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El Libro de Oro de Bolívar - Otra Mirada del Conflicto

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XXVI. Conjurados septembrinos<br />

En aquel tiempo don Mariano Ospina, el que hizo echar a vuelo las campanas<br />

<strong>de</strong> la catedral <strong>de</strong> Bogotá cuando llegó a esta cumbre andina la nueva <strong>de</strong> la<br />

revolución libertaria <strong>de</strong>l 48, en aquel tiempo, Ospina, sin duda, había leído ya a<br />

Montesquieu y al Padre Juan <strong>de</strong> Mariana, quien nos <strong>de</strong>jó una página <strong>de</strong> oro que<br />

podría ser la tabla <strong>de</strong> salvación <strong>de</strong> ciertos países <strong>de</strong> nuestra América, justamente <strong>de</strong><br />

los libertados por <strong>Bolívar</strong>. A esa discreta admonición <strong>de</strong>be tan Reverendo Padre la<br />

inmortalidad que bien se merece:<br />

«Es preciso, a<strong>de</strong>más, tener en cuenta que han merecido en todos tiempos<br />

gran<strong>de</strong>s alabanzas los que han atentado contra la vida <strong>de</strong> los tiranos. ¿Por qué fue<br />

puesto en las nubes el nombre <strong>de</strong> Trasíbulo sino por haber libertado a su patria <strong>de</strong><br />

los treinta reyes que la tenían oprimida? ¿Por qué fueron tan pon<strong>de</strong>rados<br />

Aristogitón y Harmodio? ¿Por qué los dos Brutos, cuyos elogios van repitiendo<br />

con placer la nuevas generaciones y están ya legitimados por la autoridad <strong>de</strong> los<br />

pueblos?... Cayo sucumbió a las manos <strong>de</strong> Quercas; Dominiciano, a las <strong>de</strong><br />

Esteban; Caracalla, a las <strong>de</strong>l yerno <strong>de</strong> Marcial; Heliogábalo, a las lanzas <strong>de</strong> las<br />

guardias pretorianas. Y ¿quién, repetimos, vituperó jamás la audacia <strong>de</strong> esos hombres?...<br />

¿Quién creerá sólo disimulable y no digno <strong>de</strong> elogio a quien con peligro <strong>de</strong><br />

su vida trate <strong>de</strong> redimir al pueblo <strong>de</strong> sus tiranos? Importa poco que hayamos <strong>de</strong><br />

poner en peligro la riqueza, la salud, la vida; a todo trance hemos <strong>de</strong> salvar la patria<br />

<strong>de</strong>l peligro, a todo trance hemos <strong>de</strong> salvarla <strong>de</strong> su ruina... Y no sólo resi<strong>de</strong> esta<br />

facultad en el pueblo, resi<strong>de</strong> hasta en cualquier particular que, <strong>de</strong>spreciando su<br />

propia vida, quiera empeñarse en ayudar <strong>de</strong> esta suerte la República... Es siempre<br />

saludable que estén persuadidos los que mandan <strong>de</strong> que, si oprimen la República,<br />

están sujetos a se asesinados, no sólo con <strong>de</strong>recho, sino hasta con aplauso y gloria<br />

<strong>de</strong> las generaciones veni<strong>de</strong>ras (12).»<br />

Los adolescentes conjurados <strong>de</strong> 1828, en la clarísima noche <strong>de</strong>l 25 <strong>de</strong> septiembre,<br />

colocaron la primera piedra <strong>de</strong> la sociedad civil en Colombia, y la regaron<br />

con su sangre, licor con que siempre se han rociado los cimientos <strong>de</strong> las<br />

gran<strong>de</strong>s conquistas <strong>de</strong> la conciencia humana; con su arrojo y <strong>de</strong>nuedo fundieron<br />

a perpetuidad, como un bronce invulnerable, nuestro genuino carácter nacional y<br />

fueron lo verda<strong>de</strong>ros fundadores <strong>de</strong> nuestra República <strong>de</strong>mocrática y constitucional.<br />

Si <strong>Bolívar</strong>, son su maravilloso genio y su espada sin par, fue impotente para<br />

<strong>de</strong>struirla, más lo serán, como hasta hoy lo fueron, los pigmeos que en el futuro<br />

atenten contra ella.<br />

En vísperas <strong>de</strong> la Conjuración <strong>de</strong> septiembre conoció <strong>Bolívar</strong> al médico y<br />

naturalista francés François Désiré Roullin, nacido en Rennes en 1796, quien vino<br />

a Colombia en 1821 a enseñar fisiología. Regresó a su partida en 1828, y murió<br />

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