strong>l cual salió al oír pasar una partida que lo vitoreaba, dirigiéndose<br />

en seguida a la Plaza Mayor, don<strong>de</strong> fue recibido entre aclamaciones por<br />

sus amigos y oficiales que lo abrazaban como a su padre. A las cuatro <strong>de</strong> la mañana<br />

regresó a palacio; y aquí ce<strong>de</strong>mos la palabra a don Joaquín Mosquera:<br />

«Luego que se supo en la mañana <strong>de</strong>l 26 <strong>de</strong> septiembre el atentado contra la<br />

vida <strong>de</strong>l Libertador, me apresuré a trasladarme al palacio <strong>de</strong>l Gobierno, y<br />

habiendo entrado hallé que el mayordomo <strong>de</strong> Su Excelencia, José Palacios, estaba<br />

en cama con flexión en un brazo; que el doctor Moore, médico <strong>de</strong> cámara, estaba<br />

también gravemente enfermo en cama; que <strong>de</strong> los e<strong>de</strong>canes <strong>de</strong>l Libertador, el<br />

237


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

coronel O’Leary se hallaba ausente en una comisión; el coronel Santana había sido<br />

<strong>de</strong>spedido, y sólo le quedaba el joven Andrés Ibarra, gravemente herido en el<br />

brazo <strong>de</strong>recho por el sablazo que le había dado Carujo, uno <strong>de</strong> los conjurados,<br />

<strong>de</strong>jando manchada con su sangre la sal <strong>de</strong> recibo. Carecía, pues, el Libertador <strong>de</strong><br />

los servicios <strong>de</strong> todos sus familiares cuando más había menester <strong>de</strong> ellos.<br />

Viniendo él a mi encuentro con un semblante pálido y melancólico, observé<br />

que estaba afectado <strong>de</strong> una tos seca pulmonar, y, procurando no <strong>de</strong>jar conocer mi<br />

alarma, le pregunté si ya se había dado un baño caliente a los pies, para mitigar aquella<br />

tos y prevenir en tiempo las malas consecuencias <strong>de</strong> la humedad que durante la<br />

noche había cogido en el río <strong>de</strong> San Agustín. Él me contestó: «No he aplicado nada<br />

ni me he <strong>de</strong>sayunado», y serían las nueve <strong>de</strong>l día. Entonces le supliqué que se recogiese<br />

a su dormitorio, y habiéndose prestado a ello, le dí el brazo y le acompañé hasta<br />

su lecho. Mientras se <strong>de</strong>snudaba fui a la cocina y or<strong>de</strong>né calentar un perol <strong>de</strong> agua<br />

para darle un baño <strong>de</strong> pies y preparar una tisana caliente <strong>de</strong> amapolas con goma.<br />

Cuando regresé a su alcoba lo hallé en su cama, y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> informarle lo que había<br />

or<strong>de</strong>nado y <strong>de</strong> expresarle mi <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> que <strong>de</strong>jando al Consejo <strong>de</strong> ministros dictar las<br />

disposiciones que requería la situación, se ocupase solamente en restaurar su salud,<br />

sin premeditación alguna prorrumpí en estas palabras: «Mi general, si esto ha sucedido<br />

con el <strong>de</strong>creto orgánico provisorio, ¿qué habría sido si hubiese usted otorgado<br />

la Constitución vitalicia? Entonces me contestó exhalando un suspiro: «¡Ah,<br />

Mosquera! todo el tiempo que permanecí bajo el puente <strong>de</strong>l Carmen pensaba en<br />

todo lo que usted me dijo impugnando el proyecto <strong>de</strong> esa Constitución. Usted es el<br />

único hombre que me ha hablado la verdad (5).»<br />

La primera opinión <strong>de</strong>l Libertador, según doña Manuela Sáenz, su querida,<br />

fue la <strong>de</strong> perdonar a todos los conjurados; mas el héroe, <strong>de</strong>sgraciadamente, prestó<br />

oídos a los malos consejeros, y, <strong>de</strong>sconociendo el dictamen <strong>de</strong>l Consejo marcial<br />

nombrado por él mismo para juzgarlos, fueron sumariamente con<strong>de</strong>nados la<br />

mayor parte y ejecutados catorce. <strong>El</strong> 30 <strong>de</strong> septiembre: Homent, Zaláibar, Silva,<br />

Galindo López; el 2 <strong>de</strong> octubre: Guerra y Padilla, y el 14 <strong>de</strong>l mismo mes Azuero<br />

Hiniestrosa, un sargento y cuatro soldados <strong>de</strong>l batallón <strong>de</strong> artillería. Los <strong>de</strong>más<br />

conspiradores salieron para Cartagena y otros lugares a <strong>de</strong>stierros y presidios,<br />

penas por las cuales se les había conmutado la <strong>de</strong> muerte (6).<br />

En carta al general Mariano Montilla <strong>de</strong> fecha 30 <strong>de</strong> septiembre 1828,<br />

<strong>Bolívar</strong> le comunicaba estas afiliaciones <strong>de</strong> los conjuros que aún no se había<br />

logrado aprehen<strong>de</strong>r:<br />

238<br />

«Están todavía por aprehen<strong>de</strong>r algunos <strong>de</strong> los principales conspiradores.


XXVI. Conjurados septembrinos<br />

«Carujo, oficial <strong>de</strong>l Estado Mayor, hombre <strong>de</strong> poco más <strong>de</strong> cinco pies, originalmente<br />

rubio, pero <strong>de</strong> una tez marchita y como <strong>de</strong> veintisiete a veintiocho años.<br />

«Florentino González, joven como <strong>de</strong> veintidós a veintitrés años, ojos casi<br />

negros, pelo negro, cosa <strong>de</strong> cinco y medio pies <strong>de</strong> alto, <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ntado a<strong>de</strong>lante, cejijunto,<br />

boca gran<strong>de</strong> y labios algo vueltos.<br />

«Luis Vargas Tejada, <strong>de</strong>lgado <strong>de</strong> cuerpo, cosa <strong>de</strong> cinco pies y tres o cuatro pulgadas<br />

<strong>de</strong> alto, cara extraordinariamente larga, distancia, <strong>de</strong> la boca al extremos <strong>de</strong><br />

la barba, bastante excesiva, la barba puntiaguda y poblada, al andar inclinado a<strong>de</strong>lante<br />

con el semblante siempre echado afuera; era uno <strong>de</strong> los secretarios <strong>de</strong> la<br />

Convencion (7).»<br />

<strong>Bolívar</strong>, vengado cruelmente por Urdaneta, jamás se restableció <strong>de</strong> la honda<br />

y dolorosa impresión que le causaron los puñales <strong>de</strong> septiembre. Des<strong>de</strong> aquel día<br />

llevó en su corazón la saeta envenenada que <strong>de</strong>bía conducirlo al sepulcro.<br />

Años más tar<strong>de</strong> se colocó sobre la ventana por don<strong>de</strong> se escapó <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>l<br />

palacio <strong>de</strong> San Carlos una lápida <strong>de</strong> mármol con esta inscripción en letras <strong>de</strong><br />

oro:<br />

Siste parumper spectatur Grandum<br />

si vacas miraturus viam salutis<br />

qua se liberavit<br />

Pater salvatorque patriae<br />

Simón <strong>Bolívar</strong><br />

In nefanda nocte septembrina<br />

An MDCCCXXVIII<br />

Uno <strong>de</strong> aquellos septembrinos era un adolescente forjado a la antigua, <strong>de</strong> las<br />

más bella inteligencia y <strong>de</strong>l más noble carácter, imberbe, frisaba apenas en los<br />

veintiún años, cursante <strong>de</strong> jurispru<strong>de</strong>ncia y tan aprovechado que al propio tiempo<br />

era profesor <strong>de</strong> filosofía en San Bartolomé. Este joven <strong>de</strong> Platón llamábase Pedro<br />

Celestino Azuero. Cuando para ponerlo en capilla lo sacaron <strong>de</strong> su prisión y lo<br />

pasaron <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> la <strong>de</strong> su amigo y condiscípulo Ezequiel rijas, al<br />

verlo, le dijo: «¡Adiós amigo mío! ¡Hasta la eternidad! A mis amigos toca inmortalizar<br />

mi nombre.» Al ser interrogado acerca <strong>de</strong> los móviles que lo habían conducido<br />

a atentar contra la vida <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, expuso serenamente sus i<strong>de</strong>as y propósitos,<br />

y confesó su participación. Más aún, ya en el patíbulo, como lo importunara un<br />

sacerdote que porfiaba por confesarlo: «No me confieso, respondió, porque el<br />

239


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

único remordimiento que llevo al sepulcro es el <strong>de</strong> no haber dado muerte al tirano<br />

<strong>de</strong> mi patria.»<br />

Otros <strong>de</strong> los conjurados eran también adolescentes nobilísimos <strong>de</strong> talento y<br />

halagüeñas esperanzas:<br />

Ezequiel Rojas, inolvidable y libérrimo maestro <strong>de</strong> una altiva generación<br />

colombina: Florentino González, continuador <strong>de</strong>l apostolado <strong>de</strong> don Andrés<br />

Bello en las Repúblicas <strong>de</strong>l Sur; Rafael Mendoza y Emigdio Briceño, más tar<strong>de</strong><br />

generales.<br />

Luis Vargas Tejada, humanista <strong>de</strong> admirable precocidad, estudió el griego,<br />

el hebreo y el árabe: fue uno <strong>de</strong> los fundadores <strong>de</strong> nuestro teatro nacional con<br />

sus tragedias Sugamuxi, Sacquezazipa, Witikindo y Doraminta, todas en verso y<br />

sobre temas indígenas; con la traducción <strong>de</strong>l Demetrio <strong>de</strong> Metastasio y la comedia<br />

satírica Las convulsiones, poeta, <strong>de</strong>jó luminosas huellas <strong>de</strong> su ingenio en ensayos<br />

en lenguas muertas y en francés, alemán e inglés (8). Escribió también un<br />

monólogo patriótico, Catón <strong>de</strong> Útica, que fue popular en nuestros teatros. En<br />

1828 fue electo por Bogotá diputado a la Convención <strong>de</strong> Ocaña, <strong>de</strong> la cual fue<br />

secretario; disuelta esa Asamblea, y nombrado Santan<strong>de</strong>r ministro en los<br />

Estados Unidos, lo <strong>de</strong>signó a él como su auxiliar. La noche <strong>de</strong>l 25 <strong>de</strong> septiembre<br />

a tiempo <strong>de</strong> partir <strong>de</strong> su casa los conspiradores, les dio la siguiente estrofa que<br />

todos copiaron en sus carteras:<br />

Si a <strong>Bolívar</strong> la letra con que empieza,<br />

Y aquella con que acaba le quitamos,<br />

Oliva, <strong>de</strong> la paz símbolo, hallamos.<br />

Esto quiere <strong>de</strong>cir que la cabeza<br />

Al tirano, y los pies, cortar <strong>de</strong>bemos<br />

Si es que una paz durable apetecemos.<br />

Fracasada la conjuración, Vargas Tejada, perseguido, huyó hacia los llanos <strong>de</strong><br />

Casanare y se asiló en una caverna <strong>de</strong> la hacienda <strong>de</strong> Ticha, <strong>de</strong> propiedad <strong>de</strong>l general<br />

J.J. Neira, don<strong>de</strong> vivió como un troglodita durante catorce meses:<br />

240<br />

Un giro anual el sol ha completado<br />

Des<strong>de</strong> que ausente y solitario moro<br />

En mi lóbrega tumba confinado.


