acta capituli generalis diffinitorum ordinis praedicatorum fr. carolo a ...
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Caleruega (Filipinas) es un modelo excelente para responder a esa necesidad. Cada tres<br />
años se ha ido o<strong>fr</strong>eciendo un programa para hermanos y hermanas formadores desde<br />
1993 (cuando fue fundado). ¿Podrían otras regiones pensar en algo similar? Vuelvo a<br />
pensar, por ejemplo en el Instituto Pedro de Córdoba en Santiago de Chile. Si bien su<br />
cometido principal es otro, se pueden optimizar los recursos con los que cuenta para<br />
o<strong>fr</strong>ecer ese servicio tan importante a todas las entidades que forman parte del CIDALC o<br />
para algunas regiones, en colaboración con CODALC y abierto a la Familia Dominicana.<br />
57. La cuestión de las vocaciones como la de la formación es para todos y por lo<br />
tanto responsabilidad de todos. Formar nuestros candidatos nos impulsa a preguntarnos<br />
cómo nos formamos. Todos debemos alimentar nuestra propia vocación. Repito, la<br />
vocación de cada uno es importante, no solamente la de nuestros candidatos, sino<br />
también la de aquellos que ya estamos caminando tras las huellas de Santo Domingo,<br />
incluso la de aquellos que ya están muy avanzados en años. Tanto nuestra vocación<br />
como nuestra formación son tarea para toda la vida.<br />
58. Encontrar los hermanos que deben ser asignados a las comunidades de<br />
formación, decía más arriba, es una tarea difícil. Los formadores muchas veces hablan de<br />
la falta de modelos ideales o modelos dominicanos para los hermanos en formación tanto<br />
en sus comunidades como en las provincias en general. Estos comentarios ponen de<br />
manifiesto dos cosas. Primero, que existe una conexión esencial entre el nivel inicial y la<br />
continuidad de la formación (formación permanente). Segundo que existe una necesidad<br />
urgente de comprometernos en la formación permanente, como personas humanas, como<br />
dominicos. ¿Cómo podemos responder más adecuadamente a estos serios desafíos?<br />
59. Noto que en muchas entidades, se pretende resolver el desafío de la formación inicial<br />
en sus diversas etapas, cambiando el sitio o la ubicación del convento de noviciado o<br />
estudiantado. En algunos casos cada Capítulo Provincial toma iniciativas nuevas, tienta<br />
nuevas posibilidades, ensaya otras alternativas. Es un claro signo de la ‘itinerancia<br />
dominicana’. Sin embargo esto sugiere algunas cuestiones. Es paradójico que hagamos<br />
ensayos cambiando a nuestros novicios de lugar o la asignación de los <strong>fr</strong>ailes profesos<br />
simples (temporales) de acuerdo a la conformación de determinada comunidad que<br />
cuenta con <strong>fr</strong>ailes profesos solemnes más cualificados, que pueden ser formadores o<br />
integrar la comunidad formativa. ¿No es más lógico solicitar a los <strong>fr</strong>ailes profesos<br />
solemnes –profesos hasta la muerte- que sean ellos los que se muevan, cambien, a<strong>fr</strong>onten<br />
ese desafío? Las dificultades que o<strong>fr</strong>ece un cambio no hará <strong>fr</strong>acasar la vocación de un<br />
<strong>fr</strong>aile profeso solemne que ya ha o<strong>fr</strong>ecido su vida como discípulo de Santo Domingo, en<br />
cambio cierta inestabilidad en el proceso formativo podría convertirse en un signo no<br />
favorable en el camino de un <strong>fr</strong>aile novicio o profeso temporal.<br />
60. Hablando de la formación inicial y permanente, además de mis comentarios<br />
precedentes me parece que la cuestión crucial de nuestra formación hoy es la siguiente:<br />
¿para qué nos formamos? Esto nos en<strong>fr</strong>enta a otro desafío: la formación para la<br />
misión.