El Libro de Oro de Bolívar - Otra Mirada del Conflicto
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XIV. Los caballos <strong>de</strong> <strong>Bolívar</strong><br />
<strong>El</strong> Libertador entró a Santa Rosa, en una bestia cansada, y no hallando<br />
medio <strong>de</strong> reemplazarla, tuvo que esperar un día para que la mula reparara sus<br />
fuerzas, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo cual contrató un peón para que le sirviera <strong>de</strong> guía, y<br />
siguió hasta Tunja.<br />
Durante el viaje, <strong>Bolívar</strong> trabó conversación con su guía.<br />
—¿Por qué no me alquilaste tu yegua?— le dijo.<br />
—Señor, porque podía abortar, y mi mujer ha soñado que ese potro... ese<br />
potro... va a servir para un gran general, y sepa usted que a mi mujer nunca le<br />
fallan los sueños. Cuando la señora Casilda lo dice, todo se cumple. En la villa la<br />
llaman el Oráculo, aunque el cura la titula la Agorera.<br />
<strong>Bolívar</strong> calló. Pocas horas <strong>de</strong>spués llegó a la ciudad, don<strong>de</strong> se le recibió con<br />
muestras <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> aprecio, <strong>de</strong> lo cual el guía quedó aturdido. Pero fue mayor su<br />
sorpresa cuando el Libertador, al <strong>de</strong>spedirlo, le dijo sonriendo:<br />
—A Casilda, que me guar<strong>de</strong> el potro.<br />
Vino <strong>de</strong>spués la ocupación <strong>de</strong> Bogotá, el viaje a Jamaica, la expedición <strong>de</strong><br />
los Cayos, la guerra a muerte, el Congreso <strong>de</strong> Angostura, la campaña sobre la<br />
Nueva Granada.<br />
En la acción <strong>de</strong>l Pantano <strong>de</strong> Vargas, envuelto <strong>Bolívar</strong> por los realistas, sufría<br />
su ejército un fuego horroroso, pues se le había encerrado en una profundidad, sin<br />
más salida que un estrecho <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro. Su <strong>de</strong>strucción parecía inevitable.<br />
En tales circunstancias, los jefes <strong>de</strong>l ejército ro<strong>de</strong>aron al héroe, que, reconcentrado<br />
por un momento para resolver entre tirar por el <strong>de</strong>sfila<strong>de</strong>ro o atacar las alturas,<br />
oye una voz que le <strong>de</strong>spierta como <strong>de</strong> un sueño:<br />
—Mi general, aquí tiene su potro; se lo manda Casilda.<br />
<strong>Bolívar</strong>, al principio, miró con disgusto a aquel hombre impertinente, pero<br />
un instante <strong>de</strong>spués reconoció a su antiguo guía, se acordó <strong>de</strong>l encargo que le<br />
había hecho, y, tomando aquel inci<strong>de</strong>nte como buen augurio, exclamó con acento<br />
<strong>de</strong> victoria:<br />
—¡A la carga! ¡A la carga!...<br />
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