De allí salió el 9 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1829 con propósito <strong>de</strong> dirigirse a los<br />

Estados unidos, y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> vagar por selvas vírgenes y <strong>de</strong>siertos, pereció ahogado<br />

en una avenida <strong>de</strong>l río Vijua (9). Tenía veintisiete años.<br />

Sobre tan valiente poeta y tribuno, llamado en buena hora el Chénier colombiano,<br />

escribió Menén<strong>de</strong>z Pelayo: «Era un tipo perfecto <strong>de</strong> conspirador <strong>de</strong> buena fe,<br />

<strong>de</strong> tiranicida <strong>de</strong> colegio clásico, admirador <strong>de</strong> Bruto y <strong>de</strong> Catón, en cuya boca ponía<br />

interminables romanzones en<strong>de</strong>casílabos contra el dictador y la dictadura.»<br />

Sobre su trágica vida pasó como un Sino fatal que él expresó en unas lúgubres<br />

estrofas A los poetas castellanos:<br />

A los rigores <strong>de</strong> una suerte acerba<br />

<strong>El</strong> hado me arrojó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cuna<br />

Cual flor ignota entre la humil<strong>de</strong> hierba.<br />

Privado <strong>de</strong>l favor <strong>de</strong> la fortuna,<br />

Mi ingenio sin apoyo y sin cultivo,<br />

Vio transcurrir la edad más oportuna (10).<br />

XXVI. Conjurados septembrinos<br />

Don Mariano Ospina, otro <strong>de</strong> los septembrinos, empuñó el bastón <strong>de</strong> primer<br />

magistrado <strong>de</strong> la República, y aun en su ancianidad no sintió remordimiento por<br />

haber concurrido, puñal en mano, a la alcoba <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Sobre ese antiguo presi<strong>de</strong>nte<br />

<strong>de</strong> la Confe<strong>de</strong>ración Granadina nos <strong>de</strong>jó la vigorosa pluma <strong>de</strong> Carlos<br />

Martínez Silva esta hermosa página:<br />

«Durante la corta permanencia <strong>de</strong> don Mariano Ospina Rodríguez en<br />

Bogotá, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la guerra <strong>de</strong> 1876, tuve particular empeño en que él dictara sus<br />

Memorias, que habrían sido <strong>de</strong> singular interés y <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> enseñanza, y a ese<br />

efecto me propuse tocarle varios temas <strong>de</strong> nuestra historia política, con el propósito<br />

<strong>de</strong> tomar al menos algunos apuntamientos.<br />

«Uno <strong>de</strong> esos temas fue el <strong>de</strong> la conspiración <strong>de</strong>l 25 <strong>de</strong> septiembre, y con la<br />

natural timi<strong>de</strong>z que el respeto me inspiraba, pregunté a don Mariano cuál había<br />

sido su participación en aquellos sucesos. Con toda naturalidad y sencillez me dijo<br />

entonces poco más o menos, lo siguiente:<br />

«Era yo en aquella época un mozo entusiasta por la causa <strong>de</strong> la libertad y <strong>de</strong>l régimen<br />

civil, pero <strong>de</strong> muy poca significación, pues apenas figuraba como empleado o<br />

241


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

pasante <strong>de</strong> un colegio privado que tenía el señor Triana por San Victorino. Fui<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio iniciado, por mi amistad con Zuláibar, en los planes que se<br />

tramaban contra <strong>Bolívar</strong> para <strong>de</strong>rrocar la dictadura. <strong>El</strong> <strong>de</strong>finitivamente acordado<br />

fue el <strong>de</strong> alzarnos en armas con un batallón con el cual se contaba, retirarnos<br />

a Zipaquirá, o a algún otro punto cercano a la capital, librar un<br />

combate, y si el triunfo nos favorecía, pren<strong>de</strong>r y juzgar a <strong>Bolívar</strong> con todas las<br />

formalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l caso. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> asesinar al Libertador por un golpe <strong>de</strong> mano,<br />

no entraba por entonces en nuestros planes.<br />

Hacía algunos días que no subía yo a la parte alta <strong>de</strong> la ciudad, y en la<br />

tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l 25 <strong>de</strong> septiembre vine a informarme <strong>de</strong> lo que pasaba. Me encontré<br />

con un amigo <strong>de</strong> los iniciados, el cual me dijo que la conspiración había sido<br />

<strong>de</strong>scubierta, y que se había resuelto dar esa misma noche el golpe para asesinar<br />

a <strong>Bolívar</strong>, agregándome que los conjurados reunidos en casa <strong>de</strong> Vargas Tejada.<br />

Aquella noticia me contrarió vivamente, y en tal virtud me dirigí al lugar indicado.<br />

Los principales comprometidos se habían ya retirado <strong>de</strong> la junta y a los<br />

que en ella encontré les manifesté que yo no aprobaba en manera alguna el<br />

pensamiento <strong>de</strong> asesinar a <strong>Bolívar</strong>. Dijéronme que era ya imposible cambiar lo<br />

acordado, y que si yo tenía miedo podía retirarme. Esta palabra picó mi amor<br />

propio, y resolví aceptar el papel secundario que se me señaló.»<br />

«Hecha esta relación, y animado yo por la espontaneidad <strong>de</strong> don Mariano,<br />

me atreví a hacerle una nueva pregunta en estos términos: Después <strong>de</strong> tantos años<br />

y <strong>de</strong> tan larga experiencia, ¿cómo juzga usted hoy la conducta <strong>de</strong> los comprometidos<br />

en el 25 <strong>de</strong> septiembre?<br />

«No me contestó directamente a esta pregunta don Mariano; pero percibí<br />

en su mirada un brillo particular y su voz tomó un tono <strong>de</strong> energía calurosa al<br />

<strong>de</strong>cirme lo siguiente:<br />

«Uste<strong>de</strong>s los <strong>de</strong> esta generación no pue<strong>de</strong>n juzgar con imparcialidad aquel<br />

suceso. Para eso sería necesario apreciar las circunstancias <strong>de</strong> la época. <strong>El</strong> predominio<br />

militar era entonces verda<strong>de</strong>ramente insoportable, y diarios los vejámenes<br />

y humillaciones a que eran sometidos, en especial por pare <strong>de</strong> los<br />

venezolanos, los que no figuraban entre los sostenedores <strong>de</strong> la dictadura.»<br />

«Esta respuesta me dio a enten<strong>de</strong>r claramente que don Mariano Ospina,<br />

que fue siempre tan ardoroso amante <strong>de</strong> la libertad, no sentía remordimiento<br />

por aquel que se ha llamado pecado <strong>de</strong> su juventud (11).»<br />

242


XXVI. Conjurados septembrinos<br />

En aquel tiempo don Mariano Ospina, el que hizo echar a vuelo las campanas<br />

<strong>de</strong> la catedral <strong>de</strong> Bogotá cuando llegó a esta cumbre andina la nueva <strong>de</strong> la<br />

revolución libertaria <strong>de</strong>l 48, en aquel tiempo, Ospina, sin duda, había leído ya a<br />

Montesquieu y al Padre Juan <strong>de</strong> Mariana, quien nos <strong>de</strong>jó una página <strong>de</strong> oro que<br />

podría ser la tabla <strong>de</strong> salvación <strong>de</strong> ciertos países <strong>de</strong> nuestra América, justamente <strong>de</strong><br />

los libertados por <strong>Bolívar</strong>. A esa discreta admonición <strong>de</strong>be tan Reverendo Padre la<br />

inmortalidad que bien se merece:<br />

«Es preciso, a<strong>de</strong>más, tener en cuenta que han merecido en todos tiempos<br />

gran<strong>de</strong>s alabanzas los que han atentado contra la vida <strong>de</strong> los tiranos. ¿Por qué fue<br />

puesto en las nubes el nombre <strong>de</strong> Trasíbulo sino por haber libertado a su patria <strong>de</strong><br />

los treinta reyes que la tenían oprimida? ¿Por qué fueron tan pon<strong>de</strong>rados<br />

Aristogitón y Harmodio? ¿Por qué los dos Brutos, cuyos elogios van repitiendo<br />

con placer la nuevas generaciones y están ya legitimados por la autoridad <strong>de</strong> los<br />

pueblos?... Cayo sucumbió a las manos <strong>de</strong> Quercas; Dominiciano, a las <strong>de</strong><br />

Esteban; Caracalla, a las <strong>de</strong>l yerno <strong>de</strong> Marcial; Heliogábalo, a las lanzas <strong>de</strong> las<br />

guardias pretorianas. Y ¿quién, repetimos, vituperó jamás la audacia <strong>de</strong> esos hombres?...<br />

¿Quién creerá sólo disimulable y no digno <strong>de</strong> elogio a quien con peligro <strong>de</strong><br />

su vida trate <strong>de</strong> redimir al pueblo <strong>de</strong> sus tiranos? Importa poco que hayamos <strong>de</strong><br />

poner en peligro la riqueza, la salud, la vida; a todo trance hemos <strong>de</strong> salvar la patria<br />

<strong>de</strong>l peligro, a todo trance hemos <strong>de</strong> salvarla <strong>de</strong> su ruina... Y no sólo resi<strong>de</strong> esta<br />

facultad en el pueblo, resi<strong>de</strong> hasta en cualquier particular que, <strong>de</strong>spreciando su<br />

propia vida, quiera empeñarse en ayudar <strong>de</strong> esta suerte la República... Es siempre<br />

saludable que estén persuadidos los que mandan <strong>de</strong> que, si oprimen la República,<br />

están sujetos a se asesinados, no sólo con <strong>de</strong>recho, sino hasta con aplauso y gloria<br />

<strong>de</strong> las generaciones veni<strong>de</strong>ras (12).»<br />

Los adolescentes conjurados <strong>de</strong> 1828, en la clarísima noche <strong>de</strong>l 25 <strong>de</strong> septiembre,<br />

colocaron la primera piedra <strong>de</strong> la sociedad civil en Colombia, y la regaron<br />

con su sangre, licor con que siempre se han rociado los cimientos <strong>de</strong> las<br />

gran<strong>de</strong>s conquistas <strong>de</strong> la conciencia humana; con su arrojo y <strong>de</strong>nuedo fundieron<br />

a perpetuidad, como un bronce invulnerable, nuestro genuino carácter nacional y<br />

fueron lo verda<strong>de</strong>ros fundadores <strong>de</strong> nuestra República <strong>de</strong>mocrática y constitucional.<br />

Si <strong>Bolívar</strong>, son su maravilloso genio y su espada sin par, fue impotente para<br />

<strong>de</strong>struirla, más lo serán, como hasta hoy lo fueron, los pigmeos que en el futuro<br />

atenten contra ella.<br />

En vísperas <strong>de</strong> la Conjuración <strong>de</strong> septiembre conoció <strong>Bolívar</strong> al médico y<br />

naturalista francés François Désiré Roullin, nacido en Rennes en 1796, quien vino<br />

a Colombia en 1821 a enseñar fisiología. Regresó a su partida en 1828, y murió<br />

243


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

en París, <strong>de</strong> bibliotecario en Santa Genoveva. Roullin ejecutó dibujos <strong>de</strong> tipos nacionales<br />

para el libro <strong>de</strong> viajes <strong>de</strong> Mollien, publicado en París en 1825; y admirador <strong>de</strong><br />

<strong>Bolívar</strong>, tomó en el palacio <strong>de</strong> Gobierno, el 15 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1828, <strong>de</strong>l natural y al<br />

lápiz, un perfil <strong>de</strong>l héroe que sirvió a Tenerani y a David para sus obras, que es uno <strong>de</strong><br />

los más preciosos documentos que <strong>de</strong> él nos quedan; y como complemento <strong>de</strong> su gráfico<br />

perfil escribió por aquellos mismos días este magnífico retrato (13):<br />

«Es <strong>Bolívar</strong> hombre <strong>de</strong> talla poco menos que mediana, pero no exenta <strong>de</strong><br />

gallarda en sus moceda<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>lgado y sin musculatura vigorosa; <strong>de</strong> temperamento<br />

esencialmente nervioso y bastante bilioso; inquieto en todos sus movimientos,<br />

indicativos <strong>de</strong> un carácter sobrado impresionable, impaciente e imperioso. En su<br />

juventud había sido muy blanco (aquel blanco mate <strong>de</strong>l venezolano <strong>de</strong> raza pura<br />

española), pero al cabo le había quedado la tez bastante morena, quemado por el<br />

sol y las intemperies <strong>de</strong> quince años <strong>de</strong> campañas y viajes. Tenía el andar más bien<br />

rápido que mesurado, pero con frecuencia cruzaba los brazos y tomaba actitu<strong>de</strong>s<br />

esculturales sobre todo en los momentos solemnes.<br />

«Su cabeza era <strong>de</strong> regular volumen pero admirablemente conformada, <strong>de</strong>primida<br />

en las sienes, prominente en las partes anterior y superior, y más abultada<br />

aún en la posterior. <strong>El</strong> <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la frente era enorme, pues ella sola comprendía<br />

bastante más <strong>de</strong> un tercio <strong>de</strong>l rostro cuyo óvalo era largo, anguloso, agudo en<br />

la barba y <strong>de</strong> pómulos pronunciados. Sus cabellos eran crespos y los llevaba siempre<br />

divididos entre una mecha enroscada sobre la parte superior <strong>de</strong> la frente y gue<strong>de</strong>jas<br />

sobre las sienes, peinadas hacia a<strong>de</strong>lante.<br />

«<strong>El</strong> perfil <strong>de</strong>l Libertador era enteramente vascongado y griego, principalmente<br />

por el corte <strong>de</strong>l rostro, la pequeñez <strong>de</strong> la boca, la amplitud <strong>de</strong> la frente y la<br />

rectitud <strong>de</strong> la nariz muy finamente <strong>de</strong>lineada. Tenía las cejas bien arqueadas y<br />

extensas, don<strong>de</strong> se ponían <strong>de</strong> manifiesto los signos <strong>de</strong> la perspicacia y <strong>de</strong> la prontitud<br />

y gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> percepción. Como tenía profundas las cuencas <strong>de</strong> los ojos,<br />

