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El Libro de Oro de Bolívar - Otra Mirada del Conflicto

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Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />

Colombia a través <strong>de</strong> mil peligros, es digno <strong>de</strong> un soberano; y al rey, mi señor,<br />

espero presentarlo.»<br />

Este gusto por los buenos caballos acompañó al Libertador hasta el ocaso <strong>de</strong><br />

su vida.<br />

<strong>El</strong> 15 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1828 le escribe O’Leary <strong>de</strong> Ocaña: «He visto al señor<br />

Quintana, quien me encarga diga a V. E. que le tiene el caballo muy gordo y muy<br />

hermoso, el que V. E. quiso que le consiguiera (10)» y el 17 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong>l<br />

mismo años su e<strong>de</strong>cán Wilson, en viaje para Europa, y como para agradarlo, le<br />

escribe <strong>de</strong> Cartagena participándole que vio en Mompozo un hermoso caballo<br />

que quiso comprar para regalárselo, pero que el dueño no quiso ven<strong>de</strong>rlo: «Su<br />

color es moro, azul celeste —le dice minuciosamente,— muy semejante a mi<br />

caballo llamado <strong>El</strong> Fraile que regalaron a V. E. en Arequipa, y que luego V. E. dio<br />

al general Velasco, con quien lo cambié por uno mío llamado <strong>El</strong> Venado; su paso<br />

es muy suave, asentado y largo, su boca regular; entero, cola larga y canillas muy<br />

finas, con cascos excelentes. Creo que a V. E. le agradaría.»<br />

De acero tuvo que ser la constitución <strong>de</strong> aquel hombre sin par, que atravesó<br />

tantas veces, a lomo <strong>de</strong> mula, nuestros llanos y montañas hasta los confines <strong>de</strong><br />

América, y efectivamente, cuando el médico francés, doctor Reverand, hizo en<br />

Santa Marta la autopsia <strong>de</strong>l cadáver <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong>, halló que sus posa<strong>de</strong>ras eran dos<br />

pe<strong>de</strong>rnales, ¡callos sagrados <strong>de</strong> veinte años <strong>de</strong> esfuerzos y fatigas por la libertad y<br />

la patria!<br />

En 1814, Camilo Torres, presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l Congreso <strong>de</strong> Tunja, al saber que se<br />

acercaba <strong>Bolívar</strong>, le envió un hermoso caballo <strong>de</strong> regalo, con lujosos arneses. En<br />

Arequipa, La Paz, el Cuzco le hicieron iguales regalos, y Restrepo nos habla <strong>de</strong> las<br />

soberbias mulas que trajo <strong>de</strong> Bolivia, las mejores, según él, que han trasmontado<br />

los An<strong>de</strong>s; pero, entre todos los caballos <strong>de</strong>l Libertador, el <strong>de</strong> más perdurable<br />

recuerdo es el Palomo Blanco.<br />

He aquí su historia tal como la narra un cronista colombiano:<br />

«A principios <strong>de</strong> noviembre 1814 llegó <strong>Bolívar</strong> a Santa Rosa Viterbo. Iba a<br />

Tunja a dar cuenta al Congreso <strong>de</strong> los sucesos <strong>de</strong>sgraciados <strong>de</strong> la campaña <strong>de</strong><br />

Venezuela. A las <strong>de</strong>sgracias <strong>de</strong> su patria se unía el rencor <strong>de</strong> sus amigos. Rivas y<br />

Bermú<strong>de</strong>z lo persiguieron hasta Carúpano para pren<strong>de</strong>rlo, y al llegar a Cartagena,<br />

Castillo difundió las más negras especies contra su honor, atribuyéndole la pérdida<br />

<strong>de</strong> Venezuela.<br />

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