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Amarga juventud - España Roja

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De la infancia alicantina a la Facultad de Filosofía en Madrid 34<br />

importancia que para la vida cotidiana tenían los alivios que procuraban los nuevos instrumentos.<br />

Ese entusiasmo que sentí ya en mi adolescencia por el avance técnico fue unido<br />

a una idea de progreso y al rechazo de cualquier pasadismo. Eran actitudes también<br />

transmitidas por mi padre, que le venían sin duda de un fuerte progresismo juvenil, de<br />

una fe en la capacidad de su generación de emanciparse de atavismos y vestigios retrógrados<br />

para avanzar en el desarrollo de capacidades humanas, tanto en el aspecto de<br />

nuevas técnicas como en el de nuevos modos de vida y organización social. 32<br />

Mi padre sentía pasión por los adelantos técnicos en todos los órdenes, incluyendo<br />

la aviación (especialmente la de propulsión), los motores, 33 los rascacielos, los<br />

nuevos materiales (como el plástico —que también irrumpió tempranamente con fuerza<br />

en mi hogar paterno—, aluminio, acero inoxidable, nylón, más tarde tergal y formica),<br />

las nuevas modalidades cinematográficas —como el cinemascope— y los nuevos productos<br />

alimenticios. (Mi hogar familiar fue igualmente pionero en adoptar las nuevas pastas,<br />

popularizadas por las películas italianas de los años cincuenta, como Pan, amor y<br />

fantasía y Pan, amor y celos —ambas de Gina Lollobrigida y Vittorio de Sica—, que yo<br />

no pude ver por no estar autorizadas para todos los públicos, pero que a mis padres les<br />

encantaron). 34<br />

Yo recogí la mayor parte de esos entusiasmos (aunque lo de los aviones no recuerdo<br />

que me haya gustado nunca —tampoco me lo planteaba mucho). La pasión por<br />

los edificios de gran altura, sí. Al implantarse la tiranía franquista, algunos de sus ideólogos<br />

(posiblemente Giménez Caballero y los de su cuerda) habían planeado demoler<br />

la Telefónica de Madrid, por ser de estilo vulgar y extranjerizante: era un período de<br />

sumisión a Alemania y, por lo tanto, lo de inspiración norteamericana estaba mal visto.<br />

Más tarde, sin embargo, arrinconados todos esos planes, al someterse Franco a los estados<br />

unidos, se introdujo también la construcción de edificios elevados.<br />

32 . En su vejez mi padre se apartará algo de esas actitudes y abrazará una cierta inclinación ecologista ingenua, anhelando,<br />

p.ej, una agricultura natural, sin pesticidas ni fertilizantes artificiales, lo cual podía entroncar con su añoranza del campo<br />

—que apenas había conocido en su infancia, y eso de visita, o durante la guerra, en las trincheras—.<br />

33 . Desconozco en qué medida tales entusiasmos podían venir de estar trabajando como empleado comercial en una<br />

empresa de venta de herramientas y maquinaria (que había evolucionado a partir de una modesta ferretería de barrio);<br />

o si había preexistido, siendo un motivo para que se sintiera a gusto en ese trabajo —aunque esa oferta laboral había sido<br />

casual, por haber coincidido su dueño con mi padre en la celda (y antes en el SIM). En todo caso sí creo que ese empleo<br />

fue una de las razones de la pronta adquisición en mi casa de los aparatos domésticos en cuanto salían al mercado, quizá<br />

en algunos casos con un poco de descuento.<br />

34 . Otra de sus aficiones era mirar por la noche, desde la azotea de nuestra casa, el cielo estrellado, comentando la inmensidad<br />

del cosmos, con evocaciones sacadas de lecturas juveniles, tal vez el Micromegas de Voltaire. Le gustaban la<br />

ciencia ficción y la especulación sobre vidas extraterrestres y viajes interestelares. Confieso que, al igual que a Hegel, a<br />

mí ese tropismo galáctico me atrajo siempre muy poco, tirando a nada. El firmamento me era indiferente; no conseguía<br />

despertar mi curiosidad qué pasara a cientos de años luz de la Tierra. Ni siquiera la Luna me interesaba demasiado ni<br />

menos Marte ni Júpiter. Todo eso me caía lejos. Tampoco la ciencia ficción me ha atraído nunca, la verdad sea dicha.<br />

Puede que sean limitaciones mías y que haya un valor en interesarse por todo eso, pero yo siempre he sido muy terráqueo.

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