El Libro de Oro de Bolívar - Otra Mirada del Conflicto
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Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
La fuerza <strong>de</strong> los españoles en el Alto y Bajo Perú ascendía a veintidós mil hombres. Los<br />
peruanos, divididos en partidos políticos y personales, tenían anarquizado el país.<br />
Todas estas consi<strong>de</strong>raciones se me presentaron como una falange <strong>de</strong> males para acabar<br />
con la existencia <strong>de</strong>l héroe medio muerto, y, con el corazón oprimido, temiendo la<br />
ruina <strong>de</strong> nuestro ejército, le pregunté: ¿Y qué piensa hacer usted ahora? Entonces, avivando<br />
sus ojos huecos, con tono <strong>de</strong>cidido, me contestó: ¡Triunfar!».<br />
«Esta respuesta inesperada produjo en mi alma sorpresa, admiración y<br />
esperanzas, porque vi que aunque el cuerpo <strong>de</strong>l héroe estaba casi aniquilado, su<br />
alma conservaba todo el vigor y elevación que lo hacían tan superior en los<br />
gran<strong>de</strong>s peligros...<br />
«En seguida le hice esta otra pregunta: ¿Y qué hace usted para triunfar?<br />
Entonces, con un tono sereno y <strong>de</strong> confianza, me dijo: “Tengo dadas las ór<strong>de</strong>nes<br />
para levantar una fuerte caballería en el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> Trujillo; he mandado<br />
fabricar herraduras en Cuenca, en Guayaquil y Trujillo; he or<strong>de</strong>nado<br />
tomar para el servicio militar todos los caballos buenos <strong>de</strong>l país, y he embargado<br />
todos los alfalfales para mantenerlos gordos. Luego que recupere mis fuerzas<br />
me iré a Trujillo. Si los españoles bajan <strong>de</strong> la cordillera a buscarme,<br />
infaliblemente los <strong>de</strong>rroto con la caballería: si no bajan, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> tres meses<br />
tendrán una fuerza para atacar. Subiré la cordillera y los <strong>de</strong>rrotaré.”<br />
«Yo permanecí tres días en Pativilca, mientras hizo escribir muchas cartas<br />
para la Nueva Granada y Venezuela. <strong>El</strong> día <strong>de</strong> mi partida montó en una mula<br />
muy mansa que tenía y salió a <strong>de</strong>jarme a la entrada <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> Huarmei,<br />
para hacer un poco <strong>de</strong> ejercicio. Como mi equipaje se había atrasado, suspendí<br />
allí mi marcha, y el Libertador, que estaba muy débil, se apeó y acostó sobre un<br />
capote <strong>de</strong> barragán, y su e<strong>de</strong>cán, Julián Santamaría, permaneció <strong>de</strong> pie oyéndonos<br />
conversar sobre la situación triste <strong>de</strong>l Perú, que me encargaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir<br />
a Santan<strong>de</strong>r. Según usted sabe, para atravesar este <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong> arena se prefiere<br />
la noche; eran, pues, las seis <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, y el sol entraba y salía en el Pacífico, y<br />
me daba no sé que i<strong>de</strong>a melancólica <strong>de</strong> que era el sol <strong>de</strong>l Perú que se <strong>de</strong>spedía<br />
<strong>de</strong> nosotros. <strong>El</strong> silencio majestuoso <strong>de</strong>l océano, la vista <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto que iba yo<br />
a cruzar, la soledad <strong>de</strong> aquella costa y el aullido <strong>de</strong> los lobos marinos oprimían<br />
mi espíritu, al <strong>de</strong>jar a mis compatriotas en una empresa tan ardua, en que<br />
arriesgábamos al héroe y a nuestro ejército. Al llegar mi equipaje me dijo el<br />
Libertador, tendido todavía en el suelo:<br />
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