éstos, que eran negros, gran<strong>de</strong>s y muy vivos, brillaban con un fulgor eléctrico,<br />

concentrando su fuego cual si sus miradas surgiesen <strong>de</strong> profundos focos.<br />

«Era <strong>Bolívar</strong> hombre <strong>de</strong> lenguaje rápido e incisivo, así en su conversación (en<br />

la que no pocas veces fue indiscreto), siempre animada, breve y cortante (a veces<br />

aguda), como en sus discursos y proclamas. Su réplica en la conversación era<br />

pronta, frecuentemente brusca y en ocasiones hasta dura y punzante, y no pocas<br />

veces, en circunstancias <strong>de</strong>licadas, contestó a cumplimientos, a súplicas interesadas<br />

o palabras lisonjeras, con agu<strong>de</strong>zas muy oportunas, pero rudas y aun con terribles<br />

epigramas (14). »<br />

244


XXVII<br />

La Quinta <strong>de</strong> Fucha


En sitio opuesto al <strong>de</strong> la célebre Quinta <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, en los parajes más pintorescos<br />

<strong>de</strong> la sabana inmediata a Bogotá, sobre las vegas <strong>de</strong> los agrestes riachuelos<br />

<strong>de</strong> Fucha y Tunjuelo, se ve blanquear, entre frondosos nogales, alisos, sauces y<br />

eucaliptos, la antigua quinta <strong>de</strong> los Caicedos, que un día albergó al Libertador <strong>de</strong><br />

Colombia. Descendientes <strong>de</strong> los antiguos poseedores, la habitan hoy y la conservan<br />

con la veneración y cariño que inspiran, en nobles espíritus, las cosas consagradas<br />

por gratísimos recuerdos históricos.<br />

La Quinta <strong>de</strong> Fucha, que visité en estas hermosas mañanas <strong>de</strong> sol, galantemente<br />

invitado por sus actuales propietarios, es particularmente célebre por haber<br />

subscripto allí el héroe su testamento político, como pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarse esa preciosa<br />

carta que allí meditó y escribió, casi a las puertas <strong>de</strong> la tumba.<br />

Por aquellos días, el Libertador, en ejercicio <strong>de</strong> la Presi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la República,<br />

se sintió visiblemente <strong>de</strong>caído: la agitación <strong>de</strong>l ánimo, la tristeza, la <strong>de</strong>sesperación<br />

<strong>de</strong> ver perdido el fruto <strong>de</strong> sus esfuerzos, agotaban la poca energía física y moral que<br />

le quedaba. Frisaba apenas en los 47 años y parecía un anciano. Érale, pues, forzoso<br />

separase <strong>de</strong>l Gobierno y buscar tranquilidad en el campo, y, al efecto, en primeros<br />

<strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1830 encargó al general Domingo Caicedo <strong>de</strong>l Po<strong>de</strong>r<br />

Ejecutivo y se retiró a la quinta <strong>de</strong> Fucha con dos o tres amigos <strong>de</strong> su confianza.<br />

«Allá en su retiro, refiere Posada Gutiérrez, íbamos a verle los diputados y las personas<br />

notables <strong>de</strong> la ciudad. Una tar<strong>de</strong> en que me hizo el honor <strong>de</strong> invitarme a su mesa,<br />

salimos solos a pasear a pie por las bellas pra<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> aquella hermosa posesión, su<br />

andar era lento y fatigoso, su voz casi apagada le obligaba a hacer esfuerzos para hacerla<br />

inteligible; prefería la orilla <strong>de</strong>l riachuelo que serpentea silencioso por la campiña: y, los<br />

brazos cruzados, se <strong>de</strong>tenía a contemplar su corriente, imagen <strong>de</strong> la vida.<br />

— ¿Y cuánto tiempo —dijo <strong>de</strong> pronto— tardará esta agua en confundirse<br />

con la <strong>de</strong>l océano, como se confun<strong>de</strong> el hombre en el sepulcro, con la tierra <strong>de</strong><br />

don<strong>de</strong> salió? Una gran parte se evapora como la gloria humana, como la fama, ¿no<br />

es verdad, coronel?<br />

247


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

—Sí, mi general— contesté sin saber lo que <strong>de</strong>cía, conmovido ante el anonadamiento<br />

en que veía caer a aquel gran<strong>de</strong> hombre.<br />

De repente, apretándose las sienes con las manos, exclamó con voz trémula:<br />

—¡Mi gloria! ¡mi gloria! ¿Por qué me la arrebatan? ¿ por qué me calumnian?<br />

¡Páez! ¡Páez! Bermú<strong>de</strong>z me ultrajó en una proclama; pero Bermú<strong>de</strong>z fue, como<br />

Mariño, siempre mi enemigo! Santan<strong>de</strong>r... La respiración anhelosa <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, la<br />

langui<strong>de</strong>z <strong>de</strong> su mirar, los suspiros que salían <strong>de</strong> su pecho, todo manifestaba la<br />

<strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong>l cuerpo y el dolor <strong>de</strong>l alma, inspirando compasión y respeto. ¡Qué<br />

terrible cosa es ser gran<strong>de</strong> hombre (1)!»<br />

Es esa Quinta <strong>de</strong> Fucha, poco tiempo antes <strong>de</strong> abandonar a Bogotá para<br />

siempre, escribió el 6 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1837 a Fernán<strong>de</strong>z Madrid, ministro <strong>de</strong><br />

Colombia en Londres, y su gran<strong>de</strong> amigo y confi<strong>de</strong>nte, la célebre carta <strong>de</strong> que hice<br />

mención agregando que pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarse como su testamento político, la justificación<br />

y <strong>de</strong>fensa compendiada <strong>de</strong> sus actos, su propia apología, hecha a gran<strong>de</strong>s<br />

rasgos, como quien presentía que estaba ya próxima su partida <strong>de</strong> este mundo.<br />

<strong>Bolívar</strong> en sus producciones confi<strong>de</strong>nciales es don<strong>de</strong> más noble y magnánimo aparece.<br />

He aquí este precioso documento, inédito hasta hace pocos años:<br />

«Había pensado remitir a usted los documentos <strong>de</strong> mi vida pública, pero he<br />

sabido por el coronel Wilson que el general, su padre, tienen la obra en diez y seis<br />

volúmenes, y que pue<strong>de</strong> usted pedírselos prestados para po<strong>de</strong>r respon<strong>de</strong>r a las<br />

calumnias que están prodigando contra mí.<br />

«No vacile usted <strong>de</strong> negar positivamente todo hecho contrario a lo que usted<br />

conoce <strong>de</strong> mi carácter.<br />

«Primero. Nunca he intentado establecer la monarquía en Colombia, ni aun la<br />

Constitución boliviana; tampoco; tampoco fui yo quien lo hizo en el Perú: el pueblo<br />

y los ministros lo hicieron espontáneamente. Sobre esto lea usted el manifiesto <strong>de</strong><br />

Pando, <strong>de</strong> aquel tiempo, y este es un… que no ocultaría nada por favorecerme.<br />

«Segundo. Todo lo que sea pérfido, doble o falso, que se me atribuyera, es<br />

completamente calumnioso. Lo que he hecho y dicho ha sido con solemnidad y<br />

sin disimulo alguno.<br />

«Tercero. Niegue usted redondamente todo acto cruel contra los patriotas, y<br />

si lo fui alguna vez con los españoles, fue por represalia.<br />

248


XXVII. La Quinta <strong>de</strong> Fucha<br />

«Cuarto. Niegue usted todo acto interesado <strong>de</strong> mi parte, pue<strong>de</strong> usted afirmar<br />

sin rebozo que he sido magnánimo con la mayor parte <strong>de</strong> mis enemigos.<br />

«Quinto. Asegure usted que no he dado un paso en la guerra, <strong>de</strong> pru<strong>de</strong>ncia o<br />

<strong>de</strong> razón, que se pueda atribuir a cobardía. <strong>El</strong> cálculo ha dirigido mis operaciones<br />

en esta parte y aun más la audacia. <strong>El</strong> hecho <strong>de</strong> Ocumare es la cosa más extraordinaria<br />

<strong>de</strong>l mundo: fui engañado a la vez por un e<strong>de</strong>cán <strong>de</strong>l general Mariño, que era<br />

un pérfido, y por los marinos extranjeros, que cometieron el acto más infame <strong>de</strong>l<br />

mundo, <strong>de</strong>jándome entre mis enemigos en una playa <strong>de</strong>sierta. Iba a darme un pistoletazo,<br />

cuando uno <strong>de</strong> ellos. Mr. Bidau, volvió <strong>de</strong>l mar en un bote y me tomó<br />

para salvarme...<br />

«No volveré a tomar el mando, porque ya me es insoportable. No se dirá que<br />

he abandonado la patria, siendo ella la que me ha renegado <strong>de</strong>l modo más escandaloso<br />

y criminal que se ha visto nunca. Yo no soy tan virtuoso como Foción, pero mis<br />

nervios me igualan con él, y, sin embargo <strong>de</strong> que no me creo tan <strong>de</strong>sgraciado como<br />

aquél, algo se parece la ingratitud <strong>de</strong> nuestros conciudadanos.»<br />

¡Admirable carta! Toda su vida pública está sintetizada en estas pocas líneas:<br />

su amor a la libertad, su franqueza y la lealtad a su conciencia y a su inteligencia<br />

en todo tiempo y en toda circunstancia; su magnanimidad; su <strong>de</strong>sinterés reconocido<br />

por sus más encarnizados enemigos, realistas y patriotas; su valor a toda<br />

prueba; su aversión al mando, y el celo por su reputación y por su gloria. «<strong>El</strong><br />

hecho es que mi situación se está haciendo cada día más crítica, sin tener esperanza<br />

siquiera <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r vivir fuera <strong>de</strong> mi país <strong>de</strong> otro modo que <strong>de</strong> mendigo.» Esa<br />

queja conmovedora es el más bello elogio <strong>de</strong> un hombre que habiendo fundado<br />

cinco naciones, abandonando el patrimonio <strong>de</strong> sus padres, veía en perspectiva la<br />

miseria como premio en su vejez. «No vacile usted en negar todo hecho contrario<br />

a los que usted conoce <strong>de</strong> mi carácter.» ¡Cuánto vale esta frase para el historiador<br />

imparcial! ¿Cuántos héroes <strong>de</strong> la humanidad hubieran podido pronunciarla, con<br />

tal energía, en las puertas <strong>de</strong>l sepulcro, como un reto a sus enemigos? La envida y<br />

el odio se cebaron, sin embargo, en él en vida, y aun <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muerto, porque,<br />

según él mismo lo dijo:<br />

«Nadie es gran<strong>de</strong> impunemente; nadie se escapa, al levantarse, <strong>de</strong> las mordidas<br />

<strong>de</strong> la envidia. Consolémonos, pues, con estas frases <strong>de</strong> crueles <strong>de</strong>sengaños para<br />

el mérito.»<br />

249


XXVIII<br />

Los quijotes <strong>de</strong> la libertad


Cuando el 6 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1830 <strong>de</strong>ja <strong>Bolívar</strong> Santa Marta, por preceptos<br />

<strong>de</strong> los médicos, y llega a la Quinta <strong>de</strong> San Pedro Alejandrino, con el cuerpo moribundo<br />

y el alma transida <strong>de</strong> dolor, la hospitalidad española le ofrece, generosamente,<br />

tranquilo y dulce asilo. ¡Crueles ironías <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino! ¡Un hidalgo español<br />

salva a <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong> las garras <strong>de</strong> Domingo Montever<strong>de</strong> en 1812, y un hidalgo español<br />

le da hospitalidad en la hora <strong>de</strong> la muerte (1)!<br />

Al entrar <strong>Bolívar</strong> en la mo<strong>de</strong>sta casa que iba a sustituir los palacios <strong>de</strong> Lima,<br />

Bogotá y las suntuosas mansiones <strong>de</strong> la Magdalena y la Plata, se dirige a la<br />

pequeña biblioteca que ve en la sala y pregunta a su benefactor:<br />

—¿Qué obras tiene usted aquí, señor Mier?<br />

— Mi biblioteca es muy pobre, general —contesta don Joaquín—. <strong>Bolívar</strong><br />

echa una ojeada a los anaqueles, y exclama:<br />

—¡Cómo! ¡si aquí tiene usted la historia <strong>de</strong> la Humanidad! ¡Aquí está Gil<br />

Blas, el hombre tal cual es; aquí tiene usted el Quijote, el hombre como <strong>de</strong>biera ser.<br />

