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El Libro de Oro de Bolívar - Otra Mirada del Conflicto

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Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

¡Tierra con abundancia <strong>de</strong> comida!<br />

¡Tierra <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s pueblos, tierra rasa!<br />

¡Tierra don<strong>de</strong> se ve gente vestida,<br />

¡Y a sus tiempos no sabe mal la brasa!<br />

¡Tierra <strong>de</strong> bendición, clara y serena!<br />

¡Tierra que pone fin a nuestra pena!<br />

Y es que, realmente, no hay quizá en el globo otro recinto en que a un<br />

tiempo y perpetuamente se ofrezcan a la vista las flores <strong>de</strong> diversos climas, y tanta<br />

variedad <strong>de</strong> aves. En la sabana <strong>de</strong> Bogotá reina una primavera eterna. Aquí como<br />

en Pestum, todo el año florecen los rosales, hay geranios, violetas, anémonas, hortensias,<br />

camelias azaleas, jazmines y Malabar, <strong>de</strong>l Cabo y <strong>de</strong> la India; todas las<br />

flores que brotan <strong>de</strong> la madre tierra. Pero, al bajar la cordillera, cambia la vegetación,<br />

y el que se asoma a gozar <strong>de</strong>l paisaje <strong>de</strong>scubre las palmeras, los naranjos, las<br />

estancias <strong>de</strong> caña <strong>de</strong> azúcar y sus trapiches, a tiempo que divisa las rocas <strong>de</strong> Cincha<br />

y <strong>de</strong> Canoas, coronadas por una selva <strong>de</strong> pinos y nogales, <strong>de</strong> robles y laureles.<br />

Abajo revuelan, clamoreando, las guacamayas y papagayos habitados <strong>de</strong> la zona<br />

tórrida, en tanto que arriba gime la paloma torcaz y se cierne en las nubes el águila<br />

caudal.<br />

<strong>El</strong> salto <strong>de</strong>l Tequendama, al par que por el sol matinal, está irisado por las más<br />

bellas leyendas. Ved, si no, cómo referían su origen los antiguos muiscas, primeros<br />

habitantes <strong>de</strong> estas comarcas.<br />

En los tiempos más remotos, <strong>de</strong>cían, antes <strong>de</strong> que la luna acompañase a la<br />

tierra, los habitantes <strong>de</strong> la meseta <strong>de</strong> Bogotá vivían como bárbaros, <strong>de</strong>snudos y sin<br />

agricultura, sin leyes y sin culto. De improviso se presentó entre ellos un anciano,<br />

con puntas y collar <strong>de</strong> hechicero, que venía <strong>de</strong> las comarcas situadas al este <strong>de</strong> la<br />

cordillera <strong>de</strong> Chingasa, y cuya barba larga, blanca y espesa, le hacía aparecer como<br />

<strong>de</strong> raza distinta <strong>de</strong> la <strong>de</strong> los indígenas. Se le conocía por los tres nombres <strong>de</strong><br />

Bochica, Nenqueteba y Zuhé, y asemejábase a Manco-Cápac. Enseñó a los hombres<br />

a vestirse, a construir cabañas, a cultivar la tierra y a reunirse en sociedad.<br />

Acompañábale una mujer a quien la tradición da también los tres nombres <strong>de</strong><br />

Chía, Yubecayguaya y Huitaca. De rara belleza y maligna en extremo, contrarió<br />

esta mujer a su esposo en cuanto él emprendía para la dicha <strong>de</strong> los hombres. A su<br />

arte mágica se <strong>de</strong>be el crecimiento <strong>de</strong>l río Funza, cuyas aguas inundaron todo el<br />

valle <strong>de</strong> Bogotá, pereciendo en este diluvio la mayoría <strong>de</strong> los habitantes y salvándose<br />

unos picos sobre las cimas <strong>de</strong> las montañas cercanas. Irritado el anciano,<br />

arrojó a la hermosa Huitaca lejos <strong>de</strong> la tierra; convirtióse en luna entonces,<br />

comenzando a iluminar nuestro planeta durante la noche. Bochica <strong>de</strong>spués,<br />

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