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El Libro de Oro de Bolívar - Otra Mirada del Conflicto

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«Cuando se viaja <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> Quito hacia el Páramo <strong>de</strong>l Asuai, se ve<br />

aparecer, sucesivamente, en una extensión <strong>de</strong> treinta y siete leguas, al oeste, las<br />

cimas <strong>de</strong>l Casitagua, Pichincha, Atacazo, Corazón, Ilianza, Carguairazo,<br />

Chimborazo y Cunambay; al oriente, las cimas <strong>de</strong>l Guamaní, Antisana, Pasuchoa,<br />

Rimiñavi, Cotopaxi, Tunguragua y Capa-Urcu, que, a excepción <strong>de</strong> tres o cuatro,<br />

son todas más elevadas que el Monte Blanco. En vano se buscaría un paraje que<br />

ofreciese una perspectiva más magnífica; pero la más majestuosa forma <strong>de</strong> aquellas<br />

latas cimas es la <strong>de</strong>l Chimborazo, cuya cumbre es redonda, como una colina.<br />

Y así, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las playas <strong>de</strong>l mar <strong>de</strong>l sur, cuando el cielo está azul y el aire es transparente,<br />

se ve surgir el Chimborazo, a lo lejos, semejante a una nube que se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> las cumbres vecinas y se levanta, sobre toda la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s,<br />

como esa cúpula inmensa, obra <strong>de</strong>l genio <strong>de</strong> Miguel Ángel, sobre los monumentos<br />

antiguos que ro<strong>de</strong>an el Capitolio (1).»<br />

En junio <strong>de</strong> 1822, consumada la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l Ecuador con el triunfo<br />

<strong>de</strong> Pichincha, el Libertador partió <strong>de</strong> Quito en dirección a Guayaquil. <strong>Bolívar</strong>,<br />

amante <strong>de</strong> la Naturaleza, dice O’Leary, iba encantado en aquel viaje. Los pintorescos<br />

valles <strong>de</strong> Ibarra y Otabalo, a la vez, le <strong>de</strong>leitaron y le entristecieron, al recordar<br />

que el lamentable estado <strong>de</strong> su país natal le había obligado a cambiar las dulces y<br />

útiles tareas <strong>de</strong>l filósofo por los arduos <strong>de</strong>beres y azarosa vida <strong>de</strong>l soldado. En todas<br />

las poblaciones <strong>de</strong> aquella provincia fue acogido con entusiastas aclamaciones. <strong>El</strong><br />

Cotopaxi, el Chimborazo y el Tunguragua jamás habían visto ovación semejante...<br />

Aunque O’Leary no lo dice, ni ningún otro historiador que yo sepa, sin duda<br />

fue en esta ocasión cuando <strong>Bolívar</strong> escaló la más lata y hermosa cumbre andina y<br />

escribió aquel Delirio sobre el Chimborazo, digno <strong>de</strong> él, que siempre quiso unir su<br />

nombre al <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s monumentos <strong>de</strong> la Naturaleza, o al <strong>de</strong> las ruinas <strong>de</strong> la<br />

clásica antigüedad (2). En el Cuzco, que pue<strong>de</strong> llamarse la Roma <strong>de</strong> la América,<br />

visita los maravillosos <strong>de</strong>spojos <strong>de</strong> su vieja civilización: el Templo <strong>de</strong>l Sol, los restos<br />

<strong>de</strong> palacios, <strong>de</strong> fortificaciones, <strong>de</strong> acueductos; las casas <strong>de</strong> campo <strong>de</strong> los Incas, con<br />

sus baños y jardines; las ruinas <strong>de</strong> Ollantaytambo; el lago y la isla <strong>de</strong> Titicaca cuna<br />

<strong>de</strong> Manco-Cápac, fundador <strong>de</strong>l Imperio Inca, y la Meca <strong>de</strong> los antiguos peruanos;<br />

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