Y, cuando una tar<strong>de</strong>, agobiado <strong>de</strong> pesar, en medio <strong>de</strong> sus fieles compañeros<br />

en el patio <strong>de</strong> la quinta, bajo la sombra amiga <strong>de</strong> los dos frondosos tamarindos,<br />

que aún existen, aquel gran corazón siente y acerca el hielo <strong>de</strong> la muerte, exclama<br />

impía y amargamente:<br />

—¡Jesucristo, don Quijote <strong>de</strong> la Mancha y yo hemos sido los más insignes<br />

maja<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> este mundo!...<br />

253


XXIX<br />

Muerte <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>


<strong>El</strong> doctor Alejandro Próspero Révérend, médico francés que asistió al Libertador<br />

en los últimos días <strong>de</strong> su vida, <strong>de</strong>jó una interesante relación, a la cual pertenecen esto<br />

párrafos:<br />

«S. E. llegó a Santa Marta a las siete y media <strong>de</strong> la noche <strong>de</strong>l día 1º <strong>de</strong> diciembre,<br />

proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Sabanilla, en el bergantín nacional Manuel...<br />

«<strong>El</strong> día 6, habiendo manifestado S. E. el <strong>de</strong>seo que tenía <strong>de</strong> ir al campo, salió S.<br />

E. por la tar<strong>de</strong> en berlina para la Quinta <strong>de</strong> San Pedro...<br />

«Un día que estábamos solos, <strong>de</strong> repente me preguntó:<br />

— ¿Y usted qué vino a buscar a estas tierras?<br />

— La libertad.<br />

— ¿Y usted la encontró?<br />

— Sí, mi general.<br />

— Usted es más afortunado que yo, pues todavía no la he encontrado... Con<br />

todo, añadió en tono animado, vuélvase usted a su bella Francia, en don<strong>de</strong> está ya flameando<br />

la gloriosa ban<strong>de</strong>ra tricolor...<br />

«En otra ocasión en que yo estaba leyendo unos periódicos, me preguntó el<br />

Libertador:<br />

— ¿Qué está usted leyendo?<br />

— Noticias <strong>de</strong> Francia, mi general.<br />

— ¿Que serán acaso referentes a la revolución <strong>de</strong> Julio?<br />

—Sí, señor.<br />

257


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

— ¿Le agradaría a usted ir a Francia?<br />

— De todo corazón.<br />

— Pues bien, póngame usted bueno, doctor, e iremos juntos a Francia. Es un<br />

bello país que, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la tranquilidad que tanto necesita mi espíritu, me ofrece<br />

muchas comodida<strong>de</strong>s propias para que yo <strong>de</strong>scanse <strong>de</strong> esta vida <strong>de</strong> soldado que llevo<br />

hace tanto tiempo...<br />

«Días <strong>de</strong>spués, ya muy grave el enfermo, el escribano notario <strong>de</strong> Santa Marta vino<br />

a la quinta y se puso en medio <strong>de</strong> un círculo formado por los generales Montilla,<br />

Carreño, Silva y los señores Joaquín <strong>de</strong> Mier, Ujueta y otras personas respetables, para<br />

leer la alocución dirigida por <strong>Bolívar</strong> a los colombianos. Apenas pudo llegar a la mitad,<br />

su emoción no le permitió continuar, y le fue preciso ce<strong>de</strong>r el puesto al doctor Recuero,<br />

auditor <strong>de</strong> Guerra, quien concluyó la lectura; pero al acabar <strong>de</strong> pronunciar las últimas<br />

palabras “yo bajaré tranquilo al sepulcro”, <strong>Bolívar</strong>, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la butaca don<strong>de</strong> estaba sentado,<br />

dijo con voz ronca: “Sí, al sepulcro... es lo que me han proporcionado mis<br />

conciudadanos... pero los perdono... ¡Ojalá que yo pudiera llevar conmigo el consuelo<br />

<strong>de</strong> que permanezcan unidos!” Al oír estas palabras, que parecían salir <strong>de</strong> la<br />

tumba, se me oprimió el corazón, y al ver la consternación pintada en el rostro <strong>de</strong> los<br />

circunstantes, a cuyos ojos asomaban las lágrimas, tuve que apartarme <strong>de</strong>l círculo para<br />

ocultar las mías, que no me habían arrancado cuadros más patéticos...<br />

«Llegó por fin el 17 <strong>de</strong> diciembre. Eran las nueve <strong>de</strong> la mañana, cuando me preguntó<br />

el general Montilla por el estado <strong>de</strong>l Libertador. Le contesté que a mi parecer no<br />

pasaría el día. Al oír estas palabras, el general se dio una palmada en la frente echando<br />

una formidable blasfemia, al mismo tiempo que las lágrimas se asomaban a sus ojos...<br />

«Cuando conocí que se iba aproximando la hora fatal, me senté a la cabecera<br />

teniendo en mi mando la <strong>de</strong>l Libertador, que ya no hablaba sino <strong>de</strong> un modo confuso.<br />

Sus facciones expresaban una completa serenidad; ningún dolor o señal <strong>de</strong> pa<strong>de</strong>cimiento<br />

se reflejaba sobre su noble rostro. Cuando advertí que la respiración se ponía<br />

estertorosa, el pulso <strong>de</strong> trémulo casi insensible, y que la muerte era inminente, me<br />

asomé a la puerta <strong>de</strong>l aposento y llamando a los generales, e<strong>de</strong>canes y los <strong>de</strong>más que<br />

componían el séquito <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>: Señores, exclamé, si quieren uste<strong>de</strong>s presenciar los<br />

últimos momentos y postrer aliento <strong>de</strong>l Libertador, ya es tiempo. Inmediatamente fue<br />

ro<strong>de</strong>ado el lecho <strong>de</strong>l ilustre enfermo, y a pocos minutos exhaló su último suspiro<br />

Simón <strong>Bolívar</strong>, el Campeón <strong>de</strong> la Libertad sudamericana, el Sol <strong>de</strong> Colombia.<br />

258<br />

«<strong>El</strong> Libertador murió <strong>de</strong> tisis tuberculosa (1).»


XXX<br />

Las camisas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>


Des<strong>de</strong> los mismos tristes días <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1830, purpurados con el ocaso<br />

<strong>de</strong> San Pedro Alejandrino, la voz <strong>de</strong>l pueblo, que es la voz <strong>de</strong> Dios, y la que ha forjado<br />

siempre las más bellas leyendas <strong>de</strong>l mundo, sintetizó para la posteridad una<br />

<strong>de</strong> las mayores y excelsas virtu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, el <strong>de</strong>sinterés, en una frase admirable:<br />

«Murió sin camisa.»<br />

¡Y cosa extraordinaria y elocuente! En esta vez la leyenda fue intérprete fiel <strong>de</strong><br />

la verdad; la voz <strong>de</strong>l pueblo no se equivocó, como casi nunca se equivoca al juzgar<br />

a los héroes y apóstoles, a sus gran<strong>de</strong>s benefactores.<br />

<strong>Bolívar</strong>, al morir, no sólo no tenía «la camisa <strong>de</strong>l hombre feliz», en busca <strong>de</strong> la<br />

cual tantas veces, en todos los tiempos y naciones, inútilmente se ha recorrido el<br />

mundo, sino que real y verda<strong>de</strong>ramente, el 17 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1830, bajo el techo<br />

hospitalario <strong>de</strong> don Joaquín <strong>de</strong> Mier, <strong>Bolívar</strong> no tenía camisa, y la explicación y las<br />

pruebas <strong>de</strong> tan sorpren<strong>de</strong>nte realidad histórica nos las dan su mayordomo y camareros<br />

<strong>de</strong> confianza, su médico <strong>de</strong> cabecera y los que hicieron con él, a sus ór<strong>de</strong>nes,<br />

y <strong>de</strong>spués escribieron, la historia <strong>de</strong> Colombia.<br />

<strong>El</strong> general Joaquín Posada Gutiérrez, su compañero y leal amigo hasta más<br />

allá <strong>de</strong> la tumba, nos refiere en sus Memorias «que <strong>Bolívar</strong> empleaba la mayor parte<br />

<strong>de</strong> su sueldo <strong>de</strong> Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la República en socorros a las viudas, auxilios a los<br />

militares y limosnas a los pobres vergonzantes: hasta su quinta, en las inmediaciones<br />

<strong>de</strong> Bogotá, la regaló a un amigo suyo: el último soldado que acudiese a él, recibía<br />

cuando menos un peso: espadas, caballos, hasta su ropa misma, todo lo daba.<br />

Para ponerse en marcha <strong>de</strong> Bogotá en 1830, vendió su vajilla <strong>de</strong> plata, que sólo<br />

produjo dos mil quinientos pesos, y sus alhajas, caballos y cuanto le quedaba hasta<br />

reunir diez y siete mil pesos. <strong>Bolívar</strong> gozaba con <strong>de</strong>licia <strong>de</strong>l placer <strong>de</strong> dar, que es el<br />

placer <strong>de</strong> Dios (1)».<br />

En el año <strong>de</strong> 1812 la aduana <strong>de</strong> Curazao le embarga su equipaje en que llevaba<br />

todo lo que poseía entonces en dinero, alhajas y ropa <strong>de</strong> uso personal, y<br />

<strong>Bolívar</strong> no reclama ni se <strong>de</strong>tiene en su marcha a Cartagena, don<strong>de</strong> llega como el<br />

261


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

paje <strong>de</strong> San Juan: «Ese rasgo, dice O’Leary, es característico <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Nunca en<br />

el curso <strong>de</strong> su vida pública esquivó los sacrificios pecuniarios, aunque estuviera<br />

reducido a la más absoluta escasez (2).»<br />

Otro día <strong>de</strong> 1816, en Jamaica, se le presenta un compatriota en extrema<br />

miseria y <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z. <strong>Bolívar</strong> llama a su mayordomo y le dice: «Entréguele usted<br />

una <strong>de</strong> mis camisas.» A lo cual el mayordomo contesta: «General, sólo existe la que<br />

Vuestra Excelencia lleva sobre el cuerpo (3).»<br />

Refiere don José María Espinosa, llamado el aban<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> Nariño, en sus<br />

Memorias, publicadas en Bogotá en 1876, al hablar <strong>de</strong> la entrada <strong>de</strong>l Libertador a<br />

la capital, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l triunfo <strong>de</strong> Boyacá, que habiendo salido él con Maza al<br />

encuentro <strong>de</strong> los vencedores:<br />

«Apenas habíamos andado dos leguas, cuando vimos venir un militar, bajo <strong>de</strong><br />

cuerpo y <strong>de</strong>lgado, a todo el paso <strong>de</strong> su magnífico caballo cervuno...<br />

«Maza reconoció a <strong>Bolívar</strong>, que había <strong>de</strong>jado en el Puente <strong>de</strong>l Común su<br />

escolta y e<strong>de</strong>canes y se había a<strong>de</strong>lantado solo para entrar a Bogotá...<br />

«Vestía uniforme <strong>de</strong> grana roto y lleno <strong>de</strong> manchas por todas partes, y la<br />

casaca pegada a las carnes, pues no traía camisa. Así hizo la campaña <strong>de</strong> los<br />

Llanos... Se conocía que hacía por lo menos un año que no se cambiaba la ropa...<br />

Un sujeto salió a la calle Real en solicitud <strong>de</strong> una docena <strong>de</strong> camisas, fiadas, para<br />

llevarlas a <strong>Bolívar</strong>...»<br />

Al saber en 1821 que el gran ciudadano don Fernando <strong>de</strong> Peñalver, antes<br />

acaudalado terrateniente <strong>de</strong> Venezuela, se halla en la miseria, le escribe <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

Guanare, el 24 <strong>de</strong> mayo: «He sabido con mucho sentimiento que usted se halla en<br />

extrema pobreza, y como no tengo un maravedí <strong>de</strong> qué disponer, le envío a usted<br />

la adjunta or<strong>de</strong>n para mi criado, que tiene mi equipaje, para que se lo entregue, lo<br />

venda y se socorra.» Inclusa iba esta or<strong>de</strong>n para el criado: «Mi querido Dionisio:<br />

Entregue usted al señor Peñalver todo mi equipaje, y reciba todo lo que él<br />

<strong>de</strong>vuelva; particularmente <strong>de</strong>be usted entregarle toda la plata labrada y cuantas<br />

alhajas tenga usted mías.»<br />

Su fiel mayordomo José Palacios, quien lo acompañó hasta San Pedro<br />

Alejandrino, tenía razón <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir con amargura: «<strong>El</strong> equipaje <strong>de</strong> mi jefe y señor es<br />

también víctima <strong>de</strong> la guerra a muerte.»<br />

262


XXX. Las camisas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Todavía en 1829, un año antes <strong>de</strong> su muerte, cuando en prematura vejez veía<br />

acercarse su triste fin, escribía a su noble amigo el doctor Alamo: «Yo moriré como<br />

nací, <strong>de</strong>snudo. Usted tiene dinero y me dará <strong>de</strong> comer.»<br />

Podría hacer interminables las referencias, tomándolas <strong>de</strong> la correspon<strong>de</strong>ncia<br />

