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El Libro de Oro de Bolívar - Otra Mirada del Conflicto

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XXVI. Conjurados septembrinos<br />

«Zuláibar y P. C. Azuero empezaron a gritar vivas a la libertad, y <strong>Bolívar</strong>, alarmado,<br />

y sospechando lo que sucedía, se arrojó a la calle por una ventana, y fue a<br />

ocultarse <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> un puente <strong>de</strong>l río <strong>de</strong> San Agustín. Cuando rompimos, pues, la<br />

puerta <strong>de</strong> su cuarto <strong>de</strong> dormir, ya <strong>Bolívar</strong> se había salvado. Nos salió al encuentro<br />

una hermosa señora, con una espada en la mano, y con admirable presencia <strong>de</strong><br />

ánimo y muy cortésmente nos preguntó qué queríamos; correspondimos con la<br />

misma cortesía, y tratamos <strong>de</strong> saber por ella en dón<strong>de</strong> estaba <strong>Bolívar</strong>. Alguno <strong>de</strong><br />

los conjurados llegó poco <strong>de</strong>spués, y profirió algunas amenazas contra aquella<br />

señora y yo me opuse a que las realizara, manifestándole que no era aquel el objeto<br />

que nos conducía allí. Procedimos a buscar a <strong>Bolívar</strong>, y un joven negro, que le<br />

servía, nos informó que se había arrojado a la calle por la ventana <strong>de</strong> su cuarto <strong>de</strong><br />

dormir. Nos asomamos algunos a aquella ventana, que Carujo había <strong>de</strong>scuidado<br />

<strong>de</strong> guardar, y adquirimos la certidumbre <strong>de</strong> que <strong>Bolívar</strong> se había escapado.<br />

«Entretanto tronaba el cañón <strong>de</strong>l batallón <strong>de</strong> artillería contra las puertas <strong>de</strong>l cuartel<br />

<strong>de</strong>l Vargas, y un fuego vivo <strong>de</strong> fusilería se había empeñado en la calle entre los dos<br />

cuerpos. Vi que se había frustrado nuestro plan, y me dirigí a la calle para escaparme<br />

con Azuero, Acevedo, Ospina y otros... Permanecíamos en la puerta <strong>de</strong>l palacio consultando<br />

el partido que <strong>de</strong>bíamos tomar, cuando oímos el fuego <strong>de</strong> fusilería en lapaza<br />

<strong>de</strong> la Catedral... Yo me separé allí <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más conjurados, y con el doctor Mariano<br />

Ospina seguí hasta la esquina <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> Moneda, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> él tomó otro camino,<br />

y yo me fui para mi casa a tomar mi caballo para huir <strong>de</strong> la capital (3).»<br />

<strong>Bolívar</strong> estaba durmiendo en su cama al lado <strong>de</strong> Manuelita Sáenz, <strong>de</strong>spertó al<br />

ruido <strong>de</strong> los asesinos y al instante se vistió con rapi<strong>de</strong>z, abrió el balcón que da<br />

frente al teatro Colón, y saltó a la calle al mismo tiempo en que Horment y<br />

Zaláibar forzaron la puerta y entraron en su alcoba disparando una pistola y blandiendo<br />

sus puñales. Afortunadamente no advirtieron el salto <strong>de</strong>l presi<strong>de</strong>nte, y éste<br />

pudo caer <strong>de</strong> pie sin lastimarse, vestido con una levita, en chinelas, que no hacían<br />

ruido (4). Ya en la calle, tomó hacia el Oriente, dobló el Sur, y se ocultó en el<br />

puente <strong>de</strong>l Carmen, <strong>de</strong>l cual salió al oír pasar una partida que lo vitoreaba, dirigiéndose<br />

en seguida a la Plaza Mayor, don<strong>de</strong> fue recibido entre aclamaciones por<br />

sus amigos y oficiales que lo abrazaban como a su padre. A las cuatro <strong>de</strong> la mañana<br />

regresó a palacio; y aquí ce<strong>de</strong>mos la palabra a don Joaquín Mosquera:<br />

«Luego que se supo en la mañana <strong>de</strong>l 26 <strong>de</strong> septiembre el atentado contra la<br />

vida <strong>de</strong>l Libertador, me apresuré a trasladarme al palacio <strong>de</strong>l Gobierno, y<br />

habiendo entrado hallé que el mayordomo <strong>de</strong> Su Excelencia, José Palacios, estaba<br />

en cama con flexión en un brazo; que el doctor Moore, médico <strong>de</strong> cámara, estaba<br />

también gravemente enfermo en cama; que <strong>de</strong> los e<strong>de</strong>canes <strong>de</strong>l Libertador, el<br />

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