El Libro de Oro de Bolívar - Otra Mirada del Conflicto
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Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
pasante <strong>de</strong> un colegio privado que tenía el señor Triana por San Victorino. Fui<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio iniciado, por mi amistad con Zuláibar, en los planes que se<br />
tramaban contra <strong>Bolívar</strong> para <strong>de</strong>rrocar la dictadura. <strong>El</strong> <strong>de</strong>finitivamente acordado<br />
fue el <strong>de</strong> alzarnos en armas con un batallón con el cual se contaba, retirarnos<br />
a Zipaquirá, o a algún otro punto cercano a la capital, librar un<br />
combate, y si el triunfo nos favorecía, pren<strong>de</strong>r y juzgar a <strong>Bolívar</strong> con todas las<br />
formalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l caso. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> asesinar al Libertador por un golpe <strong>de</strong> mano,<br />
no entraba por entonces en nuestros planes.<br />
Hacía algunos días que no subía yo a la parte alta <strong>de</strong> la ciudad, y en la<br />
tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l 25 <strong>de</strong> septiembre vine a informarme <strong>de</strong> lo que pasaba. Me encontré<br />
con un amigo <strong>de</strong> los iniciados, el cual me dijo que la conspiración había sido<br />
<strong>de</strong>scubierta, y que se había resuelto dar esa misma noche el golpe para asesinar<br />
a <strong>Bolívar</strong>, agregándome que los conjurados reunidos en casa <strong>de</strong> Vargas Tejada.<br />
Aquella noticia me contrarió vivamente, y en tal virtud me dirigí al lugar indicado.<br />
Los principales comprometidos se habían ya retirado <strong>de</strong> la junta y a los<br />
que en ella encontré les manifesté que yo no aprobaba en manera alguna el<br />
pensamiento <strong>de</strong> asesinar a <strong>Bolívar</strong>. Dijéronme que era ya imposible cambiar lo<br />
acordado, y que si yo tenía miedo podía retirarme. Esta palabra picó mi amor<br />
propio, y resolví aceptar el papel secundario que se me señaló.»<br />
«Hecha esta relación, y animado yo por la espontaneidad <strong>de</strong> don Mariano,<br />
me atreví a hacerle una nueva pregunta en estos términos: Después <strong>de</strong> tantos años<br />
y <strong>de</strong> tan larga experiencia, ¿cómo juzga usted hoy la conducta <strong>de</strong> los comprometidos<br />
en el 25 <strong>de</strong> septiembre?<br />
«No me contestó directamente a esta pregunta don Mariano; pero percibí<br />
en su mirada un brillo particular y su voz tomó un tono <strong>de</strong> energía calurosa al<br />
<strong>de</strong>cirme lo siguiente:<br />
«Uste<strong>de</strong>s los <strong>de</strong> esta generación no pue<strong>de</strong>n juzgar con imparcialidad aquel<br />
suceso. Para eso sería necesario apreciar las circunstancias <strong>de</strong> la época. <strong>El</strong> predominio<br />
militar era entonces verda<strong>de</strong>ramente insoportable, y diarios los vejámenes<br />
y humillaciones a que eran sometidos, en especial por pare <strong>de</strong> los<br />
venezolanos, los que no figuraban entre los sostenedores <strong>de</strong> la dictadura.»<br />
«Esta respuesta me dio a enten<strong>de</strong>r claramente que don Mariano Ospina,<br />
que fue siempre tan ardoroso amante <strong>de</strong> la libertad, no sentía remordimiento<br />
por aquel que se ha llamado pecado <strong>de</strong> su juventud (11).»<br />
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