<strong>de</strong>l héroe o <strong>de</strong> las memorias escritas <strong>de</strong> sus compañeros nacionales y extranjeros,<br />

entre todos Ducoudray-Holstein, Maillefer, etc., etc.<br />

<strong>El</strong> 23 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1815 <strong>de</strong>sembarcó en Santa Marta el general Morillo con el<br />

ejército pacificador, compuesto <strong>de</strong> ocho mil hombres.<br />

«Morillo refiere el historiador Restrepo, con el objeto <strong>de</strong> dar a los pueblos una<br />

alta i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> su ejército, le pasó revista en Santa Marta, y varias veces hizo ostentosas<br />

paradas. Repartió premios a los realistas que más se habían distinguido, y al<br />

cacique <strong>de</strong> Mamatoco, al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> indios distante un cuarto <strong>de</strong> hora <strong>de</strong> San Pedro<br />

Alejandrino, le puso él mismo en el pecho, en presencia <strong>de</strong> todo el ejército, una<br />

medalla con el busto <strong>de</strong>l rey (4).»<br />

José <strong>de</strong> la Concepción Núñez y Manigua, alias Minca Aracataca, el último <strong>de</strong><br />

los caciques <strong>de</strong> aquella sierra, aunque no era realista, se había resignado a la dominación<br />

española. Sus antepasados habían <strong>de</strong>fendido sus tierras con bravura, y en<br />

todas partes habían batido a los conquistadores. <strong>El</strong> cacique <strong>de</strong> Mamatoco, sin<br />

embargo, no simpatizaba con la causa realista, pero tampoco con la <strong>de</strong> la<br />

República, porque tanto la una como la otra lo <strong>de</strong>sheredaban <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>rechos.<br />

Mas, como era naturalmente pacífico y algo civilizado, se consagró a acrecentar<br />

sus bienes sin pensar en reivindicaciones.<br />

Morillo lo visitó en su pueblo: lo mismo mucho; le habló <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong>l<br />

rey, y, por último, le rogó concurriera a una cita para entregarle la con<strong>de</strong>coración.<br />

Llegado el día señalado, el cacique, una vez en Santa Marta, compró<br />

camisa, levita, chaleco y pantalones, arreglose lo mejor que pudo y se presentó<br />

al Pacificador. Mas, al recibir la medalla, se sintió humillado, y, temeroso <strong>de</strong> la<br />

censura <strong>de</strong> su tribu, no quiso volver a Mamatoco con insignias ni con vestidos<br />

distintos <strong>de</strong> los <strong>de</strong> su raza, y todo lo <strong>de</strong>jó en Santa Marta, en casa <strong>de</strong> su amigo<br />

don Faustino <strong>de</strong> Mier, don<strong>de</strong> años más tar<strong>de</strong> se veló el cadáver <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Un<br />

criado <strong>de</strong>l señor <strong>de</strong> Mier recogió las prendas <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñadas y las guardó en un<br />

ropero <strong>de</strong> su amo (5).<br />

<strong>El</strong> médico francés, doctor Próspero Révérend, que prestó sus servicios y<br />

acompañó al Libertador en su última enfermedad, refiere que: «Después <strong>de</strong> la<br />

263


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

autopsia y embalsamamiento <strong>de</strong>l cadáver <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, el señor Manuel Ujueta, jefe<br />

político, me hizo presente que nadie en la casa era capaz para vestir el cadáver, y a<br />

fuerza <strong>de</strong> empeños me comprometió a <strong>de</strong>sempeñar esta triste función. Entre las<br />

diferentes prendas <strong>de</strong>l vestido que trajeron, me presentaron una camisa que ya iba<br />

a ponerle, cuando advertí que estaba rota. No pu<strong>de</strong> contener mi <strong>de</strong>specho, y<br />

tirando la camisa, exclamé:<br />

«—<strong>Bolívar</strong>, aun cadáver, no viste ropa rasgada; si no hay otra voy a mandar<br />

por una <strong>de</strong> las mías. Entonces fue cuando me trajeron una camisa <strong>de</strong>l general<br />

Laurencio Silva, que vivía en la misma casa (6).»<br />

Silva, gran<strong>de</strong> amigo <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, se hallaba anonadado, y a la noticia <strong>de</strong> que no<br />

había camisa para el Libertador, corrió a su pieza, tiró <strong>de</strong>l cajón <strong>de</strong> un armario que<br />

allí había, buscó, rebuscó, creyendo que aquello le pertenecía, y encontró, al fin,<br />

una camisa <strong>de</strong> olán batista, rica en encajes, pero amarillenta por los años, que<br />

había llevado el último cacique <strong>de</strong> Mamatoco el día que lo con<strong>de</strong>coró Morillo, y<br />

que ahora abrigaba el cadáver <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>.<br />

Tan ajustada a la verdad es la relación <strong>de</strong>l doctor Révérend, que, efectivamente,<br />

en el minucioso inventario <strong>de</strong> los «Bienes que <strong>de</strong>jó el Libertador en San<br />

Pedro Alejandrino, aparecen inventariados «dos colchas, unos pantalones <strong>de</strong> paño,<br />

un colchón, manteles usados, gran<strong>de</strong>s y chicos, <strong>de</strong> dril, <strong>de</strong> algodón e hilo», etc.,<br />

etc., pero no se hace mención <strong>de</strong> una sola camisa (7).»<br />

Las réplicas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, envueltas en la camisa <strong>de</strong> batista <strong>de</strong>l último cacique <strong>de</strong><br />

Mamatoco, fueron primeramente sepultadas en una capilla privada <strong>de</strong> la catedral<br />

Santa Marta; más tar<strong>de</strong>, por razones no muy claras, retiradas <strong>de</strong> allí y colocadas<br />

bajo la cúpula <strong>de</strong> la misma catedral, don<strong>de</strong> permanecieron hasta el año <strong>de</strong> 1842,<br />

en que fueron conducidas a Venezuela, en una ceremonia emocionante y para<br />

siempre memorable, y enterradas en la capilla <strong>de</strong> la Santísima Trinidad <strong>de</strong> la catedral<br />

<strong>de</strong> Caracas, panteón <strong>de</strong> la familia <strong>de</strong> los <strong>Bolívar</strong>. Por último, en 1876, el<br />

Gobierno <strong>de</strong> Venezuela dispuso que fueran <strong>de</strong>positadas en la riquísima urna obsequiada<br />

por Colombia en 1842, y trasladadas <strong>de</strong>finitivamente al Panteón Nacional<br />

<strong>de</strong> Caracas, don<strong>de</strong> hoy se encuentran.<br />

<strong>Bolívar</strong> murió, pues, no hay duda alguna, sin camisa, y nunca, en su breve y<br />

maravillosa vida, encontró la <strong>de</strong>l hombre feliz, porque <strong>Bolívar</strong>, como el hombre<br />

feliz, no tenía camisa.<br />

264


Notas <strong>de</strong>l capítulo I<br />

Notas<br />

1. Comte <strong>de</strong> Ségur. Memoires ou Souvenirs et Anecdotes, París, 1844.<br />

2. Jules Macini. <strong>Bolívar</strong> et émancipation <strong>de</strong>s colonies espagnoles, París, 1912.<br />

3. Manuel Landaeta Rosales. La verda<strong>de</strong>ra nodriza <strong>de</strong>l Libertador. Caracas, 1915. Vicente Lecuna.<br />

Papeles <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Caracas, 1917.<br />

4. Citado por Duarte Level. Historia patria. Caracas, 1911.<br />

5. F. García Cal<strong>de</strong>rón. Las <strong>de</strong>mocracias latinas <strong>de</strong> América. J. E. Rodó. <strong>El</strong> Mirador <strong>de</strong> Próspero. Op. cit.<br />

Notas <strong>de</strong>l capítulo II<br />

1. Obras consultadas: Terepaima. Recuerdos <strong>de</strong> antaño. Caracas, 1852. O’Leary. Memorias. Narración.<br />

Caracas, 1888, tomo I, p. 4. C. F. Witzke. Bosquejo <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> Simón <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su nacimiento hasta<br />

el año <strong>de</strong> 1810. Caracas, 1912. Carlos Borges. Discurso pronunciado en la inauguración <strong>de</strong> la casa natal <strong>de</strong>l<br />

Libertador, en Caracas, el 5 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1921, etc.<br />

2. Aristi<strong>de</strong>s Rojas. Orígenes venezolanos. Apéndice, páginas 117 y 118. «<strong>El</strong> Señorío <strong>de</strong> Aroa, el<br />

Marquesado y Vizcondado <strong>de</strong> los <strong>Bolívar</strong> son títulos imaginarios... Lo único que heredaron<br />

los hijos <strong>de</strong>l coronel Juan Vicente <strong>Bolívar</strong> fueron las ricas minas <strong>de</strong> Aroa.»<br />

Laureano Vallenilla Lanz rectificó tal afirmación <strong>de</strong> Rojas en su artículo Los <strong>Bolívar</strong>, marqueses<br />

<strong>de</strong> San Luis. Caracas, 1913.<br />

3. Hase escrito que <strong>de</strong>bió el nombre <strong>de</strong> Simón a la voluntad <strong>de</strong> su primo el presbítero Aristeguieta,<br />

quien quiso con ello recordar el Macabeo <strong>de</strong> la Biblia. Llamose también Simón porque con él era<br />

quinto <strong>de</strong> la familia que llevaba el nombre <strong>de</strong>l fundador <strong>de</strong> ella, Simón <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, natural <strong>de</strong>l<br />

265


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Vizcaya, establecida en la América española <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el siglo XVI, y <strong>de</strong>stinado a Venezuela junto con<br />

su pariente <strong>de</strong>l gobernador Osorio, en 1586. A. Rojas. Almanaque <strong>de</strong> Rojas Hermanos, 1884.<br />

Nota <strong>de</strong>l capítulo III<br />

1. Del discurso pronunciado por el presbítero Dr. Carlos Borges en la inauguración <strong>de</strong> la casa natal<br />

<strong>de</strong>l Libertador, restaurada por el Gobierno <strong>de</strong> Venezuela, el 5 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1921. Fiesta <strong>de</strong>l<br />

Centenario <strong>de</strong> Carabobo.<br />

Notas <strong>de</strong>l capítulo IV<br />

1. Este vínculo estaba constituido así:<br />

$25.000 valor <strong>de</strong> unas casas situadas en Caracas, en la esquina <strong>de</strong> las Gradillas.<br />

26.000 valor <strong>de</strong> una hacienda en el valle <strong>de</strong> Tuy <strong>de</strong> Yare.<br />

42.000 valor <strong>de</strong> una hacienda en el valle <strong>de</strong> Taguara.<br />

32.000 valor <strong>de</strong> una hacienda en el valle <strong>de</strong> Macayra.<br />

$ 125.000<br />

Tomado por base que el vínculo <strong>de</strong>l doctor Aristiguieta alcanzara a $125.000, y, agregando la<br />

herencia <strong>de</strong> sus padres ($214.000 más o menos, en 1791), tenía <strong>Bolívar</strong>, cuando en el año <strong>de</strong><br />

1800 escribió <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Madrid a su tío don Esteban Palacios, un capital <strong>de</strong> $350.000, más o<br />

menos, enorme caudal en aquellos tiempos y en estas colonias para un joven soltero <strong>de</strong> diez y<br />

siete años. Sólo así se explica que hubiera gastado 150.000 francos en tres meses en Londres<br />

y que hubiera sostenido un ten <strong>de</strong> príncipe en Madrid y Lisboa y perdido al juego, en una<br />

noche, cien mil francos (Cf. Witzúe. Bosquejos <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, op. cit. Mancini, op. cit.)<br />

2. G. Mollien, Voyage dans la République <strong>de</strong> Colombie. París, 1824. Esta obra fue ilustrada por Roulin,<br />

el autor <strong>de</strong>l célebre perfil <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>.<br />

3. Archivo Santan<strong>de</strong>r, op. cit.<br />

4. Leyendas históricas <strong>de</strong> Venezuela por Arísti<strong>de</strong>s Rojas. Segunda serie, Caracas, 1891.<br />

5. Véase la carta <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> a T... <strong>de</strong> París, 1804.<br />

6. Testimonios <strong>de</strong>l ciudadano don Pedro Gual sobre los verda<strong>de</strong>ros motivos <strong>de</strong> la capitulación <strong>de</strong> Miranda en<br />

1812. Bogotá. Un folleto. 1843.<br />

Nota <strong>de</strong>l capítulo V<br />

1. Terepaima, op. cit. T. C <strong>de</strong> Mosquera, Memorias sobre <strong>Bolívar</strong>, ob. cit.<br />

Nota <strong>de</strong>l capítulo VI<br />

1. Manuel Uribe Ángel. <strong>El</strong> Libertador, su ayo y su capellán. <strong>Libro</strong> <strong>de</strong>l Centenario <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Bogotá,<br />

