El Libro de Oro de Bolívar - Otra Mirada del Conflicto
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Cornelio Hispano <strong>El</strong> <strong>Libro</strong> <strong>de</strong> <strong>Oro</strong> <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
Y antes <strong>de</strong> que le hubieran ensillado el hermoso bucéfalo, sus tenientes<br />
Rondón, Infante, Pérez, Mujica, Mellao, a la cabeza <strong>de</strong> los escuadrones, trepan por<br />
aquellos cerros y restablecen la batalla. Los realistas fueron <strong>de</strong>salojados <strong>de</strong> sus posiciones,<br />
y días <strong>de</strong>spués se entregaron vencidos en Boyacá.<br />
Cuando <strong>Bolívar</strong> regresó a Venezuela, en 1819, se <strong>de</strong>tuvo en Santa Rosa, visitó<br />
a Casilda y le dio las gracias por el potro, precioso animal. Blanco como un copo<br />
<strong>de</strong> nieve, fuerte, eléctrico, mejor tallado que el <strong>de</strong> raza persa que para nada sirvió<br />
a Napoleón en Waterloo.<br />
—Señora —dijo <strong>Bolívar</strong> al <strong>de</strong>spedirse—, ¿no ha vuelto usted a soñar conmigo?<br />
Yo creo en sus sueños.<br />
—Sí, señor —repuso la buena mujer—. Lo he visto a usted en mi potro<br />
entrar a las ciuda<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las batallas. Y efectivamente, <strong>Bolívar</strong>, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
Carabobo, entró en el Palomo, a Caracas; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> Bomboná, a Quito; <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> Junín, a Lima. «Amaba su caballo como una parte <strong>de</strong> su ser, dice el cronista <strong>de</strong><br />
don<strong>de</strong> tomo estos apuntes sobre el Palomo Blanco. <strong>El</strong> noble bruto lo reconocía<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos. Al ruido <strong>de</strong> sus pasos, al timbre <strong>de</strong> su voz, relinchaba, tendía plumífera<br />
la cola, piafaba, en fin. Al montarlo temblaba <strong>de</strong> respeto (11).»<br />
Durante su permanencia en la Magdalena, en sus soberbios días consulares,<br />
lo acompañaba también su caballo, y <strong>de</strong> ello da fe el Diario <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong>l batallón <strong>de</strong><br />
Junín, quien al hablar <strong>de</strong> la marcha triunfal <strong>de</strong>l Libertador a Lima, el día 16 <strong>de</strong><br />
mayo <strong>de</strong> 1826, dice: «<strong>El</strong> Libertador está a caballo, en medio <strong>de</strong> su Estado Mayor.<br />
Monta su Palomo Blanco, etc...»<br />
Cuando pocos días <strong>de</strong>spués se preparaba el héroe a regresar a Colombia, el<br />
mariscal Santa Cruz le exigió, como un recuerdo <strong>de</strong> afecto, el Palomo Blanco.<br />
<strong>Bolívar</strong> vaciló, pero no pudo negárselo; y cuentan que al día siguiente <strong>de</strong> la partida<br />
<strong>de</strong> su amo, el caballo estuvo y triste, que días <strong>de</strong>spués langui<strong>de</strong>ció más y más,<br />
y murió...<br />
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