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El Libro de Oro de Bolívar - Otra Mirada del Conflicto

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En 1812, año funesto, como el <strong>de</strong> 1814, para la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, los <strong>de</strong>sastres<br />

<strong>de</strong> los patriotas caraqueños tuvieron su coronamiento en el terremoto que redujo<br />

a escombros las principales ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Venezuela. <strong>El</strong> 26 <strong>de</strong> marzo, a las cuatro <strong>de</strong><br />

la tar<strong>de</strong>, apiñada la multitud en los templos con motivo <strong>de</strong> las festivida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l<br />

jueves santo, tiembla la tierra y se <strong>de</strong>sploman las iglesias <strong>de</strong> la Pastora, Altagracia,<br />

San Mauricio, la Merced, Santo Domingo y la Trinidad, bajo cuyos muros<br />

mueren cuatro mil personas y en toda la ciudad <strong>de</strong> Caracas diez mil, sin contar los<br />

heridos. Durante varios días se encien<strong>de</strong>n hogueras para quemar los cadáveres;<br />

todas las gentes corren sobrecogidas <strong>de</strong> espanto; unas, en procesión, entonan<br />

cantos fúnebres; otras se confiesan en alta voz en medio <strong>de</strong> las calles.<br />

En un pueblo fanático los sucesos más comunes son interpretados según convenga<br />

a los intereses <strong>de</strong> aquellos a quienes las masas populares están acostumbradas<br />

a respetar, y <strong>de</strong>sgraciadamente, el clero, que ejercía en Venezuela, como en<br />

todas las colonias españolas, <strong>de</strong>cisiva influencia, y que era adverso, con raras<br />

excepciones, a la causa <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, aparentó ver en la terrible calamidad<br />

«el azote <strong>de</strong> un Dios irritado contra los novadores que habían <strong>de</strong>sconocido al más<br />

virtuoso <strong>de</strong> los monarcas, Fernando VII, el ungido <strong>de</strong>l Señor (7).»<br />

Sólo <strong>Bolívar</strong> permanecía impasible en medio <strong>de</strong> la consternación general,<br />

<strong>de</strong>soyendo los ruegos <strong>de</strong> sus amigos que temblaban por su vida, hasta que, sin<br />

parar mientes en la creciente furia <strong>de</strong>l populacho, azuzado por los frailes, corrió a<br />

la plaza <strong>de</strong> San Jacinto, don<strong>de</strong> el loco frenesí <strong>de</strong> un monje había atraído millares<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>votos aterrados, y con voz imperiosa silencio. Mas, la expresión resuelta <strong>de</strong><br />

su mirada y su tono severo que asombraron a la espantada multitud, sólo sirvió<br />

para provocar indignación <strong>de</strong>l monje predicador que, a su vez, amenazó al intruso<br />

con la cólera <strong>de</strong>l cielo si persistía en interrumpir la prédica.<br />

<strong>El</strong> sordo y siniestro murmullo <strong>de</strong>l pueblo manifestaba ya su resolución <strong>de</strong> servir<br />

<strong>de</strong> instrumento <strong>de</strong> la ira santa, cuando <strong>Bolívar</strong>, advirtiendo la crítica situación en<br />

que se encontraba, y comprendiendo que una retirada daría pábulo a la superstición<br />

y acrecentaría la influencia <strong>de</strong>l clero, <strong>de</strong>senvainó su espada, y lanzándose sobre el<br />

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