1884.<br />

266


Notas <strong>de</strong>l capítulo VII<br />

1. Refiere don Arísti<strong>de</strong>s Rojas que, pocos días antes <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Humboldt, Pablo <strong>de</strong> Rosti<br />

le mostró un álbum <strong>de</strong> fotografías tomadas en Venezuela, entre las cuales figuraba el legendario<br />

samán <strong>de</strong> Güere que aún hoy se yergue entre Turmero y Maracay. Cuando el anciano sabio<br />

vio el Samán, se llevó la mano a la frente, los ojos se le llenaron <strong>de</strong> lágrimas y, agitando en lo<br />

más hondo <strong>de</strong>l alma por aquel recuerdo, habló «<strong>de</strong> los días en que el entusiasmo juvenil ponía<br />

un sello <strong>de</strong> belleza a sus estudios». «<strong>El</strong> Samán, agregó, se halla exactamente tal como lo vimos<br />

Bonpland y yo, en cambio, ¿qué es <strong>de</strong> nosotros?...<br />

2. Conversations <strong>de</strong> Goethe. París, Charpentier, II, 10.<br />

3. O’Leary. Correspon<strong>de</strong>ncias con el Libertador. Humboldt a <strong>Bolívar</strong>. París, 29 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1822; 28 <strong>de</strong><br />

noviembre <strong>de</strong> 1825 y 21 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1826.<br />

4. Centenario <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Bogotá, 1883.<br />

5. Cf. sobre Humboldt: Arísti<strong>de</strong>s Rojas <strong>de</strong> Humboldt. Puerto Cabello, 1874. T. E. Hamy. Lettres<br />

américaines d ’Alex <strong>de</strong> Humboldt. París, 1909. Alex <strong>de</strong> Humboldt. Correspondance scientifique et littéraire.<br />

París, 1865-69.<br />

6. Pyerusse. Mémorial et Archives. (Citado por Houssaye, 1815, pág. 215.)<br />

Notas <strong>de</strong>l Capítulo VIII<br />

1. J. F. Heredia. Memorias sobre las revoluciones <strong>de</strong> Venezuela. París, 1895.<br />

2. J. D. Díaz. Recuerdos sobre la rebelión <strong>de</strong> Caracas. Madrid, 1829, pág. 39.<br />

Nota <strong>de</strong>l capítulo X<br />

1. Carta <strong>de</strong> Iturbe a Larrazábal. Vida <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Nueva York, 1883. Obsérvese que Mitre ha narrado<br />

este episodio con evi<strong>de</strong>nte mala fe, en su Historia <strong>de</strong> San Martín. Tomo III, pág. 263.<br />

2. Oficio al Congreso <strong>de</strong> Cúcuta, <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1821. Véase también la carta <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> a Iturbe,<br />

subscripta en Curazao el 19 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1821 pocos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> llegar salvo a la isla.<br />

O’Leary, XXIV.<br />

Nota <strong>de</strong>l capítulo XI<br />

Notas<br />

1. Citada por Gil Fortoul. Ob. ci., I, 214.<br />

2. Cf. J. V. González, Biografía <strong>de</strong> José Félix Rivas, passim.<br />

3. Papeles <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, o. c.<br />

4. González. Biografía <strong>de</strong> Ribas publicadas en la Revista Literaria. Caracas, 1865. Biografía, edición<br />

<strong>de</strong> Caracas, 1902. Biografía, edición <strong>de</strong> París (1913).<br />

5. O’Leary, XIII, 229.<br />

6. Ibí<strong>de</strong>m, XIII, 251.<br />

267


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

7. O’Leary, XIII, 429.<br />

8. Ibí<strong>de</strong>m, XIV, 42.<br />

9. González. Op. cit., pág. 64.<br />

10. P. <strong>de</strong> Urquinaona. Relación documentada, etc. Madrid, 1820.<br />

11. Informe a la Real Audiencia, <strong>de</strong> 9 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1812.<br />

12. Op. cit., tomo I, 227. <strong>El</strong> señor Vicente Lecuna, historiador venezolano, ha <strong>de</strong>mostrado que<br />

las ejecuciones <strong>de</strong> los presos, en febrero <strong>de</strong> 1814, fueron or<strong>de</strong>nadas como media militar indispensable<br />

y no como efecto <strong>de</strong> venganza cruel. <strong>El</strong> Gobierno tenía el proyecto <strong>de</strong> embarcar a los<br />

presos para las Antillas o las Bermudas, peor la <strong>de</strong>rrota <strong>de</strong> Campo <strong>El</strong>ías en La Puerta, el 3 <strong>de</strong><br />

febrero, puso a los patriotas en la disyuntiva <strong>de</strong> matar a los presos o <strong>de</strong> perecer. Agréguese que<br />

no habiendo guarnición suficiente en Caracas y La Guaira, se hubiera consumado la sublevación<br />

proyectada por los presos. La herida <strong>de</strong> Boves en La Puerta, la rapi<strong>de</strong>z con que maniobraron<br />

los patriotas y la ejecución <strong>de</strong> los prisioneros salvaron la República y la vida <strong>de</strong> todos<br />

los libertadores. Una proclama <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> subscrita en Puerto Cabello el 28 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1814,<br />

publicada por primera vez por Lecuna, confirma la magnanimidad <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> en aquel año<br />

terrible. Cf. Papeles <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> publicados por Vicente Lecuna. Caracas, 1917, 1 vol.<br />

13. Rodríguez Villa. Biografía <strong>de</strong> Morillo, t. III y IV, passim.<br />

14. Emile Gebbart. Souvenirs d’un vieil Athénien. París, 1911.<br />

15. Cf. Duarte Level. Las <strong>de</strong>rrotas. Caracas, 1911.<br />

16. J. F. Heredia. Memorias, etc., op. cit., p. 203.<br />

17. Narración, tomo I, pág. 188.<br />

18. J. V. González, obra citada, pág. 101. Rojas. Leyendas, tomo I, pág. 54.<br />

19. Boves fue víctima <strong>de</strong> la venganza <strong>de</strong> Ambrosio Bravante, hijo <strong>de</strong> Antonio Bravante, <strong>de</strong><br />

Calabozo, cuya bella hija <strong>de</strong> quince años fue violada, en presencia <strong>de</strong> sus padres, por Boves, y<br />

luego entregada a la solda<strong>de</strong>sca. (Ramón I. Montes, Dos épocas <strong>de</strong> Boves. Caracas, 1844.)<br />

20. Recuerdos sobre la rebelión <strong>de</strong> Caracas, op. cit., passim.<br />

21. A. Rojas. Obras escogidas. París, 1907, pág. 405.<br />

22. Memorias. Op. cit., pág. 132.<br />

23. Proclamas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> <strong>de</strong> 13 <strong>de</strong> abril y 7 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1814. En el excelente estudio <strong>de</strong><br />

Vallenilla Lanz, La guerra civil <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia. Caracas, 1911.<br />

24. Op. cit.<br />

25. Respuesta al gobernador <strong>de</strong> Curazao, 1813. Proclama <strong>de</strong> 2 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1818.<br />

26. Gaceta <strong>de</strong> Caracas, número 3. En el museo privado <strong>de</strong>l señor Domingo Garbán, en Caracas, he<br />

visto un ejemplar <strong>de</strong> las lujosas invitaciones que con tal motivo se pasaron.<br />

27. Voyage aux îles <strong>de</strong> Trinidad, <strong>de</strong> Tobago, <strong>de</strong> la Margarita, etc. Londres, 1828.<br />

28. Leyendas históricas. Primera serie, pág. 61. Cf, el reciente estudio <strong>de</strong>l doctor Lisandro Alvarado: Los<br />

<strong>de</strong>litos políticos en la historia <strong>de</strong> Venezuela. <strong>El</strong> Cojo Ilustrado. Caracas, 1908. Números 65, 78 y 166.<br />

29. Excursiones d’un officier anglais dans le Vénézuela pendant la guerre <strong>de</strong> l’indépendance.<br />

(Campaings and Cruizes in Venezuela. London, 1832.) Revue <strong>de</strong>s Deux-Mon<strong>de</strong>s. Ve vol., 1er février. 3e livraison. París, 1832. Existe una traducción francesa <strong>de</strong> este libro, publicada en París en 1837.<br />

268


Notas<br />

30. Efectivamente, en el Museo Bolivariano <strong>de</strong> Caracas existen unas botas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> que parecen<br />

<strong>de</strong> un niño, más que <strong>de</strong>l héroe <strong>de</strong> América.<br />

31. Autobiografía <strong>de</strong>l general José Antonio Páez. Nueva York. 1867. Vol. I, pág. 139.<br />

Nota <strong>de</strong>l capítulo XII<br />

1. Carta a Hislop, ya citada.<br />

Notas <strong>de</strong>l capítulo XIII<br />

1. Cf. O’Leary, ob. cit. Manuel Briceño. La campaña <strong>de</strong> Boyacá (Papel Periódico Ilustrado. Boyacá,<br />

1883). L. Duarte Level. Historia Patria. Caracas, 1911. Memorias <strong>de</strong> un oficial <strong>de</strong> la Legión británica,<br />

obra publicada por primera vez en inglés con este título: Campaings and Cruises in<br />

Venezuela and New Grenada, etc. London, 1831, 3 vol.; más tar<strong>de</strong> vertida al francés. Esta obra<br />

contiene la mejor <strong>de</strong>scripción quizá <strong>de</strong>l paso <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s por <strong>Bolívar</strong>, a lo menos en lo que<br />

se refiere a la Naturaleza y a las dificulta<strong>de</strong>s que opuso a la marcha <strong>de</strong>l ejército. Mitre y<br />

muchos otros historiadores se inspiraron en esas páginas para sus narraciones.<br />

2. Oficio al vicepresi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l Congreso <strong>de</strong> Angostura.<br />

3. O’Leary, ibí<strong>de</strong>m.<br />

4. Rodríguez Villa. Biografía <strong>de</strong> Morillo. Tomos III y IV.<br />

5. Op. cit., t. IV, pág. 50.<br />

6. Op. cit., t. III, pág. 229.<br />

Notas <strong>de</strong>l capítulo XIV<br />

1. Obras <strong>de</strong> Quevedo. (Sancha) Madrid, 1794.<br />

2. Exposición <strong>de</strong>l <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> Job. Madrid, 1779.<br />

3. Historia <strong>de</strong> Colombia. T. III, p. 607.<br />

4. Apéndice a las Memorias <strong>de</strong> O’Leary, pág. 120.<br />

5. Luis Capella Toledo. Leyendas históricas. Bogotá, 1884, 3 vol.<br />

Notas <strong>de</strong>l capítulo XV<br />

1. Recuerdo sobre la rebelión <strong>de</strong> Caracas. Madrid, 1829.<br />

2. Blanco-Azpurúa. T. VII, 246, 471.<br />

3. Blanco-Azpurúa. T. VII, 516. Cf. también: A. Rojas. Obras. Eduardo Posada. Boletín <strong>de</strong> Historia<br />

y Antigüeda<strong>de</strong>s. Bogotá, septiembre 1902, y la Biografía <strong>de</strong> Morillo por A. Rodríguez Villa. Madrid<br />

1910.<br />

4. Carta a Wéllington Morillo subscripta en San Juan <strong>de</strong> Luz el 23 <strong>de</strong> diciembre 1813.<br />

269


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

5. Menén<strong>de</strong>z Pelayo. Antología <strong>de</strong> poetas hispanoamericanos.<br />

6. Historia <strong>de</strong> Colombia, t. 431.<br />

7. Memorias sobre <strong>Bolívar</strong>, por T. G. <strong>de</strong> Mosquera. Nueva York, 1853, 2. a parte.<br />

8. O’Leary. Documentos, t. II, pág. 58.<br />

Notas <strong>de</strong>l capítulo XVI<br />

1. Diario <strong>de</strong> Bucaramanga. París, 1912.<br />

2. Autobiografía <strong>de</strong>l general José Antonio Páez. Nueva York, 1867.<br />

3. Eduardo Blanco, Venezuela horoica. Caracas, 1904.<br />

Notas <strong>de</strong>l capítulo XVII<br />

1. A. <strong>de</strong> Humboldt. Vues <strong>de</strong>s Cordillères, etc. París, 1816. Tomo I.<br />

2. Ignoro en qué momento se apoyó Julio Mancini para <strong>de</strong>cir que, «fue probablemente en 1824<br />

cuando <strong>Bolívar</strong> escribió, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber efectuado la ascensión al Chimborazo, el célebre Delirio»...<br />

Op. cit, pág. 149. Pero no ignoro que hay dudas acerca <strong>de</strong> la ascensión <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> al<br />

Chimborazo y acerca <strong>de</strong>l aturo <strong>de</strong>l Delirio.<br />

