El Libro de Oro de Bolívar - Otra Mirada del Conflicto
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XI. La Guerra a muerte<br />
apropió el título <strong>de</strong> Comandante General <strong>de</strong>l Ejército, y se dirigió a oriente en<br />
persecución <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>.<br />
Un día, refiere O’Leary, le presentan, en su marcha, un anciano enfermo y<br />
<strong>de</strong>scarnado, único habitante <strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong> don<strong>de</strong> habían huído los <strong>de</strong>más al saber<br />
su llegada. Después <strong>de</strong> algunas preguntas, a que el anciano respondió con dulzura<br />
y veracidad, le mandó <strong>de</strong>capitar. Al instante salió <strong>de</strong> entre las filas un bello joven<br />
que frisaba en los catorce años, y postrándose <strong>de</strong> rodillas ante el caballo <strong>de</strong>l bárbaro:<br />
«Os, ruego, exclamó, por la Santísima Virgen, perdonéis a ese pobre<br />
hombre, que es mi padre; salvadle y seré vuestro esclavo». «Bien, dijo el monstruo,<br />
sonriéndose al oír las súplicas fervientes <strong>de</strong>l joven: para salvar su vida, ¿<strong>de</strong>jarás que<br />
te corten la nariz y las orejas sin un quejido?». «Sí, sí, respondió el infeliz, os doy<br />
mi vida, pero salvad la <strong>de</strong> mi padre». <strong>El</strong> muchacho sufrió con admirable serenidad<br />
la horrible prueba; visto lo cual, Boves mandó que le matasen junto con el padre,<br />
por ser este un insurgente, y aquel <strong>de</strong>masiado valiente, para permitir que le sobreviviera<br />
y se convirtiera también, más tar<strong>de</strong>, en insurgente.<br />
«Extraño parecerá, agrega O’Leary, que en un país en don<strong>de</strong> pocos años <strong>de</strong>spués<br />
hubo treinta puñales para hundirlos en el pecho <strong>de</strong>l hombre a quien la mitad <strong>de</strong> la<br />
América hispana <strong>de</strong>be su in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, se hubiese permitido la consumación <strong>de</strong> tan<br />
salvaje crimen sin la menor resistencia. ¡Tal es el pavor supersticioso que inspira un déspota!<br />
¡Aquel bizarro joven que tuvo el valor <strong>de</strong> ofrendar su vida para salvar la <strong>de</strong> su<br />
padre fue cobar<strong>de</strong> para libertar la humanidad <strong>de</strong> aquel bandido (17).»<br />
Hoy podríamos los colombianos repetir las mismas palabras <strong>de</strong>l discreto<br />
irlandés, al pensar en ese asesino <strong>de</strong> naciones llamado Teodoro Roosevelt. ¡Tantos<br />
bizarros jóvenes que tendrían el valor <strong>de</strong> sacrificarse por sus padres y son cobar<strong>de</strong>s<br />
para libertar a su patria <strong>de</strong> aquel bandido!<br />
<strong>El</strong> 15 <strong>de</strong> octubre Boves entra a sangre y fuego a Barcelona, y por la noche, en<br />
medio <strong>de</strong> espesas tinieblas contra las que lucha débilmente la funeraria luz <strong>de</strong> una<br />
lámpara, comienza a oírse una música triste, que se hace <strong>de</strong> pronto bulliciosa y<br />
alegre; en un momento la sala aparece iluminada, y damas caraqueñas muchas,<br />
engalanadas por fuerza, aparecen, <strong>de</strong>soladas y llorosas, entre aquellos bandidos,<br />
empapados con la sangre <strong>de</strong> sus hijos y esposos. Ya en las altas horas la música iba<br />
<strong>de</strong>bilitándose más y más; a poco un violín sonaba únicamente; <strong>de</strong>spués, todo era<br />
silencio en el iluminado salón. Treinta músicos <strong>de</strong> Caracas, uno a uno, habían<br />
<strong>de</strong>jado sus instrumentos para ser <strong>de</strong>gollados (18).<br />
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