El Libro de Oro de Bolívar - Otra Mirada del Conflicto
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Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Los «insurgentes» abolieron más tar<strong>de</strong> la Inquisición. Sobre tan gran suceso<br />
escribe el padre Navarrete: «Hoy día en el mes <strong>de</strong> noviembre, el día once <strong>de</strong> dicho<br />
mes (año <strong>de</strong> 1811), se quitó y abolió en esta Cartagena <strong>de</strong> Indias, y en nuestra<br />
Caracas también se extinguió y abolió el día 22 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> este año 1812 y primero<br />
<strong>de</strong> nuestra in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia absoluta, según el <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> nuestro Gobierno<br />
inserto en las gacetas <strong>de</strong> febrero (número 392).<br />
«Y en estos últimos tiempos, ya la Santa Inquisición <strong>de</strong> España se había hecho<br />
odiosa a nuestra misma sana, santa y sencilla América, cristiana, católica y española,<br />
porque a la verdad se estaba valiendo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spótica corona española <strong>de</strong> este<br />
Tribunal para adular a Francia, prohibiendo a todos las obras más excelentes que<br />
pregonaban al mundo las indignas operaciones y escritos <strong>de</strong> los impíos franceses.<br />
«¡Santa Caracas y Santo tu Gobierno in<strong>de</strong>pendiente que ya quitaste la<br />
Inquisición (4)!»<br />
Los autos <strong>de</strong> fe eran suprema fiesta <strong>de</strong> aquellos felices tiempos y funcionaban<br />
<strong>de</strong> acuerdo con el más riguroso ceremonial, nunca infringido. Los cronistas <strong>de</strong> la<br />
época elogian el imponente espectáculo, y <strong>de</strong> los Anales <strong>de</strong> la Hermandad <strong>de</strong> San<br />
Pedro mártir se toman los <strong>de</strong>talles que van leerse:<br />
«La procesión fúnebre que conducía a los reos, compuesta <strong>de</strong>l clero parroquial,<br />
inquisidores, ministros y familiares, avanzaba en medio <strong>de</strong> grupos <strong>de</strong> fanáticos<br />
y <strong>de</strong> monjes enternecidos que iban acompañando a los brujos, blasfemos,<br />
herejes. Éstos marchaban montados en burros adornados <strong>de</strong> coraza con llamas,<br />
aspas y <strong>de</strong>más preseas que les distinguían, y a<strong>de</strong>más cubiertos con un velo amarillo<br />
o ver<strong>de</strong>, o bien con lúgubres ropas sobre las cuales se veían pintadas escenas <strong>de</strong><br />
los tormentos infernales; otros llevaban sambenitos <strong>de</strong> infamia que excitaban la<br />
crueldad <strong>de</strong> las gentes. Iban acompañados <strong>de</strong>l alguacil mayor y <strong>de</strong>l alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> cárceles<br />
secretas hasta la iglesia, don<strong>de</strong> en el presbiterio, al lado <strong>de</strong> los Evangelios, los<br />
esperaban los inquisidores. Delante había una mesa con tapete carmesí, y a la<br />
<strong>de</strong>recha se situaba el alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong>l crimen. Al mismo lado se colocaba el estandarte<br />
<strong>de</strong> la hermandad, cubierta la cruz con tafetán morado, precaución que sin duda<br />
tenía por objeto no <strong>de</strong>jar ver al Cristo aquel espectáculo <strong>de</strong> horror que se perpetraba<br />
en su nombre y beneficio. A la izquierda estaba la cruz parroquial, también<br />
tapada, y con los cirios apagados. <strong>El</strong> altar mayor, sólo tenías seis velas amarillas.<br />
«En el centro <strong>de</strong> la iglesia, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una jaula <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, se colocaba a los<br />
reos. Luego comenzaba la misa, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l Introito se leía la sentencia. En<br />
seguida subía al púlpito un sacerdote y <strong>de</strong>mostraba, arrebatado por la ira divina,<br />
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