3. Dos veces pasó el Libertador pro el Valle <strong>de</strong>l Cauca bajo arcos <strong>de</strong> triunfo. La primera en 1822,<br />

en su marcha al Perú y en compañía <strong>de</strong> don Joaquín Mosquera. Entró al Valle por la vía <strong>de</strong> La<br />

Plata y Caloto, y llegó a Cali el 1.º <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> ese año. <strong>El</strong> 11 siguiente pasó a Buga, cuyas<br />

autorida<strong>de</strong>s lo recibieron bajo palio. <strong>El</strong> 14 visitó a Palmira, el 16 regresó a Cali y el 22 siguió<br />

a Popayán. La segunda vez que el Cauca vio pasar al Libertador fue en 1829, <strong>de</strong> regreso <strong>de</strong> la<br />

campaña <strong>de</strong> Tarqui. Entonces recorrió todo el Valle <strong>de</strong> sur a norte, llegando a la hacienda <strong>de</strong><br />

Japio, <strong>de</strong> propiedad <strong>de</strong> don José Rafael Arboleda, el 18 <strong>de</strong> diciembre, y a Cali el 20. Visitó<br />

nuevamente a Buga y Cartago, don<strong>de</strong> se alojó en casa <strong>de</strong>l general Murgueitio, y llegó el 15<br />

<strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1830 a Bogotá. <strong>El</strong> general Obando acompañó al Libertador en este viaje <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

Pasto hasta Cartago.<br />

Nota <strong>de</strong>l capítulo XVIII<br />

1. Cf. Cartas <strong>de</strong>l Olmedo a O’Leary. Puvonena. op. cit., t. II.<br />

Notas <strong>de</strong>l capítulo XIX<br />

1. Entrevista <strong>de</strong> Guayaquil (1822) por el coronel <strong>de</strong> artillería Jerónimo Espejo, antiguo ayudante <strong>de</strong> Estado<br />

Mayor en el ejército <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s. Ilustrada con dos retratos. Buenos Aires. Imprenta <strong>de</strong> Tomás<br />

Goodby. Librero editor. 1873.<br />

2. Relación <strong>de</strong> Guido y Manuel Rojas en <strong>de</strong>sacuerdo con otros cronistas que dicen que <strong>Bolívar</strong><br />

fue hasta el muelle a recibir a San Martín.<br />

270


Notas<br />

3. Tal es la relación <strong>de</strong> Rufino Guido, recogida por Espejo. San Martín en carta a Miller, cinco<br />

años <strong>de</strong>spués, dice que <strong>Bolívar</strong> lo acompañó hasta el bote y lo obsequió con su retrato.<br />

4. Historia <strong>de</strong> San Martín, etc. Buenos Aires, 1887-88, 3 vols. Tomo III, pág. 602. — La obra <strong>de</strong><br />

Mitre es cosa ya juzgada por la crítica contemporánea imparcial; su propósito, al <strong>de</strong>scribirla,<br />

fue agigantar a su compatriota San Martín empequeñeciendo a <strong>Bolívar</strong>, para lo cual utilizó<br />

fuentes espurias emanadas <strong>de</strong> los calumniadores y <strong>de</strong>tractores <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> que huyeron vencidos<br />

o <strong>de</strong>salentados en lo más sangriento <strong>de</strong> la lucha que él sostuvo hasta el fin y hasta el<br />

triunfo. Vicente Lecuna, erudito crítico militar, y Rufino Blanco-Fombona, venezolanos, han<br />

escrito juicios <strong>de</strong>finitivos sobre la obra <strong>de</strong> Mitre. Cf. Hispania, Londres, números 16, 18, 21 y<br />

23, <strong>de</strong> abril, junio septiembre y noviembre <strong>de</strong> 1913. Pero Mitre fundó la escuela en su país, y<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> él son muchos los escritores argentinos que han continuado adulterando la historia<br />

<strong>de</strong> América para exaltar a San Martín. En estos mismos días, en una conferencia dictada<br />

por el señor Estanislao Ceballos, ex ministro <strong>de</strong> Relaciones Exteriores <strong>de</strong> la República<br />

Argentina, en el Institute of Politics en Williamstown Mass, Estados Unidos, acaba <strong>de</strong> hacer esta<br />

extraña <strong>de</strong>claración, reveladora <strong>de</strong> una inexplicable ignorancia <strong>de</strong> los más trascen<strong>de</strong>ntales<br />

hechos <strong>de</strong> la historia americana: «San Martín fue el Libertador <strong>de</strong> los territorios en los cuales<br />

fueron <strong>de</strong>finitivamente organizadas siete Repúblicas: Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia,<br />

Chile, Perú y Ecuador.»<br />

Cuando San Martín, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> terminar su carrera pública en 1822, en la entrevista <strong>de</strong><br />

Guayaquil, abandonó su patria y se fue a vivir tranquilamente a una quinta cerca <strong>de</strong> París, no<br />

se habían librado aún la batallas <strong>de</strong> Junín y Ayacucho (agosto <strong>de</strong> 1823 y diciembre <strong>de</strong> 1824),<br />

que libertaron la tierra <strong>de</strong> los Incas, ni había nacido Bolivia, inmortalizados para siempre con<br />

el nombre <strong>de</strong> su egregio fundador.<br />

5. Se publicó esta carta por primera vez en Quinze ans <strong>de</strong> Voyages autour du Mon<strong>de</strong>, por G. Lafond <strong>de</strong><br />

Lurcy, París, 1840, tomo II, página 139. Lafond acompañaló a San Martín en la entrevista <strong>de</strong><br />

Guayaquil y continuó siendo su amigo y corresponsal hasta 1847. En 1844 publicó en París sus<br />

interesantísimos Voyages dans l ’Amérique espagnole pendant les guerres <strong>de</strong> l’Indépendance, París, 1844.<br />

6. Gabriel Lafond <strong>de</strong> Lurcy. Voyages dans l ’Amérique espagnole, etc. París, 1844.<br />

7. Publicada por primera vez en los Estudios históricos-numismáticos. Medallas y monedas <strong>de</strong> la<br />

República Argentina, por Alejandro Rosa. Buenos Aires, 1898.<br />

8. Pliego cerrado <strong>de</strong>l Protector en que dice: «Nombro, hasta tanto se reúna la representación <strong>de</strong><br />

los pueblos libres <strong>de</strong>l Perú, al general en jefe <strong>de</strong>l ejército unido, don Ru<strong>de</strong>cindo Alvarado,<br />

quien entregará el mando a la persona o personas que dicha representación nombre para el<br />

Po<strong>de</strong>r Ejecutivo, teniendo presente para este nombramiento que respecto a que la reunión <strong>de</strong>l<br />

Congreso <strong>de</strong>be tardar poco tiempo, pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>sempeñar los intereses <strong>de</strong>l Estado el que manda<br />

la fuerza, dando por este medio un centro más a la impulsión para consolidar la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia<br />

absoluta <strong>de</strong>l Perú» Mss. (Arch. San Martín, volumen LXI). Mitre, Historia <strong>de</strong> San Martín,<br />

etc. Buenos Aires: 1887-1888. Tomo III, pág. 613.<br />

9. Se refiere a la nota reservada, subscripta en Guayaquil el mismo día 29 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1822.<br />

10. Archivo <strong>de</strong>l general Santan<strong>de</strong>r. Documentos inéditos. Tomo V.<br />

271


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

11. Archivo <strong>de</strong>l general Santan<strong>de</strong>r. Documentos inéditos. Tomo V.<br />

12. Citado por Ernesto <strong>de</strong> la Cruz (chileno), en su excelente estudio: La entrevista <strong>de</strong> Guayaquil,<br />

1913.<br />

13. Exacto. Véanse las cartas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> dirigidas en aquellos días <strong>de</strong> 1829, <strong>de</strong> Guayaquil a<br />

Popayán, a O’Leary, Páez y Antonio L. Guzmán.<br />

14. T. C. <strong>de</strong> Mosquera. La entrevista <strong>de</strong> Guayaquil. Artículo publicado en <strong>El</strong> Colombiano <strong>de</strong> Bogotá,<br />

el 26 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1861, y reproducido en el tomo XII, pág. 753, <strong>de</strong> los documentos Blanco-<br />

Azpurúa.<br />

15. Op. cit, T. III, pág. 639.<br />

16. <strong>Bolívar</strong> y San Martín (1847). Sarmiento narra en ese artículo la entrevista que tuvo con San<br />

Martín en Grand-Bourg. Obras <strong>de</strong> D.F. Sarmiento. Tomo II, pág. 371, y tomo XXII, pág. 11.<br />

17. Op. cit. T. III, pág. 642.<br />

Notas <strong>de</strong>l capítulo XX<br />

1. John Miller, Memoirs of general Miller, in the service of the Republic of Perú. London, 1828.<br />

2. Recuerdos <strong>de</strong> Francisco Bur<strong>de</strong>tt O’Connor, etc. Tarija, 1895.<br />

3. O’Leary, Memorias. Correspon<strong>de</strong>ncia.<br />

4. Archivo Santan<strong>de</strong>r. Cartas inéditas <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>. Bogotá, 1917.<br />

5. Carta <strong>de</strong> don Joaquín Mosquera a don José Manuel Restrepo, subscripta en Bogotá el 2 <strong>de</strong><br />

agosto <strong>de</strong> 1854. Blanco-Azpurúa. T. IX, 343.<br />

Notas <strong>de</strong>l capítulo XXI<br />

1. Obras consultadas: Repertorio Colombiano. Bogotá. Tomo XX. Año 1899, Manuel Pombo.<br />

Escritos varios publicados en La Tribuna, Bogotá, 1914. M. Arroyo Diez. D. José María<br />

Mosquera. (Revista Popayán, 1915). Guillermo Valencia. Don Joaquín Mosquera. Popayán, 1895.<br />

Un folleto. —Debo los documentos inéditos que cito en este ensayo a la amistad <strong>de</strong>l nieto <strong>de</strong><br />

don distinguido caballero, quien justamente dos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberme dado las últimas<br />

copias <strong>de</strong> cartas <strong>de</strong> su abuelo, falleció inesperadamente en esta ciudad. Consagro aquí, a tan<br />

excelente, amigo, un cariñoso recuerdo. Nota: Este libro fue escrito en Bogotá.<br />

2. C.f. Carta <strong>de</strong> don José María Cár<strong>de</strong>nas a don Santiago Arroyo, <strong>de</strong> Popayán, subscripta en Bogotá,<br />

el 7 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1826. (Documentos inéditos publicados por don Cecilio Cár<strong>de</strong>nas.)<br />

3. Estas dos últimas anécdotas me fueron comunicadas por el señor J. M. Cár<strong>de</strong>nas Mosquera.<br />

Notas <strong>de</strong>l capítulo XXII<br />

1. Mariano Torrente. Historia <strong>de</strong> la Revolución Hispano-Americana. Madrid, 1830. T. III, pág. 475.<br />

2. M. A. López. Recuerdos históricos. Bogotá, 1878.<br />

3. O’Leary. Memorias. Caracas, 1883. T. XXVIII, pág. 268.<br />

272


4. Memoirs of Gl. Miller and A. London, 1828.<br />

5. Recuerdos <strong>de</strong> Bur<strong>de</strong>tt O’Connor. Tarija, 1895, op. cit., pág. 76.<br />

6. Recuerdos <strong>de</strong> Bur<strong>de</strong>tt O’Connor. Tarija, 1895, op. cit., pág. 76.<br />

7. Gonzalo Bulves. Historia <strong>de</strong> la expedición libertadora <strong>de</strong>l Perú. Santiago <strong>de</strong> Chile, 1888.<br />

8. «La campaña <strong>de</strong> Carabobo, dice José Veríssimo, obra maestra <strong>de</strong> talento militar, rivaliza con<br />

las más famosas <strong>de</strong> Napoleón.»<br />

Notas <strong>de</strong>l capítulo XIII<br />

1. Memoirs of general Miller, etc. London, 1828.<br />

2. Gaceta Mercantil. Buenos Aires, jueves 17 <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1825.<br />

3. Obra citada. Tomo II, pág. 276.<br />

4. Narración. Tomo II, pág. 405.<br />

5. Cf. Alejandro Álvarez. La diplomacia <strong>de</strong> Chile durante la emancipación y la sociedad internacional americana.<br />

Madrid, 1916.<br />

6. Así lo <strong>de</strong>claró, en 1911, un Congreso <strong>de</strong> sabios, el Congreso Internacional <strong>de</strong>l arbitraje, reunido<br />

en los Estados Unidos.<br />

7. Estos no eran meros sueños <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, eran empresas factibles en que no sólo él sino también<br />

Santan<strong>de</strong>r y otros pensaban seriamente. Para ello contaban, aparate <strong>de</strong> un ejército sin par en<br />

