El Libro de Oro de Bolívar - Otra Mirada del Conflicto
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Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Coronel Lucas Carvajal, comandante <strong>de</strong> la caballería colombiana.<br />
<strong>El</strong> Libertador pasó revista al ejército, compuesto <strong>de</strong> 7.700 hombres, el 2 <strong>de</strong><br />
agosto, en la pampa <strong>de</strong>l Sacramento, extendiendo su línea <strong>de</strong> batalla <strong>de</strong> Nor<strong>de</strong>ste<br />
a Suroeste.<br />
La división <strong>de</strong>l general Córdoba ocupaba la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong> la línea, el ejército <strong>de</strong>l<br />
Perú el centro, la primera división <strong>de</strong> Colombia, mandada por el general Lara, la<br />
izquierda, y a la cabeza <strong>de</strong> las caballerías estaba el general argentino Necochea. <strong>El</strong><br />
Libertador se presentó acompañado <strong>de</strong> los generales Sucre, Lamar, Santa Cruz, y<br />
Gamarra, y fue recibido con vivas <strong>de</strong>mostraciones <strong>de</strong> júbilo.<br />
Nada es comparable al entusiasmo <strong>de</strong> aquel día, en que todo contribuía a<br />
aumentar lo romántico <strong>de</strong> la escena. Cerca <strong>de</strong> aquel valle habían sido batidos los<br />
realistas cuatro años antes por el general Arenales; el panorama que ofrece la<br />
meseta sobre la cual las tropas estaban formadas, y que se eleva majestuosamente<br />
más <strong>de</strong> mil doscientos pies sobre el nivel <strong>de</strong>l mar, es consi<strong>de</strong>rado por los viajeros<br />
como el más hermoso <strong>de</strong>l mundo. Al Poniente se levanta los An<strong>de</strong>s que a costa <strong>de</strong><br />
tantas fatigas acababan <strong>de</strong> transmontar; a Oriente se extien<strong>de</strong>n, hacia los dominios<br />
<strong>de</strong>l Brasil, enormes ramificaciones <strong>de</strong> la cordillera, y al Norte y Sur cortan el horizonte<br />
montañas cuyas inaccesibles cumbres se pier<strong>de</strong>n en el éter azul. Es este valle,<br />
ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> objetos y paisajes tan grandiosos, y a orillas <strong>de</strong>l lago <strong>de</strong> Reyes, don<strong>de</strong><br />
nace el magno río <strong>de</strong> las Amazonas, estaban reunidos héroes <strong>de</strong> Caracas, Bogotá,<br />
Quito, Lima, Chile, Buenos Aires; bravos soldados que se habían batido en<br />
Maipó, en los An<strong>de</strong>s chilenos; en San Lorenzo, a las orillas <strong>de</strong>l Paraná; en<br />
Carabobo, en los valles venezolanos; en Bomboná, sobre los contrafuertes colombianos;<br />
en Pichincha, al pie <strong>de</strong>l Chimborazo. En medio <strong>de</strong> aquellos americanos,<br />
valerosos adali<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la libertad, había también no pocos extranjeros, fieles aún a<br />
la causa excelsa en cuyo obsequio habían perecido ya tantos compañeros. Allí,<br />
entre los sobrevivientes <strong>de</strong> esas campañas, se hallaban bizarros oficiales que habían<br />
combatido en las orillas <strong>de</strong>l Guadiana y <strong>de</strong>l Rin; que habían presenciado el incendio<br />
<strong>de</strong> Moscou y la capitulación <strong>de</strong> París, y cuya sangre había empapado la fatal<br />
campiña <strong>de</strong> Waterloo. ¡Esos eran los hombres que iban a <strong>de</strong>cidir la suerte <strong>de</strong><br />
América en aquel gran día!<br />
«<strong>El</strong> sol <strong>de</strong> la mañana era templado, refiere uno <strong>de</strong> los héroes <strong>de</strong> aquella jornada;<br />
las encumbradas crestas <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s, cubiertas <strong>de</strong> nieve perpetua, <strong>de</strong>spedían<br />
rayos luminosos <strong>de</strong> colores varios e in<strong>de</strong>finidos, como los <strong>de</strong>l iris, que se<br />
reflejaban sobre las armas <strong>de</strong> los soldados, dándoles el aspecto i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> legiones<br />
oceánicas; un aire purísimo, que venía <strong>de</strong>l lago encantado, agitaba suavemente las<br />
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