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El Libro de Oro de Bolívar - Otra Mirada del Conflicto

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XI. La Guerra a muerte<br />

Caracas celebra, el 14 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1815, «solemnes funerales por el ama <strong>de</strong>l<br />

señor comandante general don José Tomás Boves (26)».<br />

Doscientas cincuentas mil víctimas costó la guerra a muerte, si aten<strong>de</strong>mos a<br />

los cálculos más imparciales. José Domingo Díaz calcula las pérdidas en<br />

Venezuela, entre 1813 y 1814, en 131.000 muertos. Dauxion-Lavaysse afirma<br />

que Venezuela contaba antes <strong>de</strong> la revolución <strong>de</strong>l 19 <strong>de</strong> abril <strong>de</strong> 1810, 975.000<br />

habitantes, y en 1825 sólo 659.000, <strong>de</strong> suerte que había perdido más <strong>de</strong> 300.000.<br />

Un oficial <strong>de</strong> la Legión británica escribió en aquel tiempo: «Nunca hubo un período,<br />

en ninguna edad ni país que recuer<strong>de</strong> la historia, <strong>de</strong> más premeditada carnicería<br />

y <strong>de</strong> mayor crueldad en la aplicación <strong>de</strong> torturas, peores que la muerte<br />

misma (27).»<br />

Arísti<strong>de</strong>s Rojas, en sus preciosas Leyendas históricas, bajo el nombre <strong>de</strong> Siluetas<br />

<strong>de</strong> la guerra a muerte, ha <strong>de</strong>scrito aquellas orgías <strong>de</strong> sangre humana, ofrecidas como<br />

por espectros <strong>de</strong>l Averno, arpías en forma humana, contubernio <strong>de</strong> chacal y <strong>de</strong> la<br />

hiena. Es un cuadro ciertamente único en la historia, por el refinamiento <strong>de</strong> la<br />

crueldad, el número <strong>de</strong> las víctimas y la duración <strong>de</strong> la tragedia. Allí la mutilación,<br />

la tortura, el látigo, la soga, el hierro can<strong>de</strong>nte, los atroces sacrificios en masa, dictado<br />

por la venganza; las bacanales, las lágrimas, la algazara solda<strong>de</strong>sca; los cadáveres<br />

<strong>de</strong>sollados en las calles <strong>de</strong> las al<strong>de</strong>as, a la orilla <strong>de</strong> los ríos, en los valles<br />

solitarios; los ayes lastimeros, el hambre, la sed, el crimen con todos sus horrores<br />

y voluptuosida<strong>de</strong>s, los caballos manchados <strong>de</strong> sangre que conducen a los <strong>de</strong>monios<br />

<strong>de</strong>l cuchillo: Boves, Antoñanzas, que hacía andar con los pies <strong>de</strong>sollados<br />

sobre arenas <strong>de</strong> fuego, Ceballos, Dato, Fierro, Gabazo, Montever<strong>de</strong>, Morales,<br />

Moxo, Rosete, «el Degollador», Zuazola, «el Desorejador», Tíscar, Cerberis, «el<br />

Flagelador», Urbieta, Náñez, Quijada, González, «el Descuartizador», Pascual<br />

Martínez, Aldama, etc.<br />

«Suponed, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tan horribles escenas —habla el venerable Arísti<strong>de</strong>s<br />

Rojas, cuyas excelsas virtu<strong>de</strong>s perpetúa el mármol en el patio principal <strong>de</strong>l Palacio<br />

<strong>de</strong> las Aca<strong>de</strong>mias <strong>de</strong> Caracas— suponed, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tan horribles escenas, abierto<br />

el templo <strong>de</strong>l Señor y a los victimarios que lo llenan. A<strong>de</strong>ntro está el sacerdote que<br />

celebra el triunfo <strong>de</strong> los ejércitos españoles; pero afuera están la orfandad, los<br />

mutilados, las cenizas aún ardientes, y las madres escapadas <strong>de</strong> la muerte, que<br />

elevan sus plegarias al Dios <strong>de</strong> las misericordias (28)...»<br />

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