América, que había recorrido en triunfo medio mundo occi<strong>de</strong>ntal, con una escuadra magnífica<br />

en ese tiempo, compuesta <strong>de</strong> buques tan buenos como las fragatas Colombia y Cundimarca, <strong>de</strong> 62<br />

cañones cada una; la Venezuela, <strong>de</strong> 38; las corbetas Ceres, Boyacá y Urica, <strong>de</strong> 29, 22 y 21; varios bergantines<br />

como el <strong>Bolívar</strong>, Marte, In<strong>de</strong>pendiente, Confianza, Vencedor, La Fama, Pichincha y Farándula, casi<br />

todos <strong>de</strong> 18 cañones; muchas goletas, como La Espartana, La Atrevida, La Antonia Manuela, La<br />

Leona, <strong>El</strong> Terror, etc., y gran número <strong>de</strong> flecheras, balandras, faluchos y embarcaciones menores.<br />

La escuadra era potente y capaz <strong>de</strong> conducir un ejército a cualquier puerto <strong>de</strong> América o <strong>de</strong><br />

Europa, y su tripulación, experimentada en cine combates tan heroicos como el <strong>de</strong>l Lago <strong>de</strong><br />

Maracaibo, no <strong>de</strong>jaba qué <strong>de</strong>sear.<br />

Nota <strong>de</strong>l capítulo XIV<br />

1. Memorias citadas. II, 294.<br />

Nota <strong>de</strong>l capítulo XXV<br />

1. La Nouvelle Grena<strong>de</strong>, Op. cit.<br />

2. Al. <strong>de</strong> Humboldt. Vues <strong>de</strong>s Cordillères et Monuments <strong>de</strong>s peuples indigènes <strong>de</strong> l’Amérique. París, 1816.<br />

3. J. F. Ortiz. Reminisencias. Op. cit.<br />

4. Citado por Villanueva L. M. en A. IV, 249.<br />

Notas<br />

273


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Notas <strong>de</strong>l capítulo XXVI<br />

1. Blanco y Azpurúa. Documentos, T. XIV, pág. 297.<br />

2. J. F. Ortiz. Reminiscencias. Ob. cit.<br />

3. Florentino González : Los conjurados el 25 <strong>de</strong> septiembre. Narración escrita en París <strong>de</strong> 1841 al<br />

1845 y publicada en Neogranadino <strong>de</strong> Bogotá en 1853. Blanco-Azpurúa. T. XIII, pág. 84.<br />

4. Véase la carta <strong>de</strong> don Joaquín Mosquera a su primo don Santiago Arroyo, <strong>de</strong> Popayán, fechada en<br />

Bogotá el 29 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 1828, cuatro días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la conjuración. La Revolución. Bogotá,<br />

octubre 6 <strong>de</strong> 1910.<br />

5. Carta <strong>de</strong> don Joaquín Mosquera a Felipe Larrazábal, fechada en Popayán el 4 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong><br />

1869. Blanco-Azpurúa. T. XIV, pág. 297.<br />

6. Parte <strong>de</strong>l proceso original <strong>de</strong> la conjuración existe en la Biblioteca Nacional <strong>de</strong> Bogotá.<br />

Sección Pineda.<br />

7. O’Leary. Narración. T. III, p. 382.<br />

8. S. Lepesffidor, cultísimo alemán que residía en Bogotá en aquel tiempo, <strong>de</strong>cía que las poesías<br />

<strong>de</strong> Vargas en el idioma <strong>de</strong> Goethe tenían naturalidad, belleza y corrección.<br />

9. Tal ha sido la creencia general hasta estos días en que nuevos documentos nos han dado otra versión<br />

más aceptable sobre la muerte <strong>de</strong> Vargas Tejada. Según esos documentos, el poeta, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar la<br />

hacienda <strong>de</strong> Ticha, atravesó los <strong>de</strong>partamentos <strong>de</strong> Boyacá, Santan<strong>de</strong>r y parte <strong>de</strong>l Magdalena, hasta<br />

llegar, ya reunido con otros compañeros, a la al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Diegopata, don<strong>de</strong> un señor Arguaya encaminó<br />

a los fugitivos a La Paz para que luego ganasen el mar; pero un movimiento <strong>de</strong> tropas les obligó<br />

a ocultarse en una cueva situada en el punto llamado La Tomita, don<strong>de</strong> algún tiempo <strong>de</strong>spués, por<br />

la <strong>de</strong>lación <strong>de</strong> un tal Reyes Villero, fueron sorprendidos y villanamente asesinados. (Cf. Biblioteca <strong>de</strong><br />

Sudamérica. Entrega 6 a , Bogotá, 1914, publicada por el doctor Adolfo León Gómez.)<br />

10. Véase entre otros estudios sobre Vargas Tejada, el excelente <strong>de</strong> José Caicedo Rojas, publicado<br />

en el Anuario <strong>de</strong> la Aca<strong>de</strong>mia Colombiana. Año <strong>de</strong> 1874. Tomo I.<br />

11. Escrito en Bogotá el 18 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1900.<br />

12. Obras <strong>de</strong>l Padre Juan <strong>de</strong> Mariana. De rege et regis institutione, caps. VI y VII.<br />

13. Parece que existe un libro <strong>de</strong> Roullin con este título: Histoire naturelle et souvenirs <strong>de</strong> voyage; mas<br />

ni en la Biblioteca Nacional <strong>de</strong> Francia logré hallarlo.<br />

14. Blanco y Azpurúa. Documentos. T. XIV.<br />

Nota <strong>de</strong>l capítulo XVII<br />

1. Memorias. T. I, pág. 250.<br />

Nota <strong>de</strong>l capítulo XXVIII<br />

1. J. M. Samper. <strong>El</strong> Libertador Simón <strong>Bolívar</strong>. Buenos Aires, 1884. A. Rojas. Leyendas. Op. cit., t.<br />

I, pág. 35. Simón Camacho. Recuerdo <strong>de</strong> Santa Marta. Caracas, 1842.<br />

274


Nota <strong>de</strong>l capítulo XIX<br />

Notas<br />

1. Autopsia <strong>de</strong>l cadáver <strong>de</strong>l Exmo. Sr. General Simón <strong>Bolívar</strong>. Blanco-Azpurúa. Tomo XIV, 470-477.<br />

En febrero <strong>de</strong> 1796 nació en Falaise (Normandia) Alejandro Próspero Révérend. Estudió en<br />

el Liceo <strong>de</strong> Caen. En 1814 se alistó como soldado en un cuerpo <strong>de</strong> caballería <strong>de</strong>l ejército <strong>de</strong><br />

Napoleón e hizo la <strong>de</strong>sgraciada campaña <strong>de</strong>l Loire. En 1820, radicado en París, estudió medicina.<br />

Partidario ardiente <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as republicanas y creyéndose inseguro en Francia, se dirigió<br />

a Colombia y arribó a Santa Marta en 1824; allí fue médico <strong>de</strong>l hospital militar, miembro <strong>de</strong><br />

la Junta <strong>de</strong> Sanidad, cirujano mayor <strong>de</strong>l ejército en 1830, año en que llegó el Libertador<br />

enfermo a Santa Marta y en que Révérend <strong>de</strong> encargó, <strong>de</strong> asistirlo. Del 1.º al 17 <strong>de</strong> diciembre<br />

publicó treinta y tres boletines relativos al Libertador, y tres horas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muerto este hizo<br />

la autopsia al cadáver. En 1842, cuando fueron repatriados los restos <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, a Révérend<br />

le tocó i<strong>de</strong>ntificarlos. Después, en 1838, <strong>de</strong>sempeñó en Santa Marta el Consulado <strong>de</strong> Francia.<br />

En 1866 publicó en Francia una colección <strong>de</strong> documentos titulada: La última enfermedad, los<br />

últimos momentos y los funerales <strong>de</strong> Simón <strong>Bolívar</strong>, Libertador <strong>de</strong> Colombia y <strong>de</strong>l Perú. En 1867 se acuñó<br />

en Venezuela una medalla <strong>de</strong> oro con esta inscripción: «Congreso <strong>de</strong> 1867. Venezuela agra<strong>de</strong>cida<br />

a A. Próspero Révérend.» Más tar<strong>de</strong> se le con<strong>de</strong>coró con el busto <strong>de</strong>l Libertador y se le<br />

asignó una pensión. Regresaba <strong>de</strong> París, cuando murió en Santa Marta, el 1.º <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong><br />

1881, a los 85 años <strong>de</strong> una vida consagrada a los más bellos i<strong>de</strong>ales.<br />

Notas <strong>de</strong>l capítulo XXX<br />

1. Op. cit. Tomo I, pág. 315.<br />

2. Memorias. T. XXVII, pág. 82.<br />

3. A. Rojas. Obras, pág. 542.<br />

4. Historia <strong>de</strong> la Revolución <strong>de</strong> Colombia. Tomo I, cap. X.<br />

5. Capella Toledo. Leyendas. T. III, pág. 23.<br />

6. A. P. Révérend. La última enfermedad, los últimos momentos y los funerales <strong>de</strong> Simón <strong>Bolívar</strong>, Libertador<br />

<strong>de</strong> Colombia y <strong>de</strong>l Perú, por su médico <strong>de</strong> cabecera. París, 1866.<br />

7. Boletín <strong>de</strong> Historia y Antigüeda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la Aca<strong>de</strong>mia <strong>de</strong> Historia. Bogotá, 1902. T. I, pág. 41.<br />

275


Índice<br />

INTRODUCCIÓN 9<br />

I. LAS VÍSPERAS DE LA REVOLUCIÓN 13<br />

II. EL NIDO DEL ÁGUILA 25<br />

III. LA CASA DEL BOLÍVAR 31<br />

IV. INFANCIA Y JUVENTUD 37<br />

V. LA GORRA DEL PRÍNCIPE 45<br />

VI. EN EL MONTE SACRO 49<br />

VII. BOLÍVAR Y HUMBOLDT 55<br />

VIII. BOLÍVAS EN EL TERREMOTO DE CARACAS 63<br />

IX. EN MILÁN 67<br />

X. BOLÍVAR E ITURBE 71


Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

XI. LA GUERRA A MUERTE 77<br />

Briceño 81<br />

Arismendi 85<br />

Boves 88<br />

Retrato <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> por un oficial británico. 100<br />

Retrato <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong> por Páez 100<br />

XII. CASACOIMA 101<br />

XIII. EL PASO DE LOS ANDES 109<br />

XIV. LOS CABALLOS DE BOLÍVAR 119<br />

XV. LA ENTREVISTA DE SANTA ANA 127<br />

XVI. EL NEGRO PRIMERO 135<br />

XVII. BOLÍVAR EN EL CHIMBORAZO 143<br />

XVIII. EL DELIRIO 147<br />

XIX. LA ENTREVISTA DE GUAYAQUIL 151<br />

I 153<br />

II 161<br />

III 169<br />

XX. BOLÍVAR EN PATIVILCA 177<br />

XXI. LOS MOSQUERAS 185<br />

I 187<br />

II 195<br />

XXII. JUNÍN EN EL DÍA DEL CENTENARIO DE AYACUCHO 205


Índice<br />

XXIII. LA APOTEOSIS DEL POTOSÍ 215<br />

XXIV. RETRATO DE BOLÍVAR POR G. MILLER 221<br />

XXV. BOLÍVAR EN EL TEQUENDAMA 225<br />

XXVI. CONJURADOS SEPTEMBRINOS 233<br />

XXVII. LA QUINTA DE FUCHA, TESTAMENTO POLÍTICO. 245<br />

XXVIII. LOS QUIJOTES DE LA LIBERTAD. 251<br />

XXIX. MUERTE DE BOLÍVAR 255<br />

XXX. LAS CAMISAS DE BOLÍVAR 259<br />

NOTAS 265


Esta colección ha sido creada con un fin estrictamente cultural<br />

y sus libros se ven<strong>de</strong>n a precio subsidiado<br />

por el Ministerio <strong>de</strong>l Po<strong>de</strong>r Popular para la Cultura.<br />

Si alguna persona o institución cree que sus <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> autor<br />

están siendo afectados <strong>de</strong> alguna manera pue<strong>de</strong> dirigirse a:<br />

Ministerio <strong>de</strong>l Po<strong>de</strong>r Popular para la Cultura<br />

Av. Panteón, Foro Libertador,<br />

Edif. Archivo General <strong>de</strong> la Nación,<br />

planta baja, Caracas, 1010,<br />

Telfs.: (58 - 0212) 564 24 69<br />

Fax: (58 - 0212) 564 14 11


Se terminó <strong>de</strong> imprimir en agosto <strong>de</strong> 2007<br />

en La Fundación Imprental<br />

Ministerio <strong>de</strong>l Po<strong>de</strong>r Popular para la Cultura,<br />

Caracas, Venezuela<br />

La edición consta <strong>de</strong> 3.000 ejemplares<br />

impresos en papel Alternative, 60gr.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!