El Libro de Oro de Bolívar - Otra Mirada del Conflicto
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XV. La entrevista <strong>de</strong> Santa Ana<br />
publicada por un biógrafo, Diego Banario Arana (14). Parece que fue Wéllington<br />
quien, en 1814, le recomendó al rey <strong>de</strong> España para que viniera a pacificar las<br />
colonias insurrectas, probablemente para <strong>de</strong>shacerse <strong>de</strong> un elemento corruptor en<br />
el ejército, que or<strong>de</strong>naba el saqueo en las al<strong>de</strong>as francesas que ocupaba (15).<br />
En mala hora enviado a América, al <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> Menén<strong>de</strong>z Pelayo (16), llamándose<br />
«<strong>de</strong>fensor <strong>de</strong> la religión católica y <strong>de</strong> la moral cristiana», según el historiador<br />
Restrepo (17), su cuchillo salvaje no perdonó, en los cinco años y medio <strong>de</strong> su <strong>de</strong>spotismo<br />
en Colombia, las más altas inteligencias, ni las más excelsas virtu<strong>de</strong>s.<br />
Caldas, el sabio e inmaculado Caldas, y Camilo Torres, el maestro y padre <strong>de</strong> la<br />
Revolución, fueron las víctimas <strong>de</strong> su ignorante ferocidad.<br />
Don Pablo Morillo, con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Cartagena, nació en Fuentes Secas el 5 <strong>de</strong> mayo<br />
1778. Después <strong>de</strong> su entrevista con <strong>Bolívar</strong>, en 1820, <strong>de</strong>salentado <strong>de</strong> los pocos<br />
éxitos obtenidos con sus métodos <strong>de</strong> guerra sin cuartel y persuadido <strong>de</strong> que era<br />
inevitable el triunfo <strong>de</strong> los patriotas colombianos, entregó el mando a Latorre, se<br />
retiró a Caracas y se embarcó para España, llevando a sus reales amos los más tristes<br />
mensajes. Años <strong>de</strong>spués, el 27 <strong>de</strong> julio 1837, murió olvidado <strong>de</strong> todos, en la<br />
estación <strong>de</strong> baños <strong>de</strong> Bareges, en Francia.<br />
Su obcecación contra los hombres <strong>de</strong> luces le hizo <strong>de</strong>cir, en su entrevista con<br />
el Libertador, cuando este le reprochó las ejecuciones <strong>de</strong> Torres, Caldas y <strong>de</strong>más<br />
próceres <strong>de</strong> Bogotá, que le había hecho un bien quitándole a esos abogados revoltosos<br />
que le tendrían trastornada a Colombia si vivieran, con lo cual a él le sería<br />
más fácil vencerlo (18).<br />
Páez, a quien aquello sonó también, escribió a <strong>Bolívar</strong> en 1826: «Usted no<br />
pue<strong>de</strong> figurarse los estragos que la intriga hace en este país, teniendo que confesar<br />
que Morillo le dijo a usted la verdad en Santa Ana, sobre que le había hecho un<br />
favor en matar a los abogados. Pero con nosotros tenemos que acusarnos <strong>de</strong>l<br />
pecado <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>jado imperfecta la obra <strong>de</strong> Morillo, no habiendo hecho otro<br />
tanto con los que cayeron por nuestro lado; por el contrario, les pusimos la<br />
República en las manos y nos la han puesto a la española, porque el mejor <strong>de</strong> ellos<br />
no sabe otra cosa (19).»<br />
Tan mísera carta es muy digna <strong>de</strong>l execrado fautor <strong>de</strong> la disolución <strong>de</strong><br />
Colombia, la gran<strong>de</strong>, y la valiente juventud intelectual <strong>de</strong> esta República, fundada<br />
en la horca, por el abogado Camilo Torres, no <strong>de</strong>be olvidarla nunca, si no quiere<br />
bastar<strong>de</strong>ar <strong>de</strong> su raza y renegar <strong>de</strong> su sangre.<br />
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